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Digitalis, una planta útil en padecimientos cardiacos

 
   
   
     
                     

En 1775, el Dr. William Withering, un médico inglés, examinó a una anciana con hidropesía y llegó a la conclusión de que no permanecería mucho tiempo en este mundo.

Unas semanas después, volvió a examinar a la señora y sorpresivamente observó que presentaba una recuperación satisfactoria. Ella atribuyó su mejoría a un té que le había administrado una anciana de Shropshire. Cuando el Dr. Withering analizó el té, se encontró con que estaba compuesto por veinte o más hierbas diferentes, aunque después de conversar con la persona indicada no le fue muy difícil encontrar que la planta activa era digitalis (Digitalis purpurea).

Diez años después en un libro llamado An Account of the Foxglove, el  doctor hizo un reporte detallado de 163 casos, donde se demuestra el valor de la planta en el tratamiento de fallas cardiacas.

Con el tiempo se descubrieron tres dificultades en el uso de la planta; en primer lugar, no existían condiciones adecuadas para producir, a partir de las hojas, un preparado homogéneo que garantizan el mismo efecto con la misma dosis; en segundo lugar, no era posible hacer preparados duraderos, ya que tendían a descomponerse con facilidad y, en tercer lugar, el margen entre una dosis efectiva y una tóxica era muy estrecho, como el mismo Dr. Withering había apuntado.    

Ante esta situación, los investigadores, buscaron aislar los principios activos de digitalis. Citando lo lograron, la industria farmacéutica establecía la producción en serie de glicósidos, el principio activo, para venderlos a todo el mundo. Indudablemente, estos glicósidos son útiles, no se deterioran y son durables en largos periodos de tiempo. Sin embargo, son potencialmente tan dañinos como el preparado de hoja, aunque es necesario reconocer que una inyección al torrente sanguíneo garantiza una acción rápida y casi siempre precisa.  

Por fortuna no es frecuente tener que administrar este tipo de dosis fuertes y de acción rápida, por ello la Farmacopea Británica recomienda utilizar el preparado de la hoja de Digitalis, con la idea de que si las dosis son bajas, el peligro de envenenamiento es menor.   

Este ejemplo muestra la manera en que el uso tradicional de las plantas, en ocasiones puede incorporarse a la farmacopea mundial. Por supuesto, que no siempre ha sido tan sencillo como en el caso de Digitalis; por ejemplo, el Instituto Nacional del Cáncer de Estadios Unidos, ha examinado 35000 especies vegetales pretendidamente anticancerosas y no ha desarrollado (hasta 1986) ningún producto realmente eficaz. Paradójicamente, la compañía Lilly encontró que Vinca minor tiene sustancias anticancerígenas, pero el interés original que existía por esta planta, era para otros usos.    

En Estados Unidos desarrollar un nuevo producto cuesta entre 50 y 100 millones de dólares, lo que ha frenado seriamente la investigación y creación de medicamentos. En cambio Alemania Federal tiene un auge inusitado en el desarrollo de nuevas medicinas a partir de especies vegetales, con el enfoque de aprovechar el conocimiento tradicional sobre las plantas, para posteriormente, ensayar su utilidad con métodos farmacéuticos y químicos rápidos, baratos y seguros, que permitan incorporar su uso industrial de manera adecuada. Incluso es posible encontrar plantas mexicanas, como la Valeria mexicana en productos farmacéuticos alemanes (de las que desconocemos casi todos los mexicanos).

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 Referencias Bibliográficas

Thompson, W. A. R., 1978, Healing Plants, McGraw-Hill Book Company, (UK).

     
       
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El cáncer vegetal y la ingeniería genética

 
   
   
     
                     

El agalla del cuello, es una enfermedad de los vegetales con flores, provocada por la bacteria denominada Agrobacterium tumefaciens y consiste en el desarrollo incontrolable de un tumor en la zona de transición entre el tallo y la raíz. La bacteria, inserta una porción de su material genético en el de la planta superior (como lo hacen muchos virus), de manera que las células así transformadas producen sustancias que alimentan a las bacterias; en lugar de crecer normalmente dan lugar a un tumor de crecimiento incontrolable, debilitando de tal forma al vegetal que termina por matarlo. El descubrimiento de esta manipulación genética natural, abrió las puertas de una manipulación artificial y con ello a una revolución tecnológica en la genética aplicada a los vegetales, cuyas consecuencias apenas están vislumbrándose.

En 1986 aparecieron las primeras plantas transformadas genéticamente con fines agronómicos, cuando diferentes investigadores “injertaron” genes cuya información codificaba resistencia a algunos herbicidas. Ante tal posibilidad, algunas empresas como Monsanto y Ciba-Geigy de Estados Unidos de América, iniciaron el desarrollo de plantas de soya resistentes a las triazinas, herbicidas muy eficientes para eliminar malezas de hojas anchas (dicotiledóneas), en cultivos de maíz (monocotiledóneas). Así, “extraen” el gen que da la resistencia al maíz y lo incorporan al ADN de la soya, adquiriendo ésta el carácter señalado.

Otra compañía, Genetic Systems de Bélgica, ha conseguido introducir a plantas de tabaco, papa y tomate el gen que da resistencia a la fosfinotriccina (herbicida producido por la empresa alemana Hoechst). Es obvio que las compañías productoras de herbicidas quieren crear plantas en las que sea indispensable utilizar sus productos químicos, un negocio redondo. Aunque las consecuencias ecológicas de esta practica podrían ser graves, pues permitiría monocultivos de alta eficiencia, pero eliminaría a todas las malas hierbas y muy posiblemente muchas especies silvestres útiles, produciendo una distorsión inimaginable en los ecosistemas.  

Existe otra vertiente (más benigna) en la transformación de las plantas, donde es posible introducir características que permitan resistir a plagas y a enfermedades virales. Por ejemplo, investigadores de Monsanto han logrado crear plantas de tabaco resistentes al virus del mosaico, con eficiencia del 90%, cuando en plantas normales la resistencia apenas llega al 10%. Aunque debe señalarse que todas estas transformaciones llevarán a crear un registro de patentes sobre las planta manipuladas genéticamente, por lo cual los mexicanos, debemos estudiar muy cuidadosamente, las posibles consecuencias de estos avances científicos y técnicos en el territorio nacional; pero simultáneamente es indispensable dar apoyo sólido al desarrollo de la ingeniería genética vegetal en el país, pues de otra manera en pocos años pagaremos con dólares el uso de semillas mejoradas, sin oportunidad de crear un rumbo propio y adecuado en la agricultura mexicana. Recordemos que la baja del valor de los cultivos de alimentación humana y ganadera, ha dependían en gran parte de la aplicación de tecnología sofisticada.

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Referencias Bibliográficas

Tempé, J. y H. Schell, 1988, Manipulación genética de las plantas, Mundo Científico (La Recherche) 71:792-801.

     
       
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Luis Benítez Bribiesca
     
               
               

Sin lugar a dudas el Síndrome de    Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) se ha constituido en la enfermedad de moda en nuestros días. Las razones para ello son fundamentalmente tres: a) por su aparición sorpresiva y brusca como una nueva entidad patológica en grupos sociales estigmatizados y su lastimoso curso inexorablemente fatal, b) por haberse transformado en una pandemia de diseminación rápida en todo el orbe y c) porque ha sido objeto de estudios muy profundos de biología molecular que han esclarecido rápidamente problemas que en otra época hubiesen tomado muchos decenios y quizás siglos para resolverse.1

Ciertamente se ha recorrido un trecho enorme, sembrado de dificultades que hace apenas un cuarto de siglo, hubiese parecido imposible de lograr: el descubrimiento del agente causal, la disección precisa de su genoma y su estructura molecular, la investigación de los procesos patogénicos celulares que conducen a la enfermedad manifiesta, el desarrollo de métodos diagnósticos cada vez más exactos y los intentos terapéuticos y preventivos que aportan una dosis esperanza.2

Quizá el aspecto más sorprendente y digno de alabanzas es la rapidez con que la biología molecular abordó el problema y descubrió los elementos fundamentales de este padecimiento. Con ello la biología molecular se ha cubierto de gloria y ha contribuido a señalar los derroteros por los que la epidemiología, la clínica y la epidemiología han de seguir en el futuro. Así el clínico confía cada vez más en las bases moleculares de la enfermedad y el investigador básico busca con mayor afán la correlación nosológica.3

La Academia Nacional de Medicina, fue la primera en organizar en México un simposio multidisciplinario sobre este tema en el año de 1984, donde ya se discutieron los datos conocidos sobre esta enfermedad y una serie de interrogantes que surgían como consecuencia de los aportes científicos.4 Desde entonces se propuso que el SIDA probablemente comprendía un espectro mucho más amplio que el que hasta entonces se había publicado en relación con los enfermos graves, y que incluiría seguramente a sujetos portadores y a formas atenuadas o preclínicas de la enfermedad.5, 6

A pesar de que desde entonces ha habido un proceso sustancial para el entendimiento de los mecanismos patogénicos del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), persisten actualmente un gran número de incógnitas que conciernen al virus, a las células blanco, a las respuestas del huésped infectado y a su epidemiología. Por ello se pensó revisar aquellos datos que parecen firmemente establecidos, en contraposición con los aportes científicos que arrojan dudas razonables sobre esos hechos aparentemente consolidados. De ahí el título de esta revisión: “El SIDA. Dogmas e incertidumbres”.

EL AGENTE CAUSAL

Parece firmemente establecido que el agente causal del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida es un retrovirus que fue aislado en 1983 y del que actualmente se conocen dos variedades llamadas VIH-1 y VIH-2. La demostración más evidente de la relación entre el agente causal y la enfermedad es que se han encontrado anticuerpos contra el virus en el 90% de los pacientes con SIDA y que esto correlaciona perfectamente con la infección crónica latente. Debido a esta coincidencia de la inmunidad contra el virus y la presencia de la enfermedad se ha asumido que el virus mencionado es la causa del SIDA.1, 7 Por esta razón la titulación de anticuerpos se usa como método diagnóstico para la infección por VIH en vez del aislamiento del propio agente causal. Esto resulta paradójico ya que los anticuerpos séricos contra el virus de la inmunodeficiencia humana neutralizan a este virus in vitro y la inmunidad antiviral o la vacunación, protegerían contra la enfermedad producida por el virus.8 Es también más paradójico que un título bajo de anticuerpos en el suero generalmente se correlaciona con un bajo riesgo de desarrollar o adquirir la enfermedad grave. Con estos argumentos. el Dr. Peter Diusberg de la Universidad de California, ha estructurado una elegante discusión para demostrar que el papel del retrovirus como agente causal no explica completamente la patogenia de la enfermedad.9 Por otra parte Jay A. Levy en un artículo publicado recientemente en Nauture,10 también expresa sus dudas de que el mecanismo propuesto para explicar el deterioro del aparato inmune en esos enfermos esté centrado solamente en la presencia y replicación del VIH. Algunas reflexiones de esta índole, expresando dudas y sugerencias sobre este padecimiento han sido publicadas en revistas nacionales.5, 6

Los estudios epidemiológicos mundiales, parecen contradecir algunos aspectos del dogma etiológico. Por ejemplo, en poblaciones en las cuales existe una gran frecuencia de infecciones asintomáticas (determinadas por pruebas inmunes) y que fluctúan entre el 4 y el 20 por ciento de la población general, como ocurre en algunas comunidades de Haití y del África central, la tasa de enfermos de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida es muy baja y fluctúa alrededor de 0.01 por ciento.11, 12 Otra investigación de mucha relevancia, es la realizada en los indios aborígenes de Venezuela, que corresponde a una comunidad aislada, en donde se encontró que del 3.3 al 13.3 por ciento manifiestan inmunidad antiviral, pero ninguno de ellos tiene síntomas del SIDA; es decir, la frecuencia de la enfermedad es de cero.13

Por otra parte, mientras el virus en cultivo de células se replica sólo en algunos días o en algún par de semanas, el tiempo de incubado para que se desarrolle la enfermedad es de entre dos y ocho años.14, 15, 16 Sin embargo, se sabe que después de la infección por el virus en humanos, la respuesta antigénica aparece entre la cuarta y la séptima semana de incubación.17, 18 Los pacientes durante este periodo desarrollan un cuadro clínico semejante al de la mononucleosis infecciosa asociada a una linfadenopatía transitoria, que persiste una o dos semanas más hasta que la inmunidad queda firmemente establecida.10, 19 Es difícil explicar cómo, después de este cuadro agudo en el cual indudablemente hubo replicación viral en las células T, se inhibe la acción viral durante muchos años y de pronto se produce la enfermedad grave por alguna causa que los reactiva. Es muy difícil que el virus permanezca 5 a 7 años en forma latente en las células T, su hospedero natural, ya que el tiempo de generación de estas células es de aproximadamente un mes.20 Por otra parte es poco probable que después de haber estimulado una respuesta inmune adecuada en el huésped, suficiente para mantener al sujeto sin la enfermedad, ésta se deteriore súbitamente por la replicación viral sin causa aparente.17, 19 ¿Por qué se rompe el equilibrio inmunológico huésped-parásito adquirido durante la fase de resistencia?

Otro dato que sería de gran importancia para constatar la relación causa-efecto del virus de la inmunodeficiencia en la enfermedad del SIDA, sería cumplir plenamente con el primer postulado de Koch y que consiste precisamente en demostrar el agente causal en la lesión del afectado. En efecto, parecería que la demostración existe, ya que el estudio de los retrovirus, supuestamente causales se ha realizado en aislados de enfermos, en especial de ganglios linfáticos.21 Sin embargo, los estudios de viremia en individuos seropositivos son escasos por ser difíciles, complicados y costosos; pero se sabe que la viremia, tanto en los sujetos asintomáticos seropositivos, como en aquellos con alguna forma clínica de la enfermedad es en general muy baja.9, 10 Se ha visto que solo una de 100 a 1000 células linfocitarias T4 que son las células blanco de este virus, contienen el agente infectante; según otros autores la proporción es todavía menor, señalándose sólo uno en diez mil linfocitos cooperadores. Este dato estaría en contradicción con lo señalado por Spira y col. del CDC quienes aseguran que la viremia es un índice confiable de gravedad y progresión hacia la enfermedad en los casos seropositivos.22 Sin embargo, al analizar sus resultados se encuentra que en un buen número de ellos no pudo aislarse el virus, p. e., en el 11 por ciento de los que desarrollaron SIDA, en 46 por ciento de aquellos con cuadros clínicos atenuados y en 78 por ciento de los que tenían una disminución importante en la relación T4/T8, que ya indica la destrucción de las células T cooperadoras, no se demostró viremia.

Por otra parte, en el laboratorio se ha observado que los retrovirus causantes del SIDA destruyen a las células T4 en cultivo, previa formación de sincicios o células gigantes multinucleadas, por lo que se ha supuesto que el mismo fenómeno debería ocurrir in vivo; pero este fenómeno no se ha encontrado jamás en los estudios tisulares de los pacientes. Aún más, es sabido que el virus necesita células activas, en proceso de ciclo celular o mitosis, para poderse replicar y expresar, lo cual resulta difícil de conciliar con el hecho de que las células linfoides de individuos con SIDA, disminuyen en forma importante su capacidad de regeneración lo que se demuestra en cultivo mediante el estímulo de mitógenos. Por lo tanto parece que el efecto citocida y la formación de sincicios es en gran parte un artificio de laboratorio.23

LA CELULA BLANCO Y SU RECEPTOR

El descubrimiento de los receptores del virus en la células linfoides T4 conocido también como proteína CD4 permitió rápidamente postular un mecanismo perfecto de cómo el virus identificaba a sus células blanco, cómo se fijaba a su superficie, después era incorporado al interior de la célula y finalmente al genoma de la misma. Este fenómeno probado en numerosos estudios in vitro, tampoco explica completamente el mecanismo de la entrada del virus a estas células blanco ni su destrucción.24, 25 Se ha encontrado que el VIH puede infectar a algunas células que no tienen el receptor CD4, tales como los astrocitos del cerebro, los fibroblastos humanos, las células endoteliales y las epiteliales en individuos seropositivos. Con la técnica de transfección ha sido posible trasplantar el gen de la CD4 a las células que no lo manifiestan normalmente, como las del ratón; en ellas el virus se fija efectivamente a su superficie pero no se internaliza, ni se reproduce en ellas. De ello se deduce que debe haber otros mecanismos además del receptor CD4, por medio de los cuales el VIH interacciona con algunas células.9, 10, 24, 26
Recientemente se ha demostrado que los linfocitos CD4 pueden expresar en su superficie una glucoproteína que se conoce como compuesto específico de grupo (Group Specific Compound) y que existe en tres formas moleculares distintas codificadas cada una por un alelo. La diferencia de estas tres formas moleculares se debe al contenido de ácido siálico y se sabe que aquella glucoproteína que contiene dos residuos de acido siálico, es la que se encuentra más frecuentemente en individuos con seropositividad y que desarrollan la enfermedad grave. Es probable que este compuesto específico de grupo desempeñe un papel importante en la fijación e internalización del virus en la célula.27

Por otra parte, los estudios de reproducción viral in vivo realizados en células de varios individuos afectados de la enfermedad o en células de diferentes especies demuestran claramente que existe una gran variabilidad. Así, por ejemplo, en las células del sistema nervioso como astrocitos, oligodendrocitos, etc., o en los macrófagos el virus tiene una capacidad de reproducción distinta y en muchas ocasiones se ha visto que el virus obtenido de pacientes con enfermedad avanzada no es capaz de reproducirse adecuadamente en diferentes células, ni de producir su efecto citopático.9, 10 Esto nos conduce finalmente a considerar que existe una enorme heterogeneidad viral en cada individuo y que se manifiesta en diferentes respuestas del huésped, en capacidad de replicación variable y en efectos citopáticos diversos sobre células infectadas. Esto explicaría la variabilidad del cuadro clínico.28, 31

LA PATOGENIA

Para explicar la destrucción selectiva de ciertas células en el enfermo con SIDA y posteriormente el deterioro inmunológico grave que sufren estos pacientes, se ha extrapolado la observación del laboratorio de que el virus destruye a la célula linfoide cooperadora y con ello altera todas las interacciones de modulación del aparato inmune con las consecuencias ya bien conocidas y establecidas.10, 26

Esto es, sin embargo debatible por las siguientes razones: a) la destrucción celular in vitro en laboratorio ocurre en unos cuantos días o semanas, en cambio la enfermedad aparece entre 5 y 7 años después de la infección; b) la fusión de las células T4 no se ha observador in vivo en los pacientes con SIDA, ni en aquellos con linfoadenopatía generalizada. Nosotros hemos realizado algunos estudios en cortes seriados de ganglios linfáticos de pacientes con linfoadenopatía y no hemos podido demostrar la presencia de estas células multinucleadas o sincicios como también se les conoce.6, 32

En muchas circunstancias la destrucción de las células T en cultivo in vitro no ocurre, y los linfocitos así infectados por el virus despliegan una actividad mitósica muy importante, replicándose aproximadamente cada cinco días durante tres semanas; durante este tiempo el virus previamente latente se activa hasta sus niveles de expresión máxima. Existen también algunas cepas virales que no causan fusión citopática in vitro y que han sido aisladas de algunos pacientes con SIDA. Esto demuestra que la fusión nuclear inducida por el virus, puede ser realmente un fenómeno diferente y quizá un artificio del laboratorio.28, 29, 33

Por último, se ha encontrado que estos virus se pueden replicar sin manifestar efectos citocidas, no sólo en las células T sino también en los monocitos y en los macrofágos que comparten los mismos receptores específicos, así como en células linfoides tipo B que carecen de receptor. Con los VIH2 especialmente, se han demostrado efectos atenuados y no citopáticos.28, 33

EL DIAGNOSTICO

Desde que se dispone de pruebas confiables para la determinación de anticuerpos en el suero de pacientes con las técnicas de ELISA o de Western Blot, ha sido posible conocer mejor la epidemiología de la infección por VIH.21, 22, 34 Se ha supuesto que los individuos con la prueba positiva desarrollarán alguna de las formas clínicas al padecimiento en los próximos tres a siete años; en cambio aquellos con la prueba negativa no tendrán la Enfermedad.8, 35, 36, 37

Este concepto tiene un gran interés desde el punto de vista social y psicológico ya que la información que se da al público en general tiene que ver con la positividad o negatividad de esta prueba; así, las campañas informativas pueden transformarse innecesariamente en alarmistas si se le hace entender al público que una prueba positiva es igual a SIDA y con ello a la muerte.

En los Estados Unidos se ha calculado que aproximadamente entre 0.5 y 1 por ciento de la población es positiva para los anticuerpos del VIH.37, 38 Sin embargo, entre el grupo de individuos positivos a esta prueba sólo aproximadamente un 5 por ciento manifiesta la enfermedad; esto indica que la mayoría de los sujetos no evolucionan hacia la enfermedad.10, 18, 31, 39 Recurramos nuevamente al ejemplo citado en la primera parte de este trabajo y que se refiere a que en Haití y África Central la frecuencia de seropositivos llega al 20 por ciento pero los enfermos de SIDA representan apenas el 0.01 por ciento. Otro ejemplo muy evidente de esa discrepancia es que en las prostitutas de los países centroafricanos existe una seropositividad hasta del 80 por ciento y sin embargo no se ha encontrado ningún caso de SIDA manifiesto.11, 40, 41

En estudios recientes en cohortes de homosexuales realizados en San Francisco y en Nueva York y algunos casos de hemofílicos y homosexuales, en la Gran Bretaña, se ha podido encontrar que únicamente el 22 por ciento de los sujetos seropositivos evolucionan a alguna forma de SIDA a tres años y que el 60 por ciento desarrolla alguna de las manifestaciones clínicas de la enfermedad siete años después de la infección. Aunque las cifras de frecuencia de transformación hacia la forma grave de la enfermedad parecen alarmantes en estos estudios, hay que considerar que se trata de individuos de alto riesgo, en los cuales existen muchos factores todavía desconocidos que coadyuvan a que se manifieste la enfermedad, de tal suerte que estas cifras deben tomarse con cautela.42, 43 La predicción estadística de nuevos casos en E.U. basados en una cifra de morbilidad de 5 por ciento, es de 50000 a 75000 nuevos casos por año, lo que resulta entre 3 a 5 veces la frecuencia anual observada.31 Es probable que la frecuencia de SIDA sea muy baja en ausencia de “cofactores” que se analizarán más tarde. Por último, el estudio en un grupo de hemofílicos infectados reveló sorprendentemente que el porcentaje de transformación en estos sujetos es extraordinariamente bajo. Todos estos sujetos recibieron sangre seropositiva y en algunos casos con viremia claramente detectada, pero sólo entre el 3 y 5 por ciento presentaron la enfermedad en los primeros tres años posteriores a la transfusión. Por otra parte, algunos de los donadores que infectaron a algunos hemofílicos y les produjeron la enfermedad no han manifestado el padecimiento hasta 7 años después de su diagnóstico.18, 44 Ello nos permite confirmar que lo que propuse en 1984, de que debería existir un gran número de individuos portadores o con enfermedad latente y otro con una enfermedad clínica atenuada o de resistencia, es un hecho que, con las pruebas de serodiagnóstico, ahora puede comprobarse.5, 6 Para que se presente la enfermedad grave se necesitan una serie de circunstancias coincidentes que permitan que el enfermo llegue a esas etapas de destrucción inmunológica y de infecciones oportunistas que conocemos; más adelante se analizarán estos factores que he llamado coadyuvantes.

Debemos considerar que las pruebas mencionadas para diagnosticar la presencia de anticuerpos y que se conocen con el nombre de ELISA o de Western Blot tienen indudablemente un porcentaje no despreciable de falsas positivas, así como de algunas falsas negativas.45, 46 Más aún, recientemente se ha informado que algunos sujetos con seropositividad pueden dejar de fabricar anticuerpos y transformarse en seronegativos.47 Está bien estudiado que el curso de la infección, después de un cuadro clínico de la seroconversión o en las etapas del SIDA, los títulos de anticuerpos detectados por las pruebas de ELISA disminuyen y pueden dar resultados negativos.10 Esta es otra de las limitantes para el diagnóstico o seguimiento correcto de los pacientes y también para los estudios epidemiológicos de gran cobertura. Es conveniente hacer aunque sea una breve mención, de que por esta razón estas pruebas no deben ser utilizadas como único elemento de diagnostico para tomar acciones preventivas, legales o discriminatorias contra sujetos que sean positivos.

LAS ALTERACIONES DEL APARATO INMUNE

Por los conocimientos expuestos previamente se ha supuesto que el efecto patogénico de VIH explica plenamente el curso de la enfermedad: el deterioro inmunológico, la neuropatía y encefalopatía, la enteropatía y la oncogénesis.

En verdad la depresión inmune que se asocia a esta enfermedad no ha sido plenamente explicada; las disfunciones identificadas después de la infección por el VIH, primero fueron atribuidas a los efectos citopáticos del virus sobre las células cooperadoras o linfocitos T4; pero ya hemos visto que esto no parece estar plenamente demostrado y que hay numerosas excepciones a la regla y faltas de correlación entre los estudios in vitro y lo que ocurre en el paciente.9, 10

Se ha encontrado que el número de células infectadas por el VIH en la sangre no pasa de 1000 por mol o sea 1 en 10000 linfocitos, lo que no es suficiente para explicar la cantidad de células que se destruyen a través del tiempo en el individuo enfermo;31 más aún, las células CD4 positivas infectadas por VIH pueden sobrevivir varias semanas en cultivo. Se sabe también que algunos virus obtenidos de individuos inmunológicamente deprimidos no son altamente citopáticos en el laboratorio a pesar de que fueron aislados de individuos enfermos. Finalmente, las anormalidades de la función del aparato inmunológico observadas no incluyen solamente a las células T o macrófagos infectados sino también a las células del sistema hematopoyético que no están infectadas.24, 25

En pacientes con encefalopatía o neuropatía de cualquiera de los tipos descritos en el SIDA, no se encuentra una cantidad importante de virus en sus células del sistema nervioso central. Se ha demostrado que existe una baja cantidad de VIH en las células endoteliales de los capilares cerebrales y también en astrocitos y oligodendrocitos. Ya que éstas células mantienen por una parte la integridad de la barrera hemotoencefálica y por otra producen mielina, es probable que su alteración sea la vía si esta disfunción sea o no producida por el propio virus.10

Está bien establecido que los individuos con el síndrome manifiesto presentan como uno de los síntomas cardinales diarrea continua y muchas veces inexplicable; en aquellos casos en los cuales no se encuentran parásitos ni gérmenes responsables de este síntoma, es factible suponer que las células cromafines del intestino que regulan la motilidad intestinal estén alteradas, pero hasta la fecha desconocemos estudios que puedan mostrar algún efecto del virus sobre estas células del sistema neuroendocrino difuso.

Finalmente es pertinente señalar que aunque los retrovirus han sido ampliamente estudiados como acarreadores de oncogenes, en este caso en particular, el VIH no tiene secuencias oncogénicas conocidas, por lo que no existen virus ni fragmentos del genoma viral en las células del Sarcoma de Kaposi, neoplasia que afecta a un elevado número de pacientes con SIDA. Esto hace pensar que quizás el virus no tiene efecto oncogénico directo y que la aparición de las neoplasias conocidas en este padecimiento, sea secundaria al abatimiento de la función del aparato inmunológico, dando nuevo apoyo a la teoría de la vigilancia inmunológica de Burnett.9, 48

EL FUTURO DE LOS SEROPOSTIVOS

Antes del advenimiento de las pruebas diagnósticas y de que se conociese con precisión la epidemiología y frecuencia de la distribución de individuos infectados se suponía que cualquier individuo al que se le hubiese transmitido el agente casual desarrollaría irremisiblemente la enfermedad grave. Desde que se pudo disponer, a escala internacional, de las pruebas diagnósticas, se sabe que la cantidad de individuos seropositivos puede ser mucho mayor que la de aquellos que desarrollan alguna forma clínica del padecimiento. Hasta el momento no se ha podido definir con precisión que es lo que les sucede a aquellos con seropositividad; algunos estudios recientes señalan cifras bastante dispares. Por ejemplo
Goedert y col. demostraron que existe una progresión actuarial a tres años de 34 por ciento y 17 por ciento en cohortes de homosexuales que fueron estudiados en el área de Nueva York y Washington,49 mientras que Port y col. encontraron la expresión sintomatológica durante los 15 meses posteriores al diagnóstico en solamente 3.2 por ciento de los sujetos estudiados. En las clínicas de San Francisco se estudio una cohorte de 63 individuos de alto riesgo en la que solamente el 30 por ciento evolucionó al SIDA durante los cinco años consecutivos a la seroconversión. Por otra parte Moss y col. en un estudio publicado recientemente en una cohorte del Hospital General de San Francisco, señalan que el SIDA se presenta en una progresión actuarial a 3 anos en 22 por ciento de los casos y que un 19 por ciento adicional manifiesta algunas de las formas clínicas atenuadas de la infección (linfadenopatía, pre-SIDA, etc.)42 Quizás los estudios de más valor son los realizados en sujetos hemofílicos que han recibido múltiples infusiones de factor VIII; en una investigación preliminar se determinó una frecuencia de SIDA de 18 por ciento seis años después de la seroconversión. En otras investigaciones se ha demostrado que sólo alrededor de 5 por ciento de estos individuos infectados desarrolla la enfermedad grave durante los primeros 3 años después de la seroconversión. Llama la atención, como se ha dicho anteriormente, que algunos de los donadores infectados que pudieron ser estudiados respectivamente y son seropositivos, no manifiestan la enfermedad aún después de 6 o 7 años de haber donado su sangre.17

Resulta claro, con estas cifras, que existe un gran grupo de individuos seropositivos sin manifestaciones clínicas, otro grupo importante de seropositivos que manifiestan alguna sintomatología clínica de las conocidas como síndromes clínicos atenuados y por último un grupo proporcionalmente menor de sujetos que manifiesta el síndrome de inmunodeficiencia adquirida grave y necesariamente fatal.

