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Bitácora Arquitectura 1245B07  
 
 
 
Cristina López Uribe  
                     
Bitácora Arquitectura es la revista de divulgación
de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus disciplinas de estudio corresponden a las cuatro licenciaturas que ahí se imparten: arquitectura, arquitectura de paisaje, urbanismo y diseño industrial. Su contenido depende de los temas elegidos por su comité editorial para cada número, algunos han sido: arquitectura, ciudad y oscuridad, la arquitectura y la ciudad desde la perspectiva de género y paisaje, ciudad y tiempo. En el número 36 se reflexiona en torno al tema de fronteras.


En todo lugar del planeta, a lo largo de la historia, se han usado fronteras, murallas, límites y muros para llevar a cabo diversas funciones políticas, económicas y militares. Estas fronteras se constituyen culturalmente como ideas en torno al peligro y la seguridad que varían sustancialmente en cada época y territorio. Hoy se construyen urbanizaciones cerradas, vías rápidas y grandes centros comerciales; se generan guetos de muchos tipos, los que son necesariamente cuestionables para desafiar las estrategias de poder que muestran o esconden, ya sea por medio de la construcción de muros abiertamente discriminatorios y violentos o de aquellos que, detrás del velo de una supuesta poética arquitectónica o paisajística, disimulan delicados mecanismos de opresión. Las fronteras físicas o simbólicas también evidencian y protegen las identidades al establecer definiciones frente a los otros y al mismo tiempo generan imaginarios urbano-arquitectónicos y sociogeográficos complejos. El número 36 de Bitácora Arquitectura aborda todas estas cuestiones.

En las páginas de esta revista, colaboradores de todo el mundo (desde estudiantes hasta especialistas de varias disciplinas) analizan críticamente los temas propuestos en relación a la ciudad en la que vivimos, nuestro entorno natural y construido, y los objetos de nuestra vida cotidiana. Te invitamos a conocerla y darnos tus propuestas de publicación.
     
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Cristina López Uribe
Facultad de Arquitectura,
Universidad Nacional Autónoma de México.

     

     
 
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López Uribe, Cristina. 2017. Bitácora Arquitectura. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 76. [En línea].
     

 

 

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Ciudad fractal
en pos de la forma urbana ideal
1245B06  
 
 
 
César Carrillo Trueba  
                     
El fractal es una forma común en la naturaleza,
desde los cristales hasta los árboles, pasando por las bacterias, los bronquios y el sistema venoso. A grandes rasgos, ésta posee dos características: permite el movimiento o la comunicación de lo que contiene —la sangre, por ejemplo— y facilita la relación con el medio que le rodea, el intercambio como en el caso de la oxigenación. Es una forma que mantiene una tensión entre ambas funciones, generando un equilibrio inestable en el sistema en cuestión. ¿Es posible aplicar esta forma a la de una ciudad?, ¿servirá para planear su crecimiento? Las experiencias emprendidas parecen indicar que sí, que es una buena herramienta para pensar la ciudad.


Imago12501n
George Candilis, Fort Lamy, N’Djamena, Tchad, 1962;
gráfica tomada de Frankhauser et al., 2007.


El modelo de ciudad predominante es centralizado, símbolo del poder del Estado, y hasta cierto tamaño no resulta tan complicado para vivir; pero el crecimiento desmedido de las urbes lo ha llevado a una crisis, obligando a la búsqueda de soluciones. La densificación de la población fue ampliamente adoptada bajo el supuesto de que los servicios —educación, salud, comercio, recreación, etc.— serían accesibles a todos los habitantes, pero ha generado una saturación del espacio, tráfico, falta de agua, contaminación, ruido y violencia —como bien lo conocemos los habitantes de la ciudad de México— sin eliminar la desigualdad de acceso. Además de que, en su crecimiento, va afectando el entorno natural, deforestando, modificando la temperatura ambiente, destruyendo flora y fauna y mermando los servicios ambientales.

A diferencia de este tipo de ciudad, que tiene un centro y una periferia, los fractales son estructuras de múltiples escalas que replican su configuración en cada una de ellas por lo que no hay un centro privilegiado. Así, en lugar de tener una ciudad que forme un polígono de bordes lisos, como un cuadrado —ideal de una ciudad perfectamente trazada—, la ciudad fractal avanza sobre el entorno como lo hacen las raíces de un árbol, dejando porciones de área natural entre la urbanización, las cuales mantienen una conectividad entre ellas, permitiendo que todos los ciudadanos tengan áreas verdes cercanas y a la vista, como se puede apreciar en las tres figuras de la página opuesta y en el croquis elaborado para la ciudad de N´Djamena en Tchad por Georges Candillis, precursor en esta idea. Asimismo, establece niveles de servicios de manera sencilla: muy cerca hay comercios para abastecerse de alimentos y demás productos cotidianos, escuela primaria y secundaria, alguna plaza o parque; a una distancia razonable hay clínicas o un pequeño hospital, preparatorias, parques mayores, algún deportivo y supermercados; le siguen los servicios que se emplean un par de veces al mes: hospitales, museos, cines, restaurantes y bares, librerías, etc.; finalmente, a una distancia mayor están las tiendas especializadas, centros médicos, universidades, bosques urbanos, servicios administrativos y amplia oferta de entretenimiento. Todos los niveles deben estar comunicados por una buena red de transporte público y facilidades para moverse en bicicleta y caminar; obviamente, seguridad para los ciudadanos.

Puede parecer una utopía, pero hay quienes dicen que Tokio es una ciudad fractal y la imagen en esta página lo sugiere así. Además, los fractales son estructuras que resultan de procesos de auto-organización, lo que les confiere una gran plasticidad y por tanto aparecen en ámbitos naturales muy diversos. Poseen una fuerte resiliencia, es decir, que logran recuperar su forma al ser afectados por algún fenómeno que los perturbe, por lo que en el ámbito urbano permiten que en ellos se desplieguen estilos de vida diferentes, gustos y preferencias, procesos sociales de distinta índole, entornos variados, e incluso se recuperan de las decisiones erróneas de funcionarios y planificadores, nuestro peor mal hoy día.

Finalmente, lo que me parece su mayor virtud, es que son sistemas que establecen una equitatividad en el acceso a los servicios, a las áreas verdes, a un transporte digno, al aire limpio y el agua; el ciudadano es su mayor preocupación. La ciudad fractal es, ante todo, una ciudad democrática.

Imago12502n 
NASA, Tokio de noche


     
Referencias bibliográficas

Frankhauser, P., C. Tannier, G. Vuidel y H. Houot. 2007. “Approche fractale de l’urbanisation. Méthodes d’analyse d’accesibilité et simulations miltiéchelles”, en 11th World Conference on Transportation Research.
Tannier, Cécile. 2009. “Formes de villes optimales, formes de villes durables. Réflexions à partir de l’étude de la ville fractale”, en Espaces et sociétés, núm. 138, pp.

     

     
César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Carrillo Trueba, César. 2017. Ciudad fractal: en pos de la forma urbana ideal. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 76-77. [En línea].
     

 

 

del diseño
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Consumo sostenible
a partir del cambio de  comportamiento humano mediante
el diseño
1245B05  
 
 
 
Fernando Gutiérrez Hernández  
                     
Los seres humanos somos producto de nuestros
hábitos y convencionalismos socioculturales. Alimentarse, asearse, descansar, recrearse, todo ello se lleva a cabo en un espacio determinado. Sin duda, la arquitectura y el diseño pueden formar y reformar conductas humanas y hábitos; lamentablemente, si bien la definición de prácticas sociales ha sido analizada ampliamente por disciplinas como la sociología, la antropología y la psicología, poco se ha discutido desde la perspectiva del diseño urbano, arquitectónico e industrial.


La reducción en el consumo mediante el cambio de conductas y comportamientos está en discusión académica y en práctica hoy día. Mientras muchos debates y teorías se han concentrado en entender el comportamiento humano desde perspectivas sociales, psicológicas y tecnológicas, otros han reconocido el espacio (ciudades y arquitectura) como elemento central y punto de partida de los hábitos de consumo de recursos, que desempeñan un papel primordial en la generación de un cambio de conductas humanas que llevan a un consumo sostenible de objetos de uso cotidiano en el espacio. Existen cuatro teorías que surgen en la segunda mitad del siglo xx, cuya influencia y argumentos son cada vez más discutidos en diferentes disciplinas enfocadas al diseño.

Cuatro teorías

La Teoría de prácticas sociales nace de la fórmula: (hábito)(capital) + espacio = práctica. Se entiende por hábito aquellas actividades humanas realizadas consciente o inconscientemente; capital se refiere a los recursos usados en los hábitos y pueden ser: humano, social, económico, cultural, ecológico y simbólico; espacio o campo describe el lugar tangible en donde acontecen los eventos; la práctica es el reconocimiento y modo recurrente de realizar actividades que conjugan hábito, capital y espacio. El sociólogo Anthony Giddens argumenta que, en ciencias sociales, los individuos (actores) actúan por medio de experiencias dadas a partir de prácticas sociales que están ordenadas en un lugar y tiempo determinado.

Adicionalmente, dicha teoría está asociada al trabajo del sociólogo Pierre Bourdieu, quien considera que el habitus (hábito) es un proceso inconsciente basado en actos internos de estructuras sociales a través de la experiencia. Bourdieu enfatiza la interrelación del hábito y el espacio en la producción cultural, y asume que los códigos estéticos y las prácticas sociales son histórica y moralmente construidas. Este argumento es analizado por Bourdieu en la Casa Kabyle, donde las prácticas domésticas son estudiadas a través de símbolos asociados a la configuración espacial, lo que da como resultado que la composición de la vivienda relaciona y modifica las prácticas de género como simbolismo de la reproducción y de hábitos como el cocinar.

Le sigue la teoría de los sistemas sociotécnicos, cuyo término fue acuñado por Eric Trist, Ken Bamforth y Fred Emery en el campo de los estudios de ciencia y tecnología bajo influencia antropológica; en otras palabras, la manera en que la tecnología modifica conductas humanas que tienen lugar en espacios definidos. Esta teoría define las interrelaciones de humanos (actores) y tecnología en un campo de trabajo definido (espacio), considerando evolución y aspectos culturales.

Después viene la Teoría de actorred, un enfoque sociológico con gran influencia de los sistemas sociotécnicos en la que se estudian los objetos y las redes que configuran conductas y prácticas sociales. Aquí se consideran interacciones de humanos (actores) y nohumanos (redes) que presentan relaciones simétricas, es decir, que al modificar un aspecto en los actores se tendrá implicaciones en las redes y viceversa. En este sentido, alterar el espacio o campo por medio de la tecnología podría repercutir en los comportamientos y hábitos de consumo.

El sociólogo Bruno Latour representa las conexiones entre agentes y tecnología considerando el espacio, la composición, el tiempo y las técnicas donde tienen lugar. El experto en políticas públicas Jonathan Murdoch argumenta que la Teoría de actorred ofrece la posibilidad de entender las relaciones espaciales y la configuración en la que se desarrollan complejamente las redes. Murdoch presenta dualidades entre naturaleza y sociedad, estructura y acción, al interior de un espacio definido y determinado. Los argumentos de Latour y Murdoch denotan la importancia de los lugares donde objetos y sujetos o redes y actores interactúan.

Finalmente, la Teoría del comportamiento planeado, propuesta por el psicólogo Icek Ajzed, que ha permeado diversas disciplinas relacionadas con el comportamiento humano y social, y relaciona actitudes, normas subjetivas, creencias y afecciones, comportamientos pasados, normas morales y control de comportamiento percibido. Esta teoría ha encontrado aplicaciones en temas de consumo mediante el incremento de la conciencia y la visibilidad de los recursos utilizados.

Usando fundamentos teóricos de todas las propuestas mencionadas, diversas disciplinas han explorado diferentes posibilidades en el diseño del espacio (urbano, arquitectónico e industrial) implementando una variedad de soluciones, materiales e interacciones. En el uso de tecnología en dispositivos arquitectónicos, por ejemplo, así como mediante la visibilidad, conciencia y conocimiento de los recursos energéticos consumidos en las viviendas (a partir de utilizar medidores inteligentes) con lo cual se logra reducir el consumo energético, pues los usuarios están conscientes de la energía que están utilizando en tiempo real.

Igualmente, el sociólogo John Urry argumenta que el espacio y los objetos son dotados del poder que establece: “los límites de lo que es posible corporalmente [sin determinar] las acciones particulares en que los seres humanos pueden participar”. Un ejemplo en diseño industrial es el propuesto por Yonggu Do, Dohyung Kim y Sewon Oh, llamado 1 Liter1 Limit. El diseño es un tanque de agua con una capacidad de un litro asociado al grifo; cuando el agua se termina los usuarios deben esperar unos segundos mientras el grifo se llena nuevamente para ser usado. En este objeto cotidiano pueden materializarse las teorías antes mencionadas, mediante la utilización de conceptos como tiempo, limitación de recurso y conciencia por medio de la visibilidad.

Adicionalmente, cada vez son más recurrentes las aplicaciones y propuestas con objetivos que se inclinan por la dimensión de consumo ecológico en disciplinas relacionadas con el diseño y el arte. La artista Camille Goujon explora mediante la escultura y la pintura una crítica a patrones de consumo en prácticas humanas, principalmente en el consumo del agua. Asimismo, desde la arquitectura y el diseño arquitectónico se plantea necesario reconocer estos primeros acercamientos como punto de partida hacia el entendimiento de prácticas sociales y humanas que tienen lugar en los espacios y el uso de objetos cotidianos, así como las implicaciones antropológicas y sociales al incrementar el uso de la tecnología para prácticas, actividades y hábitos diarios.

Epílogo

En suma, el diseño urbano, arquitectónico e industrial han provisto soluciones que forman y reforman conductas humanas, hábitos y prácticas sociales mediante la generación de infraestructura y objetos cotidianos. En ellos se encuentra intrínseco el uso de la tecnología al servicio de necesidades humanas. Sin embargo, el diseño, en sus diversas manifestaciones, requiere mayor entendimiento de la definición de las prácticas y los hábitos humanos que tienen lugar al interior de edificios y ciudades. Urbanistas, arquitectos y diseñadores enfocados al área del consumo sostenible deben ser capaces de entender y materializar teorías de comportamientos humanos, sociales y tecnológicas que provienen de diversas disciplinas. La finalidad del diseño, como elemento formador y reformador de conductas, puede ser un punto esencial en el entendimiento y cambio de patrones de consumo que ocurren en el espacio habitable y en la generación de objetos de uso cotidiano.

