revista de cultura científica FACULTAD DE CIENCIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Busca ampliar la cultura científica de la población, difundir información y hacer de la ciencia
un instrumento para el análisis de la realidad, con diversos puntos de vista desde la ciencia.
poema         menu2
            R024B07

Euclidiana

Renato Leduc
   
   
     
                     
Por el vértice unidos, con ardor incident
sobre el rombo impasible de un tapete de Persia,
cuatro muslos albeantes, epilépticamente,
sufren raptos de fiebre y colapsos de inercia.
 
Cuatro senos que quieren devenir dos esferas
en el límite absurdo de un espasmo carnal;
y el isócrono ritmo de las cuatro caderas
engendrando los ejes de una blanda espiral…
 
Lasitud nacarada, la penumbra estiliza
dos mujeres yacentes: coordenada y abscisa
con los cuerpos formando pitagórica cruz.
 
Y en la suma inexacta de las hembras en celo
las pupilas resultan cuatro flechas de anhelo,
cuatro hipérbolas rubias saturadas de luz…
 
articulos
 _____________________________________________________________      
Renato Leduc
escritor
     
 _____________________________________________________________      
cómo citar este artículo 
Leduc, Renato. (1991). Euclidiana. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, p. 71. [En línea]
     

 

 

noticiencia         menu2
índice 24
siguiente
anterior
PDF
            R024B06
Las ciencias
en la educación nacional
César Carrillo Trueba 
   
   
     
                     
El número de estudiantes que ingresan cada año
a las carreras de Ciencias ha disminuido vertiginosamente en los últimos años. Esto se explica por el hecho de que la actividad científica en México está muy mal remunerada, escasean los empleos y es poco reconocida socialmente. Por ello, carreras como Administración de Empresas, Contaduría, o Ciencias de la Comunicación, siguen aumentando sus matrículas mientras el árbol del conocimiento languidece.
 
Sin embargo, hay un factor poco mencionado y que quizá sea tan importante como los demás: la manera en que se lleva a cabo la enseñanza de las ciencias en las escuelas primaria y secundaria.
 
Según los resultados de un estudio dirigido por Gilberto Guevara Niebla, publicados en la revista NEXOS del mes de julio de este año, el nivel medio de conocimientos de los estudiantes mexicanos de primaria y secundaria, es alarmantemente bajo.
 
El estudio tiene como base la aplicación de dos exámenes, uno entre alumnos de 6° de primaria y otro entre estudiantes de 3er año de secundaria. El objetivo era “medir el nivel de conocimiento de los alumnos, de acuerdo a los programas de estudio vigentes”.
 
Entre los datos más generales de este trabajo destacan, por ejemplo, que de los 3248 niños de 6° de primaria examinados, sólo el 16.3% obtuvo calificaciones promedio superiores a 6, y el promedio general fue de 4.83. La diferencia de promedio entre las escuelas privadas (6.55), las estatales (4.90), los federales (4.72) y las federales descentralizadas de la SEP (4.52), es otro hecho relevante. Las calificaciones más bajas se obtuvieron en las zonas rurales y en los estados de Yucatán, Tabasco, Campeche y Guerrero, y los alumnos del turno matutino superaron a los del vespertino y diurno.
 
El punto que aquí nos interesa particularmente (para mayor detalle ver NEXOS, julio de 1991), es el lugar que ocupan las materias científicas en la escala de calificaciones por materia: el último.
 
En el examen de primaria, sólo un 15.5% aprobó el de matemáticas, en el cual el promedio general se encuentra por debajo de la media (4.3), mientras que el de Ciencias Naturales es igual a la media (4.83). Ciencias Sociales (4.88) y Español (5.23) superaron la media.
 
El examen de secundaria, aplicado a 4755 estudiantes de 3° de secundaria, arrojó resultados semejantes. El promedio general fue de 3.97, y sólo el 3.8% de los alumnos aprobó con calificación promedio superior a 6. Nuevamente las escuelas particulares aparecen por encima de las públicas, aunque por menos cantidad que en el nivel de primaria, y las calificaciones más bajas se obtuvieron en las zonas rurales y en los estados de Campeche, Chiapas y Yucatán.
 
Las áreas científicas no perdieron su lugar, aunque ahora las matemáticas (3.47 de promedio) se encuentran por encima de las Ciencias Naturales (3.4). En estas últimas curiosamente la Química ocupa el lugar más alto, seguida por la Biología y después la Física.
 
Ciencias Sociales (4.01) y Español (5) conservaron sus respectivos lugares.
 
El abandono en que se encuentra nuestro sistema de educación es aún mayor en esta área, como se puede observar en estos resultados. De no acabar con este estado de cosas, México seguirá siendo, como lo señala este trabajo, un país de reprobados.
 
articulos
_____________________________________________________________      
César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
_____________________________________________________________      
cómo citar este artículo
Carrillo Trueba, César. 1991. Las ciencias en la educación nacional. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, p. 70. [En línea]
     

 

 

noticiencia    
 
  menu2
índice 24
siguiente
anterior
PDF
            R024B05
Carta de un
Profesor
emérito
Sergio Fernández
   
   
     
                     

Sr. Rector José Sarukhán
H. Consejo Universitario
Comunidad Universitaria

Sr. Rector:

En la última visita que usted hizo a la Facultad de Filosofía yLetras —a propósito del Primer informe de la Dra. Juliana González— nos dio la buena nueva de un aumento de siete salarios, lo cual fue aplaudido por todos nosotros. Después, por la Gaceta supimos que está condicionado al Programa de Estímulos a la Productividad y al Rendimiento del Personal Académico, lo que significa algo absolutamente distinto.

En vista de la inmediata y consiguiente inconformidad —notable en varios de nuestros planteles— paso a comunicarle mis impresiones, justificadas, si cabe, por 36 años de servicios ininterrumpidos a la UNAM, misma que me concedió hace seis, ser Profesor Emérito.

Estas impresiones se suman a la inconformidad antes mencionada.

Me permito, primeramente, agradecerle su buena intención al poner en marcha el Programa, pero al mismo tiempo decirle que si resulta válido para el ala de Ciencias, es inoperante para la de Humanidades. Porque ningún humanista (profesor, investigador, creador) se reconcilia con cifra ninguna pues no ignoramos que lo que importa es la calidad y no una cantidad ceñida, además, a un determinado monto económico.

Por eso existe un unánime mal entendido entre dictaminados y dictaminadores; la batalla para obtener una puntuación más eficaz, lo cual no se consigue o se obtiene ganando las envidias ajenas; la separación de vínculos que otrora fueron sólidos. Y el desconcierto general ante el ¿qué va a pasar con nuestra, a pesar de todo, sobreviviente Universidad?

Estos problemas no son posiblemente, señor Rector, desconocidos por usted. Publicaciones recientes en periódicos o cartas a la DGAPA, declaran el asombro y la extrañeza de procedimientos, que en el caso del Programa, son tan contrarios a la idiosincrasia universitaria, lejano a presiones que agobian sin enriquecer lo académico.

Pero antes de seguir adelante explicaré por qué, siendo Profesor Emérito, y contando, por ello mismo, con una retribución extra, concedida por las autoridades, me sumo a la inconformidad ambiental. La razón es sencilla: porque ni los Profesores Eméritos ni ningunos otros, en Humanidades, logramos vivir con decoro. Debemos, hoy en día, recurrir a becas (como la del SNI); a trabajos fuera de cátedra, algunos de los cuales no “contemplan” retribución económica alguna: la Radio, la televisión cultural y, créase o no, aun a colaboraciones escritas. Porque el profesor universitario, por el hecho de serlo, debe tener una imagen óptima de vida, extendida e infundada noción que agrava aún más el problema.

Y ahora, contando con opiniones en contrario, me permitiré hablar del Cuerpo de Profesores Eméritos, que al verse instados a apelar al Programa, se remiten por eso a ser re-examinados como si la larga cadena de requisitos para lograr el Emeritazgo no hubiera sido suficiente. O como si las Comisiones que en su momento lo juzgaron fueran, ya, descalificadas por el Programa mismo. Dicho de otro modo, lo que ocurre es que una autoridad académica anterior es, ahora, nulificada por su sucesora, arbitrario acto justificado por un virtual medro académico. No bastaron 30 años de servicios y un curriculum vitae conveniente para, al menos, 70 de los 130 miembros del Consejo Universitario, sin contar con cuatro comisiones más, que hoy ahorro para no fatigar.

Porque el Programa, actualizando a Sísifo, requiere que los Eméritos sean de nuevo juzgados por tres instancias más: la comisión dictaminadora de propio plantel (formada las más veces por ex alumnos del Emérito), de nuevo el Consejo Técnico (que lo avaló años antes) y una comisión más, la de personas de reconocido prestigio universitario amén de otras, venidas de fuera, pues la UNAM no parece confiar en los miembros elegidos por su comunidad.

Pero los Eméritos no están aislados. Se hallan ligados a toda la comunidad universitaria, deseosa, llegado el caso, de poder alcanzar la misma meta. Pero como los primeros de hecho deben legar el paradigma que la propia UNAM a su vez les legó, es obvio que se encuentran en un trance difícil pues la figura del gran humanista se desintegra hoy en día rápidamente entre nosotros. En virtud de lo cual aquellos por quienes nosotros pudimos haber viajado de cualquier latitud para asistir a sus cátedras quedan, o desplazados o expuestos a examinarse nuevamente ¿puede la UNAM —me pregunto— negar “estímulos” a un profesor de 94 años que, en el caso de Wenceslao Roces, nos enseñó a leer cultura pues sin sus traducciones estaríamos retrasados varios lustros? ¿Puede o el desfalco es aterrador? ¿Puede cuando La Jornada nos anuncia que “La decisión presidencial de invertir en nuevos recursos en la ciencia y la tecnología” es por un monto de 285 mil millones de pesos, o sean 100 millones de dólares? Si a ello agregamos la humillación que se nos ha hecho a toda la comunidad académica de firmar de común acuerdo el regresar los estímulos a la tesorería de la UNAM en caso de no merecer otra renovación, el asunto se vuelve asfixiante.

Si el gesto del Presidente es plausible por lo que a la ciencia se refiere, no creo que las humanidades deban descalificarse hasta tocar el extremo contrario. El asunto es maniqueo pero la doble vuelta de tuerca no se hace esperar. Nos convierte de golpe y porrazo en algo así como asalariados sujetos a renovación de contrato, toda vez que la nómina es casi simbólica. Por otra parte el profesor enfermo, de estarlo, no puede investigar. ¿No es esto un trabajo a destajo?

Pero evaluar es conducente y timbre de orgullo personal para quienes cumplen ya que los otros (que en todos partes están y no sólo entre los académicos) jamás darán resultado de excelencia con o sin estímulos; evaluar, es conducente, digo, en otras condiciones.

Estoy seguro que los resultados serían óptimos. De otro modo, la “fuga de cerebros” no se hace esperar, y todavía hablamos la lengua de Cervantes.

Por último agrego que si he escrito estas líneas no lo hago por el cuerpo mismo de Eméritos sino porque, como cualquier otro universitario, estoy en la obligación de ejercer una opinión y de expresarla en lo que creo que favorecerá a una gran parte de la población de universitarios, mínima si se compara con el monto total.

Señor Rector: esta carta está llena de años de experiencia y amor por la UNAM. Espero que además se considere como lo que es: estrictamente académica.

Le envío a usted mi admiración por el esfuerzo de sacar adelante a una institución que, como la nuestra, lastimosamente parece estar siempre en crisis.

Por mi raza hablará el espíritu.

 

Nota Texto tomado La Jornada, de México, D.F. 5 de junio de 1991.

  articulos
 _____________________________________________________________      
Sergio Fernández
Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México.
     
_____________________________________________________________      
 
cómo citar este artículo    →
Fernández, Sergio. 1991. Carta de un profesor emérito. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 68-70. [En línea]
     

 

 

noticiencia      
 
  menu2
            R024B04

Pumas Estimulados

Grupo Pandora
   
   
     
                     
¡Goya! ¡Goya!, cachún, cachún, ra, ra…
UNAM campeón. Juego vistoso y noble. Hay campeón para rato.
El rector Sarukhán, como dice la Gaceta “…sintiéndose más universitario que nunca… roció la sidra del festejo a los campeones”.
 
En el otro lodo, en el vestidor de las Águilas, hay enojo y tristeza. ¿Qué hacemos para el año próximo? Como van no hay quien los pare; si con el espíritu Puma hasta el Tuca corre.
 
Los demás equipos, Chivas, Camoteros, Tecos, Tiburones, etcétera, se desesperan. Reunión urgente de todos los equipos de la primera división. Alguien dice:
 
—Es el colmo, hasta parece que juegan fútbol, esto es inadmisible.
 
Desconcierto, gritos, jaloneos, hasta que se oye una voz engolada, como de cronista de Televisa que comenta:
 
—Hay que destruirlos y yo sé cómo. Convenzamos al doctor Sarukhán para que inicie un Programa de Estímulos a la Productividad como premio a los jugadores. Inclusive puede ser manejado por la DGAPA, que se convertiría en la DGAPAyF, la Dirección General de Apoyo al Personal Académico y Futbolístico —todos ponen cara de sorpresa y nadie entiende. El de la voz de locutor se aclara la garganta y explica:
 
— Es muy claro. La DGAPAyF saca una convocatoria inentendible y solicita los informes de los últimos tres años. Imagínense a Patiño, Nava, Vera y demás, llenando informes en lugar de entrenar, tratando de recordar los entrenamientos a los que han asistido, los partidos jugados completos e incompletos, goles anotados, penaltis fallados, corners lanzados, ¿cuántos minutos jugué hace dos años contra Cruz Azul?, y cuando creen que ya pueden regresar a entrenar, nada de eso, a conseguir los comprobantes.
 
El cuerpo técnico encargado de la evaluación se devana los sesos haciendo un tabulador. ¿Cuántos puntos dan las tarjetas amarillas?, y las rojas, ¿deben dar puntos?, ¿valen más los partidos arbitrados que los no arbitrados?, ¿y los mal arbitrados?, ¿cuándo el árbitro es extranjero deben valer más?
 
En esto se les va toda la pretemporada. Los jugadores están nerviosos y tensos, pero creen que ya acabaron y cuando van empezando a agarrar el ritmo, les llega un aviso de la DGAPAyF de que al equipo sólo le tocan veinte salarios mínimos y que la distribución en las cuatro categorías, uno, uno y medio, dos y dos y medio salarios mínimos, debe ser una curva gaussiana.
 