Aquellas investigaciones confirman la hipótesis publicada desde 1984 por la Academia Nacional de Medicina, en la cual se hacía la sugerencia de que podrían existir estos tres grupos de sujetos, si finalmente se demostraba que el síndrome era producido por un agente infeccioso viral.5, 6, 32 Por otra parte parece que la sensibilidad de los diversos grupos socioétnicos es diferente y que mientras en África la posibilidad de desarrollar SIDA después de la seroconversión es baja, en los grupos de homosexuales de San Francisco y Nueva York es muy alta; en México no sabemos qué ocurra en los grupos de bajo o alto riesgo; de cualquier manera estas observaciones parecen indicar que es necesaria la interacción de factores coadyuvantes además del virus, para que aparezca la enfermedad clínica.

Es evidente que existe una mayor frecuencia de transmisión del SIDA o síndromes atenuados en los individuos que presentan otras enfermedades sexualmente transmisibles, particularmente la sífilis; se ha encontrado también que la sífilis tiene un curso mucho más grave en los individuos que presentan alguna forma clínica de la infección por VIH y podría postularse una interacción potencializadora entre la presencia de las dos infecciones. Es también conocido el hecho de que aquellas individuos con infecciones como la hepatitis B, el virus Epstein Baar, el Herpes Simplex y el citomegalovirus, tienen una evolución muy desfavorable. Esto es particularmente cierto en aquellos seropositivos, pero sin sintomatología clínica, que durante el lapso de latencia o de resistencia, se infectan con estos agentes virales. Parece también claro que los estímulos alogénicos repetidos en los individuos seropositivos, ya sea con las células espermáticas, con células sanguíneas o con trasplantes, puede acortar el periodo de trasformación de la etapa latente o de resistencia a alguna de las formas clínicas manifiestas. Por ello se ha pensado que ese estímulo alogénico funcionaría como un estimulante de la progresión de la enfermedad. Quizás esto explica el por qué los individuos promiscuos de preferencia sexual ano-peneana son más proclives a manifestar la enfermedad grave.18, 42,43

La utilización de sustancias que han sido llamadas drogas recreacionales como el butirilato de amilo o la marihuana inhiben in vitro la acción de algunas células del aparato inmune. Es probable que esto ocurra también in vivo y que estas sustancias contribuyan al deterioro del aparato inmune y así faciliten el desarrollo y la manifestación de la enfermedad grave. Es también factible, aunque no ha sido plenamente probado, que el uso de las drogas mayores, como la cocaína, la heroína y otras, tenga el mismo efecto. De estos datos podemos deducir que existen factores potenciadores o coadyuvantes de la enfermedad y que por ello los programas de prevención deberán incluir dentro de su información al público señalar los factores coadyuvantes que representan un alto riesgo.5, 42, 43

MARCADORES DE GRAVEDAD

De los estudios mencionados antes acerca de la frecuencia de progresión de esta enfermedad, ha surgido la inquietud de encontrar algún marcador de laboratorio para saber si la persona en cuestión está o no en peligro de desarrollar la enfermedad grave. Así las cosas, el grupo de Moss y col.42 ha llegado a la conclusión de que existen probablemente tres indicadores muy precisos de la posibilidad de transformación de un seropositivo al SIDA. Estos indicadores son fundamentalmente la elevación de la microglobulina por arriba de 5 mg por litro, el incremento del antígeno VIHP24 y la disminución de la cantidad de linfocitos T4 por debajo de 200 por millón. En la experiencia limitada de los casos estudiados en México, podemos decir que una cuenta por debajo de 500 es la que indica gravedad o tendencias a la progresión hacia las formas clínicas en los próximos meses (observaciones no publicadas).

Sería deseable que los centros hospitalarios en México que atienden a estos pacientes y centros de diagnóstico contaran con los recursos para realizar por lo menos estas tres pruebes indicativas en individuos seropositivos.

LIMITACION DE LA PANDEMIA A LOS GRUPOS DE ALTO RIESGO

Ya que esta enfermedad atacó primeramente al grupo de homosexuales del mundo occidental y que también se observaba en otros grupos llamados de alto riesgo, como los hemofílicos, los drogadictos y más recientemente atacaba a comunidades del Centro de África y de Haití, se supuso que la diseminación de este padecimiento sólo ocurría en esos grupos poblacionales.

Los estudios de la pandemia actual del SIDA, han demostrado con claridad que esto no es así. Las campañas de prevención en los países desarrollados han revelado un hecho interesante: la disminución de nuevos casos en los grupos de homosexuales; sin embargo, en los grupos de drogadictos, bisexuales e hijos de madres que han tenido contacto con individuos afectados, el número de nuevos casos va en aumento. Por otra parte, ya es conocida la alta proporción de heterosexuales que manifiesta la infección en países centroafricanos y en Haití, aunque, como hemos señalado antes, existe una baja frecuencia de la enfermedad clínica.9, 10, 18, 31

Con esta información epidemiológica reciente, es factible deducir que la pandemia no se circunscribirá a los grupos de alto riesgo, sino que existe la posibilidad muy real de que la población en general pueda ser susceptible a este tipo de infección.

LOS RECURSOS PARA LA INVESTIGACION Y PREVENCION DEL SIDA SIN INSUFICIENTES

Una vez que se determinó por el Center of Disease Control (CDC) y que se aceptó por la Organización Mundial de la Salud que el SIDA es un problema de salud grave que puede afectar a todo el orbe, se comenzaron a destinar fondos muy cuantiosos, tanto en los países desarrollados como en los poco desarrollados, para investigar y aplicar medidas preventivas de la diseminación de esta enfermedad.   

A pesar de los grandes recursos económicos destinados por organizaciones oficiales y numerosa privadas, se ha visto claramente que el monto de los recursos es muy reducido para lograr detener a corro plazo esta pandemia. Esto resulta particularmente aparente en el país más fuertemente flagelado por la enfermedad, E.U., donde se formaron dos comités internacionales de gran relevancia para discutir estos problemas, obtener los fondos y dirigir su utilización adecuada.

El primer comité está constituido por expertos científicos incluyendo a dos ganadores del Premio Nobel y fue organizado por la Academia Nacional de Ciencias y el Instituto de Medicina del vecino país del norte desde 1985. El segundo comité fue en un principio muy divergente al primero y estaba constituido por representantes de la Casa Blanca que integraron una comisión presidencial para el estudio de la epidemia del virus de la inmunodeficiencia humana. Aunque en un principio estos dos comités parecían tener opiniones contradictorias, recientemente se llego a un consenso adecuado, publicado en la revista Science, en donde entre otras cosas, se señala que es necesario contar con mil millones de dólares para apoyar la investigación biomédica del SIDA y otro tanto para la prevención y la educación hasta 1990. La comisión presidencial propuso un presupuesto de mil quinientos millones por año durante 10 años para la investigación epidemiológica del SIDA en los Estados Unidos exclusivamente.50, 51

Desconocemos cuáles son las partidas presupuestales en nuestro país, pero evidentemente deben ser de un monto mucho menor, por las condiciones socioeconómicas y porque la magnitud de nuestro problema no es de la envergadura del vecino país del norte. Sin embargo, es pertinente señalar que las autoridades sanitarias han puesto un interés particular solo en los últimos tres años para hacer campañas de detección, de información y de prevención en el público general. A pesar de ello los centros de diagnóstico y centros hospitalarios son escasos y los medios con que se cuenta para el seguimiento de los infectados y de los pacientes son muy raquíticos. Basta señalar que solo existen dos hospitales plenamente equipados para realizar las pruebas de laboratorio que se han mencionado anteriormente como necesarias para valorar y conocer el curso de la enfermedad: el Hospital de la Nutrición Salvador Zubirán y el Hospital de Infectología del Centro Medico La Raza. Fuera de estos hospitales es casi imposible encontrar alguno  en donde se realicen las pruebas de cuenta diferencial de poblaciones de linfocitos, el estudio de la estimulación de los linfocitos in vitro por mitógenos, la determinación de beta-2-microglobulinas o la determinación de interleucinas. Tampoco conocemos de ningún centro hospitalario institucional que lleve a cabo investigación biomédica fundamental para este padecimiento.

Sería recomendable que se pusiese mayor énfasis para subvencionar la investigación biomédica, para incrementar los métodos diagnósticos modernos y para nutrir los estudios epidemiológicos y demográficos con técnicas más aplicadas y así poder hacer una labor preventiva correcta y, en su momento, la aplicación de prevención inmune y terapéutica también a la altura de las circunstancias.

Terminaré reproduciendo lo que la Academia de Ciencias en E.U.50 reprocha a las instituciones de salud de ese país en relación al SIDA: “Las medidas de salud pública han sido complicadas por el hecho de que el SIDA apareció primeramente en grupos estigmatizados previamente y la respuesta social a la enfermedad ha sido confundida por posturas moralistas de culpabilidad en contra de esos grupos”, Walkins, el presidente de la comisión, dice más adelante: “Como testigo de las audiencias de esa comisión acerca de la discriminación puedo decir que los individuos infectados por el VIH se enfrentan a dos batallas: la primera en contra del virus y la segunda en contra de la discriminación”: Se podría agregar a esta reflexión que lo que lleva a la muerte no es siempre el perder la batalla contra el virus, sino lastimosamente el haber perdido la batalla contra la estigmatización social”.

Adendum al trabajo “El SIDA. Dogmas e incertidumbres”

En los meses posteriores a la publicación de este artículo en Gaceta Médica, aparecieron varios trabajos que dan mayor solidez a los argumentos aquí expuestos. En un estudio realizado en homosexuales, que continuaron siendo seronegativos a pesar de sus prácticas de alto riesgo, Imagawa y col.1 informaron que sólo en el 23% de los 133 casos se pudo identificar el virus (HIV-1). De estos 31 sujetos únicamente 4 se convirtieron en seropositivos en un periodo de 11 a 17 meses y los 27 restantes siguieron siendo negativos a las pruebas serológicas (ELISA y Western Blot) hasta 36 meses después de haber aislado el virus. Sorprende que el 77% del grupo de 133 sujetos no se infectó y que 27 de los 31 individuos que albergaron el virus (87%) no manifestaron efectos lesivos en su aparato inmune, ni seroconversión, ni menos aún sintomatología clínica. Este acucioso estudio demuestra que la infectividad por el HIV-1 es baja y que la acción patógena del mismo puede permanecer latente por muchos años. Con estos datos se confirma la necesidad de considerar a otros procesos biológicos agregados que estimulen la replicación viral, tal como lo propongo en este artículo con el nombre de factores coadyuvantes o potenciadores.

Por otra parte, William Haseltine2 explica que existen tres patrones diferentes de respuesta a la infección por HIV-1.

 
El primero sería el clásico, con incremento temprano de antígeno viral (gp 24), seroconversión entre 3 y 6 semanas después de la infección y presentación del síndrome 2 a 10 años después. El segundo patrón es el caracterizado por un estado prolongado de seropositividad que súbitamente disminuye o desaparece sin que aumente la expresividad de los antígenos virales, lo que podría indicar un estado de defensa espontánea que limita el desarrollo de la enfermedad grave. El tercer patrón es el que emerge del estudio de Imagawa y col.1 y se caracteriza por la presencia de HIV-1 sin estimular la producción de anticuerpos ni aparición de la enfermedad clínica por un tiempo prolongado; este cuadro se llamaría infección silenciosa o latente. Aunque el concepto parece novedoso y apenas ha podido fundamentarse, la existencia de esta variante fue sugerida desde 1984 por nosotros.3, 4 Quedaría sin embargo, otro punto que generalmente evitan considerar los investigadores y que es el de aquellos que no se infectan a pesar de sus prácticas de alto riesgo. En el trabajo de Imagawa y cols.1 se omite una discusión sobre los que no se infectaron y en el artículo de Haseltine sólo tímidamente se apunta que es un misterio por qué casi el 50% de los compañeros sexuales estables de sujetos seropositivos no tienen infección demostrable. Este hecho tan evidente, pero soslayado porque su explicación es muy compleja, permite plantear la hipótesis de que existen también factores condicionantes de infectividad que son necesarios, ya se apara promover la infección del huésped o para impedir que ésta ocurra. 

Por último, Schnittman y cols.5 confirman que el reservorio de HIV-1 en sujetos infectados es precisamente el linfocito T con marcador CD4 (linfocito cooperador), pero que la cantidad de células con genoma viral en el sistema in vitro es sólo de 1:1000 aunque en individuos infectados sin la enfermedad puede ser de 1:10000 o tan baja como de 1:100000. Esto contrasta con lo que ocurre en el enfermo, en donde se encuentra una proporción de 1:100 linfocitos CD41 infectados con le virus. Es notable también que en la enfermedad avanzada, aunque disminuye la cantidad de células CD41, aumenta la proporción de linfocitos con virus replicables. Esto demuestra que el VIH-1 puede permanecer latente por muchos años y que algún otro agente o fenómeno lo despierta de su letargo para estimular su replicación y así producir la enfermedad.

Con estos estudios resulta cada vez más evidente que la patogenia de infección por HIV-1 es mucho más compleja de lo que se ha considerado y que es necesario orientar la investigación actual también a los factores coadyuvantes y desencadenantes de la enfermedad. Sería muy útil estudiar los casos de infección latente y de resistencia a la infección para poder entender mejor la patogenia de esta enfermedad y diseñar otras estrategias preventivas y terapéuticas.

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 articulos
 
     

 Refrerencias Bibliográficas

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Reproducido con autorización de Revista Médica, vol. 27, No. 5 de 1989.

     
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Luis Benítez-Bribiesca
Académico numerario, Unidad de Investigación Clínica en Enfermedades Oncológicas, Instituto Mexicano del Seguro Social.

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Juan Madrid Vera
     
               
               

INTRODUCCION

En los últimos años han aparecido nuevas ideas en torno a las especies, derivadas de las teorías del equilibrio puntuado, el Cladismo y el Feneticismo, las que se suman a la larga polémica iniciada en la Historia Natural de los siglos XVII y XVIII, acerca de la existencia objetiva de la especie en la naturaleza; a saber, si las definiciones que se han elaborado se aplican a todos los seres vivos y restos fósiles, y si se debe establecer una distinción, entre especies evolutivas y especies biológicas. Algunos elementos que se han añadido a este debate, se refieren a si deben considerárseles más que conjuntos, individuos que, como tales, pueden estar sujetos a procesos como la selección natural y la idea de que existen grupos naturales mayores a especie.      

Planteadas así las cosas, el interés del presente ensayo es exponer algunos de elementos acerca de esta ya añeja discusión sobre la existencia real o no de las especies. Para ello se analizarán las versiones de la Historia Natural de Ray, Linneo y Buffon, las de la naciente Biología con Lamarck y Cuvier y las que elaboró Darwin hasta la publicación de El Origen de las especies.

LA ESPECIE SEGÚN RAY

Hacia finales del siglo XVII el clérigo inglés John Ray planteaba que nunca una especie nace de la semilla de otra y viceversa. Ray discutía, demostraba y proporcionaba ejemplos de que la amplia variedad de las especies, no sobrepasan a ciertos límites, lo que le permitía conservar sus características esenciales de generación en generación, desde que se creó la primera muestra. Según Ray las especies son reales por ser producto de la mente divina y su “número era fijo y delimitado, y como es razonable de creer, constante y sin cambios desde la primera creación”.1 La obra de este naturalista recobraba las ideas de Platón2 y de Aristóteles3 sobre la posesión de una esencia o Eidos que subyace en cada una de las especies, y de que sus existencias tienen un fin determinado.    

El planteamiento central de Ray es el papel que juegan los caracteres reproductivos y de la cruza, en la definición de las especies; ambos aspectos de algún modo ya habían sido planteados por Aristóteles en las clasificaciones que realizo de los animales, quien había pensado que estas eran las características esenciales —junto a la alimentación— en la perpetuación de la especie, todo ello dentro de la esfera de los corruptibles;4 sin embargo, para Ray la reproducción significaba las formas que Dios les dio para perpetuarse mientras que, para Aristóteles, era la condición para mantenerse en un mundo en permanente corrupción.

BUFFON Y LAS ESPECIES

A mediados del siglo XVIII el concepto adquirió una mayor precisión en la obra de algunos naturalistas como Linneo y Buffon. El conde de Buffon (1707-1778), hace las primeras distinciones entre la definición y la existencia real de las especies; también sustenta un concepto donde ya se consideran los criterios de la reproducción y los de la cruza fértil. Sin embargo, su concepción pasó por distintas etapas.       

En 1749, en el primer volumen de su Historie Naturelle, Buffon niega que las especies existan en la realidad, ya que para él, éstas son productos del arte y sólo los individuos son reales, así, es un error buscar una definición “natural” sin considerar la existencia de una cadena en la que todos los seres vivos se presentan de modo continuo, pues todo en la naturaleza atiende de modo gradual, lo que da lugar a la existencia de una multitud de formas intermedias, entre las cuales es difícil trazar una clara demarcación.  

En el segundo volumen de su Historie Naturelle, también de 1749, niega su crítica anterior y plantea que “reconocemos a dos animales como pertenecientes a la misma especie, si por medio de la copulación pueden perpetuarse a sí mismos y preservar la forma de la especie; y podemos reconocerlas como pertenecientes a diferentes especies, si no son capaces de producir descendencia por el mismo medio. La zorra puede ser reconocida como una especie diferente a la del perro, si se prueba que la cruza de las hembras y los machos de estos dos animales no producen ninguna descendencia; si resultase descendencia híbrida, una mula, es suficiente para demostrar que la zorra y el perro no pertenecen a la misma especie, si la mula fuese estéril. Por lo que asumo que el orden en el que se constituye una especie, hace necesaria la reproducción invariable, perpetua y continua, similar, en otras palabras, a la de los otros animales”.

El contexto de esta discusión está constituido por las ideas del molde interno y las moléculas orgánicas. Las moléculas orgánicas existen en la naturaleza, en un número infinito y son de la misma sustancia que las que se encuentran en los cuerpos vivos, y son análogas al número infinito de partículas que componen la materia bruta de las cuerpos inanimados. El molde interno es una fuerza análoga a la gravitación universal, y es responsable de la forma interna y externa de los seres. De este modo, lo que reproduce la imagen de los padres es la ordenación de las moléculas orgánicas por medio del molde interno, y la disposición resultante, es lo que caracteriza a cada una de las especies; así cada especie posee su propia ordenación de las moléculas orgánicas por su propio molde interno.

En 1753 Buffon hace una innovación crítica, que descansa en la conexión de las especies con la inmanencia del tiempo: la única realidad de las especies es su temporalidad, y aunque constante en su integridad, es decir en su fijeza, “nunca es el número, ni la colección de individuos similares, lo que hace a la especie. Es la sucesión constante y la renovación ininterrumpida de estos individuos lo que la constituye… la palabra especie es una palabra abstracta y general, para la cual las cosas existen, únicamente cuando consideramos a la Naturaleza en la sucesión del tiempo, y en la destrucción y renovación constante de los seres”.6

Hacia 1765, Buffon ha profundizado en su vieja idea de la degeneración de las especies, por los efectos del medio sobre estas; sin embargo, la integridad de las especies permanece en lo profundo de ellas, en su molde interno inalterable. Para esta época el conde cree que las especies no son meras colecciones de individuos similares, sino totalidades siempre vivientes y siempre las mismas; una unidad singular que, como tal, ha sido unida en los principios del mundo “el tiempo mismo relaciona únicamente a los individuos cuyas existencias son fugaces; pero la existencia de la especie es constante, y la permanencia es lo que constituye su duración; las diferencias entre ellas las constituye en número,… vamos a dar a cada especie un derecho igual en la tabla de la Naturaleza”.       

Después de 1766. Buffon pasa de una visión que podemos llamar restringida, a una más extensiva, en la cual la famille aparece como una categoría que agrupa a todos los descendientes de un molde interno, a la largo del tiempo. En ésta se agrupan, además todas las degeneraciones de forma pero que conservan las potencialidades de cruzarse. En algunos casos, tales cruzamientos no se dan en condiciones naturales y se les puede considerar como razas o variedades y hasta como especies, más en el fondo, éstas pertenecen a un solo agrupamiento natural, que ha derivado de un molde interno primigenio o cepa común. Esta idea de la especie extensiva, junta con la discusión entre distinción de la definición y la realidad, llevó a Kant a plantear, como criterios importantes de análisis de las especies, lo genealógico o histórico y lo descriptivo.

Algunos historiadores han creído que la idea de la especie extensiva guarda relación con la idea de comunidad de descendencia, sin embargo, Buffon está más cercano al concepto de creacionismo que al de evolución, basta con saber que él plantea la existencia de las especies en términos de la creación, o sea, de la posesión de una esencia, representada por el molde interno, que permanece invariable a lo largo del tiempo aún sometida a una fuerte degeneración.7

LINNEO Y LAS ESPECIES

Carolus von Linneo (1707-1788) fue llamado en su época “el príncipe de la clasificación” nombre que se le dio por los muchos años que dedico al estudio de las planas, a la creación de su Systema naturae —obra que contiene a todos los seres vivos conocidos en su época— y a la elaboración de una metodología de la clasificación.     

Linneo desarrolló básicamente por lo menos dos ideas de lo que son las especies, ambas relacionadas con la transformación que sufrió su pensamiento, pasando de creer que las especies fueron formadas directamente de las manos de Dios, a que éstas eran hijas del tiempo. Es decir de sostener que las especies eran fijas para siempre, a sustentar que se formaban nuevas especies por hibridación.      

En la primera versión del Systema naturae (1735), Linneo sostenía que en estado de naturaleza sólo se observan organismos individuales, algunos parecidos entre sí, debido a que las semillas son de padres que a su vez se les parecen. Los individuos como tales, pueden presentar una gran variación de color, tamaño, figura, etc., pero poseen caracteres esenciales que permanecen constantes y les permiten reconocerse y no cruzarse con otros de distintas especies. Linneo menciona y sostenía la idea de que la especie se establece debido a las diferencias de las marcas o caracteres intrínsecos que se encuentran ubicados en las estructuras reproductivas, lo que hay que distinguir de variaciones y accidentes que carecen de validez. Así, planteado el asunto, las especies contienen elementos empíricos e ideales.       

En 1743 en su texto Oratio de Telluris Habitabilis Incremento, el celebre naturalista profundiza sus ideas empíricas y religiosas al proponer que, en los principios de la creación, la Tierra estaba cubierta de un mar universal en medio del cual, en las regiones tropicales, sobresalía una única isla. En ella cabían todas las plantas y los animales conocidos, debido a que esta Isla-Paraíso contaba con todos los clima posibles; así, Adán pudo en ella, darles nombre a todas las especies de la creación. Poco a poco las tierras fueron ganando terreno al mar, hasta llegar a los límites que hay conocemos. En esta isla Dios creó las parejas y los hermafroditas de todos los animales y plantas. Posteriormente estos alcanzaron un número preestablecido, que no podían rebasar. La idea de la creación del número más pequeño posible para una especie, dice Linneo, proviene de la deducción lógica de que los realiza todo con el menor esfuerzo.8

En su Critica Botanica, Linneo reitera la idea de que “todas las especies reconocidas han sido formadas en las manos del Creador, y el número de éstas es exactamente el mismo, y aunque todos los días se crean nuevas y diferentes especies de flores, provenientes de las verdaderas especies, así llamadas por los botánicos, finalmente regresan a las formas originales. Así, a las primeras se les han asignado límites fijos, más allá de los cuales no pueden ir, mientras que las últimas muestran sin fin, el infinito juego de la naturaleza”.        

Su idea de que las especies son hijas del tiempo, aparece en Diseratio Botanica de Peloria (1744). En esta obra, Linneo sostiene que la planta Peloria es un ejemplo de cómo, por hibridación, pueden formarse nuevas especies en el reino de las Plantas. La idea no era novedosa, por lo menos en lo referente a las llamadas especies mulas, que eran las que señalaban los límites entre las especies (esto ya lo planteaba Buffon, como se dijo anteriormente), pero la Peloria probaba que se podían sobrepasar tales límites, pues “esta planta se propaga por su propia semilla y es, por lo tanto, una nueva especie que no existía en los principios del mundo; es un nuevo género que nunca existió hasta ahora. Es una especie mula en el reino vegetal que se ha propagado por la trasmutación de una especie a otra; tiene una fructificación totalmente diferente en la misma plata; un carácter doble en la misma especie”.9

A mediados de la década que va de 1760 a 1770, Linneo elabora las ideas que resumen las consecuencias de su creencia en la hibridación para la formación de nuevas especies. En Fragmenta Methodi Naturalis, Linneo plantea que existen 65 tipos de cortex de plantas que, al combinarse con las médulas respectivas, dan una mezcla de distintos principios; una sola de estas combinaciones, es el prototipo de un orden natural; así Dios habría creado a los progenitores de cada uno de estos órdenes y los mezcla para producir a los progenitores de los distintos géneros, los que a su vez se mezclaron y dieron origen a las especies que conocemos en la actualidad, y que siguen generándose.10

Más adelante, en la Philosophia Botanica, Linneo describe el proceso práctico a través del cual se constituye una especia. Proporciona una lista de las descripciones posibles de los caracteres específicos esenciales, que se toman de la raíz, tallos, hojas, partes orgánicas necesarias a la nutrición, sistemas de fructificación, formas de las inflorescencias y sus accesorios. El análisis parte de una división de la forma de la planta, en elementos simples, concebidos como irreductibles, que se describen con base en el número, la forma, la situación y la proporción. Así, cuando se han descrito los caracteres esenciales, a partir de los cuales se da nombre a la especie, se le puede definir y bautizar. Los prerrequisitos de la definición exitosa de una especie se encuentran especificados en Species Plantarum y son: el conocimiento profundo de muchas especies, la investigación y la elección escrupulosa de las partes y el uso apropiado de la terminología. De esta manera toda especie se define por marcas o caracteres simples mutuamente excluyentes; es decir, la descripción específica o definición linneana, expresa un carácter distintivo que separa a una especie de la otra.

Si bien son notorias las diferencias entre las ideas de Buffon y Linneo, los dos naturalista más famosos del siglo XVIII, hay una serie de concepciones que los enlazan, y que nos permiten comprender los paradigmas científicos o las matrices teóricas de su época, sobre las cuales se formulan las visiones de la especie. Una de éstas es, sin duda, la de creer en la Economía de la Naturaleza, concepción que postula una interacción de los cuerpos naturales, preestablecida por Dios, y que mantiene un equilibrio apenas notorio con el paso del tiempo. En otros palabras, que cada especie fue creada para llenar un lugar y cumplir una función precisa. El orden de la economía, según Linneo, se caracteriza por cuatro fenómenos: la propagación de las especies, mediante los mecanismos de generación; la distribución geográfica o poblamiento de las tierras ganadas a la mar; la destrucción de las cosas en la guerra de todos contra todos; estos tres fenómenos regidos por el cuarto, o principio de la proporción. Todos en conjunto son válidos para las tres reinos y se desenvuelven en el teatro de la creación.       

Hacia finales del siglo XVIII, Malthus publicó su Ensayo sobre la población. El texto estaba dedicado a contradecir las ideas del socialismo y el futuro luminoso, del inglés Godwin y del francés Condorcet.11 El fondo de su argumentación reside en proponer una versión teológica de la historia humana, según la cual, ésta se dirigía hacia un final tenebroso de sobrepoblamiento, miseria, guerra, pestes y hambrunas. Nada podrá salvarla, ya que las leyes que guían a la historia son naturales y por lo tanto inevitables; no hay progreso sino destino sombrío.

Sin embargo, el esqueleto sobre el que se construyó la explicación malthusiana, la idea de población, sirvió para que muchos naturalistas y médicos tuvieran otra perspectiva en sus estudios. La lectura que hace Darwin y el contexto en que la ubica, hace posible la aparición de una concepción de la especie como agrupamientos de poblaciones. Pero antes de llegar a las ideas de Darwin, es necesario considerar las ideas de Lamarck discípulo de Buffon, en alguna época crítico de Linneo y antagonista de Cuvier.

LAS ESPECIES EN EL DEBATE DE LAMARCK Y CUVIER

Antes de 1799-1800, años en que Lamarck se conviene al transformismo,12 creía que las especies eran reales y definibles al estilo de Buffon y compartía los criterios de Ray y Linneo, aunque en relación a este último creía más en la dicotomía que en la división, en las descripciones sencillas y extensas, que en las eruditas que no llegaban al público; criticaba las dificultades para identificar y describir las relaciones de las plantas que les confieren un lugar en el supuesto orden de la naturaleza, critica la formación de los géneros a partir de un solo carácter y discute la artificialidad de las categorías lógicas linneanas, como el del orden de la naturaleza.         

