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Los bosques ribereños y la restauración y conservación de las cuencas hidrográficas |
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Eliane Ceccon
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Ser como el río que fluye
Silencioso dentro de la noche.
No temer las tinieblas de la noche.
Si hay estrellas en los cielos, reflejarlas.
Y si los cielos se colman de nubes,
Como el río las nubes son agua,
Reflejarlas también sin rencor
En las profundidades tranquilas.
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Los ríos y manantiales siempre han sido fuente de inspiración para sabios y poetas. A lo largo de la historia humana la fuente de la que brota agua limpia y pura ha significado el punto de encuentro, convivencia y comunicación entre individuos y pueblos. El agua también ha sido un factor crucial para el desarrollo de las civilizaciones y, muchas veces, un instrumento de poder. Sin embargo, en el mundo moderno el uso que hace el ser humano del agua ha conducido a la contaminación y sequía de ríos, lagos y mantos freáticos. Actualmente la situación de este precioso líquido es preocupante: según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (iucn, en inglés), para el año 2025 la extracción de agua se incrementará en 50% en los países en vías de desarrollo y en 18% en los desarrollados. Se calcula que para el año 2025, 70% de la población mundial no tendrá acceso a agua suficiente, según el Foro Mundial de Agua realizado en La Haya en el año 2000. Sólo en el último siglo se ha perdido más de 50% de los humedales (generalmente todas las superficies cubiertas de agua, sean éstas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas) del mundo. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, de las más de 3 500 especies que están amenazadas en todo el mundo, 25% son anfibios y peces. La consecuencia directa de esta desmedida extracción de agua será el deterioro o la destrucción completa de los ecosistemas terrestres de agua dulce y costeros, esenciales para la existencia de vida en la Tierra.
Los participantes en el 1er Foro Mundial del Agua en Marrakech en 1997 coincidieron en la necesidad de una “visión mundial del agua” con el fin de incrementar en toda la población mundial la toma de conciencia acerca de la carencia de agua y desarrollar una visión amplia y compartida de cómo lograr una utilización y un manejo sustentables de los recursos hídricos.
La degradación de la calidad de los recursos hídricos es la resultante de la contaminación que afecta los cuerpos de agua, ya sean contaminantes originados por fuentes puntuales, como desagües industriales o domésticos, o por fuentes de origen difuso, como los generados por actividades urbanas o rurales (fertilizantes, agrotóxicos, combustibles, solventes, etcétera). La calidad del agua debe ser el objetivo fundamental de un programa de manejo de cuencas hidrográficas. Las soluciones técnicas para reducir la contaminación de origen puntual, a pesar de su altos costos, son más fácilmente aplicables y dan resultados satisfactorios ya comprobados en los países desarrollados. Por otro lado, el impacto de las fuentes difusas ha sido muchas veces subestimado, pues este tipo de contaminación es aparentemente imperceptible; sin embargo es el mayor responsable de la degradación de la calidad del agua en muchas regiones del planeta. Las fuentes de contaminación difusa, debido a su carácter estacional y amplio (grandes áreas), son más difíciles de identificar y cuantificar, pues involucran el manejo de toda la cuenca. Por lo tanto la manutención de la biodiversidad o la restauración de la vegetación natural en los márgenes de los cuerpos de agua representan la solución más eficiente en lo que se refiere a la reducción de la contaminación difusa, la rehabilitación de ecosistemas y la restauración del manto freático.
Los efectos de la contaminación difusa
Las áreas urbanas son una gran fuente de contaminación difusa, debido a que las grandes áreas impermeables de construcciones y calles no permiten la infiltración de agua, por lo que ésta permanece en la superficie, se acumula y escurre en grandes cantidades, alcanza las galerías pluviales, gana velocidad, y cuando abandona el sistema alcanza el río con gran volumen, erosionando sus márgenes, dañando la vegetación y expandiendo los canales. La urbanización también puede aumentar la variedad y cantidad de los contaminantes transportados. Sedimentos de áreas en construcción, aceites, químicos tóxicos de automóviles, nutrimentos, pesticidas de jardines, virus, bacterias resultantes de fallas de los sistemas antisépticos así como metales pesados.
A pesar de la importancia de la contaminación difusa en áreas urbanas, los impactos de la agricultura sobre los ecosistemas naturales pueden llegar a ser más drásticos, amplios e irreversibles. La reacción a estos procesos agresivos surgió a partir de la década de los setentas con las posturas del Club de Roma y la introducción del concepto de “ecodesarrollo”. Actualmente, entre los impactos generados por las actividades agrícolas, la erosión del suelo es considerada como uno de los problemas más importantes en el manejo de ecosistemas. Las actividades agrícolas han sido señaladas como la mayor fuente de contaminación difusa en ríos y lagunas. El movimiento de grandes masas de suelo para la implantación de cultivos, la creación de trillas por el ganado en los pastizales, el pisoteo de los márgenes desprotegidos de los ríos, además de la propensión natural del suelo a la erosión liberan sedimentos que alcanzan los cursos de agua. La erosión proveniente de las áreas cultivadas es de 38%, y la erosión proveniente de los pastos de 26% de los sedimentos que alcanzan las aguas.
Los costos de la erosión son inmensos. Ésta ocasiona directamente la pérdida de fertilidad del suelo y aumenta los costos de tratamiento del agua por los municipios, además de costos indirectos como los daños a hidrovías y sistemas de irrigación, la reducción del almacenaje de los reservorios, las inundaciones y la reducción de la calidad del agua, entre otros.
Desde el punto de vista de los ecosistemas acuáticos son muchos los impactos de la erosión. Además de la degradación de la calidad del agua, la alta concentración de sedimentos restringe la entrada de luz solar, lo cual reduce las posibilidades de fotosíntesis para las plantas. Por otra parte, los sedimentos cubren las piedras del lecho del río, mismas que constituyen un hábitat importante para la colocación de huevos de los peces. Además la carga elevada de fósforo en ríos y lagos puede acelerar el proceso de eutrofización. Este fenómeno es ocasionado por el exceso de nutrimentos en el agua, mismos que finalmente generan un desarrollo exagerado de poblaciones de plantas acuáticas de vida corta que después de muertas dan lugar a procesos de descomposición aeróbicos que consumen gran cantidad del oxígeno del agua y limitan la existencia de otros seres vivos y de sí mismas, reduciendo finalmente la calidad del agua y destruyendo el ecosistema.