Para terminar, la Teoría de prácticas sociales, la de sistemas sociotécnicos, la de actorred y la del comportamiento planeado son algunas posturas cuyo entendimiento permite materializar y explorar diferentes alternativas. Estas discusiones teóricas reconocen el papel tan importante que tiene el espacio, los lugares en donde se llevan a cabo las prácticas y los hábitos diarios. Por tanto, es necesario un acercamiento interdisciplinario para que se sistematicen las disciplinas de diseño y otros campos del conocimiento que han explorado y reconocido las conductas humanas, los hábitos y las prácticas.

El diseño, en cualquiera de sus manifestaciones, ofrece la posibilidad de diseminar teorías y de experimentar cambios materializados en espacios y objetos tangibles. A partir de ahora es necesario un acercamiento que redefina configuraciones espaciales y el diseño de objetos de uso diario mediante la aplicación de teorías que converjan desde diversas disciplinas. El entendimiento de las teorías aquí explicadas puede contribuir al cuestionamiento de hábitos de consumo y a la normalización de prácticas sociales, así como a la generación de propuestas cada vez más enfocadas al cambio de comportamientos hacia un consumo más sustentable.

     
Referencias bibliográficas

Ajzen, I. 1985. “From Intentions to Actions: A Theory of Planned Behaviour”, en Actioncontrol: From Cognition to Behaviour, Kuhl Julius y Jürgen Beckman (eds.). Springer, Heidelberg. Pp. 11-39.
_____. 2011. “The Theory of Planned Behaviour: Reactions and Reflections”, en Psychology and Health, vol. 26, núm. 9, pp. 1113-1127.
Bourdieu, Pierre. 1984. Distinction: A Social critique of Judgement and Taste. Routledge, Londres.
_____. 1985. The Genesis of the Concept of Habitus and the Field. University of Pittsburgh, Pittsburg.
_____. 1990. The Logic of Practice. Polity Press, Cambridge.
Calhoun, C. (ed.). 2002. Dictionary of the Social Sciences. Oxford University Press, Nueva York.
Giddens, Anthony. 1984. The Constitution of Society: Outline of the Theory of Structuration. University of California Press, Berkeley.
Latour, Bruno. 1999. “A Collective of Humans and Nonhumans: Following Daedalus’s Labyrinth”, en Pandora’s Hope: Essays on the Reality of Science Studies. Harvard University Press, Cambridge. Pp. 174-215.
Murdoch, Jonathan. 1998. “The Spaces of ActorNetwork Theory”, en Geoforum, vol. 29, núm. 4, pp. 357-374.
Urry, John. 2000. Sociology Beyond Societies: Mobilities for the Twentyfirst Century. Routledge, Londres.
Webster, Helena. 2011. Bourdieu for Architects. Routledge, Oxon.

 
En la red

www.yankodesign.com/2011/02/04/oneliterlimited
goo.gl/ioWRpN
     

     
Fernando Gutiérrez Hernández
Universidad Iberoamericana-Ciudad de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Gutiérrez Hernández, Fernando. 2017. Consumo sostenible a partir del cambio de comportamiento humano mediante el diseño. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 62-65. [En línea].
     

 

 

de la salud
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Contaminación  ambiental por
mercurio:  ¿un
rojo que engaña?
1245B01  
 
 
 
Rocío García Martínez  
                     
El mercurio posee una de las peores reputaciones entre los metales debido al más grave accidente recordado en la historia por contaminación de mercurio, ocurrido en la bahía de Minamata en Japón. El incidente fue provocado por la empresa química Corporación Chisso, establecida cerca de la bahía de Minamata en 1908, que utilizaba cloruro de mercurio para la obtención de acetaldehído, un material utilizado para la fabricación de cloruro de polivinilo o pvc, derivado del plástico. Durante sesenta años la compañía vertió los subproductos químicos a la bahía sin ningún tipo de tratamiento, provocando el envenenamiento de pescados y mariscos por metilmercurio, un compuesto derivado de este metal. Por medio de la cadena trófica el mercurio llegó a los pobladores de la región, contabilizándose dos mil personas intoxicadas, de las cuales murieron aproximadamente mil.

El evento bastó para que este elemento infundiese alarma pública en todas las regiones del mundo donde podía haber fuentes de contaminación por mercurio; la inquietud llegó a tal grado que se elaboró el Convenio de Minamata con el objetivo de minimizar su uso en la industria a nivel mundial, ya que diversas investigaciones han mostrado que constituye una amenaza para la salud humana y la vida silvestre debido a que altera el sistema nervioso central, causando daños neurológicos irreparables.

El mercurio es un contaminante global, existen más de veinticinco minerales que lo contienen; su mena principal es el cinabrio, conocido como sulfuro de mercurio, utilizado desde hace más de 2 300 años como pigmento rojizo en utensilios y como colorante para ritos religiosos por poblaciones prehispánicas. Otras formas minerales del mercurio incluyen la corderoita, la livingstonita y sus formas supergénicas como el mercurio elemental, el calomelano y la schuetteita, ésta última aparece como costras que cubren rocas en las cercanías de escombreras del mineral (mineral dumps) dando una belleza especial a la roca.

Todos estos minerales se encuentran principalmente en las profundidades, se forman de manera natural y son estables; el mercurio se encuentra así, pero por medio de procesos antropogénicos se extrae el metal del mineral, ocasionando su liberación a la atmósfera.

Mercurio en la atmósfera

La presencia de mercurio en la atmósfera se debe a procesos naturales como incendios forestales, erupciones volcánicas y eventos meteorológicos o bien por actividades realizadas por el humano, como la explotación minera, la manufactura industrial metalmecánica y la refinación del petróleo.

Durante los últimos cien años las emisiones industriales han duplicado la cantidad de mercurio emitida a la atmósfera. Una serie de estudios llevados a cabo por investigadores del Coastal and Marine Mercury Ecosystem Research Collaborative analizan el proceso de acumulación del mercurio y de la toxina derivada llamada metilmercurio y su incorporación a los océanos y a la cadena trófica. Para dicho análisis se contabiliza el mercurio presente en seres vivos como el atún, ya que teóricamente no debería contenerlo, por lo tanto la cantidad encontrada es considerada producto de la ingesta de alimentos contaminados.

Por otro lado, se estima que entre 50 y 75% de las emisiones de mercurio a la atmósfera son de origen antropogénico; esto se sabe ya que se evalúa la concentración de mercurio en zonas habitadas y no habitadas por el humano.

Los orígenes de la deposición atmosférica de mercurio, es decir, del flujo de mercurio de la atmósfera a la tierra y a los océanos, son locales y regionales así como hemisféricos o mundiales. El mercurio emitido es transportado grandes distancias por las corrientes de viento, la lluvia y las nubes. Las corrientes oceánicas también son vías de transporte del mercurio y los océanos son importantes depósitos dinámicos de mercurio en el ciclo global. Es importante enmarcar factores atmosféricos, geológicos y biológicos como responsables de la distribución, migración y transporte del mercurio.

Por ejemplo, en 2005 se presentaron datos del aporte de mercurio antropogénico por la vía atmosférica en el lago Erie, localizado entre Estados Unidos y Canadá. Durante el año 2000 estimaron aportes de mercurio al lago de hasta 1 742 toneladas anuales a través de la deposición húmeda y de 3 483 por vía seca, esto se mide utilizando una técnica de análisis químico llamada espectroscopia de absorción atómica. En cuanto a la lluvia y otras formas de deposición húmeda, su composición depende en gran medida de las características del aire. Así, zonas industrializadas poseen un alto contenido de mercurio debido al uso de combustibles fósiles. Además, el agua de lluvia posee un importante papel en el arrastre, transporte y procesos de erosión de suelos, cuando el mercurio está depositado en el suelo comienza a interactuar con la geosfera o la biósfera.

Las reacciones de oxidación entre las formas del mercurio y los minerales que forman las rocas de la corteza terrestre son las principales responsables de la composición del cinabrio natural no contaminado. En la época de lluvias los suelos son lavados, de modo que arrastran una multitud de sólidos y elementos disueltos que pueden llegar a los ríos y por consiguiente al mar. Por mencionar un ejemplo, los químicos y toxicólogos Chad Moore y Anthony Carpi describieron en 2005 que la lluvia es el factor que más influye en la variabilidad de las concentraciones de mercurio en sus diferentes especies dependiendo de la acidez de la lluvia. El problema de la contaminación por metales tóxicos lo originan diversos factores, entre los que se encuentra la cantidad y la variedad de las fuentes emisoras. Cabe señalar que al comparar las emisiones globales de elementos como manganeso, mercurio y selenio, éstas provienen en su mayoría de fuentes naturales; sin embargo, en el plano regional, las fuentes originadas por el hombre pueden contribuir de manera importante y estos metales se convierten en contaminantes a escala local.

Muchos organismos acuáticos tienen la capacidad de modificar físicamente el suelo en el que viven, además pueden tomar ciertos compuestos químicos del medio y excretar otros distintos, modificando de este modo la composición química de los suelos, pero este cambio es lento. Debido a la explotación de las minas se producen cambios más veloces en el pH, potencial redox, etcétera. En este sentido, un estudio en 1997 describe claras diferencias en las concentraciones de mercurio en los estuarios de los ríos Tweed y Dee en Escocia, atribuidas a la actividad minera, presentando un máximo durante el invierno, cuando dicha actividad es mínima. Mientras las modificaciones geológicas y biológicas de las superficies terrestres han sido muy lentas, los cambios inducidos o estimulados por actividades humanas han acumulado mercurio con rapidez en años recientes.

Efectos en la salud

La contaminación por mercurio provoca trastornos cardiovasculares, neurológicos y malformaciones congénitas. El metilmercurio es una toxina particularmente potente, capaz de llegar a la placenta y ataca principalmente el sistema nervioso central. Por ser liposoluble, esta toxina se acumula en los organismos vivos, es decir, se adhiere al tejido adiposo provocando efectos tóxicos secundarios y en algunos casos hasta la muerte.

La ingesta de alimentos contaminados por mercurio, por ejemplo pescado, es la principal vía de intoxicación, debido a su biotransformación y magnificación biológica, es decir, se incrementa la concentración por la cadena trófica debido a que los animales acumulan metilmercurio más rápido de lo que pueden excretarlo, así que, aun cuando las concentraciones iniciales de metilmercurio en el agua sean bajas, los procesos biomagnificadores acaban por convertir el metilmercurio en una amenaza real para la salud humana.

Asimismo, los efectos tóxicos causados por inhalación de vapor de mercurio dañan especialmente el sistema nervioso provocando pérdida de la memoria, temblores, inestabilidad emocional (angustia e irritabilidad), insomnio e inapetencia. La exposición a los vapores de mercurio puede producir daños pulmonares y llevar a la muerte dependiendo del periodo de exposición y del grado de concentración detectado.

El empleo de cosméticos y medicamentos que contienen mercurio son una fuente adicional de riesgo.

Finalmente

Aunque ya se han reportando diversos estudios sobre el monitoreo ambiental de mercurio, por ejemplo los de los químicos M. Rangel y K. Macías en 2015, donde analizaron la cantidad de mercurio en agua para consumo humano y en el suelo en Taxco de Alarcón, Guerrero, se llegó a la conclusión de que el agua contenía una mayor concentración de mercurio que el permitido por la Norma Oficial Mexicana.

Es importante considerar los efectos del mercurio a largo plazo por sus efectos adversos al ambiente y a la salud humana; así que deben desarrollarse estudios en diferentes lugares para conocer los resultados de mercurio a los que la población está expuesta día con día.

     

     
Rocío García Martínez
Centro de Ciencias de la Atmósfera,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

García Martínez, Rocío. 2017. Contaminación ambiental por mercurio, ¿un rojo que engaña?. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 10-13. [En línea].
     

 

 

de la demografía
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Crecimiento poblacional
y ambiente
1245B04  
 
 
 
María Teresa Velázquez Uribe  
                     
Para analizar las relaciones entre población
y ambiente hay que aplicar un enfoque que incluya, además del crecimiento demográfico, aspectos relacionados con los patrones de producción y consumo de la población. El agente de presión más importante sobre los ecosistemas es la población humana, pero también este elemento es capaz de implementar las posibles soluciones al deterioro y las acciones de conservación de la biodiversidad y de los servicios ambientales.


El crecimiento de la población mundial es un fenómeno relativamente reciente que se acentuó a partir de 1950 debido al crecimiento natural de la población (aumento de la natalidad y disminución de la mortalidad) por el uso de vacunas y antibióticos en las regiones en desarrollo del mundo. Esta tendencia se mantuvo hasta finales del siglo xx, cuando se rebasaron los seis mil millones de habitantes; al finalizar 2003 el planeta albergaba alrededor de siete mil millones de personas. Según estimaciones de las Naciones Unidas, se prevé que la población seguirá aumentando y para 2050 habrá nueve mil millones de habitantes. Asia es la región que más contribuye a este crecimiento, seguida de América Latina y el Caribe, que en 2010 llegaron, respectivamente, a 4 163 millones y 590 millones; y se prevé que para 2050 aumenten a 5 142 millones y 751 millones.

Al analizar el número de habitantes por kilómetro cuadrado a escala mundial, esto es, la densidad poblacional en función del territorio definido, en 2010 alcanzó un valor de 51 personas por km2, y se estima que en 2050 llegue a 68 habitantes por km2.

El incremento de la población ha traído consigo una mayor demanda de recursos naturales, ejerciendo una fuerte presión sobre las reservas de la naturaleza. Para cubrir el requerimiento de alimentos tanto para uso humano como animal, por ejemplo, el sector agrícola utiliza actualmente 11% de la superficie terrestre y 70% del agua total extraída de los acuíferos, ríos y lagos; es el mayor usuario de los recursos naturales del mundo.

En los últimos cincuenta años, la superficie cultivada en el planeta creció 12%; la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que para satisfacer las necesidades de la población en el año 2050 se requerirá aumentar la producción de alimentos en 70% respecto de 2010.

Además de la presión para producir alimento, existen otras actividades de la humanidad que generan una gran cantidad de contaminantes que llegan a la atmósfera, el suelo y los cuerpos de agua, degradando aún más los ecosistemas. En 2010, por ejemplo, cada habitante del planeta emitió a la atmósfera un promedio de 4.44 toneladas de dióxido de carbono, el principal gas causante del calentamiento global y su impacto en el cambio climático; esto no es igual en todo el mundo, en Estados Unidos cada habitante emitió en promedio 17.3 toneladas, en México 3.85 toneladas y tan sólo 60 kilogramos en Etiopía. Con respecto de la generación de residuos sólidos urbanos, en 2010 un habitante de Estados Unidos produjo en promedio 720 kg, mientras que en México 370 kg y en China 250 kg.

Transición demográfica

México no ha sido ajeno al crecimiento poblacional mundial ni al impacto de la población en el ambiente. A comienzos del siglo xxi, la tasa de crecimiento nacional era de 1.2%, muy similar a la que había a inicios del siglo xx, pero con una población entre siete y ocho veces mayor. En 2010, en el país habitaban 114.26 millones de personas, 51.2% mujeres y 48.8% hombres.

