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José Juan Tablada: entre la vanguardia literaria, la noticia científica y la teoría de la relatividad
 
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Rodolfo Mata
     
               
               

Las relaciones del universo de la ciencia y la tecnología con el de la literatura son complejas y su historia es bastante larga. El llamado "debate de las dos culturas", planteado originalmente por Charles Percy Snow en 1959 como "un abismo de incomprensión mutua" que separaba a los intelectuales literarios de los científicos, y que debería salvarse construyendo una "tercera cultura", puede ser entendido como una prolongación del conflicto original entre la modernidad estética y la modernización tecnocientífica. Desde el desarrollo de la ciencia en el Renacimiento, pasando por la Revolución Industrial, la revuelta ludita, el romanticismo, el positivismo y sus derivaciones cientificistas, hasta las vanguardias artísticas e incluso la llamada revolución informática, los escritores y los científicos han experimentado momentos de atracción y repulsión en los que se manejan conceptos como "modernización y progreso en las artes", "deshumanización" o "distorsión de una verdad científica", entre muchos más. Las ideas subyacentes de que el arte es una ciencia o la ciencia es un arte, por muy cuestionables que puedan ser a nivel conceptual, perviven y representan importantes vasos comunicantes para, a contracorriente de un entorno de especialización, alcanzar una "tercera cultura", o lo que sea posible de ella. Tanto el aprovechamiento de metáforas y temas científicos por los escritores, como la utilización de técnicas retóricas y literarias por los científicos, sobre todo aquellos que han decidido hacer de la difusión de sus conocimientos una actividad significativa en sus carreras y en el entorno cultural en que se desenvuelven, constituyen muestras significativas de esta necesaria permeabilidad.

Estudiar la historia de estos contactos promete rendir frutos interesantes, especialmente en México y Latinoamérica, donde la presencia de la ciencia en la cultura está adquiriendo un mayor relieve. El caso de la relación de José Juan Tablada con la noticia científica en general, y con la teoría de la relatividad en particular, ofrece una buena oportunidad para ello.

El poeta vanguardista

A José Juan Tablada siempre se le ha reconocido un lugar prominente en la literatura mexicana como escritor de vanguardia, por su carácter constantemente abierto a lo nuevo. Tablada fue de los primeros en importar el decadentismo baudelaireano y en ejercer su defensa pública. Fue cultivador temprano de la poesía ideográfica y del simultaneísmo e introductor del jaikú en la poesía de nuestra lengua. Cuando a principios de los años veintes se inició la "explosión de las vanguardias" en Latinoamérica, Tablada ya había atravesado el modernismo e incursionado en la experimentación formal y en la renovación temática que estos movimientos perseguían. Con un estilo propio y una personalidad literaria consolidada. Tablada ya no necesitaba de gestos de ruptura: había sido dandi, frecuentado los "paraísos artificiales", desafiado a la burguesía y participado en las batallas con las que el modernismo se abrió paso en la literatura mexicana. En el momento en que los vanguardistas reclamaban la necesidad de apertura propia de un espíritu cosmopolita, Tablada no sólo ya había sido parisino y nipón de espíritu —como lo dictaron el galicismo y el exotismo de la época— sino que había estado en Japón, París, La Habana, Caracas y, finalmente, Nueva York, donde residió de 1920 a 1936. Asimismo, también se encontraba incursionando en la contraparte de este énfasis cosmopolita. La revisión de lo nacional a través de la lente de la modernidad se reflejaría en su "novela americana", La resurrección de los ídolos (1924), en La feria (poemas mexicanos) (1928), en sus actividades como promotor cultural de México en Nueva York y, especialmente, en la labor periodística que desempeñó desde la metrópoli estadounidense, enviando noticias, a través de sus crónicas, de los acontecimientos en la gran urbe.

La noticia científica

Después de la Primera Guerra Mundial, Nueva York se convirtió en uno de los principales centros económicos y culturales. Las crónicas que Tablada enviaba a la capital mexicana dibujaron un amplio panorama poblado por mujeres bellas,  cabaretes, gángsteres, millonarios de Wall Street, deportistas y luchadores, estrellas del cine y del teatro, criminales y víctimas en medio de esplendores y miserias contrastantes, multitudes amenazadas por la deshumanización de las máquinas, científicos, líderes espirituales, políticos, músicos, pintores y escritores. Dentro de esta gran riqueza temática destaca la que está ligada a la noticia científica y tecnológica, rodeada casi siempre de un halo de fantasía. A pesar de su gusto por lo novedoso, Tablada nunca antes había mostrado un interés específico por este campo. Sus crónicas anteriores, reunidas en Los días y las noches de París (1911-1913), no dan seña de inclinaciones semejantes, sino que se restringen a los temas de la vida literaria, la bohemia y el espectáculo. Los únicos antecedentes de estas crónicas de corte científico y técnico son sus lecturas de Edgar Alian Poe, Julio Verne y H. G. Wells, autores para quienes la fantasía de anticipación estaba influida por noticias o especulaciones del mundo de la ciencia. Por esta razón, las fábulas y los personajes de estos autores aparecen frecuentemente formando una parte importante del halo de fantasía que rodea a la noticia científica vehiculada en las crónicas de Tablada.

