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número 136
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Blanca Irais Uribe Mendoza      
               
               
La domesticación animal es la transformación más antigua,
profunda y definitiva en la relación entre seres humanos y animales. Su impacto ha modificado gradualmente el escenario ecológico, genético, epidémico, social, económico y cultural de las poblaciones humanas. ¿Cómo explicar el proceso que dio inicio a la domesticación animal? Es innegable que se requiere una revisión exhaustiva de las investigaciones que la han abordado, particularmente las de los últimos quince años en los campos de la biología molecular y la zooarqueología; no obstante es necesario un enfoque distinto para interpretar y analizar tales fuentes de información. Aquí proponemos enfocarnos desde lo que se ha denominado “arqueología procesual”, una corriente que propone que toda investigación zooarqueológica debe estar apoyada en la antropología y en modelos sistémicos que incluyen la fauna, flora, clima y geografía para poder comprender el papel que desempeñaron los animales entre los grupos humanos más antiguos, como señalan Binford y Russell.
 
Establecer una fecha precisa para el inicio de la domesticación animal es tan imposible como afirmar que esto sucedió en una misma fecha y región del planeta. En realidad se ha establecido que este proceso comenzó hace aproximadamente once mil años en por lo menos dos regiones del mundo: el primer animal domesticado fue el lobo gris y ocurrió entre Irak y China en el paleolítico superior y el mesolítico, de acuuerdo con Russell. La variación en las fechas de la domesticación animal hace evidente que se trata de un proceso dinámico a lo largo de varios miles de años.La zooarqueología y la biología molecular plantean que esto también dependió de la taxonomía de cada animal, su temperamento y características sociales, ambientales y geográficas; y que el proceso fue resultado de ensayo y error, de la capacidad de los seres humanos para compartir, nutrir y proteger a los animales, no sin que antes las poblaciones humanas se convirtieran en un atractivo para otras especies animales, las cuales se adaptaron en grados variables a la convivencia humana.Dicho lo anterior, es pertinente preguntarnos si todos los animales pueden domesticarse: la respuesta es no. Independientemente de las rutas seguidas, la domesticación animal está relacionada, como observa Zeder, con características de comportamiento y patrones taxonómicos en los animales tales como: un bajo nivel de estrés a los seres humanos y los estímulos externos, vivir en agrupamiento, tener una estructura de grupo jerárquica, ser promiscuos al apareamiento, prevalencia de machos dominantes sobre las hembras, capacidad para generar vínculos de acercamiento con prontitud hacia los seres humanos, el que las hembras acepten a las crías después del parto, precocidad joven —en suma, se puede decir que ciertos individuos fueron y siguen siendo mejores candidatos que otros para ser domesticados.
 
Los inicios
 
Entre 2012 y 2014, las investigaciones efectuadas por Zeder y Larson y Fuller establecieron con toda claridad que la domesticación animal no se dio por una sola vía; por el contrario, fueron tres los caminos: el primero es llamado “comensal”, el segundo “presa” y el tercero “dirigido”. Veamos.
 
El llamado camino comensal es considerado como la etapa inicial de este proceso, es la ruta que llevó a la domesticación de animales como el lobo gris (de donde desciende el perro), el jabalí (ancestro del cerdo), el gato, la paloma columba, el gallo, el ganso cisne, el pato y algunos tipos de roedores como el conejillo de indias o cuyo (en el sur de América); esta vía consistió en que los animales se acercaron a las poblaciones humanas para alimentarse de los desechos que dejaban en sus asentamientos, así como atraídos por animales que eran buena presa y se habían adaptado ya a ambientes antropogénicos, como los roedores. Una vez que establecieron una relación de comensales en los asentamientos humanos, esto es que obtenían beneficios de comida, paulatinamente se habituaron a la presencia y cercanía humana, comenzando así su viaje hacia la domesticación.Esto significa que las personas, al actuar como hospederos de tales animales, no lo hacían guiados por una voluntad de establecer una relación domesticadora, sino que ésta se fue dando por su acercamiento a las poblaciones humanas como propone Zeder. Los animales más capaces de aprovechar los recursos asociados a los campamentos humanos habrían sido aquellos individuos poco agresivos, menos desconfiados de los humanos y más agiles para huir.
 