El control de la contaminación difusa
Básicamente existen dos formas de controlar la contaminación difusa en las cuencas hidrográficas donde predominan las actividades rurales: 1) la adopción de prácticas de manejo individuales (optimización del uso de fertilizantes, rotación de cultivos, cultivo mínimo del suelo, etcétera) que pueden reducir de 20% a 90% de los sedimentos que alcanzan los cuerpos de agua; 2) el uso de varias medidas de mitigación como la implantación de fajas vegetativas, cercas vivas y manutención de las zonas inundables. Estas dos clases de medidas pueden servir para el control de la contaminación difusa así como auxiliares a las tecnologías convencionales para el manejo de la contaminación puntual en ciertas condiciones.
Varios estudios realizados para comparar cuencas hidrográficas con y sin vegetación ribereña concluyeron que éstas son muy importantes para mantener la calidad del agua en cuencas altamente cultivadas. Dentro de los sistemas de implantación de fajas vegetativas dos técnicas se destacan como más eficientes: fajas de filtro vegetativo y bosques ribereños. La primeras son fajas de gramíneas plantadas directamente entre los campos de cultivo y los cuerpos de agua. Los bosques ribereños (conocidos también como riparios) generalmente son áreas de vegetación forestal natural entre las áreas cultivadas y los cursos de agua y pueden ser definidos como la interfaz de los ecosistemas acuáticos y terrestres, y son identificados, básicamente, por las características del suelo y sus comunidades vegetales únicas, adaptadas a las inundaciones periódicas.
Tanto las fajas de filtro vegetativo como los bosques ribereños reducen la conexión entre la fuente de contaminación potencial y el cuerpo de agua receptor, y pueden ofrecer una barrera física y bioquímica contra la entrada de contaminación de fuentes distantes del curso de agua. Sin embargo, se ha encontrado que los bosques ribereños son potencialmente más importantes para la reducción de contaminantes.
En los casos donde el escurrimiento superficial ocurre es fácil entender la actuación del bosque ribereño como barrera contra los sedimentos; cuando el escurrimiento superficial pasa por el área cultivada o de pastos hacia una zona de bosque ribereño, o faja vegetativa, tiene lugar una reducción de la velocidad del flujo gracias a la rugosidad superficial mayor y la resistencia de la vegetación. La reducción en la velocidad a su vez provoca una disminución en la capacidad de transporte de sedimentos. Si la capacidad de transporte es menor que la carga de sedimentos, ocurre su deposición en la interfaz de la zona ribereña y el área de cultivo o pasto. Los contaminantes adheridos a los sedimentos también son depositados. En las áreas húmedas el escurrimiento es predominantemente superficial y los nutrimentos se transportan en forma de solución, provenientes de los ecosistemas terrestres. Al atravesar el bosque ribereño los nutrimentos son retenidos por absorción en el sistema radicular de la vegetación ribereña, que por ser más espeso que el de las fajas vegetativas actúa con más eficiencia para detener el escurrimiento superficial. El fósforo es reducido por la acción del bosque ribereño, porque 85% del fósforo disponible está ligado a las pequeñas partículas del suelo. También una cierta cantidad de amonio ligada a los sedimentos puede ser filtrada de esta forma.
Por otra parte, el bosque ribereño puede actuar como agente transformador cuando los procesos químicos y biológicos cambian la composición de los nutrimentos. En el caso de suelos bien oxigenados, las bacterias y los hongos del bosque convierten el nitrógeno del escurrimiento y la materia orgánica del piso del bosque en formas minerales (nitratos) que pueden ser aprovechados por las plantas y bacterias. Cuando la humedad del suelo es alta se crean condiciones anaerobias en las camadas superficiales del bosque y las bacterias convierten el nitrógeno disuelto en varios gases, regresándolos a la atmósfera. Algunos estudios demuestran que el nitrógeno en el escurrimiento del agua subterránea superficial puede ser reducido en 80% después de pasar por un bosque ribereño. El bosque también transforma residuos de pesticidas transportados por escorrentías en componentes no tóxicos por descomposición biológica y otras formas biodegradables. Cerca de 25% del nitrógeno removido por el bosque ribereño es asimilado en el crecimiento de los árboles y puede ser almacenado por largos periodos de tiempo. El bosque ribereño también actúa como un obstáculo para el acceso del ganado a los márgenes de los ríos. Además, debido a su ubicación física en el paisaje, puede interceptar un alto porcentaje del escurrimiento superficial y del flujo superficial que se mueve de las áreas más altas hasta alcanzar los cursos de agua. La vegetación ribereña, incluyendo las áreas inundadas, tiene una capacidad para interactuar con el agua subterránea porque el manto freático en estas áreas está muy cerca de la superficie del suelo, lo cual permite la interacción de las raíces y los microorganismos con los contaminantes transportados por el agua subterránea. En las áreas de bosques ribereños naturales los niveles de materia orgánica en el suelo son altos, lo que aumenta los procesos de adsorción química.
El ambiente abiótico puede influir fuertemente en el papel ejercido por la vegetación ribereña en el control de la contaminación difusa; muchos investigadores han percibido la importancia de la topografía en sus experimentos con vegetación ribereña pero pocos son los trabajos que efectivamente comparan declives. El volumen de las lluvias de la zona también puede tener influencia en el aumento de la contaminación difusa. Por lo tanto los proyectos de restauración en zonas de vegetación ribereña deben ser diseñados con especial atención en los gradientes de declividad, los aspectos hidrológicos del suelo y el volumen de las lluvias. Además las prácticas agrícolas realizadas, el manejo de fertilizantes y el tipo de cultivo en las zonas aledañas deben influenciar el diseño del proyecto.
Por otra parte, la eficiencia de ciertos tipos de características estructurales y la densidad de la vegetación ribereña sobre la contaminación difusa han sido poco estudiados. Entre los factores que determinan la eficiencia de una zona de vegetación ribereña el ancho es lo que puede manipularse más fácilmente para mitigar la contaminación difusa. Este factor ha sido discutido en la literatura y existen propuestas aisladas de diseños. Algunos criterios deben ser considerados en la determinación del ancho de las zonas ribereñas: 1) el valor funcional del recurso hídrico; 2) la intensidad de uso de la tierra adyacente; 3) las características de la vegetación de la zona ribereña; y 4) las funciones específicas requeridas para la zona ribereña. Se ha encontrado que anchos menores que 5 o 10 metros ofrecen poca protección a los recursos hídricos bajo la mayor parte de las condiciones. Anchos mínimos de 15 a 30 metros son necesarios para la protección en la mayor parte de las circunstancias.
