revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Busca ampliar la cultura científica de la población, difundir información y hacer de la ciencia
un instrumento para el análisis de la realidad, con diversos puntos de vista desde la ciencia.
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Boletín de la Sociedad Botánica de México R042B07  
 
 
 
Sociedad Botánica de México, A.C.  
                   
La Sociedad Botánica de México es una asociación civil
que reúne a todas aquellas personas cuyas actividades científicas, profesionales, técnicas o educativas están enmarcadas por la botánica. La Sociedad estimula la investigación, la docencia, la tecnología y la divulgación de la botánica de México en todas sus ramas.
 
El boletín de investigación de la Sociedad aparece desde 1944, y durante los más de cincuenta años de edición del mismo, esta publicación ha dado a conocer diversos trabajos, muchos de los cuales se han convertido en “clásicos de la botánica”, que constituyen un acervo invaluable para toda persona interesada en temas relacionados con esta área de la ciencia. Los artículos incluidos en el boletín presentan tanto información general, accesible para aquellos que no tienen un conocimiento previo sobre botánica, como información relevante para los que tienen una relación directa, ya sea profesional o académica, con este campo de la ciencia.
 
Con motivo del cincuenta aniversario de la publicación del boletín, el Consejo Directivo de la Sociedad Botánica de México decidió publicar un número especial con el tema: “Perspectivas de las ciencias vegetales” (núm. 55). El objetivo fue analizar la situación de la investigación botánica con la intención de plantear las perspectivas de desarrollo de las diferentes áreas. Para ello, investigadores con una reconocida trayectoria realizaron diversas aportaciones sobre este tema.
 
Es interesante advertir, a partir de los resultados obtenidos que se presentan en los artículos publicados en el número 55, las transformaciones que ha sufrido en años recientes el desenvolvimiento de la investigación en las ciencias vegetales. Fundamentalmente, estos cambios se desarrollan en dos vertientes. Por un lado, todo lo correspondiente a la conservación de la biodiversidad y el manejo de los recursos naturales, y por el otro, el desarrollo de la investigación en biología molecular y sus aplicaciones a problemas de taxonomía, ecología o genética.
 
Con el número especial de diciembre de 1994 el boletín inició una serie de cambios tendientes a actualizar y mejorar este órgano de difusión científica. El proceso se inició al realizar modificaciones a su formato; el siguiente paso ha sido la ampliación del contenido al que se incorporan artículos de revisión de temas botánicos, textos que informan sobre investigaciones y reuniones académicas, notas botánicas, ensayos, comentarios y reseñas de libros. Con estos cambios los miembros de la Sociedad Botánica de México y, en general, los miembros de la comunidad botánica mexicana e internacional, encuentran en este boletín un foro adecuado para publicar los resultados de sus investigaciones y una referencia cotidiana en su quehacer científico.
 
El número 56 de junio de 1995, dedicado a los agaves, incluye por primera vez una sección especial que contiene seis trabajos presentados en el Simposio Internacional sobre Agaváceas celebrado en 1994. Estos artículos resumen, en buena medida, la situación taxonómica y filogenética de este grupo de plantas. Con la publicación de estos artículos se inicia una sección en la que se intenta presentar información actualizada sobre temas botánicos específicos que sean de interés general.
 
La segunda parte de las ponencias del Simposio Internacional sobre Agaváceas se publicó en el número más reciente (57). Además de estos textos, se presentan trabajos originales de investigación que han sido sometidos a una revisión cuidadosa por especialistas, lo que ha permitido mantener la calidad de dicha publicación. El Boletín de la Sociedad Botánica de México es un claro ejemplo de lo que se puede lograr con una revista de investigación. La presentación, la calidad de impresión y la actualidad y pertinencia de los artículos presentados en esta publicación la convierte en un medio fundamental para la difusión del conocimiento científico en México.
  articulos
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Sociedad Botánica de México, A.C.
     
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cómo citar este artículo
Sociedad Botánica de México, A. C. 1996. Boletín de la Sociedad Botánica de México. Ciencias, núm. 42, abril-junio, pp. 62-63. [En línea].
     

 

 

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Publicaciones científicas en América Latina
R042B06  
 
 
 
Ana María Cetto y Kai-Inge Hillerud 
ICSU, UNESCO, UNAM, AIC y FCE,1995.
 
