¿Cuánta agua pasa por mi casa? |
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Gabriel Ramos Fernández
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Todo parece indicar que nos encaminamos hacia una crisis de agua. Actualmente los seres humanos utilizamos 54% del agua dulce accesible en la superficie. Si consideramos el crecimiento poblacional y la mayor demanda de recursos, esta proporción podría aumentar a 75% en 2025, al necesitarse 20% más de agua para irrigación y 80% más para usos industriales y domésticos. Estos promedios globales esconden algo que podría ser más grave, que la distribución del agua en el planeta es muy desigual: 40% de la población mundial vive en cuencas hidrológicas con escasez de agua. Por otro lado, las tasas de deforestación actuales (en las que México ocupa el poco honroso segundo lugar en América Latina, después de Brasil) preocupan, entre otras cosas, por el efecto que pueden tener sobre la inminente escasez de agua.
El agua y la deforestación
En este contexto la relación entre los bosques y el agua ejemplifica uno de los dilemas que enfrentan los científicos de hoy: ¿qué tanto sabemos sobre un fenómeno en particular como para aplicar este conocimiento? ¿Con qué grado de certeza podríamos predecir lo que le pasaría al agua que fluye en un ecosistema al transformarlo?
A primera vista el paso del agua por un ecosistema boscoso no pareciera tener mayores complicaciones. El agua de lluvia es interceptada por diferentes compartimientos en su paso hacia los acuíferos subterráneos o hacia los océanos. En cada uno de estos compartimientos el agua puede ser retenida por diferentes tiempos o desplazarse en el espacio, como lo hace en el curso de los ríos. También puede evaporarse y regresar a la atmósfera. En el caso de un bosque los árboles funcionan como un compartimiento de agua, ya que ésta permanece en la superficie de las hojas y dentro de la planta misma. De este compartimiento vuelve a la atmósfera la suma de la transpiración efectuada por las plantas, resultado de la captura de bióxido de carbono por los estomas, y la evaporación en la superficie de las hojas o evapotranspiración.
Entonces, si uno quiere colectar más agua, ¿no sería mejor eliminar un compartimento, dejando así que una mayor cantidad de agua pasara a los que siguen en el suelo y el subsuelo? Por ejemplo, convertir un bosque a un pastizal para ganado podría, en efecto, evitar que el agua retenida en las hojas de los árboles a diferentes niveles pudiera regresar a la atmósfera. Sin embargo, y como suele ser el caso en ecología, las cosas no son tan sencillas. En un bosque el suelo contiene una alta cantidad de materia orgánica, así como una comunidad de organismos que mantiene una estructura abierta al paso del agua. Por lo tanto, el suelo de un bosque tiene una mayor capacidad de infiltración, que decrece al talar los árboles y convertir el suelo en pastizal. Este suelo no permite una infiltración tan grande hacia capas más profundas y por tanto deja más agua sujeta al escurrimiento superficial, el cual dependerá de la pendiente del terreno. En ausencia de bosques el agua se moverá hacia otros lugares antes de infiltrarse, llevándose consigo el suelo mismo. Esto es un impacto inmediato de la deforestación: inundaciones y una mayor cantidad de materia orgánica fluyendo sobre la superficie terrestre, normalmente en los ríos. Las áreas deforestadas pierden su capacidad de retener el agua de lluvia.
¿Ciencia o folclor?
Revisando más de cerca la literatura sobre la relación entre los bosques y el agua uno encuentra gran cantidad de contradicciones e incertidumbre. Por ejemplo, una reciente publicación del Instituto internacional para el manejo del agua evalúa hasta qué grado nuestro conocimiento sobre la relación entre el agua y los bosques puede ser aplicado y qué investigaciones serían necesarias para poder proponer soluciones más certeras. Acerca de la creencia popular de que los bosques hacen que llueva más, existe una clara dependencia de escala: a escala continental los bosques parecen aumentar la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, lo cual en efecto contribuye a una mayor precipitación. Sin embargo, a escalas menores esa misma pérdida por evapotranspiración cobra mayor importancia que la precipitación, ya que el vapor de agua en las nubes no necesariamente regresa al mismo bosque sino que se desplaza hacia otras regiones.
Incluso el supuesto efecto de los bosques sobre la mayor recarga de los acuíferos es cuestionada como parte del “folclor”. Los estudios más recientes demuestran que un bosque pierde más agua por evapotranspiración que la vegetación más joven y baja, tanto durante la estación húmeda, por tener mayor superficie expuesta al aire, como durante la estación seca, por tener mayor acceso al agua del suelo. Sin embargo existen algunas excepciones: los bosques de niebla, por ejemplo, capturan más agua de la que pierden por evapotranspiración. Los bosques muy antiguos, de más de 200 años, también parecen perder menores cantidades de agua por evapotranspiración que otros bosques de menor edad.
Pero entonces, ¿sería mejor talar los bosques para poder capturar más agua de lluvia? La verdad es que no podemos ofrecer una solución general, aplicable a todos los casos y a todas las escalas. Los demás “mitos” acerca de la relación entre el agua y los bosques, cuya veracidad es debatida por los científicos actualmente, incluyen el efecto de mitigación de los bosques sobre las inundaciones, la reducción de la erosión del suelo, el mantenimiento de los flujos basales durante la estación seca, etcétera. Las investigaciones que se proponen para resolver estos debates requieren años, incluso décadas, para terminarse y proporcionar resultados que seguramente serán aplicables sólo en la escala y situación particular analizada en los experimentos.
Soluciones urgentes
El problema del agua y los bosques no es el único problema ambiental que enfrenta la humanidad en este nuevo siglo. Muchos otros, como la contaminación, la pérdida de biodiversidad y la sobreexplotación de los recursos del mar requieren que se fortalezca el “contrato social” de la ciencia con la sociedad para encontrar alternativas sustentables de aprovechamiento de los recursos naturales. Sin embargo, los problemas ambientales suelen involucrar sistemas complejos, con una variedad de elementos distintos y tipos de interacciones, que pueden cambiar dependiendo de la escala espacial o temporal, como es el caso que nos ocupa.
Al recurrir a la asesoría de un científico, los llamados “tomadores de decisiones” requieren que en una página se les resuman las ventajas y desventajas de tal o cual decisión de manejo; por ejemplo declarar un área como reserva, permitir la extracción forestal o convertir un área de bosque a pastizal para ganado. Los ecólogos se enfrentan entonces al dilema de proporcionar soluciones a problemas urgentes sin tener la suficiente certidumbre acerca de la generalidad de sus resultados. La solución propuesta por Silvio Funtowicz y Jerry Ravetz es la llamada “ciencia postnormal.” En ella el científico acepta explícitamente las incertidumbres inherentes a sus resultados al especificar, por ejemplo, la escala espacial o temporal en la cual son válidos o las particularidades del sistema en el que fueron encontrados.
Al mismo tiempo, quien toma decisiones considera la incertidumbre de los resultados y su validez para una escala o subsistema dado. De esta manera puede decidir la forma de manejo ajustándose a situaciones particulares, sin extrapolar la información a todas y cada una de las situaciones en las que se presente un problema similar. Por ejemplo, la agricultura tradicional de roza, tumba y quema podría tener un efecto sobre la captura de agua en los bosques en un determinado estado de la república. El secretario de ecología del mismo consulta a un científico para poder tomar una decisión. Éste le informa de sus resultados, en los que ha analizado el flujo hídrico de las milpas hacia los acuíferos subterráneos, comprobando que, en efecto, las milpas aumentan la cantidad de agua que fluye hacia los mismos. ¿Qué debe hacer el señor secretario? ¿Debe promover las milpas para conservar agua? Lo primero que tendría que hacer sería indagar sobre la generalidad de los resultados del científico, es decir: ¿en qué escalas serían válidos los resultados? ¿Cuántas milpas podrían seguir haciéndose sin afectar los patrones de lluvia en la zona y disminuir la cantidad de agua en el estado? Entonces podrá llevar a cabo una decisión prudente que tome en cuenta tanto los resultados del científico como el riesgo de extrapolar la información a escalas sobre las que el científico no le proporcionó ningún elemento para decidir.
De esta manera, la ecología pasaría de ser la ciencia “dura” que a veces pretende ser, a una verdadera fuente de soluciones para los problemas que enfrenta la humanidad en la actualidad.
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Referencias bibliográficas
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Funtowicz, S. O. y J. R. Ravetz. 1993. “Science for the post-normal age”, en Futures, vol. 25, núm. 7, pp. 739-755.
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Gabriel Ramos Fernández
Pronatura Península de Yucatán A. C.
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como citar este artículo → Ramos Fernández, Gabriel. (2003). ¿Cuánta agua pasa por mi casa? Ciencias 72, octubre-diciembre, 14-17. [En línea] |
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de la solapa | ||||
Agua en las Américas |
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Biodiversidad y aguas epicontinentales en México | ||||
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Agua en las Américas
1. La intervención de la sociedad en los ecosistemas ha generado alteraciones profundas que se manifiestan no sólo en la composición y estructura de las comunidades animales y vegetales sino también en los ciclos hidrológicos. La planeación del desarrollo debe incorporar los elementos que garanticen la sustentabilidad de los ciclos hidrológicos, armonizando el componente ambiental con las necesidades y presiones sociales o económicas de corto plazo.
2. El agua constituye un bien público y es, como ningún otro, el recurso más indispensable para la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Debe ser considerado como un recurso estratégico, cuyo manejo es asunto de seguridad nacional. La regulación, control y planeación de este recurso debe de ser resposabilidad exclusiva del Estado, asumida a través del gobierno central.
3. La planeación de los recursos hídricos por cuenca hidrográfica es una estrategia necesaria para impulsar un manejo sustentable del agua.
4. La gestión del agua se enfrenta a múltiples necesidades insatisfechas y a la persistencia de rezagos en las coberturas de los servicios básicos. Para cubrir esas necesidades se requiere una inversión que rebasa las posibilidades de la mayor parte de los gobiernos de la región. Para no perder la rectoría, el Estado necesita construir un marco regulatorio adecuado, que fomente la participación de la iniciativa privada y que emule condiciones de libre competencia.
5. Es previsible un crecimiento en la demanda de agua a corto y mediano plazo. Es necesario poner en práctica una verdadera gestión de la demanda. Por otra parte, el enfoque cuantitativo ha enmascarado un problema de calidad en los servicios existentes, de certificación de la calidad del agua potable, de la calidad de los efluentes y de vigilancia de los servicios.
6. Las limitaciones cuantitativas o cualitativas de los recursos hídricos, así como la confluencia de diversos usos, constituyen factores que generan tensiones sociales que con mucha frecuencia desembocan en conflictos. La gestión del agua debe incluir una gestión de conflictos. Los aspectos cualitativos merecen una atención creciente en la gestión del agua.
7. Para fortalecer las políticas públicas relacionadas con los recursos hídricos, para incrementar su aceptación, su legitimidad y su eficacia, es necesaria una decidida participación de la sociedad. La base para lograr una mayor y mejor participación social radica en la construcción y progresiva implantación de una cultura del agua.
Muchos de los problemas asociados al agua trascienden las fronteras nacionales. Para enfrentarlos se deberá intesificar la cooperación entre los países y la promoción de acuerdos subregionales equitativos y justos.
Fragmentos de las reflexiones finales.
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Memorias del foro agua para las Américas en el siglo XXI.
El Colegio de México, Comisión Nacional del Agua, México, 2003.
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Biodiversidad y aguas epicontinentales en México
En octubre de 1997, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad inició el programa Regiones Prioritarias Marinas y Limnológicas de México con el objetivo de desarrollar un marco de referencia para contribuir a la conservación y el manejo sostenido de los ambientes oceánicos, costeros y de aguas epicontinentales, el cual consideró los sitios de mayor biodiversidad y los de uso actual o potencial.
Como parte de dicho programa se realizaron en 1998 dos talleres con la finalidad de regionalizar los cuerpos de agua epicontinentales considerados los más importantes por su biodiversidad. Existe una preocupación creciente sobre el mantenimiento de estos ecosistemas y los riesgos que enfrentan muchas especies con la pérdida de hábitats (degradación, cambios en la calidad y fragmentación), la sobreexplotación y la introducción de especies exóticas.
El objetivo de los talleres era obtener un diagnóstico de las principales subcuencas y sistemas acuáticos del país, considerando las características de la biodiversidad y los patrones sociales y económicos de las áreas identificadas, para establecer un marco de referencia que pueda ser considerado por los diferentes sectores para el desarrollo de planes de investigación, conservación, uso y manejo. En particular se buscó identificar la riqueza biológica y el grado de conocimiento general o de carencia de información sobre las principales cuencas o subcuencas del país; analizar la información biológica bajo los contextos social y económico para identificar los impactos negativos sobre la biodiversidad como consecuencia del uso actual y potencial y de los conflictos intersectoriales por el uso del recurso hídrico; con esta información proponer una regionalización en la cual se consensuen las regiones prioritarias por su biodiversidad, ya sean cuencas, subcuencas o cuerpos de agua.
Se identificaron 110 regiones hidrológicas prioritarias por su biodiversidad de las cuales 82 corresponden a áreas de uso y 75 son de alta riqueza biológica; dentro de estas dos categorías, 75 presentan algún tipo de amenaza. Se identificaron también 29 áreas importantes pero que carecen de información científica suficiente sobre su biodiversidad.
En esta publicación se hace una síntesis de la situación actual de los recursos hídricos asociados a su diversidad biológica; se abordan asimismo su problemática y esfuerzos de conservación y manejo, así como el grado de conocimiento científico disponible.
Fragmentos del libro.