La fascinación por lo nuevo, propia de la vanguardia, llevó a Tablada a ocuparse del campo científico y a integrarlo en su  escritura. El poeta absorbió las imágenes y el vocabulario que los nuevos descubrimientos e inventos generaron y los utilizó para construir nuevas metáforas, estableciendo analogías con otros campos de la experiencia y del conocimiento que poco tenían que ver, de una manera directa, con el universo científico. Por lo mismo, no extraña que Tablada, durante su estancia en Nueva York, haya comenzado a profesar fervientemente un credo mixto en el que participaban convicciones espiritualistas y nociones provenientes de la ciencia. La "contaminación" de las metáforas científicas sobre la cultura de la época llegó tanto a la creación literaria como al misticismo y a la religión.

Ciencia Positiva

¡Ciencia, déjame sólo como un niño
de alma atónita y pupilas asombradas
en la dimensión ultra de los cuentos de hadas!
¡Oh, Ciencia que te arrastras en un plano
unidimensional, como un gusano!...
Déjame en medio de mi mundo astral,
entre los arco-iris de su esfera de cristal:
¡Mi arco-iris, escala de Jacob
que une este mundo con la Cuarta
Dimensión!

La fuerza de estas "contaminaciones" no sólo provino de su novedad y del prestigio de la ciencia, sino que se alimentó de una dinámica más amplia: el problema de las dos culturas. Las variadas controversias que surgieron entre científicos y humanistas, propiciadas principalmente por los avances de la ciencia y la tecnología, crearon un espacio complejo de debate en el que, aún hoy día, es posible distinguir principalmente una doble vertiente de actitudes. Por una parte, encontramos la respuesta eufórica, en la que se celebra per se la convicción de que la ciencia conduce a un conocimiento más perfecto de la realidad, acontecimiento que se da como un hecho incontrovertible, en la progresiva conquista del universo por la mente humana. Por ejemplo, Tablada festeja el descubrimiento prodigioso de los rayos cósmicos por Millikan; o alaba a la "brillante pléyade de astrónomos [...] que ha dilatado vertiginosamente los límites de los universos". A esto se suma el que la aplicación de la ciencia, a través de la técnica, sea el remedio a muchos problemas sociales contemporáneos y la promesa de un futuro mejor frente al trabajo y las limitaciones impuestas por la naturaleza. Por ejemplo, Tablada enarbola la administración científica de Henry Ford —"un productor de riqueza que científicamente se ha elevado hasta la filantropía"— como solución ante las huelgas que amenazan la economía estadounidense; aplaude el combate científico a la fiebre amarilla en México; alimenta la posibilidad de que el aeroplano se democratice como el automóvil; enaltece los milagros médicos del genio científico del doctor Lorenz, quien rectifica y normaliza —recurriendo rara vez a la cirugía— a niños tullidos, lisiados o zambos; celebra la invención del doctor Carlos Abbott de un horno que cocina utilizando rayos solares; se ufana de contar con dos de los más fieles y honestos criados: el gas y la electricidad; se asombra ante el portento del Zeppelin ZR-1, "Leviatán de los aires" hecho en América; comparte con los lectores su asombro ante el nuevo invento del doctor De Forest,  el phono-film o película parlante, y ante el reciente registro en la oficina de patentes de otro producto maravilloso de la sociedad maquinista que prestará enormes servicios a la justicia: el detector de mentiras.

En la escritura de Tablada también es posible identificar la respuesta disfórica ante la modernidad tecnocientífica. Esta vertiente crece, en comparación con la postura eufórica, conforme aumentan las tensiones que producirán la Segunda Guerra Mundial, se da el crack bursátil de 1929 y se afianzan las convicciones espiritualistas de Tablada, las cuales, en ocasiones, lo llevarán a representar un papel de "profeta de la nueva era", durante la cual la superioridad del espíritu triunfará sobre los tiempos apocalípticos dominados por lo material. De esta manera, lo vemos condenar los macabros métodos con que el doctor Voronoff, recién llegado a Nueva York, pretende devolver la juventud "injertando en los vivos glándulas intersticiales de los cadáveres frescos"; ironizar jocosamente sobre las consecuencias que el transplante de estos órganos de monos traerá sobre la humanidad o animalidad del paciente, y deplorar el surgimiento de "cazadores de glándulas" que comercian en este lastimoso mercado. El tema de los robots también es típico de esta línea. Por ejemplo, el cronista lamenta el desarrollo y comercialización de máquinas para hacer música —verdaderos "engendros de la civilización maquinista y enemiga del hombre"— que han dejado sin empleo a "inspirados músicos de orquesta", y previene contra el surgimiento de nuevos Frankenstein, autómatas de hierro que, aunque son frutos de geniales ingenieros y fueron concebidos para servir al hombre —no sólo en sus trabajos mecánicos, sino en sus operaciones "fríamente intelectuales"—, están privados del amor, razón por la cual terminarán rebelándose contra el hombre y destruyéndolo. En este contexto, la imagen de la mujer mecánica tomada de la película Metrópolis es una de las más funestas, así como lo es la de King-Kong, cuando el cronista trata temas que tocan el parentesco del hombre con el mono, la evolución darwinista, los descubrimientos paleontológicos y el progreso.