Todavía existen muchas dudas sobre el papel de la vegetación ribereña como filtro de la contaminación difusa, ya que la mayoría de los estudios fueron realizados en cuencas del “cinturón del maíz” y el noreste de Estados Unidos, y por lo tanto faltan estudios detallados en otros ecosistemas. Otra pregunta sin respuesta está relacionada con el tiempo: ¿podría la capacidad de retención de sedimentos de estas áreas declinar con el paso del tiempo?
El mantenimiento de los ecosistemas
Las comunidades vegetales ofrecen recursos alimentarios abundantes y diversificados para la comunidad de animales. Los bosques ribereños se consideran la base de la cadena alimentaria de los cuerpos de agua. El material orgánico proveniente del mantillo (hojas y ramas caídas en descomposición), transportado hacia el cuerpo de agua a partir de la vegetación marginal en zonas tropicales, constituye un suministro energético más importante que la producción autóctona en los ríos. También, cuando muere un árbol sus raíces, troncos y ramas flotan en la corriente del río, los grandes troncos desaceleran el flujo de la corriente y crean hábitats para ciertos peces, pues forman lagunajos y espacios encrespados de agua en medio de la corriente; tales espacios son poco profundos, con varias protuberancias y muchos contienen insectos de los que se alimentan los peces que viven en estos singulares hábitats. También algunos peces requieren estos hábitats para desovar; los lagunajos son utilizados para la crianza y como refugio en los veranos secos e inviernos muy fríos. Además el bosque ribereño puede influir en la cadena alimentaria de los peces; por ejemplo el salmón y la trucha, que durante la fase de agua dulce comen principalmente insectos acuáticos, los cuales pasan la mayor parte de su tiempo en el agua y se alimentan de hojas y pedazos de leños que caen en la misma; además la vegetación ribereña es hábitat de varios insectos que caen en el agua y constituyen otra fuente de alimento para los peces. La introducción de árboles en lugares estratégicos en la orilla de los ríos puede tener un efecto sustancial en la temperatura del agua corriente y consecuentemente en la sobrevivencia de poblaciones de peces. Por lo tanto se puede concluir que las alteraciones en la composición y estructura de la vegetación ribereña puede causar serios daños a la comunidad de los ríos tropicales.
Además de otra serie de ventajas, la vegetación ribereña puede tener un importante papel en el manejo integrado de plagas en las zonas aledañas. El Riparian Habitat Workgroup ha encontrado en California que los pájaros que anidan en los bosques ribereños son depredadores de roedores e insectos que atacan los viñedos cercanos.
En lo que se refiere a la anchura del bosque ribereño, se ha encontrado que el mínimo necesario para el mantenimiento de los componentes biológicos de áreas inundadas y ríos es de 30 metros. Sin embargo, en condiciones muy específicas se pueden aceptar zonas ribereñas mayores o menores. También se ha establecido que para la distribución y diversidad de las especies silvestres en zonas templadas, los anchos sugeridos están entre 3 y 106 metros, dependiendo de los recursos necesarios de cada especie.
Por otro lado, el papel del bosque ribereño como corredor y lugar de alimento y descanso para la fauna silvestre es indiscutible e independiente de su ancho. Se ha concluido que todos los parches de bosques ribereños en el sureste de Arizona son importantes como sitios de reposo para animales migrantes, independientemente del tamaño y el grado de aislamiento o conectividad en relación con otros fragmentos de bosque. En el oeste de Washington más de 80% de las especies silvestres usan los bosques ribereños durante alguna parte de su ciclo de vida, ya sea para anidar, alimentarse o moverse. En la meseta del río Colorado los hábitats ribereños representan menos de 1% de las áreas públicas, sin embargo 77% del total de reptiles, 77% de los anfibios, 80% de los mamíferos y 90% de los pájaros utilizan rutinariamente estos bosques ribereños para alimentarse, beber, como abrigo o en rutas migratorias.
En regiones con climas estacionales, en el periodo seco el bosque ribereño puede servir de refugio para los animales, y cuando ocurren incendios la vegetación ribereña e inundable tiene una menor probabilidad de quemarse. Incluso en zonas de vegetación xerófita (especies adaptadas al clima seco), la vegetación ribereña provee un refugio decisivo para la mayoría de los mamíferos no voladores que están poco adaptados a este tipo de ecosistema.
La ecología del paisaje
En este mundo se acepta la dependencia mutua de las personas y los ecosistemas, y con la restauración se compensa con creces la pérdida inevitable de funciones y biodiversidad de los ecosistemas. La visión integradora e interdisciplinaria adoptada por la ecología del paisaje se distingue como una ciencia unificada, dispuesta a promover la integración e interrelación de los aspectos sociales y naturales. La comprensión de estas interacciones nos lleva a una percepción global de un ambiente y como consecuencia, a una toma de decisiones más correcta.
El paisaje es definido como un mosaico donde el ecosistema local o los usos de la tierra son repetidos en configuraciones similares; sin embargo, estos mosaicos presentan un patrón constante en la naturaleza a diferentes escalas. Se puede extender este concepto, para incluir aspectos culturales que impulsan la diversificación en el paisaje. La distinción de los patrones del paisaje, asociada a la posibilidad de trabajar en diferentes escalas y el énfasis en la influencia del entorno social hacen del paisaje una unidad muy apropiada para la planeación, manejo y restauración de los ecosistemas.
Por lo tanto la rehabilitación de la vegetación ribereña no debe considerar solamente los aspectos técnicos mencionados anteriormente, sino también el contexto del paisaje donde las áreas de restauración serán establecidas. Especial importancia debe ser atribuida al potencial de este tipo de vegetación para establecer la conectividad entre diferentes fragmentos de bosques. Ya está comprobado que hasta los más pequeños fragmentos en paisajes sumamente conectados pueden presentar una alta diversidad. Una parcela de bosque alterado presente en un paisaje mayormente conectado se puede regenerar mucho más rápido que otra en un paisaje poco conectado. Por lo cual la rehabilitación de corredores riparios puede ser la clave para aumentar la conectividad local y favorecer el mantenimiento (o incluso el aumento) de la diversidad de especies en los fragmentos forestales de los alrededores. La alta conectividad o la permeabilidad del paisaje puede favorecer el flujo de semillas, polen y animales a través del paisaje y favorecer la tasa de migración en las parcelas restauradas. Se ha constatado que las especies dispersadas por animales y las que se encuentran presentes en los últimos estadios de la sucesión del bosque son altamente sensibles a los parámetros estructurales del paisaje, particularmente a los índices de conectividad.
