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¿Preservar la naturaleza
para que no cambie
la sociedad?
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César Carrillo Trueba
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La imagen es bastante común en algunas ciudades
del Estado Español: viene caminando por la calle un negro con su colorida vestimenta —generalmente de algún país de África Occidental—, se detiene y despliega la tela que lleva bajo el brazo y la coloca en el suelo, en alguna calle transitada, un parque u otra vía pública. Coloca sobre ella varios discos piratas y, sin dejar de mirar hacia un lado y otro, con cierto temor dibujado en el rostro, trata así de ganar algunos euros para sobrevivir. Nunca es fácil ser ilegal, pero cruzar el Mediterráneo en una pequeña barcaza para hacerse de un empleo mal pagado, y ser maltratado, mal vivir, sólo para poder enviar algo de dinero a la familia implica varios grados de dificultad. El valor para hacerlo viene de la difícil situación que se vive en numerosas zonas de los países del llamado Tercer Mundo.
La imagen en la página opuesta pretende ser una inversión de esta situación. Aparecida en un número dedicado a la cuestión ambiental planetaria de El País Semanal —la revista que cada domingo acompaña al periódico El País, perteneciente al grupo español prisa, dueño también de cadenas de radio en Latinoamérica, como la W de México—, en ella vemos a un español mirando si no viene la policía mientras unos africanos vestidos a la manera occidental ven los discos que está vendiendo. “El cambio climático puede cambiarlo todo” reza la leyenda, conminando al lector a modificar su modo de vida y así evitar el cambio climático global.
¿Qué debemos entender de tal puesta en escena y del mensaje escrito que la acompaña? ¿Que se corre el riesgo de ver España africanizada? ¿Que si cambia el clima puede venirse a menos la economía? ¿O que los españoles se volverán indolentes, como piensan muchos de ellos que son los africanos y que por ello son pobres?
El clima hará de esta manera que se vean obligados a emigrar y vivir como ilegales en un país africano —que será templado según este escenario— y por tanto próspero. ¿Se trata entonces de un regreso al determinismo climático del siglo XVIII? ¿O simplemente de mostrar una situación que verdaderamente asuste a los españoles para que se sensibilicen a la cuestión ambiental? ¿Algo así como una pesadilla hecha realidad?
Sea cual sea la respuesta, sólo se puede decir que la imagen es poco afortunada, defiende una situación de gran desigualdad social, y casi raya en el racismo.
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autonóma de México.
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como citar este artículo →
Carrillo Trueba, César. 2008. ¿Preservar la naturaleza para que no cambie la sociedad? Ciencias número 90, abril-junio, pp. 58-59. [En línea]
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Esther Katz, Annamária Lammel y Marina Goloubinoff | |||||||
Muchos científicos se dedican ahora al estudio del cambio
climático, pero pocos investigadores de las ciencias humanas, aparte de los geógrafos, han estudiado sistemáticamente la interacción del clima y las sociedades humanas y, menos todavía, la percepción del cambio climático o el impacto social que podría tener.
Nosotras hemos investigado desde hace varios años la relación entre clima y sociedad desde el punto de vista antropológico. Nuestro interés por los factores climáticos empezó en el Iztaccíhuatl cuando, en 1986, Marina Goloubinoff y Esther Katz acompañamos al arqueólogo polaco Stanislaw Iwaniszewski, quien excavaba en las cimas de los volcanes sitios prehispánicos consagrados al dios de la lluvia. Poco después, encontramos a don Lucio, famoso granicero iniciado por el rayo, conocido de muchos antropólogos, quien subía cada año, el tres de mayo, día de la Santa Cruz, a unas cuevas del Popocatépetl para pedir lluvia. Esta experiencia llamó nuestra atención sobre la persistencia de los ritos de lluvia y la importancia del clima en la vida de los campesinos mexicanos hoy día. Observamos después entre los nahuas y los mixtecos algunos ritos tan espectaculares como los “combates de tigres” en La Montaña de Guerrero, o bien, anodinos, como las procesiones de San Pedro en la Mixteca oaxaqueña. Mientras tanto, Annamária Lammel estaba investigando, junto con el climatólogo Csaba Nemes, la relación de los totonacas con su entorno y sus conocimientos meteorológicos. Nuestra reflexión común sobre la relación entre clima y sociedad comenzó en 1992 y se ha concretado en la coordinación de varios libros, de los cuales el último, Aires y lluvias, dedicado a México, se encuentra en prensa.
En primer lugar, es necesario definir el término clima en contraste con el de meteorología. Según la definición de los geógrafos, “el clima es la serie de los estados de la atmósfera situada sobre un lugar dado en su sucesión habitual”, mientras que la meteorología es el estado de la atmósfera sobre un lugar dado en un momento dado. Así se han definido tipos de clima: continental, mediterráneo, desértico. Pero en México los climas van del caliente al templado y del árido al húmedo. Varían en función de la latitud, la altitud, la orientación con respecto al Atlántico o al Pacífico, la procedencia de los vientos alisios que traen las lluvias, y la ubicación al norte o al sur del eje Neovolcánico, que frena el impacto de los vientos fríos del norte del continente. En México, la sucesión habitual de los estados de la atmósfera son las estaciones de “secas” y de lluvia. Su duración varía de acuerdo con las características climáticas de cada región.
Para tratar tanto temas de etnoclimatología como de etnometeorología debemos ubicarlos al interior de las corrientes que estudian la relación del hombre con su medio ambiente en general. Las investigaciones son numerosas y pertenecen a diferentes disciplinas, desde la arqueología hasta la antropología y la psicología. Fuera de las diferencias propias a las disciplinas, tres escuelas se oponen: por una parte, los deterministas que afirman que las culturas humanas son respuestas adaptativas a las posibilidades del ambiente; por otra parte, las corrientes idealistas, que describen la “coevolución” de las culturas humanas y el ambiente, y asignan el papel principal al ambiente; y por último, la corriente de la ecología simbólica.
Entre las teorías deterministas, la ecología cultural, encabezada por Julian Steward, desempeña un papel importante en la antropología, incluso en México. Esta corriente afirma que cada cultura está determinada por su ambiente y, en consecuencia, la diversificación de las culturas es un proceso de adaptación material. Con el “materialismo cultural”, Marvin Harris defiende la misma idea: el comportamiento y el pensamiento humano, en sus similitudes y diferencias, reflejan la adaptación a las características físicas del ambiente.
A pesar del interés de estos trabajos, tratamos de mostrar que un fenómeno “natural” tan complejo y caótico como el clima no se sitúa en una posición unilateral (clima→cultura), sino en un sistema de relaciones complejas. Los factores climáticos tienen de hecho un impacto sobre las actividades humanas: en México, el contraste entre las estaciones de secas y de lluvia, en particular, es fundamental para las sociedades agrarias. Sin embargo, no es una fatalidad: la elaboración de técnicas de riego, por ejemplo, permite sobrepasar en varios lugares el factor limitante de la estación seca, ya sea estacional o permanente, como en el norte del país.
En el otro extremo, las corrientes idealistas, como la de Marshall Sahlins, muestran que las culturas humanas no se adaptan directamente al medio ambiente, sino que lo hacen por medio de la semántica y la simbología. La economía, la estructuración de la sociedad y las estructuras mentales juegan un papel de mediación entre el ambiente y la cultura humana.
Hemos estudiado estos procesos de mediación en los símbolos —como la personificación de los fenómenos meteorológicos o la representación de la alternancia secas-lluvia en dominios de la vida cotidiana— pero también en los conocimientos etnometeorológicos y etnoclimáticos que permiten a las sociedades planificar sus actividades y buscar nuevas soluciones. Sin embargo, no queremos afirmar que el ambiente no influye sobre la cultura, sino más bien mostrar que esta relación es mutua (ambiente↔cultura). Así podemos hablar de “coevolución”, una noción explorada entre otros por Robert Boyd y Peter Richerson.
Nos parece igualmente importante la teoría de la ecología simbólica que afirma que la dicotomía occidental ambiente vs. cultura no permite entender esta relación. Así Philippe Descola y Gísli Pálsson proponen una aproximación no dualista que estudia los modos de identificación de los “objetos” y su categorización dentro de cada sistema local.
Un panorama general
En el pensamiento de los indígenas de México, el ambiente y el hombre forman parte del mismo sistema, son continuos y muestran características semejantes. Como hay que respetar a los humanos, hay que respetar también las fuerzas de la naturaleza que nos constituyen: el agua está en nosotros, el calor del Sol está en nosotros, lo que nos nutre está en nosotros, el aire entra y sale de nuestro cuerpo y el alma se relaciona con el espacio y el tiempo. El clima está en nosotros y nosotros estamos en el clima.
La enseñanza que nos llega de esta concepción es la importancia del respeto al ambiente, que se traduce en el respeto a nosotros mismos y a las generaciones futuras. En este momento, cuando las angustias por los cambios climáticos no parecen simples actitudes “neuróticas”, sino que son la previsión de una realidad muy próxima, resulta importante estudiar sistemas de pensar y actuar en donde la consciencia de la interdependencia hombre-clima forme parte de una ética cotidiana. Un panorama general de los principales aspectos que conforman esta relación nos permitirá obtener una idea más clara de ella.
La representación de los fenómenos meteorológicos
Hasta la fecha, la mayor parte de los estudios sobre este tema se han enfocado en representaciones antiguas de divinidades de la lluvia, el rayo o el viento y su contexto simbólico en la cosmovisión indígena. Aquí no abordamos la representación de los fenómenos meteorológicos como parte de una cosmovisión atemporal, como en estudios anteriores, sino desde el punto de vista de la relación hombre-ambiente, y nos acercamos a ella en su dinámica, en su adaptación a los cambios ambientales, sociales y económicos. Confirmamos la teoría de Alfredo López Austin: entre los indígenas mexicanos, persiste un “núcleo duro” de representaciones ligado a las prácticas agrarias. Las sociedades indígenas han podido conservar su cultura por medio de estrategias de adaptación y siguen mostrando su plasticidad y su capacidad de integrar nuevos elementos culturales. Suponemos que una parte de las antiguas representaciones persisten también en sus variantes entre los mestizos, pero todavía faltan datos para afirmarlo. Con base en estudios cognitivos, Annamária Lammel ha mostrado que, aun en una misma población, las representaciones no son uniformes, varían en función de las edades, el nivel de escolarización y la especialización de los conocimientos.
Aires y lluvias aparecen como los principales fenómenos meteorológicos. Los indígenas distinguen varios tipos de lluvias y de aires. Las lluvias varían en función de la temporada y de su intensidad, los aires según su dirección y fuerza. A los aires también se les atribuyen colores, al igual que al rayo o el trueno; el rojo, por ejemplo, es frecuentemente asociado con la fertilidad.
En el área cultural mesoamericana en general, desde la época prehispánica, los indígenas conciben que las nubes se forman dentro de las montañas y que el viento las empuja hacia la cumbre. Esas representaciones corresponden a observaciones de las nubes orográficas, ya que la mayor parte del país es montañosa. Los habitantes de las costas perciben que las nubes provienen del mar y, en muchos casos, persiste hasta ahora la idea de que el agua del mar comunica con el agua del interior de la tierra. Entre los mexicas, ciertos paraísos donde iban los muertos —en particular el Tamoanchan y el Tlalocan, estudiados por Alfredo López Austin— estaban vinculados con el origen de las nubes, la lluvia y la fertilidad. La celebración de Todos Santos como “cerrada del temporal” es la expresión de esta continuidad. No sólo las nubes sino las primeras semillas de maíz provienen del interior de la montaña. Lluvia y rayo o trueno son asociados con el maíz, tanto en la coincidencia de la estación de lluvia con el crecimiento de la planta, en la celebración de los ritos agrarios, como en los mitos y en las representaciones de las divinidades.
Las zonas orientadas hacia el Golfo, caracterizadas por precipitaciones fuertes, reciben un mayor número de huracanes que otras regiones y, en las alturas, el trueno es un elemento de suma importancia. En el eje Neovolcánico, el rayo juega ese papel central, así como en las zonas lluviosas orientadas hacia el Pacífico. No sólo el rayo o trueno, sino también el viento, el arcoiris, el hielo, el granizo y el chahuistle son vinculados con la lluvia o se oponen a ella. Igualmente provienen del interior de la montaña. Lluvia, tormenta, rayo y arcoiris son frecuentemente asociados o representados por serpientes.
Las nociones de aire, rayo-trueno, arcoiris o chahuistle son más amplias que la de un elemento meteorológico. El chahuistle es al mismo tiempo una plaga de las plantas. El rayo o trueno, el arcoiris, y sobre todo los aires, pueden dañar la salud humana. Los aires son ambivalentes; traen las buenas lluvias o la tormenta; son al mismo tiempo soplo vital, torbellino, emanación de los muertos o diablo; provocan en particular enfermedades “frías” y “pérdida del espíritu”. La centella, femenina, se distingue del rayo, masculino, capaz de robar mujeres (al igual que el trueno) y matar personas. Ciertos pueblos indígenas describen también un arcoiris femenino y uno masculino, peligroso para las mujeres en menstruación, embarazadas o recién paridas, y hasta causa de embarazo.
La lluvia, el viento, el rayo o el trueno son frecuentemente asociados a antiguas divinidades que, generalmente, fueron transformadas en santos. San Marcos frecuentemente reemplaza a los dioses de la lluvia, y Santiago a los del rayo. Sin embargo, el carácter ambivalente de las divinidades prehispánicas no coincidía con las nociones cristianas. Así, su aspecto benéfico ha sido atribuido a los santos y su aspecto maléfico a los diablos, o ciertas divinidades se han visto cambiadas en “aires”. La serpiente emplumada o culebra de agua no ha mutado en santo: todavía persiste en el imaginario de los indígenas de manera más o menos explícita y entre los mixtecos es la expresión de la tormenta.
La meteorología popular
En la actualidad disponemos de pocos datos sobre la meteorología popular en México, que merecería más atención. Los indígenas mesoamericanos realizan la mayoría de sus previsiones del tiempo con base en la observación y el conocimiento de la naturaleza (cuerpos celestes, plantas, animales, fenómenos meteorológicos). La previsión no es solamente una observación sino una interpretación de los signos de la naturaleza, es decir una adivinación, y se integra a la cosmovisión. La observación de la posición de las Pléyades o del comportamiento de ciertos animales, como las aves, como indicadores del cambio estacional, no es una exclusividad mesoamericana, es común a muchas sociedades. Así, ciertas prácticas europeas pudieron coincidir con las indígenas. Aquí las previsiones se hacen a corto plazo, para las horas o los días siguientes, y a largo plazo, para la llegada del temporal y el resto del año. En estos últimos casos, los indígenas se apoyan también en almanaques (el Calendario de Galván) o en las cabañuelas, que fueron introducidos por los españoles. Éstos pudieron ser adoptados porque las sociedades mesoamericanas tenían calendarios y sistemas de cómputo elaborados. En algunos casos, parecen haber reemplazado sistemas complejos de previsión meteorológica que se practicaban por medio de los calendarios mismos.
Ritos y calendarios
El tiempo que hace está ligado al tiempo que pasa. Los calendarios agrícolas y, en consecuencia, religiosos, se apoyan en los calendarios climáticos y astronómicos. La complementariedad de las estaciones de secas y lluvias es uno de los fundamentos de la cultura mesoamericana. El cultivo de maíz, base de la alimentación, se asocia con las lluvias.
Desde la época prehispánica hasta ahora, los cambios estacionales han sido marcados por ritos agrarios que son al mismo tiempo peticiones y agradecimientos a la lluvia. Según Michel Graulich, entre los mexicas los ritos de cambios estacionales coincidían con dos “fiestas de las veintenas”: ochpaniztli, la fiesta de la siembra, y tlacaxipehualiztli, que celebraba la cosecha de las mazorcas. Estos ritos se han fusionado con las fiestas católicas; así, las peticiones ocurren en el día de San Marcos, el 24 de abril, o de la Santa Cruz, el 3 de mayo, o en las fiestas de otros santos emblemáticos, como San Isidro, San Antonio, San Pedro o Santiago, de mayo a finales de julio. El ciclo concluye, cerca del final de septiembre con fiestas de santos y, sobre todo, con la celebración de Todos Santos, en noviembre, ya que la cosecha de maíz varía según la altitud. Se agradece a los santos y los antepasados proveedores de abundancia.