En lugar de que el entrenador Mejía Barón les explique las tácticas a seguir en los juegos, se la pasará horas dando explicaciones sobre lo que es una gaussiana, sin responder a la pregunta ¿por qué una gaussiana? Señalando a un miembro del cuerpo técnico, informará a su equipo que le dijeron que además les tocaron dos de cuatro salarios mínimos y uno de siete, calculados a partir de una ecuación.
 
Torres Servín mira incrédulo a su entrenador. España, que tiene más experiencia, intenta explicarles lo que es una ecuación. Para colmo todos desconfían de Mejía Barón que insistió en que se tomara en cuenta la formación y escolaridad. Siendo doctor él mismo, tiene asegurados todos los puntos en ese rubro.
 
De regreso al entrenamiento los jugadores se ven recelosos, ¿quién será el de siete salarios? Luis García fue el goleador, García Aspe anotó los goles importantes, el Tuca metió el bueno, Campos se ufana que jugó de portero y delantero, por lo tanto tiene más rubros cubiertos. García se queja de que como hay topes por rubro, los últimos siete goles ya no le dan puntos. Hay tensión, ya nadie le pasa la pelota a nadie, se pelean por hacer los saques de banda, que dan entre dos y cuatro puntos. Los pumas se van a la segunda división —el hombre de la voz engolada seguía emocionado su discurso, hasta que alguien le dice:
 
—¡Ya párale!, ¿a poco crees que el doctor Sarukhán va a ser capaz de implementar medidas tan absurdas y va a destruir a la UNAM?
 
Nota tomada del El Financiero, viernes 28 de junio de 1991.
 
articulos
 _____________________________________________________________
 
 
 
Grupo Pandora
(José E. Marquina, Raúl W. Gómez, Vivienne Marquina,
Rosalía Ridaura, Ma. Luisa Marquina) 
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 
 
 _____________________________________________________________
 
 
 
cómo citar este artículo
Grupo Pandora. 1991. Pumas estimulados. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 67-68. [En línea]
 
 
 
 
 
noticiencia    
 
  menu2
            R024B03
Paliativos salariales:
éxito del PEPRPA
Jóse Ruiz de Esparza
   
   
     
                     
Por paliativo se entiende un remedio aplicado a un
enfermo incurable con la finalidad de mitigar el sufrimiento. Hasta ahora ese parece ser el sentido de las acciones emprendidas con relación a los ingresos económicos de los académicos de la UNAM. Así se aprecia en las conversaciones entre universitarios, cuando surge el recurrente tema del salario que padecen los profesores, los investigadores y los técnicos académicos.
 
Hay quienes proponen directa y claramente que las autoridades universitarias debieran asumir el papel de dirigentes de una Universidad Nacional y Autónoma, y actuar en consecuencia; esto es, planeando y ejerciendo el presupuesto de acuerdo con los propósitos de la institución y sus necesidades internas, y restándole importancia a los deseos y políticas generados extrauniversitariamente.
 
Este enfoque va asociado a la inconformidad por el excesivo peso que las funciones administrativas tienen dentro del gasto de la UNAM, en detrimento de los recursos necesarios para cumplir sus funciones sustantivas. Llama la atención el número de comentarios que generan los elevados salarios de los funcionarios administrativos, quienes ocupan esos puestos sin la obligación de presentar un examen; sus salarios en ocasiones triplican los de académicos con tres décadas de antigüedad en la institución e innumerables méritos y evaluaciones. Sin duda es válido y loable que los funcionarios quieran progresar en su carrera personal, lo que es difícil de justificar es que algunos se promuevan con dinero en la UNAM.
 
Los comentarios se completan con menciones a la creación de dependencias administrativas como las “direcciones generales”, que no responden de sus acciones ante el Consejo Universitario. Se dice que la cantidad de dinero de que disponen esas dependencias burocráticas es, desde hace muchos años, mayor que la destinada al sector de investigación, por ejemplo.
 
No obstante lo anterior, el aparato burocrático afecta impunemente la vida académica y el desempeño de sectores completos; tal es el caso de la Dirección General de Apoyo al Personal Académico (DGAPA) y su relación con el sector de investigación. Su Programa de Estímulos a la Productividad y al Rendimiento del Personal Académico (PEPRPA) es un éxito, a pesar de todo. El mayor logro de este programa es su contribución al deterioro de la legislación universitaria vigente mediante el establecimiento de “condiciones generales, bases y requisitos” diferentes de los establecidos en el Estatuto del Personal Académico y en el contrato colectivo; contribución nada despreciable a la cantidad de disposiciones violatorias de la legislación universitaria que un día futuro hará inoperante a la Ley Orgánica, los estatutos General y del Personal Académico y al contrato colectivo. Además la DGAPA determina el presupuesto y patrón de distribución de estímulos correspondiente a cada dependencia; es decir, sin más, una dependencia administrativa se sobrepone a los criterios académicos. Ahora ya es claro que en el PEPRPA lo que verdaderamente se evalúa es el ingenio para acumular “pilones”, o sea, puntos. Si la verdadera intención fuera acabar con la deshonestidad de algunos académicos y las corruptelas de algunos funcionarios y autoridades, bastaría con aplicar la legislación vigente.
 
Destacan algunas imprecisiones y vaguedades en este programa, pero especialmente surge una duda: ¿por qué se excluye del PEPRPA el trabajo docente en instituciones que no tienen convenios con la UNAM? La legislación universitaria determina que la UNAM debe tener un carácter nacional y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura y precisa que el propósito esencial de la UNAM es estar íntegramente al servicio del país y de la humanidad. Todo ello con absoluto respeto del principio de libertad de cátedra y de investigación. ¿Por qué una instancia administrativa devalúa ese trabajo docente?
 
Otro detalle especialmente interesante en este caso es el manejo de la información acerca del PEPRPA. Ante todo resalta la mala fe con la que se han usado los recursos universitarios para ocupar espacios privilegiados en los medios de comunicación y hacer creer a la opinión pública que ahora sí los profesores e investigadores universitarios pueden ganar un buen salario cuando la verdad es que apenas el 1 por ciento de los académicos, es decir a lo más 70 personas, recibieron el dinero equivalente a los siete salarios mínimos.
 
El PEPRPA es un éxito y lo será más en el futuro, ya que agudizará los problemas de enseñanza e investigación dentro de la UNAM. Al favorecer la calificación del trabajo académico con fines utilitarios, seguirá dañando investigaciones que son vitales para nuestra nación, investigaciones que requieren trabajo y esfuerzos sostenidos durante plazos largos. Además seguirá generando un alarmante descenso en el profesionalismo, el interés y la estima entre académicos.
 
Debido a estas razones, la Rectoría está recibiendo cartas de protesta por las medidas tomadas y las declaraciones de las más altas autoridades universitarias, quienes han abandonado toda actitud ambivalente y ahora argumentan en contra de los universitarios. Será un gran día cuando volvamos a ver a los miembros de la Junta de Gobierno utilizar su influencia para apoyar a la Universidad.
 
Nota tomada de La Jornada, 12 mayo, 1991.
 
articulos
 _____________________________________________________________      
José Ruiz de Esparza
     
 _____________________________________________________________      

cómo citar este artículo
Ruiz de Esparza, José. 1991. Paliativos salariales: éxito del PEPRPA. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 66-67. [En línea]
     

 

 

noticiencia    
 
  menu2
            R024B02
La diáspora
de los científicos latinoamericanos
Silvia Torres
   
   
     
                     
El principal problema originado por la salida de los
científicos de los países latinoamericanos ha sido la precaria economía de sus países, que en los últimos años ha tenido un franco deterioro, además de la disminución en el impulso global a la ciencia y la tecnología. En lo anterior coincidieron durante los días 18 y 19 de junio pasado, representantes de trece países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Honduras, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) que se reunieron en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, para discutir el problema de la fuga de cerebros en sus respectivos países, dentro de la reunión anual de la RELAB (Red Latinoamericana de Ciencias Biológicas) en la cual cada país dio a conocer los principales problemas por los que atraviesa su investigación científica, y al final se intentó llegar a una serie de acuerdos multilaterales de ayuda recíproca entre quienes integran dicha red.
 
En países como Argentina, Chile y Uruguay, otra causa de emigración, desde 1970, fue la de tipo político. Muchos investigadores fueron perseguidos por sus ideas y tuvieron que buscar nuevos lugares donde desarrollar su trabajo.
 
En Venezuela, Brasil y México, el motivo fundamental ha sido el poco apoyo a programas de desarrollo tecnológico. Además, los científicos encuentran mejores posibilidades de llevar a cabo su trabajo en lugares que cuentan con mayor infraestructura para la investigación.
 
Para países como Bolivia, Honduras, Colombia, Perú, las principales causas de la emigración ha sido la carencia o casi ausencia de posgrados. Al no existir una política real para formar grupos de investigación, —el mercado de trabajo es escaso y limitado aunque potencialmente exista un campo virgen para ello— los científicos se sienten atraídos por lugares que poseen mayor infraestructura y permanecen en los países donde realizaron sus posgrados. Además, en general, las universidades estatales son las que realizan la mayoría de las investigaciones y las empresas privadas se interesan poco en participar en proyectos de “punta”.
 
Entre las propuestos globales de la reunión, se acordó impulsar más los programas de maestría y doctorado, apoyar programas de becas para países latinoamericanos, impulsar programas de cooperación; promover en mayor grado las carreras vinculadas a la biología: analizar con cuidado las causas de la disminución de la matrícula en áreas como química y biología, incrementar la participación de los científicos en el diseño de programas de carrera, además de la elaboración de libros. Se señaló que es necesario vincular en mayor medida a los científicos con la sociedad; financiar programas de divulgación; convencer a los gobiernos de dar mayor apoyo a la ciencia y, lo más importante: reivindicar esta área del conocimiento humano y lograr que sea considerada como parte integral de la cultura en los países de América Latina.
 
En una entrevista, Ennio Candotti, Presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), señaló que los científicos en Brasil poseen instrumentos de apoyo como son los Consejos Estatales, auspiciados por el Banco de Desarrollo, en los cuales absorben parte de las necesidades de investigaciones y reciben también ayuda de las fundaciones locales (FINEP’S) vinculadas a los presupuestos del Estado. Sin embargo, estas últimas sufren de inestabilidad por las fluctuaciones inflacionarias, lo que origina grandes problemas para los programas científicos; es importante, por tanto, encontrar instrumentos de apoyo menos vulnerables.
 
Reciben dinero asimismo de fundaciones internacionales como la UNESCO, OEA, o bien de fundaciones particulares como la COBRA (una compañía bastante fuerte en el campo de la computación), además de otras empresas privadas y del propio Estado.
 
Para respaldar sus proyectos científicos, Brasil cuenta además con una comunidad que forma un “colegio invisible”, que aunque no tiene una expresión política, a lo largo de los años ha permitido la creación de mecanismos de cooperación científica.
 
La Sociedad Brasileña Para el Avance de la Ciencia tiene pocas revistas científicas a nivel nacional e internacional y es evidente la necesidad de divulgar más la ciencia. Un ejemplo concreto de lo que puede ser la cooperación científica en Latinoamérica son las revistas Ciência Hoje de Brasil y su homóloga argentina Ciencia Hoy, que han establecido un canal de información abierto manteniendo cada una su total autonomía.
 
Candotti propuso la idea de vincular un porcentaje de las inversiones del BID en América Latina para esta cooperación regional, la que, de discutirse mejor entre los países que integran la red y aprobarse permitiría un mayor intercambio y sería el primer paso para la creación de una fundación no gubernamental capaz de reunir los fondos necesarios para programas científicos. Esta fundación podría ser dirigida por un consejo representado por integrantes de cada país, que diese continuidad y estabilidad a los programas.

La mayor dificultad estriba en que los bancos internacionales no sienten mucha simpatía por el fomento a la ciencia ni financian proyectos de este tipo, fácilmente.
 
Señaló también que debería aprovecharse el hecho de que en Estados Unidos también existe el problema de fuga de cerebros, pues sus investigadores emigran hacia Europa debido a la caída de las inversiones en ciencia.
 
En un artículo publicado en Science de enero de este año, los científicos americanos se quejan de las mismas cosas que los latinoamericanos, es decir, existe una emigración de científicos para Europa y lo más importante es la caída de inversiones en ciencia; mientras en 20 años los investigadores se multiplicaron por 4, las inversiones crecieron apenas 20%. Otro aspecto que preocupa es el de los costos crecientes de la investigación, ya que el sobregiro de las universidades pasó de 18% a 30% en el último año, lo que significa que hacer ciencia en Estados Unidos es muy caro. Esto puede ser una ventaja para los países latinoamericanos pues de iniciarse la cooperación recíproca permitiría abrir espacios de discusión para un entendimiento con la comunidad científica norteamericana a futuro.
 
Se mencionó además que mientras en Japón invierte el 2.8% del PIB, Europa el 2% y Alemania el 2.6%, los Estados Unidos tan sólo dedican el 1.8%, ya que el dinero extra se canaliza para la investigación en armamentismo. “Los científicos norteamericanos están muy preocupados por el hecho de que han ganado premios Nobel por investigaciones que se hicieron antes de los años setenta, lo que significa que hace mucho tiempo que los americanos no ganan un nobel por investigaciones realizadas en la ultima década.”
 
Finalmente, Candotti añadió que debido al creciente interés por la biodiversidad, que es ahora un concepto estratégico, —en los medios de política científica, se le da una gran importancia, aunque todavía no se comprenda su significado y su valor en términos de investigación y mucho menos en términos políticos más amplios— en los próximos años, las ciencias biológicas recibirán fuertes apoyos en esta área, lo que deberá ser aprovechado por los países latinoamericanos.
 
El Dr. Roberto Caldeyro-Barcia, director del Programa Nacional para el Desarrollo de las Ciencias Básicas (PREDECIBA), señaló por su parte, que en Uruguay la ciencia y la tecnología todavía son incipientes porque el gobierno no considera que desarrollarlas sea un medio para mejorar el nivel de vida de los uruguayos, además de que el panorama científico empeoró durante los doce años de dictadura militar.
 
“Afortunadamente, el nuevo gobierno ha mostrado interés en este problema, a tal grado que en 1987 surgió la idea de crear el PREDECIBA para apoyar el desarrollo científico básico.”
 
Los objetivos del PREDECIBA son crear un sistema interdisciplinario en las áreas de biología, informática, física y matemáticas de alto nivel científico y formar recursos humanos a nivel de maestría y doctorado. Es muy interesante que entre 1986 y 1987 el programa logró repatriar a 64 científicos uruguayos, biólogos en su mayoría, además de matemáticos, físicos y químicos, diseminados en Francia, Suecia, Brasil, España, Estados Unidos, Venezuela y Suiza.
 
