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José Antonio Benjamín Ordóñez Díaz      
       
Uno de los problemas ambientales más severos al que nos
enfrentamos en el presente siglo es el cambio climático, el cual se debe al incremento en las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, como dióxido de carbo­no, clorofluorocarbonados, óxidos de nitrógeno y metano, que se derivan de actividades tales como el uso de combus­tibles fósiles para la producción de energía y transporte, los procesos derivados del cambio en el uso de suelo, defo­restación, incendios forestales y producción de cemento, en­tre las principales.
 
La preocupación mundial por mitigar el efecto de dichos gases ha dado lugar a una política internacional diri­gida a entender los procesos de generación y absorción de ellos. Esto ha permitido reconocer la importancia de los eco­siste­mas terrestres y, en particular, el papel que tiene la vegeta­ción para captar el dióxido de carbono atmosférico por me­dio de la fotosíntesis, para incorporarlo a las es­tructuras vegetales y, de esta forma, reducir la concentra­ción de dió­xido de carbono en la atmósfera, mitigando, en el largo pla­zo, el cambio climático. De ahí se desprende la importancia de entender el manejo forestal, el concepto de captura de carbono y el asumir la responsabilidad de nuestras emi­siones mediante el pago de servicios ambientales.
 
La palabra silvicultura significa “cultivo del bosque” y es el arte de producir y manejar un bosque por medio de la apli­cación de la biología y las interacciones ecológicas de la es­pecie o especies en cuestión de manera continua, con el fin de obtener de la corta de árboles utilidades sostenidas y otros beneficios. Por ello, la silvicul­tura es hoy conside­rada como una ciencia me­dian­te la cual se crean y conservan no sólo los bosques, sino cualquier masa forestal, aprove­chándola de un modo continuo con la mayor utilidad po­sible y teniendo especial cui­dado en su re­generación, ya sea de tipo natu­ral o ar­tificial.
 
El manejo forestal implica la manipulación de las masas forestales con el propósito de obtener una serie de productos tales como made­ra, tablas, pilotes, morillos, leña, resina, celu­losa, mejores semillas, entre otros, los cuales se utili­zan direc­tamente o se transforman y permiten un bene­ficio mediato (los productos que se ob­tie­nen son a largo plazo, ya que el aprovecha­mien­to de los árboles va desde los cinco a los sesenta años, por ello es ne­ce­sario to­mar en cuenta el ci­clo de vida de la especie o es­pecies que se preten­da manejar). Aunado a esto, las masas forestales también nos ofrecen otros benefi­cios, co­mo protección del suelo, regulación mi­croclimática, cortina de vientos, mitigación de la movili­dad en sustratos arenosos, hacen la función de pulmón en áreas ur­banas, permiten la conservación de la biodiversidad y la captación y almacenamiento de agua, además de la fijación o captación de carbono.
 
En nuestro país existen diferentes métodos de manejo forestal, que se adecuan a condiciones diferenciales como edad, composición, estructura, ubicación y pendiente —en­tre las principales variables—, y están enfocados a cubrir cier­tos objetivos que demandan dichas variables, en con­jun­to con las demandas de los propietarios, por lo que son un claro ejemplo de la integración de intereses (ver recuadro).
 
Métodos de manejo forestal usados en México 
Método mexicano de ordenación de bosques irregulares (mmobi). Permite el aprovechamiento en un bosque irregular con poblaciones y ro­dales incoetáneos, es decir, una composición de árboles de diferentes edades y en algunos casos también de especies. Algunos de sus objetivos son mantener la productividad del bosque sin alteraciones, esto es, al final del ciclo de cor­ta se recu­pe­ra la existencia real inicial; regular la densidad, distribución y composición; crear las con­di­ciones favorables para la regeneración na­tural, y mantener la condición de irregularidad y sa­nidad en los rodales bajo manejo.
 
Método de desarrollo silvícola (mds). Logra el establecimiento de un bosque regular, el cual debe estar formado por un conjunto de poblacio­nes o rodales coetáneos, es decir, de árboles con edades uniformes, preferentemente de un mis­mo género. Sus objetivos son captar al má­xi­mo el potencial productivo del suelo (conocido también como calidad de sitio), con el uso de téc­nicas silvícolas apropiadas a las condiciones del bosque, y lograr un rendimiento sostenido en cada intervención programada, esto es, obtener igual volumen y distribución de productos al con­seguir un bosque regular.
 