Del pasado prehispánico al presente, en toda Mesoamérica las peticiones de lluvia siempre se han realizado en edificios religiosos, cuevas y cumbres de montañas o volcanes, es decir, en puntos de contacto con el interior de la tierra y el cielo. En eso coincidieron en parte con los ritos de lluvia que se practicaban en Europa, en donde hacían procesiones alrededor de las iglesias y en las cumbres. Sin embargo, las ofrendas en esos ritos son típicamente mesoamericanas: el copal, cuyo humo simboliza las nubes, preparaciones a base de maíz como tamales cocidos al vapor, igualmente análogo a las nubes, aves (animales del cielo) vivas o sacrificadas (con derrame de sangre), y pulque o bebida de cacao, que simbolizan agua y sangre. Esos elementos se encuentran en todas las regiones, pero los ritos de la Montaña de Guerrero, particularmente espectaculares, han atraído más antropólogos.
Especialistas rituales
Los ritos son frecuentemente practicados por comunidades, a veces bajo la dirección de especialistas, quienes, en algún momento, llevan ciertos ritos de manera individual o en pequeño grupo. Con frecuencia, esos especialistas son rezanderos. En la zona de los volcanes del centro de México, se trata de chamanes iniciados por la fuerza del rayo, mientras en otras regiones existen hombres-rayo. Ser tocado por el rayo es mucho más frecuente en alturas elevadas como las del eje Neovolcánico. El hecho de sobrevivir a un suceso de retiro inicia a la persona fulminada como “tiempero” o curandero. Esos chamanes son designados bajo varios nombres locales en náhuatl o en castellano; el más conocido es el de granicero. A raíz de un artículo fundador de Guillermo Bonfil Batalla, “Los que trabajan con el tiempo”, los graniceros llamaron la atención de varios antropólogos. La continuidad de sus prácticas con la época prehispánica es obvia. En la Sierra Nevada efectúan peticiones de lluvia en los volcanes, donde quedan ruinas de templos dedicados a Tláloc, excavadas entre otros por Stanislaw Iwaniszewski. La fuerza de esas creencias y prácticas es tal que aún permanecen, incluso en zonas bajo influencia urbana como Texcoco, que colinda con la conurbación de la ciudad de México, o en pueblos nahuas de Tlaxcala, muy cercanos a la ciudad de Puebla.
Tanto en el Altiplano central como en otras regiones de México, el poder del rayo interviene también bajo la forma de un nahual o de un lab, su equivalente tzeltal. En el caso del nahualismo, ciertas personas muy potentes se transforman en rayo y pueden castigar a quienes tuvieron un mal comportamiento, o bien, dañar a alguien, de manera similar a la brujería. Entre los tzeltales, según Helios Figuerola, el lab es parte inherente de la persona, no se transforma. Los nahuales o lab meteorológicos son generalmente más potentes que los nahuales o lab animales. A los líderes de rebeliones, como el subcomandante Marcos, los tzeltales atribuyen un lab torbellino y relatan todavía conflictos entre pueblos durante los cuales luchaban mandando rayos y tormentas.
Riesgos y desastres climáticos
Los elementos climáticos afectan no sólo el campo sino también las ciudades, ya sea por falta de agua o por inundaciones. México se encuentra además en la zona de influencia del fenómeno de El Niño, que ocurre irregularmente, provocando sequías (en verano) o precipitaciones (en invierno) más fuertes de lo normal. El Niño también aumenta el número de huracanes en el Pacífico mientras lo disminuye en el Atlántico.
Desde hace unos quince años, a escala internacional, se ha estudiado más a fondo la cuestión de los riesgos y desastres naturales. En México, Virginia García Acosta editó una importante recopilación de los sucesos ligados a desastres naturales en las fuentes históricas, de los cuales ciertos coinciden con fenómenos de El Niño; y miembros de su equipo estudiaron los riesgos climáticos provocados en los últimos años por El Niño en diferentes ciudades mexicanas. Aunque el impacto del evento de 1997-1998 fue considerado como menos fuerte que el de 1982-1983, de cualquier manera causó desastres mayores. Así se demuestra que si los riesgos son naturales, la gravedad del desastre depende de las condiciones sociales, económicas y políticas. Entre el riesgo y el desastre aparece el concepto de “vulnerabilidad diferencial”, vinculado con las nociones de “capacidad de recuperación” y de “estrategias adaptativas”, ya que las sociedades nunca han sido simples actores pasivos frente a las catástrofes.
La noción de poblaciones vulnerables ante los riesgos naturales apareció de manera muy evidente con el impacto de los ciclones de septiembre-octubre de 2005 en el golfo de México, en particular el de Katrina en Luisiana. Aunque se puede prever la llegada de los ciclones por medio de imágenes de satélites, y en Estados Unidos se dispone de muchos medios, los desastres fueron muy importantes y afectaron principalmente a los grupos sociales más pobres de la región. Los escenarios de varios climatólogos sugieren que, con el cambio climático global, este tipo de desastres se va a multiplicar.
La relación entre las culturas rurales y urbanas de México y el ambiente es compleja. Es necesario situar esta relación en sus aspectos históricos, económicos, sociales y religiosos. Además de la riqueza de una cosmovisión climática, existen conocimientos de los factores climáticos que permiten a los pobladores ajustar sus actividades económicas y cotidianas al ritmo de las estaciones, a la llegada de las lluvias o las secas. Son sociedades que tratan de convivir con su clima, tengan o no conciencia del respeto a la naturaleza.
México está cambiando muy rápido. El crecimiento demográfico del país (que ya sobrepasa cien millones de habitantes) provoca más presión sobre los recursos naturales y modifica de manera visible la configuración de las ciudades. Un sector más y más grande de la población se está volviendo vulnerable a los riesgos naturales. Por la emigración masiva a Estados Unidos, muchos mexicanos, sobre todo de origen indígena, se separan temporal o definitivamente de su contexto cultural. Al mismo tiempo, un número mayor de campesinos ya no vive de la agricultura, sino de las remesas. Muchos siguen todavía cultivando su milpa, pero varios se alejan poco a poco del trabajo de la tierra y de su vínculo con la naturaleza. A raíz de estos cambios, valdría la pena estudiar, en los años que vienen, la evolución de los conocimientos locales y de la percepción del medio ambiente, así como la percepción de posibles cambios climáticos y la capacidad de adaptación a los riesgos y desastres climáticos previstos por varios escenarios científicos.
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Referencias bibliográficas
Albores Beatriz y Johanna Broda (eds.). 1997. Graniceros. Cosmovisión y meteorología indígenas de Mésoamérica. Zinacantepec. Colegio Mexiquense/unam, México.
Bonfil Batalla, Guillermo. 1968. “‘Los que trabajan con el tiempo’. Notas etnográficas sobre los graniceros de la Sierra Nevada”, en Anales de Antropología; 5: 99-128. Boyd, Robert y Peter J. Richerson. 1985. Culture and The Evolutionary Process. University of Chicago Press, Chicago. Broda, Johanna. 1971. “Las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia”, en Revista Española de Antropología Americana; 6:245-327. Brunet, Roger, et al. 1992. “Climat”, en R. Brunet, R. Ferras y H. Théry (eds.). Les mots de la géographie, dictionnaire critique. Reclus/La Documentation Française. Pp. 102-103. Descola, Philippe y Gisli Pálsson (eds.). 1996. Nature and Society. Anthropological perspectives. Routledge, Londres. Graulich, Michel. 1999. Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas. ini, México. Iwaniszewski, Stanislaw. 1986. “De Nahualac al cerro Ehecatl: una tradición prehispánica más en Petlacala”, en Cervantes Delgado R. (ed.). Arqueología y etnohistoria del Estado de Guerrero. inah, México. Lammel, Annamária, Marina Goloubinoff, Esther Katz (eds.). 2008. Aires y lluvias. ciesas/Universidad Iberoamericana/cemca/ ird, México, López Austin, Alfredo. 1994. Tamoanchan y Tlalocan. Fondo de Cultura Económica, México. Sahlins, Marshall. 1976. Culture and Practical Reason. University of Chicago Press, Chicago. Steward, Julian H. 1955. Theory of Culture Change. Urbana, University of Illinois Press. Zolla, Carlos (ed.). 1994. Diccionario enciclopédico de la medicina tradicional mexicana. ini, México. |
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Esther Katz
Institut de Recherche pour le Développement.
Annamária Lammel
Universidad de París-VIII.
Marina Goloubinoff
Bogor, indonesia.
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como citar este artículo →
Katz, Esther y Lammel Annamária, Goloubinoff Marina. 2008. Clima, meteorología y cultura en México. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 60-67. [En línea].
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Carlos Gay García, René Garduño López y Walter Ritter Ortiz
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La simulación dinámica de escenarios en la naturaleza
es una herramienta útil para entender cómo funcionan los sistemas naturales, identificar sus potenciales problemas y explorar soluciones para éstos.
El éxito en el manejo del cambio ambiental se basa en la capacidad de anticipación que tengamos. El agotamiento de los recursos naturales que sostienen las economías regionales así como el deterioro de agua, suelo y aire son verdaderas amenazas para nuestra civilización. El continuo abastecimiento de agua y alimentos, así como la conservación de nuestra salud, depende de nuestra habilidad para anticipar y prepararnos para un futuro incierto.
Los escenarios generados por procesos de simulación proveen un indicador de posibilidades (no algo definitivo) y sirven de base para realizar proyecciones que aplican las herramientas del pronóstico bioclimático en escenarios específicos. Los ecosistemas pronosticables son aquellos en los que la incertidumbre puede ser reducida a la magnitud en que, por medio de los pronósticos, estamos reportando información útil para la toma de decisiones.
La simulación no es un fin en sí misma, tampoco es una bola de cristal que pueda pronosticar el futuro con absoluto detalle y exactitud, pero sí puede ayudarnos a entender los mecanismos internos que determinan cómo trabaja un sistema, por medio de la descripción de sus procesos y transformaciones, la identificación de posibles mecanismos detrás de los ciclos y tendencias observadas durante plazos largos. Permite determinar, además, cómo mantiene su estabilidad el sistema, reconocer los mecanismos por los cuales puede perderla, y pronosticar futuras manifestaciones de los sistemas existentes; proyectar ciclos y tendencias, evaluar los impactos de políticas opcionales e identificar escenarios en donde la estabilidad se pierda o se restaure.
No debemos olvidar que la utilidad de un modelo se puede juzgar tanto por la cantidad de información que pueda aportarnos con el máximo posible de economía, como por la facilidad con la cual nos permita comunicarnos de forma más efectiva con dicho modelo y lo que éste representa.
Simulación con enfoque sistémico
Los modelos generalmente no capturan de forma precisa toda la realidad y esto se refleja en el hecho de que muchos de ellos, ampliamente usados en el campo ambiental, deben ser continuamente ajustados y refinados. Pero, finalmente, lo más valioso de un modelo es su capacidad para detectar los cambios y las fluctuaciones, y para identificar las variables críticas responsables de dichos cambios, así como capturar y entender los efectos de retroalimentación en el sistema, ya que en los sistemas dinámicos sus elementos se modifican de manera constante y complicada, e incluso sorpresiva.
El objetivo no es por tanto desarrollar modelos que capturen todas las facetas de la vida diaria, ya que tales modelos tendrían poca utilidad al ser tan complicados como los sistemas mismos que deseamos entender. El verdadero propósito de la modelación dinámica es llegar a descubrir los principios básicos que nos conduzcan a descubrir la complejidad observada en la naturaleza. Para nosotros esto es el significado de simplicidad.
La posibilidad de comprender todo lo comprensible depende más de la estructura de nuestro conocimiento que de su contenido, de que nuestras teorías lleguen a ser tan generales y tan profundas, a estar tan integradas entre sí, que se conviertan, de hecho, en una sola teoría de una estructura unificada de la realidad.
Las estimaciones iniciales de simulación pueden ser derivadas de la información empírica o aun de sugerencias razonables de los expertos en la materia o del equipo de modeladores; ya que incluso los modelos construidos en tales situaciones de incertidumbre pueden ser de gran valor y utilidad en la toma de decisiones, proveyéndonos de un cuadro congruente de referencia, en lugar de información exacta.
El flujo de información de una variable de estado dentro de un sistema se hace a través de cadenas de transformación para dirigirnos a las variables de control, cambiando así las primeras y entrando en ciclos siempre cambiantes, para al final volver a otra variable de estado o tal vez irse hacia el infinito, el cero o el comportamiento caótico. Esto nos habla de un proceso de retroalimentación, hecho tan común en los sistemas ambientales.
La retroalimentación negativa tiende a forzar las variables de estado hacia metas establecidas y es la idea básica de los sistemas dinámicos de control. La variación en el proceso de retroalimentación puede llevarnos a relaciones no lineales, las cuales se hallan presentes si una variable de control no depende de otras variables de manera lineal. Como resultado, los procesos de retroalimentación no lineales pueden exhibir comportamientos dinámicos complejos; por ello, debemos poner especial atención a la no linealidad, particularmente si se trata de efectos de retraso.
Autoorganización y sistemas disipativos
Los modelos son herramientas para detectar patrones o tendencias que pueden ser útiles para generar hipótesis comprobables acerca de la organización de comunidades bióticas. La abundancia relativa de grandes ensambles heterogéneos de especies tiende a ser gobernada por muchos factores independientes y, de acuerdo con el teorema de límite central, será distribuida en forma log-normal. Un alto grado de ajuste al modelo log-normal indica que la comunidad está en alto grado de equilibrio. Sin embargo, buenos ajustes a la distribución log-normal pueden ocurrir a pesar de los cambios y condiciones en la composición de la comunidad.
La principal motivación para crear los modelos de distribución fue desarrollar un modelo general de abundancia de especies para facilitar la comparación de diversas comunidades por sus diferencias o similitudes con los parámetros del modelo, el cual potencialmente daría información fundamental de los nichos de las especies y cómo las especies coexisten o comparten los recursos ambientales disponibles. Aunque tal modelo general sería una herramienta valiosa para el ecólogo, no parece existir tal paradigma general, revelándose que hipótesis contradictorias pueden llevarnos al mismo modelo y diferentes modelos derivados de postulados en conflicto, pueden ser ajustados al mismo grupo de datos.
El mayor obstáculo por resolver al usar índices de diversidad es su interpretación, ya que si se da sólo el valor del índice de diversidad, es imposible decir la importancia relativa de riqueza y uniformidad, pues alta riqueza y baja homogeneidad será equivalente a un sistema de baja riqueza y alta homogeneidad.
En general podemos decir que un ecosistema será más complejo conforme sea más maduro, cualidad que aumenta con el tiempo que permanezca sin ser perturbado. La sucesión ecológica nos lleva a considerar como más maduro o más complejo un ecosistema cuando esté compuesto de un mayor número y grado de interacción de sus elementos, si se presentan largas cadenas alimenticias, un uso más completo del alimento, relaciones bien definidas o más especializadas, situaciones más predecibles, promedio de vida mayor, menor número de hijos; entonces la organización interna pasa por perturbaciones aleatorias a ritmos cuasi-regulares.
La biogeografía y la escala global
Si se desea pronosticar futuros procesos de producción, será necesario tener una descripción de estos sistemas en su ambiente particular, que incluya tantos detalles relevantes como sea posible. Debemos estar interesados en todas las interacciones que controlan o alteran el número o tipo de organismos encontrados en una región dada; ya que una noche fría o una hora de fuerte viento pueden producir grandes diferencias en el mundo biológico. Tal información puede ser usada para construir una simulación poblacional, la cual puede ser empleada para predecir los efectos de políticas particulares de administración. El valor de la simulación es obvio pero su utilidad reside principalmente en que analiza casos particulares.
Una teoría bioclimática debe de hacer, preferentemente, afirmaciones sobre el ecosistema como un todo global, así como de especies y tiempos en particular, y aseveraciones válidas para muchas especies y no solamente para una. La alternativa es intentar analizar la naturaleza de tal manera que pueda ser descrita en forma rigurosa, que las predicciones puedan ser derivables mediante procedimientos reproducibles, y que sean capaces de definir, en algún grado, la diferencia entre lo que conocemos sobre bases teóricas y lo que nos falta por hacer, antes de que podamos realizar predicciones más seguras.
Una descripción matemática precisa de los sistemas productivos puede incluir cientos de parámetros, muchos de los cuales son difíciles de medir, y cuyos resultados esperados —a partir de las muchas ecuaciones diferenciales parciales simultáneas no-lineales de simulación— usualmente no tienen solución, ya que las respuestas son complicadas expresiones de los parámetros y no son fáciles de interpretar. Claramente se observa la necesidad de diferentes metodologías para tratar con estos sistemas que son intrínsecamente complejos.
