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El inventario forestal nacional 2000

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Alejandro Velázquez, Jean François Mas, R. Mayorga Saucedo, José Luis Palacio, Laura Luna Gonzáles, Irma Trejo, José López García, Mandrocheo Palma, Armando Peralta, Jorge Prado Molina,  Gerardo Bocco, Grabriela Gómez Rodríguez y Francisco González Medrano
     
               
               
A lo largo de la historia, y particularmente en la actualidad,
los bosques han sido uno de los recursos naturales fundamentales, pues la madera, una de las fuentes de energía y de materias primas más importantes en el planeta, proviene de ellos. Asi mismo, los bosques son clave en el suministro de lo que hoy se denomina bienes servicios ambientales, además de poseer otras múltiples funciones y usos.
 
Actualmente, se estima que un tercio de la superficie terrestre continental (3.54 mil millones de hectáreas) aún se encuentra conformada por cubierta forestal. La proporción entre bosque y población humana, sin embargo, ha venido disminuyendo de 1.2 hectáreas per cápita en 1960 a 0.6 en 1995; la expectativa para 2025 es de 0.4. Los últimos datos de la FAO documentan un incremento en la superficie forestal de los países del norte, mientras que en los países del sur se registra un continuo proceso de deforestación. Esta acelerada pérdida de los bosques conlleva grandes problemas ambientales, entre los que se destacan las inundaciones, los deslizamientos de laderas, la pérdida de biodiversidad y por ende la productividad y otros fenómenos que traen consecuencias trágicas a las poblaciones humanas. El calentamiento global y sus repercusiones es resultado parcial de estas tasas aceleradas de deforestación, pues contribuye con alrededor de 25 de las emisiones de CO2 a la atmósfera.
 
En México, la situación es ligeramente más grave que la media mundial. Los datos de 1960,1995 y las predicciones para 2025 son, respectivamente, de0.8,0.6 y 0.3 hectárea de bosque per cápita. Las consecuencias de estos procesos de pérdida de la vegetación son cada vez más obvias y en ocasiones desastrosas. Las políticas de desarrollo rural que han fomentado la sustitución de la cobertura forestal (primaria) por otro tipo de coberturas de mayor producción a corto plazo (cultivos y pastizales inducidos) pero de bajo rendimiento a mediano y largo plazos son las causas principales de la deforestación. Por lo tanto, se hace urgente contar con estimaciones precisas de las tasas de deforestación en aras de identificar qué se pierde y en dónde ocurre para poder generar estrategias que conlleven a reducir la drástica pérdida de los bosques y todo el bagaje genético que albergan.
Las estimaciones de las tasas de deforestación para el México vanan entre 370 mil y 1 500 millones hectáreas por año, esto es, entre 0.8 y 2 anual. Estas divergencias se deben principalmente a dos fuentes de error: la falta de datos de todo el territorio que sean consistentes obtenidos con métodos comparables y a la ausencia de un marco conceptual que permita identificar entidades geográficas denominadas según un sistema jerárquico y compatible con la literatura ya existente. Esta situación hace que las estimaciones no sean confiables y, como consecuencia, no se disponga de los insumos para fundamentar políticas enfocadas a contrarrestar los procesos de deforestación. Así, pese a los esfuerzos de diferentes sectores gubernamentales y sociales en México, se estima que, de la superficie original forestal del país, al menos 50 ha desaparecido o se ha deteriorado de tal manera que ha perdido su papel ecológico original. Por lo tanto, es crucial promover políticas que conduzcan a un manejo adecuado del bosque remanente, que permita su aprovechamiento y conservación de forma integrada. Para ello, el inventario y el subsiguiente monitoreo del recurso forestal son insumos imprescindibles.
 