Sistema de cortas sucesivas de protección (Sicosup). Este sistema silvícola consiste bá­sica­mente en la aplicación regulada de las si­guien­tes tres cortas periódicas de regeneración en el área que se designe para regenerar la masa forestal: semillación, secundaria y liberación. Los intervalos entre cada una de ellas pueden ser de cuatro a diez años, ya sea en rodales com­pletos o en franjas continuas o alternas, donde se pretende establecer la regeneración en forma paulatina bajo la protección de un cierto nú­mero de árboles semilleros. En el resto del bosque se aplican cortas intermedias que pueden ser aclareo, corta de rescate o corta de saneamiento.
 
Sistema silvícola de selección (Sisise). Con la aplicación de este método se pretende conservar la irregularidad del bosque donde ya existe —o se trata de conseguir— una estructura regular incoetánea balanceada. Sus objetivos son lo­grar la normalidad de un bosque irregular, que con­siste en una estructura compensada en térmi­nos de los diámetros y, con la composición volumétrica anterior y sus incrementos, propiciar en forma constante y sostenida el rendimiento más favorable.
 
Sistema silvícola de cortas a matarrasa (Sicoma). Consiste en la remoción, en una sola corta, de aquellas masas que van llegando a su ma­du­rez o final del turno; por lo que la regeneración natural se logrará a partir de semillas dejadas en el suelo y de los árboles en pie adyacentes al área de corta; también se puede hacer la regeneración artificial por medio de siembras o plan­taciones. Con la aplicación del siste­ma de cortas a matarrasa se tie­ne previsto establecer un bosque regular; su objetivo es lograr la remoción del bosque en forma gradual, indu­cien­do la regeneración na­tu­ral o haciendo plan­taciones para llegar a for­mar un bosque regular.
 
El carbono y su captura
 
La fijación de carbono por bacterias y animales, es otra ma­nera de disminuir la cantidad de bióxido (o dióxido) de car­bono disponible, aunque cuantitativamente menos impor­tante que la fijación de carbono que realizan las plantas y el intercambio gaseoso de los océanos.
 
Dentro del contexto forestal, una vez que el dióxido de carbono atmosférico es incorporado mediante la foto­sín­te­sis a los procesos meta­bó­licos de la vegetación (e.g., cu­bierta vegetal, masa fores­tal, sistema agroforestal, cul­tivo, plan­ta­ción, entre los prin­cipales), este dióxido de carbono parti­cipa en la composición de todas las estructuras nece­sarias para que una planta pueda desarrollarse, ya que, por ejem­plo, el árbol al crecer va incrementado su follaje, sus ramas, flores, frutos, yemas de crecimiento, así como la al­tura y el grosor de su tronco (que en su conjunto con­for­man la copa). La copa necesita espacio para recibir ener­gía solar so­bre las hojas, lo que da lugar a una competencia en­tre las copas de los árboles por la energía solar, originan­do a su vez un dosel cerrado. Los componentes de la copa apor­tan materia orgánica al suelo (como la capa de hojas que re­ci­ben el nombre de mantillo), misma que al degradarse se in­corpora paulatinamente y da origen al humus estable, que a su vez aporta nuevamente dióxido de carbono al en­torno y da continuidad a otros procesos conocidos con el nom­bre de ciclos biogeoquímicos.
 
Simultáneamente, los troncos, al ir incrementando su diá­metro y altura, alcanzarán un tamaño adecuado para su apro­ve­chamiento comercial; se extraen productos como ta­blas, tablones y polines, que darán origen a subproductos ela­bora­dos como muebles y casas. Estos productos finales tienen un tiempo de vida determinado después del cual se degra­dan, aportando dióxido de carbono al suelo o la atmósfera.
 
La estimación de la captura de carbono no es un tema simple, ya que presenta muchas variables que hacen este ru­bro un tanto difícil de estimar; concretamente se refiere a la cantidad de carbono fijado en la biomasa de organismos vivos que se gana año con año (es decir, su crecimiento). Los estudios consideran principalmente ecosistemas fores­tales y la información previa para la estimación de la captu­ra de carbono es parte de un inventario forestal (el detalle del cálculo se presenta en el cuadro 1) expresado en metros cúbicos por hectárea y el incremento corriente anual ex­presado en metros cúbicos por hectárea al año (es decir crecimiento o ganancia de biomasa).
 
