revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
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            R200B06 

El encuentro

 

La manola

Virginia Vargas R.
   
   
     
                     

El encuentro

Me vio pasar, se zafó rápidamente del grupo para seguirme. Lo sentí venir tras de mi y la ventana me detuvo. Dejó ver el deseo en sus ojos, la pasión inundó su cuerpo, las yemas de sus dedos hicieron traspasar el ojal a los botones de mi vestido que caía lentamente para dejar mis senos descubiertos a su antojo. Me suplicó le diera amor, que tuviera compasión de él. Estaba estática por la satisfacción, más de pronto, cuando sus labios comenzaron a recorrer mi cuerpo, tomé la goma y lo borre.

 

La manola

Realmente no sé por qué, pero cada vez que entraba en la habitación sentía que me miraba fijamente aquella mujer. Era una “manola” que vestía un traje rojo con lunares blancos y elegantes flecos adornando el cuello y las orillas de las mangas del vestido; tenía un ramito de claveles rojos en el lado derecho de su pelo, el que lucía ondulaciones que caían hasta sus hombros con cierta coquetería. Sus grandes ojos negros tenían algo muy extraño que me provocaba temor, sentía que me seguían por doquier y querían apoderarse de mi. Cada vez, al entrar al cuarto trataba de pasar rápidamente el lugar en donde ella se encontraba y no cerraba la puerta a propósito. Sobre todo, si no habla alguien más en aquel lugar, procuraba no entrar o bien, si tenia que tomar algo necesario que se encontrara ahí dentro, lo hacía a gran velocidad.

Hubo ocasiones que también apareció en mis sueños esa mujer, provocando que me despertara sobresaltada. Mis padres se dieron cuenta que algo raro sucedía y tuve que expresarles mi temor. Al principio trataron de convencerme de que estaba yo equivocada, que ese temor no debería existir; pero creo que comprendieron aquello que me sucedía, porque después de unos días el calendario con la fotografía de “la manola” jamás lo volví a ver.





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Virginia Vargas R.
 
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            R200B05 

El traje del rey

Shahen Hacyan
   
   
     
                     

Había una vez un rey que gobernaba un país más bien pobre. Un día se presentaron ante él unos súbditos suyos que dijeron ser sabios inventores, y le hicieron el siguiente discurso:  

“Majestad, hemos inventado una tela que es la envidia de los reinos más poderosos. Nuestra tela no tiene ningún parangón, es bella, flexible, ligera como el aire y hecha enteramente con tecnología nacional. Pero su portento mayor es ser invisible a los incrédulos, a aquellos que no creen en la política científica que usted tan sabiamente ha implementado. Sólo pueden contemplar esta tela aquellos que confían plenamente en las prioridades nacionales señaladas por vuestra majestad. Permítanos, oh noble monarca, confeccionaros un traje con este prodigioso material”.

Dicho lo cual le enseñaron al rey una muestra de la tela maravillosa. Este no vio nada, pero pensó que su ceguera se debía a su poca fe en los recursos humanos de su reino, lo cual ningún monarca debe reconocer públicamente. Por el contrario, alabó las propiedades de la tela que fingía ver, y todos los cortesanos ahí presentes hicieron lo mismo que él.

Quedó convenido que los sabios le confeccionarían al rey un traje hecho enteramente con tela prodigiosa. Durante semanas trabajaron afanosamente en tal empresa, para lo cual el monarca les proporcionó todas las facilidades que solicitaron, incluyendo generosos donativos extraídos de las arcas del reino. Mientras se preparaba el ropaje real, los trovadores recorrían el reino cantando las glorias de la nueva tela, y los bandos reales anunciaban la pronta aparición en público del rey ataviado con la prenda milagrosa.   

Finalmente llegó el día esperado. El monarca salió de su palacio vistiendo orgulloso su nuevo ropaje. Ningún súbdito suyo vio el anunciado traje, pero nadie se atrevió a decirlo, por miedo a ofender al rey. La única excepción fue un niño que, por no saber nada de política científica, exclamó sorprendido: Mirad, el rey va desnudo. Etc., etc.

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Shahen Hacyan
 
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            R200B03 

Plantas en la medicina alopática

Jaime Jiménez
   
   
     
                     

El uso de plantas en la medicina alopática moderna es más frecuente de lo que comúnmente se cree, pues el hecho de transformar los compuestos vegetales o de simplemente extraer los principios activos útiles y después envasarlos y patentarlos con nombres farmacéuticos, oculta totalmente su origen. Para constatar lo dicho ejemplificamos algunos usos de plantas mencionadas en la farmacopea comercial autorizada en México. Debe considerarse que los usos señalados no parten totalmente de las plantas, ni del contenido de las mismas en el estado en que las conocemos; en síntesis, no debe usarse esta información como recetas de automedicación pues podría peligrar su salud.