Para sus proyectos en ciencia, el PREDECIBA cuenta con un convenio entre el Ministerio de Educación y Cultura, y la Universidad de la República. El BID es el que aporta fondos y la universidad toda la infraestructura administrativa. Los gastos de administración representan el 8% del total del programa, las actividades que más apoyo reciben son investigación y becas para posgrado, que representan el 51% del presupuesto; las invitaciones a profesores extranjeros se llevan el 41% restante.
 
Existen 156 estudiantes de maestría y 41 de doctorado, de los cuales 127 están en biología; han egresado hasta ahora 18 de maestros y 7 doctores, todos en biología.
 
articulos
____________________________________________________
 
 
 
Silvia Torres
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 
 
____________________________________________________
 
 
 
cómo citar este artículo 
Torres, Silvia. 1991. La diáspora de los científicos latinoamericanos. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 64-66. [En línea]
 
 
 
 
  
del herbario    
 
  menu2
índice24
siguiente
anterior
PDF
            R024B01
Herbario Nacional
de México 
Patricia Magaña Rueda
   
   
     
                     
En todos los medios de comunicación se habla mucho actualmente de la ecología, y se utiliza el término de manera indiscriminada sin darle un sentido preciso. Sin embargo, poca es la resonancia que tienen, a nivel social, las investigaciones básicas para la evaluación de los recursos naturales. Una parte fundamental del quehacer biológico en las universidades y centros de investigación del país consiste en levantar un catálogo de los organismos con los que compartimos nuestro territorio, y esto, aunque no produce la mayoría de las veces el impacto que en otro orden tienen los trabajos biomédicos o tecnológicos, debiera representar una plataforma de la que derivara buena parte del conocimiento que requerimos para explotar, de manera planificada, lo que tenemos.
 
La zona neotropical de América es una de las regiones más ricas del planeta en cuanto a especies vivas se refiere. Algunas estimaciones plantean que en México existen alrededor de 500,000 especies de organismos, lo que convierte a nuestro país en uno de los más diversos, biológicamente hablando. En cuanto a plantas vasculares, Rzedowski (1991) ha calculado que existen más de 22,000 especies de fanerógamas, una buena cantidad de las cuales ni siquiera han sido descubiertas y descritas, y probablemente no lo serán al ritmo actual de destrucción de nuestros recursos naturales.
 
La labor de inventariar la flora mexicana, que podría parecer trabajo de hormiga, implica un esfuerzo titánico, si tomamos en cuenta la diversidad de especies vegetales que se estima tiene nuestro país, la extensión del mismo, las dificultades de comunicación y de transporte, y las contrastamos con las pocas personas dedicadas a esta labor y los cada vez menores presupuestos que se destinan a ella.
 
De esta forma, la publicación reciente del libro Herbario Nacional de México, por el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la autoría de Patricia D. Dávila Aranda y Ma. Teresa Germán Ramírez, representa la realización de ese esfuerzo y significa un paso importante para que tanto investigadores como profesores y estudiantes conozcan la historia de la colección de plantas mexicanas más importante del mundo.
 
La obra contribuye, además, a difundir el tipo de labor que en dicho centro se lleva a cabo, lo cual es importante pues, aún en el ámbito de la investigación biológica, el trabajo del taxónomo o sistemático, (encargado de elaborar de estos catálogos de especies y de estudiar su clasificación) es menospreciado desgraciadamente, pues se considera como una aburrida labor de gabinete. Esta concepción, que probablemente parte de la imagen del naturalista del siglo pasado, no tiene nada que ver con la investigación actual, que requiere no sólo conocimiento sobre las especies vegetales, sino un estudio sistemático a fondo de éstas y la evaluación de su potencial para el uso humano.
 
La flora de nuestro país se aprovechaba antes de la llegada de los españoles, y la región mesoamericana ha sido una de las que ha aportado mayor número de plantas domesticadas a la humanidad. Sin embargo, la formación de una colección con las plantas que los europeos llevaran a sus países en su búsqueda de especies útiles no se inició sino hasta el siglo XVIII.
 
El primer herbario mexicano fue resultado de la expedición botánica de la Nueva España, dirigida por Martín Sessé en 1786, la cual llevó a la inauguración del Real Jardín Botánico y al inicio de la Cátedra de botánica de la carrera de medicina en la Real y Pontificia Universidad de México, anexa a la cual se creó una colección de 200 ejemplares herborizados.
 
A partir de entonces, varios personajes incrementaron las colecciones de plantas mexicanas y a través de diversos periodos y vaivenes políticos se fueran creando herbarios para la enseñanza de la botánica, hasta que se formó el Museo de Historia Natural a mediados del siglo XIX.
 
Pero el centro de mayor relevancia para la formación del actual Herbario Nacional fue el Instituto Médico Nacional, creado en 1888, que llegó a reunir más de 15,000 ejemplares y funcionó hasta 1915.
 
El Herbario Nacional se constituyó como tal al reunirse las colecciones de plantas del Museo Nacional de Historia Natural, el Instituto Médico Nacional y la Comisión Geográfica Exploradora. A partir de los años veintes, se inició un desarrollo constante, aumentó su personal, los programas de colección y publicación de textos, y quedó a cargo, a partir de 1929, del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México. En ese año se contaba con 21,387 ejemplares, que pasaron a ser 70,000 para 1953 y llegan en la actualidad a más de 600,000; constituye así la colección de plantas mexicanas más grande del mundo.
 
Pero este libro no sólo habla de historia, ya que afortunadamente el Herbario Nacional esta vivo, es decir, activo y en crecimiento; también se explica cómo se desarrolló la colección, describe los programas de colecta de plantas en todo el país, los de intercambio y las donaciones, indica cómo ha crecido cada una de sus colecciones y cual es la organización del acervo, así como los servicios que presta. La parte final destaca las líneas de investigación que actualmente se desarrollan en el Herbario y el personal que las dirige, lo que puede servir de referencia a estudiantes de biología, medicina, historia, antropología y en fin, o todos aquellos que estén interesados en el área botánica, o simplemente deseen acercarse o conocer los recursos vegetales de nuestro país.
 
Se trata, en resumen, de una obra excelentemente presentada que refleja de manera global la labor del que se considera uno de los cinco herbarios más activos del mundo, y es un patrimonio nacional de valor incalculable, al que sin duda es importante acercarse como la referencia más importante para la elaboración una obra como la Flora de México.
 
articulos
Referencias Bibliográficas
 
Rzedowski, J., 1991 , Diversidad y orígenes de la flora fanerogámica de México, Acta Botánica Mexicana 14:3-31
     
_____________________________________________________
     
Patricia Magaña Rueda
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
______________________________________________________      
 
cómo citar este artículo
Magaña Rueda, Patricia. 1991. Herbario Nacional de México. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 30-31. [En línea]
     

 

 

R24Articulo08
  menu2
   
   
Lourdes Esteva, Guillermo Gómez,
Juan Hernández y Marco Zepeda
     
               
               
El estudio de los brotes epidémicos y sus posibles causas
data de tiempos muy antiguos. Hipócrates (459-377  a. C.), en su ensayo sobre “Aires, aguas y lugares”, escribió que el temperamento de las personas, así como sus hábitos y el medio ambiente que les rodea, son factores importantes para el desarrollo de una enfermedad, lo cual suena razonable aún en estos tiempos. En todas las épocas, las epidemias se han atribuido a espíritus malignos, castigo de dioses o conjunción de planetas. Así por ejemplo, Alexander Howe (1865), en Leyes de la Pestilencia, menciona que el intervalo de tiempo entre dos epidemias consecutivas está en relación con el periodo lunar. Aún en la actualidad, hay quien afirma que el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es un castigo divino.
 
En 1760, el matemático Daniel Bernoulli presentó ante la Academia Real de Ciencias de París un trabajo en el cual, aparentemente por vez primera, usó un modelo matemático para estudiar la difusión de una enfermedad infecciosa en la población y las ventajas de un programa de vacunación. El origen de este trabajo fue el siguiente: Durante la primera mitad del siglo XVIII se introdujo en Europa la técnica de variolación o inoculación contra la viruela, mal que en esos tiempos azotaba a la población a grado tal que, curiosamente, que en los registros de la policía de la época, como señas características para reconocer a un delincuente, se hacía notar la ausencia de marcas de viruela en el rostro.
 
La técnica de variolación, usada desde tiempos remotos en India y China, consiste en inocular, con el material tomado de una pústula de viruela de un caso activo a un individuo susceptible de contraer la enfermedad, con la intención de producir en él un ataque ligero. Una vez que la persona se recuperaba de la enfermedad adquiría inmunidad permanente. Este es el antecedente de los modernos y más confiables métodos de vacunación. Por supuesto, la técnica de variolación tenía sus riesgos, ya que un individuo inoculado podía morir de la enfermedad adquirida, aunque esto sucedía raramente. También se corría el peligro de provocar brotes epidémicos debido al contacto del individuo inoculado con otros susceptibles a la enfermedad que lo rodeaban. Esto produjo una gran controversia acerca de la efectividad de este método y los daños potenciales que podía producir a la población en general.
 
Bernoulli, quien además de matemático era médico, se interesó en el problema, y para evaluar la efectividad de la técnica de variolación, con miras a influir en las políticas de salud vigentes en esa época, formuló y resolvió su famosa ecuación diferencial y evaluó los resultados en términos de las medidas de control involucradas. Así este problema teórico no sólo surgió de un problema real, sino que sus conclusiones se relacionaron directamente con acciones prácticas.
        
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo espectacular de la Bacteriología, debido a los trabajos de Pasteur (1822-1895), Koch (1843-1910) y otros, fue quizás uno de los factores decisivos en el comienzo real de una nueva ciencia: la epidemiología teórica. La razón es que, gracias a los trabajos antes mencionados, se conocieron los mecanismos físicos de la transmisión de las enfermedades. Así, se dio el gran paso que hizo posible el desarrollo de teorías matemáticas adecuadas para explicar el fenómeno de la propagación de una enfermedad en una comunidad, en contraposición con el uso de descripciones puramente empíricas.
 
La primera contribución importante a la Epidemiología teórica se debió a los trabajos de Hamer (1906), quién postuló que el curso de una epidemia depende de la tasa de contactos entre individuos susceptibles e infecciosos. Esta noción se convirtió en uno de los conceptos más importantes en epidemiología matemática: la ley de acción de masas, la cual dice que la tasa a la cual una enfermedad se propaga es proporcional al número de individuos susceptibles por el número de individuos infecciosos.
 
 
Por la misma época, Ronald Ross (1911) formuló el principio de acción de masas para un modelo continuo, en su trabajo pionero sobre la dinámica de la malaria.
 
Kermack y McKendrick (1927) establecieron el celebrado Teorema del umbral, el cual postula que la introducción de un individuo infeccioso a una comunidad no dará lugar a un brote epidémico, a menos que la densidad de los susceptibles en la población sobrepase cierta cantidad umbral.
 
Los trabajos sobre modelos epidémicos de Kermack y McKendrick han tenido una gran influencia para el desarrollo posterior de modelos matemáticos. La literatura actual sobre este tema es bastante extensa, así como sus aplicaciones en el campo de la medicina preventiva.     
Los modelos matemáticos pueden ayudarnos a predecir el curso de una epidemia dentro de una población; pueden también ser una herramienta útil para detectar los umbrales de población mas allá de los cuales existe el riesgo de una epidemia.
 
En el contexto de una enfermedad endémica (esto es, que permanece todo el tiempo en la población), los modelos matemáticos dan información acerca de cómo los niveles de endemicidad están relacionados con factores que pueden ser controlados por la intervención de las autoridades sanitaras. Ayudan, asimismo, a la elección de programas óptimos de vacunación o de técnicas para la erradicación de ciertas enfermedades. Longini, Ackerman y Elveback (1978) han usado un modelo matemático para decidir que grupos de edad deben vacunarse primero para minimizar el costo o riesgo de muerte en una epidemia de influenza. Hethcote y Yorke (1984) compararon los procedimientos para el control de la gonorrea en la población estadounidense.
 
En muchas ciencias es posible llevar a cabo experimentos para obtener información y con ésta probar hipótesis. Evidentemente, los experimentos sobre enfermedades infecciosas en la población humana son imposibles de realizar por muchas razones. Los datos disponibles en epidemiología provienen de epidemias ocurridas de manera natural o de registros sobre incidencia de enfermedades endémicas; sin embargo, esta información, por lo general, es escasa o está incompleta. La falta de datos confiables da lugar a que la estimación precisa de los parámetros epidemiológicos sea difícil de realizar, por lo que sólo es posible estimar un rango de valores para algunos de esos parámetros. Este tipo de limitaciones se salva con ayuda de modelos matemáticos y simulaciones numéricas, que permiten llevar a cabo experimentos teóricos con gran variedad de parámetros y juegos de datos.
 
En este artículo, ilustraremos mediante un ejemplo simple las potencialidades de la aplicación de modelos matemáticos al estudio de la dinámica de una enfermedad infecciosa. El uso práctico de estos modelos debe descansar firmemente en la información real puesta en ellos. Como siempre, esto no quiere decir que se incorporen a los modelos todos los posibles factores que intervengan en el fenómeno, sino aquellos que, expresados de la manera más simple posible, ayuden a entender los mecanismos que dan lugar a dicho fenómeno.
 
El problema fundamental en epidemiología se puede resumir de la siguiente manera: uno o más infectados se introducen a una comunidad de individuos con cierto grado de susceptibilidad a la enfermedad en cuestión. Ésta comienza a propagarse de los individuos infecciosos a los susceptibles. Los primeros dejan de serlo debido a que se recuperan o se mueren y el número de personas que no son afectadas por la enfermedad va disminuyendo. Finalmente, después de un periodo de tiempo, la epidemia cesa. Entonces, uno se pregunta si ésta se detuvo debido a que ya no existen individuos susceptibles o por la interacción de varios factores, como facilidad de transmisión del agente infeccioso, recuperación del huésped y mortalidad, en cuyo caso quedan aún muchos individuos susceptibles.
 
Como veremos más adelante, aún con los modelos más simples, en epidemiología, se puede dar una respuesta adecuada a este problema.
 
Conceptos Generales
 
Al estudio de la ocurrencia de una enfermedad que ataca a un número de personas se le llama Epidemiología. Una epidemia es un brote temporal mayor de lo usual en una población. Una enfermedad se dice que es endémica si persiste todo el tiempo en la población.
 
La prevalencia se define como el número de casos de una enfermedad en un tiempo dado.
 
La incidencia se define como el número de casos nuevos por unidad de tiempo.
 
La propagación de una infección dentro de una población depende tanto de factores biológicos como de factores demográficos, sociales, económicos, geográficos, etcétera.
 