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Aguas continentales y diversidad biológica de México
Laura Arriaga Cabrera, Verónica Aguilar Sierra,
Javier Alcocer Durand (coordinadoras).
conabio, México, 2000.
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como citar este artículo → Fragmentos de las reflexiones finales. (2003). Aguas en las Américas. Ciencias 72, octubre-diciembre, 78. [En línea]Fragmentos del libro. (2003). Biodiversidad de las aguas continentales en México. Ciencias 72, octubre-diciembre, 79. [En línea] |
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Agua-wasser |
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Bernd M. Scherer
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En el año 2002, el Instituto Goethe de México realizó, junto con varias dependencias de la unam, el proyecto agua-wasser en el Distrito Federal. El interés principal era intentar describir la historia cultural de la cuenca de México partiendo de la perspectiva acuática.
El agua juega un papel tan importante en la cuenca de México que todo su desarrollo histórico y cultural se puede rastrear desde esta perspectiva. Tres etapas destacan: a) la ciudad acuática de los tiempos precolombinos, cuando los mexicas conjuraron el valioso líquido con numerosos ritos religiosos y desarrollaron sofisticadas técnicas para su uso. Su capital Tenochtitlan, precursora de la enorme urbe de hoy, se encontraba en medio de un lago; b) la desecación de la región que llevaron a cabo los conquistadores españoles, quienes al rellenar grandes partes del lago destruyeron el antiguo sistema de canales y el equilibro ambiental de la región; y c) el entierro definitivo del agua en el siglo xx, cuando la nacionalización de la industria petrolera firmó la sentencia de los ríos restantes. La gasolina a precios más razonables, llevó a un auge de la industria automovilística, lo cual, a su vez, impulsó la construcción de calles y las últimas vías fluviales de la ciudad fueron cubiertas con asfalto.
Como consecuencia de este desarrollo, la ciudad acuática, hábitat de una sociedad que tenía un gran conocimiento cultural sobre el manejo del agua, se convirtió en una urbe desierta.
El objetivo del proyecto agua-wasser fue elaborar una cartografía del agua que ahora sólo existe simbólicamente en el desértico Distrito Federal. Surgieron 14 obras de artistas mexicanos y alemanes que abarcaron el espacio público para exponer los símbolos centrales de la urbe así como su historia acuática.
Metodológicamente, los trabajos de los artistas contemporáneos no se presentaron en el white cube de las instituciones culturales establecidas, sino en el espacio público. Así, el proyecto confrontaba de manera directa a los ciudadanos de la calle y al mismo tiempo tenía que enfrentarse con instituciones públicas y autoridades locales, ambos procesos fueron parte integral del proyecto que buscaba provocar debates sociales.
Por ejemplo, el trabajo Hidrovocho, de Helen Escobedo, que adornó taxis tipo “vocho” con velas haciéndolos circular como veleros por las calles de la ciudad, mostró el aspecto histórico de las vías fluviales. Por su parte, los taxistas entrevistaban a sus clientes en los hidrovochos, lo cual hizo nacer un propio espacio de comunicación para repensar y compartir experiencias acerca del agua en la ciudad.
La instalación Fuente 2001, de Thomas Glassford, se ubicó en el ex-templo de San Agustín, antaño lugar religioso, después institución científica. La obra se refirió en su contenido tanto a los contextos religioso-cristianos como a los tecnológicos, en los cuales el agua juega un papel importante.
Los trabajos presentados rebasaron de manera consciente la zona original del arte. Otro ejemplo fue Espectaculares, de Christian Jankowski, una obra que se dedicó al lenguaje mediático de la ciudad y al papel del agua en él. En colaboración con artistas y diseñadores mexicanos, Jankowski desarrolló mensajes dedicados al agua, tomando como base entrevistas con especialistas internacionales que asistieron al coloquio agua-wasser, evento paralelo a las intervenciones artísticas en el espacio público de la ciudad.
El proyecto en su totalidad, que consistió tanto en la exposición de arte como el coloquio, asoció el tema escogido a las discusiones científicas y teóricas más recientes y al mismo tiempo lo abrió a la sociedad a través de las obras presentadas en espacios públicos.
El Instituto Goethe y la unam presentarán a finales de este año el catálogo agua-wasser, con capítulos dedicados a cada obra, textos teóricos sobre el arte en espacios públicos y una crónica del proyecto.
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Bernd M. Scherer
Instituto Goethe de México.
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como citar este artículo → Scherer, Bernd M. (2003). Agua-wasser. Ciencias 72, octubre-diciembre, 18-19. [En línea] |
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Casas de agua |
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Federico Fernández Christlieb
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Para los pueblos mesoamericanos el agua no sólo era un recurso y un elemento divino, sino la estructura fundamental de su territorio. La unidad territorial básica en la que se organizaban antes de la conquista, recibía —en náhuatl— el nombre de altepetl. Este término fue traducido por los cronistas de indias como “pueblo”. La explicación de estas unidades territoriales estructuradas por el agua es parte de la geografía del cosmos mesoamericano, según nos lo describen las fuentes del siglo XVI.
La composición del cosmos —sintetizada convincentemente por varios autores—, consiste en un plano terrestre en forma de flor de cuatro pétalos, orientado cada uno de ellos hacia un punto cardinal. Arriba de esta superficie se levantan trece pisos celestes y debajo hay nueve pisos pertenecientes al inframundo. Los niveles horizontales estaban ligados por diversos elementos verticales que podían ser representados, por ejemplo, mediante árboles cuyos troncos eran divinas vías de comunicación; mientras que sus ramas arañaban el cielo, sus raíces se hundían para tocar la materia del subsuelo.
Sin embargo, esta descripción debe ser complementada con otra más sencilla vinculada a la vida cotidiana de los pueblos mesoamericanos, y sustentada en su experiencia. Para ellos el paisaje está hecho de sierras y planicies, de ambientes variados que se pueden recorrer o que son inaccesibles. En su modelo la superficie terrestre es como una enorme isla de planta circular con elevaciones y depresiones que se halla rodeada efectivamente por un mar. Sobre la línea del horizonte este mar eleva sus extremos para continuar en el cielo que es, a su vez, el techo del mundo. Cielo y mar son una misma pieza. Al mismo tiempo el agua salada permea toda la inmensa isla, filtrándose hasta quedar dulce al momento de aflorar a la superficie por manantiales y escorrentías. El agua también proviene, con toda congruencia, del cielo y de las partes altas en donde se forman las nubes.
No hay dificultad para probar este modelo, basta con cavar un pozo para darse cuenta de que la tierra está rellena de agua. Los cerros son entonces grandes depósitos de este líquido que escurre desde lo alto en forma de arroyos y ríos. Los manantiales son cuarteaduras de esos cerros que dejan escapar el agua. Hay incluso quien ha entrado por oquedades a las montañas para comprobar que en el interior de las grutas y cuevas hay mucha humedad, escurrimientos constantes y encharcamientos. Por si fuera poco, la observación cuidadosa también nos revela cómo las nubosidades asociadas a la lluvia se producen en las laderas montañosas; de modo que, respecto al agua, el modelo mesoamericano es exacto, tanto como la expresión confeccionada por Fray Bernardino de Sahagún en el sentido de que los montes eran, para los indios, “casas llenas de agua”.
La geografía del altepetl
Para los geógrafos, el estudio de esta institución de origen prehispánico es fundamental para entender la ocupación del territorio en la época colonial e incluso para dirimir conflictos limítrofes en momentos recientes. Hasta el momento los aspectos políticos del altepetl han sido desentrañados satisfactoriamente por varios especialistas, en particular desde la historia, la antropología y la arqueología. Sabemos, por ejemplo, que el altepetl estaba gobernado por un tlatoani, “cacique” según los españoles, perteneciente a uno de los calpolli o “barrios” que lo componían. También sabemos que la preeminencia política no estaba depositada siempre en el mismo calpolli, sino que era rotatoria. Siguiendo la posición geográfica que ocupaban en el terreno en dirección opuesta a las manecillas del reloj, les correspondía el gobierno por turnos. Dicho de otro modo, si un altepetl estaba formado por cuatro calpolli y cada uno de ellos estaba ubicado hacia un punto cardinal, primero gobernaría el tlatoani del oriente, luego el del norte, después el del poniente y por último el del sur, antes de que se repitiera el ciclo otra vez. Ésta era la forma en la que se generaba el tiempo, circulando por los cuatro pétalos de la flor que esquematizaba el plano terrestre. Del mismo modo, las demás actividades colectivas estaban regidas por esta rotación; por ejemplo los turnos de trabajo comunitario, la organización de las fiestas y la recolección del tributo. Finalmente, el altepetl poseía un territorio de límites reconocidos. Así, se trataba de una especie de ciudad-estado nominalmente soberana.
Pero la geografía se ha sentido atraída no sólo por los aspectos político-territoriales, sino en particular por el hecho de que el término altepetl también hace referencia al paisaje, la ecología y la geomorfología. De este modo, a su traducción más socorrida como “pueblo” debemos agregar la que se desprende de sus raíces atl, agua, y tepetl, cerro. De hecho, el glifo que lo representa es precisamente una montaña en cuya base se abre una cueva por la que puede salir un chorro de agua. Una vez más, debemos hacer caso de la manera en que Sahagún reportó este término hacia 1569: “también decían que los montes […] están llenos de agua; y que cuando fuere menester se romperán los montes, y saldrá el agua que dentro está, y anegará la tierra; y de aquí acostumbraron a llamar a los pueblos donde vive la gente altepetl, quiere decir monte de agua o monte lleno de agua”.
En la visión mesoamericana el macrocosmos, descrito en el apartado anterior, guarda en su interior universos más pequeños. De la misma manera que una pirámide encierra varias pirámides menores, el cosmos engloba varios microcosmos que poseen las mismas características del original pero a una escala reducida. El altepetl es uno de ellos.
Por consiguiente, el ambiente ideal para establecer un altepetl es un medio acuoso; de preferencia una isla circundada por un gran lago, enmarcado a su vez por una cadena de montañas. Los lagos de Pátzcuaro o de México son buenos ejemplos. En las fundaciones que los indios hicieron antes de la llegada de los españoles tomaron muy en cuenta estas formas de relieve porque, además de reproducir la estructura geográfica del macrocosmos, tenían tras de sí un modelo mítico: el del Culhuacan-Chicomoztoc, es decir la montaña primordial que albergaba las siete cuevas en las que los hombres habían sido concebidos. En el origen de los pueblos mesoamericanos siempre está un sitio con estas características geográficas. También Aztlán es descrita como una isla lacustre de la que supuestamente partieron los mexicas en peregrinación.
Una variante de la isla lacustre es lo que Angel García Zambrano ha llamado “rinconada”. Se trata de una cuenca hidrográfica en la que el agua no se acumula como en un lago, pero está siempre presente en manantiales y arroyos. Esta cuenca está delimitada por una serranía en forma de herradura, en cuyo interior se arrincona el asentamiento indígena. La cuidadosa selección de estos paisajes llevaba implícitos criterios de orden estético, pero también funcional. La rinconada no sólo era una forma acogedora del relieve que brindaba abrigo al altepetl, sino que era una unidad ambiental vertebrada por cuerpos de agua. Si se reúne un mínimo de características geológicas, edafológicas y botánicas, la rinconada garantiza el aprovisionamiento de agua incluso en época de secas. Así que es muy probable que los pueblos mesoamericanos observaran durante varios años el comportamiento hidrológico de un sitio antes de decidir convertirlo en su hogar, en su casa de agua.
Desde la óptica privilegiada por la geografía podemos afirmar que no hay altepetl sin agua y sin los cerros que la contienen. Pero afinando esta premisa, podemos detallar que todo asentamiento poblacional indígena estuvo asociado a un paisaje, frecuentemente de rinconada, en el que eran importantes los ríos, los arroyos, los lagos y lagunas, los manantiales, las grutas y cuevas, los sumideros, las cascadas, los cenotes y las corrientes subterráneas. Estas formas del relieve vinculadas al agua eran también conexiones con los pisos del inframundo, entradas al seno de la tierra.
Así pues, volviendo a esta imagen de las pirámides que se superponen una a otra, tenemos el paisaje primordial mítico que se superpone al paisaje empírico del universo visible, que a su vez lo hace sobre el altepetl superpuesto de igual forma sobre el calpolli. El cuerpo humano y algunos vegetales también funcionan como microcosmos. En el caso del primero es más evidente si se trata de una mujer, que es vista como un contenedor de agua (o de sangre, que es lo mismo) y como sinónimo de fertilidad y alimento. El segundo caso lo podemos ejemplificar con un guaje o una biznaga, familiares de los cerros y las rinconadas en tanto que guardan agua para los momentos de sequía. En náhuatl estos vegetales son referidos como teocomitl o apaztli, que quiere decir “olla grande”; resulta significativo que el mismo nombre sea utilizado para definir una jícara o una pequeña cuenca hidrográfica. Como recipientes minúsculos, las cactáceas y cucurbitáceas cumplen exactamente las mismas funciones que el resto de los cosmos: guardar agua y con ella dar vida.
Aguas y cerros de hoy
Desde mediados de 2003 los pueblos vecinos de Xalatlaco, Estado de México, y San Miguel Ajusco, D.F., incrementaron el tono de los reclamos limítrofes que los han enfrentado durante siglos. En la base de sus argumentos está la noción de altepetl entendido no como un territorio marcado con mojoneras, sino como un conjunto de recursos naturales que constituyen la base de su identidad colectiva. Sus pruebas documentales son planos que datan de los siglos coloniales, en donde aparecen hitos del paisaje tales como cursos de agua, estanques, lomas y cañadas. El archivo de la Secretaría de la Reforma Agraria está lleno de estos expedientes, en donde los litigantes exigen la tierra otorgada por sus ancestros quejándose del pueblo vecino, que esgrime argumentos similares.