En una de sus contribuciones a la Enciclopedia Metódica de Pancoucke, publicación para la que cooperó de 1778 a 1793, Lamarck define a la especie, como la que “está constituida necesariamente por un conjunto de individuos semejantes, que se perpetúan a sí mismos mediante la reproducción”. Propone además, que la forma de analizar a las especies debe ser exhaustiva, abarcar todas las sinonimias, enumerar todas las referencias en la literatura, dar amplias descripciones morfológicas, y proporcionar adecuada información de su distribución geográfica.

Hacia 1785, Lamarck presenta sus ideas acerca del orden de la naturaleza, en un esquema estructurado como una serie continua y graduada, en la cual los dos reinos son contrapartes perfectas. Las criptogramas con los gusanos, las unilobuladas con los insectos, las incompletas con los peces, las compuestas con los anfibios, las monopétalas con los vertebrados y las polipétalas con los cuadrúpedos. El encabezado de la tabla es: “seres orgánicos, sujetos a la muerte, y que poseen la facultad de reproducirse”.

En 1795, invitado por Saint-Hilaire, Cuvier llega al Museo de Historia Natural de París. Inmediatamente, con base en la experiencia obtenida por su trabajo con organismos marinos de las playa normandas, Courier realiza una revolución en la clasificación de los llamados “organismos inferiores”, que un poco más adelante serán conocidos como los invertebrados. Tomando como criterio principal las características del sistema circulatorio y del sistema nervioso de los animales en cuestión, divide a estos en 6 clases. Las diferencias con los naturalistas anteriores radican en el uso que hace de caracteres internos en la alineación y que prácticamente no se había utilizado desde trabajos de Aristóteles, quizá porque se había impuesto el predominio de la clasificación vegetal sobre la de los otros seres vivos. El restablecimiento que Cuvier hace del análisis aristotélico, difiere de éste por una mayor especialización y profundidad, y es importante señalarlo, porque esto lo lleva a la crítica de la continuidad, concepto que Aristóteles —y posteriormente la Historia Natural— creía que se manifestaba como una Cadena de Seres.

Esta nueva forma de analizar a los seres vivos, hace que Lamarck se convenza rápidamente de que la complejidad estructural, es la característica básica para encontrar “el verdadero orden de la Naturaleza” y da la bienvenida a las proposiciones anatómicas de Courier en su discurso introductorio al curso académico que impartía en 1796. En este mismo año, en una sesión pública del Museo, Cuvier presenta su trabajo sobre los paquidermos, en el cual considera que hay otra especies aparte de las vivientes: las extintas. Cuvier establece el concepto de nombres específicos para los restos fósiles de las especies, o dicho de otro modo, establece el uso de la palabra especie para seres que vivieron en otros tiempos.         

Lamarck no está de acuerdo con la idea de la extinción ni con la de las catástrofes que explican a las extinciones. Éstas no eran compatibles con su concepción de los mecanismos que operan en la naturaleza, que por una parte se basaban en el planteamiento uniformitarista (una problemática que John Hutton había puesto a discusión en su Theory of the Earth de 1788) que Lamarck conocía y aceptaba; por otro lado él estaba convencido de que los balances de la naturaleza sucedían de modo regular y armónico y que, por lo tanto, nada de lo que se producía podía desaparecer. De este modo Lamarck propone que las especies se transforman a través de un proceso de adaptación automática, por medio del cual el ser vivo se acomoda a nuevas condiciones, y que descansa en el desarrollo del sistema nervioso central. Los vacíos que dejan las especies al transformarse, se ocupan con las que están en la escala inmediata anterior y así hasta llegar a la base, en donde se están generando espontáneamente los seres más simples.      

En el terreno de las especies, después de 1880, ya ni las especies ni los géneros pueden ser ordenados linealmente. Se cree que la serie o cadena de los seres, mantiene su continuidad a nivel de las “masas” —análogas a las clases u órdenes—,13 las cuales pueden colocarse en un orden de creciente complejidad. Lamarck insiste en que los géneros y, especialmente las especies, forman ramificaciones laterales en muchos lugares de la cadena, por lo que representan puntos aislados. Esta versión, de 1801, la reitera en la Philosophie Zoologique publicada en 1809.14

Para esta época, ya se ha pasado de una clasificación de tipo horizontal a una vertical, en ella el tiempo juega un papel primordial, ya que permite el cambio de medios, los que a su vez tienen un papel creador. En este mismo texto Lamarck niega que las especies puedan ser definidas en los términos de la Historia Natural, es decir como creación, en su constancia absoluta y en la idea de una antigüedad de las especies, similar a la que se concebía para la naturaleza, o sea que existe desde que se creó al mundo. Niega además que sean una colección discreta de individuos y que puedan ser delimitados por el criterio de la cruza fértil. Lo real son los individuos que forman colecciones que se matizan en variedades, razas y especies distintas. Estas últimas tienen una constancia relativa, pues “en realidad se ha observado desde hace mucho tiempo que existen menciones de individuos que se parecen de tal modo por su organización y por el conjunto de sus partes, y que se conservan en el mismo estado de generación en generación desde que se les conoce, que nos hemos creído autorizados a mirar estas colecciones de individuos parecidos, como si constituyeran… especies invariables”, aunque para fines prácticos, acepta llamarlas especies.        

Solo suponiendo lo contrario a la inmutabilidad es posible explicar las dificultades de los naturalistas para determinar los objetos que deben de ser considerados como especies.

En las últimas obras de Lamarck, el papel que las circunstancias o efectos del medio circundante juega en relación a la formación de las especies, es cada vez más importante. Sin embargo, la idea publicada desde 1801,15 de que las especies y los géneros podrían ser puntos aislados de las ramas de la cadena, no es explotada hasta sus últimas consecuencias. En resumen, la concepción que tenía Lamarck acerca de la continuidad y transformación de los organismos en la escalera ascendente de les seres, no le permite pensar en las especies como entidades discretas y, al contrario, se ve obligado a negar tal posibilidad.

LAS ESPECIES DARWINIANAS

Charles Darwin (1809-1882) es el naturalista que más ha influido en las ideas modernas de la biología y al que debemos lo que se ha considerado como el mecanismo básico de la evolución: la selección natural. Darwin desarrolló por lo menos cuatro concepciones de la especie a le largo de su obra, y al parecer todas distintas entre sí. En la primera de ellas, que mantiene de 1834 a 1837, hace suyas las ideas de Charles Lyell, quien sostiene la existencia de las especies como tipos (que tiene un significado semejante al de Eidos o Esencias) y que el número de las especies que existen en la naturaleza, es constante y se mantiene dentro de ciertos límites; cada una de ellas es también constante y tiene, como afirma en 1835,16 demarcaciones fijas más allá de las cuales, los descendientes de ciertos padres comunes, nunca pueden desviarse de cierto tipo…, es fútil… la disputa acerca de las posibilidades abstractas de la conversión de una especie en otra, cuando sabemos que hay causas conocidas muy activas en su naturaleza, que siempre intervienen y evitan que pueda realizarse tal conversión.”

Las ideas del autor de los Principles of Geology (1830-1833), sobre la realidad y fijeza de las especies, son una reacción al planteamiento de Lamarck. Estaba convencido de que las especies eran entidades reales porque creía en la adaptación perfecta de los seres a un modo particular de vida; es decir a vivir en un conjunto de condiciones físicas y de relaciones con las especies que le rodean, también particulares. Esta exacta y elaborada adaptación, hace imposible que puedan desarrollarse en otro conjunto de condiciones y por lo tanto puedan extinguirse. La adaptación perfecta o designio significa además, que ningún carácter pueda variar sin romper el conjunto de relaciones complejas, por medio de las que se procesa el balance de las existencias, y que permite su definición.

Una segunda versión darwinista de las especies, se encuentra en The Red Notebook (1836-1837), en la parte llamada “de la cuestión de las especies”, escrita después de marzo de 1837. En ella, Darwin discute el problema de la transmutación de las especies, en el contexto empírico del significado de los fósiles de Sudamérica. También plantea las dificultades que existen para explicar, con las ideas de Lyell, la extinción de la llama gigante de la Patagonia; las especies del archipiélago de las Galápagos y su relación con las del continente americano; la imposibilidad de explicar en términos del creacionismo la coexistencia de Pterocnemia pennata y Rhea americana dos avestruces de América del Sur; y la sustitución de las floras y las faunas, al avanzar hacia el sur del continente. Al referirse a la especie, Darwin reconoce su existencia y representa al conjunto de éstas por medio de la imagen de una unión de venas, en la que cada ramificación es una especie. Los cambios de una especie a otra, suceden por medio de saltos, y cree que las especies tienen tiempos de existencia definidos, al igual que los individuos; asimismo se intuye claramente la comunidad de descendencia cuando dice “…veremos avestruces de las dos especies, ciertamente diferentes ¿está uno empujado a la búsqueda de un ancestro común?”.     

Su tercera idea, que quedará inserta en toda su teoría, aparece en el texto conocido como el cuaderno B, el cual comenzó a escribir en julio de 1837 y lo terminó a principios de febrero de 1338.18

En las partes finales de éste, Darwin llega a una definición sustentada en una concepción dinámica de poblaciones intercruzantes, que pasan por periodos de aislamiento geográfico (B7, B17) y de coexistencia, dependientes de la dinámica de la Tierra. Plantea la tendencia a variar, las migraciones (B10) y la imagen de árbol o coral de la vida irregularmente ramificado (B21, B28); y es precisamente en el contexto de la imagen, que propone la idea del aislamiento reproductivo, “tan pronto como una especie se forma por la separación o cambio en alguna parte de una región, la repugnancia a intercruzarse la establece” (B23, B24, B33 y B34).

En este mismo texto encontramos su “definición de especie: aquella que permanece largo tiempo con caracteres constantes, junto a otros seres de muy cercana estructura. Por esto las especies pueden ser buenas y diferir escasamente en cualquier carácter externo” (B212, B213).          

Hacia fines de 1838, Darwin lee los textos de Malthus y elabora la imagen de las especies o poblaciones, representadas a manera de cuñas, las cuales están presionándose entre sí, a lo largo del tiempo, lo que provoca que salten las más débiles y prosperen las que logren mantenerse en sus lugares. En esta constante presión entre puntuaciones, siempre se estarán formando nuevos lugares en la economía de la naturaleza. La fuerza de la presión es la selección natural. La elaboración de este concepto, le hace abandonar en definitiva la idea de que las especies se extinguen por envejecimiento y que evolucionan por saltos, pues ya posee un mecanismo gradual. Durante la década que sigue al planteamiento anterior nace énfasis en el aislamiento geográfico para explicar el origen de nuevas especies. En el Essay de 1842 cita la importancia que tienen para la evolución, las barreras geográficas como son las montañas, los mares, los desiertos, los ríos y las tierras bajas y altas. Hacia 1852 hace explícita su concepción de la divergencia, que es tan importante como la selección natural.19 En ella Darwin propone que un sitio dado tendrá la mayor cantidad de seres vivos, si es ocupado por formas diversas. Una especie al diversificarse en variedades o subespecies tenderá a ocupar tantos y tan diversos sitios como le sea posible y las que no lo hagan se extinguirán. Esto, escribe en septiembre de 1857, en una carta a Hooker. En ella explicaría “el origen de la clasificación y las afinidades de los seres vivos en todos los tiempos: ya que los seres vivos en todos los tiempos, parecen siempre ramificarse y subramificarse como las ramas de un árbol a partir de un tronco común, las ramitas florecientes y divergentes destruyen a las menos vigorosas: las ramas muertas representan géneros y familias extintas”.20

Hacia 1858, Darwin seguía creyendo en la relación del aislamiento reproductivo de una especie y en el aislamiento geográfico. Sin embargo, con elle entramos a una cuarta forma de entender a las especies. Varios factores lo llevaron al abandono de su punto de vista anterior; entre ellos la importancia que adquiere el principio de la divergencia ya señalado: también están las ideas de Hooker y de De Candolle, acerca de que existen especies cercanamente relacionadas, que se encuentran mezcladas en estado de naturaleza y no como entidades separadas representativas, producto de creaciones especiales. Un tercer factor son sus trabajos sobre la gran variación de los cirripedios; y el último, esta relacionado con la forma de argumentar contra el creacionismo, que hacía demasiado énfasis en la demarcación de las  especies.21 Mientras que Darwin sostenía el concepto de formación gradual de éstas.

Por ello en The Origin of Species, pierde sentido la aparente discrepancia entre el aislamiento y la coexistencia; asimismo pone en evidencia los absurdos a que llevan los análisis basados sólo en las formas y sustenta que una especie es una unidad genealógica y no una clase de organismos morfológicamente similares; es decir que no son simplemente una clase de seres que tienen un determinado grado de similitud y diferencia en las propiedades de sus miembros; al mismo tiempo, por un lado señala que existen una serie de elementos arbitrarios en la clasificación, y por otro, reconoce la artificialidad de las categorías; además hace una distinción entre definición, realidad y las discrepancias que subyacen entre teorías y hechos. Darwin se opone tajantemente a lo que la palabra especie ha significado, es decir, la inmutabilidad, creación y esencia. A su modo de entender, la demarcación pensada en términos de mutuas esterilidades —que para el creacionismo es la marca dada por Dios para distinguirlas— es el aislamiento reproductivo, subproducto de le adaptación y que surge al azar.22

Las dudas de Darwin no están en contradicción con el reconocimiento de la realidad de las especies, como lo sostiene en 1860 en una carta a Asa Gray: “Qué absurda es la tonta objeción lógica de: ‘si las especies no existen ¿cómo pueden variar?’ Como si alguien dudara de su existencia temporal”. Sin embargo, actualmente es válido pensar que Darwin no plantearía claramente una definición, ya que tras ello subyace una problemática que reside en su excesivo gradualismo, es decir, ¿como encontrar fronteras en la multitud de formas intermedias?

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 Refrerencias Bibliográficas

1. Citado en Greene, J. C., 1959, The Death of Adam, Iowa State University Press, p. 128.
2. Platón, 1965, Timeo o de la Naturaleza, traducción del griego, P. F. Samaranch, Obras Completas, Ed. Aguilar, p. 1119-1196.
3. Aristotle, 1969, Parts of Animal, Book I, parts III-IV, traducido por A. L. Peck & E. S. Forster, Loeb Classical Library. W. Heinemann Ltd & Harvard University Press, p. 93-105. Véase también Metaphysics, libro V, caps. 4 y 5.
4. Citado en Lovejoy, A. O, 1968, Buffon and the problem of species, in Forerunners of Darwin 1745-1859, Glass, B., et al. (eds.), The John Hopkins Press, Baltimore, p. 93-94.
5. Ibíd., p. 97.
6. Véase por ejemplo, R. P. Sloan, 1979, “Buffon German Biology, and the Historical Interpretation of biological species”, The British Journal of the History of Science, 12(41), pp. 109-153.
7. Para una discusión más profunda, véase Roger, J., 1971, Les Sciences de la vie dans la Pensée Française du XVII Siècle la Génération des Animaux de Descartes a L’Encyclopédie, Armand Colin, Paris, tercera parte, cap. II. Buffon. También a Bowler, J. P., 1973, Bonnet and Buffon: Theories of Generation and the Problem of Species, J. of the Hist. of Biology, vol. 6, no. 2, pp. 259-281.
8. Para esta sección véanse los trabajos de Linneo editados por C. Limoges, 1972, L’Economie de la Nature, Presses Universitaires de France.
9. Citado en L. J. Larson, 1971, Reason and Experience. The Representation of Natural Order on the works of Carl Von Linné, University of California Press, p. 103.
10. Ibíd., p. 106. Para profundizar más sobre Linneo véase también Hagberg, K., 1952, Carl Linneaus, Jonathan Cape, London.
11. R. T. Malthus, 1970, Primero ensayo sobre la población, Alianza Editorial, Madrid, España.
12. R. W. Bukhardt, 1977, The Spirit of the System: Lamarck & the Evolutionary Biology, Cambridge University Press, cap. V.
13. F. Jacob, 1977, La Lógica de lo Viviente, Ed, LAIA, Barcelona, España, p. 151.
14. J. B. Lamarck, 1963, Zoological Philosophy, Hafner Pub. Co., USA.
15. Discutido por I. Conry, 1982, “L’Idée d’ une Marche de la Nature” dans la Biologie Predarwinenne au XIX Siècle, Rev. Hist. Sci., XXXIII/2.
16. Véase L. G. Wilson, 1970, Sir Charles Lyell Scientifics Journal’s on the Species, Yale University Press.
17. S. Herbert, 1980, The Red Notebook of Charles Darwin, British Museum (Natural History), Cornell University Press.
18. P. Barret, 1980, Metaphysics, Materialism & Evolution of Mind, Early Writings of Charles Darwin, The University of Chicago Press.
19. Véase también, C. Limoges, 1976, La selección natural. Estudio sobre la primera constitución de un concepto, Siglo XXI Eds., México.
20. P. H. Barret, 1970, The Collected Papers of Charles Darwin, The University of Chicago Press, pp. 9-10.
21. Véase Sulloway, F., 1979, Geographic Isolation in Darwin’s Thinking: The vicissitudes of crucial idea, Stu. Hist. Biol., 3:23-65.
22. Ch. Darwin, 1859, On The Origin of Species. A facsimiles of the first edition with an introduction by Ernst Mayr, Harvard University Press.

     
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Juan Madrid Vera
Departamento de Biología, Facultad de Ciencias, UNAM.

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Evgueni Lifshitz
     
               
               

Es un gran honor y un motivo de satisfacción hablarles acerca de Lev Davidovich Landau. Con esto quiero rendir un tributo a la memoria del gran hombre y gran científico, que fue mi maestro y un cercano amigo durante 30 años. No es fácil compartir algunas impresiones sobre una persona tan extraordinaria como Landau, en el breve tiempo de una conferencia. Esta labor será más difícil puesto que estoy hablando en una lengua que no es mi idioma materno ni tampoco el de ustedes.        

Es un motivo de gran placer que se me haya dado la oportunidad de dictar esta conferencia en el marco de los seminarios dedicados a Nishina. El nombre de Nishina tiene un significado especial para mi, ya que uno de los primeros artículos en física teórica que leí, fue hecho precisamente por este científico, en colaboración con Klein; en dicho artículo aparece una fórmula muy conocida: la formula de Klein y Nishina de la dispersión de fotones por electrones. Además, el primer artículo que publiqué —hecho en colaboración con Landau— versaba en el área de la electrodinámica cuántica, en procesos estrechamente relacionados al trabajo de Nishina y Klein: la producción de un par electrónico (un electrón y un positrón) durante la colisión de partículas pesadas. Quienes trabajan en electrodinámica cuántica, saben que los procesos de creación o de aniquilación de partículas, se abordan con la teoría de perturbaciones de segundo orden, pues la aproximación a primer orden no da ningún resultado.

A lo largo de mi vida, he estado relacionado con dos personalidades distinguidas: la primera es, desde luego, Landau y la segunda es Kapitsa. Quiero decir algo sobre este último. Ayer leí en el periódico Japan Times que Kapitsa murió. Es una gran pérdida para mi y también para mis colegas y amigos. Kapitsa jugo un papel muy importante en el destino de Landau, no sólo como científico sino también como ser humano. Quiero decir que este año celebramos un doble aniversario: los 90 años de su nacimiento y el 50 aniversario del Instituto de Problemas Físicos, que fue creado y dirigido durante largo tiempo por el propio Kapitsa. Desafortunadamente ya no será lo mismo sin su presencia.        

Kapitsa fue una persona excepcional aunque con características distintas a las de Landau. Fue una persona con un carácter de acero; cuando se  fijaba una meta nunca se quedaba a medio camino, siempre trataba de llegar a ella sin desviarse de sus objetivos. Fue también una persona con mucha firmeza. En la vida todo el mundo tiene épocas difíciles y evidentemente Kapitsa no fue una excepción pero era en esos momentos cuando mostraba cabalmente su energía. Más adelante volveré a hablar de él, cuando me refiera a la superfluidez, tema que abordó en estrecha colaboración con Landau.

Pero volviendo ahora al tema original de esta plática, recordemos que Landau murió el primero de abril de 1968. Su vida estuvo dramáticamente dividida en dos partes: la primera época termina en 1962, el día en que viajaba en automóvil entre Moscú y Dubna (donde se encuentra el Instituto de Investigaciones Nucleares). La carretera estaba cubierta de hielo y el auto patinó, estrellándose con un camión que iba en dirección opuesta. El camión chocó justo en el lugar donde iba sentado Landau y de las cuatro persona que viajaban en el automóvil la única que sufrió heridas graves fue él. Perdió la conciencia inmediatamente y así permaneció por un lapso de tres meses. Los sucesos posteriores constituyen una verdadera epopeya, ya que gran parte de la comunidad de físicos —comenzando por sus estudiantes y sus colegas—, trataban de ayudar por todos los medios a los médicos, en la desesperada lucha por salvarle la vida. Fueron cientos los que colaboraron en esa muestra de amistad y solidaridad. Se formó un comité especial en el que colaboraron más de doscientas personas, que incluía desde estudiantes universitarios de licenciatura y posgrado, hasta miembros de la Academia de Ciencias. Todos ellos llegaban al hospital continuamente para saber de que manera era posible ayudar a los médicos y como se podía apoyar en la obtención de equipo médico.

Al final, después de tres largos meses, él recuperó la conciencia, pero ya nunca fue lo mismo. Nunca recuperó todas sus aptitudes mentales y nunca más volvió a ocuparse de la física. Landau murió seis años después, pero esos seis años son la historia de la prolongación de una vida miserable y llena de penurias; pero de eso no voy a hablar ahora. Sólo quiero mencionar cuáles eran los ánimos de aquellos que trataron de salvarle la vida. Por ejemplo, hubo un momento, cuando fue evidente que Landau dependía de aparatos de respiración artificial; surgió entre este grupo de personas la idea de construir tales aparatos en los talleres del Instituto de Problemas Físicos. Quiero decir que eso era innecesario e ingenuo, pero fue una idea asombrosamente espontánea (a final de cuentas el aparato para respiración artificial fue obtenido en el Instituto para el Estudio de la Poliomielitis). Esto era característico del estado mental de los que querían salvarle la vida.            

Ahora voy a contarles algunos detalles de la vida de Landau. Nació en 1908 en Bakú, que era el centro de la industria petrolera. Su padre fue un ingeniero petrolero y su madre fue médico. Sus aptitudes se revelaron desde muy temprana edad: entró a la universidad a la edad de 14 años y se tituló a los 19 en Leningrado. Recuerdo que decía en broma que no se acordaba de la edad cuando aún no era capaz de derivar e integrar.       

Fue muy importante para Landau la posibilidad de viajar al extranjero. Estuvo durante año y medio colaborando con Niels Bohr en el Instituto de Física Teórica de Copenhague. Durante esa época Bohr se formó una gran imagen sobre Landau. Cabe decir además que desde entonces sus concepciones físicas estarían conectadas con la escuela de Copenhague de la física teórica.        

Cuando estudiaba, lo hacia con tal interés que, inclusive durante la noche, no podía olvidar las fórmulas y no podía dormir. Eso le sucedió cuando leyó por primera vez los artículos de Schrödinger, Heisenberg y de los otros creadores de la mecánica cuántica: lo mismo paso cuando estudió los artículos de la relatividad general.      

Cuando se refería al principio de incertidumbre y a la curvatura del espacio-tiempo, él decía que eran los más grandes logros del genio humano, es decir, el hombre puede comprenderlos pero la imaginación se queda pequeña al vislumbrar sus alcances. Por el contrario, la física del siglo XIX fue hecha por grandes personalidades, que imaginaron los alcances de sus teorías.     

Después de regresar del extranjero Landau se trasladó a Jarkov, donde permanecería entre 1932 y 1937; fueron años muy productivos, en los cuales comenzó a crear su propia “escuela” en el campo de la física teórica y de la que hablaré más adelante. A comienzos de 1937 se fue a trabajar al Instituto de Problemas Físicos en Moscú, a invitación expresa de Piotr Kapitsa, donde residió hasta el final.       

Durante su juventud fue muy tímido, lo que le causó muchos problemas para entrar en contacto con la gente. Finalmente él desechó esta actitud y se convirtió en un hombre muy alegre. Era una persona que tenía una rara capacidad de estar contento. En verdad es muy poca la gente que conocemos que permanezca alegre, aún en los tiempos difíciles de su vida.        

Su manera de trabajar era muy singular: nunca se sentó a trabajar en un escritorio. Trabajaba redactado en un sofá. Además, en el Instituto de Problemas Físicos no tenía cubículo. En el Instituto habían dos o tres cuartos que ocupaban los miembros del departamento de física teórica. Él no tenía un cubículo especial, sin embargo su sitio de trabajo le gustaba mucho y vivía en un departamento que se ubicaba en el propio campus. Yo no lo puedo imaginar sin estar contento cuando estaba trabajando. Le alegraban todas las cosas en la vida y en la ciencia.      

No me es posible dar un relato completo de las contribuciones que Landau hizo en la ciencia, sin embargo, voy a intentar hacer un somero repaso. Lo más característico de su creación teórica fue la universalidad. Hizo contribuciones muy importantes en todas las tantas de la física, desde la mecánica de fluidos hasta la teoría cuántica. En nuestra época cada vez es mayor la especialización y, por lo mismo, con el paso del tiempo, se produjo una divergencia en la trayectoria de sus discípulos. Sin embargo, él mantenía una visión unificada de todo, ya que siempre tuvo un asombroso interés en cualquiera de las ramas de la física, tanto en la actividad de los físicos experimentales como en la de los físicos teóricos.

Quiero decir que sus contribuciones más importantes están contenidas en la colección de sus artículos; existe una versión de 1969 en ruso, que fue precedida por una edición en inglés, publicada por Pergamon Press, en 1965. Contiene 100 artículos, una cantidad que tal vez no sea grande de acuerdo a los cánones actuales. Desde luego, quizá hubiera sido necesario agregar muchos más, por ejemplo, los que fueron publicados por sus discípulos y en los que él participó de alguna manera, aunque haya sido sólo con sus ideas, ya que cabe señalar que justamente ésta fue una de las partes más importantes de su trabajo.

Más adelante voy a enumerar algunos de sus artículos, pero no puedo hablar de todos, sino que mencionaré solo los más importantes. Su trabajo editorial recibió comentarios favorables por parte tanto de sus discípulos, como de sus colegas e inclusive de científicos de otros países. Un físico norteamericano que nunca conoció personalmente a Landau, elogió la colección de sus artículos. Se trata del profesor Mermin de la Universidad de Cornell, quien es conocido en el área del estado condensado y que actualmente trabaja en las teorías de la superfluidez y la superconductividad. En una reseña publicada en 1971 por la revista Physics Today, se afirma que es posible comparar el volumen de los artículos selectos de Landau con la colección de obras de Shakespeare o con la totalidad de las obras de Mozart. La reseña dice lo siguiente: “El voluminoso libro The Collected Papers of L. D. Landau, mueve los sentimientos de la misma manera que lo hacen las obras de Shakespeare o el catálogo Köchel de W. A. Mozart. La grandeza de la obra de un hombre parece increíble”.     