Tablada también advierte contra los nuevos productos químicos —como los diversos aditivos alimentarios, los cosméticos y el gas doméstico— que entrañan insospechados peligros para la salud; avisa acerca de la mala influencia que, según psicólogos autorizados, el cine ejerce sobre jóvenes y niños, incitándolos a la delincuencia y a otras distorsiones moralmente perniciosas, y denuncia el "atraco científico" al tren de Chicago, en el cual se usaron gases tóxicos, mascarillas, nitroglicerina, guantes para evitar huellas digitales, etcétera. Los puntos culminantes de esta actitud ocurren cuando Tablada profetiza a través de parábolas apocalípticas. Por ejemplo, en "La ciencia y su prole" traza un panorama en el que a los elementos anteriores se añaden algunos novedosos recursos bélicos, como el "rayo de la muerte", veloces torpedos y navíos anfibios que anunciarán la última guerra, "intensiva y sintética", y el juicio final.

El ritmo de la vida en Nueva York contribuyó a que Tablada abordara estos temas, pues no sólo formaban parte ineludible del día a día vertiginoso de esa gran "Babilonia de Hierro", como la llamó el poeta, sino que planteaban un contraste oportuno con el universo latinoamericano, en general, y con el mexicano, en particular. Tablada no podía sino cultivar estos temas para fortalecer la imagen de vanguardista que se había ido construyendo. De esta manera, establecía una continuidad con su anterior pasión por lo exótico y lo nuevo —reflejada en sus incursiones decadentistas, su conocimiento de la cultura japonesa y sus poemas ideográficos—, contribuyendo estratégicamente al prestigio que se había ganado entre sus contemporáneos y las nuevas generaciones. Si esto sucedía por el lado eufórico, por el disfórico Tablada también podía colocarse a favor de la tradición, las costumbres y el "atraso" latinoamericano, y en contra de la modernidad deshumanizante y homogeneizadora. 

Einstein el Antecristo

La crónica titulada "Einstein el Antecristo" (Excelsior, 1 de mayo de 1921) es un buen ejemplo de las diversas relaciones que Tablada estableció con la ciencia a través de la noticia. En ella, habla de la llegada a Nueva York del "hombre de quien más y con más asombro se ha hablado últimamente". Sorprende el sensacionalismo que emparenta al científico con una celebridad como de estrella de cine. El artículo comienza con una pregunta en la que se divide al público en tres categorías: "Pero ¿quién es Einstein?... ¿Un genio... un demiurgo o el propio Antecristo...? Para los hombres de ciencia es lo primero, para los sentimentales entusiastas lo segundo y nada menos que un loco, para la vulgar mayoría".

Tablada parece no encajar en ninguna de las tres categorías. Sin embargo, mostrará algo de humildad ante los científicos, se aproximará a los sentimentales entusiastas y se colocará por encima de la vulgar mayoría, en un gesto típico de la utilización que los vanguardistas hicieron del prestigio de la ciencia.

Desde luego, Tablada no piensa que Einstein sea un loco. En cambio, le otorga un papel mesiánico aunque de carácter dudoso, pues lo llama "Antecristo". Según la tradición cristiana, la segunda venida de Cristo estaría precedida por la de un pecador que destruiría el mundo y que posteriormente sería destruido por el propio Cristo. Este personaje bíblico es, en un sentido, un "ante-Cristo", pero en otro, es también un "anti-Cristo". Tablada usa ambas palabras indiscriminadamente para identificar con ellas una serie de eventos, personajes y sistemas: la Primera Guerra Mundial, la plutocracia, la "civilización maquinista", el bolchevismo, Lenin, el lucro. Machado (el dictador cubano), Zakaroff(un traficante de armas) y Einstein. Todos tienen relación con su crítica a los sistemas político-económicos y a sus repercusiones en la vida de los individuos. Todos, excepto Einstein. Desconcierta ver al autor de una teoría, que se encuentra tan alejada de la experiencia cotidiana, como embajador ominoso del fin de los tiempos y responsable de la destrucción del mundo, cuando la comparación comúnmente se había hecho con Calígula, Nerón, Napoleón y Guillermo II de Alemania y, posteriormente, con Hitler.

La manera como Tablada se refiere a Einstein es una clara muestra de la actitud ambivalente que adoptaron los escritores vanguardistas ante la ciencia y la tecnología. Al escoger la designación de "Antecristo", la intención de Tablada no pudo haber sido únicamente decir que la teoría de Einstein era el anuncio de una época que se estaba iniciando, un parteaguas final en la historia de la humanidad. Las resonancias negativas de la palabra no pueden ignorarse, más aún si se consideran otras actitudes recelosas de Tablada ante la ciencia.

Tablada procede después a pintar a Einstein como un sabio que fue, en su infancia, niño prodigio. Lo equipara a Arquímedes o a Kant. Apunta que Einstein anunció primero su teoría especial de la relatividad —la cual comentará en el mismo artículo— y después su teoría general, Verallgemeinerte Relativitätstheorie, "de cuyos aspectos fantásticos nos ocuparemos en futura crónica" (las cursivas son mías). Con el adjetivo. Tablada nos da una idea del tono con el que proseguirá, pues más adelante indica que "a causa de esas teorías, la presente humanidad se ha dado a pensar cosas inusitadas y a querer formular ideas vertiginosas [...] Sobre tal asunto, los periódicos han abierto certámenes y han lanzado a sus reporteros a entrevistar astrónomos y poetas, hombres de ciencia y hombres de imaginación, incitándolos a especular sobre la naturaleza del espacio y del tiempo o del espacio-tiempo que parece ser una misma abstracción".

