revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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Centros de origen, pueblos indígenas y diversificación del maíz
 
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 Eckart Boege
   
             
             
México es un país megabiodiverso, mul­ticultural y centro de
origen —de la do­mes­ticación— y diversificación ge­nética de 15.4% de todas las especies que cons­tituyen el sistema ali­men­ta­rio mun­dial; esto se debe a la per­sis­ten­cia de los sistemas agrícolas tradi­cio­na­les, en donde se cultiva ger­moplas­ma na­tivo, principalmente en el territorio de pueblos indígenas y comunidades campesinas. La relevancia de los cen­­tros de origen y diversificación, por ser reservorios genéticos activos, es gran­­de hoy día, cuando 90% del sistema ali­mentario mundial está constituido por menos de 120 especies de plantas cultivadas, y tan sólo cuatro especies vegetales —papa, arroz, maíz y trigo— y tres especies animales —vacas, cerdos y pollos— aportan más de la mitad de éste. Se llama centro de origen a aquellas regiones del planeta en donde ocu­rrió la domesticación de las plantas sil­vestres que conforman los sistemas alimentarios de los distintos pueblos. En 1882 el botánico y naturalista suizo francés De Candolle mostró que la di­versidad de plantas domesticadas crea­da durante cientos o miles de años no se encuentra distribuida de manera ho­mogénea en el planeta; posteriormen­te, en la década de 1920, el notable ge­netista ruso Nikolai Vavilov es­tu­dió el origen y la distribución de las princi­pales especies de plantas culti­va­das en el mundo, y estableció ocho centros de origen, entre los que se en­cuentra Mesoamérica, y que se conocen como “centros Vavilov” (figura 1).

FIG1

Los principales criterios para de­fi­­nir los centros de origen y di­ver­si­fi­ca­ción genética, y en particular el del maíz, son lo siguientes:
 
1) son áreas con una larga historia agrícola ya que el grado de diversidad de las especies domesticadas está en directa concor­­dan­cia con las regiones en donde se ha cultivado durante mayor tiempo.
 
2) Sus constantes geográficas se ca­rac­terizan por estar delimitadas por barre­ras naturales —orográficas, de ve­ge­ta­ción y climáticas—, y por la con­cen­tración de variedades de la misma especie o de especies afines.
 
3) Gene­ralmente hay una gran diversidad de seres vivos en los múltiples ecosistemas, y en topografía, suelos y climas, así como
 
4) una presencia ininterrum­pida de agricultores nativos que por cen­turias o milenios han cultivado, trans­formado, domesticado, diversifi­ca­do y dispersado estas especies, por lo que su gran diversidad se debe no sólo a los distintos climas y tipos de ve­ge­tación y a las presiones selectivas en un ambiente natural difícil, sino a que van satisfaciendo necesidades cul­tu­ra­les —por ejemplo culinarias y ri­tua­les—, en especial en pueblos in­dígenas.
 
5) El proceso de domesticación no sólo se refiere al momento en que se inició la diferenciación de los cul­ti­vos de sus pares silvestres, sino también al proceso evolutivo, una especie de co­evo­lución entre estas plantas y los pue­blos indígenas y campesinos que siguen cultivando y seleccionando las semillas y cultivares —fitomejoradores tradicionales— que utilizan métodos específicos y variados para la se­lec­ción y mejoramiento de las semillas. En este sentido los centros de origen y diversificación genética desempeñan un papel extraordinario: el de mante­ner vivo y adecuar el germoplasma ori­ginal a las condiciones cambiantes, tanto ambientales como sociocul­turales.
 
6) El carácter de la diversificación en los procesos de co-evolución cuen­ta —a veces— con los pares silvestres, de tal manera que existe flujo gené­tico entre ambos lados, aunque la di­ver­sifi­cación se presenta también en áreas donde no existen los parientes silvestres, como en Perú, en donde hay granos de maíz muy antiguos, pero no tanto como para aparecer en las evi­den­cias arqueológicas, y en la actua­li­dad tampoco hay especimenes silvestres.
 
7) Vavilov introdujo el concepto de diversificación en los centros de ori­gen porque observó que en espacios re­la­ti­vamente pequeños había grandes va­riaciones de las especies afines tanto de las silvestres como de las do­mestica­das.
 
8) Así, todo México tiene en sus dis­tintas regiones una elevada diversi­dad de maíces con un origen común, pero también hay zonas relativamente amplias de gran interés pa­ra la agricul­tura en donde hay sólo un progenitor de híbridos de alta calidad —como la ra­za de maíz Tuxpeño—, que presentan gran erosión genética.
 
