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            R023B05
El exterminio
Alexis Po
   
   
     
                     

Había sido una larga noche fría,
oscura,
pero con un cielo de estrellas
brillantes.
La tranquilidad
y el silencio
contrastaban
con el correr
del agua sobre las rocas,
en el arroyo
el murmullo de los grillos
rompía el casi rítmico escurrimiento
de las gotas del rocío.
Por la mañana
me llené de energía
al caer los rayos solares
sobre mis moléculas,
sobre mis átomos;
mis electrones se excitaron
y fueron danzando
de un orbital a otro;
saltaron, y se regocijaron
como chiquillos brincones
a la hora del recreo
en la escuela
en el campo.
Todo en mi alrededor
se llenó de luz, de calor;
el viento corrió a lo largo
me estremeció
de pronto
un ente biológico;
un herbívoro, se acercó
peligrosamente, mordisqueó allá
mordisqueó acá
y yo, sin importar ser
clorofila de hoja poética,
dejé de existir
como tal.

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Alexis Po
 
     
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Po, Alexis. 1991. El exterminio. Ciencias núm. 23, julio-septiembre, p. 71.  [En línea]
     

 

 

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            R023B04
La inercia,
los peatones
y la muerte
Alexis Po
   
   
     
                     
Cualquier transeúnte que se cruzaba con ella,
invariablemente volvía la mirada para verla.
 
Su aspecto era cadavérico, de piel rígida y grisácea; la mirada fija, perdida, semejaba la imagen de una esfinge olvidada en las dunas del tiempo, de la arena y del sol resplandeciente, esfinge que posa para el cielo tan igual y tan diferente, día a día.
 
El cuerpo rígido —tambaleante, de robot— seguía de frente: las piernas tiesas, cual soldado acatando lo orden, sin pensar, sin sentir, sin discernir ni cuestionar.
 
Los brazos colgaban como el péndulo de un reloj que midiera el tiempo segundo tras segundo, sólido y acompasado, rítmico y constante… mientras existan el universo y la materia.    
 
Músculos faciales tensos, ni gesto ni sonrisa, no miosina, no sinopsis no acetilcolina, no cambio de polaridad membrana-membrana.   
 
Aquel ser sin parpadea, tenso, rígido y en movimiento, se convertía en espectáculo como la aurora, como el crepúsculo, como el bosque y la montaña, como el paisaje marino, como el rock, las luces y la muchedumbre.      
 
El caucho de un auto obligado a detenerse bruscamente pintó el asfalto: sí, había frenado por la impertinencia de aquella autómata ¿qué digo?, no, rectifico: de esa zombi.       
 
Aquella belleza de otro momento continuó hasta que fue detectada por el servicio recolector de entes en inercia: la mujer había fallecido de un paro cardiaco; continuaba caminando porque así había muerto… la naturaleza —en obediencia a la primera Ley de Newton— la mantuvo así hasta que el aparato psicomotor del sistema nervioso central fue desconectado por los físico-médicos del servicio de limpia.
 
 La inercia, superada por la mayor fuerza aplicada, había cesado y el cadáver deambulante cesó su marcha.
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Alexis Po
 
     
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cómo citar este artículo    →
Po, Alexis. 1991. La inercia, los peatones y la muerte. Ciencias núm. 23, julio-septiembre, pp. 70-71.  [En línea]
     

 

 

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El problema de la conservación
R023B02
 
 
   
   
Federico Campbell Peña    
                     
Preocupados por la conservación de la tortuga marina
en México, dos activistas ecológicos visitaron recientemente las playas del estado de Oaxaca, cercanas a Puerto Escondido, con el fin de poner en marcha un proyecto de desarrollo alternativo que le de empleos a los pescadores para que así no tengan necesidad de sacrificar los huevos del quelóneo ni utilizar su piel.

Miembros del Earth Island Institute, de San Francisco, California, José Karsten y Billy Idol, señalaron que su organismo desarrolló un plan similar en la costa atlántica de Nicaragua hace unos años, pero no fructificó debido a que los pobladores de la región, presionados por la guerra contrarrevolucionaria y la situación política posterior a la victoria de Violeta Chamorro, no continuaron el programa de salvación de la tortuga.    

