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| Neyra Patricia Alvarado Solís | |||||||||||
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Conocidos como “húngaros” en los rincones del país y como
gitanos en los contextos urbanos, los ludar llegaron a México a fines del siglo xix y principios del xx procedentes de los Balcanes y hablando un rumano antiguo. Los ludar forman parte de las diferentes colectividades que se conocen bajo la denominación genérica de gitanos, los cuales han sido identificados genéricamente, en el mundo, con estereotipos positivos (libertad, música, amor) y negativos (robachicos, estafadores) que aún padecen los miembros de las diferentes comunidades. La manera de describirlos remite al tipo de relación que se ha establecido entre individuos, funcionarios y poblaciones gitanas, generando tales imágenes e imaginarios sobre ellos. Los términos genéricos y abstractos de gitanos, ludar, rom (sin ninguna marca), pueden convertirse al interior de las propias comunidades en gitanos, ludar, ludaruasty, rom rusos, rom griegos, rom polacos, roma, boyash, bosniacos, serbios, romanos (en itálicas) cuando se nombran a sí mismos o entre ellos para identificarse. “Gitanos” (entre comillas) es una denominación del exterior que los estigmatiza, tal como se aprecia en los periódicos, las descripciones de viajeros o los documentos de los funcionarios de las instituciones con quienes se han visto relacionados.
Poco se conoce de su historia en México, de cómo llegaron aquí, de las formas de internación e integración al país. No obstante, hay documentos en el Archivo General de la Nación y en otros más que permiten trazar su migración a las Américas, a México y las formas de integración dedicados a espectáculos callejeros y de carpa y la proyección de cine itinerante. El problema es que el término gitano, ludar o rom no aparece nunca en los documentos y cuando aparece es estigmatizándolos, como en la prensa, reproduciendo las imágenes y los imaginarios que se tiene de esta población. Para salvar este obstáculo fue fundamental la participación de miembros de las comunidades, con cuya colaboración buscamos por apellido, ubicando documentos del censo de extranjeros llevado a cabo en 1930 y cuya identificación ha sido posible incluso cuando cambiaron sus apellidos por mexicanos. Esta colaboración ha generado incluso una perspectiva distinta, como lo dijera Juan José Kwick Castelo, rom nacido en México, durante el Coloquio Internacional “Gitanos entre Europa y las Américas” llevado a cabo en enero de 2018 en San Luis Potosí: “los miembros de estas comunidades distinguen bien y en la práctica de la investigación las tendencias y movimientos ideológicos”.
La etnografía, mediante el trabajo de campo antropológico con familias ludar que circulan dando espectáculo por el país, complementa el cuadro, enriqueciendo aspectos de su historia. Esto no es fácil, ya que, desde que ingresaron al país, los ludar se desplazan en agrupaciones familiares y asociándose con miembros de otras familias en forma temporal, lo cual dinamiza las relaciones de parentesco, que nunca son estáticas. Pueden ir así ocupando regiones, lo que permite las visitas frecuentes entre miembros de las diferentes caravanas, es decir, que saben dónde se ubican los demás y, a su vez, al desplazarse conocen a la población de los asentamientos cercanos a sus campamentos, lo cual les permite poder presentar en pueblos y ciudades un espectáculo adecuado para cada lugar.
Durante la década de los ochentas del siglo pasado, por ejemplo, en el sur del país siguieron las grandes obras hidráulicas y en los noventas las rutas agrícolas del norte. Los ludar son versátiles, practican el comercio de alimentos y vehículos, a la vez que el espectáculo, ofreciendo desde números de magia, de variedad, interpretando o escenificando canciones de moda, hasta la proyección de películas, sin dejar sus espectáculos callejeros mediante los cuales se integraron a México. Y al insertarse en la sociedad mexicana, adoptaron en sus tradiciones el culto a la Virgen de Guadalupe y el mole y las tortillas en sus celebraciones, por lo que el 12 de diciembre efectúan una serie de rituales como bautizos, quince años, bodas y el día de muertos, cerrando el 6 de enero con la reunión de varias agrupaciones familiares que itineran todo el año en un gran campamento. Por ende, para hacer una investigación antropológica e histórica con personas que itineran permanentemente es necesario llevar a cabo el trabajo de campo en los campamentos. Por el recelo que tienen hacia personas ajenas a su estructura social —producto de su historia, del hostigamiento que han sufrido— la confianza, la ética y el saberhacer son aspectos indispensables en la investigación. Al igual que como dice Williams que sucede con los manuche —un grupo europeo de los llamados gitanos—, así ocurre con los Ludar: o se está al interior o se está irremediablemente fuera sin poder asir nada. No existe otra manera de ser aceptado, y para esto es indispensable respetar sus reglas y comprender las dinámicas al interior y exterior de los campamentos (yo conseguí instalarme con mi familia en una casa rodante o sola en la casa rodante de otra familia, conociendo así la vida de todos los días en los campamentos, haciendo como toda mujer casada las actividades que se efectúan en el campamento y en el espectáculo).