El establecimiento de relaciones clima-vegetación puede ser útil para propósitos de pronóstico, ya que la vegetación refleja el ambiente, y los cambios en uno pueden llegar a resultar en cambios en el otro, y tales cambios pueden ser usados para evaluar la naturaleza y la magnitud del impacto ambiental.
Cualquier modelo puede ser considerado como una teoría surgida de los datos y necesitamos evaluar su exactitud predictiva, su generalidad, complejidad e interpretabilidad. No debemos buscar una solución a un problema específico de predicción, sino buscar aquellas características que nos permitan predicciones más generales. Identificar patrones activos, definiendo el interés en términos de utilidad para obtener algún fin, por lo que la exactitud de las predicciones no debe ser lo único a juzgar.
Se puede encontrar patrones similares de interacción en sistemas muy diferentes y, una vez que los patrones básicos son entendidos, todos los sistemas pueden ser comprendidos.
Los modelos nos permiten realizar deducciones, formular hipótesis y predecir resultados —así se construyen las teorías—, y en un despliegue de sistemas, las leyes se revelarán por sí mismas con este nuevo enfoque; las pautas básicas se deben clasificar y los conceptos básicos se deben inferir. Los sistemas complejos que cuentan con una gran riqueza de conexiones cruzadas muestran conductas complejas y estas conductas pueden ser complejas pautas de búsqueda de metas.
Las matemáticas de la complejidad de la naturaleza pasan de los objetos a las relaciones, de la cantidad a la cualidad y de la sustancia al patrón de la forma, eludiendo todo modelaje mecanicista; las simples ecuaciones deterministas pueden producir una insospechada riqueza y variedad de comportamientos. A su vez, lo que pareciera un comportamiento aparentemente complejo y caótico puede dar lugar a estructuras ordenadas con sutiles y hermosos patrones de formas, con frecuentes ocurrencias de procesos de retroalimentación autorreforzadora donde pequeños cambios pueden ser repetidamente amplificados. La mayor contribución de Henri Poincaré fue la recuperación de las metáforas virtuales, rompiendo el dominio del análisis y las fórmulas, y volviendo a los patrones visuales.
La predicción exacta, aun para las ecuaciones estrictamente deterministas, no existe; pero ecuaciones simples pueden producir una increíble complejidad que supera todo intento de predicción. La organización del sistema complejo es independiente de las propiedades de sus componentes y su objetivo es la organización y no la estructura, en donde la función de cada componente es participar activamente en la producción o transformación de otros componentes del sistema. El producto de su operación es su propia organización, donde toda la red se hace a sí misma continuamente.
Anticipación a problemas ambientales
Anticiparnos a muchos de nuestros desafíos ambientales por venir en las próximas décadas requiere un mejoramiento sustantivo en las actuales metodologías de adquisición de conocimiento científico. La simulación y el pronóstico ecológico deben emerger como un imperativo para mejorar la planeación y la toma de decisiones acerca del estado de los ecosistemas y de su capital natural productivo, ya que pueden dotarnos de la capacidad de producir, evaluar y comunicar dichos pronósticos en aquellos estados críticos que requieran un proceso de atención inmediata, que involucren ligas interdisciplinarias y análisis de sus posibles procesos de propagación y retroalimentación —incluidos los procesos evolutivos y emergentes—, y que consideren los impactos sociales y la relevancia del pronóstico en los procesos de toma de decisiones.
Con base en la nueva ciencia del enfoque sistémico se propone la creación de un modelo general de simulación y pronóstico, que de forma inte-grada responda a una serie de cuestionamientos sobre ecología, manejo de recursos naturales y evaluación de impacto ambiental. La visión filosófica de este modelo tiene su fundamento en el enfoque sistémico derivado de la teoría general de sistemas, cuyo proceso metodológico nos permitirá la creación de los escenarios requeridos para una mejor toma de decisiones.
Definimos el pronóstico ecológico como el proceso de predecir el estado del ecosistema, de sus servicios por aportar, su capital natural de crecimiento, contingencias y escenarios sobre el clima, uso de suelo, población humana, tecnologías, actividad económica y educativa.
A fin de utilizar aspectos de metodologías comunes en los diferentes proyectos por desarrollar, es necesario incorporar en los objetivos de este estudio un proceso de descripción general de las mencionadas metodologías del enfoque sistémico a utilizar en el desarrollo de dicho modelo y en los posibles proyectos por derivarse de éste. Esto permitirá conseguir una mayor homogeneidad y cohesión de los propósitos, así como una mayor sistematización en la obtención de los objetivos planteados. El objetivo consiste no sólo en ofrecer un planteamiento coherente y sistémico de una visión unificada de la vida y el ambiente, sino también de algunas de las cuestiones críticas de la economía, sociales y personales que vivimos en nuestra época y que actúan como procesos de retroalimentación de los objetivos iniciales.
Cuando nos encontramos con un problema de tipo ambiental, o de cualquier otro tipo, y necesitamos resolverlo, además de considerar las interacciones de los factores físicos, biológicos y ecológicos, debemos tomar en cuenta también los factores económicos, culturales y legales. Si abordamos estos problemas por métodos simplistas llegaremos al diseño de experimentos y muestreos de baja calidad que nos conducirán a tomar decisiones erróneas e inadecuadas. El análisis de sistemas para la solución de estos problemas se basa en un planteamiento holístico con los modelos matemáticos requeridos para identificar, simular y predecir las características importantes de la dinámica de estos sistemas considerados como complejos.
El origen de la visión de sistemas se remonta al periodo de la Segunda Guerra Mundial y estuvo relacionado con la solución de problemas de tipo logístico. Actualmente el uso de esta perspectiva en ecología, climatología, evaluación, manejo de recursos naturales, simulación y pronóstico de impacto ambiental, consiste en proporcionar un enfoque que permita abordar la solución de dichos problemas en los sistemas complejos (como lo son todo tipo de ecosistemas conocidos) y que además promueva el diseño de proyectos de investigación que nos ayuden a tomar decisiones adecuadas, mediante la utilización del método científico como una forma de resolver dichos problemas, basándose en una observación disciplinada y en la manipulación de las partes del mundo real que resulten interesantes en el contexto del problema en estudio.
Como climatólogos, ecólogos y administradores de los recursos naturales, frecuentemente debemos analizar sistemas que se caracterizan por una complejidad organizada, como cuando se cuenta con poca información, pocos datos y poca expectativa de generar una base de datos completa. Para esto es precisamente que ha sido diseñado y desarrollado el análisis de sistemas y sus metodologías de investigación, que permiten integrar el conocimiento obtenido por medio de la descripción, la clasificación y el análisis matemático y estadístico de las observaciones del mundo real.
En el modelo tradicional los expertos interpretan los datos, eligiendo algunos de sus aspectos e ignorando otros. Necesitamos una amplia distribución de información, puntos de vista e interpretaciones, si queremos entender el significado del mundo en que vivimos; el cual debe entenderse como un mundo de procesos, no de objetos. La grandiosa meta de toda ciencia es abarcar el mayor número de hechos empíricos por deducción lógica a partir del menor número de hipótesis o axiomas, como solía decir Einstein; y como Mandelbrot remarca, en un mundo cada vez más complejo, los científicos necesitan tanto las imágenes como los números, es decir la visión geométrica y la analítica.
Necesitamos partir de un marco teórico para el desarrollo, evaluación y uso de los modelos de simulación y pronóstico en impacto ambiental, climatología, ecología y manejo de los recursos naturales. Donde en el desarrollo del modelo conceptual podamos abstraer del sistema real aquellos factores y procesos que deben ser incluidos dentro del modelo por ser relevantes en nuestros objetivos específicos y de tal manera que en la evaluación del modelo se compare el enfoque de sistemas con otros métodos utilizados para resolver problemas en estas y otras áreas.
El modelo puede ser de lo más simple, siempre y cuando no excluya aquellos componentes cruciales para su solución y la toma de decisiones esté basada en información de la mejor calidad acerca del sistema en estudio. En otro caso podrá ser necesario monitorear varios atributos del sistema en forma simultánea, clasificando los componentes del sistema de interés por sus diferentes funciones en el modelo. Dichos componentes se pueden clasificar como variables de estado, variables externas, constantes, variables auxiliares, transferencias de materia, energía e información, fuentes y sumideros.
Obviamente, si con los conocimientos adquiridos no podemos formular hipótesis útiles acerca de la estructura y funcionamiento del sistema, debemos concentrar nuestro esfuerzo en realizar nuevas observaciones en el sistema natural. La idea básica fundamental detrás de todo esto es que podamos realizar experimentos de simulación en la misma forma que en un laboratorio o en la naturaleza misma.
El estudio se justifica por nuestro interés en lograr un crecimiento económico sin destruir los sistemas ecológicos que forman la base de nuestra existencia. Necesitamos introducir el uso del análisis de sistemas y su simulación como herramienta de apoyo para resolver los problemas de impacto ambiental que a diario se nos presentan, para que nos ayuden en la toma de las mejores decisiones. El análisis de sistemas y su simulación es un conjunto de técnicas cuantitativas desarrolladas con el propósito de enfrentar problemas relacionados con el funcionamiento de los sistemas complejos, como son los diferentes tipos de ecosistemas conocidos.
La utilidad del análisis de sistemas y su simulación se da tanto por el proceso de identificación y especificación de los problemas, como por el desarrollo, usos y producto final del modelo.
El objetivo general es el de diseñar y generar un modelo integral de simulación y pronóstico de los sistemas ecológicos bajo el enfoque de sistemas y de sistemas complejos, con aplicaciones específicas a la evaluación del impacto ambiental y el manejo de recursos naturales, del cual se puedan derivar proyectos más específicos en la solución de problemas regionales.
Generar asimismo escenarios para los sistemas ecológicos: en el tiempo (pasado, presente y futuro) y el espacio, para así evaluar el impacto de origen humano. Analizar la dinámica de transferencia productiva (flujos de materia, información y energía) de los sistemas ecológicos, para determinar su estabilidad o inestabilidad a través del tiempo y el espacio. Realizar en forma funcional el modelo integral de simulación y pronóstico de los diferentes sistemas ecológicos y climáticos, incorporando en ellos las potenciales redes de intercomunicación, de tal forma que el modelo sea multidisciplinario, multifactorial, multirrelacional y multifuncional, y que sirva de herramienta tanto para la simulación de posibles escenarios como para la toma de decisiones.
Metodología básica
Para contestar una pregunta, demostrar una teoría o clasificar una parte del mundo real, todos coincidimos en que, dependiendo de nuestros intereses, algunas de las posibles perspectivas a elaborar serán más adecuadas y útiles que otras; los sistemas de interés presentan generalmente dos propiedades de importancia primordial. La primera, es que los sistemas pueden estar anidados, es decir que un individuo es parte de una población, una población es parte de una comunidad y así sucesivamente. La segunda, que en cualquier escala y en cualquier nivel de detalle, los sistemas naturales pueden ser estudiados usando el mismo conjunto de principios y técnicas desarrolladas y conocidas por la teoría general de sistemas, donde debemos definir cuidadosamente los límites del sistema de interés de acuerdo con el problema que estamos estudiando. El reduccionismo actual (estudio de las partes por separado) ha demostrado ser muy eficiente en la ciencia, siempre y cuando podamos entender que las entidades complejas de la naturaleza no sólo son la suma de sus componentes más simples. Las matemáticas de la física clásica están concebidas para complejidades no organizadas y muchos de los problemas biológicos, económicos y sociales son esencialmente organizados, multivariados y complejos, por lo tanto deben introducirse nuevos modelos conceptuales, incluidos la cibernética, las teorías de la información, de juegos y de decisiones, el análisis factorial, la ingeniería de sistemas, la investigación de operaciones, etcétera. Se consideran los sistemas como un complejo de componentes interactuantes, con conceptos característicos de totalidades organizadas, como son: interacción, suma, mecanización, centralización, competencia, finalidad, etcétera. Se debe saber aplicarlos a fenómenos concretos.
La naturaleza posee un orden que podemos comprender y la ciencia tan sólo es una descripción optimista de cómo pensar una realidad que nunca comprenderemos del todo. Sin embargo, con el enfoque sistémico comenzamos a entrever una forma enteramente nueva de comprender las fluctuaciones, el desorden y el cambio, en donde conceptos como los de atractor, retrato de fase, diagrama de bifurcación y fractal no existían antes del desarrollo de la dinámica no lineal.
En la modelación de impacto ambiental es necesario considerarlo con base en nuestros estudios de diagnóstico, simulación y pronóstico, los cuales estarán apoyados exclusivamente en las metodologías de simulación, ya que si escogemos las variables apropiadas y representamos adecuadamente las reglas que gobiernan la dinámica y el proceso de cambio en el sistema de estudio, debemos poder predecir los cambios de dichos sistemas a lo largo del tiempo. Es decir, podríamos simular correctamente el comportamiento del sistema con base en las cuatro etapas fundamentales del proceso de desarrollo y uso del modelo descritas por Grant: desarrollo del modelo conceptual, del modelo cuantitativo, evaluación, y uso del modelo.
En primer lugar hay que identificar el problema con claridad y describir los objetivos del estudio con precisión, teniendo en mente que vamos a estudiar la realidad como un sistema. El resultado de esta fase ha de ser una primera percepción de los elementos que tienen relación con el problema planteado. La estadística y los métodos numéricos serán de gran utilidad cuando exista una gran abundancia de datos y podamos suponer que la realidad permanecerá estable. Debemos conocer los elementos que forman el sistema y las relaciones que existen entre ellos ya que, con frecuencia, para solucionar un problema es más fácil y efectivo trabajar con las relaciones. Esto es, incluir sólo aquellos elementos que tienen una influencia razonable sobre nuestro objetivo, lo que equivale a proponer acciones prácticas para solucionar el problema.
En las diferentes fases de construcción del modelo se añadirán y suprimirán elementos con la correspondiente expansión y simplificación del modelo, incorporando en ellas, a través de un diagrama causal, los elementos clave del sistema y sus relaciones. El concepto de rizo (definido como una cadena cerrada de relaciones causales) es muy útil porque nos permite, a partir de la estructura del sistema que analizamos, llegar hasta su comportamiento dinámico. Y es a partir de aquí que podremos ver que los sistemas socioeconómicos, ecológicos y climáticos están formados por cientos de rizos positivos y negativos interconectados, e identificar las razones estructurales que nos permitan decidir cómo modificar los bucles causales que lo alteran, ya que es la estructura del sistema lo que provoca su comportamiento. Si el sistema tiene los elementos que causan el problema, también tiene la forma en que se puede solucionar.
Como en las estructuras de los sistemas estables hay un número de relaciones impar y el bucle o proceso de retroalimentación es negativo, y como cualquier acción que intente modificar un elemento se ve contrarrestada por todo el conjunto de bucles negativos que superestabilizan el sistema, se neutraliza entonces en conjunto la acción o los cambios del exterior. En tales sistemas el factor limitativo es lo verdaderamente importante, ya que es dinámico, con capacidad de producir comportamientos inesperados; pero al final será el rizo negativo el que estabilice el sistema.
Con base en los objetivos del proyecto debemos decidir cuáles son los componentes del mundo real que incluiremos en nuestro sistema de interés y cómo se relacionan entre sí. También debemos bosquejar los patrones esperados de comportamiento en términos de la dinámica temporal de los componentes más relevantes del sistema, los cuales sirven como puntos de referencia en la validación del modelo, y asegurarse que éste provea el tipo de predicciones que nos permita responder nuestras preguntas y, finalmente, tomar las mejores decisiones.
Asimismo, debemos determinar por medio de los objetivos si el modelo es apropiado o no para cumplir con nuestros propósitos y, dependiendo de dichos objetivos, podemos profundizar en la interpretación de las relaciones entre sus componentes y en su capacidad predictiva. En forma simultánea, nos interesa evaluar qué tan sensibles son las predicciones del modelo a aquellos aspectos que hemos representado con cierta incertidumbre, así como determinar dicha sensibilidad a posibles errores cometidos al representar la ecuación fundamental, usando relaciones estimadas a partir de un amplio grupo de especies.
Debemos definir los objetivos en términos del problema que queremos resolver o de la pregunta a responder. Las preguntas o problemas pueden surgir a partir de observaciones en el sistema real o pueden ser impuestas por la necesidad práctica de evaluar diversos esquemas de manejo. Dichos objetivos deben definir el marco conceptual para las bases, desarrollo y evaluación, así como la interpretación de los resultados del modelo.