                     
Las naciones que conforman nuestro complejo y diverso
subcontinente latinoamericano comparten lenguas, raíces y tradiciones en las que han basado su desarrollo económico y social, y también su desarrollo científico. Desde el momento que alcanzaron su condición de estados independientes, emprendieron esfuerzos por consolidarse como tales. Empero, dice Ana María Cetto: “En buena medida estos países tienen una historia común, en la que la ciencia ha desempeñado un papel a todas luces secundario. Escasa fue nuestra aportación a la ciencia y escasas fueron también nuestras publicaciones científicas hasta entrado el siglo XX.”
 
Cabe preguntarnos entonces: ¿la ciencia no nos ha interesado a los latinoamericanos?; ¿qué sucede con los científicos de nuestra región?; ¿por qué nuestra ciencia no alcanza dimensiones internacionales?; ¿cuál es el impacto de nuestras publicaciones científicas?
 
Publicaciones científicas en América Latina reúne las experiencias y reflexiones de un grupo de editores y especialistas que participaron en el taller internacional del mismo nombre, realizado en noviembre de 1994 en Guadalajara, México, en el marco de la VIII Feria Internacional del Libro. En este encuentro participaron 34 científicos, editores y especialistas en publicaciones científicas, procedentes de diez países de América Latina y el Caribe, además de Canadá, España, Estados Unidos y Suecia.
 
La idea de organizar una reunión de este tipo se originó de la discusión contenida en un artículo aparecido en la revista, del International Council of Scientific Unions, Science International, sobre los beneficios que para el desarrollo regional se derivan del fortalecimiento de las publicaciones científicas propias. Dicha idea fue recogida por dos comités del ICSU, los cuales, inspirados por la experiencia de un taller similar realizado en Harare, Zimbawe, en 1993, resolvieron convocar a un grupo selecto e interdisciplinario de especialistas, para hacer un primer análisis colectivo de los principales problemas que enfrentan las publicaciones científicas en América Latina y sus posibles vías de solución.
 
Los objetivos generales del taller fueron: 1) promover y facilitar una colaboración más activa entre los editores científicos de la región; 2) aumentar la visibilidad de la ciencia latinoamericana por medio de sus publicaciones; 3) intensificar la cooperación científica regional e internacional. Al cabo de dos días y medio de fructíferas deliberaciones, los participantes formularon un conjunto de conclusiones y recomendaciones dirigidas a las instituciones científicas y los organismos para la ciencia y tecnología de la región.
 
Publicaciones científicas en América Latina contiene los textos inaugurales, los trabajos que se derivaron de las ponencias presentadas a discusión, y las conclusiones y recomendaciones. El orden de los textos corresponde a la organización temática del taller, a saber:
 

1) Naturaleza, objetivos y estado de las publicaciones existentes.

2) Calidad y evaluación de las publicaciones científicas.

3) Proceso técnico de producción y uso de nuevas tecnologías.

4) Sustentabilidad de las publicaciones: financiamiento, promoción y distribución.
 
Los trabajos abordan en su mayoría cuestiones relacionadas con los temas 1 y 2, lo cual refleja las preocupaciones centrales de los participantes. Hubo en la reunión un predominio de científicos involucrados en la edición de revistas de investigación, como se desprende claramente de las contribuciones escritas y de las conclusiones. Uno de los resultados quizás más significativos fue la propuesta de crear una red regional permanente de editores científicos, una de cuyas primeras tareas sería el seguimiento de las recomendaciones emanadas del propio taller, en particular la creación de un banco de datos de revistas científicas de la región. Hubo también, sin embargo, un claro consenso sobre la urgente necesidad de fomentar la producción de otros géneros de literatura científica, específicamente de revistas y libros para la enseñanza y para la comunicación a un público más amplio, y se elaboran varias propuestas específicas al respecto.
 
La reunión fue auspiciada por el ICSU, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Universidad de Guadalajara, la Academia de Ciencias de Tercer Mundo (TVVAS), la Academia de la Investigación Científica de México y la VIII Feria Internacional del Libro.
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Ana María Cetto y Kai-Inge Hillerud
     
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cómo citar este artículo 
 
Cetto, Ana María y Hillerud, Kai-Inge. 1996. Publicaciones científicas en América Latina. Ciencias, núm. 42, abril-junio, pp. 60-62. [En línea].
     