Ahora voy a tratar de enumerar cuáles son sus mayores contribuciones a la física.

a) En mecánica cuántica, en los años veinte introdujo —ahora sabemos que lo hizo en forma simultánea a Von Neuman— el concepto de matriz de densidad. Neuman introdujo la representación de coordenadas y Landau la representación de energías, hoy sabemos que es lo mismo. Hay también un artículo muy importante publicado junto con Peierls en 1930, su titulo es: La extensión del de principio de incertidumbre a la teoría cuántica relativista. En los años treinta él fue el primero en estudiar y comprender el principio de incertidumbre, tal como lo conocemos ahora. En la electrodinámica cuántica no-relativista, existe el principio de incertidumbre, que afirma que siempre habrá una inexactitud al medir simultáneamente coordenadas y velocidades. Entonces, solo se puede decir que una partícula se encuentra entre dos estados. En el artículo a que se hace referencia, se establece que no se puede medir ninguna cantidad relacionada a la interacción de la partículas, y que las únicas cantidades observables, son la polarización y el momento de las partículas libres. Este es el principio fundamental que subyace en las nociones de matriz de dispersión. Por otra porte, a mitad de los años cincuenta, Landau escribió varios artículos sobre la forma asintótica de la función de Green. para fotones y electrones.

b) En física nuclear, en 1937 desarrolló la teoría estadística del núcleo, que tiene ahora una aplicación generalizada y que se conoce de una manera distinta a como fue formulada originalmente. Desarrolló además la teoría de la producción múltiple de partículas por la colisión de partículas pesadas. En uno de sus artículos dedicados a la física nuclear, puede verse con nitidez una de sus grandes virtudes: sus métodos físicos no estaban ligados a una rama en particular. En dicho artículo se puede apreciar su amplio dominio de la física teórica y de los métodos matemáticos. Él siempre considero que la física teórica, era una ciencias cuyas partes están unificada, y que es posible hacer uso de los métodos de una rama en otra diferente. Por ejemplo, el artículo entra completamente dentro del dominio de la física nuclear, pero él usó métodos de la mecánica de fluidos, de la hidrodinámica relativista.

c) En física de plasmas, una contribución muy importante es la ecuación cinética de Landau. Ésta es una ecuación para un gas de partículas con carga eléctrica. La otra contribución se conoce como amortiguamiento de Landau. En un artículo demuestra que, incluso en un plasma sin colisiones, hay amortiguamiento. Es interesante conocer la historia de cómo y por qué se llegó a este resultado. En verdad, yo no recuerdo muy bien. En 1955 apareció un trabajo importante de cierto físico soviético que versaba sobre la ecuación del plasma sin colisiones. Este físico trato de encontrar las soluciones de la ecuación, haciendo suposiciones arbitrarias. Landau demostró que la suposiciones no tenían fundamento y resolvió el problema de otra manera.

d) En hidrodinámica, obtuvo resultados importantes antes de comenzar a escribir el volumen de nuestro curso de física teórica, dedicado a la mecánica de fluidos. La mecánica de fluidos era algo que usualmente abordaba. Debo decir que él dedujo de manera personal, numerosos resultados ya conocidos. En el curso de las demostraciones, obtuvo algunos resultados nuevos, que fueron publicados en varios artículos. Por ejemplo, encontró la forma asintótica de las ondas de choque lejos del punto donde se producen. También a él se deben aspectos nuevos relacionados con el importante problema del surgimiento de la turbulencia.  

e) En astrofísica, en un artículo que data de 1932, Landau obtuvo un resultado simultáneamente con Chandrasekhar, es difícil saber cuál de los dos lo hizo primero, lo que en realidad carece de importancia, ya que cada uno lo hizo de manera completamente independiente. Landau derivó la formula, conocida como límite de Chandrasekhar-Landau, para la masa crítica en el caso de una enana blanca. En otro artículo, publicado en 1937, introdujo la noción de estrella de neutrones, demostrando que, bajo ciertas mediciones, la materia de la estrella debe estar constituida únicamente de neutrones.  

f) En materia condensada, Landau hizo aportaciones importantes. La primera contribución, que data de 1930, cuando él tenía 22 años y la realizó durante su estadía en Cambridge, es la relativa al diamagnetismo de los metales. Él fue quien calculó los niveles de energía de los electrones en un campo magnético —que ahora se conocen como niveles de Landau. Esto no sólo es importante en los metales, sino que también lo es en diversos problemas del estado sólido. También fue el primero que introdujo la noción de estado antiparamagnético. Landau no supo de la existencia de un articulo publicado en 1932 sobre el mismo tema. Este resultado lo obtuvo durante su estancia en Jarkov, y se debe a su estrecho contacto con los físicos experimentales. En aquella época ya se había creado el laboratorio de bajas temperaturas, dentro del Instituto Físico-Teórico de Jarkov, que en su tiempo fue uno de los mejores del mundo. Chutnikov y Landau, hicieron un trabajo muy importante para explicar los resultados experimentales del primero, introduciendo en él la noción de estado antiparamagnético. En ese trabajo se define al estado antiparamagnético como una fase termodinámica separada, lo que fue totalmente innovador. También se incluye la noción de temperatura de transición como la temperatura en que una fase se transforma en la otra.  

Landau explicó también, lo que conocemos ahora como estado intermedio de los superconductores, que aunque ya había sido manejado por Landau y Peierls, su origen era todavía desconocido. Landau demostró que es una mezcla de las fases normal y superconductora.   

Uno de los resultados más importantes fue su teoría de las transiciones de fase de segundo orden. Esta noción fue introducida por Ehrenfest, usando el principio de que las transiciones de primer orden, segundo orden y así sucesivamente; se caracterizan porque las derivadas de primer orden, segundo orden, etc., tienen una discontinuidad. Landau demostró en un artículo, que solo pueden existir transiciones de primer y segundo orden y además, que hay una profunda interrelación entre la existencia de una transición de segundo orden y el cambio de la simetría de la fase.       

Pero desde luego, la contribución más importante de su vida científica fue la creación de una nueva rama de la física teórica, la teoría de la superfluidez (la teoría de líquidos cuánticos). En 1940 surgió la primera explicación de la superfluidez. En 1956 formuló la teoría sobre líquido cuántico normal de Fermi. La superfluidez la estudió en estrecha colaboración con Kapitsa. Poco antes, en 1937. Kapitsa sería el primero en descubrir el fenómeno de la superfluidez. Voy a narrar cómo sucedió esto. El trabajo experimental de Kapitsa fue verdaderamente admirable, obteniendo el solo resultados muy valiosos sobre la superfluidez, y digo él solo porque esto era algo característico en él, ya que se podía notar que casi todos los artículos de Kapitsa fueron hechos sin coautores, ya que usualmente todas las cosas las obtenía por sí mismo. Así, sus resultados sobre superfluidez se publicaron en dos o tres artículos, simultáneos a la teoría de Landau. No quiero decir que Landau concibió la teoría sin los resultados de Kapitsa y tampoco quiero decir que las resultados de Kapitsa carecieran de imaginación si no hubieran sido concebidas en estrecho contacto con un gran teórico como Landau. Éste es simplemente un ejemplo clásico de lo que se puede alcanzar con el trabajo conjunto de un gran experimental con un gran físico teórico. He mencionado a la superfluidez y por ello he mencionado a Kapitsa. Ya había dicho que Kapitsa fue un hombre excepcional, pero de un estilo diferente a Landau. Debo decir que Kapitsa también recibió el premio Nobel. Landau lo recibió en 1962 y Kapitsa en 1978, a la edad de 84 años. El premio lo recibió 40 años después de su descubrimiento. Es un periodo demasiado largo, y no recuerdo otro caso en que el comité del premio Nobel haya demorado tanto; en realidad fue una tardanza incomprensible.

Luego de recibir el premio de manos del rey de Suecia, el laureado da una conferencia dedicada al tema por el cual se le concede el premio Nobel. Hasta donde sé él fue la única excepción, ya que descubrió la superfluidez mucho antes de recibir el premio y, para cuando lo recibió ya se había olvidado del tema; por eso su plática verso en dirección opuesta. En los años treinta él trabajaba en bajas temperaturas y al momento de recibir el premio estaba trabajando en el campo de las altas temperaturas, a saber, en problemas termonucleares. Esto refleja algo de su carácter, en cuanto a que no estaba atado a una rama particular de la física.

Regresando a Landau, voy a hablar más acerca de sus logros científicos. La forma de trabajo de Landau era muy diferente de los cánones usuales. Por ejemplo, la fuente de su conocimiento fue en estrecho contacto con sus discípulos y sus colegas. Eso le permitió tener una visión unificada de la física. Debo decir también que Landau era excepcionalmente crítico, y lo que es interesante, era crítico consigo mismo. Esto no era fácil, pues quería llegar al fondo de los problemas y comprender todas las cosas, esto con el fin de tener una opinión propia. Nunca hablaba sin tener fundamentos, revisaba cuidadosamente si los datos o aseveraciones eran correctos, y sólo en caso afirmativo daba su opinión. Hubo casos en los que fue difícil convencerle, sin embargo, luego de que lo convencían, él era el primero en defender los resultados. En especial esto sucedía con sus estudiantes.

Desde mediados de los años treinta Landau ya no leería ni libros ni artículos de las revistas; de hecho, todos su conocimientos provenían de las discusiones con otras personas y de los seminarios semanales que él conducía sistemáticamente. En los seminarios los expositores hablaban sobre su propio trabajo, o también, de la revisión de los trabajos publicados en las revistas. La elección de los artículos era hecha por el propio Landau y, al hacerla tomaba en cuenta las inclinaciones de sus estudiantes. La presentación de los artículos en los seminarios se convirtió en una obligación sagrada para sus estudiantes y colegas. Cuando se dictaba el seminario, él quería llegar al fondo de las cosas; Landau no se detenía hasta que quedaba totalmente dilucidada la esencia de la investigación y hasta que era eliminado todo rastro de lo que daba en llamar “filología” —afirmaciones no probadas o aseveraciones hechas sobre el principio “porque no puede ser de otra manera”. En algunos casos el encontró lo que siempre denominó “patologías”, es decir, que había un error en el trabajo o que los resultados no estaban suficientemente fundamentada. Existe un proverbio que puede ser traducido del idioma ruso y que refleja más exactamente lo que Landau entendía por “filología”: Al principio no había nada y el vacío no tiene nada. Él sostenía que lo más peligroso para la literatura física, y que incluso ahora sigue existiendo, es la publicación de artículos en exceso y sin las bases suficientes.

Esta manera de pensar permeó su actividad como miembro del cuerpo editorial de la revista Zhurnal Experimetalnoi i Teoriticheskoi Fizki (Revista de Física Experimental y Teórica), cargo que ocupó durante cerca de treinta anos. Yo conozco toda la historia de su actuación en ese puesto. Era muy estricto cuando revisaba los artículos. Quiero dar un ejemplo al respecto. Sucedió con un artículo presentado por Seldovich, un famoso físico soviético. Landau no le creía en absoluto y no era fácil demostrarte a Seldovich que no estaba en lo correcto. El tema del artículo era sobre la ecuación de estado en el dominio de los fenómenos extremadamente relativistas. En la relatividad extrema la emoción de estado establece que la presión es igual a la densidad de energía entre 3:

p = E/3

Pues bien, Seldovich desarrolló la idea de que puede existir materia en donde la presión es igual a la densidad de energía:

p = E

Landau no le creyó, pensó que eso era imposible. Algunos de los expertos se sintieron complacidos con la lectura de este artículo y dieron su visto bueno para que fuera publicado. Sin embargo, Landau conservaba su punto de vista. Éste fue el último problema que trató Landau. El trágico accidente ocurrió en domingo y varios días antes él platicó con Seldovich, le comentó sus convicciones, le dijo que estaba seguro que el resultado era incorrecto, quizá platicaron sobre como se había demostrado el resultado.

Regresando al tema de los seminarios quiero decir que estos comenzaron a mediados de los años treinta. Landau revisaba todas las revistas de física existentes, tarea que al principio era fácil, ya que el número de revistas no era grande. Entonces, era necesario conocer por lo menos dos lenguas. Aparte del inglés, era necesario saber también alemán, ya que las revista más importantes se publicaban en ese idioma, por ejemplo: Physikalische Zeitschrift, Zeitschrift für Physik, Annalen der Physik, aunque había una excepción: Physical Review. Inclusive en 1961, a pesar de que el número de revistas había aumentado considerablemente, Landau las revisaba todas.   

Durante los seminarios Landau decía que en los artículos había “patologías” o “filologías”, o bien afirmaba que eran interesantes y entonces ponía los artículos en una lista especial que el denominó la lista de oro y que conservó durante toda su vida.

Usualmente le era difícil seguir las deducciones de resultados hechas en los libros y revistas; el prefería hacer la derivación por su propia cuenta. Después de haber hecho una revisión de los resultados, él los volvía a obtener por cuenta propia, usualmente en forma más simple y directa. Esta capacidad de hacer fácil lo que es complicado, fue una de sus principales virtudes. Voy a darles un ejemplo. Ahora se sabe muy bien cómo construir las integrales de Feynman, con el método de amplitud de probabilidades, pero en aquella época no se conocía nada por el estilo. Además, todos los principios de conservación eran tan complejos, que resultaban prácticamente incomprensibles. La integral de Feynman de segundo orden aparece en la fórmula con la que comenzamos el artículo: Sobre la producción de un electrón y un positrón por el choque de dos partículas, y que da la amplitud de probabilidad para los procesos de creación de pares (un electrón y un positrón) en la colisión de dos partículas pesadas. Su amplio dominio de los métodos de la física teórica le permitió a Landau encontrar una fórmula más simple, inclusive encontró una forma de deducirla que se aplica ahora universalmente. Esto no significa, de ninguna manera, que haya sido el primero en introducir las integrales de Feynman, sino todo lo contrario. Landau sintió una gran admiración por la obra de Feynman y afirmaba que era una persona verdaderamente grandiosa. Debo decir que él nunca leyó un artículo de Feynman, pero cuando uno de sus estudiantes dio una plática sobre este tema, Landau obtuvo las integrales en una forma mucho más simple y mucho más directa.

Otra de las características de su trayectoria científica fue su incapacidad para escribir cualquier cosa, desde sus cartas —inclusive sus cartas privadas— hasta sus artículos científicos. Todos los artículos anteriores a los años treinta, fueron redactados por él mismo. Eran artículos muy cortos y difíciles de comprender. La razón de esto se encuentra en su deseo de buscar el camino más claro; las dificultades para lograr ese objetivo se convertían en un tormento para él; luego todo se volvía difícil, de manera que el resultado era algo incomprensible. Los artículos posteriores a la mitad de los años treinta, hechos con la participación de sus colaboradores fueron escritos por estos últimos. Primero, él daba las instrucciones de como debían ser escritos, luego los leía, y si era necesario, hacía cambios por su cuenta o indicaba qué modificaciones se debían hacer. Por otra parte, todos los artículos hechos sin la participación de colaboradores yo los escribí. Desde luego, lo hacía con sus instrucciones precisas. En primer lugar, o me explicaba su trabajo y definía lo que deseaba que se publicara. “Yo hacía algunos cambios, pero él tenía la última palabra. Lo mismo pasaba con las cartas, no tenía cartas personales, con la posible excepción de sus cartas de amor.      

Le era muy difícil escribir, pera ello no le impidió que respondiera a todas las cartas que le enviaban. Para la gente que vivía en Moscú le era fácil poder ir a verlo. Él decía: “por favor, búsquenme de preferencia en la mañana, pero cuando tenga que tratar con otra persona será necesario esperar un poco y al final podrán venir conmigo”. Sin embargo, la gente de otros ciudades escribía cartas a Landau y él se sentía en la obligación de responderlas. No lo hacía inmediatamente. En las respuestas decía: “Por favor, discúlpeme por no haber respondido inmediatamente. No hay una razón importante, solo que me es difícil escribir cartas”. A pesar de todo, contestaba toda la correspondencia que le llegaba.       

Landau no era únicamente un gran científico, sino también un gran educador. Ésta es una combinación muy rara y provocó que muchos estudiantes se acercaran a él; quizá en este aspecto sea permisible compararlo con su gran maestro Niels Bohr, quien también contaba con ambas cualidades.      

En las cartas que recibía se dirigían a él como Lev Davidovich, aunque ahora se le conoce como Landau. En mi país no se acostumbra llamar a alguien por su apellido (en este como Landau), sino más bien por su nombre y patronímico. Sin embargo, sus amigos más cercanos lo llamaban con la mitad de su apellido: Dau. Me referiré al origen de este nombre, según me lo explicó él mismo: hay una frase en francés que se pronuncia igual que su apellido: l’âne Dau. Para los que no conocen el francés, esto significa ‘el asno Dau’. Así, en una semana se le dejó de llamar Lev Davidovich y comenzaron a llamarlo Dau (con lo cual estaba muy contento).

Quiero dar un ejemplo de cómo respondía a las cartas. En cierta ocasión Landau recibió una carta que decía entre otras cosas:

“Estaré muy agradecido si da respuesta a esta carta y me ayuda. Mi formación académica equivale aproximadamente a 3 años en la división de mecánica y matemáticas de la Universidad de Moscú. Tengo ya 25 años y desde hace medio año trabajo”. También decía, entre otras cosas, que tenía dificultad para aprender lenguas extranjeras y le pedía que le respondiera porque deseaba convertirse en un físico teórico. La carta decía además: “envíeme el famoso programa del ‘mínimo teórico’ y deme los consejos necesarios para que pueda aprender completamente los temas del programa. Quiero pedirle que me ayude a evaluar todas mis aptitudes. Yo sé, Lev Davidovich, que su tiempo vale mucho. Consideraré un gran honor si usted responde a la presente”.

A pesar de que Landau no creyó que la carta tuviera mucha seriedad, de todos modos la respondió. Hizo un borrador de la respuesta y se la dictó a una secretaria, cambiando la redacción varia veces. La respuesta decía:

“Estimado camarada: intentaré responder a las preguntas importantes de su carta. Es difícil evaluar sus aptitudes en el campo de la física teórica antes de conocerlo, pero ‘no se necesita ser un dios para hacer alfarería’ (esta es la traducción literal de un proverbio ruso, que en esencia dice que no es necesario ser una personalidad excepcional, no es necesario ser un dios. Todas las cosas se pueden hacer si el trabajo está hecho a conciencia). Yo creo que sólo se puede tener éxito en el campo de la física teórica, si se tiene un real interés en ella. Lo más importante de esta labor es estar realmente interesado en ella y la vanidad nada tiene que ver con esto”.

“Obviamente primero se deben dominar los métodos de la física teórica. Esto no le será tan difícil, puesto que usted tiene una formación matemática. A los 25 años no se es viejo; yo tengo el doble y no tengo ninguna intención de retirarme. Las dificultades financieras pueden crear algunos problemas, porque no se puede trabajar con el estómago vacío. Desafortunadamente las lenguas extranjeras son esenciales, pero no se olvide que no se necesita un dominio especial de ellas, aún con un inglés pobre, inclusive si usted no ha aprendido el inglés”.

“Yo puedo decirle que si quiere ser un físico teórico, debe estar realmente interesado y tener habilidad para el trabajo. En esta carta adjunto una copia del programa mínimo. El tiempo para dominar los temas de dicho programa, varía mucho, dependiendo de la rapidez con que se estudie y de los temas que ya se dominan. En la realidad el tiempo varía, desde los dos meses y medio, en el caso de Pomarenchuk, quien prácticamente conocía todos las temas, hasta varios años en otros casos exitosos”.

Voy a mencionar ahora lo que escribió en respuesta a un grupo de estudiantes que le preguntaron: en su opinión ¿qué ramas de la física teórica son las más importantes?:

“Debo decir que, planteada de esa manera, la pregunta es ridícula. Es algo ridículo y un rasgo de inmodestia pensar que los problemas más importantes de la ciencia, son aquellos en los cuales uno está más interesado. En mi opinión cualquier físico debe trabajar en lo que le interesa más y no debe elegir su rama de trabajo por consideraciones de vanidad”.       

He mencionado en dos ocasiones el famoso programa, conocido como el “mínimo teórico”. El programa fue elaborado porque Landau se interesó en los problemas de la educación en la física durante su estancia en Jarkov. En aquella época, el elaboró un programa que consiste de nueve exámenes, siete de los cuales incluyen todas las ramas de la física teórica (Mecánica, Teoría de Campos, Mecánica Cuántica, Física Estadística, Mecánica de Medios Continuos, Electrodinámica Macroscópica y Teoría Cuántica Relativista). Cabe decir que no todos los temas del “mínimo teórico” estaban incluidos en los libros de la época. El programa pretendía que se conociera lo más importante de cada parte de la física, lo necesario para que cada quien desarrollara su actividad profesional en la física teórica. El programa incluía también dos partes dedicadas a las matemáticas, puesto que los métodos matemáticos son necesarios en las investigaciones. En relación a esto último, Landau nunca pensó en teoremas matemáticos; además, siempre luchó contra la forma de enseñar matemáticas en nuestro país. Usualmente la enseñanza de las matemáticas no está en manos de los físicos sino en manos de los matemáticos y, según Landau, había mucho retraso en este aspecto. Cuando los estudiantes le preguntaban sobre qué aprender de las matemáticas para estudiar física teórica, el decía lo siguiente: “Un físico teórico debe conocer las matemáticas. Lo que se necesita no son los teoremas de existencia —que son una prioridad para los matemáticos—, sino los métodos matemáticos, es decir, lo necesario para resolver problemas matemáticos concretos”.

Se le pidió la opinión sobre este programa al director de uno de los institutos de matemáticas, y esta persona respondió lo siguiente: (no recuerdo bien toda la respuesta) “Desafortunadamente vuestro programa padece de un error, que ocurre usualmente con otros programas, ya que a los físicos se les enseñan las matemáticas a medias, y eso me parece una total pérdida de tiempo”.

A la pregunta sobre lo que debe conocer un físico teórico, él respondía: “un físico teórico debe conocer algo de cada una de las ramas”. Esta concepción se reflejaba en algunas de las cartas dirigidas a los jóvenes estudiantes que le preguntaban qué estudiar y cómo hacerlo:

“En relación a la pregunta de qué temas estudiar en la física teórica, yo puedo decir solamente que es necesario aprender todas sin ramas fundamentales, y la secuencia de estudio se determina por la relación mutua de ellas. Como método de estudio yo sólo debo hacer hincapié en que ustedes deben matizar los cálculos por propia cuenta, y no deben tomar mecánicamente los resultados de los libros. Cuando lean un libro, deben realizar por sí mismos todos los cálculos, ya que es el único medio para poder dominar y comprender los problemas”.    

Los exámenes del “mínimo teórico eran completamente informales. El resultado sólo podrá ser negativo o positivo, sin estados intermedios. Landau pensaba que si se deseaba ser un físico teórico, había que pasar todos estos exámenes. En caso de que alguna persona los aprobara, él se sentía en la obligación de atenderla y la consideraba ya como uno de sus discípulos.      

El programa del “mínimo teórico” comenzó en 1933 y continuaba vigente inclusive en 1961. Varias semanas antes del trágico accidente, Landau elaboró una lista de todos los que aprobaron los exámenes del “mínimo teórico”. En la lista están ordenados de acuerdo al año en que aprobaron el programa y se incluía también el grado académico alcanzado en 1961. Muchas de estas personas han avanzado considerablemente y tienen ahora grados académicos más altos.     

En la lista aparecen mis colegas y me incluye a mí. Voy a mencionar únicamente algunos de los nombres de la lista: Pomarenchuk, quien era uno de los más destacados discípulos de Landau: aparecen también los nombres de Beresteetskii, el bien conocido Jalatnikov (director del Instituto de Física Teórica L. D. Landau), Ter Martirosyan, en el campo de la mecánica cuántica, Kagan, en el dominio del estado sólido; Gorkov, que hoy trabaja en la superconductividad, Pitaievskii, Sagdeev —que es ahora el director del Instituto de Investigaciones Espaciales en Moscú— y otros más. Entre los discípulos de Landau hay candidatos a doctor, doctores y miembros de la Academia de Ciencias de la URSS.       

Voy a dar una explicación somera de los grados científicos. En mi país hay dos grados científicos: uno es el de candidato a doctor en ciencias, que corresponde aproximadamente con el Ph D y el otro grado, mucho más alto, es el de doctor en ciencias. Primero, algunos de los que eran candidatos en 1961 ya se han convertido en doctores. Por otra parte, algunos ya eran miembros de la Academia de Ciencias. El ser miembro de la Academia de Ciencias, es una alta distinción y se tienen dos posibilidades: a) ser miembro honorario de la Academia; ésta es la más alta distinción para un científico en mi país y, b) ser miembro correspondiente de la Academia.

Además, de la Academia de Ciencias de toda la federación, existen también la Academias de Ciencias en cada una de las repúblicas. Por ejemplo, Ajiezer es miembro de la Academia de Ciencias de Ucrania. En total hay 14 miembros de la Academia de Ciencias entre las 43 personas que aprobaron el “mínimo teórico” con Landau. Deben saber que en total hay en el país unos 250 miembros honorarios en la Academia de Ciencias y aproximadamente 500 miembros correspondientes. Esto puede ilustrar la eficiencia de su método de selección.

Ahora quiero decir algo sobre los libros publicados por Landau y que hasta ahora han sida traducidos a 16 idiomas. Fue una idea suya escribir libros de texto de física en todos los niveles, comenzando con el nivel bachillerato y terminando con textos dirigidos a los físicos teóricos profesionales. El curso de física teórica dirigido a físicos teóricos profesionales, comprende ahora 10 volúmenes, que fueron pensados por Landau y por mi. Siete de ellos fueron escritos durante su vida, pero por desgracia los últimos tres ya no pudieron ser escritos con su participación. Afortunadamente, uno de los discípulos jóvenes de Landau, colaboró en esta tarea, a saber, Lev Pitaevskii. Los últimos tres libros se hicieron siguiendo el mismo espíritu y la misma actitud frente a la ciencia. Debo agregar que me hubiera sido imposible escribirlos yo solo.

Quiero expresar algunas ideas acerca de este curso de física teórica. Yo pienso que para los físicos de ahora es difícil comprender en qué medida los libros de Landau eran innovadores en su época. El curso estaba fuera de lo usual y resultó una sacudida para muchas personas. Por ejemplo, todo mundo sabe ahora que la base de la física estadística es la teoría de Gibbs. Pues bien, en aquella época eso no se había entendido. La primera edición en ruso  del libro Física Estadística, fue publicada en 1938, y en aquella época no había libros de física estadística en los cuales se tomara en consideración la distribución de Gibbs. Por ejemplo, el libro Statistical Mechanics de R. H. Fowler, incluye la distribución de Gibbs en el último capítulo y no se toma como el fundamento. En nuestro libro de Mecánica Estadística la distribución de Gibbs es el fundamento y desde ahí se deriva toda la termodinámica. Algo similar se puede decir de los tomos de Mecánica y Electrodinámica. El libro de mecánica era innovador, porque comenzaba con el principio de mínima acción y en aquella época eso era una sacudida, pues los demás textos comenzaban con las ecuaciones de Newton. Ahora todo mundo sabe que la conservación de la energía está conectada con la homogeneidad del tiempo, la conservación del momento, con la homogeneidad del espacio y el momento angular, con la isotropía del espacio. Landau evidentemente no descubrió esto, pero fue el primero en ponerlo en un libro de texto. Quiero decir que en aquella época —era el año 1939— no había libros que incluyeran las ecuaciones de movimiento con una derivación en esa línea. Lo mismo pasa también con el libro Teoría Clásica de Campos. Nuestro libro —que fue publicado en ruso en 1940— fue el primero en el que se derivan todo el electromagnetismo a partir de la teoría relativista. Era también algo nuevo. Fue una sacudida en aquella época, pues se tomó como base del electromagnetismo a la formulación lagrangiana, es decir, el principio de mínima acción y la función lagrangiana. Éste fue el primer libro donde todas las derivaciones se hacen usando este formalismo.   

He hablado sobre Landau desde la perspectiva científica, pero debo agregar que él estaba muy interesado en muchas otras actividades humanas. Le gustaba la historia, y leía mucho sobre este tema. Le gustaban también las artes, la literatura y era aficionado a la pintura. A él no le gustaba lo que no podía hacer por cuenta propia, como la música.

Yo imité algo de su personalidad. Landau fue un hombre muy alegre. Desafortunadamente tuvo aquel accidente, cuando estaba en la cumbre de sus aptitudes y eso fue lo más trágico.

 articulos
 
     

 Refrerencias Bibliográficas

1. Ginzburg, V. L., Landau’s Attitude Toward Physcis and Physicist, en Physics Today, mayo de 1989, pp. 54-61.
2. Khalatnikov, I. M., Reminiscences of Landau, en Physics Today, mayo de 1989, pp. 34-41.
3. Kapitsa, P. L., Experimento, teoría, práctica, Editorial Mir, Moscú, 1985, 503 pp.
4. Landau, L. D., Collected Papers of L. D. Landau, Pergamon Press, Londres, 1965, 836. pp.
5. Landau, L. D., Selección de artículos, vols. I y II, Editorial Nauka, Moscú, 1969.
6. Mermin, N. D., Men of Physics: L. D. Landau, vol. II (reseña del libro). En Physics Today, junio de 1971, pp. 48-49.
7. Pellman, J. R., Lev Davydovich Landau, en Physics Today, marzo de 1961, pp. 42-46.
8. Fawler, R. H., Satatiscal Mechanics, Cambridge, 1929.
9. Livanova, A., Landau, a Great Physicist and Teacher, Pergamon Press, Londres, 1980, pp. 217.

CURSO DE FÍSICA TEÓRICA

Vol. 1: Mecánica.
Vol. 2 Teoría Clásica de Campos.
Vol. 3: Mecánica Cuántica: teoría no relativista.
Vol. 4: Teoría Cuántica Relativista.
Vol. 5: Física Estadística (tomo 1).
Vol. 6: Mecánica de fluidos.
Vol. 7: Teoría de la Elasticidad.
Vol. 8: Electrodinámica de Medios Continuos.
Vol. 9: Física Estadística (tomo 2).
Vol. 10: Cinética Física.

Los primeros siete fueron publicados en vida de Landau. Los últimos tres fueron hechos por Evgueni Lifshitz en colaboración de Lev Pitaevskii siguiendo los lineamientos y las ideas de Landau.

CURSO ABREBIADO DE FISICA TEIRICA

Autores: Landau, L. D., y E. M. Lifshitz.
Vol. 1: Mecánica y Electrodinámica.
Vol. 2: Mecánica Cuántica.

COLECCION: FISICA PARA TODOS

Autores: Landau, L. D., y A. I. Kitaigorodskii.
Vol. 1: Grupos Físicos.
Vol. 2: Moléculas.
Vol. 3: Electrones.
Vol. 4: Fotones y Núcleos.

Sólo los dos primeros fueron escritos en vida de Landau. Los últimos dos se deben a la pluma de Kitaigorodskii quien siguió en lo posible las ideas de Landau.

