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Matthew Jarron      
               
               
Las adquisiciones de mi museo son numerosas:
en la última semana he conseguido una marsopa,
dos mangostas, un tiburoncito, una anguila de 8 pies
de longitud y 150 libras de peso, una joven avestruz
y dos costales de monos. Desde luego, todos muertos.

D’Arcy Thompson
     

D’Arcy Wentworth Thompson nació en Edimburgo en 1860
y cuando tenía sólo veinticuatro años obtuvo la cátedra de biología en el University College, Dundee, Escocia (actualmente University of Dundee); se hizo cargo de ella en 1885 y la ocupó durante treinta y dos años y medio hasta que en 1917 optó y obtuvo la cátedra de historia natural de la University of Saint Andrews, un puesto que mantuvo treintaiún años, hasta su muerte en junio de 1948. Así, Thompson tuvo el privilegio de ser profesor durante casi sesenta y cuatro años, un récord que difícilmente será superado.
 
D’Arcy llegó a Dundee cuando el University College tenía sólo un año de haber iniciado labores bajo los auspicios de dos miembros de una prominente familia de industriales: Mary Ann y John Boyd Baxter; uno de los principios —único en su época— sobre los que Mary Ann insistió en fundarlo, fue que tanto los estudiantes hombres como las mujeres, recibieran los mismos cursos. Inicialmente, el College era una pequeña institución, pero tenía todo el empuje para crecer.
 
El 25 de enero de 1885, D’Arcy inició su conferencia inaugural de la siguiente manera: “sólo puede haber una verdad en la plenitud del conocimiento y aquel que trabaja humilde y sinceramente por descubrirla no trabaja para sí mismo sino para todos los seres humanos”. Luego de esta impresionante presentación, debe haber sido descorazonador descubrir que en su primera clase sólo se habían inscrito dos estudiantes. Sin embargo, muy rápidamente se convirtió en un profesor popular y, a finales del siguiente periodo escolar, podría ufanarse de eso al decir: “mi grupo de botánica, con veintiún o veintidós estudiantes, es ahora el más numeroso del College”.
 
En aquél entonces, el departamento en donde trabajaba D’Arcy era responsable de la enseñanza tanto de zoología como de botánica, pero en 1888 solía decir: “perdió una materia pero ganó un colega”. Gracias a una donación de James Martin White —quien también patrocinaba el museo de zoología— se fundó el departamento de botánica, y otro gran académico interdisciplinario, Patrick Geddes, se hizo cargo de la nueva cátedra; a la postre, éste y D’Arcy habrían de ser, de por vida, grandes amigos.
 
D’Arcy se convirtió entonces en profesor de la cátedra Boyd Baxter de historia natural. Con una nueva donación del patronato de John Boyd Baxter y el apoyo de Martin White, los departamentos de biología se expandieron y el número de estudiantes siguió en aumento. Es probable que al asistir por primera vez a una clase de D’Arcy, los estudiantes se sintieran intimidados; de hecho, podía ser muy impaciente con quienes no se tomaban la materia en serio. El profesor Peacock, su sucesor, recordaría más tarde sus quejas respecto de los alumnos perezosos: “no me importa darles de comer en la boca, pero no soporto que no empiecen a mover las quijadas”. Sin embargo, para quienes querían y se esforzaban en aprender, era inspirador.
 
Según el periódico Dundee Advertiser: “se dice que tiene el don de entusiasmar al más apático [...] Orador sobrio y elegante, sus imágenes literarias son, a la vez, delicadas y profundas”. Peacock evocaba: “afortunados aquellos que lo vieron ilustrar con dibujos o pedazos de cuerda y de papel o pompas de jabón las explicaciones de la matemática del panal, la concha del nautilo y otras cosas tan recónditas como ésas”.
 