 

 

 

 

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Biografía R042B04  
 
 
 
Ricardo Mansilla  
                     
Una nueva contracción me estremeció. Sentí como un
anillo muy cerrado se deslizaba desde lo alto de la cabeza, apretando primero el rostro y después deteniéndose sobre los hombros, ciñendo el cuello. Otra contracción echó un hombro fuera del orificio, desde donde unas manos firmes comenzaron a jalar, extrayendo finalmente de aquella bolsa cálida al cuerpo que me envolvía. Acto seguido alguien golpeó con fuerza en algún lugar de aquella criatura. Sin duda se trataba de una costumbre de esta especie. Sus gritos se oyeron largo rato, hasta que un ser mayor lo acogió en su seno. Después supe que era Hanna.
 
Ella tenía un compañero. Le llamaban Isaac. Casi un ciclo estelar antes, aprovechando un descuido de ambos, había logrado introducirme en el interior de Hanna. Desde allí presencié la extraña formación del Elegido. No fue difícil detectar el órgano que los ha hecho superiores como tampoco encontrar dentro de él la región adecuada para alojarme.
 
Sus primeros tiempos fueron difíciles; era excepcionalmente frágil, más que sus semejantes en el mismo estadio. Andando el tiempo oí historias acerca de esta notable debilidad. La cabeza no se sostenía sobre los hombros y su salud en general era precaria. En más de una ocasión mi misión estuvo a punto de verse frustrada.
 
Habían pasado muchos ciclos estelares, cuando liberado de la tutela de Hanna e Isaac, dejó el poblado de Wolsthorpe para marcharse a Cambridge. Si bien ellos abrigaban la idea de convertirlo en un brillante abogado, logré inducirlo al estudio de su entorno. Sin quererlo, por primera vez concordábamos. No cabían dudas de que Cambridge era el lugar ideal para recibir la instrucción necesaria para su futuro y en medio de sus estudios, le entregué la información que lo distinguiría de sus semejantes. No obstante la parte esencial del plan estaba por realizarse. La oportunidad no tardó en llegar. Una fuerte epidemia lo hizo refugiarse en Wolsthorpe en espera de tiempos mejores. Allí, en menos de un ciclo estelar, concluí la parte principal del plan, transmitiéndole las ideas que habrían de cambiar en forma drástica y definitiva el curso de la evolución de su especie.
 
De regreso a Cambridge no fue fácil que comentara los resultados de su trabajo. Era marcadamente introvertido y cuando comenzaba a creer que mi misión sería un fracaso, casi por azar, un amigo lo indujo a hablar al plantearle un problema irresoluble para sus contemporáneos. La solución que dio deslumbró a todos. Pero aún así, se resistió a hacerla pública. Ante la insistencia de sus amigos y mi oculta influencia finalmente accedió. Una avalancha indetenible de sucesos lo llevaron a una fama inusitada: recibió aparejados honores y agravios. El resto de su vida se balanceó entre el descrédito y la admiración.
 
Pero ahora está a punto de morir y mi misión a punto de terminar. He puesto en conocimiento de los habitantes de este planeta información que cambiará irreversiblemente su historia. Sólo me resta autodestruirme, disolviendo mis componentes entre los restos de este hombre. En el futuro nadie debe conocer mi existencia, pues perturbaría el desarrollo de esta civilización. Sólo deben conocer al que me albergó. Sólo deben conocer a Isaac, a Isaac Newton.
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Ricardo Mansilla
La Habana, Cuba.
     
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cómo citar este artículo 
 
Mansilla, Ricardo. 1996. Biografía. Ciencias, núm. 42, abril-junio, pp. 56. [En línea].
     

 

 

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El Pedregal de San Ángel
César Carrillo Trueba
Editorial UNAM
R042B05
Jacinto Barrera
                   
 
“Dice Italo Calvino que un lector es aquel que se bebe
las palabras una a una y sólo busca que al hilarse éstas contengan una historia. Este libro está hecho para lectores así”, con esta frase, César Carrillo pone fin a los párrafos que, a modo de advertencia, nos ofrece antes de introducirnos en la historia que ha de relatarnos, historia que él mismo nos resume así: “...desde un principio, el propósito fue volver a trazar la secuencia en que fueron llegando, al derrame volcánico que dejó la erupción del Xitle, cada uno de los organismos que aún viven ahí o que lo hicieron en algún momento, y mostrar con esto la compleja trama que encierra el funcionamiento de un ecosistema”.
 