OTROS LIBROS ESCRITOS POR LANDAU

1. Landau, L., A. Aijezer y E. Lifshitz, Curso de Física General, Mecánica y Física Molecular, Editorial Mir, Moscú, 1973, 398 pp.
2. Landau, L., y Y. Rumer, ¿Qué es la teoría de la relatividad?, 5a. edición, Editorial Mir, Moscú, 1978, 80 pp.

Se agradece a Luis A. Dávalos Orozco el préstamo de la copia de la grabación de la conferencia.

Conferencia dictada en la Universidad de
Tokio el 13 de abril de 1984, dos años antes de su muerte. Traducción de Gerardo Ruiz.

     
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Evgueni Lifshitz
Academia de Ciencias de la URSS.

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Luis Fernando Magaña
     
               
               

Fray Diego de Landa, fue uno de los primeros misioneros españoles que realizaron su labor evangelizadora en Yucatán durante el siglo CVI, y pasó a la historia por el tristemente célebre auto de fe de Maní (en Yucatán). Como hombre representativo de su tiempo, Fray Diego de Landa tenía temor de lo que no entendía y en consecuencia, lo destruía; así, en Maní, Fray Diego de Landa incineró toneladas de manuscritos mayas, los que hasta entonces, habían sido celosamente guardados por los caciques locales. Estos hombres eran los jefes de las diversas tribus en las que se había convertido la poderosa confederación de Mayapán, que antes agrupaba a las culturas y ricas ciudades de Chichen Itzá, Uxmal y Mayapán.

Una terrible y prolongada guerra, en la que sólo hubo perdedores, había sido la causante de esta ruina. En aquella época, gran parte de los profundos conocimientos astronómicos, matemáticos, agrícolas, arquitectónicos, médicos, sociales, de técnicas de riego, de ingeniería, de geografía, etc., que desarrollaron los mayas, habían sido consignados en esos documentos por su casta sacerdotal. Otra parte de sus conocimientos, mucho menor, había trascendido ya al dominio de la gente común y se conservaba por tradición oral. Entre estos se encuentran, hasta la fecha, los hábitos de higiene, el gran respeto por la vida humana y por la propiedad ajena, paralelamente a un gran respeto por la labor y la propiedad comunales (para tener idea de los logros de la civilización maya, el lector puede consultar las obras 1, 2 y 4 de la bibliografía recomendada). Curiosamente, y quizá como un recuerdo colectivo de la catastrófica guerra, existe en la cultura de los actuales mayas, un respeto casi religioso a las ruinas de sus antiguas ciudades.      

Uno de los conocimientos que eran ya del dominio de la gente común y que hasta hace cuando menos unos 40 años por transmisión oral, se conservaban intactas entre algunos de los albañiles de Yucatán, es el método para hacer sumas y multiplicaciones. El mismo Fray Diego de Landa en su Relación de las Cosas de Yucatán, escrita en el siglo XVI, relata la “manera de contar de los naturales de esta tierra… utilizando piedras y varitas en el piso o cosa llana”. Este mentido que entre los estudiosos de la cultura maya se conoce como el del “ábaco maya”, es sencillo e intrigante y no requiere de la memorización de las tablas de multiplicar.     

Es bien sabido que el sistema de numeración de los mayas es vigesimal (esto es, de base 20) y posicional, con la utilización del cero. Hay que remarcar que nuestro sistema numérico actual es decimal (esto es, de base 10) y posicional. Al decir posicional nos referimos a que cada signo tiene un valor de acuerdo con la posición que ocupa en la representación del número. El cero es una abstracción que, al parecer, lograron solamente dos culturas en la humanidad: la cultura maya y la hindú. Las evidencias actuales indican que este descubrimiento le realizaron por separado y que los mayas se anticiparon a los hindúes por un poco más de seiscientos años.  

También es muy conocido el hecho de que el calendario astronómico maya era extraordinariamente preciso. Los mayas tenían un año civil fijo de sólo 365 días de duración para medir un fenómeno astronómico que, según los conocimientos modernos requiere de 365.2422 días para efectuarse. La fórmula calendárica de corrección, concebida por los antiguos sacerdotes astrónomos mayas, aparentemente entre los siglos VI y VII de nuestra era, era más exacta que nuestra propia corrección gregoriana del año bisiesto, que no se introdujo sino hasta 1582. Esto puede verse en las siguientes cifras tomadas del libro La Civilización Maya, de S. Morley (Fondo de Cultura Económica, México, segunda edición en español, 1972):

Duración del año según la astronomía moderna:  365.2422 días.
Duración de nuestro antiguo año Juliano:  365.2500 días.
Duración de nuestro actual año Gregoriano:  365.2425 días.
Duración del año según los mayas:  365.2420 días.

Es claro que sin una base matemática suficientemente precisa, no hubiesen podido desarrollar tal perfección en su medida del tiempo.      

Los mayas utilizaban solamente tres signos para representar cualquier número imaginable. Estos signos son: el punto ( . ), la raya ( — ), y el cero, que representaban con dibujos diferentes, de acuerdo con la importancia del documento en que se estuviese utilizando. Lo más frecuente era utilizar la figura de un caracol, como la que la Sociedad Mexicana de Física utiliza en la portada de la Revista Mexicana de Física. La Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional tiene, en su escudo, una representación del cero más frecuentemente utilizada por los mayas en sus códices. Con solamente estos tres signos los mayas podían realizar operaciones de suma, resta, multiplicación, división, raíz cuadrada y raíz cúbica. De hecho, todas las operaciones que podemos realizar con nuestro actual sistema numérico pueden ser realizadas con el sistema de numeración maya, ya que, formalmente, son completamente equivalentes.

Para mayor claridad, veamos primeramente como representamos actualmente un número en nuestro sistema decimal. Por ejemplo, tomemos el número 3472. Este número es equivalente a la suma:

3 x 103 + 4 x 103 + 7 x 101 + 2 x 100

(recuérdese que 100 = 1). De este modo podemos imaginar que la posición de cada dígito se refiere a una potencia de 10 (que es la base del sistema numérico) y que existe una suma implícita al escribir el número.

Veamos cómo en el sistema de los mayas, se representan algunos de nuestros números:

Entra figura

Nótese cómo en el número veinte ya estamos haciendo uso de la notación posicional y del cero, que aquí estamos representando por un asterisco ( * ). Veamos la representación de algunos otros números:

Entra figura

Expliquemos un poco más. Creo que al lector le empieza a ser claro que existe una notación posicional y por bloques, tal como ocurre en nuestro sistema de numeración decimal. Pero en posición vertical. Esto es:

[   ]    ———————    205=    3200,000
[   ]    ———————    204=    160,000
[   ]    ———————    203=   8,000
[   ]    ———————    202=   400
[   ]    ———————    201=    20
[   ]    ———————    200=    1
[   ]    ———————    20-1=    0.05
[   ]    ———————    20-2=    0.0025
[   ]    ———————    20-3=   0.000125

Así, los números quedan expresados en potencias de 20. Cada bloque, como ocurre en nuestro sistema decimal, se refiere a una potencia de 20 y existe una suma implícita. Veamos cómo se escribe el año en que este artículo está siendo escrito:

Entra figura

Una fracción como 0.389 queda como:

Entra figura

Estamos utilizando dos paréntesis cuadrados [   ], para referirnos a la separación entre números mayores que el uno y las fracciones. Esto correspondería a nuestro punto decimal (aquí lo llamaríamos punto vigesimal). No sabemos qué signo utilizaban los mayas para hacer esta separación entre números enteros y fracciones. Sin embargo, es bastante claro que el sistema numérico que utilizaban tenía la suficiente flexibilidad como para utilizar fracciones.

OPERACIONES ARTIMETICAS

Supongamos ahora que utilizamos una cierta base b, para representar algunos números con los cuales queremos realizar operaciones aritméticas de suma, resta, multiplicación, división, potenciación, extracción de raíces, etc. Sea A un número tal que

A= c0b0 + c1b1 + c2b2 + ... + cnbn     (1) 

y un número B tal que

B= d0b0 + d1b1 + d2b2 + ... + dmbm     (2) 

y supongamos que m es mayor que n. Nótese que siempre podremos completar la serie de potencias para A hasta el grado m, agregando coeficientes cero a las potencias faltantes y así:

A= c0b0 + c1b1 + c2b2 + ... + cnbn + 0bn+1 + ... + 0b (3)

Si ahora queremos referirnos a la numeración maya tomamos b = 20.

SUMA

Queremos ilustrar cómo podían los mayas, con una sencilla cuadrícula, efectuar sus operaciones aritméticas. Es claro que, dado que las numeraciones decimal nuestra y la vigesimal de los mayas son formalmente equivalentes, las demostraciones que hagamos para la numeración maya serán también válidas para nuestra numeración decimal. Veamos la suma A + B:

A+B= c0b0 + c1b1 + c2b2 + ... + cnbn + 0bn+1 + ... + 0bm + d0b0 + d1b1 + d2b2 + ... + dmb(4)

Y si agrupamos los términos con las misma potencias:

A+B = (c0  + d0)b0 + (c1 + d1)b1 + (c2 + d2)b2 + ... + (cn + dn)bn +...+ (cm + dm)bm  (5)

Veamos ahora el método práctico de los mayas al sumar: Tomemos A = 43 y B = 35.Tenemos:

A = 3 x 200 + 2 x 201 = 43; B 0 15 x 200 + 1 x 201 = 35.

En la notación maya:

Entra Figura

Aquí claramente m es 1. Hagamos una cuadrícula con m cuadros por lado.

En la primera columna colocamos A y en la segunda columna colocamos B. Ahora juntamos todos los puntos y todas las rayas a una tercera columna a la derecha de las dos primeras. Esta tercera columna será el resultado de sumar A y B. El resultado final es:

Entra Figura

Claro que en la notación maya el resultado final es el que está expresado en puntos y rayas. Es cuestión de costumbre.

Veamos ejemplos más complicados de sumas. Sea A = 98 y B = 459. En base vigesimal:

A = 18 x 200 + 4 x 201; B = 19 x 200 + 2 x 201 + 1 x 202

que en la notación maya es:

Entra Figura

Aquí hemos seguido la regla de que cada cinco puntos nos da una raya y que cada cuatro rayas nos da un punto en el bloque superior. Al estilo nuestro, que al sumar, “llevamos” una decena o una centena.

RESTA

Para este caso, tenemos una completa analogía con la suma. Por ejemplo restemos B = 987 de A = 1050. Tenemos:

Entra Figura

Nótese que fácil es si pensamos que rayas cancelan rayas y que cinco puntos cancelan una raya. Pensando de este modo el resultado se obtiene automáticamente sin tener que volverse a acordar de nuestro sistema decimal arábigo de 10 signos.

Hagamos una resta un poco más complicada. Por ejemplo, A = 1447 y B = 769:

Entra Figura

Nótese que cuando tenemos más rayas en el número de la derecha que en el número de la izquierda, tomamos prestado un punto de arriba que es equivalente a 4 rayas. Algo análogo se hace con los puntos cuando son insuficientes para efectuar la resta directa.

MULTIPLICACION

La multiplicación, al igual que en nuestro sistema decimal, es un poco más complicada. Sin embargo, siguiendo la metodología maya no se requiere memorizar previamente tablas de multiplicar, algo a lo que estamos acostumbrados.

Tomemos la notación de las igualdades (1), (2), (3) y realicemos el producto de A x B, suponiendo nuevamente que m es mayor que n:

Fórmula 06

que pueden agruparse en factores de las potencias de b. Así, tenemos:

Fórmula 07

De esta manera, podemos escribir una matriz donde cada sitio corresponda a una potenciada b:

Fórmula 08

Si ahora en lugar de cada potencia de b, ponemos sus correspondientes coeficientes, tenemos

Fórmula 09

También podemos escribir este arreglo para la suma como:

Fórmula 10

Así, si queremos representar el producto de A por B, podemos representarlo con la matriz anterior. Es interesante notar que los coeficientes en líneas paralelas a la diagonal que tiene su parte inferior en el lado izquierdo de la matriz (a la que llamaremos por simplicidad M), son de las mismas potencias de B. En esta característica se basa el método de multiplicación de los mayas. Por ejemplo, sea X = 2505; Y = 941. En la notación maya tenemos que:

Entra Figura

Acomodemos estos números para hacer la multiplicación. En la columna vertical está el número 2505 y en la parte horizontal, el número 941.

Entran Figuras

Ponemos en las casillas de la cuadrícula (o “ábaco maya”) los productos parciales. Así, en la casilla A1 se coloca el producto parcial de los signos en el bloque A por los signos en bloque 1. Para hacer esto, por cada signo que aparece en cada casilla de la izquierda (puntos y rayas), ponemos dos en la casilla A1. Análogamente, con la B1, con A2, B2, A3 y B3. Obtenemos de este modo:

Entra Figura

Ahora, construimos una columna cuya base es siempre la casilla inferior derecha y los elementos superiores se construyen con la suma de los números de las casillas de las líneas paralelas a la diagonal M, como indican las fechas.

Obtenemos:

Entra Figura

Que se reescribe tomando en cuenta que 5 putos hacen una raya y que 4 rayas dan un punto en el bloque superior, como:

Entra Figura

Este número es equivalente a 14 X 204 + 14 x 203 + 14 x 202 + 0 x 201 + 5 x 200 = 2,357,205. Por otro lado tenemos que: 2505 x 941 = 2,357,205.

Veamos un ejemplo más de multiplicaciones. Consideremos el caso de Y = 2101; Z = 27. Hagamos el producto de estos dos números:

Entra Figura

Nótese que al número 27 dado por:

Entra Figura

lo estamos reescribiendo como:

Entran Figuras

Donde hemos agregado un cero que deja al número invariante, pero que nos permite configurar el producto como una matriz cuadrada que corresponde al “ábaco maya”. Sumando los coeficientes de las líneas paralelas a la diagonal M y construyendo la columna que corresponde al resultado final nuevamente con el bloque de la esquina inferior derecha del ábaco como base, tenemos:

Entra Figura

DIVSION

En la división tenemos un proceso inverso al de la multiplicación. Dividamos, por ejemplo, 500 entre 20. Tenemos que el 500 se representa por:

Entra Figura

y el número 20 simplemente por

Entra Figura

Colocamos el divisor como una columna a la izquierda y el dividendo como una diagonal del “ábaco”, de manera tal que las unidades del dividendo queden al nivel de las unidades del divisor (nos referimos a los coeficientes de la potencia cero de veinte), como se muestra en la siguiente figura:

Entra Figura

En la casilla A1 tenemos un punto que pertenece al dividendo. Para tener a este como producto parcial correcto, debería aparecer un punto arriba en la columna 1, mismo que colocamos. Esto significa que en la casilla B1 debemos colocar un cero. Esto cierra nuestras cuentas para la columna uno.

Transferimos ahora la raya que se encuentra en la diagonal, como cinco puntos a la casilla A2. Para tener este como un producto parcial correcto, necesitamos una raya en la cabeza de la columna 2. Vemos que necesitamos un cero en la casilla B2, mismo que ya tenemos. Esto cierra nuestras cuentas. El resultado es exacto. El cociente se lee juntando los encabezados de las columnas al colocarlo en forma vertical. El número final está dado por

Entra Figura

Tomemos otro ejemplo. Dividamos el número 1003 entre el número 25. El primero se representa por

Entra Figura

y el segundo por

Entra Figura

Nuevamente, ponemos el divisor como una columna a la izquierda y el dividendo como una diagonal del “ábaco” , de manera tal que las unidades del dividendo queden al nivel de las unidades del divisor, como se muestra en la figura siguiente.

Entra Figura

Ahora, en la casilla A1 tenemos dos puntos que pertenecen al dividendo. Para tener a estos como producto parcial correcto, deberían aparecer dos puntos arriba en la columna 1, mismos que colocamos. Esto significa que en la casilla B1 debemos colocar dos barritas. Éstas se toman de la esquina superior derecha de esta casilla. De este modo en esta esquina queda cero. Este cero se transfiere a la casilla A2. Para que el producto parcial en esta casilla sea cero, es necesario colocar en la columna superior correspondiente un cero. Esto trae como consecuencia que en la casilla B2 debamos tener cero. Así que podemos, si queremos, terminar la división en este momento y diremos que el resultado es 4o y nos sobran tres unidades. Sin embargo, si queremos fracciones podemos continuar la división del mismo modo y dado que en la casilla B12 debe haber un cero, transferimos los tres puntos del dividendo hacia la casilla A3, que ya corresponde a fracciones de 20. Si dejamos los tres puntos en la casilla A3, necesitaríamos colocar en la columna superior correspondiente tres puntos. Esto nos lleva a necesitar tres rayas para la casilla B3, que no podemos tomar de ningún lugar, a no ser de la casilla A3. Por tanto, descomponemos un punto en cuatro rayas, mismas que pasamos a la casilla B3, y dejamos 2 puntos en la casilla A3, lo cual indica que en la cabeza de la columna 3 debemos tener dos puntos, mismos que escribimos. Esto significa que en la casilla B3 solamente debemos tener dos rayas. Así que las dos sobrantes se transfieren a la casilla A4. Si colocamos también dos rayas en la cabeza de la columna 4, necesitaríamos diez rayas en la casilla B4. No hay de donde tomarlas a no ser que de la casilla A4. Es necesario, nuevamente, encontrar una solución conciliatoria. Podemos ir al “ábaco”, como lo hacemos en nuestras divisiones. Es claro que la cifra correcta colocada en la cabeza de la columna 4 debe ser inferior a dos rayas. Descompongamos, en la casilla A4, una raya en cinco puntos. De estos cinco puntos, trasfiramos dos a la casilla B4, que se ven convertidos en ocho rayas en esta casilla. De este modo, el número ocho queda en la casilla A4. Vemos que esta es la solución conciliatoria que lleva a un ocho para la parte superior de esa columna y deja las cuentas perfectamente cerradas, porque tenemos los correspondientes ocho puntos en la casilla A4 y las correspondientes ocho rayas en la casilla B4. Esto significa que, al incluir la fracción, el residuo es cero.

Las líneas gruesas en el “ábaco” indican donde empiezan las potencias negativas de 20, esto es, las fracciones de la unidad.

En este caso, la división no deja residuos, aunque sí contiene fracciones. En la parte superior de la cuadrícula se lee el cociente y este es:

Entra Figura

Como puede verse, el resultado de la división es 40.12 exactamente.   

Las operaciones de raíz: cuadrada y raíz cúbica, son derivaciones de la operación de división, en las que se busca repartir las cifras del dividendo de manera tal que el divisor y el cociente sean iguales entre sí. En el caso de la raíz cúbica se utilizan dos cuadrículas. Para la raíz cuarta se utilizan tres cuadrículas, para la quinta se utilizan cuatro, etc. Podemos extraer, así, raíces de cualquier orden. Pero este tema de las raíces será abordado en otro artículo.

Para finalizar y para recalcar la importancia de contar con un buen sistema de representación numérica, le pediremos al lector que contraste la hermosa y poderosa flexibilidad de la numerología maya, que es muy similar a la que actualmente utilizamos, con la de los antiguos números romanos. En la antigua numeración romana se desconocía el cero y no había un algoritmo para representar cualquier número.

 articulos
 
     

 Refrerencias Bibliográficas

1. Girard, R., 1977, Origen y desarrollo de las civilizaciones antiguas de América, Editores Mexicanos Unidos, S.A., México, D.F.
2. Fray Diego de Landa, 1973, Relación de las cosas de Yucatán, Editorial Porrúa, México, D.F.
3. Calderón, H. M., 1966, La Ciencia Matemática de los Mayas, Editorial Orión, México, D.F.
4. Morley, S. G., 1972, La civilización Maya, Fondo de Cultura Económica, México.

     
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Luis Fernando Magaña
Instituto de Física, UNAM.

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Jesús Galindo Trejo
     
               
               

El Sol como fuente principal de luz y calor, y como factor regulador del ritmo de vida de la sociedad, fue objeto de adoración en todas las culturas prehispánicas de México. A partir de la sola admiración contemplativa, la observación solar fue evolucionando hasta convertirse en la actividad altamente especializada de un grupo selecto de astrónomos-sacerdotes, quienes en el transcurso de varios siglos elaboraron no sólo técnicas de cimentación, sino también sistemas calendáricos que fueron la base de la organización social. Ciertamente en esas épocas la observación astronómica poseía una fuerte motivación religiosa; era de hecho obligación sacerdotal escudriñar el cielo y así establecer un contacto ritual con los dioses. Un aspecto que demuestra la trascendencia de tal actividad es el hecho de que muchos dioses mesoamericanos tienen una identidad astronómica. Por ejemplo, Quetzalcóatl (serpiente emplumada, gemelo precioso) el dios civilizador, se identifica con el planeta Venus como estrella de la mañana. Tezcatlipoca (espejo humeante) el omnipresente y severo dios, representa el cielo estrellado y se asocia sobre todo a una constelación circumpolar norte. Ambos dioses crearon la Vía láctea o Citlallicue (la de la falda de estrellas) donde desde entonces moran.1

Tan importante como la observación nocturna por parte de los “conocedores de las cosas del cielo” o ilhuicatlamatinime, lo fue la observación del movimiento aparente del Sol, que sirvió para establecer un orden estricto en el ritual de las fiestas religiosas, conectadas con los ciclos agrícolas vigentes en Mesoamérica.    

Una manera de conmemorar y perpetuar algunas de las observaciones asociadas a ciertos eventos astronómicos; y calendáricos, fue el alineamiento de estructuras arquitectónicas hacia determinadas direcciones en el horizonte.  

 
Figura 1. Culto al Sol (Tonatíuh) en el México Antiguo, Códice Florentino.

De acuerdo a la concepción mesoamericana del Cosmos, el Universo está constituido, en parte, por varios niveles superiores o cielos, uno de los cuales está ocupado precisamente por el Sol, este es el llamado Ilhuícatl Tonatíuh (o cielo del Sol) donde realiza su movimiento diurno.2 La cosmogonía náhuatl establece que los movimientos del Sol determinaron las características de las grandes edades del mundo o soles; así, en cada una de ellas, existieron diferentes deidades que se transformaron en el Sol mismo. Después de cuatro edades de diferente duración, el quinto Sol, que es el actual, tiene como nombre también nahui ollín (cuatro movimiento). Tal nombre indica que el Sol se encuentra en movimiento gracias al sacrificio de los dioses, sin embargo, también señala que el fin del mundo vendrá con terremotos y hambre.3 Nahui ollín era por lo tanto, otro nombre asignado al Sol, su jeroglífico formado por dos aspas, enmarca el rostro de Tonatíuh (el que va calentando, alumbrando) en la Piedra del Sol. Algunos autores consideran que este jeroglífico representa gráficamente el curso aparente del Sol durante un año4 (es decir, señalando las posiciones extremas del Sol en los solsticios).

 
Figura 2. Nahuí Ollin (cuarto movimiento), nombre ritual del Sol, indicando tal vez las posiciones extremas de su movimiento aparente (solsticios). Escultura mexica, INAH.

En el caso particular de los mexicas, Huitzilopochtli (colibrí zurdo, sureño) su dios tribal de la guerra, es sin duda una personificación del Sol. El mito del nacimiento de Huitzilopochtli se basa aparentemente en un fenómeno astronómico. Al nacer del vientre de su madre Coatlicue (la de la falda de serpientes), aparece fuertemente amado, lucha y vence matando a su hermana Coyolxauhqui (la adornada con cascabeles) y a sus hermanos, los cuatrocientos surianos. Esto representa al Sol naciendo de la diosa de la Tierra y gracias a su resplandor tan intenso hace desaparecer a la Luna y a las estrellas del cielo sureño.

La importancia vital del Sol en el México Antiguo puede resumirse bellamente en lo expresado en el Códice Telleriano-Remensis:5 “todas las cosas dicen que las produce el Sol…”. Por otra parte, el término teotl (dios), fue empleado sólo para referirse al Sol6 (in teotl quitozmequi tonathui).    

Por supuesto que la regularidad y la notoriedad de su movimiento aparente, hizo del Sol el objeto celeste más observado en Mesoamérica. Existen en las fuentes históricas del siglo XVI algunas referencias a la utilización de observaciones solares para usos tanto calendáricos como arquitectónicos. Por ejemplo, “contaba el año del equinoccio por marzo, cuando el Sol hacía derecha la sombra y luego se sentía que el Sol subía, contaban el primer día…”.7 Presumiblemente se trata del uso de un gnomon* para registrar la sombra proyectada cuando el Sol se encuentra en el horizonte. Otro ejemplo, citado por el franciscano Motolinia,8 afirma que la fiesta llamada Tlacaxipehualiztli (desollamiento de hombres) se realizaba cuando el Sol “caía en medio de Uclilobos (Templo de Huitzilopochtli en Tenochtitlán), que era equinoccio…”. Esto demuestra el uso de estructuras arquitectónicas (en este caso el Templo Mayor) para registrar un fenómeno astronómico. La importancia de esta práctica queda dramáticamente comprobada al informarnos Motolinia, que debido a un pequeño desalineamiento del Templo Mayor, respecto al evento equinoccial, el emperador Moctezuma I mandó derribarlo y reconstruirlo orientado correctamente.

Al observar un ilhuicatlamatini, el movimiento solar día a día, pronto pudo percatarse de que existían varios puntos en el horizonte que indicaban posiciones particulares del Sol en el momento de su salida y de su puesta. Así, por cada horizonte (oriente/occidente), se tenían dos puntos solsticiales en los que el Sol aparentaba detenerse; el punto medio de la trayectoria entre ambos solsticios, llamado punto equinoccial, porque corresponde a una igual duración de la noche y del día. Finalmente se tendría el punto asociado al día en que el Sol alcanza el cénit, lo que sucede en Mesoamérica dos veces al año. Como veremos más adelante, existían otros puntos singulares, además de los naturales descritos antes, pero estaban más bien asociados con conceptos calendáricos.

 
Figura 3. Tlalchitonatíuh (Sol sobre la Tierra), el Sol en el ocaso, indicación de la observación solar en el horizonte poniente, Códice Telleriano-Remensis. 

El momento del contacto del disco solar con el horizonte está plasmado estupendamente en el Códice Telleriano-Remensis,9 Tlalchitonatíuh (Sol sobre la Tierra), aparece en el momento en el que empezará a ser devorado por el Monstruo de la Tierra, es el crepúsculo, el ocaso del Sol. A partir de este momento, en el transcurso de dos minutos, el disco solar desaparecerá bajo el horizonte. Al otro día en el oriente, el ilhuicatlamatini saludaría a Tonatíuh diciendo:10 “ha salido el Sol, el que hace el calor, el niño precioso, águila que asciende, ¿cómo seguirá su camino?, ¿cómo haré el día?…”. Nótese la identificación del Sol como el águila (cuauhtli) la que también daba, junto con el ocelotl, nombre a una orden guerrera de élite, que tenía al Sol como dios patrón.

Uno de los vestigios más obvios de observación astronómica en Mesoamérica, lo constituye el alineamiento de estructuras arquitectónicas. La orientación medida hasta ahora de pirámides, palacios y plataformas muestra claramente el afán de los arquitectos prehispánicos por perpetuar determinadas direcciones,11 de tal forma que, según el caso, la aparición de algún objeto celeste en una fecha dada, era observada desde la estructura en cuestión. Así. tenemos orientaciones solsticiales, como la Gran Pirámide de Cholula, y equinocciales, como las pirámides C y D en Xochicalco. Especialmente vistoso, en los días del equinoccio, es el juego de luz y sombra en el Castillo de Chichén-Itzá; Kukulcán, el Quetzalcóatl maya, desciende por la escalera principal con su cabeza de piedra y su cuerpo restante de luz solar. Existen pirámides alineadas hacia el punto del ocaso solar, cuando el Sol alcanza el cénit, como en la de Tenayuca. Más aún, se desarrollaron observatorios para registrar el momento justo del paso del Sol por el cénit. Un tubo cenital dentro de una cámara oscura, permite en Xochicalco y en Monte Albán observar este paso. El Templo Monolítico de Malinalco está orientado hacia el sur astronómico, esto es, en la dirección del dios Huitzlopochtli. En la fiesta principal de él, en el día del solsticio de invierno, los rayos solares penetran por la puerta e ilumina su propia imagen en forma de águila.12 Ciertamente no todas las orientaciones medidas corresponden a eventos astronómicos, algunos podrían indicar fechas conmemorativas de alguna festividad religiosa o de algún punto culminante en el ciclo agrícola. Otras se refieren específicamente a indicadores de ciertas características del calendario mesoamericano. Por ejemplo, el Templo Solar de Malinalco está orientado hacia la salida del Sol, enmarcada por un corte perpendicular en la montaña. Los días en que sucede esto son el 12 de febrero y el 29 de octubre. De acuerdo con el padre Sahagún, el 12 de febrero actual (2 de febrero antes de la reforma gregoriana en el siglo XVI), empezaba en México Central el año solar (365 días) o Xiuhpohuallí (cuenta de los años). Por otra parte, el número de días que separan dos salidas del Sol en el corte, cumplen con el cociente 104/260, que de nuevo tiene un significado calendárico, 104 era el doble del número de años (52) que tenía el “siglo” prehispánico, y 260 es el número de días que tenía el calendario ritual o Tonalphualli (cuenta de los días). Así después del evento del 29 de octubre, transcurren 52 días para que el Sol llegue al solsticio de invierno y de ahí 52 días después el Sol saldrá nuevamente en el corte. Una conclusión importante de tales observaciones es que para conservar estas relaciones tan significativas, los ilhuicatlamatinime tuvieron necesariamente que ajustar su calendario y el corte pudo servir de marcador para monitorear el momento del ajuste13 (lo que nosotros hacemos por medio del año bisiesto).

