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Juan Marcial | |||||||||||
Cada año entran en actividad entre 50 y 65 volcanes
en el mundo, pero sólo unos cuantos son responsables de daños y pérdidas de vidas humanas. Así, los efectos sobre la población no son necesariamente proporcionales al tamaño o violencia de la erupción, sino a la proximidad y cantidad de los asentamientos humanos instalados en los alrededores del volcán.
México se sitúa en una región con gran actividad volcánica. De los aproximadamente tres mil volcanes que existen en su territorio, 14 son los que han tenido actividad histórica reciente; algunos ejemplos son el Paricutín (1943), el Chichón (1982), el Tacana (1986) y el Volcán de Colima, con gran actividad en los últimos años.
Sin duda, el Popocatépetl es, con sus 5452 metros de altura sobre el nivel del mar y su majestuosa y ancestral belleza —más de 700 millones de años—, un volcán de alto riesgo. A lo largo de su historia, ha hecho numerosas erupciones menores, algunas mayores y ha producido algunos grandes eventos paroxismales, que son los de mayor peligrosidad porque liberan mucha energía en corto tiempo. En el periodo de 1993 a 1995, la naturaleza de la actividad parece ser la misma que la desarrollada en doce episodios reportados desde el siglo XVI: erupciones freáticas que liberan grandes cantidades de gases magmáticos y que arrastran materiales viejos depositados en el conducto volcánico.
Los especialistas explican que en diciembre de 1994 parte del gas localizado en la cámara magmática encontró camino hacia el exterior a través de un ducto que llega al cráter. Al momento de salir lo erosionó y arrojó ceniza vieja. Si hubiera sido ceniza nueva, la actividad del volcán hubiera representado un mayor peligro. Todo lo que los especialistas pudieron observar emana de ese sitio, pero aún no se puede hablar de una forma ni mucho menos de un conducto bien definido. Aún son eventos muy dispersos, por lo que se requiere investigar más.
Hoy, agregan, el Popocatépetl —"el cerro que humea"— permanece en equilibrio estacionario y su actividad eruptiva quizás no varíe en meses o en años. A pesar de ello, ahora está vigilado con 11 estaciones de monitoreo que cuentan con inclinómetros y sismómetros, útiles para medir las causas y las deformaciones del edificio volcánico. Además, entre otros estudios, se hacen monitoreos geoquímicos sobre la composición de gases, cenizas y otros productos que escupe de sus otrora llamadas infernales profundidades.
Las precauciones no son para menos, pues una erupción mayor a la del 21 de diciembre de 1994, directa e indirectamente, afectaría, amén del fuerte impacto económico, 28 municipios circundantes y el Distrito Federal, aproximadamente 16 mil km240.2% se ubica en el Distrito Federal; 39.7% en el Estado de México; en Puebla, 10.8%; Morelos, 5.4%; Tlaxcala, 3.3% e Hidalgo, 0.7%.
Ninguno de los eventos anteriores —incluidos los reportados desde el siglo XVI— parece corresponder a una actividad magmática mayor, por lo que podría concluirse que las emisiones actuales no representan mayor riesgo. No obstante, la posibilidad de una erupción magmática explosiva existe. Si bien tal posibilidad puede ser relativamente menor para un evento explosivo mayor, sus riesgos deben considerarse en los programas de prevención de desastres y en cualquier otro plan de desarrollo nacional o regional.
Lo invisible
A partir de enero de 1995, luego de "la crisis de diciembre de 1994", a decir del doctor Servando de la Cruz, del Instituto de Geofísica, la situación del volcán es estable, porque la posible fuente de perturbación, que proviene de las partes más profundas, no ha sido mayor a la capacidad del volcán para liberar su energía; por tanto no existe, hasta ahora, una situación de peligro extremo.
Si al acumularse la energía en su interior el volcán no tuviera capacidad para liberarla de manera suave, como lo hace ahora, el equilibrio se rompería y el escenario sería de mayor riesgo. La posible ruptura de ese equilibrio dependerá de las razones por las que se esté generando la energía en las partes , donde habitan más de 21 millones de personas: profundas del volcán. Una razón sería la introducción de magma nuevo en esas zonas. La mezcla de éste con el magma viejo provocaría rápidamente una acumulación de energía que podría desembocar en una erupción grande. Sin embargo, agrega De la Cruz, a largo plazo no se puede afirmar nada, ni siquiera asignar probabilidades estadísticas, ya que no sabemos qué pasa en la profundidad.
A fin de observar qué tipos de procesos se están dando en esas profundidades, se hacen monitoreos continuos, de corto plazo, de días o semanas. Con base en ellos, quizás podremos detectar con anticipación suficiente si esa mezcla de magmas ocurre, si se acelera o si se incorpora magma nuevo. Aparentemente, en el fondo del volcán y de sus conductos no hay una acumulación grave de energía. Pero, reitera, no se puede predecir ni afirmar nada; son procesos que ocurren a grandes profundidades (más de diez km), y no hay equipos que permitan una mayor precisión.
Luego de definir el Popocatépetl como un estratovolcán maduro que tiene la capacidad de permanecer en calma por periodos largos o evolucionar hacia fases más peligrosas, el especialista sostiene que en materia de vulcanismo no existe la periodicidad. Algunas cifras que se manejan pueden clasificarse como el valor medio de frecuencia, pero sólo deben verse como eso, como el valor medio de la distribución de estos eventos en un tiempo mucho más complejo.
La actual actividad eruptiva del Popocatépetl nos recuerda, dice, que el riesgo está ahí, ha estado ahí y seguirá ahí, porque siempre existirá la posibilidad de que se reactive; por ello, debemos tomar todo tipo de precauciones. Sin embargo, si llegara a presentarse un fenómeno eruptivo mayor, concluye De la Cruz, afortunadamente ya existen mejores condiciones científicas y técnicas para atenuar el riesgo y reducir la vulnerabilidad de la población circundante.
Lo visible
La moderada actividad sísmica y fumarólica del volcán iniciada en 1993 condujo a instalar estaciones de monitoreo. Cuatro operaron durante la pasada crisis y registraron la actividad del volcán. A la fecha, en un trabajo conjunto entre los institutos de Ingeniería y Geofísica de la UNAM y el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (CENAPRED), el sistema de monitoreo está equipado con 11 estaciones telemétricas, ocho de ellas cuentan con sismómetros y tres con inclinómetros; en el CENAPRED se cuenta con un centro de adquisición y procesamiento de datos.
El maestro Roberto Quaas, coordinador de Instrumentación del CENAPRED, amplió la información sobre estos equipos y explicó los diversos tipos de monitoreo que se hacen del Popocatépetl: vigilancia visual, monitoreo sísmico, geodésico y geoquímico.
La vigilancia visual consiste en observar las manifestaciones físicas del volcán, tales como derrumbes o deslaves, deformaciones, fumarolas, emisiones de ceniza y gases o cualquier otra que indique cambios perceptibles. Para realizar este monitoreo se instaló una cámara de video, enfocada hacia el lado norte del volcán, la cual envía directamente su información al CENAPRED. La imagen se registra —de día y noche— y se analiza cualquier variación ocurrida.
El monitoreo sísmico es de los más importantes. A través de las vibraciones que mide y registra se puede inferir dónde se generan y localizan los hipocentros, o puntos interiores del volcán donde se libera la energía. Así, se puede saber dónde se encuentran los cuerpos magmáticos abajo del volcán. En el caso del Popocatépetl la actividad sísmica se desarrolla en la frontera de ese cuerpo magmático, entre los tres y diez km de profundidad abajo del cráter, fundamentalmente al centro del volcán, con una ligera tendencia hacia el Este (Puebla).
Hasta ahora, se sabe de la existencia de ese magma, pero no sus dimensiones, su evolución ni dónde se libera la energía. Con la información que se obtenga con este tipo de monitoreo, teóricamente se podría calcular cuál es la forma de ese cuerpo magmático, detectar si la tendencia del magma es a subir o a abrir caminos hacia otros conductos, cómo evolucionará y a qué profundidad está la actividad sísmica. Si se encuentra a 20 o 30 km significa que hay movimiento de las estructuras profundas; la posibilidad de que a esa cámara se le inyecte magma nuevo, proveniente del manto, aumentaría los riesgos de una erupción.
La actividad sísmica del volcán es sólo a nivel local y no debe existir ninguna preocupación de que emigre o se manifieste en fenómenos como grandes terremotos, porque es producto de la existencia de un magma que trata de salir y cuya presión genera fracturas y eventualmente emisiones de gases.Lo importante de este tipo de monitoreo es que proporciona una muy buena imagen de lo que ocurre en el volcán y puede anunciar la generación de un evento ya sea de magnitudes eruptivas menores o mayores, aunque eso aún no se puede definir.
Para el monitoreo geodésico contamos con tres estaciones, cada una con dos aparatos —llamados inclinómetros—, que registran la inclinación o deformación que sufre el terreno a consecuencia de la presión ejercida desde el interior del volcán. Su aplicabilidad y efectividad se basa en la hipótesis de que una erupción grande será precedida por deformaciones significativas del edificio volcánico. Las medidas también se hacen con métodos geodésicos convencionales (nivelación, triangulación, trilateración, inclinometría, etc), por gravimetría y por métodos electrónicos, como son los sistemas de posicionamiento global (GPS). Los inclinómetros son dispositivos colocados sobre una base de concreto que miden variaciones en la inclinación, provocadas por algún tipo de presión. Su sensibilidad permite percibir variaciones de milésimas de grado.
El monitoreo geoquímico se refiere al análisis químico de gases, fumarolas, manantiales, composición de cenizas, lavas y otros productos del volcán. Otras variables asociadas que también se monitorean son los vientos, temperaturas, precipitación, pH y emanación de gas radón. La utilización de equipos de espectrometría de correlación (COSPEC) es fundamental para medir la concentración del bióxido de azufre emitido por el volcán.
La Universidad de Miami y la NASA, en colaboración con el Instituto de Geofísica de la UNAM, trabajan en un proyecto para instalar varias estaciones con receptores GPS en el volcán, que miden con mucha precisión variaciones del nivel del terreno. Esta tecnología forma parte de un proyecto de la NASA para monitorear diferentes volcanes en todo el mundo. La técnica GPS se utiliza generalmente para conocer la ubicación de algún punto sobre la Tierra con gran precisión. Para fines del estudio del volcán, si el sitio donde está instalado el receptor GPS ha sufrido alguna deformación o cambio de posición en el espacio, la información se trasmitirá a diferentes centros de estudio para su análisis; entre ellos el Instituto de Geofísica.
También se instalarán tres estaciones sismológicas digitales de banda ancha, equipos de muy alta resolución, cuya información será de gran importancia para la investigación. Así, el Popocatépetl será uno de los primeros en contar con este tipo de instrumentos para medir su actividad volcánica.
La finalidad de toda esta compleja infraestructura, concluye el maestro Quaas, es la de anticipar un evento eruptivo mayor y prevenir desastres originados por este fenómeno.
Lo teórico
Con base en los estudios hasta ahora realizados en los depósitos derivados del Popocatépetl, se han identificado los siguientes peligros potenciales para las poblaciones aledañas: flujos y oleadas piroclásticos y explosiones dirigidas; flujos de lodo y sus transformaciones; derrumbes gigantes del edificio volcánico (avalancha de escombros); caída de material piroclástico y proyectiles balísticos; emisión de derrames de lava y posibles domos asociados. De manera preliminar, se considera que los flujos piroclásticos y de lodo, por su frecuencia y carácter destructivo, son los más peligrosos para las poblaciones circundantes.