Efectivamente, en aquella época se abrían certámenes por parte de legos adinerados y curiosos que deseaban contribuir a la divulgación de descubrimientos tan revolucionarios. En julio de 1920, el estadounidense Eugene Higgins ofreció cinco mil dólares a quien supiese explicar —en menos de tres mil palabras y sin auxilio de lenguaje matemático— los fundamentos de la teoría de la relatividad. El artículo ganador —"Relativity", del inglés L. Bolton— fue publicado en el número de la revista Scientific American de febrero de 1921 y traducido, al año siguiente, en la revista mexicana El Maestro. Los concursos en pro de la educación y la difusión de la ciencia ya tenían historia: en 1909 se había convocado a uno similar para explicar la "cuarta dimensión", certamen en el que participó un gran amigo de Tablada, Claude Bragdon, arquitecto y teósofo cuyo libro, ABC de la cuarta dimensión, fue reseñado por Borges.

Después de escenificar mediante diálogos que la cuarta dimensión es el tiempo ("—Fulano tiene 1.60 de estatura; 0.75 de anchura de hombros... —¿Y en la cuarta dimensión...? —En la cuarta dimensión, 35 años...!"), Tablada procede a enumerar otros ejemplos "que reflejan el influjo obsesor" de la teoría de la relatividad en el cotidiano neoyorquino: " 'Las líneas paralelas se juntan'; 'una masa es energía latente'; 'la longitud de una vara de medir depende de la dirección del movimiento'; 'la gravitación se debe a una torcedura del espacio'; 'el éter no existe'; 'si un hombre (o una mujer) se movieran con la velocidad de la luz, no se harían viejos', etc., etc.!"

Estas observaciones —entre asombradas, chuscas y mordaces— van acompañadas de una lamentación: "Lo triste del caso es que, según el mismo profesor Einstein, no existen en el mundo sino doce hombres capaces de entender cabalmente su teoría". De esta manera vemos que Tablada se ha alejado precavidamente de las interpretaciones vulgares para colocarse, obviamente, fuera del grupo de estos doce elegidos, con una curiosidad humilde ante la ciencia, pero con la suficiente audacia como para dar un título en alemán. Aún así, la tristeza de Tablada no deja de apuntar hacia el aislamiento de los hornbres de ciencia, sabios pero solitarios, un tanto exiliados de ese sentimiento de fraternidad universal, de "conciencia cósmica", que será motivo de exaltación en su obra, a partir de su "conversión mística".

De ahí, Tablada parte para dar la noticia científica en un lenguaje accesible, informando que la celebridad de Einstein proviene de que su teoría ha permitido explicar "la antes misteriosa distorsión de las órbitas ovales de los planetas alrededor del sol (confirmada en el caso del planeta Mercurio)" y la desviación de los rayos luminosos en un campo de gravitación. Durante el eclipse total de Sol del 29 de mayo de 1919, un grupo de astrónomos ingleses había realizado observaciones sobre este fenómeno. Eddington y Cunningham, desde la isla de Príncipe en el golfo de Guinea, y Grommelin y Davidson, en Sobral, región norte de Brasil.

