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De las muchas maneras
de fotografiar
una planta
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César Carrillo Trueba
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La biología está dominada por la metáfora animal;
los mismos términos empleados para describir las plantas provienen de ella e incluso se les designa por características que les faltan y que sí poseen los animales. Se trata de un problema de antropocentrismo que en la tradición occidental se puede remontar al mismo Noé y su arca llena de especies animales, pero ¿y las plantas?
La fotografía de naturaleza, llamada así por su carácter documental y últimamente conservacionista, no escapa a este sesgo. En ella las plantas suelen constituir el escenario en donde se mueven los animales. Afortunadamente la fotografía artística se ha dedicado a crear imágenes del reino vegetal de gran belleza, y hay quienes han hecho de las plantas su tema central. No es de extrañar, por tanto, que sus formas y texturas, sus frutos, hojas, ramas y troncos, sus múltiples estructuras constituyan un universo inagotable para la creatividad visual.
Podemos hallar así desde los primeros fotogramas elaborados en el siglo XIX, donde un objeto se coloca sobre papel sensible y se aplica luz para obtener una imagen, en los cuales se empleaban hojas de plantas, y se ponía en evidencia el raquis y las nervaduras, hasta la fotografía digital que, curiosamente, retoma los mismos temas de los inicios de la fotografía, trabajados con novedosas técnicas. En medio tenemos más de un siglo de fotografía, con innumerables estilos, algunos de los cuales hicieron escuela, influenciando decenas de fotógrafos.
Así, Karl Blossfeldt hace de las plantas columnas y estructuras arquitectónicas, al igual que Edward Weston, quien en sus fotografías reconvertirá el maguey en ícono mexicano, influenciando a Sergei Eisenstein y Gabriel Figueroa. Tina Modotti las torna símbolos —el maíz y las cananas—, y logra una hermosa síntesis de formas con un par de alcatraces. Paul Hoffman transforma los troncos de árboles en cuerpos humanos y, siguiendo sus pasos, Alicia Ahumada los feminiza, con una gran carga de erotismo. Pero la máxima erotización la logra Wynn Bullock, así como Lola Álvarez Bravo, en algunas imágenes de su muy variada obra. Henri Cartier-Bresson las integra en las múltiples historias que contienen sus imágenes, mientras Manuel Álvarez Bravo las impregna de su universo lúdico y onírico. André Kertész logra composiciones únicas, que serán retomadas incluso por pintores de la talla de Paul Klee, al igual que Alfred Stieglitz. Edouard Boubat, el poeta de la fotografía, construye con ellas imágenes de intensa ensoñación e inmortaliza una niña-hoja; Mariana Yampolsky, Graciela Iturbide y Flor Garduño siguen por este sendero, dotando de poesía la relación entre los seres humanos y la vida vegetal.
Interminable seria el recuento, basta con que conste la estrecha relación que existe entre el arte de la fotografía y el vasto mundo de las plantas.
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Carrillo Trueba, César. 2008. De las muchas manera de fotografiar una planta. Ciencias núm. 91, julio-septiembre, pp. 66-67. [En línea]. |