La vegetación es considerada como el componente del paisaje más dinámico, dada su susceptibilidad a cambios tanto naturales como los inducidos por el hombre. Ésta además, alberga múltiples recursos naturales para el uso directo e indirecto de los vertebrados en general y en especial para el hombre. Por éstas y otras razones que revelan su importancia, la vegetación (tanto la que aporta bienes maderables como los no maderables) necesita estar bien documentada en cuanto a diversidad, distribución, abundancia y grado o condición de conservación. Los invéntanos forestales representan el mecanismo legal para reunir esta información, y hasta ahora se habían venido realizando esfuerzos aislados en México, siguiendo enfoques geográficos (mapeo de la cobertura), ecológicos (basado en los principios fisonómicos y florísticos) y forestales (con énfasis en la estimación volumétrica del recurso maderable). La base de datos generada a partir del inventario forestal 2000 reúne las bondades de estos tres enfoques y permite ser actualizada de manera expedita al estar organizada en un formato digital rigurosamente elaborado. Esta base de datos hace factible la comparación lógica con otras ya existentes, como las del INEGI (serie II) por haber sido diseñada para tal fin.
 
Según la FAO, la superficie forestal de México es de 0.6 hectáreas per cápita; en Brasil (con una superficie aproximada a 4 veces mayor a la de México) es de 3.4 hectáreas per cápita; y en Colombia (con cerca de la mitad de la superficie de México) es de 1.5 ha per cápita. Los datos presentados en este estudio muestran un escenario más optimista, pues la superficie forestal sensu stricto (bosques y selvas) de México supera por 4 los datos estimados por la FAO. No obstante, México posee superficies forestales menores per cápita si se compara proporcionalmente a los tres países ya antes mencionados. Estos tres países muestran tasas de deforestación acelerada y nuestro país, a pesar de la pobre información existente, parece ir a la vanguardia. Por esta razón, resulta prioritario contar con bases de datos robustas, actualizables y disponibles para múltiples usuarios (e.g., tomadores de decisiones, políticos, manejadores de recursos) que buscan estrategias de uso y conservación de la vegetación a largo plazo.
 
El grado de deterioro
 
Con base en los datos obtenidos se establecieron porcentajes y superficies de cada una de las formaciones vegetales y tipo de vegetación. En cuanto a las primeras, una proporción de cada formación se encuentra en algún grado de deterioro, por lo que los totales deben leerse tomando en cuenta que cierto porcentaje es considerado como área perturbada. Los "matorrales" cubren la mayor porción con casi 30, esto es, alrededor de 55 millones de hectáreas; le siguen en orden descendente los "cultivos" con 23 por ciento y casi 45 millones; continúan los "bosques" con 17 y más de 30 millones; siguen las "selvas" con 15 y alrededor de 30 millones, y enseguida los pastizales con poco más de 10 y menos de 20 millones de hectáreas. Las otras coberturas cubren en su conjunto menos de 10 de la superficie total del país. La distribución espacial de estas formaciones de vegetación se muestra en el mapa que se encuentra en la tercera de forros del Inventario (mapa de la distribución actual de la vegetación de México). Así, las tres formaciones de mayor cobertura del país (matorrales, bosques y selvas), cubren más de 61 del territorio nacional; pero cerca de 17 de la superficie del territorio nacional ocupada se encuentra considerado como vegetación secundaria derivada de selvas, bosques y matorrales. Es decir, el mapa muestra un escenario optimista, pues no denota las superficies de matorrales, bosques y selvas perturbadas que prosperan en el país. Como ejemplo, los bosques que ocupan 16 92 del país, incluyen 6.34 de áreas de bosques con predominio de especies secundarias herbáceas y arbustivas.
 
En lo que se refiere al tipo de vegetación, el "matorral xerófilo" cubre la mayor superficie con más de 50 millones de hectáreas; le siguen la "agricultura de temporal" y la "agricultura de riego y humedad", con más de 20 millones cada una, esto es,' casi 12% Las selvas caducifolias y subcaducifolias cubren más de 20 millones de hectáreas y los pastizales un poco menos de esta misma cifra; los bosques de coníferas y latifoliadas menos de 15 millones, los de sólo latifoliadas 10 millones, y aquellos exclusivamente de coníferas alrededor de 8 millones; las selvas perennifolias y subperennifolias cubren 10 millones de hectáreas, mientras que tipos de vegetación como el bosque mesófilo de montaña, el mezquital y otros más no llegan siquiera a cinco millones de hectáreas.
 