Tablada continúa enunciando dos postulados de la relatividad restringida de Einstein y comentándolos:"1º. Por ningún experimento conducido en su propio 'sistema' (todos los objetos que participan del movimiento de un observador) puede éste comprobar el movimiento no acelerado de su sistema. "2o. La medida de la velocidad de la luz in vacuo no se afecta por el movimiento relativo entre el observador y el foco luminoso. "El primer postulado puede comprenderse por la dificultad que se experimenta para determinar si se mueve el tren en que uno va u otro adyacente. Para saberlo hay que experimentar sacudidas (aceleraciones) o mirar algún objeto exterior inmóvil, que por fuerza sería ajeno al sistema.
"El segundo postulado no es más que una consecuencia de la teoría de las ondas luminosas. Así como las ondas en el agua se propagan con una velocidad independiente del buque que las produce, así las ondas en el espacio caminan con una velocidad sin relación con el cuerpo que las origina. Tal enunciado se basa en la experiencia y puede demostrarse independientemente de cualquiera teoría luminosa".
Lo primero que salta a la vista es que Tablada se acoge a la metáfora del viajero en el tren, usada por Einstein en su Relativity: The Special and the General Theory, traducción del libro de difusión publicado por el célebre científico en 1916. La segunda metáfora, la que usa para describir la propagación de la luz, no se encuentra en el texto de Einstein. Sin embargo, goza de la misma plasticidad que la primera, hecho que hará atractivas ambas imágenes a varios escritores impresionados con esta teoría.
Madrigal
Mientras te miras al espejo
la Muerte, por detrás,
va raspando el azogue con el dedo.
Y sufrirás, mas luego a través del cristal
verás el cielo.
Es probable que Tablada la haya tomado de Space, Time and Gravitation, de sir Arthur Eddington, donde se lee: "The wave motion in a ray of light can be compared to a succession of long straight waves rolling onward in the sea". Las descripciones que Eddington utiliza en su libro son mucho más plásticas que las de Einstein y recurren menos a formulaciones matemáticas. Además, el científico inglés toca intermitentemente el campo literario citando a Milton, Lucrecio, Swift, Wells y Carroll, entre otros.
Tablada continúa su artículo comentando lo que considera más "fantástico" de las consecuencias de los dos postulados: "De esos postulados se han deducido las más asombrosas conclusiones en relación con los sistemas de dos observadores A y B en movimiento relativo. Mencionaremos algunas:
"1. Los objetos en el sistema de B, aparecen a A más cortos, en dirección del movimiento relativo, de lo que aparecen a B. "La opinión es recíproca, pues B cree que las medidas de A en su propio sistema son muy grandes.
"2. Lo mismo sucede con los tiempos; cada observador cree que el reloj de otro camina más despacio que el suyo y así las duraciones del tiempo de B parecen más cortas a B que a A y recíprocamente.
"3. Estos efectos varían en proporción de la velocidad relativa respecto de la velocidad de la luz. A mayor velocidad mayores efectos, que desaparecen si no hay velocidad relativa.
"4. Los observadores hacen diferentes estimaciones de las velocidades de los cuerpos en sus sendos sistemas. La velocidad de la luz, sin embargo, aparece la misma para cualquier observador.
"Esta revelación de longitudes y de tiempos que constituye el principio especial de relatividad de Einstein ha modificado el viejo principio mecánico de nombre semejante y naturalmente modifica las clásicas leyes mecánicas, desde el momento en que ya no existen ni tiempos ni longitudes inalterables o absolutos.
"Ahora esas longitudes y esos tiempos no son sino relaciones entre el objeto y el observador, que cambian según cambia el movimiento relativo de éste. No pudiendo ya considerarse al tiempo como un algo dependiente de la disposición, y del movimiento, ¿cuál es pues la realidad?
Fabula X4
Aquí en el mundo de la 3a dimensión
soñó la oruga ser faraón. (No hay a una momia nada tan semejante como una crisálida.)
Y aunque en el hiperespacio
sean momias y crisálidas
fragmentos de una misma intersección,
Psique de mariposa reflejará en su iris
El Ojo Cósmico de Osiris...
Allá, en la 4a dimensión...
"La única respuesta es que los objetos deben considerarse como existiendo en cuatro dimensiones, las tres ya conocidas: longitud, latitud y profundidad, y la cuarta: tiempo".
Las explicaciones que ofrece Tablada son bastante sencillas y esquemáticas y aprovechan los elementos más próximos a la experiencia cotidiana, pues estaba consciente de que, en ese tipo de periodismo, "los mismos asuntos que parecen demasiado abstrusos y elevados deben presentarse bajo aspecto atractivo, haciendo plástico lo abstracto y convirtiendo las áridas fórmulas algebraicas, con todas sus incógnitas, en imágenes sensibles y pintorescas" (El Universal, 4 de julio de 1926). Para ello, Tablada dijo haberse ayudado de los muchos artículos y libros sobre el tema. Es poco probable que un resumen tan bien recortado haya sido extraído directamente de Relativity: The Special and the General Theory, pues, a pesar de su "sencillez", este libro tiene complicaciones por las referencias que hace a varias teorías, conceptos científicos y observaciones experimentales, así como por el manejo de ecuaciones. Además, Einstein utiliza algunas imágenes que no podrían haber sido desaprovechadas por Tablada. Me refiero a la de los relámpagos que caen al mismo tiempo sobre las vías del tren, en el capítulo "On the Idea of Time in Physics", y a la del cuervo que vuela al lado del vagón, en el capítulo "The Principle of Relativity (in the restricted sense)".
Sin duda, una de las principales fuentes de Tablada fue el artículo "Relativity", de L. Bolton, pues la redacción de los postulados y consecuencias de la teoría de la relatividad es muy similar. Quizá entre sus otras fuentes estuvieron algunos grandes divulgadores de la ciencia como sir Arthur Eddington, con el ensayo explicativo anteriormente citado; Bertrand Russell, que publicaría más tarde The ABC of Relativity, o James Hopwood Jeans, autor de Through Space and Time, mencionado con frecuencia por Tablada. De cualquier modo, desde 1919 la prensa ya se dedicaba al tema, especialmente por las confirmaciones que trajo la observación del eclipse solar de ese año. Lo importante aquí es subrayar que el furor explicativo que se había despertado hizo que las metáforas originales de Einstein se vieran ampliadas y enriquecidas con otras. Una serie de conceptos revolucionarios tan ligados a demostraciones matemáticas —ancladas en el terreno de la pura abstracción— necesitaban imágenes y alegorías que permitieran al público en general "ver" mentalmente lo que significaban, ya que esto no era posible en la experiencia cotidiana. El apego a las ideas convencionales de tiempo, espacio y movimiento —avaladas por la mecánica newtoniana— hacía indispensable el uso de estos recursos.