Conforme pasaba el tiempo y sus conocimientos (y excentricidades) crecían, sus conferencias volviéronse aún más extraordinarias. Una de sus últimas alumnas lo recuerda así: “no aprenderías zoología, pero te educabas. Mientras se te pegaba un poco de latín, te maravillabas con la inmensa belleza de los pequeños foraminíferos cuyas diminutas conchas calcáreas han ido a formar tan gran parte de los pisos oceánicos, te enterabas de cómo veía Aristóteles el erizo de mar y de cómo la historia natural de los gusanos palolo —que se congregan regularmente en los mares tropicales, alrededor de Samoa— era un cuento de hadas y no sólo una referencia útil acerca de los hábitos migratorios de los animales inferiores [...] Nunca dejaba de maravillarnos: nos llevaba a descubrir integralmente la belleza de todo el reino animal y no te limitaba a aprender minucias sobre una sola especie”. D’Arcy creía que en la enseñanza de la biología “los principios generales lo son todo, los detalles menores, nada”.
 
En el discurso de inauguración del ciclo escolar 1903-1904, D’Arcy dijo con frecuencia: “cada vez me impaciento más con el programa tradicional y los exámenes convencionales. Es un placer enseñar los grandes principios de la biología y es bueno aprenderlos, pero resulta mucho más fácil aplicar exámenes en los que se pregunten cosas insignificantes. No sólo me irrita sino que me siento apabullado cuando, durante las semanas o los días previos a un examen departamental, mis mejores alumnos sólo pueden interesarse febrilmente por la disposición de las patas de una langosta marina o se muestran ansiosos por recordar cuántos dientes tiene un gato [...] Pero exactamente del mismo modo que subo y bajo las escaleras para ir a mi laboratorio sin enterarme de cuántos escalones hay, he subido y bajado durante muchos años los campos de la historia natural y son muy pocos los hechos de este tipo que recuerdo. Si hace falta puedo buscarlos y con eso me basta”.
 
Para apoyar su docencia, D’Arcy usaba mapas, muestras de organismos en portaobjetos y modelos de todo tipo. Estos auxiliares didácticos incluían impresionantes colecciones de litografías de cartas geográficas francesas y una gran serie de reproducciones de invertebrados hechos en vidrio, a semejanza de los creados por los artistas alemanes Leopold y Rudolf Blaschka; comisionaba a artistas locales para que fabricaran modelos para sus clases o bien los ordenaba a París, Berlín y Praga.
 
Pero, sobre todo, lo que necesitaba D’Arcy era un museo con muestras representativas de cada uno de los principales grupos de organismos. Esto devino prioridad desde su llegada a Dundee y, en su primer informe anual, escribiría: “ha habido un considerable progreso con respecto de la creación de un museo. Pero he de señalar que, si bien he asumido su desarrollo como parte de mis obligaciones, ese trabajo conlleva grandes gastos, además de los relacionados con equipar y mantenerlo como laboratorio de enseñanza. Yo mismo he preparado 600 frascos con especímenes para la colección permanente y otros, raros y valiosos, se han comprado”.
 
Piezas para el museo
 
La pasión de recolector naturalista de D’Arcy hacía de su trabajo en el museo un placer. Al principio, él preparaba personalmente los especímenes pero, muy pronto, advirtió: “si mi museo ha de crecer y madurar sustancialmente, se requiere un asistente calificado”; y la ayuda llegó en la persona de Alexander Rodger, quien se convirtió rápidamente en la mano derecha de D’Arcy; fue posible entonces que, entre los dos, ensamblaran los huesos de muchos esqueletos y preservaran numerosos especímenes en frascos de alcohol.
 
D’Arcy envió a Rodger a distintas expediciones para hacerse de muestras para el museo: en 1889 fue a Orkney, en donde se habían varado ciento cincuenta ballenas piloto; a Newfoundland y el estrecho de Davis en 1892 a bordo del ballenero Esquimaux; en 1893 a Noruega con el propio D’Arcy y algunos estudiantes; y en otro ballenero, el Active, al este de Groenlandia, en 1894. Un año después Rodger dejó Dundee para ser curador del Museo de Historia Natural de Perthshire; en relación con la calidad de su trabajo, D’Arcy constató: “nuestro museo se ha enriquecido de muchas maneras gracias a su destreza. Su última contribución fue dejar montados, listos para su exhibición, algunos de nuestros especímenes más grandes; en particular, los excepcionalmente delicados esqueletos de la jirafa y del elefante de India”.
 
