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El cuaulote, recurso herbolario de Chiapas
En este texto, partiendo de la importancia del conocimiento indígena como fuente capaz de proveer plantas que beneficien al sistema de atención a la salud, se analizan las principales propiedades del cuaulote (Guazuma ulmifolia), una planta usada con fines terapéuticos en el estado de Chiapas.
Ricardo A. Villatoro, Lorena Luna y Alma Rosa González
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Por mucho tiempo, los grupos indíge­nas de México han utilizado algunas plantas para aliviar numerosas enfermedades naturales y espirituales, según la cosmovisión de cada cultura. El Códice de la Cruz-Badiano, titu­lado originalmente Medicinallibus Indorum Herbis y escrito en náhuatl en 1552 por el médico indígena Martín de la Cruz del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco y traducido al latín por el también médico indígena xochi­milca, Juan Badiano, contiene 185 ilustracio­nes en color de plantas medicinales y menciona el uso de 270 especies en total; por su parte, la Historia general de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún reporta la exis­tencia de más de 3 500 plantas medicinales. La información registrada en estos documentos es uno de los insumos empleados por varios investi­ga­dores para validar el conocimiento so­bre la herbolaria indígena. Se ha comprobado que los principios activos extraídos de las especies estudiadas poseen las propiedades referidas en los documentos. Además, el análisis de una planta medicinal con uso tradicional muchas veces condujo al aislamiento de sustancias con actividad biológica.
 
La medicina tradicional se ha es­tu­dia­do en dos grandes vertientes. Una dirigida hacia la descripción y com­pren­sión de sus conceptos y prác­ti­cas, y la otra interesada en los recursos, es­­pecialmente en las plantas medicinales. Éstas son analizadas desde distintas áreas del conocimiento como los estudios etnobotánicos, fitoquímicos y farmacológicos. El conocimiento indígena representa una fuente capaz de proveer plantas que beneficien al sis­tema de atención a la salud, por ello resulta importante la valoración ex­pe­ri­mental de la flora medicinal me­diante metodologías que impulsen alterna­ti­­vas confiables y útiles para la población. Los análisis fitoquímicos tra­­dicionales se enfocaron en estudios de clasificación de las plantas, o de los mi­croorganismos, con base en la comunidad de sus productos naturales y de ciertos procesos metabólicos —quimio­taxonomía—, como la relación entre los metabolitos secundarios aislados —terpenos, flavonoides, glucósidos, acetogeninas— y las tribus, familias o géneros. Bajo esta óptica, no se favorece el estudio de la relación entre actividad biológica y metabolito se­cun­dario —moléculas que no parecen necesarias para el crecimiento y la reproducción de las plantas, pero que pueden suponer una ventaja competitiva considerable, además de desem­peñar un papel relevante en la supervivencia y en la interacción con el entorno; los metabolitos secundarios presentan una vasta distribución en el reino vegetal.

La extensa literatura especiali­za­da sobre el estudio de la flora me­di­ci­­nal señala que solamente se ha inves­tigado una pequeña fracción de las especies con potencial farmacéuti­co, tal vez menos de 10% del total de plan­tas superiores. Según estimaciones más recientes, alrededor de 15% de la riqueza florística mundial, cerca de 37 000 especies, posee virtudes cu­rativas.

En el estado de Chiapas, al sur de México, la gran variedad de flora y la riqueza étnica propicia un extenso co­nocimiento de las plantas, base de su amplio uso como recurso y de la me­dicina tradicional. Allí, entre la gran variedad de flora utilizada por la po­bla­ción indígena y mestiza para el tra­tamiento de diarreas, disenterías, en­­teritis aguda, dolor de abdomen y tos está el cuaulote (Guazuma ulmifolia), conocido con diferentes nombres comunes de acuerdo con las regiones en donde se localiza. En diversos docu­men­tos se encontraron sesenta nombres, de los cuales veintinueve son de origen indígena escritos en lengua ná­huatl, tzotzil, tzeltal, maya, tarasco, za­poteco, chontal, mije, tapegua, to­to­na­ca, huasteco, guarigio, mayo y po­­po­lu­ca; el resto son castellanizados o in­cluso derivados del náhuatl. Esto denota una gran riqueza lingüística asociada a esta especie, y que es muy conocida entre la población indígena y mestiza de México. Particularmente, las etnias de Chiapas tienen un co­nocimiento tradicional del cuaulote que se refleja en la variedad de usos y nombres que le dan a esta planta, los tzot­ziles la llaman akit, los tzeltales, xu­yuy, k’olin kakaw, k’un kakaw, tzuny y tzuyui, los zoques la conocen como guácimo y cuaulote negro, mientras que la población mestiza como cuaulote y tapaculo.
 