9) La constante selección y adap­ta­ción de las plantas domesticadas al me­dio ambiente y las preferencias cul­turales han generado variedades adap­tadas al trópico húmedo y se­mi­hú­me­do, resistentes a vientos intensos, a se­midesiertos y alturas con clima tem­plado de hasta 3 300 metros de altitud. Las plantas de mazorca cónica y sus va­rie­dades son las que mejor se han adap­tado a las bajas temperaturas, ya que hay menos superficie de exposición de la mazorca al frío, y sus hojas de color púrpura sirven para enfrentar mejor los rayos ultravioleta (figura 2).
 
FIG2
 
10) Las comunidades campesinas y los pueblos indígenas que han per­ma­necido en sus territorios durante largo tiempo mantienen líneas genéti­cas originales de las plantas domestica­das. Para el caso del maíz, A. Turrent cal­cula que los pueblos indígenas han sembrado ininterrumpidamente du­ran­te 350 generaciones de éstos. Es una de las características más importan­tes de los centros de origen: la de ser a la vez centros de domesticación, de evo­lu­ción y de diversificación gené­ti­ca. La dispersión temprana del maíz, —jun­to con calabaza y frijol, entre otras plan­tas—, y la creación de variedades en dis­tintas regiones —un proceso que lle­va más de 8 mil años—, hace que to­­do México y Centroamérica deban ser con­si­de­ra­dos centro de origen y di­ver­si­fica­ción genética del maíz. Es muy di­fícil delimitar tal o cual zona como centro de origen y diversificación y de­cir que otras no lo son. El árbol filoge­nético del complejo mexicano de maí­ces de mazorcas estrechas elaborado con base en los nudos cromosómicos muestra que la diversificación abarca prácticamente todos los estados me­xi­canos y que la domesticación, di­ver­sificación y mantenimiento del germoplasma se da a partir de la práctica indígena y campesina de la agricultura y es un proceso que sigue vigente has­ta hoy. Es un hecho que ha sido pues­to en evidencia por los estudios filogenéticos basados en macrofósiles —mazorcas, fragmentos de plantas, etcétera— y microfósiles —polen por ejemplo. Así, los estudios realizados por Blake establecen isoclinas de dispersión que presentan los contornos de las edades con intervalos de 500 años, de 6 000 años atrás a épocas recientes. Las isoclinas muestran un pa­trón de dispersión que va de la cuenca del Balsas a todos los confines del país (figura 3).
 
 

fig3

 
En este sentido se ha definido la do­mesticación como un proceso que involucra varias escalas tanto a nivel bio­lógico como social, por lo que para entender la naturaleza evolutiva de las relaciones de domesticación es más va­lioso considerar la totalidad de es­ca­­las involucradas en vez de tratar de de­fi­nir la demarcación exacta entre una población de plantas silvestres y una de domesticadas. Por tanto, la domestica­ción no es un evento histórico único que se desarrolló en un momento da­do, sino que se trata de un largo pro­ce­so de dispersión y adaptación con­ti­nua. Así, a partir de las evidencias et­no­grá­ficas y de las colecciones ex ­situ co­mo las del cimmyt, inifap, Colegio de Pos­graduados de la Universidad de Cha­­pin­go y otras, Bellon y Bertaud con­si­de­ran que todo el territorio me­xi­­ca­no debe ser declarado como uno de los reservorios genéticos más im­por­tan­tes para la humanidad (figura 4).
 
FIG4
 
El inventario de lugares en terri­to­rio indígena donde se han recolectado muestras de maíz nativo no es exhaus­tivo ni sistemático, pero nos da una idea aproximada de lo que allí se pue­de encontrar; ciertamente, varios lu­ga­res en donde se encuentran maíces na­tivos cultivados por indígenas y cam­pesinos con cultura mesoameri­ca­na que­dan fuera de ellos, como el pe­pi­ti­lla, que desde el punto de vista ge­né­tico es la variedad más cercana al teo­cintle (Zea mays parviglumis) y que man­tienen varios pueblos indíge­nas de la cuenca del Balsas, en los es­ta­dos de Morelos, Guerrero, Michoa­cán y los valles centrales de Oaxaca.
 