El objetivo final del análisis de sistemas será responder las preguntas identificadas al comienzo del proyecto, lo cual implica que debemos diseñar y simular, con el modelo desarrollado, los mismos experimentos que realizaríamos en el mundo real para responder nuestras preguntas fundamentales. Si en el diseño experimental es necesario desarrollar una versión estocástica del modelo, podemos correr el número de réplicas necesarias y comparar los valores predichos en el marco de cada uno de los regímenes de nuestras variables, para lo cual utilizaremos un análisis de varianza y detectaremos cualquier incoherencia que nos ayude a comprender el sistema y obtener sus beneficios en el proceso de desarrollo del modelo.
En forma sintética, podemos decir que con el desarrollo del modelo conceptual definimos un proceso por medio del cual abstraemos del sistema real aquellos factores y procesos a incluir en nuestro modelo por su relevancia para nuestros objetivos específicos, de tal forma que en la evaluación del modelo podamos determinar la utilidad del modelo desarrollado.
Respecto de nuestros objetivos específicos, definiremos los límites del sistema de interés e identificaremos las relaciones entre los componentes que generan la dinámica del sistema con base en las siguientes etapas de desarrollo del modelo: definir los objetivos del modelo así como los límites del sistema de interés, clasificar los componentes de este último, identificar sus componentes, representar formalmente el modelo conceptual, y describir los patrones esperados del comportamiento del modelo.
Durante el desarrollo del modelo cualitativo trataremos de traducir nuestro modelo conceptual a una serie de ecuaciones matemáticas que en conjunto forman el modelo cuantitativo, para lo cual usaremos los diversos tipos de información sobre el sistema real; posteriormente resolvemos todas las ecuaciones del modelo para el periodo completo de simulación. Esta simulación recibe el nombre de simulación de referencia.
Con la generación de este modelo esperamos simular adecuadamente la dinámica general y productiva del sistema, la magnitud del impacto ecológico y económico, además de pronosticar el destino de los sistemas actuales, ya que podremos generar escenarios que nos permitan derivar la mejor toma de decisiones. Asimismo, podremos conocer el grado de estabilidad de los sistemas existentes (naturales, implantados e impactados).
La elección entre un modelo analítico de la física y un modelo de simulación del análisis de sistemas implica, para el primer caso, pérdida de realismo ecológico a fin de tener más potencia matemática; para el segundo, la pérdida de potencia matemática para incluir más realismo ecológico.
Si el nivel de detalle que se busca para lograr los objetivos deseados es mayor y, por lo tanto, nos exige el uso de modelos analíticos, debemos de tratar de usarlos; sin embargo, si se observa que en el nivel analítico de detalle apropiado se requiere un modelo que resulta demasiado complejo en su manejo, debemos otra vez cambiar y regresar al uso de los modelos de simulación, es decir, regresar a la idea de que lo complejo se resuelve con lo simple.
Esto es muy importante, ya que para muchos problemas ecológicos, de manejo de recursos naturales y estudios de impacto ambiental, es necesario representar el sistema de interés de una manera muy compleja, con metodologías de análisis sistémico para su solución, ya que no se puede hacer en forma analítica.
Información regional y monitoreo
Los datos regionales son críticos para la realización de pronósticos y el conocimiento de los procesos de gran escala, ya que los estudios de pequeña escala nunca serán suficientes para este propósito. Las redes de información y el monitoreo permanente son necesarios para un mejor pronóstico, así como para un mejor conocimiento de las estrategias adaptativas y de diseño con retroalimentación, evolución y otras dinámicas básicas en la naturaleza.
El proceso de planeación debe empezar con la información climática, biológica y socioeconómica existente. La mayoría de los sitios requiere prospecciones para proveer información más exacta, sobre la cual podamos basar nuestras decisiones y, además, realizar los diagnósticos requeridos para la planeación. Estos deben estar centrados principalmente en la información necesaria para los procesos de toma de decisiones, mediante las mejores herramientas existentes para tales objetivos, como son los sistemas de información geográfica, fotografía aérea, sensores remotos, etcétera, y con la participación de las localidades en la adquisición regional de información.
En general, no se conocen bien los caracteres estructurales y funcionales de los ecosistemas, por lo que necesitamos muchas mediciones antes de estar en condiciones de asentar principios sólidos para la predicción.
La mayor parte de las investigaciones bioclimáticas se dirigen al estudio de las variaciones de estado, ciclos y procesos biológicos relativamente cortos, que logran un buen conocimiento de trabajo sobre periodicidades, ritmos y fenologías asociadas y llegan a comprender su importancia dentro del sistema ecológico en que operan.
Es mucho menos lo que sabemos de los ciclos largos, sus mecanismos y la posible función de ciertos fenómenos biológicos poco frecuentes y aparentemente aleatorios.
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Carlos Gay García
Centro de Ciencias de la Atmósfera,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es doctor por la universidad de Colorado. investigador titular en Ciencias de la atmósfera de la UNAM y profesor en la Facultad de Ciencias desde 1973. Algunas de sus líneas de investigación son: cambio climático global, calentamiento, agujero de ozono e impactos, modelos simples de cambio climático, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático.
Rene Garduño López
Centro de Ciencias de la Atmósfera,
Universidad Nacional Autónoma de México.Es físico, con posgrado en Geofísica por la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde es profesor desde 1976. Es investigador titular del Centro de Ciencias de atmósfera de la UNAM, en la línea de cambios climáticos naturales y antropógenos. Ha publicado numerosos artículos de investigación y capítulos en libros relacionados con el tema.
Walter Ritter Ortiz Walter
Centro de Ciencias de la Atmósfera,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es doctor en biología, con especialidad en ecología y Medio ambiente (UNAM). realizó su licenciatura en física y matemáticas (UAG) y la maestría en Ciencias Geofísicas, con la especialidad en Climatología (unam). es investigador titular en el Centro de Ciencias de la atmósfera (UNAM), y jefe de la sección de bioclimatología.
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como citar este artículo →
Gay García, Carlos y Garduño López Rene, Ritter Ortiz Walter. 2008. Cómo anticipar problemas de tipo bioclimático o las dificultades del pronóstico. Ciencias número 90, abril-junio, 20-32. [En línea]
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José Antonio Benjamín Ordóñez Díaz | |||||||||||||
Uno de los problemas ambientales más severos al que nos
enfrentamos en el presente siglo es el cambio climático, el cual se debe al incremento en las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono, clorofluorocarbonados, óxidos de nitrógeno y metano, que se derivan de actividades tales como el uso de combustibles fósiles para la producción de energía y transporte, los procesos derivados del cambio en el uso de suelo, deforestación, incendios forestales y producción de cemento, entre las principales.
La preocupación mundial por mitigar el efecto de dichos gases ha dado lugar a una política internacional dirigida a entender los procesos de generación y absorción de ellos. Esto ha permitido reconocer la importancia de los ecosistemas terrestres y, en particular, el papel que tiene la vegetación para captar el dióxido de carbono atmosférico por medio de la fotosíntesis, para incorporarlo a las estructuras vegetales y, de esta forma, reducir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, mitigando, en el largo plazo, el cambio climático. De ahí se desprende la importancia de entender el manejo forestal, el concepto de captura de carbono y el asumir la responsabilidad de nuestras emisiones mediante el pago de servicios ambientales.
La palabra silvicultura significa “cultivo del bosque” y es el arte de producir y manejar un bosque por medio de la aplicación de la biología y las interacciones ecológicas de la especie o especies en cuestión de manera continua, con el fin de obtener de la corta de árboles utilidades sostenidas y otros beneficios. Por ello, la silvicultura es hoy considerada como una ciencia mediante la cual se crean y conservan no sólo los bosques, sino cualquier masa forestal, aprovechándola de un modo continuo con la mayor utilidad posible y teniendo especial cuidado en su regeneración, ya sea de tipo natural o artificial.
El manejo forestal implica la manipulación de las masas forestales con el propósito de obtener una serie de productos tales como madera, tablas, pilotes, morillos, leña, resina, celulosa, mejores semillas, entre otros, los cuales se utilizan directamente o se transforman y permiten un beneficio mediato (los productos que se obtienen son a largo plazo, ya que el aprovechamiento de los árboles va desde los cinco a los sesenta años, por ello es necesario tomar en cuenta el ciclo de vida de la especie o especies que se pretenda manejar). Aunado a esto, las masas forestales también nos ofrecen otros beneficios, como protección del suelo, regulación microclimática, cortina de vientos, mitigación de la movilidad en sustratos arenosos, hacen la función de pulmón en áreas urbanas, permiten la conservación de la biodiversidad y la captación y almacenamiento de agua, además de la fijación o captación de carbono.
En nuestro país existen diferentes métodos de manejo forestal, que se adecuan a condiciones diferenciales como edad, composición, estructura, ubicación y pendiente —entre las principales variables—, y están enfocados a cubrir ciertos objetivos que demandan dichas variables, en conjunto con las demandas de los propietarios, por lo que son un claro ejemplo de la integración de intereses (ver recuadro).
El carbono y su captura
La fijación de carbono por bacterias y animales, es otra manera de disminuir la cantidad de bióxido (o dióxido) de carbono disponible, aunque cuantitativamente menos importante que la fijación de carbono que realizan las plantas y el intercambio gaseoso de los océanos.
Dentro del contexto forestal, una vez que el dióxido de carbono atmosférico es incorporado mediante la fotosíntesis a los procesos metabólicos de la vegetación (e.g., cubierta vegetal, masa forestal, sistema agroforestal, cultivo, plantación, entre los principales), este dióxido de carbono participa en la composición de todas las estructuras necesarias para que una planta pueda desarrollarse, ya que, por ejemplo, el árbol al crecer va incrementado su follaje, sus ramas, flores, frutos, yemas de crecimiento, así como la altura y el grosor de su tronco (que en su conjunto conforman la copa). La copa necesita espacio para recibir energía solar sobre las hojas, lo que da lugar a una competencia entre las copas de los árboles por la energía solar, originando a su vez un dosel cerrado. Los componentes de la copa aportan materia orgánica al suelo (como la capa de hojas que reciben el nombre de mantillo), misma que al degradarse se incorpora paulatinamente y da origen al humus estable, que a su vez aporta nuevamente dióxido de carbono al entorno y da continuidad a otros procesos conocidos con el nombre de ciclos biogeoquímicos.
Simultáneamente, los troncos, al ir incrementando su diámetro y altura, alcanzarán un tamaño adecuado para su aprovechamiento comercial; se extraen productos como tablas, tablones y polines, que darán origen a subproductos elaborados como muebles y casas. Estos productos finales tienen un tiempo de vida determinado después del cual se degradan, aportando dióxido de carbono al suelo o la atmósfera.
La estimación de la captura de carbono no es un tema simple, ya que presenta muchas variables que hacen este rubro un tanto difícil de estimar; concretamente se refiere a la cantidad de carbono fijado en la biomasa de organismos vivos que se gana año con año (es decir, su crecimiento). Los estudios consideran principalmente ecosistemas forestales y la información previa para la estimación de la captura de carbono es parte de un inventario forestal (el detalle del cálculo se presenta en el cuadro 1) expresado en metros cúbicos por hectárea y el incremento corriente anual expresado en metros cúbicos por hectárea al año (es decir crecimiento o ganancia de biomasa).
Pago por servicios ambientales
Existe un mercado incipiente en el pago por los servicios ambientales y el precio por fijación de carbono es variable y dependerá de las oportunidades del mercado que rige la oferta y la demanda o de las estrategias gubernamentales que se han desarrollado para este fin (ver recuadro). El precio se paga por tonelada de carbono fijado por hectárea, y existen cuotas mínimas de fijación para el mercado establecido por los mecanismos de desarrollo limpio, así como un mercado voluntario donde incide el grueso de los posibles proyectos de carbono y donde muchas empresas emisoras y comunidades poseedoras de áreas con vegetación que pueden ofrecer el servicio ambiental necesitan de un esquema regulatorio, con monitoreo, evaluación, certificación de la captura o fijación de carbono. Asimismo podrían, en el corto, mediano y largo plazo, tener una importante cartera de proyectos que retribuyan por este servicio ambiental.
Breves conclusiones
El sector forestal en nuestro país, y a nivel internacional, es la segunda fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (principalmente dióxido de carbono), debido a procesos como deforestación, tala ilegal, cambio en el uso de suelo e incendios forestales. Es por ello que el manejo forestal es una de las opciones más importantes para promover, por un lado, la mitigación de emisiones de dióxido de carbono y, por otro, el desarrollo forestal sustentable, por medio de la puesta en marcha del pago de servicios ambientales y del posible mercado que se genere a través de los mecanismos de desarrollo limpio. Es importante, por tanto, entender y definir claramente la relación que existe entre el manejo forestal, la captura de carbono y el pago por servicios ambientales.
En la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, efectuada en Río de Janeiro en 1992, se adoptó una declaración no formal que enfatiza la importancia de incorporar los costos y beneficios ambientales en los mecanismos de mercado con el fin de lograr una mejor aceptación para la conservación y el manejo sostenible de los recursos forestales en el ámbito local, nacional e internacional.
Además, los acuerdos hacen hincapié en que para disminuir los incrementos en los niveles de emisión de gases con efecto invernadero se puede descontar en los balances nacionales la captura que se genera por medio de proyectos forestales financiados en cualquier lugar. Con estos acuerdos se abrió la posibilidad de incluir costos y beneficios ecológicos en los sistemas de manejo de los recursos naturales (en especial los recursos forestales, dado que representan los más importantes servicios ecológicos, como son la captura de carbono y la conservación de biodiversidad, suelo y agua).
Esto a su vez abre la oportunidad de incluir los servicios ecológicos en los mecanismos de mercado. Para el sector forestal implicaría un aporte sustancial en la relación de costo-beneficio en las áreas de producción de materia prima. Es decir, se puede establecer un acuerdo entre una institución que tiene la obligación de reducir sus niveles netos de emisión de carbono y un productor o grupos de productores forestales para manejar sus recursos forestales con uno de los fines: la fijación de carbono o la captación de agua.
Dependiendo de los niveles de captura de carbono y el destino final del producto, se puede calcular, bajo diferentes escenarios de manejo, la cantidad total del carbono fijado en un tiempo definido.
Cabe señalar que los análisis económicos para evaluar los sistemas productivos sólo incluyen los precios de los productos cosechables —como árboles en el caso de sistemas forestales— y en general no incluyen el valor que representa el remanente después de la cosecha ni los valores ecológicos de los sistemas.
Afortunadamente, en México se ha puesto en marcha un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación el miércoles 24 de noviembre de 2004, en el que se establecen las reglas de operación para el otorgamiento de pagos del Programa para desarrollar el mercado de servicios ambientales por captura de carbono y los derivados de la biodiversidad, y para fomentar el establecimiento y mejoramiento de ecosistemas forestales y sistemas agroforestales. La finalidad es realizar una evaluación eficiente y objetiva de las solicitudes para la elaboración de estudios y la ejecución de proyectos de captura de carbono y reducción de emisiones. Por ello establece términos de referencia para la elaboración de proyectos de captura de carbono y reducción de emisiones —con nueve puntos a considerar—, así como los términos de referencia para la ejecución de tales proyectos —que contemplan once puntos para su evaluación.
Podemos concluir que el pago por el servicio ambiental de captura de carbono es el pago por un proceso fisiológico que ocurre en la vegetación, el cual se cuantifica por medio del crecimiento (incremento) de los árboles (principalmente) y el manejo forestal per se; este último implica la aplicación del conocimiento del ciclo biológico de la vegetación con el fin de tratar de aumentar la masa forestal en menor tiempo y extraer de ella productos, sin olvidar la diversidad del germoplasma.
Nuestro país ha dejado de lado el desarrollo forestal integral, siendo que tiene una gran aptitud forestal. Ahora tenemos tasas de deforestación que sobrepasan 800 000 hectáreas al año. La tala clandestina no es manejo forestal y da lugar al deterioro ambiental y la pérdida de los servicios ambientales, con un costo que no podemos pagar.
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Referencias bibliográficas
Burstein, J., G. Chapela, J. Aguilar y E. de León. 2002. Informe sobre la propuesta de pago por servicios ambientales en México.