La población mexicana se encuentra en una fase avanzada de transición demográfica, en la cual tanto la tasa de mortalidad como la de fecundidad tienden a valores bajos. Las proyecciones del Consejo Nacional de Población señalan que el crecimiento poblacional seguirá hasta el año 2050, cuando alcanzará aproximadamente 150.84 millones de habitantes.

La población mexicana ha presentado cambios en su crecimiento debido a varios factores, entre los que destaca una reducción en la fecundidad: mientas que en 1950 el promedio de hijos por mujer era de 6.8, en 2010 fue de 2.28. A esto hay que agregar el efecto del incremento en la tasa de mortalidad a partir de los primeros años del siglo xxi, ya que se espera que pase de 5.6 por cada mil habitantes en 2010 a 6.7 y 8.8 por cada mil habitantes en 2030 y 2050, respectivamente. Asimismo, el incremento de la esperanza de vida total de la población ha estado muy relacionado con los avances en salud pública, llegando a 74 años en 2010 (71 años en hombres y 77 en mujeres). Las proyecciones indican que la esperanza de vida total podría alcanzar 77 años en 2030 y 79.4 en 2050.

Bono demográfico

Actualmente, la proporción de infantes en la población tiende a reducirse y crece la de jóvenes y adultos mayores; mientras que en 2000 la proporción de niños y niñas en edad preescolar (04 años) era de 11.5%, en 2010 se redujo a 9.8%; por su parte, los adultos mayores de 65 años pasaron de 5.2% a 6.2% de la población en el mismo periodo, (figura 1). En el caso de la población en edad productiva (entre 15 y 64 años), pasó de 59% a 62% de la población entre 2000 y 2010. Otro indicador que muestra estos mismos cambios es la mediana de la edad de la población, es decir, la edad que divide en dos partes iguales a los habitantes del país, en 2010 alcanzaba 26 años.

Figura125B0401 
Figura 1. Pirámides de edad de la población mexicana 1950-2050 tomada del Consejo Nacional de Población, 2013.


La transición demográfica actual del país genera una relación positiva entre la población en edades dependientes (niños y adultos mayores) y la población productiva. Esta relación se mide por medio de la llamada razón de dependencia, calculada como el cociente entre la población en las edades dependientes y la población en edad productiva. Para 2010 era de 60.8 dependientes por cada 100 personas productivas. Al analizar por separado la dependencia infantil y la de adultos mayores, se observa que la dependencia infantil ha seguido una tendencia decreciente, en contraste con la población de adultos mayores, cuya razón de dependencia pasó de 7.7 a 9.9 por cada 100 personas en edad productiva entre 1990 y 2010.

Se estima que el valor más bajo de la razón de dependencia demográfica se alcanzará alrededor de 2025, para elevarse después como resultado del crecimiento de la población de adultos mayores.

Esto es, el llamado bono demográfico que presenta el país se extenderá todavía por algunos años más, lo que representa un gran potencial intelectual y laboral susceptible de aprovecharse en el desarrollo del país.

La distribución geográfica actual de la población mexicana se caracteriza por una fuerte concentración de personas en pocas ciudades y áreas metropolitanas, pero también por una gran cantidad de localidades dispersas menores de 2 500 habitantes. La proporción de la población que habita en localidades rurales (con menos de 2 500 habitantes) ha ido disminuyendo; en 2010 sólo 23.2% de los habitantes del país se encontraba en localidades de esta categoría. Esto significa que en poco más de un siglo México pasó de ser un país predominantemente rural a uno urbano. En cuanto al número de localidades, en 2010 se registraron alrededor de 170 mil de tipo rural, esto es 88.6% del total de localidades a escala nacional.

Conclusiones

Es necesario considerar el impacto ambiental de la población, así como algunas medidas para contrarrestar su crecimiento, tales como una mayor distribución de la población y el mejorar la educación, la salud y la nutrición, así como la creación de empleos productivos, la diversificación de la actividad económica y la exportación de productos procesados o semiprocesados en lugar de materias primas; sin olvidar que tenemos el bono demográfico y hay que aprovecharlo para potenciar el desarrollo. Tales medidas implicarían un aumento en el nivel de vida de la población, aunque esto conducirá a un mayor consumo de recursos naturales y una mayor producción de desperdicios y contaminantes.

     
Referencias bibliográficas

Velázquez Uribe, María Teresa. 1996. “Dinámica poblacional y medio ambiente”, en Ciencias, núm. 44, pp. 5663.

En la red

www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/Proyecciones
www.fao.org/hunger/es
www.inegi.gob.mx
goo.gl/4sykUo
unstats.un.org/unsd/syb
maba.unam.mx/enlinea
tifon.fciencias.unam.mx/Demografia

     

     
María Teresa Velázquez Uribe
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Velázquez Uribe, María Teresa. 2017. Crecimiento poblacional y ambiente. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 52-54. [En línea].
     

 

 

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Salvador Lluch Cota, Romeo Saldívar Lucio
y Fernando Aranceta Garza
     
               
               
La idea subyacente a la propuesta de considerar el
Antropoceno c
omo una nueva era geológica es que la humanidad tiene tal capacidad para modificar su entorno que podría ser visto como un agente geológico, incluso aún más poderoso que los de origen natural como el agua, el viento y el Sol. Existen muchos ejemplos para ilustrar que la humanidad es una fuerza de magnitud geológica, como las actividades de deforestación y agricultura que se efectuaron hace cuatrocientos años en Europa, dejado su huella en el registro geológico de sus suelos.

En el mismo sentido, el ecólogo Erle Ellis afirma que existe un cambio reconocible en el paisaje de algunas regiones de China e India que se relacionan con la agricultura. Si la agricultura es una actividad que no podemos dejar, pues es y será necesario cultivar los alimentos que permiten la subsistencia de los individuos que conformamos la humanidad, ¿para qué nos preocupamos? El asunto es que si bien es tan evidente la necesidad, poco se piensa en las consecuencias de la agricultura, que son más profundas que la simple modificación del paisaje y se propagan en la forma del efecto dominó.

El profesor de geografía física, Tony Brown y otros investigadores proponen que la deforestación que se hace al preparar la tierra para cultivo y la propia agricultura han tenido consecuencias sobre las propiedades fisicoquímicas del suelo, a lo que habría que agregar el uso de fertilizantes y otros agroquímicos en las últimas décadas, alterando a la vez los patrones de la biodiversidad asociada. Se dice que el impacto de la agricultura es mayor debido a que se ha efectuado de manera dispersa en el planeta; algunas estimaciones indican que 25% de los árboles se encuentran embebidos en tierras de cultivo.

La historia no se detiene ahí, el cambio de uso de suelo también implica cambios en los patrones de sedimentación, incluyendo el incremento en las tasas de deposición por lluvia y escurrimientos. Por si fuera poco, la huella de la domesticación y el efecto sobre la macrofauna por cacería y modificación de hábitats, aunado al cambio climático de origen antrópico, forman parte de los argumentos que están llevando a nuestra sociedad a preguntarse si ha iniciado o no una nueva era geológica.

La humanidad en una capa geológica

El cambio provocado en la superficie terrestre por la especie humana fue observado por científicos desde el siglo xix. Un escrito de George Perkins Marsh de 1864, titulado “Hombre y naturaleza”, fue uno de los primeros trabajos enfocados en el cambio global antropogénico. El término antropozoico fue acuñado por el geólogo italiano Antonio Stoppani en 1873 para hacer hincapié en el tiempo donde ocurrió la transformación de la Tierra por el humano. Pero fue en el año 2000 cuando el químico holandés Paul Crutzen (Premio Nobel de química en 1995 por sus investigaciones sobre la incidencia del ozono en la atmósfera) junto con el paleobiólogo Eugene Stoermer acuñaron el término Antropoceno para hacer notar el intervalo de tiempo en la historia de la Tierra —en el que vivimos actualmente— en donde muchos procesos elementales de la superficie terrestre son dominados por influencia humana. La palabra pronto entró en la literatura científica como una expresión vívida del grado de cambio ambiental que es causado por los humanos (figura 1). La huella generada por nuestra especie es innegable, lo que se encuentra en debate es si existen o no elementos suficientes para considerar el Antropoceno como una unidad formal en la escala geológica (unidad geocronológica), lo que implicaría que ésta se caracterizaría por una serie de eventos (geológicos, biológicos y climáticos) en la historia de la Tierra en un orden cronológico.

Figura125A0101
Figura 1. Número de publicaciones haciendo referencia al término Antropoceno entre 2002 y 2015.


Otro paleobiólogo, el inglés Jan Zalasiewicz de la Universidad de Leicester, comenta que existen procedimientos establecidos por la Comisión Internacional de Estratigrafía para crear y formalizar un nuevo registro en la escala de tiempo geológico. Por su parte, Crutzen junto con AlRousan y sus colaboradores se basan en los registros dejados por el dióxido de carbono como evidencia del inicio del Antropoceno. Según los geólogos, la concentración reciente de ese gas es abrupta, en escalas de cientos y miles de años su concentración ha sido lo suficientemente gradual como para que se le considere un marcador confiable en escalas anuales o de décadas.

Opuesto a la idea del Antropoceno, el geólogo Stanley Finney, presidente de la Comisión Internacional de Estratigrafía, menciona que su profesión, la geología, está encargada fundamentalmente del pasado y que es incorrecto definir una época con base en las predicciones futuras, es decir, de si el Antropoceno dejará o no su marca en la historia de la Tierra. Otros argumentos en contra son los de Stefan Wansa, presidente del Subcomité del Cuaternario de la Comisión Estratigráfica Alemana, quien menciona que la introducción de la época del Antropoceno es poco realista y se fundamenta en que los proponentes de esta idea no están lo suficientemente familiarizados con las reglas de estratigrafía.

Algunos de los marcadores geológicos que se podrían usar para rastrear la actividad humana en el futuro son: a) los restos fosilizados de algunas ciudades; b) las cloacas, el sistema eléctrico, los subterráneos y masas de escombros de edificios; c) el concreto, en forma de roca caliza arenosa (los ladrillos pasarían de rojo a gris); d) el vidrio se volvería un material lechoso y se cristalizaría muy finamente; e) el acero se oxidaría y desaparecería, dejando huecos donde alguna vez estuvo; f) los animales y plantas fosilizados del Antropoceno, particularmente los domésticos; g) los cambios en las tasas de sedimentación; y h) el cambio climático de origen antrópico (cambios en los registros fósiles de la temperatura, la lluvia, la humedad y la sequía).

Los avances en el entendimiento del Antropoceno

En septiembre de 2013, la casa editorial Elsevier publicó el primer volumen de la revista Antropoceno. En palabras de los propios editores: “el ámbito de la revista incluye resultados de investigaciones acerca de los efectos de la actividad humana sobre los océanos, la atmósfera, la criósfera, los paisajes y los ecosistemas, en múltiples escalas de tiempo y espacio”. A lo largo de sus cuatro años, la revista muestra un predominio de trabajos que buscan identificar indicadores estratigráficos propios de la presencia humana en el planeta. En los primeros números se propusieron como trazadores: las marcas de los cambios de uso de suelo, los cambios en las tasas de extinción asociadas a los impactos de la domesticación, la agricultura y el uso recurrente de fuego, entre otros.

Uno de los trabajos más recientes propone el plástico como un trazador preciso que se encuentra ampliamente distribuido en el planeta y tiene un alto potencial de preservación mientras permanece enterrado. El plástico podría convertirse en un trazador de alta resolución por tratarse de un indicador de los avances en otro grupo de trazadores, los tecnofósiles. El análisis de la dinámica de paisajes y la morfodinámica de cuerpos de agua han sido los dos grandes temas después de la búsqueda de indicadores de la nueva era (figura 2). Es frecuente encontrar estudios de los impactos de las represas sobre procesos de sedimentación y las huellas paisajísticas de la agricultura, el pastoreo, la domesticación y la infraestructura civil.

Figura125A0102 
 Figura 2. Número de publicaciones en la revista Antropoceno por área temática


También se ha publicado una porción significativa de trabajos de integración acerca del estado del arte y las bases técnicas que van delineando el conocimiento en el ámbito del Antropoceno. Por ejemplo, el uniformitarismo consiste en un conjunto de suposiciones fundamentales sobre las que se ha interpretado toda la evidencia geológica. Este principio de la geología presume que todas las leyes y procesos de la naturaleza han operado de manera uniforme en el pasado y en el presente, así como en todo el Universo. No obstante, algunos investigadores se cuestionan sobre los límites del uniformitarismo en el contexto dinámico que caracteriza el Antropoceno.

Los impactos humanos en el ambiente circundante son fácilmente perceptibles, pero usar tales impactos como indicadores de una nueva era geológica encuentra dificultades debido a que los eventos de intervención humana se han caracterizado por ser de vida corta y de extensiones espaciales variables. Es posible que seamos testigos de un proceso de muy largo plazo que genera rasgos distintivos de las actividades humanas en el mar y la tierra, pero no necesariamente cubrirán las especificaciones técnicas de una era geológica tal y como la definimos en la actualidad. Es posible que ese cambio de reglas sea el primer gran impacto del paso de la humanidad por el planeta.

La geoingeniería: ¿enfrentar el Antropoceno?

Las propuestas para afrontar los impactos provocados por la humanidad no se han dejado esperar y las hay tan diversas como lo son las implicaciones del problema, abarcando cambios en lo espiritual, en los hábitos personales, en el tipo de consumo y en un mejor uso de energéticos, e incluso se plantean revoluciones sociales a gran escala o la reinvención del sistema económico dominante. Entre la multitud de posturas se encuentran las de la geoingeniería, cuyo propósito común es combatir el calentamiento global causado por el humano mediante dos estrategias fundamentales: 1) la extracción directa del CO2 atmosférico y; 2) la gestión de la energía radiante que entra al planeta.

Esta nueva corriente de ingeniería global sugiere la intervención masiva de la inventiva humana para desarrollar tecnología capaz de devolver parte de los rayos solares al espacio, aumentando la capacidad de las nubes para reflejar la luz del Sol y la colocación masiva de discos reflectantes en lo alto de la atmósfera para ensombrecer porciones enormes del planeta. Todo lo anterior sólo para controlar la entrada de calor. En cuanto a la disminución de CO2 se ha propuesto: plantación de árboles a escala global, máquinas para la captura y almacenamiento de CO2, quema de biomasa vegetal para aislar y atrapar CO2, aumentar la producción de fitoplancton mediante fertilización del océano, promover la exposición de minerales que reaccionan químicamente con el CO2 para luego aislarlo bajo tierra o bajo el mar, además de incrementar la alcalinidad del océano disolviendo compuestos como silicatos o hidróxido de calcio.