Desde esta perspectiva, desde la perspectiva del propósito que le anima, El Pedregal de San Ángel cumple su cometido. En efecto, a partir del conocimiento generado en torno a esa región por paisajistas y naturalistas, por geólogos y biólogos; por historiadores y arqueólogos, César Carrillo nos conduce por los derroteros de su historia, evadiendo además, y para fortuna del lector al que está dirigido, el intrincado metalenguaje en que se expresa a sí mismo el saber científico. Si lo que en El Pedregal de San Ángel se encuentra asentado resiste o no la mirada de los especialistas de las distintas disciplinas que ofrecieron su caudal para hacerlo posible, corresponde a aquéllos reflexionarlo.
 
Pero el libro que comentamos no sólo fue escrito persiguiendo el propósito ya señalado. Lo alienta además una pretensión, en el sentido original de la palabra, en el de impulso hacia adelante. “Este libro —nos dice el autor— pretende ser una historia, aunque —agrega de inmediato— quizá resulten varias”. Y es que César Carrillo busca fundir en una sola las llamadas historia natural y humana, al incorporar a la historia del ecosistema del Pedregal de San Ángel los efectos, no pocas veces involuntarios, que diversas acciones humanas han provocado en dicho ecosistema; con lo que se aleja, y para nuestro gusto, con acierto, de una perspectiva exclusivamente “conservacionista”. De ahí que entre sus mejores páginas se encuentren aquellas que dan cuenta de los efectos producidos por la introducción conciente e inconciente de flora y fauna europea por parte de los conquistadores españoles en ese territorio, al igual que las reunidas bajo el título de “Los estragos de la modernidad”, que narran el avasallador crecimiento de la ciudad sobre aquella zona pedregosa a lo largo de casi un siglo.
 
El hecho de que sea esa expansión urbana, un elemento por demás externo a la propia historia del ecosistema del Pedregal de San Ángel, lo que define su agonía —suspendida tan sólo por la creación de la reserva ecológica en una pequeña parte de su extensión original—, nos confirma que toda historia se alimenta de otras tantas.
 
Cada libro tiene su contraimagen en otro libro: al menos en un sentido, El Pedregal de San Ángel la tiene en La Tierra permanece de Teodoro Sturgeon. Aquella vieja y maravillosa novela de ciencia ficción que narra el repoblamiento de una ciudad tras un imaginado holocausto biológico. Y si en el texto de Sturgeon la ciencia se pone al servicio de la ficción, en El Pedregal de San Ángel, sucede lo contrario. La ficción esta subordinada, sin detrimento de la misma, a la divulgación del conocimiento científico. Además, al igual que todo buen texto que cuenta una historia, el de César Carrillo contiene múltiples paradojas. La más evidente es que, a lo largo de sólo dos milenios y sobre el yermo paisaje de lava que formó la erupción del Xitle, se constituyó el ecosistema más complejo del, en algún momento, feraz valle de México; entre sus piedras estuvo y aún está la mayor biodiversidad, o sea, la mayor cantidad de seres vivos de toda la región del Anáhuac, y que, como tantas otras cosas, fuera considerado por los conquistadores, y por extensión hasta nuestros días, tan sólo como un “malpaís”, como un erial.
 
Una segunda paradoja, no menos fuerte, que encierra El Pedregal de San Ángel, es que, si bien esa zona tuvo su origen en una erupción, que es la demostración de fuerza natural más violenta de aquellas a la que se enfrenta al hombre, su destrucción la provocó otra fuerza aún más poderosa y no la menos violenta de cuentas ha creado el hombre, la urbanización. En otras palabras, en esta historia el cemento resultó aún más poderoso y por lo menos tan destructor como la lava. Otra paradoja que encontré atañe no a la historia que nos narra César Carrillo, sino a la historia del libro como tal. Esta última paradoja reside en que siendo un libro que, por múltiples razones, es tan universitario, (entre estas razones vale la pena destacar el que la reserva ecológica del pedregal fue constituida gracias aun movimiento organizado por profesores y alumnos de su Facultad de Ciencias y que está bajo la custodia de la UNAM; que los más de los estudiosos de esa región pertenecen a esa casa de estudios y que el libro está editado por su Coordinación de la Investigación); la paradoja, repito, reside en que un libro de la Universidad Autónoma de México como éste no haya surgido de su imprenta, o sea, de la tercera imprenta universitaria que surgió en el mundo.
 
