Las ciencias naturales en México |
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Fondo de Estudios e Investigaciones
Ricardo J. Zevada.
cnca, fce, México, 1999.
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En México hay una larga tradición de estudios sobre la naturaleza. Los antiguos mesoamericanos, tras siglos de observación y selección cuidadosa, lograron un amplio conocimiento de las especies vernáculas. Sus variedades comestibles son, aún hoy, base de la alimentación popular, y la rica botánica medicinal que desarrollaron sigue siendo tema de estudio y admiración. Desde su llegada al Anáhuac, los españoles elogiaron el esmero con que se cuidaban las muy variadas manifestaciones de la vida animal y vegetal; así, el jardín botánico y el zoológico de Moctezuma no tenían rival en Europa. Esta fuente de riqueza no pasó inadvertida a la Corona española, que promovió, durante los tres siglos de coloniaje, buen número de expediciones de naturalistas y la elaboración de catálogos de la flora y la fauna novohispanas. Aunque tardíamente, también estimuló la preparación académica al establecer, a finales del siglo xviii, la cátedra de botánica, disciplina que fue motivo de una de las primeras controversias entre los miembros de la naciente inteligencia criolla y sus mentores peninsulares.
Con la Independencia, pese a las turbulencias que agitaron a la sociedad mexicana durante el siglo xix, se mantuvo el interés por la naturaleza y se continuó la catalogación de especies biológicas; se establecieron sociedades de naturalistas y la cátedra universitaria fue foro de discusión de las ciencias naturales. Con el fin de siglo surgieron las primeras instituciones de investigación biomédica, en las que cobró auge el estudio de los productos naturales.
Luego del paréntesis impuesto por la fase armada de la Revolución mexicana, se inició la época contemporánea de nuestro desarrollo científico. Con el decreto de autonomía nace en la Universidad Nacional de México el Instituto de Biología, y luego los institutos y varios departamentos dedicados a la botánica, la zoología, las disciplinas biomédicas y la biología marina, en una serie que se prolonga hasta muy recientemente, así como nuevos laboratorios de investigación. En el Instituto Politécnico Nacional se funda la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y, dos décadas después, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados.
La Secretaría de Agricultura crea importantes centros de investigación en ciencias agrícolas; surgen así el Colegio de Posgraduados y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, y luego el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo. La biomedicina florece en las grandes instituciones de salud, como el Instituto Mexicano del Seguro Social.
Durante el último cuarto de siglo han surgido grupos de investigación en instituciones de educación superior y de salud tanto de la capital como de diversos estados de la República. En conjunto, la investigación biológica y biomédica constituyen hoy día una de las áreas más productivas de la ciencia nacional, aunque, por lo demás, acusa deficiencias similares a las de otras disciplinas; así, aún está demasiado centralizada y en conjunto es escasa, y mientras algunas áreas cuentan con grupos de alto nivel, otras sufren grandes rezagos. El reto está en ensanchar la base y ganar altura.
Hoy, que el proyecto del genoma humano, el del cerebro humano y otras grandes empresas internacionales abren posibilidades insospechadas a la biología y la convierten en la promesa más importante para la investigación en el próximo siglo, México no puede quedar al margen. Será necesario redoblar esfuerzos y abrir nuevos centros de trabajo que permitan a los jóvenes biólogos incorporar nuevas corrientes de pensamiento y de acción.
Fragmento de la presentación.
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como citar este artículo → Aréchinga, Hugo y Bayer, Carlos. (2000). Las ciencias naturales en México. Ciencias 58, abril-junio, 78. [En línea]
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