Cómo atrapar a un león (2a. y última parte)
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John Barrington
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17. El Método de Espacios cubrientes.
Cubrimos el león por un espacio cubriente simplemente conexo. Dado que éste no tiene hoyos, el león esta ¡atrapado!
18. El Método de teoría de juegos.
El león es un gran juego, por tanto es efectivamente un juego. Existe entonces una estrategia “óptima”. Sigámosla.
19. El Método de Feit-Thompson.
Nos fijamos en el numero de leones que hay en el desierto, si es necesario agregamos uno, para hacer que el total sea un numero impar. Luego esto hace que el problema tenga solución.1
Veamos ahora resultados más recientes que no han sido publicados hasta el momento.
20. El Método de la teoría de Campos. Irriguemos el desierto y sembremos pasto para convertirlo en un campo. Es trivial capturar un león cero, por tanto supongamos que el león es diferente de cero (L≠0). Dado que éste, esté en el campo tiene inverso L–1. Podemos localizar al elemento 1 exactamente a la derecha del centro del subcampo primo. Apresémoslo y descompongamos éste en LL–1 y desechemos a L–1. (Observación. Los griegos usaban la convención de que el producto de 2 leones es un rectángulo, no un león; el producto de 3 leones es un sólido y así sucesivamente. Es inmediato de esto que todo león es trascendente. Las matemáticas modernas han rechazado esta convención y son los leones ahora algebraicos). 21. El Método Categórico. Tomemos la categoría cuyos objetos son los leones en el desierto con morfismos triviales. Los leones forman un conjunto, luego esta es una categoría pequeña (descartemos los leones que sean gatos grandes) y puede ser encajada en una categoría concreta.2 Hay un factor olvidadizo de esta categoría concreta a la categoría de conjuntos. Este deja lo concreto y atrapa los leones encajados. 22. El Método de descenso infinito. Probemos por descenso infinito la siguiente afirmación: Ln = “es posible capturar n-leones”. Esta afirmación es desde luego válida para n-suficientemente grande ya que los leones en este caso están comprimidos y no tienen lugar para escapar. Pero trivialmente Ln+1 implica Ln pues si ya capturamos n + 1 leones, podemos soltar uno. Por tanto, por descenso infinito L1 es verdadera. Luego es posible capturar un león. 23. Otro Método Topológico. Démosle la siguiente topología al desierto; un conjunto es cerrado si y sólo si éste es el desierto completo o bien no contiene leones. El conjunto de leones es ahora denso. Ponga una jaula abierta en el desierto; por densidad contiene un león. ¡Cerrémosla rápidamente! 24. El Método de Moore-Smith. Igual como lo hicimos con el método de la topología general* pero ahora el método es aplicable a desiertos no separables. El león no puede ser atrapado con una sucesión, pero si con una red. 25. Para aquellos que insisten con sucesiones. Es bien sabido que un león real no es compacto y por tanto contiene sucesiones no convergentes. Para salvar esta situación, sea V el primer ordinal no numerable y coloquemos una copia del león dado, entre a y a + t para todo ordinal a. Tenemos ahora un “león largo” en el cual es bien sabido que todas las sucesiones convergen.3 Procedamos ahora como el método de la topología general. 26. El Método del anillo de grupo. Sea G el conjunto de leones; Γ el grupo libre en G y Z Γ su anillo de grupo. Los leones, están ahora en un anillo, luego son leones de circo, entonces están amaestrados. 27. El Método de Bourbaki. Observemos que la captura de un león en el desierto es un caso particular de un problema mucho más general. Formulemos este problema y encontremos condiciones necesarias y suficientes para su solución. La captura de un león es ahora un corolario trivial de la teoría general, la cual debernos escribirla explícitamente. 28. El Método de Hasse-Minowski. Consideremos el problema de atrapar un león módulo p. Con un p primo. Siendo solamente un numero finito de posibilidades, el problema puede resolverse. Haciendo el caso para toda p, podemos entonces resolver el problema original.4 (Observación: este método es más efectivo para atrapar leones cuadráticos). 29. El Método PL. El león es una 3-variedad no vacía con frontera. Triangulemos el león y hagamos de éste una PLvariedad. Podemos pues (engolar) al león5 que es exactamente lo que queríamos. 30. El Método de Singularidades. Consideremos al león en el plano. Si éste es un león regular sus hábitos regulares nos facilitan el atraparlo, digamos en un hoyo. Si por el contrario es un león singular, como las singularidades estables son densas, podemos suponer que el león es estable. La singularidad no tiene autointersecciones, pues una autointersección del león es claramente absurda. Entonces esto debe ser una cúspide. Complexifiquemos o intersectemos con una esfera; esto nos da un nudo trébol. Como en el método topológico el león es ahora fácilmente capturable. 31. El Método de Teoría de la Medida. Supongamos que ningún león puede capturarse. Luego los leones capturables son imaginarios, por tanto todos los leones son reales. En cualquier león real L existe una medida invariante no trivial n, a saber una medida de Lebesgue o de Haar. Luego por,6 v X v es una medida de Baire en L X L. Pero el producto de leones no puede ser un “bear” (oso),** luego la medida de Baire de L X L es cero; entonces v = 0 que es una contradicción. Por lo tanto algún león puede ser capturado. 32. El Método de las Paralelas. Elija un punto en el desierto y tome un león dócil, pero que no pase por el punto. Hay 3 casos que considerar: 33. El Método de Thom-Zeeman. Un león libre en el desierto es obviamente una catástrofe.7 El espacio central tiene 3 dimensiones (dos para su posición en el desierto, y una para el tiempo) y otra de comportamiento (que está parametrizada por un león). Por tanto de la lista de catástrofes elementales de Thom es una “swallowtail”.* Un león “which has swallowed its tail” (que se ha tragado su propia cola) no está en condiciones de escapar. 34. El Método Australiano. Los leones son criaturas muy variadas, entonces hay una variedad de leones en el desierto. Esta variedad debe tener leones libres8 y estos no satisfacen identidades no triviales. Seleccionemos un león y vayamos a la Delegación a registrarlo (digamos, como “León” a secas). Ahora tiene una identidad trivial por tanto no libre. Si no está libre tiene que estar cautivo (si pensamos que León es una identidad trivial, llamémoslo “Albert Einstein”). Hay varias cosas que resta comentar; si tienes algún método diferente para atrapar leones o quizás comentar, aclarar o quieres que se discuta algo de los anteriores, nos gustaría que lo hicieras saber a la revista. |
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Notas 1. W. Feit and J. G. Thompson, “Solvability of groups of odd order”, Pacific J. Math., 1963.
2. P. Freyd, “Abelian Categories".
3. Kelley, “General Topology”, Van Nostrand.
4. J. Milnar and D. Husemolier,“ Symmetric Bilinear forms”, Springer, 1973.
5. C. P. Rourke and B. J. Sanderson, “Introduction to pieceviews linear topology”, Springer, 1973.
6. S. K. Berberian, “Topological groups”.
* En la literatura matemática esta catástrofe se conoce como, “cola de golondrina”.