En buena medida el agua sigue estructurando su espacio e imprimiendo ritmo a su tiempo. Por ejemplo, el calendario festivo del medio rural mexicano tiene un acentuado ritmo que obedece a las temporada de lluvias y secas. En Ameyaltepec y San Juan Tetelcingo, Guerrero, en mayo, cuando ya urge que llueva, las autoridades de los pueblos encaminan una procesión que sube a los cerros a pedirles que suelten el agua para la siembra; es la fiesta de la Santa Cruz que muchas poblaciones celebran más por su eficacia para propiciar la lluvia que por su simbolismo cristiano. Huelga decir que las procesiones de la mayoría de los pueblos en México parten de la iglesia y recorren los diferentes barrios en el sentido opuesto a las manecillas del reloj, confirmando que los espacios tienen memoria. En esos mismos pueblos sigue existiendo el carácter rotativo para efectos de trabajo comunitario o de organización de fiestas. En algunas localidades de Oaxaca, este sistema sirve incluso para designar al candidato del pri a la presidencia municipal.
Cerca de la vega de Metztitlán, Hidalgo, existe una estrechísima y profunda cañada que se acompaña de una oquedad en una de las laderas que la forman. Los lugareños llaman esta proximidad de cerros el tepelmonamique, lo cual puede haber sido originalmente tepetl monanamicyan o lugar donde se encuentran los cerros, nombre que recibía el tercer piso del inframundo según Alfredo López Austin. Hasta hace muy poco tiempo, en este paraje se realizaron “curas” contra la infertilidad femenina, lo que nos sugiere de nuevo la relación omnipresente entre el agua, la tierra y los frutos que de ella nacen. En esta misma región escuchamos al testigo de un sangriento asesinato describir cómo al cuerpo de la víctima “se le había salido toditita su agua”; agua, sangre, fertilidad y vida contenidas en un cuerpo montuoso.
Los ejemplos de esta concepción abundan en todas las rinconadas de lo que fue Mesoamérica. Tal vez percatados de ello en Europa, los científicos dedicados a la geomorfología y la hidrología insisten en introducir para las montañas el elocuente término water towers, una vez que sus análisis convencionales no pueden explicar la permanencia de este recurso ante condiciones realmente adversas. Este término, “torres de agua”, nos recuerda inevitablemente las “casas de agua” de las que habló Sahagún quinientos años antes que ellos.
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Referencias bibliográficas
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Sahagún, B. de. 1569. Historia general de las cosas de la Nueva España. Porrúa, México, 1999.
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Federico Fernández Christlieb
Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo →
Fernández Christlieb, Federico. (2003). Casas de Agua. Ciencias 72, octubre-diciembre, 72-76. [En línea]
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De Neuros y otros seres fantásticos |
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Ramón Aureliano A.
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Dele cualquier cosa a leer o a mirar, estudio
árido o risueño. Se apasionará por todo lo
que le sea nuevo. Sencillamente se sorprenderá
de no haber vivido aún en aquel sentido, y
traducirá el placer de su descubrimiento bajo
una forma cualquiera, sin haber dejado de ser
él mismo
[...] Habías pensado quizás demasiado en la
Luna, donde nada nos señala todavía la
presencia de vida orgánica.
Más valdría pensar en esa sucesión de magníficos
alumbramientos a los que sin razón se llama las
razas perdidas, como si algo pudiera perderse
en el universo, y como si toda vida nueva no
fuera la transfiguración de elementos de la
vida anterior.
George Sand, Viaje a través del Cristal
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Era susceptible de admiración entusiasta; pero
para él la belleza era un estado del ser
en relación con las condiciones de su existencia.
Caía en éxtasis frente a los más horribles
animales de las épocas antidiluvianas.
Se pasmaba de gozo frente a los dientes del
mastodonte, y las facultades digestivas
de ese monstruo le arrancaban llantos de
enternecimiento. Todo era para él mecanismo,
relación, adecuación y función.
George Sand, Viaje a través del Cristal
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Dedicado a la contemplación de esos viejos volúmenes polvorientos, húmedos por el largo paso de los años sobre sus hojas y sus mullidas pastas, tomaba de otros autores pareceres en curiosas cuestiones. Supliendo las horas vertidas en desvelos y puestas tras la positiva vocación de rastrear por callejuelas, gabinetes y otros lugares esos viejos volúmenes que parecían estar esperando la mirada aviesa que identificara las desleídas marcas en sus lomos, me dí a la tarea de reunir noticias que hicieron fuerza en mi razonamiento, de las cuales doy algunas a la luz para juicio del lector interesado.
Dicen, como suelen narrar los viejos cuentos, las viejas crónicas o las opiniones antiguas, que en Tierras Septentrionales habitaban los seres llamados “Neuros”, que se “convertían en cierto tiempo del año en lobos”, pues como en aquellas provincias “haya tantos encantadores y hechiceros, tienen sus tiempos determinados en que se juntan y hacen sus congregaciones y que para esto todos toman las figuras de lobos, y aunque no declaran la causa por qué lo hacen, de creer es que tienen algún concierto o pacto con el demonio”. Pero en los días en que esta gente se transfigura —continúa el relato— son tantos “los daños y excesos que hacen, que los lobos verdaderos son mansos en comparación de ellos, y como quiera que sea no hay que dudar de que hagan esta transfiguración” y como prueba de tales aseveraciones se dice que un emperador de Rusia que hizo “prender a uno que tenía fama de ser de los que se transfiguraban, lo hizo traer ante sí metido en una cadena, y preguntándole si era verdad que podía mudar su figura en lobo, él dijo que sí”, y una vez consumada la transfiguración salió de una pequeña cámara convertido en lobo, pero como aquel emperador había solicitado que llevaran a su lado dos enormes mastines, estos le vieron, y teniéndolo por ser verdadero lobo hicieron presa de él “sin que el desventurado pudiese valerse ni defenderse”. Pero nos hemos remitido a este caso sobre esa clase de seres llamados Neuros (cuyas noticias remontan algunos a los escritos de Solino, Plinio y Pomponio Mela) sin poder decir nada sobre su naturaleza, y es que en estos casos también se da la aparición del factor humano, como lo mostramos en la siguiente noticia.
Se dice que, hace no mucho tiempo, en el reino de Galicia encontraron un hombre que andaba vagando por los montes extrañamente cubierto con una piel de lobo, y que cuando hallaba en su camino a algún mozo pequeño lo mataba, y como era mucho el daño que hacía, varios aldeanos se decidieron a cazarle. Lograron su cometido, y cuando lo prendieron notaron que era un hombre y lo pusieron en una cárcel. A pesar de que le infligieron varios tormentos sólo lograron escucharle palabras que parecían disparates. Por alimento solo comía carne cruda, y “murió antes de que hicieran justicia de él”. Se tiene por historia probada, o al menos existen muchas noticias de ello, que hay hombres que pueden lograr una o varias transfiguraciones, hombres que se muestran en forma de animales para utilizar de lo que en “el pasado usaba” o actuar como el animal del cual tomaban su forma. Pero dejemos hasta aquí esta parte de la historia.
Sabemos de escritos curiosos, como Prodigios de la Naturaleza, Hojas, o las muy conocidas Relaciones, que abundan en noticias como las anteriores. Atendiendo a su copiosa impresión podemos ver gruesos volúmenes completados con sus páginas. Noticias para pasar de mano en mano o ser escuchados en plazas a la convocatoria de una campanilla que les anunciara. Sucesos reales, militares, actos, fiestas, procesiones de la Iglesia o de las monarquías ocupan en gran medida la tinta de esas Hojas, le siguen desdichas de la naturaleza como terremotos o nacimientos de los llamados “monstruos”, que acompañan a las relaciones de apariciones, milagros y demás portentos, como la Relación verdadera de un parto monstruoso nacido en la ciudad de Tortosa en 1634: “ella estaba preñada de ocho meses, y por estar enferma la pusieron en una cama, y el siguiente día fiesta del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, aviendo confesado, y comulgado le tomaron dolores de parto entre las diez y las onze del día, y a los tres quartos para las doze parió la criatura, cuya figura se vé pintada”.
La Relación describe a este ser comenzando por la parte de adelante, para después pasar a la parte de la espalda y la descripción del interior. Las dos cabezas “tan bien pobladas de cabello color castaño, como la que mas, con dos rostros mui hermosos con tanta perfeccion que parecia […] dos tetezuelas en el debaxo del pecho tenía la barriga conforme cualquier cuerpo humano, y en el su ombligo, y en el suelo del vientre, y en su lugar tenia la señal, por el cual mostraba ser de sexo femenino, aunque no con la proporcion devida, porque parecia ser de perra buelta al rebes”.
Vuelta de espaldas “mostraba estar los dos cuerpos juntados por los lados, el uno el lado derecho juntava con el izquierdo del otro, y mostrava tener dos espinazos, y en cada uno asentaba su cabeza, y baxando por abaxo se iban juntando los dos espinazos, y venian a hazer como dos canales, y al cabo del uno avia una colezilla, o rabillo como un grano de almendra no mui grande”.
El 8 de marzo se “juntaron para hazer anatomia deste cuerpo el Doctor Lorenzo Romeu, y el Doctor Francisco Revull y Mosen Iayme Miro cirujano”, lo “abrieron, y hallaron que el ombligo acudia al higado, el qual higado esta mui grande para lo que era el cuerpo, y hallaron un corazón atravesado en el pecho y que de cada cabeza baxava una traquiarteria, y venia a parar á cada lado del corazón…
vieronse estos prodigios de naturaleza”.
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Referencias bibliográficas
Las noticias sobre los Neuros proceden de Antonio de Torquemada, Jardín de Flores Curiosas.
Alabado sea el santissimo sacramento, y la limpieza de la pura y la limpia Concepción… Relación verdadera de un parto monstruoso nacido en la ciudad de Tortosa… Madrid, Herederos de la viuda de Pedro de Madrigal, 1634.
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Ramón Aureliano Alarcón
Instituto Mora
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como citar este artículo → Aureliano Alarcón, Ramón. (2003). De Neuros y otros seres fantásticos. Ciencias 72, octubre-diciembre, 54-56. [En línea] |
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de la red | ||||
Especias medicinales |
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Susana Biro
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De dónde viene y qué país la produce, no se sabe. Lo que se dice es que las varas secas, que hemos aprendido de los fenicios a llamar canela, son llevadas por unas grandes aves a sus nidos hechos de lodo. Estos nidos se encuentran en acantilados que ningún hombre puede escalar. El método que los árabes han inventado para conseguirla consiste en cortar los cuerpos de bueyes, burros u otros animales en grandes pedazos y dejarlos en el piso cerca de los nidos. Hecho esto, se retiran a una distancia segura y esperan. Las aves bajan y se llevan los enormes trozos a sus nidos que, al no ser lo suficientemente resistentes para soportar tanto peso, se rompen y caen al suelo. Entonces vienen los hombres y recogen la canela, que luego es exportada a otros países.
Así relata Herodoto el origen de una de las especias más importantes de su época. Esta anécdota refleja, más que la credulidad o la imaginación del historiador griego, la importancia que tenía para los árabes mantener en secreto el origen de la canela y otras especias con las que comerciaron muy lucrativamente en Europa durante siglos. Tan importantes fueron especias como la pimienta o la nuez moscada, que fueron una de las razones que impulsaron los viajes de exploración del siglo xv. Para evitar el monopolio que en esa época tenían los venecianos, primero los portugueses y luego varias otras naciones europeas se hicieron a la mar en busca de las famosas Indias Orientales.
Sabemos que las especias se han utilizado para cocinar por lo menos desde la cultura egipcia. Al ser de fácil acceso, el ajo, la cebolla y la raíz fuerte se usaron siempre para mejorar el sabor de las comidas aburridas o podridas de los hogares más pobres en Europa. Las especias más exóticas, como el clavo o la mostaza, solamente llegaban a los hogares más ricos y su uso era considerado una muestra de poder. Además de ser usadas en la comida, las especias se han combinado para aromatizar nuestros cuerpos y hogares. Incluso hasta la fecha, los inciensos y los perfumes son delicadas combinaciones de varias especias.
También desde las primeras culturas estas sustancias se utilizaron con fines curativos. Los griegos asociaban distintas especias con los cuatro humores del cuerpo: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Así, por ejemplo, el jengibre, que produce calor en la boca, se utilizaba para calentar el estómago y ayudar a la digestión. En México tenemos todo tipo de recetas para cualquier malestar. Por ejemplo, se dice que una tos muy fuerte se cura con una mezcla de miel, limón y ajo. Recientemente se han empezado a hacer estudios para conocer las sustancias activas que contienen estos exóticos ingredientes y las acciones de cada una de ellas sobre el funcionamiento del cuerpo humano. El departamento de historia y colecciones especiales de la biblioteca biomédica de la Universidad de California con sede en Los Ángeles (ucla) ha elaborado una sencilla e interesante página que aborda el tema: http://unitproj. library.ucla.edu/biomed/spice/ index.cfm.
En esta página se ubica de manera general a estas cortezas, raíces y semillas de todo el planeta dentro de la historia y la cultura. En varias de las secciones se recomiendan lecturas más profundas sobre los temas que se van tratando. Además, abordan brevemente cada una de ellas, contrastando lo que se dice y lo que hoy, desde la ciencia, se sabe de ellas. Acerca del ajo, por ejemplo, se ha comprobado que contiene sustancias químicas que reducen la hipertensión, el colesterol en la sangre y que atacan algunas infecciones. Sin embargo, para la mayoría de las especias citadas en esta página no hay evidencia de las cualidades que se les adjudica, como el anís, que en diversas culturas es considerado bueno para la digestión y no muestra evidencia farmacológica de ello.
