revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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            R024B07

Euclidiana

Renato Leduc
   
   
     
                     
Por el vértice unidos, con ardor incident
sobre el rombo impasible de un tapete de Persia,
cuatro muslos albeantes, epilépticamente,
sufren raptos de fiebre y colapsos de inercia.
 
Cuatro senos que quieren devenir dos esferas
en el límite absurdo de un espasmo carnal;
y el isócrono ritmo de las cuatro caderas
engendrando los ejes de una blanda espiral…
 
Lasitud nacarada, la penumbra estiliza
dos mujeres yacentes: coordenada y abscisa
con los cuerpos formando pitagórica cruz.
 
Y en la suma inexacta de las hembras en celo
las pupilas resultan cuatro flechas de anhelo,
cuatro hipérbolas rubias saturadas de luz…
 
articulos
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Renato Leduc
escritor
     
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cómo citar este artículo 
Leduc, Renato. (1991). Euclidiana. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, p. 71. [En línea]
     

 

 

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            R024B06
Las ciencias
en la educación nacional
César Carrillo Trueba 
   
   
     
                     
El número de estudiantes que ingresan cada año
a las carreras de Ciencias ha disminuido vertiginosamente en los últimos años. Esto se explica por el hecho de que la actividad científica en México está muy mal remunerada, escasean los empleos y es poco reconocida socialmente. Por ello, carreras como Administración de Empresas, Contaduría, o Ciencias de la Comunicación, siguen aumentando sus matrículas mientras el árbol del conocimiento languidece.
 
Sin embargo, hay un factor poco mencionado y que quizá sea tan importante como los demás: la manera en que se lleva a cabo la enseñanza de las ciencias en las escuelas primaria y secundaria.
 
Según los resultados de un estudio dirigido por Gilberto Guevara Niebla, publicados en la revista NEXOS del mes de julio de este año, el nivel medio de conocimientos de los estudiantes mexicanos de primaria y secundaria, es alarmantemente bajo.
 
El estudio tiene como base la aplicación de dos exámenes, uno entre alumnos de 6° de primaria y otro entre estudiantes de 3er año de secundaria. El objetivo era “medir el nivel de conocimiento de los alumnos, de acuerdo a los programas de estudio vigentes”.
 
Entre los datos más generales de este trabajo destacan, por ejemplo, que de los 3248 niños de 6° de primaria examinados, sólo el 16.3% obtuvo calificaciones promedio superiores a 6, y el promedio general fue de 4.83. La diferencia de promedio entre las escuelas privadas (6.55), las estatales (4.90), los federales (4.72) y las federales descentralizadas de la SEP (4.52), es otro hecho relevante. Las calificaciones más bajas se obtuvieron en las zonas rurales y en los estados de Yucatán, Tabasco, Campeche y Guerrero, y los alumnos del turno matutino superaron a los del vespertino y diurno.
 
El punto que aquí nos interesa particularmente (para mayor detalle ver NEXOS, julio de 1991), es el lugar que ocupan las materias científicas en la escala de calificaciones por materia: el último.
 
En el examen de primaria, sólo un 15.5% aprobó el de matemáticas, en el cual el promedio general se encuentra por debajo de la media (4.3), mientras que el de Ciencias Naturales es igual a la media (4.83). Ciencias Sociales (4.88) y Español (5.23) superaron la media.
 
El examen de secundaria, aplicado a 4755 estudiantes de 3° de secundaria, arrojó resultados semejantes. El promedio general fue de 3.97, y sólo el 3.8% de los alumnos aprobó con calificación promedio superior a 6. Nuevamente las escuelas particulares aparecen por encima de las públicas, aunque por menos cantidad que en el nivel de primaria, y las calificaciones más bajas se obtuvieron en las zonas rurales y en los estados de Campeche, Chiapas y Yucatán.
 
Las áreas científicas no perdieron su lugar, aunque ahora las matemáticas (3.47 de promedio) se encuentran por encima de las Ciencias Naturales (3.4). En estas últimas curiosamente la Química ocupa el lugar más alto, seguida por la Biología y después la Física.
 
Ciencias Sociales (4.01) y Español (5) conservaron sus respectivos lugares.
 