7. Ver Manifold-14 para une introducción a la teoría de catástrofes, y Manifold-15 para una continuación después.
8. Hanna Neumann, “Varieties of gruops”, Springer, 1972.
* Ver Revista Ciencias No. 3, p. 8.
** Dado que la parte graciosa de estos métodos se encuentra en un juego de palabras en inglés, nos vimos forzados a dejar éstas en su forma original. (N. del T.)
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Jaime Martínez Medellín
John Barrington, “15 new ways to catch a lion”, Manifold 18, 1976, traducción de Radmila Bulajich y José A. Gómez, profesores de cerrera del Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. cómo citar este artículo →
Barrington, John y (Traducción). 1983. Cómo atrapar a un león (Parte II). Ciencias 4, abril-junio, 14-16. [En línea]
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Ana Hoffmann
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Las cuevas, cavernas, grutas y similares son formaciones
geológicas que el hombre ha aprovechado en numerosas ocasiones y en forma muy diversa durante el curso de su historia evolutiva. Tan sólo para tener una idea de su importancia, se señalarán a continuación algunos de sus muchos aspectos de interés.
Nuestros antepasados, como el Homo erectus, vivieron en ellas hace aproximadamente 500 000 años. De igual manera que el Homo sapiens prehistórico también las utilizó como casa o refugio. Durante el Paleolítico Superior, el hombre tapizó paredes, techos y ocasionalmente el piso de algunas cuevas con extraordinarias obras de arte primitivo: pinturas, grabados y relieves, que todavía pueden admirarse en las profundidades de varias cavernas al suroeste de Francia, España e Italia; por ej., las de Lascaux, Altamira y Balzi-Rossi, que datan de hace 10 000 a 40 000 años.
Las cuevas han jugado también un papel muy importante en la religión de los pueblos. El arte Gupta de la India, por ejemplo, se caracterizó principalmente por los monasterios construidos en grutas ricamente decoradas con obras pictóricas y escultóricas. Representantes de esa época son las Grutas de Ajanta, en Haiderabad, conjunto budista construido en el transcurso de ocho siglos, desde el II a. C. hasta el VI d. C., pero cuyos maravillosos frescos fueron realizados durante los siglos V y VI d. C., que muestran diversos aspectos de la vida de Siddhartha Gautama o Buda.
Igual de impresionantes son las Grutas de Ellora, cerca de Bombay, que fueron excavadas entre los siglos VI y IX d. C. Ellas constituyen santuarios de tres religiones diferentes, la budista, la hindú y la jaina.
Otro santuario muy hermoso excavado en la roca de una gruta es el de Elefanta, en una pequeña isla de la Bahía de Bombay, que está dedicado sobre todo al Dios Shiva.
Uno de los descubrimientos fundamentales en la historia del cristianismo fue el de los manuscritos que, bajo la forma de rollos de cuero y de cobre, fueron encontrados en cuevas del Mar Muerto. Los primeros de estos rollos fueron descubiertos en forma casual por dos muchachos árabes, en 1947; se consideran los más antiguos manuscritos hebreos que existen en el mundo, provenientes de los siglos I a. C. y I d. C.
Varias civilizaciones antiguas, como los mayas en América, utilizaban algunas cuevas como centros ceremoniales, como lo demuestran los restos de vasijas, figurillas y copal en varias de ellas. Obtenían además, otro tipo de beneficios; por ejemplo, aprovechaban la cueva de Bolonchén en Yucatán para abastecerse de agua. Cuando este líquido faltaba en la superficie, bajaban a recogerlo a los ricos manantiales en sus profundidades.
Además de los tesoros naturales propios de muchas cavernas, como gemas y otros minerales de gran y muy diversa utilidad para el hombre, en la literatura se encuentran muchas citas referentes a tesoros escondidos en cuevas, algunos reales, como los rollos del Mar Muerto, otros producto de la imaginación, como la “Cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones” y muchos cuentos más.
Las leyendas y creencias fantásticas sobre cuevas son también numerosas en muchos pueblos del mundo. En México, varias de ellas son denominadas de acuerdo a su leyenda. Por ejemplo en Yucatán, cuando los habitantes del lugar hablan de la cueva Xtacumbi Xunan, se refieren a ella como la de “la Señora Escondida”, debido a una leyenda que relata como una muchacha fue robada de su madre y escondida por su amante en esa cueva. Existen muchas cuevas en diferentes estados de la República Mexicana que los indígenas conocen como “La Cueva del Diablo” y creen firmemente que allí habita ese ser tan temido, ya que, según ellos, cualquier persona que pasa a su interior, o ya no sale con vida, o muere poco después. Curiosamente, este hecho ha podido comprobarse como cierto en algunos casos. Sin embargo, la explicación real es que en muchas de estas cuevas existe el hongo Histoplasma capsulatum cuyas esporas, al ser inhaladas por el hombre, pueden causarle la llamada “histoplasmosis” que ocasiona desde un cuadro clínico muy benigno, que generalmente pasa inadvertido, hasta casos muy graves que pueden terminar en la muerte.
Según las creencias del pueblo mexicano, otros seres malignos pueden habitar las cuevas. En Tepoztlán, Mor., por ej., además de alojar al diablo, estas cavidades ocultan durante el día al “charro negro” que recorre por la noche los campos, causando desgracias; o al “nahual”, ser fantástico que tiene la propiedad de transformarse en animal para asustar a la gente.
En las cuevas se han resguardado y/o escondido por diferentes motivos, toda clase de individuos; desde hombres de bien (los pastores que llegaron a ver a Jesús recién nacido, como relata la Biblia), guerrilleros, enamorados, etc., hasta bandoleros, asaltantes y asesinos.
Las cuevas sirven también de refugio a muchos animales no cavernícolas propiamente, como zorras, tejones, zorrillos, tlacuaches, mapaches y otros muchos mamíferos; ocasionalmente a aves, como halcones o búhos; a reptiles, como culebras, víboras, lagartijas y batracios (varias especies de sapos); además de muchos artrópodos, principalmente insectos, arácnidos y miriápodos. Muchos de estos animales, sobre todo mamíferos y aves, son enemigos naturales de los murciélagos y entran a la cueva para atraparlos y comerlos.
Por otro lado, un número enorme de animales, más bien pequeños se han adaptado a vivir permanentemente en las cuevas constituyendo la verdadera fauna cavernícola, muy poco conocida por el hombre común. Los animales que la forman son en su mayoría de hábitos terrestres; sin embargo, cuando en el interior de la caverna existen depósitos o corrientes de agua, puede haber también diversos animales acuáticos, como peces, crustáceos, etc.
Para la gente en general, los animales cavernícolas por excelencia son los murciélagos que, desde luego, juegan un papel sumamente importante en la vida de los habitantes de la gruta, ya que son los únicos individuos que salen a alimentarse al exterior volviendo a refugiarse a las cuevas, y por lo tanto, son los únicos que aportan la materia orgánica necesaria para el sustento de las demás comunidades, a través de su guano. El guano no sólo sirve de alimento a los individuos coprófagos, y de hábitat a individuos coprobiontes, sino que además proporciona el sustrato adecuado para el crecimiento de hongos que servirán de alimento a numerosos organismos micófagos, que a su vez serán el sustento de muchos depredadores primarios y éstos en la misma forma, sustento de depredadores secundarios, estableciéndose así las cadenas tróficas. Dichas cadenas contribuyen a mantener el equilibrio biológico de las diferentes comunidades, que en conjunto constituyen las biocenosis de las cuevas.
