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Los barbascos, fuente de esteroides |
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Oswaldo Téllez Valdés | ||||||||||
Los barbascos o ñames, plantas que pertenecen a un importante
grupo vegetal, el género Dioscórea, eran ya conocidos desde la época precolombina por sus diversas propiedades medicinales y comestibles. Son plantas generalmente trepadoras, con individuos unisexuales, distribuidas principalmente en las zonas tropicales y subtropicales del mundo con aproximadamente 650 especies de las cuales el rizoma es utilizado para obtener diosgenina, precursor de esteroides como los anticonceptivos, diuréticos, corticoides y hormonas sexuales.
A mediados de este siglo, en que fueron extraídos los primeros compuestos precursores de hormonas, se inició su explotación comercial a gran escala, siendo México uno de los principales productores tanto en cantidad como calidad de harina de barbasco. Ante esta situación, que produjo una explosiva e irracional explotación del recurso, Argueta y Arellano (1974) mencionan una serie de interesantes datos, como es el que nuestro país cubre el 60% de las necesidades mundiales de esteroides, que comprenden más de 200 productos. Citan además que en 25 años se han explotado 200 millones de kilogramos de barbasco seco producto de 1000 millones de kilogramos verdes. Agregan que para esta misma época 10000 familias de campesinos, así como alrededor de 1000 profesionistas, vivían de la extracción del tubérculo; y que en los 10 años anteriores las 6 principales empresas extranjeras que lo habían procesado obtuvieron ganancias por 6000 millones de pesos, mientras que los campesinos en ese mismo lapso habían obtenido ganancias por 125 millones de pesos, aproximadamente el 2% de la ganancia total. Posteriormente el gobierno creó la empresa denominada Productos Químicos Nacionales Mexicanos, S.A., que fungiría como un intermediario entre los grandes consorcios químicos y los campesinos recolectores de barbasco, evitando en teoría una explotación irracional y sin control del barbasco, así como la explotación de gran cantidad de campesinos a los cuales se pagaban ridículas cantidades por su trabaje en contraposición a las grandes cantidades de divisas que escapaban en manos de las comparas extranjeras. A raíz de la creación de PROQUIVEMEX, el mercado del barbasco natural decayó por la oposición de las compañías extranjeras a comprar el producto a nuevos precios, al extremo de que en 1979 ninguna de ellas compró la harina para procesarla. Aunado a esto se inició la producción de esteroides sintéticos a gran escala; un claro ejemplo es SYNTEX, S. A. que utiliza un 75% de esteroides sintéticos para la elaboración de sus productos y el resto, o sea el 25%, es de origen natural. Sin embargo, hoy se habla de un regreso a la utilización de productos naturales debido a los altos costos en la producción de materiales sintéticos. Algunos datos de PROQUIVEMEX nos muestran que tal aseveración es cierta, ya que desde 1970 se incrementó en un 1000% la producción de harina de barbasco para su venta a las compañías procesadoras, así como el hecho de haber declarado próxima zona de explotación barbasquera al Estado de México. Actualmente se conocen en México alrededor de 80 especies de Dioscórea de las que del 60 al 70% pueden ser consideradas como endémicas no sólo del país sino de regiones sumamente pequeñas, siendo los estados con mayor diversidad Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y México. Ante tales datos es necesario procurar un manejo y explotación racionales, ya que no es de dudar que algunas de las especies que han sido fuertemente explotadas ahora se encuentren en peligro de sufrir daños irreparables. |
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referencias bibliográficas Rojas, T. P (ed.) 1983. La agricultura chinampera, Compilación histórica. Colección de Cuadernos Universitarios, Serie Agronomía No. 7. UACH. Dirección de Difusión Cultural Texcoco, Méx. |
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Oswaldo Téllez Valdés |
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Reseña de libros |
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La mayoría de las revistas de investigación, enseñanza 1. Tesis central. Todo libro académico —o al menos así lo deseamos— debe tener una razón específica de existir. Cuando escribimos algo pretendemos dar a conocer algo nuevo. Debemos preguntarnos: ¿cuál es la tesis central del libro? ¿Qué tan convincente es ésta? ¿Existen otras subtesis? (van der Waerden, en una de sus reseñas, discute cuáles son sus razones para estar en desacuerdo con el autor en algunos detalles de su interpretación, pero desafortunadamente no analiza la tesis central del libro. Consúltese: Wilbur Knorr, The evolution of the Euclidean Elements, Boston, Dodrecht, 1975. Reseñada en Historia Mathematica 3 (1976), pp. 497-499). 2. Alcance. ¿Qué es lo que cubre el libro? Tal vez pensamos que el autor debió haber extendido el contenido del libro para analizar su tesis en un contexto aún más general o, por el contrario, reducirlo a un marco de estudio más específico. Quizá la ejemplificación de su tesis en otras ramas de la disciplina lo podría haber ayudado a ser más convincente. ¿Qué más se puede haber analizado? ¿Por qué? (G. H. Moore correctamente critica la obra de Jean van Heijenoort en lo relativo a su alcance. Moore considera que si tomamos en cuenta los argumentos que establece van Heijenoort para seleccionar los textos que deben ser incorporados en su texto, entonces también debió haber tomado en cuenta algunas otras obras. Jean van Heijenoort, From Frege to Godel: A Source Book in Mathematical Logic, 1879-1931, Camb., Mass, Harvard University Press, Reseñada en Historia Mathematica 4, (1977) pp. 468-471).
5. Estilo. Generalmente un autor busca ser entendido y por lo tanto intenta expresarse de una manera comprensible y sencilla, aunque no siempre sea posible. Algunos autores, por el contrario, pueden incluso llegar al extremo de tratar de esconder su ignorancia en un lenguaje técnico y complicado. ¿Qué tan fácil fue leer el libro? ¿Son claras sus ideas? ¿Busca el autor las palabras más sencillas para explicar ideas complejas? (En este caso, consúltese la reseña que publicara May sobre uno de los artículos del Dr. Ivor Grattan-Guinness, Ivor Grattan-Guinness. An unpublished paper by George Cantor: Principien einer Theorie der Ordungstypen, Ernst Mitteilung, Acta Mathematica 124, (1970), pp. 65-107. Reseñada en Mathematical Reviews, 41, (1970) pp. 948-949). 6. Fuentes. Una simple revisión a la bibliografía —si es que el ensayo presenta alguna y fue consultada por el autor— nos puede indicar objetivamente si se utilizaron libros y artículos de reciente publicación, correspondencia personal, diarios, material no publicado. Asimismo nos puede indicar si el libro fue escrito en base a otras fuentes secundarias, lo que podría sugerir —aunque no necesariamente— que este nuevo trabajo es un “refrito” de otros. También las ausencias de ciertas fuentes bibliográficas nos puede indicar qué tan bien —o mal— se rastreó la literatura existente. (Consúltese: Philip E. Johnson, A History of Set Theory, Boston, Prindle, Weber & Schmidt, 1972, y la reseña fuerte y negativa de Robert McGuigan, Historia Mathematica 1 (1974), pp. 106-108, y también: Bryan Morgan, Men and discoveries in Mathematics, Londres, John Murray, Reseñado por Gregory H. Moore en Historia Mathematica 2, (1975), pp., 358-359). 7. Documentación. En repetidas ocasiones —algunas veces más de lo necesario se respalda uno en la opinión de alguien más para darle fuerza a los argumentos. También es frecuente expresar ideas controversiales o señalar datos poco usuales o difíciles de localizar. En cada una de estas situaciones —y en muchas otras más— se deben indicar las fuentes de dicha información, es decir, presentar los registros que amparan el origen de dichas ideas. Es obligación del autor señalar de la manera más precisa dicha documentación y además buscar la forma de presentar las fuentes que sean más accesibles al lector. Es hasta cierto punto deshonesto ampararse en documentación a la cual el lector no tiene acceso alguno, si es que ésta puede hacerse pública. ¿Qué tan precisa es su documentación? ¿Nos oculta información? (Consúltese, por ejemplo: Nicholas Griffin, A choice set of letters, Russell: the journal of the Bertrand Russell Archives, Nos. 37-40 (1980-1981), pp. 65-86, e Ivor Grattan-Guinness, The Review of Dear Russell-Dear Jourdain, Ibid, New Series, Vol. I, No. 1, (Summer 1981), pp. 68-70). 8. Conclusiones. Cuando un investigador se plantea una pregunta que desea solucionar, ésta no debe ser tan sencilla que tenga una respuesta trivial que no necesite discusión (e. g., ¿cuál es la fecha de nacimiento de Albert Einstein?); o, por el contrario, que sea tan compleja —a pesar de que su formulación sea muy breve— que requiera de un número extraordinario de volúmenes y haga dudosa su completa realización (e. g., ¿cuál ha sido la influencia de Isaac Newton en la historia y desarrollo de las ciencias?). Necesitamos tener una tesis clara y precisa (Regla 1) y también se debe discutir un número concreto de conclusiones que nos permitan tener una visión de conjunto del tema discutido y de las implicaciones o consecuencias que éste pueda tener. En algunas ocasiones, el grado de especialización del escrito no permite obtener inmediatamente resultados que puedan ser aplicados a otras esferas del conocimiento, pero sí debe presentar algunas dentro de su propio marco teórico. ¿Qué conclusiones podemos obtener de dicho estudio? y ¿qué tan aceptables y útiles son? (La extensa biografía sobre Bertrand Russell que publicara Ronald C. Clark carece de un capítulo o sección que nos permita obtener una visión global de la metamorfosis —tanto social como intelectual— de Russell, R. C. Clark, The life of Bertrand Russell, Londres, Butler & Tanner LTD, 1975. Véase también: Katherine Tait, A daughter’s eye view, Russell, Nos., 21-22, (primavera-verano, 1976, pp., 51-56). 9. Valor general. Tomando en cuenta lo positivo o negativo en relación a los ocho puntos anteriores, nosotros podemos juzgar qué tan valioso puede ser el libro. ¿Es útil para el especialista o para el estudiante que se inicia? ¿Vale la pena adquirirlo o únicamente consultarlo en la biblioteca? ¿Es caro el libro? (Por ejemplo, un caso de una mala reseña que no cualifica en sus méritos generales el valor de un libro, es la escrita por Colin C. Graham y publicada en la revista Philosophy of Science (48 (1980) pp. 159-160). El trabajo criticado (Joseph Dauben, Georg Cantor: History, Mathematics and Philosophy of the Infinite, Camb., Mass., Harvard University Press, 1979) presenta algunos errores de comprensión. Pero, en general, es un excelente libro que no será superado en mucho tiempo. Otras reseñas, más justas en su apreciación general, también fueron publicadas, Thomas Hawkins, Historia Mathematica 8, (1981), pp. 368-375). Como se señaló anteriormente, ésta no es una lista exhaustiva de las reglas o puntos que debemos tomar en cuenta al reseñar un libro. Así como no debemos tratar de leer de la misma manera libros que tratan distintas disciplinas, tampoco debemos tratar de reseñar cualquier libro siguiendo los mismos lineamientos. Pero, repetimos: los que se han enunciado con anterioridad nos pueden ser de gran utilidad para analizar algún libro que presente una tesis histórica. |
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Problemas y acertijos | ![]() |
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Respuestas al número anterior 1. “La luz eléctrica se apagó inesperadamente…” 2. “Distribuir los números del 1 al 16…” 3. “Una campesina llegó al mercado a comprar huevos…” 4. “Un truco común entre los magos…” 5. “En el laboratorio de óptica…” 6. “Se puede hervir agua con…” |
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cuento | ![]() |
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Naturalmente | ||||||||||
Chad Oliver | ||||||||||
