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Las sustancias de los sueños: Neuropsicofarmacología
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Simón Brailowsky Colección La ciencia desde México. Fondo de Cultura Económica, 1995 |
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Este libro trata sobre los agentes químicos, fármacos, medicamentos o drogas que tienen efectos en el cerebro, es decir, en el sistema nervioso central. Y al referirnos a ellos emplearemos estos términos indistintamente.
Existen sustancias naturales, como el café o el chocolate hasta la morfina o el peyote, y sintéticas (fabricadas por el hombre) que, a causa de sus propiedades fisicoquímicas, interactúan con porciones del cerebro que las reconocen como propias. Pero ¿cómo es esto posible?, ¿cómo ocurre este reconocimiento? ¿quiere esto decir que el cerebro normalmente contiene drogas?
En efecto. El cerebro está lleno de drogas. Y gracias a ellas el cerebro es la maravilla que todos conocemos pero que poco entendemos. Estas "drogas" hacen que el cerebro funcione; producen estimulación e inhibición nerviosas, dos de los elementos fundamentales de la comunicación celular. Con estas sustancias percibimos nuestro ambiente, queremos y odiamos, aprendemos y olvidamos, hablamos y nos movemos. Son sustancias que pueden convertirse en la solución a un problema grave, o en la llave de entrada a los infiernos. Nuestras realidades están hechas de ellas..., lo mismo que nuestros sueños. No podemos separar el sueño y la vigilia porque ambos constituyen estados propios del cerebro y son producto de la interacción de las sustancias que allí se encuentran. Es necesario pensar en nuestras facultades mentales en esos términos para entender mejor nuestro cerebro, sin olvidar, por supuesto, el medio que lo rodea.
Reconocer lo anterior representa miles de años de avance biológico: el órgano más evolucionado del universo encierra las mismas moléculas que se encuentran en plantas y organismos inferiores y esto apunta hacia un origen común de todas ellas: las fuentes de la vida.
Es decir, al estudiar el cerebro se pueden conocer también las sustancias que contiene y entender el porqué de los efectos de las. drogas capaces de afectarlo. Y cuanto mejor se conozca el cerebro, mejor combatiremos sus enfermedades.
No todo es color de rosa. El cerebro es un órgano delicado que dirige nuestros actos, nuestra voluntad y nuestros sentimientos. Esto significa que las drogas capaces de alterarlo actúan en lo más esencial de nuestra humanidad. Si pensamos en el amigo que cambia radicalmente de personalidad después de haber ingerido elevadas dosis de alcohol, o en el joven que inhala solventes aun sabiendo del daño que esto acarrea, nos daremos cuenta de que las drogas representan un cuchillo de dos filos.
Deseamos reiterar la aclaración ya hecha: cuando hablamos de drogas nos referimos a lo que en general se conoce como fármacos, definidos como todas aquellas sustancias capaces de modificar la sustancia viva. Y en este sentido, se consideran fármacos tanto el perfume (o si no ¿cómo nos podría gustar o disgustar?) como la cocaína, pasando por la aspirina o el té de tila. Así es. No hay que asustarse. Se trata, en efecto, de todas las sustancias que nos hacen "sentir algo"; las "naturales" que conseguimos con el yerbero del mercado, y las ampolletas de tranquilizantes que adquirimos en la farmacia. No pensemos, al leer esta obra, que cuando hablamos de "drogas" sólo nos referimos a las sustancias prohibidas o dañinas. En este contexto, por lo tanto, será equivalente hablar de fármaco o de droga, esta última tal y como se utiliza en francés o inglés (v. gr., en inglés drougstore —literalmente tienda de drogas— = farmacia). Es quizás la acepción científica más amplia de dicho término.
Para entender cómo funcionan los fármacos es necesario conocer su estructura química, el proceso de su preparación, los factores que determinan su potencia o la vía por la que se administran, los mecanismos de sus efectos y cómo interactúan con el tejido nervioso.
Los objetivos de esta búsqueda son múltiples: combatir las enfermedades que afectan el sistema nervioso (y cuyas desastrosas consecuencias para el paciente y su ambiente conocemos) y, en general, mejorar la calidad de vida del ser humano y los animales.
Este conocimiento no es sencillo. Algunos aspectos serán más áridos que otros, pero el-marco general no cambia, puesto que abordaremos una materia muy compleja: nuestro cuerpo y nuestra mente, nuestros dolores y nuestras pasiones. Mantengamos presente esta idea para hacer una travesía placentera. Es el mejor modo de aprender.
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Fragmento de la introducción.
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cómo citar este artículo →
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Alimentos: del tianguis al supermercado
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Agustín López-Mungía ADN Editores/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995 |
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Nos levantamos muy temprano. Me había despertado
el escándalo de los guajolotes que criaban los vecinos. También criaban perros pelones (zoloizcuintle) pero para mi sorpresa parecían no saber ladrar. Era una mañana muy fría y caía una ligera llovizna. Del interior de la cabaña de Tonahuac se admiraban los volcanes nevados y una extraña mezcla de luces y sombras daba al ambiente un aspecto que me hizo sentir nostálgico.
—Se me antoja un chocolate bien caliente y espumoso —comenté, al tiempo que me frotaba contra la manta de fibra de maguey con la que había dormido.
Tonahuac levantó las cejas asombrado. —No soy rico, Pablo, aunque en una época me aficioné al chocolate. De unos meses para acá, lo he dejado; me resultaba peligroso dada mi terrible adicción, pues me estaba bebiendo todo mi capital.
—En mi época pasa lo mismo, aunque nos hemos vuelto más refinados. Ya no se bebe el dinero directamente.
—Mejor esperemos llegar a las cocinas de Moctezuma, donde el chocolate sobra. El Tlatoani bebe todo el día. Es la fuerza de Quetzalcóatl. ¿Sabías que regaló la planta a nuestros antepasados toltecas, después de robarla a otros dioses? Esa debió ser la causa de su partida, pues los dioses enviaron a Tezcatlipoca en venganza. Dicen unos que lo obligó a mirarse al espejo, dicen otros que lo engañó y lo hizo beber pulque. No sé, pero el humillado huyó entristecido. Además vio que la planta de cacao estaba seca. Debió ser terrible. En las playas de Tabasco arrojó las últimas semillas y desapareció. La planta no creció más en el altiplano. Creció en tierras que lo vieron partir. Moctezuma se une en espíritu a Quetzalcóatl al beber chocolate. No sé. Al beber se excita. No duerme.
—Han de ser la teobromina y la cafeína —comenté, consciente de que mi conocimiento sólo explicaba parcialmente el encanto que esta bebida tenía sobre nuestro pueblo.
—¿Quiénes son esas señoras? —preguntó con sincera ingenuidad.
—Son sustancias naturales que provocan excitación, te activan, te mantienen despierto. Déjame decirte que en el futuro, este regalo que Quetzalcóatl les hizo, se extenderá por todo el mundo. Primero algunos lo consideraron como "brebaje", y la espuma les producía asco, pero después... no hay pueblo en el mundo que no lo conozca.
No pareció sorprendido, pero continué:
—Porque con el tiempo, se encontró que con la grasa del cacao se elaboran dulces que resultan irresistibles y se puede dar sabor a mil cosas, imagina una pequeña pasta suave, que al calor de la boca, se disuelve liberando un sabor equivalente a todo el chocolate que Moctezuma se bebe en una jícara, aunque con mucho menos grasa, menos espeso.
—¿Qué es la grasa?
—Bueno, la grasa es parte de muchos alimentos, nos proporciona energía, es decir fuerza, para toda actividad como correr, subir pirámides, cargar piedras; hasta para dormir y pensar necesitamos de esa fuerza que nos da la energía proveniente de la grasa. Es nuestro almacén de energía —estuve a punto de tomarlo de una lonja pero me contuve. Hay grasa en la leche de animales que amamantan a sus crías, hay grasa en la carne de los animales, grasa en verduras como el aguacate ...
—¿Aguacate?, eso suena como a "ahuacatl", árbol de los testículos: ¿su fruto tiene grasa?
Dudé una fracción de segundo; el albur era posterior a la Conquista, así que mejor no dije nada. Qué bueno que era yo el del viaje y no el "Kori", que nos habría hecho pasar vergüenzas con nuestros antepasados.
—En efecto, ahí también hay grasa, como en el coco o en granos como el maíz y el algodón. Aunque uno de los usos más importantes ustedes todavía no lo conocen: freír los alimentos. Quizás es por eso que aquí no hay gordos ni hipertensos.
—¿Hipertensos?
—Cuando se excede el consumo de ciertas grasas, se acumulan en los conductos por donde viaja la sangre, los tapan. Entonces el corazón tiene que trabajar con más fuerza, ya que sube la presión que tiene que vencer para hacer llegar la sangre a todo el cuerpo.
Conoces al cacique de Zempoala? Es gordo y seguro es hipertenso.
—He oído de él. Pero bueno, la grasa está formada por ácidos grasos y glicerina. Hay alrededor de unos 18 ácidos grasos importantes y, dependiendo de cuáles tenga la grasa, ésta es líquida o sólida a la temperatura del ambiente. De hecho, cuando es líquido se le denomina aceite y grasa cuando es sólida. Volviendo al chocolate, su grasa tiene una alta proporción de tres ácidos grasos (palmítico, oléico y esteárico). Esto hace que sea sólida en el medio ambiente de la ciudad, pero se disuelve al calor del cuerpo (en realidad a 34°C), por lo que no puede masticarse: se disuelve en la boca.
—Tu español es raro, mucho más que el de Tzopini, el sobrino de Jerónimo. Anoche me hablabas de bichos y enzimas. Yo creo, cuando dices haber visto todos esos, como los llamas ¿microorganismos?, que es bajo el poder de teihuinti, que pasa frente a los ojos toda suerte de visiones —comentó Tonahuac, refiriéndose a otro hongo alucinógeno—. El cacao sólo lo tostamos, lo molemos hasta hacerlo polvo, lo mezclamos con agua y le damos sabor con miel y vainilla. Antes de beber, lo batimos para que aparezca la espuma.
—Qué raro, yo creía que lo tomaban amargo (xócoc = amargo atl = agua)
—no agregué que el chocolate español era más bien amargo y que el suizo y francés dulce, pues en estos países le agregó azúcar, pero continué:
—Pues sé que no quieres que te hable del futuro, pero de entrada ahora se producen 2.4 millones de toneladas de granos y los principales productores son Costa de Marfil, Malasia e Indonesia. Sí, sí, ya sé.
—comenté, al ver que me iban a interrumpir—, luego te digo a cuántos costales equivale esa cantidad y dónde están esos mundos, pero todos están confinados a latitudes 20° norte o sur del Ecuador. Bueno, el caso es que antes de embarcar el grano hay que curarlo, es decir, fermentarlo. Ahí es donde entran los bichos.
—¿Podemos verlos?
—Sólo cuando se juntan muchos de ellos. El caso es que por mecanismos que aún en mi época no se conocen bien a bien, los granos frescos que están cubiertos por una pulpa blanca rica en azúcares se fermentan rápido. El azúcar y el calor penetran en la piel e inician cambios que son muy importantes para el color y el aroma. Después viene el tostado. Y luego un prensado. La calidad del cacao depende de la eficiencia con que se fermentó la cocoa.
—Muchas palabras y cosas nuevas Pablo; cuando dices cacao y dices cocoa, ¿dices lo mismo?
—Sí, se usan indistintamente. Al prensar el licor, se separa la grasa, a la que llaman mantequilla de cacao, y la otra mitad, queda como un licor de chocolate con el que se hace polvo para darles el sabor del chocolate a muchos productos, o se bebe directamente.
—Ayer hablabas de las enzimas, que permiten las reacciones, y que provocan cambios, ¿tienen que ver también con el chocolate?
—Vaya que si tienen que ver. De entrada, para que puedas usar la energía de la grasa en el cuerpo, es necesario que separes los ácidos grasos de la glicerina. Esto lo hacen las enzimas que se llaman lipasas. ¿Y sabes dónde las tienes?... en la panza (para ser más precisos en el páncreas), tanto tú como el tlatoani.
—Cada vez resultas más complicado, comprendo poco. Aunque quizá sepas por qué enfermo con ese olor raro que a veces tiene el tlalcacahuatl, "cacao de tierra".
—preguntó al tiempo que tomaba un puñado de cacahuates de un costal.
—¿Comprendes poco?, lo dudo. Los cacahuates, o como tú les llamas, también tienen mucha grasa, y cuando la grasa es "no saturada" (contiene ácidos grasos no saturados, que pueden ser oxidados), se deteriora fácilmente, se "oxida" y da lugar a un sabor a "rancio". Eso también lo hace una enzima que se llama lipoxigenasa. En mi mundo ahora está de moda consumir grasas "no saturadas". Dicen que por eso los esquimales, que viven en mares fríos, casi no mueren del corazón.
—¿Abolieron los sacrificios?
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Fragmento del capítulo 4. | ||||||||||||||
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cómo citar este artículo →
López Munguía, Agustín. 1996. Alimentos: del tianguis al supermercado. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 76-77. [En línea].
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Juan Manuel Espíndola y José Luis Macías Vázquez | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El vulcanismo es uno de los fenómenos más asombrosos
de nuestro planeta. Hoy sabemos que no es exclusivamente terrestre sino que ocurre y ocurrió en otros cuerpos de nuestro sistema solar. En la Tierra, el vulcanismo ha sido un fenómeno importante en el desarrollo de la historia humana e influencia decisiva en sus actividades. Algunos de los asentamientos humanos más antiguos se han hallado en áreas volcánicas, y sus restos nos muestran el tremendo impacto del vulcanismo en los mismos. La representación más antigua de una erupción volcánica fue descubierta en Chatal Huyuk, Turquía, y tiene una edad de alrededor 8 000 años. Se trata de un fresco que probablemente representa la erupción del cercano volcán de Hassan Dag (arriba).
Con el fin de explicarse las erupciones volcánicas, así como muchos fenómenos físicos, el hombre ha inventado mitos de gran colorido; sin embargo, los intentos por explicarlos científicamente debieron esperar el nacimiento de las ciencias geológicas. A lo largo del desarrollo de estas últimas se han logrado comprender muchos aspectos del fenómeno, y se cuenta con un marco teórico general para explicarlo, a pesar de lo cual aún queda mucho por descubrir.
Si observamos en un mapa la distribución de los volcanes en nuestro planeta, nos podemos percatar de que se ubican preferentemente a lo largo de ciertas regiones (ver mapa página siguiente). Es posible explicar los rasgos generales de dicha distribución de acuerdo con la llamada tectónica de placas. Los aspectos básicos de dicha teoría son los siguientes: el cascarón externo de la Tierra, con un espesor de aproximadamente 100 km, llamado litosfera, se comporta como un cuerpo rígido que "flota" sobre un material más profundo o astenósfera. El entrecomillado en la palabra flota se deriva del hecho de que la astenósfera se comporta como un material plástico-viscoso cuando se le aplican fuerzas por periodos de tiempo muy largos. Las rocas tienen este comportamiento que, incidentalmente, explica cómo se forman los plegamientos de rocas observados en la superficie terrestre.
La litosfera está fraccionada en varias partes llamadas placas, como los gajos de un balón de fútbol. Las placas sufren movimientos relativos, debidos a fuerzas que provienen del interior del planeta, resultado de su alta temperatura interna. Esta fuerza hace que en algunos de los márgenes de las placas, una de ellas, la más densa, penetre bajo la otra en la que los geofísicos conocen como zona de subducción o convergencia. Naturalmente, esto requiere que en otros de los márgenes, llamados de dispersión o esparcimiento, se cree nueva litosfera. Las zonas de dispersión se presentan en la superficie de la tierra sólida, como las cordilleras submarinas, mientras que las zonas de subducción forman a menudo trincheras submarinas de gran profundidad, seguidas de arcos volcánicos paralelos a las mismas.
Es precisamente en estos márgenes de las placas en donde se encuentra concentrado el vulcanismo, y constituyen por lo tanto las zonas de generación de magma, puesto que éste consiste precisamente en la salida a la superficie del material magmático. Cabe decir aquí que magma es una palabra acuñada el siglo pasado por el inglés George Poulett Scrope, y que denomina el material que se encuentra en el interior de la Tierra en estado fluido, del que provienen los productos del vulcanismo y otras rocas.
¿Por qué son los márgenes de las placas los lugares de generación de magma? Fundamentalmente el fenómeno consiste en un cambio de fase en el que el material sólido sufre una transformación total o parcial al estado líquido, cambiando de esta manera su densidad y poniendo en juego fuerzas internas de flotación que lo desplazan hacia la superficie. La estabilidad de cada fase de la materia está en función de su presión, composición y temperatura, de manera que si para un sólido a una temperatura dada disminuimos la presión o, alternativamente, si para una presión dada aumentamos la temperatura, podemos lograr un cambio de fase. En el caso del vulcanismo de las zonas de dispersión, el cambio de fase se debe a que al ascender el material disminuye la presión de las rocas superiores mientras que su temperatura, debido a su baja conductividad, disminuye más lentamente, de manera que se produce un cambio de fase al estado líquido y la roca se funde para formar un magma.
En las zonas de subducción el cambio de fase se debe a que la placa que penetra en el interior de la Tierra arrastra parte de la astenósfera consigo. El hueco que queda en la astenósfera es llenado por material que proviene de zonas más profundas lo que, como en el caso anterior, produce un cambio de fase en las mismas.
Por otro lado, las rocas de la placa subducente contienen una cierta cantidad de agua que tiene el efecto de disminuir el punto de fusión de las rocas con su consecuente fusión parcial o total. Como el magma es generado a ciertas profundidades de la placa, el vulcanismo relacionado con las zonas de subducción es siempre paralelo a las trincheras que marcan el sitio de contacto entre placas.
Dos tipos de vulcanismo que no ocurren en los márgenes de las placas sino en su interior son los conocidos como de rifi. Las zonas de rifi son regiones en las que las placas se han adelgazado considerablemente por efecto de fuerzas de tensión y que evolucionarán hasta convertirse en nuevas zonas de dispersión o esparcimiento. En este sentido la explicación del vulcanismo en estas zonas es semejante a la que ya conocemos anteriormente.
Un caso especial de vulcanismo es el de las islas hawaianas. Como puede verse en el mapa de placas tectónicas, estas islas volcánicas no se encuentran en zonas de esparcimiento, subducción o rifi, de manera que para conciliar su ubicación con la tectónica de placas debe encontrarse un mecanismo de generación que sea consistente con la teoría. Se sabe que éstas son de edades sucesivamente mayores en dirección noroeste: la más reciente es Hawai, cuyas lavas más antiguas tienen unos 700 000 años de edad, y la más antigua es Kauai, con cerca de 3 millones de años. De hecho, en la misma línea se encuentran una serie de islas y montículos submarinos de edad progresivamente mayor, por ejemplo, la isla de Midway, a varios miles de kilómetros hacia el noroeste de Kauai, tiene una edad de 2.8 millones de años. Esto sugiere que existe una fuente de magma bajo la placa que permanece fija con respecto a la misma. Así, al moverse la placa en dirección noroeste va creando volcanes con edades progresivamente mayores en la misma dirección. A este vulcanismo se le ha llamado de "mancha" o "punto caliente" (desgraciadamente, como en otras ramas de la ciencia, la nomenclatura original fue hecha en inglés, hot spot, y la designación en español es la poco satisfactoria traducción literal).
La existencia de los puntos calientes se explica usualmente con la hipótesis de la existencia de plumas o corrientes de material caliente que se elevan desde algún lugar en el manto hasta la base de la litosfera. Si bien estas plumas no han sido detectadas por ningún método, los geoquímicos han encontrado que la composición química de los magmas de los volcanes de punto caliente es diferente a la de los demás, como correspondería a un magma que asciende desde regiones más profundas del planeta, sin embargo, existen aún muchos problemas por resolver y, actualmente, investigadores de diversos países trabajan en ello.