Se puede concluir que la restauración de los bosques ribereños no necesita solamente de manejo forestal, sino también de manejo de la matriz del paisaje. Cuando se hace un acercamiento al paisaje se presenta un gran número de especies en los bosques ribereños remanentes en un complejo patrón de variación entre áreas y una gran variación de grados de perturbación antrópica, lo que hace imposible el establecimiento de un único modelo para la rehabilitación de este tipo de áreas degradadas. Por esta razón las acciones de restauración de la vegetación deben ser adaptadas al ambiente local, a las condiciones del paisaje y a la situación económica y cultural de la población que en ella habita.
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Eliane Ceccon
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Ceccon, Eliane. (2003). Los bosques ribereños y la restauración y conservación de las cuencas hidrográficas. Ciencias 72, octubre-diciembre, 46-53. [En línea] |
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Situación de los peces dulceacuícolas en México |
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Marina Yolanda de la Vega Salazar
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La ubicación de México y su topografía accidentada han favorecido el desarrollo de una gran diversidad de cuerpos de agua así como de una biota diversificada y rica en especies nativas.
La conformación de ríos y cuerpos de agua depende en gran medida de la lluvia. El país recibe una precipitación media anual de 777 mm, equivalente a un volumen aproximado de 1 billón 570 mil millones de metros cúbicos, pero varía en forma considerable tanto espacial como temporalmente. De este volumen únicamente 26% escurre superficialmente y 2% se infiltra en el subsuelo para recargar los acuíferos, el resto retorna a la atmósfera por evaporación. El agua como recurso se encuentra disponible en escurrimientos superficiales que se distribuyen en 320 cuencas hidrográficas. En las zonas áridas la precipitación ocurre durante los cuatro o seis meses de la temporada de lluvias, lo que da lugar a ríos pluviales que escurren en forma caudalosa y luego decrecen o se secan por completo en temporada de secas (figuras 1, 2, y 3). De acuerdo con la distribución espacial de la lluvia y la temperatura, la mayor parte del territorio está bajo déficit hídrico (desértico, árido 31% y semiárido 36%), mientras que sólo 33% es subhúmedo y húmedo.
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La distribución de las lluvias en el país durante los distintos meses del año es muy irregular, y se observa que mientras extensas regiones carecen regularmente de ellas otras presentan abundante precipitación (figura 4); menos de una tercera parte del escurrimiento superficial se encuentra en 75% del territorio, donde se encuentran los mayores núcleos de población, las industrias y las tierras de riego. | ||
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México cuenta con un importante número de ríos; se calcula que en el país existen cerca de setenta lagos, y los más importantes son los que se encuentran en la zona occidental del Eje Neovolcánico Transversal, asociados al sistema Lerma-Santiago, entre los cuales se incluye una serie de lagos de origen volcánico conocidos con el nombre de oxalapascos o lagos cráter, entre otros.
La orografía del país se ha formado en el transcurso de las últimas eras geológicas, lo cual se manifiesta en importantes plegamientos y depresiones que se iniciaron en el periodo cretácico de la era mesozoica y continuaron su proceso formativo hasta el Plioceno de la era cenozoica. Movimientos orogénicos posteriores, registrados dentro de la era cenozoica, dieron origen a la Sierra Madre Oriental, a la Sierra Madre Occidental y a la Sierra Septentrional de Chiapas. La Cordillera Neovolcánica también se formó dentro de esta era, como consecuencia de una fractura del relieve, lo cual constituye un eje que va desde Colima hasta Veracruz (entre los paralelos 19º y 20º), que conforma la frontera de dos regiones muy distintas y que no presentan afinidad entre sí, la región Neártica ubicada al norte del país y la Neotropical al sur.
Al norte de la Cordillera Neovolcánica quedaron marcadas varias depresiones que sirvieron de lecho a los lagos del centro de México, mismas que también delimitan la distribución geográfica de las familias que alojan los peces más representativos de la fauna dulceacuícola de México.
Los peces dulceacuícolas son muy significativos en zoogeografía, ya que son incapaces de escapar de los sistemas de las cuencas en que se hallan confinados. Sólo pueden dispersarse cuando ocurren cambios fisiográficos o anastomosis de ríos, de tal manera que en general conservan los viejos modelos de distribución. La existencia de cuencas aisladas pero pobladas por especies que indudablemente pertenecen a la fauna lermense hace pensar que la cuenca del Lerma tuvo una fisonomía o estructura geográfica diferente a la actual. El lago de Chapala, ubicado en Jalisco, es el embalse más grande de México; de acuerdo con la fisiografía del centro de ese estado se deduce la existencia de un lago mayor, cuya extensión abarcaba otras depresiones estructuralmente relacionadas que coincidían también con la presencia de otras grandes cuencas lacustres asociadas al Eje Neovolcánico. Esto se confirma con el patrón de distribución regional de los peces de la familia Atherinidae.
La historia de la Mesa Central ha tenido profundo efecto en la composición de su fauna característica. Los primeros registros fósiles conocidos de peces incluyen, en el caso de los peces primarios, una especie viva, Notropis salei y una especie extinta, Micropterus relictus en el Plioceno. Entre las especies secundarias se encuentra el goodeido Tapatia occidentalis en la formación de Santa Rosa del Mioceno tardío. En cuanto a los invasores marinos, los primeros fósiles conocidos provienen de la formación de Chapala, del Plioceno, con especies del género Chrostoma.
La cuenca de Lerma-Chapala-Santiago, debido a su situación geográfica en el centro del país, goza de caracteres propios, con precisa delimitación volcánica, altimétrica, climatológica y geosísmica, que dio lugar a que la fauna ictiológica de la cuenca esté formada principalmente por especies típicas y exclusivamente mexicanas.