El abandono en que se encuentra nuestro sistema de educación es aún mayor en esta área, como se puede observar en estos resultados. De no acabar con este estado de cosas, México seguirá siendo, como lo señala este trabajo, un país de reprobados.
 
articulos
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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cómo citar este artículo
Carrillo Trueba, César. 1991. Las ciencias en la educación nacional. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, p. 70. [En línea]
     

 

 

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            R024B04

Pumas Estimulados

Grupo Pandora
   
   
     
                     
¡Goya! ¡Goya!, cachún, cachún, ra, ra…
UNAM campeón. Juego vistoso y noble. Hay campeón para rato.
El rector Sarukhán, como dice la Gaceta “…sintiéndose más universitario que nunca… roció la sidra del festejo a los campeones”.
 
En el otro lodo, en el vestidor de las Águilas, hay enojo y tristeza. ¿Qué hacemos para el año próximo? Como van no hay quien los pare; si con el espíritu Puma hasta el Tuca corre.
 
Los demás equipos, Chivas, Camoteros, Tecos, Tiburones, etcétera, se desesperan. Reunión urgente de todos los equipos de la primera división. Alguien dice:
 
—Es el colmo, hasta parece que juegan fútbol, esto es inadmisible.
 
Desconcierto, gritos, jaloneos, hasta que se oye una voz engolada, como de cronista de Televisa que comenta:
 
—Hay que destruirlos y yo sé cómo. Convenzamos al doctor Sarukhán para que inicie un Programa de Estímulos a la Productividad como premio a los jugadores. Inclusive puede ser manejado por la DGAPA, que se convertiría en la DGAPAyF, la Dirección General de Apoyo al Personal Académico y Futbolístico —todos ponen cara de sorpresa y nadie entiende. El de la voz de locutor se aclara la garganta y explica:
 
— Es muy claro. La DGAPAyF saca una convocatoria inentendible y solicita los informes de los últimos tres años. Imagínense a Patiño, Nava, Vera y demás, llenando informes en lugar de entrenar, tratando de recordar los entrenamientos a los que han asistido, los partidos jugados completos e incompletos, goles anotados, penaltis fallados, corners lanzados, ¿cuántos minutos jugué hace dos años contra Cruz Azul?, y cuando creen que ya pueden regresar a entrenar, nada de eso, a conseguir los comprobantes.
 
El cuerpo técnico encargado de la evaluación se devana los sesos haciendo un tabulador. ¿Cuántos puntos dan las tarjetas amarillas?, y las rojas, ¿deben dar puntos?, ¿valen más los partidos arbitrados que los no arbitrados?, ¿y los mal arbitrados?, ¿cuándo el árbitro es extranjero deben valer más?
 
En esto se les va toda la pretemporada. Los jugadores están nerviosos y tensos, pero creen que ya acabaron y cuando van empezando a agarrar el ritmo, les llega un aviso de la DGAPAyF de que al equipo sólo le tocan veinte salarios mínimos y que la distribución en las cuatro categorías, uno, uno y medio, dos y dos y medio salarios mínimos, debe ser una curva gaussiana.
 
En lugar de que el entrenador Mejía Barón les explique las tácticas a seguir en los juegos, se la pasará horas dando explicaciones sobre lo que es una gaussiana, sin responder a la pregunta ¿por qué una gaussiana? Señalando a un miembro del cuerpo técnico, informará a su equipo que le dijeron que además les tocaron dos de cuatro salarios mínimos y uno de siete, calculados a partir de una ecuación.
 
Torres Servín mira incrédulo a su entrenador. España, que tiene más experiencia, intenta explicarles lo que es una ecuación. Para colmo todos desconfían de Mejía Barón que insistió en que se tomara en cuenta la formación y escolaridad. Siendo doctor él mismo, tiene asegurados todos los puntos en ese rubro.
 
De regreso al entrenamiento los jugadores se ven recelosos, ¿quién será el de siete salarios? Luis García fue el goleador, García Aspe anotó los goles importantes, el Tuca metió el bueno, Campos se ufana que jugó de portero y delantero, por lo tanto tiene más rubros cubiertos. García se queja de que como hay topes por rubro, los últimos siete goles ya no le dan puntos. Hay tensión, ya nadie le pasa la pelota a nadie, se pelean por hacer los saques de banda, que dan entre dos y cuatro puntos. Los pumas se van a la segunda división —el hombre de la voz engolada seguía emocionado su discurso, hasta que alguien le dice:
 
—¡Ya párale!, ¿a poco crees que el doctor Sarukhán va a ser capaz de implementar medidas tan absurdas y va a destruir a la UNAM?
 