En 1893 se amplió el edificio del que disponía D’Arcy a fin de que fuera un espacio apropiado para montar y cuidar un museo; en el edificio ampliado, el museo ocupó dos niveles. El profesor Peacock lo recordaría así: “el museo era el orgullo del departamento. Sus instalaciones ocupaban una amplia estancia de casi treinta pies de altura y veinticinco pies de lado; [las colecciones] se distribuían en dos secciones: la inferior, al nivel del primer piso; la superior, en forma de una galería que se desplegaba en corredores a lo largo de las cuatro paredes del segundo piso”.
 
En la mayor parte del espacio adyacente a las paredes y en el área central, las piezas del museo se exhibían en cajas de vidrio; a su vez, la colección de insectos se mostraba en adecuados estuches de caoba. En el centro del primer piso, sostenidos por sí mismos o colgados del techo, había grandes esqueletos. Los especímenes estaban organizados según su ordenamiento taxonómico. Claramente, el museo tenía un sistema de clasificación pero, en sus primeros tiempos, no parece haber existido el catálogo completo de sus muestras. Sólo algunas pequeñas partes de la colección original están plenamente documentadas: había una colección de muestras de la famosa expedición del Challenger (18721876), otras, adquiridas en Yokohama, y un catálogo de la colección de crustáceos, publicado en su día.
 
Con el tiempo, D’Arcy construiría “un museo con tal riqueza de materiales que pocas universidades de Gran Bretaña podrían rivalizar con él”. En 1903, D’Arcy hacía el siguiente recuento: “en primer lugar, el museo contiene especímenes recolectados por mí y por mis alumnos en muchas partes del mundo, en segundo lugar, material traído a casa desde los mares del Ártico y de la Antártida por los balleneros de Dundee y, finalmente, colecciones misceláneas parcialmente adquiridas por compra o, en su mayoría, mediante donaciones e intercambios. Los materiales recolectados por nosotros mismos provienen principalmente de los mares británicos, de Noruega, de Labrador, del estrecho de Davis, de Japón, de Kamschatka, del mar de Bering y de Alaska. Entre muchas otras colecciones, tenemos una valiosa serie de réplicas [de la expedición] del Challenger donada por el Patronato del Museo Británico con el que, además, estamos en deuda por habernos obsequiado también numerosos plumajes de aves y otros materiales. Los crustáceos y picnogónidos provienen de las expediciones de exploración del océano profundo de los buques Travailleur, Talisman, Triton, Investigator, Ingolf y Albatross; varias colecciones de organismos de los Mares del Sur llegaron desde el Museo Godeffroy, una gran parte de los materiales correspondientes a Polyzoa [hoy Bryozoa] fueron donados por la señorita Jelly, los especímenes de hormigas europeas son aportes del profesor Forel y los de termitas del doctor Haviland; una colección de conchas marinas se debe al obsequio del señor John Ramage y las colecciones de aves de India tienen el siguiente origen: las del norte, de un coleccionista desconocido, y las del sur del señor Atholl Macgregor; finalmente, las aves de las Islas Falkland se deben al señor John Cooper”.
 
Era un hábito de D’Arcy recolectar tantos especímenes como pudiera, conservar algunos para el museo y vender o intercambiar otros. Muchos de los que se exhibían fueron adquiridos en casas especializadas como la de Edward Gerrard en Camden Town, Londres; por ejemplo, fue ahí donde D’Arcy compró, en 1898, dos de sus piezas más valiosas: el par de huias (pájaros neozelandeses ahora extintos). Asimismo, D’Arcy hacía llegar a la casa Gerrard para su preparación; materiales conseguidos por él aquí y allá así, luego de su expedición por el mar de Bering en 1898, envió varios barriles con pieles de leones marinos, bueyes almizcleros, nutrias marinas, zorros del Ártico, glotones y armiños. Alguna de estas piezas volvería a Dundee mientras que otras quedarían en el Museo Británico o en diversas instituciones.
 