Pertenecientes al mismo instituto ecológico que promovió el embargo atunero contra México hace unos meses, mediante quejas interpuestas en la Corte de San Francisco y mítines frente a nuestro consulado en dicha ciudad, Karsten explicó que ellos se distanciaron de los activistas que, para salvar la cacería de delfines, boicotean la comercialización del atún producido en México.     

Sin embargo, no descartan la posibilidad de tomar medidas que presionen al gobierno mexicano a poner en práctica la veda de la tortuga, como en meses pasados se prometió, y en especial sabotear a los barcos japoneses que de aguas del Pacífico mexicano recogen a los preciados animales.

Los entrevistados recordaron la represión que sufrieron algunos militantes del grupo ecologista radical Earth First, cuando dos de sus integrantes sufrieron heridas graves al estallar una bomba en el coche de uno de ellos hace unos meses en Los Ángeles. El FBI acusa a estos activistas de ser “ecoterroristas”.      

Tanto Karsten como Idol, mostraron interés en la posible construcción de una hidroeléctrica en San Juan Tatelcingo, Guerrero, a la que se opone el Consejo Supremo Nahua y habitantes del lugar por considerar que su patrimonio sería irreversiblemente dañado. Es posible que el Earth Island Institute se ocupe de este caso, ya que es uno de los organismos ecológicos extranjeros que están más interesados en el ecosistema mexicano, lo cual inevitablemente tiene implicaciones políticas.

Los ecologistas se oponen a la firma de un Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, por considerar que saldríamos poco beneficiados en el aspecto ecológico, toda vez que la comercialización del atún, tortuga y demás especies en peligro, sufriría menos bloqueos y nuestros recursos naturales (renovables y no renovables), serían mas fácilmente explotados por manos ajenas. 

  articulos
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Federico Campbell Peña
Escritor
     
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cómo citar este artículo    →
Campbell Peña, Federico. 1991. El problema de la conservación. Ciencias núm. 23, julio-septiembre, p. 41. [En línea]
     

 

 

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            R023B06
México diverso:
un libro como espejo
 
   
   
     
                     
Autores:
Antonio Cantú D. B.,
Fulvio Eccardi A.,
Enrique Lira F.,
Jesús Ramírez R.,
Manuel Serrato T.,
Alfredo Zavala G.,
Edit. México Diverso.
ISSSTE, México, 1991.
 
Los pueblos como los individuos siempre buscan
el espejo con  denuedo, a veces con desesperación, en esos duros tiempos cuando el futuro se torna incierto o impredecible y cuando el alma tiene que afrontar las aguas peligrosas de la vicisitud. Frente a la perturbante profundidad del espejo; sociedades y seres, buscan con esperanza rastros, rostros, designios, identidades y perfiles con los cuales descifrar el presente, única manera de enfrentar el porvenir. Especular, enfrentar el espejo, es el acto inicial de todo proyecto exploratorio.
 
México Diverso es un libro que quiere ser espejo. En efecto la obra cuyo feliz nacimiento hoy presenciamos es, ante todo, un nuevo esfuerzo de autoanálisis social, visión y revisión del panorama contemporáneo. En tal sentido podría ser reiterativo, sin embargo es particularmente novedoso en tanto que gira alrededor de un nuevo y poderoso paradigma civilizador: la diversidad, esgrimida ésta en una época en que los grandes procesos sociales, económicos y políticos del planeta parecen arrojarnos, más y más, hacia un modelo basado en la homogeneidad, la uniformidad y la monotonía. También, a diferencia de otros esfuerzos del pasado, esta obra no se limita a documentar una sola de las dimensiones del rostro multifacético de México. La obra revisa la multiplicidad de la nación, ubicándose en un punto nodal que abarca cinco ejes: el geográfico, el ecológico, el biológico, el genético y, por supuesto, el cultural.
 
Fruto de un muy encomiable esfuerzo institucional, del trabajo laborioso de un entusiasta grupo de jóvenes investigadores, fotógrafos y redactores, y de la visión de largo alcance de quienes lo promovieron, el libro espejo no puede ser mas oportuno: viene a aparecer justo en la época en que el país se apresta a tornar decisiones capitales, altamente riesgosas y definitorias.
 
