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Usos y abusos del recurso agua
En este texto se describen los principales elementos de los patrones de consumo de agua que ejercen gran presión sobre la disponibilidad de este recurso. Asimismo, se exponen algunos de los obstáculos que deberán superarse para alcanzar un uso sustentable del agua.
Marta Magdalena Chávez Cortés
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Crítica para la vida en toda su diversidad,
el agua es el fluido vital de la sociedad
y un cimiento de la civilización.
Oliver M. Brandes y colaboradores
 
El agua dulce es uno de los recursos estratégicos de este siglo, tanto en la escala local como en la global. Su profusa presencia en todo el planeta contrasta con su desigual distribución, y el hecho de ser un elemento esencial para la vida hace que, en la actualidad, sea el centro de muchos conflictos. Un amplio rango de crisis ecológicas y humanas que enfrenta el mundo está relacionado con el mane­jo inapropiado de este líquido y de los ecosistemas que lo producen. La disponibilidad de agua, junto con la degradación del suelo y la pérdida de la biodiversidad, son con­siderados los principales problemas que amenazan los recursos naturales y la preservación y el buen funcionamiento de los sistemas que soportan la vida.
 
Paradójicamente, con frecuencia las sociedades huma­nas operan con ingenuidad, como si tuvieran ilimitadas posibilidades para alterar los recursos hidrológicos, así como el paisaje, sin degradar su capacidad para satisfacer sus necesidades. Olvidan que el agua existente en la Tierra es finita, vulnerable y no tiene sustituto. De continuar la actual tendencia de las actividades humanas, la disponibilidad de agua, una historia que quisiéramos que nunca termine, seguramente no desembocará en que el agua se habrá consumido, pero estará tan contaminada que se volverá prácticamente inútil.

En México, se ha señalado que la disponibilidad de agua es uno de los problemas más serios que se deberá en­frentar durante las próximas dos décadas. Nuestro país se ha desarrollado de manera inversa en relación con la dis­ponibilidad de agua, 76% de la población vive donde se localiza tan sólo 20% del agua dulce disponible. Como re­sultado, la sobreexplotación de los acuíferos, las costosas transferencias de una cuenca a otra para satisfacer las crecientes demandas y los conflictos entre usuarios en competencia se han incrementado durante los últimos veinte años. Estos factores, junto con la contaminación y el desperdicio por falta de una cultura para la conservación del agua, combinados han incrementado la presión sobre los ecosistemas acuáticos y los sistemas de suminis­tro, con los consecuentes impactos sociales, económicos, po­líticos y ambientales.

El uso no sustentable


Generalmente, hay dos formas en que puede gestarse el uso no sustentable del agua. La primera es por medio de al­teraciones de los reservorios y corrientes de agua, lo que modifica la disponibilidad de este recurso en el espacio o en el tiempo. La segunda, por alteraciones en la deman­da de los beneficios que proporciona, resultado de cam­bios en los niveles de población, en los estándares de vida, el uso de tecnología u otros de carácter social.
 
Especial atención, en relación con las variaciones de la disponibilidad de agua, merecen el incremento po­bla­cio­nal y el cambio tecnológico. Se sabe que el crecimiento de la población trae como consecuencia un aumento en la de­manda por disfrutar los beneficios del agua. Por lo tan­to, la disponibilidad de agua per capita se reduce simplemente porque hay más personas entre quienes repartir el recurso —eso suponiendo niveles constantes de disponibilidad total. En México, en 1950 la disponibilidad de agua per capita anual era de 12 885 metros cúbicos, en 1995 se redujo a 3 992 y, considerando tasas de crecimiento po­blacional bajas, se estima que para el año 2025 decrecerá hasta 2 740 metros cúbicos. El crecimiento irrestricto de la población también provoca la reubicación del agua desde un usuario o sector hacia otro y el agotamiento de los re­servorios de agua no renovables. Este hecho se ilustra con el descenso, en algunos puntos de la ciudad de México, de 20 metros en el nivel de la capa freática durante los úl­ti­mos 50 años.