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Cuadro 1. Estimación del contenido y captura de carbono partiendo del inventario de las existencias reales por especie y por rodal
 
Pago por servicios ambientales
 
Existe un mercado incipiente en el pago por los servicios am­bientales y el precio por fijación de carbono es variable y dependerá de las oportunidades del mercado que rige la oferta y la demanda o de las estrategias gubernamentales que se han desarrollado para este fin (ver recuadro). El precio se paga por tonelada de carbono fijado por hectárea, y existen cuotas mínimas de fijación para el mercado establecido por los mecanismos de desarrollo limpio, así como un mercado voluntario donde incide el grueso de los posi­bles proyectos de carbono y donde muchas empresas emi­so­ras y comunidades poseedoras de áreas con vegetación que pueden ofrecer el servicio ambiental necesitan de un esquema regulatorio, con monitoreo, evaluación, certifica­ción de la captura o fijación de carbono. Asimismo podrían, en el corto, mediano y largo plazo, tener una importante car­tera de proyectos que retribuyan por este servicio ambiental.
 
Pago por el servicio ambiental de captura de carbono en México
1) La formulación de proyec­tos deberá apegarse a los li­neamientos, modalidades y procedimientos del Fon­do Prototipo de Carbono del Banco Mundial o a los san­cio­nados por la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas, conforme a los tér­mi­nos de referencia que el Consejo Nacional Fo­restal dé a conocer en su página de la red.
2) Los proyectos deberán demostrar un poten­cial de captura anual adicional de entre 4 000 y 8 000 toneladas de dióxido de carbono equi­valente o hasta 40 000 toneladas de captu­ra distribuida en un periodo de cinco años.
3) La superficie de cada proyecto podrá integrar diferentes sistemas de producción forestal o agroforestal, incluyendo áreas de restauración o reforestación, a menos que éstos ya re­ciban algún pago del Gobierno Federal por la prestación de otro servicio ambiental.
4) Los pagos anuales se realizarán de acuerdo con los resultados del estudio de potencial de cap­tura por arriba de la línea base presenta­dos en el proyecto. Se harán cuatro pagos anua­les equi­valentes a 20% de la captura adi­cional total estimada en los cinco años, y un pago de fi­ni­quito que estará en función de la captura adicio­nal verificada al final del quinto año. Cada pago deberá ser instruido por el co­mité. Al finalizar el periodo contratado en la carta de adhesión se realizará la verificación de captura de carbono to­tal alcanzada en el pe­riodo de cinco años, a partir de la cual se realizará un ajuste final de los cuatro pagos rea­lizados cada año, con la finalidad de balancear la correspondencia entre pagos rea­lizados y existencias de carbono adicional con respecto a la línea base.
5) Las superficies bajo manejo para el aprove­cha­miento de recursos maderables en bosques, selvas, zonas áridas y semiáridas, podrán ser elegibles únicamente en sus áreas de aprovechamiento en estado de reposo du­ran­te al menos los próximos siete años, lo cual de­berá demostrarse con el respectivo pro­gra­ma de manejo autorizado por la Semarnat.
6) El pago por tonelada se determinará en fun­ción del cumplimiento de criterios ambientales y sociales que además de constituirse en parámetros de calificación de solicitudes, ayudarán a determinar un precio base, el cual otorgará una valoración diferenciada que re­fleje las preferencias del mercado. Por cada punto acumulado con base en los conceptos para valoración diferenciada, se pagarán 1.19 pesos adicionales al precio base de 50 pesos por tonelada de dió­xido de carbo­no equivalente, de tal manera que se pagará un mínimo de 50 y máximo de 100 pe­sos por tonelada de dióxido de carbono equivalente. 
 
Breves conclusiones
 
El sector forestal en nuestro país, y a nivel internacional, es la segunda fuente de emisiones de gases de efecto in­verna­dero (principalmente dióxido de carbono), debido a pro­ce­sos como deforestación, tala ilegal, cambio en el uso de sue­lo e incendios forestales. Es por ello que el manejo fo­restal es una de las opciones más importantes para promo­ver, por un lado, la mitigación de emisiones de dióxido de carbono y, por otro, el desarrollo forestal sustentable, por medio de la puesta en marcha del pago de servicios ambien­tales y del po­sible mercado que se genere a través de los mecanismos de desarrollo limpio. Es importante, por tanto, entender y definir claramente la relación que existe entre el manejo forestal, la captura de carbono y el pago por servicios ambientales.
 