 
Figura 4. Evento solsticial en el Templo Monolítico de Malinalco. Huitzilopochtli en forma de rayo solar ilumina su propia imagen, el águila (cuauhtli).

La observación de un eclipse solar (tonatíuh qualo: el Sol es comido), fue tomado en general como presagio de calamidades; el registro de eclipses aparece ilustrado en muchos códices y anales; por ejemplo: “13 ácatl (1479) nican qualoc in tonatíuh mochi nezque in cicitlaltin yquac mic in Axayácatzin” (año 13 caña, aquí se eclipsó el Sol, todas las estrellas aparecieron, cuando murió Axayácatl).14 La predicción de eclipses alcanzó un alto nivel como lo atestigua el Códice Dresden, donde astrónomos-sacerdotes mayas, a través del registro de lunaciones (periodo de tiempo entre dos lunas nuevas), pudieron obtener una tabla predictora de eclipses lunares y solares.    

Durante el transmitan de un eclipse total de Sol, habitualmente pueden observarse diferentes estructuras de la corona solar. Un reporte de una observación de este tipo, nos la da una fuente histórica del siglo XVI en Tlaxcala: “…que más de siete años continuos antes de esta venida (de los españoles) habían visto dentro del Sol una espada de fuego que lo atravesaba de parte a parte, una asta que de él salía y una bandera de fuego resplandeciente…”.15 Aquí el cronista está describiendo en una forma impresionantemente realista la corona solar durante un eclipse total, la espada resultaría ser una protuberancia solar** y la bandera tal vez se tratara de los llamados torrentes de plasma coronal.***

Las fuentes históricas disponibles no parecen reportar otro fenómeno relativamente fácil de observar, las manchas solares. Cuando estas alcanzan determinado tamaño, pueden observarse a simple vista a través del humo o cuando la luz del Sol es filtrada por las capas densas de la atmósfera en el horizonte. Sin embargo, de acuerdo a la leyenda del nacimiento del Sol,16 los dioses reunidos en Teotihuacán para decidir quién alumbraría al Mundo, eligieron a Nanahuatzin (el venerable buboso, sifilítico), el cual brincó en el fuego autosacrificándose, de tal manera que al día siguiente apareció por el oriente como Sol resplandeciente y hermoso. Aquí resulta sugestivo pensar que la erupción sifilítica del dios convertido en Sol, se haya comparado con las manchas solares que aparecen y desaparecen periódicamente.17

Con la conquista española llegó la destrucción de gran pone de los testimonios pictográficos y arquitectónicos de la práctica astronómica en el México Antiguo, la élite que atesoraba el conocimiento desarrollado a lo largo de muchas generaciones, fue aniquilada; sin embargo, en los sobrevivientes quedaron sin duda rastros tenues de esa sabiduría. Los ritos solemnes y suntuosos a los dioses celestes, fueron perseguidos y casi exterminados por los misioneros, en su afán de convertir al cristianismo a los antiguos mexicanos. Una prédica en náhuatl utilizando elementos astronómicos en contra de la idolatría sostiene que:18 “…y también puesto que cuando vosotros veis que el Sol, la Luna y las estrellas son inmensos, que brillan internamente, por esta razón los veneráis, les rendís culto. Esto es una gran tontería y de este modo se ve que vosotros no sois personas sabias, que vosotros no sois personas de conocimiento. Por esta razón vosotros estáis sordos y ciegos. Los hombres sabios, los hombres buenos primero disciernen, preguntan, entienden la naturaleza de aquello que ven…”.

Conscientes de la importancia del Sol en la mentalidad prehispánica, los misioneros los utilizaron para introducir la nueva religión, a Cristo como el Sol:19

“…después vino la gran iluminación, el Sol, que es nuestro señor Jesucristo…”. Por otra parte, resultó sumamente difícil para los misioneros explicar en náhuatl el concepto de la Trinidad. Se intentó una analogía con el Sol; así, Dios Padre es como el Sol, Cristo es como el brillo solar y el Espíritu Santo es como el calor solar. El propósito era por supuesto ilustrar cómo tres cosas pueden ser una y la misma ya que sólo hay un Sol. En apoyo al monoteísmo, los misioneros ordenaron que se hicieran imágenes idóneas, lo que fácilmente podría interpretarse más bien como una promoción del culto idolátrico del Sol.20

 
Figura 5. Eclipse de Sola en el Códice Maya en Dresden, Alemania.

En la culturas antiguas de México el Sol jugo un papel fundamental en la concepción del Mundo. Movidos por el sentimiento religioso los astrónomos prehispánicos alcanzaron gran maestría en la observación solar; afortunadamente subsisten variados testimonios de esta actividad.

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 Refrerencias Bibliográficas

1 Historia de los Mexicanos por sus Pinturas, cap. 5: Anales del Museo Nacional de México, 1a. época, Tomo II, 1882.
2 Códice Vaticano Ríos, Antigüedades de México, vol. III, lám. I, SHCP, México, 1964.
3 Leyenda de los Soles en Códice Chimalpopoca, p. 119-128, UNAM, 1975.
4 Francisco del Paso y Troncoso, Anales del Museo Nacional de México, 1a. época, Tomo II, p. 234, 1882.
5 Códice Telleriano-Remensis, Antigüedades de México, vol. I., lám. X, SHCP, México, 1964.
6 Fray B. de Sahagún, Cod. Matr. Del Real Palacio, libro I, f. 51v-52v., ed. Fco. Del Paso y Troncoso, Madrid, 1906-1907.
7 Historia de los Mexicanos por sus pinturas, p. 102, Anales del Museo Nacional de México, 1a. época, Tomo II, 1882.
8 Fray T. de Benavente Motolinia, 1971, Memoriales, UNAM, México, 1882.
9 Códice Telleriano-Remensis, Antigüedades de México, vol. I., lám. XXV, SHCP, México, 1964.
10 León Portilla, Miguel, 1958, Ritos, sacerdotes y atavíos de los dioses, UNAM, México, p. 73.
11 Aveni, A. F., 1989, Observadores del Cielo en el México Antiguo, FCE, México.
12 Galindo, T. J., 1990, Solar observations un Ancient Mexico: Malinalco, Archacoastronomy, Journal from the History of Astronomy, Cambridge, Inglaterra. Véase también, México Desconocido, octubre, 1989.
13 Ibídem.
14 Códice Aubin, Colección Aubin-París, fol. 42, 1576.
15 Muñoz Camargo, D., Historia de Tlaxcala, 1576, Innovación, México, 1979, p. 173.
16 Fray B. de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, cap. II, libro 7, Porrúa, México, 1979.
17 Kunike, H., 1911, Einige grundsätzliche Bemerkungen über Sonne, Mond un Sterne in alten Mexiko, Zeitschriff für Ethnologie, Heft 6, S. 927.
18 Fray B. de Sahagún, 1988, Los Sermones de dominicas y de santos en lengua mexicana, 1563, en C. E. Dibble, Sahagún’s Appendices, The Work of Bernardino de Sahagún, p. 110, ed. J. K. de Alva, H. B. Nicholson, F. Q. Keber, Univ. Texas Press.
19 Fray J. de la Anunciación, 1988, Sermonario en Lengua Mexicana, México, 1577, en L. M. Burkhart, The Solar Christ in Nahuatl Doctrinal Texts of Early Colonial Mexico, Ethnohistory, 35:3, p. 234.
20 Ibídem.   

* gnomon: estaca vertical para determinar por medio de su sombra la altura del Sol.
** Protuberancia solar: nube de material incandescente (plasma) en la atmósfera solar, sostenida contra su peso por campos magnéticos.
*** Torrente de plasma coronal: flujo de plasma que abandona la superficie solar a grandes velocidades.

     
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Jesús Galindo Trejo
Instituto de Astronomía, UNAM.

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León Olivé
     
               
               

En este trabajo quiero presentar una visión panorámica de tres familias de problemas centrales en la filosofía de la ciencia, con la intención de defender un programa de trabajo, pero un programa que, de hecho, recoge aspectos importantes de lo que efectivamente en los países hispanoparlantes se está desarrollando hoy en día dentro de esta disciplina.1 Para ello haré hincapié particular en que la historia de la ciencia requiere de la filosofía de la ciencia, para orientar sus investigaciones, pero más aún, que la filosofía de la ciencia también es necesaria para las propias ciencias.      

La razón por la cual la historia de la ciencia presupone a la filosofía de la ciencia, como condición de posibilidad de su mera existencia, es muy sencilla: el historiador de la ciencia debe identificar su dominio de estudios, el cual obviamente está compuesto por las ciencias, a las cuales enfoca, sobre todo, en su dimensión dinámica. Pero para poder hacer esa identificación se requieren criterios que permitan decidir que es lo que forma parte de eso que llamamos ciencias. Además debe poder diferenciar entre lo que son las genuinas actividades científicas y los auténticos conocimientos científicos, de los que no lo son; tiene que poder diferenciar los buenos conocimientos de los malos, para poder hacer buena historia de ellos.

Con esto no quiero sugerir que una de las tareas fundamentales de la historia de la ciencia, ni de la filosofía de la ciencia, sea la de trazar la línea de demarcación entre ciencia y no ciencia; y tampoco quiero sugerir que sea una tarea central de la filosofía de la ciencia, la de discriminar entre los buenos y los malos conocimientos científicos. De hecho, si se tomara en serio cualquiera de estas dos tareas, significaría la adopción de una posición normativista con respecto a los dos problemas: sobre lo que es y lo que no es ciencia (y por consiguiente científico), y sobre lo que es bueno y malo dentro de cada ciencia. En el pasado, incluso en el muy reciente, hubo fuertes movimientos filosóficos preocupados por tales problemas. Estas posiciones pretendían identificar y dar cuenta del único conjunto de normas, criterios y reglas metodológicas, que constituirían el método científico. Pero ciertamente en los últimos diez años estas posiciones han caído en desuso. Hoy en día se considera que las normas, criterios y reglas metodológicas varían a lo largo del desarrollo científico, tanto como cambia el conocimiento científico sustancial.

No obstante lo anterior, puede afirmarse que el historiador de la ciencia aplica criterios para la identificación de sus objetos de estudio. Es un hecho que tiene que identificar a sus objetos de estudio, y si por alguna razón se disputa su identificación, tendrá que recurrir a ciertos criterios tanto para defenderla como buena, como para mostrar que tiene sentido lo que está haciendo; por ejemplo, tendrá que sustentar que efectivamente está haciendo historia de la ciencia, y no de la magia o de la religión.

Uno de esos criterios podría consistir en reconocer como ciencia todo lo que se autoproclame como tal, o lo que sea proclamado como tal por sus propios practicantes y creyentes. Pero es evidente que este criterio tendría la desventaja de que no permitiría criticar a un historiador de la ciencia, que incluyera dentro de su campo de trabajo, tanto a la historia de la biología, como a la historia de la ciencia cristiana (Christian science), lo cual, por lo menos, resultaría extraño. En realidad esto traería como consecuencia el que cualquiera que se proclamara científico, quedaría dentro del campo de estudio de la historia de la ciencia. Ciertamente esto no es un argumento concluyente para rechazar tal concepción de la historiografía de la ciencia. Pero si esta posición se pusiera frente a otra en competencia, y la segunda presentara ciertos criterios más precisos para identificar su dominio de estudio, y, además, esos criterios coincidieron con lo que “intuitivamente” aceptamos como pasajes de la historia de la ciencia, creo que llegaríamos a un acuerdo en el sentido de que es más razonable preferir la segunda concepción a la primera.      

Pero la sola identificación intuitiva de lo que constituyen pasajes científicos no bastaría, pues la “intuición” corre un mayor riesgo de equivocarse que la razón, o de ser más fácilmente víctima de los procesos de propaganda sobre los que ha hecho hincapié Feyerabend,2 y resultaría que los movimientos ideológicos más poderosos, serían los que más fácilmente podrían hacer pasar cualquier causa como buena ciencia. Pese a Feyerabend, creo que es posible reconstruir los criterios que han aplicado diferentes comunidades y basándose en ellos, identificar auténticos pasajes científicos.      

Así pues, no basta la autoproclamación de estar haciendo, o de haber hecho ciencia, ni la sola identificación intuitiva de lo que es la historia de la ciencia, sino que la historiografía de la ciencia debe recurrir a criterios para hacer buenas pretensiones de estar historiando lo que efectivamente ha sido la ciencia. Esos criterios deben incorporar los que efectivamente estuvieron en uso en una época determinada, por una comunidad específica y que son los que caracterizan a la ciencia de esa época.     

Tales criterios, usualmente están implícitos en el trabajo historiográfico, de la misma manera que los científicos activos, y la ciencia en proceso, aplica criterios epistemológicos, que normalmente están implícitos, al determinar cuales pretensiones de saber son buenas y cuales son malas.    

Quisiera que esto quedara bien entendido, la distinción entre las buenas actividades científicas y las malas, y entre los buenos conocimientos científicos y los malos, se hace basándose en criterios propios de cada disciplina científica, son criterios que no pertenecen a la historiografía, ni a la filosofía de la ciencia. Pero, a la vez, podemos preguntar de manera legítima, qué significa que ciertos conocimientos sean clasificados como buenos de acuerdo con los criterios pertinentes.    

En otras palabras, el problema es por que la aplicación de los criterios internos de cada disciplina científica ofrece bases para considerar que los resultados que se obtienen son auténticos conocimientos de una realidad empírica, y quizá de una realidad que está más allá de la experiencia sensorial posible, la cual sin embargo, puede ser conocida.

Para responder a esto, se requiere de una investigación que ya no corresponde a ninguna de las ciencias empíricas particulares. Se trata de uno de los problemas centrales de la filosofía de la ciencia.     

Éste es un problema de segundo orden. En el primer orden está la pregunta acerca de cual conocimiento es bueno, o aceptable, en la disciplina en cuestión, lo cual se responde con criterios propios de la disciplina. Pero a la respuesta que se de, acerca de cuál conocimiento es bueno en una cierta disciplina, sigue la pregunta: ¿por qué cierta pretensión de tener genuino conocimiento, sostenida por una persona o por alguna comunidad —sea en el pasado o en el presente—, es o no, correcta? Para responder a esto, deberá darse una explicación de por qué la clasificación entre buenos y malos conocimientos es correcta. Pero ¿qué significa que esa clasificación es correcta?  

El problema entonces se traslada a la corrección de los criterios que existen y se aplican en cada ciencia. Esto es, es necesario mostrar que esos criterios son genuinos criterios epistemológicos.    

Una posición posible diría que esos criterios se reducen a los criterios institucionalizados dentro de la comunidad de científicos, para dar las pretensiones de conocimiento como buenas. Esto equivale a un sicologismo extremo, que afirma que los criterios en cuestión se reducen a los que contingentemente han acordado las comunidades científicas, y estos son los institucionalizados en un momento determinado, dentro de una cierta comunidad.3 Pero sería muy raro que los “científicos duros”, que consideran a los científicos sociales, y en especial a los sociólogos, como “científicos” casi sólo por cortesía, aceptaran que la “buena ciencia” lo es sólo por satisfacer criterios institucionalizados dentro de la comunidad. Desde un punto de vista filosófico esto también es inaceptable.

Debe haber algo más en un trabajo, que se considere como bueno, que el sólo hecho de recibir muchas citas y sobre todo debe hacer que tengamos la creencia de que dice algo verdadero acerca del mundo. Eso es lo que se decide basándose en genuinos criterios epistemológicos, los cuales aseguran el carácter de conocimiento de ciertas creencias. Y si bien dichos criterios no son inmutables, no por esto son menos existentes en cada época, ni menos efectivos. La identificación de tales criterios, y su análisis, es parte de la tarea de la filosofía de la ciencia.     

Sin embargo, el problema no es tan sencillo, pues si bien, por un lado, es preciso identificar y explicar por que funcionan, como funcionan los genuinos criterios epistemológicos, por otro lado también es preciso enfrentar el desafío que presentan justamente la historia y la sociología de la ciencia, al señalar muchas controversias científicas, en donde las diversas partes presuponen criterios diferentes para decidir sobre la calidad del trabajo, sobre su importancia, sobre su carácter científico, e, incluso, sobre su verdad. Esto también se aprecia en las diferencias entre revistas especializadas. Algunas nos parecen mejores que otras. A veces la comparación se hace en términos de prestigio. Pero esto podría objetarse porque este es otro término sociológico. Sin embargo, podría alegarse que, en muchos casos, ese prestigio es bien merecido, porque se “sabe” que esas revistas aplican criterios adecuados para decidir sobre la calidad del producto.

Si concedemos esto, volvemos a enfrentar el problema: y esos criterios para decidir sobre la calidad, en particular sobre la cientificidad de un trabajo ¿cuáles son?, y ¿cuál es su estatus? Pero si en todas las disciplinas pueden señalarse controversias que presuponen criterios divergentes, y si bien existe una diferencia importante sobre las diversas revistas de cada campo, ¿es posible entonces considerar que existen criterios decisivos y confiables para juzgar la calidad y la cientificidad de una investigación?4

El análisis de muchas controversias científicas y del desarrollo de las diferentes disciplinas científicas, sugieren que no existe un único conjunto incontrovertible de criterios, ya no digamos a lo largo de la historia de la ciencia, sino que ni siquiera lo hay en un momento determinado de la misma.

Al juzgar una investigación y sus resultados, no sólo se busca determinar si se hace algo verdadero acerca del mundo, sino si lo que dice no es trivial y además que tan importante es. Pero acerca de si es o no trivial y sobre su importancia, estará condicionado a un cuerpo de creencias y de conocimientos previos, y a un cuerpo de normas, valores y fines; incluso a un cuerpo de concepciones metafísica acerca del mundo, es decir, de creencias sobre las cuales no puede tomarse una decisión por medio de investigaciones empíricas.

Así pues, lo que revela la reflexión filosófica acerca de la ciencia, es que la aceptación de un tipo de investigación, y de sus resultados, se hace bajo criterios locales, no universales, pero eso no resta validez ni efectividad a los criterios. En buena medida por eso la investigación filosófica guía a la investigación historiográfica. Es decir, la reflexión filosófica pone de relieve la existencia de criterios, y ni siquiera de criterios diversos que pudieran tener un mismo estatus, desde el punto de vista epistemológico, sino que tienen carácter local. Pero la investigación filosófica debe explicar por qué y cómo, el conocimiento es posible a pesar de estar condicionado por criterios que no son universales. Justamente por esto, la filosofía de la ciencia orienta a la historia de la ciencia, en la búsqueda de los cuerpos de creencias y conocimientos, de normas y valores previos, que condicionan el desarrollo de las investigaciones científicas y sus evaluaciones, es decir, su aceptación o rechazo por parte de las propias comunidades.

He aquí, pues, un campo legítimo de investigación sobre la ciencia, el cual requiere de métodos y conceptos que no son peculiares de la ciencia sino de la filosofía. No se trata de decidir si cierta pretensión de conocimiento en correcta, sino de entender qué es lo que implica acerca del mundo, cuando es correcta; por ejemplo, si dice o no algo verdadero acerca del mundo, y en cada caso qué significa y cómo entender eso.

Veamos ahora, con un poco más de detalle, uno de los objetivos de la ciencia que he estado dando por supuesto y sobre el cual es posible tener dudas. He dicho que en buena medida el juicio acerca de las investigaciones científicas, y de sus resultados, depende de los hallazgos a que hayan conducido; esto es, de la comprobación de que dicen algo verdadero acerca del mundo, siempre y cuando esto no sea trivial, y resulte importante en relación con los conocimientos aceptados en la época. Pero no están claro que los criterios a los que he aludido, efectivamente permitan decidir que una investigación ha llevado a conclusiones que dicen algo verdadero acerca del mundo, y ni siquiera es claro que los criterios de cientificidad que aplica una comunidad, deban permitir esto, o que lo consideren importante. Más aún, ni siquiera es claro que uno de los objetivos de la investigación científica, sea el de obtener verdades acerca del mundo. ¿Cuales son los fines de la investigación científica y cómo se deciden? Parecería lógico que uno de los problemas de la ciencia, sobre los que hay que filosofar, es el de cuales son los fines de la investigación científica.5

Que la búsqueda de verdades acerca del mundo sea realmente uno de los fines de la investigación científica, puede ponerse en duda si recordamos que, después de todo, hoy en día parece haber acuerdo en que la mecánica clásica no ofrece una descripción verdadera acerca del mundo, sino que, para fines prácticos, mejor dicho técnicos, puede utilizarse como una descripción aproximada de lo que ocurre en ciertos sistemas accesibles, es decir, sistemas accesibles a nuestra experiencia sensorial, aunque ese acceso pueda o deba estar mediado por instrumentos de observación. La descripción no es verdadera porque no corresponde a sistemas empíricos reales, sino a idealizaciones de los mismos. De hecho, en la aplicación de la mecánica clásica se construyen modelos en donde se seleccionan ciertos aspectos de los macrofenómenos. Por ejemplo, a veces ciertos cuerpos se conciben como si fueran puntuales, o como si no estuvieran sujetos a ciertas fricciones, o como si los sistemas estuvieran aislados con respecto a otros, etc. Es decir, seleccionamos ciertos aspectos de lo que nosotros vemos como un sistema relativamente aislado. Se trata pues, de la construcción de modelos idealizados, donde los seres humanos, seres cognoscentes, seleccionamos ciertos aspectos, de acuerdo a lo que nosotros percibimos y a lo que nos interesa, y entonces vemos a esos fenómenos de cierta manera, los concebimos de algún modo particular, y, en ocasiones, encontramos ciertas regla para manipularlos.

¿Puede esto proponerse como una visión verdadera acerca del mundo? La respuesta es que no necesariamente sería una visión verdadera del mundo. De lo que estamos hablando es de que ciertos fenómenos, es decir, sucesos susceptibles de ser percibidos por nosotros, los vemos comportarse con cierta regularidad, y cuando encontramos una regla aplicable a ese comportamiento, de manera sistemática, pomposamente le llamamos ley de la naturaleza. Pero ¿cómo sabemos que no es sino algo mucho más modesto?, a saber, una regla que sólo nos permite conectar sucesos perceptibles para nosotros, y que, por consiguiente esa regla, depende de nuestra peculiarísima manera de percibir el mundo, cosa muy diferente a que nosotros reclamemos que hemos descubierto una genuina ley del universo, es decir, una manera regular del comportamiento de entidades de la naturaleza con plena independencia de la forma en la que nosotros nos relacionamos con ellas y en particular de como las percibimos.

He mencionado hasta aquí dos familias de problemas interesantes, que surgen a partir de que se tome a la actividad científica, y sus resultados, como objeto de estudio:

1) El análisis de los criterios de aceptación de las propuestas de conocimiento científico, como genuino conocimiento científico: ¿cómo es que de hecho las comunidades de científicos han aceptado y aceptan ciertas proposiciones?; ¿cómo se dan, se desarrollan y se dirimen o terminan las controversias científicas?; ¿cuál es el papel que juega la observación en el origen y en la aceptación de creencias científicas?; ¿cuál es la naturaleza de la observación científica y de las teorías? y ¿cuál la relación entre ellas?

2) ¿Cuáles son los fines de la investigación científica? ¿Acaso la búsqueda de la verdad? ¿Dice el conocimiento científico algo verdadero acerca del mundo? ¿Es realmente, como dicen, un conocimiento objetivo? ¿Que significan estos términos, “objetividad” y “verdad”? ¿Cómo podemos llegar a saber que contamos con un conocimiento objetivo, o verdadero, sobre todo si se considera que varias creencias antiguas, tomadas durante mucho tiempo como verdaderas, han sido desechadas después por falsas?6

Una posible vía de respuesta para esta segunda familia de problemas, es la de replicar que los conocimientos pueden considerarse como objetivos, y hasta verdaderos, porque han servido para desarrollar la tecnología tan asombrosa que tenemos hoy en día. A lo cual puede contestarse que si se acepta esto como el criterio dominante, entonces se concede la prioridad al criterio de explotación de la naturaleza, entendiendo por explotación el poner a nuestro servicio las propiedades y disposiciones de una entidad o un sistema. Pero calificar como bueno al conocimiento científico, porque permite una mejor explotación, constituye ya una manera sesgada de considerar ciertas creencias como buen conocimiento. Se trata de la posición llamada instrumentalista: las teorías científicas pueden no decir nada verdadero acerca de cómo es el mundo. pero son buenos instrumentos para manipular los fenómenos, y por ello debemos aceptarlas… mientras nos sean útiles; pero debemos estar dispuestos a abandonadas en cuanto aparezcan otras que nos permitan manipular más fenómenos, y quizá mejor a los mismos que ya manipulábamos. Pero entonces desaparece toda la pretensión de verdad del conocimiento científico. ¿Qué ocurre con el conocimiento que no puede ponerse directa o inmediatamente al servicio de la explotación?

Creo que esto puede sugerir la idea de que la discusión sobre la posibilidad de tener conocimiento verdadero acerca del mundo o la imposibilidad de ese tipo de conocimiento, o la discusión de si es relevante o no lo es, no depende de los impresionantes resultados de la tecnología, o por lo menos no directamente, de nuevo, lo que está en juego son los fines de la investigación científica; se trata de un problema filosófico, al que hay que tratar con muchas más armas conceptuales, que una lista de resultados tecnológicos.

A estas dos familias de problemas centrales en la filosofía de la ciencia actual, podemos agregar una tercera, que ya sugerí antes. Tenemos hoy en día una base sólida para sostener que las concepciones del mundo no siempre han sido las mismas. También podemos justificar la afirmación de que los métodos de investigación y de prueba, y en general los criterios para la evaluación y aceptación de conocimientos científicos en las ciencias empíricas y en las formales, no siempre han sido los mismos. ¿Cómo y por qué cambian las concepciones científicas acerca del mundo? ¿Qué es lo que cambia: sólo los conocimientos sustantivos, o también cambian las creencias previas que no dependen directamente del resultado de la observación y la experimentación, y acaso cambian también las normas y valores, así como los fines que se plantean en la investigación científica? ¿Cómo y por qué ocurren esos cambios? Esos cambios, y en general el proceso de desarrollo científico ¿pueden considerarse racionales?; en caso afirmativo, ¿qué se entiende por “racional”?

Los análisis filosóficos de la ciencia, y su desarrollo, han sido fuertemente marcados en las tres últimas décadas por las ideas que Thomas Kuhn expresó en su libro La estructura de las revoluciones científicas. Esas ideas, desde la publicación del libro, dieron lugar a una controversia que todavía continúa, acerca de los modelos que mejor pueden dar cuenta del proceso de desarrollo científico, incluyendo de manera importante, los problemas acerca de los procesos de validación y aceptación del conocimiento científico. La controversia ha dado lugar a una proliferación de modelos de desarrollo científico.

En la literatura reciente, los modelos de cambio y desarrollo científicos, han recibido el nombre de metodologías. Estos modelos reconstruyen las normas, reglas, técnicas experimentales y formales, presupuestos valores y fines, así como creencias sustantivas acerca del mundo, que condicionan a las actividades científicas y la producción y aceptación del conocimiento científico. Una cierta metodología puede reconocer que no existe un único conjunto de normas y reglas de investigación científica, que sean válidas en todo momento del desarrollo de la ciencia; en diferentes épocas pueden estar vigentes diferentes normas. Lo mismo ocurre con los fines de la investigación científica.

Una metodología, así entendida, presupone una cierta concepción epistemológica de las ciencias, es decir una concepción de la naturaleza y de la justificación del conocimiento científico, incluyendo una concepción del papel de las acciones de los científicos en la producción, evaluación y aceptación de ciertos cuerpos de creencias como genuino conocimiento científico.

En resumen, actualmente la filosofía de la ciencia se plantea problemas en tres diferentes niveles:

1) El primer nivel es el de los análisis en cada ciencia en particular, especialmente de sus teorías y de sus métodos específicos. Estos análisis presuponen una metodología dada (en el sentido recién aplicado).

2) El segundo nivel es el de las metodologías en el sentido arriba indicado. Los trabajos que mayor influencia han ejercido en la filosofía de la ciencia en los últimos treinta años, por ejemplo los de Popper, Kuhn, Lakatos, Laudan y Shapere, pueden interpretarse como un intento por ofrecer modelos de desarrollo científico, lo cual quiere decir que reconstruyen la metodología científica, en el sentido aquí indicado.

Para reconstruir adecuadamente el proceso de desarrollo científico, los modelos deben incluir, aunque sea en la forma de presupuestos, concepciones acerca de la estructura de las teorías científicas.