Por otro lado, los murciélagos en general, son parte importante y fundamental de los ecosistemas externos y el hombre tiene mucho que agradecerles, a pesar del horror y miedo que le inspiren. Gracias a ellos por ejemplo, se evitan las grandes concentraciones de plagas en los cultivas agrícolas ya que una parte de ellos, los insectívoros, depredan cantidades enormes de insectos; otros, los polinívoros, al recoger el polen que les servirá de alimento, polinizan a una gran variedad de plantas que no podrían ser fecundadas en otra forma; finalmente los frugívoros, ayudan a la diseminación de semillas de muchas plantas. Otro beneficio importante que se obtiene de los murciélagos, es el guano o murcielaguina que tiene gran demanda entre los agricultores como fertilizante rico en nutrientes.
De la única especie que el hombre debe cuidarse, es el vampiro Desmodus rotundus murinus, hematófago capaz de transmitir con su mordedura el virus de la rabia, sobre todo al ganado y ocasionalmente al hombre. Esta epizootia conocida en México como “derriengue” o “mal de caderas”, ha originado grandes pérdidas en la economía del país por la muerte de muchos millares de cabezas de ganado. Ocasionalmente, otras especies de murciélagos infectados pueden transmitir la rabia, pero esto es más bien raro.
Como puede verse son muchos los beneficios que el hombre ha obtenido de las cuevas y relativamente pocos daños. Por desgracia, con el tiempo y generalmente en forma inconsciente, él mismo ha alterado y modificado, en forma irreversible, las condiciones naturales de las mismas. Muchas de ellas por ejemplo, han sido transformadas en centros de atracción para los turistas que llegan a admirar los hermosos paisajes subterráneos de las diferentes cámaras, ornamentadas con estalactitas (concreciones que penden del techo formadas por infiltraciones que contienen sales calcáreas, siliceas, etc.) y estalagmitas (concreciones que se van formando sobre el suelo por las gotas que resbalan de las estalactitas). Para “adecuar” las cuevas, se han limpiado de guano paredes y piso y colocado una iluminación intensa en las diferentes salas y pasillos, matando o ahuyentando con esto a los habitantes naturales que, a través de millones de años de evolución, han logrado adaptarse a vivir en este mundo de obscuridad permanente.
Las cuevas han sido siempre un gran atractivo para muchos jóvenes exploradores, que las aprovechan para desarrollar un deporte tratando de recorrerlas, venciendo obstáculos de pasos difíciles, trepando por sus agrestes paredes o arrastrándose por estrechos túneles.
Pero las cuevas pueden tomarse también en un plan más serio de investigación, sobre todo para el geólogo y el biólogo, quienes al hacerlo, reciben el nombre de espeléologos. Por lo tanto, la Espeleología (del griego spelaion-caverna, logos-tratado) es la ciencia que se encarga de la exploración y estudio científico de las cuevas y cavidades subterráneas en sus aspectos físico, químico, geológico y biológico. A éste último se le aplica el nombre de Bioespeleología (del gr. bios-vida). Esta disciplina estudia la vida delas cavernas, pasada y actual, en todas sus manifestaciones y modificaciones. Siguiendo un plan de trabajo serio, se deben conocer primero los datos de la topografía de la cueva y sus condiciones abióticas, para luego estudiar los elementos bióticos en toda su complejidad, definiendo las biocenosis que forman de acuerdo con los diferentes biotopos. Finalmente, deberán integrarse los datos para hacer una interpretación ecológica de las relaciones intra e inter específicas de los habitantes cavernícolas, tales como cadenas tróficas, depredación, parasitismo, mutualismo, competencia, etc. Todo esto requiere de mucho tiempo y dedicación, con la única finalidad de descubrir y entender parte de los secretos de la naturaleza en uno de los muchos aspectos de la vida de nuestro planeta.
Los animales que constituyen la fauna cavernícola, se agrupan en tres categorías:
1) Los trogloxenos (del gr. trogli-cavidad y xenos-extranjero): son aquellos que normalmente viven en el exterior y sólo en ocasiones penetran a la cueva, ya sea persiguiendo una presa o en busca de sombra o humedad, o simplemente para refugiarse,
2) Los troglófilos (del gr. filos-amigo): son animales que permanecen gran parte de su vida en la cueva, pudiendo o no reproducirse en ella, pero que salen al exterior regular o irregularmente, por ejemplo, los murciélagos. 3) Los troglobios comprenden los verdaderos animales cavernícolas, que viven toda su vida dentro de la cueva, sin salir nunca al exterior. Los organismos troglobios son muy interesantes desde el punto de vista biológico, ya que el prolongado aislamiento en un medio subterráneo, ha originado en ocasiones la modificación de diversas estructuras, distinguiéndose esto notablemente cuando se les compara con las formas epigeas más afines. Estas adaptaciones, debidas a la influencia de las condiciones hipogeas, se refieren principalmente a la disminución o desaparición del pigmento, habiendo muchas formas albinas, además de ciegas, ya que hay una reducción o desaparición de los ojos. En los artrópodos se observa además, un alargamiento desproporcionado de los apéndices, donde residen gran parte de los órganos sensoriales. Se notan también cambios en la fisiología de los individuos como temperatura baja, metabolismo reducido, etc. Hay muchos ejemplos de troglobios entre los artrópodos.
El estudio de la bioespeleología se ha llevado a cabo en muchos países de la tierra, sin embargo, las cuevas de México tienen un interés particular sobre todo para el biólogo, por poseer una de las faunas cavernícolas más interesantes del mundo. El primer investigador que colectó y estudió animales de una cueva mexicana fue Dominik Bilimek, cuando en 1867 visitó las Grutas de Cacahuamilpa en el Estado de Guerrero; desde entonces varios investigadores se han interesado por ellos. Sin embargo, el principio real de la bioespeleología mexicana comienza con la llegada a México de dos eminentes científicas españoles, el Dr. Federico Bonet y el Dr. Cándido Bolívar, ambos ya desaparecidos. Ellos fueron los que pusieron las bases para las investigaciones futuras. Sus numerosas y abundantes colectas proporcionaron material de estudio a una gran cantidad de especialistas nacionales y extranjeros, dando lugar a la creación de muchos géneros y especies nuevos, muy importantes por sus peculiaridades biológicas y como ejemplos notables de evolución y adaptación. En este sentido, entre los descubrimientos más interesantes que se han hecho en cuevas de México, deben señalarse: el primer pez carácido ciego del mundo, el primer cangrejo ciego de México, otras 20 especies nuevas de peces ciegos, el primer isópodo onoscoideo verdaderamente acuático, poblaciones muy grandes de ricinúlidos nuevos, tan escasos en otras partes del mundo, los primeros alacranes ciegos que se conocen, numerosas especies nuevas de garrapatas y ácaros parásitos de murciélagos, y otras muchas formas más.