Estos polvos, semillas, varitas, raíces y hojas que hoy compramos en asépticos frasquitos en el supermercado han viajado de un continente a otro a través de nuestra historia. En el camino dieron sabor a la cocina, volumen a la cultura y picor a la economía y la política. Hoy empezamos a entender cómo es que ayudan a nuestra salud.
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Susana Biro
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Biro, Susana. (2003). Especias medicinales. Ciencias 72, octubre-diciembre, 44-45. [En línea] |
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del herbario | ||||
La floración de Furcraea martinezii |
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Abisaí García M.
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Entre la interesante flora de México se encuentran algunas especies que nos sorprenden por su biología y en especial por su espectacular reproducción, diferente a la de la gran mayoría de especies que conocemos. Es el caso de Furcraea martinezii García-Mend. & L. de la Rosa, la cual floreció durante el presente año en el jardín botánico del Instituto de Biología de la unam. Pero, ¿qué tiene de especial la reproducción de esta planta?
El ejemplar de Furcraea martinezii que floreció en el jardín botánico fue introducido ahí en julio de 1990 y medía 3.5 m de alto. Es posible inferir que este ejemplar debió tener aproximadamente entre 40 y 60 años de edad, ya que la estimación de crecimiento en otras agaváceas arborescentes es de 4 a 8 centímetros por año.
Por las observaciones precisas sobre la longevidad de estas plantas y de otras especies grandes de Agave que se han hecho en algunos jardines botánicos extranjeros se sabe que hay que esperar entre cuarenta y noventa años para que den flores. Los eventos reproductivos de algunas agaváceas causaron tanto asombro a los europeos que durante los siglos XVII y XVIII sus floraciones aparecieron impresas en murales, monedas, medallas y pinturas. Incluso, en 1713 la floración de un ejemplar en Copenhague se celebró con una poesía de más de 600 versos.
En México no tenemos registros puntuales sobre su tasa de crecimiento, sin embargo la planta del jardín botánico creció, en condiciones óptimas de desarrollo, un metro en trece años y necesitó alrededor de tres años para reponerse del estrés al que fue sometida durante su extracción de la naturaleza. En ese tiempo almacenó el agua y los nutrimentos suficientes para madurar, pero ahora que ha florecido la planta tendrá una muerte lenta a lo largo de aproximadamente un año. Este fenómeno biológico conocido como monocarpía se presenta en aquellas especies que sólo tienen un evento de reproducción y posteriormente mueren, hecho típico de muchas agaváceas de larga vida.
Al momento de producir su inflorescencia, esta Furcraea martinezii tenía un tallo de 4.5 m de alto por 140 cm de circunferencia, cubierto casi en su totalidad por hojas secas que lo protegían de la intemperie y que a su vez permitían que el agua escurriera hacia sus raíces cuando llovía. En el ápice del tallo se encuentran las hojas, de casi dos metros de largo y arregladas en una roseta, que además son suculentas y tienen pequeños dientecillos en el borde. La inflorescencia comenzó el 16 de diciembre de 2002 y terminó de crecer un mes y medio después, alcanzando un tamaño de 5.5 m adicionales al tamaño del tallo. El 10 de febrero de 2003 comenzaron a abrirse las primeras flores, hasta que la mayoría se encontraba en antesis dos semanas después; entre el 10 y 14 de marzo la floración prácticamente había terminado y ya se habían caído la mayoría de las flores. La inflorescencia es de forma piramidal y sostiene 48 ramas; las más largas de ellas son las primarias, miden cerca de 2 m, y a su vez sostienen ramas más cortas o secundarias, que miden entre 15 y 30 cm, sobre las cuales se hallan grupos de tres y cuatro flores. En una rama primaria cercana a la base se contaron 678 flores, por lo que la inflorescencia completa debió tener entre 20 000 y 30 000 de ellas. Las flores son colgantes, de color blanquecino, y durante la mañana y las primeras horas de la tarde producen un aroma delicado semejante al del jazmín. Durante ese tiempo las flores eran visitadas principalmente por insectos, sin embargo se desconoce qué animales las polinizan en condiciones naturales.
Tres semanas después, entre el 1 y 5 de abril, tras un aparente reposo, los frutos y pequeñas plantitas aéreas de entre 1 y 2 mm, conocidas como bulbilos, comenzaron a desarrollarse en las ramas secundarias. Estas plantitas se originan a partir de yemas vegetativas que emergen junto a las flores o en vez de ellas. Entre el 5 y 10 de mayo se observaron bulbilos de diferentes tamaños, de los cuales los más grandes medían entre 10 y 12 cm y se reconocían por ser foliosos y por desprenderse muy fácilmente de la planta madre. La mayoría de los bulbilos caen en un radio de 5 m alrededor del tallo, y cuando los vientos son muy fuertes llegan hasta 20 m o más. Una vez en el suelo, rápidamente forman raíces si las condiciones climáticas son adecuadas.
La cantidad de bulbilos que produce cada especie es variable, pero siempre contados en miles. Un conteo directo en la especie Furcraea macdougallii, que también floreció en el jardín botánico, pero en 1998, produjo más de 15 000, por lo que es de esperarse que la Furcraea martinezii llegue a producir más, ya que hasta el 12 de junio se habían contabilizado 9 300 y aún permanecían en abundancia sobre la planta. En otras especies de agaváceas los bulbilos persisten hasta dos años sobre las infrutescencias secas y son el alimento preferido de numerosos insectos, principalmente larvas de mariposas.
En las especies de Furcraea y en algunas del género Agave se ha observado que la formación de bulbilos es inversamente proporcional a la tasa de fructificación, ya que si la reproducción sexual falla por pérdida de polinizadores o excesiva depredación de flores, el genet puede sobrevivir por sus vástagos, de tal manera que la producción de bulbilos es una respuesta adaptativa a este problema. Su generación parece haberse originado para asegurar una dispersión a mayor distancia y un rápido establecimiento en hábitats heterogéneos. También se reporta una relación entre esterilidad del polen y una alta producción de bulbilos, sin embargo este fenómeno y su correlación con la monocarpía son eventos biológicos aún inexplorados. En estas especies que se reproducen vegetativamente aunque no se da la recombinación genética, se han observado mosaicos cromosómicos en las células somáticas, originados por la no disyunción o aneuploídia, que puede originar nuevos individuos genéticamente diferentes a sus padres, sobre los cuales opera la selección natural.
La alta producción de bulbilos es un fenómeno que a su vez permite la existencia de estas plantas en las colecciones de varios jardines botánicos del mundo, donde son apreciadas como ornamentales. Sus características hortícolas fueron mayormente valoradas durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX, cuando numerosas especies de plantas de América fueron introducidas a los mercados de Europa; entre ellas podemos señalar dos especies arborescentes de Furcraea de México, que fueron descritas en revistas de jardinería y comercializadas en algunas ferias hortícolas. Furcraea longaeva fue descrita por los alemanes Karwinski y Zuccarini, en 1832, a partir de plantas recolectadas en las montañas de Oaxaca por el propio Karwinski. Entre sus cartas personales se menciona que sólo fueron introducidas siete plantas de casi un metro de alto y 12.5 cm de diámetro, vendidas al precio de 20 luises de oro y a 10 luises las que medían la mitad, es decir 137.8 y 68.9 gr de oro puro respectivamente. El epíteto específico alude al gran tiempo de vida que transcurre para que la planta madure y fructifique, ya que en palabras de Karwinski, y según la tradición de los indígenas, la especie necesita 400 años o más para florecer. Un tiempo más probable, investigado mediante el trabajo de campo, podría ser de entre cincuenta y cien años.
La especie Furcraea parmentieri (Roezl ex Ortgies) García-Mend. fue descrita originalmente como Yucca parmentieri por Ortgies en 1859. La planta en que se basó la descripción había sido colectada por el horticultor alemán Benedict Roezl cuando ascendió al monte Ajusco en enero de 1857, en donde juntó semillas y bulbilos que envió a Europa, para ser propagados rápidamente. Al parecer las plantas cultivadas en toda Europa procedían de la colecta original de Roezl, ya que sus envíos de México eran por toneladas. La especie fue la sensación en varias ferias hortícolas del siglo XIX y se le conocía bajo varios nombres de jardinería, por lo que en la actualidad podemos mencionar al menos nueve sinónimos publicados. Esta especie aún se puede encontrar en varios jardines botánicos europeos, como algunos del sur de Inglaterra, donde sus asombrosas floraciones siguen causando expectación.
Las reproducciones sexuales y asexuales son comunes en las especies de agaváceas, lo que les confiere un gran potencial evolutivo. Los registros sobre la reproducción de estas plantas longevas son escasos en la literatura, pero son interesantes desde un punto de vista biológico, dado que no han sido investigados los factores que las disparan en la naturaleza, de manera que los detalles sobre los factores evolutivos que causan tal comportamiento aún son un enigma.
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Descripción y clasificación botánica | ||||
Furcraea es un género con veinticinco especies distribuidas en las regiones tropicales y templadas de América. Se distingue de otros géneros de la familia Agavaceae por sus hojas enteras, serruladas o con dientes en el margen y su ápice mucronado o endurecido, sus flores campaniformes con tépalos elípticos u ovados, ovario ínfero, y estambres y estilo engrosados en su parte media.
Se divide en dos subgéneros; el subgénero Roezlia, al que pertenece Furcraea martinezii, se caracteriza por tener plantas arborecentes con hojas de márgenes finamente denticulados, ápice endurecido por enrollamiento del margen y bulbilos siempre foliosos (órganos de propagación vegetativa que nacen en la inflorescencia). El subgénero Roezlia está conformado por cuatro especies distribuidas en las montañas del centro y sur de México y Guatemala, donde crecen en bosques templados a altitudes que van de 2 000 a 3 400 msnm.
Furcraea martinezii es una especie microendémica de México y se encuentra sólo en algunas pequeñas poblaciones en la Sierra Madre del Sur en el estado de Guerrero. Crece sobre suelos arenosos derivados de cenizas volcánicas, entre 2 360 y 2 450 msnm, en bosques mesófilos de montaña dominados por Pinus, Quercus, Chirantodendron, Alnus, Ostrya y Clethra. A pesar de su gran tamaño permaneció desconocida para los botánicos durante muchos años, debido a que sus eventos reproductivos no son anuales sino que están separados por varios años. Esta especie se puede considerar rara debido a que sus poblaciones tienen pocos individuos y su distribución geográfica es muy restringida, lo cual incide en la escasez de colecciones de ella en los herbarios, pues sólo hay diez colectas, hechas por Eizi Matuda en 1974, y por García-Mendoza en 1988, 1997 y 1998. En Guerrero se le conoce como “maguey de la sierra” y antiguamente se extraía ixtle de las hojas y con sus flores se adornaban las iglesias durante la Semana Santa.
El epíteto se le dio en honor del biólogo Esteban Martínez Salas, quién nos llamó la atención hacia esta extraordinaria planta. Esteban es un gran conocedor de la flora mexicana, ha colectado más de 35 000 unidades de plantas mexicanas y centroamericanas y ha descubierto en la naturaleza numerosas especies nuevas, así como una nueva familia en el reino de las plantas con flores, la familia Lacandoniaceae.
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Abisaí García-Mendoza
Jardín Botánico, Instituto de Biología, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → García Mendoza, Abisaí J. (2003). La floración de Furcraea martinezii un espectáculo inusitado en el jardín botánico. Ciencias 72, octubre-diciembre, 32-35. [En línea]
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La restauración de ríos y lagos |
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Luis Zambrano
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El primer contacto cercano que tuve con un río fue al cruzar el Pánuco en el famoso “chalán”, que es un tipo de panga que cruza carros y personas de Mata Redonda, Veracruz, hacia Tampico, Tamaulipas. Todos los años cruzaba el Pánuco al menos dos veces en la búsqueda de vacaciones en casa de mis abuelos. A finales de los ochentas el puente Tampico le dio continuidad a la carretera costera del Golfo, sustituyendo al famoso y tardado chalán. Lo elevado de este puente hacía que el río se viera a unos cien metros de distancia. A pesar de que lo crucé múltiples veces tengo pocas imágenes del río en la memoria, de su color, sus olas y de la vegetación que lo rodeaba; mi recuerdo del río se basa más bien en lo ancho y lo tardado que era cruzarlo. Contrasta con los recuerdos precisos que tengo tanto del chalán como del puente. Esto se debe a que nadie me enseñó, como a muchos mexicanos, a ver los ríos y los lagos como interesantes sistemas que se pueden degradar y que hay que cuidar. Yo veía al río como a las carreteras: algo que hay que cruzar para llegar a la meta final. Quizá mi apreciación sobre el río hubiera sido otra si me hubiera enterado que el Pánuco está en una cuenca que se caracteriza por ser de las que tienen una mayor diversidad de peces dulceacuícolas del país. Mi percepción también hubiera sido diferente si me hubieran dicho que esta misma cuenca, como muchas otras habitadas en el país, cuenta con altos índices de contaminación en el agua y que a este efecto se le suman las altas tasas de asolvamiento, desecación, sobreexplotación de organismos y el efecto de especies exóticas introducidas. El Pánuco no es el único en estas condiciones; prácticamente todos los ríos y lagos, pequeños o grandes, están muy deteriorados por todos o alguno de los males arriba mencionados. Las consecuencias de este deterioro pueden ser muy graves: reducción de la diversidad acuática, imposibilidad de utilización del agua, problemas de salud y pérdida parcial o total del cuerpo de agua.