3). El tercer nivel contiene explícitamente las concepciones epistemológicas acerca de las ciencia, las cuales pueden estar sólo presupuestas en los modelos de desarrollo. Éstas son las concepciones acerca de la naturaleza del conocimiento científico y del problema de su justificación y aceptabilidad racional; incluyen ideas sobre el papel de la observación y la experimentación en las ciencias, así como acerca de los marcos conceptuales presupuestos por las teorías y la actividades científicas. Contienen, también, ideas sobre la objetividad, la racionalidad y el progreso científicos. Se trata, pues, del nivel en el que se someten a discusión y crítica las metodologías mismas, entendidas como modelos de desarrollo científico; por esta razón, puede llamársele legítimamente el nivel de la metametodología y las disputas dentro de este nivel pueden entenderse como controversias metametodológicas.

Desde el campo de la teoría del conocimiento, entendida como la tradicional disciplina filosófica acerca del conocimiento, también en los últimos veinte años ha habido un creciente interés por analizar el modo en el que, de hecho, los seres humanos adquieren sus creencias, y buscar una forma más equilibrada del análisis del conocimiento, que no constituya una mera indicación normativa acerca de cómo debería justificar el conocimiento, sino que pueda explicar cómo, de hecho, se acepta el conocimiento, cómo se produce, y qué pueda explicar por qué los seres humanos recurren a los procedimientos y métodos a los que recurren, para producir y aceptar el conocimiento.

Tanto las metodologías científicas, entendidas en el sentido antes señalado, como otras posiciones en la teoría del conocimiento, se han enriquecida ampliamente, también en los últimos años, con ideas provenientes de la biología. La incorporación de este tipo de ideas, ha fortalecido el llamado proceso de “naturalización” de la epistemología, de acuerdo con el cual, se tiende a ver al conocimiento en general, y en particular al conocimiento científico, como un producto “natural” de un proceso evolutivo, si bien, por supuesto, tiene características peculiares en virtud de su naturaleza eminentemente social y cultural. El contraste se plantea con la epistemología tradicional, que vela por su trabajo como una búsqueda de fundamentos, y que típicamente se plasma en las formas del empirismo, el racionalismo y el a priorismo tradicionales. La búsqueda que se plantean los modelos naturalistas, se concentra en los procesos que de hecho conducen a la formulación y aceptación de creencias como conocimientos científicos, a las controversias que se dan dentro de las comunidades científicas y a la manera en la que se superan o se clausuran. Uno de las esfuerzos más importantes dentro de la filosofía de la ciencia actual, es el desarrollo y discusión de estos modelos naturalizados del crecimiento científico.7

De lo que he mencionado hasta aquí se desprende una idea importante: la filosofía de la ciencia tiene por objeto de estudio, a esa cosa que se llama ciencia. No pretende —o no debería pretender— decir a los científicos cómo desarrollar su ciencia y cómo obtener un buen conocimiento, eso corresponde a cada disciplina. De la misma manera en que hay que tener cuidado con los criterios meramente sociológicos, es preciso cuidarse de las normatividades filosóficas.

Pero en cambio la filosofía de la ciencia si pretende dar cuenta de los criterios bajo los cuates se aceptan las creencias, así como de la manera en la que cambian y evolucionan y de cómo es posible que se obtenga, cuando se logra, un genuino conocimiento acerca del mundo natural y social. En particular la filosofía de la ciencia trata de entender los fines de la investigación científica, y por que las investigaciones tienen que desarrollarse de la manera en la que se desarrollan, para ofrecer un genuino conocimiento del mundo. Esto es, parece haber quedado atrás una falsa dicotomía entre una actitud normativa y una meramente descriptiva. La filosofía de la ciencia no puede pretender normar las actividades de los científicos, pero no por eso debe limitarse a una mera descripción, con pretensiones de no estar contaminada de cualquier contenido evaluativo. Al analizar y criticar los modelos de desarrollo científico, al aplicarlos y al contrastarlos con los datos recogidos de la historia, de hecho se realiza también una evaluación del trabajo científico y de su desarrollo, pues se analizan los valores, fines, normas y reglas vigentes en cada época y se evalúa su corrección, comparándolos con las de otras épocas, incluyendo la nuestra.

Esto último no significa que a fuerza tengamos que sostener nuestros actuales criterios, normas, valores y fines, como los mejores, sólo porque son los vigentes, sino que debemos estar dispuestos a defenderlos, mediante un dialogo y una discusión racional, con quien quiera que los dispute. Del mismo modo, si se pretende haber logrado un progreso científico, y en general, si se pretende que el conocimiento científico progresa, es porque en cada uso de controversia puede reconstruirse la disputa, de una manera en la que se muestren claramente las razones que ofreció cada parte. Para poder sostener que la ciencia ha progresado, se tendrá que mostrar que la parte “victoriosa” es la que ofreció las mejores razones, y que la mayor parte de las controversias y choques de puntos de vista terminan gracias a esas victorias. Pero hay controversias que terminan debido a la interacción de factores no epistemológicos. Toca a los historiadores analizar y explicar tales factores.     

Todo lo anterior debería dejar claro que la filosofía de la ciencia, sin un estudio auténtico de la actividad científica y de sus resultados, es absurda. Lakatos tuvo un gran acierto cuando afirmó parafraseando a Kant, que la historia de la ciencia, sin la filosofía de la ciencia, es ciega —no puede ver su objeto de estudio— y la filosofía de la ciencia, sin la historia de la ciencia —lo que vale decir, sin la ciencia misma—, es vacía.

La ciencia sin filosofía tiene posibilidades de desarrollo limitadas. La propia filosofía de la ciencia puede explicar por qué. La ciencia puede desarrollarse sin reflexionar sobre sí misma, mientras se mantenga dentro de lo que Kuhn ha llamado “ciencia normal”. (No es casual que se requiera del análisis de un historiador-filósofo de la ciencia, para comprender por qué el progreso en la ciencia, si no involucra la discusión y el cambio de sus presupuestos filosóficos es literalmente un progreso muy relativo, se trata sólo de un progreso dentro de un paradigma dado, y es un progreso débil). Pero toda actividad científica presupone principios filosóficos profundos; por ejemplo ideas deterministas, o indeterministas acerca del mundo, o acerca de que el mundo no es determinista ni indeterminista y sólo los modelos que se construyen de él lo pueden ser. Estos principios no son dirimibles por medio de la actividad científica “normal”, pues se trata más bien de concepciones que se dan por supuestas en el desarrollo de la ciencia normal, dentro del campo en cuestión, y ahí quedan fuera de discusión. Pero en cambio, cuando se realiza una revisión a fondo de la concepción que condiciona la actividad científica normal, también esos principios se ponen a revisión. Esto no significa que los resultados científicos sean ajenos a la discusión, y a las controversias en relación con los principios filosóficos básicos, pero ciertamente estos principios no quedan sujetos a revisión de la “manera normal”. Se requiere de un proceso de reflexión y controversia, acerca de nociones y principios que no pueden aceptarse o rechazarse basándose sólo en experimentos; por ejemplo, sobre la confirmación entre ideas deterministas e indeterministas, o sobre la posibilidad de una descripción verdadera acerca del mundo o su imposibilidad, etc. Y esto requiere de una detallada discusión conceptual, la cual se encuentra en la base de las transformaciones profundas de las concepciones científicas del mundo. Aquí es donde las ciencias y la filosofía no sólo se encuentran, sino que mutuamente se necesitan.

La ciencia requiere de la filosofía en sus raíces más profundas, la ciencia necesita a la filosofía para comprenderse a sí misma, y a su desarrollo, para hacerse consciente de sus presupuestos —los cuales en gran medida son ellos mismos filosóficos— así como de sus fines, y para discutirlos responsablemente. La filosofía requiere de la ciencia para desarrollar sus concepciones, pues finalmente son concepciones acerca del mundo, de los seres humanos, de sus formas de vida, y de los elementos que las constituyen, por ejemplo el conocimiento, la moral, el lenguaje, el arte y para comprenderlos tiene que apoyarse en el conocimiento empírico, en particular, en el mejor, que es el científico. Por esto existe una íntima y genuina relación entre las ciencias y la filosofía, la cual es profunda e indisoluble.

NOTAS

1 Hace diez años Ulises Moulines (Moulines, 1979), publicó en México un artículo en el que defendía un programa de catorce puntos, para las tareas que la filosofía de la ciencia debería desarrollar en la década que ahora está por terminar. Con una motivación reconocidamente en parte “institucional” y en parte “ideológica”, Moulines sostuvo el programa “metateórico” que tan consistente y fructíferamente ha desarrollando a lo largo de estos diez años (véase Moulines, 1982, y Moulines et al., 1987). En este artículo no pretendo evaluar dicho programa metateórico, ni medir o discutir sus logros en los últimos diez años. Tampoco me propongo polemizar con él. Mi intención es más bien la de resumir una concepción sobre la filosofía de la ciencia que, en mi opinión, es mucho más amplia que la de aquel programa. Esta concepción recoge algunas de las actuales preocupaciones en la filosofía de la ciencia, y hace hincapié en algunas de las tareas que, de hecho, se han estado haciendo en esta década, tanto en los países hispanohablantes como en el resto del mundo.
2 Véase Feyerabend, 1975.
3 Véase, por ejemplo, Barnes, 1977; Bloor, 1976, 1977; Latour,1987.
4 Sobre controversias científicas, véase Engelhardt y Caplan, 1987. Sobre problemas de arbitrajes en revistas especializadas particularmente sobre el caso de una de zoología sistemática, véase Hull, 1988.
5 Esta discusión mezcla algunos de los problemas del llamado realismo científico, con los problemas de los fines de la investigación científica. Al respecto puede verse Van Fraasenn, 1980, Landan, 1977, 1988; Leplin, 1984.
6 Véase Olivé, 1988.
7 Véase Hull, 1988.

 articulos
 
     

 Refrerencias Bibliográficas

Bloor, D., 1976, Knowledge and Social Imagery, London, Routledge and Kegan Paul.
Barnes, B., 1977, Interest and the growth of knowledge, London, Routledge and Kegan Paul.
Engelhardt, T., & A. Caplan, 1987, Scientific controversies, Cambridge University Press.
Feyerabend, P., 1975, Against method, London, New Left Books.
Hull, D., 1988, Science as a Process, Chicago University Press.
Kuhn, T., 1962, The structure of scientific revolutions, Chicago University Press, (2nd ed., 1969). Traducción al castellano, La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1971.
Lakatos, I., 1970, “Falsification and the methodology of scientific research programmes”, en Lakatos y Musgrave, 1970.
Lakatos, I., 1971, “History of science and its rational reconstruction”. En Boston studies in the philosophy of Science 8. Editado por R. C. Buck y R. S. Cohen, Dodrecht, Reidel.
Lakatos, I., & A. Musgrave, 1970, Criticism and the growth of knowledge, Cambridge University Press, Traducción al castellano: La crítica y el desarrollo del conocimiento, Barcelona, Grijalbo, 1970.
Latour, B., 1987, Science in action, Milton Keynes, Open University Press.
Laudan, L., 1977, Progress and its problems, University of California Press.
Laudan, L., 1984, Science and values, University of California Press.
Leplin, J., (ed.), 1984, Scientific realism, University of California Press.
Moulines, U., 1979, “¿Qué hacer en la filosofía de la ciencia? Una alternativa en catorce puntos”, Crítica Revista Hispanoamericana de Filosofía, vol. XI, no. 32, agosto de 1979, pp. 51-79.
Moulines, U., 1982, Exploraciones metacientíficas, Madrid, Alianza Editorial.
Moulines, U., W. Balzer & J. Sneed, 1987, An architectonics for science, Dordrecht, Reidel.
Olivé, L., (comp.), 1985, La explicación social del conocimiento, México, UNAM.
Olivé, L., 1988, Conocimiento, sociedad y realidad, México, Fondo de Cultura Económica.
Popper, K., 1934, La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos (1962), primera edición inglesa, 1958.
Popper, K., 1972, Objective knowledge: an evolutionary approach, Oxford, Clarendon Press.
Shapere, D., 1984, Reason and the search for knowledge, Boston, studies in the Philosophy of Science, volume 78, Dordrecht, Reidel.

Una versión previa de este trabajo se presentó en el Colegio de Investigación de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM en septiembre de 1989. La presente versión ha sido publicada por Arbor (Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España), en marzo de 1990 y en esta ocasión se reimprime con su autorización.

     
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León Olivé
Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM.

como citar este artículo

     

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César Carrillo Trueba
     
               
               

A mi madre, en sus 25 años de hematóloga

“del SIDA, lo más contagioso es el miedo”, Rosa Ma. Roiffel

“El pálido temor se apoderó de mí, —dice Odiseo al llegar al país de los muertos—, temiendo que la ilustre Perséfone me enviase del Hades la cabeza de Gorgo, horrendo monstruo”. ¿Qué es lo que hace que el legendario héroe de la Odisea de Homero se retire en tal sobresalto? Es Gorgo, habitante del Tártaro, quien junto con el can Cerbero guarda la entrada de este reino. También llamada Gorgona, Gorga impide la entrada de las vivos al país de los muertos, mientras que Cerbero no deja a éstos abandonar el Hades.

Ya en su ocaso, nuestro siglo ha visto resurgir el rostro de Gorgo: aterrador, espeluznante, horrendo, enloquecedor, apocalíptico. Al igual que entre los griegos no se le quiere mirar de frente; su mirada congela y petrifica: tiene la muerte en las ojos.    

Formada por sodomitas, drogadictos, monos verdes, promiscuos, cogelones, prostitutas y africanos degenerados, la máscara de Gorgo nos acecha. Entre purulencias, cuerpos apretujados —más hueso que carne en muchos—, miasmas, llagas, podredumbre y corrupción, se dibujan cuatro letras en su frente: SIDA.

Peste, castigo divino, estigma, las metáforas son numerosas. Tener SIDA puede significar perder el empleo, ser expulsado de la escuela, arrojado de la vivienda, abandonado, segregado, despreciado, y hasta no hace mucho, no tener derecho a sepultura. Los prejuicios siempre andan a la caza de nuevos objetos, sangre fresca para poder vivir. Así vuelven a tomar fuerza viejos adjetivos, actitudes ya consideradas como parte de la historia de la intolerancia. El sexo nuevamente en el banquillo de los acusados.

ENFERMEDAD Y SOCIEDAD 

La forma en que es vista una enfermedad, así como las reacciones y actitudes ante ella, dependen de una serie de factores de índole social, histórico; de la mentalidad que predomina, ideologías y prejuicios incluidos. Analizando esta cuestión, en su obra Civilización y enfermedad, el Dr. Henry Sigerist toma como ejemplo a los kubus de Sumatra, quienes consideran a la enfermedad como resultado de la acción malévola de algún espíritu o demonio, o del efecto de un embrujo. Por ello, al enfermo se le trata en forma especial, ya que es una víctima inocente.    

Aparentemente proviene del antiguo Oriente la idea de que el enfermo no es ajeno a su enfermedad, es decir, que no es una simple víctima, sino que con ella el enfermo expía algún pecado, el sufrimiento que padece es un castigo. Esta concepción ya se encuentra entre los babilonios, y en el Antiguo Testamento es claro, como lo explica el Dr. Sigerist: “Dios, se nos dice, ha revelado su ley: todos los que la sigan con piedad vivirán felices, pero quienes la violen, serán castigados. La enfermedad y el sufrimiento vienen como castigo de los pecados del individuo, de sus padres o aún de su clan”.    

Los griegos dividían la sociedad en hombres sanos y enfermos. Ser sano era sinónimo de equilibrio, armonía, nobleza y perfección, mientras que estar enfermo era prácticamente casi no alcanzar la categoría de humano, era pertenecer a una especie de una versión helénica del mundo “bizarro” de Superman. Si la enfermedad era susceptible de cura, se hacía todo por la reintegración del enfermo, de no ser así, el desprecio y la segregación acompañarían al enfermo hasta la muerte.

El cristianismo se promueve en gran medida como la “religión de curar". A los enfermos se les promete curación total y de ello dan cuenta los Evangelios. Basta con que Cristo pase la mano sobre los enfermos para que su mal desaparezca. Los ciegos recuperan la vista, levanta paralíticos y hasta revive muertos. Esta nueva religión ve a la enfermedad como un sufrimiento, y como todo sufrimiento, ésta eleva el espíritu. Por ello, la actitud cristiana en un principio era la de compasión, cuidado y reconfortación de los sufrientes.

Sin embargo, como ya es sabido, al llegar al poder, al convertirse en oficial o institucional, hombres e ideas se transforman. El cristianismo no fue la excepción. “Cuando el cristianismo fue admitido oficialmente como religión del estado romano, por necesidad tuvo que transigir y adoptó la herencia cultural del pasado. Los cristianos ejercieron la medicina y trataron a sus pacientes aplicado las doctrinas de los médicos paganos” (Sigerist).   

Así, de ser casi excomulgado, post-mortem, Galeno pasó a ser la máxima autoridad. Tanto el saber como las practicas de los antiguos fueron retomadas. No sólo de milagros se cura el hombre, inevitablemente, las concepciones de los griegos acerca de la enfermedad iban en el paquete. Hay quienes explican de esta manera el hecho de que durante la Edad Media las epidemias se concibieran como castigo divino. Más no hay que olvidar que la Iglesia ya detentaba el poder y atacaba todo culto pagano en su afán por controlar acciones y pensamientos humanos. Normar y atemorizar le eran indispensables. Las epidemias caían como anillo al dedo.   

No obstante, no todas las enfermedades reciben el mismo tratamiento. La delimitación de diferentes tipos de enfermedades y sus múltiples manifestaciones siempre ha llevado a una cierta jerarquización o valorización social de ellas. Por ejemplo, las enfermedades cutáneas casi siempre han sido consideradas repugnantes, aún cuando no sean tan terribles como otros padecimientos poco visibles; entre éstas se encuentra la lepra. En el otro extremo se encuentra la tuberculosis, enfermedad que durante los siglos XVIII y XIX llegó a ser asociada al genio creador. En cuanto a las enfermedades venéreas, la reacción ante ellas ha variado con la actitud e ideas que prevalecen acerca del sexo.

El caso de la sífilis es ilustrativo. Considerada como cualquier otra epidemia antes de ser establecida su transmisión por vía sexual, su padecimiento no era nada denigrante. Al ser determinada en el siglo XVI su forma de contagio, la sífilis se verá ligada a la moral de la época por el resto de sus días. En este plano, el Renacimiento que la vio nacer como mal venéreo, fue bastante tolerante y permisivo. Burdeles y relaciones extramaritales no eran estigmatizados y el hecho de tener sífilis no traía mayores consecuencias que tener que soportar las curas con mercurio (de ahí el dicho: “una noche con Venus, toda una vida con Mercurio) y al final: la muerte.

La sociedad cortesana integrará dentro de sus “relaciones peligrosas” a la sífilis. Ésta jamás se convirtió en un obstáculo a sus diversiones. Más bien, el abuelo del condón, fabricado con tripa de borrego, recorrerá las alcobas brindando cierta protección. Lamentablemente nada es eterno, la burguesía ascendente, acompañada de su inseparable rémora, la pequeña burguesía, actualmente clase media, se opondrá a tal desenfreno. Sobre cimientos calvinistas levantaron ese edilicio de moralidad que en Inglaterra va a constituir en el siglo XIX “lo victoriano”. Y desde su recién adquirida altura, apuntará con el índice a todos los libertinos, a quienes mantienen relaciones extramaritales, aquellos que desperdician su energía en actividades no productivas, en lugar de entonar el himno al trabajo. La idea del sexo indisolublemente ligado a la procreación ocupa la escena.

La Iglesia no se queda atrás, “en 1826, el Papa León XII censura el uso del preservativo porque contravenía las intenciones de la Divina Providencia, esto es, castigar a los pecadores en el miembro con el cual hablan pecado” (Sigerist). La imaginación del clero siempre ha sido reducida, mientras que sus condenas se piensan universales.

La idea de las enfermedades venéreas como castigo de Dios no ha perdido actualidad; tampoco las conclusiones del Dr. Sigerist, a pesar de que datan de 1943: “Donde imperaba tal criterio, el enfermo venéreo estaba colocado en una situación especial respecto de la sociedad, lo que hacía en extremo difícil el tratamiento de estas enfermedades. La tradición puritana es muy fuerte en los países donde impera la clase media y, como sabemos, en América (EU) este criterio prevalece hasta la fecha. Como resultado, la incidencia de enfermedades venéreas es mayor que en los países donde impera un criterio nuevo y más sano”. Es más que claro, la persistencia de tal prejuicio solo impide y obstaculiza el control de este tipo de enfermedades, como ocurre en este momento con el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida.

A CADA EPOCA SU CASTIGO

“El SIDA es el juicio de Dios a una sociedad que no vive según sus reglas”, sentenció el predicador estadunidense, Jerry Falwell. Por su parte, los conservadores Jesse Helms (bastante conocido por su amor a México) y Norman Podhoretz lo pintan como “una visitación dirigida en especial (y bien merecido lo tienen) a los homosexuales occidentales”. Mientras que el neofascista francés J. M. Le Pen ha solicitado “el test obligatorio y la cuarentena de quienquiera que sea portador del virus”. El régimen racista de Sudáfrica no se podía quedar atrás en esta cruzada, así, “al evocar la incidencia de la enfermedad entre los mineros procedentes de países negros vecinos”, el ministro de Asuntos Extranjeros, declaró: “Los terroristas nos llegan ahora con un arma mucho mas terrible que el marxismo: el SIDA” (citas tomadas del excelente libro de Susan Sontag, El SIDA y sus metáforas).

Las propuestas de esta corriente de pensamiento no han sido en vano. Por ejemplo, en Alemania Federal, “el gobierno del estado de Baviera ha declarado oficialmente al SIDA como epidemia, lo cual faculta a las autoridades para aplicar exámenes obligatorios a homosexuales, drogadictos, prisiones, prostitutas, residentes extranjeros de fuera de la Comunidad Económica Europea y a todos los solicitantes de empleos en el gobierno” (Newsweek, 13 de abril de 1987).    

Analizando la metáfora de la peste para el SIDA, la escritora Susan Sontag concluye: “Tan idóneo parece el SIDA como acicate de los miedos creadores de consenso, cultivados durante varias generaciones, tales como el miedo a la ‘subversión’ —y miedos más recientes, como el miedo a la polución incontrolable y a la imparable migración del Tercer Mundo— que parecería inevitable que el SIDA sea considerado en esta sociedad como una amenaza total a la civilización. Y el elevar la estatura metafórica de la enfermedad manteniendo vivo el miedo de su fácil transmisión a su difusión inminente, no rebaja su carácter principal de ser consecuencia de actos ilícitos (o del subdesarrollo económico y cultural). Castigo por un comportamiento desviacionista y amenaza a los inocentes —ambas ideas difícilmente son contradictorias. Esa es la extraordinaria potencia y eficacia de la metáfora de la peste: permite ver una enfermedad a la vez como algo en lo que incurren los vulnerables ‘otros’ y como (potencialmente) la enfermedad de todos”.

Afortunadamente esta no es la única concepción existente. La misma historia muestra que “pestes” y demás “castigos divinos” se pueden combatir si se les ve como problemas de salud pública. Como lo señala el gran Stephen Jay Gould: el SIDA tiene una causa natural. “No hay ningún mensaje en su extensión. La ciencia nos ha ensenada que el SIDA actúa de acuerdo a un mecanismo que nosotros podemos descubrir”.

LA BUSQUEDA DE UN MECANISMO

La historia de la caracterización del SIDA y del descubrimiento del virus que lo provocan, pertenece ya al dominio público, o más bien, de cierto público. Una historia que parece legendaria a pesar de no ocupar más de una década.      

Fue en California, el verano de 1981, en una clínica de Los Ángeles, en donde el equipo dirigido por el Dr. Gottlieb, inmunólogo de la Universidad de California, reporta el caso de cinco hombres de aproximadamente 30 años, que presentaban una neumonía ocasionada por un protozoario que sólo afecta a pacientes cuyo sistema inmunológico responde en forma deficiente: Pnemocystis carinii. Ninguno de los cinco había tenido algún padecimiento previo o trasplante que explicase la depresión de su sistema inmunológico. Nada en común que diera cuenta de la neumonía. Nada, salvo que… los cinco eran homosexuales. La lógica es implacable. Así, los reportes se referirían a la probabilidad de un padecimiento pulmonar propio de los homosexuales.     

Un par de semanas después, en la ciudad de Nueva York, se reportaba el caso de un hombre de cerca de 30 años afectado en la piel por un cáncer poco frecuente en Europa y E.U., y que, cuando se presenta, ataca a personas de edad ya avanzada: el sarcoma de Kaposi. Este padecimiento, un tanto común en África y en el Mediterráneo, llega también a presentarse en otras latitudes en personas cuyo sistema inmunológico se encuentra deprimido. Esto último se observa en este paciente neoyorkino, pero sin encontrar casa a ello, aunque… también es homosexual.

En las semanas que siguen, de Los Ángeles, San Francisco y Nueva York se reportan más casos de hombres cuya edad oscila alrededor de los 30, son homosexuales y presentan neumonía por Pneumocystis carinii asociada a sarcoma de Kaposi. Su sistema inmunológico es deficiente, por lo que son presas de múltiples infecciones oportunistas: meningitis, encefalitis, infecciones intestinales, de la piel, etcétera.        

Este cuadro hizo pensar que se trataba de una nueva inmunodeficiencia de causa totalmente desconocida. Esta inmunodeficiencia, a diferencia de la que padecen algunos niños al nacer (por carecer de la fuente y manantial de todas las defensas: la medula ósea), es adquirida, es decir, se presenta a cierta edad por razones ignoradas. Lo único que unía a la gran mayoría de los pacientes era su homosexualidad (masculina).      

A principios de 1982 se reportan pacientes con el mismo cuadro, pero a diferencia de los anteriores, su rasgo común es el empleo de drogas intravenosas. Durante los meses que siguen, la afluencia de hemofílicos, un mayor porcentaje de hombres heterosexuales, mujeres y algunos niños, hijos de estas, ponía en evidencia que los mecanismos de transmisión eran más variados, que no sólo el contacto homosexual era el medio. Esto llevó a cambiar el nombre de GRID (del inglés, Gay Related Inmunodeficiency), por el de un término más amplio Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.

Un síndrome es un conjunto de signos y síntomas, no se trata de una sola enfermedad; por simplificación se le llama enfermedad. En el caso del SIDA, fue establecido que las infecciones oportunistas ya mencionadas y el Sarcoma de Kaposi constituyen el síndrome. Sin embargo, se observó la aparición de una serie de síntomas entre personas ligadas o pertenecientes a los grupos en que más aparecía el síndrome (homosexuales, bisexuales, etc.).: fiebres crónicas, inflamación de ganglios linfáticos (linfoadenopatía), fuertes diarreas, pérdida excesiva de peso, sudores. A este conjunto de síntomas se le bautizó como Complejo Relacionado con el SIDA, ARC (del inglés, AIDS Related Complex). En aquel entonces se pensaba que este complejo podía constituir no solamente un preámbulo al SIDA, sino un síndrome aparte, quizá una forma benigna de infección. Actualmente, este complejo se considera como una respuesta al virus que provoca el SIDA, sin que exista una definición oficial.

Para fines de 1982 ya se había determinado que el SIDA era una enfermedad infecciosa que se transmite por vía sexual o transfusión sanguínea (sangre infectada, esto es, uso de agujas infectadas incluido). “No obstante el agente que lo produce es desconocido. Una de las pistas dice L. Montaigner, era la existencia de casos raros, pero indiscutibles, de transmisión en hemofílicos tratados con plasma sanguíneo procedente de bancos de sangre. Éstos habían sido preparados con filtros que eliminan bacterias y hongos contaminantes. El agente del SIDA no podía ser más que un agente no retenido por los filtros (filtrable), por lo tanto, un virus”. La existencia de virus entre los pacientes con SIDA no era novedad. Se habían observado infecciones causadas por citomegalovirus, herpes, hepatitis B y Epstein Barr, pero ninguno proporcionaba una explicación a la enfermedad.

En un principio se pensó que el responsable era un virus que produce cierto tipo de leucemia y que en gatos y ratones provoca una depresión del sistema inmunológico: el HTLV (Human T Leukemia Virus). Se trata de un retrovirus que provoca una forma de leucemia un tanto rara (detectada en algunos regiones del Japón, las Antillas y el sur de los E.U.), en la cual se presenta una proliferación de células T en el adulto. Ésta era la hipótesis de los médicos estadunidenses, Robert Gallo y Max Essex.

Por otro lado, el Dr. Luc Montaigner y un equipo de científicos del Instituto Pasteur de París, intentaron aislar el virus más no en pacientes en un estado ya avanzado de la enfermedad sino cuando sólo se manifiestan signos precursores y las células T4 son abundantes. Mediante un cultivo de linfocitos procedentes de una biopsia de un ganglio de un enfermo que presentaba una interna linfoadenopatía (ganglios persistentemente inflamados), los investigadores franceses lograron aislar el virus a principios de 1983. La sorpresa fue que éste no se parecía al HTLV por lo que el Dr. Montaigner se preguntaba si el causante del SIDA “¿…era el HTLV o uno cercano a este?”.

Para responder a esta interrogante, se emplearon anticuerpos que reconocían a las proteínas del HTLV. Éstas fueron enviadas desde E.U. por el Dr. Gallo. El resultado fue negativo, los anticuerpos no reaccionaban ante las proteínas del virus aislado. Los resultados de este experimento fueron publicados en la revista Science en mayo de 1983. Por supuesto que éstos no permitían concluir que el virus aislado era el agente causal del Complejo Relacionado con el SIDA o del SIDA, pero lo que sí era seguro es que se trataba de un nuevo virus y con eso bastaba para no desechar la hipótesis.