En el caso de una gran erupción y si cambia la dirección de los vientos, el principal riesgo para la Ciudad de México sería el aumento de la contaminación atmosférica por las grandes cantidades de cenizas volcánicas que serían expulsadas. Es necesario, por tanto, tener mejores conocimientos sobre la calidad del aire en esta región y de los factores climáticos y metereológicos, así como sobre los efectos que un posible incremento de contaminantes sólidos, como las partículas de ceniza, tendrían en la salud de la población.
Por la peligrosidad que representa una posible erupción, algunos especialistas elaboraron un Mapa de riesgo volcánico, el cual divide en tres las zonas de alto riesgo: la Zona 1, la más cercana al volcán, tiene el mayor riesgo pues, independientemente de la magnitud de la erupción, puede ser afectada por flujos de material volcánico a altas temperaturas que descienden a grandes velocidades (100-400 km/h) y por flujos de lodo y rocas que se mueven siguiendo los cauces existentes a velocidades menores de 100 km/h. Asimismo, debido a la caída de materiales volcánicos, esta zona podría ser afectada por cantidades importantes de arena volcánica y pómez, cuyas acumulaciones alcanzarían varios centímetros, en el caso de erupciones pequeñas, y varios metros con bloques de hasta 30 cm en erupciones muy grandes. En esta área, en promedio, han ocurrido dos erupciones importantes cada mil años.
La Zona 2 representa un peligro moderado debido a que es afectada por erupciones con menor frecuencia, los cuales se han dado, en promedio, diez veces cada 15 mil años. En esta área, el espesor de la arena volcánica podría variar de un milímetro hasta un metro en caso de una erupción pequeña o grande.
La Zona 3, considerada como la de menor peligro, abarca un área que ha sido afectada en el pasado por erupciones extraordinariamente grandes —muy difíciles de darse—, por lo que el peligro es menor en relación con las zonas uno y dos. Para esta zona habría acumulación de varios centímetros de ceniza sólo con una erupción grande. En los últimos 40 mil años han ocurrido diez erupciones de este tipo.
De acuerdo con los especialistas, los límites de cada área fueron trazados con base en el alcance máximo de los productos originados en erupciones pasadas y se ampliaron sus bordes en varios kilómetros para un mayor margen de seguridad.
Un estudio realizado después del 21 de diciembre de 1994 sobre la ceniza que hasta ahora ha arrojado el Popocatépetl establece que el volumen de ésta se ha acumulado en las laderas del volcán (de uno a 20 mm a una altura de cuatro mil y cinco mil 300 msnm aproximadamente).
A medida que la ceniza se aleja del cráter, el tamaño de las partículas disminuye, de tal forma que a elevaciones menores de los 3 500 msnm prácticamente es como talco. Sin embargo, debe considerarse que si el fenómeno se prolonga durante algunos años o si llegara a ocurrir la caída de cenizas a cantidades considerables del orden de cinco o más centímetros durante un lapso de tiempo corto, entonces seguramente formaría un lahar o flujo de lodo que dañaría algunas poblaciones cercanas.
En cuanto a peligros por derrumbes gigantes y flujos de lodo, éstos sólo podrían darse si una parte del edificio volcánico se desploma, lo cual causaría un gran derrumbe cuyo material se desplazaría a una velocidad de 100 km por hora hasta una distancia de aproximadamente 80 km, destruyendo todo a su paso. Durante los últimos 40 mil años se produjeron dos grandes derrumbes hacia el sur del volcán que cubrieron áreas extensas. Una erupción grande o un derrumbe gigante estaría acompañado de flujos de lodo e inundaciones de gran alcance.
A decir del licenciado Ricardo Cícero, coordinador del Departamento de Difusión del CENAPRED, a raíz de la erupción moderada del 21 de diciembre de 1994, se han tenido avances muy significativos en materia de protección civil y de prevención de desastres.
Explicó que desde junio de 1994 se estableció, una campaña dirigida a la población afectada en la zona del volcán, por medio de folletos, trípticos impresos o videos. Paralelamente, el CENAPRED convocó a los responsables de protección civil de los estados de Puebla, Estado de México, Morelos, Tlaxcala y del DDF para elaborar un programa conjunto que facilitara la coordinación entre todas las autoridades involucradas ante un posible escenario de alto riesgo.
Como resultado de lo anterior, se elaboró el Plan operativo Volcán Popocatépetl, en el que se incluyen y definen las responsabilidades de cada uno de los estados y las instrucciones a seguir. Lo primero que destaca es la organización de la gente y después el adiestramiento para realizar simulacros.
A la fecha, se han efectuado simulacros en todas las áreas de riesgo del Popocatépetl y en todas las rancherías y ciudades circundantes se ha presentado la exposición itinerante y un video titulados En presencia de un volcán.
El Plan operativo Volcán Popocatépetl se perfeccionó hasta llegar al Mapa de planeación de emergencias, en el cual se sectorizan todas las zonas de riesgo para que se evacue a la población según las necesidades de cada sector y sus riesgos. Con base en este mapa, y de acuerdo a lo que suceda, se haría la evacuación por partes o general. La comunidad científica desarrolló un Código de alertamiento volcánico, el cual fue traducido por el CENAPRED como el Semáforo de alerta volcánica. El lenguaje de ese código se reduce, para términos prácticos, al manejo de los colores de un semáforo: verde, amarillo y rojo. El verde representa normalidad, y no alteran las actividades cotidianas de la población. El amarillo significa alerta, fase en la cual se encuentran algunos poblados, pero se pueden realizar las labores de manera normal; no obstante, estos sectores deben informarse continuamente de cualquier cambio en la condición del volcán. El rojo significa alarma, y consiste básicamente en aplicar las acciones de alejamiento y de protección a la población porque puede ser inminente una erupción volcánica de magnitud considerable.
Se cuenta, asimismo, con el Diagrama de activación del plan operativo. Toma de decisiones, en el que se especifica qué debe hacer cada sector. Este diagrama lo tienen todos los científicos, las autoridades ejidales, municipales, policías, vigilantes, bomberos, etcétera. Paralelamente, se envían documentos técnicos normativos a todos los responsables de protección civil. Por su parte, la comunidad académica, además de monitorear permanentemente el volcán, trabaja en busca de mejores tecnologías y sistemas de comunicación.
Actualmente se tiene una campaña de información para que la población en riesgo conozca qué es una situación de normalidad y de alerta; qué debe hacer en caso de una situación de riesgo, dónde ir, cuál es la ruta de evacuación, dónde están los albergues. Se trata, pues, de prepararla y enseñarla a convivir con el riesgo, ya que no la vamos a poder mover de ahí.
Lo real
Bajo el volcán el color de la vida es el color del olvido, el hambre y la miseria. Aquí, el romanticismo y la fantasía se alejan para sólo dar paso a un poco de cielo y a un mucho de esperanza a la que los pobladores se aferran para convencerse a sí mismos día con día de que no hay peligro de nada, pues desde siempre la amenaza de la muerte ha sido parte de su existencia. Ella tiene permiso.
"Ya 'tamos acostumbrado y sabemo que no pasa nada, porque monte no quiere que pase nada. Siempre ha'chado humito. Eso ya es antigua", dice el viejo Nicolás, nativo del pueblo de San Pedro de Benito Juárez, Puebla, ubicado a 2 350 metros sobre el nivel del mar y en la zona de mayor riesgo por su cercanía al cráter del Popocatépetl.
Mezclando palabras de "castilla" y de náhuatl, el viejo Nicolás agrega convencido. “Pero 'ora Gregorio 'nojó más porque un tiempito lo montó mujer, lo pisó, y Gregorio es hombre y no debe montarlo, porque Gregorio es hombre, por eso 'nojó más". (Don Nicolás se refiere a que recientemente unos alpinistas llegaron hasta la cima del volcán. Entre ellos iba una mujer que —a decir de él— no debió subir).
Como producto de la fantasía, el mito, la creencia y la realidad, se tiene también la versión, quizás más generalizada, de que Don Goyo "el viejito", como también lo llaman, se enojó porque el ex presidente Salinas quiso vender a los japoneses todo el azufre del cráter.
A pesar del ruido y movimientos bruscos del camión que nos trasporta al pueblo por un camino descuidado de terracería, el viejo Nicolás escucha atento mi perorata sobre la necesidad de prepararse para cualquier contingencia.
Con la sabiduría que le dan los años y su vida bajo el volcán, afirma: "información no sirve, pa'qué, si monte no quiere matarnos, al contrario, él nos cuida porque es el ombligo del mundo. Si avienta cosa, ésa va a dar allá lejo o se va por barranca, tenemo barranca; sólo si se rompe, enton's sí, pero no se rompe, no quiere. Yo me voy a morir aquí, no voy a dejar pueblo como quieren los de la ciudá. Muchos se fueron 'ora que Gregorio 'nojó y dejaron casa, tierra y animalitos. Cuando regresaron no encontraron nada, enton's digo pa'qué voy allá. Mejor quito ceniza y trabajo. Monte va a seguir ahí cuidando pueblo. Tú joven; yo viejo. Aquí 'tamos. Y mañana aquí, mis hijos y tus hijos, porque monte no quiere dañar, no quiere matar".
Nicomuceno, un joven emigrante de San Pedro, sonríe y escucha, pero no se atreve a participar. “Yo no sé, yo vengo llegando de México; allá es donde busco la vida; casi no estoy aquí", responde invariablemente a todas mis preguntas.
“Yo no voy pa 'llá. Aquí voy a morir pero de viejo y quiero que monte me cuide como en vida", concluye don Nicolás. Este sentir es similar al de muchos otros habitantes de este pueblo sin calles, drenaje y agua, uno más de los olvidados por el centralismo gubernamental.
Don José, de oficio albañil, dice que no pasa nada con el volcán, que siempre ha estado así, por lo que ya están acostumbrados y hacen su vida normal. "Antes cuando me daban trabajo para hacer una casa no quería la gente que le echáramos losa; hoy ya muchos, sobre todo los que reciben dinero de su parientes que trabajan en Nueva York, Chicago o Los Ángeles, juntan para su losita, porque aquí se van a quedar pues saben que no pasará nada".
De información sobre los riesgos por la reactivación del volcán, afirma que ellos no han recibido absolutamente nada, ni un cartel ni por la radio local ni folletos.
Nada, dice enfática doña Mari, dueña de una de las tantas tiendas del pueblo cuya variedad de productos se constriñe a tres cosas de cada uno: tres Sabritas, una burlona Pepsi light, tres cajas de "dulcitos", tres jitomates, muchos refrescos porque aquí no hay agua; cuatro velas y tres varas de ocote para encender el tlecuil, todos ellos bañados por una capa de polvo y olvido que remarcan la marginación y el abandono.
Señala molesta que los de Protección Civil "solo vinieron una vez, estuvieron como media hora con los hombres del pueblo viendo que un video o no sé qué y después se fueron, y ya nunca más regresaron. De lo demás que usté dice nada".
Nada es la misma información que tienen algunos niños de la primaria y la telesecundaria local interrogados al respecto.
Para el profesor Teodoro Romero Carreón, director de la Escuela Primaria Himno Nacional, la versión es otra: "la población, diría yo, está sobrebombardeada de información proporcionada por gente de Protección Civil, de la SEP—en el caso de los docentes—, y del Consejo Estatal de Seguridad; hemos visto los videos de información, conferencias, los mapas de evacuación, de simulacros; tenido reuniones con los científicos en Atlixco; por radio, en el noticiero local de las seis de la mañana, se nos informa sobre la actividad del volcán y sus riesgos".