Entre los factores biológicos destacan: tipo de agente infeccioso, modo de transmisión de la enfermedad, susceptibilidad del huésped al agente patógeno, periodo de incubación, periodo de infecciosidad, tipo de inmunidad que confiere el agente infeccioso al huésped, etcétera.
 
La tabla I muestra la clasificación de algunas enfermedades de acuerdo al agente infeccioso y modo de transmisión.
 
Tabla l. Clasificación de las enfermedades infecciosas por agente y modo de transmisión
agente pers.-pers
pers.-med.amb.
med.amb.-pers
reserv-vector.
vector-pers
virus
sarampión
variacela
rubeola
influenza
poliomielitis
herpes
SIDA 
paludismo
dengue
encefalitis
bacterias
gonorrea
tubercolosis
neumonía
meningitis
tifoidea
cólera
plaga
protozoarios sífilis amibiasis
paludismo
tripanosomas
helmintos
esquistosoma
filariasis
oncocercosis
 
En este artículo ilustraremos algunos conceptos de epidemiología matemática aplicados al caso de una enfermedad de transmisión directa.       
El proceso de difusión de la enfermedad dentro de una población puede estudiarse a partir de modelos compartamentales (Kermack y Mc. Kendrick, Anderson y May, Bailey, Dietz, Hoppenstead). Esto es, se subdivide a la población huésped en diferentes clases; usualmente se distinguen tres:
 
1. De susceptibles (S), consistente en todos aquellos individuos que son propensos a adquirir la infección.
2. De infecciosas (I), compuesta por quienes padecen la enfermedad y pueden transmitirla.
3. De recuperados (Z), a la que pertenecen individuos restablecidos de la enfermedad y, por tanto, inmunes a ella, ya sea temporalmente o de por vida. Se pueden considerar otras clases epidemiológicas: la de los infectados latentes, que incluye a todos aquellos individuos que han adquirido la enfermedad pero aún no la transmiten; la de los portadores asintomáticos integrada por quienes están aparentemente sanos, pero son portadores del agente infeccioso y capaces de transmitirla. la incorporación de otras clases al modelo dependerá, por supuesto, de las características de la enfermedad en cuestión. Por ejemplo, la tifoidea es una enfermedad que se caracteriza por tener portadores asintomáticos.
 
figura24A08 1
Figura 1. Trayectorias en el espacio fase de susceptibles (S) e infecciosos (l) del modelo 3.1-3.3. Cada curva está determinada por las condiciones iniciales I(0) = I0 y S(0) = S0 con Z(0) = 0, por lo que todas las trayectorias comienzan en la línea S + I = N.
         
Para describir la dinámica de la enfermedad, basta conocer el número de individuos de las clases S, I, Z en el tiempo t, lo cual se denota por S(t), I(t), Z(t) respectivamente. Ahora bien, S(t), I(t) y Z(t) dependen a su vez del flujo de individuos de una clase a otra. En el caso particular considerado, dicho flujo estará regido por las siguientes suposiciones epidemiológicas y demográficas:
 
a) Todos los que nacen son susceptibles.
b) El proceso está regido por la ley de acción de masas, el cual, como mencionamos anteriormente, postula que los susceptibles se convierten en infecciosos a una tasa proporcional al producto del número de individuos de ambas clases, con constante de proporcionalidad r, la cual es una medida de la eficiencia de la transmisión de la enfermedad y depende, entre otras cosas, de la virulencia del agente infeccioso, la resistencia del huésped y las condiciones ambientales. Puesto en lenguaje matemático, esto quiere decir que la tasa de pérdida de personas susceptibles y la ganancia de infecciosas es igual a rSI.
c) El periodo de incubación desde el momento de exposición hasta aquel en el que el individuo empieza a ser infeccioso) es lo suficientemente pequeño como para no tomarlo en cuenta, es decir, un individuo susceptible que contrae la enfermedad se convierte inmediatamente en infeccioso.
d) Los infecciosos abandonan su clase para formar parte de los recuperados a una tasa per cápita constante e igual a b. Entonces, el número de individuos expuestos (e inmediatamente infectados) en el tiempo t0, que son aún infecciosos en el tiempo t + t0 está dado por exp(-bt), de donde se obtiene que el periodo esperado de permanencia en la clase infecciosa es 1/b.
e) Los individuos de todas las clases están sujetos a una tasa de mortalidad per cápita, denotada por m, la cual es independiente de la infección. La esperanza de vida es 1/m.
f) La tasa de natalidad es igual a la tasa de mortalidad. Esto quiere decir que la población total es de tamaño constante. Denotaremos por N al número total de individuos de la población, y supondremos que N es lo suficientemente grande como para poder considerar S(t), R(t) y Z(t) variables continuas en el tiempo.
g) La población es cerrada, esto es, no recibe migraciones.
 
Lo anterior se reduce en el diagrama compartamental.
 
figura24A08 2
Diagrama compartamental
 
Un individuo infeccioso abandona la clase en la que está, sea por recuperación o por muerte. Entonces, la tasa de abandono de los infecciosos está dada por (m +b) y el periodo esperado de permanencia en la clase infecciosa, tomando en cuenta la mortalidad, por 1/(m + b).
    
Existen dos conceptos fundamentales en la teoría epidemiológica, a saber: la “tasa de reproducción básica de una enfermedad y el umbral, los cuales nos permiten caracterizar globalmente las distintas epidemias.
 
La tasa de reproducción intrínseca, denotada por R0, se define como el número promedio de infecciones secundarias producidas por un individuo durante su periodo de infecciosidad, en una población donde todos son susceptibles (esto es S = N). Para las enfermedades de transmisión directa, R0 toma la siguiente forma:
 
R0=rN/b           (2.1)
 
en caso de no considerar mortalidad, y
 
R0=rN/(b+m)    (2.2)
 
en caso de que ésta se incluya.
 
La tasa de reproducción efectiva denotada por R, es igual al producto de R0 por la fracción de individuos susceptibles en la población. Entonces
 
R= R0(S/N)     (3)
Observaciones:
 
El valor de R0 dependerá entonces, de las características epidemiológicas de la enfermedad (reflejadas en los coeficientes r y b), así como de la población (reflejada en N y m). Entonces, para una población y una enfermedad particulares, R0 toma un valor constante (ya que r, b, m y N lo son). En cambio R, por depender del número de susceptibles, es una variable que cambia con el tiempo, aún para una misma población y enfermedad.
 
Los conceptos de R0 y R son análogos en epidemiología, a la tasa bruta y neta de reproducción de una población, y ambos provienen de la demografía.
 
Los umbrales son valores críticos de variables como la tasa intrínseca de reproducción, la densidad de la población susceptible, o la densidad de la población vector, los cuales deben ser rebasados para que ocurra un brote epidémico en la población, o una enfermedad permanezca de forma endémica en la comunidad.
 
El modelo y sus aplicaciones prácticas
 
En esta sección se expondrá el modelo clásico de Kermack y McKendrick (1927), el cual, como ya se dijo, a pesar de su simplicidad, puede darnos información relevante acerca de un proceso epidémico y de hecho en muchos casos describe adecuadamente epidemias específicas. En él no se consideran las variables demográficas. Es apropiado para aquellas enfermedades en las cuales la infección confiere al huésped inmunidad permanente y produce escasa mortalidad. Entre las enfermedades de este tipo están la rubeola, varicela, sarampión, paperas y, en general, casi todas las enfermedades infantiles.
 
Si el caso que nos ocupa es un brote epidémico de alguna enfermedad de este tipo, no es necesario considerar nacimientos ni muertes, debido a que por lo general las epidemias tienen un periodo de duración relativamente corto (menos de un año) y, por tanto, la demografía de la población afecta poco a la dinámica de la enfermedad.
 
De acuerdo con las suposiciones hechas en la sección anterior, tenemos una comunidad de tamaño N, compuesta, en el tiempo t, de S(t) susceptibles, I(t) infecciosos y Z(t) recuperados. Entonces S(t) + I(t) + Z(t) = N. En un intervalo de tiempo Δt, se producen rSI  Δt infecciones nuevas y bI  Δt recuperados. Por tanto, de acuerdo con el diagrama compartamental, el cambio promedio de las tres poblaciones S, I y Z, en un intervalo de tiempo Δt, es:
 
ΔS= -rSIΔt  
ΔI=rSIΔt-bIΔt  
ΔZ= bIΔt
 
Dividiendo entre t y tomando el límite cuando t tiende a 0, se obtiene el siguiente sistema de ecuaciones diferenciales:
 
S'(t)= -rS(t)I(t)          (3.1)
I'(t)= rS(t)I(t)-bI(t)   (3.2)
Z'(t)=bI(t)                    (3.3)
 
donde ' denota derivada con respecto a t. La formulación matemática del problema epidémico está completa al dar las condiciones iniciales:
 
S(0)= S0>0, I(0)= I0>0, R(0)= 0      (3.4)
 
Encontrar la solución del sistema de ecuaciones diferenciales, implica encontrar tres funciones S(t), I(t) y Z(t) tales que las igualdades 3.1 a 3.4 se cumplan para toda t0 y tc.
                   
Ahora bien, la pregunta clave en una situación epidémica es, dados r,b y S0, así como el número inicial de individuos infecciosos I0, cuándo se propagará la infección y cuando no, y en caso de propagarse, cuál será su desarrollo en el tiempo, y por supuesto, cuándo comenzará a declinar. Este tipo de preguntas se puede responder al hacer el análisis cualitativo del sistema dado por las ecuaciones 3.1 a 3.3. Esto es, conociendo la forma que tienen las soluciones, y no tanto su expresión analítica, podemos saber cuando el número de infectados crece o decrece, y por tanto, si habrá un brote epidémico o no. La forma de una función se puede conocer a partir del análisis de su derivada: si ésta es positiva, la función es creciente; si es negativa, la función es decreciente; si es cero, la función tiene un máximo o un mínimo o un punto de inflexión (un punto donde la concavidad de la gráfica cambia), etcétera. Al hacer el análisis cualitativo del sistema 3.1 a 3.4, resulta que las gráficas de S(t) vs I(t) para distintas condiciones iniciales S0 e I0 tienen la forma ilustrada en la figura 1. A estas gráficas se les denomina trayectorias solución del sistema, y al espacio SI, espacio fase de dimensión 2.
      
Podemos lograr algunos resultados importantes a partir de las trayectorias del sistema 3.1 a 3.4 en el espacio fase de dimensión 2: Cada curva está determinada por las condiciones iniciales I(0) = I0 y S(0) = S0. Si Z(0) = 0, todas las trayectorias comienzan en la recta S + I = N y permanecen dentro del triángulo, ya que 0 < S + I = N para toda t. Si las condiciones iniciales están a la izquierda de la línea S(t) = b/r, I(t) es decreciente; si se encuentran a la derecha, entonces I(t) crece hasta un máximo que se encuentra sobre la línea, y después decrece hasta cero. En la gráfica se observa también que S(t) es decreciente y se acerca a un valor límite mayor de cero.
 
Por tanto, si S0 < b/r, el número de infecciosos tiende a 0 cuando t tiende a infinito, por lo que la infección desaparece, esto es, no ocurre una epidemia. Por otro lado, si S0 > b/r, entonces I(t) inicialmente aumenta y ocurre una epidemia. El término epidemia significa que I(t) >I0 para alguna t > 0. Así, el número inicial de susceptibles en la población es la cantidad umbral que determina el posible estallamiento de una epidemia en la comunidad, y el valor umbral correspondiente es b/r = N/R8.
 
Recordando que la tasa efectiva R = R0S0/N =rS0/b, se obtienen también los siguientes resultados: Si R < 1, el número promedio de casos infecciosos secundarios producidos por un infeccioso en una comunidad con un número inicial de susceptibles S0 es menor de uno, entonces el número de infecciosos decrece con el tiempo. Si R > 1, cada infeccioso producirá en promedio más de un caso infeccioso en la comunidad, por la que el número promedio de infecciosos aumentará dando lugar a un brote epidémico.
 
En caso de que exista una epidemia nos gustaría saber que tan severa resultará. En la figura 1 se observa que el máximo de I(t), denotado por Imáx, ocurre cuando S(t) = b/r (que es el valor de S para el cual I'(t) = 0). De las ecuaciones 3.1 a 3.4 se puede obtener que
 
Imáx= N-b/r+ln(b/rS0)      (4)
 
Así, si I0 está muy lejos de Imáx, podemos concluir que la epidemia es severa.
 
Por último, otra consecuencia importante del análisis cualitativo del sistema es que se puede observar que I(t) tiende a 0 y S(t), a S cuando t tiende infinito, es decir, la enfermedad desaparece por falta de infecciosos y no por falta de susceptibles.
 
Raggett aplicó el modelo anterior a un brote de peste en el poblado de Eyam, Inglaterra, durante 1665. En este incidente, los habitantes decidieron acordonar el poblado con el fin de que la enfermedad no se propagara a los pueblos vecinos, y lo lograron. Hacia el final de la epidemia sólo sobrevivieron 83 individuos de la población original de 350. En este caso, S 5 83 y S0 5 350. Raggett determinó los parámetros del modelo a partir de los datos disponibles y del conocimiento de la etiología de la enfermedad. Usó el criterio de que, aunque la forma inicial de la peste fue probablemente la bubónica, la forma neumónica (que se transmite a través de la tos de la víctima) prevaleció la mayoría del tiempo. Los resultados que obtuvo usando el modelo SIZ se ajustan muy bien a los datos empíricos.
 
Además del ejemplo mencionado, existe una gran variedad de situaciones en las cuales la concordancia entre las predicciones obtenidas con este modelo y los datos empíricos es bastante satisfactoria.
          
Si se desea estudiar una enfermedad endémica en una comunidad o el comportamiento de los brotes epidémicos durante un periodo de tiempo largo, es necesario considerar las variables demográficas, ya que debemos introducir los nacimientos como fuente de nuevos sujetos susceptibles, y considerar la mortalidad en cada clase. El modelo resultante puede ser analizado también con métodos cualitativos, ya que es igualmente un sistema de ecuaciones diferenciales. En este caso, para algunos valores de los parámetros, las trayectorias (S(t), I(t)), en el espacio fase, pueden presentar oscilaciones, que se suelen llamar ciclos epidémicos.
 
figura24A08 3
Figura 2. Comparación entre las curvas S(t) e I(t) obtenidas con el modelo 3.1 y 3.6 y los datos empíricos (•) de una epidemia de influenza ocurrida en un intervalo de niños ingleses. Los datos aparecieron en la Revista Médica Inglesa en marzo de 1978. N = 763, S0=762, I0=1 b/r = 202, r=2.18 x 10-3 /día. Claramente R=S0 r/b > 1. Tomado del libro Mathematical Biology, autor: J. D. Murray, Ed. Springer Verlag.
               