D’Arcy compró muchas muestras a Cross, casa de importación de animales en Liverpool, reputada como “el más grande establecimiento de comercio zoológico en el mundo”. En 1885 le escribió a William Cross para pedirle que le avisara cuando alguno de sus animales muriera y, por lo regular, Cross le daba la primera opción de compra. Un acuerdo semejante tuvo lugar con la Zoological Society Gardens (actualmente Zoológico de Londres); D’Arcy solía recibir cartas como la siguiente del señor E. Ockenden: “ayer le envié el cuerpo de un puercoespín brasileño, así como un camaleón y una culebra ratonera [...] nuestra jirafa hembra no está bien y es de esperarse que muera un día de éstos”, para agregar, seis semanas después: “se le ha enviado por ferrocarril el esqueleto de una jirafa”.
 
Muchos especímenes fueron donados por coleccionistas privados tanto locales como de todo el mundo. Una de éstas fue la señorita E. C. Jelly, autora de un importante catálogo sobre el filo Bryozoa: en 1894 le envió a D’Arcy, por correo y en pequeñas remesas, una parte de su colección “con la esperanza de que pueda formar un núcleo de mi rama favorita de estudio”. Ulteriormente envió a Dundee al menos 467 fósiles, 275 piezas recientes y ochenta especies británicas, todas montadas y correctamente identificadas. Por ello, D’Arcy solicitó del gobierno una pensión de veinte libras anuales para ella y pudo enriquecer la colección de la señorita Jelly con especímenes de sus propias expediciones y viajes al mar de Bering.
 
Flotas balleneras
 
Pero tal vez la fuente más significativa de piezas para el museo fue la flota ballenera de Dundee. A la llegada de D’Arcy, la actividad ballenera era todavía una de las actividades económicas más importantes de la ciudad; hasta dieciséis barcos zarpaban al inicio de cada año, primero hacia el mar de Groenlandia a cazar leones marinos y luego hacia el estrecho de Davis en busca de ballenas. Volvían en el otoño a casa con dos productos fundamentales: aceite y barbas de ballena; el primero era un ingrediente básico para la principal industria de Dundee: el procesamiento del yute; el segundo se usaba casi exclusivamente en la fabricación de corsés.
 
Muy pronto, D’Arcy se las ingeniaría para conocer a los capitanes de los balleneros de quienes llegó a decir que “siempre han sido los mejores amigos del museo, pues le traían tantos epecímenes que se decía que su museo albergaba, posiblemente, la mejor colección de zoología del Ártico en el mundo. Así pudo hacerse de material suficientemente valioso para intercambiar con otros museos y coleccionistas. Ya en octubre de 1885, William Cross le escribe: “me será muy grato, en cualquier momento, recibir información de cuando tenga usted cualquier animal del Ártico así como de su precio”. En noviembre de 1886, D’Arcy registró “la llegada de 9 crías de ballena —quizá el primer rebaño de ballenatos visto por el ojo de un naturalista”.
 
Pero fue hasta 1892 que la colección del Ártico realmente empezó a consolidarse, cuando D’Arcy persuadió a los propietarios del S. S. Esquimaux, Messrs David Bruce & Co, y a su capitán Jeffrey Phillips de que permitieran que su asistente Alexander Rodger los acompañara en su viaje anual. “A Rodger lo proveyeron de dragas, redes de arrastre y otros aparatos y se le instruyó para que se dedicara diligentemente a buscar especímenes, tanto vertebrados como invertebrados, para una colección de historia natural”. Aunque a Rodger no se le permitía en modo alguno interferir con las tareas propias de la embarcación, se decía que las colecciones que obtuvo eran mejores que las de expediciones científicas mucho más equipadas.
 
Dos años después, D’Arcy recibió un subsidio de 40 libras para que Rodger hiciera una nueva travesía, ahora en el Active, durante la temporada de 1894, en un viaje a Spitsbergen en el este de Groenlandia. Al mismo tiempo, David Dickson, uno de los estudiantes de D’Arcy, se embarca en otro navío hacia el estrecho de Davis: “ambos regresaron a casa en el otoño con un enorme acervo de especímenes”.
 