Algunas de estas medidas podrían parecer un tanto innecesarias, ya que desde 1997 se habían establecido metas en el Protocolo de Kioto para que los países industrializados trabajaran en la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque este protocolo fue ratificado en 2009 y extendido por Naciones Unidas en 2012, no ha dado resultados satisfactorios y persiste hasta nuestros días la necesidad de mitigar las emisiones de dichos gases. Ante la falta de resultados y voluntad política para acatar el protocolo de Kioto y disminuir las emisiones dañinas, se han enaltecido los posibles alcances de la geoingeniería. Sin embargo, la puesta en práctica de muchas de sus tecnologías tiene implicaciones sumamente controversiales, entre ellas gigantescas inversiones económicas en energía y desarrollo de infraestructuras que eventualmente podrían empeorar los problemas ambientales. De ahí que la Royal Society recomiende que los métodos de geoingeniería deben ser considerados únicamente como parte de un conjunto más grande de estrategias para hacer frente al cambio climático.

Los dos lados de la moneda

Si bien la idea de la ingeniería climática o geoingeniería ha ganado fuerza en los últimos años, las propuestas a escala global no han conseguido tomar forma, lo que podría considerarse benéfico o perjudicial con un sinfín de matices, según sea el punto de vista de quien elabore el análisis. Para ejemplificar veamos un par de extremos en la gama de argumentos. El primero es el de Steve Rayner del Programa de Geoingeniería de la Universidad de Oxford, quien opina que: “a lo largo de la historia humana, las tecnologías de una generación crearon problemas para la siguiente. Tenemos que encontrar una forma de manejar eso, es parte de la evolución de la sociedad; sería irresponsable no explorar el potencial para entender las tecnologías de la mejor manera que podemos”. Por otro lado, está el de Sara Rodríguez, investigadora del Instituto Catalán de Investigación del Agua, quien comenta: “en una civilización basada en el crecimiento, el consumo y el desarrollo industrial y tecnológico como motor de la economía, se trataría de poner en marcha una estrategia común, global, encaminada no tanto a corregir el daño provocado como a prevenir, mitigar y reducir las fuentes de la contaminación; o como sugieren algunas corrientes, —entre ellas la del decrecimiento—, disminuir controladamente la producción económica”. No es difícil distinguir la postura cauta y la sensibilidad social de la investigadora Rodríguez Mozaz en claro contraste con el pragmatismo de Rayner.

Parece que los seres humanos nos aproximamos a la puerta de entrada de una paradoja histórica, en la que se enfrentan la creatividad usada en el desarrollo tecnológico, enfocado al consumismo, contra una creciente conciencia de las implicaciones del uso de esas tecnologías.

Al escribir estas líneas no tenemos noticias de que se haya aceptado oficialmente el Antropoceno como la era del paso del humano sobre la Tierra, como un nueva unidad geológica. Al margen de si es aceptada o no, el lanzamiento de la revista Antropoceno nos deja pistas claras de que seguirá siendo un campo fértil de investigación con una acentuada ambivalencia, reconocible, en un extremo, por su forma de estudiar y cuestionar los efectos de la actividad humana, a la vez que promoviendo la generación de soluciones razonables y honestas; y en el otro extremo por ser una forma de justificar una intervención tecnológica masiva, con contratos necesariamente multimillonarios de por medio y, en consecuencia, con dudosas razones humanísticas y medidas que aumentan aún más la brecha tecnológica entre países, sin una idea clara de las consecuencias ambientales, sociales y políticas a mediano y largo plazo.

Fernando Aranceta Garza se doctoró en bioeconomía pesquera y acuícola con especialidad en pesquerías de tipo secuencial; hizo su maestría en el uso, manejo y preservación de los recursos naturales con especialidad en arrecifes de coral y es licenciado en biología marina. Ha participado en proyectos de los efectos del cambio climático en los principales ecosistemas de la península de Baja California y su biodiversidad; además de su impacto en las pesquerías principales de México.


     
Agradecimientos


Por haber motivado la elaboración del presente escrito, agradecemos el curso de Cambio Climático, impartido en el periodo agosto-diciembre del 2013 en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste. Por las becas otorgadas, nuestro agradecimiento a Conacyt y PIFI /IPN). Al CICIMAR-IPN por la infraestructura y respaldo.

     
Referencias Bibliográficas
 
Al-Rousan, Saber et al. 2004. “Invasion of anthropogenic CO2 recorded in planktonic foraminifera from the northern Gulf of Aqaba”, en International Journal of Earth Sciences, vol. 93, núm. 6, pp. 1066–1076.
Crutzen, Paul y Eugene Stoermer. 2000. “The Anthropocene”, en Global Change News Letter, núm. 41, pp. 17–18.Crutzen, Paul. 2002. “Geology of mankind: the Anthropocene”, en Nature, vol. 415, p. 23.Marsh, George P. 1874. The Earth as Modified by Human Action: A New Edition of Man and Nature. Scribner, Armstrong & Co., Nueva York. 1970.Saldívar Lucio, Romeo, Salvador Lluch Cota y Cinthya Castro Iglesias. 2017. “Impactos de la Ingeniería Climática”, en Ciencia, vol. 68, número 1, pp. 1-6.
Zalasiewicz, Jan et al. 2011. “The Anthropocene: a new epoch of geological time?”, en Philosophical Transactions of the Royal Society A, vol. 369, núm. 1938, pp. 835–841.

en la red

www.journals.elsevier.com/anthropocene

     

     
Salvador Lluch Cota
Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste-Baja California Sur.

Es biólogo marino por la Universidad Autónoma de Baja California Sur, estudió la maestría en ciencias en el Instituto Politécnico Nacional y el doctorado en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, S. S. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. Su trabajo de investigación abarca temas de ecología marina, pesquerías, variabilidad ambiental y cambio climático. Es miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias.

Romeo Saldívar Lucio
Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste-Baja California Sur.


Realizó sus estudios de doctorado en ciencias marinas en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional. Ha colaborado en diversos proyectos de investigación en temas como ecología marina, pesquerías y cambio climático. Se ha interesado en entender los patrones climáticos históricos y su utilidad para aplicarlos en modelos estadísticos que expliquen la relación del clima con atributos biológicos y ecológicos de organismos marinos.

Fernando Aranceta Garza
Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas, Instituto Politécnico Nacional-Baja California Sur.

Fernando Aranceta Garza se doctoró en bioeconomía pesquera y acuícola con especialidad en pesquerías de tipo secuencial; hizo su maestría en el uso, manejo y preservación de los recursos naturales con especialidad en arrecifes de coral y es licenciado en biología marina. Ha participado en proyectos de los efectos del cambio

     

     
 
cómo citar este artículo

Lluch Cota, Salvador, Romeo Saldívar Lucio y Fernando Aranceta Garza. 2017. El Antropoceno: ¿una nueva era del planeta? Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 4-9.
     

 

 

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Loreta Castro Reguera Mancera      
               
               
El recurso hídrico es factor determinante para el desarrollo
de las civilizaciones. El agua, alguna vez sinónimo de abundancia y aprovisionamiento, hoy remite a escasez y riesgo. En la llamada zona metropolitana del valle de México esto se debe a un deterioro en la relación entre el ser humano y la cuenca en donde ésta se halla.
 
Los desordenados patrones de urbanización de la ciudad han transformado su sistema hidrológico (la forma en que naturalmente se conduce el agua) en uno hidráulico (manejo artificial), lo que ha provocado alteraciones en la calidad, cantidad y distribución del agua. De la cuidadosa gestión y remediación de estas alteraciones depende la viabilidad ambiental de la urbe.
 
Aunque las condiciones geográficas en que se ubicaron los primeros pobladores de la cuenca parecían idóneas, la subsistencia de la ciudad que se fundó sobre una laguna ha significado una lucha constante contra el agua. La gran Tenochtitlan implementó una estrategia que favorecía una relación de convivencia con la cuenca, manejando los flujos del líquido y amortiguando las inundaciones. Sin embargo, al consolidarse la conquista española se impuso un nuevo orden urbano que favorecía el crecimiento de la ciudad mediante la desecación de grandes porciones de tierra.
 
Así fue como comenzó el drenado paulatino de las aguas lacustres acumuladas en el centro de la cuenca de México, logrando su eliminación trescientos cincuenta años después; acción que se magnificó durante las primeras décadas del siglo xx, cuando la desmedida expansión urbana desencadenó problemas, tanto por el exceso como por la escasez del recurso.
 
Actualmente, en la zona metropolitana 97% de la población tiene acceso a agua potable y 98% cuenta con servicio de drenaje, lo cual la ubica por encima del porcentaje medio de la población mundial que dispone de ambos servicios. No obstante, se registran deficiencias en la calidad de éstos; su funcionamiento es muy vulnerable a las variaciones en las precipitaciones pluviales, el hundimiento de la ciudad, la sobreexplotación de acuíferos, los altos costos de operación y mantenimiento, así como los trasvases de agua desde otras cuencas que son cada vez más lejanas. Todo esto se traduce en un sistema de aguas que consume elevadas y crecientes cantidades de energía, lo cual implica altos costos para el presupuesto público y un mayor impacto ambiental tanto directo como indirecto. Según el presupuesto autorizado por el Organismo de Aguas del Valle de México, tan sólo la operación de las plantas de bombeo tiene un costo de 5135.26 millones de pesos anuales.
 
Esta problemática demanda la necesidad de interesarse en alternativas que se aparten de las obras coyunturales y de reducida visión estratégica, para favorecer modelos capaces de ofrecer soluciones informadas, integrales y de largo plazo. Es necesario comenzar a pensar en estrategias que tengan un impacto real en la población, todas ellas encaminadas hacia la mejor gestión del agua en la ciudad de México mediante la introducción de un sistema hídrico, paralelo, alterno y sustentable.
 
Una ciudad íntimamente ligada al agua
 
La gran Tenochtitlan se fundó en un islote ubicado dentro de la laguna de México, al poniente del lago de Texcoco y de la cuenca misma. El arquitecto Luis González Aparicio, en 1968, después de largos años de investigación alentada por una genuina preocupación por la situación ecológica que estaba sufriendo la ciudad, se dio a la tarea de dibujar un plano del estado de ésta al momento de la Conquista. Este documento, basado en diversos mapas y textos históricos, muestra la cabeza del imperio y las ciudades y poblados que la rodeaban. El prólogo a la primera edición del mismo, escrito por Alfonso Caso, describe a éste como el estudio “más completo de la hidrografía del Valle, con las modificaciones que introdujeron los aztecas y que nos permiten estudiar la razón de muchas fundaciones de pueblos, de obras hidráulicas, de calzadas y de monumentos”, demostrando que la ciudad de México ha estado siempre íntimamente ligada al agua.
 
La forma urbana de la ciudad precolonial tenía una característica peculiar que la hacía diferente a cualquier otra que los europeos hubieran visto. Aunque ubicada muy lejos de los océanos, esta urbe comprendía la condición especial de la cuenca donde se ubicaba, incorporando el agua que naturalmente se almacenaba en su centro como un elemento fundamental de su diseño. Por medio de un sistema de canales y chinampas se formaban plataformas de tierra y vías de comunicación acuáticas, generando un tejido urbano que definía la escala barrial. A nivel regional, para conectar con los poblados y ciudades ribereñas ubicados en tierra firme se construyeron largas calzadas que funcionaban también como diques para separar los diferentes tipos de aguas, las salobres de las dulces y las zonas más altas del lago de las más bajas.
 
La ciudad mexica, desde entonces víctima de inundaciones debido a su ubicación dentro de un lago, fue diseñada acorde con su entorno. Esto no la liberó de las continuas inundaciones. Sin embargo, la forma urbana permitía que el agua se pulverizara por la red canalera, evitando largos periodos de permanencia del líquido. Debido a la salobridad de las agua que rodeaban la gran Tenochtitlan se tuvo la necesidad de importar agua de las montañas aledañas. Chapultepec, según el plano de Luis Gonzáles Aparicio, la abastecía por medio de sus manantiales.
 
La escasez de agua y las constantes inundaciones han sido siempre un tema presente y muy relevante para la ciudad lacustre. Desde su fundación, sus gobernantes se han preocupado por construir las infraestructuras más sofisticadas para controlar tanto inundaciones como la falta de agua. Sin embargo, antes de la Conquista el líquido era un elemento importante del paisaje, tanto urbano como natural, de la cuenca de México. El día de hoy nos encontramos con poquísimas trazas de su existencia sin haber logrado eliminar la problemática derivada de tal condición.
 
El desecamiento del sistema de lagos
 
En El paradigma porfiriano, historia del desagüe del valle de México, Manuel Perló hace un recuento espléndido de las inundaciones con las que ha tenido que lidiar la ciudad de México desde su fundación. En 1555, ya entrada la época colonial, una fuerte lluvia que duró 24 horas provocó una inundación generalizada, paralizando la ciudad. Como resultado, se construyó un albarradón similar al de Nezahualcoyotl, llamado de San Lázaro. Sin embargo, la obstrucción del sistema canalero, sustituyéndolo por una red de calles, y la desaparición de las chinampas a favor de plazas duras, tuvo como efecto la poca resiliencia que la ciudad presenta ante esta constante amenaza.
 
Posteriormente, tras la inundación descrita, pasaron varios años sin que la ciudad sufriera estos eventos. Dicha situación provocó la desatención a las infraestructuras que ayudaban a la regulación del nivel de las aguas. Pero el inicio del siglo xvii fue terrible para la capital del virreinato en términos de exceso de agua. En 1604 la ciudad sufrió la primera inundación, causando importantes daños a las construcciones y provocando el derrumbamiento de varias. Aunque se reparó la infraestructura que la protegía de las crecidas de agua, durante 1607 las fuertes avenidas volvieron. Esta situación provocó la necesidad de tomar medidas de emergencia. Como resultado, después de un cabildo, se decidió llevar a cabo la primera perforación artificial de la cuenca: el Túnel de Huehuetoca. Dicha infraestructura, casi treinta años después, en 1629, y posterior a otra fuerte precipitación que dejó a la ciudad cubierta por el agua durante cuatro años, fue convertida en el Tajo de Nochistongo.
 
El hecho de perforar la cuenca de México, que es endorreica, esto es, sin desagüe al exterior como sucede en un valle, definió la línea de acción que seguiría la ciudad de México para abordar el tema del manejo del agua durante los siguientes cuatro siglos. Opuestamente a la lógica mexica que incorporaba el agua en el diseño de la ciudad, haciéndola presente en todo momento de la vida urbana, el camino elegido en el siglo xvii significó optar por la desecación de los lagos y, paulatinamente, por la desaparición del agua del imaginario de la ciudad.
 