Según el profesor Teodoro, lo que sucede es que la gente ve el problema a largo plazo, asume que hay peligro, pero no aceptan que puede darse de un día para otro. El arraigo y la religión impiden su sensibilización y son algunas de las razones del porqué muchos habitantes no aceptan abandonar sus casas a pesar del peligro. Dicen, sobre todo los evangélicos y los Testigos de Jehová, que Dios no lo va a permitir, que por eso oran, y que con fe nunca pasará nada. No, no son irresponsables. Sí tienen miedo. Están conscientes que deberán evacuar, si se da el caso, pero van a esperar hasta el final.
Los niños, quienes por su pobreza sólo comen una vez al día —cuando mucho dos—, a decir del profesor Romero Carreón, están convencidos de la necesidad de evacuar si las condiciones son difíciles. En un futuro próximo, gracias a ellos, la mentalidad de los pobladores cambiará.
Algunas de las medidas preventivas concretas son la emisión de credenciales con todos los datos personales de cada niño en todas las poblaciones aledañas al volcán, porque no se sabe cuándo puede darse un problema de mayor magnitud.
A todos los directivos y autoridades locales se les proporcionaron las rutas, formas y tiempos de evacuación; la evacuación total debe darse entre ocho y diez horas. La gente debe llevar todos sus documentos personales, escrituras de propiedades y un poco de dinero y ropa, nada más. A San Pedro de Benito Juárez le corresponde la ruta Axocopa-Chinameca-Champusco-Matamoros, donde estará un albergue; las indicaciones vendrán de las principales autoridades, se las darán a conocer y las unidades de transporte se concentrarán en el palacio municipal, al igual que toda la población. Si esto se da en el día y en horas de clase, los niños ya están prevenidos para una evacuación inmediata.
Toda esta información se les ha proporcionado por medio de reuniones efectuadas durante 1995 con los especialistas y las autoridades correspondientes.
La población, reitera Romero Carreón, ya no necesita más conferencias, ha sido sobreinformada, los simulacros ya no los ven como tales: "Los maestros no podemos hacer todo. Necesitamos del auxilio de todos. Algo que creo debería hacerse, es que vengan otras personas -ahora que lo comenta, puede ser gente de servicio social de la Universidad Nacional-, con mentalidad diferente, a trabajar, casa por casa, para hacerles entender de otra manera los riesgos que se viven y no atemorizarlos, porque además ellos no tienen miedo y la mayoría está dispuesto a morir en su tierra, pase lo que pase".
Aquí las tierras se mueren despacio como en muchos lugares de la República; las cenizas del volcán las torna aún más pegajosas y tristes. En eso pensamos, cuando el profesor Romero Carreón nos despide con un "vayan allá, a su universidad; díganles que existimos y que en San Pedro necesitamos de su auxilio".
Epílogo
México es tierra de desastres latentes y de fenómenos naturales que no podemos controlar ni frenar, por lo que debemos prepararnos a fin de disminuir sus efectos negativos. Ayer fueron inundaciones, sismos y fenómenos climáticos; hoy es el Popocatépetl. A pesar de ello, en México no existe una cultura del desastre ni planes o simulacros para desalojar grandes ciudades. El reto hacia el futuro, entonces, es adquirir una mayor conciencia sobre la prevención de desastres de toda índole.
Con toda su majestuosa y ancestral belleza, el riesgo está ahí, ahí ha estado y ahí seguirá, por lo que debemos aprender a vivir con él.
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Referencias bibliográficas
Lugo Hubp, José. 1993. La superficie de la Tierra. Un vistazo a un mundo cambiante. La ciencia desde México, FCE, México.
Padilla Gordon, Hugo. 1995. "El Popocatépetl. Un gigante que despierta", en México desconocido: 215.UNAM-Cenapred. 1995. Volcán Popocatépetl. Estudios realizados durante la crisis de 1994-1995. México. Yarza de la Torre, Esperanza. 1992. Volcanes de México. IG/UNAM, México. |
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Juan Marcial | |||||||||||
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como citar este artículo →
Marcial, Juan. 1996. Popocatépetl. Vivir en riesgo. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 50-55. [En línea].
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del bestiario | ![]() |
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Rectificaciones y adiciones a las efemérides seísmicas
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Manuel Orozco y Berra | ||||||||||||||
V tochtli (1325). "A los 31 años de la fundación
de la ciudad (de México), comenzó a salir fuego del volcán". Es la mención más antigua que hayamos encontrado acerca del Popocatepec.
III calli (1469). Este mismo año hubo un fuerte terremoto en la parte montañosa de Xochitepec, costa de Anáhuac, el cual "tomaron los naturales como presagio de ser conquistados por los mexicanos" (Torquemada, lib. II, cap. LVIII).
IX acatl. "En 9 acatl, dice el anáglifo Aubin, tembló de tal manera la tierra que muchos cerros se derribaron y muchas casas se destruyeron". Confirma la noticia el cronista franciscano escribiendo: "al 6‘ año de reinado de este rey, tembló la tierra y fue tan recio el temblor que no sólo se cayeron muchas casas; pero los montes y sierras en muchas partes se desmoronaron y deshicieron". (Torquemada, lib. II cap. LIX).
"Año de casas y de 1509, vieron una claridad de noche que duró más de 40 días; dicen los que la vieron que fue en toda esta Nueva España, que era muy grande y muy resplandeciente, y que estaba a la parte de oriente, y que salía de la tierra y llegaba al cielo. En este año se alzó el pueblo de Cosola que está a seis leguas de Huaxaca, contra los mexicanos, los cuales fueron sobre él y no dejaron hombre a vida según dicen los viejos que en ello se hallaron. Esta fue una de las maravillas que ellos vieron antes de que viniesen los cristianos y pensaban que era Quecacoatle al cual esperaban", "las pinturas de los códices Telleriano-Remense y Vaticano, representan el fenómeno en figura del fuego o del humo, saliendo de un promontorio de tierra y elevándose hasta el cielo; despréndense algunos puntos, indicantes de la arena, como cayendo en lluvia. En nuestro concepto, aquello fue una erupción del volcán Popocatepec, situado al S.E. de México: así nos persuaden las descripciones y las pinturas sólo que los intérpretes no supieron darse cuenta del fenómeno anotado en los anales. El vulgo tomaba como cosa maravillosa y perteneciente al cielo". (M. Orozco y B., Historia antigua y de la conquista de México, tomo III, pág. 466).
1512. "Año de navajas. Sujetaron los mexicas al pueblo de Quimichintepec (Quimichtepec) y Nopala (Nopalla) que están hasta la provincia de Tototepec. En este año les parecía que humeaban tanto las piedras que llegaba el humo al cielo". "Las pinturas de los códices Vaticano y Remense presentan la indicación de la guerra contra las dos poblaciones, aumentando que los prisioneros de Nopalla fueron sacrificados en la fiesta de Tlacaxipehualixtli. Se encuentra el signo en aquel año. El símbolo interpretado como el humear de las piedras, nos parece decir que permanecieron aún los efectos de la erupción del Popocatepec". (M. Orozco y B., Historia antigua y de la conquista de México, tomo lll, p. 487).
1519. La actividad del Popocatepec seguía en este año; ignoramos si fue una erupción o sólo continuación de las de 1509 y 1512; pero el año de que tratamos, los españoles le vieron arrojar humo, cenizas y piedras incandescentes, durando este estado hasta 1528, según se entiende de la noticia siguiente: "A la una de estas sierras, la llaman los indios Sierra Blanca, porque siempre tiene nieve; a la otra Sierra que echa humo, y aunque ambas son bien altas, la del humo me parece ser más alta, y es redonda desde lo bajo, aunque el pie baja y se extiende mucho más. Por la tierra que esta sierra tiene de todas partes es muy hermosa y muy templada, en especial la que tiene al medio día. Este volcán tiene arriba una gran boca por la cual solía salir un gran golpe de humo, el cual algunos días salía 3 o 4 veces. Habría de México a lo alto de esta sierra o boca, 12 leguas y cuando aquel humo salía parecía ser tan claro como si estuviera muy cerca porque salía con gran ímpetu, muy espeso, y después que subía en tanta altura y gordor como la torre de las iglesias mayor de Sevilla, aflojaba la furia y declinaba a la parte que el viento le quería llevar. Este salir de humo cesó desde el año de 1528, y no sin grande nota de los españoles y de los indios. Algunos decían que era la boca del infierno". (Motolinía, tratado lll, cap. VI. OyB, tomo IV p. 234).
1530. Tornó el Popocatepec a arrojar humo y dejó de hacerlo conforme a esta cita: "En este mismo año de 1530, el volcán que está a vista de México, cesó de echar humo y estuvo así hasta 1540. (M. Orozco y B., tomo IV, p. 234).
1539-1540. "Y después acá desque estamos en estas tierra no le hemos visto echar tanto fuego, hasta el año de 1539 que echó muy grandes llamas y piedras y cenizas". (B. Díaz del Castillo, cap. LXXVIII).
1592. Este año volvió a arrojar el Popocatepec vapores y cenizas.
1642. Erupción del Popocatepec: arroja humo y cenizas (carta dirigida a todos los editores de periódicos de esta capital por el conde de la Cortina, México, 1845, 6ohablando del Popocatepec dice lo siguiente: "Tiene una gran boca en la cima, echa por ella un penacho de humo grueso, y tan espeso que se ve de muchas leguas subir a la región del aire, a veces arroja ceniza y la esparce a los comarcanos pueblos, y ha llegado hasta la Puebla y Tlaxcala, y hasta Chalco, ocho leguas de distancia, no es continuo el humo visible que cesa por muchos años. El año de 1594 cesó por octubre; en 1663, a trece de octubre, a las dos de la tarde, levantó con estrépito un plumaje de humo tan denso, que oscurecía la región del aire; luego el año siguiente, continuando el humo, víspera de San Sebastián (feb. 24, 1664), a las once de la noche por la parte que mira a la Puebla cayó de la boca un gran pedazo, con tanto ruido, que se estremeció toda la ciudad, y las ventanas y puertas se abrieron al golpe, y el techo de la escalera de nuestro convento se vino abajo; hiciéronse rogativas y procesiones de sangre, pidiendo a Dios misericordia, porque la ceniza era en cantidad y con ella piedras que se hallaban menudas y livianas como la piedra pómez, fue cesando el humo y ahora es poco lo que despide que apenas se divisa". (Betancourt, tomo II, cap. IV, p. 1).
Debió repetirse el fenómeno aquel mismo año pues encontramos: "El día 24 de junio de 1664 arrojó gran cantidad de humo el volcán Popocatépetl, lo que no sucedía desde 1530", (Alamán, Disertaciones, tomo lll, p. 34). Lo que del humo no se había presentado desde 1530 aparece enteramente falso en esta noticia: "1665. En este año a 20 de enero día de San Sebastián, reventó el volcán y duró en estar cayendo ceniza cuatro días: les cayó a mis padres huyéndome de seis meses a Nativitas". Nota del periódico bisemanal El Mexicano, México, 1866.
1697. "El 20 de octubre hizo una erupción de fuego el volcán del Popocatépetl. (Alamán, Disertaciones, p. 44).
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Nota
Tomado de: Memorias de la sociedad científica Antonio Álzate, México, 1888, tomo II.reflexión, p. 12). Betancourt.
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Manuel Orozco y Berra
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cómo citar este artículo →
Orozco y Berra, Manuel. 1996. Rectificaciones y adiciones a las efemérides seísmicas. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 34-35. [En línea].
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Zenon Cano Santana y Jorge Meave | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Con admiración a Jerzy Rzedowski,
con quien compartimos una profunda consternación
por la destrucción del Pedregal de San Ángel.
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La constante transformación de la corteza terrestre hace
que continuamente se formen nuevos ambientes en los que hay una ausencia absoluta de organismos vivos. Ejemplos conocidos de este tipo de ambientes nuevos son las áreas que se descubren al retraerse los glaciares, las porciones de la plataforma continental que emergen sobre la superficie del mar, las laderas de montañas que quedan desnudas cuando ocurren deslizamientos masivos de tierra, así como los derrames de lava que se producen durante las erupciones volcánicas.