Probablemente durante el Plioceno tardío se perdieron las conexiones entre el río Lerma y la hoy cuenca de México y los llanos de Puebla, con la captura de la región norte y este de la cuenca de México por la cabecera de los ríos San Juan del Río y Tula (cuenca del Pánuco) y la captura de una porción de la Mesa Central en la cuenca de Ameca. También en el norte de México los ríos Casas Grandes, Santa María, Nazas, Aguanaval y otros de la región (cuencas endorreicas) fueron en otra época tributarios del río Bravo, ya que la fauna ictiológica muestra indudablemente un origen común y ahora no hay conexión entre ellos. Esta serie de aislamientos parecen haber favorecido el florecimiento de las especies nativas de los diferentes grupos.
De esta manera, en nuestro país se presentan tres modelos de distribución de peces que incluyen las regiones Neártica y Neotropical y una intermedia que se conoce como la Zona de Transición Mexicana.
La composición de la diversidad
México cuenta con una gran diversidad biológica; se estima que en su territorio se encuentra cerca de 10% de especies que se conocen en la Tierra, pero su riqueza biológica no sólo radica en su diversidad sino también en el hecho de que un elevado número de especies son endémicas al país. Mientras que Estados Unidos y Canadá —que juntos son diez veces más grandes que México en extensión territorial y además cuentan con grandes recursos de agua superficial como los Grandes Lagos— tienen 792 especies de peces, México, con la quinta parte del área continental de Estados Unidos, posee una fauna rica y diversificada, compuesta de 506 especies y 47 familias. Esto representa cerca de 60% de las especies de América del norte; es decir 6% de las especies conocidas en el planeta, lo que habla de la importancia de la ictiofauna de México debido a la riqueza de especies, pero principalmente por su gran número de endemismos.
Entre los géneros mejor representados están, entre otros, el de los cíclidos Cichlasoma, con 40 especies, el de los ciprínidos Notropis, con 25, el de los aterínidos Chirostoma, con 19, el de los pecílidos Gambusia, con 19, y el de los ciprinodóntidos Cyprinodon, con 18. Destaca la presencia de un grupo autóctono característico de nuestra ictiofauna: la familia Goodeidae, con cerca de cuarenta especies (de las cuales 37 son endémicas), así como un alto grado de endemismos en representantes de otras familias como Cyprinidae (con 40 especies endémicas), Poeciliidae (con 39), Atherinidae (con 25), Cyprinodontidae (con 19) y Cichlidae (con 23), entre otras (cuadro 1).
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En resumen, la gran diversidad de la fauna dulceacuícola en México se debe a la conjunción de varios factores. Los principales son: 1) la fauna de peces mexicanos deriva de las fuentes Neártica y Neotropical; 2) la gran variedad en la geografía física; 3) la vasta extensión latitudinal que va de 32° 30’ N (en el noroeste) a 14° 30’ en el sureste; 4) el aislamiento del altiplano de la Mesa Central que contiene la importante fauna del río Lerma; 5) la adaptación de varios grupos marinos a corrientes de agua dulce; y 6) la presencia de grandes sistemas de lagos que en su conjunto han favorecido el desarrollo de una gran variedad de cuerpos de agua, así como una fauna dulceacuícola diversa y rica en especies nativas.
La región Neártica
En nuestro país se puede dividir esta región en tres subregiones asociadas a las provincias faunísticas. 1) Californiana, se extiende sobre la vertiente del Pacífico limitada en Estados Unidos por las Rocallosas y en México por la Sierra Madre Occidental. Abundan las especies de la familia Cyprinidae junto con las de Clupeidae, Salmonidae y Catostomidae; 2) Neártica. Comprende el sistema del río Bravo, con los ríos de la altiplanicie mexicana, al norte del sistema del Lerma y las corrientes de la vertiente atlántica en Tamaulipas y el norte de Veracruz. Las familias predominantes son Lepisoistide, Characidae, Catostomidae, Ameiuridae, Persidae y, entre los goodeidos, sólo Characodon lateralis; 3) la última subregión corresponde al sistema del Lerma, que abarca la cuenca del río Lerma, ligada a la cuenca de México y a la cadena de lagos que forman Cuitzeo, Pátzcuaro, Zirahuén y Chapala, y otros lagos y lagunas próximos, menos extensos; continúa hasta el Océano Pacífico por toda la cuenca del río Santiago, y tiene en sus aguas 57 especies exclusivas repartidas en seis familias, la mayoría son de Atherinidae, Goodeidae y Cyprinidae y Poeciliidae. Como resultado, en la actualidad esta zona presenta endemismos a nivel de familia, género y especie, como es el caso del género Chirostoma con 18 especies, la familia Goodeidae con 25, y los ciprínidos de los géneros Algansea y Yuriria con siete y una especie, respectivamente, que en conjunto son las dominantes e indicadoras de la Mesa Central.
La región Neotropical
El centro de la dispersión de la ictiofauna neotropical parece ser el sistema del Amazonas y sus tributarios; aunque la variedad a nivel de especie es impresionante en este sistema, en realidad hay pocos grupos taxonómicos mayores, formados predominantemente por peces secundarios. Esto parece explicar una radiación adaptativa extensa a partir de pocos tipos ancestrales. La región está caracterizada por un marcado endemismo y la presencia de especies y géneros autóctonos de especies tolerantes a las aguas salinas, como son los poecílidos y los cíclidos, y de diversos invasores provenientes del mar.
Para su estudio, la región Neotropical en nuestro país se divide en: 1) Provincia de Chiapas-Nicaragua. Se extiende a lo largo de la vertiente del Pacífico desde la cuenca del río Tehuantepec hasta Costa Rica. El género más abundante es Cichlasoma con 10 especies, de las cuales siete son endémicas de México; 2) Provincia de Usumacinta. Incluye el área comprendida desde el río Papaloapan hasta el río Polochic en Guatemala, así como las subprovincias de Usumacinta-Grijalva y Papaloapan-Coatzacoalcos y la península de Yucatán. Los cíclidos y los poecílidos son los grupos con más especies. En esta provincia se encuentran aproximadamente 200 especies con un gran número de géneros endémicos. Hay aproximadamente cincuenta especies agrupadas en dos géneros en el primer grupo y 23 especies en nueve géneros en el segundo; 3) Provincia del Balsas. Incluye el gran sistema del río Balsas y sus afluentes. Los peces neotropicales en esta región están representados por un cíclido endémico, Cichlasoma istlanus, y algunas especies de poecílidos. Entre las especies neárticas invasoras de esta provincia están Iliodon whitei, Islarius balsanus y Neotropis boucardi.