11) Encontramos ciertas asocia­cio­nes de razas de maíz con pueblos in­dí­genas, como las que señala Muñoz ­pa­ra las culturas prehispánicas. Así, nal-tel, olotillo (tzi’t bakal), tehua, te­pe­cintle, vandeño y comiteco se pueden asociar a los pueblos mayas de la península de Yucatán, Chiapas y Gua­temala; zapalote chico —que inicia su diferenciación hace 2 500 años y reú­ne no menos de 22 complejos genéticos fa­vorables, no integrados a ninguna otra raza, quizá la más perfecta del pla­neta— se puede asociar a los zapotecos del Istmo y la Sierra Sur de Oaxaca; bolita, zapalote grande, mixteco y mushito a los pueblos mixtecos y zapotecos; arrocillo amarillo, tuxpeño y tuxpeño norteño a las culturas tropicales del Golfo; en las culturas del Al­tiplano y el Eje neovolcánico tenemos palomero toluqueño, cónico, cacahua­cintle, elotes cónicos, pepitilla, ancho, y chalqueño; reventador, tablilla de 8, chapalote, maíz dulce, conejo, cónico norteño, celaya y jala —el cual tiene las mazorcas más largas, ¡de hasta 71 centímetros de longitud!— a las culturas de Oc­cidente.Benz propone una asociación entre grueso de Nayarit, tabloncillo de Ja­lis­co, maíz ancho y conejo de Gue­rre­ro, olotillo de Chiapas, bolita, maizón y za­palote chico de Oaxaca y los pueblos in­dígenas de la familia lingüística oto­mangue, pues ambos ocu­pan la misma área, lo que sugiere una historia cul­tu­ral y biológica común. Se puede en­ton­ces aventurar que el maíz fue do­mesti­cado por hablantes de len­guas antecesoras del otomí, matla­zin­ca, tla­paneco, amuzgo y zapoteco, en­tre otras. Además, el léxico más rico al­re­dedor del maíz lo tenemos en la pro­to­lengua del otomangue, por lo que las razas nal-tel de Yucatán y chapa­lo­te de Sinaloa no serían las más pri­mi­tivas como se pensaba. El grupo de los maíces del Altiplano cen­tral —arro­­ci­llo, caca­hua­cin­tle, cónico chal­que­ño y palomero tolu­que­ño— que son cla­si­ficados como cónicos, existían por lo me­nos desde el primer siglo de nues­tra era. Recientemente se planteó el posible origen de la diferenciación fe­notípica de las razas de maíz olotón y el comi­teco por los pueblos tzeltal y tzotzil. Los agricultores cam­pe­si­nos e indíge­nas pueden par­­tir de un germo­plas­ma común, pero en la me­dida que ciertas ca­rac­te­rís­ti­cas mor­fo­­lógi­cas son se­lec­cio­na­das por cada pue­blo, se van destacan­do de­­ter­minados rasgos de una sola frac­ción del genoma, lo que generalmen­te se expresa en el fenotipo, por lo que las distintas razas y variedades resul­tan de que los agri­cultores tradicionales van resaltando unos caracteres e inhibiendo otros, co­mo ocurre en el caso del maíz.
 
12) Hoy día los pueblos indígenas tienen aproximadamente tres millones de hectáreas de tierra dedicadas al cultivo, principalmente de tem­po­ral y con métodos agrícolas tradi­cio­na­les. Más de la mitad de los cultivos en la­deras, de policultivos y algunos sis­te­mas agroforestales muestran la exi­tosa adap­tación de un conjunto de prác­ti­cas agrícolas a entornos difíciles o de estrés ambiental. Y es justamente el sometimiento de los cultivos a las presiones selectivas en situa­cio­nes ambientales difíciles lo que le da al germoplasma nativo un vigor ex­tra­or­dinario, además de ser un antídoto pa­ra la erosión genética que produce el fenómeno del uso generalizado de se­millas mejoradas, de alto rendimiento, de las que existen pocas variedades que se cultivan en entornos favorables co­mo son el riego, suelos profundos y superficies planas.
 
13) La domesticación y diversifi­ca­ción genética del maíz es sólo una par­te de la proeza histórica de los pue­blos indígenas y las comunidades cam­pesinas, en donde muchas uni­da­des de producción tienen tres espacios productivos para cultivar y seguir se­leccionando diversos cultivos me­so­americanos. Son territorios en don­de se encuentra vegetación natural e in­tervenida, secundaria, frecuente­men­te de uso común; la milpa fija o iti­ne­ran­te, y los huertos familiares, en don­­de se utilizan y modifican estos tres espacios, creando las condiciones para aprovechar la diversidad de con­di­ciones físicas, además de ocurrir un intercambio de germoplasma de un lu­gar a otro.
 
Los paisajes indígenas son por tanto una compleja mezcla de comu­nidades naturales de vegetación, se­mi­naturales, y artificiales cuya combi­nación al­berga una riqueza bio­lógica extraordi­na­ria. El huerto familiar, la milpa y aun los acahuales —bosque y selvas secundarias— son espacios de domes­ticación, áreas en constante transformación. En la región maya de Yucatán, por ejemplo, el huerto familiar tiene plan­tas medicinales, abejas sin aguijón para producción de miel, plantas úti­les, hortalizas anuales, perennes y se­mi­perennes, animales de corral, ár­boles frutales, y especies maderables traídas de la sel­va. En los acahuales se siembra, con el fin de garantizar la seguridad alimentaria, además de la milpa, algu­nos tubérculos que resisten la sequía y las inundaciones.
 