Durante los últimos años del siglo xix, tras al largo período de guerras por el que pasó todo el país, el estado de la infraestructura hidráulica que permitía la vida en la ciudad de México era deplorable. El general Porfirio Díaz decidió entonces abordar esta problemática histórica para darle una solución definitiva. Con base en varios estudios precedentes de ingeniería hidráulica, en 1885 se inició la construcción del Gran canal del desagüe del valle de México, bajo la idea de que la mejor solución consistía en perforar nuevamente la cuenca para continuar drenando los lagos, de tal manera que éstos no inundaran a la ciudad. Gracias a la implementación de un modernísimo sistema formado por tuberías y canales a cielo abierto, esta obra permitió que la ciudad tuviera varios años libres de los excesos de agua. Una vez más, ante la posibilidad de incorporar el agua al funcionamiento de la ciudad, se optó por relegarla y desaparecerla.
 
Tuberías, bombas y cultura del agua
 
En cuanto al manejo del agua se refiere, el camino seguido en el siglo xvii estableció la relación que la ciudad de México mantendría con este líquido en el futuro. En esta época era difícil imaginar que una urbe de doscientos mil habitantes podría llegar a convertirse en la megalópolis de más de veintidós millones que es hoy día. Quienes decidieron en aquella época drenar un área de 1100 km2 de superficie, tampoco vislumbraron el peligro que significaría asentar miles de viviendas sobre esta área caracterizada por un suelo fangoso, no apto para la construcción.
 
Durante el siglo XX, tras a la guerra de Revolución, la ciudad de México inició una importantísima expansión tanto territorial como en número de habitantes. Entre 1930 y 1940, ésta duplicó su población de un millón a dos millones; para 1960 la ciudad ya contaba con seis millones de habitantes, que se convirtieron en veinte en el año 2000, expandiéndose la mancha urbana; después de haber estado acotada por el lago de Texcoco y la ladera de la sierra de las Cruces al poniente, la desecación de los cuerpos de agua permitió su expansión hacia su poniente y sur.
 
Inundaciones y drenaje
 
Debido a la expansión de la mancha urbana sobre el lago, las inundaciones no se dejaron esperar. En 1967 se optó por continuar con el crecimiento del complejo sistema de drenaje; iniciándose la construcción del Drenaje Profundo que sacaba el agua de la cuenca a una profundidad de hasta cincuenta metros de la superficie con una pendiente continua, confiando en la gravedad para su funcionamiento. Esta acción fue definitiva para acabar con los cuerpos de agua de la cuenca —de los que sólo quedaron 50 m2— y para permitir la irrigación de una vasta zona agrícola denominada Valle del Mezquital, al norte, en el estado de Hidalgo. A partir de ese momento, la ciudad creció desproporcionadamente, dando lugar a miles de metros cuadrados de asentamientos irregulares tanto en el ex lecho lacustre como en las laderas de las montañas circundantes.
 
La propuesta de desaparición definitiva de los cuerpos de agua despertó una corriente de oposición a la ya conocida estrategia de drenado. Paralelo a la construcción del Drenaje Profundo, Nabor Carrillo inició una campaña para recuperar los lagos. Dentro del sistema que propuso, donde se contemplaba la rehabilitación de gran parte de éstos, sólo se logró la construcción de un área de 10 000 hectáreas bajo la Comisión del lago de Texcoco, encabezada por Gerardo Cruickshank, quien tomó el lugar de Carrillo cuando éste murió. Gracias a la intervención de tales personalidades aún contamos en la cuenca de México con algunos rastros de estos cuerpos de agua.
 
El día de hoy, la ciudad es una ciudad de ciudades. Los pueblos ribereños que bordeaban el lago se unieron al tejido urbano que se extendió sobre los desecados cuerpos de agua para contar con un área urbanizada continua de 2 500 km2. Esta enorme ciudad aún no se ha librado de las problemáticas hídricas que históricamente la han asediado. Aunque menos graves, cada año la ciudad sufre inundaciones debidas a las fuertes tormentas que siempre han sucedido en este territorio. Lejos de culpar al sistema de drenaje de ineficiente e insuficiente, valdría la pena reflexionar sobre el entorno natural en el que se fundó la ciudad: un lago. Continuamente se drenan 71 m3 de agua de la cuenca de México, de los cuales 50 corresponden a aguas residuales y 21 a aguas pluviales. Esta compleja red de tubos y bombas siempre está drenando un sistema lacustre de 1 100 km2 de extensión.
 
Abastecimiento de agua pluvial
 
Paralelo a las inundaciones, la ciudad también sufre de escasez de agua potable. Este problema es también histórico y ha sido necesario recurrir a la importación del líquido desde que se fundó la gran Tenochtitlan. Antes provenía de los manantiales de Chapultepec, posteriormente se construyó un acueducto para traerla del vecino poblado de Xochimilco, y también se inició un programa de perforación de pozos por toda la cuenca de donde se obtenía un líquido de muy buena calidad, capaz de satisfacer la sed de los habitantes.
 
A pesar de la diversidad de fuentes de agua dulce existentes dentro de la cuenca de México, abastecer una población de más de veinte millones es siempre complicado. Desde la década de los sesentas se inició la construcción de un complejo sistema de importación de agua de las vecinas cuencas de Lerma y Cutzamala que, en su conjunto, provee a la ciudad de 19 m3 por segundo, equiparable al volumen de agua pluvial que es desperdiciada. El Sistema Lerma-Cutzamala trae el agua a la ciudad de México desde una distancia de 160 kilómetros, elevando el líquido más de 1 000 metros para alcanzar la cota de la ciudad. Su funcionamiento depende de un conjunto de tuberías, presas y bombas. El gasto energético que representa es equiparable al necesario para abastecer a la ciudad de Puebla.
 
El sistema Lerma-Cutzamala junto con la red de pozos permiten la viabilidad hídrica de la ciudad de México. En la cuenca existen más de 1 680 pozos oficialmente registrados y, a pesar de que por este medio se obtienen 60 m3 por segundo, su utilización ha significado una sobreexplotación de los acuíferos, causando importantes problemas. En primer lugar, la excesiva extracción de agua ha significado el abatimiento del nivel piezométrico de la ciudad, teniendo como consecuencia inmediata los hundimientos diferenciales del suelo. Esta situación es responsable del deterioro de muchas construcciones y de la infraestructura, como la rotura de las tuberías que abastecen de agua potable a la ciudad, causando fugas que provocan la pérdida de hasta 40% del líquido.
 
Cultura del agua
 
La compleja situación que día con día enfrenta la ciudad de México, tanto para recibir agua como para desalojarla, ha significado que todos los que la habitan sean conscientes de que la relación entre ésta y el recurso es complicada. Desde la época colonial, el agua se ha percibido como una amenaza, tanto por su exceso (las inundaciones)como por su escasez (la dificultad para obtenerla). Esta situación ha generado una diversidad de campañas para crear cultura del agua, en la que el mensaje principal está enfocado en responsabilizar al ciudadano del cuidado del recurso con el fin de que utilice lo menos posible. Sin embargo, éste no cuenta con la información necesaria para comprender por qué debe cuidarlo, cómo es que llega el agua hasta su casa o cuál es la razón por la que ésta no llega. Paralelamente, las continuas inundaciones crean un ambiente tenso en la ciudad durante los meses de lluvias. Los habitantes están siempre atentos de las tormentas, huyéndoles para no ser víctima de una y su consecuente caos vial.
 
En la cuenca de México, más allá de percibir al agua como un bien común el habitante la entiende como una constante amenaza: no es confiable para su ingestión, es capaz de trastornar el funcionamiento de la ciudad e insuficiente para satisfacer las necesidades básicas. El acceso al agua y su saneamiento se perciben, más bien, como un servicio que es sobre todo malo.
 
¿Cómo es posible que en la ciudad de las vías del agua el día de hoy ésta no sólo sea invisible, sino que además sea insuficiente? Es necesario cuestionar las decisiones históricas que se han tomado sobre la manera de manejar este líquido vital en la cuenca de México. Más allá de haber desecado un extenso territorio lacustre, se han exterminado las fuentes naturales del líquido. Por otro lado, la ciudad sigue padeciendo las inundaciones inherentes a su condición de lago y, en vez de emplear tecnologías modernas para crearle espacios, éstas se han empleado para continuar expulsándola a pesar de que históricamente se ha demostrado que tal estrategia no resolverá el problema por completo.
 
La cultura del agua debería significar su total inclusión, dándole espacio, gestionándola a través de la forma urbana, permitiendo su exceso de tal manera que satisfaga la escasez. Es necesario trabajar en la creación de un sistema paralelo al actual, alterno y sustentable para el manejo del agua en la cuenca de México.
 
Propuestas alternas
 
La gestión del agua hasta el día de hoy ha permitido que en su territorio exista una de las urbes más extensas y pobladas del mundo. La zona metropolitana del valle de México, para asegurar su permanencia, merece la experimentación con tecnologías alternas para el manejo del agua. Desde que Nabor Carrillo propuso la recuperación del lago de Texcoco han siempre existido personajes apoyando la introducción de proyectos que siguen esta línea, como las macrointervenciones propuestas por Alberto Kalach y Teodoro Gonzáles de León en la llamada "Vuelta a la ciudad lacustre", y los proyectos de acupunturas hidrourbanas encabezados por Manuel Perló y yo.
 
Para el caso de las acupunturas hidrourbanas existe un importante fundamento teórico desarrollado a partir de los estudios más recientes de arquitectura del paisaje y la planeación urbana, donde se entienden las funciones ecológicas del territorio como un medio para generar infraestructuras suaves y paralelas a las propuestas realizadas desde el ámbito de la ingeniería civil e hidráulica. A esto se le conoce como infraestructuras verdes o paisajísticas, y consisten en una aproximación resiliente y económicamente viable para el manejo del los impactos del clima húmedo que, a la vez, proveen muchos beneficios comunitarios.
 
Mientras las infraestructuras monofuncionales para el manejo de aguas residuales (sistemas convencionales de entubamiento del drenaje y tratamiento del agua) están diseñados para mover el agua pluvial lejos del entorno construido, las infraestructuras verdes reducen su volumen y la tratan desde su origen a la vez que generan beneficios ambientales, sociales y económicos. En palabras de Charles Waldheim, ex director del departamento de arquitectura de paisaje de la Escuela de Diseño de Harvard: “El paisaje es un medio con capacidades únicas para responder al cambio temporal, la transformación, la adaptación y la sucesión. Estas cualidades ubican al paisaje como un análogo a los procesos contemporáneos de urbanización y como el único medio adecuado para la indeterminación y el cambio demandado por las condiciones urbanas contemporáneas". Esta característica permite que las cualidades físicas de determinado sitio, como su suelo, la vegetación endémica o sus posibilidades de almacenar e infiltrar agua se puedan potenciar para que funcionen en paralelo a las tradicionales infraestructuras urbanas.
 
Las acupunturas hidrourbanas también se han nutrido de los conceptos que fundamentan el diseño urbano sensible al agua. Según el Instituto del Paisaje del Reino Unido, este tipo de aproximación a la ciudad reduce el riesgo de inundaciones, provee mayor seguridad en cuanto a la disponibilidad de agua, mejora la salud del ecosistema, ayuda a que las comunidades se conecten con el agua, aminora el efecto urbano de isla de calor y reúne varias disciplinas para crear entornos urbanos atractivos. Para el caso de la zona metropolitana del valle de México, tan frágil ante las condiciones hídricas de la cuenca en la que se asienta, los fundamentos de las infraestructuras paisajísticas y los del diseño urbano sensible al agua proveen alternativas viables para mejorar la gestión de este preciado recurso.
 
Durante los últimos cuatro años, desde el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México se han puesto en marcha dos proyectos fundamentales para abrir camino en la implementación de acupunturas hidrourbanas en la zona metropolitana del valle de México. El primero de ellos, con este mismo nombre, se enfocó en generar propuestas comunitarias y de bajo costo para una mejor gestión del agua en la delegación Iztapalapa. Por medio de diversas reuniones con grupos de vecinos, escuelas y universidades locales se logró obtener doscientas cincuenta propuestas ciudadanas de las cuales ocho obtuvieron un premio para poder ser implementadas. Aunque el gobierno en turno nunca las puso en marcha, dieron pie a que se diseñara un proyecto piloto en un predio denominado La Quebradora.
 
El segundo proyecto es el Parque Hídrico Quebradora. Durante la investigación desarrollada en Iztapalapa para fundamentar las acupunturas hidrourbanas, el equipo de trabajo halló un sitio de aproximadamente cuatro hectáreas, adecuado para desarrollar una propuesta de infraestructura paisajística con un fuerte componente social. Se propuso mejorar dos zonas dentro del predio, con un suelo de roca quebrada, capaces de captar e infiltrar rápidamente una importante escorrentía proveniente de la sierra Santa Catarina. El proyecto propone mejorar la calidad del líquido que ya se infiltraba, además de tomar una porción de un litro por segundo de agua residual y tratarla a través de un sistema combinado de planta de tratamiento aeróbica y humedales de pulimento. Con éste se abastecerá una red de sanitarios públicos, se dará mantenimiento a las áreas verdes y se distribuirán pipas de agua tratada por la delegación.
 
En paralelo al sistema hídrico se propone un espacio público que dará servicio a una población de 28 000 habitantes en un radio de 600 metros en torno al predio. El programa para este proyecto se creó a partir de una serie de reuniones con la comunidad vecina, quienes serán los futuros usuarios del parque y sugirieron las actividades más convenientes a desarrollar en él. Este espacio contará con un centro comunitario, un lugar para talleres, un gimnasio al aire libre, canchas multiusos y una serie de senderos y plazas para transitar y estar. Además, habrá una librería y un museo o lugar de exposiciones.
 
Debido a la posición del predio, en la esquina de Av. Ermita Iztapalapa y Palmas, éste sirve como una parada para cambiar de medio de transporte: de las tradicionales "combis" que suben y bajan de la sierra a los autobuses de la Red de Transporte de Pasajeros que transportan a los usuarios a las estaciones del metro. Esta condición genera una importante circulación de personas por el sitio, por lo que se ha adecuado la esquina para favorecer tal intercambio. Además, esta condición favorece las demoras en el lugar en aras de aprovechar los servicios ofrecidos.
 
Conclusiones
 
Los proyectos antes descritos son producto de una cuidadosa investigación sobre las condiciones físicas e hídricas de la cuenca de México, así como de la revisión de casos análogos, tanto nacionales como internacionales, para un mejor uso del agua. Es importante considerar que para que propuestas de este tipo sean exitosas es necesario hacer una importante gestión comunitaria así como implementar fuertes campañas de cultura del agua.
 
Actualmente, la Secretaría de Medio Ambiente de la ciudad de México está poniendo en marcha una estrategia para uso eficiente del agua. Ésta ha sido desarrollada por quien esto escribe, sentando como premisa, después de haber entrevistado a diversos expertos en el tema, que la cultura del agua significa mucho más que pretender que la población reduzca el consumo del recurso. En una ciudad donde 40% del líquido se pierde en fugas, la responsabilidad de reducir el consumo debe recaer principalmente en los tomadores de decisiones, apoyados y trabajando estrechamente con la comunidad. En este sentido, la propuesta está enfocada a hacer una gestión paralela del recurso mediante el espacio público.
 
