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La filosofía de las instituciones de educación superior
 
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Juan Manuel Lozano Mejía
   
               
               
Es un hecho que los estudios supe­rio­res en México se realizan
princi­pal­men­te en las universidades e institutos tecnológicos creados ex profeso; es por esto que si se desea analizar el pa­pel que los estudios superiores tienen en el desarrollo cultural, social, polí­tico y económico del país es necesario re­fle­xionar sobre lo que es, y en par­ti­cu­lar lo que queremos que sea la Uni­­ver­si­dad y demás centros de en­se­ñanza superior.

El concepto de universidad no es es­tá­tico, es esencialmente cambiante, de tal modo que, de acuerdo con las rea­li­da­des sociales y políticas de una épo­ca particular y en un país o región determinados, la universidad se redefi­ne, se redescubre. La sociedad in­fluye en la universidad y la universidad in­­flu­ye en la sociedad. Cada sociedad tie­ne su propio estilo de universidad, que depende del tipo y grado de desarrollo social alcanzado. Sin embargo, en la ac­tualidad parece que es muy difícil decir qué clase de universidad que­re­mos; esta dificultad es, indudablemen­te, un reflejo de la situación social y po­lítica del país.
 
Con el propósito de poder llevar a ca­bo una discusión ordenada acerca de los estudios universitarios, tratare­mos de indicar, en primer lugar, aque­llos rasgos comunes a las diferentes concepciones de la universidad; des­pués intentaremos describir muy bre­vemente algunas de las diversas ideas que existen acerca de la universidad. Por otra parte, hay varias circunstancias que condicionan la vida de las uni­ver­sidades, y que constituyen en la ac­tualidad un marco de referencia, el cual debemos tomar en cuenta si se de­sea entender con claridad los pro­ble­mas que se presentan en la ense­ñan­za superior. Finalmente presenta­remos una serie de tareas y problemas específicos sobre los que debe pensar­se para poder establecer nuestras pro­pias metas.

A)  Aunque existen conceptos muy diversos de lo que es la universidad, pa­rece que todos ellos tienen las si­guien­tes características en común: 1) la uni­versidad es una corporación legalmente constituida; 2) debe existir una continuidad en sus tareas; 3) en la universidad se generan y transmiten conocimientos; 4) la universidad de­be preparar a sus estudiantes para de­­sem­peñar algunas funciones especí­fi­cas en la sociedad; 5) la universidad debe tener autonomía, no sólo por res­peto a la institución, sino porque así se­rá más eficiente.
 
B)  Por otra parte, entre la enorme diversidad de opiniones acerca de cuá­les son los principales objetivos de la uni­versidad se pueden distinguir las si­guientes: 1) la universidad debe de­di­carse principalmente a la investiga­ción científica, esto es, los profesores y los estudiantes deben constituir una comunidad cuyo propósito es realizar investigación. Debe existir una relación muy estrecha, casi una identidad, entre la enseñanza y la investigación; 2) la universidad debe dedicarse prin­cipalmente a la educación; esto im­pli­ca que la investigación y la cultura en general deben utilizarse para la for­ma­ción intelectual, moral, política y aun física de los individuos; 3) la uni­ver­si­dad debe ser un agente, o por lo me­nos un factor de cambio social, y un centro de actividad crítica perma­nen­temente de las estructuras sociales, la universidad es la conciencia so­cial de la nación; 4) la universidad debe pre­pa­rar los recursos humanos y producir los conocimientos científicos y tec­no­ló­gi­cos que son necesarios para el desarrollo económico. En conse­cuen­cia las actividades universitarias deben estar planeadas en función de las necesidades económicas y de las posi­bilidades del mercado de trabajo. Es evidente que todas estas con­cep­ciones deben ser consideradas y anali­zadas cuidadosamente, ya que en todas puede haber aspectos positivos.
 