Decir que los ríos y los lagos están completamente deteriorados es un lugar común. También lo es el decir que hay que hacer esfuerzos descomunales para restaurarlos. Pero, ¿qué significa la restauración?, ¿cuánto se tarda llevarla a cabo y cuáles son los costos de ponerla en práctica?
El concepto de restauración es relativamente nuevo, por lo que todavía adolece del mismo problema que todos los conceptos en biología sufren durante sus primeros años: todo el mundo habla de ellos pero nadie tiene una visión sólida de lo que significan. Por lo cual cada quien se hace una idea diferente del concepto. Esto disminuye la capacidad de comunicación y debilita los argumentos a favor de la restauración de algún sistema.
La visión empírica que genera la palabra restauración sugiere el significado de revertir los daños producidos a un ecosistema, dejándolo exactamente igual a como estaba antes de la perturbación. Esta visión deja el concepto virtualmente en la utopía, puesto que la mayoría de los daños que causan las perturbaciones son irreversibles. Tal es el caso de la extinción de uno o varios organismos o los cambios drásticos en la geografía o geología de la región. Otro problema de esta visión empírica de la restauración es que asume que la sucesión ecológica cuenta con una sola dirección que llega a un único clímax. Como consecuencia, si el sistema deja de ser perturbado volverá a su estado “natural”. En la gran mayoría de las ocasiones esto no es cierto. Si se deja de perturbar un sistema éste podría volver a un estado similar al previo a la perturbación, pero muchas veces produce otro tipo de sistema muy diferente al original e incluso se queda como si se siguiera perturbando, lo cual pasa mucho en lagos.
Un tercer problema de esta visión empírica es la nula información ecológica que suele tenerse del sistema antes de la perturbación. Esto hace imposible el restaurarlo puesto que no se sabe como era antes. Un ejemplo de este problema es el que sufren los restauradores de los Everglades en Florida. Los cambios en este gran humedal que abarcaba todo el sur de la península de Florida se hicieron hace más de medio siglo y no se cuenta con información que sugiera cómo era la dinámica de los humedales en esa época. Muchos investigadores de Florida están buscando en la península de Yucatán sistemas no perturbados que se parezcan a los de los Everglades para usarlos como modelo similar en la restauración. Pero estos investigadores tienen suerte de contar con un sistema similar no perturbado, cosa que nosotros no tendremos si seguimos destruyendo las últimas selvas inundables al desarrollar el turismo en el mar caribe.
Esta visión empírica del concepto no soporta el peso de la realidad una vez que los restauradores se enfrentan a un sistema perturbado. Es por esto que los restauradores han sugerido algunas palabras asociadas al concepto de restauración. Un primer concepto asociado es el de “rehabilitación”; ésta busca recuperar un sistema perturbado pero no considera que el sistema deberá quedar exactamente igual que como estaba antes. De esta manera se pueden hacer grandes esfuerzos para rehabilitar un sistema con el fin de que se parezca a lo que era en un principio sin el compromiso de que quede como estaba originalmente. Otro concepto asociado es la enmendación, que implica recuperar un sistema para dirigirlo hacia algo deseable por las personas que lo rodean, pero éste no se acerca siquiera a lo que el sistema perturbado era en un principio. Este concepto se utiliza mucho en los casos que en un sistema ha sido perturbado por alguna actividad productiva y al pensar en la restauración es imposible evitar que la actividad productiva se detenga. Por lo tanto se genera un sistema alternativo en el cual se recuperen algunos de los valores “ecológicos” del mismo sin perder su potencial productivo.
Considerando entonces la necesidad de volver realista el concepto de restauración para poderlo utilizar consistentemente, ha sido necesario juntar los conceptos mencionados. De esta manera la palabra restauración sugiere la manipulación de un sistema perturbado para mejorarlo, ya sea llevándolo a su estado original, a un estado similar al original o simplemente a un estado mejor. Así lo entendió la Sociedad para la Restauración Ecológica cuando en 1996 sugirió la siguiente definición de restauración: “La restauración ecológica es el proceso de recuperar y manejar la integridad ecológica de un sistema. Esta integridad incluye un rango crítico de variabilidad en biodiversidad, procesos ecológicos y estructuras en un contexto regional e histórico y sustentable para prácticas culturales”. Aun cuando es una definición con algunas lagunas, quizá su mayor valor es el de incluir todos los propósitos de los restauradores cuando se enfrentan a un sistema deteriorado (rehabilitarlo o enmendarlo, por ejemplo). También tiene la virtud de sugerir que los parámetros fundamentales a recuperar son la biodiversidad del sistema y sus procesos ecológicos.
La restauración en lagos y ríos
Los primeros países que se comenzaron a preocupar por restaurar sus ríos y lagos fueron los europeos y los norteamericanos. Esto responde a que el propio desarrollo industrial generó como consecuencia una degradación sustancial de sus ríos, que son por naturaleza un perfecto transporte de desechos, y sus lagos, que son el receptáculo final de estos desechos. A mediados del siglo pasado las deterioradas condiciones de los ríos y los lagos movieron a estos países a generar programas de manejo y restauración de los sistemas dulceacuícolas. Cabe mencionar que muchas de las teorías básicas de restauración se han generado con base en estudios en ríos y lagos, puesto que el efecto de la contaminación y la degradación en un sistema dulceacuícola es mucho más evidente y rápido que en un sistema terrestre.
Con tantas variables en juego y tantas dinámicas diferentes en cada lago o río no existe una receta básica a seguir. Pero en el momento de generar un programa de restauración son indispensables los siguientes factores que a continuación se mencionan: a) el régimen hídrico, b) la concentración de químicos en el agua, c) la estructura de la red trófica, y d) la erosión de los sedimentos y la colonización de las plantas.
El régimen hídrico
El primer paso para restaurar un cuerpo de agua es que tenga agua. Aun cuando esto suena bastante obvio es fundamental considerarlo en países como el nuestro en donde existen problemas de escasez de agua. Por ejemplo, el lago de Chapala ha visto disminuida su área de manera considerable en los últimos cincuenta años. De hecho existen asentamientos humanos y producción agrícola sobre lo que antes de la Segunda Guerra Mundial fue el fondo del lago. El daño no se ha detenido ahí, en estos momentos el lago se contrae en un gran porcentaje durante la época de secas, en particular en las zonas someras del mismo. Esto se debe a que el agua con poco volumen se calienta lo suficiente para evaporarse, mientras que en las zonas con mucho más volumen la temperatura del agua se mantiene más homogénea y evita una evaporación tan grande. En época de secas existen grandes planicies que generan tolvaneras en toda la zona. El mismo problema han sufrido los lagos de Cuitzeo y Texcoco, entre otros. De hecho el gran proyecto de restauración del lago de Texcoco basó sus elementos en la necesidad de regenerar el vaso receptor de la cuenca con el fin de que pudiera capturar agua de nuevo. El éxito de esta restauración se hace evidente en la ciudad de México al no volver a ver esas nubes cafés generadas por las tolvaneras de la región y también en la reaparición de las aves migratorias.
Volviendo a Chapala, para evitar la pérdida de agua dentro de los lagos por evaporación, hay investigadores que sugieren que se represe el lago en las zonas más someras con el fin de mantener el mayor volumen posible en las partes profundas. La solución mejorará la capacidad de retención del agua pero puede acarrear modificaciones en la vida de los organismos que habitan el lago. Esto se debe a que los sistemas dulceacuícolas mexicanos dependen en gran medida de la época de lluvias. Así, en la época de secas muchos de los ríos y lagos se ven naturalmente reducidos (y algunos hasta desaparecen), mientras que en la época de lluvias estos ríos y lagos se mantienen caudalosos y profundos. Los organismos nativos están acostumbrados a estos cambios que ocurren a lo largo del año, de tal manera que generar un sistema homogéneo durante todo el año, aun cuando suene más estable, en realidad puede estar perjudicando a un gran número de poblaciones de peces, invertebrados y anfibios que necesitan de una época de secas para continuar con sus ciclos de vida.
En conclusión, considerar el régimen hídrico es fundamental en las prácticas de restauración de un río o un lago, y hay que ajustarlo tanto a las necesidades físicas del sistema (forma, tamaño, profundidad, capacidad de evaporación, olas, entre otras) como a las necesidades bióticas (qué tipo de dinámicas genera más diversidad que otra).
La concentración de químicos en el agua
En los primeros pasos de las técnicas de restauración de cuerpos de agua se contemplaban básicamente factores ligados a la contaminación. Por lo tanto, la gran mayoría de los esfuerzos están dedicados a disminuir algunos químicos disueltos en el agua y cantidades de bacterias patógenas. Las plantas de tratamiento que capturan los químicos dañinos y las bacterias más agresivas que los digieren se volvieron fundamentales para este tipo de restauración. De esta línea de restauración ha surgido una gran cantidad de tipos de plantas de tratamiento. La ingeniería hidráulica ha desarrollado desde plantas para industrias y ciudades, que son costosas de construir y mantener, hasta plantas tipo “hágalas usted mismo”, que sirven primordialmente para controlar los desechos de pequeñas comunidades rurales. Un ejemplo de la forma en que se ha tratado de atacar el problema de la contaminación en México es el programa que se llevó a cabo durante el sexenio pasado, el cual obligaba prácticamente a todos los municipios de la cuenca del Lerma a poner plantas de tratamiento en las comunidades más grandes. Esto se llevó a cabo más o menos con cierta prontitud, sin embargo el costo del mantenimiento de las plantas de tratamiento ha vuelto obsoletas muchas de ellas, y éstas han dejado de surtir agua de calidad moderada a lagos tan importantes como Xochimilco, en donde el agua de más baja calidad es la que está cerca de las mismas plantas de tratamiento, o Pátzcuaro, donde hace algunos años la planta de tratamiento era completamente inútil y los desechos del pueblo llegaban directamente al lago.
Un paso paralelo a la reducción de contaminantes ha sido el de tratar de aminorar la cantidad de fitoplancton en el agua (algas que flotan en el agua y que le dan un color verdoso). El agua verde puede generar desde problemas de disminución en la diversidad y el oxígeno disuelto, hasta de salud humana, puesto que existen algas que en grandes cantidades pueden ser tóxicas (Microcystis). El agua verde es poco agradable a la vista y genera olores fétidos. Por lo tanto, a pesar de que la mayoría de los capitalinos estemos acostumbrados a las aguas verdes del lago de Chapultepec, éstas no son ni las más sanas ni las más agradables y se puede hacer mucho para mejorarlas.
Para disminuir las probabilidades de tener un lago con agua verdosa turbia, los restauradores buscan reducir uno de los recursos primordiales del fitoplancton: la cantidad de nutrimentos en el agua, en particular el fósforo. Similar a lo que pasa con los fertilizantes en los cultivos, el fósforo en el agua ayuda a crecer al fitoplancton, lo cual pone el agua verde en horas o días. La forma de reducir la concentración de fósforo en el agua es a base de precipitadores, lo cual fue popular para restaurar lagos en la década de los setentas y a la fecha se sigue utilizando. Sin embargo cuentan con el defecto de que es necesario hacerlo constantemente. Esto se debe a que la precipitación del fósforo no lo elimina del sistema, sino que nada más lo inutiliza, pero puede ser reincorporado al agua en cualquier momento. Por otra parte, no funciona mucho en lagos de gran tamaño puesto que la solución puede ser muy costosa.
Otro elemento que se utiliza para mejorar el balance químico en la columna de agua es el de poner grandes bombas de circulación de agua para oxigenarla, el mismo principio que se utiliza en las peceras. Este tipo de soluciones es muy útil para lagos pequeños de zonas urbanas, pero no es práctico poner muchas bombas en lagos de gran tamaño.
La teoría ecológica en la que estas soluciones de restauración se basan es que las condiciones y los recursos son los que controlan la cantidad de algas verdes en la columna de agua. Consideran, por lo tanto, que el control de la red trófica va desde la base (los recursos) hacia la punta (los depredadores). A este tipo de conceptos se le llama primordialmente “control ascendente”.
La estructura de la red trófica
Después de la generación de conceptos de restauración de los ríos y los lagos a partir de la modificación de variables abióticas, en los últimos años se han generado soluciones con base en enfoques más integrales, los cuales no utilizan únicamente el concepto de control ascendente, sino también modifican la estructura de la comunidad, lo cual puede ser útil para restaurar. Así como las variables abióticas influyen sobre la posibilidad de supervivencia de los organismos, éstos también son capaces de modificar algunas de las condiciones y recursos en donde se encuentran. Por ejemplo, el tipo y la cantidad de peces, invertebrados o zooplancton pueden modificar variables como la concentración de nutrimentos o lo turbio del agua.
Con base en este tipo de conceptos la cantidad de algas que hay en la columna de agua puede estar controlada por los últimos peldaños en la pirámide trófica. Las poblaciones de fitoplancton pueden estarlo por la presión de depredación del zooplancton. Cuando hay demasiado zooplancton la cantidad de fitoplancton baja. Para que haya zooplancton en cantidad suficiente debe de haber pocos peces zooplanctívoros y para que haya una minoría de peces de este tipo debe de haber muchos piscívoros. Así, para que el agua no esté verde es necesario contar con muchos depredadores de peces pequeños. A este tipo de control se le llama “control descendente”, y a la modificación de la estructura de la comunidad de peces para mejorar el estado del lago se le ha llamado “biomanipulación”.