Carrillo, A. 2001. Disponibilidad de pago por servicio ambiental que suministra el Cerro de Cacahuatique en la microcuenca del Río Guayabo, en la Provincia de Morazán, El Salvador. Christensen Jr., N. y J. Frankling. 1997. “Ecosystem function and ecosystem management”, en R. D. Simpson y N. Christensen Jr. (eds.). Ecosystem function and human activities: reconciling economías and ecology. International Thomson Publishing, Nueva York. Comisión Forestal de Michoacán (Cofom). I998. Modelo de promoción para la organización de unidades socio-productoras de materias primas forestales. Gobierno del Estado de Michoacán, Comisión Forestal, Dirección de Planeación y Desarrollo Forestal. Morelia, México. Pp. 1-43. Constanza, R., R. Darge, R. Degroot, S. Farber, M. Grasso, B. Hannon, K. Limburg, S. Naeem, R.V. O’Neil, J. Paruelo, R.G. Raskin, P. Sutton y M. Vandenbelt. 1997. “The value of the world’s ecosystem services and natural capital”, en Nature, núm. 387, pp. 253-260. Daily, G. C., et al. 1996. “Ecosystems services: Benefits supplied to human societies by natural ecosystems”, en Issues in Ecology, núm. 2, pp. 1-16. Diario Oficial de la Federación, miércoles 24 de noviembre de 2004, segunda sección, Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Intergovernmental Panel on Climate Change (ipcc). 2003. Good practice guidance for land use, land-use change and forestry. Fragoso, P. 2003. Estimación del contenido y captura de carbono en biomasa aérea de las especies maderables del predio Cerro Grande, municipio de Tancítaro, Michoacán. Facultad de Agrobiología “Presidente Juárez”. umsnh. México. Montoya, G., et al. 1995. Desarrollo forestal sustentable: captura de carbono en las zonas Tzeltal y Tojolabal del Estado de Chiapas. Instituto Nacional de Ecología, Cuadernos de Trabajo, núm. 4. Scott, M. J., et al. 1998. Valuation of ecological resources and functions. Environmental Management, núm. 22 (l), pp. 49-68. |
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José Antonio Benjamín Ordóñez Díaz
Programa Doctoral en Ciencias Biomédicas del Instituto de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es biólogo, candidato a doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM. Es director adjunto del programa de cambio climático en Pronatura (México), consultor internacional, experto en el tema de cambio climático, servicios ambientales y manejo de recursos naturales.
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como citar este artículo →
Ordóñez Díaz, José Antonio Benjamín. 2008. Cómo entender el manejo forestal, la captura del carbono y el pago de servicios ambientales. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 36-42. [En línea].
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del herbario |
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El maratón
del desierto
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Héctor Godínez Á.
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El maratón del desierto, también conocido como
maratón de las arenas, es una carrera a pie que se realiza cada año en el desierto del Sahara, ubicado en Marruecos, en el norte de África. Este maratón es considerado uno de los más difíciles del mundo, por la gran distancia que debe recorrerse (243 kilómetros) y por las condiciones ambientales extremas del desierto. A lo largo de seis días, los corredores realizan recorridos que varían entre 22 y 84 km, en distintos terrenos como suelos pedregosos y dunas de arena, soportando temperaturas que pueden oscilar entre 30 y 50°C. Durante estos recorridos, los corredores deben cargar el agua, la comida y el equipo (bolsa para dormir, lámpara, brújula, material de primeros auxilios, etcétera) que usarán durante toda la carrera. El agua está limitada a un máximo de once litros diarios por persona, los cuales son abastecidos solamente en lugares específicos ubicados a lo largo del trayecto.
Las características particulares en que se realiza este maratón determinan que, para terminarlo exitosamente, sea indispensable una gran habilidad en la administración de los recursos existentes. Esto es, que los corredores lleven consigo solamente la cantidad de agua, comida y equipo necesarios, y que los utilicen eficientemente durante la carrera.
De manera similar a los corredores, las plantas y los animales que habitan en las regiones desérticas dependen de sus recursos y la forma cómo los administran para poder sobrevivir en estos ambientes. En el caso de las plantas, la forma en que utilizan sus recursos es fundamental ya que, a diferencia de los animales, no pueden moverse a otros lugares para evitar las condiciones ambientales desfavorables.
El agua en las regiones desérticas es escasa la mayor parte del tiempo debido a que las lluvias son irregulares e impredecibles. Esta situación determina que el agua sea uno de los principales factores que limita la distribución y la abundancia de las plantas. Para enfrentar estos problemas, las plantas han desarrollado distintas estrategias que pueden incluir modificaciones anatómicas, morfológicas y fisiológicas. Una de estas estrategias es la que utilizan las plantas anuales o efímeras, la cual consiste en evadir el periodo de mayor escasez de agua. Las plantas anuales están presentes en el desierto solamente durante la época de lluvias, y es precisamente durante esta época cuando estas plantas crecen y producen flores, frutos y semillas. Dependiendo de las estaciones del año en que se concentran las mayores lluvias es posible encontrar plantas anuales de invierno (finales de otoño, invierno y principios de primavera) y verano (verano y principios de otoño). Las plantas anuales no soportan la sequía, por lo que en esta época se marchitan y mueren. Sin embargo, las semillas producidas durante la época de lluvias son capaces de soportar la sequía y germinar a la siguiente generación. Distintas plantas como las boragináceas, compuestas, crucíferas y portulacáceas, entre algunas otras, presentan comúnmente esta estrategia.
Las plantas del desierto pueden presentar otras estrategias, como la de evitar la sequía mediante el ahorro de agua. Esta estrategia es característica de las plantas perennes (plantas que sobreviven más de una época de lluvias) y consiste en la presencia de ciertas modificaciones estructurales que permiten perder el agua lentamente o almacenarla cuando está disponible en el ambiente. Dichas modificaciones son variadas e incluyen la presencia de una capa superficial gruesa e impermeable, conocida como cutícula, en los tallos y las hojas, la cual reduce la evapotranspiración del agua; la presencia de tejidos suculentos capaces de almacenar grandes cantidades de agua; la presencia de hojas con áreas superficiales pequeñas que disminuyen la exposición a la radiación solar y la existencia de un sistema de raíces extensas y superficiales que favorece la rápida absorción del agua de lluvia. Algunas plantas como las agaváceas, las cactáceas y las leguminosas presentan este tipo de estrategia.
Paradójicamente, algunas plantas perennes presentan otra estrategia que consiste en gastar el agua. Estas plantas son comúnmente conocidas como plantas freatofitas, es decir, plantas con sistemas de raíces extensas y profundas que les permiten obtener agua de los mantos freáticos. Las raíces son tan grandes que su peso puede llegar a ser hasta nueve veces mayor que el peso del conjunto de otras partes de las plantas, como los troncos, los tallos y las hojas. Dado que estas plantas tienen agua disponible todo el tiempo, pueden perderla por evapotranspiración sin riesgo alguno para su supervivencia. El mezquite y el palo verde son algunos ejemplos de este tipo de plantas.
Por último, otras plantas perennes presentan una estrategia que consiste simplemente en evitar la deshidratación. Los tallos de estas plantas producen sus hojas durante la época de lluvias. Sin embargo, dichas hojas se secan y caen tan pronto como el agua comienza a ser escasa. Estas plantas soportan la sequía gracias a que sus tallos no presentan hojas, evitando así la pérdida de agua. El ocotillo es una planta con este tipo de estrategia.
Otras plantas del desierto, como algas, musgos y líquenes, son tolerantes a la deshidratación y la sequía. Durante la época de lluvias, estos organismos llevan a cabo normalmente todas sus funciones metabólicas, mientras que, durante la sequía, sus tejidos se secan completamente sin sufrir daño alguno. Con las primeras lluvias del siguiente año, estas plantas se hidratan y vuelven a la vida sin ningún problema.
De la misma manera en que los corredores dependen de sus recursos para terminar el maratón, las plantas del desierto dependen de los recursos disponibles y la forma en la que los utilizan para poder sobrevivir y reproducirse en estos ambientes. Al final, el premio de los corredores consiste básicamente en la satisfacción personal de haber terminado el maratón. En el caso de las plantas, podríamos decir que el premio consiste en la permanencia exitosa de las especies a lo largo de la evolución.
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Referencias bibliográficas
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Héctor Godínez Álvarez
Facultad de Estudios Superiores-Iztacala,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Godínez Álvarez, Héctor. (2008). El maratón del desierto. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 34-35. [En línea]
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José Ramón Hernández Balanzar | |||||||||||
La naturaleza está constituida de tal manera
que es experimentalmenteimposible
determinar sus movimientos absolutos.
Albert Einstein
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Desde la formación de la Tierra, las diferentes formas de vida
han prosperado durante casi cuatro mil seiscientos millones de años. El planeta ha sufrido innumerables cambios naturales de tipo biológico, físico y químico. El mundo giraba más rápido, los días y las noches eran más cortos. La superficie, entre sólida y viscosa, burbujeante e incandescente, estaba plagada de cráteres y de chimeneas volcánicas de las que emanaban sustancias volátiles desde el interior de la Tierra. Algunos de los gases arrojados, como el hidrógeno, demasiado ligeros, se escapaban para siempre al espacio exterior; otros, como el amoniaco, eran descompuestos por la radiación solar. La composición de la atmósfera y los procesos físicos y químicos que regulan el comportamiento atmosférico han variado a lo largo del tiempo desde el momento en que se formó el planeta.
La atmósfera está constituida en su mayor parte por nitrógeno (N) en 78% y por oxígeno (O) en 21%, no hay que despreciar los demás gases que representan 1%, como el vapor de agua, el CO2 (bióxido de carbono), el CH4 (metano), el O3 (ozono), el N2O (óxido de nitrógeno) y hoy en día los compuestos de cloro y flúor (freones o cfc). Aunque estas concentraciones de gases sean muy pequeñas, es importante estudiarlas y monitorearlas por el impacto que tienen en el clima, en especial por el efecto invernadero.
El sistema climático y los ciclos bio-geo-físico-químicos están relacionados entre sí, al igual que los forzamientos al sistema. El sistema climático natural está integrado principalmente por tres elementos que se interrelacionan: la atmósfera, el océano y el continente (o la tierra emergida). Su relación está dada por la dinámica y la física atmosférica, la dinámica oceánica, el balance o intercambio de energía y el ciclo hidrológico. Igualmente los ciclos bio-geo-químicos integran tres subsistemas: la biogeoquímica marina, los ecosistemas terrestres y la química atmosférica. Los procesos biológicos, químicos y físicos que suceden en la Tierra afectan el sistema climático. Los sistemas naturales descritos hasta el momento se hallan sometidos a importantes procesos de cambio y transformación. Estos cambios han sido continuos desde la formación de la Tierra, pero han sufrido una aceleración y, en algunos casos, un cambio de dirección en los últimos doscientos años debido a la intervención humana.
La biogeoquímica enfatiza las interacciones de las entidades biológicas con su ambiente. Los organismos están adaptados a márgenes más o menos estrechos de las condiciones bioquímicas. La mayoría de cambios realizados por el hombre en los patrones de flujo de materia o energía cambian esos sistemas naturales y pueden causar la extinción de las especies o de los hábitats. La intervención humana en los ciclos biogeoquímicos tiene lugar por la explotación de recursos (remoción de materiales) o por la contaminación (adición de materiales). Cambios pequeños en el flujo de algunos gases y materiales pueden tener efectos dramáticos sobre el ambiente natural, si se incrementan por el efecto cascada. Un ejemplo es el daño potencial de un incremento en el bióxido de carbono atmosférico a las formas de vida y hábitats como consecuencia del calentamiento global con los efectos mediados por los procesos hidrológicos y bioquímicos. Otros ejemplos a considerar a escala global son la producción de alimento terrestre o acuático y su dependencia del clima, la disponibilidad de nutrimentos y la presencia de agentes tóxicos; la liberación de ácido sulfúrico y sus efectos sobre los sistemas terrestres y acuáticos; la liberación en la biósfera de gases de efecto invernadero, la radiación climática y la dispersión de químicos sintéticos tales como pesticidas. El entendimiento de los ciclos biogeoquímicos naturales puede ayudar a minimizar el impacto humano sobre dichos sistemas naturales.
El ciclo hidrológico desempeña un papel fundamental en el funcionamiento tanto del sistema climático como del conjunto de mecanismos bio-geo-físico-químicos, conectando un sistema con el otro y desempeñando un papel clave en los sistemas naturales en su conjunto. Este ciclo involucra el movimiento del agua en sus tres estados, es el agente movilizador de otros elementos, es uno de los principales determinantes dinámicos del clima planetario, permite el intercambio de grandes cantidades de energía y opera en un amplio rango de escalas temporales y espaciales.
Por otro lado, el carbono es el cuarto elemento de mayor abundancia en el universo y es absolutamente esencial para la vida terrestre. En realidad, el carbono constituye la definición propia de vida y su presencia o ausencia ayuda a definir si una molécula es considerada orgánica o inorgánica. Cada organismo sobre la Tierra necesita del carbono ya sea para su estructura, su energía, o en el caso de los humanos, para ambos. Descontando el agua, somos mitad carbono. Además, el carbono se encuentra en formas tan diversas como en el bióxido de carbono, y en sólidos como la caliza (CaCO3), la madera, plástico, diamantes y grafito.
El ciclo global carbónico, uno de los ciclos biogeoquímicos más importantes, puede ser dividido en componentes geológicos, biológicos y químicos. El ciclo carbónico geológico funciona en una escala temporal de millones de años, mientras que el ciclo carbónico biológico y químico funciona en una escala temporal de días a miles de años.
El carbono y sus ciclos
Desde la formación de la Tierra, las fuerzas geológicas han actuado paulatinamente sobre el ciclo global carbónico. En periodos de larga duración, el ácido carbónico (un ácido débil formado por reacciones entre el CO2 atmosférico y el agua) se combina poco a poco con minerales en la superficie continental. Estas reacciones forman los carbonatos por medio de un proceso llamado desgaste. Luego, por la erosión, los carbonatos desembocan en el océano donde terminan asentándose en el fondo.
Este ciclo continúa cuando la placa que constituye el fondo del mar empuja por debajo de los márgenes continentales mediante el proceso de subducción. A medida que el carbono del fondo del mar sigue siendo empujado por las fuerzas tectónicas, se calienta, eventualmente se derrite, y puede volver a la superficie donde se transforma en CO2. De esta manera retorna a la atmósfera. Este retorno a la atmósfera puede ocurrir violentamente, a través de erupciones volcánicas, o de manera más gradual, en filtraciones, los respiraderos de CO2. El levantamiento tectónico también puede exponer caliza enterrada antiguamente. Un ejemplo de esto ocurre en el Himalaya, donde algunos de los picos más altos del mundo están formados de material que estuvo en el fondo del océano. El desgaste, la subducción y el vulcanismo controlan las concentraciones atmosféricas de bióxido de carbono a lo largo de periodos de tiempo de cientos de millones de años.
La biología tiene un papel importante que nos permite entender el movimiento del carbono entre el continente, el océano y la atmósfera, por medio del proceso de fotosíntesis y respiración. Virtualmente toda la vida multicelular en la Tierra depende de la producción de azúcares por las plantas a partir de la luz solar y el CO2 mediante el proceso de la fotosíntesis; y también del desgaste metabólico de esos azúcares por los animales (incluyendo al ser humano) mediante el proceso de la respiración que produce la energía necesaria para poder moverse, crecer y reproducirse.
En el día las plantas toman el CO2 de la atmósfera al efectuar la fotosíntesis, mientras los animales liberan el CO2 a la naturaleza durante la respiración. Las siguientes reacciones químicas dan cuenta de ambos procesos. En la fotosíntesis: energía (luz solar) + 6CO2 + 6H2O → C6H12O6 + 6O2; y en la respiración: C6H12O6 (materia orgánica) + 6O2 → 6CO2 + 6 H2O + energía.
Por medio de la fotosíntesis las plantas verdes usan la energía solar para convertir el CO2 atmosférico en carbohidratos, también llamados azúcares (C6H12O6); por medio de la alimentación los animales absorben estos carbohidratos y otros productos derivados de ellos. En otras palabras, la respiración es el proceso inverso de la fotosíntesis, ya que libera la energía contenida en los azúcares para uso del metabolismo y cambia el “combustible” (que es el C6H12O6 transformado en CO2), y éste, a su vez, retorna a la atmósfera. Cada año, la cantidad de carbono tomada por la fotosíntesis y retornada a la atmósfera por la respiración es aproximadamente mil veces mayor que la cantidad de carbono que se mueve a través del ciclo geológico del carbono.
En la superficie terrestre y de los océanos el mayor intercambio de carbono con la atmósfera resulta de la fotosíntesis y la respiración. La fotosíntesis cesa en la noche cuando el sol no puede proveer la energía para que se active la reacción. Sin embargo, la respiración de los animales continúa.