Comentarios
 
Aunque el modelo presentado en este artículo, da alguna información acerca de los procesos de difusión de una enfermedad, la mayoría de los modelos que actualmente se aplican a enfermedades específicas son mucho más complicados, pues contemplan una variedad de aspectos que no son cubiertos por los modelos básicos presentados aquí.
           
Así, por ejemplo, existen algunos que contemplan las oscilaciones periódicas de ciertas enfermedades. (Dietz, 1975; Hetchcote y Levin, 1988). En este artículo hemos supuesto que la población es uniforme y se mezcla de manera homogénea; sin embargo, muchas enfermedades se propagan de distinta manera en diferentes grupos de la población (tal es el caso de las enfermedades venéreas). Por tanto, existen modelos (Hetchcote y Yorke, 1984) que consideran a la población dividida en subpoblaciones en las cuales la enfermedad tiene diversas características epidemiológicas. También existen modelos que estudian el fenómeno de propagación de una enfermedad no sólo en función del tiempo, sino también de la edad de la población huésped, ya que es claro que para muchas enfermedades la fuerza de la infección depende también de este factor (Anderson, 1982; Hoppenstead, 1974). Existe asimismo una gran cantidad de investigaciones enfocadas hacia el estudio de la distribución espacial de una enfermedad (Rvachev y Longini, 1985).
 
Por último, diremos que el estudio de la difusión de una enfermedad se puede hacer también usando un enfoque probabilístico. A este respecto, Bailey (1975) hace una recopilación de los diferentes modelos epidemiológicos, usando para cada uno tanto el enfoque determinista como el probabilístico.
 articulos
Referencias Bibliográficas
 
Anderson, R. M., 1982, Population dynamics of infections diseases theory and applications, Chapman and Hall, London.
Bailey, N. T. J., 1975, Mathematical Theory of Infectious Diseases, 2nd ed., Griffin, London.
Bernoulli, D., 1760. Essai d’une nouvelle analyse de la mortalité causée par la petite vérole et des avantages de Inoculation pour la prévenir, Mem. Math. Phys and Roy. Sci., Paris, 1-45.
Coddington, E. A. y Levinson N., 1955, Theory of Ordinary Differential Equations, Mc.Graw Hill, New York.
Dietz, K., 1975, Transmission and control of arbovirus diseases, Epidemiology, F. Ludwing y K. L. Cooke eds. SIMS 1974 Utah Conference Proceedings, SIAM, Philadelphia, pp. 104-121.
Dietz, K., 1975, The incidence of infections diseases under the in?uence of season fluctuations. Lecture Notes in Biomathematics 11, Springer-Verlag, New York, pp. 1-15.
Hamer, W. H., 1906, Epidemic disease in England, Lancet I, 733-754.
Hetchcote, H. W., 1976, Qualitative analysis for communicable disease models, Math. Biosc. 28, pp. 335-356.
Hetchcote, H. W., 1983, Measles and rubella in the United States. Am. Journal of Epidemiology 117:2-13.
Hetchcote, H. W. y S. A. Levin, 1988, Periodicity in epidemiological models. Mathematical Ecology, Vol. II, Springer Verlag.
Hetchcote, H. W. y J. A. Yorke, 1984, Gonorrhea transmission dynamics and control, Lecture Notes in Biomathematics, 56.
Hoppenstead, F. C., 1974, An age dependent epidemic model, Journal of the Franklin Institute 295, no. 5, pp. 325-333.
Kermack, W. y A. McKendrick, 1927, Contributions to the mathematical theory of epidemics, Proc. Ray. Soc. A. 115, pp. 700-721.
Longini, I. M. Jr., E. Ackerman y L. Elveback, 1978, An Optimization model for influenza, Math. Biosci., 38, 141-157.
Murray, J. D., 1989, Mathematical Biology, Biomathematics Texts, vol. 19, Springer Verlag.
Raggett. G. F., 1982, Modeling the Exam plague, Bull. Inst. Math. and its Aplic. 18, 221-226.
Rvachev, L. A. e I. M. Jr. Longini, 1985, A mathematical model for the global spread of influenza, Math. Biosci. 75, 3-22.
Ross, R., 1911, The prevention of Malaria, Murray 2nd ed., London.
 
 
 
____________________________________________________________      
Lourdes Esteva, Guillermo Gómez, Juan Hernández y Marco Zepeda.
Grupo de Biomatemáticas, Departamento de Matemáticas,
Facultad de Ciencias,Universidad Nacional Autónoma de México.
     
____________________________________________________________      


cómo citar este artículo

Esteva, Lourdes; Gómez Guillermo; Hernández Juan y Zepeda Marco. 1991. Matemáticas y epidemiología. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 57-63.

     

 

 

R24Articulo07
  menu2
   
   
Elsa Malvido y Miguel Ángel Cuenya      
               
               

“Mi intención ha sido recordar para prevenir”1

 articulos
El cólera morbus, también conocido como amarillo o asiático,
es una antigua enfermedad de la que, según Max Sussman,2 ya se habla en el Antiguo Testamento y los ingleses la detectaron como un mal endémico en la India, saldrá de su foco natural (la boca del Ganges) en 1817 y encuentra nichos favorables para su propagación en todo el mundo conocido.
 
Inicia su largo recorrido de 20 años, al oriente por China hasta Filipinas, al oeste por Arabia, subiendo a Rusia y llega a Inglaterra en 1830, de donde embarcará para ir a Canadá en 1832. Desde allí comienza su avance hacia el sur del continente americano.
 
La importancia del cólera en México, y en especial de la pandemia de 1833, radica en el carácter de ésta. No fue una pandemia con la cual la población mexicana estaba “acostumbrada” a convivir desde el siglo XVI. Era algo nuevo que no respetó grupos, clases sociales ni condición económica y estableció un verdadero corte en la historia de la patología. Es más, podríamos decir que marcó la independencia nacional. A partir de 1833, toda la patología cambia y modifica el viejo patrón colonial (Veracruz, Acapulco y Salina Cruz para difundirse a través de los caminos reales), para reemplazarlo por uno nuevo: la frontera con Estados Unidos. Era la primera vez que una pandemia alteraba su tradicional ruta de viaje, entrando al país a pie por la frontera norte y por puertos secundarios como Tampico y Campeche, desde donde se irradió por todo el territorio nacional.
 
 
El cólera morbus significó un cambio en la patología mundial y nacional: las antiguas patologías biológicas3 fueron reemplazadas por una nueva: la patología biosocial, primera pandemia que mostró mundialmente el problema de la insanidad y la miseria a la que estaba condenada gran parte de la población y que obligó a los gobiernos, sin importar su ideología política, a tomar medidas sanitarias.
 
Este mal exigió una toma de conciencia por parte de las autoridades y la elaboración de las primeras medidas sanitarias aplicadas a nivel nacional. Este hecho es muy significativo, en la medida en que la espera fue angustiosa. No llegó abrupta o sorpresivamente, se la esperaba desde tres años antes, periodo durante el cual se fueron reuniendo, agrupando o desechando, los conocimientos y las experiencias médicas de Europa o América.
 
Analizar el impacto de una pandemia como la del cólera morbus de 1833, implica conocer el espacio urbano sobre el que se desencadenó. No es posible realizar un análisis en abstracto y atemporalmente; es necesario ubicar nuestro objeto de estudio en su propia especificidad y realidad histórica. De allí que hayamos seleccionado un importante centro urbano como Puebla para espacio de análisis.
 
Puebla había ingresado al siglo XIX sorteando serios problemas de orden político, económico y demográfico, a pesar de esto, seguía manteniendo un lugar privilegiado en la estructura urbana, ahora nacional, aunque había perdido gran parte de su antiguo brillo colonial.
 
El estancamiento y empobrecimiento de la ciudad era el resultado de diversos cambios y transformaciones que se habían producido desde el siglo XVIII. “El surgimiento de nuevos polos económicos, el desplazamiento del centro de gravedad hacia el Bajío y la transformación del antiguo orden colonial a partir de las reformas borbónicas, afectaron, sin duda, a diversas actividades que habían sido el sostén de la antigua prosperidad de Puebla”.4
 
Las guerras de independencia obligaron al empobrecido ayuntamiento angelopolitano, a erogar fuertes sumas con la finalidad de erigir un sistema defensivo contra los insurgentes (murallas, fosos y parapetos), con lo que se ocasionaron graves daños a gran parte de la periferia urbana. Durante años, debido a la constante inestabilidad social, política y militar, continuaron realizándose este tipo de construcciones, con lo que se aumentaban permanentemente los gastos municipales, se desviaron fondos de otras áreas y, se descuidaba el mantenimiento de la ciudad.5
 
La proliferación de zanjas, terraplenes, fosos, murallas, parapetos y fuertes agudizaron, al decir de Carlos Contreras Cruz, el caos y la destrucción de distintas zonas de la ciudad.
  
El espacio urbano se encontraba dividido en grandes jurisdicciones, correspondiéndole al ámbito eclesiástico las jurisdicciones parroquiales del Sagrario Metropolitano, San José, San Marcos, San Sebastián, Santo Ángel Custodio y Santa Cruz, las que habían sido la base del control durante todo el periodo colonial. En lo político-administrativo, el intendente Manuel de Flon dividió la ciudad en cuatro cuarteles mayores, los que a su vez se subdividían, cada uno, en cuatro cuarteles menores. Esta organización territorial de la ciudad perduró durante todo el siglo XIX.
 
El padrón de 1830 registra para Puebla una población cercana a los 40,000 habitantes,6 distribuidos de manera desigual entre los cuatro cuarteles mayores, ya que, por ejemplo, más del 60% de los habitantes habitaba en el poniente de la ciudad.7 Este patrón de asentamientos reflejaba la concentración de las principales actividades económicas en esa zona. (Figura 1).
 
Al igual que el resto de los centros urbanos del país, y como parte de su herencia cultural, la ciudad se caracterizaba por la suciedad y la falta de higiene. Las calles eran focos de infección porque en ellas se estancaban las aguas negras, los desechos fecales y las aguas de lluvias, transformando algunos lugares, como señalan los documentos de la época, en “verdaderos muladares y lodazales hediondos”. No se respetaban los bandos y las ordenanzas de policía que trataban de regular el orden e higiene en la ciudad. Dentro de la traza urbana se encontraban rastros, carnicerías, tocinerías, tenerías curtiembres sin resumideros, etc., que arrojaban todos sus desperdicios a las calles (huesos, grasas, pieles, ácidos, lejías, sangre, vísceras, cuerdas y pelambres), además del que los fosos eran usados como depósitos de basura y aguas negras,8 lo que aumentaba todavía más el estado de suciedad imperante.

Cuadro general. Resumen del libro en el que se asientan “las partidas de entierros de los muertos que se recibieron y se sepultaron en Campo Santo nuevo de San Javier del cólera morbus dese el 26 de agosto hasta el 31 de diciembre del año de 1833 incluyéndose todos los que en ese tiempo fallecieron de otros diversos males y todos los párvulos”.
  Agosto  Septiembre  Octubre  Noviembre Diciembre Suma Clases Suma Total
Presbit      11 3 16 16
Casados 170  196  23  18  414   
Viudos   49  82  146  773 
Solteros 91  98  13  213   
Casados   125  208  29  16  378   
Viudas 179  299  33  15  527  1296 
Solteras 158  190  23  18  391   
Párbulos   96  159  39  24  318   
Párbulas   81  145  38  32  296  623 
Fetos    
               
De Belem   126 113 2   241  
De S. Pedro     39 46 2 87  
S.J. Dios     6 2 1 8 341
San Roque     4     5  
Totales 12 1077 1553 259 148 3049  
FUENTE: Libro especial de defunciones correspondientes a la parroquia de San Marcos de lo ciudad de Puebla, en el que se registran los entierros correspondientes a toda la ciudad en el cementerio de San Javier, para lo epidemia de cólera morbus del año 1833.        
 
En épocas de lluvias las inundaciones eran frecuentemente ocasionadas por el desbordamiento del río San Francisco, agudizándose así las condiciones de insalubridad existentes. El abastecimiento de agua a la ciudad durante la primera mitad del siglo XIX, continuó manteniendo el mismo sistema heredado de la época colonial. Su distribución se realizaba siguiendo, también los viejos patrones: por medio de fuentes públicas ubicadas en lugares estratégicos, y a través de los aguadores transportaban en burros los cántaros en los que llegaba el valioso líquido a la mayoría de las casas. También la contaminación del agua era muy frecuente debido a que las cañerías eran de barro, lo que ocasionaba —por las frecuentes roturas— que se filtraran aguas contaminadas. Esta situación constituía una permanente amenaza para la salud pública de los poblanos.
 
Por otro lado, la gran mayoría de los habitantes de la ciudad, vivían hacinados en un solo cuarto, al igual que en todas las grandes ciudades del mundo; además, la densidad demográfica —especialmente en la zona céntrica— era muy elevada. Estos cuartos habilitados como vivienda, carecían de baños o letrinas, por lo que todas las noches los desechos fisiológicos se tiraban a la vía pública; los pasillos y las escaleras de los edificios se convertían en grandes tiraderos y las paredes impregnadas de orines despedían en las noches olores nauseabundos y un clima patológico de por sí. El ayuntamiento de la ciudad debía recolectar los excrementos diariamente, a través de un sistema de carretones,9 pero los permanentes problemas financieros del municipio impidieron que este servicio se cumpliera con normalidad. Así, los habitantes de Puebla, convivían en un ambiente insalubre y propicio para el desarrollo de gérmenes patógenos que ocasionaban o alimentaban enfermedades recurrentes.
 
La pobreza de gran parte de los habitantes era algo que impactaba a cronistas y viajeros. J. R. Poinset, que visita la ciudad en 1822, describe azotado la gran cantidad de “indios miserables y semidesnudos que nos miraban boquiabiertos (…) fue donde vimos el mayor número de seres escuálidos y miserables”.10 Por su parte, Henry George Ward, que se encuentra de paso por la ciudad en 1827, hace comentarios muy similares, afirmando que “la Puebla tenía, en aquel entonces, una población de lazaroni casi tan numerosa como la de la capital”.11 Sin embargo, para estas fechas se habían olvidado de las grandes epidemias (las últimas habían sido el sarampión de 1770 y el tifo de 1813), por lo cual la llegada del cólera cambiaría la mentalidad de gran parte de la población.
 
La pandemia
 
Cuando México aún luchaba por su independencia, se empezó a saber sobre el avance: del llamado terrible mal, la “peste de El Ochocientos”, que se desarrolló durante 16 años antes de azotar a México. Gracias a ello, los conocimientos que obtuvieron otras naciones y reinos que la padecían, nos fueron llegando, junto con los métodos preventivos y curativos. Todo ello se traducía a diversos idiomas y se publicaban, pero el gobierno los distribuía a una población analfabeta.
 