Nota tomada del El Financiero, viernes 28 de junio de 1991.
 
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Grupo Pandora
(José E. Marquina, Raúl W. Gómez, Vivienne Marquina,
Rosalía Ridaura, Ma. Luisa Marquina) 
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 
 
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cómo citar este artículo
Grupo Pandora. 1991. Pumas estimulados. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 67-68. [En línea]
 
 
 
 
 
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            R024B05
Carta de un
Profesor
emérito
Sergio Fernández
   
   
     
                     

Sr. Rector José Sarukhán
H. Consejo Universitario
Comunidad Universitaria

Sr. Rector:

En la última visita que usted hizo a la Facultad de Filosofía yLetras —a propósito del Primer informe de la Dra. Juliana González— nos dio la buena nueva de un aumento de siete salarios, lo cual fue aplaudido por todos nosotros. Después, por la Gaceta supimos que está condicionado al Programa de Estímulos a la Productividad y al Rendimiento del Personal Académico, lo que significa algo absolutamente distinto.

En vista de la inmediata y consiguiente inconformidad —notable en varios de nuestros planteles— paso a comunicarle mis impresiones, justificadas, si cabe, por 36 años de servicios ininterrumpidos a la UNAM, misma que me concedió hace seis, ser Profesor Emérito.

Estas impresiones se suman a la inconformidad antes mencionada.

Me permito, primeramente, agradecerle su buena intención al poner en marcha el Programa, pero al mismo tiempo decirle que si resulta válido para el ala de Ciencias, es inoperante para la de Humanidades. Porque ningún humanista (profesor, investigador, creador) se reconcilia con cifra ninguna pues no ignoramos que lo que importa es la calidad y no una cantidad ceñida, además, a un determinado monto económico.

Por eso existe un unánime mal entendido entre dictaminados y dictaminadores; la batalla para obtener una puntuación más eficaz, lo cual no se consigue o se obtiene ganando las envidias ajenas; la separación de vínculos que otrora fueron sólidos. Y el desconcierto general ante el ¿qué va a pasar con nuestra, a pesar de todo, sobreviviente Universidad?

Estos problemas no son posiblemente, señor Rector, desconocidos por usted. Publicaciones recientes en periódicos o cartas a la DGAPA, declaran el asombro y la extrañeza de procedimientos, que en el caso del Programa, son tan contrarios a la idiosincrasia universitaria, lejano a presiones que agobian sin enriquecer lo académico.

Pero antes de seguir adelante explicaré por qué, siendo Profesor Emérito, y contando, por ello mismo, con una retribución extra, concedida por las autoridades, me sumo a la inconformidad ambiental. La razón es sencilla: porque ni los Profesores Eméritos ni ningunos otros, en Humanidades, logramos vivir con decoro. Debemos, hoy en día, recurrir a becas (como la del SNI); a trabajos fuera de cátedra, algunos de los cuales no “contemplan” retribución económica alguna: la Radio, la televisión cultural y, créase o no, aun a colaboraciones escritas. Porque el profesor universitario, por el hecho de serlo, debe tener una imagen óptima de vida, extendida e infundada noción que agrava aún más el problema.

Y ahora, contando con opiniones en contrario, me permitiré hablar del Cuerpo de Profesores Eméritos, que al verse instados a apelar al Programa, se remiten por eso a ser re-examinados como si la larga cadena de requisitos para lograr el Emeritazgo no hubiera sido suficiente. O como si las Comisiones que en su momento lo juzgaron fueran, ya, descalificadas por el Programa mismo. Dicho de otro modo, lo que ocurre es que una autoridad académica anterior es, ahora, nulificada por su sucesora, arbitrario acto justificado por un virtual medro académico. No bastaron 30 años de servicios y un curriculum vitae conveniente para, al menos, 70 de los 130 miembros del Consejo Universitario, sin contar con cuatro comisiones más, que hoy ahorro para no fatigar.