Hallazgos interesantes en las cuevas de este país, han sida realizados también por la “Association for Mexican Cave Studies” de los Estados Unidos de Norteamérica. Este grupo de espeleólogos ha publicado numerosos trabajos con listas de animales cavernícolas y descripción de muchos nuevos taxones.
La que esto escribe, tuvo oportunidad hace varios años de participar en algunas de las expediciones bioespeleológicas de Bonet y Bolívar, de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, I. P. N., y de publicar algunos trabajos referentes a esta especialidad. Cuando dichos investigadores cambiaron después sus líneas de trabajo, pasó un periodo largo de varios años, durante las cuales nadie volvió a ocuparse del tema.
No deja de ser una lástima que, campos de investigación tan amplios e interesantes como éste, que ofrecen al biólogo tantos nuevos aspectos de análisis y de estudio y que además cuentan con nuestras posibilidades de abordarlos, ya que nos encontramos a corta distancia de infinidad de cuevas, se echen al olvido o pasen desapercibidos por falta de información y conocimiento, mientras una gran cantidad de extranjeros llegan a colectar cantidades enormes de animales que luego llevan a sus respectivos países, sin dejar duplicados en México. Estos ejemplares son estudiados y descritos en el extranjero, donde van a enriquecer las colecciones científicas y sirven de base para un sinnúmero de publicaciones.
Es por todo esto, que en 1978 resolvimos impulsar esta especialidad en la Carrera de Biología de la Facultad de Ciencias, UNAM, bajo la forma de una Biología de Campo. Afortunadamente, este curso de Bioespeleología, que por primera vez se daba en la Universidad y en México, tuvo una respuesta muy favorable entre los estudiantes, despertando en ellos un interés tal que desde entonces, se continúa dando cada semestre, con asistencia de bastantes estudiantes. Dos alumnos de nosotros han seguido impartiendo esta materia, el M. en C. José Palacios Vargas primero y actualmente el Biol. Juan Morales Malacara. La investigación se inició con el estudio de la “Cueva del Diablo”, en Tepoztlán, Mor., y hasta la fecha se llevan revisadas varias cuevas del Estado de Morelos y otras más del Estado de Guerrero. Próximamente, el Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias, publicará un folleto sobre los resultados de estas investigaciones, llevadas a cabo en forma conjunta con maestros y alumnos durante más de cinco años.
Durante este curso de Bioespeleología, se adiestra y entrena a los estudiantes en la exploración e investigación de la vida cavernícola. Se comienza con el estudio de la espeleomorfología y la espelogenia del lugar, definiendo su situación topográfica y trazando un plano esquemático de la cueva. A continuación se procede a determinar los factores físicos, como humedad y temperatura y a la recolección de muestras de las paredes y el suelo de la cueva, para su análisis químico. Se toman igualmente muestras de guano para su análisis tanto químico, como biológico. Posteriormente se inicia el estudio de los elementos bióticos, para lo cual se colectan algunos representantes de cada especie de murciélago que habita en la cueva, así como artrópodos y demás animales cavernícolas, procurando observar in situ el comportamiento de cada uno de ellos, el biotopo que ocupa y la biocenosis de la que forman parte. Todo esto se lleva a cabo con el mayor cuidado y tomando las precauciones necesarias para no alterar las condiciones naturales del lugar. Asimismo, se realiza un estudio ecológico general del medio que rodea a la cueva, para poder hacer estudios de tipo comparativo entre la fauna hipogea y epigea.
Posteriormente en el laboratorio se procesan las muestras con las técnicas adecuadas, se revisan con todo cuidado los murciélagos para recoger todos sus ectoparásitos, incluyendo los subcutáneos, nasales y orales y se preparan los ejemplares para su conservación y posterior estudio microscópico. A continuación se procuran determinar las especies hasta donde es posible. Finalmente se hace la integración y análisis de los datos y observaciones adquiridos, para obtener una interpretación lo más clara posible de los fenómenos evolutivos intra e interespecíficos y de adaptación a la vida cavernícola.
Como se ve, las cuevas pueden estudiarse desde muchos puntos de vista, todos ellos apasionantes. Nosotros como biólogos, hemos escogido el de la vida misma, que en este caso, es completamente diferente a la cotidiana que conocemos, pero no por ello menos interesante. Consideramos además que, en el momento actual que nos tocó vivir con todas sus deficiencias y dificultades en el campo de la docencia, la bioespeleología nos brinda un amplio tema de estudio, con grandes problemas a resolver y que bien puede llegar a satisfacer parte de las inquietudes de algunos jóvenes estudiosos, ya que en ella pueden encontrar una disciplina en que claramente se ha integrado la investigación a la docencia.
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Ana Hoffmann
Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. cómo citar este artículo →
Hoffman, Ana 1983. Cuevas. Ciencias 4, abril-junio, 8-13. [En línea]
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Jaime Jiménez
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Los eucaliptos son originarios de Australia y habitan en las
regiones donde la Tierra ha negado sus dones, tal vez por eso han sido los elementos preferidos para la reforestación de México. La integración al país es tal, que los encargados de los viveros prefieren sembrar eucaliptos antes que pinos, pues la sobrevivencia de los primeros es del 100%, asegurando así el trabajo sexenal.
Es curioso, sin embargo, que nadie sabe a ciencia cierta cuáles son las modificaciones ecológicas inherentes a la siembra de estas especies exóticas en nuestro terreno patrio. Aunque la bibliografía señala que algunas especies cultivadas (Eucalyptus globulus y E. camaldulensis), producen substancias volátiles y solubles capaces de inhibir el desarrollo de otros vegetales, es decir, capaces de eliminar, simplemente, a las plantas competidoras* (entre ellas las plántulas de los pinos), los ecólogos ni siquiera se espantan de este “pequeño” cambio ambiental. Pero aún hay más, Eucalyptus globulus es capaz de evitar el desarrollo de las bacterias nitrificantes, cuya humilde labor consiste en proveer nitrógeno químicamente útil (nitratos) a todas las especies vegetales terrestres. Al fin, sólo lo necesitan para construir unos complejos químicos insignificantes llamados proteínas, sin los cuales no pueden vivir.
¡Todas éstas molestias por un árbol feo, quebradizo, inútil y sin ninguna importancia económica esencial!
Así, lo más conveniente es reforestar los bosques con sus elementos originales, los pinos, a fin de tener producción maderera, reconstruir el ciclo de retención y purificación y constituir centros de diversión y esparcimiento.
La Ecología, como se ve en este caso, no es el medio para preservar la virginidad de la Tierra; es el conocimiento necesario para la explotación racional de las comunidades vegetales, donde pueda situarse en su justa medida el beneficio económico y el bienestar humano.
Nota
Si tiene curiosidad, examine su efecto sobre los cultivos de maíz en Chalco, Méx.
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cómo citar este artículo →
Jiménez, Jaime 1983. ¿Debemos reforestar los bosques de pinos con eucaliptos? Ciencias 4, abril-junio, 40-41. [En línea]
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Nota de los editores
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En su reunión de enero del presente año, el Consejo de la
Sociedad Americana de Física convocó a un grupo de expertos en armas nucleares, los cuales elaboraron una declaración respecto a la guerra nuclear. Esta declaración fue distribuida a distintos gobiernos del mundo. No cabe duda que es muy significativo que la Sociedad Americana de Física —muchos de cuyos miembros conocen la capacidad del armamento nuclear, que está inmersa en el país que mayor impulso da al armamentismo— haga esta declaración.