Durante los siguientes años, los capitanes de los balleneros siguieron recolectando piezas para el museo; los que contribuían más frecuentemente eran los capitanes Robertson y Milne, seguidos de los Mackay, Adams y Fairweather. En un reporte de 1897, W. T. Calman, otro de los asistentes de D’Arcy, consignó: “como lo hemos estado durante los últimos años, seguimos en deuda con los capitanes de la flota ballenera de Dundee por las nuevas piezas de nuestras colecciones del Ártico; en particular, con el capitán Robertson por su donación del hermoso esqueleto de un buey almizclero”. Dos años después, el capitán Milne, del ballenero Eclipse, presentó “un espécimen, único en Gran Bretaña, de Umbellula encrinus, un pólipo del orden Alcyonacea que había traído de Groenlandia”. D’Arcy halló espacio hasta para las mismas ballenas: el profesor Peacock recordaba que el museo tenía el esqueleto de una “Balaena mysticetus de veinte pies [...] la enorme cabeza de una ballena franca de Groenlandia y tres cráneos de narval”.
 
W. T. Calman tenía un interés particular en los crustáceos y, por mucho, fue gracias a sus esfuerzos que la colección del museo de este subfilo de los artrópodos fue reconocida como la mejor de Escocia. También se debe a él la compilación del primer volumen (que resultó ser el único) del catálogo del museo en el que se incluía a crustáceos y picnogónidos y que fue publicado en 1901. Dos años más tarde, Calman dejó Dundee para ser encargado de los crustáceos de la sección de historia natural del Museo Británico en Londres, actualmente Museo de Historia Natural.
 
Docencia e investigación
 
Desde el principio, las colecciones del museo fueron usadas no sólo para la docencia sino, también, para la investigación. En 1886, D’Arcy informó al Consejo del College: “el trabajo original que se ha venido desarrollando en mi laboratorio está principalmente relacionado con el sistema nervioso de la lamprea y con el desarrollo del cráneo de los cetáceos”. Según The College Magazine, “en investigación original, especialmente en el departamento de morfología de vertebrados, el trabajo del profesor D’Arcy Thompson es conocido y apreciado por los zoólogos tanto en este país como en el extranjero”. D’Arcy animaba a sus estudiantes más avanzados a escribir sobre su investigación en el museo y, en 1888, recibió un apoyo económico del ex preboste Hugh Ballingall “para empezar a publicar los resultados del trabajo científico hecho en nuestro propio laboratorio o en cualquier lugar donde nosotros proveamos los recursos [...] este empeño nos ha dado abundantes resultados y nos ha ganado mucho reconocimiento y cooperación en todos lados”. En total, se publicaron doce artículos entre 1888 y 1890 bajo el título de Studies from the Museum of Zoology (cinco sobre el propio trabajo de D’Arcy) pero, lamentablemente, no hubo más recursos para continuar haciéndolo.
 
Una y otra vez, D’Arcy se dedicó a alentar la investigación de otras personas más que la suya propia. En 1903 explicaba: “hemos tratado de hacer que el museo, hasta donde es posible, sea un centro de encuentro con otras instituciones, no sólo de intercambio de especímenes sino de materiales para estudios específicos”. En su reporte de 1902 al College Council daba un buen ejemplo del uso del museo y sus especímenes por investigadores de todos lados: “nuestra colección de Caprellidae ha sido examinada por el doctor Paul Mayer, de Nápoles, nuestros Alpheidae, reportados por el doctor H. Coutière, de París, nuestros isópodos terrestres, revisados por el doctor C. Chilton, quien trabajó en nuestro museo durante un tiempo el último invierno y elaboró una monografía sobre esos organismos en Nueva Zelanda, nuestros gusanos nemertinos del estrecho de Davis han sido el objeto de un reporte del señor R. C. Punnett, de Saint Andrews, y el doctor neozelandés H. M. Kyle ha descrito un pez plano de nuestras colecciones como un pez de un nuevo género”.
 
Al año siguiente se enviaron materiales del museo a los Estados Unidos, Nápoles, Berlín y La Haya y “el doctor Iijima, de Tokio, visitó nuestro museo y, al examinar nuestra colección de esponjas hexactinélidas japonesas, halló un representante de un nuevo género”. Mientras tanto, Calman había publicado sus investigaciones sobre los crustáceos en las Transactions of the Royal Society of Edinburgh, Proceedings of the Linnean Society of London, Quarterly Journal of Microscopal Science, Annals of the New York Academy of Science y otras revistas. De los veintiséis artículos publicados por el departamento entre 1893 y 1902, trece eran de Calman y sólo seis de D’Arcy.
 