Impacto antropogénico
Debido al impacto antropogénico, las condiciones ambientales son desfavorables para los organismos dulceacuícolas, por lo que muchas especies de peces han desaparecido localmente y viven en peligro de extinción. Esta situación se refleja en el hecho de que, en los sesentas, cuatro especies fueron reportadas como extinciones recientes y 36 especies estaban claramente en peligro. En 1979 la lista de The American Fisheries Society’s indicaba 67 especies de peces en peligro y amenazadas; una década después este número había aumentado a 123 especies, lo que representa un aumento de 83% en diez años. El número reportado hasta 1993 era mayor a 135 especies amenazadas o en peligro y al menos 16 especies extintas. Si agregamos los datos recientes de especies en peligro y extintas, reportadas posteriormente al listado publicado en 1993, el número de especies amenazadas o en peligro aumenta a 149 y el de especies extintas a 21; estos números pueden ser mayores ya que no se tienen los listados actualizados de todas las regiones del país (cuadro 2).
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Los ecosistemas dulceacuícolas en México son especialmente vulnerables debido a la sobreexplotación a que están sometidos. La fauna íctica del país está en peligro porque está confinada a fragmentos aislados debido a la gran destrucción del hábitat. Los principales factores causantes del daño de la biota dulceacuícola incluyen la destrucción del hábitat por obras hidráulicas, el crecimiento de la mancha urbana, la desecación de cuerpos de agua, la degradación de la calidad del agua por actividades agrícolas, forestales, industriales y domésticas, y la introducción de especies no nativas con fines piscícolas.
La infraestructura hidráulica construida durante los últimos 65 años proporciona una capacidad de almacenamiento de 150 mil millones de metros cúbicos, equivalente a 37% del escurrimiento medio anual, para regular las variaciones estacionales y anuales a través de presas de propósitos múltiples que abastecen áreas agrícolas y ciudades densamente pobladas, pero que acarrean grandes volúmenes de sedimento y potencialmente degradan la integridad del hábitat para las especies dulceacuícolas.
En el pasado reciente la deforestación, las prácticas agrícolas inadecuadas, la acumulación de sustancias tóxicas, el sobrepastoreo y el ineficiente uso del agua han producido una aceleración en las tasas de acumulación de sedimentos y contaminantes. Los mayores cambios se han dado en la flora, fauna y la calidad del agua, debido principalmente al incremento en la salinidad de la misma. Únicamente 15% de las aguas residuales recibe algún tratamiento antes de ser descargada a los cuerpos de agua. El sector agrícola contribuye principalmente con aguas usadas en riego agrícola, las cuales contienen residuos agroquímicos que causan problemas de contaminación de las aguas naturales con sustancias tóxicas e hiperfertilización.
Muchos ríos, lagos y manantiales han sido alterados, fragmentados, contaminados o desecados, y han dejado de ser un hábitat adecuado para las especies nativas. Cabe recalcar que uno de los impactos antropogénicos más dañinos en los ecosistemas dulceacuícolas es la introducción de especies no nativas que han modificado la estructura natural de los ecosistemas y ha comprometido su integridad biológica.
En algunas regiones se observa un marcado deterioro en la calidad del agua. De mantenerse esta tendencia, en poco tiempo más de la mitad de las regiones hidrológicas estarán en ese caso y algunas de ellas requerirán largo tiempo e inmensos recursos para recuperarse de los estragos del uso inadecuado del agua y las prácticas contaminantes. Entre las corrientes más contaminadas del país se encuentran las cuencas de los ríos Lerma-Chapala-Santiago, Balsas, Blanco, Pánuco, Nazas y Bravo (figuras 5 y 6).
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![]() figuras 5 y 6
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Para la mayoría de las especies en riesgo más de un solo factor fue responsable de su declive y extirpación. Las causas más comunes de riesgo para los peces mexicanos incluyen la destrucción o modificación del hábitat (88%), un rango geográfico restringido (62%) y la introducción de especies (53%).
Situación actual
La región Neártica se localiza principalmente en la zona árida o semiárida del país, con escasos recursos acuáticos que se compensan sobreexplotando los acuíferos, por lo que al menos 92 manantiales y 2 500 kilómetros de ríos se han secado, las lagunas superficiales han disminuido y las aguas freáticas se encuentran a mayor profundidad, lo cual provoca la intrusión de aguas salinas y la salinización de pozos agrícolas en Sonora y en la Comarca Lagunera. En Monterrey las aguas pluviales no son tratadas y están contaminadas con aceites, gases, gasolinas, pesticidas, detergentes y metales pesados debido a que fluyen a través de la ciudad, lo cual reduce considerablemente el número de localidades que mantienen poblaciones de peces. Estas áreas están habitadas por aproximadamente 200 especies de peces de agua dulce; actualmente 120 especies están amenazadas y quince extintas por impacto humano (cuadro 3). En 1985 un promedio de 68 especies fueron erradicadas de la fauna de peces locales. Finalmente, la salinización del Río Bravo ha causado un cambio de 32 especies nativas dulceacuícolas a 54 especies principalmente marinas o tolerantes a la salinidad.
La cuenca del Lerma-Chapala-Santiago, debido a su situación geográfica en el centro del país, se aprecia como una de las más importantes, pues tiene una extensión de 125 370 km2 y abarca amplias porciones del Estado de México, norte de Michoacán, sureste de Querétaro, sur de los estados de Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Nayarit. Esta región se ha caracterizado tradicionalmente por una gran explotación de recursos naturales, entre los que se encuentran las pesquerías artesanales del pescado blanco, los charales, algunos goodeidos e incluso peces exóticos que han sido introducidos con fines piscícolas, como son los del género Tilapia y Cyprinus carpio. En la región se ubica la zona más densamente poblada del país y algunas de las grandes ciudades, como Guadalajara, Morelia, Guanajuato, Toluca, León, Celaya e Irapuato, y tienen una inmensa actividad agrícola e industrial, en ella se han creado numerosas obras de aprovechamiento como presas y diques. Todo lo anterior ha contribuido a que el río Lerma figure como uno de los más contaminados del país; el más grave daño es causado por los desechos líquidos que sobre él arrojan las decenas de industrias instaladas a lo largo de su cauce, a las que se agregan las obras hidráulicas y la extracción de mantos acuíferos, lo que ha provocado la desaparición de la fauna y flora de algunas porciones de sus aguas por la modificación e incluso la desaparición de hábitats en la cuenca. Estudios recientes reportan un gran número de localidades que no reúnen condiciones de calidad del agua para el sustento de poblaciones de peces en la cuenca Lerma-Santiago como consecuencia de las graves alteraciones ambientales. De las 57 especies registradas para la cuenca del Lerma-Chapala-Santiago, 25 han restringido su área de distribución natural en más de 50% y una especie probablemente esté extinta como consecuencia de la desaparición de hábitats.