En Berna, Suiza, a muy temprana hora de la mañana, el presidente En Moscú, Rusia, sentado al extremo de una larga mesa, el “Número Uno” escuchaba con intensa atención a sus principales consejeros militares. No le gustaba lo que oía, pero conservaba un rostro inexpresivo. No le placía la posición en que se hallaba, pero no estaba realmente preocupado. No podía haber duda de que el Soviet Supremo sería el elegido. ¡Naturalmente! En Londres, Inglaterra, el primer ministro salía del 10 de Downing Street con la pipa humeando decididamente. Subió a su coche para ir a Palacio, y enlazó sus fuertes manos. Las cosas podrían ser un tanto azarosas durante algún tiempo, pero el primer ministro no abrigaba el menor desaliento. Inglaterra, con su gloriosa historia, es la única elección posible. ¡Naturalmente! Al este del lago Victoria, en África, el alto y esbelto jefe-sacerdote de los masai, el Laibon, contemplaba el escuálido ganado pastando en la pradera y sonreía. No había más que un Dios verdadero, Em-Gai, y los pastores masai eran un pueblo digno. ¡Al fin iban a ser corregidos antiguos yerros! Resurgirían los masai. Ellos eran la única elección lógica. ¡Naturalmente…! El caballero rechoncho con gafas sin maquillo y chaqueta cruzada tenía un nombre: Morton Hillford, y un título para acompañarlo: consejero presidencial.En este momento, recorría la sala a grandes zancadas. —¿Dice que ha investigado todas las posibilidades general? ¿Todos los… ¡hum…! ángulos? El general, de nombre Larsen, tenía un porte erguido y el pelo de un gris metálico, ambas cosas muy útiles cuando se trataba de impresionar a los senadores. Era un general que conocía bien su oficio. Naturalmente, estaba trastornado. —Han sido exploradas todas las posibilidades de acción, señor Hillford. Todos los ángulos han sido estudiados plenamente. Morton Hillford dejó de pasear y apuntó al general utilizando el dedo como revólver. Su expresión indicaba claramente que, de haber tenido un gatillo, no hubiese dudado en apretarlo. —¿Pretende usted decirme que el Ejército de los Estados Unidos es impotente? El general frunció el ceño. Tosió brevemente. —Bueno, digamos que el Ejército de los Estados Unidos se haya inerme en este asunto. —¡No me importan las palabras! ¿Pueden ustedes hacer algo? —No, no podemos. Y debo indicarle que tampoco pueden la Escuadra, las Fuerzas Aéreas ni los Marines. —Ni los Carabineros —remendó Morton Hillford, antes de reanudar su paseo—. ¿Por qué no pueden hacer nada? ¿Acaso no es ese su oficio? —Perdón, señor Hillford. Nuestro oficio es, como usted dice, defender este país; y estamos preparados para hacerlo hasta el límite de nuestras fuerzas, sin importarnos la superioridad… —Olvídelo, Larsen. No pretendía molestarle. Creo que el desayuno no me ha sentado bien esta mañana. Comprendo su posición en este asunto. La cosa es… peliaguda. —Por lo menos —asintió el general Larsen—. Pero me atrevo a decir que hemos pensado en todo, desde las bombas de hidrógeno a la guerra psicológica. No tenemos absolutamente nada que ofrezca una oportunidad de éxito. Un movimiento hostil por nuestra parte sería suicida. Siento caer en el melodrama, pero los hechos son los hechos. No sería conveniente dejar que el país supiese hasta qué punto estamos en su poder; pero, no obstante, nos tienen por el cuello y no conozco medio de librarnos. Naturalmente, seguiremos probando; pero el presidente debe disponer de los datos auténticos. No podemos hacer nada por el momento. —Bien, general; aprecio su sinceridad, aunque no tenga nada mas qué ofrecerme. Parece que habremos de esperar con las manos cruzadas y una amplia sonrisa en nuestro rostro colectivo. Pero al presidente no le va a gustar esto, Larsen. —Tampoco a mi me agrada. —Supongo que tendremos que limitarnos a confiar en su buen juicio —dijo Morton Hillford—. Podría ser peor. El general salió, guardándose sus pensamientos. —Naturalmente —dijo en alta voz—; serán los Estados Unidos. Hacía tres semanas que la nave había surgido del espacio. Era una nave de gran tamaño, al menos en relación con los conceptos terrestres. Tenía su cumplida media milla de largo, y era ancha, pulida y brillante, como un pez plateado bien alimentado en los bajíos de un profundo y solitario mar. Apenas hizo nada. Se limitó a quedar suspendida a gran altura sobre el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Esperando. Como un enrome cigarro de pega dispuesto a estallarnos en la cara. Simultáneamente con su aparición, todos los gobiernos de la Tierra recibieron un mensaje. El mismo para todos. A la nave no le preocupaba mucho la definición de “gobierno”. Se puso en contacto con toda clase de divisiones políticas en ciertos casos, cuando los destinatarios eran analfabetas o carecían de ilustración, el mensaje comunicado oralmente. Cada mensaje iba en el idioma nativo. Esto bastaba para dar qué pensar a cualquiera. Había infinidad de idiomas en la Tierra, y muchos de ellos carecían de escritura hasta entonces. En cuanto a las gentes llegadas en la nave, a juzgar por lo visto, eran de aspecto bastante humano. Una avalancha de conferencias y una actividad frenética se desencadenaron a la aparición de la nave espacial y sus mensajes. En primer lugar, nadie había visto una nave espacial. No obstante, este aspecto de novedad quedó pronto olvidado. La gente la había estando esperando en cierto modo, y tendió a aceptarla filosóficamente, como había aceptado la electricidad, los aviones, los teléfonos y las bombas atómicas. Era muy natural. ¿Qué vendría después? El mensaje era algo muy distinto. Las naciones y los Estados Unidos saludaron al navío del espacio con incierta sonrisa. El contacto con otros mundos era emocionante, importante y todo eso, pero planteaba un buen número de incómodos problemas. Es difícil negociar a menos que uno tengo algo qué ofrecer, o a menos que sea lo bastante fuerte para no tener que doblegarse. ¿Y si la nave no era amiga? Los Estados Unidos hurgaron en su despensa de pertrechos militares e investigaron. Pero no perdieron la cabeza. Nadie alzó el gallo y trató de emplear la bomba de hidrógeno sobre una entidad desconocida. En seguida se dieron cuenta de que tirarle una bomba a la nave podría ser como cazar un tigre con una pistola de mixtos. Los militares consideraron el problema con sutileza. Probaron con disimulo y estudiaron sus instrumentos. Los resultados fueron escasamente alentadores. La nave tenía a su alrededor una especie de campo. A falta de nombre mejor, se le denominó campo de fuerzas. En definitiva, era una pantalla de energía que nada podría traspasar. Resultaba absolutamente inviolable; la última palabra en armaduras. Si alguien tiene una auténtica coraza a toda prueba y su contario no, a éste no le queda otro camino que la resignación. Los militares no podrían luchar. Tras digerir el mensaje, resultó que la situación era muy semejante para los diplomáticos. La comunicación no contenía amenaza explícita; era sencillamente una afirmación de intenciones. Cuando más, presentaba una cierta vaguedad molesta que hacía difícil imaginar exactamente los propósitos de la nave. Decía así: “Por favor, no os alarméis. Somos gente pacífica con una misión de buena voluntad. Nuestra tarea es determinar qué país de entre vosotros posee la cultura más adelantada del planeta. Tendremos que llevarnos a un representante de esa cultura para su estudio. No sufrirá el menor daño. A cambio, procederemos a suministrar a la cultura de que procede cuanto desee, hasta el límite de nuestra capacidad. Os aconsejamos que no intentéis comunicaros con la nave hasta que hayamos anunciado nuestra elección. También os sugerimos evitar cualquier acción hostil. Hemos venido en son de paz y deseamos despedirnos del mismo modo, una vez acabado nuestro trabajo. Gracias por vuestra amabilidad. Nos gusta vuestro planeta”. Eso era todo. A primera vista, el mensaje no resultaba demasiado alarmante, a pesar de su falta de precedentes. Pero en seguida surgían las cavilaciones. Supongamos, pensaron los Estados Unidos, que sea Rusia la elegida. Supongamos, además, que lo que Rusia más desee sea una arma imbatible para utilizarla contra los Estados Unidos. ¿Qué pasaría entonces? Y supongamos, pensó Rusia, que los elegidos sean los Estados Unidos… La situación resultaba bastante incómoda. La hacía mucho peor la completa indefensión de los afectados. No quedaba sino esperar y ver. Naturalmente, todos los gobiernos implicados estaban seguros de ser los elegidos. Por eso, los más avispados se dieron cuenta de que, fuese quien fuese el ganador, constituiría una gran sorpresa para los demás. Y así fue. Morton Hillford, consejero del presidente, recibió la noticia del jefe de la delegación americana en las Naciones Unidas. El delegado no había querido confirmar a nadie semejante bomba; vino en persona, y a todo correr. Una vez enterado, Morton Hillford se dejó en el asiento más a mano. —Eso es ridículo —dijo. Hillford hizo un esfuerzo para ponerse en pie y reanudó su paseo. Sus gafas sin cerquillo iban empañándose con el calor, y se las quitó para limpiarlas. —Estoy trastornado —dijo finalmente. Blandió el mensaje, casi con furia—. ¡Es un bandazo tan tremendo, Charlie! ¿Estás seguro de que no bromean? Las cosas rodaron de tal modo que fueron juntos a decírselo. El presidente, manos en las caderas, les lanzó un intensa mirada, y pidió ver el mensaje. Se lo enseñaron. El presidente no era hombre bien parecido, pero sus rasgos no carecían de fuerza. Sus ojos azules y algo fríos tenían un aire alerta e inteligente, y rara vez seguían la pauta de la boca al sonreír. Pero ahora no sonreía en absoluto. —Bueno, patrón —inquirió Morton Hillford—. —¿Qué hacemos ahora? El presidente frunció el ceño. —Tendremos que afrontar la televisión lo antes posible —dijo, hablando con autoridad—. Hay que decirle algo a la gente. Busca enseguida a Doyle y Blatski… y diles que lo escriban, si pueden con un cierto matiz positivo. No herir su orgullo; indicar que no somos reacios a aprender; decir algo sobre ciencias desconocidas y factores misteriosos… ya sabes. Después, tendremos que elaborar un proyecto para estudiar todo este asunto. Volvió a consultar el mensaje. —¡Hum…! Por lo visto van a volver dentro de cien años nuestros para comprobar. ¡Estupendo! Para entonces podremos tener algún argumento en el caso de que quieran jaleo, aunque lo dudo. Compadezco al que esté en el cargo cuando vuelvan. Espero que sea de los de enfrente. Ahora, tenemos que descubrir qué es todo esto. El delegado en las Naciones Unidas arriesgó una palabra. —¿Cómo? El presidente se sentó tras de su mesa y encendió un cigarrillo. Soltó el humo apretando los labios, lentamente. Era una buena pose, y le gustaba. La verdad era que le encantaban los problemas difíciles. Incluso éste. Amaba la acción, y la rutina le aburría. —Necesitamos un sabio —anuncio—. Y esta vez no es un físico nuclear. Alguien, que pueda decirnos algo sobre esa gente. La verdad es que necesitamos un experto en cuestiones sociales. Morton Hillford le previno. —Que no lo descubran los del Tribune. Te harían tiras. El presidente se encogió de hombros. —Guardaremos el secreto. ¡Bien! Como decía, necesitamos un experto social. El problema es, ¿de qué clase? —No un psicólogo —musitó Morton Hillford—. Al menos, todavía no. Me temo que necesitemos un sociólogo. Si el Tribune llega a enterarse… —¡Olvídate ahora de los periódicos¡ Esto es importante. El presidente se puso al trabajo en su teléfono privado. —Hello… ¿Henry? Ha ocurrido algo. Quero que vengas aquí enseguida y que te traigas a un sociólogo. Si, eso es, un sociólogo. ¿Cómo? ¡Sí, ya he pensado en el Tribune! Tráelo por la puerta de atrás. A su debido tiempo, Henry —que era el secretario de Estado— hizo su aparición. Traía consigo a un sociólogo. El sociólogo tenía un aspecto sorprendentemente normal, y escuchó respetuosamente lo que el presidente tenía que decirle. Se sintió naturalmente, sorprendido al saber la elección de los de la nave, pero se recobró al momento. El sociólogo era un hombre honrado. —Lo siento muchísimo, señor presidente —dijo—. Puedo echar mi cuarto a espaldas si lo desea, pero lo que realmente necesita es un antropólogo. —Henry —dijo— consígueme un antropólogo, y date prisa. Cuatro horas más tarde, el antropólogo hizo su aparición en el despacho del presidente. Se