Considerando que la guerra nuclear es una amenaza inaudita para la humanidad, considerando que la cantidad de armas nucleares distribuidas alrededor del globo contienen el poder explosivo de más de un millón de bombas del tipo de Hiroshima; considerando que una guerra nuclear general mataría cientos de millones de personas; considerando que los efectos posteriores de una guerra nuclear serían catastróficos para los sobrevivientes y podrían destruir la civilización; considerando que cualquier uso de armas nucleares, incluyendo su uso en las llamadas “guerras limitadas”, traería con ello el riesgo de una guerra nuclear general; considerando que treinta años de vigorosa investigación y desarrollo no han producido proyectos serios de defensa efectiva contra un ataque nuclear; considerando que los arsenales nucleares de los Estados Unidos y la Unión Soviética son más que adecuados para disuadir; considerando que la continuación de la carrera armamentista no aumentara la seguridad de ninguna superpotencia; considerando que la proliferación de armas nucleares a otros países, especialmente en áreas de alta tensión, aumentaría el riesgo de una amenaza nuclear; considerando que no han avanzado las limitaciones y reducciones en armas estratégicas, ni la ratificación del Salt II; considerando que las negociaciones para lograr una prohibición de los ensayos nucleares han sido indefinidamente aplazadas; y considerando que las negociaciones para prevenir el desarrollo de una guerra al espacio exterior han sido suspendidas.
Ha sido resuelto que le Sociedad Americana de Física a través de su Consejo electo, haga un llamado al Presidente y al Congreso de los Estados Unidos y sus contrapartes en la Unión Soviética y otros países.
Para intensificar sustancialmente, sin precondiciones y con sentido de urgencia, esfuerzos para lograr un arreglo equitativo y verificable entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para limitar las Armas Nucleares Estratégicas y para reducir significativamente su número; para conducir, con espíritu similar, negociaciones para restringir el desarrollo de armas nucleares de rango intermedio; para realizar negociaciones que prevengan la extensión de la guerra hacia el espacio exterior; para tornar todas las medidas prácticas para impedir una mayor proliferación de armas nucleares en otros países; para llevar a cabo todas las acciones prácticas que reduzcan el riesgo de una guerra nuclear por accidente o mal cálculo; para continuar observando todos los acuerdos existentes de control de armas, así como SALT II; para evitar doctrinas militares y declaraciones que tratan a los explosivos nucleares como armas ordinarias de guerra; iniciar negociaciones serias pera proscribir la prueba de armas nucleares en todos los medios ambientes por todo el tiempo, como es pedido en el Tratado de No-proliferación.
Los 30 miembros del Consejo aprobaron la resolución casi por unanimidad. |
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cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. Declaración de la Sociedad Americana de Física. Ciencias 4, abril-junio, 53. [En línea]
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Robert Abernathy
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Un impulso envió a Linden flotando levemente hacia la parte
delantera de la nave, retorciéndose por los aires para evitar la colisión con los salientes que quedaban donde había destrozado el mamparo que separaba la cabina presurizada de los instrumentos y el motor de proa. La división era inútil, puesto que había dejado escapar el aire de la nave, y necesitó el material que contenía.
Detuvo su fácil vuelo y se cernió sobre el trasmisor-receptor de radio. Sus mecanismos, ahora a la vista por la falta de un trozo de cuadro de control, habían sido ajustados y cambiados de un modo que hubiese hecho a cualquier técnico terrestre alzar burlonamente las cejas… y con toda razón, pues en su estado actual el aparato no hubiese tenido la menor utilidad… en la Tierra.
Metódicamente acabó Linden de colocar y ajustar los trozos de cable y vidrio que había tomado de uno de los desmantelados instrumentos de medida.
Contempló pensativo sus manos. Se habían oscurecido mucho en la pasada quincena, y las uñas —débiles vestigios de las grandes garras de la bestia ancestral— habían desaparecido. A la vez, las desnudas puntas de sus dedos se habían vuelto móviles, de modo que podía hacer trabajos de gran precisión sin emplear los más groseros músculos que movían todo el dedo.
La transformación de la radio para nuevos fines habla resultado mucho más fácil que los cambios realizados en el mecanismo de dirección de la nave, quizá porque la tarea era más sencilla o acaso porque, como creía ser lo cierto, los cambios en su mente y su cuerpo estaban todavía en curso. Mucho más importantes que los cambios visibles y superficiales eran los invisibles, los experimentados en el metabolismo y los procesos vitales, en las incontables conexiones neurales del cerebro. Sus sentidos se habían aguzado y multiplicado. Fuerzas, radiaciones, el espectro electromagnético —frutos de paciente inferencia desde el punto de vista de la ciencia terrestre— se habían convertido para él en materia de íntimo y directo conocimiento.
Sólo en los últimos días había empezado a oír las voces de la Tierra.
Flotó hasta el abierto hueco de la puerta y miró al exterior, a la sima estrellada, ya no antro de terrores, sino una invitación, un mar de impredecibles riberas.
El mundo que había dejado tras de sí flotaba a lo lejos como antes, inmensa medialuna, azul-gris y surcada de vetas, ocultando todo un sector del cielo diamante y negro. Consideradas las distancias espaciales, estaba cerca, tan cerca que podía alcanzarlo y tocarlo con su mente. Las voces permanecían allí, al fondo de su cabeza, para escucharlas si lo deseaba, como un tremendo alboroto que manaba sin tregua de la luz y la sombra de los hemisferios, del lóbrego fondo del mar de aire. Voces de alegría y de pena, de belleza y maldad; coros abismales de temor y brillantes notas de valor y compasión…
Pronto se alejaría y no oiría ya las voces de la Tierra. A dónde, no lo sabia aún. Quizás hacia el Sol, a mirar sin cegarse el horno donde yacen desnudos los secretos de la materia. Acaso hacia el exterior, más allá de las ondas donde Júpiter, ignorando a los breves guijarros giratorios del sistema interior, mira hacia el Sol y le llama su hermano; donde Saturno viaja con sus extraños anillos y múltiples lunas; hacia la helada noche de los planetas externos tras de los cuales sólo están las estrellas. Las preguntas se agolpaban innumerables. ¿Era la Tierra única en el Universo, y lo demás —la inmensa rueda de la Vía Láctea, la cegadora abundancia de los enjambres globulares, las nutridas galaxias espirales con sus billones de estrellas— sólo materia yerma, inerte y muerta, girando hacia la frontera del espacio… o había otras progenies, otras vidas. Acaso —la idea le inquietó y fascinó— hubiese otros que habían ido antes que él…
Pero primero debía preocuparse por los que llegasen después.
Su nuevo sentido no era todavía lo bastante agudo y selectivo para establecer y mantener contacto con individuos de la Tierra, y el aparato que había construido pretendía remediar esta falta. Lo puso en acción resueltamente. No estaba seguro de que sirviese; sólo sentía la instintiva confianza que había guiado todos sus actos en los últimos días.