De un vulcanismo de este tipo y magma de composición similar son producto las islas Galápagos, Canarias, Azores, Madera, Cabo Verde e Islandia, aunque en esta última existe un vulcanismo de zona de dispersión y de punto caliente.
Tipos de erupción
Si bien en esencia una erupción volcánica es simplemente la emisión de cierto material desde el interior de la Tierra, esta emisión puede ocurrir de diversas maneras. Los geólogos han llamado a estas maneras "estilos de erupción" y les han dado los nombres de los volcanes típicos en que ocurren. Así, se habla de erupciones hawaianas, islándicas, merapianas, peleanas, etc. Todos estos estilos ocurren entre dos extremos: erupciones efusivas con emisión de grandes cantidades de lava y erupciones explosivas, en las que la mayor parte del material es arrojado como fragmentos sólidos a alta temperatura. La pregunta que esta situación plantea es, entonces, ¿a qué se debe esta diferencia de comportamiento?
La respuesta se encuentra en que los magmas pueden tener una composición química y un contenido de gases muy variados. La composición química es muy importante puesto que determina la viscosidad del magma. Los gases se encuentran disueltos en el magma por la gran presión litostática que existe a profundidad. Cuando el magma asciende a la superficie disminuye esta presión y el gas comienza a separarse del magma.
Este comportamiento podemos entenderlo si observamos una bebida gaseosa embotellada. Cuando se encuentra cerrada observamos solamente un líquido homogéneo; sin embargo, cuando la destapamos lentamente, aparecen pequeñas burbujas que ascienden a la superficie del líquido. Finalmente cuando destapamos completamente la botella las burbujas se multiplican y en su viaje a la superficie arrastran pequeñas gotas del líquido. Este proceso es semejante al que se da en volcanes de lava poco viscosa como los de Hawai e Islandia.
También puede ocurrir que el magma sea tan viscoso que dificulte el crecimiento y el movimiento de las burbujas. Si esto ocurre y la presión sigue disminuyendo, como en efecto ocurre durante el ascenso del magma a la superficie, la presión concentrada en las burbujas puede ser tan grande como para fragmentar el magma en un proceso explosivo. Los magmas muy viscosos son además muy ricos en cuarzo y otros componentes que sólo permanecen líquidos a muy altas temperaturas. Así, el material fragmentado se solidifica muy rápidamente y en la parte final de su ascenso es una mezcla de gas y fragmentos sólidos de muy variados tamaños a altas presiones y temperaturas.
Existen así dos extremos de comportamiento, explosivo y efusivo, determinados por magma muy viscoso, por un lado, y por magma poco viscoso, por el otro. Por supuesto, entre estos extremos puede haber vulcanismo con grados intermedios de explosividad. En cuanto a los estilos eruptivos, en un extremo se encuentran las erupciones plinianas y peleanas, de gran explosividad, y en el otro las hawaianas e islándicas, que son muy efusivas, y las vulcaneanas y estromboleanas, de explosividad intermedia.
Un factor adicional a considerar es la interacción de las aguas subterráneas con los materiales calientes asociados a un magma. La súbita evaporación de agua por efecto del cuerpo magmático puede ser de tal magnitud que produzca una explosión. A estas erupciones se les llama freáticas y pueden ser desde ligeramente explosivas hasta de explosividad moderada. En algunas ocasiones puede presentarse una explosión mixta con gases magmáticos y los provenientes de la evaporación de agua, o bien una explosión freática puede ser el preámbulo o disparador de una emisión de material magmático; en dichos casos la erupción es llamada freatomagmática y puede ser de gran explosividad.
Desde el punto de vista del peligro que las erupciones volcánicas representan, las de tipo explosivo son mucho más peligrosas que las efusivas. Las erupciones del tipo hawaiano caracterizadas por emisiones de grandes coladas de lava que pueden formar ríos y lagos, causan pocas pérdidas de vidas humanas. Por otro lado, las erupciones peleanas, de gran explosividad, son en extremo peligrosas. Estas erupciones reciben tal nombre por la Montaña Pelada (Mont Pelé), en la Martinica, isla francesa del Caribe, que en 1902 hizo una erupción de tal magnitud que cegó la vida de los 30 000 habitantes de la cercana ciudad de Saint Pierre, en donde sólo dos personas sobrevivieron.
Aunque es cierto que las erupciones con grandes emisiones de lava son poco explosivas y por lo tanto representan un menor riesgo, no es menos cierto que pueden ocasionar graves daños económicos y sociales, como lo demuestran las erupciones del Paricutín, que durante su actividad de 1943 a 1952 emitió aproximadamente 700 millones de metros cúbicos de lava y otros sólidos volcánicos que cubrieron 24.8 km cuadrados de terreno, sepultando los poblados de Paricutín y San Juan Parangaricutiro. Sin embargo, aunque el número de muertes debidas a flujos de lavas es usualmente menor que el asociado con otros productos volcánicos éste no es nulo. Aun así, comparado con otros eventos, las emisiones de lava son en realidad poco peligrosas. La razón de esto es que su movimiento es relativamente lento y sigue los cursos de máxima pendiente, de manera que su trayectoria puede ser anticipada. Excepcionalmente, se emiten lavas de viscosidad tan baja que pueden cubrir grandes extensiones en poco tiempo. Un ejemplo lo constituye la erupción del Niyaragongo en Zaire, en 1977, que produjo un lago de lava que al derramarse cubrió 20 km2 en menos de una hora y ocasionó la muerte de casi 300 habitantes de la región. En algunos casos, si las pendientes son muy abruptas y la lava poco viscosa, ésta puede avanzar con velocidades de hasta 48 km/h.
Como ya vimos, en el caso de las erupciones explosivas se producen fragmentos sólidos, conocidos como piroclastos (palabra que proviene de las voces griegas piros, fuego y clastos, roto, quebrado), que en general son arrojados mezclados con gases y agua a altas temperaturas formando derrames de piroclastos. Éstos pueden ser arrojados lateralmente y arrastrar parte del edificio volcánico roto por la presión en el interior del volcán o formar una enorme columna y caer posteriormente por las laderas del volcán.
Estas avalanchas de material a alta temperatura y gases entre los que abunda el vapor de agua poseen gran movilidad y pueden avanzar con velocidades de varios cientos de kilómetro por hora. Al igual que la lava, siguen las líneas de mayor pendiente, aunque cuando su velocidad es muy grande pueden remontar obstáculos topográficos de cierta importancia.
Si en la mezcla de fragmentos sólidos y gases la fracción de gas es mayor que la de los sólidos, su comportamiento mecánico cambia drásticamente y se torna muy turbulento, y se les conoce entonces como oleadas de piroclastos. Estas nubes turbulentas de material piroclástico muy fino y gases calientes pueden desplazarse a altas velocidades con menor dependencia de las irregularidades topográficas (derecha). Las oleadas de piroclastos se producen de varias formas. Una de ellas es durante la fase explosiva de una erupción en cuyo caso puede observarse un anillo de material turbulento y poco denso que se desplaza a gran velocidad por encima de las irregularidades topográficas. Este efecto fue observado por primera vez durante la explosión termonuclear del atolón Bikini, en 1946, que fue la primera prueba de la bomba "H" llevada a cabo por Estados Unidos. Esta observación llevó a los geólogos a suponer que dicho efecto podría tener lugar durante erupciones volcánicas y explicar la existencia de depósitos de piroclastos con ciertas características en áreas volcánicas. Tal hipótesis fue comprobada posteriormente durante las erupciones del Bárcena en la isla mexicana Socorro en el Pacífico, el Surtsey en Islandia y el Taal en las Filipinas en los años de 1952, 1963 y 1965 respectivamente.
Las oleadas piroclásticas también pueden formarse como resultado del escape rápido de gases durante la destrucción de domos volcánicos; con este nombre se conoce a las estructuras de materiales volcánicos formadas por la solidificación de la lava que aparecen lentamente en los cráteres de algunos volcanes y que tienen la apariencia de un tapón o domo. Las oleadas también pueden aparecer como una parte menos densa de un flujo de piroclastos, parecidos al fino polvo que suele haber en la parte superior de una avalancha de arena.
1. Zona inercial de una columna eruptiva.
2. El viento ejerce una acción sobre la dispersión.
3. Zona de flotación de una columna eruptiva.
4. Oleadas de piro clastos.
5. Derrames de piroclastos.
Como la parte sólida en una oleada piroclástica es considerablemente menor que en un flujo de piroclastos, podría considerarse como de baja peligrosidad. No es éste el caso, pues estas nubes pueden ocasionar grandes daños y destruir poblaciones enteras. El efecto de sus altas velocidades y temperaturas las torna extremadamente destructivas. Como las oleadas son muy turbulentas (de allí su nombre), su acción es en ocasiones imprevista, pues suele dejar zonas muy dañadas junto a otras apenas perturbadas.
En los lugares en que estas oleadas han causado estragos en ocasiones se observan troncos carbonizados en un frente e intactos en otro. Las oleadas piroclásticas suelen viajar a grandes velocidades sin guiarse por la topografía y sin perder súbitamente su energía dejando depósitos semejantes a las dunas de las tormentas de arena en los desiertos, por esta razón se les ha llamado también huracanes de ceniza.
Durante una erupción volcánica, sobre todo las de tipo explosivo, los materiales abandonan el cráter con velocidades de varios cientos de metros por segundo. Las partículas sólidas en el interior de estas nubes son arrastradas por las fuerzas de fricción; si la masa de las partículas es grande se desacoplan de la nube y realizan trayectorias balísticas hacia la superficie terrestre. Las partículas más finas permanecen en la nube, acopladas a los gases por efecto de la turbulencia, formando enormes columnas. La razón de que una columna pueda alcanzar tales alturas se debe a que en la columna el volátil más abundante es el vapor de agua, cuya densidad es menor que la del aire; por otro lado, la columna también incorpora aire circundante y lo calienta, con lo cual disminuye su densidad, de manera que si la densidad efectiva de la nube es menor que la del aire circundante, ésta asciende por diferencia de densidad. A lo largo de su ascenso las columnas son arrastradas por los vientos y viajan grandes distancias mientras van depositando el material sólido que las compone. Por otro lado, algunas de estas columnas pueden ascender varias decenas de kilómetros e inyectar partículas muy finas en las capas más altas de la atmósfera, tal fue el caso de la columna causada por la erupción del volcán Chichonal, en marzo y abril de 1982, y de la más reciente del Pinatubo, en Filipinas, en 1991.
Por este mecanismo las nubes pueden viajar grandes distancias y depositar cenizas en lugares muy apartados. Durante la erupción del Chichón las cenizas llegaron hasta las ciudades de Veracruz y Tuxtla Gutiérrez, que se encuentran a unos 360 y 70 km respectivamente; aunque este no es realmente un récord mundial, pues la erupción del Chichón fue solamente una erupción moderada. Aun cuando las cenizas dispersadas de esta manera son poco peligrosas para la vida humana, sí pueden causar daños económicos en una región. Los depósitos de ceniza en los techos pueden ocasionar el colapso de construcciones ya que una capa de 10 cm de ceniza pesa alrededor de 100 kilos por metro cuadrado e incluso más si está húmeda. También pueden arruinar vías de comunicación, la producción agrícola y pecuaria y presentar un serio peligro para la navegación aérea. Con respecto a este último punto debe mencionarse que en los pasados 15 años más de 60 aeronaves en tierra o en pleno vuelo han sufrido daños severos por efecto de las cenizas volcánicas. Al menos 6 aeronaves comerciales han tenido problemas que estuvieron a punto de ser fatales por haber volado, sin percatarse de ello, en nubes volcánicas. El problema es que a gran altura las nubes volcánicas no son distinguibles de las nubes ordinarias, ni detectables con radar. Sin embargo, el efecto de esas pequeñas partículas de vidrio o minerales en el interior de una turbina a alta temperatura es muy dañino.
Por fortuna, los depósitos de una nube volcánica también pueden ser benéficos con el tiempo, pues las cenizas volcánicas se degradan por la acción del intemperismo y sus derivados enriquecen el suelo. Esta es una razón por la cual las regiones aledañas a los volcanes son frecuentemente excelentes para diferentes tipos de cultivos.
En ocasiones las erupciones volcánicas pueden dar origen a inundaciones y avalanchas o a corrientes de lodo. En el lenguaje vulcanológico se las conoce como lahares, palabra con que se designan en Indonesia. Los lahares se producen por la mezcla del material arrojado con agua, que puede provenir de las lluvias, los casquetes helados que comúnmente tienen los volcanes, o lagos de sus cráteres. También se pueden presentar porque los materiales depositados usualmente azolvan las vías naturales de desagüe. De acuerdo con su contenido de agua y las pendientes encontradas, los lahares viajan a velocidades que pueden llegar a ser del orden de varias decenas y aun cientos de km por hora, y a distancias de varios cientos de kilómetros.
En el Ecuador, la erupción del volcán Cotopaxi en 1877 ocasionó un lahar que se extendió 300 km a lo largo del lecho de un río. En Colombia, la erupción del Nevado de Ruiz, en 1982, ocasionó un lahar que se deslizó a 35 km/h hacia el poblado de Armero, a unos 50 km de distancia, y que segó la vida de sus 20 000 habitantes.
Los magmas contienen gases que son liberados durante la actividad volcánica fe sobre todo durante el climax de la erupción. Los gases son principalmente vapor de agua, bióxido y monóxido de carbono y varios compuestos de azufre, cloro, flúor y nitrógeno en diferentes proporciones. Estos gases presentan diferentes grados de peligrosidad; el monóxido de carbono, por ejemplo, es tóxico; el bióxido de carbono, aunque no es tóxico, puede causar la muerte por asfixia al desplazar el aire, ya que al ser más pesado que éste, se desplaza cuesta abajo y llena depresiones donde pueden provocar la asfixia de personas y animales, pues su carencia de olor lo hace indetectable. Los otros gases son también muy venenosos, aunque su presencia puede ser detectada por los olores característicos que poseen, como el olor a huevo podrido del ácido sulfhídrico. También pueden reaccionar formando ácidos que son transportados como aerosoles y ocasionan quemaduras en los ojos y piel e irritaciones del sistema respiratorio. En agosto de 1986, unas 1 800 personas de varios poblados alrededor del lago Nyos, en Camerún, murieron en condiciones inexplicables, súbitamente, sin mostrar signos de pánico. Posteriormente pudo determinarse que su muerte fue debida a la asfixia por inhalación de bióxido de carbono. El lago Nyos es un cráter volcánico y se cree ahora que el gas provino de una erupción freatomagmática en el fondo del mismo.
Debe aclararse, sin embargo, que la emisión de gases depende de la composición química de las lavas y otros factores termodinámicos, y no siempre se presentan o pueden disiparse en el ambiente.
Para concluir esta sección es también importante mencionar algunos términos empleados en vulcanología y que se originan en otros criterios de clasificación de los volcanes. Se habla así, de vulcanismo monogenético y poligenético; con estos términos se designan, respectivamente, a aquellos volcanes que en su vida activa presentan sólo una fase eruptiva y varios eventos eruptivos. Volcanes como el Paricutín o el Jorullo en Michoacán, son de tipo monogenético y es poco probable que vuelvan a activarse. De hecho la parte central del país está cubierta de conos monogenéticos en amplios campos de los estados de Michoacán, México, Jalisco, Guanajuato y el Distrito Federal entre otros.
Los volcanes monogenéticos emiten lavas de una composición específica que aparentemente proviene de zonas profundas de la astenosfera. Por su parte, los volcanes poligenéticos pueden a su vez clasificarse de acuerdo con su morfología. Los más conspicuos y bellos son los grandes estratovolcanes que reciben su nombre precisamente de su estructura compuesta por la sucesión de productos de sus múltiples erupciones.
El vulcanismo en México
En México gran parte del vulcanismo está relacionado con la zona de subducción formada por las placas subducentes de Rivera y Cocos, por un lado, y la gran placa Norteamericana por el otro. Este tiene su expresión morfológica en la Faja o Cinturón Volcánico Transmexicano; zona en el que se encuentran concentrados una gran mayoría de los grandes estratovolcanes mexicanos y numerosos campos de vulcanismo monogenético. Este cinturón es una elevación volcánica con orientación este-oeste que se extiende por más de 1 200 km y tiene una anchura que varía entre 20 y 150 km. El vulcanismo que tiene lugar en ella es extremadamente variado y ahí se encuentran desde grandes estratovolcanes hasta extensos campos monogenéticos con volcanes de escudo y conos de cenizas. Tal diversidad implica también una diversidad en la composición química de las lavas y las fuentes de generación de las mismas, aspectos que aún distan de ser explicados completamente, aunque es clara su relación con la subducción de las placas de Rivera y Cocos bajo la gran placa de Norteamérica.
Por algún tiempo el hecho de que esta enorme zona no fuera paralela a la trinchera costera fue motivo de especulación; sin embargo, los estudios sísmicos más recientes apuntan al hecho de que las placas subducentes se introducen bajo la de Norteamércia con cambios importantes en su ángulo de penetración. Esto, junto con ciertas características estructurales de la corteza mexicana, explica a grandes rasgos la posición oblicua de dicha faja volcánica.
Otra zona de vulcanismo en nuestro país se encuentra en la Península de California. Estos volcanes tienen su origen en los procesos de esparcimiento del fondo oceánico en el Mar de Cortés, que son los causantes de la separación de la Península del resto del continente.
En México también existen volcanes solitarios, cuyo origen es menos claro, tal es el caso de los volcanes Chichón y San Martín Tuxtla, que se apartan del cinturón volcánico y, en el caso del San Martín, ha emitido productos de composición diferente a los del cinturón volcánico. El Tacana, último volcán hacia el sur de México, lo compartimos con la República de Guatemala, y forma parte de la cadena centroamericana.
¿Cómo reducir el riesgo volcánico?
Una catástrofe que pudo ser evitada En México el evento volcánico más desastroso ocurrido en tiempos históricos es la erupción del volcán Chichón o Chichonal, en 1982. Como sucede en muchos desastres, los aspectos más lamentables pudieron haber sido grandemente reducidos si nuestro país hubiera contado con un sistema de protección civil bajo la asesoría de expertos con conocimientos sobre! erupciones volcánicas. Desgraciadamente, en 1982 ni existía un sistema de protección civil ni se coordinó un grupo de asesores científicos para la evaluación del riesgo que presentaba el volcán, incluso después de la primera fase eruptiva que aún no había causado los mayores daños.
La erupción de 1982 dio sus primeros avisos en diciembre de 1981, cuando los habitantes de las inmediaciones del Chichón comenzaron a sentir temblores persistentes en el área, que continuaron durante los meses de enero, febrero y marzo de 1982, llenando de zozobra a los habitantes de la región hasta que, el día 28 de este último mes, una gran erupción produjo una columna de casi 18 km de alto. Esta erupción ocasionó lluvias de cenizas y piroclastos en los poblados circundantes, algunos de los cuales se encontraban a sólo unos cuantos kilómetros del cráter, causando pánico y desconcierto entre la población. Lo peor, sin embargo, estaba por ocurrir.
Algunos de los habitantes abandonaron sus hogares y se dirigieron a los poblados grandes más lejanos e incluso a las ciudades de Tuxtla Gutiérrez y Villahermosa. Los días siguientes fueron de gran incertidumbre y confusión. El ejército acordonó la región aunque, ante la ausencia de una voz autorizada y calificada para aconsejar y la contradictoria información de la prensa, no se efectuó una evacuación oficial y organizada. En este estado de cosas, las noches del 3 y 4 de abril se registraron dos grandes erupciones de gran violencia que produjeron derrames y oleadas de piroclastos. La columna eruptiva del último evento alcanzó más de 20 km de altitud e inyectó gran cantidad de partículas en la estratosfera.