llamaba Edgar Vincent. Tenía barba y fumaba un pipa de aspecto exótico. Bueno, esto era algo inevitable. —¿Es usted antropólogo? —pregunto el presidente. —Efectivamente, señor —dijo el Dr. Vincent. —¡Estupendo! —dijo el presidente. Se echó hacia atrás en su butaca y cruzó las manos. —Al fin vamos a saber algo. —Dígame, doctor —siguió el presidente—. ¿Qué sabe usted de los esquimales? El antropólogo lo miró sorprendido. —No querrá usted decir… Para ahorrar tiempo, el presidente le entregó el mensaje que la nave había enviado a las Naciones Unidas. —Puede leerlo, doctor. Dentro de una hora lo tendrán los periódicos y todo el mundo lo sabrá. Edgar Vincent dio una chupada a su pipa y leyó el mensaje: “Os enviamos nuestro agradecimiento y nuestro adiós. El trabajo entre vosotros ha terminado. Tras descubrir que la cultura más avanzada es la de los esquimales de la Tierra de Baffin hemos seleccionado a un miembro de esa cultura para regresar con nosotros, con fines de estudio. Como ya indicamos, tomaremos a nuestro cargo el proveer a su pueblo con todo cuanto desee, en concepto de pago. El representante de la más alta cultura de vuestro planeta será exhibido en todos vuestros centros políticos, a las horas que se indicarán en comunicado aparte, como prueba de que no ha sufrido daño. Volveremos a vuestro mundo dentro de cien años terrestres, y en esa ocasión esperamos poder discutir los mutuos problemas con mayor extensión, Repetimos las gracias por vuestra cortesía. Nos ha gustado vuestro planeta”. —¿Y bien? —preguntó el presidente. —Apenas sé qué decir —confesó el antropólogo. Es fantástico. —Eso ya lo sabemos, doctor. Diga algo.Edgar Vincent encontró una silla y se sentó. Se acariciaba la barba, pensativo. —En primer lugar —dijo— no soy realmente el hombre que buscan. —¿No es usted antropólogo? —Sí, sí, desde luego. Pero un antropólogo físico. Ya saben… Huesos, evolución, tipos sanguíneos y todo eso. Me temo que no sea exactamente lo que buscan en este caso. —Lo que necesitan es un etnólogo o antropólogo social. Y el hombre más indicado es Irvington. Pero tardarán algún tiempo en encontrarlo. Sugiero que le pongan una conferencia. Está en Boston. Entretanto, les serviré lo mejor que pueda. Sé algo de antropología cultural; no estamos tan especializados con todo eso. —¿Se le ocurre alguna razón por la que pueda haber sido elegido un esquimal?—, —preguntó Morton Hillford. —Francamente, no. —¿Una civilización secreta? —sugirió el delegado de las Naciones Unidas—. ¿Una tribu perdida o algo semejante? —Es absurdo —dijo. Y añadió cortésmente—: Señor… —Escúcheme —dijo el presidente—. Sabemos que viven en igloos. Puede partir de ahí. —Me temo que ni siquiera eso sea exacto. Perdóneme, señor, pero los esquimales no viven en igloos, o al menos no la mayor parte del tiempo. Viven en tiendas de pieles en verano y en casa de piedra y tierra a principio del invierno. —Dejemos eso —dijo el presidente— No tiene importancia. —¿Cómo sabe que no la tiene? —¿Cómo…? Sí… es verdad. Comprendo lo que quiere decir. —Ahí está el problema, como empieza usted a comprender, señor —dijo Vincent. —Pero, vamos a ver —apostilló Morton Hillford—. No pretendo menospreciar el campo de sus conocimientos, doctor, ¡pero está claro que los esquimales no son la más avanzada civilización de este planeta! Tenemos una técnica cientos de años más avanzada que la suya, una ciencia que no pueden ni sospechar, una Declaración de derechos, un sistema político producto de experiencia secular… ¡miles de cosas! ¡Los esquimales… no son ni comparables! Vincent se encogió de hombros. —Para usted no —corrigió—. Pero no es usted quien valora. —Supongamos que fuese usted quien hace la elección, doctor. ¿Elegiría usted a un esquimal? —No —admitió el antropólogo—. Probablemente, no. Pero yo lo veo desde unos valores aproximadamente iguales a los suyos. Soy también americano. —Creo que comprendo el problema— dijo lentamente el presidente—. La gente de esa nave está mucho más adelantada que nosotros. Debe estarlo… o no tendrían la nave. Por lo tanto, sus patrones no son los nuestros. No puntúan como lo haríamos nosotros. ¿Es así, doctor? —Es poco más o menos, lo que yo diría. Me parece lógico. Quizá nuestra cultura ha descuidado algo importante… algo que sobrepasa a todos los grandes edificios, la producción en masa, el voto y todo lo demás. ¿Cómo saberlo? El presidente tamborileó sobre la mesa. —Considerémoslo desde ese punto de vista —sugirió—. ¿Pudiera tratarse de que los valores espirituales son más importantes que el progreso técnico… o algo así? Vincent meditó. —No lo creo —dijo finalmente—. Puede ser algo parecido; pero entonces, ¿por qué elegir a los esquimales? Hay muchos pueblos inferiores a ellos en el sentido técnico… Los esquimales son gente muy hábil. Han inventado cosas… anteojos para la nieve, sistemas de caza, complicadas cabezas de arpón… No creo que podamos prescindir de la técnica; la cosa no es tan simple. Y en cuanto a los valores espirituales, suelen ser de difícil manejo. En principio, yo no diría que los esquimales tuviesen más que otros pueblos, e incluso es posible que tengan menos. Piensen en La India, por ejemplo… Es un pueblo que ha puesto realmente en práctica la religión. Creo que la orientación es adecuada, pero todavía no hemos llegado al buen camino. El delegado en las Naciones Unidas se enjugó la frente. —¿Entonces que es lo que tienen los esquimales? —A esto sólo puedo dar una respuesta —dijo Vincent—; al menos, sólo una respuesta honrada: no lo sé. Tendrá que esperar por Irvington, y sospecho que se quedará tan sorprendido como cualquiera. No tengo la menor idea de por qué tenían que ser los esquimales los elegidos entre todos los pueblos de la Tierra. Habrá que descubrirlo… y eso significa que tendremos que saber mucho más que hasta ahora sobre cada grupo de personas que habitan este planeta. —Más dinero… —suspiró el presidente, un tanto malhumorado—. Doctor, ¿no puede indicarnos algo para ir tirando, aunque sea de modo provisión? Dentro de una hora tengo una reunión con el gabinete, y he de asistir y decir algo. Después habrá un discurso en la televisión, y los periódicos, y los diplomáticos extranjeros, y el Congreso, y Dios sabe qué más. La cosa no será tan divertida dentro de un par de años. ¿Tiene alguna idea, doctor? Vincent hizo cuanto podía. —Los esquimales han conseguido una notable adecuación a su medio dentro su nivel técnico —dijo lentamente—. A menudo se les pone como ejemplo en este aspecto. Recuerdo haber oído a un antropólogo que no tenían un vocablo para designar la guerra, ni tampoco podían concebirla. Esto pudiera serle útil, para empezar. Por lo demás, tendrá que hablar con Irvington. Estoy fuera de mi elemento. —Muchas gracias, doctor Vincent. Agradezco su ayuda. Y ahora, vamos todos a tomar una copa. Pasaron a otra sala, hablando como descosidos, a fin de prepararse para la próxima reunión del gabinete. Morton Hillford fue el último en abandonar el despacho del presidente. —Esquimales —dijo tristemente, moviendo la cabeza—. ¡Esquimales! A la mañana siguiente, de estricto acuerdo con lo fijado, una pequeña navecilla se destacó del enrome navío espacial que se cernía a gran altura sobre el edificio neoyorkino de las Naciones Unidas. Para los millones de espectadores, en persona o a través de la televisión, fue difícil evitar la impresión de que un cigarrillo surgía de un gran puro plateado. La pequeña nave aterrizó, con la dulzura de una hoja en otoño, en espacio despejado al efecto. La rodeó una pequeña esfera de fuerza, reluciente al sol mañanero. Se abrió una puerta circular y comenzó la exhibición. Fue la sencillez misma. Dos hombres altos y de agradable aspecto salieron de la nave, permaneciendo dentro de la coraza de energía. Sus vestimentas eran originales, pero más bien conservadoras. Se inclinaron hacia la puerta y pareció que hablaban con alguien. Un poco a regañadientes, el esquimal salió a reunirse con ellos. Llevaba ropa nueva y parecía incómodo. Era bajo, algo rechoncho, e iba despeinado. Contempló Nueva York con franco asombro. A una leve indicación de los dos hombres, saludó sonriente a la multitud que se había reunido para contemplarlo. Permaneció de pie, sonriendo, durante un par de minutos, y otra vez fue escoltado hasta la nave. Esta flotó sin ruido en el aire e hizo una curva para ir a reunirse con el gran navío. Eso fue todo. La exhibición había terminado. Exactamente igual se repitió en todas partes. En Berna. Suiza. En Moscú, Rusia. En Londres, Inglaterra. En el país de los masai, África Oriental. En China, Suecia, Australia, México, Finlandia, Brasil, Samoa, Turquía, Grecia, Japón, Tíbet… Y, claro está, a dondequiera que fue la nave suscitó cuestiones altamente desazonantes. Naturalmente, cada gobierno sabía que se había cometido un error. Pero, con todo… Tan súbitamente como había llegado, desapareció el gran navío del espacio. Sus reactores flamearon con la llama atómica, se difuminaron sus contornos, y retornó como un relámpago al oscuro mar del que había salido. Se dirigía a Procyon, distante once años luz, para comprobar los resultados de un experimento anterior que había tenido lugar aproximadamente hacía un siglo. Dos hombres le vigilaban, divertidos, pero no impresionados. —Bueno; al menos— observó el primero —su pueblo tendrá focas a montones de aquí en adelante. —Es cierto —asintió el segundo—. Y podemos dejarlo en Armique. Allí estará como en casa, y no lo pasará mal. —Ya es hora de que nos ocupemos de la Tierra —dijo el primero—. Ese planeta está resultando la oveja negra de nuestro sector. —Saldrá adelante, no te preocupes. Ya empiezan a hacer algún progreso. El esquimal eligió otro pescado de su cubo y miró a los dos hombres sin interés. —La que se habrá armando cuando lo elegimos. Parece buen chico pero algo primitivo, el hombre… —Amigo mío, un poco de estímulo no hace mal a nadie. Cuando dejen de romperse la cabeza con lo de este esquimal tendrán ya una auténtica ciencia. El primer hombre bostezó y se estiró. —Cuando volvamos dentro de cien años, ya sabes a quiénes encontraremos con una cultura bastante avanzada para poder ofrecerles un lugar en la Civilización. El otro afirmó con la cabeza. —Naturalmente, —dijo; y sonrió. El esquimal se sirvió otro pescado del cubo y fue a asomarse a la ventanilla. |
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“La Guacamaya” | ||||||||||||||
Nota de los editores | ||||||||||||||
A partir de 1982 un grupo de profesores y estudiantes del Departamento de Física empezaron a trabajar en la comunidad rural “La Guacamaya”, en la sierra centro del estado de Michoacán, con el propósito de adaptar algunas tecnologías energéticas apropiadas a lugar. Posteriormente se unió al grupo inicial (que pasó a llamarse “Grupo de Energética”) el Grupo Interdisciplinario de Estudios Agrobiológicos (GIEA) del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM, con lo cual se amplió la temática hacia aplicar un tratamiento integral de las necesidades domésticas y la productividad de los habitantes, a la par de una evaluación de los recursos naturales (principalmente) renovables de la región. Los proyectos de trabajo se definieron del mismo modo como se acostumbra tomar las decisiones en la comunidad: por discusión conjunta en asamblea general. De esta manera se comenzó a trabajar en los siguientes proyectos, algunos de los cuales ya habían sido identificados previamente por los habitantes: Patrón de consumo energético doméstico y productivo para precisar las necesidades energéticas de la comunidad, actuales y a futuro (el proceso). Evaluación de los recursos renovables de la región (sol, agua, viento y biomasa, en proceso). Instalación de algunas tecnologías apropiadas a las actividades domésticas (estufas de Lorena para la cocción de alimentos; calentadores solares de agua). En proceso: construcción de un molino de agua.
Acuacultura, para el cultivo de peces (en proceso). Sistema de captación de agua para el molino; la microcentral, acuacultura y el regadío de los huertos familiares y colectivos, en huertos familiares, letrinas, apiarios (en proceso), granja de pollos, huerto de frutales (en proceso), mejoramiento de la producción de granos básicos.