Además de la ausencia de vida, otra característica que tienen en común los ambientes recién formados es la carencia de suelo. Sin embargo, estas dos condiciones son notablemente efímeras. En primer lugar, la capacidad de dispersión a distancias medianas y largas que poseen muchos organismos les permite arribar fácilmente a estos sitios. Mediante este proceso, denominado colonización, diversas poblaciones de microorganismos, hongos, plantas y animales paulatinamente empiezan a establecerse, llenando los espacios vacíos en estos paisajes recién formados. En segundo lugar, muy poco tiempo después en estos sitios se inicia una serie de procesos que conducen a la formación de los suelos, o pedogénesis, en la que intervienen factores físicos, químicos y biológicos. Las comunidades bióticas que empiezan a desarrollarse en los nuevos hábitats se modifican constantemente hasta que alcanzan una organización estructural que generalmente es más compleja y relativamente estable a través del tiempo. A este proceso temporal de cambio unidireccional en la composición de especies y en la estructura de la comunidad se le denomina sucesión primaria. Ésta se distingue de la sucesión secundaria en que en esta última el cambio temporal en la comunidad ocurre después de un disturbio que no alcanza a eliminar a todos los componentes vivos de una comunidad ni a destruir el suelo. Estas diferencias provocan que las sucesiones primarias sean mucho más lentas que las secundarias. Análisis teórico de la sucesión primaria en comunidades terrestres En su modelo clásico, Eugene P. Odum comparó las características de ecosistemas jóvenes y maduros desde el punto de vista sucesional (Tabla 1). Si bien este modelo ha recibido numerosas críticas, sigue siendo un punto de partida útil para entender las sucesiones primarias que ocurren en ambientes terrestres recién formados. Algunos de los atributos, mencionados por Odum, de las etapas tempranas de sucesión son evidentes, como la sencillez de su estructura trófica, la pequeña cantidad de materia orgánica y de suelo, la poca diversidad de especies y la gran disponibilidad de luz a nivel del piso. Tales características ambientales sólo pueden ser toleradas por algunas especies de organismos cuyos atributos morfológicos y fisiológicos les permiten establecerse y sobrevivir con éxito en esas condiciones. En la tabla 2 se comparan las características morfofisiológicas de las plantas que pueden establecerse en sitios sucesionales jóvenes y maduros. Si bien no existe un modelo totalmente generalizado de la secuencia de especies de plantas durante una sucesión primaria, se pueden plantear algunas tendencias generales frecuentemente observadas sobre la secuencia de remplazo de las formas de crecimiento de los organismos dominantes: alga verdiazules → líquenes y musgos → helechos → herbáceas anuales → herbáceas perennes → arbustos → árboles sucesionales tempranos → árboles sucesionales tardíos. Hasta qué punto de esta secuencia puede darse una sucesión depende en gran medida de las condiciones climáticas de la región. Por ejemplo, en las zonas áridas el proceso podría detenerse al establecerse los arbustos, con lo que no existirían las etapas dominadas por árboles.
A principios de este siglo, Clements, uno de los ecólogos que contribuyó grandemente al desarrollo de la teoría sucesional, estableció que las comunidades transitaban por los estados de juventud, madurez y vejez hasta alcanzar un climax, término con el cual él denominaba a una comunidad completamente madura y estable en composición y estructura. Si bien el concepto de climax ha sido duramente criticado porque contiene una fuerte connotación determinística de la naturaleza, es innegable que existen comunidades en las que los cambios son prácticamente imperceptibles. Más recientemente, Connell y Slatyer propusieron la existencia de tres mecanismos de sucesión distintos pero no mutuamente excluyentes, basados en la manera en la que interactúan los organismos en distintos momentos del proceso (facilitación, inhibición y tolerancia). En la actualidad, las hipótesis más aceptadas para explicar los cambios sucesionales en una comunidad son las siguientes: 1. Las especies se incorporan en el curso sucesional en función de los gradientes temporales en la disponibilidad de recursos. 2. Las especies se presentan en distintos momentos en función de su longevidad diferencial y otros procesos poblacionales. 3. El proceso sucesional es resultado de las diferencias en los atributos de la historia de vida de los organismos involucrados (Tabla 3) 4. El proceso sucesional tiene un fuerte componente estocástico.
Volcanes y sucesión primaria En tiempos históricos infinidad de volcanes han depositado lavas, cenizas y otros materiales que posteriormente han sido colonizados por comunidades biológicas. En muchos de esos sitios los ecólogos han podido seguir de cerca la secuencia dé cambio de la vegetación a través del tiempo. Algunos casos que destacan por la cantidad de información disponible son el de la isla Surtsey en Islandia, el de la isla Rakata o Krakatoa en Indonesia, el del Monte Saint Helens en Estados Unidos, y el del volcán Paricutín en México. En la isla Surtsey, el viento, las aves y las corrientes marinas transportaron las primeras semillas que arribaron después de la erupción. En los primeros ocho años se mantuvo un promedio de 81 individuos de plantas vasculares, pero en el noveno (1973) el número se incrementó repentinamente a 1273 plantas. Después del establecimiento inicial, el reclutamiento de nuevos individuos por semillas o por medios vegetativos permitió el crecimiento ulterior de las poblaciones. La gran cantidad de información disponible sobre la sucesión que se ha desarrollado en Rakata a partir de la explosión de Krakatoa en 1883 fue revisada por Whittaker y sus colaboradores. De acuerdo con los registros que ellos encontraron, la isla fue colonizada por gramíneas durante el primer año. Para 1886 Rakata había sido colonizada por seis especies de algas azul-verdes, a la vez que se localizaron algunas angiospermas en la playa y algunos helechos en el interior. En 1987 la vegetación predominante en la isla era de tipo sabananoide con manchones de árboles de los géneros Terminalia, Barringtonia y Casuarina. Para 1906 el número de especies de angiospermas casi alcanzaba un centenar, entre las que se encontraban Macaranga tanarios y especies del género Ficus. Por estas fechas comenzó a notarse una diferenciación florística por tipo de habitat, ya que entre los 300 y 400 m de altitud predominada el arbusto Cyrtandra sulcata, mientras que por encima de esta cota abundaban los helechos. En 1921 la distribución diferencial se hizo más evidente, ya que para ese año se observaron asociaciones de Neonauclea calycina y sobre todo la presencia de epifitas (musgos, helechos, hepáticas, líquenes, así como lianas y orquídeas) por encima de los 300 m. Entre 1919 y 1934 la vegetación predominante era un bosque abierto de Casuarina equisetifolia y otro de Macaranga tanarios - Ficus fulva. En 1983 Whittaker y sus colegas registraron 99 especies de plantas dispersadas por aves o murciélagos, 80 especies por viento, y 60 por mar, lo cual contrasta con 50% de especies dispersadas por mar que se establecieron en los 25 primeros años de sucesión. Un año después de la erupción del volcán Saint Helens ocurrida en 1980, Wood y del Moral sólo registraron dos especies de plantas; cinco años después, es decir, a los seis de haber ocurrido la explosión, ya registraron 30 especies incluyendo algunos árboles de los géneros Salix, Pseudotsuga, Tsuga y Abies, aunque a densidades bajas. A partir de estos ejemplos se hace evidente que la colonización es un proceso que depende de las características y distancias de las áreas adyacentes, de las condiciones ambientales y de la variación anual del clima. Al parecer, en sitios más cálidos y húmedos la colonización es más rápida, casi al ritmo de las sucesiones secundarias. Por ejemplo, un mes después de la emisión de cenizas, el volcán Chichonal, ubicado en una región del estado de Chiapas con 4000 mm de precipitación, se cubrió totalmente de vegetación herbácea. Vulcanismo reciente en México: el caso del Paricutín México es un país integrado al llamado "cinturón de fuego" del Pacífico, caracterizado por una gran frecuencia de eventos volcánicos (por ejemplo, la formación de los volcanes Paricutín en Michoacán y Bárcena en la isla de San Benedicto, y las recientes erupciones del Volcán de Colima, del Chichonal y del Popocatépetl). Por tal razón, a lo largo de su territorio existen numerosas comunidades bióticas asentadas sobre sustratos de roca volcánica. El estudio de los mecanismos de sucesión primaria sobre estos sitios ayuda a entender los patrones de cambio temporal en las características de la comunidad y de las condiciones ambientales. El volcán Paricutín se formó en 1943 y su actividad se prolongó hasta 1952. Luhr y Simkin recopilaron numerosos detalles acerca de la historia, la geología y la ecología de este evento. Sobre los flujos de 1944, Eggler encontró en 1950 algas verdes, líquenes, musgos y helechos. En 1960, él mismo registró 33 especies, dos de pinos, quince de angiospermas, doce de helechos y cuatro de musgos. En 1978 tres especies arbóreas que alcanzaban hasta 4 m ya eran frecuentes: Buddleia cordata, Clethra mexicana y algunos individuos cloróticos de Pinus leiophylla. Los flujos de 1944 soportaban mayor número de especies de plantas que los flujos de 1945 y 1950; la diferencia se adjudicó a una mayor acumulación de ceniza en esta zona, más que a la edad de los derrames. Los eventos que sucedían en el cono del Paricutín fueron investigados en detalle por Eggler, quien observó que a pesar de que la actividad eruptiva cesó en marzo de 1952, algunas ventilas seguían emanando gases de vapor de agua y cloruro de amonio. En 1957, Segerstrom realizó los primeros registros de plantas en el cono, encontrando líquenes y dos especies de angiospermas (Gnaphalium sp. y Eryngium sp.; Tabla 4), En 1958, Beaman colectó en esa zona catorce especies de plantas vasculares. En la Tabla 4, que resume los cambios en la composición florística del cono entre 1957 y 1960, se observa el aumento de la riqueza florística con el tiempo, así como las dificultades de muchas especies para establecerse definitivamente en ese sitio (por ejemplo, Pinus montezumae, Buddleia cordata y Baccharis glutinosa). Las especies más abundantes en el sitio en 1959 y 1960 fueron Eupatorium adenochaenium, Gnaphalium canescens, Muhlenbergia minutiflora y Pityrogramma calomelanos. La erupción del Xitle y la extensión de su derrame de lava Uno de los derrames volcánicos que más ha atraído la atención de los estudiosos en nuestro país es el del Xitle, ubicado en la serranía del Ajusco al sur del Distrito Federal. El hecho de encontrarse tan cerca de la Ciudad de México ha facilitado su estudio desde el punto de vista geológico, florístico, faunístico, ecológico e histórico. Tradicionalmente se ha aceptado que el Xitle hizo erupción hace unos 2 500 años. Sin embargo, nuevas evidencias sugieren que la erupción del Xitle es un poco más reciente, asignándosele una edad de alrededor de 2 000 años. Esto concuerda de manera aproximada con la estimación del cronista Alva Ixtlilxóchitl, quien recogió entre sus informantes la fecha del 24 de abril del año 76 como la del inicio de la erupción. La lava arrojada a la superficie durante las erupciones del Xitle corrió principalmente hacia elevaciones menores localizadas en dirección NE del volcán. Con una longitud de 15 km, el derrame cubrió un área de forma arriñonada con una extensión de 80 km2relativamente bajo (de 2 250 a 2 350 m sobre el nivel del mar) ya que alcanzó las partes planas del. El lóbulo norte del riñón presenta un desnivel fondo de la cuenca de México. El lóbulo sur, por el contrario, presenta un declive considerable que va de los 2 350 hasta los 3 100 m sobre el nivel del mar en la cima del Xitie. A juzgar por los mapas disponibles, aparentemente las lavas del Xitle entraron en contacto con las aguas del lago que existía en el fondo de la cuenca, en la zona que está comprendida entre Coyoacán y Huipulco, después de haber pasado por encima de los asentamientos humanos de Cuicuilco. Los límites del derrame coinciden con algunas localidades actuales de la Ciudad de México, como se muestra en la Fig. 1. La lava que arrojó el volcán destruyó completamente la vegetación circundante. Al enfriarse, se solidificó formando un sustrato de superficie muy irregular donde empezaron a distinguirse unidades microtopografías contrastantes como cuevas, hoyos, grietas, promontorio rocosos y planchas de roca. Existen evidencias de que el arribo de los primeros seres humanos al Valle de México ocurrió hace 22 mil años. Los restos arqueológicos de Cuicuilco indican en los sitios que ocupa el derrame del Xitle se llevaban a cabo diversas actividades humanas antes de su erupción, y es razonable pensar que dichas actividades continuaron después. Independientemente de las variaciones históricas del tamaño de la población humana en esta región, es un hecho que el derrame de lava nunca ha estado libre de las presiones antrópicas. Los primeros años de sucesión después de la erupción Evidentemente desconocemos los acontecimientos de colonización que tuvieron lugar inmediatamente después de la erupción del Xitle. Sin embargo, éstos pueden reconstruirse hipotéticamente por medio del análisis de los patrones de sucesión primaria que han sido observados en otros derrames volcánicos. En particular el del Paricutín, el cual por estar bien documentado constituye indudablemente el mejor modelo para reconstruir la sucesión temprana del derrame del Xitle. En la tabla 3 se hace una comparación entre los derrames del Xitle y del Paricutín, ambos localizados en el Eje Volcánico Transversal, por medio de la cual se aprecian las sorprendentes semejanzas que existen entre ellos. Las únicas diferencias notables son, por un lado, la mayor precipitación en el Paricutín, y por otro, el mayor grado de fluidez de la lava del Xitle. Sin embargo, cuando el Xitle hizo erupción es probable que los niveles de precipitación hayan sido más altos que en la actualidad debido a la evaporación de los lagos.