La migración de los gitanos a las Américas
Conocer lo que las primeras generaciones ludar nacidas en México contaban a las posteriores ha sido central en nuestra investigación. Los testimonios de la segunda o tercera generación dan cuenta de las formas y lugares de internamiento en el país, la mayoría llegando en barco llegaron al puerto de Veracruz en diferentes épocas, pensando que llegaban a Estados Unidos de Norteamérica (America). Con el tiempo establecieron itinerarios que iban del sur al norte del continente, pasando por México, y luego en el sentido inverso.
Aunque su historia migratoria va más lejos, todos los que llegaron a América venían de Europa, de distintas regiones y países. Pironi refiere las expulsiones de “gitanos” de Portugal hacia Brasil entre los siglos xvi y xvii. Bosnia es un lugar que los ludar mantienen en la memoria —los de Argentina retienen el nombre de Serbia— y entre sus prácticas se encuentran rituales dedicados a los muertos (pomana y crechún) y platillos originarios de Rumanía, de donde salieron muchos hacia los Balcanes, después hacia Francia y finalmente hacia América, a México. Esta trayectoria dejó huella en la terminología para designar el parentesco, en la cual utilizan términos en rumano, romanés y español.
Una migración contemporánea a la de los ludar a México es la de la población rom a Norteamérica y Canadá, como menciona Sutre, donde hubo incluso una prohibición a su ingreso por ser considerados “indeseables”, una apreciación asociada a su indumentaria, similar a la de cualquier inmigrante de fines del xix y principios del xx. La falta de comprobantes de ingresos debido a actividades callejeras (cirqueros, caldereros, vendedores de caballos) era otro impedimento; sin embargo, estas familias poseían monedas en oro y demostraban no ser pobres ni una carga para el país, algunos incluso acreditaban ser propietarios de bienes en Inglaterra. Diversas estrategias, entre las que se encontraba la contratación de abogados, dan muestra de la experiencia que estas poblaciones poseían para circular entre fronteras nacionales.
Lo anterior es lo que sucedió en México, como lo describiera el viajero y naturalista danés Karl Lumholtz en su obra publicada en 1904, quien visitó comunidades indígenas del país durante el siglo xix y, al bajar de la sierra cora, encontró a muchos gitanos en el río que tenían caballos, algunos hablaban la lengua de él y las mujeres portaban en el cabello monedas de plata de Chile. En su descripción se refiere a ellos como vagabundos, mujeres que practican la estafa con el arte del convencimiento de decir la suerte, dueños de su libertad con dinero en mano, ocupando cualquier espacio para pernoctar. Muchos viajaban desde Veracruz hacia Cuba, Francia y viceversa, mientras que otros circulaban sólo por el continente americano, razón por la que en los registros de este movimiento, de ingreso a Canadá, Estados Unidos y México, podemos ver las formas positivas y negativas de los estereotipos que existen alrededor de esta población
Internación al territorio nacional
En los documentos de archivo analizados para el caso de México, contamos con las fichas de registro de extranjeros del servicio de migración correspondientes al censo de extranjeros de 1930 del Fondo de la Secretaría de Gobernación (S. xx, Sección Departamento de Migración) y la documentación de los procesos de nacionalización. Estos últimos son casos de larga duración debido a la circulación de las familias ludar en el país, por sus oficios en los espectáculos callejeros que ofrecían en pueblos y ciudades sin un domicilio fijo.
Los documentos que encontramos son fichas que contienen información antropométrica que sirvió para diseñar un control de la población extranjera por parte del departamento de inmigración, tal y como sucedió antes en Europa y Estados Unidos; en éstos encontramos fechas de su ingreso al país en 1894, 1908 y 1907, procedentes de Europa y nacidos en países como Rumania, Francia (en París), Austria y Turquía en dos periodos claramente marcados, el primero que va de 1876 a 1895 y el segundo de 1900 a 1916, una época marcada por un constante cambio en las fronteras, algo que se aprecia al ver que la localidad de Bañaluca aparece como parte de Turquía, de Austria y luego de Rumania. En cuanto a los nacidos en México, principalmente durante el segundo periodo, aparecen localidades como Actopan, Hidalgo, Tochimilco, Puebla, Chihuahua, Cerro Gordo, Durango, Xocotlán, Puebla, y Sahuaripa, Sonora, lo cual indica que, a partir de su ingreso, recorrieron el país de centro a norte, pero décadas después siguieron las obras hidráulicas del sur para posteriormente retomar las rutas agrícolas del norte.