Implicaciones para la Facultad de Ciencias A las prácticas de campo en física, biología (y hasta matemáticas), se les da contenido social. En general está promoviéndose la experimentación, actividad relativamente relegada, cuya función metodológicamente es un eslabón imprescindible de la educación científica. Pueden surgir nuevas materias interdisciplinarias que enriquezcan el currículum de las carreras. Se propicia la investigación fundamental y de las aplicaciones de la ciencia. Por ejemplo: estado sólido, termodinámica y fluidos, del diseño de calentadores solares con superficies selectivas (alta absortividad, baja emisividad). Termodinámica, fluidos y óptica, del diseño de estufas de lorena; fluidos del diseño de la microcentral, acuacultura; genética de los huertos, granjas (producción de variedades) apropiadas al clima y condiciones generales de la región, y otros. Difusión Las funciones universitarias son extensivas al campo, y se prueba en este caso la posibilidad de integración respecto de la cadena Ciencia-Técnica-Producción. Recursos Hasta ahora tres profesores y, en promedio anual, unos 20 estudiantes de las tres carreras —biología, física y matemáticas— han participado en los proyectos, apoyados económicamente por la Coordinación del Servicio Social de la UNAM. Los recursos invertidos para investigación son en cambio raquíticos. El GIEA cuenta con un reducido local en Biología, y el grupo de Energética ni siquiera eso. Este grupo ha solicitado espacio y presupuesto para instalar un laboratorio en el Departamento de Física, pero a la fecha no existe ninguna respuesta. Es claro que sin estos recursos, los proyectos no pueden continuar. |
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del herbario | ![]() |
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Las chinampas
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Jaime Jiménez Ramírez | ||||||||||
Las chinampas son islotes construidos artificialmente en ciénegas La construcción del islote partía de la acumulación del césped o atlapálacatl, que no era otra cosa que una densa capa de varias especies de tule (Thypha spp.) y de lirios de agua (Ninphae spp.). A dicha acumulación se agregaba cieno del fondo del lago o tierra de chinampas viejas que finalmente se consolidaba plantando alrededor del montículo estacas de ‘ahuejote’ (Salix bondplandiana). Una vez que las estacas arraigaban, los ahuejotes retenían los bordes y la materia orgánica quedaba desintegrada, la chinampa podía ser utilizada. El sistema de cultive de la chinampa es una forma muy refinada de horticultura que requiere la siembra en almácigo, trasplantes, protección de las plantas tanto a las heladas como al sol excesivo, el riego manual y la fertilización de la tierra usando plantas acuáticas y cieno del fondo de los canales. En el manejo de la chinampa nada queda al azar. El lodo y las plantas incorporadas como fertilizantes renuevan constantemente el suelo de manera que no constituyen un factor limitante para el desarrollo de los cultivos. La germinación en almácigos permite el transporte de las plántulas en el momento mas conveniente, la protección ("techos") contra factores climáticos y el riego permiten obtener cosechas óptimas. Los rendimientos de maíz alcanzan las 4 toneladas por hectárea, comparables a los sistemas agrícolas modernos con fertilizantes, riego y pesticidas. Además el manejo tradicional de las chinampas no contamina ni erosiona el suelo; es un sistema que respeta las reglas ecológicas de equilibrio. La decadencia del sistema de producción chinampero empieza cuando sus fuentes acuíferas son entubadas para el uso de la sedienta ciudad de México. El nivel del agua baja, las chinampas quedan expuestas al sol y el proceso de abandono comienza. Lo que antes fue un centro de alta producción es convertido poco a poco en zona urbana, donde el agua sucia y contaminada limita el desarrollo de la flora y de la fauna. |
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referencias bibliográficas Rojas, T. P (ed.) 1983. La agricultura chinampera, Compilación histórica. Colección de Cuadernos Universitarios, Serie Agronomía No. 7. UACH. Dirección de Difusión Cultural Texcoco, Méx. |
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Jaime Jiménez Ramírez |
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Chamela
Una estación de biología en Jalisco
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Nota de los editores | ||||||||||
Los recursos naturales de la costa occidental de México han Desde su fundación los objetivos de la Estación Biológica de Chamela, dependiente del Instituto de Biología de la UNAM, ha sido conocer, conservar y aprovechar el ecosistema. La Estación, situada a 65 km. al noroeste del poblado Barra de Navidad, se considera perteneciente a un ecosistema que forma parte de una franja ambiental que corre desde la parte central de Sinaloa hacia el sur a través de Nayarit, Jalisco y Colima, y luego a lo largo del litoral del Pacífico hasta Guerrero y Oaxaca. La característica más importante de la zona es que, por lo general, más del 90% de la lluvia cae en promedio en los meses de mayo a octubre, con lo cual el año queda dividido por un periodo húmedo y otro seco muy marcados. Es durante la época de sequía, cuya duración es de casi 7 meses, cuando la mayor parte de las especies arbóreas pierden sus hojas, lo que da al paisaje características contrastantes durante el año. Constituida por casi 1600 hectáreas donadas a la UNAM por el Dr. Antonio Urquiza, de las que tres cuartas partes pueden considerarse de reserva, la Estación comenzó a ser administrada por el Instituto de Biología en 1971. Los trabajos de investigación, iniciados un año después, fueron fundamentalmente de tipo descriptivo, consistentes en listados generales de las plantas y animales existentes en el área. Hacia 1983 se estimaba tener conocimiento de un 90% de las fanerógamas y de los mamíferos; entre 90 y 95% de reptiles y anfibios y de un 85 a 90% de aves. Respecto a otros grupos, como insectos, el porcentaje es difícil de estimar ya que han sido escasos los estudios. Para 1984 se estaban llevando a cabo alrededor de 22 proyectos de investigación en temas variados: estructura de poblaciones, dinámica de suelos, herviboría, control de erosión y biología reproductiva. La mayoría de las investigaciones seguirá desarrollándose durante el presente año. Además del trabajo de investigación sobre aspectos biológicos desde hace varios años se pretende extender el campo de labores hacia la difusión y ayuda a la comunidad, con el propósito fundamental de ofrecer conservación del ecosistema; sin embargo, según plantea el maestro Alfredo Pérez Jiménez, Jefe de la Estación, se han enfrentado diversos problemas al respecto además de no contar con los recursos necesarios para estos trabajos, propiamente socioeconómicos. La Estación posee una serie de instalaciones que facilitan la actividad investigativa y de estudios; se cuenta con un laboratorio general, herbario y área de colecciones, biblioteca, estación meteorológica y habitaciones para visitantes. Las facilidades están ligadas a los proyectos que en ella se desarrollen, básicamente los apoyados por la UNAM, aunque también se ha trabajado en proyectos impulsado por otras instituciones. La infraestructura y recursos impiden el acceso a grupos demasiado numerosos, pero hay una actitud abierta para aceptar programas de investigación que sean importantes para la zona. En cuanto al futuro de la Estación existen diversas problemáticas. La fundamental es que a mediano o largo plazo ésta quede aislada al talarse la mayor parte de la vegetación circundante, al implementarse campos dc cultivo o pastizales, y los problemas de expansión hacia el área de reserva pueden incrementarse, añadiendo la caza y la explotación de madera. Además se considera que para conservar muchas de las especies, principalmente animales, se requeriría por lo menos poseer 10 veces la superficie que actualmente se tiene. Toda esta perspectiva, poco halagüeña por cierto y que plantea diversos problemas, tendrá que comenzar a ser dilucidada y resuelta a corto plazo y debe ser considerada por todos los interesados en la preservación de los recursos naturales en nuestro país. |
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Jack Manno | |||||||
El transbordador espacial estadounidense, o Sistema La clave del éxito para el compromiso del transbordador fue el apoyo activo de la Fuerza Aérea. Los estrategas sabían que el espacio sería explotado militarmente por completo cuando el acceso a órbitas terrestres fuera cuestión de rutina, No obstante que los militares aspiraban a tener su propio transbordador, la Fuerza Aérea encaraba la realidad presupuestaria existente a principios del 70 y acordó unirse a la NASA en el Sistema de Transportación Espacial si se le permitía realizar cambios al diseño propuesto por la NASA. El transbordador debía ser agrandado a la capacidad necesaria para transportar los pesados y complejos satélites de comunicación, navegación y radar que la Fuerza Aérea tenía en desarrollo. La Fuerza Aérea requería además que se construyera un segundo sitio de lanzamiento y que se reservaran dos transbordadores para lanzamientos militares. También necesitaba una modificación del diseño de la nave para facilitar su manejo lateral durante el retorno. Por último, el Pentágono tendría máxima prioridad en la carga del transbordador, que incluía la prerrogativa de eliminar otras cargas, a fin de cumplir con sus propios programas. Estos cambios inflaron enormemente los costos y los tiempos de desarrollo pero la Fuerza Aérea, mediante el acuerdo de rediseñar sus futuros satélites militares para ser lanzados desde el transbordador, dio a la NASA el poder de reclamar un mayor presupuesto en virtud de ser el proyecto más amplio, así como necesario para la seguridad nacional y por lo tanto quedar, ante la opinión pública, a salvo de críticas. Nacimiento del Transbordador Aunque a menudo se ha disfrazado de muchas cosas, incluyendo una aventura con potencial comercial inmediato, en realidad el transbordador —un vehículo diseñado para poner al alcance, de manera rutinaria, el espacio cercano a la Tierra— ha sido una de las dos máximas prioridades del programa espacial militar por 20 años. A mediados de los años 60, a medida que se acercaba el alunizaje del Apolo, tanto el comité asesor científico del presidente Johnson como el comité de ciencias del espacio de la Academia Nacional de Ciencias, se plantearon la tarea de establecer metas para el programa espacial del periodo posterior al Apolo. Estos dos grupos de civiles hicieron una amplia gama de recomendaciones que abarcaba de la exploración lunar del Apolo hasta un programa planetario gradual, consistente en lograr el descenso de astronautas en Marte y una estación espacial en órbita apta para la investigación astronómica y biomédica. Solamente una vez, y eso en referencia a conceptos de largo alcance más allá incluso del aterrizaje en Marte, se mencionó la necesidad de un transbordador espacial. Y aún así sólo cinco años después el presidente Nixon, quien en su campaña había “deplorado la falta de énfasis sobre el uso militar del espacio para la defensa de los Estados Unidos”, hizo que el transbordador fuera el único programa de vehículos espaciales que recibiera los fondos necesarios para entrar en operación durante los años 80. En 1965 el comité del Senado sobre Ciencias Aeronáuticas y del Espacio tuvo audiencias sobre Metas Nacionales para el periodo post-Apolo. Científicos de la NASA y la comunidad académica opinaron durante tres días de audiencias. Ninguno pensó que el transbordador fuera suficientemente importante como para mencionarlo. Mientras se llevaba a cabo las audiencias, el presidente Johnson anunció el nombramiento del general Bernard Adolph Schriever para comandar el centro orbital de supervisión y mando militar del Departamento de Defensa, conocido eufemísticamente como Laboratorio Orbital Tripulado (MOL, en inglés). El general Schriever no se presentó a las audiencias pero hizo saber a través de senadores que estaban en el comité, apoyados por la Fuerza Aérea, que él pensaba que en la década de 1970 debería invertirse un esfuerzo mucho mayor en el campo de vehículos susceptibles para el retorno a la Tierra, reutilizables y maniobrables. Más tarde los miembros del comité pusieron al administrador de la NASA, Robert Seamans, a la defensiva sobre el tema de vehículos espaciales reutilizables. “Después de hablar con el general Schriever”, aseguró Seamans al comité, “un grupo que está revisando los cohetes recuperables, está revisando nuestro programa nacional total para el desarrollo de vehículos maniobrables que puedan regresar a la Tierra”. Al día siguiente se le pidió a Harold Brown, entonces Director de Investigación e Ingeniería de Defensa (posteriormente Secretario de Defensa de Carter y más recientemente crítico de los planes de la administración Reagan para armas antisatélite), que diera una lista de sus máximas prioridades para los avances técnicos en el periodo post-Apolo. La primera prioridad, según Brown, era el desarrollo de electrónica para naves espaciales que pudieran resistir la intensa radiación en el espacio después de un encuentro nuclear; la segunda era un vehículo espacial reutilizable. “Cabeza de playa en el espacio” Durante los últimos veinte años el general Schriever ha estado tratando de obtener un vehículo que sirva como lo que una vez dijo George Low, administrador de la NASA, respecto al transbordador: “una cabeza de playa en el espacio”. Como jefe del comando de Sistemas de la Fuerza Aérea y más tarde como consultor (a 600 dólares por día) de “planeación de largo alcance y planeación de mercado de sistemas principales de armas” para las compañías aeroespaciales de E.U., Schriever predicó con persistencia la importancia de poseer un transbordador espacial como prerrequisito de una “Fuerza Espacial” de los E.U. Schriever era muy joven para ser comandante de la Fuerza Aérea, cuando por primera vez ganó la administración de la élite militar-industrial de la nación, al luchar desvergonzada y exitosamente contra su jefe, el general Curtis Le May, en la competencia que se efectuaba por los misiles contra los bombarderos pesados. Años antes del Sputnik, Schriever estaba convencido que “las naciones pelearán las batallas del futuro en el espacio”. En esa época Schriever tenía el mando de la Western Development Range, donde se estaban desarrollando para la Fuerza Aérea, los primeros misiles balísticos de alcance intermedio. El problema principal en el desarrollo de misiles atómicos era el hecho de que las primeras bombas A pesaban miles de libras. El empuje de los cohetes necesario para lanzar tales “Big Boys” era inconcebible en ese tiempo y, además, los queridos B-52 de Le May estaban emplazados en un círculo alrededor de la Unión Soviética, por completo innecesario. Pero Schriever tenía una misión. Estableció enlaces con Edward Teller