El uso tradicional está relacionado con propiedades de sus frutos, flores, hojas, tallo y raíz, las cuales indican la presencia de ciertas moléculas de interés químico. Se han logrado aislar diversos productos como ácidos grasos, triterpenos, esteroles, cumarinas, flavonoides y taninos. El grupo más es­tudiado es del tipo fenólico —com­pues­tos con propiedades antioxidantes— y se han identificado a las pro­anto­cianidinas, presentes en gran variedad de plantas, como los compuestos mayoritarios de esta especie y las respon­sables de su uso para el tratamiento de enfermedades respiratorias y gastrointestinales de origen bacteriano, las cuales afectan fuertemente a la po­blación indígena y mestiza del estado de Chiapas. Así, el conocimiento actual no se opone al tradicional, sino que lo sustenta.

Antecedentes botánicos

En el reino vegetal se calcula que exis­ten cerca de 250 000 especies de plantas superiores, entre ellas las angiospermas, las cuales tienen flores y sus semillas están cubiertas por un fruto, son las más numerosas, aproximadamente 220 000. En la familia Sterculia­ceae, que consta de cerca de cin­cuenta géneros, destacan por su riqueza en tipos específicos las alrededor de 1 500 especies de los géneros Guazuma, Ster­culia, Theobroma, Kleinhovia, Her­man­nia, Dombeya, Buttneria y Melochia. G. ulmifolia, descrita por Lambert en 1789, es una de las cinco especies del género Guazuma. Es un árbol de tama­ño variable, de entre 10 y 25 metros de altura, caducifolio, que florece casi to­do el año, aunque especialmen­te de abril hasta octubre. La corteza externa es ligeramente fisurada y se desprende en pequeños pedazos, mien­tras que la interna, de color amari­llento que cam­bia a pardo rojizo o rosa, es fi­brosa, dul­ce y ligeramente astringente; el grosor total de la corteza es de entre 5 y 10 milímetros. Tiene hojas alternas sim­ples, más largas que anchas y con los lados casi paralelos en la mayor par­te de su extensión, su fi­gura semeja una punta de lanza, con el margen ase­rrado, verde oscura en el haz y verde grisáceo o amarillento en el envés. La inflorescencia es en forma de racimos de entre dos y cinco cen­tímetros, las flores son bisexuales y con olor dulce. El fruto, cápsula de entre tres y cuatro centímetros de largo, crece en in­frutescencias de hasta diez centímetros, se abre tardíamente, es ovoide con numerosas protuberancias cónicas en la superficie y tiene un color moreno oscuro o negro cuando está totalmente maduro; tanto su olor co­mo su sabor es dulce y contiene nu­me­rosas semillas de 2 o 2.5 milímetros de largo, redondeadas y pardas; madu­ra casi todo el año, pero especialmente entre septiembre y abril, y permanece por largo tiempo en el árbol.

Distribución y ecología

En las zonas bajas cálidas, con una tem­peratura media anual superior a 24° C, pero sobre todo en regiones hú­me­das, con precipitaciones anuales entre 700 y 1 500 milímetros, es donde usualmen­te se encuentra el cuaulo­te, aunque se ha hallado en zonas su­mamente hú­me­das con más de 2 500 milímetros de lluvia al año. Se adapta a varias cla­ses de suelos, sean texturas livianas o suelos pesados, y se ubi­ca desde en el nivel del mar hasta 1 200 metros de altitud, no obstante se ob­ser­va con más frecuencia a menos de 500 metros y en suelos no muy ácidos (con pH superior a 5.5). Es susceptible a la competencia de malezas y su desarro­llo potencial se reduce en suelos muy compactados o con altos conteni­dos de arcilla.

Su distribución, en América tropical y subtropical, abarca desde el sur de México, Centroamérica, Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú, norte de Ar­gen­tina, Paraguay, Bolivia, la parte me­ridional de Brasil y a lo largo de las An­tillas. En México, se encuentra en regiones de clima cálido, principalmen­te cerca del plano de la vertiente del Golfo, desde Tamaulipas hasta la península de Yucatán, y en la vertiente del Pacífico, desde Sonora hasta Chiapas, incluyendo los estados de Puebla, Morelos, Hidalgo y San Luis Potosí. Es frecuente hallar al cuaulote en bos­ques y selvas donde la acción del hom­bre es más persistente.
En Chiapas, el cuaulote forma par­te de zonas abiertas con diversos tipos de vegetación: costera, matorral espinoso, selva alta subperennifolia, selva baja subcaducifolia, acahual, potreros, pastizal de potreros, selva mediana sub­perennifolia, bosques de encinos, manglar, ruderal, selva alta perennifo­lia, selva baja caducifolia-encinar, selva mediana caducifolia y selva baja ca­ducifolia. Presente en casi todo el es­tado, desde el norte hasta la costa del Pacífico, sobre todo se encuentra en rancherías, tanto silvestre como cul­tivado. Es una especie característica de vegetación con crecimiento secunda­rio, por lo que se considera como indi­cadora de zonas perturbadas.