C)  Pero ocurre que la necesaria sim­biosis que existe entre universidad y sociedad no sólo se refleja en los ob­je­tivos de la institución, sino además impone ciertas “condiciones en la fron­tera”, nada sencillas, que dificultan el problema pero deben ser forzó­sa­men­te tomadas en cuenta si queremos pen­sar en realidades y no en utopías. Las “condiciones en la frontera” más im­­por­tantes son: 1) el enorme creci­mien­to del número de solicitudes de in­greso a las instituciones de ense­ñan­za su­pe­rior; 2) la gran rapidez con la que au­menta el número de estudiantes de las instituciones de educación supe­rior. Hay que aclarar que estas dos con­diciones mencionadas están estre­cha­mente relacionadas, pero no deben con­fundirse pues son en realidad dos co­sas distintas; en efecto, el hecho de que aumente el número de solicitudes de ingreso a las facultades y escuelas pro­fe­sionales está relacionado, por una parte, con el aumento del número de estudiantes de nivel medio y, por otra, con el hecho de que las instituciones de estudios medios no parecen tener más finalidad que la de preparar a los estudiantes para ingresar a las escuelas superiores. En cambio, el aumento en el número de estudiantes en las es­cuelas profesionales tiene que ver con el número de solicitudes de ingreso, con la orientación vocacional y con una política de admisión; 3) la deman­da de democratización de la ense­ñanza superior es uno de los problemas cru­cia­les en la vida actual de las uni­ver­si­da­des y requiere urgente atención; 4) hay una situación paradójica en la que, por una parte, la sociedad ha ad­qui­rido conciencia de la fuerza de la uni­versidad y, por otra parte, se dice que la universidad como institución es inestable y se está desintegrando o autodestruyendo; incluso se llega a ha­blar del fin de la universidad.
 
Es indudable que la falta de un acuer­do claro acerca de los objetivos de la universidad y la imprecisión o po­ca claridad acerca de las circuns­tan­cias que vive la institución han pro­vo­­ca­do la llamada crisis de la univer­si­dad, que es un síntoma de la crisis de la sociedad y quizá un anticipo de los cambios en las estructuras sociales. En otros términos, la falta de una filo­sofía actual acerca de la cultura y la universidad, así como la falta de flexi­bilidad de la estructura universitaria —indispensable para poder afrontar su propio crecimiento y unificar los nue­vos conocimientos que en gran par­te se han generado en ella—, la han lle­va­do a una situación crítica e inade­cua­da para los cambios que requiere la edifi­cación de la sociedad futura y que, en parte, tendría que ser modelada por la propia universidad.

D)  Para completar esta descripción del sistema de referencia en el que se plantea el problema de los estudios su­periores es necesario pasar lista a los principales problemas específicos que enfrenta la universidad actual en México así como algunas alternativas. Con el propósito de sistematizar la dis­cusión se pueden clasificar estos pro­ble­mas en: docentes, de investigación, de tecnología, de difusión cultural, po­líticos y administrativos.
 