Sin embargo, para Tablada no sólo las imágenes están presentes. El escritor subraya el papel seductor ejercido por algunas palabras que incluso llegan a convertirse en invocaciones de algo más complejo, en emblemas de una sensibilidad "al día". Este fenómeno le era familiar y por eso lo denuncia con cierta rabia cuando retrata a un grupo de mujeres que siguen hábitos de comportamiento y vestido que le desagradan, como fumar, usar el cabello corto, anteojos enormes, zapatos sin tacón, sombreros híbridos y trajes sastre que aplanan las curvas femeninas: "Total ausencia de todo aliño; ni los rostros se aterciopelaban bajo el perfumado polvo de arroz, ni un cosmético lustraba las cabelleras menguadas, ni el rouge avivaba los labios... Rostros pálidos y sudorosos, bocas marchitas de donde surgían las palabras de moda, arrancadas a los léxicos de la ciencia y el arte: 'tensores' y 'campos gravitacionales' de Einstein; 'complexos' y 'libidos' del psico-análisis; 'expresionismo' y 'formas en el espacio' del arte moderno, pero en el fondo de todo, aun de los problemas de arte y de belleza, proscritos el sentimiento que los explica y aun la palabra que expresa ese sentimiento... amor" (Excelsior, 16 de noviembre de 1923).
Si las mujeres son víctimas del "influjo obsesor" denunciado por Tablada, él tampoco se libra por completo de sus efectos. Recurrirá con frecuencia a este tipo de expresiones y palabras estableciendo puentes metafóricos entre los más diversos ámbitos.  Por ejemplo, este mismo par de expresiones —"tensores" y "campos gravitacionales"— aparece en otra crónica anterior (Excelsior, 15 de abril de 1923). Para Tablada, también se trata de palabras que están "de moda", pues las utiliza solamente para comentar el tema central que aborda: el encuentro de box entre el argentino Luis Ángel Firpo y el norteamericano Bill Brennan, en el Madison Square Carden, "aquel violento episodio entre dos seres humanos", "gigantomaquia" de "reminiscencias cavernarias". La contienda pugilística, afirma Tablada, es por una supremacía que nada tiene que ver con la ciencia, el arte, la moral, la verdad, la belleza, el bien, etcétera. Tablada observa: "No se trata de nada trascendente, ni ideológico; es un simple asunto de dinamometría animal. No están en el tapete ni los 'tensores', ni los 'campos de gravitación' einstenianos". La inclusión de estas expresiones sirve para contrastar un espectáculo deportivo —donde las masas buscan emociones que "no son precisamente estéticas, sino más bien de esencia pasional"— con los altos valores culturales mencionados. Por eso, el poeta le pide perdón a varios ilustres amigos argentinos como Leopoldo Lugones y José Ingenieros. Algunas de las razones con las que Tablada explica estas divergencias temáticas aparecen en una carta de noviembre de 1924, recopilada por Nina Cabrera, dirigida a José María González de Mendoza. En ella, el poeta se queja de que las crónicas que hablan de las medias de Hilda Gray reciban comentarios más entusiastas que sus pioneras exégesis periodísticas sobre las teorías de Einstein, Freud, Jung y Ouspensky, y explica: "Por eso verá Ud. —si lee mis artículos— que alterno en horrible promiscuidad los asuntos elevados —que me complacen a mí— y los innobles que el público apetece. Ocultismo, teosofía, cuanto episodio del formidable despertar espiritual que estamos presenciando; y deportes brutales como el box, o escándalos sociales a base de perversiones sexuales, o financieros a base de robo descarado pero legal [...] Y hay que hacerlo así porque somos periodistas, querido Abate, y aunque nos embriaguemos con vino de poesía, el pan que nos sustenta tenemos que amasarlo en la tahona del diarismo".
Como escritor de transición entre el modernismo y la vanguardia, Tablada vivió la continuación de la crisis del papel del poeta en la sociedad industrial capitalista. Si Manuel Gutiérrez Nájera y muchos otros modernistas se unieron al reclamo que Percy B. Shelley había hecho, en su Defensa de la poesía —la injusticia que implicaba el hecho de que los poetas se hubieran visto forzados a abdicar su corona cívica, en favor de los razonadores y los artesanos, sólo porque "el ejercicio de la imaginación es más deleitable pero se alega que el ejercicio de la razón es más útil"—, Tablada conserva vestigios de esta actitud de linaje aristocrático. Lamenta tener que "vender la pluma" para satisfacer a un público amplio y heterogéneo pero mantiene cierta autonomía de lo que juzga ser el verdadero quehacer artístico, reservándolo a un público culto y refinado. En la carta íntima. Tablada subraya la frontera entre el cronista que trata asuntos elevados y el reporter sensacionalista. No obstante, cuando se dirige a los lectores de su columna su actitud cambia radicalmente, pues busca conciliar la insigne labor del poeta y la prosaica tarea del cronista. Veamos.
A pesar de que sus quejas indican todo lo contrario. Tablada recibía respuestas entusiastas de algunos lectores interesados en los "asuntos elevados" sobre los que escribía. Por ejemplo, él mismo relata el éxito de su crónica "El rayo cósmico" (El Universal, 23 de mayo de 1926), la cual provocó que varios lectores solicitaran mayores detalles sobre el tema. Sin embargo, la respuesta de Tablada fue negativa: "Siento no poder hacerlo, porque estas crónicas deben ser tan variadas como ajenas a todo tecnicismo. Pueden estos artículos compararse a un teatro; deben ser superficiales como la pantalla de un cinema y procuro que sean tan divertidos como una comedia, tan coloridos como una exposición de pinturas, tan mundanos, cuando es preciso, como un salón de Park Avenue o un cabaret del gran mundo y cuando es necesario asimismo, tan emocionantes y sombríos como las tragedias, no de la ficción teatral, sino de la vida real contemporánea" (El Universal, 4 de julio de 1926).