La segunda vía comenzó cuando las poblaciones humanas se convirtieron en grupos sedentarios a partir del establecimiento de los primeros cultivos, es la que se denomina el “camino de la presa”, es una estrategia de “juego” que consistió en atraer y controlar una manada de animales en espacios delimitados para resguardarlos generacionalmente, influyendo así en el movimiento de una manada, en su alimentación (los humanos la proveyeron de algunos alimentos específicos) y en su reproducción, aunque no involucró un proceso de selección. Esta ruta sólo se pudo dar en zonas geográficas con terrenos fértiles para la siembra de los primeros cultivos domesticados y los animales que siguieron este camino fueron, fundamentalmente, caballos, burros, dromedarios, conejos, abejas, gusanos de seda y gallinas de Guinea.El llamado “camino dirigido” fue la tercera vía, la que siguieron prácticamente todos los animales que constituyen el ganado, y consistió en una domesticación deliberada y dirigida por los seres humanos con la intención específica de controlar el ciclo vital de un animal salvaje en espacios delimitados y bajo el cuidado humano, ejerciendo una reproducción controlada y seleccionada a fin de lograr los caracteres deseados para cada especie y así poder contar con recursos tales como pieles, lana, queso, yogurt y carne; es importante enfatizar que esta ruta surgió una vez que las dos primeras ya eran conocidas por los seres humanos y cuando las poblaciones humanas ya habían domesticado plantas, es decir, que ambos recursos les permitieron imaginar versiones domésticas de animales salvajes, como explican Zeder y Larson y Fuller.
 
Entre los animales así domesticados se encuentran los de mayor antigüedad, como los bovinos (cuyos ancestros son Bos taurus, Bos indicus, Bos gaurus y Bos javanicus), el pavo, el búfalo de India, la oveja oriental, la cabra hircus, la llama, el pato criollo y la alpaca (domesticada en el sur de América), al igual que los domesticados más recientemente, en los últimos cientos de años. Valga señalar que esta tercera vía, de tipo “intencional”, no se habría logrado sin que antes se tuviera animales domésticos por medios “no intencionales”, como son la vía comensal y la presa, en donde los humanos no imaginaron un animal domesticado, echando por tierra la idea de que la domesticación animal fue resultado exclusivo de la voluntad humana, algo que sólo ocurrió mediante la tercera vía, como argumentan Larson y Fuller.No obstante, es importante destacar que en todos los casos las poblaciones humanas buscaban obtener recursos primarios y secundarios de origen animal, especialmente para crear objetos tales como los instrumentos de hueso o alimentos como yogurt y queso. Cabe señalar asimismo señalar que, en contra de lo que con frecuencia se afirma, ni el consumo de carne y leche, ni el uso del pelo de los animales para la elaboración de telas, tuvieron un papel primordial en la domesticación. La razón es que, apenas quinientos años antes de nuestra era, sobre todo en el neolítico, las fibras vegetales como el lino constituían la materia prima para producir telas, y que en el caso del consumo de leche, la evidencia arqueológica ha demostrado que fue hasta después del neolítico cuando este líquido se volvió imperativo en la dieta de las poblaciones humanas; un estudio efectuado en restos humanos del neolítico y el mesolítico de Europa demostró que las personas no tenían desarrollado el gen de la tolerancia a la lactosa, lo cual evidencia que sólo después de que se desarrolló dicho gen se pudo extender el consumo de leche de origen animal entre la población humana, como sostiene Russell.En cuanto al consumo de carne, se sabe que cruda, frecuentemente en mal estado por las altas temperaturas, provocaba severos daños gastrointestinales a los humanos, incluso la muerte, por lo que un animal enfermo o que moría por otras causas que la caza, era potencialmente un transmisor de enfermedades, incluso por el uso de su piel, como sucede respectivamente en los casos de la bacteria de la tuberculosis bovina, los parásitos o infecciones de protozoos y la toxoplasmosis.
 