Desde un punto de vista social, las erupciones tuvieron un impacto destructivo tremendo. Varios poblados quedaron cubiertos por flujos de piroclastos con algunos metros de espesor, entre ellos los poblados de Francisco León, San Isidro Tanchichal y El Volcán. El poblado de El Naranjo, localizado en la cima de una pequeña meseta, a unos 8 kilómetros del cráter, resultó completamente arrasado por las oleadas piroclásticas. Las vidas humanas segadas por la actividad del volcán sumaron alrededor de 2 000, al tiempo que la actividad económica de la región fue severamente dañada. Miles de campesinos tuvieron que ser reubicados lejos de la tierra en que nacieron y en que tenían todo lo que poseían. Un área de 30000 kilómetros cuadrados, de los cuales 153 quedaron completamente devastados, fue cubierta por una capa blanquecina de cenizas de al menos 1 mm de espesor.
Finalmente, el material acumulado en el cauce del río Ostuacán formó una presa que se desbordó el 26 de mayo y formó un lahar con temperaturas de hasta 60°C que se desplazó hacia el poblado de Ostuacán, donde afortunadamente no ocasionó daños gracias a la intervención del ejército, que llevó a los habitantes a las partes más altas del lugar. El Chichón presentaba, luego de estas erupciones, un cráter de 1 km de diámetro con un lago azul turquesa, de cuya superficie, hasta el momento, se levantan espesas columnas de vapor.
Por la cantidad de fenómenos con que el Chichón anunció su inminente actividad, sus más funestas consecuencias pudieron haber sido minimizadas; que no se tomaran medidas efectivas para lograrlo constituye una dolorosa lección que debe ser aprovechada en todas sus facetas.
Mitigación del riesgo volcánico
Las erupciones volcánicas, sobre todo las explosivas, son fenómenos imposibles de predecir. A pesar de esto, con una razonable vigilancia es posible disminuir significativamente el riesgo que representan.
Desde el punto de vista de la protección de la población, además de evaluar la posibilidad de una erupción, es necesario también estimar su peligrosidad.
Una subestimación del peligro puede conducir a una catástrofe, como la del Mont Pelé en 1902 o la de Armero en 1982, en las que perdieron la vida más de 40 000 y 20 000 personas. Por otro lado, una sobrestimación puede ocasionar daños sociales y económicos serios como los de 1976, cuando 72 000 personas fueron evacuadas de los alrededores del volcán La Soufriére (en la isla francesa de Guadalupe en el Caribe) por casi 4 meses y con un costo estimado superior a los 500 millones de dólares.
De algún modo el mayor riesgo volcánico lo presentan volcanes que han permanecido en calma por periodos muy largos, ya que la falta de actividad favorece la inconsciencia sobre el peligro. El Chichón, por ejemplo, no había tenido actividad en al menos 600 años, y el Santa Helena tenía un reposo de 1 500 años.
En este sentido, se habla a menudo de volcanes extintos y volcanes activos, pero definir estos términos resulta difícil puesto que, si bien se pueden observar aparatos volcánicos muy viejos y calificarlos de extintos, la dificultad estriba en poner un límite de antigüedad para la separación entre volcanes activos y extintos. Durante algún tiempo se pensó que si un volcán no había hecho erupción en tiempos históricos podía considerarse como extinto. Desafortunadamente los tiempos históricos comenzaron en diferentes épocas para los diferentes continentes o regiones; por otro lado, la erupción de volcanes considerados como extintos en este sentido, demostró lo erróneo de tal criterio. Actualmente, prefiere pensarse en términos probabilísticos y designar como volcanes de alto riesgo a aquellos que tuvieron erupciones en las últimas decenas de miles de años.
Por lo que respecta a la actividad pertinente para mitigar los riesgos, ésta incluye varios aspectos que pueden clasificarse de la siguiente manera:
1) Zonamiento y elaboración de mapas de riesgo volcánico y uso del terreno. Esta actividad consiste en el estudio de los depósitos que dejaron las erupciones previas de un volcán determinados. Con estos estudios, los científicos pueden averiguar la edad y el estilo de las erupciones antiguas y estimar valiéndose de estos datos y otros conocimientos teóricos, los tiempos típicos de reposo de un volcán y el tipo de erupciones que puede tener, así como elaborar mapas en los que se señalan las áreas sujetas a la acción de los diferentes fenómenos que hemos visto. Corresponde después a las autoridades, diseñar fragmentó edificio volcánico, con lo que su altura se redujo de 4 000 a 2 850 msnm.40 mil personas. La columna eruptiva se levantó 35-50 km y formó una caldera de 6 km de diámetro.30 000 muertes. Destruyó la ciudad de Saint Pierre.varios poblados.más datos ha aportado a la vulcanología moderna.estratosfera.Produjo un lahar que destruyó el poblado de Armero ocasionó la muerte de 20 000 habitantes.Kraft y Harry Glicken.gran cantidad de bióxido de azufre en la atmósfera.reglamentos de uso del terreno para destinarlo a las actividades más apropiadas.
2) Vigilancia. La vigilancia de los volcanes activos es una actividad permanente que consiste en el análisis sistemático de datos geofísicos, geológicos y geoquímicos, lo que incluye la operación continua de sismógrafos e inclinómetros, así como de medidas sistemáticas del valor de la gravedad, del campo magnético y de las temperaturas alrededor del volcán. En los análisis geoquímicos se incluyen los de los gases de las fumarolas y sulfataras, así como de las aguas de manantiales aledaños y las variaciones de gas radón liberado en la superficie.
La actividad asociada a una erupción volcánica comienza mucho antes de que ésta se presente en la superficie. El transporte de magma desde las profundidades de la Tierra ocasiona una serie de cambios que, si son detectados en la superficie, constituyen una advertencia del peligro inminente. En particular, el movimiento del magma ocasiona temblores de varios tipos que constituyen un elemento de premonición. Asimismo, el terreno se deforma por efecto de la intrusión magmática. Tal deformación es detectada por medio de técnicas topográficas convencionales o por medio de inclinómetros. Estos instrumentos ocupan la posición de una burbuja o un fluido para detectar inclinaciones tan pequeñas como un milímetro por kilómetro.
Por otra parte, los magmas contienen una gran variedad de gases que son emitidos a través del cráter volcánico y su sistema geohidrológico asociado; la salida de un material magmático produce cambios en la composición, contenido y temperatura de las emanaciones, que pueden ser determinados y utilizados para inferir la proximidad de un cuerpo magmático. Las tensiones a las que el terreno se somete debido a la inyección de magma hacen crecer los poros de las rocas y crean fracturas por las cuales, el gas radón, contenido en los poros de las rocas, viaja hacia la superficie donde puede ser detectado. Este gas proviene del decaimiento radiactivo del uranio contenido en muy pequeñas cantidades en todas las rocas, y migra continuamente hacia la superficie por medio de pequeñas fracturas en las mismas. Cuando las rocas se sujetan a tensiones o compresiones, las fracturas crecen y se interconectan de manera que el gas escapa con mayor facilidad hacia la superficie donde se detecta el aumento en su salida, si el área se vigila sistemáticamente.
Además de las técnicas mencionadas, se utilizan algunas otras cuando son aplicables a un tipo de volcán en particular o se desea vigilar algún aspecto específico. Por ejemplo, en cráteres o calderas ocupadas por lagos se han usado mareógrafos, con objeto de utilizar la superficie del lago como inclinómetro natural. En otros casos se observa el edificio volcánico con detectores infrarrojos para distinguir posibles fracturas que pudieran ser el preludio de un derrumbe del edificio volcánico.
En general no existe una metodología fija, y en cada país se ha experimentado con técnicas diversas que dependen de condiciones logísticas y económicas; sin embargo, la observación de los cambios en la sismicidad, deformación y emisiones geoquímicas son (en ese orden) los más ampliamente utilizados en la actualidad.Para finalizar, debe aclararse que no siempre los cambios en las variables mencionadas indican una erupción violenta; sin embargo, estas erupciones se anuncian en la generalidad de los casos con cambios en varios de los parámetros mencionados.
Perspectivas
Como parte del cinturón de fuego del Pacífico, México cuenta con una docena de volcanes activos, (abajo) de éstos, sólo el Popocatépetl y el Volcán de Colima tienen una vigilancia satisfactoria, lo que es natural, pues cerca de estos dos volcanes se encuentra una gran densidad de población; sin embargo, todos los demás constituyen un peligro cuyo riesgo no ha sido suficientemente evaluado. Es de desearse que en el futuro el país cuente con mayores recursos, tanto económicos como humanos, para realizar una tarea cuya necesidad solo sería conspicua si ocurriera una nueva catástrofe.
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Juan Manuel Espíndola y José Luis Macías Vázquez
Instituto de Geofísica,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Espíndola, Juan Manuel y Macías Vázquez, José Luis. 1996. El vulcanismo. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 12-22. [En línea].
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José E. Marquina, Rosalía Ridaura,
José Luis Álvarez y Manuel Quintana
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Los libros más conocidos de Galileo Galilei, considerados
como sus obras maestras, son el Diálogo sobre los dos sistemas máximos del mundo, el ptoloméico y el copernicano y las Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias. Éstos son la muestra más acabada de la física galileana, sin ser los únicos en los cuales el gran científico italiano planteara los fundamentos y la actitud epistemológica que caracterizaría la nueva ciencia. En Il Saggiatore (El ensayador), Galileo utilizó nuevos criterios de verdad y metodologías que sentaron las bases de la física actual.
Aunque en 1616 Galileo recibió la amonestación del Santo Oficio que lo obligaba a no defender ni propagar, en forma verbal o escrita, el copernicanismo, empezó a escribir Il Saggiatore en 1619 debido a la aparición, en noviembre de 1618, de tres cometas. Dos de ellos desaparecieron pronto de vista, pero el tercero fue visible durante largo tiempo.
Galileo ya había introducido el telescopio como instrumento científico para explorar el cielo y fue éste el primer cometa que pudo ser estudiado con el nuevo medio de observación de los astrónomos. Las observaciones realizadas, aunadas al cúmulo de información obtenida por Tycho Brahe, echaron por tierra la doctrina aristotélica, según la cual los cometas eran un fenómeno que ocurría por debajo de la esfera de la Luna, pues mas allá de esta quedaban las regiones celestes, sede de la perfección y la inmutabilidad.
De este modo, el tema de los cometas se convertía en un problema de la mayor actualidad e importancia para los astrónomos de la época. Entre estos últimos se encontraban los jesuitas del Colegio Romano, quienes al aceptar los planteamientos de Tycho relativos a los cometas, adoptaron implícitamente su modelo cosmológico, según el cual la Tierra permanece en el centro del universo y el Sol gira alrededor de ella acompañado de todos los planetas que, a su vez, giran en torno suyo.
En 1619 el jesuita Horatio Grassi Savonensis, profesor de matemáticas y portavoz del Colegio Romano, publicó la Disputatio astronómica de tribus cometis, que trata de los cometas mencionados. La obra, escrita en el más puro estilo escolástico, se adhiere a la cosmología de Tycho Brahe pero sin aportar nada nuevo. El padre Grassi intencionalmente no menciona en ningún momento los trabajos de Galileo para provocar una respuesta de éste. Cuando Galileo conoce el libro, no obstante sentirse provocado, procede con cierta prudencia y hace que un amigo suyo, Mario Guiducci, publique el Discorso delle comete, en donde el científico florentino expone sus tesis y lanza ataques contra los defensores del sistema ticónico, llegando incluso a sugerir que los cometas bien podrían ser un fenómeno óptico como el arco iris o la aurora boreal.
Para los jesuitas del Colegio Romano era evidente que Galileo era el autor de la obra firmada por Guiducci. Los miembros de la Compañía de Jesús lo tomaron como una ofensa a su institución en conjunto y decidieron contraatacar. Un amigo de Galileo, Ciampole, le envió la siguiente nota: "Los jesuitas se consideran gravemente ofendidos y se preparan para dar una respuesta".
La respuesta la dio el mismo padre Grassi con la obra Libra astronomica ac Philosophica, escrita bajo el seudónimo anagramático de "Lothario Sarsi Sigensano", con lo que, una vez más, provocó de manera evidente a Galileo para que manifestara su fe copernicana.
Galileo, que ya de por sí siempre se encontraba dispuesto a la polémica y a mostrar su agresiva y desbordada personalidad, pretendió, en un principio, responder con una carta prudente, pero cuando el cardenal Maffeo Barberini, quien había mostrado gran simpatía y admiración por él, fue nombrado Papa con el nombre de Urbano VIII, la alargó cada vez más y en ella procedió a responder, punto por punto, todos los argumentos de Sarsi, después de transcribirlos al inicio de cada uno de los cincuenta y tres parágrafos de que consta la obra. De esta manera quedó terminada, en forma de libro, la respuesta de Galileo, cuyo título completo es Il Saggiatore, nel quale con bilancia esquisita e giusta si ponderamo le cose contenute nella Libra astronomica e filosofica de Lothario Sarsi Sigensano (El ensayador, en el que con una balanza justa y precisa se sopesan las cosas contenidas en los Libra astronómica y filosófica de Lothario Sarsi Sigensano).
Il Saggiatore, que finalmente fue publicado en 1623, está dirigido al cardenal Virginio Cesarini, tesorero del Papa, miembro de la Academia dei Lincei y amigo de Galileo en Roma. En el último momento se incluyó una dedicatoria a Urbano VIII. La licencia de impresión por parte de la Inquisición la dio el censor, padre dominico Niccolo Ricardi, con las más elevadas palabras de reconocimiento:"He leído por orden del Rvdmo. P. Maestro del Sacro Palacio, esta obra El ensayador, y aparte de que no encuentro en ella nada que desdiga de las buenas costumbres, ni que contradiga la verdad sobrenatural de nuestra fe, he advertido tantas bellas consideraciones sobre nuestra filosofía, que considero que nuestro siglo, no podrá sólo vanagloriarse en el futuro de haber sido el heredero de las fatigas de los pasados filósofos, sino también de ser el descubridor de muchos secretos de la naturaleza, que aquéllos no pudieron descubrir, gracias a la sólida y sutil investigación del autor, considerándome dichoso de haber nacido en su tiempo, en el que, no con la romana y a bulto, sino con balanzas de exquisita precisión, se sopesa el oro de la verdad.
"En el Colegio de Santo Tomás de la Mierva. Roma, 2 de febrero de 1623. F. Nicolo Riccardi.
"Imprímase F. Dominicus Paulaccius, Maestro, y Rvdmo. P. Fr. Nicolai Rodulfii, maestro del Sacro Palacio Apostólico." (p. 28)
El interés que Urbano VIII mostró por la obra de Galileo hizo que éste se hiciera grandes ilusiones y viera la oportunidad de continuar su proyecto científico-cultural de apoyo al sistema copernicano, lo que lo motivó a publicar años más tarde El diálogo sobre los dos sistemas máximos del mundo, con el resultado conocido por todos, que fue la condena tanto de su obra como de su persona en 1633.
El propósito de Galileo en Il Saggiatore fue atacar los argumentos de los jesuitas y de Tycho y, al mismo tiempo, defenderse de los ataques de los religiosos y sostener, en el fondo, su copernicanismo, para lo cual se valió de un estilo totalmente novedoso en el que lo mismo apela a la lógica y las matemáticas, que a la refutación y descalificación implacable de los argumentos de sus enemigos.
Con el objeto de llamar la atención sobre la importancia de este libro para la ciencia moderna y, en particular, en la obra galileana, hemos querido destacar algunos puntos en donde se puede apreciar la riqueza y complejidad de la obra de Galileo Galilei; puntos que sin duda no son los únicos que se pueden encontrar.