En la cuenca del Balsas, en Morelos, existen actualmente 21 especies ícticas pertenecientes a ocho familias y 16 géneros, cuatro de los cuales son endémicos (19%), cuatro nativos (19%) y trece exóticos (62%) (cuadro 3). El crecimiento de la mancha urbana, las pesquerías, la sobreexplotación de ríos y manantiales, la deforestación y la eutroficación han causado un gran deterioro en los recursos acuáticos de la región; peces como Hybopsis boucardi, Ictalunus balsanus, Poeciliosis balsas y Cichlosoma nigrofacatum fueron descritos en lugares donde en la actualidad es imposible encontrar peces, lo cual ilustra el grado de deterioro de los recursos acuáticos de la región y el riesgo para la fauna dulceacuícola.
Otra región importante que ha sido muy deteriorada, sobre todo por la construcción de la presa La Vega, es la cuenca del río Ameca, que además recibe las aguas residuales domésticas y de un ingenio azucarero, y que actualmente sólo mantiene poblaciones de peces nativas en pocas localidades, principalmente en la cabecera del Río Teuchitlán. En dicha cuenca se han registrado 26 especies de peces en ocho familias y 21 géneros, veinte de las cuales eran nativas, pertenecientes a grupos típicamente neárticos (Goodeidae con doce especies, Cyprinidae con tres especies, Atherinidae y Ictaluridae y Catostomidae con una especie respectivamente) y dos especie de poecílidos nativos, incluyendo seis especies endémicas: Notropis amecae, Ameca esplendens, Allodonchticthys polilepis, Allotoca goslinei, Xenotoca melanosoma y Zoogoneticus tequila. La pérdida de localidades por el deterioro de los cuerpos de agua ha llevado a una reducción de 50% de las especies nativas, lo cual contribuye a que cuatro especies nativas se encuentren en riesgo de extinción y a la desaparición de una especie con un área de distribución muy restringida, Skiffia francesae.
Las especies que han sido estudiadas requieren agua limpia, fresca y altamente oxigenada, y en muchos casos agua corriente y sedimento con poco o nada de lodo, condiciones que están siendo rápidamente perdidas. Los manantiales representan refugios de agua constante de alta calidad para cuerpos de agua deteriorados, pero también son los recursos acuáticos más aprovechados, pues tienen usos tan variados como la irrigación, la agricultura, el consumo doméstico e industrial, el abastecimiento a centros piscícolas, la pesca y la recreación. Si consideramos que se desconoce la situación real de la pérdida de la diversidad en algunas regiones, el primer paso en los planes de conservación exitosa de la biodiversidad es el de hacer inventarios de especies, ya que la supervivencia de peces y otras especies de agua dulce pueden ser usadas como indicadores de biodiversidad y degradación ambiental.
A pesar de que la pérdida de diversidad de peces dulceacuícolas fue reportada desde los sesentas, se puede ver que la problemática no ha disminuido, sino que, por el contrario, está aumentado considerablemente. Si tomamos en cuenta que el uso de agua responde principalmente a aspectos de tipo socioeconómico y que es un recurso cada vez más escaso, la conservación de los ecosistemas dulceacuícolas y la protección de las especies de peces en peligro parece ser una tarea difícil.
Es necesario por tanto que los cuerpos de agua sean contemplados en estrategias de conservación con programas específicos que tengan el fin de proteger la calidad del agua y el hábitat para asegurar la conservación de la flora y fauna de agua dulce, así como crear una normatividad efectiva que controle las actividades agrícolas, piscícolas, forestales, industriales, domésticas y la sobreexplotación de los cuerpos de agua, que en su conjunto están produciendo la degradación de éstos ecosistemas.
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Agradecimientos
Al Dr. Rodolfo Dirzo por las aportaciones a este escrito.
Referencias bibliográficas
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Marina Yolanda de la Vega Salazar
Instituto de Ecología, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → De la Vega Salazar, Marina Yolanda. (2003). Situación de los peces dulceacuículas en México. Ciencias 72, octubre-diciembre, 20-30. [En línea] |
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de flujos y reflujos | ||||
Un flujo de preguntas |
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Ramón Peralta Fabi
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El universo que percibimos por medio de los sentidos es uno, y el que intelectualmente suponemos que existe es otro. En el primer caso hay una certeza que acompaña a la grata impresión que produce una noche constelada o una joya artística delicadamente exhibida, pues accedemos a cada una de ellas en forma directa, sin intermediarios. En el segundo caso, aceptamos desde una perspectiva conceptual distinta que cada punto brillante en el firmamento es un objeto extendido de la más diversa estructura, como una estrella, una galaxia o algo aún más extraño, como un pulsar o un cuasar. Igual nos pasa con las personas cuando las sabemos formadas de células complejas, organizadas en tejidos y órganos sincronizados para responder a nuestros estímulos.
Salvo por prejuicios construidos sobre una ignorancia arrolladora o una indiferencia total ante la falta de consistencia entre nuestras concepciones sobre nosotros y el Universo, nadie pone en duda las ideas básicas de teorías reconocidas como la atómica, la de la evolución o la de la gran explosión, por citar un trío.
De acuerdo con la primera de ellas, casi todo lo que conocemos está constituido por átomos, de los cuales sólo hay 92 distintos en la naturaleza. Las características de cada uno de éstos dependen solamente del número de electrones, protones y neutrones que los forman; incluso los de un mismo tipo, como los de oro, son indistinguibles entre sí pues son absolutamente idénticos.
La segunda teoría nos dice que la vida, como hoy la conocemos, es el resultado de procesos de cambio continuo, en ocasiones acelerado, que han ido modificando la información que transmite cada ser al que le sigue y que, dependiendo de las condiciones externas, trae como consecuencia que algunos sean más aptos que otros para sobrevivir o adaptarse. La diversidad observada muestra los múltiples caminos por los que transitó cada variación en un mundo que a cada momento cambia, aunque usualmente lo hace de forma lenta y sutil. Además, explica las relaciones entre todos los seres vivos con los que coexistimos y los que se extinguieron.