1. La piña común (Ananas comosus) sirve como antiinflamatorio.

2. Las dioscoreas sirven para la formación de hormonas humanas y de animales.

3. Vinca minor (una planta vista frecuentemente en muchos jardines) como oxigenador cerebral.

4. Valeriana sp. (especie silvestre de bosques templados) como neurosedante hipnótico en niños y ancianos.

5. Ginkgo biloba como vasodilatador periférico y cerebral. Es interesante señalar que esta planta tiene origen asiático (se encontró en jardines de los emperadores orientales), aunque el registro fósil señala una distribución norteamericana y europea en épocas geológicas pasadas, tan remotas que se le considera un “fósil viviente” (pancrónico) por lo que ha recibido atenciones especiales en algunos jardines de la ciudad de México.

6. La quinina (planta sudamericana) se usa como antimalárico muy importante en zonas tropicales.

7. Drosera rotundifolia, Pinguicola vulgaris (plantas insectívoras) y Thymus serphyllum para la tos de los fumadores, tosferina, bronquitis y tos espasmódica.

8. Arándano (Vaccinum myrtillus) como antivaricoso y antihemorroidal.

9. Sabal serrulata, Urtica dioica (ortiga) y Populus tremula (álamo temblón), para la incontinencia urinaria y algunos problemas de la próstata en la vejez.

10. Plantago sp. (especie común en muchas banquetas de la ciudad de México) como laxante mecánico y antiflatulento.

11. Pygeum africanum (de origen obvio) en trastornos miccionales propios de adenoma prostático.

12. Cáscara sagrada y riubarbo para efectuar drenaje biliar.

13. Castaño de las Indias en várices y hemorroides.

14. Belladona como regulador del sistema neurovegetativo.

Valgan estos ejemplos para que apreciemos a las plantas de las banquetas, jardines, bosques y selvas, y las diferenciemos de las hierbas latosas, leña y adornos.

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Jaime Jiménez                                                                                                               Herbario, Facultad de Ciencias, UNAM.
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            R200B04 

Hongos mexicanos comestibles

Joaquín Cifuentes B.

   
   
     
                     

“El hongo policromo es la sombrilla de un sapo japonista”

J. Tablada

 

José Juan Tablada (1871-1945) fue un poeta mexicano
que, de acuerdo con el preliminar de Andrea Martínez, gradualmente fue quedando cautivado por la naturaleza y sus diversos seres, desde insectos, sapos y pájaros hasta culminar con los hongos, sobre todo después de su etapa adolescente de poeta modernista, al adoptar y practicar la filosofía teosófica, hecho que influye incluso en el modelo de su poesía. Después de su último libro de poesía, La Feria, pasó buena parte de su tiempo en una casa en las montañas Castkill cercanas a Nueva York, conviviendo con su entorno natural. Igualmente quiso ser pintor y captar visualmente lo que sentía y escribía. Su estilo pictórico también parece estar influido por el zen y la teosofía y al mismo tiempo pretende ser realista; se dice que en este libro de hongos es donde más se manifiesta este realismo, que ya había practicado en sus aficiones ornitológicas. En sus ilustraciones sigue el ejemplo y las normas de su tío Pancho, pintor amateur, fidelidad y recreación artística, pero simultáneamente se aleja un tanto de la tradición pictórica botánica y su estilo es cercano al impresionismo.     

Los hongos mexicanos ya aparecen mencionados e ilustrados en los códices de la colonia. Han sido parte de la cultura, de la vida humana en general. Con las primeras exploraciones científicas a fines del siglo XVIII y principios del XIX se inicia su estudio sistemático, por extranjeros. El primero que publica en esta tradición es Kunth en 1822 según Bandala-Muñoz et al., (1988). Casi durante 50 años los estudian solamente extranjeros. Herrera es el primer mexicano que aborda su estudio científico.      

Hasta los años treinta de este siglo son pocos los estudios y apenas se habían catalogado unas 500 especies de un total estimado, para México, de más de 15000 hongos macroscópicos. Todavía hoy las especies estudiadas por los micólogos no son más de 3000.   