El uso tradicional

El uso tradicional del cuaulote es am­plio, tanto en México como en diversas regiones tropicales y subtropicales de América. El cocimiento de la corte­za, rica en mucílago —sustancia con pro­piedades semejantes a las de las go­mas, utilizadas como laxante en me­dicina o como adhesivo, espesante y emulgente—, se usa para clarificar el azúcar y contiene una fibra que se uti­liza para amarrar. Brent Berlin señaló que los niños tzotziles de Chiapas frecuentemente comen el fruto por su dul­ce pulpa. Martínez menciona que el fruto tierno macerado en agua suel­ta un mucílago que se usa para la clarificación de jabones y que la madera se utiliza en la elaboración de carbón para pólvora. Por su parte, Rivas repor­tó que la madera es utilizada como materia prima para la carpintería en general, así como para la construcción de cajas, embalajes y mangos de herra­mientas; además menciona que en todas las regiones donde crece en forma natural es considerada como un ex­celente combustible porque produce buena brasa, poco humo, tiene un alto poder calorífico y es capaz de arder verde; también señala que las ho­jas son utilizadas como forraje para alimentar al ganado durante los periodos secos, ya que contienen un alto porcentaje de proteínas. Las hojas tam­bién fueron reportadas por Miranda como alimento para gusanos de seda. Las flores producen miel de buena calidad, según reportaron Standley y Steyermark, y la savia se usa como pe­gamento para que la pintura se adhiera mejor a las paredes. El cuaulote tam­bién se usa como árbol textil, en cortinas rompevientos, cercas vivas y para sombra y refugio del ganado.

Francisco Hernández, en su Historia Natural de la Nueva España, escri­ta entre los años 1571 y 1577, reporta a Guazuma ulmifolia, entonces llamada quauhólotl o árbol de élotl, como planta medicinal cuyas “hojas son co­mo de moral, blanquecinas y vellosas principalmente por debajo, blandas y aserradas; con un fruto oblongo y espinoso a manera de erizos, comestible de forma y tamaño de bellotas gruesas y cortas; la flor pequeña y blanca”. Los textos mayas reportan el uso medi­cinal de esta especie, particularmente para el tratamiento de las diarreas con la infusión de la corteza. El libro del Chi­lam Balam de Chumayel señala que Guazuma ulmifolia “puede ser el árbol legendario pixoy o picxoy que es plan­tado por los dioses para conmemorar el desvastador diluvio que en un tiem­po destruyó el ­mundo”.

Propiedades medicinales

En diversos documentos que datan de los siglos XV y XVIII, como el Códice de la Cruz-Badiano y la Historia Natural de la Nueva España, aparece el guácimo como planta medicinal usada por los indígenas que habitaron el México pre­hispánico. Actualmente, la población in­dígena y mestiza del estado de Chia­pas aún la utiliza como remedio her­bo­lario. Los datos de varios textos re­ve­la­ron 49 usos medicinales, 25% para com­batir enfermedades gastrointes­tinales y 12% para las respiratorias, a par­tir del tallo, la raíz, la hoja, el fruto y la flor, en forma de té o infusión. Un acercamiento a las fuentes vivas —pues­tos de mercado, practicantes de la me­dicina tradicional y habitantes en ge­neral— permitió corroborar la información reportada en los textos (cuadro 1).
FIG1
A partir de 1968, con base en los an­tecedentes históricos de los usos efec­tivos del guácimo en la medicina tradicional, diferentes investigadores se enfocaron a estudiar sus propiedades y actividades en el laboratorio. En ese año, en estudios con animales, va­rios extractos acuosos y alcohólicos de la corteza mostraron actividad cardiotó­nica y depresiva del músculo cardia­co blando, así como hipotensiva, rela­jan­te del músculo liso y actividades estimulantes uterinas. En diferentes es­tu­dios, varios extractos de hoja, corteza y raíz mostraron actividad antibacteriana y antifúngica in vitro sobre numerosos patógenos.