Lo único que espero respecto a esta última paradoja es que la misma no se vea reflejada en el precio del libro, por el bien de los lectores. Lectores que el libro de César Carrillo, por cierto, bien se merece, pues es un libro en el que, además de lo ya señalado, resaltan los efectos, los efectos a la región de la que se escribe, por los hombres que la visitaron, por los escritores que la narraron y, sobre todo, por los hombres y mujeres que la han habitado desde hace ya muchas centenas de años.
 
Y si en las palabras de advertencia y por boca de ítalo Calvino el autor nos hace el retrato hablado de su lector imaginario, hay que señalar, en su descargo, que con esa misma exigencia y afecto cuidó de su trabajo para entregárnoslo a todos nosotros.
 
  articulos
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Jacinto Barrera
INAH
     
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cómo citar este artículo 
 
Barrera, Jacinto. 1996. El Pedregal de San Ángel. Ciencias, núm. 42, abril-junio, pp. 59-60. [En línea].
     

 

 

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Calabazas de México R042B03   
 
 
 
Rafael Lira Saade  
                     
La calabaza —perteneciente al género Cucúrbita—
es uno de los vegetales de mayor importancia en México. Primor-dialmente se utiliza como alimento, tanto en Latinoamérica como en muchas otras regiones del mundo en las que ha sido introducida. El género consta de un total de 20 especies o subespecies, cinco de las cuales son cultivadas. Como ejemplo de ello está el más famoso de los grupos de cultivos de Cucurbita pepo, es decir el llamado "zucchini", mejor conocido como "calabacita" o "calabacín" y que corresponde a uno de los tipos cultivados más ampliamente distribuidos en todo el mundo en la actualidad. México es un importante centro de diversidad del género Cucurbita pues, por una parte, se cultivan ampliamente numerosas variedades de cuatro de las cinco especies domesticadas y, por otra, once taxa (especies y subespecies) prosperan en estado silvestre; dos son los antecesores de algunos de los cuatro cultivos y las otras están relacionadas con ellas.
 
Origen y diversidad de las calabazas mexicanas
 
No obstante que algunas de las especies cultivadas de Cucurbita reciben nombres como "calabaza de Castilla", de acuerdo con evidencias de diversos tipos, se sabe que se trata de plantas de origen americano. Las más importantes que apoyan esta aseveración son los restos arqueológicos más antiguos de las especies cultivadas del género registrados en América, particularmente en México, además de que estas plantas están representadas en objetos y códices prehispánicos. Las plantas silvestres del género sólo se conocen de nuestro continente, y vale la pena destacar que la mayoría de ellas crecen en México y algunas son endémicas de pequeñas regiones de nuestro país.
 
De acuerdo con las evidencias arqueológicas, Cucurbita pepo L. fue una de las primeras especies domesticadas en América. La distribución de dichos restos, así como otro tipo de evidencias (morfológicas, moleculares, etc.) sugieren que la diversidad de este cultivo pudo haberse originado mediante dos diferentes eventos de domesticación a partir de poblaciones silvestres originalmente emparentadas y coexistentes, separadas geográficamente en la actualidad. El acervo genético de C. pepo incluye numerosas razas locales de México, con características diversas y que se cultivan en zonas ecológicas sumamente contrastantes, como la llamada tsool (maya) o mensejo, que se cultiva en bajas altitudes y en los suelos calizos y delgados de Chiapas y de la Península de Yucatán, o bien la que se cultiva en varias zonas con altitudes mayores a los 2 000 m y en suelos sumamente erosionados de la llamada Mixteca Alta en el estado de Oaxaca y a la que se conoce comúnmente como güiche o güicha (aparentemente zapoteco).
 
No obstante la temprana y amplia difusión y aceptación de todas las variedades de C. pepo en el Viejo Mundo, actualmente su producción y consumo tienden a reducirse, pues al parecer existe interés sólo por la explotación de unos cuantos tipos de cultivos comerciales.
 
Cucurbita moschata (Duch. ex Lam.) Duch. ex Poir. es una especie tan diversa e importante como la anterior pero cuyo antecesor silvestre aún es un misterio. Al igual que C. pepo, este cultivo fue introducido muy tempranamente al Viejo Mundo. Está presente en ilustraciones herbalistas europeas de los siglos XVI y XVII, y fue descrita a partir de materiales cultivados en Europa.
 