Por su parte, el desarrollo tecnológico puede alterar la disponibilidad de agua y afectar la cantidad requerida para satisfacer las distintas demandas. Se ha documentado que reemplazar vieja tecnología con nueva puede reducir las necesidades de agua hasta en un factor de 10. También se sabe que existe la tecnología para aumentar la dis­ponibilidad de agua dulce; por ejemplo, la desalinización de agua de mar. Sin embargo, frecuentemente se pierde de vista que estas alternativas sólo serán viables cuando el va­lor del agua exceda los costos económicos y ambientales que implica el proporcionar el recurso por medio del empleo de la nueva tecnología.

Asimismo, las innovaciones tecnológicas deberán en­mar­carse en un contexto de restricción de uso del agua, pues de lo contrario, podría ser que una nueva tecnología para producir energía, por ejemplo, requiera más agua para su funcionamiento que la anterior.
 
Los requerimientos de la agricultura, la industria, la pro­ducción de energía y de algunas actividades recreativas como el turismo, ejercen gran presión en los patrones de con­sumo de agua. A pesar del crecimiento de las zonas ur­banas, con el consecuente abandono de las rurales, y de la elevada migración, en México la irrigación representa 83% de la utilización del agua, mientras que en los hogares se emplea 12% y en la industria 5%. Aunado al intenso consumo, la irrigación masiva deseca, cambia y degrada la calidad fisicoquímica de los cursos de agua y representa una seria amenaza para los recursos de agua subterránea y los humedales.

Por otro lado, los estándares de vida también influyen sobre los patrones de consumo de agua. En los Estados Uni­dos, una familia típica de cuatro personas requiere 1 300 li­tros por día para satisfacer sus demandas, de los cuales sólo 3% se usa para cocinar y beber. En contraste, en paí­ses en desarrollo el consumo es sólo de 75 litros por día para la misma familia de cuatro, cantidad muy cercana al estimado de 50 litros por día que algunos científicos calcu­lan como el requerimiento mínimo de agua para un ser hu­mano. Globalmente, el consumo de agua debido al cambio en los estándares de vida y al crecimiento poblacional se ha incrementado alrededor de siete veces desde el prin­cipio del siglo XX.

¿Un uso sustentable?

La discusión de estos problemas derivó en el establecimien­to de una serie de condiciones necesarias para cambiar los patrones de consumo de agua y alcanzar un uso sustentable de dicho recurso. Esas condiciones son: 1) garantizar el suministro básico de agua para que todos los huma­nos puedan conservar su salud y para restaurar y mantener la salud de los ecosistemas; 2) sostener una calidad del agua acorde con ciertos estándares que variarán dependiendo del sitio y del uso que se le dará; 3) evitar que las actividades humanas afecten la renovación de los reservorios y de las corrientes de agua dulce; 4) colectar y difundir datos sobre disponibilidad, uso y calidad del agua; y 5) establecer mecanismos institucionales para prevenir y resolver con­flictos sobre el agua.

Con ello se trata de integrar las necesidades humanas y las ecológicas. Por lo tanto, alcanzar el uso sustentable del agua implica promover procesos de transformación social y económica que establezcan nuevos patrones de consumo y no sólo imponer restricciones al desarrollo económico tradicional para mitigar sus impactos sobre el ambiente.

En el caso del agua, transitar hacia su uso sustentable requiere un cambio de enfoque que sitúe la integridad de los ecosistemas como una base fundamental de todo el pro­ceso de planeación. Es indispensable reconocerlos y consi­derarlos como un usuario legítimo del agua dulce, con nece­sidades propias para subsistir y para seguir proporcionando servicios como el de productor y purificador de agua, entre muchos otros.
 
Esta posición supone limitar la tradicional expansión de la infraestructura hidráulica orientada hacia el incremento de la extracción y de la distribución, así como abordar los efectos acumulativos del uso del agua dentro de la cuenca como unidad de planeación y desencadenar el potencial de la innovación orientada hacia la conservación del recurso.

