revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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Los cipreses
 
Rosa María Fonseca
   
   
     
                     
                     
Se conocen como cedros o cipreses algunas especies
de Cupressaceae, una de las cuatro familias de coníferas que se presentan de manera natural en México. Esta familia tiene una amplia distribución mundial, pues su diversidad comprende cerca de treinta géneros. A ella pertenecen algunos de los árboles más altos y más viejos que se conocen, como Sequoia sempervirens y Sequaiodendron giganteum, conocidas como sequoias gigantes de California, así como el muy mexicano ahuehuete, cuyo nombre científico es Taxodium mucronatum.
 
En México, las cupresáceas tienen representantes de los géneros Calocedrus, Cupressus, Juniperus y Taxodium; además, se cultivan algunas especies no nativas debido a su follaje siempre verde y sus atractivas formas, ya sean naturales o moldeadas artificialmente mediante podas efectuadas en su denso ramaje de diminutas hojas parecidas a escamas verdes; las cupresáceas también son apreciadas como especies ideales para el arte del bonsái.
 
Entre las cupresáceas resalta Cupressus, con catorce especies conocidas entre cedros, cedros blancos o cipreses. Éstas se desarrollan en el norte de África, en la región del Mediterráneo, en el este de los Himalaya, en el suroeste de China y en América, desde el este de Estados Unidos hasta Honduras. En México existen tres especies nativas: en Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Zacatecas se presenta Cupressus arizonica, con tres variedades; en Isla Guadalupe, Baja California —aunque en peligro de extinción— se desarrolla C. Guadalupensis, y en gran parte del país y Centroamérica, C. lusitanica, con dos variedades. También es frecuente encontrar plantas cultivadas de C. macrocarpa y C. sempervirens.
 
Por sus particulares características morfológicas o por sus variados usos, entre las especies del género destacan Cupressus lusitanica y C. sempervirens. La primera tiene un tronco recto que la hace ideal para usos forestales y se cultiva en plantaciones comerciales en África, Asia y Sudamérica; en los países de la que es nativa, sólo se cultiva como planta ornamental en parques, jardines y caminos, o como cortina rompevientos; también se utiliza con fines de reforestación, ya que crece muy rápidamente. Las poblaciones naturales de Cupressus lusitanica han disminuido en extensión, a pesar de lo cual la especie no tiene problemas de supervivencia, ya que se reproduce por semilla con relativa facilidad y es de crecimiento rápido.
 
La historia del nombre de esta especie es por demás curiosa, ya que fue descrita y nombrada como Cupressus lusitanica por Philip Miller en 1768, a partir de ejemplares cultivados en el monasterio de Bussaco, en Portugal. El bosque de Bussaco es famoso debido a que en el siglo xvii los carmelitas descalzos fundaron allí el convento de Santa Cruz de Buçaco y plantaron todo tipo de árboles en los alrededores, entre ellos el ciprés mexicano. Casi ochenta años después, en 1847, Endlicher describió un árbol originario de Michoacán y lo nombró Cupressus lindleyi; posteriormente se descubrió que era la misma especie de Bussaco, pero atendiendo al principio de prioridad que rige los nombres de las plantas, su nombre correcto es C. lusitanica, no obstante ser mexicano de origen y no portugués.
 
La segunda especie, Cupressus sempervirens, mejor conocida como ciprés italiano, se cultiva frecuentemente en regiones templadas de todo el mundo. México no es la excepción, pues es común encontrarla en cementerios, calles y jardines; su nombre deriva probablemente de Cyprus o Chipre, la isla del Mediterráneo donde crece silvestre, mientras que el término sempervirens se refiere a la característica de tener hojas verdes siempre. Estos árboles se distinguen fácilmente por su copa de forma cónica, muy alargada, y su follaje siempre verde de diminutas hojas en forma de escama.
 
El ciprés es un árbol con una amplia tradición cultural, especialmente en la zona que rodea el Mediterráneo, de donde es originaria, y sus usos son múltiples. La madera es muy resistente y se utiliza en ebanistería fina, carpintería, construcción y escultura, así como para construir guitarras. Dada su resistencia a la humedad, se ha utilizado en trabajos expuestos a la intemperie o al agua, por ejemplo en puertas o en la industria naval. Se dice que gran parte de los bosques de cipreses de la península de Anatolia y del norte de África fueron destruidos por el uso masivo de su madera en la construcción y renovación de las flotas durante el largo periodo que duró el imperio otomano.
 