La aplicación que Galileo hace de la geometría y las matemáticas a la realidad física queda de manifiesto cuando señala que: "...no existiendo ninguna duda de que cuanto yo presentaba, estaba confirmado y demostrado con pruebas geométricas, al contradecirme, no advertían, tanta es la ceguera de la pasión, que contradecir la geometría es lo mismo que negar abiertamente la verdad." (p. 32)
O también cuando afirma: "...no nos apartamos de nuestra costumbre que consiste en no afirmar como ciertas sino aquellas cosas que sabemos sin lugar a dudas que lo son, como así nos enseña nuestra filosofía y nuestras matemáticas." (p. 151)
Aunque Galileo no es el primero que utilizó las matemáticas en el estudio del mundo (baste recordar a los pitagóricos, Platón y los nominalistas medievales), la actitud galileana, construida en franca continuidad con Arquímedes, representa un punto de ruptura con el mundo antiguo al plantear un lazo indisoluble entre matemáticas y descripción física. Es esta actitud e innovación epistemológica la que queda plasmada en la famosa cita: "La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto." (p. 63)
Otra de las características que están presentes en la obra galileana es la negación de la antigua autoridad libresca, tan empleada por la tradición escolástica, y el énfasis en el valor de la experiencia como medio para investigar la naturaleza. En Il Saggiatore estas constantes metodológicas aparecen a lo largo de todo el libro: "...Sarsi tiene la firme convicción de que para filosofar es necesario apoyarse en la opinión de cualquier célebre autor, de manera que si nuestra mente no se esposara con el razonamiento de otra, debería quedar estéril e infecunda..." (p. 62)
“Juzgar, pues, de la importancia de alguien en filosofía por el número de seguidores, lo considero método poco seguro." (p. 74)
"...si, para demostrar la falsedad del dicho de Aristóteles, es necesario que esos muchos no lo hayan creído ni escrito, ni yo, ni el señor Mario, ni todo el mundo junto, lo demostrarán ya nunca, pues nunca se conseguirá que esos que lo han escrito y creído vuelvan para desdecirse y renegarlo; pero digo que me parece algo nuevo el que alguien pretenda anteponer el testimonio de los hombres a lo que nos muestra la experiencia... en cuanto a la autoridad, tanto vale la de uno solo, como la de cien juntos, para hacer que el efecto sea cierto o no." (p. 274)
"No puedo por menos de volver a maravillarme de que Sarsi insista en probarme mediante testimonios, lo que en cualquier momento puede ver mediante la experiencia." (p. 278)
".. .yo digo que no quiero ser de los que, desconocedores e ingratos hacia la naturaleza y hacia Dios, que me han dado sentidos y razón, quieran posponer tan grandes dones a las falacias de un hombre, y creer ciega y cobardemente aquello que oigo decir, y hacer sierva la libertad de mi entendimiento de quien puede errar igual que yo." (p. 281)
"...nunca he intentado eludir estos testimonios, puesto que están escritos y publicados en mil libros; me parece que carecería de razón quien intentase una empresa semejante. He dicho que los testimonios son falsos, y así me parece que lo siguen siendo todavía." (p. 291)
La utilización que Galileo hace de la lógica y del razonamiento es otra de sus grandes innovaciones. Pero, además, conjuga razonamiento y experiencia de una manera tan flexible que no tiene parangón en la historia de la ciencia, de tal manera que en su obra aparece esa asombrosa concordancia entre lo que se puede deducir y lo que se observa y que, por ejemplo, lo lleva a inventar el experimento pensado, tan útil en la ciencia moderna y que aparece en sus obras estrictamente científicas. Este papel relevante de la lógica y el razonamiento también está expresado en Il Saggiatore. "...quiero inferir, tratando de la ciencia que por vía de demostraciones y del razonamiento humano pueden alcanzar los hombres, que cuanto más participe ésta de la perfección, tanto menor será el número de las conclusiones que prometerá enseñar y menor aún el número de las que demostrará, y en consecuencia pocos serán los que se sientan atraídos y menor aún el número de los seguidores..." (p. 73)
".. .el encontrar la solución de un problema señalado es labor de mayor ingenio que el encontrarla a uno no pensado ni nombrado, pues en éste puede intervenir en gran parte la casualidad, mientras que en aquél es todo obra del razonamiento.. . yo, estimulado por la noticia dada, descubrí lo mismo por medio del razonamiento..." (p. 114)
"...incluso en torno a conclusiones verdaderas se puede argumentar falsamente y cometer paralogismos y falacias." (p. 141)
Galileo nos muestra también una plena conciencia de la complejidad y regularidad de los fenómenos naturales, así como del valor y, al mismo tiempo, de la falibilidad de nuestros sentidos como medio para la aprehensión de la realidad física. Es por esto que, para Galileo, una de las labores del científico consiste en proporcionar los medios para ampliar y perfeccionar nuestros sentidos por medio de los instrumentos. Estos principios metodológicos son integrados junto con el de objetivización y son señalados en las páginas de Il Saggiatore. "...si realmente no existiera nada, de nada servirían todos los telescopios del mundo para hacerlos llegar a ser algo." (p. 96)
"...cuanto puedo manifestar con verdad, tras las infinitas, perdón, muchísimas veces que he mirado a través de tal instrumento, es que nunca he apreciado diversidad alguna en su operar, sino que creo que opera siempre de la misma manera." (p. 101)
".. .presento este caso, como otros que podría presentar y como otros muchos tal vez que existen en la naturaleza, desconocidos para nosotros, como pruebas de su riqueza en modos diferentes de producir sus efectos." (p. 171)
"...¿cómo es posible que el mismo vapor unas veces se eleve en línea recta hacia arriba y gire circularmente según ciertas leyes?" (p. 177)
".. .considero que eliminados los oídos, la lengua y las narices, sólo quedan las figuras, los números y los movimientos, pero no los olores, ni los sabores, ni los sonidos, los cuales, sin el animal viviente, no creo que sean otra cosa sino nombres..." (p. 297)
También el rigor del proceder científico, en contraposición a la vaguedad de las categorías aristotélicas, y que es distintivo de la nueva física, aparece en esta obra: "Llámanse líneas regulares aquellas que, conocidas su única, firme y determinada descripción se pueden definir y demostrar de ellas sus accidentes y propiedades... Pero las líneas irregulares son aquellas que no teniendo determinación alguna, son infinitas y casuales, y por ello indefinibles... Así, el decir: 'Tal accidente sucede gracias a una línea irregular', es lo mismo que decir: 'No sé por qué sucede'; la introducción de tal línea no es mejor que la introducción de las simpatías, antipatías, propiedades ocultas..." (p. 86)
"...aun cuando sin ninguna relación el señor Mario lo hubiese llamado infinito, nunca hubiera creído que existiera alguien tan quisquilloso que lo hubiera tomado en consideración, ya que es un modo de hablar muy común el usar el término 'infinito' en lugar de 'grandísimo'..." (p. 94)
"Sarsi, sin precisar los límites y confines entre la proximidad y lejanía, ha dividido los objetos visibles en lejanos y próximos, errando de la misma manera que erraría quien dijese: 'las cosas del mundo o son grandes o son pequeñas', la cual proposición no contiene ni verdad ni falsedad..." (p. 123)
Finalmente, quisiéramos resaltar la importancia que la propia personalidad de Galileo tiene en su obra. La conjugación de dialéctica y retórica, aunada a los elementos metodológicos que ya hemos mencionado, conforman el estilo galileano de hacer ciencia, donde además dicho estilo se ve sazonado con su temperamento italiano, sarcástico e implacable a la hora de defender sus argumentos: "Le había pasado por la mente esta broma sobre la correspondencia de su Libra con la Libra celeste, pero para ello hubiera necesitado que el cometa hubiera aparecido bajo este signo y de este modo ver favorecida su metáfora y su chiste; pues bien, con gran osadía afirma tranquilamente que allí había aparecido; ni le preocupa el estar contradiciendo a la verdad, ni siquiera a sí mismo, ni tampoco a su propio maestro... si analizamos el libro hubiera debido titularlo 'El astronómico y filosófico escorpión'... y ciertamente no le faltan punzadas contra mí... Por fortuna conozco el antídoto y el remedio inmediato contra tales punzadas: aplastaré y estregaré el mismo escorpión sobre las heridas para que el veneno reabsorbido por el propio cadáver, me deje a mí libre y sano." (p. 42)
".. .no sé si basta para hacer que el cometa sea un semiplaneta y como a tal le convengan las propiedades de los otros planetas, con que Sarsi, su maestro y otros autores lo hayan querido y nombrado así, pues si su voluntad y su voz son tan potentes como para dar el ser a las cosas queridas y nombradas por ellos, les suplicaría que me hicieran la gracia de querer y nombrar como oro a muchos hierros viejos que tengo por la casa." (p. 142)
"...sólo me cabría creer que verdaderamente es un menesteroso, necesitado de volver bajo la disciplina de un maestro." (p. 204)
".. .la verdad es que yo no he aprendido astronomía con esos maestros de parvulario, sino con Ptolomeo, el cual no me parece que haya escrito tal cosa." (p. 224)
"Si el discurrir sobre un problema difícil fuese como el transportar pesos, donde muchos caballos son capaces de llevar más sacos de grano que uno solo, yo estaría de acuerdo en que muchos razonamientos unidos son mejor que uno solo; pero el discurrir es como el correr y no como el transportar; un caballo árabe correrá más que cien frisones." (p. 279)
".. .yo discurriré así: 'Si a nosotros no nos sucede un efecto que a otros ha sucedido, ha de ser porque en nuestro operar carecemos de aquello que fue causa del éxito de ese efecto; si carecemos de una sola cosa, esta sola cosa ha de ser la verdadera causa; ahora bien, ni nos faltan huevos, ni hondas, ni hombres robustos que las hagan girar; y, sin embargo, no se cuecen, antes al contrario, si estaban calientes se nos enfrían; luego no nos falta sino estar en Babilonia; luego el estar en Babilonia es la causa de que se endurezcan los huevos y no el rozamiento del aire', que es cuanto quería probar." (p. 279)
En Il Saggiatore podemos observar cómo Galileo va dando respuesta puntual a todas las afirmaciones de Sarsi. La solución propuesta por el jesuita al problema de los cometas es, desde un punto de vista moderno, más acertada que la de Galileo, pero para él era absolutamente inaceptable ya que el instrumentalismo ti-cónico, que se contentaba con "salvar los fenómenos", chocaba con el realismo que Galileo le asignaba al planteamiento copernicano. Podemos ver también que, aun cuando las interpretaciones de Sarsi tengan un mayor grado de precisión, su método es el viejo; en cambio, las argumentaciones de Galileo, incluso en el error, nos muestran la metodología que él construyó. No es un libro estrictamente científico, pero por la conciencia metodológica que en él despliega, aparece como un libro sobre los fundamentos en que descansará la física moderna. Así también, vemos cómo la ciencia de la naturaleza se va desligando de la metafísica y va adquiriendo autonomía para dejar de ser "la sierva de la teología".
Por último, se puede apreciar que la obra galileana presenta dos vertientes. Una es la de carácter científico-filosófico, cuyo valor para la ciencia es fundamental; otra, tal vez menos conocida, es la vertiente literaria. La obra de Galileo, en su totalidad y en este último sentido, ha sido destacada por muchos especialistas por su gran calidad. En particular, Il Saggiatore es alabado por los expertos italianos debido al magistral estilo de su prosa.
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Referencias bibliográficas
Galilei, G. 1981. El ensayador, Aguilar Argentina Ediciones, Buenos Aires.
Geymonat, L. 1986. Galileo Galilei, Nexos, Barcelona. Hemleben, J. 1988. Galileo, Salvat Editores, Barcelona. Koestler, A. 1981. Los sonámbulos, Conacyt, México. |
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José E. Marquina, Rosalía Ridaura, José Luis Álvarez
y Manuel Quintana
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Marquina Fabrega, José Ernesto; Ridaura, Rosalía; Álvarez, José Luis, y Quintana, Manuel. 1996. Il saggiatore. Un libro poco recordado. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 4-8. [En línea]. |
del herbario | ![]() |
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La casa de la Evolución
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Lourdes Rico Arce | ||||||||||||||
Para responder a la pregunta de cómo han ido
cambiando las plantas en el tiempo, normalmente se acude a los libros o a los expertos en el tema, quienes nos darán una sesuda respuesta y tablas, esquemas, hipótesis y dibujos sobre cómo y cuándo aparecieron las primeras plantas y cómo han evolucionado hasta la actualidad. Sin embargo, hoy no necesariamente debemos conformarnos con esto. Los Royal Botanic Gardens de Kew echaron a andar el año pasado un proyecto para adaptar uno de sus invernaderos como sala de exhibición para explicar al público que lo que ven hoy es una expresión en el tiempo de lo que las plantas han sido. Se llamó a este invernadero "La casa de la evolución" (The Evolution House).
El propósito de La casa de la evolución es transportar al público a través del tiempo y mostrarles cómo se ha originado la inmensa diversidad actual de plantas, desde las pequeñas plantas acuáticas hasta las confieras gigantes, los cactos del desierto o los iris alpinos.
En este lugar, que anteriormente era el invernadero de plantas australianas, se pretende mostrar tres periodos angulares en la evolución de las plantas terrestres: Silúrico, Carbonífero y Cretácico, distribuidos en cinco zonas.
La zona 1 muestra el aspecto que tenía la Tierra hace 3 500 millones de años, periodo en el que ésta se encontraba cubierta en su mayor parte por roca basáltica. En este periodo hay todavía gran actividad volcánica. Encontramos representaciones de estromatolitos, formaciones construidas por cianobacterias (conocidas también como algas verdiazules), que fueron de los primeros organismos en producir oxígeno, en parte responsables del cambio de la atmósfera de reductora a oxidante. Ya avanzado el Silúrico, aparecen algunas algas verdes como Spirogyra, que son un ejemplo de los precursores de las primeras plantas en el planeta.
En la zona 2 se representa un periodo de hace 3 000 millones de años. Hay menos actividad volcánica. La mayor parte de las plantas son algas y podemos observar miembros de un grupo de algas verdes (especies de Chara). Podemos ver también modelos de Cooksonia, pequeñas plantas ramificadas que existieron hace unos 420 millones de años y que fueron de las primeras plantas con tejidos vasculares que colonizaron la Tierra y que producían esporas para su dispersión. Al final de este periodo, justo bajo el puente de rocas, se representa la aparición de las primeras briofitas. Por supuesto, se representan también algunos grupos de insectos.
En la zona 3 encontramos los pantanos que formaron los yacimientos de carbón (hace unos 80 millones de años), en lo que se conoce como el periodo Carbonífero. Aunque es un periodo corto en tiempo geológico el paisaje es sorprendentemente diferente. Aquí se encuentran modelos de musgos y marcantias vivos, y se muestran las diferentes estructuras para la dispersión de propágulos como caiiptras. Más conspicuos son los modelos de licópsidos gigantes (club mosses), Arthropleura, Lepidodendron, etc., extintos en nuestros días y que llegaron a medir hasta 50 metros. En este invernadero se han construido a escala (7.5 m de alto) los tallos de estas especies. Estas plantas, que tenían raíces y hojas verdaderas, dominaron el Carbonífero. Más adelante encontramos a Equisetum giganteum, que alcanzaba más de 2 metros de altura. Después de pasar el pantano, se representan algunos helechos herbáceos que existieron durante el periodo Jurásico (hace alrededor de 170 millones de años), que son muy variados; Osmunda regalis es de los de hojas heteromórficas.
La zona 4 representa la era Cretácica (hace 100 millones de años). Las cicadas, que son gimnospermas con aspecto de palmas, portadoras de estróbilos muy grandes, que llegan a alcanzar hasta 2 m de alto, y en la actualidad se encuentran en peligro de extinción. En los jardines de Kew se conservan cicadas muy viejas, por ejemplo Encephalartos altensteinii, traída de Sudáfrica en 1775.
Es posible apreciar además algunas otras confieras como Agathis y Araucaria. Además de las plantas, se trató de incluir insectos u otros grupos de animales en modelos de plástico muy bien hechos, así como grabaciones de los sonidos que producían. No se partió sólo de especulaciones para reproducir dichos sonidos, sino que se recurrió a especialistas de diversas instituciones que han hecho investigaciones al respecto. Por supuesto que no podían faltar en alguna de las áreas los sonidos de dinosaurios, e incluso huellas de algunos de ellos impresas en el suelo. Las rocas que se encuentran en esta zona contienen un sinnúmero de fósiles, difíciles de apreciar por los visitantes, pero que han impresionado a no pocos paleobotánicos.
La zona 5 o caverna incluye representantes de plantas vasculares con flores. Conforme se entra en esta área se descubre cómo se diversificaron las plantas, del fin del periodo Cretácico a la actualidad, hasta llegar a las 250 000 diferentes especies de plantas con flores que conocemos ahora. Sería difícil incluir las más de 300 familias de plantas y aún más complicado y controversial conocer la secuencia en la que éstas fueron apareciendo en la superficie de la Tierra, así que se incluyó una serie de esquemas ilustrativos de la posible filogenia de estos grupos, haciendo énfasis en que las flores son estructuras más avanzadas, protectoras y portadoras de polen y óvulos.
La Tierra ha sido moldeada por las plantas. Hoy La casa de la evolución nos permite reconstruir algunos de los capítulos históricos más importantes en su desarrollo.
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Lourdes Rico Arce
Royal Botanic Gardens, Kew
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cómo citar este artículo →
Rico Arce, Lourdes. 1996. La casa de la evolución. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 56-57. [En línea].
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Claus Siebe, José Luis Macias Vázquez,
Michael Abrams y Johannes Obenholzner
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La reciente reactivación del Popocatépetl, que culmino
el 21 de diciembre de 1994 con la emisión de cenizas que cayeron en forma de un delgado velo sobre la ciudad de Puebla, nos ha recordado a los habitantes del centro de México que vivimos en una región eminentemente volcánica y que, por consiguiente, estamos expuestos a un permanente riesgo.
Con el fin de reducir dicho riesgo, las instancias gubernamentales de protección civil y diversas instituciones educativas, en particular el Centro Nacional para la Prevención de Desastres y la Universidad Nacional Autónoma de México, han colaborado en el diseño e instalación de sistemas de monitoreo de la actividad del Popocatépetl. Además se realizó un mapa de sus peligros volcánicos, y se ha alertado a los sistemas operativos de protección civil, los cuales han desarrollado planes de evacuación así como programas de prevención de desastres. Aunque falta mucho por hacer al respecto, hoy día se puede afirmar que se han consolidado esfuerzos y alcanzado logros sustanciales.
Es imposible apagar un volcán. Con un poco de suerte y un buen sistema de monitoreo se pueden hacer predicciones a corto plazo, lo que puede ser de gran utilidad para evacuar oportunamente a la población en caso de una inminente erupción. Sin embargo, la vida sigue después de una erupción catastrófica. En caso de desastre, necesariamente se deberá atender a los damnificados por un lapso de tiempo indefinido, reconstruir la infraestructura y reordenar la economía de la región afectada. Es decir, el simple monitoreo de la actividad y el establecimiento de un operativo de evacuación no son suficientes para afrontar una situación de crisis y desastre volcánicos. Se necesita además crear una infraestructura legal y financiera para controlar una situación tan imprevista como ésta, lo más pronta y eficientemente posible. Para una mejor planeación del desarrollo de la región es indispensable hacer un estudio minucioso de su vulnerabilidad. Para ello se necesita en primera instancia evaluar el potencial destructivo del volcán, usando como guía su historia eruptiva y haciendo un estudio estadístico que incluya la estimación de la magnitud y frecuencia de las erupciones pasadas, la determinación de los alcances de los diferentes fenómenos volcánicos y la extensión de las áreas afectadas. Esta labor concierne a los geólogos. Al mismo tiempo, es necesario hacer un censo de la región que incluya un catastro de su infraestructura con énfasis en las instalaciones estratégicas, como lo son el suministro de energía, agua y las rutas de transporte. Para reducir la vulnerabilidad será necesario realizar programas educativos para la población, la implementación de una legislación de uso del suelo y códigos de construcción, la creación de una infraestructura financiera con mecanismos de seguros sobre la propiedad y bienes, la reubicación de centros de trabajo, servicios médicos, etc. En fin, una labor que requiere de una participación activa de todos los sectores de la sociedad y de un liderazgo político con una amplia visión del futuro.
En un país con una economía desordenada que sufre crisis periódicas y en el que la mayor parte de la población soluciona día con día los problemas más inmediatos de su existencia, es evidente que no estemos acostumbrados a planear a largo plazo. La experiencia nos ha demostrado en incontables ocasiones que la planeación a mediano y largo plazo es una actividad poco fructífera y de nulo valor práctico. Siempre surge algún factor que no habíamos tomado en cuenta y que echa nuestros planes por los suelos. Quien planea a largo plazo corre el riesgo de ser catalogado como un Quijote: soñador y disparatado. Éste es el contexto real y poco fértil en el que se tendrá que sembrar la semilla de la cultura de la prevención de desastres. La experiencia igualmente ha mostrado que no hay mejor promotor de esta cultura que los desastres mismos. Esto ha ocurrido en numerosas ocasiones alrededor del orbe y el costo ha sido, tristemente, muy elevado.
¿Cómo poder salir de este marasmo? Ni la exaltación demagógica de nuestra capacidad de improvisación (ya demostrada en incontables ocasiones), ni otro tipo de exorcismos ayudarán a resolver este problema.
Las bondades de un volcán
Con el fin de conocer mejor la historia eruptiva del Popocatépetl y evaluar la magnitud de sus erupciones desde la Conquista hasta nuestros días se han analizado diversos documentos históricos. En resumen, se puede decir que este volcán ha mostrado una constante actividad fumarólica y frecuentes erupciones de pequeña magnitud. Dichas erupciones ocurren en promedio dos veces por siglo y son muy similares a la erupción presenciada en fecha reciente, que esencialmente sólo produjo cantidades menores de ceniza. Este tipo de actividad más bien representa un atractivo turístico que le añade un colorido especial a la región, que posiblemente también sea responsable del significado del toponímico náhuatl Popocatépetl: "Cerro que humea".
Este atributo no espanta a nadie; por el contrario, sugiere a muchas personas que se trata de un gigante paternal y benévolo, cuyas faldas con suelos fértiles permiten la explotación forestal y agrícola. Además, los manantiales y arroyos que se nutren de la precipitación pluvial en el volcán han permitido el desarrollo de la agricultura de riego en algunos lugares, así como el desarrollo de balnearios como Oaxtepec, Agua Hedionda, Axocopan, etc. El agua potable de muchas localidades, incluyendo la de la ciudad de Puebla, se extrae de los alrededores del volcán. Los productos volcánicos, como la piedra pómez, son explotados en diferentes canteras como material para la construcción. A esto se agrega la belleza del paisaje, que ha atraído a muchos citadinos quienes han construido casas de campo con vista panorámica del volcán, lo que ha ocasionado la proliferación de fraccionamientos. La cima del volcán con sus glaciares es meta obligada de alpinistas que miden ahí su resistencia física y donde encuentran gratas experiencias espirituales. El volcán es indudablemente un recurso natural que representa una fuente de riqueza y esparcimiento para vastos sectores de la población. Sin embargo, la historia eruptiva del volcán Popocatépetl previa a la Conquista nos remite a escenarios bastante diferentes al descrito arriba; escenarios que deben ser tomados en cuenta seriamente y que nos obligan a replantear nuestros esquemas de desarrollo.