Podemos suponer que la colonización del derrame del Xitle fue más o menos similar a la del Paricutín una vez que las erupciones cesaron. Así, en los primeros años de colonización la lava del Xitle pudo haber sido invadida casi simultáneamente por plantas con diferentes formas de crecimiento (líquenes, musgos, herbáceas, arbustos y árboles); sin embargo, la abundancia relativa de cada una habría marcado diferencias temporales en la fisonomía de la comunidad. La colonización de líquenes y de plantas dispersadas por el viento, que indudablemente fue la más temprana, debe haber ocurrido con mayor frecuencia en los bordes del derrame. Asimismo, es posible que en la composición florística inicial hayan estado involucradas especies semejantes. De hecho, llama la atención que el derrame del Xitle albergue actualmente a 20 de las 30 especies registradas en los primeros años de colonización del Paricutín (véase Tabla 4). La tasa de reclutamiento de especies (calculada como la diferencia entre la tasa de colonización y la de extinción) en el cono del Paricutín fue, entre 1958 y 1960, de una a cuatro especies por año, es decir, un promedio de 2.5. Si esa tasa de colonización la hubiese tenido el derrame del Xitle, el Pedregal de San Ángel habría alcanzado en poco menos de 215 años la riqueza de 538 especies de plantas que Rzedowski registró en 1954, considerando una colonización inicial más o menos masiva. Este tiempo habría sido suficiente para que las zonas más húmedas sustentaran ya un bosque joven. Un momento importante en ese proceso de sucesión debe haber sido la colonización temprana de plantas que mantienen simbiosis con microorganismos fijadores de nitrógeno, entre las que se encuentran las leguminosas; posiblemente gracias a ellas las condiciones del suelo mejoraron al incrementarse el contenido de este elemento cuya ausencia es limitante para el crecimiento de las plantas. Este proceso de colonización y establecimiento de las plantas debe haber sido afectado por la edad de los derrames sucesivos del Xitle, por la deposición diferencial de cenizas volcánicas a lo largo y ancho del derrame, y sobre todo por las diferencias climáticas, en particular las de humedad y temperatura que ocurren a lo largo del gradiente altitudinal del derrame (ver Tabla 3). A partir de las observaciones realizadas en otros derrames de lava, en particular en el Paricutín, podemos suponer que muchas de las transformaciones que ocurrieron durante la sucesión primaria a partir del enfriamiento de la lava fueron relativamente rápidas al principio y posteriormente perdieron velocidad. Por supuesto, la velocidad de estos cambios sólo puede entenderse en términos relativos, para lo cual la escala temporal humana es una referencia adecuada. Esto significa que en un principio, los cambios habrían sido aparentes en el curso de la vida de una persona, mientras que muchos de los cambios que siguen ocurriendo actualmente en las distintas comunidades sería absolutamente imperceptibles durante ese mismo tiempo.
La vegetación antes de la invasión de la megalópolis ¿A dónde ha conducido la sucesión primaria que se ha llevado a cabo durante dos milenios sobre el La respuesta a esta pregunta se encuentra en el análisis de la vegetación del lugar en tiempos modernos. Desafortunadamente, el avance de la mancha urbana a partir de los años sesenta ha sido tan abrumador y catastrófico que en la actualidad, a punto de terminar el siglo XX, sería absolutamente imposible tener una idea completa de las características de la vegetación que cubría al derrame de lava todavía a mediados de siglo. Las porciones que aún permanecen están restringidas a los terrenos de la Reserva Ecológica que se localiza dentro de los terrenos de la Universidad Nacional, en los remanentes de vegetación en las orillas de la carretera al Ajusco que forman parte del Parque Ecológico de la Ciudad de México, y finalmente en una multitud de terrenos baldíos dispersos en la mancha urbana, los que indudablemente serán construidos tarde o temprano. Afortunadamente, a diferencia de lo que ocurre en muchas otras partes del país, contamos con un excelente registro histórico de esta vegetación. El doctor Jerzy Rzedowski fue quien, en 1954, inició los estudios modernos de biología en el Pedregal de San Ángel con la publicación de un detallado estudio florístico ecológico de las comunidades vegetales allí establecidas en ese entonces. En dicho trabajo Rzedowski distinguió nueve asociaciones vegetales (véase Fig. 1), entre las que destacan por su extensión: el matorral de palo loco (Senecio praecox), el matorral de encino Quercus rugosa, el bosque de encino Quercus centralis, el bosque mixto de los encinos Quercus rugosa y Q. centralis, el bosque de Pinus hartwegii, y el bosque de Pinus teocote. Además, se presentaba una pequeña extensión de bosque de oyamel (Abies religiosa) , y en las partes no cubiertas por lava dentro del Pedregal existían reducidos bosques de aile (Alnus firmifolia) y, sobre los cerros que la lava rodeó pero no cubrió había asociaciones de encinos (Quercus centralis) que crecían sobre suelos no pedregosos. Los dos matorrales ocupaban las partes más bajas del Pedregal, mientras que los distintos tipos de bosques se asentaban en elevaciones mayores. El matorral de palo loco es una comunidad vegetal dominada por arbustos, ya que los pocos árboles están aislados y no forman una cubierta continua. Algunas características de las plantas que viven en esta comunidad corresponden a una vegetación propia de zonas áridas conocida como matorral xerófilo. Hasta antes del desmesurado avance de la megalópolis, al matorral de palo loco le correspondía más de la mitad de la superficie del Pedregal, y ocupaba toda la parte baja, elevándose aproximadamente hasta los 2 500 metros sobre el nivel del mar. El matorral del encino Quercus rugosa también es una comunidad dominada por arbustos, pero a diferencia de la anterior éste se distribuía entre los 2 500 y los 2 800 m de altitud. A pesar de estar formados por especies de encinos que en situaciones de mayor desarrollo de suelo crecen como árboles, en esta parte éstos tienen una forma arbustiva. Rzedowski observó en esta comunidad una marcada distribución diferencial de especies en función del gradiente altitudinal. Los bosques de encinos son comunidades vegetales con mayor desarrollo y acumulación de biomasa propias de las porciones localizadas a altitudes medias (2 350-2 900 m). Su aspecto es el de los encinares típicos de las altitudes medias del Valle de México, la mayoría de los cuales han desaparecido desde hace mucho tiempo debido a las actividades agrícolas que se han desarrollado desde tiempo prehispánicos. Curiosamente, debido a la dificultad para llevar a cabo dichas actividades sobre la lava, los encinares asentados en el Pedregal sobrevivieron durante más tiempo. Rzedowski distinguió dos diferentes bosques de pino, el de Pinus hartwegii y el de Pinus teocote. Los pinos son árboles que se distribuyen ampliamente en las partes altas del Eje Volcánico, y en el derrame del Xitle se presentan en los sitios más altos. El bosque de Pinus teocote se encuentra entre los 2 800 y los 3 000 m, mientras que el de Pinus hartwegii se localiza a los 3 000 m de altitud. Los abetos (Abies religiosa) son árboles que crecen en los mismos pisos altitudinales que los pinos, pero sus requerimientos de humedad son mayores. Por esta razón, en el Pedregal sólo existen pequeños manchones en el interior de los conos volcánicos del Xitle y del Xitle Chico o Xictontle, en las laderas que tienen exposición norte. El modelo sucesional de Rzedowski para el derrame del Xitle Ya en 1954, Rzedowski propuso un modelo hipotético de las rutas sucesionales de las distintas comunidades del Pedregal (Fig. 2). En la actualidad, debido a la dificultad para la observación, no es fácil evaluar este modelo. Sin embargo, a partir de algunas observaciones realizadas recientemente y de la comparación con los otros derrames de lava, es posible proponer algunas modificaciones, señaladas en la figura 3. En primer lugar, es posible que los gradientes de temperatura y humedad hayan determinado una diferenciación más temprana en el curso de la sucesión a distintas altitudes. De este modo, probablemente el matorral de Senecio praecox no llegó a cubrir todo el gradiente altitudinal, ya que se trata de una comunidad con afinidades termófilas como lo indica la presencia de especies como Bursera cuneata y Cissus sicyoides. Una posibilidad razonable es que en las partes más altas se desarrolló un matorral constituido por plantas más resistentes al frío, como podrían ser varias de las compuestas que actualmente se presentan en los bosques a mayor altitud. Las observaciones en el Paricutín sugieren que el paso hacia los bosques de pino pudo haber sido directo a partir del matorral de compuestas (véase Tabla 3). En segundo lugar, este matorral ya no parece dirigirse hacia una comunidad dominada por árboles de pirul (Schinus molle). Esta especie de origen sudamericano llegó a México en el siglo XVI y a partir de entonces se ha convertido en un componente muy frecuente en el paisaje de regiones secas y semisecas. Cuando Rzedowski realizó su estudio de la vegetación en el Pedregal de San Ángel, quizá la presencia de numerosos pirules en el matorral de palo loco le hizo suponer que esta especie podría convertirse en la dominante de la vegetación pero sólo de las partes bajas, ya que en las partes más altas está ausente. Hoy día, 40 años después, la abundancia del pirul en la región ha disminuido notablemente, aparentemente debido al ataque de un patógeno en los pirules que crecen en toda la ciudad y en el Pedregal. Aunque no sabemos si la incidencia de esta enfermedad está o no asociada con los altos niveles de contaminación atmosférica, es un hecho que las poblaciones de pirul van en franco descenso. Esto no implica que dejará de haber cambios sucesionales en la comunidad de palo loco. De hecho, en años recientes se ha venido observando un constante incremento en las poblaciones de los árboles conocidos como tepozanes (Buddleia cordata y B. parviflora), las cuales aparentemente han entrado en una etapa explosiva de desarrollo, a grado tal que en este momento podría plantearse un bosque de tepozán como la siguiente etapa seral en la historia sucesional del derrame del Xitle. Este bosque de tepozán podría ser una etapa intermedia hacia un matorral o un bosque de encinos. Finalmente, las relaciones espaciales entre las comunidades (véase Fig. 1) indican que posiblemente el bosque de Abies religiosa haya derivado sólo del bosque de Pinus teocote. Topografía y pedogénesis La razón principal de la lentitud de la sucesión primaria es precisamente la ausencia inicial de suelo; sin él, no es posible el establecimiento de plantas. La pedogénesis es un proceso complejo y muy lento que involucra varios procesos tales como adiciones por viento, pérdida por erosión, y translocación y transformación de sustancias. La presencia de líquenes y musgos acelera este proceso. El viento desempeña un papel importante, ya que además de acarrear partículas de suelo, es posiblemente el principal medio de transporte de los huevecillos de los animales microscópicos y de las semillas de las plantas colonizadoras. Las plantas colonizadoras contribuyen a la formación del suelo al crear materia orgánica. Como ya se mencionó, en el derrame del Xitle la topografía es heterogénea, pues existen sitios más o menos planos donde la roca forma planchas, y otros con una topografía más accidentada. Esta heterogeneidad le ha permitido a la comunidad vegetal del Pedregal de San Ángel tener acceso a una diversidad considerable de microhábitats. Asimismo, esto ha provocado que la acumulación de suelo y las condiciones de luz varíen entre sitios, a veces muy cercanos entre sí. A partir de un estudio realizado por Cano Santana en la parte baja del derrame, se propone que esta variación topográfica tiene efectos profundos sobre las tasas de acumulación de suelo, lo cual a su vez afecta el reclutamiento de plantas de mayor tamaño. En ese trabajo se sugiere que en los sitios abruptos la tasa de acumulación de suelo es mayor en ciertas zonas, y que esto permite sostener plantas de estados sucesionales más avanzados (por ejemplo más altas y con mayor biomasa), en tanto que en los sitios más planos los suelos son más someros, puesto que el suelo se pierde más fácilmente o se distribuye de manera más homogénea. Existen varias evidencias que apoyan esto: (1) la biomasa y productividad primaria neta aérea (PPNA) de las herbáceas es mayor en los sitios planos que en los abruptos; (2) la biomasa y PPNA de los árboles es mayor en los sitios abruptos que en los planos; y (3) en sitios con el suelo más profundo la altura de la vegetación es mayor. Estudios preliminares han mostrado que la profundidad promedio del suelo en la parte baja del derrame del Xitle, correspondiente a la actual Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, es de 4.50 ± e.e. 0.27 cm (intervalo 0-40.0 cm). Esto contrasta con el valor de 1.65 ± 0.16 cm (intervalo 0-22.3 cm) en el derrame de 1944 del Paricutín alrededor de la iglesia de San Juan Parangaricutiro. Con estos datos se pueden calcular las tasas de acumulación de suelo en estos dos derrames para compararlas con otros sitios en el mundo (Tabla 5). A pesar de las semejanzas entre los dos derrames, aparente mente las respectivas tasas de acumulación de suelo han sido muy diferentes. Esto tiene que ver con que la pedogénesis es un proceso afectado por múltiples factores tales como el clima, la edad del sustrato, la topografía, la vegetación presente y las características de la roca madre. En derrames volcánicos en particular, la cantidad de cenizas depositadas sobre las lavas puede acelerar notablemente la pedogénesis.