La ciudad puede y debe funcionar como una enorme esponja capaz de retener, almacenar e infiltrar y potabilizar agua pluvial. Además, debe ser capaz de tratar un importante volumen de agua residual. El espacio público tiene todas las posibilidades de desarrollar estas funciones además de las que ya lleva a cabo. Es inminente que estrategias así se pongan en marcha. Esto provocará que el agua vuelva a ser parte de la imagen urbana, presente no sólo como un recurso estético, sino como una parte esencial del funcionamiento de la ciudad. Sólo por medio de este tipo de medidas se podrá restaurar la relación perdida entre el ciudadano y el agua, tejiendo nuevamente el vínculo vital para la permanencia de la zona metropolitana dentro de la cuenca de México.

     
Referencias bibliograficas
 
González, Carlos y Lourdes Cué. 2006. Pasado y presente de la región de Tenochtitlan. La obra de Luis González Aparicio. Grupo Danhos, México.
Legorreta, Jorge. 2016. El agua y la Ciudad de México. De Tenochtitlán a la Megalópolis del siglo XXI. UAM, México.
Perló, Manuel. 1999. El paradigma porfiriano. Historia del desagüe del valle de México. Instituto de Investigaciones Socialesunam, México.
Waldheim, C. (ed.). 2006. Landscape Urbanism Reader. Princeton Architectural Press, Nueva York.

     
En la red
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Loreta Castro Reguera Mancera
Facultad de Arquitectura,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Es originaria de la ciudad de México, donde vive y trabaja. Es arquitecta y maestra en diseño urbano por la Universidad de Harvard y profesora de asignatura en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su trabajo se desarrolla en torno a la generación de propuestas de diseño paisajístico, urbano y arquitectónico que incorporan como elemento fundamental el agua.
     

     
 
cómo citar este artículo

Castro Reguera Mancera, Loreta. 2017. El espacio público como sistema hídrico paralelo, alterno y sustentable para la ciudad de México. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 14-23. [En línea].
     

 

 

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El quinto lago
de la cuenca de México: memoria
de la naturaleza
1245B02  
 
 
 
Omar Arellano Aguilar  
                     
En el siglo XVI, cuando llegaron los españoles, el gran
lago de la cuenca de México, formado por cinco lagos, constituía un sistema de manejo de las aguas por la elaborada infraestructura hidráulica mexica. El lago de Chalco, el quinto lago, se observaba desde las montañas del suroriente en todo su esplendor y, en medio de éste, la isla de Xico. El pequeño cono volcánico era parte del conjunto de volcanes que producían un paisaje espectacular para los expedicionarios españoles quienes se preguntaban si lo que veían sus ojos era un sueño. Entre bosques de oyamel, pino, encino y ahuehuetes corrían ríos cristalinos formados por los escurrimientos del Chichinautzin y el deshielo de las montañas de la Sierra Nevada.


Chalco, cuyo significado en náhuatl es “en el borde del lago” fue empleado para designar a los pobladores del lugar: los chalcas. Desde el siglo xviii, la cartografía reconoce el nombre de lago de Chalco, rodeado de poblaciones importantes como Mixquic (en la casa del mezquite), Tláhuac (en el lugar de quien cuida el agua) y Xochimilco (lugar o tierra de las flores) todos estos pueblos dedicados a la agricultura, pesca y caza.

Al paso de los siglos, el lago fue desapareciendo a causa del crecimiento de la ciudad y de los planes de desecación para ampliar las zonas de cultivo que ocurrieron entre 1827 y 1908. Quizá para los capitalinos que nacieron a mitad del siglo pasado aún queda en la memoria el proceso de entubamiento de los últimos ríos y la desecación de los arroyos, canales y de los remanentes de los lagos del valle. En unas cuantas décadas, los campos agrícolas de la ciudad cedieron su espacio a la construcción de avenidas, viviendas y fábricas. Los lagos poco a poco se secaron, entre ellos los lagos de Chalco y Texcoco, dejando al descubierto el suelo lacustre y salitroso que con el viento provocaba grandes tolvaneras. La agricultura y ganadería aprovecharon la desecación para ocupar el espacio seco en donde crecieron pastos y se podían cultivar maíz y algunas hortalizas. Los ríos fueron entubados y las ciénegas desecadas con obras hidráulicas. El crecimiento de la capital atrajo migrantes de toda la república, provocando un cinturón urbano en sus periferias. Pronto hubo que decretar zonas de reserva natural para la ciudad. En el gobierno de Lázaro Cárdenas se decretaron diversos Parques Nacionales: Magdalena Contreras, Cerro del Judío, Fuentes Brotantes de Tlalpan, Ejidos de Xochimilco y Tláhuac, Cerro Santa Catarina, Cerro de la Estrella, Cerro de Guadalupe y Corredor Ajusco-Chichinautzin. Hacia el último tercio del siglo, surgieron ciudades como Nezahualcóyotl, Aragón, Ecatepec, Tlalnepantla y Ciudad Satélite.

Reubicaciones y efectos

En 1985 la ciudad sufrió los daños del sismo más mortífero que haya vivido y los habitantes del centro se reubicaron hacia la periferia, particularmente en la zona sur, con lo que la ciudad creció aún más y los parques nacionales perdieron territorio. Las nuevas colonias y fraccionamientos requirieron servicios y agua potable, provocando la construcción de miles de pozos de extracción de agua, afectando el acuífero y causando la desecación de los manantiales del sur de la ciudad. En 1944 el valle de México contaba con 75 pozos de 200 metros de profundidad, cuarenta años después ya se habían perforado 3 537 pozos. Debido a las características geológicas del subsuelo, el desplazamiento del agua provocó hundimientos denominados subsidencias de grandes extensiones.

En Tláhuac, al suroriente de la ciudad, en lo que había sido el lago de Chalco se construyó una cadena de pozos para abastecer la zona conurbada de la ciudad de México. En 1988, las parcelas de maíz y hortalizas y la zona lechera de Tláhuac eran las principales actividades económicas pero el lago había desaparecido. En los primeros años de la década de los noventas, los municipios de Cuautitlán-Texcoco y el valle de Chalco tuvieron un crecimiento urbano causado por la fuerte migración hacia la zona metropolitana de la ciudad de México y a la creación de la colonia Solidaridad Chalco, impulsada por decreto presidencial en la administración de Carlos Salinas de Gortari.

El cambio de uso de suelo promovió la urbanización, desplazando las actividades agrícolas y ganaderas de la región, aumentando además la demanda de agua potable, hasta llegar a ocho metros cúbicos por segundo en 1988.

En los siguientes años se presentaría una mayor demanda de agua subterránea y los problemas de hundimientos en el suelo se acentuarían, poniendo en riesgo las casas. El hundimiento en el valle de Chalco pasó de cuatro metros anuales en 1984 a ocho metros anuales en 1991. Con cada temporada de lluvias las inundaciones fueron más frecuentes y sin drenaje el agua se estancaba en grandes charcos hasta que se formó un nuevo espejo de agua que prevaleció aun en temporada de secas; muchos agricultores vieron como el agua inundaba su parcela, (figura 1).

Figura125B0201
Figura 1. Desaparición y aparición del lago de Chalco en relación con la extensión original del lago de valle de México en el siglo XVI. Elaboración propia con base en la cartografía obtenida de mapas.centrogeo.org.mx.


En la última década, los estudios en el valle de Chalco se han enfocado en comprender el fenómeno de subsidencia y su impacto en la zona, particularmente en las demarcaciones como Tláhuac y en el municipio de Chalco. Los estudios geológico-estratigráficos han permitido tener una radiografía general de la estructura de las rocas del subsuelo, así como de su historia geológica reciente. El fenómeno de subsidencia ha dado lugar a la aparición de un cuerpo de agua que reclama su espacio y se ha conformado un nuevo lago, alimentado de la lluvia y pequeños escurrimientos. Un equipo de académicos de los Institutos de Geología y Geofísica y de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México estamos trabajando en la zona para contar la historia ambiental de este nuevo habitante de la ciudad de México (si quieres conocer más sobre el proyecto te invitamos a visitar en la red: lagodechalcounam.com.mx).

La extensión del lago poco a poco aumenta al igual que su profundidad y nuevamente empiezan a arribar las aves migratorias: patos, garzas, gallaretas y pelicanos. Una colonia de aves acuáticas que ya son residentes de los tulares adornan el nuevo lago de Chalco Tlahuac-Xico. Nuevamente los habitantes de la ciudad tenemos la oportunidad de apreciar un espejo de agua natural al suroriente de la cuenca del valle de México y su destino será responsabilidad de esta generación.
     
Agradecimientos

A los participantes en el proyecto de investigación “Cambio climático y medio ambiente en la historia del lago de Chalco; PAPIIT IV100215”.

     
Referencias bibliográficas

Beltrán Bernal, Trinidad. 1998. La desecación del lago (ciénaga) de Chalco. El Colegio Mexiquense a. c., Zinacantepec.

Díaz del Castillo, Bernal. 1632. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Editores Mexicanos Unidos s. a., México. 1992.
Izazola, Haydea. 2001. “Agua y sustentabilidad en la Ciudad de México”, en Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 16, núm. 2, pp. 285-320.
Losada, H. et al. 1998. “Urban agriculture in the metropolitan zone of Mexico City: changes over time in the urban, suburban and periurban areas”, en Environment and Urbanization, vol. 10, núm. 2, pp. 37-54.
Ortega Guerrero, Beatriz et al. 2015. “Historia de la evolución deposicional del lago de Chalco, México, desde MIS3”, en Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, vol. 67, núm. 2, pp. 185-201.

En la red

lagodechalcounam.com.mx
mapas.centrogeo.org.mx

     

     
Omar Arellano Aguilar
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     

     
 
cómo citar este artículo

Arrellano Aguilar, Omar. 2017. El quinto lago de la cuenca de México: memoria de la naturaleza. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 24-26. [En línea].
     

 

 

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Hilda Vidalia González Sandoval, Luis Rogelio Valadez Gill
Alicia Almanzar Curiel,  Paola Cortés Almanzar y
Francisco Alberto Monroy Luna
     
               
               
La polución sonora generada en el interior de las viviendas
es vista como algo inherente a nuestro estilo de vida. Si bien ha sido parte de la evolución humana, su irrupción y agudización está intrínsecamente relacionada con el incremento poblacional, el hacinamiento habitacional, la accesibilidad a artículos tecnológicos y las políticas de vivienda orientadas a la masificación de casa-habitación módica.


Resulta útil analizar el impacto social generado por el ruido doméstico en núcleos habitacionales de densidad media y alta e identificar la percepción vecinal al respecto para demostrar que la polución sonora doméstica está generando un problema social en aumento, íntimamente relacionado con los sistemas constructivos de vivienda. Proponemos la incorporación de estudios arquitectónicos acústicos a los proyectos de construcción en casa habitación media y baja, y que se norme en los reglamentos de construcción el ensayo de materiales para determinar las propiedades de absorción, aislamiento y tiempos de reverberación en recintos interiores con el propósito de determinar los niveles aceptables de ruido intervecinal.

El espacio sonoro cohabitado

El ser humano en su intrínseca relación con el medio ha padecido los efectos generados por sonidos no deseados. En la ciudad griega de Síbari, en el siglo vi a. C., por ejemplo, estaba prohibido poseer gallos que perturbaran el descanso nocturno de los ciudadanos y los artesanos que ejercían oficios especialmente ruidosos debían trabajar fuera de la ciudad. En una época posterior, el emperador Julio César prohibió la circulación de carruajes en Roma a determinadas horas del día para anular las molestias que causaba el ruido que producía su tránsito por las calzadas empedradas. En documentos antiguos los romanos mencionaban la prohibición de hacer rodar carros pesados sobre el pavimento de piedra en la ciudad imperial durante la noche para no perturbar el descanso de los ciudadanos. En la Edad Media se prohibía a los ciudadanos londinenses golpear a sus mujeres por la noche para evitar que sus gritos produjeran el mismo efecto indeseado. En un escenario más simbólico, Dante relata que el ruido era un invento del demonio y que algunos condenados al infierno eran sometidos a la tortura de un ruido sin fin como castigo de sus culpas.

Estas referencias ponen de manifiesto la existencia de polución sonora desde la Antigüedad, incrementada con el advenimiento de la Revolución Industrial en razón al aumento progresivo de los avances tecnológicos. No obstante, si bien dicha contaminación en tiempos anteriores era poco perjudicial para la salud humana y el espacio circundante, ha tenido un aumento escandaloso en las dos últimas décadas, impactando de manera negativa los espacios cohabitados y degradando la calidad de vida de los individuos.

La contaminación acústica de origen doméstico, al ser parte de la vida cotidiana, es considerada como una acto inherente de la actividad diaria, en donde todos (en menor o mayor grado) generamos ruido. El sociólogo Víctor Pérez Díaz, en su libro Una interpretación liberal del futuro de España, plantea que “la acción colectiva está llena de pequeñas decisiones individuales, y el resultado final de acciones que pueden parecer el corolario de grandes decisiones políticas, no son más que una suma de muchas y reiteradas acciones llevadas a cabo por cada individuo”.

Si bien el ruido doméstico, definido como “toda energía acústica susceptible de alterar el bienestar fisiológico o psicológico”, puede ser no molesto para nosotros, puede serlo para otros. Asimismo, al someternos a éste de manera frecuente y progresivamente empezamos a presentar pérdida de la capacidad auditiva, alteraciones conductuales por la perturbación del sueño, el descanso y la tranquilidad, lo cual deriva en estrés, irritabilidad, agresividad, problemas para desarrollar la atención y la concentración.

Son muchos los vecinos que sin ninguna consideración y sin importar la hora del día o la noche, rebasan los decibeles permisibles de ruido (68 dB durante el día y 65 dB por la noche según la Norma Oficial Mexicana NOM 081ecol1994). Escuchan música y generan bullicio a deshoras de la noche, colocan alarmas que se activan reiteradamente en viviendas y vehículos, utilizan el claxon de sus vehículos como medio de comunicación o para llamar la atención.

El estruendo sonoro generado por los equipos estereofónicos que reproducen en alto volumen la música y el bullicio nocturno son un problema frecuente. Y si, con el propósito de dar solución al problema, se habla con los vecinos y se les expone la necesidad de contar con un ambiente adecuado y sin contaminación acústica, se suele obtener como respuesta un “no” rotundo. Escudándose en los derechos constitucionales conferidos, pueden argumentar que son libres de realizar lo que deseen en el interior de sus viviendas, convirtiendo los equipos de audio en un arma para agredir, someter y controlar los espacios cohabitados.