La premisa que subyace a esta perspectiva es que la me­jor fuente de agua nueva no es la que proviene de nue­vos reservorios, sino aquella que surge de un mejor uso de la existente. Es decir, busca aumentar la productividad del uso del agua —hacer más con la misma cantidad—, antes que nuevas fuentes de abastecimiento. En términos formales, esto significa pasar de un manejo rígido del agua a uno suave.

El primero depende fundamentalmente de la construcción de infraestructura —presas, bordos, pozos— y de la toma de decisiones centralizada para lograr sus propósitos: proporcionar agua de calidad potable y retirar las aguas residuales. Este manejo rígido o de la oferta es la for­ma en la que usualmente se satisfacen las necesidades relacionadas con el agua tanto en México como en buena parte del mundo.
 
Por su parte, en el llamado camino suave, aunque tam­bién depende de infraestructura centralizada, ésta es com­plementada de manera importante con otras descentralizadas, poniendo el énfasis en las tecnologías eficientes y en el capital humano. En contraste con el manejo rígido, sus fines son hacer un uso eficiente del agua, propor­cio­nando una calidad menor cuando no se requiere agua po­table, trabajando en forma más cercana con los usuarios en los ámbitos local y comunitario para cambiar las percepciones y actitudes en torno al agua donde sea nece­sario, y empleando herramientas económicas para fomen­tar el uso eficiente y la adecuada distribución del agua.

De acuerdo con Gary Wolff y Peter Glieck, dos recono­cidos estudiosos del agua, si se pone en operación el cami­no suave “todas las personas y los ecosistemas naturales tendrían agua en suficiencia y de calidad adecuada para sa­tisfacer sus necesidades básicas. El agua se ofrecería de ma­nera económica y eficiente por medio de instituciones abiertas y transparentes en sus mecanismos de operación. Sólo se construiría infraestructura donde se necesitara y únicamente después de consultar con las comunidades lo­cales. Se restauraría los ecosistemas degradados y daña­dos. Las aguas subterráneas y superficiales se administra­rían en conjunto, como un solo sistema, a la vez que se vi­gilaría y protegería la calidad del agua”. El rumbo está mar­cado; pero, ¿qué obstáculos habrá que sortear en el camino para hacer realidad este escenario?

Los principales retos

Primero, habrá que vencer la resistencia de los grupos con intereses creados alrededor del manejo del agua para acep­tar el camino suave. Para ello, es necesario informar al pú­blico sobre las reales ventajas de esta estrategia, con el fin de que puedan tener una actitud crítica ante las políticas públicas y exigir a las autoridades cómo quieren que sean las cosas. Entre los aspectos que es importante difundir está el hecho de que las medidas para la preservación del agua no sólo sirven para ahorrar el líquido, sino que la con­servación del agua caliente ahorra energía, la del agua do­méstica reduce los costos de tratamiento de aguas residua­les y la del agua de riego puede aumentar los rendimientos agrícolas o disminuir la mano de obra necesaria para man­tener las áreas verdes urbanas. También debe recalcarse que usar menos agua no significa un menor crecimiento eco­nómico sino un desarrollo con un uso eficiente de ella.
 
Otro desafío es transformar la forma en que se conducen los negocios para incrustar los temas ambientales en el centro de la toma de decisiones. Esto implica buscar un balance entre los patrones de producción y los de con­sumo que favorezca la reducción y el reciclaje del agua. También será necesario que el gobierno impulse instituciones e incentivos para facilitar la transición hacia un uso sustentable del recurso.
 
Indudablemente, otra prueba será conseguir que los pro­cesos económicos, políticos y sociales garanticen la in­tegridad de los ecosistemas. Habrá que entender que la dis­tribución de agua puede supeditarse, en tiempo y espacio, a una necesidad mayor, asegurar que los procesos natura­les de una cuenca se mantengan. También será necesario romper la fragmentación ver­ti­cal de los niveles de gobierno y la horizontal entre de­par­ta­mentos y municipios en una cuenca, con el fin de asignar mayor poder de decisión en los niveles más bajos de gobier­no. Esto permitiría lograr que múltiples organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, involucra­das en movilizar y administrar la acción colectiva, sean capaces de responder adecuadamente frente a cambios impredecibles.
 