En la medicina tradicional, la presencia de flavonoides, principalmente en las hojas, se relaciona con sus propiedades cardiotónicas, antitrombóticas, antinflamatorias, anticancerosas, antimicrobianas (antivirales, antifúngicas, antibacterianas) y analgésicas. Los taninos contenidos en sus conos y follaje le confieren propiedades vasotónicas, vasoconstrictoras, hemostáticas, (detienen el sangrado y ayudan a la coagulación) y astringentes (producen sequedad en las mucosas); son útiles para cicatrizar heridas y prevenir infecciones a nivel cutáneo, ya que son antibacterianas. También se utilizan para curar úlceras, várices y flebitis.
 
El aceite esencial extraído de sus hojas y conos, disuelto en agua caliente y aplicado en forma de inhalaciones, se utiliza contra la tos, bronquitis, asma, faringitis, catarro y sinusitis. Por sus propiedades antisépticas se utiliza en la fabricación de colonias, perfumes y lociones de afeitar; también es útil para combatir el exceso de sudoración, el acné, la seborrea, hemorragias y hemorroides, e internamente contra la diarrea.
 
El ciprés fue muy cultivado en el periodo grecoromano, convirtiéndose en un elemento común de los jardines de la zona del Mediterráneo. Los griegos lo consideraban símbolo de la belleza femenina y en otras zonas el ciprés fue considerado como un símbolo de hospitalidad; en la Antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a los viajeros que la casa les ofrecía hospedaje durante algunos días.
 
El ciprés también simboliza la unión entre el cielo y la tierra, ya que su copa alargada en forma de flama se dirige hacia el cielo, lo que hacía pensar que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa dirección; en tanto que sus raíces descienden profundamente hacia el centro de la Tierra, interpretado antiguamente como el inframundo. En la mitología clásica es el árbol de las regiones subterráneas y, de acuerdo con Teofrasto, el ciprés estaba consagrado a Hades, el dios de la muerte y los infiernos. Por su parte, Plinio comenta que una rama de ciprés colgada en la puerta de una casa era un signo fúnebre. Horacio indica que los antiguos enterraban a los muertos con una rama de ciprés y envolvían el cuerpo con sus hojas. En la época clásica, cuando los romanos extendían sus territorios a lo largo y ancho de Europa, se adoraba a varios dioses y se les representaba con elementos de la flora y la fauna; por ejemplo, el olivo era un árbol consagrado a Minerva, la diosa romana de la sabiduría, y el ciprés era venerado en los cultos a Plutón, a la divinidad de los infiernos, y adornaba los cementerios.
 
Una leyenda griega dice que los cipreses deben su origen a las hijas de Etéocles, rey de Tebas, las cuales fueron sacadas de una fiesta por las diosas en un torbellino que no paraba de dar vueltas y luego fueron arrojadas a un estanque, pero la diosa Gea, compadeciéndose de las jóvenes, las convirtió en cipreses. También se cuenta que Cipariso, uno de los amores masculinos y desgraciados de Apolo, fue castigado convirtiéndose en ciprés.
 
La forma alargada y estilizada de su copa ha sugerido diversas simbologías e interpretaciones a lo largo de la historia, desde símbolo de la potencia sexual hasta la idea de la inmortalidad debido a su gran resistencia a las bajas temperaturas.
 
Las propiedades de muchas de las especies de plantas quedan aún por explorarse y un buen punto de partida para su estudio son los usos tradicionales que se han hecho de ellas.chivi101
 
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Farjon, A. 2005. A monograph of Cupressaceae and Sciadopitys. Royal Botanic Gardens, Kew. Richmond, Surrey. uk.
Natarajan, S., V. V. S. Murti y T. R. Seshadri. 1970. “Biflavones of some Cupressaceae plants”, en Phytochemistry, núm. 3, vol. 9, pp. 575-579.
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Rosa María Fonseca
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 

 

como citar este artículo

Fonseca, Rosa María. (2011). Los cipreses. Ciencias 101, enero-marzo, 12-14. [En línea]

     

 

       
 