México es diverso porque su caprichosa geografía lo ha dotado de situaciones inimaginables. Bajoplanicies y altoplanicies, montañas cuya variedad mineralógica revela una multitud de orígenes; pantanos y lagos, más de 60 lagunas costeras, volcanes por doquier, anchos ríos o gigantes terraplenes de sal, plataformas marinas y multicolores arrecifes; murmullos que surgen del silencio de los fósiles.
 
De lo anterior ha resultado tal variedad de ambientes, que se dice que en el mundo sólo tiene parangón en dos países: Perú y la India. Y en esta diversidad ecológica desfilan por igual desiertos y semidesiertos, selvas altas, medianas y bajas, extensos pastizales templados y tropicales, bosques de coníferas, de encinas, de abetos, bosques mixtos, manglares, vegetación de dunas, paramos de altura, palmares. A tal heterogeneidad la enmarcan dos ejes: uno que va del cero a los cinco metros de lluvia anual, y otro que recorre desde cero hasta cinco mil metros de altitud. Entre ambos, uno puede encontrar casi cualquier combinación en los paisajes de México, y a todo ello aún es posible agregarle anomalías de origen histórico.
 
La tercera diversidad, la biológica, es entonces explicable en razón de las dos anteriores y de los cambios históricos que tuvieron lugar en el tiempo geológico. El resultado es una sorprendente variedad de especies. México es, biológicamente hablando, el tercer país más rico del mundo porque contiene alrededor del 12% de todos los organismos que deben existir en el planeta. Cuando en las próximas décadas logren terminarse los inventarios, los mexicanos sabremos si compartimos el territorio nacional con otras 500,000 especies de organismos vivos (estimación conservadora) o con más de 4,000.000 (si aceptamos las predicciones de quienes piensan que la diversidad biológica del mundo ha sido subestimada).
 
En la cuarta dimensión, la de los genes, México ha sido reconocido como uno de los siete principales centros de germoplasma vegetal en el mundo. Sólo habría que señalar que los antiguos mexicanos habían domesticado más de 100 especies de plantas con fines alimenticios, medicinales, textiles, de construcción, o mítico-religiosos.
 
Otra cosa es la diversidad de culturas. Como espacio, como recurso y como espejo, la naturaleza mexicana procreó una inusitada variedad de culturas en el territorio nacional que, según los especialistas, alcanzaba 120 diferentes lenguas en el momento en que entraron en contacto con el mundo europeo, varias de ellas pertenecían a los pináculos de su civilización. Del colapso demográfico que resultó de la conquista española y que según algunos autores pudo alcanzar el 90% de la población original, resistieron y reemergieron los más de 50 grupos étnicos que hay sobreviven y cuyas poblaciones se encuentran desde hace varias décadas en pleno ascenso. Una hazaña colosal de supervivencia de casi quinientos años, que viene a darnos el enorme poderío del entramado cultural, y nos revela una naturaleza convertida en refugio, en sabia matriz de una amplia gama de percepciones, ensoñaciones, mitos y apreciaciones sobre ella misma y sobre quienes la interpretan.
 
México es diverso y no puede dejar de serlo, porque ello significaría atentar contra su soberanía, que es lo mismo que decir contra su existencia. Y es que de esta diversidad de percepciones y sueños, sabores y aromas, de este mundo policromo, de esta variedad de pájaros, de esta multiplicidad de paisajes, de esta inmensidad de montañas, es de donde se alimenta esa peculiar característica del ser que llamamos idiosincrasia. Alfonso Reyes, lo mismo que Octavio Paz, han hecho referencia a ello en repetidas ocasiones desde sus exilios voluntarios, o desde sus reflexiones más íntimas.
 
Y para no traicionar el ideario que nos ilumina, diremos que en el país no hay una sino muchas, yo diría muchísimas idiosincrasias, casi tantas como cantidad de combinaciones que resultan del encuentro de la historia particular de los individuos, con la historia secular de las regiones, los pueblos, las comunidades. Y es de nuevo en la múltiple variedad de configuraciones que forman el nudo natura y cultura, de donde esta nación debe hacer surgir los elementos claves para visualizar el futuro.
 