A raíz de que surgió este tipo de concepto se implementaron programas dirigidos a la erradicación de especies de peces zooplanctívoros y al fomento de la producción de especies piscívoras. Este tipo de programas se desarrollaron en gran medida en lagos someros del norte de Europa y de Estados Unidos. Los resultados fueron ambiguos: en algunos casos el programa fue exitoso y en otros muchos fue un rotundo fracaso. En consecuencia, los resultados generaron un fuerte debate entre las escuelas europeas a finales de los ochentas y principios de los noventas, mismo que se centró en la competencia por ver cuál control, el ascendente o el descendente, era el que mejor funcionaba en los programas de restauración de lagos someros. Con el paso del tiempo y a raíz de múltiples experiencias en diferentes programas de restauración, la discusión sobre los dos tipos de control ha venido diminuyendo, dando paso a teorías que abarcan ambos.
En el caso particular de lagos tropicales como los mexicanos, estos tipos de control no son tan evidentes puesto que las concentraciones de nutrimentos en lagos mexicanos generan efectos muy diferentes en el crecimiento poblacional del fitoplancton al los de los lagos templados. Además, la capacidad de forrajeo del zooplancton en los lagos tropicales aparentemente es mucho menor a la de los templados, por lo que es más difícil generar agua transparente por medio de la disminución de los zooplanctívoros. Existe otro tipo de diferencia, como la temperatura media anual y la precipitación, que también modifica considerablemente las respuestas de las poblaciones de algas. Por lo tanto, los programas de restauración en los lagos mexicanos con base en este tipo de teorías deben sufrir una serie de modificaciones fundamentales si se quiere contar con cierto éxito. Los restauradores mexicanos cuentan con un campo virgen para la investigación del mejoramiento de lagos por medio de la modificación en las redes tróficas.
La erosión y las plantas sumergidas
Ahora bien, la restauración de un sistema acuático debe de incluir también la erosión del sedimento en las orillas del lago o las paredes del río. La erosión de las paredes de ríos y lagos trae consigo graves consecuencias que repercuten en el asolvamiento y en la disminución de la profundidad del cuerpo de agua. Las olas y las corrientes son los actores principales dentro de los factores abióticos que generan erosión de los sistemas. Los ríos caudalosos siempre contarán con paredes erosionadas, así como aquellos ríos en donde pasan muchos botes de motor, generando olas que chocan perpendicularmente con las paredes. Los canales de Xochimilco, por ejemplo, tienen este tipo de problemas, por lo cual las lanchas de motor han sido fuertemente restringidas, y sólo se usan para actividades muy necesarias. Además de esto, en algunos ríos se producen barreras artificiales que disminuyen el efecto de las olas.
Dentro de las variables bióticas que pueden generar erosión en los cuerpos de agua se encuentran primordialmente los organismos bentívoros, como por ejemplo las carpas, que son peces nativos de China e introducidos en casi todos los lagos de México. Estos organismos comen animales y semillas depositados en el fondo mordiendo el sedimento, aflojándolo y haciéndolo más susceptible al efecto de las olas y las corrientes. No es de extrañarse, por lo tanto, que en lugares donde hay poblaciones grandes de carpas el lago esté muy turbio de sedimentos y haya perdido su profundidad.
Es probable que la población tan alta de carpas en Xochimilco sea una de las causas de que las paredes de las chinampas se estén resquebrajando, así como del color café del agua en lagos como el de Pátzcuaro.
Una forma de evitar la erosión, además de erradicar a las carpas del sistema donde han sido introducidas, es el fomentar la colonización de algunas especies de plantas sumergidas, que no sean malezas y por lo tanto no se conviertan en plaga. Las plantas afectan la capacidad de las olas para erosionar las paredes puesto que funcionan como matatenas en un malecón, ya que reducen la fuerza de las olas y corrientes que generan la erosión.
Por lo tanto, las plantas y algas filamentosas sumergidas pueden servir como anclas del sedimento para evitar que éste se resuspenda y con él una fuerte cantidad de nutrimentos capturados en el fondo. Además, las plantas sumergidas son el hábitat ideal de muchos peces e invertebrados, lo cual fomenta la diversidad de un sitio al contar con mayor número de ambientes para diferentes especies. De hecho, las experiencias de restauración en los humedales de Costa Rica hacen mucho énfasis en la recuperación de las plantas para mejorar el lugar.
Conclusión
Con el paso de los años los restauradores han llegado a la conclusión de que depende demasiado del tipo de sistema y del tipo de perturbación al enfocarse en alguno de los cuatro factores arriba mencionados. Es muy probable que en muchos de los casos sea necesario atacar dos, tres o las cuatro rutas mencionadas; y de su correcto balance dependerá el éxito del programa de restauración. La compleja trama que se maneja al tratar de restaurar un río o un lago no permite tener certeza alguna en el momento de aplicar un programa.
Es por esto que, en muchas ocasiones, aun cuando se crea que con algunas medidas se va a alcanzar el éxito, se producen modificaciones que dejan en igual o peor estado el sistema que se quería restaurar. Es fundamental por tanto considerar este tipo de modificaciones para evitar graves problemas ecológicos.
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Luis Zambrano
Instituto de Biología, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Zambrano, Luis. (2003). La restauración de ríos y lagos. Ciencias 72, octubre-diciembre, 36-43. [En línea] |
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Las montañas, torres de agua del mundo |
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B. Messerli, M. Droz, P. Germann, D. Viviroli,
R. Weingartner, S. Wunderle conoce más del autor
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La mayoría de los ríos de nuestro planeta se origina en las regiones montañosas. Las montañas y los altiplanos proveen a las llanuras de agua para irrigación, producción de alimentos, industrias y a una población urbana creciente. Es por ello que algunos especialistas se refieren a las montañas como “torres de agua”. Por su función vital es necesario conocer más acerca de los recursos hídricos que se generan en las montañas de distintas zonas climáticas. Los datos que poseemos actualmente son muy limitados; mundialmente sólo contamos con pocas series de mediciones cuyos periodos de cobertura además son extremadamente cortos. Por ello los datos son insuficientes y no dan cuenta de la alta heterogeneidad espacial y temporal que se observa en las condiciones de descarga. Aunado a estas limitantes, en regiones donde el agua es escasa la información acerca de ésta tiene un valor estratégico, por lo que frecuentemente se mantiene en secreto, lo cual dificulta la realización de estudios científicos e imposibilita la resolución de conflictos en torno a los recursos hídricos.
Aunque se conoce la función de las montañas como proveedoras de agua, hasta ahora no se ha cuantificado la importancia de la descarga de agua proveniente de éstas con respecto al total de agua de una cuenca. Un estudio publicado recientemente por M. Meybeck estima que la descarga hídrica proveniente de las montañas contribuye con 32% de la descarga total, mientras que otros estudios dan cifras de entre 40% y 60%. En algunas regiones el agua que proviene de las montañas puede significar hasta 95% de los recursos hídricos de una cuenca.
El paradigma de la hidrología del bosque
La nieve es una característica importante de regiones montañosas como los Alpes, los Himalaya, los Andes y otras cordilleras. Dependiendo de la latitud, las mayores altitudes están cubiertas de nieve durante varios meses del año. El albedo producido por la nieve influye de manera importante en el clima local. Por otro lado, la cobertura de nieve es un factor importante para algunas actividades humanas como la producción de energía y el turismo de invierno. Además, en algunas regiones del mundo el deshielo llega a ser el componente predominante en la descarga de los ríos en las llanuras.
Dependiendo de la presencia y el tipo de vegetación, la descarga que se produce al fundirse la nieve puede inmediatamente convertirse en parte del torrente de un río o puede retenerse y quedar disponible para las plantas. De este modo, dependiendo de la cobertura vegetal y del sistema de uso del suelo, los picos de escurrimiento se pueden controlar. La habilidad de los bosques para retener el agua es una verdad aceptada desde hace varios años y se conoce como el paradigma hidrológico del bosque. Este paradigma establece que los bosques tienen la habilidad de reducir los picos de escurrimiento, sobre todo en regiones donde las pendientes son muy empinadas, y de regular el flujo de los arroyos y manantiales. Sin embargo, a la luz de nuevos estudios acerca de la hidrología de las montañas en distintas zonas climáticas y con diversos usos de suelo, resulta pertinente preguntarse si es posible generalizar y si este paradigma funciona para todas las cuencas montañosas del mundo.
Ch. Pfister y D. Brändli encontraron que este paradigma tiene su origen a finales del siglo xviii en los Pirineos, y se generalizó a principios del siglo xix en los Alpes. Peter Germann y Rolf Weingartner estudiaron el surgimiento de este paradigma y encontraron que establece que al interior de las regiones boscosas los agricultores utilizan los mejores suelos disponibles para la agricultura, tomando en cuenta algunos factores como accesibilidad, facilidad de uso, contenido en rocas, pendientes, exposición, características de los suelos y riesgo de erosión, entre otros. Así, los bosques se conservan primordialmente en regiones poco aptas para la agricultura, por lo que la calidad agrícola de los bosques es el reflejo de la presión económica sobre las tierras agrícolas, siempre y cuando el uso de los bosques no esté restringido. Una fuerte demanda de productos agrícolas produce la expansión de los sembradíos en detrimento de los bosques, así como la disminución en la demanda de productos agrícolas permite la expansión de las áreas boscosas. Es decir que el bosque compite con la agricultura.
En el caso de los Alpes las autoridades forestales desarrollaron a lo largo del tiempo una visión multifuncional del bosque, argumentando que cuando están bien manejados no sólo proveen bienes comerciales, sino que también ofrecen protección ante las catástrofes naturales, puesto que son un medio efectivo de protección contra derrumbes y deslizamientos, la erosión y las avalanchas de rocas y nieve. Reconociendo estos factores, a finales del siglo XIX las autoridades forestales exigieron el desarrollo de bosques multifuncionales. Además, en 1902, y siguiendo las demandas de las autoridades mencionadas, los legisladores trabajaron por la protección estricta y la expansión progresiva de las áreas boscosas al interior de Suiza. El argumento en favor de estas medidas provenía del paradigma hidrológico del bosque después de que se registró una serie de inundaciones catastróficas.
La liberalización y el desarrollo tecnológico en el siglo XIX abrieron los mercados y las economías de los estados. De particular importancia para Suiza, la producción de queso dejó de estar restringida a las regiones alpinas y se desarrolló en las llanuras, lo que tuvo un impacto negativo en la economía de las altiplanicies. Ante una competencia feroz en el mercado de su principal fuente de ingresos, los agricultores de las montañas empezaron a expandir los terrenos de pastoreo, a fertilizar sus campos con materia orgánica y a incrementar la venta de madera a las industrias nacientes en las partes más bajas; todo esto en detrimento de las zonas boscosas. Las autoridades forestales se vieron en la necesidad de buscar argumentos contundentes para proteger de la explotación exhaustiva a los bosques de las regiones montañosas.
Si bien las avalanchas y el arrastre de material afectaban a las poblaciones empobrecidas de las montañas, responsables del diezmo de los bosques, las inundaciones afectaban a una población mucho más numerosa que habitaba en las llanuras y que controlaba la economía suiza. A finales del siglo XIX y principios del XX el paradigma hidrológico de los bosques sirvió para apoyar una legislación federal en torno a la conservación de los bosques que incluía un sistema de subsidios para su promoción. Las reforestaciones subsidiadas que fueron promovidas por el gobierno encontraron resistencia en muchas regiones de los Alpes porque implicaban una pérdida de espacios de pastoreo. Incluso en los años sesentas se utilizó este paradigma para justificar ciertos proyectos de reforestación y para mejorar el uso de los bosques en Suiza, mientras que en otros países que no buscaban aumentar las áreas forestales sirvió para regular el manejo de éstas.
Esta misma legislación federal estimuló programas de investigación para fundamentar con datos científicos el paradigma hidrológico del bosque. En 1903 Engler inició las primeras mediciones comparativas de la precipitación y de las escorrentías en dos pequeñas cuencas: Spelgraben, de 55 hectáreas, con 97% de cobertura forestal y altitudes entre 912 y 1 204 metros sobre el nivel del mar; y Rappengraben, con una extensión de 69.7 hectáreas, 35% de cobertura forestal y el resto del terreno utilizado como pastizales, en altitudes de 983 a 1 261 metros sobre el nivel del mar.
No es de extrañarse que las autoridades forestales generalizaran los resultados del paradigma hidrológico del bosque a partir de los primeros estudios. Sin embargo, a pesar de la fama que adquirieron estos trabajos los científicos involucrados mantuvieron cierto escepticismo. Del mismo modo, en 1922 Burger comparó en Alemania la capacidad de infiltración y de aereación de suelos boscosos con pastizales y suelos agrícolas. Nuevamente los resultados de los bosques ganaron en favor del paradigma, pero las investigaciones no mostraron ninguna mejora significativa en las propiedades hidrológicas del suelo plantado desde hacía cuarenta años con el pino noruego Picea abies.
El paradigma hidrológico del bosque ha sido ampliamente criticado en los países en vías de desarrollo con regiones montañosas que tienen un uso intensivo, pues la experiencia al respecto muestra que una buena cobertura del suelo y un uso cuidadoso, como las terrazas en los Himalaya y en otros sistemas montañosos en zonas tropicales y subtropicales, tienen un efecto protector igual o mejor que el de los bosques. Especialmente en climas como el monzón, donde caen grandes e intensas precipitaciones, los movimientos masivos de suelo ocurren independientemente de la cobertura forestal.