Las erupciones: la otra cara de la moneda
Los autores de este artículo llevaron a cabo un estudio de los depósitos volcánicos producidos por las erupciones de este volcán, en la búsqueda por conocer mejor su historia eruptiva y evaluar la magnitud de sus erupciones durante los últimos 25 000 años. En este proyecto también han colaborado nuestros colegas Lorenzo Vázquez y Michael Sheridan, así como varios estudiantes de posgrado con sede en el Instituto de Geofísica de la UNAM. Los resultados han sido sorprendentes y aún estamos perplejos: nuestro magnífico volcán es capaz de todo, y las erupciones que ha hecho son proporcionales a su majestuosidad. Nuestros estudios aún no han concluido. A continuación nos limitaremos a describir brevemente las erupciones más importantes ocurridas durante su historia geológica reciente, mismas que hemos podido identificar con mayor precisión. Omitiremos una serie de erupciones de magnitud mediana, cuyos depósitos aún necesitan ser estudiados más a fondo; cabe mencionar que durante los años setenta y ochenta, Heine y Heide-Weise, Miehlich, Robin, así como Boudal y Robin realizaron estudios anteriores a los nuestros.
Una erupción del tipo Santa Elena
Ocurrida hace aproximadamente 23 000 años ésta erupción es sin duda alguna la más violenta que hemos podido identificar. También fue la erupción que mayores cambios produjo en la morfología de la región.
En síntesis, el actual cono del Popocatépetl no es el primero que existe en ese lugar. El cono anterior tenía una altura similar a la del actual, cuando un cuerpo magmático muy viscoso de grandes dimensiones ascendió desde las profundidades y quedó emplazado dentro del edificio del volcán. El edificio se infló, lo que provocó la inestabilidad de sus flancos. Finalmente, el flanco sur, que resultó ser el más débil, cedió ante la presión, lo cual culminó en un gigantesco derrumbe del edificio volcánico y un alud de escombros que viajó a grandes velocidades, destruyendo todo cuanto encontró a su paso. Esta avalancha llegó a una distancia mayor de 80 km de su lugar de origen, con un tiempo de emplazamiento de pocos minutos. El depósito que se produjo tiene un espesor promedio de 15 m, un volumen de 9 km3derrumbe, el desprendimiento del flanco sur causó una despresurización súbita del sistema magmático, que resultó en una tremenda explosión seguida del surgimiento de un chorro vertical de magma rico en gas, que formó una enorme columna eruptiva de más de 30 km de altura similar en tamaño y forma a los "hongos" que se generan al detonar bombas atómicas. Como resultado, el edificio volcánico quedó en ruinas, y fue a partir de este momento que se inició la formación del cono volcánico que observamos actualmente. La erupción produjo cambios drásticos que crearon un paisaje lunar en un radio de 50 km. Aparentemente, los depósitos producidos por esta erupción también rellenaron el valle que drenaba la cuenca de México hacia el sur, lo cual debe haber provocado indudablemente un reordenamiento del sistema hidrológico de la región, causando un alza en el nivel de los lagos de la cuenca.
Este tipo de erupciones se conoce como del "tipo Santa Elena", debido a que en ese volcán, localizado en el oeste de Estados Unidos, se observó por primera vez directamente una erupción de esta índole en 1980.
Un volcán predominantemente "pliniano"
Las erupciones plinianas han caracterizado los últimos 15 000 años de la historia eruptiva del Popocatépetl, pues éstas se repiten con intervalos de tiempo que fluctúan entre los 1 000 y los 3 000 años.
Se les da el nombre de erupciones plinianas debido a Plinio el Joven, quien describió la famosa erupción del Vesubio que ocurrió en el año 79 y destruyó las ciudades romanas de Herculano y Pompeya. Una de las principales características de este tipo de erupción es la formación de una enorme columna eruptiva (Figura 2) constituida por una mezcla de fragmentos de magma ricos en gases, que ascienden formando un chorro vertical y que alcanzan alturas estratosféricas. Aunque inicialmente el material eruptivo es lanzado hacia la atmósfera debido a la descompresión de los gases que contiene, éste alcanza realmente mayores alturas por la formación de celdas de convección que dan un mayor empuje al chorro de gas y al material caliente (pómez y ceniza). El material de la columna es más ligero que el aire, por lo que el ascenso cesa cuando al enfriarse adquiere la misma densidad que la atmósfera, entonces la mezcla de gas y material fragmentado se expande en forma horizontal creando un hongo o sombrilla que impide el paso de los rayos solares y produce una penumbra que puede durar varios días. Los materiales más densos retornan a la superficie de la Tierra produciendo depósitos de piedra pómez y ceniza. La forma de la sombrilla no es simétrica, pues es deformada por el viento que prevalece durante la erupción. Por esta razón los depósitos de pómez y ceniza no caen en forma radial alrededor del cráter, sino en dirección de un eje de dispersión que tiene la misma dirección que la del viento dominante. Las partículas más finas y los aerosoles que son dispersados, pueden permanecer en la atmósfera por muchos meses. Cuando la rupción y el empuje cesan, la columna eruptiva se colapsa por la gravedad y se forman flujos piroclásticos de pómez y ceniza de gran temperatura y velocidad, que bajan por las laderas del volcán y arrasan con todo lo que encuentran en su camino. Estos flujos pueden llegar a más de 25 km de distancia horizontal del cráter, y representan uno de los mayores peligros asociados a una erupción pliniana.
Una erupción "freatopliniana"
Hace aproximadamente 14 000 años el paisaje del centro de México era muy distinto del actual. El clima era mucho más frío, por lo que también la vegetación difería considerablemente. Los volcanes y demás prominencias topográficas estaban provistos de un casquete de hielo de grandes dimensiones, y los glaciares ocupaban las barrancas que descienden por sus flancos. De igual manera, los flancos del Popocatépetl estaban desprovistos de los bosques que conocemos ahora. En este ambiente ocurrió la erupción pliniana más violenta que se haya registrado en este volcán. Curiosamente, se trata de una erupción que no ocurrió en el cráter principal, sino en el flanco noroeste, en el lugar conocido como barranca de Nexpayantla.
Además de formar un cráter nuevo (la barranca de Nexpayantla), el magma que ascendía a la superficie interactuó con una gran cantidad de agua (freatos), produciendo "explosiones freatomagmáticas". En este tipo de "explosiones" el magma sobrecalienta el agua que se encuentra en los poros y fracturas de las rocas que la encajonan, lo que produce un sistema altamente presurizado. Si este sistema sufre una ruptura, el agua sobrecalentada pasa de la fase líquida a la gaseosa con suma violencia y produce la fragmentación de la roca encajonante.
Este fenómeno se repite en varias ocasiones hasta que el agua se consume y se abre un conducto que permite la formación de un chorro y de una columna pliniana. Los depósitos de caída de esta erupción fueron dispersados hacia el noroeste, donde ahora se encuentra la Ciudad de México. El material de caída de esta erupción ha sido observado en diferentes lugares de la cuenca de México. En Nonoalco alcanza un espesor de 5 cm, en Tláhuac pudimos medir 20 cm, y en Xico (Valle de Chalco) casi 30 cm.
Las últimas tres erupciones
Hoy sabemos que ocurrieron erupciones plinianas de magnitud mediana hace alrededor de 11 000, 9 000 y 7 000 años antes de nuestra era. Estas erupciones aún no han sido estudiadas con todo detalle. En contraste, estudiamos minuciosamente los productos de las últimas tres erupciones plinianas que ocurrieron en el Popocatépetl, mismas que logramos fechar con mayor exactitud. Nuestros fechamientos por medio del método de Carbono 14 indican que las erupciones ocurrieron entre los años de 3 195 y 2 830 a.C, 800 y 215 a.C, y 675 y 1 095 d.C.
Esto significa que las tres erupciones ocurrieron durante la etapa en la que con toda certeza ya existían asentamientos humanos en el centro de México y por consiguiente pudieron ser observadas por aquellos ancestrales pobladores.
Hemos bautizado estas erupciones plinianas, correlacionándolas con las etapas culturales de Mesoamérica, como la del Trecerámico" Superior, la del "Cerámico" Inferior y la del "Cerámico" Superior, comenzando por la más antigua (Figuras 3 y 4). La estratigrafía de los depósitos volcánicos indica que las tres erupciones fueron similares en magnitud, así como en el patrón de las secuencias eruptivas.
Las tres erupciones iniciaron con la emisión de pequeñas cantidades de ceniza y pequeños flujos piroclásticos. Acto seguido ocurrieron explosiones freatomagmáticas, cuyos flujos rasantes se extendieron de manera radial a grandes velocidades por las laderas del volcán, lo que culminó en una fase paroxísmica con el surgimiento de una gran columna pliniana, la caída de piedra pómez y el emplazamiento de flujos piroclásticos al colapsarse la columna. La vegetación circundante quedó carbonizada y la red hidrográfica destruida al ser cubierta por los materiales emitidos (Figura 3). La columna pliniana alcanzó en cada ocasión alturas mayores a los 25 km, lo que causó una oscuridad casi total en los alrededores del volcán por varios días. El surgimiento de la columna pliniana estuvo acompañada por fuertes descargas eléctricas y truenos. Finalmente, cuando la erupción declinó, se generaron tormentas con lluvias torrenciales que produjeron lañares (corrientes de lodo y ceniza) que de manera diluvial bajaron por las laderas del Popocatépetl y también del Iztaccíhuatl, donde varios km cúbicos de material no consolidado habían sido depositados por la erupción (Figura 5). Los lahares más voluminosos se generaron principalmente en las laderas este del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, porque fueron éstas en las cuales se depositó la mayor cantidad de material fragmentado. Esto se debió a que los vientos predominantes durante la erupción soplaron desde el oeste y el suroeste, y por consiguiente desviaron la columna pliniana hacia el este y noreste. Los lahares inundaron prácticamente toda la cuenca de Puebla drenada por el río Atoyac, y también afectaron de manera significativa los valles de Atlixco y Cuautla. Otros valles fueron afectados también, pero en menor grado. Estos lahares tuvieron una consistencia y fluidez similar a la del concreto mojado, y una densidad mucho mayor a la del agua.
Las áreas afectadas quedaron completamente destruidas e inservibles para la agricultura por muchos años, hasta que las primeras plantas pioneras coadyuvaron a fijar nitrógeno en estos nuevos suelos arenosos. Curiosamente, las tres erupciones deben haber ocurrido durante la época de secas, es decir, en invierno o primavera, ya que en dichas estaciones los vientos arriba de los 5 000m soplan predominantemente hacia el este y el noreste. Por ahora no sabemos si se trata de una coincidencia o si puede existir un control astronómico y climático detrás de este patrón.
Las erupciones arriba descritas tuvieron un impacto considerable en su entorno. Destruyeron esencialmente la vegetación así como la vida animal en un radio de 30 km. Los únicos sobrevivientes (probablemente roedores) se encontraban en madrigueras subterráneas. Los lahares alcanzaron distancias mayores y arrastraron consigo cuanto encontraron a su paso. Los únicos lugares seguros y resguardados en las planicies que circundan el volcán fueron las elevaciones topográficas, desde donde se debió observar el fluir del letal lodazal. La columna pliniana y las explosiones se debieron notar a grandes distancias. Los sobrevivientes en las inmediaciones del volcán, como lo son la cuenca de Puebla y los valles de Atlixco, Cuautla y Amecameca, tuvieron que emigrar a otros lugares. En breve, hemos hablado aquí de grandes catástrofes naturales que sin duda tuvieron un impacto en el quehacer de los moradores de la región. En este contexto, vale la pena mencionar la famosa "Leyenda de los soles" del Códice Chimalpopoca, que trata de la cíclica creación y destrucción del mundo. Algunos párrafos de este texto pueden ser interpretados como descripciones poéticas de una erupción pliniana.
Enno Seele fue el primero en descubrir milpas y artefactos hechos por el hombre en las cercanías de San Nicolás de los Ranchos y San Buenaventura Nealticán que habían sido sepultados por depósitos volcánicos en la era prehispánica. Más recientemente, las arqueólogas Gabriela Uruñuela y Patricia Pluncket ,de la Universidad de Las Américas, han llevado a cabo excavaciones más sistemáticas en la región identificada por Seele, y encontraron restos de habitaciones debajo de una capa de pómez fechada por nosotros entre 800 y 215 a.C. Estos hallazgos, al igual que observaciones hechas por nosotros cerca de Paso de Cortés, Amecameca, Calpan, Huejotzingo, Cholula, Totimiahuacan, San Pedro Atlixco, Tianguismanalco, etc., donde hemos visto fragmentos de cerámica sepultados por detritus volcánico, son evidencia suficiente para afirmar que en la época prehispánica ocurrieron desastres causados por erupciones del Popocatépetl (Figura 6).
Pero esto no es todo: durante una inspección turística de la zona arqueológica de Cholula pudimos observar de manera fortuita que la Gran Pirámide se encuentra rodeada de depósitos de lahar que forman la planicie sobre la cual se encuentra asentada la actual ciudad de Cholula (Figura 7). Nuestras observaciones de la estratigrafía indican que estos lahares bajaron de la barranca Ametlapanapa, que tiene su inicio en los flancos orientales del Iztaccíhuatl. Logramos fechar los depósitos de los lahares y obtuvimos una fecha de emplazamiento de 790 + 175 d.C. Este fechamiento coincide con los que hemos obtenido para la última gran erupción pliniana en el Popocatépetl (véase Figura 4). De igual manera visitamos otros sitios arqueológicos en el valle de Puebla, como lo son Cacaxtla, Xochitécatl y Totimiahuacan. Estas ruinas están asentadas sobre pequeños cerros que sobresalen de las planicies del valle de Puebla, conformadas casi en su totalidad por depósitos de lahar. Desde estos promontorios topográficos los antiguos moradores del valle de Puebla, quienes reaccionaron con inteligencia al notar la erupción pliniana, pudieron observar cómo los lahares que bajaban de los volcanes destruían sus construcciones y campos de cultivo, localizados pocos metros más abajo en la planicie. Muchas personas deben haber perecido a causa de los lahares que avanzaban a velocidades mayores a los 50 km/h. Sin embargo, creemos que también hubo muchos sobrevivientes a las catástrofes, quienes tuvieron que emigrar, ya que durante muchos años el área quedó inservible para la agricultura.
¿Hacia dónde emigraron los antiguos pobladores? No lo sabemos. En este contexto vale la pena mencionar que nuestros fechamientos de los depósitos producidos por las últimas grandes erupciones plinianas coinciden con etapas importantes de la historia mesoamericana. La erupción que ocurrió entre los años 3 195 y 2 830 a.C. coincide con la fecha 3 114a.C. que es la del inicio del Calendario Mesoamericano. Las erupciones que ocurrieron entre los años 800 y 215 a.C. y entre 675 y 1 095 d.C. coinciden de manera burda con las transiciones del Preclásico al Clásico y del Clásico al Postclásico de la arqueología mesoamericana (véase Figura 4). ¿Es todo esto mera coincidencia?
Para tratar de responder a esta pregunta estudiamos y fechamos los depósitos dejados por la última gran erupción del Popocatépetl con mayor detalle. No tenemos duda alguna de que la columna pliniana alcanzó alturas estratosféricas, lo que significa que las partículas finas de ceniza y los aerosoles ricos en compuestos de azufre fueron dispersados alrededor del orbe, donde se mantuvieron suspendidos en la atmósfera por varios meses antes de precipitarse en la superficie terrestre. La estratigrafía de la precipitación anual se preserva con particular nitidez en las zonas polares, como Groenlandia, donde se forma anualmente una capa de nieve que se distingue bien de las que se precipitaron en años anteriores. Recientemente Zielinski y sus colaboradores han recobrado núcleos de hielo en perforaciones de varios kilómetros de profundidad llevadas a cabo en los glaciares de Groenlandia. La estratigrafía de la precipitación anual recobrada en estas perforaciones abarca varios miles de años. El hielo se analizó químicamente capa por capa, y se encontró que hay años en los cuales la precipitación es particularmente rica en compuestos de azufre. Se ha llegado a la conclusión de que esto se debe a que en esos años ocurrieron grandes erupciones plinianas que inyectaron estos compuestos a la estratosfera en algún lugar del orbe. En la mayoría de los casos ha sido posible la correlación de la fecha de erupción cataclísmica de algún volcán con los horizontes de hielo ricos en azufre. Sin embargo, aún hay horizontes que no se han podido correlacionar con erupciones concretas, por ejemplo, el que se formó en los años 823/824.
Nuestros fechamientos de los depósitos de la última gran erupción del Popocatépetl coinciden de manera casi perfecta con la edad de este horizonte (dentro de los límites metodológicos del Carbono 14). Esto significa que la última gran erupción pliniana del Popocatépetl ocurrió probablemente en uno de esos años, lo que es particularmente importante para nuestros fines, y debería serlo aún más para los arqueólogos. De acuerdo con estos últimos, los siglos VIII y IX de nuestra era (transición del Clásico al Postclásico) se caracterizaron por la sucesión de diversos fenómenos que convulsionaron las sociedades prehispánicas de Mesoamerica. Se estima que Teotihuacán fue abandonada aproximadamente en 750 d.C. y Cholula y Cacaxtla en 800 d.C. En el siglo IX también ocurrió el colapso de la Civilización Clásica Maya. ¿Qué papel desempeñó el Popocatépetl en estos sucesos?
Sabemos ahora que los lahares tuvieron un impacto directo en toda la cuenca del río Atoyac en el actual estado de Puebla, y por ende podemos concluir que el abandono de Cholula y Cacaxtla se debió a una erupción del Popocatépetl. ¿Pero Teotihuacán y el colapso de los mayas? ¿Es posible que los sobrevivientes de la erupción hayan emigrado hacia zonas circundantes (incluso hasta la zona maya) en busca de nuevas tierras de cultivo, creando así conflictos y sobrepoblación?
Hoy sabemos que las erupciones plinianas pueden tener efectos sobre el clima. Los estudios paleoclimáticos realizados recientemente han mostrado que la Península de Yucatán y zonas vecinas fueron afectadas por severas sequías durante el siglo IX (ver al respecto los textos de R. B. Gilly y D. A. Hodell y colaboradores) . ¿Tuvo el Popocatépetl también algún papel en este fenómeno?
Por ahora, nuestro conocimiento de los posibles efectos de las erupciones plinianas del Popocatépetl (y otros volcanes) en las sociedades prehispánicas son sumamente fragmentarios. Sólo sabemos que la última gran erupción del Popocatépetl coincide temporalmente con una época de crisis general.
El propósito de este artículo es provocar una discusión académica al respecto, pues tenemos la certeza de que estudios futuros que tengan como objetivo dilucidar el efecto de erupciones pasadas en sociedades antiguas serán de gran utilidad para prevenir los efectos más desastrosos en posibles erupciones futuras. De esta manera, la realización de estudios interdisciplinarios coadyuvará en la solución de problemas de vital importancia para nuestra sociedad y para las generaciones futuras*. Esta clase de estudios podría ir más allá de la mera creación de nuevos atractivos turísticos y el engrandecimiento de nuestro pasado como una artimaña ideológica para lograr la identidad y cohesión nacional. La existencia de un volcán como el Popocatépetl, a escasos 50 km de la ciudad más grande del mundo, nos plantea un problema que debe ser afrontado con seriedad y profesionalismo, y cuanto antes, mejor.
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Referencias bibliográficas
Boudal, C. y C. Robin. 1988. Relations entre dynamismes éruptifs et réalimentations magmatiques d'origine profonde au Popocatépetl. Canadian Journal of Earth Sciences 25:955-971.