y John Van Neumann que, como miembros de una comisión especial de la Fuerza Aérea sobre el bombardeo de largo alcance con cohetes, estimaron que las bombas H podrían construirse lo suficientemente compactas como para adaptarse a los conos de un misil lanzado por cohetes. La Comisión de Energía Atómica (AEC) prometió entregar las minibombas a principio de los 60, con lo que Schriever ganó el compromiso de alta prioridad y los fondos para lograr la unión de la cohetería de alta tecnología y la destrucción masiva. Como lo expresó la prensa, como “hábil comadrona trajo al mundo una familia completa de misiles”. El Sputnik y la “Amenaza Roja en el espacio” El lanzamiento del Sputnik I en 1957 fue tomado por los primeros militares del espacio como evidencia de la amenaza soviética. Utilizaron esta supuesta amenaza para conseguir fondos y adquirir una lista siempre creciente de exóticas estrategias y armas espaciales para vencer la “Amenaza Roja del espacio”. La competencia real, sin embargo, no era entre comunismo y capitalismo, sino entre sectores en pugna de los servicios armados de los E.U. La Fuerza Aérea inició el proyecto Lunex, consistente en un plan para establecer una base de la Fuerza Aérea, con capacidad de bombardeo de la Luna a la Tierra. El proyecto Man in Space Soonest era el nombre en clave del intento de la Fuerza Aérea para enviar un piloto al espacio con una versión avanzada del avión de pruebas lanzado por cohetes, el X-15. La división de misiles balísticos del ejército, que contaba con los servicios de 127 científicos especialistas en cohetes que habían desarrollado para Hitler las bombas Vengeance lanzadas por cohete en la Segunda Guerra Mundial, tenían un plan secreto para el transporte de tropas a través del espacio: el proyecto Man Very High concebía el rápido envío de tropas por medio de cohetes transporte intercontinentales. Incluso la Agencia Central de Inteligencia (CIA) deseaba intensamente el uso de una nave espacial para introducir subrepticiamente agentes detrás de las líneas enemigas. Existían planes para poner bombas y bombarderos, espiar desde las bases en la Luna y un centro de comando espacial lanzado al espacio por una serie de explosiones nucleares debajo de una plataforma de lanzamiento. Parecía no haber fin a la rivalidad entre diferentes servicios por las asignaciones espaciales más “sexy”, ni a las ganancias potenciales que fluirían hacia la industria aeroespacial de los E.U. Había otros pensadores militares más tranquilos que entendían que la utilización militar rutinaria del espacio distaba por lo menos veinte años y que las bases tecnológicas para una “Fuerza Espacial” tenían que cimentarse lenta y deliberadamente. El presidente Eisenhower, en un intento por controlar la energía post-Sputnik, creó la Administración Nacional Aeronáutica y del Espacio (NASA), encargándole el programa espacial de la nación. La investigación y el desarrollo espaciales directamente relacionados con “la defensa de la nación” se mantuvo bajo la jurisdicción del Departamento de Defensa. Esa situación escondió eficazmente el programa espacial militar detrás de la NASA y la propaganda del gobierno relativa al “uso pacífico del espacio exterior”. En 1960 un cambio de administración llevó al presidente Kennedy a la Casa Blanca, teniendo ya como vicepresidente a Lyndon B. Johnson, de larga trayectoria en el apoyo del uso militar del espacio. Kennedy dio a Johnson poder sobre el programa espacial. La Organización de Sistemas Especiales y de Misiles de la Fuerza Aérea, bajo la dirección del general Schriever, intentó recobrar el liderazgo del programa espacial mediante una gran campaña de crítica a la NASA. Sin embargo, James Webb, el nuevo administrador de la NASA (quien había obtenido el cargo por sus conexiones con el senador Kerr, el petrolero millonario de Oklahoma, amigo de Lyndon B. Johnson y protagonista de la infamia Kerr-McGee) pudo obtener el apoyo de la máxima oficial del Departamento de Defensa al garantizarles poder de decisión sobre la elección de experimentos y objetivos espaciales de la NASA. Esta garantía se usó en el comité de planeación del proyecto Gemini, que optó por la naturaleza de sus misiones. En el comité estaban: el general Schriever y el general de la Fuerza Aérea Homer Boushey, quien estuvo anteriormente a cargo del proyecto Lumex y fue partidario del plan de bombardeo Luna-Tierra como reducto de contra-ataque garantizado. Se establece el Comando de Sistemas de la Fuerza Aérea En 1961 el secretario de Defensa, McNamara, dispuso que la mayor parte de la planeación, desarrollo, producción y lanzamientos espaciales, quedara bajo el comando de un nuevo departamento de la Fuerza Aérea conocido como Comando de Sistemas de la Fuerza Aérea. Nada menos que el general Schriever quedó al mando del nuevo departamento. Para cumplir esta nueva responsabilidad la Fuerza Aérea instituyó un comité de estudio encabezado por el secretario de dicho organismo, Trevor Gardner y que incluía al general Schriever, Edward Teller y Walter Dornberger, el antiguo general del Reich, que encabezó el programa de cohetes de los nazis. Este comité redactó un informe secreto que establecía las metas y prioridades de la actividad espacial futura de la Fuerza Aérea. En un informe para la Fuerza Armada de los E.U., el general Schriever, hablando por el comité, concluyo qué: “Se requiere mayor énfasis en naves espaciales tripuladas. Debemos poder usar el espacio de manera rutinaria, cotidiana. Para desarrollar esta capacidad debemos comenzar por desarrollar la capacidad de navegar y maniobrar vehículos espaciales; la capacidad para ir al espacio y regresar en los lugares y momentos escogidos, apoyando una determinada misión; la capacidad para reunirse en el espacio y realizar el reabastecimiento de combustible o la transferencia de carga, en resumen, para transportar, usar y apoyar al hombre en el espacio”. Todas estas características delineadas por Schriever han sido incorporadas en el diseño del transbordador y sus futuros descendientes. Schriever fue claro sobre la función antisatélite de su vehículo espacial: “Creo que es claro”, dijo en su informe, “que debemos ser capaces de observar o inspeccionar satélites y determinar su un satélite sin identificar es hostil o no; si se determina que es hostil debemos entonces tener la capacidad de neutralizarlo”. “Para el hombre pensante (sic) el espacio no es sino una extensión de un campo de operaciones en la dirección vertical. No me refiero a misiles balísticos; éstos no son verdaderos vehículos espaciales, así como las balas y granadas disparadas en la atmósfera no son aeroplanos. Me refiero a naves espaciales en órbita, tripuladas y no tripuladas, maniobrables, precisas y recobrables”. A pesar del deseo de la Fuerza Aérea sobre un programa de vehículos pilotados, el secretario McNamara no se convencía. Las pruebas de armas nucleares en el espacio habían demostrado cuán vulnerables serían los sistemas espaciales a los efectos de las explosiones nucleares en áreas extraterrestres. Debido al casi vacío del espacio, nada absorbe la radiación que librea una explosión nuclear. Ocurrirían daños graves a una nave distante a miles de kilómetros de la explosión. El espacio se haría intransitable para naves pilotadas, los astronautas recibirían dosis letales de radiación, se interrumpiría la comunicación Tierra-espacio; todo esto como resultado del hecho, relativamente sencillo, de hacer explotar armas en cualquier parte dentro del campo magnético de la Tierra. Para la Fuerza Aérea, que esperaba extender su dominio al espacio, tal vulnerabilidad de los sistemas constituía una mala noticia. Pero las particularidades de los resultados de las pruebas nucleares en el espacio se mantuvieron como máximo secreto, por lo que no se podían utilizar para acallar el clamor por una Fuerza Espacial. Desde el Sputnik en 1957 hasta el primer vuelo de Yuri Gagarin se gastaron miles de millones de dólares sin que los intereses en competencia que estaban controlando el programa espacial de los Estados Unidos llegaran a un acuerdo: vehículos piloteados o automáticos, interplanetarios u orbitales, armados o sin armas, militares o civiles. El presidente Kennedy, observando virtualmente la mismo confusión que Eisenhower había tratado de aclarar con la NASA, concluyó que era necesario decidir sobre una meta alcanzable para el programa espacial. Poner astronautas sobre la Luna en una década era un objetivo suficientemente lejano para permitir a los Estados Unidos arrebatar el liderazgo a los soviéticos, suficientemente importante como para ganar el apoyo popular y suficientemente costoso para complacer a la industria aeroespacial. En 1961 Kennedy anunció el proyecto Apolo. Establecido el Proyecto Apolo era claro que la NASA iba a estar involucrada en vuelos tripulados, al menos durante la siguiente década. Aún así, el Comando de Sistemas de la Fuerza Aérea de Schriever no se resignó a un papel de apoyo. Pidieron y obtuvieron poder de decisión sobre los experimentos a realizar en el programa espacial por medio del proyecto Gemini. Asimismo, siguieron argumentando a favor de una estación espacial militar tripulada. El administrador de la NASA, James Webb, aseguró a la Fuerza Aérea que la NASA podría rápidamente concluir sus nuevas y enormes instalaciones para un uso militar, si se requería. Pero Schriever estaba cada vez más impaciente por obtener un vehículo militar. Dijo a un periodista de la revista Fortune que: “si los militares van a tener realmente una misión en el espacio, las especificaciones de su equipo serán muy distintas a las que requiere la NASA. A diferencia de ésta, los militares necesitarán la capacidad para una reacción rápida, sostenida y repetitiva. Una vez en el espacio, un piloto militar deberá poder efectuar reencuentros”. Precursores del transbordador en la Fuerza Aérea El demostrar la capacidad de manejo y reunión con el proyecto Gemini se convirtió cada vez en más importante para la Fuerza Aérea, a medida que sus dos proyectos de vehículos maniobrables sufrían de sobrecostos, retrasos y fallas. El proyecto de interceptación de satélites (SAINT: Satellite Intercept) era un diseño de una nave antisatélite que orbitaría con un satélite blanco, lo inspeccionaría o rastrearía y lo destruiría. El proyecto SAINT no llegó más allá de la investigación y diseño debido a la razonable decisión política del Departamento de Defensa de McNamara, que pensó que tal capacidad antisatélite sólo conduciría a una carrera antisatélite que seguramente interferiría con el apoyo cada vez mayor que se obtiene de los satélites militares para reconocimientos de rutina, comunicaciones y advertencia rápida. Otro proyecto, Dyna-Soar, era un plan para un deslizador espacial lanzado por cohete que mostraría capacidad de volver a la Tierra. El proyecto Dyna-Soar, el verdadero antecesor del transbordador, tuvo sus orígenes en el trabajo de científicos y técnicos alemanes expertos en cohetes durante la Segunda Guerra Mundial. En 1944 Walter Dornberger presentó a Hitler la propuesta de un bombardero espacial. El vehículo propuesto, lanzado por cohete, pasaría por las capas más altas de la atmósfera, reentraría para soltar su carga de bombas sobre Nueva York y, planeando, descendería en el Pacífico, donde la tripulación sería rescatada por un submarino. La guerra terminó antes que este bombardero pudiera desarrollarse y probarse. Pero Dornberger no abandonó su idea. La trajo consigo cuando vino a los Estados Unidos como consultor de la Fuerza Aérea. Uno de los primeros trabajos que escribió para la Fuera Aérea era sobre un sistema masivo de bombas nucleares en órbita, capaces de reentrar a la atmósfera bajo la orden del control de Tierra. Para dar servicio a este sistema sería necesaria una nave maniobrable y recuperable. Vendió la idea a la Bell Aviation Corporation, que inmediatamente recibió un contrato de estudio de la Fuerza Aérea. El y uno de sus colegas de la época de los cohetes alemanes Venganza, Kraft y Ehricke, se fueron a trabajar para la Bell Aviation en Buffalo. Durante diez años el proyecto Dyna-Soar avanzó a través de las etapas de presupuestos y diseño. Finalmente, se le adjuntó con el avión de pruebas lanzado por cohete, el X-15, designándosele como X-20 bajo el contrato del transbordador. En 1963 tanto SAINT como Dyna-Soar fueron cancelados. Con los rápidamente crecientes costos del proyecto Apolo y los inicios de la guerra de Indochina, el Departamento de Defensa de McNamara estaba muy presionado y no podía justificar un programa de un vehículo espacial militar tripulado, para el que no existía una necesidad demostrada. La logística del bombardeo orbital era mucho más complicada que la de los misiles balísticos con base en tierra y, por otro lado, la vulnerabilidad de los sistemas espaciales a las explosiones y radiaciones seguía siendo un problema abierto. Con la cancelación de sus dos principales proyectos para vehículos pilotados, la Fuerza Aérea puso todas sus esperanzas y atención en el proyecto Gemini. La Fuerza Aérea y la NASA acordaron una participación conjunta, que culminó con el vuelo del Gemini 5, durante el cual los dos astronautas realizaron a bordo seis experimentos militares secretos. El 25 de agosto de 1865 el presidente Johnson, una vez más, despertó las esperanzas de la Fuerza Aérea respecto a un programa para un vehículo espacial tripulado, al aprobar el desarrollo del Laboratorio Orbital Tripulado (MOL, por sus siglas en inglés). Aún así, el MOL nunca fue una prioridad máxima, sucumbiendo cuatro años después y habiéndose gastado 1300 millones de dólares ante el proyecto Apolo, Vietnam y el estado crítico presupuestal de la gran sociedad. En 1966 las Naciones Unidas ratificaron el Tratado de Usos Pacíficos del Espacio Exterior, que prohibía las “armas de destrucción masiva” en el espacio. Entre los que objetaron el tratado estaba el general Schriever y Walter Dornberger. Schriever renunció a su mando y se fue a trabajar a la industria aeroespacial como consultor. En noviembre de 1966, poco después de su renuncia, dijo en una reunión del American Institute for Aeronautics and Astronautics que “lo que me hace más desdichado es la lentitud para avanzar en el programa de un vehículo espacial recuperable y maniobrable”. Se constituye la coalición del transbordador Debido a que el Pentágono enfocaba su investigación y desarrollo avanzados hacia las tecnología de la fuera en la jungla y la NASA estaba atada con el proyecto Apolo para un descenso en la Luna, los programas espaciales del futuro tuvieron que detenerse. Al llegar Richard Nixon a la presidencia encontró que ni la NASA ni el Pentágono tenían una visión clara de las actividades espaciales para después del Apolo. Tres años después había formado alrededor del transbordador la coalición industria-militar-NASA. El 5 de enero de 1972, el presidente Nixon anunció formalmente su aprobación del transbordador, al que llamó “un sistema de transporte totalmente nuevo diseñado