L. Hamilton ha sido el primero en indicar que el término “deforestación” se emplea de forma tan ambigua que carece de sentido para describir un cambio en el uso de suelo. Por ello debería sustituirse por términos más precisos, menos cargados de emociones y más aptos para áreas específicas. Por ejemplo, el término bosque se podría remplazar por una descripción acerca de su uso; madera para combustible, maderas comerciales, cultivos de rotación, agroforestería, cultivos anuales con o sin terrazas, pastura, plantación forestal. Todas estas intervenciones y usos de suelo tienen efectos distintos en el ciclo del agua; es por ello que deberíamos ser más cuidadosos antes de culpar a los agricultores por las inundaciones en las planicies del Ganges y Brahamaputra. Un argumento de esta naturaleza forma parte de los mitos y malentendidos responsables de tensiones políticas y no es aceptable desde el punto de vista científico.
Si bien el paradigma hidrológico del que hablamos ha servido para preservar los bosques en los Alpes, hoy en día necesitamos estudios específicos para desarrollar una política forestal adecuada, especialmente en países en vías de desarrollo. Como lo ha mostrado B. R. Upreti en un estudio realizado en Nepal, el manejo forestal comunitario tiene muchas ventajas sobre el manejo de bosques que pertenecen a una agencia regional o estatal. Sin embargo, él mismo encontró que uno de los requisitos para ello es que la comunidad esté bien informada, para que sea capaz de tomar decisiones, como privilegiar la producción de combustible en vez de producción de madera, o evaluar y manejar adecuadamente las propiedades protectoras del bosque. El estudio concluye que el manejo y la propiedad comunales de los bosques pueden mitigar la fuerte oposición que a veces surge entre las comunidades locales y las demandas centralizadas de las agencias gubernamentales. Un manejo de este tipo no sólo transfiere el poder del gobierno a las comunidades, sino también la responsabilidad y el conocimiento. Además, una comunidad preocupada por su bosque funcionará como su protector más eficaz. La experiencia de Upreti hubiera constituido un precedente muy importante para los proyectos de reforestación de las primeras tres décadas del siglo xx en Suiza, que se implementaron en contra de la voluntad de los dueños de las tierras.
De lo local a lo global
Los Alpes pueden servir de región modelo para estudiar la hidrología de las montañas puesto que se cuenta con suficiente información confiable y detallada. Ahí se ha podido observar que el río Rin muestra una clara diferencia en los patrones de descarga a lo largo de su curso: mientras que en la parte superior la mayoría del agua que lo alimenta proviene del deshielo, en las partes bajas proviene de la lluvia. En un año promedio la descarga en la parte suiza del Rin, que es principalmente montañosa, contribuye con 45% del total, aunque el área de la cuenca que se encuentra al interior del territorio suizo representa sólo 22% de éste. En los meses de verano, al fundirse la precipitación acumulada en forma de nieve durante el invierno, la contribución de la descarga de la sección suiza rebasa 60%. El papel preponderante de la región superior de los Alpes al interior de la cuenca se puede determinar comparando las descargas específicas (c). En algunas ocasiones la contribución de los Alpes puede alcanzar cifras muy altas, como en julio de 1976, mes excepcionalmente seco, cuando la cantidad de agua de los Alpes, medida en Rheinfelden, representó casi 93% de la descarga total reportada en la estación holandesa de Lobith. Como lo ha mostrado D. Viviroli, al analizar los datos de descarga es posible obtener una visión de conjunto del carácter hidrológico de una cuenca y diferenciar entre las secciones montañosas y las llanuras. Así, es posible transferir el conocimiento generado acerca de las hidrología de los Alpes al estudio de otras regiones montañosas. Sin embargo, para poder determinar con precisión el papel hidrológico de las montañas a nivel global hace falta contar con más información detallada sobre otras regiones montañosas.
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figura 1
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A partir del conocimiento generado por el estudio de la hidrología de los Alpes se trató de determinar la importancia hidrológica de las montañas por medio de los datos de descarga de veinte estaciones del Centro global de escorrentías. Los patrones de descarga media mensual, los cambios en la descarga específica con un aumento en la cuenca y la variación de la descarga media mensual resultaron ser parámetros muy útiles para la determinación del significado hidrológico de las regiones montañosas. Se seleccionaron más de veinte ríos en varias partes del mundo con base en criterios topográficos y climáticos, además de la disponibilidad de datos. El objetivo de la selección de los distintos sitios era cubrir un amplio rango de zonas climáticas e incluir las cadenas montañosas más importantes. Se dejó de lado el área tropical con los ríos Amazonas y Congo porque en ambos casos las lluvias tropicales dominan por completo la hidrografía y rebasan la importancia de las montañas. Del mismo modo, las regiones polares y subpolares no dependen de los recursos hídricos de las montañas, sino del deshielo, especialmente en las grandes planicies del Norte. Las dificultades más grandes para este estudio resultaron ser la ausencia de información accesible, representativa y confiable, y que las estaciones de medición estuvieran convenientemente distribuidas a lo largo del curso de los ríos. La interrelación de la descarga del altiplano y de las llanuras se examinó a través del establecimiento de estaciones a una altitud mayor a 1 000 metros sobre el nivel del mar, que sirvieron como “estaciones de montaña”, y otras establecidas cerca de la boca de los ríos, que se usaron como “estaciones de llanura”. Se tuvo cuidado en verificar que las estaciones de montaña estuvieran localizadas en una zona con relieve montañoso para excluir que hubiera planicies en altitudes mayores. Con el fin de incorporar los datos de descarga en su contexto climático se tomaron en cuenta la precipitación regional y las condiciones de temperatura.
La hidrología de las áreas montañosas se caracteriza por una descarga desproporcionadamente grande, usualmente del doble de la cantidad que se esperaría en proporción al área de la sección montañosa. En áreas húmedas se observan descargas de 20 a 50% de la descarga total, mientras que en áreas semiáridas o áridas la contribución de las montañas al total de la descarga llega a ser de 50 a 90%, con extremos de hasta más de 95%. Una de las características de la descarga de las regiones montañosas es que se mantiene muy constante año tras año, lo que resulta en una reducción en el coeficiente de variación de la descarga total. Por último, otra de las características de este tipo de sistemas es el efecto de retención de la nieve y de los glaciares, en el cual la precipitación invernal se transforma en escorrentías de primavera y verano esenciales para la vegetación de las llanuras.
Como lo ha mostrado M. Spreafico, la cuenca del Aral es un ejemplo instructivo al respecto. En las altas montañas de Tien Shan y Pamir la precipitación anual varía entre 600 y 2 000 mm, de la cual 30% cae como nieve. En la llanura el desierto cubre casi toda la cuenca, que se caracteriza por una lluvia escasa —menos de 100 mm al año— y una tasa de evaporación alta. Durante el verano los dos ríos principales, Amu Daria y Syr Daria, aumentan su caudal gracias al deshielo. Si tomamos en cuenta que las montañas proveen más de 95% del total de agua de la cuenca, entonces entendemos la importancia de la nieve procedente de las montañas para la hidrología de las llanuras desérticas. Estas zonas áridas y semiáridas, que son muy vulnerables puesto que pueden sufrir de escasez de agua en un futuro próximo, representan más de 40% de la superficie de la Tierra y concentran a más de la mitad de la población humana, que vive principalmente en países en vías de desarrollo.
Estos y otros datos han sido cuantificados y se usaron para determinar la importancia hidrológica de las regiones montañosas (figuras 2 y 3). El estudio revela que las mayores “torres de agua” del mundo se encuentran en regiones áridas y semiáridas. Entre más áridas son las llanuras mayor es la importancia de las zonas montañosas más húmedas.
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figura 2
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figura 3
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Una problemática compleja
Hoy en día los científicos empiezan a mostrar que algunas de las ideas acerca de las propiedades atribuidas a los bosques, como la regulación del flujo de los ríos, la reducción de la erosión y de las inundaciones, el incremento de las lluvias y del flujo de agua, la esterilización de sus fuentes y el mejoramiento de su calidad, en realidad son simplificaciones o prejuicios. En selvas secas, por ejemplo, algunas investigaciones recientes muestran una relación más compleja entre el bosque y el agua. En la medida que la escasez de agua aumenta, es preciso que la retención de agua que tiene lugar en los bosques, mayor a la de otros cultivos, sea evaluada en relación con la producción de madera o los beneficios de la conservación, recreación y beneficios ambientales. Esto muestra que el paradigma hidrológico del bosque nacido en las montañas europeas en los siglos XVIII y XIX tiene que revisarse y no puede ser transferido sin cambios a las regiones montañosas tropicales y subtropicales.
Los recursos hídricos dependen también de los cambios climáticos. Las variaciones en la precipitación, en los patrones de cobertura de nieve y en la retención de agua en forma de glaciares probablemente afectan los tiempos, la cantidad y la variabilidad de la descarga de regiones dominadas por montañas. Y también lo harán las características de las escorrentías en las llanuras. Es necesario precisar que los datos generados hasta ahora acerca de la influencia del cambio climático en la descarga tienen muchas limitantes, ya que en los pronósticos de los climas regionales hay incertidumbres y los modelos de circulación global usan escalas demasiado pequeñas. Además la información que generan no es fácil de transformar para escalas locales. Las cuencas dominadas por el agua de nieve son muy sensibles a los cambios climáticos, por ello estos sistemas se verán más afectados por las variaciones en los patrones de descarga. Aparte de la incertidumbre en torno a los posibles escenarios del cambio climático, la investigación acerca de los recursos hídricos de las montañas se ve limitada por los problemas que se encuentran cuando se aplican modelos hidrológicos a áreas cubiertas de nieve y de mayores altitudes, sin importar la escala, meso o global, de la metodología.
Por si acaso el cambio climático fuera poco, el crecimiento demográfico en las llanuras de ciertas áreas críticas acentúa la presión sobre los recursos hídricos de las montañas. Esta presión tiende a alentar la construcción de obras de ingeniería en áreas montañosas, como presas, canales y transferencia de agua para irrigación y generación de energía. Un ejemplo ilustrativo es el reporte reciente acerca del River Link Mega Project en India, elaborado por B. Imhasly. Mientras que 97% del agua del Brahmaputra fluye al Golfo de Bengala sin ser utilizada, la falta de agua es un problema en el subcontinente indio. La idea es unir 37 sistemas de ríos, construir 32 presas y 9 600 kilómetros de canales, bombear el agua al Deccan, producir energía hidroeléctrica, incrementar la producción de alimentos y conectar el sur de la India con los ríos de los Himalaya. Sin hablar de los problemas financieros, políticos, ambientales y la solución potencial de conflictos, este mega proyecto muestra la importancia hidrológica de los Himalaya como torres de agua para toda la India.
De acuerdo con los indicadores de desarrollo del Banco Mundial, 65 países usan 75% del total de agua disponible para agricultura, es decir, en la producción de alimentos. Estos países incluyen Egipto, India y China, que dependen bastante de la descarga de las montañas, lo que significa que son dependientes de uno de los ecosistemas más sensibles a los cambios climáticos.
Las cabeceras son la principal fuente de agua para los sistemas ribereños, y son importantes reservas de biodiversidad y hábitats especiales. Estos ambientes, típicamente localizados en las partes más altas y remotas de las cuencas, se asocian frecuentemente con paisajes montañosos, actividad humana de baja intensidad y aislamiento de los centros urbanos.
Sin embargo, hoy en día muchas cabeceras se encuentran en medio de importantes centros de actividad, agricultura, explotaciones forestales, minería, turismo y generación de electricidad, lo que pone en riesgo la productividad y pureza del agua. El riesgo es especialmente grande, puesto que los daños causados por los cambios en la calidad del agua pueden afectar las regiones que se encuentran río abajo, el régimen hidrológico y los recursos naturales, lo cual exacerbaría los problemas de estrés social y acabaría con el precario equilibrio de ciertas formas de vida.
A pesar de que a nivel mundial los recursos hídricos son suficientes, en el futuro se espera un aumento notable en la escasez de agua a nivel local y regional. Como torres de agua, las montañas tienen una importancia fundamental para la producción de alimentos y el abastecimiento de agua potable, así como para la generación de energía y las industrias. La creciente demanda de ellos hará que los recursos hídricos de las montañas jueguen un papel predominante en el siglo XXI.
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Traducción
Nina Hinke
Agradecimientos
A la unesco por la organización del un simposio “Montañas, torres de agua para el siglo XXI”, en el marco del tercer foro mundial del agua de Kyoto. Asimismo, el apoyo de la Agencia Suiza para la Cooperación y Desarrollo para nuestra presentación. Una versión de este artículo fue publicada por la División de Ciencias del agua de la unesco, París.
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Bruno Messerli, Marcel Droz,
Peter Germann, Daniel Viviroli,
Rolf Weingartner, Stefan Wunderle
Instituto de Geografía, Universidad de Berna, Suiza
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como citar este artículo → Messserli, Bruno y et. al. (Traducción Hinke, Nina). (2003). Las montañas, torres de agua del mundo. Ciencias 72, octubre-diciembre, 4-13. [En línea] |
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Los bosques de México, reflexiones en torno a su manejo y conservación | ||||||||
Leticia Merino Pérez
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A partir de la ejecución de la Reforma Agraria el gobierno de México reconoció los derechos de ciertas comunidades campesinas e indígenas sobre vastas zonas de la superficie forestal del país. No obstante la conservación y el manejo regulado de los bosques, que gran parte de la literatura sobre el tema asocia al control campesino de los recursos, es más la excepción que la regla, como se expresa en las altas tasas de deforestación presentes en diversas regiones del territorio nacional.