Este fenómeno sociocultural es producto de estilos de vida promovidos por políticas económicas orientadas a elevar el consumo de productos que sólo favorecen a los empresarios; aun cuando facilitan la accesibilidad a los artículos electrodomésticos (televisión, equipos de audio, minicomponentes, teléfonos, celulares), ya que éstos irrumpen en nuestros hogares y espacios abiertos que por su sofisticación y potencia sonora, constituyen grandes barreras que no percibimos pero nos aíslan, nos separan de nuestros núcleos sociales y familiares, propiciando un autismo tecnológico que nos envuelve y transforma, haciéndonos cada vez más egoístas, anteponiendo nuestros intereses sobre el bien común vinculado a la empatía, la colaboración y el respeto. Día a día se acrecienta el individualismo y la anarquía al interior de espacios habitacionales, el cual se reduce en la medida que crecen las ciudades. Así, poco a poco observamos cómo se pierde el saludo cordial, la conversación directa, nos resguardamos en nuestras posesiones, donde podemos hacer lo que nos venga en gana y poco nos importa si invadimos el espacio sonoro del otro. El sonido se convierte entonces en nuestro compañero y en un medio de provocación y control sobre los otros. Para designar este fenómeno, Murray Schafer, músico canadiense creador del concepto de ecología acústica, utiliza el término “imperialismo”, pues el ruido domina y se expande controlando y transformando nuestra sociedad.

Percepción social del ruido

En la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, se rebasan por mucho los niveles confortables de ruido (un promedio de más de 60 decibeles A, es decir, medidos con un filtro previo que quita las bajas y altas imperceptibles para el humano y que se consideran poco agradables). En el periódico Milenio Jalisco del 18 de noviembre de 2013, el ex Director General de Inspección de Reglamentos, Fernando Espinoza de los Monteros del ayuntamiento de Zapopan, lo expuso: “se han recibido un centenar de quejas por ruido de lugares como terrazas, bares, restaurantes, fiestas privadas en casas habitación [...] la gran mayoría de los reportes de denuncias tienen lugar por las noches, cuando el ruido excesivo impide el sueño de los vecinos; por lo cual no es raro que se concentren los fines de semana. Recibimos aproximadamente una queja por ruido al día entre semana y hasta seis o siete los fines de semana [...] ya que las fiestas que suelen organizar vecinos en terrazas, jardines y en las propias casas normalmente son en fines de semana y fácilmente se rebasan los 65 dB [...] se trata de un asunto delicado que puede derivar en un conflicto vecinal grave [...] la policía municipal interviene cuando los vecinos están generando el ruido en la calle o en algún espacio público e incluso pueden proceder a una detención si están escandalizando o cometiendo algún desmán, si lo hacen en el interior de sus casas, no se puede intervenir”.

A pesar de ser la contaminación acústica doméstica un problema perfectamente identificado y focalizado, es poco estudiado y atendido, la mayoría de las investigaciones realizadas en México están relacionadas con el ruido generado por vehículos particulares y el transporte público, por fuentes fijas comerciales o industriales en áreas de trabajo.

En Jalisco, la mayoría de las investigaciones realizadas por la Universidad de Guadalajara tienen que ver con los niveles de ruido en los puntos críticos de la zona metropolitana de Guadalajara. Entre los estudios más significativos se encuentran: el mapa sonoro para los principales municipios de la zona conurbada, el análisis de los niveles de ruido ambiental por tráfico vehicular en puntos críticos y la identificación de la percepción social del ruido en la ciudad de Guadalajara. Estos estudios determinan que la mayor polución acústica es generada por actividad industrial, flujo vehicular, obras públicas y de construcción, en zonas de mayor concentración poblacional.

Con el único propósito de demostrar la gravedad de la polución sonora doméstica para la sociedad se realizó una breve encuesta a vecinos de la colonia Haciendas del Sol, en el municipio de Zapopan, Jalisco. El instrumento utilizado para identificar la percepción vecinal del ruido consistió en cinco preguntas de opción múltiple, fue elaborado por el Cuerpo Académico de la Universidad de Guadalajara llamado Medio Ambiente, Diseño y Salud para la Calidad de Vida, y se aplicó a treinta personas que asistieron a la junta vecinal realizada en abril de 2014, cuyas edades oscilaban entre 35 y 60 años.

En este sondeo, 54% de las personas se quejaron del ruido producido por vecinos en sus hogares, calificándolo como frecuente e intenso; 34.5% del ruido generado por los camiones del gas, del agua y por vendedores de verduras; 11.5% señaló a los camiones del transporte público como los molestos. Durante el día, en el interior de las viviendas las fuentes fijas de ruido son: 65% proveniente de equipos estereofónicos; 25% procedente de herramientas como taladros y martillos; 10% de vehículos particulares. Durante la noche son las fuentes fijas de ruido en el interior de las viviendas; el total de las personas manifestó el proveniente de equipos de sonido y del griterío de los vecinos. En relación con las afectaciones provocadas por el ruido en el hogar, la mayor tiene que ver con el sueño (60%), le sigue el estudio (25%), por último las actividades domésticas (15%).

Respecto de las respuestas obtenidas de vecinos ruidosos al solicitarles la reducción del volumen: 45% contestó haber obtenido un “no” rotundo como respuesta, 35% obtuvo una respuesta favorable, y 20% fue víctima de agresión verbal.

Como puede observarse, existe una íntima relación entre la opinión recabada en la encuesta con las quejas referidas por el Director General de Inspección de Reglamentos del ayuntamiento de Zapopan. Es además una problemática social empeorada por las características de la construcción de las viviendas, especialmente frecuente en núcleos habitacionales de densidades altas.

Si bien el presente estudio no está relacionado con el impacto acústico de los materiales de construcción, entrevé la poca o nula capacidad absorbente y aislante de sonidos por las viviendas, lo cual dista por mucho del concepto inicial de casa-habitación, entendida como la estructura construida para albergar sujetos o familias, cuyo diseño es condicionado para satisfacer las necesidades de sus inquilinos en cuanto a seguridad, comodidad y tranquilidad.

Vulnerabilidad acústica de la vivienda

En México, los constructores de núcleos habitacionales grandes, respaldados por algunas políticas económicas de vivienda y reglamentos de construcción obsoletos, diseñan modelos de construcción de viviendas tipo unifamiliares dúplex o bifamiliares y edificios de departamentos para cubrir la necesidad de la clase trabajadora, que abarca grandes extensiones de tierra pero con una densidad muy alta de viviendas y habitantes por hectárea. Estos grandes constructores están financiados por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores y el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, por intermediarios financieros, Sociedades Financieras de Objeto Limitado y programas conjuntos. La mayor parte de estos créditos son gestionados por medio de promotoras y constructoras, ya que pocas son las personas que tramitan directamente su crédito en instituciones financieras. El abaratamiento del producto permite una selección de vivienda acorde a sus recursos familiares.

Este tipo de casas-habitación buscan dar respuesta a la clase trabajadora del país y su costo debe ser ajustado a su capacidad de pago. Los factores que determinan sus características, calidad y ubicación son: el precio de los predios y de los materiales de construcción, el ingreso económico que perciben las personas y las utilidades que pretenden adquirir los constructores en cada venta. Por tanto, se estandarizan las casas-habitación maximizando el uso de los espacios y los materiales, marcando una tendencia hacia su reducción para obtener un mayor número de viviendas por predio, provocando el hacinamiento poblacional.

Los muros de estas viviendas pasaron de ser construidas con ladrillo a muros de concreto, block sólido o block hueco a delgadas capas de pasta, y las bóvedas de ladrillo y vigas de acero se han cambiado por losas de block hueco, varillas y concreto; todo esto favorece la infiltración de los sonidos de una vivienda a otra. En el cuadro 1 se ejemplifica el aislamiento de materiales, siempre que cumplan en el momento de su instalación con requerimientos de absorción acústica.

 Cuadro125A0401
Cuadro 1. Aislamiento de materiales de construcción. Tomada de Normas y Especificaciones para Estudios de Proyectos Construcción e Instalaciones, 2011.


Dadas tales circunstancias, se debe aceptar que la contaminación acústica doméstica es un problema en aumento, producto de políticas económicas de viviendas erróneas, de estilos de vida adoptados hoy día y por la falta de materiales aislantes y absorbentes de sonidos en la construcción de áreas habitacionales. En razón a este problema, el diseño de construcción de unidades habitacionales, en especial las de densidades poblacionales media y alta, debe considerar índices de aislamiento acústicos de los materiales para eliminar y reducir las posibles fuentes sonoras hasta niveles tolerables. Una de las formas de determinar el confort acústico es mediante la evaluación del nivel de interferencia del habla, con el cual se obtiene un promedio de intensidad en dBA de frecuencias de 500 a 2000, cuando un promedio de más de 60 dBA ya se considera poco agradable.

Sin embargo no basta con una selección de productos aislantes respecto al área física que se desea aislar, se precisa de ensayos acústicos que reproduzcan las fuentes sonoras y repetirlas hasta ubicar el valor índice de reducción sonora de los materiales acústicos.

El ensayo acústico

La acústica arquitectónica es una disciplina orientada al análisis de los fenómenos vinculados con una propagación adecuada, fiel y funcional del sonido en un recinto, pero también se centra en los efectos generados por el ruido que producen las personas en un espacio construido, con el fin de identificar, eliminar y reducir a niveles tolerables las posibles fuentes. Es mediante la acústica arquitectónica que se busca el control del ruido en el interior de los edificios a niveles aceptables; para ello es preciso realizar ensayos sonoros, por lo que se requiere un amplio conocimiento de la acústica en recintos cerrados.

El sonido tiene su origen en las vibraciones mecánicas de la materia y se propaga en forma de ondas longitudinales de presión en todas las direcciones, de tal forma que la longitud de onda es igual a la velocidad de propagación entre la frecuencia. La velocidad del sonido en el aire varía principalmente con la presión, la temperatura y el viento, sumándose o restándose la velocidad del sonido con la del viento, según esté a favor o en contra de la fuente receptora. La presión acústica se mide con la unidad decibel (dB) y para determinar los niveles nocivos de ruido se emplea un decibelímetro. Los sonidos también tienen tono (frecuencia), los sonidos de tono alto, parecen más fuertes y con más estridor.

Cuando el sonido emitido incide sobre una superficie éste se refleja, absorbe o transmite y, según su forma de transmisión, puede ser aéreo o de impacto. El ruido aéreo (transmitido en el aire) se propaga por los edificios a través de los cerramientos (tabiques, forjados, fachadas, cubiertas, etcétera) y puede provenir del exterior hacia el interior o bien entre vecinos o de un edificio a otro. El ruido por impacto es causado por el caminar de las personas, el desplazamiento de muebles y objetos, los portazos, las instalaciones y caídas de objetos, entre otros. Estos objetos generan una vibración que se transmite por la estructura de la construcción y se emite como ruido aéreo.

Se acepta normalmente que el rango de frecuencias audibles para el humano va de 20 a 20 000 Hz, aunque en la práctica este rango varía de persona a persona conforme a su edad. Percibimos las bajas frecuencias como sonidos graves y las altas frecuencias como sonidos agudos.

La presión acústica se aprecia por sonidos de tono alto, expresados en la escala decibel A. El cuadro 2 ejemplifica los niveles y características sonoras presentadas con mayor frecuencia en centros habitacionales.

Cuadro125A0402 
Cuadro 2. Características sonoras presentes en zonas habitacionales. Tomada de Brüel y Kjær, 2000.


El sonido en un muro puede transmitirse a la habitación contigua (figura 1) reflejándose y devolviéndose a la habitación; al interior del muro el sonido puede ser absorbido desapareciendo en forma de calor.

 Figura125A0401
Figura 1. Representación del recorrido del sonido en el interior de un muro. Tomado de Stee–Eilas, 2001.


No se debe olvidar que la propagación de sonido en el aire depende de la fuente del ruido, su infiltración, distribución en un espacio dado, las características geométricas del inmueble y las condiciones en que se realiza la propagación, pudiendo ser reflejado, absorbido y transmitido por muros, techos y pisos. Por tanto, es preciso realizar mediciones de las fuentes sonoras en un recinto en relación con las propiedades acústicas de los materiales y respecto de su aislamiento, absorción y tiempo de reverberación en el interior de un área específica; es necesario realizar ensayos que permitan estudiar las propiedades aislantes de los materiales tanto para el ruido aéreo como para el de impacto.

Hay estudios para medir la cantidad de sonido transportado por el aire en los que se utilizan dos pares de cámaras para hacer ensayos de transmisión aérea, dependiendo de la orientación espacial del elemento a prueba; las cámaras de transmisión horizontal (una cámara junto a la otra) se emplean para elementos verticales: paredes, puertas y ventanas; y las cámaras de transmisión vertical (una cámara sobre la otra) se utilizan para elementos horizontales, principalmente forjados y revestimientos de suelos. Se estudian los elementos que separan una habitación de otra (forjados, tabiques, particiones, puertas) y los que separan el interior de una vivienda del exterior (fachadas, puertas y ventanas). Se debe tener especial cuidado en el origen y fuente del sonido transmitido a través del área de estudio, las fugas sonoras pueden generar resultados erróneos en la medición del aislamiento, por lo que es necesario efectuar registros repetibles y comparables.

El ensayo de aislamiento de ruido por impacto se realiza en dos etapas: el comportamiento acústico de un forjado y la mejora que se consigue utilizando un revestimiento. El estudio de aislamiento de forjado se realiza con una máquina de impactos, se inicia midiendo el tiempo de reverberación en la sala receptora (la inferior en este caso) para aplicar después la corrección pertinente. Se excita el forjado colocando la máquina sobre él y se mide el nivel de ruido en la sala inferior; el proceso se repite en por lo menos cuatro posiciones de la máquina de impactos.

Hagamos cambios en el hábitat

Muy poco o nada se está haciendo en la construcción de núcleos habitacionales ante la carencia de un modelo normativo sobre ruido que exijan aislamiento acústico, en específico en los municipios conurbados de Jalisco.

Son las cámaras de la construcción y las entidades educativas quienes pueden iniciar y propiciar el cambio; por ejemplo, las universidades deben incursionar en este ámbito incorporando en planes de estudio el ensayo acústico arquitectónico, promoviendo investigaciones referidas a estudios de aislamiento, absorción y reverberación para vivienda popular, proponer índices de reducción sonora de materiales de construcción y estudios acústicos a entidades normativas para su incorporación a reglamentos de construcción municipales.

Aun cuando ya empieza a cobrar importancia el aislamiento acústico de espacios interiores, es prioritaria la incorporación de requerimientos de estudios acústicos para casa-habitación en los reglamentos de construcción, diseños arquitectónicos y de edificación bajo los parámetros aquí expuestos. La contaminación por ruido es un asunto serio.