para ayudar a transformar la frontera del espacio de los años 70 en un territorio familiar, fácilmente accesibles a las empresas humanas en las décadas de los 80 y 90”. La capacidad de reutilizar y maniobrar el transbordador espacial y su aforo de carga sería la clave para la esperada familiarización de los vuelos espaciales. El transbordador sería capaz de colocar satélites con peso de hasta 30000 kg en órbitas polares militarmente útiles. La Fuerza Aérea adquirió el compromiso de desarrollar un cohete de etapas para colocar satélites de 2500 kg en órbitas geoestacionarias, es decir, en órbitas a 37000 km por encima del Ecuador, donde un satélite permanece estacionario con relación a la superficie de la Tierra al girar alrededor una vez cada 24 horas. Las capacidades del transbordador permitirían ahora alcanzar un satélite en órbita y retirarlo del espacio para su reparación. Además, el transbordador abriría la posibilidad de transportar materiales y trabajadores a sitios de construcción de estaciones espaciales donde podrían erigirse enormes plataformas en órbita; antenas como telarañas tan grandes que en la Tierra se colapsarían bajo su propio peso, estaciones satélite de propósitos múltiples con poderosos sensores, procesadores de datos y transmisores. Aun sin la capacidad para construir en el espacio, la posibilidad de lanzar desde el transbordador grandes satélites en número creciente prometía cambiar la naturaleza de los sistemas de satélites. Anteriormente, los sistemas espaciales se mantenían tan limitados y sencillos como fuera posible, mientras que el equipo de tierra era grande, caro y complejo. Por el contrario, si se colocaran en órbita satélites poderosos, grandes y complejos, entonces el equipo de tierra podría ser pequeño, simple y capaz de ser producido en masa en forma barata. Las aplicaciones comerciales de esta inversión, conocida en el negocio espacial como inversión en complejidad, incluyen amplio acceso a las transmisiones de datos, recepción hogareña de transmisiones de TV por satélite, comunicaciones directas por satélite mediante videoteléfono e incluso radios de pulsera tipo Dick Tracy. Otras aplicaciones potenciales de las prometedoras capacidades del transbordador incluían fábricas en órbita donde sería posible tomar ventaja, para ciertos procesos industriales, de la imponderabilidad y el casi perfecto vació del espacio, satélites captadores de energía solar que transmitirían a la Tierra por microondas, espejos en órbita para la iluminación nocturna de lugares seleccionados de la Tierra, monitoreo de recursos y contaminación, así como la investigación científica global. El disfraz de las aplicaciones comerciales Fue al potencial de aplicaciones comerciales de la tecnología espacial a lo que los promotores del transbordador apuntaron. Las proporciones más futuristas tenían el poder de desatar la imaginación popular a la manera en que alguna vez lo había hecho la exploración del espacio exterior. Así como la “exploración pacífica del espacio” había sido el tema motivante detrás de la primera era de actividad espacial, la comercialización, industrialización y, para los más aventureros, la colonización del espacio sería ahora los temas motivantes para la era del transbordador. Pero así como los programas espaciales de la NASA de los años 60 habían servido de disfraz para el desarrollo y mejoramiento militar, la industrialización y comercialización del espacio servirían de careta a la explotación de las implicaciones militares de la inversión de complejidad y las evolucionadas comunicaciones por satélite. Los primeros usos de dispositivos de percepción remota, comandos y controles computarizados y la guerra automatizada ya se estaban dando en las selvas de Vietnam y Laos. La extrapolación de esa experiencia a un sistema mundial que pudiera, con el tiempo, controlar un campo de batalla electrónico global, tuvo que esperar los desarrollos tecnológicos espaciales de la siguiente era. En 1969 el general Westmoreland, comandante de las fuerzas de los E.U. en el sudeste de Asia, en una reunión de la Aviación de los E.U., presentó una visión de las guerras futuras basada en su experiencia con la guerra electrónica: “Veo campos de batalla o áreas de combato bajo constante o casi constante vigilancia de todos tipos las 24 horas. Veo campos de batalla en los que podemos destruir cualquier cosa que localicemos a través de comunicaciones instantáneas y la aplicación casi instantánea de fuego altamente letal. En resumen, veo un ejército construido alrededor de un sistema integrado de control de un área que explota la tecnología avanzada de sensores de comunicación, detección de fuego y el necesario procesamiento automático de datos”. Cómo tal visión podría hacerse a escala global, fue explicado por el general Schriever en una entrevista en 1983. Schriever era entrevistado por este autor en sus papel de general, como consejero del presidente Reagan, y como autor del informe de transición sobre el espacio: “Lo que quiero es un sistema de vigilancia por radar que nos permita localizar cualquier cosa que se esté moviendo, ya sea sobre o por encima de la superficie de la Tierra, Y si tuviéramos sistemas accesorios, un láser de alta energía o un arma de haz de partículas, o alguna otra cosa, junto con la capacidad de localizar y rastrear así como derribar aviones y misiles, entonces no se tendría la necesidad de atacar las ciudades, se podrían atacar las fuerzas. Uno podría inmovilizar al enemigo en tierra. ¿Qué podrían hacer?” Desde posiciones a gran altura sobre la Tierra, o en centros de comando bien protegidos lejos de la acción, la fascinación de la invulnerabilidad es obviamente atractiva. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada y Defensa planea lanzar desde el transbordador, en 1988, lo que se conoce como la Demostración de Sensores Avanzados, que entrará en un órbita geoestacionaria y, usando una diversidad de sensores, rastreará aeroplanos y misiles. Una gran variedad de mejoras a los satélites está en desarrollo: mejoras en la óptica de cámaras para satélites espías, circuitos integrados para satélites espías, circuitos integrados de alta velocidad para lograr comando y control “instantáneo” a distancias de miles de kilómetros y estaciones retransmisoras en órbita de tierra en otros países, lo que las hace políticamente vulnerables. Conforme la estrategia militar de los E.U. se hace cada vez más dependiente de los sistemas espaciales, más atención debe prestarse a la protección de satélites y a destruir satélites rusos con armas espaciales. De esta manera, la siguiente etapa en la militarización del espacio se convertirá en una carrera armamentista en el espacio con verdades fortalezas satélite. Además, conforme los satélites se vuelven indispensables para la guerra nuclear se necesitan nuevos satélites que puedan resistir los efectos de las explosiones nucleares en el espacio. En tanto los estrategas nucleares suponían que los satélites se necesitarían únicamente para participar en el lanzamiento de un solo contraataque masivo en respuesta a un ataque soviético, la capacidad de supervivencia más allá del primer intercambio nuclear no se consideraba importante. Pero ahora los estrategas planean guerras tardadas con posibles olas de ataques durante cierto tiempo, por lo que la supervivencia a ataques nucleares se ha convertido en prioritaria para la siguiente generación de satélites de comunicaciones, que serán lanzados desde el transbordador. Hay tres características principales necesaria para asegurar la supervivencia de los satélites militares: 1) componentes electrónicos blindados contra los efectos electromagnéticos de las explosiones; 2) la capacidad para funcionar independientemente del control de tierra durante el lapso en que las comunicaciones Tierra-espacio queden interferidas; y, 3) fuentes de energía internas que empleen combustible nuclear en lugar de las vulnerables pilas solares. Cada uno de estos requerimientos aumenta el peso, la complejidad y los costos. Como con cualquier nueva tecnología, el costo efectivo del transbordador depende de qué tanto se use. Conforme el número de lanzamientos del transbordador aumenta, el costo por lanzamiento disminuye. La única manera en que el transbordador tendrá un costo competitivo con el de los vehículos no recuperables es que uno de los cuatro transbordadores que forman la flotilla esté en uso más o menos una vez por semana. En el futuro cercano, en esta época de estancamiento económico, sólo los militares de los E.U. podrán tener acceso económico y político para la utilización del transbordador y un programa desarrollado en el uso del espacio cercano a la Tierra, formando una extraña coalición de industriales futuristas que buscan en los infinitos recursos del espacio la respuesta a los límites del crecimiento fanáticos de la ciencia ficción, como los que mandaron una lluvia de telegramas al presidente Ford para que rebautizara al primer transbordador como Enterprise, en honor de Viaje a las Estrellas, colonos espaciales obstinados con la sensación de estar atrapados en este planeta e incluso ciertos pacifistas que consideran que un sistema global de vigilancia por satélite garantizaría la paz e hincaría los cimientos de un gobierno mundial. La realidad política y económica es que el éxito del transbordador depende literalmente de su utilización por los militares. Como los sistemas militares están diseñados para tomar ventaja de las capacidades del transbordador, entonces se vuelven dependiente de éste. Se establece así una dinámica de retroalimentación que conduce inexorablemente a la cada vez mayor militarización del espacio. El general Schriever hizo notar esta dinámica ya en 1967, cuando estaba promoviendo el transbordador. Se lamentó en la Asociación de Escritores de Aviación y el Espacio de que “no podemos, en realidad, justificar los altos costos de desarrollar un sistema reutilizable hasta que tengamos el número necesario de misiones espaciales y, a la vez, no podemos programas a costos razonables ninguna utilización intensa de vehículos espaciales hasta que el precio baje”. Michel Michaud, un destacado teórico y propagandista de la industrialización futura del espacio, reconoció que los milites no sólo gastan más en investigación y desarrollo que ninguna otra institución en los E.U. —también tienen más libertad para trabajar en proyectos arriesgados cuyos beneficios pueden ser inciertos… Fue la investigación y desarrollo para los aviones militares lo que hizo que posible los jets comerciales que conocemos hoy en día… Puede ser que sólo los requerimientos militares nos permitirán salvar la barrera de costos y quitar la política espacial de las manos de la Oficina de Administración y Presupuesto. Esta es las situación poco saludable en una economía donde los militares son el único sector capaz de inversiones planeadas de alto riesgo. Esta retroalimentación entre la investigación y desarrollo de alta tecnología y la producción de armas, debe ser confrontada por los pacifistas. Protestar contra la militarización del espacio mientras se aceptan las fantasía de colonias espaciales, vuelos espaciales masivos y una industria espacial, es inevitablemente una contradicción. Las recientes pláticas sobre la comercialización e industrialización del espacio, así como la familiarización de los vuelos espaciales, no importa qué tan bien intencionadas, terminarán sirviendo al programa espacial militar en la misma capacidad que la NASA original: un caballo de Troya que encubre la cada vez mayor militarización del espacio. |
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Jack Manno |
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Francisco Javier Cepeda Flores | |||||||
Como parte de una errada visión, de una ciencia apologizada Después de muchos años de estudiar problemas de la física, alquimia y teología —sobre todo estos últimos—, Issac Newton publica en 1687 los Phylosophiae Naturalis Principia Matetmatica, que representa la obra más importante de la gran cantidad de aportaciones del periodo denominado por él la Revolución Científica. Representa esta obra una gran síntesis complementaria y sistemática de esfuerzos y aportaciones en las ciencias naturales, que se habían iniciado desde el siglo anterior. La gran influencia teórica y práctica de los Principia darán a Newton un lugar tan especial en el campo de las ciencias, que en su tiempo se llegó a pensar que era muy poco lo que la física podría avanzar después de lo dicho por él. Fue tan generalizada y profunda su influencia que obstaculizó, incluso, explicaciones diferentes de fenómenos que no fuera posible tratar con los esquemas aportados por Newton. Enfrentando la posición ideológica e incorrecta de una ciencia neutra y desinteresada, demostraremos que tanto su obra como él mismo son hijos de su época, por lo que debemos concebir al conocimiento como un proceso social interactuante con el resto, que no es neutro y que, por el contrario, está profundamente inmerso en las luchas y desarrollo de cada época histórica. Veamos primero la relación entre Economía Física y Tecnológica en la época de Newton para después relacionar analíticamente la lucha de clases del momento con la filosofía y los conceptos físicos de Newton. En una carta escrita por Newton en 1699 a Francois Aston le recomienda la importancia de estudiar los siguientes aspectos en el viaje que pronto éste emprendería por Europa: * Estudiar el mecanismo de timón y gobierno y, en general, los métodos de navegación de los barcos. Este listado refleja claramente los intereses de la época, que Newton había recogido como parte de sus propios intereses de investigación. Veamos cómo y por qué no es casual ni una búsqueda desinteresada de la verdad, ni su dedicación a ciertas áreas del conocimiento cuyos resultados se verán vaciados en los Principia. La época histórica en que vive el inglés Newton es aquélla que empiezan con la desintegración del sistema feudal, caracterizado por el surgimiento y desarrollo del capital mercantil y la manufactura. Los cambios que se llevaban a cabo plantearon un sinnúmero de problemas a la ciencia y la técnica y condicionaron su desarrollo y la forma de pensar de los investigadores. Como se sabe, la economía medieval tiene como base principal la producción para el consumo personal y no para el comercio. De aquí la naturaleza limitada del cambio y del mercado, lo atrasado y estático de las formas de producción, las relaciones exclusivamente locales de los productores. Tenemos en lo general a los estados feudales dominando el campo y al gremio en las ciudades poco pobladas. Conforme va cambiando el mundo medieval cambian las relaciones de producción, se separa el comercio, cuyos limites son ampliados, buscando producir para el intercambio local y entre ciudades cada ver más lejanas con base en el trabajo manufacturero y asalariado. Es la época de los grandes viajes de conquista, del intercambio cada vez mayor y del desarrollo de la