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Hacia nuevos modelos
educación popular
en América Latina

 

Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad
   
   
     
                     
                     
Es bien sabido que América Latina es una de las regiones
más desiguales del planeta. Según cifras del Banco Mundial, el 20% de la población más rica recibe 57% de los ingresos de la región, mientras que el 20% más pobre recibe sólo 3% de tales ingresos. Esta inequidad se refleja en todos los ámbitos de la vida social latinoamericana. Según datos del mismo organismo, la región ha tenido avances sustantivos en materia educativa en los últimos años: como parte de las Metas de Desarrollo del Milenio, Latinoamérica está cerca de cumplir el objetivo de proveer educación primaria universal para el año 2015. Al mismo tiempo, ha reducido la brecha en el acceso a la educación entre niños y niñas.
 
A pesar de estos avances, es claro que los retos en materia educativa que enfrenta la región son todavía muy grandes. En particular, la desigualdad en el acceso a la educación entre diferentes clases sociales y distintas regiones es mayúscula, al igual que el tipo y la calidad de la misma. No obstante la importancia de la educación para el futuro de cualquier sociedad, los gobiernos de la región no parecen decididos a erradicar esta inequidad. La meta de educación primaria universal, aunque encomiable, es insuficiente para corregir los profundos rezagos que enfrenta el subcontinente. Más aún, no existe un debate público y abierto sobre el tipo de educación que debe cultivarse en la región. ¿Qué educación necesita América Latina? La respuesta depende, entre otras cosas, del tipo de ideales que la región decida adoptar como suyos, y del tipo de futuro que imagine para sí misma.
 
Una respuesta satisfactoria a esta pregunta requiere un proceso de reflexión colectiva. En primer lugar, América Latina requiere modelos educativos que, a fin de contribuir a superar los alarmantes niveles de desigualdad social antes mencionados, hagan accesibles las promesas de educación no sólo a las élites sino a la población en su conjunto. En segundo lugar, se requieren modelos educativos que, de manera creativa, aspiren no sólo a proveer lo mínimo (educación primaria), sino que integren las manifestaciones canónicas de la cultura contemporánea con la vida diaria de todos los individuos y comunidades. Más aún: modelos que promuevan no sólo el consumo crítico de productos culturales como la ciencia, sino también la creación y la innovación mismas. El recientemente formado Instituto Internacional de Neurociencias de Natal Edmond e Lily Safra (iinnels) y el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela son modelos de educación popular, integración comunitaria y creación científica y artística en América Latina que apuntan a lo que puede (¿o debe?) ser la educación en la región.

 

Ciencias del cerebro en Natal
 
Probablemente no muchas personas han oído hablar de Natal, capital de Rio Grande do Norte, una de las regiones más pobres y con mayor grado de analfabetismo de Brasil (34%). Sin embargo, desde el año 2003 esta región es sede de un experimento social que ambiciona transformar la ciencia y la educación allí. Junto con Macaíba, Natal es sede de un Instituto de Neurociencias (iinnels) que pretende ser un centro de investigación científica de excelencia al mismo tiempo que un centro de educación comunitaria. A largo plazo, este proyecto tiene como objetivo contribuir a eliminar la desigualdad económica y social que prevalece entre las regiones noreste y sur de Brasil.
 
Dicho centro fue idea de tres científicos brasileños, Miguel Nicolelis, Cláudio Mello y Sidarta Ribeiro, cuyo trabajo en las neurociencias tiene reconocimiento internacional. Para su lanzamiento, el centro ha contado con el apoyo del gobierno brasileño, empresarios locales tornados filántropos, y numerosos miembros de la comunidad científica internacional. Además de laboratorios de investigación avanzada, el centro incluye un museo, una clínica especializada en salud maternoinfantil y una escuela comunitaria de educación científica para enseñanza básica que atiende actualmente a 600 niños y jóvenes de entre 11 y 15 años.
 
La idea es hacer que Natal sea el primer eslabón en una cadena de ciudades de la ciencia en Brasil, las cuales fungirán como polos de desarrollo social y económico en las regiones más marginadas del país. Dos objetivos sobresalen aquí: el primero es liberar el potencial para la creación científica de los sectores más excluidos de la población brasileña, es decir, abrir caminos que permitan desarrollar a los jóvenes su potencial científico sin tener que migrar. El segundo objetivo es detonar el crecimiento económico regional mediante la vinculación virtuosa de la innovación científica y la creación de empresas, una estrategia a la que, como es sabido, se le está apostando con grandes recursos en varios países de Asia.
 