 
En esos momentos la danza política entre Valentín Gómez Farías y Santa Anna dificulta conocer quién ordenó qué cosa, pero lo que sí queda claro es que en México el dicho colonial “hágase pero no se cumpla” continuaba vigente, pues muchos bandos de policía repetían las órdenes que ninguno obedecía, ni el castigo establecido se cumplía.

Había 6 puntos que preocupaban al gobernador del Estado de Puebla: 1) La construcción del cementerio que llevaba pospuesto seis años por presiones económicas y religiosas; 2) La necesidad de que las aguas negras tuvieran resumideros y se limpiaran, así como que dejaran de tirarse a las calles; 3) Que los carretones salieran a recoger la inmundicia; 4) Editar recetas y cartillas sobre el cólera para informar a la población; 5) Que el obispo nombrara eclesiásticos para atender a los próximos enfermos o muertos, y 6) Que el Consejo de Sanidad del Ayuntamiento organizara a los médicos y boticarios de la ciudad para atender a los enfermos. Medidas preventivas que mostraban una nueva actitud oficial ante un evento de esa naturaleza.
 
 
Por primera vez las autoridades civiles se responsabilizan de la salud de sus ciudadanos, mientras que la Iglesia quedó en segundo plano, al considerar que el cólera era un castigo porque “el pecado es el origen de todas las calamidades que azotan la tierra”, pero ya no serían las herejías pasadas por los horrendos sacrificios humanos a sus dioses, el discurso era otro, se debía al “odio hacia las sagradas instituciones, el desprecio por las más santas solemnidades, la burla de las más augustas ceremonias y los misterios del santuario, las leyes canónicas por las cuales la Iglesia ha sido gobernada… [que] se ven ahora pisoteadas y despreciadas”.12
 
En cuanto a la primera de las preocupaciones del gobernador, por la construcción del cementerio, se debía a que a comienzos de 1833 no había podido hacerse realidad todavía la ley del 27 de septiembre de 1827, por la que se determinaba que en todas “las poblaciones del Estado, los ayuntamientos respectivos, construirán a la mayor brevedad posible cementerios fuera del poblado, y en lugar opuestos a los vientos que dominen las poblaciones”13 Para finales de 1832, no había comenzado a construirse el camposanto en la ciudad de Puebla, debido a que los problemas políticos y económicos habían ido postergando la propuesta. Tuvo que surgir un factor externo de gran consideración, el cólera morbus, para que las autoridades sacaran del olvido la ley del 1827.
 
El terreno seleccionado se ubicaba en el sur-poniente del centro urbano y abarcaba “cuatro huertas pertenecientes al Colegio del Estado, situadas, una al costado de la iglesia de este último barrio [San Sebastián] caminando del occidente al oriente, con otras dos que están contiguas, y la que ocupa el frente de la repetida iglesia que en otro tiempo sirvió de cementerio”.14
 
El presupuesto para la nueva obra fue de $18,856.4r,15 cantidad muy elevada para las finanzas municipales, por lo que se estableció que el dinero para su construcción se obtuviera “del fondo de licores extranjeros”. Con grandes problemas financieros que motivaron varias interrupciones, el cementerio de San Javier se inaugura de hecho el 26 de agosto, al inicio de la epidemia, aunque no se bendice hasta octubre. El cólera se había adelantado a la finalización de las obras.
 
Por su parte, la Junta de Sanidad del Ayuntamiento y la Dirección de Sanidad del Estado, trataban de conseguir, por todos los medios disponibles, aquellos medicamentos o recetas que en otros lugares de la República habían realizado “milagrosas curaciones”; así el 21 de mayo, se solicita al Gobierno del Estado de Oaxaca palo de huaco, elemento muy importante en la elaboración de una nueva receta.
     
La elaboración de cartillas o recetarios preventivos había surgido por primera vez a finales del siglo XVIII (1796), para informar a la población de la Nueva España sobre la vacuna contra la viruela. Desde esa fecha, estos documentos tendrán una circulación masiva que traspasa todo tipo de fronteras.16 Su enfoque es preventivo y deben verse como el principio de medicina preventiva en México. En ella se acumulan conocimientos de una medicina empírica de otras partes del mundo y la sintetizan con lo mas acertado hasta el momento. Son editadas por los distintos gobiernos, con el fin de proteger a sus gobernados, pues ahora el cuidado de sus cuerpos ya no depende de la Iglesia: la voluntad de Dios tiene que responder por la enfermedad de otra manera.
 
Significan una conciencia clara del contagio pandémico o universal y una necesidad de mantener sana a la población. También deben considerarse como manuales de salud pública y privada, lo que los convierte en algo extremadamente moderno. Responsabilizan de su cumplimiento al gobierno como sistema de salud pública y a los individuos en cuanto a la salud privada. Es decir, son obras de la Ilustración médica, la que había obtenido su independencia ideológica a su separación de la Iglesia, por lo cual la ciencia debe explicar de otra manera la vida y la muerte.
 
En términos de salud pública, las cartillas exigen mejores condiciones de higiene en las ciudades y en los espacios públicos.
 
El discurso que se maneja en estos textos, descubre un cuerpo diferente, laico y vivo: se refieren en primer lugar al cuidado e higiene del cuerpo sano en sociedad y, en segundo lugar, al cuerpo sano dentro de su casa; se recomienda a un cuerpo que se ve, se oye y se huele, come y descome, que debe bañarse, asearse él, su ropa, sus muebles, su casa para mantenerse sano, reconociéndose que este cuerpo sano puede enfermar por el contacto con animales domésticos o por el descuido que se tenga con la higiene personal, aceptando que el cuerpo es frágil y la enfermedad acerca al dolor y a la muerte, los que deben evitarse.
 
Paralelamente a estas recomendaciones precautorias, las cartillas hablan ya de los síntomas del mismo cuerpo enfermo y de la manera de tratarlo, acompañando un recetario con medidas sencillas de atención. Es curioso ver que este cuerpo enfermo nunca parece estar solo, siempre está rodeado de una familia y de las atenciones del médico. No se concibe al hombre “solo”.
 
En Puebla se publicaron las cartillas que venían de Rusia, Francia vía España, de la Habana, Santo Domingo vía Veracruz, de Nuevo León, de Guadalajara, y la de Monterrey que es realmente genial, moderna y simple: agua de cal hervida con peyote y gotas de láudano, contra el dolor, la diarrea y la deshidratación.
 
Al mismo tiempo, la Iglesia trató de enfrentar el flagelo con las consabidas procesiones y santos protectores de las pestes coloniales. La Virgen del Rosario, San Roque, Jesús Nazareno, San Sebastián de Aparicio y el Santísimo Sacramento recorrieron las calles de Puebla buscando su intercesión y protección.
 
La angustiosa espera pasó de lo abstracto a lo concreto a partir del 23 de agosto, fecha en que muere el primer afectado por el mortífero bacilo. Llegó por donde menos se lo esperaba, por el camino de Oaxaca y, su portador fue nada menos que el arriero Ventura López quien conducía desde la ciudad de Oaxaca a Puebla un “milagroso” remedio: el palo de huaco.17
 
Durante cinco meses la enfermedad cobró vidas en la ciudad. Alcanzó su punto más álgido en los primeros días de octubre, y culminó hacia finales de diciembre (véase cuadro). El sector más afectado fue el femenino con el 52.4% del total. La pandemia no respetó clases sociales, diferencias económicas ni grupos de edades. Nadie se encontró a salvo. Las medidas preventivas no surtieron ningún efecto; tal es así, que entre las primeras víctimas se encontraron al gobernador del Estado y su hermano. Si bien es cierto que los efectos del cólera no fueron tan graves en proporción a las pandemias coloniales, pues solamente murió el 10% de la población, la larga espera había creado condiciones psicológicas favorables, aumentadas por las constantes amenazas de la Iglesia sobre el carácter de “castigo divino” que tenía la pandemia.
 
Es muy importante destacar los cambios propuestos en la organización médica,18 que tuvo dos vertientes: la tradicional de cuarteles, y la otra que era funcional pero muy avanzada, pues proponía la creación de cuatro lazaretos en los cuatro puntos cardinales, donde se concentrarían a los enfermos para ser atendidos, facilitando a los médicos la atención de los afectados. Entre las dos vertientes, ganó la primera, que ni en la epidemia de 1813 había sido efectiva. En Puebla solamente había 26 médicos19 para una población de 40,000 habitantes y muchos cuarteles abarcaban hasta 20 manzanas. Se pretendía dar atención médica tres veces por día a cada enfermo en su casa, lo que fue realmente imposible, por lo que muchos de ellos murieron antes de que llegara el médico a la primera visita.
 
Al cementerio de San Javier llegaban diariamente los carretones que recorrían la ciudad recogiendo los cadáveres, los cuales eran amarrados y enterrados en grandes fosas comunes, siguiéndose los criterios de 1827, en los que se indicaba que debían ser cubiertos de cal. El espectáculo era dantesco. Las únicas excepciones fueron el gobernador Furlong, su familia, el Dean de la Catedral y, el Obispo de Chiapas, que fueron sepultados en la iglesia de San Javier; y los monjes de las órdenes religiosas que permanecían en sus conventos.20 En todos los casos, se debía contar con la autorización municipal y del cura párroco, para pagar los derechos correspondientes.
 
Consideraciones finales
 
1. El cólera demostró que los habitantes de todo el mundo vivían en condiciones de miseria y falta de higiene, a los que el colonialismo y el incipiente capitalismo habían llevado.
 
2. La geografía patológica mundial también había variado; España e Italia, lugares de origen de la patología colonial serán afectados por el cólera más tarde que América.
 
3. Puebla es un claro ejemplo de que estos cambios en la geografía fueron reales, pues su camino ahora fue por Oaxaca y no por Veracruz.
 
4. A partir de esta pandemia, los médicos y la salud enfermedad serían burocratizados.
 
5. El cuerpo humano y su humanidad caen en poder de la ciencia médica y salen del poder de la Iglesia, descubriéndose la salud pública y la salud privada.
 
 

Yo, podría proponer muchos planes sirviéndose de los cuales los autoridades de esta ciudad, si es que alguna otra vez se ven amenazados por un enemigo de esta clase (no lo permita Dios), podrían desembarazarse de la mayor parte de la gente peligrosa por la que tienen que velar; me refiero a los pobres, a los mendigos y a los hambrientos, y a los que se dedican a trabajos más humildes, entre ellos, sobre todo, a los que, en caso de sitio, se les llama “bocas inútiles”; si se aislara a éstos, con prudencia y para su propio bien, al mismo tiempo que los ciudadanos más ricos se aislaban también con sus hijos y su servidumbre, la cuidad y los barrios adyacentes quedarían evacuados de un modo tan efectivo que no quedaría en Londres ni una décima parte de la población, agrupada, para servir de presa al mal.

Daniel Defoe, Diario del año de la peste, 1665.

Referencias Bibliográficas
 
1 Ojeda Falcón, Ramón, 1955, “Apuntes sobre el último brote de Fiebre amarilla ocurrido en el Puerto de Veracruz (1920-21)”, en Boletín epidemiológico, Tomo XIX. No 10. Abril-Junio, p 77.
2 Max, Sussman, 1967, “Disease on the Bible and Tulmud” in Diseases in Antiquity, Springfield, Illinois, USA, p. 213.
3 Malvido, Elsa, 1990, Las epidemias: una nueva patología, en Historia General de la Medicina en México, Vol. II, México, Academia Nal. de Medicina, UNAM.
4 Contreras Cruz, Carlos y Juan Carlos, Grosso, 1983 “La estructura ocupacional y productiva de la ciudad de Puebla en la primera mitad del siglo XIX”, en Carmen Aguirre, Alberto Carabarín, et al. Puebla en el siglo XIX. Contribución al estudio de su historia. Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, Centro de Investigaciones Históricas y Sociales, Instituto de Ciencias, pp. 117/118: cfr. También la obra de Reinhnrd Liehr, Ayuntamiento y oligarquía en Puebla, 1787-1810, México, SepSetentas, 1971, Tomo I, pp. 23/28, quien analiza la decadencia de los principales sectores productivos urbanos, como tocinerías, tenerías, cerámica, vidrio, obrajes y sombreros, los que —conjuntamente con el sector textil— constituyeron durante gran parte del periodo colonial las áreas más dinámicas y pujantes de la economía poblana.
5 Contreras Cruz, Carlos, 1986, La ciudad de Puebla. Estancamiento y modernidad de un perfil urbano en el siglo XIX. Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, Centro de Investigaciones Históricas y Sociales, Cuadernos de la Casa Fresno # 6, p 16.
6 El padrón de 1830 ha sido analizado por los investigadores Juan Carlos Grosso y Carlos Contreras. Falta información para algunos cuarteles menores (tercero y sexto), imposibilitando conocer con exactitud la población total de la ciudad. Cf. el trabajo de Carlos Contreras Cruz y Juan Carlos Grosso “La estructura ocupacional y productiva…” Op. cit.
7 Contreras Cruz, Carlos y Juan Carlos, Grosso, Op. cit., pp. 128/129.
8 A. A. P., Documentos Correspondientes a los Cabildos del Año de 1833, Bando de 2 de Marzo
9 A. A. P. Documentos correspondientes a los Cabildos del año de 1833, libro # 101. Aparte de los desechos fisiológicos depositados en la vía pública, se tiraban también a la calle gran cantidad de desperdicios; las jabonerías derramaban los residuos de lejías: las tocinerías la grasa corrompida; las carnicerías la sangre de animales sacrificados, etc.
10 Poinset, J. R., 1973, Notas sobre México (1822), México, Editorial JUS, pp. 83/84.
11 Ward Henry, G., 1981, México en 1827, México, F.C.E., p. 468.
12 Alegato del Dean de la Catedral de México, citado por C. A. Hutchinson, “El cólera de 1833: el día del juicio en México”, en: Revista PAGINAS de los trabajadores del Estado # 3, marzo de 1984, México, ISSSTE, p. 17.
13 A. A. P. Expedientes sobre Panteones 1828/1845, Vol. 82, f. 5r/10vto.
14 A. A. P. Libro de Cabildos de los años 1832 y 1833, vol. 101, s/f.
15 A. A. P. Libros de Cabildos, Documentos correspondientes a los Cabildos del año 1833, vol. 101, f63r.
16 En el A. A. P. hemos encontrado nueve cartillas o recetarios contra el cólera morbus. La gran mayoría de ellas tenían su origen en Francia, España o Estados Unidos, aunque también se encontraron cartillas elaboradas en Monterrey y la ciudad de Puebla. Cf. Documentos correspondientes a los cabildos del año 1833, libro # 101, Op. cit.
17 Archivo Parroquial del Sagrario, Libro de defunciones 1827/1833; cf. también A. A. P., Libro de Cabildo de los años 1832 y 1833, s/f.
18 La Junta de Sanidad del Ayuntamiento de Puebla, discutió ampliamente diversas propuestas para enfrentar exitosamente la pandemia, teniendo que sortear, la mayoría de las veces, graves problemas económicos para implementar algunas medidas. Fue la falta de dinero del Ayuntamiento poblano y del gobierno del Estado, lo que hizo que se adoptara la propuesta tradicional. Cf. A. A. P., Expedientes sobre Sanidad, vol. # 80 1814/1833.
19 Cf. A. A. P. Libro de documentos de los Cabildos de 1833, Op. cit., y, Expedientes sobre Sanidad, vol. 88, 1814/1833, Op. cit.
20 A. A. P. Libro de Cabildo de los años 1832 y 1833, Op. cit.
____________________________________________________________      
Elsa Malvido
Instituto Nacional de Antropología e Historia.
 