Con ayuda del aparato exploró una zona en el limite del hemisferio en sombras, buscando tipos de pensamiento familiares.
En el banco donde trabajaba, a altas horas, en un nuevo mecanismo de control, Marty dejó caer un destornillador y lanzó un juramento. Sus ojos miraron espantados bajo el cobijo de las espesas cejas, y susurró:
— ¿Me he vuelto loco o hay espíritus?
Escucha con atención. Marty. Tengo dos mensajes para ti y los dos importantes.
— Pero… si estás muerto. Los servomotores deben haber fallado ¡aunque, maldita sea, no puede haber sido así! —y estás ahí arriba en un ataúd de magnesio, girando en torno a la Tierra hasta el fin de los tiempos. Muerto… en mi lugar.
— Tus servomotores no fallaron; los detuve yo mismo, en las primeras horas, cuando aún creía que iba a morir o a volverme loco, cuando sólo mis instintos se daban cuenta de lo que me estaba ocurriendo. Pero no volveré; sigo adelante. Pon mucha atención Marty. Es posible mejorar el diseño del generador nuclear. Puedo explicártelo, y tú se lo explicarás a los demás, porque tienes el sentido de la materia inanimada, la capacidad de proyectarte dentro de ella, y yo no puedo hablar en el lenguaje de los físicos porque desconozco los símbolos, las matemáticas. Pero al contemplar su proyecto desde aquí, en el espacio, vi cuánta voluntad de fracaso habían puesto en él, el miedo inconsciente que tenían a penetrar demasiado en el átomo. Si elimináis ese afán de no llegar, la producción de energía aumentará unas dos mil veces. Las naves pueden construirse para ascender a sólo 1 o 2 g., y no obstante tener energía sobrada, de modo que cualquiera —y no sólo los excepcionalmente fuertes y sanos— puedan ir al espacio. Oye como debéis proceder…
Lo que siguió fueron dibujos, impresiones cenestésicas, procedimientos completos, más que pensamiento hecho palabras. Apenas duró todo unos segundos.
Marty se frotó la nuca.
— Buen trabajo —dijo en alta voz en medio del laboratorio vacío—. En cuanto a eso de los reguladores podría ser más fácil…
— Este es uno de los mensajes, el que tienes que transmitirles si consigues hacerles escuchar, El otro… quizá tengas también que guardarlo para ti en el próximo futuro. Es éste: “la meta no es la que creíamos, no es la conquista del espacio como camino hacia los planetas, sino el espacio mismo. El espacio no está vacío o muerto. Se halla inundado de energía, llena del polvo de viejos soles y los elementos de le nueva materia. Los planetas son frías, oscuras y moribundas islas de un océano en ebullición que puede estar lleno de vida. ¡El espacio espera!”.
Marty miraba ante sí, olvidado del olor a aislante quemado que subía del banco. De pronto exclamó.
— ¡Espera! No te vayas todavía…
A miles de millas por encima, el ser en que se había convertido Linden flotaba en el vacío junto a su extraño aparato, accionándolo de nuevo con las puntas prensibles de sus dedos.
Ella se despertó sobresaltada y se sentó gritando “¡Jim!”, sus manos exploraron convulsivamente la almohada. Sollozó.
— Otro sueño…
— No estás soñando. Si más tarde lo dudas, díselo a Marty. He hablado con él…
Te quiero Ruth.
— ¿Dónde… dónde estás?
Sus ojos exploraron temerosos la oscuridad del cuarto.
— Estoy en el “Gran Trampolín”, y veo que es sólo un salto hacia otro nuevo.
— ¡Vuelve, Jim! No me importa que… Pero, ¿de qué sirve? Es demasiado tarde, ahora que estás muerto.
En su mente, la voz pareció modular una suave risa.
— Estoy bien vivo, Ruth, pero… Temo que no pueda volver a la Tierra. El espacio me ha cambiado.
Ella se estremeció.
— ¿Cambiado…?
— Me he desarrollado, como lo harás tú si me sigues. Los biólogos llevan mucho tiempo diciéndonos que el hombre es una regresión fetal, una especie de embrión que se hace viejo sin llegar a una auténtica madurez. Ahora he descubierto por qué: las condiciones de esa madurez, el destino para el que estamos creados, no existe en la Tierra… Pero tal como soy ahora, puedo morir aplastado bajo la gruesa atmósfera terrestre; o los seres humanos, al verme, pueden despedazarme como a algo no humano. Incluso tú… podrías asustarte de mí.
En la mente de Ruth se formó una imagen de claridad fotográfica.
Se quedó inmóvil un momento, respirando con aliento entrecortado; después, sonrió trémula y extendió los brazos abiertos en un gesto que no necesitaba palabras ni pensamientos. — ¡Mi amor! —La voz del espacio fue un silencioso grito extenuante— ¡Ven a mí! Dentro de uno o dos años, habrá nuevas naves mucho mejores que todo lo visto hasta ahora… Ya me he ocupado de ello. Entonces vendrás a reunirte conmigo. No te preguntes cómo podremos encontrarnos… Cuando vengas, cuando también alcances tu verdadero ser, comprenderás. Nos encontraremos más allá de la Luna, y todas las estrellas del espacio estarán a nuestro alrededor… Nuestros hijos tendrán soles para jugar…
Su voz decayó un momento y después se hizo más apremiante.
— La curvatura de la Tierra se está interponiendo entre nosotros, pero no durará mucho. Si no puedes venir, si no quieres, lo mismo da… Yo encontraré los medios de volver a entrar en la atmósfera y llevarte conmigo.
— ¡Iré! —gritó ella.
La caricia fantasmal de un beso vino a rozar sus labios. Siguió el silencio. La muchacha estaba sentada inmóvil, mirando a la oscuridad y empezó a creer.
Yacía maniatado e inerme, acunado en el vientre de su madre. Brazos, piernas, cabeza, espina dorsal se distendían cruelmente bajo la carga de su propio peso intolerable. Cada aliento era un poderoso esfuerzo que salía de su pecho como el de un hombres alcanzado en el corazón.
Y el cohete aullaba y trepaba, arriba, donde el aire era demasiado tenue para las alas, donde había aire, sino solamente agresivos iones, partículas viajando a enormes velocidades y cargadas con voltajes mortales; arriba, en el dominio de los rayos cósmicos primarios, de la radiación que sería inútil llamar “fuerte”, y junto a la cual la onda gamma de una explosión atómica es como la suave caricia de la lluvia estival comparada con el fuego de una ametralladora.
Los controles automáticos, los circuitos de alimentación, los instrumentos de media trabajaban sin pausa buscando la órbita precisa en la lejanía espacial. El tablero de control suspendido encima de Linden aparecía confuso y empañado; los músculos de sus ojos no eran lo bastante fuertes para enfocarlos haciendo frente a la presión de la aceleración. Su cuerpo pesaba quinientos kilos. Estaba pagando ahora la ingravidez que experimentaría cuando el cohete empezase a entrar en órbita.