14) Por el hecho de seguir culti­van­do las especies y variedades ori­gi­nales mesoamericanas, los pueblos indígenas y campesinos deben tener el reconocimiento de los sistemas sui generis que protejen el conocimiento tradicional y de propiedad intelectual colectiva de los cultígenos, así como denominaciones de origen de los pue­blos indígenas, geográficas y otras. Los usos mesoamericanos culinarios de es­ta agrobiodiversidad deberían tener el reconocimiento de la unesco como patrimonio de la humanidad. Esto es fundamental, ya que hasta ahora las colecciones ex situ de semillas no res­petan el origen intelectual del material genético y carecen de protección legal de la propiedad intelectual.
 
Indígenas, campesinos y germoplasma
 
Como país de origen y diversificación genética de por lo menos 15.4% de las especies que componen el sistema ali­mentario mundial, México tiene una res­pon­sabilidad específica: ser depo­si­tario y custodio in situ de las líneas ge­néticas originales. La megabiodiver­si­dad, la diversidad cultural y la do­mes­ticación de las especies para el sis­tema alimentario es un proceso in­disoluble. De hecho la influencia de Meso­amé­rica se deja sentir en el cam­po me­xicano. Hoy día se cultiva en la mitad del suelo agrícola de México es­tas especies y variedades mesoameri­canas, lo que equivale a diez millones de hectáreas, con una producción de más de 35 millones de toneladas cuyo valor ya cosechada es de 58 mil mi­llo­nes de dólares, esto es, el equivalente a 30.2% de los ingresos de la agricultura mexicana. Las cifras se refieren principal­­men­te a la agricultura comercial y no a la de subsistencia —casi dos millones de campesinos e indígenas. En va­rios de estos cultivos comerciales, prin­cipalmente de riego y de temporal favorable, se está abandonando el germoplasma original para sustituirlo por aquellos producidos por las grandes empresas semilleras transnacio­na­les, muchas veces a partir de los cul­tígenos nativos. Hay poco cui­dado para usar y preservar los re­cur­sos fitogenéticos originales.
 
Paradójicamente, los productores de subsistencia, que son los que ali­men­tan los mercados re­gionales, pre­servan en su territorio el germoplasma origi­nal, un reservorio genético invaluable que no sigue la lógica del mercado globalizado —por ejemplo, tenemos va­rios tipos de agua­cates que tienen propiedades de sabor, olor y aceites que son superiores al aguacate variedad Hass; igualmente, los cha­yo­tes sem­brados masivamente para el mer­cado nacional se están limi­tando a prác­ticamente una variedad. La Comisión Nacional para el De­sa­rrollo de los Pueblos Indígenas re­co­noce, a partir del Censo General de Población y Vivienda inegi 2000, las regiones indígenas como aquellas con­formadas por municipios de más de 40% de población indígena, y con pre­sencia en municipios de menos de 40%, esto es, 25 regiones, 655 munici­pios, y más de seis millones de indí­ge­nas. En esas regiones se encuentran además 190 municipios con “presencia indígena” es decir más de 5 000 ha­bi­tantes indígenas por unidad, que en su conjunto representan 3.2 mi­llo­nes de habitantes que viven en hogares indígenas. Estas 25 regiones con­tie­nen espacios de mayor densidad de po­­bla­ción indígena que indudable­men­te conforman territorios indígenas que van más allá de los límites municipales y estatales. La metodología para lograr la delimitación geográfica de estos territorios está desarrollada en un texto que publiqué en 2008. El Censo General de Población y Vivienda (datos por lo­calidad) para el año 2000 considera 48 196 localidades con población in­dí­gena que tienen un hablante o más de lengua indígena. Si tomamos en cuen­ta los hogares en donde uno de los cón­yuges o sus ascendientes habla lengua indígena tenemos 23 084 localidades que tienen más de 40% de presencia de población indígena. Los mismos au­to­res se refieren a que la población indígena total para el año 2000 es de 10 110 417 habitantes.
 
A partir de esta información básica se configuraron los territorios de acuer­do con las siguientes variables:
 
a) se­gún la contigüidad de las localida­des que comparten la condición de te­ner 40% y más de hogares indígenas, mis­ma que se obtiene con los polí­go­nos de Thiessen. Este ejercicio nos per­­mi­te obtener una primera plataforma espacial que nos da certeza de la presencia indígena en espacios con­soli­da­dos;
 
b) estas localidades contiguas a población indígena se ubi­ca­ron en las poligonales de los núcleos agra­­rios que conforman la propiedad social. Para ello, se utilizaron los 12 503 po­lí­gonos de núcleos agrarios —no im­­­por­tando su carácter ejidal o co­mu­nal— sumando 21 798 863 ha, esto es, 78% del total de los territorios indíge­nas;
 
c) asi­mismo, se ubicaron lo­ca­li­da­des no contiguas que forman ejidos y co­mu­nidades con mayoría indígena. Los núcleos agrarios representan hoy día la base de la construcción social de los territorios, ya que es a partir de sus for­mas de propiedad, ejidal y comunal, que sus instituciones ejer­cen el po­der grupal sobre el mismo. Esta cons­­truc­­­ción social es rebasada por la organi­za­ción de gobierno indígena en algunos municipios, principalmente en el estado de Oaxaca;
 
d) las localida­des mayoritariamente indígenas que no pre­­sentan propiedad social o se en­­cuen­tran en tierras nacionales se ubi­­caron con los polígonos de Thiessen.
 