Porque el Programa, actualizando a Sísifo, requiere que los Eméritos sean de nuevo juzgados por tres instancias más: la comisión dictaminadora de propio plantel (formada las más veces por ex alumnos del Emérito), de nuevo el Consejo Técnico (que lo avaló años antes) y una comisión más, la de personas de reconocido prestigio universitario amén de otras, venidas de fuera, pues la UNAM no parece confiar en los miembros elegidos por su comunidad.

Pero los Eméritos no están aislados. Se hallan ligados a toda la comunidad universitaria, deseosa, llegado el caso, de poder alcanzar la misma meta. Pero como los primeros de hecho deben legar el paradigma que la propia UNAM a su vez les legó, es obvio que se encuentran en un trance difícil pues la figura del gran humanista se desintegra hoy en día rápidamente entre nosotros. En virtud de lo cual aquellos por quienes nosotros pudimos haber viajado de cualquier latitud para asistir a sus cátedras quedan, o desplazados o expuestos a examinarse nuevamente ¿puede la UNAM —me pregunto— negar “estímulos” a un profesor de 94 años que, en el caso de Wenceslao Roces, nos enseñó a leer cultura pues sin sus traducciones estaríamos retrasados varios lustros? ¿Puede o el desfalco es aterrador? ¿Puede cuando La Jornada nos anuncia que “La decisión presidencial de invertir en nuevos recursos en la ciencia y la tecnología” es por un monto de 285 mil millones de pesos, o sean 100 millones de dólares? Si a ello agregamos la humillación que se nos ha hecho a toda la comunidad académica de firmar de común acuerdo el regresar los estímulos a la tesorería de la UNAM en caso de no merecer otra renovación, el asunto se vuelve asfixiante.

Si el gesto del Presidente es plausible por lo que a la ciencia se refiere, no creo que las humanidades deban descalificarse hasta tocar el extremo contrario. El asunto es maniqueo pero la doble vuelta de tuerca no se hace esperar. Nos convierte de golpe y porrazo en algo así como asalariados sujetos a renovación de contrato, toda vez que la nómina es casi simbólica. Por otra parte el profesor enfermo, de estarlo, no puede investigar. ¿No es esto un trabajo a destajo?

Pero evaluar es conducente y timbre de orgullo personal para quienes cumplen ya que los otros (que en todos partes están y no sólo entre los académicos) jamás darán resultado de excelencia con o sin estímulos; evaluar, es conducente, digo, en otras condiciones.

Estoy seguro que los resultados serían óptimos. De otro modo, la “fuga de cerebros” no se hace esperar, y todavía hablamos la lengua de Cervantes.

Por último agrego que si he escrito estas líneas no lo hago por el cuerpo mismo de Eméritos sino porque, como cualquier otro universitario, estoy en la obligación de ejercer una opinión y de expresarla en lo que creo que favorecerá a una gran parte de la población de universitarios, mínima si se compara con el monto total.

Señor Rector: esta carta está llena de años de experiencia y amor por la UNAM. Espero que además se considere como lo que es: estrictamente académica.

Le envío a usted mi admiración por el esfuerzo de sacar adelante a una institución que, como la nuestra, lastimosamente parece estar siempre en crisis.

Por mi raza hablará el espíritu.

 

Nota Texto tomado La Jornada, de México, D.F. 5 de junio de 1991.

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Sergio Fernández
Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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Fernández, Sergio. 1991. Carta de un profesor emérito. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 68-70. [En línea]
     

 

 

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            R024B03
Paliativos salariales:
éxito del PEPRPA
Jóse Ruiz de Esparza
   
   
     
                     
Por paliativo se entiende un remedio aplicado a un
enfermo incurable con la finalidad de mitigar el sufrimiento. Hasta ahora ese parece ser el sentido de las acciones emprendidas con relación a los ingresos económicos de los académicos de la UNAM. Así se aprecia en las conversaciones entre universitarios, cuando surge el recurrente tema del salario que padecen los profesores, los investigadores y los técnicos académicos.
 
Hay quienes proponen directa y claramente que las autoridades universitarias debieran asumir el papel de dirigentes de una Universidad Nacional y Autónoma, y actuar en consecuencia; esto es, planeando y ejerciendo el presupuesto de acuerdo con los propósitos de la institución y sus necesidades internas, y restándole importancia a los deseos y políticas generados extrauniversitariamente.
 