Boudal, C. y C. Robin. 1989. "Volcán Popocatépetl: recent eruptive history, and potential hazards and risks in future eruptions", en Latter, J.H. (ed.); Volcanic Hazards, IAVCEI Proceedings in Volcanology 1, Berlin, Springer Verlag, pp. 110-128. Culbert, T.P. 1973. The Classic Maya Collapse. Albuquerque, University of New Mexico Press. Diehl, RA. y Berlo. 1989. Mesoamerica after the decline of Teotihuacán A.D. 700-900. Washington, D.C, Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Gilí, R.B. 1994. The great Maya droughts. Tesis doctoral, The University of Texas at Austin. Global Volcanism Network Bull. 1994. v. 19-11, p. 24. Global Volcanism Network Bull. 1994. v. 19-12, p. 3-4. Heine, K. y H. Heide-Weise. 1973. Jungquartäre Förderfolgen des Malinche Vulkans und des Popocatépetl (Sierra Nevada, México) und ihre Bedeutung für die Glazialgeologie, Paläoklimatologie und Archälogie: Münstersche Forschungen in der Paläontologie und Geologie, v. 31/32, p. 303-322. Hodell, D.A., J.H. Curtís y M. Brenner. 1995. Possible role of climate in the collapse of Classic Maya. Nature 375:391-394. Johnson, R.W. 1993. Volcanic Eruptions and Atmospheric Change. Australian Geological Survey Organisation Issues Paper, Canberra. Luhr, J.F. 1991. Volcanic shade causes cooling. Nature 354:104-105. Macías, J.L., G. Carrasco, H. Delgado, A.L. Martín del Pozzo, C. Siebe, R. Hoblitt, M.F. Sheridan, R. Tilling. 1995. Mapa de peligros volcánicos del volcán Popocatépetl. México, Instituto de Geofísica, UNAM. Miehlich, G. 1984. Chronosequenzen und anthropogene Veränderungen andesitischer Vulkanascheböden eines randtropischen Gebirges (Sierra Nevada de México). Tesis posdoctoral, Universidad de Hamburgo. Millon, R. 1994. Teotihuacán. Scientific American, número especial sobre ciudades antiguas, 5-1:138-148. Robin, C. 1984. Le volcan Popocatépetl (Mexique): structure, évolution pétrologique et risques. Bulletin Volcanologique 47 (l):l-23. Sanders, W.T., J. Parsons y R.S. Sandey. 1979. The Basin of Mexico. Ecological Processes in the Evolution of a Civilization, Nueva York, Academic Press. Santana-Sandoval, A. 1990. "Ubicación cronológica del gran basamento y sus pinturas", en Cacaxtla, Proyecto de Investigación y Conservación, INAH y Gobierno del estado de Tlaxcala, pp. 33-34. Seele, E. 1973. Restos de milpas y poblaciones prehispánicas cerca de San Buenaventura Nealticán, Puebla. Comunicaciones 7:77-86. Siebe, C, M. Abrams, J.L. Macías y J. Obenholzner. 1996. "Repeated volcanic disasters in Prehispanic time at Popocatépetl, Central México: Past key to the future?", en Geology, Revista mensual de la Geological Society of America. En prensa. Siebe, C., M. M. Abrams, M. Y J.L., Macías. 1995. "Derrumbes gigantes, depósitos de avalancha de escombros y edad del actual cono del Volcán Popocatépetl", en Volcán Popocatépetl: Estudios realizados durante la crisis de 1994-1995. Comité Científico Asesor de la Secretaría de Gobernación CENAPRED-UNAM, pp. 195-230. Siebe, C., J.L. Macías, M. Abrams, S. Rodríguez, R. Castro y H. Delgado. 1995. Quaternary Explosive Volcanism and Pyroclastic Deposits in East Central México: Implications for Future Hazards. Geological Society of America Annual Meeting 1995, New Orleans, Louisiana, Field Trip Guide Book 1, p. 1-47. Simarski, L.T. 1992. Volcanism and Climate Change. Special Report American Geophysical Union, Washington, D.C. Súarez-Cruz, S. y S. Martínez-Arreaga. 1993. Monografía de Cholula. Puebla. Offset Mabek. Uruñuela, G. y P. Pluncket. 1995. com. pers. "Hallazgos arqueológicos en el flanco NE del Popocatépetl", conferencia leída en el Coloquio sobre el Volcán Popocatépetl, Instituto de Geofísica, UNAM, Enero 13, 1995. Zielinski, G.A. 1995. Stratospheric loading and optical depth estimates of explosive volcanism over the last 2100 years derived from the Greenland Ice Sheet Project 2 ice core. /. Geophys. Res. V. 100, DIO, p. 20,937-20,955. Zielinski, G.A., P.A. Mayewski, L.D. Meeker, S. Whitlow, M.S. Twickler, M. Morrison, D.A. Meese, A.J. Gow y R.B. Alley. 1994. "Record of volcanism since 7000 B.C. from the GISP2 Greenland ice core and implications for the volcano-climate system". Science 264: 948-952. |
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Agradecimientos
Nuestros estudios en el Popocatépetl han sido posibles gracias al generoso financiamiento otorgado por varias instituciones, entre las que se encuentran la Universidad Nacional Autónoma de México, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Centro Nacional para la Prevención de Desastres, la National Aeronautics and Space Administration y el Lateinamerika Institut en Viena.
* Durante la próxima Asamblea General de la International Association of Volcanology and Chemistry of the Earth's Interior (IAVCEI) que se llevará a cabo en Puerto Vallarta, Jalisco en enero de 1997 habrá un simposio especial sobre vulcanismo y arqueología, en el que se abordarán estos temas.
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Referencias bibliográficas
Boudal, C. y C. Robin. 1988. Relations entre dynamismes éruptifs et réalimentations magmatiques d'origine profonde au Popocatépetl. Canadian Journal of Earth Sciences 25:955-971.
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Claus Siebe
Instituto de Geofísica,
Universidad Nacional Autónoma de México.
José Luis Marías
Instituto de Geofísica,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Michael Abrams
California Institute of Technology, USA
Johannes Obenholzner
Montan-Universitát Leoben, Austria
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como citar este artículo →
Siebe, Claus; Macías Vázquez, José Luis; Abrams Michel y Obenholzner Johannes. 1996. La destrucción de Cacaxtla y Cholula: un suceso en la historia eruptiva del Popocatéptl. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 36-45. [En línea].
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Hugo Delgado Granados | |||||||||||
Un glaciar es una masa de hielo que se mueve; dicho
movimiento es su rasgo principal, el cual conlleva que los glaciares sean agentes erosivos muy efectivos. Los glaciares erosionan y pulen de forma característica las rocas por donde fluyen. A las acumulaciones de los productos de tal erosión se les conoce como morrenas.
Los glaciares están formados por hielo magmático, sedimentario y metamórfico. Este hielo se acumula por periodos de tiempo prolongados en regiones de gran altitud y baja temperatura. En las regiones intertropicales los glaciares se forman en altitudes mayores a los 4 500 msnm (metros sobre el nivel del mar) y en las latitudes ecuatoriales por encima de los 5 000 msnm, mientras que en las regiones polares existen a nivel del mar (Figura 1). Ahí las precipitaciones son en forma de cristales que se acumulan en los campos en forma de nieve, donde por medio de la congestificación se transforman en hielo glacial. Al incrementarse la precipitación, el hielo tiende a moverse hacia la pendiente debido a la acción de la gravedad (Figura 2).
Para comprender cómo es que un glaciar se puede mover es necesario mencionar sus zonas. Los glaciares poseen una zona de acumulación y otra de ablación. En la de acumulación se dan los procesos por medio de los cuales el hielo sólido y la nieve son agregados al glaciar, dicha acumulación se da principalmente por la precipitación de nieve, por la lluvia si ésta se congela, por avalanchas, por recongelación de agua líquida y condensación de hielo directamente del vapor (sublimación). Los procesos que causan la ablación, o sea la pérdida de hielo y nieve, incluyen la fusión, evaporación, separación de bloques, erosión eólica y remoción de hielo o nieve por avalanchas.
La zona de acumulación está separada de la zona de ablación por la línea de equilibrio (Figura 2), la cual no debe confundirse con la línea de congesta o línea de las nieves, que es la más alta sobre un glaciar a la cual las nevadas invernales se funden durante la temporada de ablación de verano. En glaciares templados (temperatura de hielo 0°C) se exhiben sólo las dos facies abajo de la línea de saturación. Una o ambas facies arriba de dicha línea están presentes en glaciares polares donde la temperatura del hielo es menor de 0°C.
El régimen de un glaciar, balance de masa o hídrico se refiere a la pérdida o ganancia de nieve en un glaciar (véase recuadro). Cuando el glaciar tiene un régimen positivo, está ganando hielo, y por lo tanto avanzará y crecerá. Lo inverso sucede cuando el régimen es negativo. Dicho régimen está íntimamente relacionado con el clima y sus cambios. Además, en los glaciares hallamos datos hidrológicos importantes. Desde el punto de vista geomorfológico glacial, el régimen es de gran importancia, ya que el comportamiento del hielo puede relacionarse directamente con la formación de morrenas, que pueden marcar las etapas de equilibrio o de reactivación del avance, los límites de los glaciares, algunos canales de fusión y otras características.
Los glaciares de México
En México existen glaciares en el Pico de Orizaba (Citlaltépetl), en el Popocatépetl y en el Iztaccíhuatl, pues es en estas montañas, de más de 5 000 m donde la línea de las nieves está a más de 4 600 msnm. Los glaciares del Pico de Orizaba son los de mayor extensión y los del Popocatépetl los más pequeños.
En 1958, José Luis Lorenzo encontró que en el Pico de Orizaba o Citlaltépetl (Cerro de la Estrella) existían cuatro glaciares, cuya superficie total era de 9.5 km2área glaciada más grande del país, aunque sus dimensiones se han reducido de manera alarmante en los últimos tiempos.
En el Iztaccíhuatl Lorenzo contó doce glaciares con un área aproximada de 1.2 km. En la actualidad, se sabe que varios de esos glaciares se han extinguido. Para 1982, los glaciares llamados "del cuello", "oeste-noroeste", "suroriental" y de "San Agustín" reportados por Lorenzo ya habían desaparecido. Durante este reconocimiento 8 glaciares fueron descritos, lo que representa una pérdida de casi 0.2 km2 (16% del total), de área glaciada en el periodo comprendido entre 1958 y 1982.
Los trabajos glaciológicos que el Instituto de Geofísica lleva a cabo actualmente en el Iztaccíhuatl y en el Pico de Orizaba son un intento por actualizar el inventario publicado por Lorenzo.
Los glaciares del Popocatépetl han sido considerados como "ventisqueros" (campos de nieve) por varios autores, a pesar de que en 1923 Weitzberg los reconoce por primera vez como verdaderos glaciares. Durante la erupción del volcán, en la segunda década de este siglo, los glaciares llamaron poderosamente la atención de los observadores del evento, en particular las grietas del glaciar, que les hicieron pensar que el "ventisquero" se derrumbaría.
Los primeros trabajos serios sobre estos glaciares fueron llevados a cabo por Sidney E. White y José Luis Lorenzo en 1954 y en 1958, respectivamente, el primero describiéndolos y el segundo inventariándolos. José Luis Lorenzo describió tres glaciares con un total de 0.72km2trabajos más recientes han ayudado a reconocer no sólo a los glaciares del volcán sino también campos de suelos permanentemente congelados.
De acuerdo con el último inventario, los glaciares del Popocatépetl son muy pequeños, pues su área es de aproximadamente 0.5 km2 "Ventorrillo" y el glaciar "noroccidental".
El del ventorrillo es un glaciar de montaña (Figura 4) que se encuentra en el flanco norte del volcán que comienza a los 5 380 msnm (cabecera) y termina a los 4 760 msnm (terminus o línea de las nieves). El basamento rocoso sobre el que descansa el glaciar del ventorrillo es un flujo de lava andesítica que muestra estriaciones a altitudes menores de 4 300 msnm, lo cual indica que se movió a altitudes menores en el pasado reciente. El límite occidental del glaciar se ubica en un acantilado de 20 m a 5 000 msnm, donde se puede ver la interacción entre el glaciar y el basamento. El glaciar erosiona el fondo rocoso y estos depósitos son incorporados al glaciar. El terminus glacial tiene tres lenguas, una de ellas termina en un escarpe y las otras dos se adelgazan suavemente hasta alcanzar el basamento, la forma del glaciar del ventorrillo es de una cuenca simple caracterizada por una sola zona de acumulación con un perfil de glaciar colgante y una lengua lobulada. La fuente mayor de alimentación es la nieve estacional, el granizo, la lluvia, la escarcha y las heladas. El área de ablación se distingue perfectamente debido a la presencia de una foliación muy desarrollada.
Este glaciar posee tres sistemas de grietas: el campo de grietas superior (5 300 msnm), representa la zona de despegue del glaciar (Figura 5) y consiste principalmente en una grieta maestra o rimaya de 250 m de largo y cerca de 5 m de ancho, y una profundidad de 3 m. Esta grieta representa un peligro para los alpinistas solitarios ya que en la época otoño-invierno se cubre de nieve. El campo de grietas inferior se encuentra entre 5 200 y 5 000 msnm con un patrón cóncavo en la dirección de flujo (Figura 5) debido a una serie de grietas más pequeñas con un arreglo en echelón en el límite occidental. Las grietas más grandes de este sistema forman escarpes hasta de 30 m por lo que se han convertido en las favoritas de los escaladores de hielo. Algunas de ellas alcanzan profundidades de hasta 10 y 20 m. Existe un sistema de grietas longitudinal, particularmente en la porción oriental del glaciar, que corre paralelamente a la dirección de flujo. Estas grietas son visibles solamente en la época de ablación y no tienen gran profundidad. El espesor máximo de este glaciar es de 70 m en la parte central, justo en el centro del campo de grietas inferior.
El glaciar occidental está situado en el lado noroeste del volcán (Figura 5). La cabecera de este glaciar se encuentra a 5 400 msnm y su terminus a 5 060 msnm, descansa sobre un basamento de lavas andesíticas y está bordeado por un acantilado en donde su lengua se interrumpe súbitamente. El glaciar, sin embargo, es muy delgado, por lo que no forma un escarpe de hielo pronunciado. Al oriente se junta con el glaciar del ventorrillo v su frontera está marcada por la cresta denominada "El ventorrillo", la cual es seguida por los alpinistas para llegar a la cima por la ruta directa. Al oeste, el glaciar se desvanece en las laderas rocosas.
Las únicas grietas que existen en este glaciar son las que provienen del sistema de rimaya del glaciar del ventorrillo cortando la parte oriental del glaciar noroccidental. La mayor parte del glaciar está constituida por hielo negro debido a su alto contenido lítico, lo que lo hace sumamente peligroso para los alpinistas no experimentados. La ausencia de grietas indica la naturaleza estacionaria de este glaciar pasivo. Este es el remanente de un glaciar colgante mayor, alimentado principalmente por la nieve estacional, y comparte el área de acumulación con el glaciar del ventorrillo.
Ambos glaciares podrían ser considerados como uno solo, excepto debido al hecho de que el glaciar noroccidental drena hacia el Estado de México y el otro hacia el estado de Puebla. Un aspecto fundamental de los glaciares del Popocatépetl es que no se construyen morrenas. Esto significa que su actividad erosiva es sumamente baja, lo cual se debe a su reducido tamaño.
Existen cuatro campos de suelos permanentemente congelados (pergelisoles): Norte (0.069km2), Yancuecole (0.043 km2), Las Cruces (0.119 km2) y Coyotes (0.008 km2) (Figura 3). Todos ellos están formados por cenizas volcánicas y escombros que han sido cementados por hielo, lo que les da un color negro. Durante la época de secas y el comienzo de la época de lluvias el hielo superficial se funde y se presentan procesos de solifluxión debido a la presencia de un lodo con alta concentración de sólidos. Al movilizarse este lodo se crean grandes surcos. Estos pergelisoles se encuentran distribuidos alrededor de los glaciares y representan los restos de extensiones mayores de los mismos en etapas recientes.
¿Por qué retroceden los glaciares del Popocatépetl?
Actualmente, en todo el mundo los glaciares se encuentran en retroceso. Son pocos los que tienen balances de masa positivos, y sólo aquéllos ubicados en lugares con climas que les son favorables presentan un avance, aún cuando éste es muy pequeño. Los glaciares de México no son la excepción y, como la mayoría, se encuentran en retroceso. Pero además de retroceder, dichos glaciares se encuentran en un proceso de adelgazamiento, lo que es un factor que representa una pérdida mayor de volumen de hielo. Los pequeños avances, como los registrados entre los años 1968-1978, se deben a condiciones especiales de temperatura y precipitación durante esa década. En la actualidad, los glaciares del Popocatépetl se encuentran en retroceso nuevamente y a un ritmo mayor al de 1968. La influencia, no sólo de los cambios climáticos globales en nuestros glaciares sino también de los cambios locales, no es fácil de evaluarse todavía, aunque existe la posibilidad de que los efectos de fenómenos como El Niño hayan afectado temporalmente el balance hidrológico. La información climatológica disponible indica que existe un incremento sistemático de la temperatura en el Valle de México. En el caso de los glaciares del Popocatépetl, la influencia de la Ciudad de México, principalmente de la contaminación ambiental que llega a grandes altitudes (mayores que 6 000 msnm), puede afectarlos debido a un aumento de temperatura por el llamado efecto invernadero.
Se han documentado cambios fundamentales en los glaciares del Popocatépetl en función de la reducción del área glaciada y del retroceso de la línea de las nieves o terminus. La reducción de área glaciada está indicada por la presencia de estrías en el basamento rocoso y de suelos permanentemente congelados. Es posible apreciar los cambios en el área al comparar el mapa preparado por Lorenzo en 1958 (Figura 3) con el mapa de 1982. En el glaciar noroccidental encontramos una disminución de 12% en su tamaño. No obstante que su terminus se encuentra a la misma altitud de entonces (ligeramente arriba de los 5 000 msnm), lo que permite clasificarlo como un glaciar estacionario, la forma y área del glaciar ha cambiado muchísimo principal mente en su porción centro-occidental.
Estos cambios indican que el retroceso del glaciar noroccidental no es evidente en cuanto al retroceso de su lengua, sino en la disminución del espesor y del área (y por extensión, del volumen).Lorenzo pensaba que existía un tercer glaciar en el Popocatépetl: el glaciar norte. En realidad, ese glaciar era parte del glaciar del ventorrillo, pero al reducirse éste en área, sólo quedó un campo de suelos permanentemente congelados (el campo Norte). La reducción en área representa casi un 25 por ciento.
El área glaciada total en el volcán Popocatépetl se ha visto reducida en 0.161 km2
El cambio en la morfología y altitud de la línea de las nieves o terminus ha sido documentada durante varios años. La figura 9 muestra el cambio en las diferentes lenguas del glaciar del ventorrillo. En 1958, el glaciar del ventorrillo tenía cuatro lenguas, una de ellas ocupaba la Barranca del ventorrillo. Los cambios son más evidentes al comparar una fotografía de principios de siglo (Figura 6) con la aquí mostrada. La información disponible de la altitud de la línea de las nieves muestra el retroceso que el glaciar ha tenido en forma sistemática y continua desde principios de siglo (Figura 7). El glaciar del ventorrillo ha experimentado un retroceso en la altitud de la línea de las nieves a un ritmo de 0 a 10 m/año entre 1906 v 1968. El glaciar avanzó, entre 1968 y 1978, a un ritmo de 10 m/año, pero posteriormente volvió a retroceder, pero en este caso a un ritmo de 40 m/año (¡seis veces más rápido que de 1906 a 1968!).