Finalmente, deberá desarrollarse una ética del agua para lograr resultados más duraderos en el largo plazo. Aquí es indispensable la participación tanto de la sociedad civil como del sector industrial y de comercio.
 
Resulta claro que alcanzar un uso sustentable del agua no es una empresa sencilla y que el tiempo es un fac­tor cla­ve. Sin embargo, a pesar de que estas tareas, todavía abor­da­das por muy pocos, parecen extremadamente difíciles, no es razón para abandonarlas. En diversas ocasiones, la hu­manidad ha tenido la oportunidad de demostrar que puede salir adelante en situaciones de crisis y ahora no tie­ne por qué ser la excepción.
Fernando Guadarrama y el taller de son y versada Tapacamino   Aguadiosa
Quiero que tupa la fronda
y nos traiga la humedad,
bendita felicidad
de la selva y de su sombra...

La sangre es como los ríos
que van tejiendo memoria
y así se tejió la historia
de la sangre de los míos,
del cerro hacia los bajíos
se juntaron las corrientes,
entre lluvias y crecientes,
entre montañas y llanos,
se reunieron mis hermanos,
mis padres y mis parientes.

De niebla traigo el aliento
y ojos con agua de mar,
soy lágrimas que al llorar
se llueven de sentimiento,
del árbol traigo el lamento
cuando le arrancan la vida,
soy la selva destruida,
soy el río vuelto desierto
y el llanto de un pueblo muerto
por la ambición desmedida.

Soy la montaña y el mar
y soy la niebla que viaja,
agua que lloviendo baja
y vuelve al mismo lugar,
torrente que al reventar
se desmenuza en rocío,
soy el viento húmedo y frío
que viene de la cascada,
y soy la selva nublada
que amanece junto al río.

Soy agua desde que estuve
en el vientre de mi madre,
soy la lluvia de la tarde
que regresa envuelta en nube,
soy el sereno que sube
temprano por la mañana,
soy brisa de la sabana,
caricia de amanecer,
soy la neblina al llover
y el agua de esta jarana.

Ay Chalchiutlicue aguadiosa,
mujer de faldas de jade,
humedad que el alma invade,
Candelaria prodigiosa,
con tu saya milagrosa
líbranos de todo mal,
con tu bendito caudal
fertiliza la simiente,
dale esperanza a mi gente
Patrona del aguazal.
* Este son obtuvo el primer lugar del certamen “La canción del agua”, realizado por el Consejo Civil del Agua en Oaxaca en 2006.
Marta Magdalena Chávez Cortés
Departamento El hombre y su ambiente,
Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco.
Referencias bibliográficas
 
Brandes, O. M., K. Ferguson, M. M’Gonigle y C. Sandborn. 2005. At a Watershed: Ecological Governance and Sustainable Water Management in Canada, The polis Project, University of Victoria, Canadá.
Brandes, O. M. y D. B. Brooks. 2005. The Softh Path for Water In a Nutshell, en http://www.polisproject.org/polis2/pdfs/Nutshell.pdf.
Gleick, P. H. 1998. “Water in Crisis: Paths to Sustainable water use”, en Ecological Applications, vol. 8, núm. 3, pp. 571-579.
Gleick, P. H. 2001. “Safeguarding Our Water. Mak­ing Every Drop Count”, en Scientific American, februa­ry, pp. 29‑33.
Martha Magdalena Chávez Cortés es ingeniera en cómputo y maestra en investigación de operaciones por la unam, y doctora en planeación regional y del desarrollo por la Universidad de Liverpool, Reino Unido. Actualmente es profesora e investigadora de la uam-Xochimilco, especialista en planeación ambiental y manejo sustentable de recursos naturales, especialmente agua.
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como citar este artículo

Chávez Cortés, Marta Magdalena. (2007). Usos y abusos del recurso del agua. Ciencias 85, enero-marzo, 30-36. [En línea]
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