Esta vez Tablada acepta la superficialidad sin quejarse e incluso la presenta como un reto a las habilidades del escritor. Justifica la dispersión de los temas tratados basándose no sólo en la heterogeneidad del público lector, sino también en sus intenciones personales como escritor: hacer de sus artículos atractivos escenarios teatrales que sean ficción amena pero que también hablen de la realidad, ya sea a modo de comedia o de tragedia. Así, lo poético se une a lo prosaico, lo alto a lo bajo, la literatura a la vida, la ficción a la realidad. Por otra parte, esta explicación hace posible que Tablada oculte sus naturales limitaciones en cuanto a manejo del tema y mantenga como propio el prestigio del saber de altos vuelos. Como dice Beatriz Sarlo, el "uso profano de la ciencia", que se da en las notas periodísticas y en las nociones divulgadas por manuales, ocupa, ante el gran público, el lugar de la ciencia universitaria, sin reemplazarla sino adjudicándose su respetabilidad. Por eso. Tablada concluye felicitándose por haber logrado hacer accesibles y amables asuntos que son en sí intimidantes, reacios y difíciles para el entendimiento que no gusta de esforzarse, y agradeciendo a las musas el don del estilo.
Los motivos de estas mezclas temáticas también van más allá de las palabras de moda, de la necesidad de seducir al público o del mero reflejo de la vida vertiginosa, caótica y fragmentaria en Nueva York. Este último caso se da cuando Tablada habla, en una misma crónica, primero del filósofo y místico Knshnamurti para después reseñar la pelea del cubano Kid Chocolate y pedir, por último, que no se le reproche esto a él, sino a la "vida múltiple", que condiciona sus actividades de cronista (El Universal, 20 de julio de 1930). Tablada llega a urdir redes metafóricas complejas, en las que se mezclan descubrimientos y teorías científicas, noticias deportivas, convicciones teosóficas y supuestas anécdotas personales. La intención de que sus artículos se pudieran comparar a un teatro se cumple. Su afán metaforizador procura —en el sentido amplio de "percepción de lo semejante"— la cohesión de la temática heterogénea, manteniendo un espíritu dramático (comedia y tragedia) que une sensacionalismo y erudición. Éste es el caso del contrapunto que Tablada establece entre un encuentro de box y la medición de la estrella Betelgeuse, realizada por Albert Abraham Michelson. El gigantismo de los pesos completos es relativizado por las dimensiones que tiene "el cuerpo mayor del universo", pero también sirve para recordarle al público no sólo la brutalidad animalesca de este deporte, sino también "nuestro ridículo orgullo antropocentrista" (Excelsior, 4 de junio de 1923). Tablada cierra esta crónica con un supuesto comentario escuchado, en el estadio, de labios de un "profesor universitario" en "misión científica a Sud América": "He cometido un error imperdonable. He estado en la América del Sur buscando el plesiosaurio, y el plesiosaurio estaba aquí!"
Regresando al ejemplo de la crónica "Einstein el Antecristo", podemos afirmar que el tema de la teoría de la relatividad y la figura de su autor reciben tratamientos muy diversos que van de la explotación de la imagen al abuso de la palabra, de la explicación detallada (en la medida en que esto es posible, considerando el espacio limitado de la crónica, la diversidad de su público y el acceso que podía tener a ese tipo de conocimientos un escritor como Tablada) a la extrapolación de su significado sobre terrenos como el de la moral, la moda y la especulación religiosa o filosófica. Este último fue uno de los que Tablada frecuentó, dadas sus inclinaciones hacia la teosofía. Dentro de estas interpretaciones podemos entender la ambivalencia de Tablada cuando afirma, en su crónica del 14 de febrero de 1926, cinco años después de "Einstein el Antecristo", que, "en virtud de sarcástica teoría de la relatividad de un Einstein satánico, las leyes morales aplicadas al crimen singular dejaban de regir al tratarse de las máximas hecatombes y de las carnicerías al por mayor, de las guerras internacionales" (las cursivas son mías). Sin duda, un científico pacifista como Einstein lamentaría estas distorsiones de su teoría que servían para justificar conductas reprobables. No así las posibilidades que trajo a la ficción y a la poesía. El "teatro de metáforas" que Tablada monta en sus crónicas mantiene aquí su pathos, pues una de las preocupaciones más importantes de la época es la guerra, especialmente las causas que llevaron a la Primera Guerra Mundial, las huellas indelebles que ésta dejó y las medidas que se juzgaban necesarias para impedir que se repitiera. Entre los objetivos de la Liga de las Naciones, fundada en abril de 1919, durante los tratados de Versalles, estuvo el desarme y la instauración de tribunales internacionales para dirimir las diferencias entre las naciones y mantener la paz. Las negociaciones sobre los mecanismos de desarme fueron lentas. La Conferencia de Washington (1921-1922), que buscó establecer reglas para limitar el poderío naval de Inglaterra, Francia, Italia, Japón y Estados Unidos, levantó controversias acerca de las proporciones que se deberían guardar, y la Convención Mundial de Desarme, celebrada en Ginebra, no se hizo realidad sino en 1932, después de haber iniciado reuniones preparatorias en 1926.
Tablada, como buen espiritualista, se refiere constantemente a estos temas, ya sea en tono profético-apocalíptico o comentando obras que "demuestran científicamente" su insensatez, como La biología de la guerra, de George Friedrich Nicolai, donde se afirma que la guerra a nadie aprovecha, a todos daña, es absolutamente innecesaria y, por todo ello, estúpida. También recoge opiniones disparatadas de notables autoridades, como el gran inventor Tomás Alva Edison, para quien la mejor manera de detener la carrera armamentista era descubrir agentes de destrucción tan potentes (entre los cuales vislumbra la energía atómica) que desestimularan enfrentamientos letales para el género humano. La Conferencia de Washington figura entre las preocupaciones de Tablada, así como las dificultades que la industria bélica significó para llegar a la Convención Mundial de Desarme, o proyectos legislativos como la iniciativa estadounidense de la "Ley Levinson", que recomendaba el abandono de la guerra como arbitrio final de las diferencias internacionales.
José Juan Tablada no sólo abordó temas del universo de la ciencia y la tecnología en sus crónicas sino que también los incorporó a su poesía. El volumen inédito de poemas llamado significativamente Intersecciones incluye algunos textos que fusionan ideas provenientes de la teoría de la relatividad, el tema de la cuarta dimensión y las doctrinas esotéricas que también se alimentaron de ellas. El lector podrá encontrar en los poemas aquí incluidos desde referencias directas a estos temas, hasta sutiles alusiones a través de imágenes como la del espejo, que es una ventana a una dimensión superior, o extrapolaciones, como es el caso del "tiempo curvo". La presencia del universo moral de la teosofía y de la filosofía de la cuarta dimensión se manifiesta en todos ellos.    
 