Este enfoque va asociado a la inconformidad por el excesivo peso que las funciones administrativas tienen dentro del gasto de la UNAM, en detrimento de los recursos necesarios para cumplir sus funciones sustantivas. Llama la atención el número de comentarios que generan los elevados salarios de los funcionarios administrativos, quienes ocupan esos puestos sin la obligación de presentar un examen; sus salarios en ocasiones triplican los de académicos con tres décadas de antigüedad en la institución e innumerables méritos y evaluaciones. Sin duda es válido y loable que los funcionarios quieran progresar en su carrera personal, lo que es difícil de justificar es que algunos se promuevan con dinero en la UNAM.
 
Los comentarios se completan con menciones a la creación de dependencias administrativas como las “direcciones generales”, que no responden de sus acciones ante el Consejo Universitario. Se dice que la cantidad de dinero de que disponen esas dependencias burocráticas es, desde hace muchos años, mayor que la destinada al sector de investigación, por ejemplo.
 
No obstante lo anterior, el aparato burocrático afecta impunemente la vida académica y el desempeño de sectores completos; tal es el caso de la Dirección General de Apoyo al Personal Académico (DGAPA) y su relación con el sector de investigación. Su Programa de Estímulos a la Productividad y al Rendimiento del Personal Académico (PEPRPA) es un éxito, a pesar de todo. El mayor logro de este programa es su contribución al deterioro de la legislación universitaria vigente mediante el establecimiento de “condiciones generales, bases y requisitos” diferentes de los establecidos en el Estatuto del Personal Académico y en el contrato colectivo; contribución nada despreciable a la cantidad de disposiciones violatorias de la legislación universitaria que un día futuro hará inoperante a la Ley Orgánica, los estatutos General y del Personal Académico y al contrato colectivo. Además la DGAPA determina el presupuesto y patrón de distribución de estímulos correspondiente a cada dependencia; es decir, sin más, una dependencia administrativa se sobrepone a los criterios académicos. Ahora ya es claro que en el PEPRPA lo que verdaderamente se evalúa es el ingenio para acumular “pilones”, o sea, puntos. Si la verdadera intención fuera acabar con la deshonestidad de algunos académicos y las corruptelas de algunos funcionarios y autoridades, bastaría con aplicar la legislación vigente.
 
Destacan algunas imprecisiones y vaguedades en este programa, pero especialmente surge una duda: ¿por qué se excluye del PEPRPA el trabajo docente en instituciones que no tienen convenios con la UNAM? La legislación universitaria determina que la UNAM debe tener un carácter nacional y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura y precisa que el propósito esencial de la UNAM es estar íntegramente al servicio del país y de la humanidad. Todo ello con absoluto respeto del principio de libertad de cátedra y de investigación. ¿Por qué una instancia administrativa devalúa ese trabajo docente?
 
Otro detalle especialmente interesante en este caso es el manejo de la información acerca del PEPRPA. Ante todo resalta la mala fe con la que se han usado los recursos universitarios para ocupar espacios privilegiados en los medios de comunicación y hacer creer a la opinión pública que ahora sí los profesores e investigadores universitarios pueden ganar un buen salario cuando la verdad es que apenas el 1 por ciento de los académicos, es decir a lo más 70 personas, recibieron el dinero equivalente a los siete salarios mínimos.
 
El PEPRPA es un éxito y lo será más en el futuro, ya que agudizará los problemas de enseñanza e investigación dentro de la UNAM. Al favorecer la calificación del trabajo académico con fines utilitarios, seguirá dañando investigaciones que son vitales para nuestra nación, investigaciones que requieren trabajo y esfuerzos sostenidos durante plazos largos. Además seguirá generando un alarmante descenso en el profesionalismo, el interés y la estima entre académicos.
 
Debido a estas razones, la Rectoría está recibiendo cartas de protesta por las medidas tomadas y las declaraciones de las más altas autoridades universitarias, quienes han abandonado toda actitud ambivalente y ahora argumentan en contra de los universitarios. Será un gran día cuando volvamos a ver a los miembros de la Junta de Gobierno utilizar su influencia para apoyar a la Universidad.
 
Nota tomada de La Jornada, 12 mayo, 1991.
 
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José Ruiz de Esparza
     
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cómo citar este artículo
Ruiz de Esparza, José. 1991. Paliativos salariales: éxito del PEPRPA. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 66-67. [En línea]
     

 

 

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