Cuando los ludar comentan acerca de sus orígenes cuentan distintas versiones: nos dicen [los viejos] que somos ‘roma’ (plural de rom), entonces nosotros venimos de Roma (capital de Italia). No obstante, los desfases se instauran en cuanto a la sociedad en que se encuentran inmersos respecto de los autónimos o endónimos y la geografía, pues en la conversación preguntan: ¿cuánto se hace a Roma?, y respondo: en avión unas diez u once horas, y ellos continúan: diez, once horas… ¿y si nos vamos por Matehuala, [cuanto tiempo se hace]? (Matehuala es una ciudad del estado de San Luis Potosí que se encuentra en el paso hacia Laredo Texas, un referente terrestre para ir hacia los Estados Unidos. Pero para ir a Roma, insisten, puede ser una mejor ruta por Matehuala (es decir hacia otro país). Esto contrasta con su conocimiento del territorio mexicano, que es muy detallado por sus constantes recorridos por carretera, al punto que un señor de edad, respetado por todos, afirma que gracias a su andar pueblo por pueblo, estado por estado: ¡este México lo conocemos mejor que el mapa!
Integración con espectáculos callejeros
En México, los ludar se casan con mujeres ludar (endogamia) pero también se casan con mujeres mexicanas (exogamia), lo que indica relaciones dinámicas con la población de los entornos de estacionamiento. Los oficios que practican se estructuran por grupos parentales, pero son dinámicos debido a las asociaciones temporales entre los miembros de las familias. Desde su llegada a México se integraron a la vida con los espectáculos callejeros célebres por los bailes de osos y changos, como cinematografistas, con la proyección de películas del cine de la época de oro, y después con la carpateatro.
A lo largo de este proceso, los ludar fueron haciendo frente a dificultades como el domesticar osos y mantener un público para proyectar cine y, cuando se popularizó la adquisición de videocaseteras en los hogares, crearon un espectáculo en el que la intervención de los espectadores es necesaria: la hipnosis colectiva, en donde empleando ciertas técnicas, el mago o hipnotizador “hinoptizador” induce al sueño al público y aquellos que caen dormidos son invitados al escenario para participar como el cantante o la bailarina que siempre han deseado ser, revelando así cantantes que son allí aclamados por la propia población de la localidad la cual no imaginaba tener un cantante con esa voz, ese talento.
Éste y otros espectáculos, como los actos de magia, la interpretación de canciones y los bailes, son formas de interactuar con la población del entorno del campamento, pero también fuera de él. En su movimiento, con estos números se retoma de la población del entorno o de la región las canciones que allí gustan con el fin de escenificarlas, de interpretarlas poniéndoles su sello, es decir, apropiándoselas. Pero, paradójicamente, con esta apropiación ellos se separan a su vez de la población del entorno, como lo explica Williams, ya que, al igual que en el espectáculo, en la vida cotidiana se transforman constantemente retomando aspectos, palabras, nomenclaturas y saberes de la sociedad de su entorno para continuar siendo ludar, es decir, trabajan para distinguirse. Aquí es donde podemos comprender por qué se sienten un poco aparte de los mexicanos, aun cuando sus intercambios son dinámicos.
Conclusiones
Desde su ingreso y a lo largo de su integración en el país, los estereotipos positivos y negativos prevalecientes en la sociedad continúan vigentes, haciendo contemporáneas la inmersión, la dispersión y la ilegitimidad, al igual que sigue ocurriendo en el mundo, pero con la especificidad del país, la región, el momento o la época, un tema abordado ampliamente por autores como Piasere y el mismo Williams.
Esto se puede observar en cómo las formas de internamiento en varios países de las Américas siguen un patrón desde el punto de vista de las instituciones migratorias que consideran sintéticamente a esta población como “indeseable”. A la vez, su forma de vida y sus saberes se han considerado en el otro sentido, como de libertad y de amor. Ambos se traducen en estereotipos tanto positivos como negativos.
Sin embargo, las relaciones establecidas entre los ludar y la población de los entornos adonde llevaban y llevan sus espectáculos muestran otras dimensiones: el matrimonio y el intercambio, el de canciones de los números del espectáculo y las que hemos mencionado antes, entre otras más. En sus procesos, los “gitanos” muestran cómo se construye al no deseado, estereotipado, pero al mismo tiempo, rompen con esto al evidenciarse como una población que mantiene intercambios en forma dinámica con la sociedad dominante.
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| Agradecimientos Este texto es resultado del proyecto C.B. Conacyt 240828. |
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Referencias Bibliográficas
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| Neyra Patricia Alvarado Solís Programa de Estudios Antropológicos, El Colegio de San Luis, A.C. Es doctora en etnología por la Universidad de París, X, Nanterre; miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1; profesora-investigadora del Programa de Estudios Antropológicos de El Colegio de San Luis, a.c., titular de la ChAL (oct-nov, 2018), ipeat, U-Jean-Jaurès (Mirail, Francia; proyecto de investigación: Procesos de inmersión, transformación y dispersión (Ciencia Básica Conacyt 240828). |
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