A pesar de que la sucesión ecológica está descrita en términos de plantas, numerosas facetas de la sucesión incluyen animales. Estos son afectados por la edad sucesional o, por el contrario, sus actividades pueden determinar en diversos grados la dirección sucesional. Comúnmente se ha aceptado que los animales no pueden colonizar nuevos hábitats sin la presencia previa de plantas. Sin embargo, tanto en el Paricutín como en el Monte Saint Helens se observó que los animales buscaron refugio en estos ambientes casi inmediatamente después de que terminó el proceso eruptivo. Ciertos estudios han sugerido que los animales herbívoros pueden afectar de manera determinante el curso sucesional, ya sea retardándolo o acelerándolo. Por otro lado, los animales como aves y murciélagos pueden ser dispersores de semillas colonizadoras tan eficientes como el viento o más (ver Tabla 2). En el derrame del Xitle figuran herbívoros importantes como el chapulín Sphenarium purpurascens y el conejo Sylvilagus floridanus. Sin embargo, en el curso de su historia, la comunidades vegetales del derrame del Xitle fueron liberadas de la presión de algunos grandes herbívoros al desaparecer éstos como consecuencia del aumento de las poblaciones humanas en el Valle de México. Tal fue el caso del berrendo (Antilocapra americana), el venado bura (Odocoileus hemonius) y el pecarí (Pecari tajacu). Es posible que esta extirpación de elementos de la fauna haya tenido algún efecto en el curso y en la velocidad de la sucesión. ¿Qué pasará con la sucesión? Ya nunca sabremos cuál hubiera sido el destino de la sucesión primaria en el Pedregal. Los cambios ocasionados por el crecimiento de la mancha urbana en el Pedregal son de una magnitud enorme, tan grandes que ni siquiera estamos en la posibilidad de evaluarlos. Por supuesto, el más evidente es la disminución del área, ya que el proceso sucesional se interrumpe en cada lugar donde se construye un edificio. La urbanización, al igual que la erupción, destruye el paisaje preexistente cubriéndolo por uno nuevo. Pero también es muy probable que algunos cambios asociados al desarrollo urbano estén ocurriendo en las porciones remanentes del Pedregal. Veamos por qué. Exceptuando el carbono, las plantas obtienen prácticamente todos sus alimentos del suelo, y en un suelo incipiente como el del Pedregal muchos de éstos están poco disponibles. Por ello, es posible que las modificaciones en la dinámica atmosférica del Valle de México provocadas por el enorme desarrollo urbano, en particular en lo que se refiere a las deposiciones provenientes de la atmósfera, estén teniendo un efecto sobre la tasa de acumulación de partículas o sobre el presupuesto nutricional del ecosistema del Pedregal. Por ejemplo, es probable que la desecación de los lagos y la consecuente producción de tolvaneras, o la liberación hacia la atmósfera de contaminantes con altos contenidos orgánicos, hayan modificado la fertilidad de los suelos del Pedregal, y por lo tanto la tasa de desarrollo de la vegetación. Frente a esto, es posible que algunas especies de plantas hayan tenido una respuesta relativamente rápida. Ésta podría ser una explicación razonable al aumento reciente que se ha observado en las poblaciones de tepozanes. Por supuesto, no se pueden descartar los efectos negativos de la contaminación atmosférica, por ejemplo los daños en los tejidos foliares ocasionados por el ozono. Los incendios constituyen otro factor que puede estar afectando el curso actual de la sucesión. Los fuegos suelen retardar el desarrollo sucesional de la comunidad, lo cual puede estar ocurriendo en la parte baja del Pedregal. Aunque no sabemos de registros históricos sobre la incidencia del fuego, recientemente se han observado incendios en algunas porciones de esta zona cada año durante la temporada de secas. La acción retardadora del fuego se sustenta en el hecho de que los incendios reducen la biomasa vegetal acumulada en una comunidad, proceso que es contrario a la tendencia que caracteriza la sucesión (véase Tabla 1). Por otra parte, uno de los efectos claros de la urbanización es la modificación del microclima consistente en una elevación de las temperaturas y una disminución en la frecuencia de heladas. Un posible efecto de este cambio sería un incremento en las tasas de crecimiento de los organismos del Pedregal. Aunque esto es incierto, es posible que la modificación microambiental esté teniendo consecuencias en el comportamiento demográfico de las poblaciones de seres vivos, ya que las condiciones para su crecimiento, sobrevivencia y reproducción seguramente se han deteriorado en algunos casos, pero mejorado en otros. Desde que el Xitle hizo erupción, los seres humanos que han habitado en las cercanías del derrame han encontrado en este lugar una gran disponibilidad de una enorme variedad de productos animales y vegetales utilizados con distintos fines: leña, medicamentos, alimento, materiales de ornato y de construcción, etc. La extracción de estos productos se ha llevado a cabo durante veinte siglos y se mantiene en la actualidad, y es indudable que ésta ha tenido efectos profundos en las poblaciones de organismos silvestres y en la comunidad en su conjunto, al alterar posiblemente los ritmos y los rumbos de la sucesión. Prácticamente no contamos con ningún dato que nos permita tener una idea real de la magnitud y el tipo de efectos de estas actividades. En esta materia nuestra ignorancia es tan grande que incluso no podemos descartar la posibilidad de que las dos comunidades arbustivas presentes actualmente en el Pedregal, el matorral de palo loco y el matorral de encinos, hayan estado en el pasado dominadas por árboles. La intensidad de la extracción de leña para abastecer a las poblaciones humanas establecidas alrededor del derrame pudo haber ocasionado un retroceso en la secuencia sucesional, provocando la degeneración de áreas boscosas a matorrales. Comentario final Es importante asumir en primera instancia que cada proceso sucesional es un evento único. McCook explica esta idea muy acertadamente: "Es improbable que exista una causa universal, general de la sucesión, puesto que numerosos aspectos de las circunstancias históricas y ambientales inciden en el proceso de una manera única". A lo largo de este trabajo se ha hecho evidente que la sucesión primaria en cualquier sitio, incluso en uno tan bien conocido como el derrame del Xitle, es prácticamente imposible de reconstruir. El proceso de sucesión primaria en este sitio ha estado afectado por multitud de factores físicos, biológicos e históricos, y si bien se tienen sospechas de algunos, de otros no se sabe nada. Además, en el caso particular del Pedregal, la historia sucesional se complica porque ha estado siempre acompañada por la presencia humana. Quizá nunca lograremos realmente reconstruir con precisión qué pasó en el Pedregal desde su origen hace 2 000 años. Ni siquiera nuevos eventos volcánicos nos permitirían alcanzar esta meta, ya que harían falta decenas de generaciones humanas para poder hacer seguimientos detallados y continuos desde el principio. De cualquier manera, es innegable que el Pedregal guarda una historia geológica y biológica compleja y extraordinaria, de la que aún tenemos mucho que aprender. Sería una gran pérdida que los procesos de cambio que allí tienen lugar se interrumpan para siempre por la desaparición total de esta comunidad. |
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Referencias bibliográficas
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Carabias, J. y J. Meave. 1987. La reserva ecológica del Pedregal de San Ángel. Información Científica y Tecnológica 125: 16-19. Carrillo, C. 1995. El Pedregal de San Ángel. UNAM, México. Cervantes-Borja, J.F., F. Orozco-Chávez, M. Meza-Sánchez y J. Tricart. 1983. "Determinación preliminar de los daños causados al medio natural por las erupciones del volcán Chichonal", en El volcán Chichonal. Instituto de Geología, UNAM, México, pp. 100-120. Clernents, F.E. 1916. Plant Succession. Carnegie Institute Washington Publication 242, Washington, D.C. Connell, J.H. y R.O. Slatyer. 1977. Mechanisms of succession in natural communities and their role in community stability and organización. Am.Nat. 111:1119-1144. Drury, W.H. y I.C.T. Nisbet. 1973. Succession./. Arnold Arboretum 54: 331-368. Eggler, W.A. 1963. Plant life of Paricutín volcano, México, eight years after activity ceased. Am. Midi. Nat. 69. 38-68. Ezcurra, E. 1991. De las chinampas a la megalópolis. FCE, México. Finegan, B. 1984. Forest succession. Nature312:109-114. Franklin, J.F., J.A. MacMahon, FJ. Swanson yJ.R. Sedell. 1985. Ecosystem responses to the eruption of Mount St. Helens. National Geographic Research 1:198-216. Fridriksson, S. 1975. Surtsey. Butterworths, Londres. Glenn-Levin, D.C. , R.K. Peet y T.T. Veblen. 1992. Plant Succession: Theory and Prediction. Chapman & Hall, Londres. Luhr, T.F. y T. Simkin (eds.). 1993. Paricutín: The Volcano Born in a Mexican Cornfield. Geoscience Press, Phoenix, Arizona. McCook, L. J. 1994. Understanding ecological community succession: causal models and theories, a review. Vegelatio 110. 115-147. Odum, E.P. 1971. Ecología. Interamericana (1972), México. Rees, J.D. 1979. "Effects of the eruption of Paricutín volcano on landforms, vegetation, and human occupancy", en P.D. Sheets y D.K. Grayson (eds.). Volcanic Activity and Human Ecology. Academic Press, Nueva York, pp. 249-292. Rojo, A, (comp.). 1994. Reserva Ecológica "El Pedregal" de San, Ángel: ecología, historia natural y manejo. UNAM, México. Rzedowski, J. 1954. Vegetación del Pedregal de San Ángel (Distrito Federal, México). An. Esc. Cien. Biol. I. P. N. Méx. 8: 59-130. Vitousek, P.M. y L.R. Walker. 1987. "Colonization, succession and resource availability: ecosystemlevel interactions", en A.J. Gray, M.J. Crawley y P.J. Edwards (eds.), Colonization, Succession and Stability. Blackwell, Oxford, pp. 207-223. Whittaker, R.J., M.B. Bush y K. Richards. 1989. Plant recolonization and vegetation succession on the Krakatau islands, Indonesia. Ecol. Monogr. 59.59-123. Wood, D.M. y R. del Moral. 1987. Mechanisms of early primary succession in subalpine habitats on Mount St. Helens. Ecology 68: 780-790. |
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Agradecimientos
Agradecemos a César Carrillo su invitación a escribir este artículo así como por sus atinadas sugerencias para mejorarlo, y a Juanita Martínez por toda su ayuda y paciencia.