     
Referencias Bibliográficas
 
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Hilda Vidalia González Sandoval
Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño,
Universidad de Guadalajara.

Es profesora docente adscrita al Departamento de Representación del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño en la Universidad de Guadalajara. Es maestra en educación ambiental y miembro del cuerpo académico de diseño para la sustentabilidad y calidad de vida.
Hilda Vidalia González Sandoval

Alicia Almanzar Curiel
Centro Universitario de Ciencias de la Salud,

Universidad de Guadalajara.

Alicia Almanzar Curiel es profesora de tiempo completo del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara. Es historiadora y su maestría la hizo en historia de la arquitectura mexicana. Alicia es miembro del cuerpo académico en cultura y sociedad en el proceso saludenfermedad.

Paola Cortés Almanzar
Centro Universitario de la Costa,

Universidad de Guadalajara.

Es profesora de tiempo completo del Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara. Es socióloga y maestra en gestión y desarrollo cultural. Actualmente es estudiante del doctorado en ciencias para el desarrollo la sustentabilidad y el turismo. Es miembro del cuerpo académico de estudios comunitarios para la familia.

Luis Rogelio Valadez Gill
Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño,
Universidad de Guadalajara.

Es profesor de tiempo completo del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara. Es arquitecto y maestro en historia de la arquitectura mexicana; es miembro del cuerpo académico en diseño para la sustentabilidad y calidad de vida.

Francisco Alberto Monroy Luna
Sistema de Educación Media Superior,

Universidad de Guadalajara.

Es profesor docente adscrito al Sistema de Educación Media Superior en la Universidad de Guadalajara desde 1991. Es arquitecto egresado de la Escuela de Arquitectura y de la Escuela de Derecho de la Universidad de Guadalajara. Actualmente colabora en el cuerpo académico en diseño para la sustentabilidad y calidad de vida.
     

     
 
cómo citar este artículo

González Sandoval, Hilda Vidalia; Alicia Almanzar Curiel, Paola Cortés Almanzar, Luis Rogelio Valadez Gill y Francisco Alberto Monroy Luna. 2017. Impacto acústico en las áreas cohabitadas. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 42-50. [En línea].
     

 

 

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Emilio Clarke Crespo,  Florinda Jiménez Vega
y Antonio de la Mora Covarrubias
     
               
               
Los ecosistemas constituyen unidades ecológicas dinámicas
en términos de composición, contenido y flujo, y están definidos por el espacio donde la biota interactúa con el ambiente. Durante la última década, la biodiversidad ha adquirido relevancia por ser un modelo mediante el cual se ha buscado entender cómo la riqueza y composición de especies, los grupos funcionales y el ensamblaje de las comunidades participan en la generación de los procesos y servicios ecosistémicos responsables del bienestar del hombre.


Por definición, el bienestar humano es la experiencia que incluye los materiales básicos para una buena vida, libertad de elección y acción, salud, buenas relaciones, identidad cultural y sensación de seguridad. El sentido que se le da a este concepto, además de estar influenciado por las necesidades fisiológicas, se encuentra fuertemente asociado al contexto cultural, geográfico e histórico en el que se han desarrollado las sociedades.

Justamente, buscando el bienestar, el ser humano ha transformado más ecosistemas en los últimos cincuenta años que en cualquier otro momento de su historia, lo cual ha resultado en una dramática pérdida de la biodiversidad, razón por la que en el año 2002 un grupo de líderes de diversos países firmaron el Convenio sobre diversidad biológica, manifestando así su compromiso para reducir significativamente la pérdida de biodiversidad hacia 2010. Esta meta también fue incluida en los objetivos de Desarrollo del milenio promovidos por la Organización de las Naciones Unidas al reconocer que la disminución de biodiversidad pone en riesgo la habilidad de los ecosistemas para proveer los bienes y servicios necesarios para la supervivencia humana.

Procesos ecológicos y servicios ecosistémicos

En sentido amplio puede afirmarse que la biodiversidad está representada por el número, abundancia, composición, distribución e interacciones de los genotipos, poblaciones, especies y grupos funcionales. Los diferentes atributos de la biodiversidad son los responsables de llevar a cabo procesos ecológicos —propiedades intrínsecas existentes independientes de la valoración humana— que están encargados de mantener la integridad y el funcionamiento de los ecosistemas por medio de los flujos de materia y energía. Se han identificado principalmente veinticinco procesos ecológicos que han sido clasificados en tres grandes grupos o categorías: hidrológicos, energéticos y biogeoquímicos; de éstos surgen directa o indirectamente los servicios ecosistémicos.

Ahora bien, estos servicios se pueden clasificar en cuatro tipos: 1) de soporte, que implican a los procesos funcionales relacionados con la entrada, salida, almacenamiento y flujos internos de agua, energía y nutrimentos en el ecosistema, los cuales, aunque no suponen un beneficio directo para la humanidad, constituyen la base para la provisión del resto de los servicios; 2) de provisión, que incluye a aquellos bienes tangibles, finitos y renovables de apropiación directa, los cuales pueden ser medidos, cuantificados y comercializados, como el caso de alimentos, fibras, combustible y materiales de construcción; 3) de regulación, que resultan de la existencia de propiedades emergentes de los ecosistemas, es decir, surgen del funcionamiento del ecosistema como un todo y no de sus partes separadas, y participan en el bienestar mediante procesos como la regulación del clima y la protección ante amenazas como enfermedades, plagas y desastres naturales; y 4) los culturales, que representan los beneficios no materiales que el ser humano adquiere mediante actividades espirituales, recreacionales y cognitivas.

El continuo incremento de la población humana y el menester de satisfacer sus necesidades provoca el apuro de obtener o incrementar un servicio en particular en determinado ecosistema, lo cual ha generado impactos negativos sobre la capacidad de provisión de otros servicios y, a la vez, ha provocado el aumento de las principales amenazas para la biodiversidad como son la fragmentación y pérdida de hábitat, la sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación, la introducción de especies exóticas y el cambio climático. Las consecuencias de tales fenómenos se está traduciendo en una simplificación de la estructura y composición de los ecosistemas y pueden estar desfasadas en el tiempo siendo detectadas a largo plazo, o bien pueden estar desfasadas espacialmente provocando efectos negativos en regiones alejadas al sitio en el que se generó el impacto.

Las tasas de pérdida de biodiversidad actualmente corresponden a un orden de cien a mil veces más que en el registro fósil y se espera que en los próximos cincuenta años lo sean de diez a cien veces más que en el presente, por lo que de continuar con esta tendencia las proyecciones señalan que en doscientos cuarenta años el planeta estaría enfrentando su sexto proceso de extinción masiva.

La evidencia acumulada en los últimos veinte años sugiere que la pérdida de la biodiversidad en sus diferentes niveles amenaza los procesos ecológicos que soportan la vida en la Tierra. Por ejemplo, la pérdida de genes, individuos y grupos funcionales deteriora el buen desempeño de los ecosistemas al disminuir la eficiencia de procesos como la captación de nutrimentos, producción de biomasa, descomposición y reciclaje de la materia, mientras que la pérdida de grupos completos (depredadores tope, consumidores primarios o productores) genera una cascada de efectos que pueden colapsar el funcionamiento de los ecosistemas, debido a que muchos de sus procesos están mediados por las redes tróficas.

Finalmente, diversos autores señalan que las diferentes dimensiones de la biodiversidad le confieren estabilidad temporal a los ecosistemas, aumentando por un lado su capacidad de resistencia ante distintos estresores que atentan contra su estructura y función y, por otro lado, aumentando su capacidad de recuperación cuando éste desaparece.

La salud ecosistémica

El concepto de salud es ampliamente utilizado para referirnos a las características fisiológicas que manifiestan la vitalidad de un individuo o bien a la viabilidad genética o la estabilidad de las poblaciones, pero su extensión a escala regional surge como concepto teórico a partir de la década de los ochentas como respuesta a la clara evidencia de la patología que sufren los ecosistemas a nivel mundial que, al ser impactados por el humano, se estresan y se convierten en sistemas disfuncionales.

La salud ecosistémica también se ha definido como la capacidad que tiene un sistema biológico para realizar sus funciones con un mínimo soporte externo; no obstante, se sugiere que no debería definirse en términos de funcionamiento, presencia o ausencia de alguna especie, censos o inventarios, sino que debería ser un reflejo de la sucesión ecológica natural esperada en un ecosistema determinado.

La crítica a estas definiciones es que no permiten la medición y, en consecuencia, la evaluación, por lo que se propone que el concepto de salud ecosistémica debería ser abordado en términos de tres propiedades generales, las cuales responden a indicadores específicos: 1) organización, que constituye un reflejo de la estructura del ecosistema y evalúa su capacidad para mantener su estructura biótica a partir de la diversidad y el número de interacciones que sostienen los componentes de un sistema; 2) vigor, que constituye un reflejo de la función de los ecosistemas y responde a su capacidad de mantener la productividad biológica; y 3) resiliencia, que se refiere a la capacidad que tiene el sistema de mantener su estructura y función ante la presencia de un estresor. Por lo tanto, un ecosistema saludable es aquel que mantiene su función, organización y autonomía de manera estable y sostenible en el tiempo.

La yuxtaposición de las palabras “salud” y “ecosistema” ha generado controversia y se ha argumentado que la salud es un término relevante sólo a escala individual. El debate sobre la validación de este concepto ha sido dirigido principalmente por dos preguntas: ¿la salud ecosistémica revive la desacreditada idea de considerar el ecosistema como un superorganismo? y ¿la salud ecosistémica puede ser evaluada en términos objetivos o ésta sólo radica en la subjetividad de los intereses humanos y sus juicios de valor?

David Rapport y Luisa Maffi señalaron en 2010 que la respuesta a la primera pregunta es un rotundo no. Disciplinas como la medicina poblacional y la epidemiología han extendido el concepto “salud” a escalas superiores. En la de ecosistema este término constituye la representación metafórica de las consecuencias que el estrés provoca en el mismo. En medicina, la salud de un individuo se establece por medio de una serie de indicadores, que cuentan con un margen de tolerancia; lo mismo ocurre en la medicina poblacional y en la epidemiología, donde lo que se considera saludable está en función de las generalidades encontradas. En este sentido, la salud ecosistémica estaría enfocada en la búsqueda y el establecimiento de dichas generalidades propias de los ecosistemas sin la necesidad de realizar analogías. Con respecto a la segunda pregunta, Rapport y Maffi argumentan que no es necesario incluir intereses humanos en dicha evaluación, debido a que cada ecosistema cuenta con una organización y funciones propias que pue

den ser evaluadas independientemente de los intereses humanos. Por lo tanto, el concepto de salud ecosistémica cuenta con suficiente validez teórica para ser aplicado a la resolución de problemas ambientales.

La evaluación de la salud ecosistémica constituye entonces una disciplina emergente que integra las ciencias ambientales y de la salud con el propósito de conocer, monitorear, restaurar y mantener el funcionamiento de los ecosistemas y, en sentido práctico, pretende generar una aproximación al diagnóstico, prevención y pronóstico para su manejo con la intención de garantizar el bienestar humano en el futuro.

Consideraciones finales

En la evaluación de los objetivos de Desarrollo del milenio se ha indicado que la pérdida del hábitat, la introducción de especies, la sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático son los principales motores de cambio en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas, ya que provocan la pérdida de la biodiversidad que, a su vez, induce la disminución de los servicios ecosistémicos. A partir de esta evaluación, los servicios se han vuelto un tópico de investigación relevante, no sólo porque establecen las bases estratégicas para el uso de suelo y el aprovechamiento adecuado de los recursos naturales, sino que además han logrado demostrar y justificar la necesidad de conservar la biodiversidad con fundamentos científicos, dejando de lado aspectos éticos o morales que terminan siendo subjetivos y personales.

Los científicos argumentan que el mantenimiento de las complejas interacciones de los distintos componentes de la biodiversidad es fundamental para el sostenimiento a largo plazo de los ecosistemas; desgraciadamente existen limitados estudios que logran demostrar esta relación en el medio natural.

Para algunos servicios de provisión y ciertos servicios culturales se ha encontrado evidencia sólida que los asocian positivamente con la biodiversidad; mientras que para los servicios de regulación se han encontrado tendencias menos concluyentes con respecto de esta relación de los componentes, marcando la pauta para la realización de nuevos y diversos estudios encaminados a establecer evidencias confiables.

Se sabe que la mayoría de los servicios ecosistémicos dependen de un número limitado de especies. Por ejemplo la producción de alimento, la cantidad y calidad de agua y el secuestro de carbono dependen en gran medida de un pequeño conjunto de especies dominantes, grupos funcionales particulares e interacciones bióticas específicas. Estas especies son resilientes o bien pueden ser reemplazadas por otras, lo cual permite que la generación de servicios continúe aunque quizás de manera limitada. Las mayores amenazas a la provisión de los servicios ocurre cuando los ecosistemas naturales son dramáticamente transformados, por ejemplo, cuando éstos son reemplazados por agricultura intensiva o el crecimiento urbano, y las especies dominantes son esencialmente destruidas y con ello las funciones básicas.

Sin embargo, es importante considerar que la relación que se establece entre los procesos ecológicos y los servicios ecosistémicos aún no se encuentra completamente entendida para muchas de las funciones, por lo que es pertinente establecer estrategias precautorias que permitan proteger los diferentes aspectos de la biodiversidad con la finalidad de asegurar la provisión a largo plazo de tan importantes servicios.

Utilizar la generación de servicios ecosistémicos como estrategia de conservación de la biodiversidad ha generado mucho debate al interior de la comunidad científica debido a que se presume que la extinción de especies podría tener un efecto negativo en el rendimiento de los ecosistemas. No obstante, la valoración de la biodiversidad y de los mismos servicios se presentan como una herramienta útil, que, además de demostrar la importancia relativa de los diferentes componentes de los sistemas para su conservación, facilita la toma de decisiones para su manejo.

     
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Emilio Clarke Crespo
Instituto de Ciencias Biomédicas,
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua.

Es biólogo y tiene una maestría en ciencias por el Instituto de Ecología. Es profesor de la licenciatura de biología de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

Florinda Jiménez Vega
Instituto de Ciencias Biomédicas,
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua.

Es doctora en ciencias, actualmente es coordinadora del programa de maestría en ciencias de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

Antonio de la Mora Covarrubias
Instituto de Ciencias Biomédicas,
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,Chihuahua.

Se doctoró en manejo de recursos naturales, actualmente es profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y jefe de departamento.
     

     
 
cómo citar este artículo

Clarke Crespo, Emilio. Florinda Jiménez Vega y Antonio de la Mora Covarrubias. 2017. La conservación de la biodiversidad como garantía del bienestar humano. Ciencias, núm. 125, julio-septiembre, pp. 56-61. [En línea].
     

 

 

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