Uso potencial de los resultados
 
Los resultados generados en el presente trabajo proporcionan una base de datos de gran utilidad para las tareas de manejo y conservación de la biodiversidad, entre las cuales se destacan tres líneas de trabajo: la identificación de áreas de alta heterogeneidad (diversidad Beta), la condición de las diversas áreas protegidas del país, y la vinculación entre las diversas bases de datos existentes y entidades geográficas. El resultado inicial de este inventario muestra un sistema jerárquico de agregación de la vegetación que permite elaborar cuatro modelos cartográficos en forma rápida. El primer modelo, en la categoría de formación (escalas entre 1:8 millones y 1:4 millones), permitirá visualizar la heterogeneidad en todo el país y comparar la proporción de coberturas alteradas por el hombre con la de las coberturas naturales. El segundo modelo, en la categoría de tipo de vegetación (escalas entre 1:1 millones y 1:500 mil), aporta elementos para la planeación en los estados, la regionalización y la búsqueda de entidades ecológicas. El tercer mapa, en la categoría de comunidad (escalas entre 1:250 mil y 1:125 mil) muestra la complejidad para el manejo de diversas regiones en la categoría de grupo de municipios (región económica). Se podrán generar políticas de manejo y conservación de la biodiversidad con base en índices de heterogeneidad municipal y planes conjuntos con municipios vecinos que comparten comunidades y problemáticas afines. Además, permitirá identificar áreas de gran biodiversidad con alto grado de fragmentación. Con esta información se tendría la base para la elaboración de planes de manejo regional para modelos de aprovechamiento y conservación en municipios, comunidades, ejidos y de organizaciones sociales.
 
Existen numerosas evidencias empíricas sobre el papel de la cobertura vegetal en el balance hídrico en diferentes regiones ecológicas, así como las consecuencias negativas (directas e indirectas) causadas por la remoción de ésta en una cuenca. De manera análoga, la relación entre cobertura vegetal y erosión y conservación de suelos ha sido estudiada en forma detallada durante al menos 70 años. Así, los datos de cobertura proporcionados por el presente trabajo permitirán generar modelos de predicción de erosión en los cálculos de obra de conservación. Disponer de estos datos de manera general y regional, así como en lo referente a las cuencas, permite describir explicar y predecir los patrones de erosión laminar y en cárcavas, y estimar la producción de sedimentos y la tasa de depósito en niveles de base locales y regionales. Asimismo, estos datos ofrecen la posibilidad de establecer escenarios de simulación para pérdida de suelos y para catástrofe de eventos extraordinarios. La cobertura vegetal y los cambios en el tiempo de la misma tienen un papel fundamental en ambos procesos Particularmente, los riesgos y procesos influidos por la cobertura son aquellos desencadenados por eventos hidrometeorológicos extraordinarios, es decir, de alta magnitud pero de relativamente baja frecuencia. La cobertura vegetal, particularmente la forestal, actúa como elemento protector de las laderas frente a dichos eventos, cuya dinámica es influida por la interferencia antrópica en los patrones de cambio global. De la misma manera que en los casos anteriores, los datos proporcionados por este trabajo contribuyen, a definir cuáles son las zonas susceptibles de sufrir altos grados de afectación por efectos de eventos extraordinarios. Por lo tanto, el componente cobertura es clave en los modelos de predicción de desastres.
 
Uno de los indicadores más importantes de un desarrollo balanceado con la conservación de los recursos naturales, mundialmente y en nuestro medio, es la cuantificación del cambio en la cobertura y uso del suelo. La deforestación es un proceso cuyo desarrollo se ha acelerado en regiones intertropicales, a favor de políticas de incremento de la productividad económica (usos maderables), pero no del desarrollo integral, o bien, por falta de control en la implementación de políticas correctas. El cambio drástico de áreas perturbadas por áreas totalmente antropizadas, aunado al incremento del CO2 en la atmósfera producto de la actividad humana, ha sido considerado como la mayor causa de pérdida de germoplasma de manera global. Desde esta perspectiva, la conservación y restauración de la cobertura vegetal primaria y las diversas fases sucesionales son prioritarias para asegurar aspectos esenciales de la calidad de vida del hombre. Así, los estudios detallados que documenten la dinámica del cambio de uso del suelo permitirán conocer las tendencias que llevan a que un tipo de vegetación sea sustituido por otro y por lo tanto las implicaciones que tiene esto en el CO2 existente. Con la información adicional de las tasas de incremento anual por especie característica de cada una de las comunidades de vegetación se podría calcular el total de CO2 que potencialmente es posible capturar por tipo Esto, multiplicado por la superficie que ocupa cada comunidad, se podría traducir en el total de toneladas de CO2 que se capturan por año. El impacto que ejerce el cambio de uso de suelo en los patrones climáticos aún necesita ser evaluado y desarrollado, así como la información complementaria necesita ser generada por medio de futuras investigaciones, pero el insumo básico de todo el país ya se encuentra disponible en formato digital.
 