Actualmente, C. moschata se cultiva en prácticamente todo el continente americano y en varios países del Viejo Mundo, donde curiosamente se han desarrollado algunas variedades de gran interés agronómico. Dada la relativamente gran capacidad de C. moschata para hibridizar con las otras especies cultivadas y silvestres del género, es considerada como una especie de gran importancia por los fitomejoradores encargados de incorporar genes de resistencia a patógenos al acervo genético de las especies cultivadas del género.
 
Las observaciones de campo, colectas y revisiones de materiales herborizados de varias regiones de Latinoamérica demuestran que, al igual que las variedades de C. pepo, las de C. moschata son cultivadas tanto en sitios muy cerca del nivel del mar como en otros que alcanzan altitudes mayores a los 2 000 msnm.
 
Es interesante mencionar que en la Península de Yucatán existen cultivos derivados directamente de una de las varias formas o razas locales de esta especie, que es comercializada como verdura en toda el área, y que ha logrado desplazar a la variedad de C. pepo zucchini.
 
Cucurbita argyrosperma Huber es muy apreciada en muchas partes de México y Centroamérica en donde recibe el nombre de pipián, cuyas semillas son la base de la salsa del mismo nombre que acompaña o forma parte de diferentes platillos tradicionales.
 
A diferencia de lo que ocurre con el resto de las especies cultivadas de Cucúrbita, la información acerca de la difusión de Cucurbita argyrosperma fuera del continente americano es muy escasa. De hecho, los únicos datos que se tienen de su presencia en el Viejo Mundo son de tipo botánico estrictamente, ya que fueron dados a conocer a la ciencia en la segunda mitad del siglo pasado en un catálogo de semillas publicado en Alemania; muy recientemente se ha documentado su cultivo en China.
 
La última especie es Cucurbita fícifolia Bouché, conocida en todo México y muchas otras regiones del continente americano con el nombre náhuatl de chilacayote o variaciones del mismo, como lacayote, o bien con nombres totalmente diferentes como victoria y mexicana, ambos usados en Colombia. Desde el punto de vista morfológico, con seguridad esta especie es la menos diversa de todas las cultivadas.
 
Aunque todavía a finales del siglo pasado y a principios del actual algunos botánicos sugirieron el origen asiático de Cucurbita fícifolia, desde cerca de la mitad del presente siglo existe consenso respecto a que se trata de un cultivo de origen americano. No obstante, el conocimiento preciso (o al menos aproximado) de su centro de origen y domesticación aún representa un enigma por resolver.
 
El cultivo tradicional de Cucurbita ficiíolia se practica entre los 1 000 y 3 000 msnm y abarca un área del continente americano que va desde el norte de México hasta Argentina y Chile.
 
Usos de las especies cultivadas de Cucurbita
 
Los frutos tiernos y maduros y las semillas son las partes más comúnmente empleadas con fines alimentarios, mientras que las flores (generalmente las estaminadas o masculinas) y las partes tiernas de los tallos, conocidas generalmente como "puntas de las guías", se utilizan en menor escala como verdura.
 
En el caso de los frutos inmaduros, y cuando menos en las zonas rurales, se puede decir que no existen preferencias muy marcadas respecto a las especies más apreciadas. Sin embargo, en mercados de zonas más urbanizadas o de las grandes ciudades es muy común encontrar a la venta frutos inmaduros de cultivos comerciales de C. pepo. En cuanto a los tallos y las flores, se ha encontrado que existe una gran diversidad en cuanto a preferencias respecto a las especies consumidas. Por ejemplo, mientras que en algunas zonas zapotecas de Oaxaca no se han encontrado datos que indiquen algún tipo de predilección al respecto, en la Península de Yucatán muchos campesinos mayas consumen más frecuentemente las flores de C. argyrosperma y C. pepo que las de C. moschata, pues dicen que la pubescencia de las flores de esta última les da un sabor desagradable, además de que hacen su digestión más difícil.
 