Con esta metodología se logró de­fi­nir el núcleo básico consolidado de te­­rri­torios que suman 28 033 092 hec­­tá­reas, que representan 14.3% del te­rritorio nacional, con una presencia de 6 792 177 habitantes que conforman hogares indígenas, y cuya pertenencia se estableció con base en la clasificación de lenguas indígenas del inegi de 2000 que reconoce 62 lenguas en el Cen­so General de Población y Vi­vien­da 2000. Estos pueblos suelen cultilvar el maíz en milpa, una forma de policul­ti­vo que varía de acuerdo con las con­diciones físicas, climáticas y bióticas; es decir, hay muchas milpas según el productor, pueblo indígena o región cli­má­tica. Así, en las distintas circuns­tancias este sistema agrícola ha permi­tido adaptar y seleccionar las plantas en un proceso que implicó siglos de ob­servación, prácticas de manejo y adaptación de diversas plantas, con­for­mando un cuerpo de conocimiento pre­servado por in­dí­genas y campesinos, y cuya cons­truc­ción y transmisión involucra mujeres, hombres y distintos grupos de edad. El aprendizaje se da a través de la prác­ti­ca, “aprender ha­ciendo”, viendo cómo lo hace el ve­cino, cómo lo hicieron los abuelos; la escuela es la práctica de la comunidad. La gran riqueza ge­né­ti­ca del maíz que hay en México se de­be a que cien­tos de variedades na­ti­­vas o in­dígenas, comúnmente lla­ma­das crio­llas, se siguen sembrando en ese contexto por razones culturales, so­ciales, téc­nicas y económicas, y su mag­ni­tud no es re­du­cida, ya que abar­can alrede­dor de 3 millones de hectá­reas, la abrumado­ra mayoría de agri­cul­tu­ra de temporal (figura 5).
 
 
FIG5
 
 
 
 
Sin embargo, hoy día la gran mayoría de los maíces indígenas ha que­dado mar­ginada del mejora­mien­to fitogené­ti­co que en México realizan las instituciones, pues en ésta se han apro­vechado menos de diez ra­zas nativas. De aquí se desprenden tres conclu­siones de importancia vital. En Mé­xico, en los territorios de los pueblos in­dígenas y en las comunidades campesinas sigue existiendo una enorme riqueza genética de maíz con un gran po­tencial para generar los maíces del futuro. Esos agro­eco­sis­te­mas tradicio­na­les son los reservorios de ger­mo­­plas­ma de maíz mesoameri­cano más im­por­tantes del país y del mundo, y su va­lor no es re­conocido por la so­cie­dad. Este patrimonio repre­senta los re­cur­sos biológi­cos colectivos de los pue­blos indígenas, clave para la conservación in situ. El fito mejoramiento tradicional es un proceso colectivo que incorpora va­rios elementos y que si tal vez no se da en una parcela, en otra sí. El in­tercambio regional y extrarregional de germoplasma es una constante: el campesino indígena prueba, ensaya y adopta o descarta el germoplasma nue­vo. Separa muy bien las variedades de germoplasma de una misma es­pecie, de tal manera que puede mantener las variedades sin que se crucen o bien fomenta su cruzamiento. Es así como se generan grupos de variedades de una misma especie adaptadas a cada uno de los distintos ambientes. El cuadro 1 contiene la lista de las co­­lectas de las distintas razas y varie­da­des del maíz y de las especies co­mes­ti­bles nativas mesoamericanas efec­tuadas en territorio de los pueblos indígenas durante los últimos se­sen­ta años. Se trata de una aproximación que refleja la enorme riqueza fitogenética generada por estos pueblos y las comunidades campesinas del país. La conclusión que se impone es que todo el país sigue siendo centro de ori­gen y diversificación de maíz, en don­de 80% de los productores agrícolas man­tienen activos los procesos diná­mi­cos que sustentan su conservación y desarrollo. Tan sólo en el estado de Oa­xa­ca se encuentra todavía el 70% de las razas de maíz del país. Estos acervos fitogenéticos pueden considerarse co­mo reservas y laboratorios genéticos de larga duración y deberían ser reco­nocidos legalmente como “recursos fi­togenéticos indígenas o nativos”, y el proceso de innovación constante debería también ser reconocido con base en los derechos de propiedad inte­lectual sui generis de los conocimientos tradicionales que estipula el artículo 8j del Convenio sobre Diversidad Bio­ló­gi­ca, firmado y ratificado por el go­bier­­no mexicano, y ratificado por el Se­na­do de la República.
 