Consideraciones finales
 
En el proceso de domesticación generalmente se destaca como un aspecto importante los cambios en la taxonomía y la morfología de los animales, tales como la reducción del cerebro (entre 20 y 33% dependiendo de la especie y el tiempo que tenga en condición de domesticación), la disminución en la longitud de los huesos de las extremidades, los cuernos, la textura del pelaje y la reducción en las alas y el pico, así como los de comportamiento, pues los animales domésticos gradualmente se hacen más dóciles en la comunicación con los seres humanos. Estos son importantes porque marcan la diferencia entre la domesticación y la doma, ya que la segunda no tiene efectos a largo plazo, más allá de la vida del animal domado, mientras que en la primera sí se dan cambios de largo alcance en los niveles antes mencionados.
 
Aquí hemos proporcionado, no obstante, evidencias de que la domesticación animal es un fenómeno sujeto a dos profundas influencias: las biológicas y las ambientales; resaltamos que en este proceso se dio una forma de mutualismo biológico con claros beneficios tanto para los animales como para los seres humanos; sobre todo en la primera vía de domesticación, la llamada comensal, y que éste implica relaciones codependientes y asimétricas impulsadas por los seres humanos mediante la selección natural y los cambios de conducta, morfología y fisiología en los animales. Esto significa, como observa Edward Price, que en el proceso de domesticación los seres humanos han tenido la capacidad de modificar el comportamiento de los animales para que éstos se adapten a ciertos objetivos y abandonen otros, es decir, una adaptación al hombre y al ambiente por medio de una combinación de cambios genéticos a lo largo de generaciones y de influencias y experiencias ambientales durante la vida de un animal.
 
Sin embargo, lo anterior no otorga al ser humano la ventaja en esta relación. Se ha hecho evidente que carece de validez la idea de que la domesticación animal fue, y sigue siendo, un proceso en donde los animales son agentes pasivos ante la voluntad de los seres humanos. Por el contrario, la domesticación animal comenzó como un proceso en donde no intervino la voluntad de los seres humanos, sino la búsqueda por parte de los animales de beneficiarse de los desechos y alimentos propios de las poblaciones humanas. Es un proceso con múltiples facetas que el enfoque aquí propuesto nos ayuda a develar.
     
       
Referencias Bibliográficas
Binford, L. 2004. En busca del pasado. Descifrando el registro arqueológico. Crítica. Madrid.
   Larson, G. Y D. Fuller. 2014. “The Evolution of Animal Domestication” en The Annual Review of Ecology, Evolution, and Systematics, vol. 45, pp.115-136.
   Price, E. 1984. Behavioral Aspects of Animal Domestication. The Quarterly Review of Biology, vol. 59, núm. 1 (en Jstor https://cutt.ly/tbbLdZm).Russell, N. 2012. Social Zooarchaeology. Humans and Animals in Prehistory. Cambridge University Press. Inglaterra.Swabe, J. 1999. Disease and Human Sociaty. Human-animal relations and rise of Veterinary Medicine. Rougledge Studies in Science, Tecnology and Society. Londres.
   Vela, Y. y J. Lafuente. 2011. La veterinaria a través de los tiempos. servet. Madrid.
   Zeder, M. 2012. “The Domestication of Animals” en Journal of Anthropological Research, vol. 68, núm. 2, pp. 161-190.
     

     
Blanca Irais Uribe Mendoza
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Es filósofa de la ciencia por la Universidad Autónoma de México. Sus líneas de investigación son la salud pública y la medicina humana y animal. Además es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
     

     
 
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