La pulpa de los frutos maduros se asa o se hierve para prepararse como dulce. En algunas ocasiones, es posible observar que la preparación de estos dulces también está relacionada con ciertos rasgos de los frutos. Por ejemplo, hay dulces tradicionales, al menos de C. pepo y C. moschata, que se pueden elaborar con los frutos completos de algunas variantes cuya cascara rígida y durable permite que se le hornee sin dañar la forma del fruto. Las especies más apreciadas para este tipo de uso en muchas regiones son C. moschata, y en menor grado C. pepo y C. ficifolia; esta última es empleada especialmente en la elaboración de un dulce muy conocido en México llamado "cabellos de ángel". Las semillas, por su parte, son consumidas preferentemente asadas o tostadas, ya sea enteras y simplemente aderezadas con sal, o más frecuentemente molidas y como parte de numerosos guisados. En muchas partes de México y Centroamérica algunas razas o variedades locales de especies como C. argyrosperma, C. pepo o C. moschata son las favoritas para este tipo de uso, por el tamaño y la cantidad de semillas que producen, mientras que cuando menos en algunas partes de Chiapas, como San Cristóbal de las Casas, las semillas de C. fícifolia son usadas como sustitutos del cacahuate en la elaboración de dulces como las palanquetas.
 
El valor nutricional más importante de los productos obtenidos de las especies cultivadas se encuentra principalmente en las semillas, cuyo consumo representa una importante aportación de proteínas y aceites, mientras que las flores y los frutos tiernos y maduros contienen nutrientes también esenciales como el calcio, el fósforo, la tiamina, la riboflavina, la niacina y el ácido ascórbico. La comparación del contenido alimenticio de las semillas y frutos con el de la leche y los huevos permite observar que, en general, su contenido alimenticio es similar y en algunos casos mayor al de estos alimentos de gran reputación, principalmente en zonas urbanas.
 
Sin embargo, su uso como alimento para el hombre no es el único que se le da a las especies cultivadas de Cucurbitaen nuestro país. Por ejemplo, los frutos maduros de prácticamente todas las especies se emplean también como forraje de animales domésticos en muchas regiones, siendo este uso, además, el más comúnmente registrado en los países del Viejo Mundo a los que han sido introducidas estas especies. En algunos casos, también se aprovecha la cascara de los frutos empleándola como vasija o recipiente, lo cual es posible sólo en aquellas variedades que tienen frutos de cascara rígida. Por otra parte, investigaciones recientes realizadas en Chile han demostrado que algunas enzimas proteolíticas extraídas de la pulpa de los frutos de C. fícifolia son útiles en el tratamiento de aguas residuales resultantes de los procesos de elaboración industrial de alimentos derivados del pescado. Este descubrimiento es de gran importancia, por la notable reducción de costos que estas industrias lograrían de instituirse el uso de dichas enzimas y substituir a las que actualmente se tienen que importar a costos elevados para estos fines.
 
También se ha encontrado que a las especies cultivadas se les dan algunos usos medicinales. Por ejemplo, en la Península de Yucatán, los campesinos mayas usan el jugo de las hojas y de los tallos de todas las especies cultivadas, así como la resina de la cascara de los frutos y su pulpa para la curación de llagas y quemaduras, mientras que el aceite obtenido de las semillas es también empleado para la curación de las hemorroides. Se dice que las semillas preparadas como refresco tienen propiedades antihelmínticas y que provocan la menstruación. La efectividad de estas propiedades medicinales se puede inferir por la similitud de usos encontrada en varios países del continente y del Viejo Mundo.
 
Un aspecto que hace evidente la importancia de las plantas para el hombre es sin duda alguna su empleo en ritos y ceremonias de trascendencia cultural. Un ejemplo es el de C. moschata en la Península de Yucatán, cuyas semillas molidas o sikil se usan para elaborar y decorar una especie de tamal ceremonial hecho de varias capas de masa de maíz, frijol colado y sikil de calabaza, los tres principales elementos de la milpa maya, y los cuales representan la ofrenda principal en ceremonias tan importantes en la agricultura de roza, tumba y quema de la región, como el llamado ChaChaak o rogación de la lluvia.
 
Evidentemente estos datos son sólo una parte de la información que se tiene sobre las especies cultivadas del género Cucúrbita. Sin embargo, espero que el lector se haya podido percatar de la importancia de este grupo de plantas, cuya presencia en el acervo alimentario original de nuestro país, y actualmente de todo el mundo, debería ser motivo de orgullo para todos.
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Referencias Bibliográficas
 
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__________________________________      
Rafael Lira Saade
Instituto de Biología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
__________________________________________________
     
cómo citar este artículo 
 
Lira Saade, Rafael. 1996. Calabazas de México. Ciencias, núm. 42, abril-junio, pp. 52-55. [En línea].
     

 

 

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