Miguel Ángel Cuenya
Universidad Autónoma de Puebla.
     
____________________________________________________________      
 
cómo citar este artículo
Malvido, Elsa y Cuenya, Miguel Ángel. 1991. El cólera en Puebla en el siglo XIX. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 51-56. [En línea] 
     

 

 

R24Articulo06
  menu2
   
   
Jorge Olarte      
               
               
Los primeros tiempos 1883-1959
 
El germen fue visto por primera vez al microscopio
en evacuaciones de enfermos de cólera, por Pacini en 1854, en Italia,1 sin que se pudiera probar su relación con el padecimiento. Se trata de una bacteria en forma de bastoncillo ligeramente curvo, dotado de un flagelo polar que le confiere gran movilidad. En 1883 Robert Koch se trasladó a Egipto en una expedición que tuvo por objeto el estudio de una epidemia de cólera que afectaba aquel país, habiendo logrado el cultivo del microorganismo ahora conocido como Vibrio cholerae 01 (antes Vibrio comma).2 Ante la ausencia de animales de laboratorio susceptibles a esta infección, que permitieran demostrar en forma inequívoca que se trataba en realidad del germen causante del padecimiento, dos prestigiados investigadores, Metchnikoff y Pettenkoffer,3 decidieron autoinocularse a fin de aclarar su patogenicidad. Metchnikoff y uno de sus ayudantes en el laboratorio ingirieron el cultivo sin que desarrollaran ningún padecimiento; un segundo ayudante desarrolló la enfermedad grave. Por entonces quedó la incógnita de qué determinaba esa variación en la virulencia de la bacteria, lo que llevó a Metchnikoff a pensar que era debida a cambios en la composición de la flora bacteriana del intestino. Ahora sabemos que una defensa fundamental del hombre contra esta infección es la acidez gástrica; si esta se neutraliza o disminuye por cualquier medio, como ocurre en la desnutrición, es más fácil que prenda en él la infección y desarrolle el padecimiento. La acidez normal deja de ser una protección cuando el inóculo o número de microorganismos que se ingiere es muy elevado. La dosis infecciosa mínima del cólera, determinada experimentalmente en el hombre, es muy alta (del orden de 108-9 microorganismos);4 en contraste, la dosis mínima de otras infecciones también intestinales puede ser muy baja como sucede en las diarreas causadas por Shigella,5 la fiebre tifoidea y otras salmonelosis.6,7 Esto explica la preferencia del cólera por poblaciones con ínfimas condiciones sanitarias e higiénicas, así como socioculturales, mal alimentadas, que estén expuestas a la ingestión de agua, alimentos y otras bebidas contaminados con las deyecciones de enfermos de cólera, aguas negras o portadores sanos del germen.
 
También en el cólera, al igual que en muchas otras infecciones, se observan fenómenos de defensa específica o protección inmunológica derivada de infecciones previas.8 Sin que se conozca el fundamento científico, las personas con grupo sanguíneo O están predispuestas a adquirir el padecimiento.9
 
El periodo de incubación de la enfermedad es corto pudiendo ser de unas pocas horas hasta un máximo de cinco días, al igual que su duración. La excreción del germen puede prolongarse por varios días o semanas.4 (Figura 1).
 
 figura24A06 1
Figura 1. Microfotografía electrónica del Vibrio cholerae (50 000).
 
 
Nueva era del cólera (1959-1961)
 
Durante los primeros 75 años siguientes al descubrimiento del vibrio bien poco se avanzó en el conocimiento de la patogénesis y tratamiento del cólera. Por el contrario, a partir de 1959 se suceden una tras otra una serie de acontecimientos trascendentales que transforman en corto tiempo los conceptos fundamentales del padecimiento.
 
Alteraciones anatómicas. En 1959 Gangarosa y su grupo demuestran, mediante biopsias tomadas in vivo del intestino de enfermos de cólera por medio de la cápsula de Crosby, que en este padecimiento no hay lesiones histológicas tal y como se había descrito antes; la mucosa se mantiene intacta.8, 10 Se trataba sólo de alteraciones que ocurren espontáneamente poco tiempo después de la muerte, o aún en la agonía; entre otras, autolisis del tejido intestinal. En ocasiones se observan ciertas alteraciones tisulares debidas a factores secundarios como la deshidratación o el choque hipovolémico, pero no a la acción directa del germen. El vibrio se multiplica en la luz del intestino pero no invade la mucosa.11
 
Descubrimiento de la toxina. En forma simultánea e independiente, entre 1959 y 1960, Dutta, De y otros investigadores identifican una enterotoxina como la responsable fundamental de la patogénesis del padecimiento.12 Se trata de una proteína termolábil que el microorganismo elabora, constituyendo el mecanismo básico de su virulencia. Es un activador de la adenilciclasa del epitelio intestinal, dando origen a alteraciones sólo funcionales. Se entorpece la absorción del sodio y agua, al mismo tiempo que estimula la pérdida en gran escala de agua y electrolitos (es en sí la diarrea). No se altera la absorción de la glucosa. Estos hallazgos abren caminos espectaculares como el desarrollo de la rehidratación oral que ha permitido bajar la mortalidad por cólera del 50% o mas en los casos graves al 1% o menos en los enfermos tratados precozmente13 (igual éxito se ha tenido con este tratamiento en otras diarreas graves, en particular del niño); el descubrimiento de ciertas variedades de colibacilos también toxigénicos (Escherichia coli) que originan diarrea;14, 15 la posibilidad del desarrollo de nuevas vacunas basadas en principios mas racionales.16 
 
Es interesante recordar que Koch, desde el descubrimiento del vibrio, sospechó que en su patogenia intervenía una toxina.8 John Snow, el eminente epidemiólogo inglés, quien dilucidara el origen del brote de cólera conocido históricamente como “Bread Street Pump-1884”, ocurrido en Londres, escribió en 1885 “el veneno del cólera irrita la superficie del estómago e intestino, y probablemente extrae el líquido de la sangre que circula en los capilares”.
 
La infección presenta dos fases, la colonización del intestino delgado mediante la adherencia del germen a la mucosa, seguida de la producción de la enterotoxina.11 Ambas fases requieren la presencia de receptores específicos en el epitelio intestinal.11 Se han descrito otras toxinas que parecen tener un papel secundario en el padecimiento.
 
Séptima pandemia y vibrio El Tor 1961. En el transcurso del siglo XIX y principios del XX, se presentaron seis pandemias de cólera de grandes proporciones, ampliamente descritas.8, 17 Algunas se propagaron en forma extensa a países de Asia y el Medio Oriente, llegando hasta Europa y América.
 
En enero de 1961 se inició un brote de cólera en Sulawesi en las Islas Célebes (Indonesia), que parece ser el preludio de la séptima pandemia que se prolonga hasta nuestros días.8 Esta pandemia se distingue radicalmente de las anteriores por ser causada por una variedad de vibrio considerado hasta entonces como no colérico conocido como El Tor. Esta variedad de vibrio había sido identificada desde 1905 por Gotschlich,18 quien lo aisló de gentes que a su regreso de su peregrinación por la Meca hacían una escala en el lanzareto o puesto de cuarentena de El Tor en el Sinaí (Egipto).19 A diferencia del Vibrio clásico, se encontró en personas sanas y con cierta facilidad en las aguas del medio ambiente; hasta 1961 se pensaba que El Tor no producía cólera verdadero, sino un síndrome denominado “paracólera”.8
 
Las investigaciones realizadas desde entonces han demostrado que El Tor no sólo es capaz de originar un cuadro clínico idéntico al cólera clásico, aunque mostrando grandes variaciones en su intensidad, sino que elabora la misma toxina. Se estima que por cada cuatro o cinco personas que se infectan con el vibrio clásico, una desarrolla la enfermedad grave (cólera gravis), en tanto que en el caso de el vibrio El Tor sólo una de cuarenta personas infectadas la sufren; el resto se muestra asintomático o desarrolla una diarrea leve.20 Por otro lado, El Tor sobrevive mejor que el germen clásico en el medio ambiente (agua y alimentos), lo que propicia su persistencia y facilita su propagación.8
 
Clasificación de Vibrio cholerae
 
Como se indica en el esquema, en la actualidad se reconoce la existencia de dos variedades o biotipos de Vibrio cholerae como responsables del cólera, el clásico y El Tor, así como tres serotipos de los cuales los más comunes son Inaba y Ogawa. Pertenecen al grupo serológico 1 y son toxigénicos. Se dispone de un sistema de bacteriófagos específicos.21, 22, 23
 
figura24A06 cuadro1
Cuadro 1. Clasificación del Vibrio
 
Además de estos dos biotipos de Vibrio cholerae no 01 tenemos otras variedades que no pertenecen al grupo serológico 01 ni producen la toxina colérica, denominados Vibrio cholerae 01; junto con algunas especies como Vibrio parahaemolyticus, mimicus, vulnificus, etcéreta, participan en la etiología general de las enfermedades diarreicas sin que causen cólera verdadero; en ocasiones dan origen a infecciones extraintestinales.19, 25 Otras especies de Vibrio, por cierto numerosas y saprofitas, no causan infección alguna en el hombre, siendo habitantes comunes del medio acuático.19 (Figura 2)
 
 figura24A06 2
Figura 2 Plancton
 
 
Reservorios y fuentes de infección
 
Reservorios. El único huésped natural de Vibrio cholerae 01 es el intestino del hombre. No ataca a ninguna especie del género animal. Durante la fase aguda del cólera se encuentran numerosos vibrios en las evacuaciones de los enfermos (en el orden de 108 vibrios por mililitro), disminuyendo durante la convalecencia.24 Hay portadores de corta duración que por lo general eliminan pocos vibrios. Los portadores crónicos o de larga duración son raros; en estos la eliminación del vibrio es escasa e intermitente; además decrece su virulencia.8
 
En años recientes se ha descrito en los Estados Unidos lo que parece ser la existencia de ciertos reservorios acuáticos en los que el vibrio se reproduce en el plancton de estas aguas. Se trata de esteros, pantanos y lagunas de agua salada localizados en las costas del Golfo de México, frecuentemente contaminados con aguas negras.25 Hallazgos semejantes se han hecho en Australia. La transmisión al hombre se realiza gracias al consumo de moluscos y crustáceos infectados, provenientes de tales reservorios. Curiosamente, estos reservorio acuáticos en los que el vibrio aparentemente se reproduce en forma libre, no se han logrado detectar en países asiáticos en los que el cólera ha persistido por largo tiempo.
 
Fuentes de infección. Como ya se mencionó, la principal fuente de infección en el cólera son las evacuaciones de los enfermos, y en segundo término el vómito y fómites, así como las aguas negras infectadas, que contaminan el agua de uso humano y los alimentos. El vibrio puede sobrevivir en agua dulce o salada, y en las mismas aguas negras, por varios días. Igual cosa ocurre en los alimentos. Los principales alimentos incriminados en su transmisión varían de acuerdo con las costumbres y hábitos alimentarios de las distintas poblaciones, pudiendo ser los mariscos y pescados, carnes de cualquier naturaleza, leche y productos lácteos frescos, verduras y frutas frescas, innumerables alimentos regionales o de consumo popular, etcétera. Diversos factores pueden influir en su supervivencia como son el grado de acidez o alcalinidad de los alimentos, la temperatura y duración de su conservación antes de ser ingeridos, etc. No cabe duda que la refrigeración es uno de los mejores medios para evitar la multiplicación de las bacterias en los alimentos. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, la refrigeración de los alimentos o bebidas, contaminados previamente, prolonga la supervivencia del vibrio. En el hielo el vibrio se conserva bien. Igual ocurre con los alimentos congelados. Es importante evitar que los alimentos y el agua que hayan sido sometidos a cocción o ebullición, una vez que enfríen, se vuelvan a contaminar.8
 
Las moscas, cucarachas y otros transmisores mecánicos tienen poca importancia en la propagación del cólera. Los moluscos y crustáceos son los únicos transmisores naturales conocidos. Por lo general los alimentos y bebidas se infectan a través de las manos del hombre contaminadas con las deyecciones de los enfermos, o bien, de las aguas negras que contengan el vibrio.
 
Destrucción del vibrio. Desinfección
 
El germen del cólera es muy susceptible a diversos agentes físicos y químicos. Cualquiera que sea el elemento que se elija para su eliminación, es necesario tener presente que su efecto dependerá de la concentración o intensidad del mismo, así como del tiempo en que su acción se prolongue. Estos dos factores varían con los distintos agentes.
 
El calor, tal como se emplea en la preparación de alimentos, ya sea la ebullición o la cocción, destruye fácilmente no sólo el germen del cólera, sino cualquier microorganismo ya sea saprofito o patógeno. El tiempo es importante, pero en general se puede considerar que diez minutos son suficientes. La radiación solar y la desecación son agentes naturales destructores del vibrio.
 
Numerosas substancias conocidas como bactericidas, se usan en la práctica con gran eficacia. Entre otras, se pueden mencionar el cloro y sus derivados como el hipoclorito, incluyendo los blanqueadores de ropa; el yodo y derivados como la tintura; las sales cuaternarias de amonio, el permanganato de potasio, los jabones y detergentes, etc. Desde luego los desinfectantes comunes como la creosota, otros fenoles, formol, alcohol, etcétera.
 
Como se dijo antes, el vibrio es sensible a la acidez o pH bajo como ocurre en el jugo gástrico, pero también en el jugo de frutas y limones, vinagre, bebidas embotelladas con gas, leches acidificadas como el yogurt, jocoque, etc.
 