Los cambios de los glaciares del Popocatépetl pueden deberse a: a) un incremento en el flujo de calor debido a un aumento de la actividad; b) cambios climáticos locales; c) cambios climáticos globales; o d) una combinación de cualquiera de estas causas.
En algunas regiones volcánicas, como en México, los volcanes son montañas muy elevadas, de manera que sus cumbres están cubiertas por hielo. En el caso de volcanes activos como el Popocatépetl, dicha actividad puede producir cambios en los glaciares, acelerando su retroceso o incluso destruyéndolos. Los glaciares, por su parte, pueden influir en la actividad volcánica al representar una fuente de agua con la cual puede entrar en contacto un cuerpo de magma en ascenso o fluidos hidrotermales asociados al mismo y provocar erupciones freáticas. Este tipo de eventos normalmente no son de gran envergadura. El Popocatépetl es un volcán activo que ha tenido repetidas erupciones explosivas y efusivas. La actividad fumarolica se ha visto incrementada a partir de 1991, hasta que el 21 de diciembre de 1994 ocurrió un evento explosivo de carácter vulcaniano sin que se emitiera material juvenil. La emisión de cenizas persistió por varios meses hasta que en el mes de julio de 1995 cesó la actividad explosiva. Sin embargo, la actividad volcánica no puede considerarse terminada. Existen dos aspectos de la relación vulcanismo-glaciación: uno se refiere a la influencia que tiene el volcán para determinar la reducción del tamaño del glaciar y la otra es el papel que puede desempeñar una masa de hielo durante una erupción volcánica.
A largo plazo el incremento del flujo de calor en el basamento del volcán Popocatépetl podría producir una fusión de los glaciares. Por otra parte, al aumentar la temperatura del sustrato, la sustentación del glaciar se vería amenazada al disminuir el coeficiente de fricción, lo cual causaría el derrumbe del glaciar que, si bien no sería suficiente para originar una avalancha de lodo, afectaría el ecosistema, pues desaparecería una gran porción de hielo. Por otro lado, el aumento de temperatura del sustrato podría ocasionar un incremento en la fusión que aceleraría el retroceso y el adelgazamiento del cuerpo de hielo, lo que aceleraría su extinción.
El mayor peligro que representan los glaciares durante las erupciones volcánicas es la posible formación de flujos hiperconcentrados o lahares (término acuñado en Indonesia para describir flujos de lodo donde la proporción de detritos es muy grande). Estos flujos se forman cuando la actividad volcánica produce flujos piroclásticos erosivos que funden el hielo glacial. La mezcla de material piro-elástico y el agua da lugar a flujos que se mueven por las barrancas a gran velocidad y que son generalmente de mayor alcance que el flujo piroclástico inicial.
Los lahares, en países como Indonesia o las Filipinas, son fenómenos comunes y sumamente destructivos. Una de las tragedias más grandes de nuestro siglo, asociada con este tipo de eventos, ocurrió después de la erupción del Nevado de Ruiz (5 200 msnm) en Colombia en 1985. Este volcán es el más activo localizado en la parte septentrional de los Andes, y su cumbre se encuentra ocupada por glaciares. Aún cuando el Nevado de Ruiz ha dado lugar a varios lahares de grandes dimensiones en el pasado (notablemente en 1595 y en 1845), la población ha recolonizado los valles circundantes al volcán durante el último siglo. En noviembre de 1984, una renovada actividad volcánica comenzó en el Nevado de Ruiz, acompañada de fusión parcial del glaciar. Sin embargo, la erupción principal no tuvo lugar sino hasta un año después, la cual causó una fusión más rápida y de mayor escala, que originó un gran lahar que corrió rápidamente a lo largo del Valle de Lagunillas, arrasando con árboles, rocas, suelo y todo cuanto encontró a su paso. Después de haber recorrido 50 km abajo, el lahar cubrió la ciudad de Armero, que fue cubierta por un depósito de lodo de 3 a 8 m de espesor, y casi 22 000 personas perdieron la vida en unos cuantos minutos.
Algunos de los sobrevivientes fueron atrapados a la altura de los hombros por un lodo con la consistencia del concreto, y permanecieron atrapados por dos días antes de poder ser rescatados.
Es factible que este tipo de peligrosos eventos volcánicos ocurran en nuestro país, pues existen las condiciones para que éstos se desarrollen, pues las cumbres de nuestras montañas cuentan con masas de hielo. Volcanes como el Popocatepetl, cuya actividad pueden ser de magnitud variable, pueden generar lahares como el del Nevado de Ruiz de 1985. De hecho, existen evidencias en el registro geológico del Popocatépetl de que este tipo de eventos ya han sucedido en el pasado. Las poblaciones amenazadas por este tipo de fenómenos son principalmente las que se encuentran en el flanco nororiental del volcán.
Las causas por las cuales retroceden estos glaciares aún no han sido determinadas, por lo que es necesario realizar las investigaciones necesarias para arrojar luz sobre estos aspectos.
El futuro de los glaciares del Popocatépetl
Las tasas de retroceso de estos glaciares no auguran un futuro prometedor. Por ello, vale la pena reflexionar un poco al respecto y preguntarnos: ¿realmente desaparecerán estos glaciares?; si es así, ¿cuándo ocurrirá esto?, ¿qué sucedería si desaparecieran?, ¿podemos hacer algo para detener este proceso?, ¿se puede prever su extinción?; o bien, ¿podemos aminorar las consecuencias?, ¿qué debemos hacer al respecto?; en caso de erupción volcánica, ¿cuáles podrían ser la consecuencias?, ¿qué hacer para mitigar el impacto de fenómenos que no es posible detener?
Parece ser un hecho la desaparición de los glaciares del Popocatépetl, a menos de que las condiciones climáticas globales y locales cambien súbitamente y produzcan un avance a gran escala. Los patrones de temperatura en la región circundante indican un incremento sistemático en la temperatura media anual. El ritmo de retroceso sostenido que se ha observado en el presente podría ocasionar su desaparición durante la segunda mitad del siglo XXI, aunque una mejor estimación deberá basarse en mayores estudios glaciológicos.
Actualmente, los glaciares del Popocatépetl son fuente de recarga de los mantos acuíferos del Valle de Puebla y de algunas regiones del Estado de México, junto con los del Iztaccíhuatl, durante la época de secas. La eventual desaparición de los glaciares cortaría el suministro de agua en esa época a dichos mantos acuíferos, los cuales están considerados en el desarrollo industrial y económico de la región. La sobreexplotación de mantos acuíferos cuya recarga se ve disminuida puede ocasionar un proceso de desertificación que se vería acelerado con la disminución de las áreas boscosas al haber menos agua en el subsuelo. Este proceso de desertificación afectaría profunda mente la vida humana y la actividad económica de la región. Un proceso natural de este tipo no es reversible por otro medio que no sea natural aunque la influencia del hombre puede acelerarlo por medio de la contaminación ambiental en la región circunvecina, que provoca un aumento inusual de la temperatura por el efecto invernadero. Si bien este proceso de extinción glacial no se puede detener, es necesario estudiar el fenómeno y monitorearlo con el fin de evaluar las posibles consecuencias y preverlas. Al saber más sobre los glaciares, se pueden tomar medidas que ayuden a mitigar los efectos de su desaparición.
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Referencias bibliográficas
Delgado, H., R. Arciniega y D. Calvario. 1985. "Los glaciares del Popocatépetl e Iztaccíhuatl", en Memorias de la Reunión Anual de la Unión Geofísica Mexicana, Oaxaca, México, pp. 178-193. Embleton, C. y King. 1968. Glacial and Periglacial Geomorphology, Edward Arnold Publishers, Inglaterra. Flint, R.F. 1971. Glacial and Quaternary Geology, John Wiley & Sons, Nueva York. Freudenberg, W. 1911. "The ascent of Iztaccíhuatl from the south". Memorias de la Sociedad Científica Antonio Álzate 31:71-75. Haeberli, W. 1987. "Fluctuations of Glaciers", en Permanent Service on the Fluctuations of Glaciers, UNESCO, Intl. Commission on Snow and Ice, V. La Chapelle, E.R. 1977. Field Guide to Snow Cristals, J.J. Douglas, Vancouver, Canada. Lorenzo, J. L. 1964. "Los Glaciares de México", en Monografías del Instituto de Geofísica, I. Müller, F. 1962. Zonation in the accumulation áreas of the glaciers of Axel Heiberg Island. Glaciology 3:392-397. Müller, F, T. Caflisch y G. Müller. 1977. "Instructions for compilation and assemblage of data for a World Glacier Inventory", en World Glacier Inventory, UNESCO, International Commission on Snow and Ice, Zurich. Press, F. y R. Siever. 1982. Earth, W.H. Freeman and Co., San Francisco. Robinson, E.S. Basic Physical Geology, John Wiley & Sons, Nueva York. Shumskii, P.A. 1964. Principies of Structural Glaciology, Dover Publications Inc., Nueva York. Waitz, P. 1910. Observaciones geológicas acerca del Pico de Orizaba. Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana 7:67-76. Waitz, P. 1921. La nueva actividad y el estado actual del Popocatépetl. Memorias de la Sociedad Científica Antonio Álzate 37:295-313. Weitzberg, F. 1923. El ventisquero del Popocatépetl. Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alza-te 41:65-90. White, S. E. 1954. The firn field on the volcano Popocatépetl, México. Journal of Glaciology 2:389-392. White, S. E. 1981. Neoglacial to recent glacial fluctuations on the volcano Popocatépetl, México. Journal of Glaciology 27:359-363.Hugo Delgado Granados: Instituto de Geofísica, UNAM. |
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Agradecimientos
Pablo Cervantes Laing y Lucio Cárdenas González colaboraron en la elaboración de tablas y figuras. Lucio Cárdenas, además, ha sido un pilar fundamental en la nueva etapa de investigación glaciológica que se realiza en el Instituto de Geofísica. Los actuales estudios glaciológicos son llevados a cabo con el apoyo de la Secretaría de Gobernación a través de el Centro Nacional de Prevención de Desastres, dentro de un paquete de estudios multidisciplinarios sobre el volcán Popocatépetl que contemplan su estudio y vigilancia.
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Hugo Delgado Granados
Instituto de Geofísica,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Delgado Granados, Hugo. 1996. Los glaciares del Popocatépetl: ¿huéspedes efímeros de la montaña?. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 24- 32. [En línea].
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Lugares sagrados
del Valle de México
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Johanna Broda | ||||||||||||||
Los grandes volcanes (el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl)
así como la sierra de Tláloc eran, sin duda, las deidades más importantes, y los cronistas describen las fiestas particulares que se realizaban en su honor. Muchos otros cerros menores son mencionados en los ritos a los dioses de la lluvia que se celebraban en los meses de l Atlcahualo (correspondiente a febrero), o en XIII Tepeilhuitl (correspondiente a octubre) y XVI Atemoztli (correspondiente a diciembre). Algunas montañas destacadas más allá del valle también figuraban en la cosmovisión mexica, como por ejemplo el Pico de Orizaba (Poyauhtécatl), la Malinche (Matlalcueye), el Xochitécatl (frente a Cacaxtla), o el Nevado de Toluca.
El Cerro de la Estrella en el Valle de México (Huixachtécatl), aunque no es de gran elevación, tenía una singular posición estratégica y religiosa. Desde su cumbre se dominaba todo el valle, desde los lagos de Chalco y Xochimilco hasta los de Tetzcoco y Xaltocan. Este cerro abarca también una serie de profundas cuevas. Cada 52 años se celebraba allí la ceremonia del Fuego Nuevo, lo que acontecía en el mes de noviembre cuando las Pléyades pasaban el meridiano a media noche, fecha astronómica que en esta latitud correspondía además al anticenit del Sol.
Otra elevación de poca altura que, sin embargo, tenía una gran importancia estratégica, era el Zacatepec. Allí se congregaban los cazadores mexicas durante "la fiesta de XIV Quecholli para llevar a cabo una caza ritual. Este cerro situado al lado suroeste del valle frente a Cuicuilco, conserva hasta hoy día su nombre y unas ruinas aztecas que nunca han sido debidamente excavadas.
Por otra parte, hay que mencionar el Tepetzintli que era un pequeño promontorio en medio de la laguna, cerca del sumidero Pantitlan. Allí se encontraba un adoratorio (ayauhcalli) y se hacían sacrificios de niños en l Atlcahualo. En el Pantitlan se repetían los sacrificios en IV Huey tozoztli, y en VI Etzalcualiztli se arrojaban corazones al remolino. El Tepetzintli se conoce hasta hoy día con el nombre de "El Peñón de los Baños" por las fuentes termales que siguen brotando en este lugar, a un lado del moderno Aeropuerto de la Ciudad de México. La gran importancia ritual de este pequeño cerro parece haber derivado de su localización junto al Pantitlan en medio de la laguna, y al parecer existía un alineamiento visual (¿astronómico?) entre el Tepetzintli y el Cerro de la Estrella por un lado, y el santuario en la cumbre del Cerro Tláloc por el otro.
Es de notar que los datos etnohistóricos sobre los pequeños santuarios en los cerros y la laguna, y sobre los ritos que tenían lugar en ellos, son corroborados por la arqueología. Ruinas aztecas se han conservado en numerosos lugares como el Cerro de la Estrella, el Zacatepec o el Cerro Tláloc. Además son de gran interés los numerosos sitios que se encuentran en los alrededores del Iztac Cíhuatl o del Popocatépetl, y que, al parecer, se remontan a la época tolteca. Estos sitios fueron explorados por D. Charnay en el siglo XIX y descritos, posteriormente, por J.L. Lorenzo. Recientemente, S. Iwaniszewski y A. Ponce de León, con un grupo de colaboradores, han retomado el estudio de estos interesantes sitios, algunos de ellos situados arriba de los 4 000 msnm. La orientación de algunos de ellos parece haber tenido propiedades calendáricas, es decir, muestran una alineación explícita hacía la salida del Sol en los equinoccios o en ciertas fechas significativas entre fines de abril y principios de mayo. Todo lo anterior sugiere que los mexicas les asignaron a estos santuarios un papel en su calendario ceremonial, estableciendo un vínculo deliberado entre la geografía de la alta montaña y los ciclos climáticos, agrícolas y rituales.
Los sacrificios de niños eran el prototipo del sacrificio humano dedicado a Tláloc, cuya finalidad era asegurar las lluvias necesarias para la agricultura. Estos niños se identificaban con los cerros del Valle de México y se les concebía como la personificación viva de los tepictoton ("las figuritas modeladas") o tlaloque, los pequeños servidores de Tláloc que le ayudaban a producir las lluvias. Según las fuentes históricas, los santuarios en los cerros donde se sacrificaban estos niños durante los meses de l Atlcahualo a IV Huey tozoztli (correspondientes a febrero-abril), consistían en un patio rodeado por un muro donde se encontraban una multitud de pequeños ídolos, los tepictoton. Por otra parte, llama la atención que los planos de los santuarios tanto del Cerro Tláloc como del Zacatepec incluían unas estructuras centrales con una avenida de acceso que bien podía haber servido para procesiones rituales.
Es de notar que existía una correspondencia simbólica entre los santuarios en los cerros y el recinto del Templo Mayor. Duran relata que en el Tlillan, el templo oscuro de la diosa Cihuacóatl que se encontraba al lado de la gran pirámide de Huitzilopochtli, había una multitud de "ídolos pequeños y mayores" colocados a lo largo de las paredes de la pieza, los cuales se llamaban tecuacuilin ("imágenes de piedra o de bulto") y estaban vestidos con unos atavíos de papel pintados con hule (ulli) líquido.
Estos idolillos se sacaban del Tlillan en ciertas ocasiones cuando eran llevados en procesión "al monte, o a la sierra, o cueva donde tenían su denominación y allá, en aquella cueva o cerro, les... ofrecían sus sacrificios y ofrendas, invocando aquel cerro..., o por falta de agua, ...o por hambre, o para auxilio de guerra futura". Terminada la ceremonia, regresaban a los ídolos a su lugar acostumbrado en el templo. Es de notar que el Tlillan era el lugar de culto de la diosa de la tierra Cihuacóatl, madre de Huitzilopochtli, que era una deidad sumamente importante en el Templo Mayor. La arquitectura de su templo era la imitación de una cueva oscura. Tlillan, de hecho, significa "el lugar de la negrura", "el lugar oscuro". Los idolillos que se guardaban en este enigmático templo no eran sino otra clase de imágenes que representaban a todos los cerros del Valle de México.
El otro lugar donde se rendía culto a las imágenes de los cerros era el santuario de Tláloc, en lo alto de la sierra del mismo nombre. Durán describe este templo y sus ritos en el siglo XVI. En la cumbre del cerro había un patio cuadrado con una cerca blanqueada, "la cual se divisaba de muchas leguas". A un lado del patio había un adoratorio, dentro del cual se encontraba la estatua de Tláloc rodeada por la multitud de pequeños Ídolos de los cerros a los que arriba hemos hechos referencia. A estas imágenes se les rendía culto durante la fiesta de Tláloc en IV Huey Tozoztli, correspondiente a fines de abril cuando los reyes de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan junto con su nobleza, subían en persona a la cumbre del cerro. Al amanecer sacrificaban a un niño de seis o siete años en ese lugar. Después del sacrificio, el rey Motecuhzoma entraba con sus hombres en la pieza donde estaba la estatua de Tláloc, y vestía al ídolo con lujosos atavíos. También proveía de vestidos nuevos a todos los idolillos de los cerros que se encontraban a su alrededor. Siguiendo su ejemplo, los reyes de Tetzcoco, Tlacopan y Xochimilco vestían a los ídolos y les servían cestillos de comida y bebida de chocolate. Al terminar la fiesta, los mexicas dejaban un destacamento de cien guerreros en el santuario de Tláloc para vigilar todas aquellas ricas ofrendas, puesto que sus enemigos —los huexotzincas y los tlaxcaltecas— estaban prestos a robarlas. Los guerreros se quedaban allí hasta que todas las comidas y plumas se pudrían con la humedad. Las demás ofrendas no perecederas las enterraban en el patio, y el santuario se cerraba hasta el año siguiente, puesto que no contaban con sacerdotes que viviesen allí continuamente.
Las ruinas de este santuario, situado a una altura de 4150 msnm, aún pueden apreciarse hoy día. Lamentablemente, no se ha hecho ninguna excavación arqueológica de ellas hasta la fecha. El acceso a esta sierra es difícil, y pocos visitantes llegan hasta su cumbre, además de que las condiciones climáticas durante la estación de lluvias y los meses de invierno son realmente duras. Sin embargo, por lo solitario del lugar, las ruinas se han conservado de una manera sorprendente. Todavía se aprecia la muralla que rodeaba la plataforma en la cumbre del cerro, unas pequeñas edificaciones dentro ella, así como una larga calzada de acceso que estaba delimitada en ambos lados por un muro. Dentro del recinto se percibe aún una grieta —¿o cueva?— artificialmente trabajada que se llena de agua durante gran parte del año y da la impresión de conducir al interior del cerro.
La fiesta de la Santa Cruz y la llegada de las lluvias
La fiesta de IV Huey Tozoztli para la que los gobernantes de la Triple Alianza acudían a la cumbre del cerro Tláloc tenía lugar durante el apogeo de la estación seca, y marcaba el tiempo propicio para la siembra del maíz. Estos ritos prehispánicos encuentran su continuación hasta nuestros días en la fiesta de la Santa Cruz (3 de mayo) que celebran las comunidades indígenas tradicionales de México y Guatemala como una de las principales fiestas del año. Su simbolismo sigue estando vinculado con la sequía de la estación, la petición de lluvia, la siembra del maíz, y la fertilidad agrícola en general. La cruz cristiana reúne en sí el simbolismo prehispánico de las deidades del maíz, de la tierra y las lluvias, se le invoca como "nuestra madre", "nuestra señora de los mantenimientos" y se le adorna con guirnaldas de flores y panes. En otras regiones predomina el simbolismo del agua —son "cruces de agua" que están pintadas de color azul. Estas cruces se encuentran en las cumbres de los cerros que tienen vital importancia para la comunidad. A veces es una sola cruz, pero también hay cerros con dos, tres o más cruces.