Conclusiones
 
No es exacto desde la evidencia cien­tí­fica separar centros de origen y cen­tros de diversificación genética. Se tra­ta de un solo proceso histórico que no termina. Este proceso tiene como pro­tagonistas a los pueblos indígenas y campesinos no indígenas que com­par­ten la cultura mesoamericana y que co­tidianamente siguen practicando el fitomejoramiento de sus semillas tra­di­cionales, logrando con ello la adap­ta­ción de sus cultivos a los cambios en el clima, altitud o preferencias cultu­ra­les. Su separación obedece a una ter­giversación deliberada de la evidencia científica que permita definir regiones para cultivar híbridos transgénicos en el país de origen y diversificación genética del maíz. La aplicación de medidas de bio­se­guridad ante la amenaza de cultivo sobre maíz transgénico proporciona una mues­tra de cómo se utiliza esta ter­­giversación conceptual. Ante la con­tro­versia constitucional presentada por el Municipio de Tepoztlán, Morelos, para que declare inválido el Re­gla­men­to de la Ley de Bioseguridad que po­ne en riesgo este patrimonio na­­cio­­nal, el Consejero Jurídico del Eje­cu­tivo Federal en representación del Presi­­den­te de la República envíó a la Su­pre­­ma Corte de la Nación un docu­mento oficial como respuesta, dirigido al Mi­nis­tro Instructor Sergio Armando Vals de la Suprema Corte de la Nación, en don­­de, al comentar el rubro de “ante­ce­dentes” de la parte actora (Mu­ni­ci­pio de Tepoztlán) dice: “Es cier­to que el maíz constituye una importante fuen­te de identidad para los ha­bitantes del territorio nacional y acla­­ramos que esta importancia cultu­ral no le con­fiere a México la caracterís­tica de Cen­tro de Origen y Diversidad Genética del Maíz (subrayado nuestro) ya que de con­for­midad con lo previsto en la ley de Bio­seguridad de los Or­ganismos Ge­né­ti­ca­­mente Modificados (lbogm), la ca­­li­dad de origen se atri­buye a aquella área geo­gráfica del territorio nacio­nal en don­de se llevó a cabo el proceso de do­mesticación de una especie de­ter­mi­nada. Asimismo, la lbogm en ci­ta de­fine como aquella área geográfica del territorio nacional en donde existe di­versidad morfológi­ca, genéti­ca o ambas, de determinadas especies, que se caracteriza por alber­gar pobla­cio­nes de parientes silvestres y que constituye una reserva genética”. En la agrobiodiversidad mesoame­ri­cana los procesos de diversificación se dan efectivamente cuando es posi­ble el flujo genético entre las especies domesticadas, semidomesticadas y sil­vestres. Sin embargo, una parte sus­tan­cial de los procesos de domesticación y diversificación realizados por los in­dígenas y campesinos se da dentro de la especie domesticada sin necesidad de sus pares silvestres. Es increíble que ante el riesgo que corre tan va­lio­so patrimonio se utilicen argumentos a manera de sofisma y que esto se pre­tenda convertir en verdad (jurídica) y dogma si la Suprema Corte fallara a fa­vor de la presidencia de la República. Para México y la ciencia es gravísimo que desde la presidencia se defina qué es, o no, el centro de origen, domestica­ción y diversificación genética del maíz a partir de una ley que lo define de ma­nera inexacta y ambigua.
 
  articulos  
Territorios de los pueblos indígenas
Razas y algunas variedades de
maízreportadas en los territorios Indígenas
     
Yaqui, mayo
Blando de Sonora, Chapalote,
Dulce norteño,Dulce, Dulcillo noreste,
Elotes occidentales, Harinoso,
Onaveño, San Juan, Tuxpeño (a, b, c)
     
Pima, guarijío, tepehuán, rarámuri
Ancho pozolero, Apachito, Apachito 8,Apachito 9,
Azul, Bofo, Bolita, Chalqueño,Cristalino norteño,
Cristalino Chihuahua,Cónico norteño, Dulce norteño,
Dulce,Hembra, Perla harinoso, Gordo,
HembraLady Finger, Nal tel, Onaveño,
Reventador, Reventador palomar,
San Juan, Tablita,Tabloncillo,
Tabloncillo perla, Tuxpeño(a, b, c)
     
Cora, nahua (Durango), huichol, tepehuán
Amarillo cristalino, Blanco tampiqueño,
Bofo, Celaya,
Cónico norteño, Harinoso de 8,
Jala, Maíz dulce,
Reventador, Pepitilla, Serrano, Tabloncillo,Tuxpeño,
Tablilla, de Ocho, Tabloncillo perla, Tamaulipeco,
Vandeño, (a, b, c)
     