industria minera. Surgen nuevos grupos y clases sociales ubicados cada vez más en las ciudades que renacen y se especializan en la producción de mercancías. Junto con la manufactura las relaciones entre el trabajador y el patrón se modificaron, haciendo su aparición la relación capitalista entre ellos. El comercio y la manufactura llevan aparejada la creación de la burguesía, comerciantes y fabricantes como clases hegemónicas. Así, con la desintegración de la economía feudal se camina hacia el dominio del capital mercantil y manufacturero. Esta nueva realidad planteará problemas nuevos y diversos y hará que los hombres cambien de costumbres y formas de pensar. Se impondrán entonces las necesidades surgidas del comercio y la manufactura como necesidades sociales, entre las que destacan: * Buenas y seguras embarcaciones, vías, medios de comunicación y transporte, principalmente fluviales. Estamos ante la serie de tareas practicas y teóricas que el desarrollo de las fuerzas productivas demandaba imperativamente resolver a la ciencia. Si comparamos las recomendaciones a Aston en su carta, concluiremos que los intereses de Newton se encuentran correlacionados perfectamente con dichas necesidades. Esas demandas van a determinar fundamentalmente las tendencias principales de los intereses de la física de los periodos inmediatamente anterior y contemporáneo a Newton. Considerando aparte sus contribuciones reportadas en los Principia, observamos nítidamente que el ambiente y necesidades de la época orientarían los trabajos e inquietudes de los esfuerzos científicos. Haciendo a un lado la óptica y las primeras observaciones de electricidad y magnetismo por estar a un nivel menos desarrollado, vernos que eran los diferentes temas de la mecánica los que darían respuesta a los problemas generados por la nueva sociedad. Así vemos, por ejemplo, que durante diferentes momentos del siglo XVI y, con mayor énfasis en el siglo XVII: 1. El problema de las máquinas simples, de las superficies inclinadas y problemas generales de estática fueron estudiados por Leonardo da Vinci, Ubaldi, Galileo, Cardan y Stevin. Este grupo de problemas físicos constituyen la base de creación de equipos y mecanismos de transmisión necesario en la industria minera y la construcción, principalmente. Todos estos problemas y preocupaciones de la ciencia integraban el ambiente en que Newton se desarrolló, por lo que no sólo en los Principia serán recogidos de manera total, sino que aún en la vida general de Newton habrían de tener una gran importancia. Newton se nutrió de ese esquema general de la física que describimos y que estuvo determinado fundamentalmente por las tareas económicas y técnicas de la burguesía ascendente. La clase progresista de esa época demandaba una ciencia adecuada, que resolviera sus necesidades derivadas del desarrollo de las fuerzas productivas. El conocimiento medieval le era inútil y estorboso, así que habla necesidad de resolver problemas específicos y se precisaba una metodología diferente, construir una base teórica general para la resolución de todos los problemas físicos planteados por el desarrollo social. Y fue precisamente ese estudio enciclopédico de los problemas físicos que describimos, la creación de la estructura armoniosa de la mecánica teórica que proveería el conocimiento para resolver las tareas de la mecánica terrestre y de los cielos. Esta síntesis le corresponde lograrla brillantemente a Newton en los Principia. Su contenido se integra con cada uno de los aspectos del esquema general de la física de su tiempo que hemos descrito y que representaron la respuesta a todo aquel grupo de problemas surgidos a partir de los intereses del transporte, comercio, industria minera, manufacturera y actividades militares como fuerzas sociales dominantes en esa época. Así, en el primer libro de los Principia Newton expone detalladamente las leyes generales del movimiento mecánico bajo la influencia de fuerzas gravitacionales o centrales, con lo que aporta un método general para la resolución de la gran mayoría de los problemas mecánicos. Las primeras tres secciones del segundo libro están dedicadas al problema del movimiento de los cuerpos en un medio resistente. La quinta sección de ese mismo segundo libro expone los fundamentos de la hidrostática y los fenómenos de los cuerpos flotantes. También se considera ahí la presión de los gases y comportamiento de gases y líquidos bajo presión. La sexta sección trata el problema del movimiento del péndulo en un medio resistente, que partía de los estudios del péndulo en el vacío. En la séptima parte, con que termina ese segundo libro, se describe el movimiento de líquidos o flujo de líquidos a través de canales y tubas. Se estudian también las leyes que gobiernan la resistencia y trayectoria de un cuerpo lanzado en un medio resistente. El tercer y último libro de los Principia está dedicado a explicar el sistema del mundo. A los problemas de los movimientos de los planetas, la luna y sus anomalías, la aceleración de la fuerza de gravedad, con lo que responde a innumerables interrogantes de la mecánica terrestre y la astronomía de su tiempo. Este esquemático y apresurado bosquejo del contenido de la principal obra de Newton exhibe la coincidencia total con la temática física del periodo y con los problemas planteados por la economía, la técnica y la producción ante el avance de las fuerzas productivas. Por lo mismo se pueda concluir qua los Principia es un análisis y resolución sistemática de todo el conjunto de problemas físicos de su tiempo, que eran problemas de mecánica terrestre y celeste definidos por la sociedad mercantil y manufacturera. Pero esa sociedad no sólo condicionará la problemática sobre la cual estaba puesta la atención de los científicos de le época, con Newton a la cabeza. Los cambios sociales imponían tras de sí una filosofía diferente, un momento de lucha política específica que habrán de marcar no sólo la organización, orientación y uso de la nueva ciencia que se creaba, sino también del contenido de ella. Sería imposible imaginar que tantos y tan variados cambios de la producción material, que cambiaban la cotidianeidad de la gente, no se reflejaran en sus mentes, en su forma de pensar y de luchar. Un análisis de sólo las determinaciones materiales en la obra de Newton sería grosero y burdo, por lo que habremos de integrarlo con las determinaciones filosóficas atrás de la obra newtoniana. Intentémoslo. La gran lucha de la burguesía europea contra el feudalismo tuvo momentos claves como la Reforma en Alemania, la revolución inglesa de 1648-1688 y la gran revolución francesa. En Inglaterra en 1648, la burguesía peleó junto a una nueva aristocracia de origen muy reciente y comprometida con aquélla, contra la monarquía, la nobleza feudal y la iglesia dominante. La lucha contra el poder absoluto del rey es al mismo tiempo una lucha contra el centralismo y absolutismo del Estado eclesiástico dominante, y por lo tanto la lucha política de la burguesía naciente contra el absolutismo y el feudalismo fue llevada a cabo bajo la bandera de la democracia y la tolerancia religiosa. Fueron de las sectas protestantes de donde salieron las principales fuerzas combatientes de la clase media progresista. Estaban en contra del materialismo abstracto y estático de Hobbes por ser herético y por no poder ser sustento de las acciones revolucionarias, a las que se oponía este materialismo por sus ligas con las aristocracia. Pero aún más perjudicial para la burguesía puritana que el materialismo de Hobbes, fue el materialismo de Overton por se la bandera de lucha política contra la burguesía, alcanzando un ateísmo militante y radicalmente opuesto a las bases de la religión. Newton fue un representante típico de la burguesía ascendente, y en su filosofía incluye las características distintivas de su clase en un materialismo preñado de teología e idealismo vergonzante. Fue un miembro típico de la clase que realizó la transacción de 1688, dando origen no a una república sino a una monarquía constitucionalista. Newton, hijo de un pequeño granjero, tuvo una modesta posición en la universidad y en la sociedad hasta su nombramiento como Director de la Casa de Moneda en 1699. Por sus conexiones también pertenecía a la clase media protestante que defendió la democracia y la tolerancia religiosa, como miembro del partido liberal Whig. Por eso sus relaciones filosóficas están llenas de un incipiente materialismo abstracto, entremezcladas con sus concepciones idealistas y teológicas. Así los elementos materiales de la física de Newton estarán subordinados a sus concepciones idealistas y teológicas, no como una concesión fácil para evitar la represión, sino como parte constitutiva de los conceptos físicos. Veamos el detalle de este aspecto que demuestra cómo en el contenido de la ciencia están presentes las ideologías sociales del momento. La idea básica, aunque no la única, de los Principia, consiste en la concepción del movimiento de los planetas como consecuencia de la unidad de dos fuerzas; una dirigida hacia el sol, y la otra, la del impulso original dado por Dios. Es una división de trabajo entre Dios y una causa mecánica que representa el sello característico de los filósofos ingleses vinculados a dogmas religiosos y con principios materialistas de causalidad mecánica. Una transacción digna de la época. Esta concepción y la apelación de Newton a una mente divina como elemento superior, creador y motor principal del universo, no es de ninguna manera accidental o una fácil concesión, sino es la consecuencia de su concepción de los principios de la mecánica. Newton concibe al espacio como absoluto y estático e independiente de la materia; sólo como un receptáculo de ella. Concibe que la materia que se encuentra en el espacio puede estar en movimiento rectilíneo o en un estado de inercia absoluta y para cambiar de estado se precisa una fuerza exterior. Si un cuerpo material está inerte sólo una fuerza externa puede sacarlo de ese estado. Con ello está considerando al espacio separado de la materia y al movimiento como independiente de ellos. Por eso, negando el movimiento como un atributo inseparable de la materia, aceptándolo sólo como una forma posible que no siempre posee, le quita a la materia una propiedad inalienable. De lo que se infiere por qué antes no había fuerzas que la movieran y en el inicio del mundo tuvo que existir la materia inmóvil, en estado de inercia absoluta, para ponerla en movimiento es necesaria una fuerza externa a ella. En consecuencia tuvo que ser Dios, el creador, el que, dándole un impulso original, la puso en movimiento en el inicio del mundo. Así, negando al movimiento el carácter de ser un atributo de la materia y aceptándolo únicamente como una forma de ella, Newton priva a la materia de esa propiedad que hoy se concibe como inseparable, sin la cual no puede ser explicada la creación del mundo por las causas naturales y se hace indispensable una fuerza inicial que eche a caminar al mundo, permaneciendo así hasta que otra fuerza externa lo pare. Concepción de la cual Newton es perfectamente consciente y acepta gustoso. Por eso sostiene que… “cuando escribí el tercer libro puse especial atención a aquellos principios que podían probar a la gente intelectual la existencia del poder divino”. Las ideas filosóficas predominantes de la burguesía ascendente se reflejaron así en el contenido mismo de la mecánica, en los conceptos de un Newton prototipo de esa clase en ascenso. La física de hoy, en otras condiciones sociales, considera inseparables el espacio, materia, tiempo y movimiento, con lo cual se reformula la física de Newton, y en particular la intervención de Dios resulta una hipótesis innecesaria según la vieja escuela de Laplace a Napoleón. Pero no sólo así se reformula posteriormente a Newton. Lo que hoy se enseña como física de Newton en las universidades es en muchos aspectos diferente a lo formulado por él. Así como el capitalismo mercantil y manufacturero fue condición social de la síntesis del siglo XVII, el capitalismo industrial del siglo XIX habría de impulsar la transformación de los planteamientos físicos newtonianos. En el campo de la física las investigaciones de Newton fueron centrales dentro de los límites de una forma de movimiento —o sea la mecánica—, pero no contiene una concepción del desarrollo y transición de una forma de movimiento a otra con la consecuente conservación de la energía, ni tampoco tiene una concepción sobre la naturaleza como un todo y sobre su evolución. El hecho de que en la física de Newton no tengan lugar los conceptos de trabajo, potencia, energía, conservación, ni tampoco el de evolución, no debe sorprendernos si tomamos en cuenta la estructura productiva de Inglaterra a fines del siglo XVII. Sólo hasta que ella cambia y se entra en la revolución industrial con sus máquinas en el centro, impulsará la concepción y estudio de estos conceptos a pesar del peso de las ideas newtonianas, para poder diseñar y explicar el funcionamiento de las nuevas máquinas y sobre todo para aumentar su eficacia. El concepto de energía y sus relaciones, como una de las categorías básicas de la física, aparece sólo cuando el problema de las interrelaciones entre varias formas de movimiento cobra importancia social. Este será sólo hasta que, en época posterior a Newton, el capitalismo de la revolución industrial impone condiciones objetivas con la maquinización y producción a gran escala que introdujo, para el estudio de las diferentes formas de movimiento además del mecánico newtoniano, el térmico y el eléctrico. Por eso se presenta junto a la revolución industrial del siglo XIX una reestructuración de las ciencias naturales, orientada y condicionada también por el momento social de forma análoga que lo sucedido en la época de Newton. Newton, al estudiar la mecánica bajo conceptos idealistas y no ver toda la variedad de formas de movimiento en sus transformación de una a otra, en su auto-movimiento y desarrollo se refleja como un hijo prototípico de la Inglaterra del siglo XVII. Sus límites y carencias y contradicciones se presentan no porque su genio fuera insuficientemente grande sino porque, sin importar cuán notable sea el genio de los grandes hombres, en todas las esferas formulan y resuelven aquellas tareas que han sido originadas para su logro por las características del desarrollo histórico de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. |
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Francisco Javier Cepeda Flores Grupo de Ciencias y Sociedad, Facultad de Ciencias, UNAM. |
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Nota de los editores | |||||||
Después del movimiento estudiantil de 1968 quedó en algunos La entrevista que a continuación reproducimos fue sostenida en 1982 con Humberto Madrid,* profesor del Departamento de Matemáticas. En ella se reseña la experiencia que en 1973 confrontaron varios miembros de dicho departamento, en la colonia Rubén Jaramillo.