La investigación mantuvo su línea y se aislaron nuevos ejemplares del mismo virus. Se observó su morfología al microscopio electrónico y se encontró que difería radicalmente de la del HTLV. Finalmente, se detectaron anticuerpos en pacientes con linfoadenopatía, lo cual no era sencillo con pacientes que ya se encontraban en una fase avanzada de la enfermedad. Por esta razón, el equipo francés bautizo al nuevo virus como Virus Asociado a la Linfoadenopatía, LAV (del inglés Lympadenopathy Associated Virus).

Para 1984 el virus tiene diferentes nombres, pero logra consenso. El Dr. Gallo y su equipo lo llaman HTLV III; en San Francisco, el Dr. Levy le asigna el nombre de Virus Asociado al SIDA, ARV (del inglés AIDS Related Virus), los médicos del Instituto Pasteur no cejan: es el LAV. Dos meses después, para acabar con los pleitos, el Comité Internacional para la Taxonomía de los Virus (que seguro tiene su sede en Ginebra u otra ciudad de Suiza) determinó que para denominar al agente responsable del SIDA, se debe emplear el nombre de Virus de la Inmunodeficiencia Humana, VIH, con sus respectivas traducciones. Una vez identificado el agente causal, la cuestión del cómo es y el cómo actúa se planteaban con ansia en las neuronas de los científicos y en los bolsillos de los magnates de la industria farmacéutica y sus filiales biotecnológicas.

MISTERIOS DE UN VIRUS…

Identificado y en vías de ser comprendida en su totalidad la forma en que actúa, el origen del VIH sigue siendo un misterio.

“La historia completa del SIDA probablemente permanecerá como un misterio…” ha afirmado Jonathan Mann. Al igual que con la sífilis, nubarrones de prejuicios e ideología ensombrecerán las investigaciones al respecto. La asepsia en la investigación científica no ha alcanzado aún la esfera neuronal. Basta con ver cómo son acogidas explicaciones que con un poco de rigor, no serían expuestas con tal seguridad y triunfalismo.    

Si en un principio se pensó que la causa de la aparición del SIDA, eran las relaciones de tipo homosexual, o los poppers (drogas que aumentan la sensación durante el orgasmo, empleadas por muchos homosexuales en E.U.), al ser detectados —entre 1982 y 1983 varios pacientes de origen africano y haitiano que no practicaban la homosexualidad ni usaban drogas intravenosas, se pensó que tal vez ahí estaba la clave del origen. Las especulaciones se multiplicaron tomando todos los lugares comunes del imaginario colonialista. Desde la hipótesis del mono verde, hasta la sexualidad que por siglos se ha atribuido a estos grupos que andan desnudos y no se casan por la iglesia.

Una de las evidencias que se puso en alto es la existencia de anticuerpos al virus (VIH) en sangre almacenada por años. Pero, como lo explica J. Mann, “esta sero-arqueología no tuvo éxito por muchas razones”: pruebas poco fiables en un principio, sangre vieja, descongelación y recongelación de las muestras, altas cantidades de anticuerpos en las muestras debido al número de enfermedades a que encuentra expuesta la población africana; todo ello daba por resultado una gran cantidad de “falsos positivos”, de los que se desprendían excesivas estimaciones de la extensión de la enfermedad en ese continente.

La “pista africana” se siguió con tal interés que se realizaron investigaciones que permitieron conocer el patrón de distribución, distinto al de E.U.; y comprender mejor algunos mecanismos de la enfermedad. Sin embargo, parte por los prejuicios parte por lo desconocido aún de la enfermedad, se llevaron a tal exceso las estimaciones que, por ejemplo, se llegó a decir que el lugar de origen del virus era Zaire, aseveración por demás apresurada y que tuvo la virtud de colocar a los gobiernos africanos en una actitud de poca cooperación cuando esta había sido de total colaboración.

Finalmente los resultados de investigaciones más profundas, tanto en África como en resto del mundo, rompieron de tajo con la idea de un origen africano o haitiano: el SIDA se inicia en África a fines de la década de los 70 y principio de la de los 80. Esto es, al mismo tiempo que en Haití y E.U. ¿Paso de E.U. a África vía Haití, o de África a E.U. por medio de los haitianos? Tal vez nunca se llegue a saber.

Actualmente, el problema del origen se ha relegado al dominio de lo biológico, del estudio de virus y retrovirus, así como de su evolución. En cuanto a su dispersión, el VIH ha llegado prácticamente al mundo entero sin respetar sexo, edad, ni religión. Es esto lo que constituye su realidad.

…Y REALIDADES DEL VIRUS

Según el boletín semanal de la Organización Mundial de la Salud, con fecha del 2 de marzo de 1990, desde la aparición de la enfermedad hasta ahora, se han reportado 222740 personas con SIDA en el mundo entero; 31581 provienen de Europa (14.17%), 588 de Asia (0.22%), 147159 (66.06%) de América, 41518 de África (18.63%) y 1894 de Oceanía (0.84%).

En África, los países con mayor número de casos son Uganda (7375), Kenya (6004), Tanzania (5627) y Zaire (4636). En Asia, Japón (182) e Israel (101) se encuentran a la cabeza. En Oceanía, por población simplemente, Australia tiene casi la totalidad de los casos. En Europa, Francia tiene el mayor numero (8883); le siguen Italia (5307), España (4633), Alemania Federal (4433) y la Gran Bretaña (2830). En el continente americano, los E.U. han reportado la mayor parte (121645), lo que equivale a más del 50% de los casos en el mundo, le siguen Brasil (9555), luego México (3994), Canadá (3509) y Haití (2331). En casi todos los países la mayor concentración de enfermos se encuentra en las ciudades (en Francia, París; en los E.U., Los Ángeles, San Francisco y Nueva York, por ejemplo).

LA MANERA EN QUE EL VIH SE HA DIFUNDIDO POR EL MUNDO ES DIVERSA

En un artículo acerca de la distribución del SIDA en el mundo, el Dr. Valdespino y sus colaboradores (1989) definen cuatro diferentes patrones de transmisión que comprenden diversas regiones del planeta:

a) Algunas regiones de África y del Caribe. La transmisión ocurre esencialmente por contacto heterosexual. Hay regiones de África en donde hasta un 70% de mujeres que se dedican a la prostitución están infectadas. La transmisión por transfusión sanguínea es muy elevada debido a la falta de asepsia y de recursos. La transmisión por vía perinatal es considerable, en algunas zonas hasta el 15% de las mujeres en edad reproductiva son seropositivas. La proporción de hombres y mujeres es casi de 1 a 1. La mortalidad por SIDA se estima alrededor de un adulto al año por cada mil. Como es sabido, las condiciones de vida son tan precarias en ciertas regiones, que la gente muere principalmente por diarreas, desnutrición y paludismo, por lo que el SIDA es como una lluvia sobre mojado.

b) Europa Occidental y E.U. La forma de contagio más importante es el contacto homosexual masculino (63%). Le sigue la transmisión por agujas infectadas entre personas que usan drogas intravenosas (19%). La transmisión por transfusión sanguínea y hemoderivados es muy baja, así como la perinatal. En cuanto al sexo, la proporción es de 10 hombres por una mujer. El SIDA es un factor de mortalidad considerable en ciudades como San Francisco y Nueva York.

c) Asia y Oceanía. Presentan pocos casos circunscritos a hombres homosexuales, prostitutas y usuarios de drogas intravenosas. No se han reportado casos por transfusión sanguínea y la transmisión por vía perinatal es prácticamente inexistente.

d) América Latina (sin el Caribe). La proporción en cuanto al sexo es de 14 a 20 hombres por una mujer. Existe un índice elevado de transmisión por transfusión sanguínea y hemoderivados. El contagio por contacto heterosexual es considerable, aunque la transmisión por contacto homosexual es la más elevada en los casos hasta ahora reportados. La infección por agujas en usuarios de drogas intravenosas es mínima.      

México, que se encuentra dentro de este patrón de transmisión, ocupa el tercer lugar en el continente americano y el número 11 a nivel mundial. Los primeros casos se presentaron en 1983 y eran todos hombres homosexuales (17 en total). A la fecha se han reportado 3944 casos de SIDA. La proporción de hombres y mujeres ha cambiado con el tiempo, incrementándose el número de mujeres. En 1984 se reportó el primer caso femenino y en 1985 la proporción era de 16 hombres por una mujer (de 112 casos acumulados). Actualmente esta es de 7 hombres por cada mujer. Se piensa que el porcentaje de mujeres seguirá aumentando, por lo que habrá una expansión del SIDA entre la población heterosexual, así como muy probablemente en niños hijos de mujeres infectadas. El paso hacia la población heterosexual se explicaría en nuestro país, por algunos, debido a la existencia de una gran cantidad de hombres bisexuales —hasta la fecha oculta por el machismo—, es decir, que el virus habría pasado de la comunidad homosexual a la heterosexual a través de los bisexuales. Esta hipótesis aún se explora, ya que el contagio en mujeres se ha reportado considerablemente por contacto heterosexual y en menor medida, por transfusión sanguínea.

En México, la edad de los pacientes oscila entre los 25 y los 44 años en su mayoría (65%). Se reporta un 13.6% de los 45 a los 64 años y otro 13.6% en jóvenes menores de 25 años. Un 4.3% en niños, y el resto en adultos de más de 65 anos. En cuanto a su ocupación, desempeñan labores de servicios públicos o personales, meseros, estilistas, aeromozos, entre otros (17%); son empleados administrativos (15.6%); profesionistas (8.5%); trabajadores de la educación (7.9%); estudiantes (6.2%); comerciantes y vendedores (5.8%): obreros industriales (6.6%): amas de casa (5.6%); trabajadores de la salud (5.1%); artistas y deportistas (4.3%) y campesinos (2.4%). Esta distribución ya habla de la geografía: la mayoría de los casos se concentran en las zonas urbanas de los diferentes estados del país.

El patrón general de transmisión en nuestro país coloca a la vía sexual como la más importante: 2672 casos (81%), de los cuales 2553 son de hombres (88.9%) y 119 mujeres (11.1%). De estos 2672 casos de transmisión por vía sexual, 1345 se infectaron por contacto homosexual (40% del total documentado), 765 por prácticas bisexuales (23%) y 562 por contacto heterosexual (17.1%). El contagio por transfusión sanguínea alcanza el 14.8%, mientras que el número de casos por uso de drogas intravenosas es de sólo 17 (0.5%). En niños la infección ocurrió esencialmente por transfusión sanguínea (43.4%) y hemoderivados (21% son hemofílicos) y el resto por vía perinatal (30.2%).

Los resultados del estudio epidemiológico muestran una tendencia en los últimos dos años a una especie de desaceleración en el crecimiento, es decir que la tasa de crecimiento de la epidemia se ha amortiguado. No obstante, en lo que va del año se han reportado (hasta marzo) 432 casos nuevos, lo que equivale a un promedio de 7.3% personas añadidas a la lista de enfermos de SIDA día con día.

En cuanto a la mortalidad, de los 3944 casos registrados hasta la fecha, se han reportado 2080 personas aún vivas (52.7%) y 1586 fallecidos (40.2%). Se ignora la suerte de 278 enfermos (7%).

LOS CAMINOS DEL VIH

Las formas de transmisión del virus que causa el SIDA se encuentran bien establecidas: por medio de sangre (transfusión sanguínea, de hemoderivados, agujas infectadas que contienen un poco de sangre), por fluidos seminales (contacto sexual entre homosexuales y heterosexuales) y por vía perinatal (de la madre infectada al hijo). No se transmite al tocar a una persona con SIDA, acariciarla, besarla, usar los mismos cubiertos y trastes, vivir y respirar el mismo aire que ella.

El hecho de que el virus sólo se transmita en forma directa, es decir, por el paso de células que contienen el virus sin entrar en contacto con el ambiente, se debe a que éste es muy lábil, es decir, frágil, poco resistente a las condiciones ambientales. Los cambios de temperatura, pH o el contacto con desinfectantes como el alcohol lo inactivan. Por ello, la manera en que es más factible que se transmita es por el paso de células infectadas de una persona a otra.

Sin embargo, no todos los fluidos corporales contienen el mismo número de células, por lo que la concentración de partículas virales dependerá de la cantidad de estas. Así, el semen y la sangre contienen la concentración más elevada de virus, y en consecuencia, son fluidos que lo transmiten mucho mejor, sus más eficientes vehículos. Le siguen las secreciones vaginales, con una concentración intermedia. En saliva, lágrimas y orina se ha encontrado el virus en cantidades muy pequeñas. Esto explica también por qué el darle la mano a un enfermo de SIDA no se considera una forma de transmisión, así como por que la vía sexual es la más importante. El análisis de las diferentes forma de transmisión aclara las cosas.

La transmisión sexual

Coito rectal. La penetración del pene en el recto del compañero o compañera, constituye la forma de relación sexual más eficaz en la transmisión del virus, tanto en hombres como en mujeres. La hipótesis más aceptada para explicar este hecho es la que se basa en la naturaleza del epitelio rectal. Se trata de un epitelio conformado por una sola capa de células cilíndricas, que recubre una zona con mucha irrigación sanguínea, rodeada de tejido linfoide (con muchas células del sistema inmunológico) (ver figura). Durante el coito rectal el epitelio sufre heridas, por lo que al depositarse el semen en ellas, el VIH pasa directamente al torrente sanguíneo, así como a las células que poseen el receptor CD4. Asimismo, si el penetrador tiene pequeñas lesiones —muchas veces imperceptibles— al entrar en contacto con la sangre rectal, el virus entra a través de las heridas directamente al torrente circulatorio.

Coito vaginal. Este tipo de contacto parece ser menos propicio a la transmisión del VIH. La causa es otra vez de orden epitelial. La vagina se encuentra cubierta por un epitelio que posee varias capas de células aplanadas, lo cual le confiere una mayor resistencia a la fricción que se produce durante el coito. Se piensa que durante la penetración las condiciones pueden ser más favorables para la transmisión del virus. Esto se debe quizá a: i) los cambios hormonales a los que está expuesta la mucosa vaginal; ii) por la mayor accesibilidad al torrente circulatorio; iii) por la presencia de sangre, que —ya se vio— es uno de los fluidos corporales con mayor número de partículas virales (Rico, B. 1989). Aunque hasta la fecha, esto no sido demostrado.

Una última consideración es que, aparentemente, en esta forma de relación sexual la mujer tiene más riesgo de ser infectada por el hombre que lo inverso. Se piensa que ello se debe a que el semen posee una mayor concentración de partículas virales. Aunque se han registrado casos de hemofílicos que durante largos periodos de estar infectados y tener una vida sexual activa no han transmitido el virus a sus propias mujeres, por lo que es algo aún no bien establecido.

Sexo oral. La transmisión del VIH por medio de las distintas modalidades de sexo oral, que ya recibieron sus respectivos nombres técnicos: boca-pene = fellatio; boca-vagina = cunnilingus; boca-ano = anilingus, no ha sido demostrada. La manera en que se supone podría ocurrir el contagio, es por el depósito de semen o de secreciones vaginales en heridas imperceptibles en la mucosa bucal. El caso inverso, es decir el paso del virus por medio de la saliva a la mucosa anal o vaginal, o vía pequeñas heridas en el pene, se considera casi imposible debido a la baja concentración de partículas virales en la saliva.

El problema en la determinación precisa de la transmisión a través del sexo oral, es que éste siempre es parte o culmina con el coito. Los casos de relaciones homosexuales entre mujeres, que sería una forma de acercarse a esta forma de transmisión, no reportan contagios por esta vía. Siempre se han producido por otras distintas (transfusiones, drogas intravenosas, etc.)

La transmisión sanguínea

Ésta se produce por el paso de células de la sangre directamente al torrente circulatorio. Debido a la gran concentración de partículas virales en las células sanguíneas, esta vía es de las más eficientes.

El contagio por sangre puede ser por la transfusión de sangre contaminada y sus derivados (esto es, productos elaborados a partir de la sangre, como el llamado factor VIII que se les aplica a los hemofílicos). El uso de agujas y jeringas no esterilizadas (como el compartir estas al inyectarse drogas intravenosas, el picar con la misma aguja a varios pacientes —práctica no tan rara hasta hace poco tiempo en muchos países del Tercer Mundo—, etc.). Y lo que se ha denominado punción ocupacional, esta es la picadura occidental al ocuparse de los enfermos; que por cierto resulta tener una muy baja posibilidad de infección (se calcula en un 0.7%. mientras que por transfusión es del 70%).

La transmisión perinatal

Los mecanismos de contagio por esta vía son, en primer lugar, in utero, es decir, cuando el feto se encuentra en gestación en el vientre materno. Se ha aislado el virus en placenta y líquido amniótico y se han registrado tejidos infectados en un feto de quince semanas. La segunda forma tiene lugar durante el parto, al entrar en contacto la sangre materna con la del niño. Aunque hay quienes dudan de este mecanismo y piensan que la infección ocurre antes del parto, lo cual no es fácil de refutar. Por último, en 1985 se estableció la transmisión postnatal, después del parto, por medio de la leche materna. El VIH ha sido aislado en este fluido. No obstante, se piensa que el riesgo de contagio durante la lactancia es muy bajo. Se han reportado casos de madres infectadas que dan a luz a niños sanos, y madres sanas, pero seropositivas, que paren niños infectados. En realidad se desconocen aún muchos aspectos de esta vía de transmisión y su crecimiento, un tanto acelerado es preocupante.

Es importante subrayar y repetir que estas son las únicas vías de transmisión del virus, y que esta afirmación no es gratuita. Los resultados obtenidos por medio de una gran cantidad de estudios e investigaciones, tanto de laboratorio como siguiendo la vida cotidiana de enfermos de SIDA y de quienes los rodean, han permitido llegar a esta conclusión. Estos estudios son parte esencial para combatir la sicosis que se ha desatado por el miedo a contagiarse a través del simple contacto corporal, la cercanía, el uso de los mismos baños, etc. Este temor se ha introducido en el mismo lenguaje acuñando metáforas y de nominaciones poco afortunadas para designar a los enfermos de SIDA. Un ejemplo más de cómo el lenguaje se desarrolla incluyendo y reflejando prejuicio, concepciones y actitudes de orden social.

Citando a Susan Sontag: “… Por el momento buena parte de la experiencia individual y de las medidas sociales dependen de la lucha por la apropiación retórica de la enfermedad: cómo poseerla, asimilado en la discusión y el estereotipo. Siempre vale la pena cuestionar el viejísimo proceso aparentemente inexorable, por el cual las enfermedades adquieren significados (reemplazando a los miedos más arraigados) e infligen estigmas, un proceso que por cierto parece menos creíble en el mundo moderno, entre las personas que quieren ser modernas —y que ahora mismo es un proceso vigilado. El esfuerzo por zafar a esta enfermedad que tanta culpa y vergüenza despierta, de estos significados, de estas metáforas, es particularmente liberador, aún consolador. Pero no se ahuyenta a las metáforas con solo abstenerse de usarlas. Hay que ponerlas en evidencia, criticarlas, castigarlas, desgastarlas”.

ELISA, vida mía

Tomar la decisión cuesta. Ya pensar que uno puede estar entre los infectados, “esos”; dudar, sentir la necesidad de estar seguro, es haber recorrido el camino que lleva a tener la cabeza fuera del agujero, a separase de quienes, a manera de avestruz, creen que pueden ignorar el mundo y sustraerse a él cerrando los ojos. Revisar nuestra historia personal, aceptar la posibilidad y salir en su búsqueda.

Una vez que la determinación está ahí, informarse acerca de los lugares a dónde se pueden acudir es cualquier cosa. Llego a las oficinas del CONASIDA en el sur de la ciudad, una pequeña calle cerrada por los rumbos de Copilco.

—Buenos días, ¿aquí se puede uno hacer la prueba del SIDA?

Salgo con una cita y hasta carnet.

Me recibe la psicóloga. Los por qués aparecen y hay que responder. A fin de cuentas todo es confidencial. Se puede dar un seudónimo o ser manejado por un número de clase. Prefiero mi nombre. Obviamente la solicitud de la prueba debe ser justificada: la época en que nos metíamos en las venas cuanta madre, los tiempos de desamor en que las relaciones ocasionales se multiplicaban en búsqueda del desafane y desdeñábamos el uso del condón; aquella gonorrea que ignoramos tanto tiempo, en fin. Resuena en mi interior una canción de Enrique Ballesté: esto de jugar a la vida es algo que a veces duele…

Hablo, voy precisando detalles. Tengo la impresión de que cualquiera que fuese la historia que se contara, la mirada de la psicóloga se mantendría siempre tan cálida como impasible.

Paso al laboratorio, “Mire —me dice la enfermera— la aguja con que lo voy a picar tiene un sello”. Lo rompe ante mis ojos. Cierre con fuerza su mano… ya, ya pasó”. Claro, para ello es sólo un piquete más. “Ésta es su sangre —afirma tubo de ensaye en mano, y le vamos a poner este número de clave.

 

Fíjese que es el mimo que está aquí en la lista con su nombre en el mismo renglón. Firme aquí enseguida”.

Este énfasis de maestra de inglés en señalar y designar cada cosa parece ser con el afán de evitar cualquier confusión o malentendido.

—¿Cuándo estarán los resultados?
—Cuente tres semanas.
—¿Tanto?

Nuevamente la paciencia se hace presente. Me explica que se efectúan las pruebas ELISA I y ELISA II; de ser negativos ambos resultados, ahí queda. Estas pruebas no llevan mucho tiempo, pero en caso de que sean positivas, se aplica la Western Blot que es más segura, pero requiere de más tiempo; para evitar que el lapso de tiempo lleve implícito el resultado se cita a todos por igual. “Es fundamental que los resultados sean entregados por psicólogos o médicos, —me había dicho la psicóloga—, cosa que no se hace en la mayoría de los laboratorios y clínicas privadas donde se da el resultado y se deja a la persona a la deriva.

Salgo con una posible cita, un piquete en el brazo y tres semanas por delante. 

—Buenos días, vengo a recoger los resultados de una prueba.
—¿Tiene cita?
—No.
—A ver, espérese tantito.

Siento las miradas de quienes se encuentran en ese momento ahí, clavadas en mí, Le doy mi carnet, Los resultados ya están. La enfermera revuelve papeles. Parece que no me encuentra. Alguien pasa. Ella le grita: “¡es de los tuyos!”

 —¿De los míos? Ah, que lo pasen con el doctor.

¿De los suyos? Por mi mente pasan nuevamente todas las posibilidades sopesadas y enumeradas a lo largo de tres semanas. ¿Cuáles serán los suyos?

El doctor me recibe muy amablemente. Faltan datos para los registros epidemiológicos. “Conocer mejor para prevenir mejor” o algo así entiendo entre vacíos neuronales, nerviosismo y una creciente dificultad para seguir sentado allí. Respondo a todo lo que pregunta. Que si me han aplicado alguna transfusión, qué drogas me meto, mi sexualidad, posibles síntomas, etc. Mis respuestas son escuetas: sí, no, a veces. Me canso de tratar de descifrar, de encontrar algún signo, algún indicio, una señal. Me impaciento.

—Bueno, veamos los resultados.

Busca en un cajón, folders, hojas, más folders, más hojas. Tiempo suficiente para volver otra vez hacia atrás, la cuenta regresiva: pero, cómo, no creí, quizá en aquella ocasión o con tal… pero su casi estaba seguro, casi, por algo vine… a lo mejor, no tengo ninguno de los síntomas que se presentan…, tal vez fue reciente, en las últimas ocasiones.

Finalmente da con la hoja adecuada… “Sus resultados son negativos. Se hicieron las pruebas ELISA I y II. Ambas fueron negativas. No tiene de qué preocuparse. Cuídese.

Salgo a la calle; un día soleado de primavera. El calor sofocante se disuelve con el viento que sopla. Refresca. Me viene a la cabeza una película de Saura: Elisa vida mía…

Clave C705

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Resumen de un trabajo que el autor prepara para próxima publicación.

     
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César Carrillo Trueba
Estudiante de Biología, Facultad de Ciencias, UNAM.

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Teotihuacán II

Enrique González V.
   
   
     
                     

Corría el año 2095 y todo estaba listo para la celebración del primer centenario de la fundación de la ciudad científica dc Teotihuacán II. Las condiciones ambientales de lo que fue el Distrito Federal en la década de 1980-1990 forzaron a las autoridades a crear ciudades pequeñas que, a mediano plazo, pudieran ser autosuficientes. Sin embargo, lograr esto sin la ayuda de los científicos era imposible; fue por eso que se propuso a la comunidad científica el diseño y asesoramiento en la construcción de la primera ciudad científica, habitada fundamentalmente por investigadores y sus familias, cuya misión principal sería desarrollar un prototipo de ciudad pequeña que fuera autosuficiente. En este marco mi abuelo fue invitado a formar parte del proyecto Teotihuacán II.

En un principio la ciudad era totalmente dependiente y contaba con treinta mil habitantes, cinco mil de ellos, investigadores muy reconocidos. Aunque la importancia del proyecto era fundamental, las críticas sobre que constituía una política gubernamental más y de que resultaría muy caro mantener una ciudad totalmente dependiente, con el fin de desarrollar ciudades autosuficientes, no se hicieron esperar. Sin embargo, la comunidad científica apoyó incondicionalmente el proyecto; así que en el año de 1988, y debido al eminente deterioro de la zona arqueológica de Teotihuacán, se decidió que el día 15 de julio de 1995 se declarada inaugurada la ciudad científica Teotihuacán II.

El trabajo que se llevo a cabo para lograr el objetivo de autosuficiencia fue arduo y hasta el año 2007 se lograron conquistar metas tales como la eficiente utilización de la energía solar, la cual en ese entonces llegó a ser del 85%, superando en mucho la eficiencia de celdas fotovoltaicas a base de arseniuros de galio, germanio y silicio, que llegaron a tener eficiencias hasta del 40%, al cambio del siglo. La introducción de arseniuros de tierras raras, conductores de cadena lineal de plata, oro, cobre y polímeros superconductores, así como la elucidación del proceso fotosintético y su reproducción a base de enzimas artificiales y captadores de luz hechos de compuestos de intercalación basados en clorofila y muertas orgánicas, como TCNQ y TTF, hizo que la eficiencia se duplican en pocos años. El cielo de Teotihuacán II era una especie de caprichoso tapiz donde las celdas solares, recambiadores de gases, concentradores de vapor de agua y muchos otros dispositivos, alternaban con el azul de cielo, que podía pasar a través de zonas claras del material polímero que encapsulaba toda la ciudad. En el año 2050 los habitantes de Teotihuacán ya no recordaban lo que existía fuera de la gran cápsula como algunos muchachos solían llamarle. Los grandes desastres debidos a la contaminación ambiental a finares del siglo XX, eran sólo historia y se enseñaban en las escuelas como cualquier otro hecho destructivo, del cual el hombre del siglo XX se había ocupado. Sin embargo, si uno no se conformaba con la explicación que la computadora-enciclopedia daba al respecto, se podía hacer un videorrecorrido holográfico de las ciudades que uno quisiera, a través de la láser-biblioteca de la ciudad.

La ONU con el fin de dejar testimonio del acervo cultural del mundo, dedicó un gran número de especialistas a la producción de videorrecorridos holográficos de sitios históricos, museos famosos, bellezas naturales e inclusive ciudades altamente contaminadas. No es de extrañarse que la visita semanal a la láser-biblioteca fuera uno de los principales pasatiempos de los teotihuacanos. Uno podría preguntarse cuándo desapareció la contaminación de nuestras ciudades, lo cierto es que no fue un problema fácil de resolver. Desde el principio el transporte se llevaba a cabo usando cintas electromecánicas y nunca se permitió la entrada de automóviles. En 1998, se instalaron plantas recicladoras de metales, plásticos y materiales biodegradables; sin embargo estas plantas también producían desechos tóxicos, que inicialmente eran expulsados de la gran cápsula, hasta que poco a poco, los científicos fueron diseñando procesos, cada vez más eficientes, para combatir y eliminar la contaminación.

Los buenos resultados obtenidos en los primeros veinte años, inspiraron la construcción de otras maravillosas ciudades como Bonampak II, Palenque II, Mitla II y III, Tajín II, Tula II y muchas otras. El contraste de la sofisticada tecnología y las bellezas arqueológicas de estas ciudades, permitía una vida llena de oportunidades y enriquecimiento cultural para sus habitantes, así como un desarrollo sorprendente, basado en la alta actividad científica de los mismos. Por esto es que la celebración del primer centenario de la fundación de Teotihuacán II era un motivo de orgullo para todos los teotihuacanos; sin embargo la ceremonia fue interrumpida, por el sonido de mi despertador que me indicaba que había que prepararme para un nuevo día en la universidad, con todo el tráfico, problemas administrativos y carencia de recursos; aunque afortunadamente con algunos estudiantes ansiosos de aprender y contribuir al desarrollo del país.

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Enrique González V.                                                                                                 Departamento de Química, Instituto de Ciencias, Universidad Autónoma de Puebla.
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