Etnográficamente, las ceremonias más interesantes que se conocen son las de la región nahua del noreste de Guerrero (Citlala, Oztotempa, Ameyaltepec, Acatlan, etcétera). Entre los tlapanecos y mixtécos de la región colindante, el culto de la Santa Cruz también es importante y se relaciona con las cuevas y los cerros.
Pero también hay datos interesantes del Altiplano central que han sido estudiados en cuanto a su sincretismo religioso. Entre estos lugares figuran Chalma, Malinalco y Tecomatlán en el Estado de México, así como los pueblos circunvecinos a los grandes volcanes: el Nevado de Toluca, la Malinche, el Popocatépetl y el Iztac Cíhuatl. Entre las comunidades situadas en las faldas del Popocatépetl podemos mencionar a Hueyapan (Morelos), Tealtican (Puebla), Amecameca, San Pedro Nexapa y San Juan Tehuixtitlan (Valle de México). En los últimos tres lugares siguen existiendo las corporaciones de graniceros, "los que cuentan el tiempo", que se componen de hombres y mujeres que han sido tocados por el rayo. Mediante sus ritos en unas cuevas en las faldas del Iztac Cíhuatl y del Popocatépetl —dentro de la de Canoahtitla se encuentran 19 [!] cruces de madera, pintadas de azul—, los graniceros protegen a la comunidad de los peligros de la tormenta y del granizo. El 3 y el 4 de mayo realizan unos ritos para atraer el agua e iniciar así la estación de lluvias, mientras que al terminar ésta el 4 de noviembre, hacen otra ceremonia de agradecimiento por el temporal. En las ruinas aztecas de la cumbre del cerro de Tláloc también se encuentran hoy día seis culto a la Santa Cruz en este importante sitio prehispánico.
Estos ritos de la zona alrededor de los volcanes guardan una continuidad con aspectos del culto prehispánico. La fiesta mexica de la siembra, Huey Tozoztli, incluía tres aspectos: 1) el culto del maíz dedicado a la diosa Chicomecóatl; 2) las ceremonias en lo alto del cerro de Tláloc, y 3) ritos y sacrificios en medio de la laguna, en el sumidero Pantitlan. Sin embargo, lejos de tratarse de diferentes cultos como han sugerido algunos autores, estos ritos expresan, precisamente, que en la cosmovisión mexica la siembra se vinculaba con la función de Tláloc como dios de los cerros. La fiesta de la Santa Cruz demuestra la sobrevivencia hasta la actualidad de este importante nexo entre los ritos de la siembra, la lluvia y los cerros. En lo alto de los cerros abrasados para la sequía de la estación se sigue invocando la llegada de las lluvias fertilizadoras. El prototipo de estos ritos actuales en los que los cerros, las barrancas, las cuevas y los manantiales desempeñan un papel tan importante, se encuentra precisamente en la fiesta del cerro de Tláloc celebrada en Huey Tozoztli por los gobernantes de la Triple Alianza.
Resulta lógico que el momento de la cosecha fuera la otra fecha cuando, de nuevo, en Tenochtitlan se daba culto a los tlaloque como dioses de los cerros. Durante XIII Tepeilhuitl (correspondiente a octubre) y XVI Atemoztli (correspondiente a la segunda mitad de diciembre), se hacían imágenes en miniatura de los cerros. Estas imágenes, llamadas tepictoton o ixiptla tépetl, recibían los nombres de los cerros del Valle, según hemos apuntado arriba. Además de los volcanes más prominentes como el Popocatépetl y el Iztac Cíhuatl, encontramos imágenes dedicadas a las deidades del agua, de la fertilidad y la tierra como Tláloc, Chalchiuhtlicue, Matlalcuye, Ehécatl, Chicomecóatl y Cihuacóatl. En estos meses también se daba culto a los muertos en cuyo honor se hacían los tepictoton en la fiesta de Tepeilhuitl. Hay que recordar que el Tlalocan o paraíso del dios de la lluvia era también el lugar de descanso de los difuntos que se habían ahogado o habían sido muertos por el rayo.
Las fiestas de la cosecha en Tepeilhuitl y Atenoztli correspondían climáticamente al final de la temporada de lluvias. La división básica del año calendario) y del año ritual de los indígenas se hacía entre la estación seca y de lluvias, lo que reflejaba un hecho climático fundamental de estas latitudes del trópico. Según la cosmovisión mexica, los cerros retenían durante la estación seca (tonalco, o "tiempo del calor del sol") el agua en su interior, para soltarlo de nuevo en tiempo de lluvia (xopan, o "el tiempo verde"). Pero no sólo el agua se encontraba en el interior de los cerros, sino también el maíz y los demás alimentos que estaban dentro del tonacatépetl, el "Cerro de los mantenimientos". Según hemos mencionado arriba, existen numerosos mitos en diferentes partes de Mesoamérica que hablan de los alimentos y riquezas en general, que se guardan en el interior de los cerros. Es de notar que este "Cerro de los Mantenimientos" se plasmó en la arquitectura del Templo Mayor de Tenochtitlan en la pirámide dedicada a Tláloc. Este último, como dios de los cerros y de la tierra, era el dueño original del maíz y de los demás alimentos.
Las ofrendas encontradas en la reciente excavación, dan testimonio de estos aspectos del culto a este dios.
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Fragmento tomado del artículo "Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo del culto de los cerros en Mesoamérica", publicado en Arqueoastronomía y Etnoastronomía en Mesoamérica, J. Broda, S. Iwaniszewski y L Maupomé (eds.) UNAM, México, 1991.
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Johanna Broda
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cómo citar este artículo →
Broda, Johanna. 1996. Lugares sagrados del Valle de México. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 46-49. [En línea].
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México, diversidad
de culturas
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Jan de Vos | ||||||||||||||
México, diversidad de culturas
Víctor Manuel Toledo
CEMEX/ Agrupación Sierra Madre, 1995
Hace unos años, el gobierno de mi país, al organizar
una gran exposición cultural en torno a México, me pidió hacer un retrato hablado y escrito de sus habitantes. Intenté entonces identificar en el carácter mexicano el rasgo que, a mi modo de ver, más lo adorna: su generosidad.
El libro que tengo en las manos es un regalo en el cual tuvieron que ver varias generosidades: la de los colaboradores, quienes estuvieron dispuestos a compartir saberes y habilidades; la de los editores, quienes obviamente utilizaron todos los recursos a su alcance para obtener un producto de primera calidad; la de la naturaleza mexicana, con justo orgullo celebrada como una de las diez más diversas del mundo; y sobre todo la de los campesinos indígenas de este país, quienes son los verdaderos protagonistas de la historia aquí contada e ilustrada. El resultado es una obra de arte en la que la palabra y la imagen lograron encontrarse en un abrazo feliz y, gracias a esta simbiosis poco común, proporcionar al lector un momento de gozo estético en medio de la masificación material y espiritual que es nuestro pan de cada día.
La belleza artística no es, sin embargo, la virtud principal de este libro. Gracias a Víctor Manuel Toledo, somos testigos de la elaboración de una nueva tipología de las culturas indígenas de México, con base, ya no en las más de cincuenta lenguas aún habladas en este país, sino en las relaciones que las poblaciones autóctonas supieron crear con los seis grandes escenarios naturales que ofrece la geografía nacional: el trópico húmedo, el trópico subhúmedo, las montañas, los lagos, los pantanos y las costas, el altiplano y el desierto. Es esta tipología la que forma la columna vertebral de su inspirado texto. Como etnoecólogo que es, Víctor Manuel define las culturas indígenas de México a partir del diálogo que éstas establecieron con la madre tierra a lo largo de los últimos siete mil años. Los seis entornos físicos en los que les tocó vivir dieron lugar a otros universos culturales, ya que cada uno presentaba sus propias limitaciones, ventajas, resistencias e invitaciones a la convivencia.
Al introducir el acercamiento a la naturaleza como elemento primordial de diferenciación cultural, Víctor Manuel devuelve al indígena mexicano su característica fundamental, la de ser campesino, pobre por la marginación en la que se encuentra actualmente pero rico en costumbres y saberes milenarios. Nos ofrece a nosotros, los "urbanizadores e industrializadores", un recorrido por el mundo rural de México, no sólo por el espacio de la geografía nacional, sino también por el tiempo, es decir, un viaje ecohistórico a las raíces que son la riqueza auténtica, por que propia, de este país. "Reconocer las memorias olvidadas de esas culturas quizás es hoy una de las tareas más necesarias para una sociedad en crisis, urgida de una nueva visión", nos advierte en la conclusión de su texto. Y menciona, como ejemplo, la ceremonia del chaa-chac, el ritual que los mayas de Yucatán celebran para pedir la lluvia.
Vale recordar que el chaa-chac es sólo un momento en el ciclo complejo que constituye, aún hoy día, el sistema agrícola por el cual se rige la milpa yucateca y que dio origen al tzolkin o calendario sagrado, de acuerdo con el que se ordenan los días en que deben realizarse las labores y las distintas ceremonias relativas a ellas. Desde la selección hasta la quema del terreno transcurren para el campesino maya exactamente 260 días, y esta cantidad se repite con la misma precisión desde la siembra de la semilla hasta el desgrane del maíz. Sigue siendo el cultivo de esta planta motivo de reverencia y objeto de ofrendas entre los mayas. Continúa la actitud que hace más de trescientos años fray Pedro Sánchez de Aguilar describió con estas palabras: "Todo cuanto hacían y decían era en orden del maíz, que poco faltó por tenerlo por Dios, pues es tanto el encanto y embeleso que tienen por las milpas, que por ellas olvidan hijos y mujer y otro cualquier deleite como si fuera su último fin y bienaventuranza".
Obra de arte y ensayo académico: no hay duda de que el libro cumple generosamente con ambos requisitos. Pero posee aún una dimensión, la de un discurso apasionado en defensa del mundo rural mexicano. Sus autores abogan por un profundo cambio en la política oficial hasta ahora prevaleciente en terrenos tan importantes como el manejo del medio ambiente y la promoción la agricultura tradicional. Víctor Manuel Toledo en varias ocasiones subraya la falta de conocimiento y respeto por el mundo indígena que caracteriza a nuestra sociedad urbana, "por desgracia acostumbrada a uniformar lo mismo paisajes y maneras de producir que sensibilidades y formas de pensamiento" (p. 169). Pero también insiste en la enorme vitalidad del México profundo y su probada capacidad para resistir los embates de nuestro neoliberalismo simplón: "A pesar de este desdén y de esta intolerancia, la diversidad de culturas de México existe, resiste y persiste, y no sólo eso, también se multiplica, se expande y se introduce en ámbitos antes prohibidos, extraños o alejados" (p. 171).
Los invito a todos a dejarse prender por el bello libro que hoy se presenta, y a tomar conciencia, por medio de las palabras comprometidas de Víctor Manuel Toledo y las imágenes elocuentes de Patricio Robles Gil, Antonio Vizcaíno y otros 25 destacados fotógrafos, de la inmensa sabiduría que aún se preserva en el mundo rural mexicano, sabiduría que proviene, básicamente, del diálogo amoroso y respetuoso que los campesinos, pescadores y artesanos indígenas nunca dejaron de mantener con la madre tierra. "México sigue siendo un país donde la sociedad se arraiga con y en la naturaleza. ¿Sabrán reconocerlo y respetarlo sus clases dirigentes?", se pregunta Víctor Manuel al terminar el libro. "¿Sabremos reconocerlo y respetarlo nosotros, aquí reunidos?", me pregunto yo, al finalizar la presentación del mismo. Una buena manera de saber la respuesta es leerlo, porque sólo así comprobaremos lo cierto del encabezado de la conclusión, el de ofrecer "lecciones para el presente y acciones para el futuro". Al autor y a los editores, mi admiración más sincera por este libro, último de la colección, pero también "fuera de serie".
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Texto leído en la presentación del libro México, diversidad de culturas, de Víctor Manuel Toledo (editado por CEMEX y Agrupación Sierra Madre) el 28 de noviembre de 1995, en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.
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Jan de Vos
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cómo citar este artículo →
De Vos, Jan. 1996. México, diversidad de culturas. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 74-75. [En línea].
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De lo soluble y lo insoluble | ![]() |
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Noticias, fiestas
y paradojas de la ciencia en México
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Antonio R. Cabral |
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El 5 de diciembre pasado la ciencia mexicana fue noticia:
el Presidente de la República entregó nueve Premios Nacionales de Ciencias y Artes y el Conacyt publicó la lista de asignación de recursos para la ciencia, la segunda de 1995. No parece que tal sincronía haya sido coincidencia, sino más bien que la publicación de la lista, proyectada originalmente para octubre, estuvo subordinada a tiempos políticos. Dichos acontecimientos provocaron sentimientos encontrados en algunos colegas investigadores, pues mientras que la entrega de los Premios Nacionales es un justísimo reconocimiento a la trayectoria profesional de quienes los recibieron, sólo se otorgó financiamiento a 411 de las 2863 solicitudes recibidas por Conacyt con un monto total de $105 009 074.00. Se dijo que en febrero saldría publicada otra asignación cuya cantidad es aún desconocida, pero que, de acuerdo con la historia de las crisis financieras de nuestro país, sabemos que será por menos y más devaluados pesos. Es decir, en el mejor de los casos, la próxima inversión gubernamental en proyectos de investigación será de aproximadamente 25 millones de dólares, misma cantidad que ganó Tyson, un ex convicto, el 19 de agosto de 1995 en una pelea de box que duró 89 segundos. Esto, desde luego, no es nuevo ni en México ni en ningún otro país. Los recursos económicos destinados a la ciencia han sido siempre limitados y, como ya lo escribí antes en estas mismas páginas, según las tradiciones culturales de cada país. En el de Tyson, por ejemplo, sólo 10% de los proyectos reciben financiamiento gubernamental, con todo y que la ciencia norteamericana está a la vanguardia, aunque en decadencia.
Ante tales circunstancias, cuando se trata de asignar recursos, los administradores de la ciencia marcan prioridades: cuando hay poco, dice Perogrullo, debe darse primero a unos y, si sobra, a otros. ¿Fue esto lo que hizo el Conacyt? Un rápido vistazo a los títulos de los proyectos, no a los nombres de los investigadores, responde negativamente. Admito que de los proyectos listados sólo conozco el nombre y el de algunos investigadores, por ello no me refiero, por ahora, a la aplicabilidad, universalidad, relevancia y fertilidad de sus propuestas; tampoco a la capacidad científica de sus proponentes ni a la factibilidad de sus sueños. Sin embargo, hay algunos proyectos que tratan sobre aspectos "archisabidos" de la naturaleza, mientras que otros, sin ser fanático ni partidario del papel utilitario de la ciencia y sin la intención de descalificar a nadie, no parece que sus conclusiones vayan a sacarnos del atolladero. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRALE) define prioridad como "anterioridad de una cosa con respecto de otra, o en tiempo o en orden".
Según ésta, es fácil concluir, de acuerdo ahora con lo dicho por Zedillo en su discurso del multicitado 15 de diciembre, que los proyectos fueron financiados sólo de acuerdo con su nivel de excelencia. Recurro de nuevo al DRALE, que en su entrada excelencia dice: "superior calidad o bondad que hace digna de singular aprecio y estimación una cosa". De esta manera, cuando se califica un proyecto de "excelente" se atiende a un juicio de valor. Esto en ciencia, hay que decirlo, está fuera de lugar. Aún más cuando está en ciernes. Calificar de "excelente" un proyecto de investigación no sólo es imposible sino anticientífico. En su, ahora sí, excelente libro El método científico, el doctor Arturo Rosenbueth califica los aspectos estéticos de los trabajos científicos con adjetivos como claros, precisos, oscuros, confusos, difusos, complicados, sencillos, buenos, malos, elegantes, bonitos y hasta bellos. Estos mismos calificativos podrían aplicarse a los proyectos de investigación, pero nada tienen que ver con su valor científico, ninguno se refiere a la potencial universalidad de sus hipótesis ni, necesariamente, a la fertilidad de sus conclusiones. Por esta última expresión debe entenderse "al mayor o menor grado en el cual una hipótesis determinada sugiere experimentos nuevos y desarrollos ulteriores del conocimiento de los fenómenos a los cuales esta hipótesis es aplicable". La cita también es de Rosenblueth.
Ya que ignoro los detalles de todos los proyectos financiados esta vez por el Conacyt, la expresada no pretende ser una opinión ni siquiera medianamente científica y mucho menos moral, pero si nos guiamos por algunos de sus títulos y, ahora sí, por la trayectoria de sus responsables, resulta fácil inferir que no todos fueron asignados conforme a cánones estrictamente científicos y menos que siguieron prioridad alguna. Ignoro a qué criterios se ajustaren, pero no fueron uniformes en su aplicación y parecería más bien que estuvieron subordinados a la naturaleza humana, que no científica, de los evaluadores. Esto no es, por supuesto, una crítica a dichos criterios ni a los comités de evaluación; libre esté yo de atacar a mis pares, mucho menos cuando existe la posibilidad de resultar apaleado por su debilidad humana; se trata todos sabemos, de fallas inveteradas del sistema de evaluación y quizá de la imposibilidad de lograr que los evaluadores califiquen sólo los valores científicos de las hipótesis presentadas o de la trayectoria profesional de los solicitantes, por ejemplo, la generalidad y la fertilidad de sus propuestas. Esto a pesar de la consabida dificultad para calificar de universal o fértil un conocimiento científico, cuantimás una hipótesis.
El 15 de diciembre pasado fue también un día de fiesta para la ciencia mexicana: se premió con el Nacional de Ciencias y Artes a cuatro mexicanos nacidos en el extranjero y se homenajeó a un extranjero nacido en México, el doctor Mario Molina, Premio Nobel de Química. Asimismo, aquel día fue paradójico para nuestra ciencia: el presidente Zedillo anunció que se destinarán 325 millones de nuevos pesos para fomentar el retorno de investigadores mexicanos que "están obligados a trabajar en el extranjero".
Resulta contradictorio que se proyecte gastar 3.09 veces más dinero en los investigadores mexicanos que trabajan voluntariamente en el extranjero que en los que en casa se ciñen cada día más el cinturón; es más paradójico aún cuando se piensa que esta vez fueron financiadas sólo 14% de las solicitudes presentadas al Conacyt. Este asunto es todo menos trivial, si meditamos en lo que harán los repatriados para financiar sus investigaciones. Los recursos, ya está escrito, no aumentarán proporcionalmente, sólo serán más exiguos. Mientras llegan por acá mejores aires, a los investigadores mexicanos que trabajan en el extranjero quizá les convendría más hacer lo que el doctor Molina: optar por otra ciudadanía y seguir sus investigaciones en países más prósperos.
Por su parte, a nuestro gobierno también le resultaría más saludable rectificar sus prioridades "en materia de ciencia" e invertir más en la que se hace en el país, para así apostar deveras por la independencia económica que tanto necesitamos.
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Antonio R. Cabral
Instituto Nacional de la Nutrición "Salvador Zubirán”.
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cómo citar este artículo →
Cabral R., Antonio. 1996. Noticias, fiestas y paradojas de la ciencia en México. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 10-11. [En línea].
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