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Los fantasmas
y los muertos vivientes
Héctor Gómez
de Silva Garza
   
   
     
                     
A pesar de que el título de esta nota tiene cierta semajanza
con el de una película de horror, los términos a los que alude han adquirido recientemente un significado importante para la filosofía de la biología y del hombre.

Gran parte de la biología de los seres vivos es el resultado de la adaptación a las condiciones ambientales que enfrentaron sus antepasados. Las características de cada organismo reflejan el pasado de su estirpe. De esa manera, resulta misteriosa la presencia en Nueva Zelanda de muchas aves con características antidepredadoras, dado que no existen depredadores en el archipiélago. Resulta que todas las aves de talla mediana que se encuentran en Nueva Zelanda presentan coloración críptica y algunas se han vuelto nocturnas, ambas características que normalmente se adquieren por adaptación, ya que estas les permiten evitar a los depredadores.

El misterio se ha solucionado recientemente con el descubrimiento de los restos de dos aves de rapiña de gran tamaño que habitaban las islas hace no mucho (en el tiempo que manejan los paleontólogos): un gavilán que alcanzaba talla de águila y un águila con tamaño de cóndor. La existencia pasada de ambas se manifiesta aun después de su muerte; se trata de ”fantasmas biológicos”. La importancia de los efectos biológicos de estos, estriba en que demuestran cómo el pasado puede explicar el presente y cómo, al revés, ciertos fenómenos del presente ayudan a deducir aspectos del pasado.

El presente también puede ser la clave del futuro. Las actividades del hombre como especie han causado —y lo seguirán haciendo— la extinción de poblaciones enteras de seres vivos, directa e indirectamente. Una de las más importantes causas indirectas de la extinción de poblaciones es la fragmentación de su hábitat hasta que llega a ser de tamaño insuficiente. Se ha calculado que la reducción de éste a diez por ciento de su área original conlleva a la extinción de cincuenta por ciento de sus especies. Pero la extinción no es siempre del mismo tipo. Por ejemplo, se ha considerado que la pequeña porción de selva alta perenifolia en y cerca de la estación biológica de Los Tuxtlas en Veracruz, puede soportar sólo uno o dos jaguares. Aunque éstos permanezcan vivos actualmente, uno puede estimar que carece de futuro, que prácticamente el jaguar de esta zona ha sido exterminado. Para designar casos patéticos como éste, se ha utilizado el concepto de “muertos vivientes” creado por el ecólogo Daniel Janzen, quien trabaja en Costa Rica y cuyos estudios han influido mucho en ecología y conservación.

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 Referencias Bibliográficas

Diamond, Jared, M., 1990, Biological effects of ghosts. Nature 345(6278):769-770.
Gehlbach, Frederick R., 1981, Mountain Islands and desert seas: a natural history of the U.S.-Mexican borderlands. Texas A&M University.

     
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Héctor Gómez de Silva Garza
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
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cómo citar este artículo
Gómez de Silva Garza, Héctor. 1992. Los fantasmas y los muertos vivientes. Ciencias núm. 25, enero-marzo, p. 28. [En línea].
     

 

 

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