Docentes: 1) Atención a estudiantes. Si se piensa que ésta debe hacerse en función de las necesidades de la so­cie­dad, es preciso antes puntualizar qué necesidades sociales deben ser sub­­sanadas por la universidad; 2) ín­ti­mamente relacionado con el anterior está el problema de la orientación vo­ca­cional, así como el de la diseminación de la información sobre diversas ca­rreras y posibilidades de estudio que se ofrecen; 3) deserción escolar. Es ne­ce­sario hacer un estudio a fondo de es­te problema para determinar sus cau­sas, ponerle remedio y, en lo posible, ver en qué medida los estudiantes que no terminan la carrera están capaci­ta­dos para desempeñar una funciónes­pecífica en la sociedad; 4) ¿cuál es el ti­po de formación más adecuada que de­bemos proporcionar a los estudian­tes?, ¿formación general o especializa­da?, ¿disciplinaria o interdisciplinaria? 5) niveles y sus objetivos. Éste es un pro­blema de particular importancia, re­lacionado además con los anteriores; en especial puede preguntarse si la licenciatura debe seguir siendo el ni­vel con mayor demanda, pues quizá sea pre­ferible que por una parte se es­ti­mu­le a los estudiantes a realizar es­tu­dios de posgrado y a trabajar en in­vesti­ga­ción y por otra conseguir que au­mente el número de personas que rea­lice es­tudios subprofesionales —aunque en este último caso se debe plantear la pre­gunta de si es misión de la uni­ver­sidad el proporcionar ese tipo de for­ma­ción; 6) tutoría académica. Aquí de­be determinarse en qué medida y a par­tir de qué momento es conve­nien­te o necesario suministrar a los estu­dian­tes una tutoría académica. Re­sul­ta claro que es menester estudiar las posibilidades reales y buscar la ma­ne­ra de aumentar el número de estu­dian­tes que la tienen; 7) exámenes y cer­ti­fi­cación de conocimientos. En este punto es necesario discutir en qué me­dida es una función de la universidad el certificar conocimientos y practicar exámenes por cada asignatura; es evi­den­te que puede haber muchas otras alternativas y no puede asegurarse a prio­ri, que el sistema actual sea el me­jor; 8) debe establecerse cuál es la liga de la enseñanza con la investigación.
 
Investigación: 1) la investigación se considera como una actividad creativa que genera nuevos conocimientos y como una actividad que resuelve pro­ble­mas específicos que tiene la so­cie­dad. También puede considerarse co­mo una actividad que tiene la sociedad y que ella misma no ha podido plantear. Debe preguntarse cuál es el tipo de investigación que le compete a la uni­versidad y cuál compete a otras ins­ti­tu­cio­nes u organismos; 2) hay que pen­sar en si es más conveniente que el trabajo de investigación y la labor do­cen­te sean realizadas por las mismas per­so­nas o si es preferible que esas dos tareas se encomienden a grupos dis­tin­tos del personal académico —en el último caso debería indicarse en qué medida deben aprovecharse a los in­ves­ti­gadores como formadores de pro­fe­so­res; 3) si se acepta que la misión formadora de la Universidad es educar para la creatividad, ¿en qué me­di­da, de qué manera y a partir de qué ni­vel ­de­­be iniciarse el trabajo de in­ves­­ti­ga­ción de los estudiantes?; 4) in­ves­ti­­­gación de la enseñanza. Este es un as­­­pecto de la investigación par­ti­cu­lar­mente descuidado en México. En éste contexto, la investigación de la en­se­ñanza no se refiere a los aspectos pedagógicos o didácticos, sino al contenido mismo de lo que se enseña, en otras palabras, una vez decidida cuál es la finalidad de determinada carrera, nivel o actividad profesional, es ne­cesario investigar qué es lo que debe enseñarse para alcanzar esa dicha finalidad.
 
Tecnología: 1) es necesario deter­mi­nar hasta qué punto debe la uni­ver­si­dad ofrecer carreras técnicas y qué tan­ta diversificación de estudios es con­veniente que exista. Hay ciertas opi­niones que señalan que la univer­si­dad debería limitarse a los estudios humanísticos (filosofía, historia, socio­logía, etcétera) y científicos (matemá­ticas, física, química, biología) y que los de carácter tecnológico se realicen en instituciones ad hoc, ¿es esto con­ve­niente?, ¿es esto practicable?; 2) la uni­versidad debe tener una función in­te­gra­do­ra del conocimiento, ¿podría realizar esta función sin la enseñanza tecnológica?, ¿cómo debe realizarla?; 3) en la enseñanza de las tecnologías, ¿debe limitarse la universidad a dar ins­­truc­ción? o bien, ¿de qué manera se pue­de dar una buena educación tec­no­lógica que sea al mismo tiempo huma­nística y verdaderamente universi­taria?

