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La antropología de la percepción sensorial en México en el estudio de las tradiciones en México 136B03  
 
 
 
José Alberto Velázquez Cruz  
                     
Percibimos al mundo a través de los sentidos.
En nuestra sociedad moderna, sustentada en el conocimiento científico y tecnológico, la percepción sensorial puede ser explicada en primer término por las ciencias médicobiológicas como una compleja red de interacciones de los estímulos del entorno y el cerebro, mediada por las rutas bioquímicas que conectan nuestros receptores corporales con el entramado neuronal: nuestro sistema nervioso. Se habla de la existencia de cinco sentidos que juntos ayudan a crearnos una imagen del mundo externo para construir nuestra realidad. Sin embargo, el complejo sistema de percepción sensorial de nuestro mundo, sensorium, no se fundamenta solamente en un asunto neurológico y bioquímico. El gusto por los olores de ciertas flores, por las frutas, el placer que nos produce saborear los platos de nuestra preferencia, la belleza que podemos percibir al observar algunas obras de arte, son construcciones sociales que hemos hecho en relación con los demás. Aprendemos a percibir el mundo de cierta forma: a ver, oler, escuchar, a utilizar nuestro sensorium dentro del marco del sistema cultural al cual pertenecemos. Nombramos lo que percibimos según las categorías de nuestro lenguaje y por medio de él nombramos el mundo externo, el mundo real. Así, por ejemplo, los inuits pueden distinguir diferentes tonalidades de blanco y cuentan con más de treinta palabras que designan esa tonalidad, el blanco; mientras los tseltales pueden clasificar las plantas según las perciben como frías o calientes, en un sistema de gran importancia para el tratamiento de enfermedades en la herbolaria tradicional mexicana. laura
Como consecuencia de esto, la investigación científica de la percepción sensorial debe abordarse desde una perspectiva pluridisciplinaria que implique no solamente las ciencias naturales, sino también las sociales: antropología, sociología, lingüística, pedagogía, neurología, semiótica, filosofía, psicología, cuyas metodologías contribuyen a abordar el tema de la precepción desde una perspectiva de la construcción de la cultura; nos permiten conocer la importancia de la percepción sensorial en la vida social y personal de los miembros de la comunidad, a la par de un análisis del sistema de signos y símbolos construido para designar colores, sabores, aromas, etcétera. La investigación sobre el sistema de percepción sensorial implica por tanto posicionarse en la cultura de aquellos que se pretende conocer, empezando por despojarnos de la idea occidental de la existencia de solamente cinco sentidos. 
 
Groleau sostiene que la afirmación de la existencia de cinco sentidos es arbitraria. Para los filósofos de la Antigüedad, la voz, los sentimientos y los órganos genitales eran considerados como sentidos, y fue Aristóteles quien declaró que la relación intrínseca de los sentidos y los elementos (tierra, aire, fuego, agua y la quintaesencia) implicaba la existencia de sólo cinco sentidos. Desde entonces, el valor que la sociedad occidental ha dado a los sentidos varía con el momento histórico. Howes describe la predominancia de la vista sobre el oído debido a que la vista es unidireccional, analítica y distante, contraria a la percepción de la voz, por ejemplo, que denota mayor profundidad en las relaciones interpersonales. 
 
Así, cuando un antropólogo se adentra en culturas no occidentales tiene que situarse en el otro, abandonar lo que Groleau señala como “un punto de vista típicamente occidental adoptado por el antropólogo: el materialista”; sólo así será factible comprender y conocer otros sistemas culturales cuyos sistemas de percepción poseen incluso categorías que trascienden lo material, como cuando los tseltales hablan de la percepción de la realidad a través de los sueños.
 
En síntesis, como afirma Le Breton, la percepción “no es la huella que deja un objeto sobre un órgano sensorial, sino una actividad del conocimiento diluida en la evidencia o el fruto de una reflexión, un pensar con el cuerpo sobre el flujo sensorial que baña al individuo permanentemente. La percepción no es la coincidencia con las cosas, sino la interpretación. No es lo real lo que el hombre percibe, sino un mundo de significados”. La percepción es una construcción social, mediada por el lenguaje, que manifiesta que “los mundos sensibles no se sobreponen, porque son también mundos de significados y de valores. Cada sociedad elabora así un modelo sensorial”.
 
Los posibles métodos
 
En el trabajo antropológico, para abordar metodológicamente el estudio del universo sensorial de una cultura pienso que es necesario establecer un programa de observación participativa y análisis del lenguaje para desentramar la red de significados que configuran la realidad que es percibida a través de los sentidos. Si bien es necesario conocer la historia de un pueblo, no basta solamente con el estudio bibliográfico de una cultura, como suele hacerlo el historiador, el acceso in situ al sistema cultural en cuestión será más enriquecedor mediante el estudio del lenguaje, de las interpretaciones y construcciones sociales que se realicen en torno a la percepción sensorial, al sensorium de la cultura que sea objeto de la investigación. Como apunta Howes: “el análisis lingüístico puede aclarar el orden sensorial de una cultura, pero no es suficiente. Es necesario buscar indicios en el mayor número posible de elementos culturales: mitos de la creación, técnicas adivinatorias, prácticas rituales, arquitectura, artes”; sea para el análisis de imágenes, de sonidos, de olores o del mundo no material, el método experimental propio de las ciencias naturales será insuficiente porque la realidad y los sentidos son una construcción social (tema para la etnología, la lingüística y la semiología), es necesario el análisis del lenguaje. Pero a la vez se requiere la construcción de un método transdisciplinario entre las ciencias naturales y las sociales, como propone Northoff al resaltar la importancia de la colaboración entre la antropología y las neurociencias: “es aquí donde la antropología proporciona un terreno fértil debido a que, como mencionamos antes, se sustenta a sí misma sobre diferentes métodos que parten desde las ciencias naturales, las humanidades y las ciencias sociales”. 
 