Nahua de Michoacán Maíz pinolero      
Purépecha
Arrocillo, Cacahuacintle, Celaya,
Cristalino norteño, Cónico norteño,
Elotes cónicos, Maíz dulce, Mushito,
Palomero toluqueño, Pepitilla, Tabloncillo,
Tuxpeño, Vandeño, Zapalote grande, Purhépecha (a, b, m)
     
Otomí, matlazinca, mazahua
Arrocillo Amarillo, Arrocillo azul,
Cacahuacintle, Chalqueño,
Cristalino norteño, Cónico norteño,
Elotes cónicos, Palomero, Palomero toluqueño (a, b, c)
     
Nahuas de Guerrero, Morelos,
Estado de México, sur de Puebla,
nahuas del altiplano de Puebla, Tlaxcala, otomí de Ixtenco, Tlaxcala
Ancho, Ancho pozolero, Bolita,
Elotes cónicos, Pepitilla, Bolita,
Elotes cónicos, Tabloncillo, Olotillo,
Nal tel, Palomero, Vandeño (a)
Arrocillo azul, Arrocillo blanco,
Bolita, Cacahuacintle, Chalqueño,
Cristalino norteño, Tuxpeño Chalqueño,
Palomero (a, c, h)
     
Tlapaneco, triqui, amuzgo, mixteco de la Mixteca Alta y Baja, Mixteco de la Costa
Ancho, Arrocillo, Bolita, Celaya,
Chalqueño, Chiquito, Conejo,
Cristalino norteño, Cónico X Comiteco,
Carriceño, Condensado, Elotes Cónicos,
Fascia, Maizón, Sapo, Magueyano,
Mixeño, Mixteco, Nal tel, Naranjero,
Olotón, Olotón Imbricado, Olotillo,
Comiteco, Pastor veracruzano,
Pepitilla, Serrano, Mixe, Mushito,
Serrano de Oaxaca, Tablita, Tehua, Tehuacanero, Tehuanito, Tepecintle, Tuxpeño, Vandeño
(a, e, f, g, i, j, k)
     
Zapoteco Sureño, chatino, chontal de Oaxaca, huave
Arrocillo, Bolita, Comiteco, Chalqueño,
Comiteco, Conejo, Cónico,
Cristalino norteño, Cuarenteño amarillo,
Elotes Cónicos, Magueyano, Maíz Boca de Monte, Maíz Hoja Morada, Maizón, Mushito, Mejorado nativizado, Nal tel, Naltel de Altura, Negro Mixteco, Olotón, Olotillo, Olotillo amarillo, Rocamay, Serrano, Tablita grande, Amarillo, blanco, Tempranero amarillo, Tepecintle, Tuxpeño, Vandeño, Zapalote chico (a, f)
     
Kikapú Tehua, Tuxpeño (a)      
Huasteco, otomí, nahuas:
norte de Puebla, Veracruz,
San Luis Potosí, tepehua, totonaca
Arrocillo, Arrocillo amarillo, Arrocillo blanco, Arrocillo azul, Cacahuacintle, Celaya, Cónico norteño, Cristalino norteño, Elotes cónicos, Mushito, Olotillo, Palomero, Pepitilla, Tamaulipeco, Tepecintle, Tepecintle 7, Tuxpeño, Tuxpeño 8, Tuxpeño 9, Ts’it bakal, Ratón
(a, b, h, l)
     
Otomí, pame, chichimeca Jonaz
Arrocillo amarillo, Chalqueño, Cristalino norteño
Cónico norteño, Ts’it bakal, Elotes cónicos,
Fascia, Mushito, Tabloncillo, Tuxpeño (a, b, c)
     
Chocho, popoloca, nahuas de Zongolica, cuicateco, mixteco, mazateco, chinanteco, ixcateco
Bolita, Chalqueño, Elotes cónicos,
Olotón, Pepitilla, Tuxpeño (a, b, c)
     
Nahua de Zongolica,
mazateco, chinanteco
cuicateco, zapoteco, mixe
Bolita, Celaya, Cónico, Chalqueño, Chiquito, Comiteco, Cristalino norteño, Elotes cónicos,
Elotes occidentales, Mixeño, Mushito,
Nal tel, Nal tel de altura, Olotillo, Olotón,
Onaveño, Pepitilla, Serrano,
Serrano de Oaxaca, Tepecintle, Tuxpeño,
Vandeño, Zamorano, Zapalote chico,
Zapalote grande (a, b, c, f)
     
Nahuas (sur de Veracruz),
popoluca
Olotillo, Tuxpeño, Nal tel, Olotillo,
Tepecintle, Tuxpeño (a, b, e)
     
Zoque, tzotzil, tzeltal, chol
Cristalino norteño, Olotillo, Olotón,
Tepecintle, Vandeño, Zapalote chico
(a, b, c)
     