Varias regiones forestales han sido ocupadas durante siglos por comunidades indígenas que desarrollaron tradiciones de manejo de los territorios comunitarios. Estas tradiciones hicieron posible el uso sostenido y la conservación de los bosques. Algunos autores han documentado la prolongada existencia en Mesoamérica de complejos sistemas de manejo basados en un fino conocimiento de los ecosistemas, sus recursos (suelos, especies animales y vegetales, germoplasma, ciclos de lluvia, etcétera) y dinámicas. En el contexto de estos sistemas se desarrollaron prácticas como la rotación de las áreas de cultivo y otros usos de la tierra, lo cual mantenía mosaicos de “ecotonos” que a su vez permitían el uso diversificado de los ecosistemas y la regeneración constante de las áreas forestales. Éste era el caso de la agricultura de roza tumba y quema, y de distintas prácticas agroforestales. En muchas áreas los patrones indígenas de uso de los recursos naturales fueron dramáticamente alterados a partir de la conquista española, que impuso nuevas prácticas productivas y produjo un dramático descenso en la población. En algunas otras zonas, particularmente en las llamadas “regiones de refugio”, estos sistemas lograron mantenerse, aunque con otra función que les permitió adecuarse a las nuevas condiciones.
La segunda mitad del siglo XX corresponde a un momento de transición fundamental para las comunidades campesinas mexicanas. En este periodo las condiciones de reproducción de las sociedades campesinas y su articulación con las nacionales y globales se vieron profundamente modificadas a partir de dos grandes procesos: el crecimiento demográfico y la enorme mercantilización de las relaciones de producción y reproducción en las comunidades campesinas. Ambos procesos han generado cambios en la relación de las comunidades y las unidades de producción campesinas con sus territorios y sus recursos. De este modo se favoreció el deterioro de los patrones de producción tradicionales, basados en la producción de bienes para autoconsumo y el intercambio en los mercados regionales.
Durante estos años de cambio muchas de las comunidades campesinas, indígenas y mestizas, recibieron la dotación o el reconocimiento formal de sus derechos de posesión sobre la tierra. Sin embargo, salvo casos excepcionales, la Reforma Agraria no se planteó en asociación con un proyecto forestal o de conservación en las regiones forestales. En cambio, distintas políticas públicas promovieron opciones contrarias al desarrollo de las experiencias de producción forestal campesina. Estas políticas siguieron dos líneas generales: la superposición de derechos de uso y el desconocimiento de la “vocación forestal” de ciertas áreas de bosques y selvas.
La superposición de derechos de uso se generó al concederse derecho de uso sobre los recursos a agentes externos a las comunidades, aun a costa de derechos que se habían concedido a las mismas. Fue el caso de los bosques con mayor potencial comercial, ubicados en áreas relativamente más accesibles, que fueron sujetos a concesiones de extracción forestal. El uso de los recursos con fines comerciales fue prohibido a los campesinos, sancionando también la práctica tradicional de la agricultura de roza en las áreas forestales donde se realizaban extracciones y en ocasiones incluso la extracción de recursos forestales con fines de uso doméstico. Las concesiones forestales se establecieron en distintas entidades del país, como Chihuahua, Durango, Jalisco y Michoacán.
En una zona equivalente a 50% del territorio forestal del país se establecieron vedas forestales y allí también fue legalmente cancelada la apropiación campesina de los recursos, aunque la extracción de madera se mantuvo de manera clandestina.
El desconocimiento, o negación de la “vocación forestal” de extensas áreas de bosques y selvas se debió a que en varias regiones, particularmente en las áreas de bosques tropicales, diversas iniciativas oficiales promovieron el cambio de uso de suelo. Fue el caso de los programas de colonización, que financiaron desmontes con recursos oficiales como base de proyectos ganaderos y agrícolas. Lo mismo sucedió con la promoción oficial del cultivo de café, que generó la remoción de importantes áreas de bosque mesófilo.
Al iniciarse la década de 1980, cuando vencían los plazos de la mayoría de las concesiones forestales, las comunidades de distintos estados se opusieron activamente a la continuidad de la política de concesiones, exigiendo el control pleno de los recursos de sus bosques. En los bosques bajo concesión, sometidos durante años a la extracción que realizaban las empresas, la calidad comercial del arbolado se había deteriorado, pero en la mayoría de los casos se mantenía la cobertura forestal. Las comunidades recuperaron el control de sus bosques y por un breve periodo la política forestal favoreció el desarrollo de aprovechamientos forestales comunitarios en las antiguas zonas concesionadas. Con este tipo de acciones se aseguraba el abasto de madera para el mercado interno, pero también se promovía la idea de que el manejo comunitario de los bosques era una estrategia viable para lograr extracciones sustentables, la conservación de los bosques y el desarrollo de las comunidades. Entre 1982 y 1990 el gobierno federal y algunos gobiernos estatales apoyaron el desarrollo de este tipo de iniciativas con asistencia técnica, capacitación y créditos para la producción y comercialización de sus empresas. Durante este tiempo distintas operaciones forestales comunitarias se desarrollaron rápidamente, en particular en las comunidades cuyos bosques contaban con mayor valor comercial. Algunas de ellas han logrado mantenerse desde entonces, generando empleos, realizando inversiones sociales y conservando importantes superficies forestales. En varios sentidos estas comunidades constituyen algunas de las experiencias de forestería comunitaria de mayor importancia en el mundo.
Sin embargo, la promoción de la silvicultura comunitaria no ha sido asumida nunca como una política de Estado, por lo que el respaldo al desarrollo de las empresas sociales forestales no se mantuvo por mucho tiempo. En 1992, luego de los cambios a la legislación agraria y en congruencia con la apertura y globalización de la economía que precedieron la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la política y legislación forestales sufrieron fuertes cambios. La nueva ley forestal promovió la desregulación de la actividad forestal, la liberación del mercado de los servicios técnicos, la asociación de las comunidades forestales con empresas privadas, y el establecimiento de plantaciones forestales orientadas a la producción de pulpa y papel. Desde una perspectiva ambiental la desregulación de la actividad forestal ha tenido resultados negativos. En un contexto donde la presencia de las instituciones de gobierno en el campo es poca y la ausencia de incentivos a los productores que desarrollan prácticas de cuidado ambiental es mucha, el clandestinaje y las tendencias de deterioro de los bosques se han acentuado. Mientras tanto, los recientes desastres “naturales”, como los incendios forestales de 1998 y las inundaciones y deslaves de áreas montañosas entre 1997 y 1999, han hecho de la deforestación un tema de preocupación pública. Más allá de su importancia sectorial y económica, las políticas de manejo de los recursos naturales se han convertido en un tema de debate.
Frente a las tendencias generalizadas de degradación ambiental creciente, el incremento de la pobreza campesina y el desgaste de las instituciones comunitarias, la conservación y restauración de los recursos naturales y de la capacidad productiva y gestiva de las comunidades resultan objetivos fundamentales.
En este escenario distintas orientaciones se disputan el control de la política forestal. De manera esquemática las posiciones en juego son las tres siguientes: a) el logro de la eficiencia económica como objetivo central y la ubicación del sector privado como el actor más relevante son los ejes de la primera propuesta. Para ésta el establecimiento de plantaciones forestales comerciales de gran escala es la estrategia privilegiada; es la tendencia que domina en el Plan Forestal 2000-2025 del nuevo gobierno; b) la segunda posición se enfoca en la búsqueda de la conservación mediante una fuerte intervención y control centralizado del estado, con base en modelos altamente restrictivos, como el de reservas de la biósfera; c) por último tenemos a los representantes de la tercera posición, que enfatizan los derechos y necesidades de las comunidades forestales y contemplan el apoyo a la silvicultura comunitaria como la vía más importante para alcanzar el manejo sustentable, la conservación de los bosques y la promoción del desarrollo comunitario.
La diversidad de intereses y propuestas expresa el carácter complejo de los bosques como recursos, que más allá del tipo de tenencia a que estén sujetos, proveen servicios de interés público, como son los servicios ambientales, comunales, como la producción de bienes y servicios; y privados, como la producción de bienes. La diversidad de propuestas corresponde también a distintos énfasis en el diagnóstico de la problemática sectorial; mientras el interés privado subraya la pérdida de capacidades productivas, el interés público apunta a la pérdida de la capacidad de los bosques para cubrir funciones de regulación ambiental y el interés social mira al deterioro del capital social y productivo de las comunidades campesinas y sus consecuencias de pobreza, desarticulación y desarraigo de sus miembros. Estos tres diagnósticos resultan correctos para la mayoría de las regiones forestales del país.
El carácter multifuncional del sector es cada vez más reconocido por los distintos actores que inciden en él, y la relación entre la producción sustentable y la conservación y el alivio de la pobreza se ha convertido en un tema central, al menos en términos discursivos. Así, se habla de introducir criterios ambientales en el manejo de las plantaciones forestales y los conservacionistas han empezado a incluir el pago de rentas ambientales en las zonas de reservas. Aunque estos giros indudablemente representan avances hacia una perspectiva integral sobre el sector, estas nuevas opciones corren el riesgo de repetir viejas limitaciones de las políticas ambientales y conservacionistas, como ignorar a los sujetos sociales clave, marginando a los habitantes y propietarios de las regiones forestales, dueños de la toma de decisiones. Estas propuestas resultan coherentes con las políticas para el campo que en los últimos doce años han favorecido el despoblamiento de las regiones rurales y la destrucción de la capacidad productiva campesina. El análisis de experiencias fallidas de manejo forestal y de conservación muestra que al pasar por alto el derecho de control comunitario de los bosques difícilmente puede romperse con los círculos viciosos que alimentan las dinámicas de deterioro y empobrecimiento. A su vez, el análisis de las experiencias exitosas de manejo forestal comunitario indica que el desarrollo de las instituciones comunitarias y el capital social de las comunidades dueñas y usuarias de los bosques son procesos fundamentales para la conservación y el manejo sustentable de sus recursos.
La atención a la capacidad local de coordinación y gestión resulta un tema fundamental en las estrategias de desarrollo sustentable. Entender esta capacidad como capital social expresa el reconocimiento de su importancia. Tanto en el medio de las agencias financiadoras como en los ambientes académicos, la capacidad de coordinación, la confianza en que ésta se fundamenta, las instituciones y las reglas y acuerdos entre grupos son vistos como recursos para la acción y el capital social, como un complemento esencial de los conceptos de capital natural, físico y humano. En este trabajo asumimos la definición de capital social que propone Elinor Ostrom, para quien el capital social es una amalgama de elementos que incluye el conocimiento, la comprensión, las normas, reglas y expectativas compartidas sobre los patrones de interacción de los grupos de individuos. Esta forma de capital se entiende como un recurso dinámico, que se crea, desarrolla o deteriora como resultado de procesos de acción social particulares.
En las condiciones que prevalecen en los bosques mexicanos, poblados por comunidades que poseen tradiciones de uso de los recursos forestales y derechos de propiedad consuetudinarios oficiales, el peso del capital social en los procesos de conservación, uso sustentable y restauración de los recursos naturales resulta determinante. Las experiencias de forestería comunitaria muestran la eficacia del capital social de las comunidades en la implementación de procesos de desarrollo empresarial y conservación forestal. También revelan las formas en que estos procesos influyen a su vez en el capital social de las comunidades, pues promueven su desarrollo en los casos de empresas exitosas y lo deterioran cuando los proyectos comunitarios han fracasado.
Estas experiencias muestran que la estrategia de aprovechamiento sostenido de los recursos forestales puede constituir una base sólida para la articulación y negociación de los intereses y objetivos comunitarios y públicos. No obstante, puesto que el éxito de la gestión comunitaria de los bosques no es una situación generalizada en México, las políticas y estrategias para la silvicultura y la conservación requieren un amplio conocimiento de la variedad de condiciones presentes en las regiones y comunidades forestales del país. Desde las comunidades que no realizan extracción de madera con fines comerciales hasta las que cuentan con capacidad de procesamiento industrial de la madera, de las que disponen de bosques conservados y extensos a aquellas en donde el deterioro y la escasez de recursos son característicos de las mismas.
En algunas comunidades el control colectivo y el uso comercial del bosque han favorecido su conservación, mientras que en otras tantas han generado deterioro social y ecológico. En el marco de esta diversidad de condiciones, la elección de las posibles estrategias para promover la conservación y el buen manejo resulta muy polémica. También en este contexto, nos parece que el desarrollo de prácticas comunitarias de conservación y buen manejo requiere abordar y resolver tres cuestionamientos generales: ¿qué incentivos son pertinentes para el desarrollo de prácticas de conservación y buen manejo forestal?, ¿en qué condiciones (económicas, de participación, de dependencia) las actividades forestales de producción de diversos bienes y servicios pueden generar incentivos para la conservación y buen manejo de los recursos comunes, y en qué condiciones esto no sucede, generándose incluso incentivos perversos para el deterioro de esos recursos?; y finalmente, ¿qué condiciones sociales e institucionales se requieren para el desarrollo de compromisos viables con la conservación de los recursos?
La solución de estos cuestionamientos remite a una gama de respuestas, consecuencia de la diversidad de condiciones de las comunidades forestales no sólo respecto al nivel de integración vertical de la producción de madera, sino en relación con una serie de condiciones como son el nivel de dependencia de los recursos forestales, el tipo de uso del bosque y su articulación con los mercados y el tipo y nivel de organización comunitaria para el uso de los recursos.
Ante la complejidad del problema proponemos la producción de insumos para las políticas y estrategias de conservación y el manejo de los recursos forestales del país mediante elementos de información general para la planeación, que reconozcan algunas de las variables determinantes en los procesos de conservación y deterioro.
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Leticia Merino Pérez
Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Merino Pérez, Leticia. (2003). Los bosques de México, reflexiones en torno a su manejo y conservación. Ciencias 72, octubre-diciembre, 58-67. [En línea] |
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