En 1990, Cáceres y colaboradores reportaron la actividad antibacteriana de los extractos etanólicos del cuaulo­te sobre Salmonella typhi, Salmonella enteritidis, Shigella dysenteriae y Shigella flexneri. Posteriormente, Heinrich y colaboradores, realizaron una evalua­ción microbiológica y parasitológica in vitro de la corteza del cuaulote, y en­contraron una fuerte actividad sobre diversos microorganismos patógenos. Cáceres y colaboradores señalan la ac­tividad antimicrobiana de las hojas en bacterias causantes de desordenes res­piratorios y gastrointestinales. Por su parte, Villatoro reporta que la corteza de raíz de esta planta inhibe el crecimiento de bacterias responsables de en­fermedades gastrointestinales y res­piratorias, como Staphylococcus au­reus, Staphylococcus epidirmidis, Pseudo­mo­nas aeruginosa, Shigella flexneri, Kleb­sie­lla pneumoniae, Streptococcus pneu­moniae, y además, Bacillus subtilis. Asimismo, González y colaboradores reportaron un estudio sobre la disminución del crecimiento bacteriano de las mismas bacterias mediante la utilización de la corteza de la raíz y el tallo del guácimo, y Lentz y colaboradores reportaron la inhibición del cre­ci­miento de Mycobacterium intracellulare, Bacillus subtilis y de los hongos pa­tógenos Cryptococcus neoformansk y Candida albicans por la corteza y hojas de Guazuma ulmifolia.

Aunado a esto, se han valorado in vitro otros de los usos que se le confie­ren al guácimo. Un estudio realizado por Pinheiro y colaboradores reportó la actividad molluscicidal —la capacidad de ser tóxico e incluso letal para ciertos organismos— de la corteza del guácimo. Finalmente, un grupo de in­vestigadores brasileños demostró que el extracto de hojas es citotóxico sobre líneas celulares cancerígenas, alcan­zan­do 97.3% de inhibición del crecimiento celular.

Compuestos químicos

De las flores, hojas, tallo y raíz del cuau­lote se han aislado diversos metabolitos secundarios. Destacan las proanto­cianidinas, obtenidas de la corteza, que son compuestos flavonoides —pig­men­tos vegetales hidrosolubles con actividad antioxidante, porque inhiben o retrasan la oxidación de otras mo­lé­cu­las— y constituyen la principal frac­ción fenólica responsable de las ca­racte­rísticas de astringencia de los vegetales, aunque la intensidad de es­tas sensaciones depende del peso mo­lecu­lar del compuesto. Se ha docu­men­tado que las proantocianidinas, ampliamente investigadas en Europa y en los Estados Unidos, ayudan a pro­te­ger las lipoproteínas de baja densidad del plasma contra la oxidación, fortalecen los vasos capilares y la función vascular, y mejoran la función del sistema inmune. Los doctores Michaela Hör, Michael Henrich y Horst Rimpler en el Instituto de Biología Far­macéutica de la Universidad Albert-Ludwigs de Alemania describieron la estructura de las proantocianidinas ob­tenidas de la fracción acuosa del extracto crudo de corteza del cuaulote. Los oligómeros de proantocianidinas —mezclas de moléculas de proantocianidinas— son complejos bioflavonoi­des —compuestos de las plantas que se asimilan en nuestros tejidos corporales— que actúan como neutralizado­res de radicales libres en el cuerpo hu­mano. El nombre de estos compues­tos diméricos se debe a que, por trata­miento ácido, forman antocianidinas —pigmentos hidrosolubles con múlti­ples beneficios para la salud. Son inco­loras pero fluorescentes al ser observadas con luz ultravioleta. Además, de las partes florales, se han aislado los fla­vonoles —compuestos con gran capacidad antioxidante como resultado de su estructura química— del tipo del camferol, quercetina y camferitrina.

Anjaneyulu y Suryanarayana aislaron, primero de la corteza y hojas del cuaulote, triterpenos —productos na­turales usados en medicina y perfu­mería— y cuatro años más tarde, de la médula, aislaron cumarinas —un gru­po muy amplio de principios activos fenólicos. El papel fisiológico de las cu­marinas sólo se conoce parcialmente, pese a su abundancia en la naturaleza y su diversidad estructural. Se ha encontrado que pueden ser anticuagulan­tes, espasmolíticas e hipercolesterémicas, o inhibidoras del crecimiento vegetal. También de la médula, aislaron un lignano —compuestos de natu­raleza fenólica con una gran variedad de efectos. Son compuestos aromáticos que poseen el mismo tipo de sustitución que los ácidos cinámicos, los cuales son capaces de prevenir la muer­te de algunas células e inhibir el aumento de calcio intracelular. En 1971, Siddiqi y colaboradores reportaron el aislamiento, en semillas, de ácidos gra­sos como el linoleico, el palmítico y el oleico.