Esta diferencia entre ambos procesos se refleja en los cambios en las concentraciones atmosféricas estacionales del CO2. Durante el invierno, cuando muchas de las plantas pierden sus hojas, la fotosíntesis cesa, pero la respiración de los animales nunca cesa. Esta condición lleva a un aumento en las concentraciones atmosféricas de CO2 durante el invierno. Sin embargo, con la llegada de la primavera, la fotosíntesis se reanuda y las concentraciones atmosféricas de CO2 se reducen.
En los océanos, el fitoplancton (las plantas microscópicas que forman la base de la cadena alimenticia marina) aporta carbón a los animales para producir conchas de carbonato de calcio (CaCO3). Estas conchas se asientan en el fondo del océano cuando el animal muere. Al ser enterradas estas conchas, así como otros organismos marinos, llegan a comprimirse a medida que pasa el tiempo y se transforman en caliza. Además, en ciertas condiciones geológicas, la materia orgánica puede ser enterrada y formar depósitos de carbono que se transformarán en combustible e incluso yacimientos de petróleo en el fondo marino. La materia orgánica se transforma en combustible fósil. Ambas formaciones, de caliza y de combustible fósil, son procesos biológicos controlados en plazos largos por el CO2 atmosférico.
Los océanos desempeñan un papel fundamental en el ciclo del carbono, puesto que contienen el mayor porcentaje de nutrimentos y se considera que absorben un alto porcentaje de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Los gases presentes en la troposfera, y que se ubican en los primeros quince kilómetros de la atmósfera, son componentes claves de los ciclos bio-geo-físico-químicos y tienen un papel importante en el balance radiativo solar y terrestre.
Los procesos de producción fotoquímica de ozono, que se desarrollan en la estratosfera (en la franja de la atmósfera que va de 15 a 50 kilómetros), son importantes en la distribución y circulación de la energía térmica interna, y en la absorción de radiación ultravioleta (uv) solar, lo cual sirve como protección a los organismos vivos de radiaciones peligrosas.
Por otro lado, la actividad de la biósfera en el continente acelera la movilización de elementos como fósforo (P), silicio (Si) y fierro (Fe). Estos elementos con el tiempo llegan al océano por los ríos, las superficies costeras y la infiltración y escorrentía de las aguas subterráneas hacía el océano.
En miles de años estos nutrimentos entran en la circulación oceánica estimulando la producción y el alimento de los diversos organismos marinos.
Comportamiento planetario autorregulado
Los elementos que componen el sistema climático del planeta actúan entre sí, de modo que el resultado neto es un permanente intercambio autorregulado. La autorregulación del clima y la composición química del sistema atmósfera-océano-continente son las propiedades emergentes del comportamiento planetario que sólo se dan en el acoplamiento de las partes en un todo. La evolución del sistema se caracteriza por largos periodos de equilibrio con cambios lentos y cambios bruscos que lo mueven a nuevos estados de equilibrio. Existen modelos que explican la autorregulación simultánea del clima. Estos modelos hacen predicciones que pueden ser probadas por observación. Una de ellas es que la vida en un planeta no puede progresar si es aislada; los organismos deben ser suficientemente abundantes para afectar y ser regulados por la evolución geoquímica del planeta.
El sistema terrestre incluye varios procesos que refuerzan o amortiguan las fluctuaciones y los cambios del clima, se les llama mecanismos retroalimentadores y se denominan positivos si su efecto es el de amplificar, y negativos si es atenuar. Estos mecanismos se deben principalmente a la criosfera, a las nubes (gotitas de agua suspendidas en la atmósfera) y al vapor de agua; el signo del segundo es incierto y los otros dos son positivos. Como puede verse, los tres resultan del agua en sus diversas fases: sólida, líquida y gaseosa. La criosfera es blanca y brillante, sobre todo cuando la nieve y el hielo están nuevos; o sea que su albedo es alto (cercano a 100%). Por lo tanto, absorbe escasamente la radiación incidente y casi no se calienta. Además, el frío produce hielo y nieve, entonces la criosfera crece; en consecuencia, el albedo superficial aumenta, pues el continente y, sobre todo, el océano, desprovistos de hielo y nieve, tienen un albedo pequeño. De manera que donde antes se absorbía mucha radiación del Sol, ahora ya no, y se presenta una merma de calor; tenemos entonces que una disminución de temperatura ocasiona un enfriamiento adicional por expansión de la criosfera. O sea que frío genera frío.
El hecho de que la Tierra se comporte como un sistema interconectado y autorregulado se puso en evidencia precisamente en 1999, cuando se publicó el registro de temperatura, CO2 y CH4 (metano) de los últimos 420 mil años del núcleo de hielo de Vostok. Estos datos proveen un contexto temporal muy poderoso y una evidencia visual dramática de un sistema planetario integrado, lo que a su vez presenta un nuevo espectro de conceptos sobre el sistema climático. Con este argumento se puede probar que la Tierra es un sistema con propiedades y comportamientos acoplados que son propios de un sistema dinámico complejo.
Este comportamiento sistémico de la Tierra se debe a la combinación de forzamientos externos (principalmente variaciones en los niveles de radiación solar que llegan a la superficie del planeta) y el conjunto de múltiples retroalimentadores y forzadores en el ambiente terrestre. Por ejemplo, los glaciares crean su propio clima; es decir, hay hielo porque hace frío, pero lo inverso es igualmente cierto: hace frío porque hay hielo. Es más exacto decir: “en los polos hace frío porque hay casquetes”, que “hay casquetes porque hace frío”.
En efecto, los casquetes polares son un remanente de las glaciaciones ocurridas en el pleistoceno (la última ocurrió hace 18 mil años). Podríamos pensar que si se descongelaran los polos o —más bien dicho— si por medios artificiales los casquetes fueran derretidos, éstos no se volverían a formar, desaparecerían para siempre, hasta que hubiera una nueva glaciación. Por lo tanto, la destrucción de un glaciar sería muy probablemente irreversible; después sólo se formarían mantos temporales de hielo y nieve en invierno. Esto no ha sucedido en los casquetes polares, pero sí en los glaciares situados en las montañas.
Otro ejemplo de un retroalimentador y un forzamiento dentro del planeta son: las variaciones de vapor de agua contenido en la atmósfera como retroalimentador, y las variaciones en la concentración de los gases de efecto invernadero, principalmente por las emisiones de CO2 ligadas a las actividades humanas como ejemplo de forzamiento.
Las regularidades en los últimos 420 mil años
Durante varios siglos previos a la industrialización, el CO2 tuvo una concentración casi constante en la atmósfera, de 280 partes por millón en volumen (ppmv); a esta cantidad se le llama, en consecuencia, el nivel preindustrial. A partir de mediados del siglo XIX, esta concentración ha aumentado, y en 2005 alcanzó 381 ppmv, según el registro del observatorio de Mauna Loa en Hawaii. Con los gases traza pasa algo parecido. El comportamiento radiacional de los gases de efecto invernadero se calcula con la teoría cuántica y se observa experimentalmente en el laboratorio, pero también lo demuestra la historia del clima.
El análisis de la temperatura y los gases que quedaron atrapados en las burbujas de aire en el núcleo de hielo de Vostok, revela un patrón rítmico de “metabolismo”, algo así como una respiración planetaria en donde se observan cuatro ciclos climáticos a lo largo de 420 mil años. Se puede ver una relativamente rápida transición del estado glacial al interglacial y una gradual transición del interglacial al glacial, lo que sugiere que la razón de absorción y emisión de CO2 de los ecosistemas marinos y terrestres es asimétrica, esto es que no absorben y emiten a la misma velocidad.
Si se analizan las curvas de CO2, temperatura, CH4, 18O atmosférico (de aquí en adelante 18Oatm) y la insolación a 65° de latitud norte durante la mitad de junio, se observa que el CO2, la temperatura y el CH4 tienen un comportamiento muy similar en cuatro ciclos climáticos, los cuales tienen un máximo que dura un breve periodo, conocido como interglacial, seguido por una disminución oscilante en las tres variables, hasta llegar a una relativa estabilidad alrededor de los valores inferiores, con un largo periodo de duración, al cual se denomina glacial; después de esto se observa una súbita elevación en los valores que da inicio a un nuevo periodo interglacial. Se observa también un claro paralelismo entre estas tres variables: suben y bajan juntas. No obstante, la situación actual rompe esta secuencia; en el pasado, los tres registros han tenido cuatro oscilaciones, con periodos de unos cien mil años, y oscilan entre los mismos límites superior e inferior. Este comportamiento representa un sistema bio-geo-físico-químico complejo y autocontrolado, es el metabolismo natural de la biósfera terrestre, del cual el efecto invernadero es sólo un componente.
Temperatura-gases de efecto invernadero-insolación
Si bien la sincronía observada entre la temperatura y los principales gases de efecto invernadero es notoria en el intervalo geológico señalado anteriormente, en periodos menores no es tan clara, pues otros fenómenos de corto plazo perturban la señal de temperatura; entre ellos destacan las oscilaciones naturales internas del sistema climático, como el Niño y la Niña: el primero eleva la temperatura a escala planetaria, y la segunda la reduce. Otro factor importante de la variabilidad interanual del clima son las erupciones volcánicas, que inyectan hasta la estratosfera aerosoles que quedan suspendidos por años y enfrían el clima planetario. El Niño tiene cierta periodicidad de recurrencia; en cambio, el vulcanismo es más bien azaroso en su manifestación, y la magnitud de ambos es muy variable. Hay un aerosol artificial, el sulfato, producido también por la industria, que aumenta sistemáticamente y atenúa el calentamiento debido al efecto invernadero por la radiación entrante. Por todos estos elementos, adicionales al efecto invernadero, que afecta el clima, los registros históricos de CO2 (emitido antropógenamente) y de la temperatura no van paralelos desde mediados del siglo xix, aunque sí hay un incremento claro en ésta alrededor de 0.6 ºC.
La gran semejanza entre el comportamiento del CO2, el CH4 y la temperatura en el barreno de Vostok lleva a considerar estos dos gases de efecto invernadero como causa y también efecto de la variación en la temperatura. En primer lugar porque la variación de los gases de efecto invernadero como causa, y de la temperatura como efecto, prueba que los gases de efecto invernadero se comportan como cuerpos casi transparentes ante la radiación de onda corta, lo que permite que la radiación solar, emitida en este rango de longitud de onda, pueda viajar a través de la atmósfera casi sin obstáculo hasta llegar a la superficie del planeta y calentarla, aunque también parte de ésta se refleja. Sin embargo, la radiación que emite la Tierra es de onda larga y los gases de efecto invernadero son parcialmente opacos a tales longitudes de onda, por lo que no permiten que toda la energía que emite el planeta se fugue al espacio; más bien, una fracción de ésta es absorbida y reemitida hacia la superficie calentándola aún más. Esto implica que la temperatura superficial del planeta sea mayor de lo que sería si no hubiera gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya que estos gases absorben la radiación, y por lo tanto la temperatura media del planeta sería 33°C menor de lo que es ahora.
En segundo porque la variación de la temperatura como causa, y la de los gases de efecto invernadero como efecto, prueba que un descenso en la temperatura genera una disminución en la producción de CO2 y CH4 debido a que la actividad biológica de los seres vivos se reduce (aunque unos seres vivos producen y otros consumen estos gases, la concentración neta de los mismos es menor); y también porque una disminución en la temperatura hace que el océano pueda almacenar una cantidad mayor de CO2, ya que éste es más soluble en el agua fría.
La radiación recibida por la Tierra, llamada insolación, se considera como un detonador en los cambios glaciares-interglaciares. La energía emitida por el Sol casi no varía, por eso se denomina constante solar. Por ser tan pequeñas estas variaciones, los instrumentos antiguos eran incapaces de detectarlas; pero las medidas modernas han demostrado que tal “constante” en realidad cambia. Coexisten varios ciclos sobrepuestos de características físicas que juntas constituyen la actividad solar; entre estas propiedades del Sol hay algunos vínculos claros y otros inciertos. Además, la actividad solar y el clima terrestre insinúan correlaciones que pueden ser sólo coincidencias, pues su base física es precaria.
Evidentemente, un aumento (o disminución) en la luminosidad del Sol debe calentar (o enfriar) el clima y esto se registrará más claramente cuanto más fuerte o duradero sea aquél (o aquélla). La radiación recibida por la Tierra depende además de otros factores llamados orbitales, que son: oblicuidad, excentricidad y longitud y posición del perihelio (la distancia más corta de la Tierra al Sol). La longitud del perihelio y la excentricidad determinan la órbita, y la posición del perihelio y la oblicuidad determinan la orientación de la Tierra respecto de esa órbita.
Los estudios del paleoclima muestran que mucha de la variabilidad ocurre con periodicidad correspondiente a la de la precesión, oblicuidad y excentricidad de la órbita de la Tierra, que actúan como un forzamiento inicial. El punto más frío de cada periodo glacial precede al final de dicho periodo excepto en el tercer ciclo. Se atribuye esto a que justo antes de esta transición se presenta la mínima insolación a 65° de latitud norte. El 18Oatm depende fuertemente de las propiedades climáticas y relaciona éstas con la insolación. Sin embargo, al comparar estas dos variables con los registros de CO2, CH4 y temperatura de los datos de Vostok, se puede ver que la insolación y los parámetros orbitales no son determinantes en la variabilidad climática para un periodo de por lo menos un millón de años. El holoceno
Dentro del cuaternario (periodo geológico actual, iniciado hace dos millones de años), en su última cuarta parte predominaron cuatro glaciaciones, con breves etapas cálidas intercaladas. Sin embargo, el último lapso interglacial ha sido mucho más largo que sus antecesores (12 mil años); a esta etapa geológica se le llama holoceno.
A pesar de que la primera mitad del holoceno fue por lo general más cálida que la actual, hacia el año 8200 antes del presente hubo un abrupto y corto episodio bastante frío del cual tenemos numerosos indicadores: la concentración de metano disminuyó a nivel global, los colores de los sedimentos marinos de Cariaco, Venezuela, correspondientes a esa época aparecen más claros y la temperatura en Summit, Groenlandia, descendió unos 6 ºC.
Se piensa que la calidez del holoceno propició el desarrollo de la civilización (sedentarismo-agricultura-urbanización), y a su vez, la civilización propició industrialización a partir de mediados del siglo xix y con ella (seguramente) el aumento de bióxido de carbono en la atmósfera y el (muy probable) calentamiento global actual. Esta nueva época de la evolución del planeta, afectado apreciablemente por el hombre, se llama antropoceno.
Existen medidas directas del clima (es decir con instrumentos) sólo para el último siglo y medio; para todo el resto, el clima se ha medido indirectamente. O sea que de los innumerables cambios climáticos, únicamente el producido por el hombre ha sido registrado directamente con instrumentos también hechos por el hombre. El registro de todos los demás se hace con los llamados indicadores paleoclimáticos o proxies.
Las evaluaciones basadas en los principios de la física, y de los modelos climáticos indican que es improbable que el forzamiento natural pueda por sí solo explicar los diferentes cambios pasados observados en la temperatura de la atmósfera.
Si bien la reconstrucción de los forzamientos naturales es incierta, la inclusión de sus efectos provoca un aumento en el promedio de temperaturas a escalas temporales de varios decenios.
Los modelos y las observaciones muestran un aumento en la temperatura a nivel mundial, un mayor contraste entre la temperatura de la superficie terrestre y de los océanos, una disminución en la extensión de hielo marino, una retracción de los glaciares, una elevación del nivel del mar y un aumento en las precipitaciones en latitudes altas del hemisferio norte. Los modelos predicen un ritmo de calentamiento más rápido en las capas medias a superiores de la troposfera al que se observa en los registros de temperatura troposférica obtenidos mediante satélites o radiosondas.
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José Ramón Hernández Balanzar
Instituto de Ciencias Nucleares,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es físico egresado de la Facultad de Ciencias, UNAM. Desde 1992 se dedica a la divulgación de la ciencia. Ha sido revisor académico de libros de texto de la SEP actualmente es profesor en la Facultad de Ciencias y Coordinador de Difusión y Divulgación en el Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
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como citar este artículo →
Hernández Balanzar, José Ramón. 2008. El metabolismo de la Tierra. Ciencias, núm. 90, abril-junio, pp. 4-14. [En línea].
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de la solapa |
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Genética y mamíferos
mexicanos: presente y
futuro
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Ella Vázquez Domínguez
y David J. Hafner (eds.)
New Mexico Museum of Natural
History & Science,
Albuquerque, 2006. 73p.
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México tiene una enorme diversidad de fauna y flora.