Es en los treinta que Tablada escribe este libro sobre los hongos comestibles mexicanos; las ilustraciones las realiza desde 1923, pero la mayoría entre 1933-1938. Coincide con la formación escolar del primer micólogo mexicano propiamente dicho, el Dr. Teófilo Herrera Suárez. Es realmente sorprendente que el primer libro sobre hongos mexicanos sea escrito por un poeta, pintor y naturalista en el momento mismo en que está por iniciarse apenas la micología mexicana. Este hecho recuerda la influencia de los hongos en el desarrollo cultural de las diferentes etnias de nuestro país y por tanto inseparable del propio desarrollo científico. Pero el libro de Tablada permaneció inédito hasta 1983. Se perdió así la oportunidad de observar la influencia que hubiese tenido en el desarrollo del interés por los hongos, pues el primer libro científico para la identificación de hongos mexicanos, del Dr. Gastón Guzmán Huerta, no se publicó sino hasta 1978. Sin embargo, el libro de Tablada a pesar de su aparición tardía, ha sorprendido por su calidad y precisión. La mayoría de las ilustraciones están inspiradas en hongos frescos y sólo unas pocas de ellas fueron copiadas, al parecer, de libros. Aunque no se trata estrictamente de un texto científico, la fidelidad de las reproducciones permitió que el Dr. Teófilo Herrera Suárez (casi 50 años después) y la M. en C. Elvira Aguirre Acosta identificaran el nombre científico de la mayoría de los hongos incluidos.     

Por otra parte la información descriptiva es en términos generales acertada y no se encuentran realmente errores. La diversidad de los grupos de hongos está balanceada, e incluye especies raras como el Chilnanácatl (hongo chile, Fistulina hepatica), lo que demuestra que este libro no es solamente una cuidadosa recopilación, sino que contiene valiosas observaciones propias del autor.  

Resalta todavía más que en los capítulos dedicados a conceptos erróneos populares sobre los hongos, Tablada estuvo consciente de los riesgos del consumo equivocado de los hongos, sobre todo si se basa en supuestas reglas o recetas para distinguir cuáles hongos son venenosos. El poeta y pintor indica con sabiduría que sólo la identificación correcta de las especies, basada en el conocimiento que se tiene de ellas, permite separar las tóxicas de las comestibles. Vuelve a quedar de manifiesto el profundo saber que respalda esta obra.   

El libro no sólo constituye una delicia por sus ilustraciones y prosa, sino que puede ser, sin complejos, un excelente complemento de otras guías micológicas, más técnicas, porque su contenido educa íntegramente, uniendo el saber científico con el empírico y estético.

 

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 Referencias Bibliográficas

Micología económica, José Juan Tablada, Fondo de Cultura Económica, 1983.

     
       
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Joaquín Cifuentes B.                                                                                       Herbario, Facultad de Ciencias, UNAM.
 
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            R200B01 

Nubes de cometas

Colaboración: Julieta Fierro
   
   
     
                     
Hace 40 años el astrónomo holandés J. Oort propuso
la teoría de que los cometas vienen de una enorme nube de cuerpos rocosos, llamados núcleos cometarios, que se encuentran en los confines del Sistema Solar. Es decir, que cuando los cometas están lejos del Sol, no son más que pequeños cuerpos helados rotando lentamente alrededor del Sistema Solar.  

Todos los años se observa una decena de cometas “nuevos” cuyos periodos de rotación alrededor del Sol se estima que son de varias decenas de miles de años. Los cometas vienen de todas direcciones y el plano de sus órbitas puede tener cualquier ángulo de inclinación, a diferencia de los planetas que rotan todos en la misma dirección alrededor del Sol y con órbitas que están todas casi en el mismo plano.

Además, existen los cometas llamados periódicos, por tener periodos orbitales de decenas de cientos de años, con planos orbitales que también están distribuidos en todas las direcciones.

Durante la reunión de la Sociedad Astronómica Americana, que tuvo lugar durante el mes de junio en los E.U., el Dr. M. Duncan discutió sobre las nuevas ideas que se tienen sobre el origen de los dos tipos de cometas.    

Resulta que cuando lo cometas están lejos del Sol, son hielos mezclados con material opaco como el carbón; sus composiciones químicas son muy similares a las de Urano y Neptuno, por lo que se piensa que se formaron en la vecindad de estos cuerpos, a partir del material de la nube de gas y polvo que dio origen al Sistema Solar. Se cree que los cometas se formaron por agregación de polvos de hielos y de material refractario que sobró cuando se formaron los grandes planetas.  

El Dr. Duncan ha hecho cálculos teóricos que indican que una población de cientos de miles de rocas, del tamaño de los núcleos cometarios (de unos 10 km de diámetro), colocados entre Urano y Neptuno, sufrirían perturbaciones que los irían arrojando lejos del Sol, a distancias de alrededor de 20000 unidades astronómicas (una unidad astronómica es la distancia que hay entre la Tierra y el Sol), es decir, hasta la nube de Oort. Además estas perturbaciones dejarían una franja estrecha de núcleos cometarios entre Urano y Neptuno.