¿Podrías hablar del trabajo en la colonia Rubén Jaramillo? Lo que voy a plantear es mi opinión personal. Es bueno que aclare esto, porque seguramente hay otras opiniones al respecto y sería interesante que éstas se tomen en cuenta en posteriores entrevistas. Se trató del trabajo que hicimos un grupo de gente de Matemáticas, estudiantes y profesores, en una colonia popular que estaba asentada en una extensión semiurbana al sur de Cuernavaca. En la colonia se estaba dando una serie de situaciones muy interesantes. Había una especie de gobierno popular, con una organización comunitaria en la que se pretendía que no hubiera propiedad privada y los servicios fueran administrados colectivamente, lo cual daba a la colonia un carácter sui generis. Se podría considerar que era una isla dentro del movimiento popular que prometía mucho, y donde convergieron muchas fuerzas democráticas en ese momento, en un intento por manifestarse y relacionar la actividad académica y científica con los sectores populares.
Bueno, la coordinación con ellos surge de una manera muy interesante. Algunos profesores empezamos a enterarnos de la existencia de la Rubén Jaramillo a través de estudiantes de física y matemáticas que habían formado algunas brigadas que trabajaban allí domingo a domingo. Ellos nos comenzaron a platicar de las características de la colonia y de lo que se necesitaba hacer, ya que había muchas obras en construcción y requerían de mucho apoyo. También nos plantearon que se aceptaba que fuera gente a ayudarlos, pero no se permitía fácilmente la injerencia de estudiantes universitarios o grupos políticos directamente en los asuntos propios de la colonia. Lo que hacían era que la gente de fuera empezaban a trabajar en cuestiones específicas y concretas los fines de semana, por ejemplo, la edificación del hospital, la tortillería, levantar un puente que dividía a la colonia en dos; en fin, cosas de ese estilo para comenzar a conocer las actividades y permitirle su participación a otro nivel. Fue así como nos mostramos interesados en conocer ese trabajo y empezamos a ir, pasando varios fines de semana haciendo labores muy cotidianas como adobes. Entonces sucedió que se propusieron echara andar una escuela primaria con una filosofía un poca distintiva, aunque no sabían cómo, pero pensaban en algo que estuviera relacionado con las problemas de la colonia. Para lo anterior contaban con un grupo de profesores, también invasores, y que eran normalistas. Había un gran entusiasmo al respecto, pues lo que deseaban era lograr capacitarse en algunas cuestiones donde sentían fallas, y fue en ese sentido que se planteó la posibilidad de la vinculación, es decir, tratar de dar una cierta capacitación y actualización a los profesores en algunos aspectos de Matemáticas para nivel primaria. Lo anterior podría parecer cosa trivial pero no fue así. Lo interesante fue que, discutiendo con ellos los programas de estudio, nos dimos cuenta de que, por un lado ellos tenían la capacitación tradicional que reconocían era muy endeble, y por otro estaba el que en unos cuantos meses iba a implantarse la reforma educativa y el nuevo libro de texto gratuito contenía un nuevo planteamiento sobre la enseñanza de las Matemáticas, en el que intervenían, por ejemplo, conceptos de le teoría de conjuntos. Llegamos entonces a la conclusión de que ni el enfoque tradicional ni el nuevo eran adecuados para las finalidades que perseguía le colonia. ¿Cómo es que llegaron a la conclusión de que el enfoque moderno no servía? No lo recuerdo bien, pero creo que la forma de introducción de los conceptos matemáticos y el lenguaje que se usaba no eran entendidos por los profesores y simplemente los veían más alejados de la realidad que el lenguaje tradicional. Además en la colonia existía el interés de conocer las cuestiones conceptuales, pero sobre todo a través de la práctica, en particular la práctica social, como eje de la educación. Entonces el planteamiento un tanto formal de las matemáticas en el libro de texto era una línea que no servía a los intereses de la colonia. Aunado a esto la reforma educativa había sido fuertemente cuestionada, y en particular nosotros veíamos que la parte de matemáticas se había hecho sin experimentos previos ni experiencia de los autores, por lo que distaba mucho de corresponder a situaciones concretas de muchos sectores del pueblo de México. En Matemáticas ¿qué lograron impulsar en la colonia? ¿En qué áreas trabajaron? Una de las líneas fue el comenzar a trabajar con los profesores en las cuestiones que más les interesaban y tratar de superar algunas del deficiencias que tenían en la preparación matemática; por ejemplo, sentían que tenían problemas con los quebrados, no sólo en su manipulación sino en las implicaciones que tenían y para que servían. Es de este tipo de cosas de las que, en la Facultad de Ciencias, estamos alejados. Para nosotros los quebrados no son más que una definición de los racionales, así que tuvimos que volver un poco a su significado para saber cuál es el contenido de esta herramienta matemática. Evidentemente había allí cosas triviales como que una fracción representa un número de partes y de allí tomar algunas de ellas. Pero la cuestión iba un poco más allá, ya que veíamos la necesidad de dar una interpretación a fondo de los conceptos, un poco más de motivación, y eso ya no era tan fácil. Hay que decir que en todo esto estudiantes y profesores llegamos a trabajar de manera coordinada. Muchas de las ideas fueron aportadas por los estudiantes, y aunque muchas eran esquemáticas fueron discutidas y retomadas y de ellas surgieron cosas muy interesantes. Recuerdo, por ejemplo, que cuando intentamos buscar una interpretación del concepto de quebrados la cosa se puso muy difícil. Estuvimos buscando en libros y lo único que encontramos fue un libro que recién estaba circulando, no recuerdo el título pero el autor era el Dr. Fregoso, quien planteaba que era imposible dar una interpretación a la división de quebrados. A nosotros nos parecía que no era así y estuvimos trabajando un tiempo con ello y logramos encontrar una interpretación que —aunque sofisticada— no dejaba de ser interesante. Desafortunadamente las cosas que escribimos en esa época se extraviaron, lo cual es una lástima. Además del trabajo anteriormente mencionado, se planteaban varios temas de investigación que trataban cosas interesantes. En este mismo sentido se planeó una serie de pláticas relacionadas con problemas que eran importantes para la colonia, por ejemplo, estadísticas económicas. Las pláticas estaban diseñadas para que el profesor actuara como coordinador y los niños aprendieran sobre la practica algunos de los conceptos. Para nosotros éste era un campo de experimentación muy interesante. Pero todo esto se vino abajo con la represión a la colonia. ¿Qué tipo de necesidades en cuanto al trabajo a matemáticas fueron cubiertas? Hay que tener en cuenta que el trabajo no fue muy extenso. Empezamos en julio y en septiembre fue la represión; por lo tanto hubo poca oportunidad de tocar muchos ternas. Se tenía en perspectiva, por ejemplo, trabajar con geometría, es decir, empezar a buscar enfoques alternativos a esta rama. Usar una metodología diferente a la usual dentro de la escuela primaria era uno de nuestros objetivos y veíamos muchas posibilidades de encontrar nuevos enfoques a la enseñanza de temas variados. Estábamos en una etapa de reflexión, incluso de maduración de las ideas, había muchas novedades e incursionamos en terrenos nunca pensados. Creemos que definitivamente se empezaron a dar los primeros pasos y, aunque dejamos muchas coses fuera, de haber seguido se hubieran podido hacer cosas con mayor profundidad y claridad. Además de truncar el trabajo en matemáticas, con la represión ¿tuvo algún otro problema la gente de la Facultad? Sí, definitivamente. La represión —el ejército intervino y tomó la colonia— rompió todo contacto, pues durante muchos años el trabajo, hasta donde yo sé, no se restableció. Sería interesante que en alguna ocasión la gente de la Facultad que se vio en problemas más fuertes debido a la represión, diera su punto de vista; no de la parte académica, sino de la parte política. Durante la toma de la colonia varios compañeros fueron detenidos, y en un incidente fuera de ésta resultó herido uno de ellos y apresados dos. ¿Tuvo problemas el sector académico? Sí, en nuestro caso, por ir a conseguir información sobre estos compañeros estudiantes que habían sido detenidos. Llegamos dos personas a investigar su paradero y las circunstancias en que fueron apresados y fuimos detenidos por la judicial federal y llevados al Campa Militar No. 1, incomunicados y maltratados. Afortunadamente la gente de la Facultad de Ciencias respondió de inmediato y, aunque estábamos en vacaciones, hubo movilización. El director de la Facultad, el maestro Cifuentes, lo tomó de una manera muy responsable, dijo que se trataba de una misión oficial de la escuela, lo cual nosotros ya habíamos dicho a los aparatos represivos, y se movilizó, por lo que creo que el trato no fue tan crudo con nosotros, aunque todo el tiempo trataron de distorsionar nuestra actividad en la colonia e involucrar a más personas. Pero la movilización los detuvo. Seguramente después de la represión ustedes intentaron asimilar la experiencia y plantear alguna alternativa. ¿Qué hicieron entonces? Bueno, resulta que muchos de los estudiantes que estaban en ese grupo eran a la vez, alumnos nuestros, de mi curso de Algebra Lineal. Yo les había encomendado elaborar un trabajo final en que hicieran algún modelo donde aparecieran matrices y sistemas de secciones lineales. Entonces estuvieron buscando y observando actividades en la colonia donde tuvieran que ver las matemáticas, y un grupo de ellos, elaboró algunos trabajos interesantes. Así se comenzaron a revertir un tanto las inquietudes de la gente en el terreno tanto académico como político. Incluso intentaron buscar modelos más complejos, lo que hacía a estos trabajos “no clásicos” pero sí con un gran contenido académico. Por otra parte, no sólo había matemáticos trabajando en la colonia; había además estudiantes de otras facultades, por ejemplo, Arquitectura, que estaban pasando por un problema interno fuerte que era la reestructuración de la carrera con una nueva visión: tratar de vincularse a las causas populares. En general, en la UNAM había inquietud por cristalizar toda la discusión que se había dado al respecto de la vinculación de la Universidad con el pueblo. Habían participado en la colonia sectores democráticos de Medicina, gente de Economía que trabajaba en planificación y, en fin, había una gran afluencia de universitarios hacia allá. Nosotros, durante ese periodo, nos planteamos la cuestión de vincular la ciencia con el pueblo. En particular las matemáticas, lo que parece no ser tan evidente como en otras ramas. Pero vimos que podía haber dos líneas en general: por un lado la cuestión educativa y por otro el trabajo directo como el de los arquitectos o economistas en el asesoramiento técnico. Cuando vino la represión vimos que el camino estaba en trabajar con esos sectores. De hecho hubo intentos de ligazón con la gente de Autogobierno de Arquitectura en la redefinición de los planes de estudio o en los problemas directos de los talleres en las cuestiones matemáticas. Desafortunadamente la forma de trabajo en Arquitectura nos impidió profundizar, ya que el tiempo era muy limitado. Además no estábamos acostumbrados a enfrentarnos a la matemática aplicada y los esquemas que teníamos y nuestra información sofisticada y abstracta nos impidió entender estas cuestiones. También creo que no teníamos la capacidad de hacer grandes cosas ni de sensibilizar al departamento en incorporar a los profesores y estudiantes en estas tareas. ¿Qué repercusiones tuvo la experiencia en la colonia Rubén Jaramillo en las colonias cercanas? Era evidente que había una gran influencia, porque siempre se veían delegaciones de otras colonias que estaban en situación más o menos semejante a la de ellos. Venía gente del norte de Veracruz, por ejemplo. Constantemente llegaban de todo el país a conocer la experiencia de la colonia e intercambiar puntos de vista. Indudablemente la organización interna, combatividad y participación en luchas con otros sectores tuvieron una gran influencia. Y hacia la Facultad, ¿crees que hubo alguna proyección? ¿Se concretó algo al respecto? Creo que por lo menos en algunos de los profesores y estudiantes que estuvimos trabajando allí quedó la inquietud de tratar de ver a las matemáticas muy ligadas a su repercusión social. Nos influyó en tratar de vincular la educación a otros problemas, dar una educación con otro enfoque, presentar una critica a los estudiantes sobre la cuestión ideológica que anda tras la creación y uso de la ciencia. Que la forma específica de hacer ciencia corresponde a los objetivos que se prefieran en ese momento, hacia quién va dirigida y por qué se está haciendo tal o cual trabajo. Eso tiene una gran carga ideológica que hay que comenzar a desenmascarar, y construir otro tipo de matemática. Si bien todo lo anterior ha sido discutido en seminarios y mesas redondas, hay que empezar a hacerlo en concreto en los cursos, en el enfoque mismo de éstos, ya que ahí está el problema fundamental. Tal vez no podamos entrar a fondo en el cambio de los contenidos pero por lo menos en la forma y la búsqueda de alternativas de enseñanza y aprendizaje. ¿Quisieras concluir algo acerca de esta experiencia? Yo siento que nuestra actividad en la colonia estaba muy influida por consideraciones acerca de transformar a la universidad en un sentido crítico, democrático y popular. En ese momento vivíamos una lucha por la democratización de la Facultad misma con la creación de los Consejos Departamentales. A través de la experiencia se siente que este tipo de consignas se manejan de una manera muy esquemática, como eslogan. A mí me parece que es, importante trabajar en la dirección planteada, pero lo difícil es hacerlo realidad y tratar de dar respuestas concretas y específicas a este tipo de cuestiones. |
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*Humberto Madrid
Profesor del Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, UNAM. |
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