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Zenón Cano Santana y Jorge Meave
Departamento de Biología, Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Cano Santana, Zenón y Meave, Jorge. 1996. Sucesión primaria en derrames volcánicos: el caso del Xitle. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 58-68. [En línea].
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Territorios violados | |||||||||||||
Ronald Nigh y Nemesio J. Rodríguez Colección Presencias, Instituto Nacional Indigenista/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995. |
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A principios de este siglo era posible encontrar
en el planeta extensas superficies de tierras silvestres que, desde una perspectiva evolucionista, se consideraban fuentes inagotables de nuevas especies vegetales y animales y, al parecer, fronteras sin límites para la migración humana. Sin embargo, esa situación ha cambiado, pues casi todas las regiones del planeta resultaron de algún modo afectadas por la sociedad industrial, y con año se experimenta una acelerada pérdida neta de especies. Las exiguas zonas silvestres que todavía subsisten en el mundo, como la Amazonia, no son más que enormes islotes amenazados por los planes nacionales de "desarrollo" y por los bancos multilaterales. En la mayor parte de las regiones del mundo las tierras silvestres se encuentran alteradas, fragmentadas y desconectadas. Los ecosistemas han llegado a tal extremo de deterioro que están a punto de convertirse en una verdadera amenaza para los sistemas regionales básicos de sostenimiento y generación de la vida, tales como los ciclos del agua, la fertilidad de la tierra y el clima. Por otra parte, actualmente existen evidencias que permiten afirmar que el deterioro ecológico local, a su vez, está alterando los procesos ecológicos en todo el mundo.
En la última década, a la ecología global se le ha dado un lugar preponderante, al extremo de convertirla en la "ciencia momento". Por ello, no resulta extraño que las portadas de las revistas —por no mencionar otras imágenes que difunden medios masivos de comunicación— nos induzcan a pensar en el "uso y aprovechamiento de los recursos naturales del planeta". Sin embargo, el surgimiento de esa nueva concepción respecto a la dimensión global del problema no debe apartarnos de la tarea que tenemos enfrente, pues la pregunta que hay que responder no es cómo conservar el planeta, sino cómo conservar todos y cada uno de sus miles de hábitats humanos y culturales, todas y cada una de sus miles de pequeñas fracciones y parcelas de tierra, cada una de las cuales, por sus características, no solamente es única e inestimable sino irremplazable. La conservación de cada pedazo de tierra del mundo es una tarea que, por lo general, llevan a cabo los pueblos que los trabajan y viven en ellos. Por generaciones, ciertas comunidades han vivido en lugares que conocen profundamente y con los cuales establecen relaciones sociales y culturales muy cercanas. La mayoría de los pueblos indios de América Latina han sabido preservar esa forma de relación con su entorno. Las últimas regiones silvestres que prevalecen en América Latina son, en su mayoría, por tradición, territorios indios. De lo que se desprende que, en esas regiones, cualquier amenaza en contra de la diversidad biológica y de la integridad de los ecosistemas necesariamente se convierte en un obstáculo para la sobrevivencia física y cultural de los pueblos indios.
Debido al incremento de los contactos entre las organizaciones conservacionistas internacionales, los pueblos y las organizaciones indias, nos interesó —como antropólogos que trabajamos en México— investigar cuáles han sido y son los propósitos, perspectivas y alcances de la intervención de esos organismos en Latinoamérica. La historia de las relaciones entre los pueblos indios y los conservacionistas —como más adelante tendremos oportunidad de ver— tiene capítulos positivos y negativos. En cuanto abordamos el análisis de las propuestas para la conservación de la diversidad biológica en América Latina, presentadas por las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y otras agrupaciones conservacionistas ante bancos y gobiernos, constatamos lo que en párrafos anteriores mencionamos: la mayoría de las regiones de América Latina consideradas prioritarias para la conservación de la biodiversidad son territorios indios. De este hecho se desprenden ciertas implicaciones fundamentales. La primera de ellas, que vale la pena subrayar, es qué los esfuerzos y recursos cada vez mayores de gobiernos, bancos de desarrollo y ONG internacionales para apoyar programas de conservación de la biodiversidad, se canalizarán hacia ámbitos y recursos que tradicionalmente pertenecen a un gran número de pueblos amerindios. En consecuencia, las recomendaciones hechas por organizaciones conservacionistas internacionales a los sectores gubernamentales y a las agencias que se ocupan del desarrollo constituyen de facto una política indigenista, al menos en lo que concierne al uso de los recursos naturales.
Otra de las implicaciones, que se vincula con la simultaneidad y superposición espacial entre tierras indias y biodiversidad, surge de los patrones culturales indios ancestrales que, en promedio, han dado como resultado la preservación de dicha biodiversidad. Este libro está dedicado, en gran parte, al análisis y evaluación del comportamiento de esa generalización en ciertas zonas indias específicas. A la vez que examinamos, también, los alcances que esas formas ancestrales de preservación de los recursos pueden llegar a tener en la planificación de estrategias de conservación efectivas y de desarrollo sustentable.
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Fragmento de la introducción.
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cómo citar este artículo →
Nigh, Ronald. Rodríguez, Nemesio J. 1996. Territorios violados. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 78-79. [En línea].
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Una paloma llamada Martha | ![]() |
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Héctor T. Arita | ||||||||||||||
La tarde del primero de septiembre de 1914 todo
parecía en orden en el zoológico de Cincinnati, en Ohio, Estados Unidos. Un empleado realizaba su ruta cotidiana, cubriendo con cuidado las jaulas de los pájaros. De pronto, al acercarse al área de las palomas, notó algo inusual y se percató de que nunca en su vida iba a olvidar aquella tarde. En el fondo de su jaula yacía inerme una paloma. No se trataba de una paloma cualquiera.
"Martha ha muerto", reportó con tono sombrío el empleado a su supervisor. Se hicieron rápidamente los arreglos necesarios y en pocas horas el cuerpo de la paloma fue congelado, embebido en un bloque de hielo de más de cien kilos y enviado a la Smithsonian Institution, en Washington, D. C, para ser disecado. ¿Qué clase de paloma era ésta para merecer tan especial "servicio funerario"? Se trataba simplemente de la última sobreviviente de una especie que no muchos años atrás había asombrado a los naturalistas por su abundancia sin par. Con la muerte de Martha se cerraba uno de los capítulos más impresionantes y bochornosos de la larga y continua historia de las especies que el hombre ha hecho desaparecer del planeta.
Martha era la última paloma viajera (Ectopistes migratorius). Las palomas viajeras o pasajeras eran notablemente parecidas a las huilotas (Zenaida macroura) pero de mayor tamaño y vigor y con la cola más larga y puntiaguda. Bajo cualquier criterio, la paloma viajera era el ave más abundante que haya existido sobre el planeta. Su área de distribución incluía todas las zonas boscosas de Norteamérica, principalmente al este del Mississippi desde la bahía de Hudson hasta el norte de México.
En cuanto al tamaño de sus poblaciones, abundan los relatos de principios del siglo XIX sobre ingentes parvadas de esta paloma. Entre los naturalistas que fueron testigos del maravilloso fenómeno del paso de grupos de palomas viajeras destacan los connotados ornitólogos Alexander Wilson y John James Audubon. Un día de 1810, Wilson se sentó en el banco de un río a observar el paso de una gigantesca nube de palomas viajeras. Calculó que el grupo tenía algo así como dos kilómetros de ancho, cerca de 380 km de extensión, que se movía a unos 90 km por hora y que contenía no menos de dos mil millones de individuos. Audubon, en 1813, observó una parvada de las palomas cuando se encontraba a unos 90 km en camino a Louisville, Kentucky. Cuando finalmente llegó a la ciudad, la parvada seguía pasando sobre su cabeza en densidades tales que "oscurecían la luz del mediodía como si se tratara de un eclipse".
Aun usando cálculos más conservadores que los de Wilson, Audubon llegó a la conclusión de que la parvada que había observado tenía al menos mil millones de palomas.
Martha nunca conoció la gloria que alcanzaron las de su estirpe. La última de las palomas viajeras nació en cautiverio, vivió hasta los 29 años bajo el cuidado de los empleados del zoológico y nunca participó en las masivas migraciones que sus parientes silvestres realizaban entre los bosques que les proveían de alimento o de sitio de reproducción. En compensación, Martha tampoco tuvo que testificar el increíble colapso de la especie que se dio en la segunda mitad del siglo XIX.
La saña con la que se persiguió y exterminó a la paloma viajera rivaliza con la espectacularidad de sus parvadas. A mediados del siglo XIX, la carne más barata que se podía conseguir en Estados Unidos era la de paloma, por lo que este animal tenía una gran demanda. Un comerciante de Nueva York se ufanaba de vender más de 18 000 palomas diariamente. Grupos organizados de cazadores exterminaron grandes agrupaciones de lo que parecía ser un recurso ilimitado. En un solo día de 1878, un grupo de hombres dio le a más de mil millones de palomas en un sitio de anidación del estado de Michigan.
Para cuando Martha nació, en 1885, las poblaciones habrían sido ya fuertemente diezmadas, pero la inclemente casería continuó. Para 1896 quedaban únicamente alrededor de 250 000 individuos adultos. En ese año, un mensaje telegráfico alertó a los cazadores sobre un grupo de anidación en el estado de Ohio, probablemente el último que se formó. La eficiencia de los que llegaron al sitio fue asombrosa: se colectaron cerca de 200 000 piezas, esto sin contar los 100 000 polluelos que se dejaron abandonados en el sitio. El botín fue empacado y enviado por tren a los mercados del este de Estados Unidos. El vagón en el que viajaban, sin embargo, se descarriló dejando expuestos al sol los cuerpos de las palomas. En avanzado estado de putrefacción, las piezas fueron arrojadas a una cañada. Patético final para una especie que llegó literalmente a dominar los cielos norteamericanos.