On Growth and Form
 
Sólo cuando su carga docente y administrativa disminuyó, D’Arcy pudo empezar a trabajar en su más ambicioso proyecto de investigación: On Growth and Form, el trabajo por el que es hoy internacionalmente aclamado. Aunque fue publicado sólo hasta 1917, su último año en Dundee, D’Arcy había reflexionado en él durante mucho mucho tiempo. Ya el 18 de octubre de 1889 en una carta a Mary Lily Walker, una de sus estudiantes, anunciaba: “me he servido de la matemática y creo haber descubierto algunas maravillas insospechadas en relación con las espirales de los foraminíferos”. Una vez más, en el museo halló D’Arcy los especímenes cuyo crecimiento y forma explora en su libro: foraminíferos, radiolarios, la concha del nautilo y otras conchas; pájaros huia, pies de artiodáctilo, cráneos de primate y mucho más.
 
Luego del traslado de D’Arcy a Saint Andrews, Doris Mackinnon se hizo cargo del departamento de historia natural de Dundee entre 1917 y 1919; Doris había sido su asistente y había participado como ilustradora de On Growth and Form. Entonces, la cátedra Boyd Baxter fue puesta nuevamente a concurso: aunque Calman optó por ella y D’Arcy mismo fue consultado para la adjudicación, el puesto se le asignó a James Fairlie Gemmill, un biólogo marino proveniente de Ayrshire que había sido profesor de zoología en el Glasgow Provincial Training College. Lamentablemente, el tiempo que estuvo Gemmill en Dundee fue muy breve y se vio lastrado por su mala salud: murió en 1926.
 
Su sucesor fue Alexander David Peacock, nativo de Newcastle, que había estudiado y enseñado en la ciudad. Luego de haber trabajado como entomólogo en Nigeria y de haberse infestado de piojos en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, llevó a cabo importantes investigaciones en enfermedades transmitidas por insectos. Entonces, las nuevas piezas del museo reflejaron los intereses de Peacock: se adquirieron varias colecciones de insectos, algunas de las cuales fueron recolectadas por expediciones de estudiantes a las islas de Rona y Raasay en la década de los treintas.
 
Peacock acabó siendo amigo de D’Arcy, que recordaba: “algunas veces yo recibía una de sus postales características en las que me pedía que le enviara un espécimen de la que había sido su colección. Él me indicaba dónde buscar, en qué cajón y qué estuche y así por el estilo, con toda precisión. Pero si yo le preguntaba a D’Arcy algo sobre la historia de especímenes particularmente interesantes, raramente podía obtener alguna respuesta diferente de ‘pregúntele a Calman’; y cuando yo recurría a Calman, la respuesta era ‘pregúntele a D’Arcy’”.
 
Museo desahuciado
 
En 1957, el edificio que albergaba el museo fue demolido junto con sus vecinos para poder construir la nueva University Tower. Los recortes presupuestarios y el cambio de prioridades dejaron sin sede sustituta a las colecciones de D’Arcy. El último intento del profesor Peacock, antes de su retiro en 1956, para “decidir el destino del museo zoológico desahuciado que alguna vez había sido el motivo de orgullo y contento de D’Arcy” fue verdaderamente mal recibido pues, “por su mera naturaleza y su enorme cantidad, la colección de especímenes era más que opulenta”.
 
Peacock envió partes de la colección al Museo de Historia Natural del Museo Británico y al Museo Real de Escocia en Edimburgo. Sólo se conservó una parte de la colección para ser usada en la docencia; la mayoría se almacenó a la espera de que se construyera una sede adecuada. Cuando, en 1972, se inauguró el nuevo Biological Sciences Institute, las colecciones volvieron a exhibirse y esto llevó a la creación de un pequeño museo usado para la docencia pero que no estaba abierto al público.
 