En la esterilización masiva de alimentos, además del calor, se utiliza con gran eficacia la irradiación y las microondas.
 
Por lo general, Vibrio cholerae es susceptible a tetraciclinas, cloranfenicol, bactrin, eritromicina, furazolidona y otros antibióticos, aunque se han encontrado cepas resistentes.13
 
El lavado de manos con agua y jabón, después de manejar las deyecciones y fómites provenientes de los enfermos, de ir al baño, antes de manipular o preparar los alimentos, y antes de comer, constituye sin duda la medida más elemental y una de las más eficaces en el control del cólera. Desde luego aunada a la eliminación higiénica de los excrementos (excusados, alcantarillado, letrinas, etcétera) y abastecimiento de agua potable.
 
Debemos tener conciencia de que todo lo anterior es fácil de proclamar, pero poco real en la práctica cuando se trata de aplicar en poblaciones carentes de recursos e ignorantes.
 
Vacunas
 
Diversos tipos de vacunas se encuentran en fase experimental, sin que por el momento ninguna de ellas se recomiende en el control o prevención del padecimiento.13, 16
 
Desde los tiempos de Koch se intentó el uso de vacunas muertas contra el cólera, siendo Jaime Ferrán, investigador español, uno de los pioneros en este campo. Sin embargo, la protección que estas vacunas confieren es defectuosa y de corta duración.9
 
Diagnóstico bacteriológico
 
El diagnóstico inequívoco del cólera se basa en el aislamiento e identificación correcta del germen. En el cuadro 2, un tanto simplificado, se indican los pasos elementales de laboratorio a seguir en el caso de la infección humana. La confirmación de la identidad del vibrio sólo está al alcance de laboratorios especializados o de referencia.13, 23 En México se cuenta con el Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica (INDRE) de la SSA.
 
figura24A06 cuadro2
Cuadro 2. Diagnóstico bacteriológico
 
La obtención de muestras para cultivo de las fuentes potenciales del vibrio como agua de consumo humano, aguas negras, alimentos, fómites, moscas, etcétera, al igual que su traslado al laboratorio y las técnicas bacteriológicas mismas, requiere de una metodología más compleja.21, 22, 23
 
Se dispone de técnicas serológicas que permiten detectar el desarrollo de anticuerpos contra el vibrio en personas infectadas. Sin embargo, dada la corta duración del padecimiento sólo tienen utilidad en estudios epidemiológicos o el diagnóstico retrospectivo.4 La observación directa de la movilidad del vibrio en las evacuaciones al microscopio al campo obscuro o en contraste de fase, y su inmovilización por anticuerpos específicos, permite hacer un diagnóstico presuntivo rápido que deberá ser confirmado con el cultivo e identificación del germen.25
 
Retorno del cólera a América y México
 
En forma un tanto enigmática, ya que se desconocía en gran parte la dinámica de su epidemiología y sin que se modificaran los elementos socioculturales que favorecen su propagación, el cólera desapareció del continente americano hacia finales del siglo pasado y principios del presente, luego de haber padecido los estragos de tres o cuatro pandemias.25 La última epidemia ocurrida en México de que se tiene noticia tuvo lugar en 1882 y abarcó los estados de Chiapas, Tabasco y Oaxaca, según relatos del Dr. Miguel E. Bustamante.27 Al menos en apariencia, el continente se mantuvo libre de la infección de 1911 a 1973.
 
Sorpresivamente, en este último año se descubrió un caso de cólera ocurrido en Port Lavaca, Texas, que fue seguido por otros casos aislados y pequeños brotes observados en varios estados costeros del sureste de Estados Unidos.25, 28. El germen aislado de estos enfermos, así como de las fuentes de infección resultó ser V. cholerae 01 biotipo El Tor, serotipo Inaba, prácticamente idéntico al germen responsable de la séptima pandemia. Sin embargo, el estudio genético del cromosoma demostró que se trata de una cepa diferente, sin relación aparente con la pandemia.29 Se ha comprobado que el vibrio en este caso proviene de mariscos procedentes de agua infectas de los litorales del golfo de México.25
 
En 1983 un turista norteamericano contrajo el cólera durante su estancia en Cancún, México; el germen aislado resultó idéntico a las cepas norteamericanas.30 Estos hallazgos indican la existencia del cólera por un periodo cercano a dos décadas en esta región del continente, sin que llegara a propagarse en una forma epidémica importante.
 
La situación cambia dramáticamente en enero del presente año cuando se anuncia la aparición de una epidemia de cólera que avanza con rapidez en el Perú, y en unos cuantos meses se extiende a varios países de América del Sur. El 13 de junio se informa de su presencia en México, a gran distancia del foco peruano, en un poblado relativamente aislado del Estado de México (San Miguel Totolmaloya, Municipio de Sultepec). Al poco tiempo se reconocen por lo menos cinco focos más del padecimiento dispersos en varios estados del país, incluyendo Chiapas en la frontera con Guatemala. Tanto en la prensa diaria como en publicaciones formales se le ha dado amplia publicidad al desarrollo de la epidemia (a partir del 16 de mayo, la Secretaría de Salud publica un Boletín Quincenal titulado “Cólera/diarreas infecciosas”).17
 
Las características del germen aislado en América del sur y en México sugieren que se trata de una extensión de la séptima pandemia. Surge una intrigante pregunta relacionada con la reaparición del cólera en México. ¿Cómo pudo venir de una región tan distante como el Perú a una pequeña aldea relativamente aislada del Estado de México? Se ha lanzado la hipótesis de que pudo “haber llegado a través de un portador (narcotraficante) que ingresó a la zona clandestinamente por vía aérea” (Boletín quincenal, Cólera/Diarreas infecciosas, SS, 1991; año 1 No. 5, p. 1); curiosamente la misma hipótesis fue expuesta por las autoridades sanitarias de Irán, quienes en 1966 sostuvieron que el cólera había sido introducido a ese país por “traficantes de opio” provenientes de Afganistán.8 Especulando un poco más, otra hipótesis pudiera ser la posibilidad de que el cólera hubiese permanecido acallado por largo tiempo sin ser detectado, ya que sus formas clínicas más comunes se confunden con el enorme grupo de infecciones conocidas como enfermedades diarreicas causadas por otros microorganismos. En los países asiáticos, en particular en el subcontinente hindú, entre epidemia y epidemia se han observado largos periodos de latencia. Sólo cuando se presentan casos verdaderamente graves se piensa en el cólera, o bien, cuando en países cercanos se detecta alguna epidemia. En contra de esta hipótesis se muestra en una de las figuras, la distribución de las edades que los enfermos presentan en México: predominan los adultos jóvenes, en tanto que es baja la proporción de niños afectados, lo que indicaría ausencia de inmunidad en la población adulta por falta de contacto con el microorganismo. Quizás la respuesta a estas interrogantes se tenga en el análisis genético del germen (epidemiología molecular) encontrado en los distintos países y localidades, que seguramente están en marcha, o bien, en el estudio seroepidemiológico utilizando los bancos de sueros sanguíneos recolectados años atrás, con que se cuenta, en los que es fácil detectar la presencia de anticuerpos específicos contra el vibrio que indicarían infecciones viejas o anteriores a la epidemia actual. A propósito, vale la pena recordar que en 1966 y 1967 realizamos una investigación en la que se buscó el vibrio en 343 niños y 40 adultos con diarrea, así como anticuerpos en el suero sanguíneo de 730 personas, con resultados negativos; es decir, no se encontró por entonces rastro alguno de cólera por lo menos en el área metropolitana en la ciudad de México.31
 
En conclusión, el cólera se encuentra en México. A pesar de los adelantos de la epidemiología moderna, la expansión y mejoramiento continuos de los servicios de salud y saneamiento ambiental, y los esfuerzos que realizan estos sectores en el control de la epidemia, sería aventurado prever la erradicación de esta infección en corto tiempo, en particular en aquellos núcleos de población que todavía sobreviven en condiciones culturales, sanitarias e higiénicas primitivas.
articulos
Referencias Bibliográficas
 
1. Pacini, F., 1854. Osservazioni microscopiche e deduzione patologiche sul colera asiatico, Gaz. Med. Italiana, 6:405-412.
2. Lechevalier, H. A., Solotorovsky, M., 1974, Three centuries of microbiology, New York, Dover Publications, Inc.
3. Bibel, D. J., 1988, Elle Metchnikoff’s bacillus for long life, ASM News, 54:661-665.
4. Hornick, R. B., S. I., Music, R. Wenzel, R. Cash, J. P. Libonati, M. J. Snyder y T. E. Woodward, 1971, The Broad Street pump revisited: response of volunteers to ingested cholera vibrio’s, Bull. N. Y. Acad. Med. 47:1192-1203.
5. Dupont, H. L., M. M. Levine, R. B. Hornick, S. B. Formal, 1989, Inoculum size in shigellosis and implications for expected mode of transmission, J. Infect Dis. 159: 1126-1128.
6. Hornick, R. B., S. B. Greisman, T. E. Woodward, H. L. Dupont, A. T. Dawkins, M. J. Snyder, Typhoid fever: pathogenesis and immunologic control, N. Engl. J. Med. 283:686-691.
7. Blaser, M. J., L. S. Newman, 1982, A review of human salmonellosis I. Infective dose, Rev. Infect. Dis. 4:1096-1106.
8. Barna, D., W. Burrows (eds.), 1974, Cholera, Philadelphia, W. B. Sounders Company.
9. Glass, R. I., J. Holmgren, C. E. Haley, 1985, Predisposition for cholera of individuals with O blood group: possible evolutionary significance, Am. J. Epidemiol. 121:791-796.
10. Gangarosa, E. J., W. R. Bisel, C. Benyajati, H. Sprinz y P. Pirayatan, 1960, The nature of the gastrointestinal lesion in Asiatic cholera and its relation to pathogenesis: biopsy study. Am. J. Trap. Med. 9:125-135.
11. Levine, M. M., J. B. Kaper, R. B. Black y M. L. Clements, 1983, New knowledge on pathogenesis of bacterial enteric infections as applied to vaccine development, Microbiol. Rev. 47:510-550.
12. De, S. N., 1959, Enterotoxicity of bacteria free culture filtrate of Vibrio cholerae, Nature (Lond.) 183:1533-1534.
13. World Heath Organization: Guidelines for cholera control, 1986, WHO / CDD / SER / 80.4, Ginebra: WHO.
14, Smith, H. W. y C. L. Gyles, 1970, The relationship between two apparently different enterotoxins produced by enteropathogenic strains of Escherichia coli, J. Med. Microbiol. 3: 387.
15. Dupont, H. L., S. B. Formal, R. B. Hornick, M. J. Snyder, J. P. Libonati, D. E., Sheanan, E. H. Larce y J. J. Kalas 1971, Pathogenesis of Escherichia coli diarrhea, N. Engl. J. Med. 285:1.
16. Holmgren J., A. Lindberg y R. Mollby (eds.), 1986, Development of vaccines and drugs against diarrhea 11th Nobel Conference, Stockholm 1985, Lund: Studentlitteratur.
17. Valdespino, J. L., M. L. García, M. Hinojosa, E. Santi y J. Sepúlveda, 1991, Epidemia de cólera en América, Ciencia y Desarrollo (CONACYT) 17:55-64.
18. Gotschlich, F., 1906, Ueber cholera-und cholera-ähnliche vibrionen unter den aus Mekka zurückkehrenden pilgern, Z. Hyg. Infektiöser 53:281-304.
19. Buchanan, R. E., N. E. Gibbons (eds.), 1974, Bergey’s manual of determinative bacteriology, 8a. ed. Baltimore, The Williams and Wilkins Company.
20. Bart, K. J., A. Huq, M. Kahn y W. H. Mosley, 1970, Seroepidemiologic studies during a simultaneous epidemic of infection with El Tor Ogawa and classical Inaba Vibrio cholerae, J. Infect. Dis. 121:suppl: S17-S24.
21. Balows, A. W. J. Hausler, K. L. Herrmann, H. D. Isemberg y H. J. Shadomy (eds.), 1991, Manual of clinical microbiology, 5a. ed. Washington, D. C. American Society for Microbiology.
22. World Health Organization, 1987, Manual for laboratory investigations of acute enteric infections, Ginebra, Programme for control of diarrheal diseases.
23. Giono, S. C., L. C. Gutiérrez, A. M. A Hinojosa, 1991, Manual de procedimientos para aislamiento y caracterización de Vibrio cholerae 01. México, D.F. Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos, INDRE No. 10.
24. Gorbach, S. L., J. G. Banwell, B. Jacobs, B. D. Chatterjee, R. Mitra, K. Brigham y K. N. Neogy, 1970, Intestinal micro flora in Asiatic cholera I. “Rice-water” stool, J. Infect. Dis. 121:32-37.
25. Morris, J. G. y R. E. Black, 1985, Cholera and other vibriosis in the United States, N. Engl. J. Med. 312:343-350.
26. Benenson, A. S., M. R. Islam, W. B. III Greenough, 1964, Rapid identification of Vibrio cholerae by dark field microscopy, Bull. Wld. Hlth. Org. 30:827-831.
27. Olarte, J., 1977, Cólera, en: Enfermedades diarreicas en el niño, 3a. ed. México, D. F.. Ediciones Medicas del Hospital Infantil de México: 209-215.
28. Kelly, M. T., J. W. Peterson, W. B. Sarles, M. Romanko, D. Martin y B. Hafkin, 1982, Cholera on the Texas gulf coast, JAMA 247:1598-1599.
29. Kaper, J. B. H. B. Bradford, N.C. Roberts y S. Falkow, 1982, Molecular epidemiology of Vibrio cholerae in the U. S. Gulf Coast, J. Clin. Microbiol. 16:129-134.
30. Blake, P. A., K. Wachmuth, B. R. Davisy, C. A. Bopp, 1983, Toxigenic Vibrio cholerae 01 strain from Mexico identical to United States isolates, Lancet 2:912.
31. Varela, G., J. Olarte, A. Pérez-Miravete y L. Filloy, 1966-67, Failure to find cholera and non cholera vibrios in diarrheal disease in Mexico City, Am. J. Trop. Med. Hyg. 20:925-926.
Nota
Parte de este material fue presentado en la Sesión Extraordinaria de la Academia Nacional de Medicina, el 26 de febrero de 1991 (Simposium sobre cólera).
____________________________________________________________      
Jorge Olarte
     
____________________________________________________________      
 
cómo citar este artículo
Olarte, Jorge. 1991. El germen del cólera. Ciencias núm. 24, octubre-diciembre, pp. 42-50. [En línea]
     

 

 

You are here: Inicio Blog (2) revistas revista ciencias 24