Está entre los cinco países con mayor número de especies del grupo de los mamíferos, además, un alto porcentaje de éstas son endémicas. El estudio de dicha diversidad tiene ya una larga historia en el país, ya que naturalistas y biólogos han trabajado intensamente en el campo, y gracias a ello tenemos un conocimiento relativamente bueno de la variedad, distribución geográfica y ecología de las diferentes especies de mamíferos mexicanos. El estudio sobre aspectos genéticos de mamíferos en nuestro país es mucho más reciente, por lo cual la información con la que contamos es comparativamente menor.
El libro Genética y mamíferos mexicanos: presente y futuro, editado por Ella Vázquez Domínguez y David J. Hafner, incluye ocho capítulos en los que se describen estudios sobre algún aspecto de ecología molecular, genética de poblaciones, filogeografía y evolución, de diversos taxones de mamíferos mexicanos, desarrollados por 16 investigadores de nueve instituciones diferentes. El prefacio del libro lo escribió uno de los mastozoólogos más reconocidos y queridos nacional e internacionalmente, James L. Patton, profesor emérito de la Universidad de California en Berkeley y director, durante muchos años, del Museo de Zoología de dicha universidad.
El lector de esta obra encontrará información sobre una gran diversidad de mamíferos mexicanos; estudios hechos acerca de un orden completo como los murciélagos, e incluso de grupos particulares como los lagomorfos y los roedores de la familia Muridae. Los trabajos descritos revisan las preguntas que más comúnmente se han abordado en estudios genéticos realizados con mamíferos, incluyendo filogenia y sistemática, distribución histórica y actual, formas de dispersión, congruencia entre genealogías y distribución geográfica, así como las técnicas moleculares más empleadas, los aspectos y propuestas relevantes para la conservación, y las prioridades y directrices hacia donde debe dirigirse el estudio de la genética de los mamíferos de México. Entre los diversos temas que podrá leer se incluye una de las revisiones más exhaustivas sobre la estructura genética poblacional de la mastofauna marina mexicana, su origen y conformación; la propuesta taxonómica más reciente para el género Reithrodontomys; los métodos y técnicas más adecuadas para realizar monitoreo de especies raras y amenazadas, utilizando muestreos no invasivos; una descripción muy detallada sobre la biogeografía histórica de los desiertos cálidos de Norteamérica, a través de la reconstrucción filogeográfica de linajes específicos.
Finalmente, encontrará una evaluación sobre qué tanto conocemos sobre la diversidad genética de los mamíferos de nuestro país, hacia dónde debemos dirigirnos considerando los temas y grupos taxonómicos menos estudiados, así como una reflexión sobre los cuatro campos o áreas de estudio en que se enmarca el estudio genético, molecular y evolutivo, presente y futuro, de los mamíferos en general y los mexicanos en particular.
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El libro puede adquirirse en el laboratorio de Ella Vázquez (This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.) en el Instituto de Ecología de la UNAM. | ||||||||||||||
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como citar este artículo →
Vázquez Domínguez, Ella y Hafner, David J. 2008. Genética y mamíferos mexicanos. Presente y futuro. Ciencias número 90, abril-junio, p. 78. [En línea].
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de la solapa |
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La diversidad biológica
de México. Una visión
sintética.
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César Carrillo Trueba
Col. Tercer Milenio, CNCA, 2004. 64 p.
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México se encuentra entre los cinco países de mayor
diversidad biológica del mundo, ya que en su territorio se encuentran casi todos los tipos de ecosistema que hay en el planeta y una gran riqueza de especies, muchas de ellas únicas por encontrarse exclusivamente en su territorio —esto es, son endémicas. La intención de este libro es proporcionar una visión sintética de lo que es la biodiversidad de México, destacando aspectos relevantes de las grandes unidades ambientales —selvas, matorrales, etcétera—, y haciendo énfasis en los procesos que la han generado y la sustentan, así como en los que han causado su deterioro y destrucción, y siguen haciéndolo.
Cabe señalar, para los especialistas, que esta obra no es un compendio de cifras de cada uno de los grupos de organismos que hay en el país ni un inventario con su clasificación y ubicación precisa, pues seguramente resultaría árido además de imposible, pues el conocimiento de la diversidad biológica es aún incompleto. Tampoco se intenta efectuar un detallado recuento de daños, de las irreparables pérdidas de especies y hábitats, ni un lamento por la destrucción que ha sufrido. Es innegable que la degradación de este patrimonio es alarmante, pero la nota amarilla, tan frecuente en los medios de comunicación cuando se habla de la destrucción de la naturaleza, suele resultar paralizante.
La intención es que los lectores se formen una idea más bien dinámica, compleja, y que miren los problemas ambientales como algo específico, y por tanto susceptibles de ser resueltos, por parciales que sean las soluciones. Asimismo, se busca incitarlos a acercarse a estos temas, a leer al respecto, a salir y mirar la naturaleza con otros ojos. Si además esto lleva a algunos a emprender acciones en favor de la preservación de la inmensa diversidad biológica del país, a la búsqueda de alternativas que permitan conciliar su uso con su conservación, el esfuerzo de síntesis realizado en este libro se vería completamente recompensado. Espero así sea.
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Fragmento de Introducción | |||||||||||||
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como citar este artículo →
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Julio Glockner Rossainz | |||||||
A la memoria de don Rejo,
cantor del temporal,
y de doña Presi,
quien continúa soñando
con los Espíritus Temporaleños.
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Existen dos regiones en el altiplano central mexicano
en donde la población campesina de origen nahua ha realizado, desde la época prehispánica, rituales para controlar el clima con la finalidad de obtener una buena cosecha anual de maíz y frijol. Me refiero a La Malinche o Matlalcueye, volcán extinto cuya altura es de 4 461 metros sobre el nivel del mar, y a la Sierra Nevada, formada por dos volcanes, la Iztaccíhuatl (5 230 metros) y el Popocatépetl (5 465 metros), el primero extinto y el segundo en actividad desde diciembre de 1994. Los pisos ecológicos que los caracterizan, partiendo de fértiles valles ubicados a 2 200 metros de altitud, han permitido la utilización múltiple de sus recursos, combinando la milpa, el huerto y el bosque para obtener productos destinados al autoconsumo, el trueque o el intercambio monetario en los mercados regionales.
Tradicionalmente se han concebido estos volcanes como proveedores de lluvia; así lo consignan los descubrimientos arqueológicos, algunos códices y varios cronistas del siglo xvi. Y es que este hecho se hace evidente al sentido común de los agricultores, quienes año con año presencian la formación de grandes conglomerados de nubes en sus cimas, sobre todo a partir del mes de mayo y hasta el mes de octubre. Por esta razón se han establecido lugares sagrados a alturas superiores a cuatro mil metros, a donde acuden los campesinos anualmente a entregar sus ofrendas en medio de oraciones y alabanzas propias del rito católico.
Ambas regiones se encuentran actualmente rodeadas de grandes ciudades como el Distrito Federal, Puebla, Tlaxcala y Cuautla, entre muchas otras, lo que ha propiciado un proceso cada vez más intenso de aculturación, que incluye también la migración a ciudades estadounidenses, como Los Ángeles, Chicago y Nueva York. Por ello no deja de ser sorprendente que continúe la práctica de ceremonias de tipo mágico-religioso, que en buena medida provienen de antiguos rituales mesoamericanos.
Las caminatas rituales hacia estos volcanes con el fin de ofrendarlos están actualmente encabezadas por especialistas en el manejo mágico del clima. Estas personas reciben diversos nombres según la zona en la que trabajan: en Puebla se les llama tiemperos, quiaclazques, cuitlamas, quiamperos, conjuradores y conocedores del tiempo; en el estado de México, graniceros, trabajadores temporaleños, ahuaques, aureros, ahuizotes; en Morelos, quiapequis, misioneros del temporal, rayados, claclazques; en Tlaxcala, quiatlaz, tezitlazquez e hijos del rayo, sin que esta división excluya la coexistencia de términos en los distintos estados.
Una característica común a todos ellos es el desempeño del papel de intermediarios entre los hombres y los seres sobrenaturales que habitan y gobiernan los fenómenos naturales, función que sólo pueden realizar por haber sido “endonados desde arriba”, es decir, por el padre eterno o dios padre. Esta distinción, que modificará sustancialmente sus vidas desde el momento en que decidan asumir el destino para el que han sido “exigidos”, sólo es posible gracias al reconocimiento de la comunidad, si no de toda, al menos de aquella parte que, preservando la tradición, reconoce en ciertos signos y circunstancias la existencia de este don enviado desde el cielo.
Los que saben del tiempo
En la región de La Malinche, la tradición (entendida como un vínculo con el pasado que preserva una relación ritual con la naturaleza concebida como una totalidad sagrada) establece varias formas para que una persona pueda iniciarse como trabajador del temporal, oficio exclusivamente masculino. En primer lugar están aquellos que nacen con poderes inmanentes y tienen revelaciones oníricas al llegar a la madurez. Cuando a alguien le ocurre esto, según la información que obtuvo Hugo Nutini, La Malinche se le aparece en sueños y le explica en detalle la naturaleza del conocimiento que va a adquirir y cómo practicarlo. La Malinche conduce al iniciado a su morada, una enorme cueva en el corazón de la montaña, para instruirlo en su oficio.
En segundo término están aquellos que desean aprender el oficio de tiempero, y al no haber tenido sueños con La Malinche buscan un tezi-tlazque poderoso que les enseñe a conjurar el mal tiempo. Es el caso de don Luz Sánchez, un viejo tiempero de San Tadeo Huiloapan, fallecido a la edad de 85 años, quien relató la siguiente historia a Felipe Cornelio Hernández: “Yo aprendí a conjurar de mi papá. El tenía mucha práctica y gracia para conjurar las nubes. Lo hacía con oraciones lindas y magníficas; venían en unos libros cristianos, ya viejecitos; los recibió de un tío que era cantor. Mi padre, aunque no sabía leer, conocía de memoria las oraciones. Siendo yo chamaco me decía: ‘Enséñate a conjurar las nubes, estudia las oraciones, no seas burro, para que mañana te defiendas y tengas el derecho de ser un hombre de estima’. Cuando ayudaba a mi papá a conjurar, me tocaba prender el carbón en el bracero, encender la cera, poner el incienso en el sahumador y sahumar los campos, para que con el aroma del incienso las tempestades se fueran a otro lado. Con el paso del tiempo, mi papá me empezó a decir: ‘Anda hijo, conjúrate aquella nube; conjúrate esa otra. Yo agarraba el sahumador y echaba humo de incienso y agua bendita en forma de cruz en las milpas y por las veredas. Así empecé a tomar el camino para conjurar’ ”.
Finalmente están aquellos que han sido “exigidos” desde Arriba y un rayo cae en su propio cuerpo o suficientemente cerca como para que no quepa duda alguna de que estaba dirigido a ellos. El ser tocado por el rayo dota de poderes a la persona elegida desde el cielo y posteriormente tendrá revelaciones oníricas. Quienes mueren en esta experiencia se transforman en ayudantes de La Malinche bajo el aspecto de serpientes con rostro humano; los que sobreviven habrán de asumir su destino como trabajadores del temporal.
En la región de los volcanes Popocatépetl-Iztaccíhuatl se dan también estas tres variantes; pero quienes desempeñan el cargo por voluntad propia, mediante un aprendizaje, invariablemente ocupan un lugar secundario, pues se considera que no han sido endonados y no mantienen el contacto indispensable con los seres sobrenaturales mediante el sueño. Pueden ser buenos acompañantes y hasta ayudantes en la ejecución del ritual, su buena voluntad y su fe son apreciadas, pero se les considera completamente incapaces de propiciar la lluvia y manejar mágicamente los elementos atmosféricos. Otra diferencia respecto a La Malinche es que, en algunos pueblos, también las mujeres desempeñan el cargo de trabajadoras del tiempo.
El sueño, los mundos
La relación que los tiemperos establecen con la naturaleza transcurre en un doble sentido: por una parte, es una relación técnico-laboral, instrumentada por ciertas condiciones técnicas y conocimientos de tipo pragmático, de la cual obtienen lo necesario para su mantenimiento; pero simultáneamente es una relación de tipo místico-ritual en la cual devuelven ceremonialmente a la naturaleza algunos de los bienes que han obtenido de ella. Este acto de gratitud y correspondencia es al mismo tiempo un acto propiciatorio del buen temporal para poder continuar obteniendo de ella lo indispensable para vivir. En este segundo momento de la relación, la naturaleza se revela como “adueñada”, como habitada por una “sobrenaturaleza” imperceptible a los sentidos pero susceptible de manifestarse en ciertas circunstancias extraordinarias, como son los sueños, la caída de un rayo, la disciplina ascética, el consumo de hongos y de plantas enteogénicas.
Esta segunda forma no está fundamentada en una simple creencia, sino en una excepcional y privilegiada percepción; no la caracteriza la ambigüedad ni el titubeo de la duda especulativa, sino la certidumbre de lo que ha sido experimentado en carne propia, quiero decir, la relación con el llamado mundo sobrenatural es también una relación sensorial, aunque en otro estado de conciencia. En esa otredad de la conciencia, el sueño desempeña una notable función por su accesibilidad, frecuencia e intensidad experimentada. Es necesario aclarar, sin embargo, que no todos los sueños son considerados como significativos por los trabajadores del temporal.
Al sueño, dice Ángel Cappelletti, se le puede considerar como un modo de ser porque implica una relación con el tiempo y el espacio, con la causalidad y la sustancia; muy distinta, y hasta opuesta, a la de la vigilia, vista como un modo de actuar porque supone una ruptura o una discontinuidad con las normas éticas y jurídicas, y como un singular modo de conocer, pues los modos de ser y actuar que le son propios le otorgan, en algunas culturas, facultades de adivinación o profecía.
La relación onírica con el mundo es determinante en la labor de los pedidores de lluvia, pues es en los sueños donde reciben la evidencia de la dualidad aparencial del mundo, dualidad propia de toda hierofanía y realidad sacra. A sus ojos un volcán es un volcán, pero simultáneamente es un anciano o una mujer, es Gregorio Popocatépetl o Rosita Iztaccíhuatl; a sus ojos un cerro es un cerro, pero también un depósito de nubes, lluvias y granos de maíz. La imagen onírica de carácter sagrado revela el verdadero ser del mundo, la realidad primordial escondida, por así decirlo, en la apariencia material que el mundo tiene a los ojos de cualquier persona cotidianamente. Pero el sueño es fundamental también porque al socializarse, al transmitirse de boca en boca, proporciona al imaginario colectivo las imágenes, los escenarios y las tramas indispensables para conservar y recrear los mitos.
Historias del tiempo
Hace cien años, el etnólogo Frederick Starr escuchó entre la gente que habita en las faldas de La Malinche, testimonios de la belleza de la mujer-volcán: era una bella mujer que habitaba en una cueva de la montaña, tenía el cabello muy largo y suelto y enviaba la lluvia, el rocío, el granizo y la nieve. Los habitantes de la zona le ofrendaban diversos objetos, como peines y listones para adornar su pelo. Subían a depositarlos en las partes más altas de la montaña, la cual, creían, estaba atravesada por enormes galerías donde se conservaban centenares de ollas en las que La Malinche preparaba el granizo y la lluvia.
Cien años después se sigue hablando de una mujer corpulenta, “con harto cabello”, que ocasionalmente conduce a las personas que encuentra en las laderas hacia el interior de la montaña, donde los visitantes pueden ver, hundidos en el asombro, a los hombres-víbora que la ayudan y, a veces, a ella misma convertida en serpiente. El simbolismo de la serpiente —como advierte Mircea Eliade— es de una polivalencia turbadora, pero todos los símbolos convergen hacia una misma idea central: es inmortal y se regenera; por lo tanto, dice Eliade, es una “fuerza” de la Luna y, como tal, distribuye la fecundidad… El complejo mujer-serpiente-montaña-que-hace-llover no puede ser más elocuente al evocar los potenciales beneficios que contiene y que entregará a los hombres que sepan desencadenarlos.
“Un tiempero —decía don Luz Sánchez— es una persona que trabaja con el tiempo; conjura los granizos para evitar que dañen los campos. Para ser tiempero se requiere, primero, tener buena fe, después aprender las oraciones; asimismo se necesita valor, resignación y coraje contra la nube. Por eso yo creo que no cualquier gente puede ser tiempero, uno es designado por dios”. El trabajador del tiempo debe saber combatir los vientos perjudiciales, las heladas, las trombas, conocidas como mangas o culebras de agua, los periodos prolongados de sequía y las tormentas. También debe pedir las lluvias y saber reconocer los signos que anuncian su llegada oportuna o retrasada, su intensidad y sus posibles efectos.