Zoque, maya, lacandón, chol, kanjobal, chuj, tojolabal, tzotzil, tzeltal, chontal
de Tabasco (sierra), mame, chinanteco
Arrocillo amarillo, Clavillo, Comiteco,
Cristalino norteño, Comiteco, Cubana,
Elotes cónicos, Motozintleco, Nal tel,
Olotillo, Olotón (incl. Negro de Chimaltenango), Olotillo, Quicheño, Tehua, Tepecintle, Tuxpeño, Vandeño, Zapalote chico, Zapalote grande
(a, b, c, k, j)
     
Tzeltal, tzotzil
Comiteco, Olotillo, Olotón, Tepecintle,
Tuxpeño, Vandeño, Clavillo (a)
     
Chontal de Tabasco Olotillo, Tuxpeño, Marceño (a, c)      
Maya de Yucatán, chol
tzeltal, kekchi
kanjobal
Boxloch, Chac chob, Bekech Bakal,
Chuya, Clavillo, Cubana, E hub,
Ek sa kaa, Nal tel, Nal xoy, Olotillo,
Sak tux, Sak nal, Cervera, Tepecintle,
Ts’it Bakal, Zapalote chico,
Xnuk nal (Tuxpeño), Xkan nal, Xee ju,
Xtuo nal, Nal tel (a, b, d)
     
       
Cuadro 1. Distribución de las razas y algunas variedades de maíz en los territorios de los pueblos indígenas.
Fuentes: (A) cimmyt Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo; inifap, Wellhausen et al., 1987; (B) Ortega, 2003; (C) Illsley, Aguilar y Marielle, 2003; (D) Solís y V. Heerwaarden, 2003; Colunga y May, 1992; (E) Blanco, 2006; (F) Aragón et al., 2006; (G) Navarro, 2004; (H) Martínez et al., 2000; (I) Muñoz, 2003; (J) Perales, Benz y Brush, 2005; (K) Ortega, 1973; (L) Astier y Barrera, 2006.
     

 
     
Referencias bibliográficas
 
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Bellon, M. y J. Berthaud Transgenic Maize and the Evolution of Landrace Diversity in Mexico. The Im­por­tance of Farmers’ Behavior, cimmyt, Institut de Re­cher­che pour le Développement Montpellier (www.plantphy­siol.org/cgi/content/full/134/3/883, consul­tado el 3 de febrero de 2006).
Benz, B., 1997. “Diversidad y distribución pre­his­pá­ni­ca del maíz mexicano” en Arqueología Mexicana, vol. V, núm. 25, México.
. 1997 b. “On the origin, evolution, and dispersal of maize” en M. Blake (ed.) Pacific Latin American in Prehistory: The evolution of Archaic and Formative Cultures, State University Press, Washington.
Boege, E. 2008. El Patrimonio Biocultural de los pue­blos Indígenas de México. En preparación, inah-cdi. México.
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Colunga, P. F. 1992. “El sistema milpero y sus recur­sos genéticos”, en La modernización de la milpa en Yu­catán. Utopía o realidad, Zizumbo, D. et al. (eds.).
Esteva, G. y C. Marielle (eds.). 2003. Sin maíz no hay país, cnca/mncp, México.
Hernández X., E. et al. 1987. “Razas de maíz en Mé­­xico. Su origen, características y distribución”, en Re­vis­ta de geografía agrícola, México, Universidad Autónoma de Chapingo.
Ortega Paczka, R. 2003. “La diversidad del Maíz en México”, en Esteva, G. y C. Marielle (coords.) Sin maíz no hay país, cnca/mncp, México.
Ortega Paczka, R. et al. 2003. Avances en el estudio de los recursos fitogenéticos de México. México: So­cie­dad Mexicana de Citogenética, A. C.-conacyt- ibpgr-Jardín Botánico, unam.
Perales, H., B. Benz, y S. Brush. 2005. Maize Diversity and ethonolinguistic diversity in Chiapas, México, pnas, vol. 102, núm. 3, www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/ pnas.0408701102.
Toledo, V. M. 1980. “La ecología del modo campesi­no de producción”, en Antropología y marxismo, vol. 3, pp. 35-55.
Vavilov, N. I. 1927. Origin and Geography of Culti­vat­ed Plants. Cambridge University Press, Cambridge, 1992.
 
 
     
____________________________________________________________
     
Eckart Boege Schmidt

Doctor en Etnología por la Universidad de Zürich y profesor-investigador del inah. Ha sido coordinador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del Golfo y coordinador de la División de Estudios Superiores de la enah. Ha sido docente en la enah, ciesas-Golfo y en el Posgrado del Instituto de Ecología A.C., Xalapa.

 
como citar este artículo
Boege, Eckart. (2009). Centros de origen, pueblos indígenas y diversificación del maíz. Ciencias 92, octubre-marzo, 18-28. [En línea]
     

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