El tercer ejemplo teórico hace compatible lo que vemos en las grandes escalas: la espacial y la temporal. Con el descubrimiento de que la mayoría de los puntos luminosos que vemos en el cielo se van alejando unos de otros, la consecuencia ineludible es que el año pasado estaban más cerca unos de otros; de forma que hace cerca de 15 000 millones de años, lo que hoy constituye el Universo estaba localizado en una zona muy pequeña. Lo notable es que la gran explosión, que dispersó todo, y el estado de la materia en esos instantes primigenios dejaron huellas que hoy podemos medir con sorprendente precisión; ejemplos de ello son la radiación de fondo, misma que podemos cuantificar, la composición química, que registramos en todo el espacio, y el comportamiento de los constituyentes del átomo.
Ninguna de estas teorías es una obra intelectual acabada e impecablemente construida. En ellas hay aspectos oscuros, incompletos o francamente confusos, pero afortunadamente hay muchos más elementos que nos permiten explicar y ver la congruencia de todo. Como si fueran rompecabezas abstractos que insinúan una imagen universal, es claro que hay muchas piezas que no sabemos acomodar y que algunas que creemos bien ubicadas van en otro sitio, ni que decir de las que faltan. Armar estos rompecabezas nos da de comer a los científicos, y cabe remarcar que no hay ningún riesgo de que se termine el juego de hallar todas las piezas y de saber acomodarlas; aunque todos los días podemos ver un poco más de esa imagen que emerge y nos deslumbra.
Para conformar una visión integral del mundo natural hay una infinitud de preguntas que surgen sobre aspectos muy diversos en jerarquía y alcance. Algunas de ellas son las propias de cada área dentro de una disciplina. Como ejemplos, en biología molecular uno se pregunta sobre los mecanismos de la apoptosis, la programación genética de la autodestrucción de las células; en física de fluidos una pregunta central que es objeto de intensas investigaciones puede tratar sobre las características de la turbulencia o el movimiento complicado e irregular de los líquidos y los gases cuando son forzados más allá de cierto límite.
Un siguiente grupo de preguntas incluye a las que exploran aspectos mucho más difíciles de dilucidarse dentro de una misma disciplina, como la autoconsistencia de una teoría o la determinación de sus límites de validez. Como ilustración de este tipo de cuestionamientos está la factibilidad de obtener resultados contradictorios a partir de las hipótesis básicas de una teoría o bien el estudiar la capacidad de predicción de una teoría en situaciones que parecerían violar los supuestos primarios. ¿Puede usarse la mecánica de medios continuos para describir la difusión de una molécula de benceno suspendida en agua a 25 °C? ¡Parece que la respuesta es afirmativa!
Otro nivel de preguntas corresponde a las que abordan la congruencia o la compatibilidad entre una teoría y otra, aun cuando sean ámbitos aparentemente ajenos. Por ejemplo la compatibilidad entre la mecánica cuántica desarrollada en las primeras décadas del siglo xx para explicar las estructuras últimas de la materia, y la teoría general de la relatividad propuesta por Einstein en 1916 para explicar la relación entre el espacio, el tiempo y la gravedad. O la congruencia entre la física atómica y la termodinámica de procesos irreversibles, teoría microscópica reversible la primera y macroscópica la segunda. ¿Es posible compaginar la evolución de las especies y la gran explosión, que implican una direccionalidad precisa en el tiempo, con todas las teorías fundamentales de la física, que son esencialmente reversibles en el tiempo?
Más arriba en esta jerarquía de clases de preguntas están las que atienden al sentido mismo de nuestras concepciones o al de las teorías científicas. ¿Hay una realidad objetiva, ajena a nuestra imaginación o una habilidad para observar, a la que una teoría específica describe?, ¿es sólo una teoría lo que nuestro cerebro puede construir?, es decir, ¿es nuestra explicación del mundo algo inherente a la naturaleza o a nosotros? Puesto en términos un tanto esotéricos, ¿nuestra descripción del mundo sería la misma para otra forma de inteligencia? De ser así, ¿a qué clase de inteligencias les sería plausible tal descripción?, ¿las explicaciones “últimas” son únicas?
Cada grupo de preguntas ha sido objeto de la reflexión de muchos pensadores a través del tiempo, pero difícilmente podemos asegurar que muchas tengan respuestas satisfactorias; las hay parciales, en proceso y discusión. Es irrelevante si las preguntas son de ciencia o de filosofía, en cuanto a que reflejan el hecho sencillo de que queremos entender algo sobre nosotros mismos. Poco logramos al establecer jurisdicciones sobre el conocimiento o sobre la autoridad para sumar conocimientos a nuestro acervo intelectual; ciertamente quien está mejor preparado llega más lejos.
Hacer preguntas y buscar las respuestas, actitud inherente a nuestra especie, es probablemente lo más preciado que tenemos. Ello ha motivado nuestro desarrollo mucho más allá de lo que nuestra posición biológica lo sugeriría; el genoma de las especies animales más cercanas es casi igual al del hombre, pero en nada se parecen sus logros a los nuestros. No sólo hemos sobrevivido a nuestro entorno o nos hemos adaptado bien a él, sino que lo hemos ido modificando, entendiendo y hasta prediciendo. Cada vez somos más conscientes del impacto de nuestra presencia y aprendemos a cuidar mejor tanto a la parte viva como a la inanimada del sistema que nos sustenta. En sólo un parpadeo en la historia de la vida inventamos los números y el lenguaje, entendimos al sistema solar y salimos de nuestro mundo para empezar a visitarlo todo. Las primeras sondas espaciales navegaron por los planetas y la galaxia llenas de juguetes ingenuos o de datos supuestamente especiales. Seguramente ocurrirá que sondas con moléculas de la vida, que tal vez diseñemos para ello, viajarán a las estrellas, llevándose preguntas para que algún día nos envíen las respuestas. Qué, cómo, cuándo, dónde y por qué son palabras clave para cualquier ser humano, sea un científico, un filósofo o un niño que empieza a percibir el mundo.
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Ramón Peralta Fabi
Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Peralta y Fabi, Ramón. (2003). Un flujo de preguntas. Ciencias 72, octubre-diciembre, 68-70. [En línea] |
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