Las empresas planteadas por quienes iniciaron este proyecto pueden parecer titánicas. No en balde se le ha dado a la fundación detrás de este proyecto el nombre del primer piloto brasileño, Alberto Santos Dumond, quien desafió las expectativas de su tiempo y logró volar. Sin embargo, la rapidez con que esta iniciativa pasó de ser una mera idea a una realidad da pie al optimismo. Hasta ahora, este instituto ha favorecido la descentralización de la producción y apropiación del conocimiento científico (un problema a lo largo y ancho de Latinoamérica) y ha puesto en marcha programas que permiten el acceso a ciencia de alta calidad a los niños que forman parte del sistema de educación pública en Rio Grande do Norte. Además, el elsiinn sí ha aportado descubrimientos importantes en el área de neurociencias, mismos que se han publicado en las revistas científicas más leídas en el campo.
 
 
Beethoven en los barrios
 
El segundo proyecto educativo es la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela. Fundado en 1975 por el economista, político y músico José Antonio Abreu, el Sistema —como se le conoce— ha formado músicos profesionales que hoy son de sobra conocidos por los melómanos del mundo (el director de orquesta Gustavo Dudamel es quizá el ejemplo más notorio). Sin embargo, el objetivo principal de este proyecto es y ha sido siempre el “rescate de la juventud”. Desde sus inicios, el Sistema se ha propuesto dar a los jóvenes venezolanos, sobre todo a los marginados, la oportunidad de desarrollarse personalmente y de contribuir al desarrollo de sus comunidades mediante el quehacer musical.
 
Cuando empezó el programa, Venezuela tenía dos orquestas, compuestas en su mayoría por músicos extranjeros, que hacían música para una audiencia reducida. Más de treinta años después de su fundación, el Sistema cuenta hoy con más de cien orquestas juveniles, medio centenar de orquestas infantiles y más de 250 centros en los que participa alrededor de un cuarto de millón de niños y jóvenes. De estos, una gran parte proviene de familias pobres y marginadas de la sociedad venezolana. Desde los dos años de edad, niños y jóvenes pueden ser incorporados a grupos donde los miembros más avanzados instruyen a los novicios y se hace música colectivamente. Las orquestas y los coros que de aquí surgen se tornan en “modelos de vida” para los individuos, sus familias y sus comunidades, como comenta Abreu: “el desarrollo de un niño en un ámbito musical contribuye al desarrollo intelectual y afectivo de los niños, del sentido de compromiso de responsabilidad, de aporte individual al quehacer colectivo, a la construcción de un sentido de pertenencia, de identidad comunitaria y de autoestima. En la esfera familiar, el niño se descubre importante en su familia y aspira a que su familia y él mismo conquisten mejoras, generando una dinámica social constructiva. La familia entera se enriquece. En la esfera comunitaria la vivencia de la música se vuelve natural, la música deja de ser un lujo y se convierte en patrimonio común de la sociedad. La comunidad entera contribuye al mantenimiento de espacios colectivos y vence la pobreza material y espiritual […] El arte y los valores asociados a ella han dejado de ser un privilegio de élites en Venezuela, para formar parte del acervo cultural del pueblo y han sido parte fundamental de un proceso de integración comunitaria y trasformación social en todas las provincias de Venezuela”.
 
Además de cumplir su objetivo principal como programa social, el Sistema ha creado y crea músicos cuya calidad ha sido reconocida en las más altas esferas de la música clásica. El éxito del programa le ha valido numerosos premios y reconocimientos, y ha llevado a más de veinte países a tratar de adoptarlo.
 
Hacia nuevos modelos
 
Tanto el Centro de Natal como el Sistema ofrecen lecciones y puntos de reflexión para pensar en nuevas formas de transformar para bien los sistemas educativos, de creación científica y artística en América Latina. A pesar de que parecen distintas, estas dos iniciativas tienen elementos en común: ambas buscan hacer accesibles a los sectores más marginados de la población dos elementos culturales que hasta hace poco eran solamente el privilegio de pequeñas élites, a saber: la ciencia y la música clásica. Asimismo, comparten la idea de que el aprendizaje de estos elementos culturales contribuye a reducir la desigualdad educativa y a mejorar aspectos de la vida personal y comunitaria de niños y jóvenes.
 