Difusión Cultural: 1) es necesario de­terminar hasta dónde debe y puede llegar la labor universitaria de difundir la cultura, ya que ésta es una de las fun­cio­nes universitarias que más ligan la universidad a la sociedad; 2) una vez aceptado que la difusión cultural es una función de la universidad, hay que precisar quiénes deben realizarla, ¿un grupo de trabajo especial? o bien, ¿sus propios investigadores, profesores y estudiantes?, ¿o una combinación de estas alternativas?
 
Política: Entre los múltiples pro­ble­mas de índole política a los que se en­frenta la universidad figuran de modo preponderante los siguientes: 1) auto­nomía y libertad de cátedra e investi­ga­ción. Es claro que en la actualidad se reconoce la importancia de estos con­ceptos, sin embargo no todos tienen la misma idea acerca de sus al­can­ces; es entonces necesario precisar has­ta dón­de llegan y qué limitaciones tienen. Así por ejemplo, la libertad de cátedra y de investigación, ¿debe ser irrestric­ta o limitada? En el último caso, ¿quién decide y con qué criterios y procedi­mien­tos?, ¿hasta qué punto la contra­ta­ción de servicios de investigación por parte de organismos extrauniver­si­tarios limita la libertad de investi­ga­ción? Por otra parte, es necesario reco­nocer que la autonomía universitaria puede ponerse en peligro tanto por in­tervenciones externas como por acciones internas; 2) democratización y participación. Hace ya varios años que se ha discutido mucho acerca de es­tos temas, aunque no ha habido un acuerdo acerca de lo que en realidad se entiende por ellos. Así, por ejemplo, no es claro si la demanda de una de­mo­cratización de la universidad se refiere a los mecanismos de elección y de designación de autoridades o de cuer­­pos colegiados, o a la integración de di­chos cuerpos colegiados, o a las fun­cio­nes que deben tener, o bien a los tres aspectos. La participación de los pro­fesores y alumnos en la toma de las de­cisiones que los afectan ha sido plan­teada como un derecho, pero puede pen­sarse que además es necesaria e ine­vitable; aquí puede plantearse una pregunta acerca de cómo conseguir que la participación sea auténtica, efi­ciente, madura y responsable; 3) función crítica de la universidad. Es claro que todo desarrollo social implica un cambio; podemos preguntar entonces, ¿cuál es el papel de la universidad en los cambios sociales?, ¿la participación en la política universitaria es una ma­nera de participar en los cambios de la sociedad? La universidad nace de la sociedad y es sostenida por la sociedad, en consecuencia la universidad no puede ser una institución aislada de la sociedad, sino a su servicio, pero, ¿qué tipo de servicio?, ¿cómo puede lo­grar la universidad cumplir con más eficiencia su función social y en particular su función crítica?, ¿cómo pue­de conciliarse la función crítica de la universidad con sus finalidades acadé­micas?, ¿de qué manera debe darse en la universidad una educación crítica?
 
Estructura, gobierno y administración: Los problemas de la estructura de la universidad dependen en gran me­di­da de las respuestas que se den a to­das las preguntas formuladas; de esa ma­ne­ra se podría decidir si es prefe­ri­ble la organización departamental o por facultades, si la investigación debe realizarse preferentemente en institutos ad hoc, y en tal caso, qué relación debe existir entre institutos de inves­ti­gación y facultades; si es más con­ve­niente un director o un cuerpo di­rec­ti­­vo o alguna forma de cogobierno; có­mo deben repartirse los gastos entre en­se­ñanza e investigación; cómo se ela­­bora y se ejerce el presupuesto; cuál ­debe ser el financiamiento de la uni­ver­si­dad; y finalmente, ¿debe pensar­se en la uni­versidad como una institu­ción o como un sistema universitario?
 
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como citar este artículo
Lozano Mejía, Juan Manuel. (2009). La filosofía de las instituciones de educación superior. Ciencias 94, abril-junio, 54-58. [En línea]
 
     

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