Su consciencia era una leve chispa cuando la vibración del proyectil cambió y la horrible presión comenzó a disminuir. Treinta segundos más tarde volvió a ocurrir lo mismo; y ahora la respiración era más fácil y los músculos crispados podían ceder un poco en su tortura. El cohete se aproximaba al lugar donde había de desprenderse del proyectil, recorriendo su órbita de cuatro horas, y los relés dispuestos al efecto iban cortando su aceleración por escalones de 1g* para que el cambio no fuese tan brutal.
Alcanzó la penúltima fase y durante treinta segundos su peso pareció normal, mientras el motor nuclear descendía aun empuje de 1g. Linden movió sus doloridos miembros, librándose del capullo fluido-plástico que le había protegido. Su mirada todavía empañada se deslizó sobre el tablero de instrumentos, buscó los espejos coloreados que le darían una vista exterior sin exponer sus ojos al deslumbramiento de cielos no velados…
Entonces el motor cesó de funcionar, y en el interior del cohete se produjo un silencio de muerte mientras empezaba a caer.
Los movimientos de Linden le hicieron flotar libremente por la pequeña cabina, desplazándose lenta y perezosamente en relación a las cosas que le rodeaban, mientras todos sus reflejos le gritaban que él y la nave que le envolvía estaban cayendo, cayendo desde la “Gran Altura”, y las glándulas excitadas vertían secreciones de miedo en su sangre, y la reacción instintiva de sus nervios tensaba sus músculos, y el sudor brotaba de todo su cuerpo. Su subconsciente, acobardado, esperaba el choque aniquilador e inevitable.
El choque que jamás sobrevendría, porque el cohete estaba cayendo eternamente, zambulléndose, sin fin, a lo largo de la curvatura del espacio en una trayectoria sin regreso.
En los espejos aparecían las desnudas estrellas, brillando inexorables sin un solo pestañeo. La nave era una pequeña burbuja metálica salida del océano de aire al gran vacío, con un organismo atrapado en su interior, y alrededor del espacio ilimitado… sin aire, sin vida y sin embargo, vacío.
La nave nadaba en el cruel baño de radiación. Para los rayos cósmicos primarios que flameaban a través del espacio, sus paredes de metal y el cuerpo humano en ellas contenido eran tan transparentes e insubstanciales como una frágil medusa nadando en el también refringente medio marino.
Sus manos buscaron un soporte sin hallarlo. Las miríadas de estrellas reflejadas en los espejos parecían encenderse en novas y girar en torbellino a su alrededor. Gritó roncamente una voz, sin duda la suya, pues no había otro ser humano en el espacio. Caía, caía sin tregua en la vertiginosa y encallecedora oscuridad.
Su memoria del tiempo que siguió era discontinua y fragmentaria… No podía decir si fueron horas, días o una eternidad, conservaba una clara imagen de sí mismo, zapateando y braceando en el aire como un grotesco pájaro sin alas y riendo histéricamente mientras el trozo de metal que tenía en la mano —sin duda arrancado de las sujeciones del catre en aceleración— giraba, golpeaba, aplastaba… El cristal estalló con movimiento retardado y permaneció en suspensión, mientras las brillantes esferas quedaban ciegas y vacía a medida que destruía sin posible reparación los delicados instrumentos que la nave necesitaría para volver a la Tierra. Un cable, arrancado del sistema de control automático, flotaba como una ondulante serpiente mientras escupía fuego azul y él se reía…
Y otra imagen permanecía fuerte y clara. Estaba ahogándose. Los tanques de oxígeno debían haber fallado —¿o los había él destrozado también?— y su sensación de asfixia se hacía por momentos más desesperada, aunque aspiraba a grandes bocanadas sin cuidarse, de las esquirlas que flotaban centellantes, y aunque al mismo tiempo un extraño fuego parecía correr por sus venas, invistiéndole de fuerza demoníaca… fuerza demoníaca… ¡Acaba tu obra! Gritaba una voz en lo más hondo de su ser; y se abrió camino hasta la puerta hermética y la atacó salvajemente. La puerta no había sido hecho para ser abierta en el espacio, pero tampoco se había construido para soportar semejante asalto desde el interior. Cedió, y la explosión del aire al escapar se la llevó consigo.
Cuando desapareció, Linden contempló el gran globo nebuloso de la Tierra, flotando allá afuera, frío e inasequible. Luchó contra el breve vendaval que desencadenó en su fuga la pequeña atmósfera de la nave, tomó un último aliento sofocante y pensó; Adiós Tierra… Ruth… adiós.
Nota
* g: constante de aceleración de la gravedad terrestre. (N. e.).
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Tomado de Antología de Cuentos de Ficción Científica, colección del Dr. Javier Lasso de la Vega, Editorial Labor, 1965. cómo citar este artículo →
Abernathy, Robert y (Tomado de Antología de cuentos). 1983. El ajolote (2a. y última parte). Ciencias 4, abril-junio, 58-61. [En línea]
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Nota de los editores
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Hace veinte años Pichucalco era un pueblito del cual muy
pocos habían oído hablar. Quizá su única notoriedad —perdida entre los datos del libro de Geografía— era poseer uno de los índices pluviales más altos del país, lo cual, aunado a su clima tropical, lo hacía parecer un lugar escapado de las novelas de García Márquez. En los largos meses de lluvia el agua desbordaba los arroyos, atravesaba calles y casas, arrastrando lo mismo zapatos que cangrejos azules, ropas y culebras multicolores. O después de un mediodía caluroso, la tarde era invadida por millones de mariposas o escarabajos negros y dorados —como diminutos rinocerontes de coraza brillante—; otras veces eran cientos de pajarillos que se metían por puertas y ventanas, como perseguidos por un terror desconocido.
Estaban lejos los días del volcán en que, con enorme fuerza, la tierra arrojaría miles de toneladas de cenizas al aire y el nombre de Pichucalco a los principales diarios del mundo.
Meses después del fenómeno no se han evaluado todas sus consecuencias, que van desde el nivel anecdótico, como que ahora en Pichucalco los taxis y camiones se llaman “el vulcanólogo”, “especialista en Chichonales”, etc., hasta cambios del clima mundial, como el que Moscú haya tenido el invierno más cálido en 150 años debido al polvo que flota en la atmósfera.
Uno de los elementos que se vio afectado fue el suelo, lo cual resulta de gran importancia para una región agrícola y ganadera. Al respecto platicamos con algunos miembros del Laboratorio de Edafología de la Facultad de Ciencias, que realizan en el área afectada un proyecto de investigación al que podríamos llamar: “El desarrollo de la interacción de los materiales volcánicos y el suelo”. En cuanto a éste, nos dice la investigadora Silvia Ramos: “para nosotros este es un trabajo muy importante, ya que gran parte del suelo del sureste de México y Centroamérica es de origen volcánico y se encuentra sometido a un clima tropical, que son precisamente las condiciones en que se encuentra el suelo del Chichonal, de manera que nos puede servir como modelo de estudio; y con su evolución explicarnos características de otras regiones”. En cuanto al cambio de la fertilidad del suelo, existen algunas hipótesis que se piensa comprobar; una de ellas dice que si la capa es mayor de 30 cm, resulta perjudicial.