Tales objetivos pueden sonar descabellados en contextos de desigualdad social tan marcada como los que privan en Latinoamérica, pero ello no ha desanimado a los fundadores de estas empresas, quienes han logrado elaborar respuestas creativas a los retos impuestos por la realidad de las sociedades venezolana y brasileña.
 
Iniciativas como éstas nos recuerdan que, si bien las estructuras sociales de América Latina pueden parecer inamovibles, las posibilidades de la actividad humana para transformar la realidad de manera creativa son vastas. Natal nos muestra la posibilidad de establecer centros de creación científica de vanguardia que al mismo tiempo contribuyan a la educación de los sectores más marginales de nuestras sociedades. El Sistema, por su parte, revela la posibilidad de usar la música (clásica, pero también popular) para atraer la atención, la imaginación y la pasión de los jóvenes a fin de canalizar su energía hacia metas creativas. Otro elemento que comparten estas dos iniciativas es su enfoque decididamente humanista. El objetivo de Natal no es convertir a los niños en científicos, y el Sistema no busca hacer de cada estudiante un músico profesional. Más bien, su objetivo es usar a la ciencia y a la música como instrumentos de transformación social. Ante todo, ambos proyectos comparten el objetivo de permitir a la juventud de Venezuela y Brasil desarrollar su potencial humano y, con ello, impulsar el desarrollo comunitario y social.chivi101
 
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Banco Mundial. 2008. Regional Fact Sheet from the World Development Indicators, Latin America and the Caribbean.
_____. “Objetivos de desarrollo del milenio”. http://www. bancomundial.org.
L. Triunfol, Marca y Mervis, Jeffrey. 2004. “Brazil Institute Charts a New Hemisphere for Neuroscience”, en Science, núm. 5661, vol. 303, pp. 1131-1132.
Soares, C. 2008. “Building a Future On Science”, en Scientific American, núm. 2, vol. 298, pp. 80-86.
Nicolelis, M. A. L. 2008. “Building the Knowledge Archipelago”, en Scientific American, núm. 2, vol. 298.
Discurso pronunciado por José Antonio Abreu al recibir el premio ted. Febrero de 2009. www.ted.org.
McManus, D. 2005. “The Future Of Classical Music Is In Venezuela”, en The Partial Observer. Partes 14. http://www.partialobserver.com.
Wallerstein, I. 2008. “La depresión, una visión a largo plazo”, en La Jornada, 19 de octubre de 2008, México.
     
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Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
     
 
 
 
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como citar este artículo

Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS). (2011). Hacia nuevos modelos de educación popular en América Latina. Ciencias 101, enero-marzo, 44-47. [En línea]
 
 
 
     

 

       
 
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  torresmaqueta
 
Requiem por las
Torres de Satélite
 
Ana Lorenia García
   
   
     
                     
                     
Ese propósito incoercible
del hombre que trasciende
en las grandes cosas
que parecen inútiles,
pero que representan
la presencia del espíritu
y de la dignidad
en las obras humanas.
 
Mario Pani
 
Satellite of love
Satellite of love!
 
Lou Reed
 
Mayo de 2009. Cae la tarde al poniente de la ciudad de México.
De vuelta a casa paso como siempre frente a las Torres de Satélite. Esta vez me detengo un poco, pues observo, orgullosa y emocionada, a un grupo de japoneses admirando —cámara en mano— el monumento. Fijo la mirada y observo que uno de ellos, en una actitud de franca veneración, se hinca: sí, se hinca frente a las Torres. Aunque la escena puede parecer exagerada, no es extraña. Es sabido que en Japón la obra de Barragán es muy conocida y existe incluso cierta fascinación por la arquitectura de nuestro premio Pritzker (no olvidamos, por supuesto, que la escultura es de él y de Mathias Goeritz).
 