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Referencias bibliográficas
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Mata, Rodolfo, "Borges y la cuarta dimensión", en "La Jornada Semanal", 6 de febrero de 2000.
Sarlo, Beatriz. 1992. La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.
Shelley, Percy B. [1821]. Defensa de la poesía. Península, Barcelona, 1986.
Tablada, José Juan. 1971. Obras I. Poesía. Centro de Estudios Literarios, UNAM, México. 
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Tablada, José Juan. 1994. Obras, v. Crítica literaria. Centro de Estudios Literarios, UNAM, México.
Tablada, José Juan. 1997. La Babilonia de Hierro. Crónicas neoyorquinas (1920-1936). Rodolfo Mata, coord.; Esperanza Lara, recop. Centro de Estudios Literarios UNAM/Cenedic Universidad de Colima/Conacyt, México. Disco compacto con setecientas veinticinco crónicas publicadas en diferentes diarios. La actitud eufórica de Tablada ante el progreso tecnocientífico puede encontrarse en las siguientes crónicas: El Universal, 23 de mayo de 1926 y 25 de agosto de 1929; Excelsior, 26 de diciembre de 1920, 6 de noviembre de 1921, 15 de diciembre de 1921, 23 de abril de 1923, 8 de octubre de 1923 y 27 de diciembre de 1923, y El Universal Ilustrado, 14 de enero de 1926. Respecto a su actitud disfórica, véanse las crónicas: Excelsior, 22 de agosto de 1920, 12 de octubre de 1921, 18 de agosto de 1922 y 28 de octubre de 1928; El Universal Ilustrado, 22 de junio de 1924; El Universal, 22 de junio y 3 de agosto de 1924, 26 de julio de 1925, 2 de septiembre de 1928, 27 de enero de 1929, 4 de abril de 1929 y 19 y 26 de marzo de 1933. Las crónicas dedicadas al tema de la guerra son: El Universal, 14 de febrero de 1926 y 5 de noviembre de 1933; Excelsior, 18 de noviembre de 1921.
Tablada, José Juan. Un día... Poemas sintéticos (1919), Li-Po y otros poemas (1920) y El jarro de flores. Disociaciones líricas (1922), en Poesía de José Juan Tablada http://biblioweb.dgsca.unam.mx/tablada (estos textos son ilustrativos de las experiencias poéticas de vanguardia de José Juan Tablada).
"The $5000 Einstein Essay Contest", en Scientific American, CXXIII, 10 de julio de 1920, p. 32.
Linda Dalrymple Henderson, The Fourth Dimensión and Non-Euclidean Geometry in Modern Art, en Scientific American, CXXII, 10 de julio de 1920, p. 365.
IMÁGENES
P. 66: Albert Einstein, Einstein visto por él mismo, 1919. P. 67: Enrico Prampolini, The aesthetic of the machine and mechanical introspection in art, 1922. P. 69: Jan Matulka, Negro jazz band, 1926. Depero Fortunato, Cantiere sonoro (dinamismo soterraneo metropolitano), 1928-1930. P. 70: Vinicio Paladini, The proletarian of the Third International, 1922. Fernand Leger, Projet d'af fiche pour La Roue, 1925. P. 73: Ramón Alva de la Canal, El Café de Nadie, 1930. P. 74: Frantisek Kupka, L'acier boit no 2. P. 75: Raymond Templier, Etui à cigarettes au compteur "Voisin".
     
____________________________________________________________
     
Rodolfo Mata
Centro de Estudios Literarios, Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México.

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