Reconocer en el espejo una noción diversa (geográfica, ecológica, cultural, biológica y genética), es descubrir un atributo de un enorme, yo diría supremo, valor en estos duros tiempos de uniformación planetaria. El mundo se aproxima a su completa integración, mediante la globalización de los procesos económicos y el desarrollo inaudito de la tecnología, las comunicaciones y el transporte. Pero este mega-proceso, deseable en tanto que realiza la consolidación de la especie como sociedad, se lleva a cabo, paradójicamente, bajo los esquemas de un modelo de civilización esencialmente homogeneizante, es decir incompatible de entrada, con todo rasgo de diversidad. Tal es el mecanismo que imponen los pulsos de concentración, centralización y acumulación de poder en la escala planetaria.
 
Defender lo que de múltiple tiene este país, debe ser una consigna de todo mexicano enamorado de la sangre que corre por su tierra, de su presente y de su historia, de su apariencia y de su profundidad. En su diversidad, nuestro país encuentra, y opone, un rasgo esencial a los patrones uniformantes sobre los que se han erigido las pesadas, casi escleróticas, sociedades industriales; así como un manantial del cual derivar nuevas configuraciones productivas, tecnológicas, sociales, culturales y de articulación con la naturaleza.
 
Por todo lo anterior, deseo fervientemente que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos logren que esta obra que hoy presentamos siga teniendo vigencia en los futuros tiempos que nuestros ojos, por desgracia, ya no verán.
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Nota
Texto leído en la presentación del libro México Diverso,
abril 2 de 1991 en el Museo Franz Mayer.
     
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Víctor Toledo
Centro de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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Toledo, Víctor Manuel. 1991. México diverso: un libro como espejo. Ciencias núm. 23, julio-septiembre, pp. 62-63. [En línea]
     

 

 

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            R023B03

Ficus, una historia diferente

Patricia Magaña Rueda 
   
   
     
                     
El higo es un apreciado “fruto” miembro de un grupo
de plantas que encierran una historia que pocos conocen.
 
La formación del higo es peculiar, ya que desde sus inicios asemeja un fruto, llamado sicono, el cual presenta una abertura en su parte superior. En el interior de esta estructura se desarrollan flores unisexuales (masculinas o femeninas) que una vez polinizadas, producirán posteriormente “los frutos” (en realidad semillas), que la mayoría de las personas han saboreado frescos, en almíbar o como parte de las tan conocidas roscas de reyes.
 
Al igual que los árboles “estranguladores” de las selvas o algunas de las plantas que podemos adquirir en el mercado de Xochimilco, el higo pertenece al género Ficus, el cual forma parte de la familia Moraceae. Los miembros de este grupo de plantas producen un exudado (o líquido) lechoso cuando se corta una de sus ramas o corteza y pueden crecer en el suelo, sobre rocas o adoptando el hábito “epífito”, es decir, creciendo sobre otra planta, a la cual terminan rodeando con sus raíces y estrangulando.
 
La morfología del sicono es muy característica y Ficus es la única morácea que posee una inflorescencia totalmente cerrada, con forma de urna, que requiere para su polinización de un insecto ya que sus flores nunca tienen contacto con el exterior.
 
Las avispas que llevan el polen a las flores femeninas pertenecen a la familia Agaonidae. Estos pequeños insectos depositan sus huevecillos en un tipo de flores femeninas, las de estilo corto, desarrollándose sus descendientes a partir de los tejidos de éstas, de manera que serán incapaces de producir semillas; mientras que las flores de estilo largo no son usadas y permiten la propagación de la especie.
 
Durante su ciclo de vida, las avispas desarrollan diferentes actividades y hembras y machos presentan un dimorfismo sexual muy marcado, siendo lo más distintivo el que los machos no tienen alas, ni antenas, son más pequeños, ciegos, polígamos y nunca abandonan el sicono, mientras que las hembras poseen alas, antenas, son más grandes, con visión, monógamas y además abandonan siempre el sicono.
 
El desarrollo del sicono se da, en forma resumida, de la siguiente manera:
 
1. Aparecen las yemas del sicono hasta la maduración de las flores femeninas.
 
2. Las flores femeninas pueden ser polinizadas. Las escamas que cubren el ostiolo (apertura del sicono) están flácidas y facilitan la entrada de 1-9 avispas hembras, las que llevan a cabo la polinización de las flores que producirán semillas, mientras que depositan sus huevos en las flores que servirán de alimento a la nueva generación de avispas.
 