Cuando se terminó la excelente restauración de las Torres con motivo de su cincuenta aniversario, este tipo de escena se hizo cotidiana. La gente volvió a verlas, a disfrutarlas en todo su esplendor. El puente peatonal que las estorbaba se reubicó, lo que permitió a los peatones bajar justo en la explanada, para después subir por otro tramo. Esto favoreció el goce de los emblemáticos prismas, pues a cualquier hora del día se veía gente fotografiándolos o simplemente deteniéndose para admirarlos. Fueron pocos meses, muy pocos, durante los que pudimos volver a asombrarnos al contemplarlos en toda su magnificencia… luego vino el infame segundo piso del Periférico. Quienes vivimos en el norte de la ciudad nunca creímos llegar a ver esto: nuestras Torres, nuestro entrañable ícono de identidad, violado; su escala y perspectiva, su anhelada valoración y restauración, todo, acabado.
 
Al gobierno no le importó en lo más mínimo la salvaguarda del patrimonio nacional —¿alguna vez le ha importado realmente? Varias voces se levantaron y siguen haciéndolo: el Museo Casa Barragán, con su incansable directora Catalina Corcuera; la historiadora de arte Louise Nöelle; los arquitectos Fernando González Gortázar, gran conocedor y estudioso de la arquitectura contemporánea, y el otrora director de arquitectura del inba, Víctor Jiménez; la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite y la de la Florida. Pero nadie más.
 
Mas nada fue suficiente para salvar esta obra de arte. Ni los cientos de artículos que se escribieron desde el mismo año de su terminación y que hasta hoy se siguen escribiendo o están por publicarse; ni las miles de líneas que demuestran su trascendencia para la cultura y la arquitectura mexicanas; ni los libros, exposiciones y catálogos que las incluyen; ni mucho menos los millares de horas que arquitectos, ingenieros, historiadores, diseñadores, fotógrafos, artistas e historiadores del arte de todo el mundo han dedicado a su estudio: las Torres de Satélite se han dañado irreparablemente.
 
Sólo se logró que el segundo piso “aterrizara” antes de la ínsula de la escultura y luego volviera a subir, pasando la pendiente del emplazamiento. La traza de la nueva vialidad pasa a escasos centímetros de los prismas norte y sur, por lo que el más mínimo “volantazo” de un conductor lo puede llevar a estrellarse directamente contra cualquiera de ellas. Pero eso no es todo, pues se ha perdido un aspecto esencial de la escultura: su perspectiva. El modo en que las Torres debían ser vistas, desde lejos y en movimiento, no será posible nunca más. La nueva vialidad desvirtuó de manera definitiva la idea original de sus creadores.
 
En 1956, un año antes de la construcción de la obra, Mathías Goeritz señalaba: “me gustaría ver mis bloques parados, enormes, como edificios en un paisaje abierto, para que la gente las pudiera ver desde lejos”. Asimismo, Luis Barragán relataba: “fui a ver el terreno en la salida de la carretera a Querétaro, con una pendiente muy fuerte […], debíamos hacer ahí algo que fuera símbolo de la ciudad y sobre todo que estuviera a la escala de la ciudad. Un punto de referencia, algo que les dijera a todos dónde se encontraban tanto de día como de noche. […] Aún ahora, cuando los días están claros, las Torres de Satélite son visibles desde una buena parte de la ciudad”. Y así era.
 
Hoy, esa visibilidad, la que se tenía antes del arranque del montículo que las alberga, a más de un kilómetro de distancia, no existe ya. Desde hace más de dos meses, en su lugar se despliega ante nuestros atónitos ojos el ruin, el irreverente Viaducto Bicentenario, la vialidad que “aterriza” ¡apenas a 300 metros de la célebre obra!
 
De este modo, el profético artículo publicado hace dos años por Fernando González Gortázar en el periódico La Jornada, en el que advertía de los daños del “segundo piso”, se cumplió: “este monumento es una pieza imprescindible de nuestro proceso cultural, una seña de identidad visual para sectores muy amplios de la metrópoli, un punto de referencia, un emblema. No puede ser simplemente ignorado por funcionarios incapaces de concebir valores distintos y argumentos más allá de los pesos y centavos. Al transformar radicalmente el sitio, la escala y los puntos de vista del espectador, su proyecto desnaturalizaría la gran obra por completo. Sería como si las autoridades parisinas hicieran pasar un alto puente junto a la Torre Eiffel; aquí están planeando algo equivalente, y a casi nadie parece importarle”.
 