El investigador de la Universidad de Queen señala que los cometas de largo periodo provienen de la nube de Oort, o sea, de los núcleos que fueron arrojados a la periferia del Sistema Solar, mientras que los cometas de periodo corto provienen de las proximidades de Urano y Neptuno. Existen momentos en que el Sistema Solar se ve perturbado por el viaje que realizan estrellas cercanas alrededor del centro de la Galaxia, debido a que en estos momentos la nube de cometas tiende a perder miembros, ya sea hacia dentro o hacia afuera del Sistema. Asimismo, Urano y Neptuno ejercen perturbaciones sobre los núcleos de los cometas cercanos, aventándolos hacia las proximidades del Sol. En algunas ocasiones podrían producirse verdaderas ráfagas de cientos de cometas, los que al chocar con otros cuerpos del Sistema Solar, podrían dejar huellas de cráteres y enriquecerlos con materia proveniente de sus hielos.

 

La constelación del Can Mayor

La constelación del Can Mayor está dominada por la estrella Sirio, la más brillante de la bóveda celeste. Es posible que la constelación se originara para enmarcar a ese astro. Aratus se refiere a la constelación del Can Mayor como el perro guardián de Orión, puesto que siempre va detrás de los tobillos de su dueño. El Can Mayor estaría representado por un perro apoyado sobre sus patas traseras y sosteniendo a Sirio en su boca. Manilius llamaba a esta constelación “la del perro con la cara encendida”. En el cielo nos podemos imaginar que el Can Mayor siempre persigue a Lepus, la liebre, que está a los pies de Orión (el cazador).

Los mitologistas, como Eratóstenes e Hyginus, afirmaban que la constelación representaba a Laelaps, un perro tan veloz que ninguna presa se le escapaba. Este perro tuvo una larga lista de dueños, uno de los cuales fue Procis, la hija del rey Erechtheus de Atenas y esposa de Céfalo, pero la distintas versiones difieren de cómo la princesa se hizo del perro. En una de ellas, Artemisa, diosa de la cacería se lo regaló; en otra se dice que el perro fue un regalo de Zeus a Europa (una de sus amantes) y que el hijo de ésta, Minos, rey de Creta, se lo regaló a Procis. El presente le fue entregado junto con una jabalina que nunca fallaba, la que resultó ser inadecuada ya que con ella su esposo Céfalo la mató accidentalmente un soleado día de cacería.

Céfalo heredó al perro y se lo llevó a Teba (la Teba de Grecia que está al norte de Atenas) en donde vivía una terrible zorra que aterrorizaba a los vecinos del lugar. La zorra tenía piernas  tan veloces que estaba destinada a nunca ser atrapada; sin embargo, Laelaps podía capturar cualquier cosa que persiguiera. Así que perro y zorra protagonizaron una persecución que parecía eterna. En los momentos en que el perro abría sus fauces para morder a la zorra, ésta aumentaba la velocidad y se salvaba; parecía no haber solución a esta paradoja, así que Zeus los convirtió a ambos en piedra; más tarde colocó a Laelaps en el cielo.

La salida de Sirio justo antes del amanecer marcaba la parte más caliente del verano, y a estos días se les conocía como “los días de perro”, pues se pensaba que al ladrar producía flamas que aumentaban el calor del Sol. Esta idea fue propuesta por Manilius quien creía que se podía sentir el calor de las estrellas. Incluso Virgilio comentó en Las geórgicas que “el perro tórrido agrieta los campos”.

Germanicus César explica claramente los efectos que la salida de Sirio junto con el Sol provocaban: “las cosechas sanas se fortalecen, pero las plantas con hojas lastimadas o raíces débiles mueren, no existe ninguna estrella que el campesino ame u odie más”.

Manilius se anticipó a las creencias modernas de que las estrellas son como el Sol cuando señala: “Sirio es tan brillante como el Sol, pero esta muy lejos”. Sin embargo, pensaba que la luz de Sirio era fría (este comentario contradice la descripción de Ptolomeo, que señala que Sirio es una estrella roja, lo cual ha despertado el interés y la imaginación de los astrónomos interesados en la evolución de las estrellas”. En la actualidad se sabe que Sirio es una estrella blanquiazul, más grade y brillante que el Sol. Sirio se encuentra a 8.7 años luz de distancia, lo que implica que es uno de los vecinos cercanos de nuestro sistema solar. Sirio tiene una compañera, una estrella enana blanca, visible sólo con telescopios poderosos, cuyo periodo orbital es de 50 años.

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Julieta Fierro                                                                                         
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