El uso de la percepción remota coloca al usuario en la necesidad de clasificar, no objetos naturales, como ocurre durante el trabajo de campo, sino objetos espectrales, es decir, caracterizados por su respuesta espectral en las bandas que el sensor detecta. Esta limitación determina la capacidad de discriminación de clases informativas (es decir, congruentes para su uso en la toma de decisiones) y debe ser compensada por la posibilidad de mapear grandes zonas (capacidad sinóptica de los sensores, sean fotos o imágenes). El inventario forestal indica que es posible fusionar un enfoque espectral de interpretación (cartografía de vegetación usando imágenes de satélite, con resolución de 30 m en el terreno), con datos preexistentes obtenidos mediante fotointerpretación, interpretación de imágenes de satélite, e intensa verificación de campo (datos proporcionados en formato digital por INEGI, serie II de cartografía de uso del suelo y vegetación). De esta manera, y siempre y cuando los intérpretes tengan buena experiencia de campo, una estrategia de mapeo puede beneficiarse de estos dos componentes. En cuanto a la interpretación de imágenes, haber optado por un esquema de trabajo visual (y no automatizado, supervisado o no), a partir de propuestas como las de Batista y Tucker, y Sader y colaboradores, permitió incorporar toda la experiencia de los intérpretes, y no invertir el tiempo en tratamientos automatizados que luego deben editarse de manera pormenorizada.
 
De este estudio se deriva la necesidad de actualizar y monitorear de forma-permanente la cobertura vegetal. La realización de inventarios en lapsos de meses es complicado y arriesgado, considerando la diversidad de condiciones que caracterizan a México. Otros países (como Canadá, Japón, Costa Rica) cuentan con parcelas permanentes de monitoreo y un sistema de almacenamiento de la información que se va generando de manera local y periódica. Los inventarios forestales en estos países, por lo tanto, consisten en un ejercicio de actualización continuo. Esto se favorece, por un lado, al contar con información actualizada, y por el otro con la capacidad de generar información expedita. De esta forma se puede alimentar un sistema de información geográfica que apoye las tareas de toma de decisiones. Para tal fin, en México se hace necesario incluir la información de bases de datos ya existentes QNEGI, CONABIO) para incrementar de manera sustancial la exactitud y haber generado un mecanismo de integración de datos puntuales (observaciones de campo) con entidades cartográficas. Por otro lado, está pendiente la cartografía de formas del relieve, a diferentes escalas, de tal manera que pueda ligarse a la cartografía de suelos y aptitud de uso, por un la do, y de vegetación, por el otro. Este instrumento sería de gran utilidad para tareas de evaluación de aptitud, conflictos de uso, y planificación del medio físico, todos ellos insumes críticos del ordenamiento ecológico.
 
El esfuerzo interinstitucional (SEMARNAP-INEGI-UNAM) resulta muy provechoso en la definición de metas, objetivos, estrategia y ejecución del proyecto de manera exitosa en un lapso menor al año. Las bases de datos espaciales (mapas y espacio-mapas) y estadísticas obtenidas conforman un acervo importante acerca de la información sobre recursos naturales del país. El reto consiste en utilizar esta información para enriquecer procesos analíticos tanto del gobierno como de los sectores académico, privado y social.
 
 
 
 
     
Referencias bibliográficas
 

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Alejandro Velázquez, Jean François Mas, R. Mayorga Saucedo, José Luis Palacio, Laura Luna Gonzáles, Irma Trejo, José López García, Mandrocheo Palma, Armando Peralta y Jorge Prado Molina.
Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México.


Gerardo Bocco y Grabriela Gómez Rodríguez
Instituto de Ecología, Universidad Nacional Autónoma de México.


Francisco González Medrano
Instituto de Biología, Universidad Nacional Autónoma de México.

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