Los taninos

Los taninos son polifenoles —grupo de compuestos presentes en forma ex­tensiva en la naturaleza— solubles en agua que difieren de los demás compuestos fenólicos naturales por su ha­bilidad de precipitar las proteínas. Acu­mulados en grandes cantidades —más de 10% del peso seco— en órganos y te­jidos particulares —corteza, tallo, ho­jas, frutos y raíces—, están distribuidos en las plantas en dos grupos de acuer­do con su estructura química, los taninos condensados y los hidroli­zables. Los últimos, también llamados gálicos o pirogálicos, se hidrolizan con facilidad tanto por ácidos y álcalis co­mo por vía enzimática y son generalmente de formación patológica. Mien­tras que los condesados se producen en el metabolismo normal de los vegetales, por lo que se consideran fisio­lógicos y se encuentran ampliamente repartidos en el reino vegetal. El meca­nismo de toxicidad de estos compuestos está relacionado con algunas de sus características propiedades estereo­químicas —estructura molecular— y, en particular, con su propiedad astrin­gente correlacionada con su estructura química.
 
Durante los últimos años, las inves­tigaciones sobre el guácimo se han en­focado al análisis fitoquímico y la identificación de los compuestos responsables de las propiedades medicinales que se le confieren. Así, Hör y colaboradores aislaron de la corteza pre­cursores de los taninos condensados del tipo de las proantocianidinas con un alto grado de polimerización y, en un estudio clínico con conejos, de­mos­traron que dichos compuestos tienen la capacidad de inhibir la toxina de la bacteria del cólera (Vibrio cho­­le­rae), además de interferir con la pros­­taglandina sintetasa e2 (pge2), en­zima que interviene en la replicación de bac­­terias y otros patógenos. Es así co­mo las proantocianidinas atacan una vía bioquímica que es única pa­ra los patógenos y reducen el riesgo de que las bacterias puedan dañar al hombre.
 
Como corolario, conviene señalar que en el empleo del cuaulote se debe de tener cuidado en la forma de prepa­ración del té o infusión. La herbolaria recomienda hervir una cucharada sopera de la parte vegetal pulverizada en medio litro de agua. Esto es de suma importancia, porque como se sabe, los recursos herbolarios no son inocuos; es decir, ciertas dosis pueden tener la cualidad curativa y otras ser tóxicas. El cuaulote no es la excepción, los ta­ninos condensados pueden ser tóxicos en dosis no terapéuticas.

La valoración de las propiedades me­­­dicinales del cuaulote en el tratamiento de enfermedades gas­tro­in­tes­ti­na­les y respiratorias de origen bac­te­ria­no sugiere que esta planta puede representar una alternativa fitotera­péu­tica para la población indí­gena y mesti­za del estado de Chiapas, como tan­tas otras plantas que nues­tros ante­pa­sados han empleado con sorpren­dente sabiduría y que ahora se están va­lo­ran­do química y farmacológicamente, ca­racterizando sus compuestos activos, de tal forma que se pueda optimizar su empleo.
Ricardo A. Villatoro Vera†
Facultad de Química,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Lorena Luna Cazares y
Alma Rosa González Esquinca
Escuela de Biología,
Universidad de Ciencias y Artes del Estado Chiapas.
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Standley, P. y J. Steyermarck. 1952. Flora of Guate­ma­la. Fieldiana Botany, 24, Parte 3: 403, 404, 410, 411.
Lorena Mercedes Luna Cazares es Maestra en Ciencias por la unach, estudiante del doctorado en Ciencias de la unam, adscrita al laboratorio de Fisiología y Química Vegetal de la escuela de Biología de la unicach (Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas).
Alma Rosa González Esquinca es Doctora en Ciencias Biológicas por la unam, y es la responsable del laboratorio de Fisiología y Química Vegetal de la unicach, donde realiza estudios químicos y biológicos de plantas medicinales.
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como citar este artículo

Villatoro Vera, Ricardo A.,  Luna Cazares Lorena y González Esquinca Alma Rosa. (2006). El cuaulote, recurso herbolario de Chiapas. Ciencias 83, julio-septiembre, 18-26. [En línea]
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