3. Ocurre la maduración de flores masculinas, frutos y avispas.
 
4. Las avispas macho emergen primero y fertilizan a las hembras, las cuales salen de las flores donde se desarrollaron, alcanzando las anteras maduras y llevando fuera del sicono, el polen que depositaron en otro sicono en fase femenina.
 
5. La última parte del desarrollo del sicono consiste en un proceso de fermentación alcohólica, por lo que se torna carnoso, flácido y muy atractivo para el consumo de distintos vertebrados.
 
La interacción entre este tipo de avispas y el Ficus, es una de las que se presentan con menor frecuencia entre plantas e insectos, y se piensa que se trata de un caso de coevolución estricta; es decir, cada especie de Ficus ha evolucionado en paralelo con una especie de avispa.
 
A diferencia del sistema único de polinización en el Ficus, la dispersión de sus frutos la llevan a cabo muy diversos grupos de vertebrados, ya sean peces, aves o mamíferos, sobresaliendo los murciélagos y los primates.
 
Ficus carica, nombre científico del higo que todos hemos comido, es nativo de la región mediterránea y ha sido cultivado en Tierra Santa por más de 5000 años, donde se le encuentra abundantemente fuera de los cultivos o creciendo de manera silvestre en esa zona. Con mucha frecuencia se le menciona en la Biblia y en varios escritos que datan de alrededor de 2700 años antes de Cristo.
 
Los nombres comunes más frecuentes en México para las especies de Ficus son: amate, amate blanco, camichin, copoy, ficus, higuera, higuera prieta, higuerón, hule, macahuite, matapalo, soiba, siranda, xalama, xalamatl y zalote. Un buen número de ellas se usa como plantas ornamentales o de sombra; otras poseen siconos comestibles y de algunas más se usa el exudado como remedio curativo, si bien el uso actual más conocido es la utilización de su corteza para la obtención del “papel amate”.
 
En la época precolonial la corteza de diferentes amates tuvo gran importancia porque se utilizaba como tributo o como elemento básico en la fabricación de papel; para ello se maceraba con agua y se mezclaba con una sustancia obtenida del pseudobulbo del tzautli (orquídea); así se obtenían láminas que se secaban al sol y que posteriormente se usaban para elaborar códices, libros, pinturas, adornos y vestimentas ceremoniales.
 
En general, muchos de los aspectos básicos de la biología del Ficus todavía no se han investigado a fondo, seguramente porque en parte, hay serias dificultades en la determinación de sus especies. Recientemente se han realizado algunos trabajos taxonómicos (Ibarra, 1989) que han comenzado a desarrollar descripciones y claves de determinación para las especies mexicanas, lo que permitirá un mejor acercamiento de otro tipo de estudios del género. Es sin duda dentro del campo de la ecología tropical donde más se ha indagado el papel desempeñado por las especies de Ficus en las zonas tropicales del mundo.
 
A partir de las numerosas relaciones que el Ficus sostiene con su entorno biótico, se le ha considerado como uno de los recursos fundamentales (keystone resources) de las zonas cálido-húmedas del mundo, de tal forma que si llegara a producirse su desaparición dentro de las comunidades que ocupa, pondría en grave peligro la estabilidad biótica de la zona.
 
Valorar a Ficus como componente importante de nuestros recursos vegetales representa un reto que, como en muchos otros casos, requiere de la atención no solo de investigadores, sino también de autoridades y público en general que deberían preocuparse por su conservación en México.
 
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Referencias Bibliográficas
 
La mayor parte de los datos de este texto fueron tomados del trabajo: “Taxonomía del género Ficus, subgénero Pharmacosycea (Moraceae) en Veracruz, México. Guillermo Ibarra Manríquez. 1990. Colegio de Postgraduados, Chapingo, México. Tesis Maestría 96p.” gracias a la colaboración de Guillermo Ibarra Manríquez.
Schery, R.W., Plants for man, Prentice-Hall lnc., Second Edition, 1972, p. 569-572.
     
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Patricia Magaña Rueda
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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Magaña Rueda, Patricia. 1991. Ficus, una historia diferente. Ciencias núm. 23, julio-septiembre, pp. 20-21. [En línea]
     

 

 

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