El último registro de una paloma viajera en estado silvestre es de 1900, fue un individuo que fue cazado por un jovenzuelo del condado de Pike, en Ohio. Catorce años más tarde, con la muerte de Martha, la extinción alcanzó a una de las especies más espectaculares que hayan existido las. Lo único que queda de la paloma viajera son los relatos de los naturalistas, ejemplares científicos y algunos individuos disecados que se exhiben en los museos como testigos de una de las extinciones más increíbles de la historia. En el Museo Dugés, en Guanajuato, existe un ejemplar disecado de esta paloma. De igual manera, el cuerpo disecado de Martha se puede admirar en una vitrina de el National Museum of Natural History de la Smithsonian Institution, en Washington.
La triste historia de la paloma viajera ilustra uno de los problemas con los que se enfrentan en la actualidad los biólogos de la conservación. Normalmente se considera que las especies más raras son las más susceptibles de extinción. De hecho, en ciertas clasificaciones, como la de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y la norma oficial mexicana sobre especies en peligro y amenazadas, se incluye la categoría de especies raras. Implícita en esta categorización está la idea de que las especies raras podrían estar en mayor riesgo de desaparecer que las más comunes. Por extensión, se podría entonces suponer que las especies más comunes son las menos vulnerables a la extinción. La historia de la paloma viajera y la de otras especies nos muestra que esta lógica simplist a puede ser un peligroso sofisma.
En realidad podemos cometer dos tipos de errores al juzgar la vulnerabilidad de una especie con base en su abundancia. El primer tipo de error sería proteger una especie rara que en realidad no esté en peligro de extinguirse. El otro tipo de error sería ignorar una especie abundante pensando que no requiere protección especial. Los dos tipos de error pueden resultar costosos.
En la norma oficial mexicana sobre especies en peligro, amenazadas y raras se incluyen 134 especies y subespecies de anfibios, 308 de reptiles, 144 de aves y 91 de mamíferos en la categoría de taxón raro. En la mayoría de los casos, este elevado número de especies y subespecies refleja nuestra ignorancia sobre el estado real de las poblaciones de vertebrados de México. Muchos de estos taxa se encuentran en la categoría de raro porque se han encontrado con poca frecuencia en las expediciones de campo, aunque no haya pruebas de que estén amenazados de alguna manera. En cierta forma, se asumen las consecuencias del error del primer tipo: tal vez estemos protegiendo algunas especies que en realidad no lo necesitan, pero el costo es probablemente muy bajo comparado con el que resultaría de no proteger alguna especie que sí lo requiera.
Efectivamente, sería mucho más costoso en términos de conservación el cometer un error del segundo tipo. Esto es justamente lo que sucedió en el caso de la paloma viajera. Siendo un animal tan abundante, la gente nunca se imaginó que las poblaciones pudieran desaparecer algún día.
Existen otros casos de especies muy abundantes que podrían ser más susceptibles de extinción que otras más raras. El caso típico es el del bisonte americano (Bison bison). Así como la paloma viajera dominó los cielos de Norteamérica, el bisonte fue amo de las praderas del norte de México, Estados Unidos y sur de Canadá hasta finales del siglo pasado. Se estima que llegó a haber unos 50 millones de individuos de esta especie, lo que equivale a unas 30 millones de toneladas de bisonte. (En comparación, los 362 millones de humanos que actualmente pueblan Norteamérica pesan algo así como 21 millones de toneladas). En una historia muy parecida a la de la paloma viajera, la salvaje cacería del bisonte hizo que para 1890 quedaran apenas unos cuantos cientos de animales. En la actualidad, gracias a los programas de conservación, subsisten unos 100 000 bisontes, apenas 0.2 % del total de animales que alguna vez hicieron retumbar el suelo de las praderas de Norteamérica.
Otros ejemplos de animales aparentemente abundantes son los de las especies que forman grandes concentraciones en sitios específicos. Tal es el caso de la mariposa monarca (Danaus plexippus) y el murciélago guanero (Tadarida brasiliensis). La mariposa monarca en unos pocos refugios del centro de México las famosas congregaciones de hasta 20 millones de insectos. El murciélago, por su parte, forma colonias de maternidad en ciertas cuevas de México y de Estados Unidos en las que se han contado hasta 40 millones de animales.
La impresión que queda luego de visitar los refugios de las monarcas o las cuevas del murciélago guanero es que estas especies son tan abundantes que no es posible que puedan estar en riesgo de extinción. La realidad es, sin embargo, que ambas especies podrían desaparecer si no se toman medidas adecuadas para su conservación. El problema principal es que un porcentaje altísimo de la población total de ambas especies se concentra en sitios particulares: la mariposa en ciertos bosques de oyamel y el murciélago en determinadas cuevas. Si algo llega a afectar estos sitios, la población entera podría sufrir las consecuencias. De hecho, sólo por medio de campañas de educación ambiental y de conservación se ha logrado preservar hasta ahora los refugios de la mariposa monarca. Se necesitarían acciones similares para garantizar la subsistencia de las colonias de los murciélagos guaneros.
Todas las especies que acostumbran formar grandes grupos tienden al efecto de Allee, llamado así en honor del científico que describió cómo en ciertos animales sociales aun una disminución pequeña en el número de individuos puede llevar a la desaparición de la población entera. Esto se debe a que por cuestiones conductuales, fisiológicas o de reproducción estos animales no pueden subsistir en grupos pequeños. Los murciélagos guaneros, por ejemplo, necesitan formar grandes colonias para mantener en sus sitios de refugio una temperatura alta que garantice el buen desarrollo de las crías. Si el tamaño del grupo disminuye por debajo de un umbral dado, aunque esté compuesto por decenas de miles de animales, la reproducción ya no es posible y la población se extingue.
Es posible que la causa final de la extinción de la paloma viajera se deba al efecto de Allee. Al final del siglo XIX, cuando aún quedaban miles de palomas, la especie ya estaba condenada a la extinción. Es probable que las últimas palomas hayan sido incapaces de encontrar sitios de alimentación y, mucho menos, de reproducción, al no poder formar ya las inmensas parvadas necesarias para la vida social normal de esta especie. Por supuesto, fue la matanza salvaje por parte de los colonizadores lo que llevó a la especie hasta el punto en que fue susceptible al efecto de Allee.
Cuando Martha aún vivía en su jaula del zoológico de Cincinnati, la especie Ectopistes migratoríus estaba en realidad ya extinta. Si bien aún quedaba un ejemplar vivo de la especie, todas las características ecológicas y conductuales de la especie se habían ya perdido para siempre. Lo que sucedió la tarde del primero de septiembre de 1914 representó sólo el punto final del epitafio de esta excepcional especie.
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Referencias Bibliografícas
Burton, J. A. y B. Pearson. 1987. The Collins guide to the rare mammals of the world. William Collins Sons & Co., Londres. [Contiene información sobre más de mil especies raras de mamíferos].
Day, D. 1989. Vanished species. Gallery Books, Nueva York. [Contiene información sobre especies que se han extinguido. Gran parte de la información que se presenta aquí sobre la paloma viajera ha sido extraída de este libro]. |
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Héctor T. Arita
Centro de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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cómo citar este artículo →
Arita, Héctor T. 1996. Una paloma llamada Martha. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 70-72. [En línea].
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Visión del Paricutín.
Un sudario negro
sobre el paisaje
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José Revueltas | ||||||||||||||
Dionisio Pulido, la única persona en el mundo
que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada. Tiene, para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra; tiene sus manos, totalmente sucias, pobres hoy, para labrar, ahí donde encuentre abrigo. Solo eso tiene: su cuerpo desmedrado, su alma llena de polvo, cubierta de negra ceniza. El cuiyútziro —águila, quiere decir en tarasco—, que fuera terreno labrantío y además de su propiedad, hoy no existe; su antiguo "plan" de fina y buena tierra ha muerto bajo la arena, bajo el fuego del pequeño y hermoso monstruo volcánico.
Todavía hoy Pulido vive en su miserable casucha de Paricutín, el desolado, espantoso pueblecito. Es propietario de un volcán; no es dueño de nada más en el mundo.
Como él, como este propietario absurdo, hay otros miles más, sobre la vasta región estéril de la tierra asolada por la impiadosa geología.
He visto a uno, ebrio, muerto en vida, borracho tal vez no sólo de charanda, sino de algo intenso y doloroso, de orfandad llorando como no es posible que lloren sino los animales. Estaba en lo alto de una pequeña meseta de arena, frente al humeante Paricutín, y de la garganta le salía el tarasco hecho lágrimas. "Era así", dijo en español, a tiempo que, vacilante, indicaba con sus dos sucias manos una dimensión: "así, de cinco medidas, mi tierrita..."
Inclinóse, sentado como estaba para humillar su negra frente sobre la monstruosa tierra. Luego, al mirar a los que observábamos, volvió el rostro, invadido por agresiva ternura. Se dirigió a otro hombre, tarasco como él, que ahí mismo, en lo alto de la meseta, vende refrescos y cervezas a los visitantes. "Sírveles una cerveza a los señores", dijo como en un lamento suplicante.
Ya nosotros:
—No me vayan a hacer menos, patronatos. Tómensela por favor— y su ternura era la misma, contradictoria, extraña y colérica.
La "tierrita" de este hombre, tierrita pequeña, como un hijo, fue cubierta también por la inexorable ceniza del volcán.
He visto los ojos de las gentes de San Juan Parangaricútiro, de Santiago, de Sacan, de Angagua, de San Pedro, y todos ellos tienen un terrible, siniestro y tristísimo color rojo. Parecen como ojos de gente perseguida, o como de gente que veló durante noches interminables a un cadáver grande, espeso, material y lleno de extensión. O como de gente que ha llorado tanto. Rojos, llenos de una rabia humilde, de una furia sin esperanza y sin enemigo. Dicen que es por la arena, el impalpable y adverso elemento que penetra por entre los párpados, irritando la conjuntiva. Quién sabe. Creo que nadie lo puede saber.
Sobre el paisaje ha caído la negra nieve. Sobre el paisaje y la semilla. Aquello en torno del volcán es únicamente el pavor de un mundo solitario y acabado. Las casas están vacías y sin una voz, y por entre sus rendijas penetra la arena obstinada, para acumularse ciegamente. Tampoco hay pisadas ya. Nada vivo en la naturaleza, en torno del volcán, sino algunos torpes pájaros de plomo, que vuelan con angustia y asombro, tropezando con las ramas del alto bosque funeral.
Explotábase antes la resina de los árboles. Al pie del corte practicado en el tronco, se colocaba un recipiente de barro sobre el cual escurría la aromada savia. Hoy rebosan negra arena los pobres recipientes y los árboles generosos mueren poco a poco, sin respiración.
Paricutín, el pueblecito, está solo y apenas unas cuantas sombras vagan por sus calles en desorden. En tarasco su nombre quiere decir "a un lado del camino", "en aquel lado". Ahora está verdaderamente "a un lado del camino". ¿Cómo se diría en tarasco "al otro lado", al lado de la vida?
...Éste —se me ocurrió— es México, sombra, luz, desaliento y esperanza; se precipita, como la tierra cuando se acomoda, en formaciones sísmicas, terribles, sangrientas, oscuramente nobles y plenas de dignidad interior.
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José Revueltas, 1943.
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cómo citar este artículo →
Revueltas, José. 1996. Visión del Paricutín. Un sudario negro bajo el paisaje. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 69. [En línea].
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