Todo este acontecer meteorológico está profundamente impregnado de una carga ético-religiosa. El combate de los tiemperos contra el mal temporal es concebido como una lucha perpetua contra las fuerzas del Mal y, desde luego, contra sus emisarios aquí en la tierra. Un buen conjurador se considera a sí mismo como alguien señalado por dios para trabajar con el bien y procurar el bienestar a sus semejantes, que son, según el imaginario geográfico del tiempero, la gente de su propia comunidad, de su región o “del mundo entero”. Esta última idea ha sido inducida recientemente por los noticieros de televisión, donde aparecen imágenes de desastres naturales, lo mismo en el continente americano que en Europa o Asia, sin que los viejos tiemperos tengan noción alguna de las distancias o la ubicación geográfica de los lugares devastados por huracanes, tormentas, temblores o sequías.
Es usual en los pueblos de Tlaxcala, al pie de la Malinche, que los particulares contraten los servicios de un tiempero para que proteja sus terrenos. Cuando don Luz era joven, pero ya adiestrado por su padre en el oficio de conjurar, fue contratado por dos personas para que cuidara sus terrenos un par de años en un pueblo vecino donde debía enfrentar a los que él llama “tiemperos malos”. Estas son sus palabras: “Conjuraba en el mero centro de la población, los de San Simón me ayudaban echando cohetones y haciendo rogaciones […] La primera vez me pusieron a prueba con unos tiemperos malos, ¡ya me andaban ganando!, me metieron un granizal. Empezó con una nube chiquita, ¡pero cómo tronaba! Entonces que agarro mi machete, con él le pegaba a la nube del lado del huracán. Recé el Padre Nuestro y otras oraciones lindas, así corretié la tempestad; fue a caer por San Pablo”.
“Otra vez allí mismo en San Simón, los tiemperos diabólicos me echaron como catorce víboras de agua, una de ellas empezó como una nube chica […] pero creció nomás de arriba, parecía huevo de toro, iba y venía el remolino, sonaba como una carreta, se paró sobre el pueblo, pero no cayó porque la conjuré. Las personas que vieron, me dijeron: ‘¡Te la sacaste, muchacho!’. También dijeron: ‘Ya no te vayas, cásate aquí y te quedas de dueño’, pero como era yo chamaco de dieciséis años no hice caso […] Los tiemperos malos son hermanos del Rayo y compañeros del Granizo. Citan a los siervos del mal y les piden tempestades para que vengan a molestar los campos”.
El caso más sobresaliente que he encontrado en el conflicto entre las fuerzas del bien y el mal fue en el estado de Morelos, en las faldas meridionales del Popocatépetl, en una congregación de tiemperos denominada Misioneros del Temporal. La disputa con otras congregaciones de la misma zona se debe a las diferencias que existen en la interpretación simbólica de diversos elementos que intervienen en el ritual, como el uso de flores amarillas y rojas para adornar las cruces de los lugares sagrados, que según los misioneros propician las enfermedades y la sequía, o el empleo de listones de colores que representan el arcoiris y que, según los Misioneros, ahuyenta las lluvias.
Esta congregación, formada por una docena de personas iniciadas a través del sueño o el rayo, ha establecido un auténtico combate onírico y ritual con los miembros de otras tres congregaciones que visitan los mismos lugares sagrados pero que, afirman los Misioneros, lo hacen por intereses puramente personales, pues cobran fuertes cantidades de dinero por poner sus conocimientos al servicio de los acaparadores de maíz, que pagan para que las tierras de temporal no produzcan lo suficiente y puedan ellos enriquecerse vendiendo el grano almacenado. Los enemigos de los misioneros son vistos en sueños bajo la forma de animales como toros, serpientes, leones o también con su fisonomía humana. También en sueños tienen “avisos”, por parte de sus mensajeros, de cuáles son los lugares sagrados que han sido objeto de maleficios. Estos últimos consisten en amarrar las cruces con alambres, o tirarlas “boca abajo”, o ensuciar el agua que ellos depositan al pie de la cruz principal, enterrada y cubierta por lajas de piedra, y que debe permanecer limpia, pues de ella beben los espíritus que trabajan con el temporal…
El vínculo fundamental de los misioneros con los seres celestiales, como ocurre en otras zonas del volcán, se produce a través de los sueños. A diferencia de lo que ocurre en Puebla, donde los sueños tienen un carácter estrictamente individual, en el sentido de que son interpretados exclusivamente por la persona que soñó, en Morelos los sueños tienen un carácter colectivo, es decir, son comentados a los demás miembros de la congregación para ser analizados e interpretados conjuntamente a fin de precisar su significado y actuar en consecuencia. Esto sucede sobre todo con los sueños que revelan la existencia de algún maleficio hecho por miembros de otras congregaciones en los calvarios. “El sueño —dice don Epifanio—, Dios lo manda con sus mensajeros pa’ que a uno le anuncien. Por ejemplo, el señor san Miguel Arcángel tiene sus mensajeros, que son ángeles, no son como nosotros, bueno, nosotros aquí somos mensajeros pero de la Madre Tierra, o sea, para hacer los pedimentos hacia dios, por eso somos mensajeros”.
Entre el cielo y la tierra
Es por medio de los sueños como se ha establecido una relación analógica entre el cielo y la tierra. A los ojos de don Epifanio, el mayor de la congregación, el volcán Popocatépetl es el lugar sagrado por excelencia, un centro del mundo donde se genera el buen y el mal temporal, un lugar al que se acude para propiciar ritualmente el bienestar o la desventura de los pueblos, enviando buenas lluvias o desatando malos temporales que perjudiquen los cultivos. Estas son sus palabras: “Los avisos vienen de los que están arriba, de los ángeles, de las nubes que mueven los ángeles. Nooo, si se diera usté cuenta de lo que está en el cielo, ¡Diosito lindo!, lo que trabaja en el cielo, mmmhh. ¡Dios mío! Todas las maravillas que Dios nos muestra en los sueños. Hay veces en los sueños ve uno cosas, que de veras no quisiera uno despertar. Ve uno cosas maravillosas, lo que es en la tierra no es nada, nooo, ahí se ven cosas muy sagradas, ¡muy sagradas de veras! Ahí se ven todos los rayistas cómo trabajan, los relampaguistas, todos los ángeles de dios. Nomás el volcán no está pero ni una parte descubierto, ‘ta todo alrededor lleno de ángeles, todo, todo, todo. Si usté ahorita lo ve así, como una cosa cualquiera, pero está, mire, una tras otro, uno tras otro de ángeles. Nooo, de veras que es una cosa que uno no lo cree. Y lo que más le da a uno la fe, es cuando dios le demuestra a uno. Va uno a pedir y Dios le concede a uno. ¡Híjole, dios mío, por qué es uno tan pecador, y tantas cosas que dios nos demuestra!”.
De acuerdo con la experiencia de don Epifanio los sueños son una puerta de acceso a lo que el mundo tiene de misterio y maravilla: “También en sueños se trabaja. Es que el primer lugar es el volcán: ese es como el palacio de gobierno federal. No es cualquiera, es lo federal, son oficinas que están ahí, pero en grande. Ahí son lo más sagrado, pues porque de ahí dependen nuestros alimentos, así es. Por eso, si está mal allá, si descomponen y no entra tan fácil l’agua. No entra, no entra porque el cielo también tiene sus direcciones y si en algún lugar sagrado está perturbado, no entra, no trabajan los espíritus de arriba. Porque todas las nubes están por un espíritu, todas las nubes son espíritus de arriba. Esos no son los que vinieron a la tierra, como nosotros. Pero, psss, también dios nos pone a trabajar allá, pero los que andamos de veras en el temporal […] sólo quien dedica toda su vida tiene oportunidad de trabajar allá arriba”.
A los ojos de un tiempero la lluvia y el viento no están desprovistos de intencionalidad. Una nube, quieta o en movimiento, es la expresión de una voluntad susceptible de ser inducida mediante la ejecución de un ritual. Pero es el sueño el que hace evidente esta doble naturaleza del mundo. El sueño no sólo se caracteriza, como bien indica Cappeletti, por su modo de ser, de actuar y de conocer, el sueño es también una puerta de acceso a lo sagrado, un puente que permite constatar mediante la propia experiencia la existencia de una dimensión espiritual que, lejos de ser ajena al mundo material, es parte constitutiva de él, pues no sólo lo complementa sino que le otorga un sentido adicional y trascendente.
La compresencia
A esa dimensión imperceptible para los sentidos durante la vigilia y la sobriedad podemos —usando un término de Ortega y Gasset— llamarla compresencia. Las sociedades tradicionales han construido, individual y colectivamente, mediante sueños, visiones enteogénicas, relatos míticos y prácticas rituales, un complejo mundo espiritual con una geografía y seres sagrados que la habitan. Un mundo simultáneo sin el cual el mundo material en el que vivimos habitualmente sería incompleto y falto de sentido.
La existencia de esta dimensión no es un asunto que deba circunscribirse al terreno de las meras “creencias” sin correr el riesgo de banalizarlo. Al hombre religioso esta dimensión se le manifiesta como realidad perceptible, palpable, audible, capaz de provocar las más intensas emociones mediante sueños, visiones enteogénicas, revelaciones místicas provocadas por ayunos, disciplinas corporales o enfermedades. Estas experiencias, vividas intensamente, proporcionan una certidumbre que hunde sus raíces en la existencia misma y no en la invisibilidad de un imaginario fantasioso.
Ortega y Gasset creó la noción de compresencia para referirse a toda realidad que no es percibida directamente por el individuo en un momento determinado, pero que, sin embargo, cuenta con su existencia como parte integrante de la realidad total en la que vive. Sabemos que existe una infinidad de cosas, lugares y personas que, aun cuando no se presenten directamente a nuestros sentidos, son compresencias que integran nuestro mundo. Lo mismo ocurre con la dimensión espiritual que ha sido experimentada mediante un trance, un sueño o un estado extático. Una vez que se ha tenido acceso a esa realidad primordial, el hombre religioso sabe que cuenta con la compresencia sagrada de espíritus y deidades que inciden permanentemente en su vida. Los mitos que ha creado dan cuenta de la existencia de estos seres que son los destinatarios de toda actividad ritual y de los cuales existen representaciones plásticas o escenificaciones ceremoniales, como ocurre en todas las religiones. Esta compresencia mística expande la vida espiritual del hombre religioso, que crea los más diversos vínculos entre sus actividades materiales y los seres que habitan esa dimensión sacra que le ha sido revelada y que forma parte de un mismo y complejo mundo.
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Referencias bibliográficas
Cappelletti, Ángel. 1989. Las teorías del sueño en la filosofía antigua. fce, Cuadernos de la Gaceta núm. 57, México.
Elíade, Mircea. 1981. Tratado de historia de las religiones. Era, México. Glockner, Julio. 2000. Así en la tierra como en el cielo. Pedidores de lluvia del volcán. Grijalbo-uap, México. 1997. “Los sueños del tiempero”, Graniceros, cosmovisión y metereología indígena en Mesoamérica, Johanna Broda y Beatriz Albores (coords.). unam-Colegio Mexiquense, México. 1996. Los volcanes sagrados, mitos y rituales en el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl. Grijalbo, México. 1997. Entrevista con don Epifanio, Morelos, 27 de octubre, notas de campo. Hernández, Felipe Cornelio, “Entrevista con don Luz Sánchez”. Robichaux, David. 1997. “Clima y continuidad de las creencias prehispánicas en la región de La Malinche (México)”, Antropología del clima en el mundo hispanoamericano, Mariana Goloubinoff, Esther Katz y Annamaría Lammel (eds.). Colección Biblioteca Abya-Yala, Tomo II; 50. Abya-Yala, Quito. Starr, Frederick, “Notes upon the Ethnography of Southern México”, reimpreso del vol. viii del Davenport Academy of Natural Sciences (Davenport, Iowa). Putnam Memorial Publication, en David Robichaux, “Clima y continuidad de las creencias prehispánicas en la región de La Malinche (México)”, Antropología del clima en el mundo hispanoamericano. |
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Julio Glockner
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Es antropólogo egresado de la ENAH. Co-fundador del Colegio de antropología social de la BUAP. Autor de Los volcanes sagrados. Mitos y rituales en el Popocatépetl y la iztaccíhuatl; así en la tierra como en el cielo. Pedidores de lluvia del volcán; Mirando el paraíso y la realidad alterada. Drogas enteógenos y cultura. Investigador del instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.
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como citar este artículo → Glockner Rossainz, Julio. 2008. La nube y el sueño. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 68-76. [En línea].
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de la red |
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Lo que nos une
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Susana Biro
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A finales de 2007 la Facultad de Ciencias de la UNAM
llevó a cabo un homenaje a Luis Estrada Martínez. A lo largo de cuatro jornadas de conferencias asistieron sus colegas de muchos años para compartir las experiencias que tuvieron con este universitario de hueso colorado. El panorama que se produjo con el conjunto de memorias nos permitió ver que Estrada ha estado involucrado en labores muy diversas en el tiempo en que ha trabajado en la unam. Por más de cuarenta años ha fungido como investigador, profesor y divulgador. Además, ha generado espacios ricos para la discusión que han permitido la formación de otros seres pensantes a su alrededor.
En la última sesión del homenaje, dedicada a la divulgación de la ciencia, Estrada tuvo la oportunidad de hablar y reiteró la importancia de la cultura científica. Ante un auditorio que reunía estudiantes y profesores, investigadores y divulgadores, recalcó el hecho de que todos necesitamos de una buena cultura científica para hacer bien nuestra labor, y entender la de los demás.
Esta idea de que lo primero, o lo central, es la cultura científica no es una idea concebida por Estrada recientemente, sino más bien ha sido el hilo conductor de muchos de sus proyectos. El más reciente de ellos se llama Temas de ciencia contemporánea y, en palabras de los organizadores, es realizado “por un grupo universitario interesado en la comprensión, análisis y discusión de los avances de la investigación científica”. La manera más sencilla de acercarse a este proyecto y sus diversas actividades es mediante la consulta de su página en la red: www.cienciorama.unam.mx. Lo primero con lo que nos encontramos es un atractivísimo portal, ganador del premio a la mejor página de divulgación que otorgó la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica en 2006. Ahí se anuncia que obtendremos una imagen del universo mediante la siguiente clasificación: lo grande del universo, nuestro planeta, la vida en la Tierra, la especie humana, la naturaleza de la materia, la evolución del cosmos. Dentro de cada una de estas categorías encontramos notas breves con temas de interés. Los realizadores explican que no pretende ser ni exhaustivo ni enciclopédico, su fortaleza está en la variedad de los autores y en su constante crecimiento, pues cualquiera puede hacer comentarios a todas las notas.
Cabe señalar que aquí escriben estudiantes (la más joven, una chica recién graduada de la preparatoria) al lado de investigadores. La calidad está garantizada por un proceso de revisión por parte de los organizadores y un conjunto de expertos en los diversos temas.
El proyecto tiene además, o quizás habría que decir principalmente, un seminario que se reúne los jueves por la tarde y en el cual un científico en activo comparte su conocimiento con los asistentes. Recientemente, ahora sí que a petición del público, estas sesiones también se transmiten vía teleconferencia a otras sedes. Esta experiencia se complementa con entrevistas a los ponentes, y el archivo de audio se puede bajar de la misma página.
Es un espacio de discusión que tiene varias salidas, es decir que utilizan diversos medios para llegar a sus públicos. Pero además podemos constatar que no se trata de emisiones unidireccionales, sino que realmente se da la tan deseada retroalimentación. En ocasiones, los ponentes del seminario también escriben una nota, o comentan las de otros más. En ocasiones, alguien se entera del proyecto por medio de la página y luego asiste a los seminarios en vivo. Se trata, pues, de un ejemplo más de la amplitud de miras y flexibilidad de medios que caracterizan las tareas emprendidas por Luis Estrada con el afán de crear en nosotros una cultura científica.
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Referencias bibliográficas
Patterson, J. H. 1907. The man-eaters of Tsavo, and other East African Adventures. [http://www.gutenberg.org/etext/3810].
West, P. y C. Packer. 2002. Sexual selection, temperature, and the lion’s mane. Science 297:1339-1343. |
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Susana Biro
Dirección General de Divulgación de la Ciencia
Universidad Nacional Autonóma de México.
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como citar este artículo →
Biro, Susana. 2008. Lo que nos une. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 44-45. [En línea]
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