Y así fue: se planeó, se está haciendo y a casi nadie le importó. La que alguna vez fue considerada por Peter Krieger como la “personalidad de Satélite” en su estudio Paisajes urbanos imagen y memoria fue ignorada primero y devastado después. Vale mencionar que el hoy investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam vino a México desde Alemania, su país natal, motivado por el estudio de las Torres de Satélite y de uno de sus autores, Mathías Goeritz.
 
No pasará el “alto puente”, pero “la escala y los puntos de vista del espectador” han desnaturalizado por completo el emblemático conjunto. Las fotografías, videos, escudos y logotipos en que aparecen las Torres de Satélite —vistas desde lejos, muchas de ellas— son desde ahora imágenes históricas.
 
Ícono de identidad
 
Las Torres de Satélite, parte de nuestro vasto patrimonio nacional, son también un fuerte ícono de identidad, orgullo de toda la zona norponiente de la ciudad de México. Pero eso, como ya vislumbraba don Fernando González Gortázar, también fue ignorado, pues no se trata únicamente de un hito citadino sino de un espacio, de una obra que varias generaciones de vecinos y de múltiples zonas aledañas han hecho suya. Quizá no se ha escrito mucho al respecto (la identidad regional no es precisamente lo más resguardado en esta megalópolis), pero lo cierto es que incluso para las generaciones más jóvenes, los monumentos históricos, la arquitectura y en general el arte nacional son motivo de admiración, orgullo y respeto; agentes cuya belleza y excelsitud contribuyen a la formación de su identidad.
 
 
grafittiTorres
 
 
Un ejemplo significativo de lo anterior se puede ver sobre el muro de una casa del Circuito Circunvalación Poniente de Ciudad Satélite, a unos tres kilómetros de distancia de la obra de Barragán y Goeritz. Sobre él se despliega una extraordinaria pieza de graffitti de aproximadamente diez metros de largo, por dos y tres de alto en los tres tramos que la componen. El autor se ha retratado a sí mismo pintando dos edificios: las Torres de Satélite del lado izquierdo y la capilla de Santa Cruz del Monte, construcción del siglo xvi, del lado derecho.
 
Unidas por una serie de textos, el graffitero —probablemente un joven menor de 20 años— muestra dos obras muy conocidas por los habitantes de la zona, dos íconos de identidad.
 
Su admiración por ambos es evidente. En su pieza ha unido dos épocas distantes en la historia: dos edificios que le provocan un sentido de pertenencia, que son parte de su cotidianidad, de su entorno urbano y de su cultura visual.
 
En el texto que enmarca a las Torres del lado izquierdo se lee: Naucalpan, Atizapán, Tlalnepantla, Izcalli… Es decir, las emblemáticas esculturas son un ícono que representa a Ciudad Satélite y a Naucalpan, sí, pero también a otros municipios y colonias del —qué ironía— Estado de México (nombre también escrito en el graffiti).
 
No sabemos si con la atrocidad que se ha cometido con el Viaducto Bicentenario, las próximas generaciones sentirán y expresarán lo mismo. Lo cierto es que nunca más verán las Torres de Satélite como fueron planeadas por dos grandes del arte mexicano.
 
Es extraña, de verdad muy extraña, la celebración del Bicentenario emprendida por el gobierno del Estado de México; como bien lo dice el arquitecto González Cortázar, “destruyendo los elementos clave de nuestro patrimonio, aquellos que nos dan un orgullo y un rostro” y que
son “riqueza del mundo”.chivi101
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Referencias bibliográficas
 
Figueroa Castrejón, Aníbal. 1989. El arte de ver con inocencia. Cuadernos 1989, temporales 13. uam Azcapotazalco. México.
González Gortázar, Fernando. 2008. “Las Torres de Satélite: ¿Golpe final?”, en La Jornada, julio 2008.
Krieger, Peter. 2006. Paisajes urbanos imagen y memoria. UNAM-IIE. México.
     
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Ana Lorenia García
Estudiante en la maestría en Historia del Arte,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
 

 

como citar este artículo

Lorenia García, Ana. (2011). Requiem por la Torres de Satélite. Ciencias 101, enero-marzo, 56-58. [En línea]
     
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