En ese mismo sentido, el antropólogo Paul Stoller sugiere que el etnógrafo debe visitar el terreno de estudio muchas veces y por periodos largos, seguir el modelo de la etnomusicología (especialmente en las sociedades que tengan preferencias por los sentidos no visuales) y reintegrar dichos sentidos al interior de sus representaciones etnográficas. Aquí es conveniente resaltar la apertura hacia el conocimiento de otras formas de percepción (extrasensorial o de lo invisible) que son área de interés de la antropología de lo invisible, en particular en el estudio de la percepción ligada al chamanismo, a las ceremonias de curación, siembra y cosechas en los pueblos de Asia, América y África cuyas matrices culturales no corresponden al sistema cultural de los países del norte (de occidente o eurocentristas como se les suele referir).
 
Percepción sensorial y tradiciones 
 
Clémence Martin explica la íntima relación que se da entre la persona que talla la piedra y el objeto mismo que es tallado. El tallador de piedra llega incluso a referirse a esta relación, que es mediada por los sentidos, como una comunicación que se establece con la piedra: “Dicho de otra manera, si los aprendices hablan algunas veces de un ‘diálogo’ con la piedra, no es solamente porque sus maestros les han enseñado ese vocablo, es en razón del conocimiento que tienen del funcionamiento del bucle informativo implementado en la actividad”. La percepción sensorial se desarrolla a tal grado que el utensilio o la herramienta para trabajar la piedra deviene en un órgano funcional. Se trata de una compleja articulación entre la imagen interna del cuerpo, el cuerpo anatómico y el cuerpo extendido (corps étendu)”. 
 
A manera de analogía resulta interesante observar el caso de la siembra del maíz por los agricultores tsotsiles del sur de México. El maíz se siembra con una herramienta a manera de palo puntiagudo que llaman macana; la semilla debe ser colocada con la mano a una profundidad de cinco centímetros aproximadamente. El calor “quemará” las semillas si son sembradas a menos profundidad, se corre el riesgo de que sean comidas por las aves o que no desarrollen un sistema radicular fuerte. Por lo tanto, el campesino “siente” la tierra cuando siembra, es capaz de sentir a través de la herramienta, la profundidad, la textura, la humedad y la composición el suelo, si es muy arenoso o demasiado arcilloso; la herramienta constituye la extensión del cuerpo, del sistema de percepción. Las semillas se siembran entre sí a una distancia aproximada de un paso; después de sembrar una hectárea el agricultor habrá construido una imagen detallada de la textura de todo el terreno, de cada rincón. Es posible hablar de una percepción fina de la tierra que ha cultivado.
 
Además de lo anterior, la conexión entre la tierra y el campesino tsotsil se da a la vez en un contexto espiritual. La tierra es vista como una madre, para los pueblos de origen maya la tierra es sagrada. En tsotsil la tierra se dice ch’ul lumaltik (que da la idea de la energía etérea de la tierra) o Jme’tik balumil (nuestra madre, el planeta tierra). En consecuencia, se realizan ceremonias antes de la siembra para pedir permiso a la tierra, durante el cultivo del maíz y cuando éste se va a cosechar. Hay un diálogo, una comunicación constante con la tierra por medio del lenguaje que se realiza en colectividad. 
 
Encontramos además que en las ceremonias tsotsiles se estimula más de un sentido: hay música (tambores, caracol), incienso, plantas aromáticas, comida como ofrenda (bebidas de maíz, tamales, frutos del campo), flores que adornan el lugar de la ceremonia, y es común el uso de plantas como la albahaca, que en la tradición indígena al hacer contacto con el cuerpo —por medio de una “limpia”— servirá para purificar espiritualmente a quienes participan en las ceremonias. Asimismo, para los tsotsiles existe otro mundo que es perceptible por medio de los sueños; el chaman (ilol) es más abierto a la percepción de ese mundo no físico, y es el conocimiento de los mundos entre lo físico y lo espiritual que permite al ilol aconsejar la mejor época para comenzar la temporada agrícola. 
 
Adentrarse al universo sensorial de otro pueblo, como el tsotsil, obliga a conocer las fuentes orales, los dichos, sus elementos culturales, las historias, su cosmogonía, pero sobre todo implica una apertura, una posición frente a la ciencia, pensar que otros mundos y otras realidades, diferentes de las nuestras, son posibles.
     
Referencias bibliográficas

Corbin, A. 1990. “Histoire et anthropologie sensorielle” en Anthropologie et Sociétés, vol. 14, núm. 2, pp. 13-24.
   Groleau, S. 2000. La construction culturelle des sens. Université Laval. Canadá.
   Howes, D. 1990. “Les techniques des sens” en Anthropologie et Sociétés, vol. 14, núm. 2, pp. 99-115.
   Le Breton, D. 2006. “La conjugaison des sens” en Anthropologie et Sociétés, vol. 30, núm. 3, pp. 19-28.
   Martin, C. 2010. “Langage, patois et bilinguisme sensoriel en taille de pierre” en Communications, núm. 86, pp. 157 -173.
   Northoff, G. 2010. “Humans, Brains, and Their Environment: Marriage between Neuroscience and Anthropology?” en Neuron, núm. 65, pp. 748 – 751.
   Ruíz Ruíz, L. 2006. “Tierra y cosmovisión tsotsil : una mirada a la dominación jkaxlan en San Andrés Larrainzar, Chiapas” en Estudios Mesoamericanos, núm. 7, pp. 61-69.
     

     
José Alberto Velázquez Cruz
Doctorante, Museo Nacional de Historia Natural de París, Francia.
     

     
 
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