Museo de Zoología D’Arcy Thompson
 
En 2007, a las actividades de docencia en ciencias de la vida de la universidad se le dio el espacio en el que se desarrollan hasta la fecha, en el edificio Carnelley; al museo se le asignó un lugar donde crear una versión más grande y accesible del mismo y se le nombró Museo de Zoología D’Arcy Thompson para honrar a su fundador. Por ahora, las colecciones están bajo el cuidado de los servicios museográficos de la Universidad de Dundee y los muestrarios nuevos han sido diseñados conjuntamente por el curador universitario, Matthew Jarron, y la curadora honoraria de zoología, Cathy Caudwell. Ahora el museo está abierto al público durante los meses de verano y, para conferencias y otras actividades, durante todo el año.
 
El museo aún se usa para la enseñanza de las ciencias biológicas y las ciencias biomédicas, pero ahora también es aprovechado por estudiantes de anatomía, creación literaria, bellas artes, antropología forense, ilustración, arte médico y forense, filosofía y otras carreras. La colaboración con los estudiantes de arte ha probado ser particularmente fructífera pues ha dado lugar a distintas exposiciones en sitios específicos de sus instalaciones. Gracias a un subsidio de la Art Fund, el museo ha podido hacerse de una significativa colección de obras de grandes artistas que se inspiraron en el trabajo de D’Arcy y que incluyen a Henry Moore, Richard Hamilton, Salvador Dalí y Peter RandallPage.
 
Asimismo, ahora el museo tiene la posibilidad de involucrarse en iniciativas de mayor envergadura; por ejemplo, en estudios como el de la International Thylacine Database y el hms Challenger Collections Project.
 
El interés creciente sobre D’Arcy Thompson y su trabajo también ha llevado a muchos investigadores de todo el mundo a visitarnos con el propósito de conocer la colección original. El curador mismo se ha involucrado en una amplia investigación sobre D’Arcy y el museo, que lo ha llevado a publicar varios artículos recientemente. En 2017, el museo coordinó las numerosas actividades que tuvieron lugar alrededor del mundo para conmemorar el centenario de On Growth and Form mediante la página web www.ongrowthandform.org y organiza una gran conferencia y exposición para octubre de 2017. Gracias a éstas y otras actividades, el trabajo de D’Arcy seguirá inspirando, durante los años por venir, a científicos, artistas y muchos otros estudiosos.
 
     
     
Referencias Bibliográficas
 
D’Arcy Thompson, Ruth. 1958. Carta de D’Arcy a su abuelo fechada el 10 de octubre de 1885, en D’Arcy Wentworth Thompson: The Scholar-Naturalist, 1860-1948. Oxford University Press, Oxford.
_____. 1958. Scholar-Naturalist. Oxford University Press, Londres.
Jarron, Matthew. 2017. “Cell and tissue, shell and bone, leaf and flower-On Growth and Form in Context”, en Mechanisms of Development, vol. 145, pp. 22-25.
Jelly, Eliza C. 1889. A synonymic catalogue of the recent marine bryozoa, including fossil synonyms. Dulau & Co, Londres.
Rodger, Alexander. 1892. “Preliminary Account of Natural History Collections made on a Voyage to the Gulf of St Lawrence and Davis Straits”, en Proceedings of the Royal Society of Edinburgh, vol. 20, pp. 154-163.


Hemerografía

Manuscritos y cartas de la University of St Andrews Library Special Collections y de los University of Dundee Archive Services.
Diarios Dundee Advertiser y The College.

     

     
Matthew Jarron
Curador de los Servicios del Museo
de Zoología D’Arcy Thompson,
Universidad de Dundee.


Es curador de los servicios en la Universidad de Dundee, lo cual incluye la responsabilidad del Museo de Zoología de D’Arcy Thompson. Es autor y editor de varias publicaciones, incluidas Growing and Forming: Essays on D’Arcy Thompson y Transformations: The D’Arcy Thompson Comic, ambas publicadas en 2017. También dirige en la red el sitio dedicado al centenario de On Growth and Form: https://www.ongrowthandform.org
     

     
 
cómo citar este artículo

Matthew Jarron. 2017. El Museo de zoología D’Arcy Thompson: de bestias grandes y pequeñas. Ciencias, núm. 126, octubre-diciembre , pp. 30-38. [En línea].
     

 

 

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