En la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas so­bre el Medio Ambiente y Desarrollo, efectuada en Río de Janeiro en 1992, se adoptó una declaración no formal que enfatiza la importancia de incorporar los costos y beneficios ambientales en los mecanismos de mercado con el fin de lograr una mejor aceptación para la conservación y el manejo sostenible de los recursos forestales en el ámbito local, nacional e internacional.
 
Además, los acuerdos hacen hincapié en que para dis­mi­nuir los incrementos en los niveles de emisión de gases con efecto invernadero se puede descontar en los balances nacionales la captura que se genera por medio de pro­yectos forestales financiados en cualquier lugar. Con estos acuerdos se abrió la posibilidad de incluir costos y benefi­cios ecológicos en los sistemas de manejo de los recursos naturales (en especial los recursos forestales, dado que re­presentan los más importantes servicios ecológicos, como son la captura de carbono y la conservación de biodiversi­dad, suelo y agua).
 
Esto a su vez abre la oportunidad de incluir los servicios ecológicos en los mecanismos de mercado. Para el sec­tor forestal implicaría un aporte sustancial en la relación de cos­to-beneficio en las áreas de producción de materia prima. Es decir, se puede establecer un acuerdo entre una ins­titución que tiene la obligación de reducir sus niveles netos de emisión de carbono y un productor o grupos de pro­ductores forestales para manejar sus recursos forestales con uno de los fines: la fijación de carbono o la captación de agua.
 
Dependiendo de los niveles de captura de carbono y el destino final del producto, se puede calcular, bajo diferen­tes escenarios de manejo, la cantidad total del carbono fi­jado en un tiempo definido.
 
Cabe señalar que los análisis económicos para evaluar los sistemas productivos sólo incluyen los precios de los productos cosechables —como árboles en el caso de sis­temas forestales— y en general no incluyen el valor que re­presenta el remanente después de la cosecha ni los valores ecológicos de los sistemas.
 
Afortunadamente, en México se ha puesto en marcha un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación el miércoles 24 de noviembre de 2004, en el que se esta­ble­cen las reglas de operación para el otorgamiento de pa­gos del Pro­grama para desarrollar el mercado de servicios am­bien­tales por captura de carbono y los derivados de la bio­di­versi­dad, y para fomentar el establecimiento y mejo­ramiento de ecosistemas forestales y sistemas agro­forestales. La fina­li­dad es reali­zar una evaluación efi­cien­te y ob­jetiva de las solicitudes para la elabo­ra­ción de estudios y la eje­cu­ción de pro­yec­tos de captura de carbono y reducción de emisiones. Por ello establece tér­mi­nos de referencia para la elaboración de proyectos de cap­tura de carbono y reduc­ción de emisiones —con nueve puntos a con­side­rar—, así como los tér­minos de re­ferencia para la ejecución de tales pro­yectos —que contemplan once puntos para su evaluación.
 
Podemos concluir que el pago por el servicio ambiental de captura de carbono es el pago por un proceso fisioló­gico que ocurre en la vegetación, el cual se cuantifica por medio del crecimiento (incremento) de los árboles (prin­ci­palmen­te) y el manejo forestal per se; este último implica la aplica­ción del conocimiento del ciclo bioló­gico de la ve­getación con el fin de tratar de aumentar la masa forestal en menor tiempo y extraer de ella pro­ductos, sin olvidar la diversidad del ger­moplasma.
 
Nuestro país ha dejado de lado el desarrollo forestal integral, siendo que tiene una gran aptitud forestal. Ahora tenemos tasas de deforestación que so­brepasan 800 000 hectáreas al año. La tala clandestina no es manejo forestal y da lugar al deterioro ambiental y la pérdida de los servicios ambientales, con un costo que no podemos pagar.
 
articulos
Referencias bibliográficas
 
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José Antonio Benjamín Ordóñez Díaz
Programa Doctoral en Ciencias Biomédicas del Instituto de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Es biólogo, candidato a doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM. Es director adjunto del programa de cambio climático en Pronatura (México), consultor internacional, experto en el tema de cambio climático, servicios ambientales y manejo de recursos naturales.
     
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como citar este artículo
 
Ordóñez Díaz, José Antonio Benjamín. 2008. Cómo entender el manejo forestal, la captura del carbono y el pago de servicios ambientales. Ciencias número 90, abril-junio, pp. 36-42. [En línea].
     

 

 

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