El estudio se realiza tomando muestras periódicas del suelo de diferentes lugares, analizándolas y tomando datos complementarios sobre la flora. A ese respecto nos platica Salvador Pontón, tesista de Edafología: “yo trabajo cerca del volcán, tomo muestras del suelo a varias profundidades, que luego tamizo y sujeto a diferentes pruebas; densidad aparente y real —que indica el espacio poroso—; color —que indica presencia de metales y componentes orgánicos—; textura, acidez, análisis de nutrientes, capacidad de intercambio catiónico, etc. La gente es muy amable con nosotros —dice Salvador— y nos da información espontáneamente, como el que este año los frutales han producido más que otras veces, ‘pero la pastura está mala’. Esos datos son importantes”.
Dejamos a Salvador manipulando con dedos hábiles la ceniza, y mientras lo hace, parece que estuviéramos frente al cráter del Chichón con su lago interior de color verde, que hierve incansablemente…
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cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. El chichonal. Ciencias 4, abril-junio, 6-7. [En línea]
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Adolfo Olea
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El título de este artículo evoca un período histórico y un
nombre: stalinismo y Lisenko, trae a la memoria las discusiones que siguieron a la Revolución de Octubre sobre cómo debería ser la ciencia socialista en contraposición a la capitalista; los problemas enormes de la producción agrícola soviética; el programa de colectivización del campo iniciado por Stalin en 1929 y rechazado ampliamente por los campesinos; las, en muchos casos, desastrosas técnicas de cultivo propuestas por Lisenko y su descalificación de la genética occidental como una ciencia burguesa; la prohibición de la enseñanza e investigación de la genética en la Unión Soviética; la versión ontológica del materialismo dialéctico que pasó a ser garantía de verdad de los planteamientos de Lisenko; la intervención personal de Stalin y del PCUS en apoyo a Lisenko y la consagración de las ideas de éste como teorías “oficiales” del Estado: y muchas cosas más.
Estudios recientes1 han mostrado la complejidad de este problema y la necesidad de analizarlo desde la perspectiva marxista para revelar cuáles fueron sus razones profundas y evitar otro fracaso de esa magnitud.
Sin embargo considero, que sigue siendo válido, incluso indispensable, discutir la función ideológica que juegan actualmente las ciencias. Con frecuencia, se opone a este intento el fetiche de Lisenko: se argumenta que es peligroso hablar del carácter de clase de la ciencia porque ya el fracaso del lisenkismo habría demostrado que éste es un problema falso. Por el contrario, discutir el papel de dominaci6n ideológica que juegan las ciencias no sólo no es un problema falso, sino una necesidad política e ideológica que la realidad social impone.
Paradójicamente, el lisenkismo ha tenido como consecuencia, que para muchos vuelva a ser aceptable la idea de que la ciencia es neutra, que constituye un dominio del conocimiento ajeno a las cuestiones políticas e ideológicas. Esta es la posición dominante hoy en la Unión Soviética, cuyo silencio sobre esa etapa histórica muestra que se ha tendido un velo sobre los errores cometidos.
Por otro lado, en el mundo capitalista ciertos científicos tienen cada vez más complejos de culpa por su participación en la elaboración de la bomba atómica, en la fabricación de armas químicas y biológicas utilizadas contra el pueblo vietnamita, etc., y han inventado la falacia de que debe distinguirse entre la ciencia —que sería neutra política e ideológicamente y hasta revolucionaria por si misma— y los usos de la ciencia, que sí están determinados por intereses de clase. Pero es evidente que el napalm, los defoliantes químicos, las técnicas de manipulación y control social tienen un objetivo predeterminado antes de su uso. Así que la distinción entre la ciencia y su uso, no es más que una forma desesperada de salvar la tan maltrecha “objetividad” científica. Aún las áreas aparentemente más alejadas de una aplicación práctica, por ejemplo la física de altas energías, cumplen con la función ideológica de reforzar el elitismo, la jerarquía y el valor de los “expertos”.
La ciencia no es neutra tampoco en lo que respecta a los problemas que investiga y los métodos que utiliza para resolverlos. Se eligen predominantemente temas que sirven a la reproducción del sistema capitalista, mientras que se abandonan los que serían de mayor importancia para las grandes masas incluso los viajes espaciales han sido calificados por el físico francés Levy-Leblond como:
“(…) nuevos juegos de circo con los cuales se intenta entretener a las multitudes y alejarlas de los problemas serios: ¡cómo considerar de otra manera la carrera a la Luna y esos robots pisando el suelo selenita al precio de millones y millones de dólares que representan el sudor y la sangre de millones y millones de hombres a quienes se arroja como pasto ese espectáculo!2
La organización del trabajo científico reproduce la división del trabajo fabril: existen los administradores y los grandes “hombres de ciencia”, pero también los técnicos, tesistas y becarios. La supuesta “comunidad científica” resulta ser un mito ideológico más. Ahí están para quien lo dude la jerarquía, elitismo y sexismo en los laboratorios de investigación, la división del trabajo manual y trabajo intelectual y el prestigio de que gozan quienes publican artículos en revistas extranjeras y tienen relaciones con la “comunidad científica” internacional.
Conforme avanza la proletarización e industrialización del trabajo científico, son más los que advierten el carácter de clase de la organización, producción y comunicación de la ciencia. Por supuesto, quienes siguen siendo beneficiados por el sistema permanecen casi siempre mudos, pues reciben premios, están en posiciones de poder, viajan frecuentemente, y, como si esto no bastara, ser “hombre de ciencia” da prestigio social. La concientización de los trabajadores científicos tiene que pasar necesariamente por una autocrítica de su papel social.
El conocimiento científico ha servido para devaluar el conocimiento popular, para arrebatar a las masas trabajadoras toda capacidad autónoma, toda habilidad que no pueda someterse a la división jerárquica del trabajo típica del capitalismo, que no aporte ningún beneficio a la burguesía. Al capitalista conviene más que los trabajadores acudan a la medicina industrial —que da jugosas ganancias— que a la medicina herbolaria popular por lo cual este tipo de conocimientos serán calificados de no científicos.
Los científicos son hoy, como antes los sacerdotes, los depositarios de la verdad, los expertos que dan la última palabra. De esta manera, ya no habría explotación en el trabajo, sino estaría “científicamente organizado”. En la mente de las mayorías, una “comprobación científica” suena a verdad irrefutable e inevitable, cumpliendo así la ciencia su función de dominación ideológica de los explotados. La referencia a los “expertos” es también una manera eficaz de impedir la participación de obreros y campesinos, que sólo tendrían un conocimiento empírico, superficial, no sistematizado.
Pero las ciencias no sólo tienen una función de control y manipulación, son también una fuerza de producción y sus productos se venden como mercancías. Así, es innegable que contribuyen a la reproducción ideológica y material del modo de producción capitalista.
Quienes defienden la “neutralidad” y “objetividad” de la ciencia argumentan que aún cuando está organizada, es producida y es usada de acuerdo con los intereses de la clase dominante, el contenido de las teorías científicas es neutro política e ideológicamente.
Se dice que el contenido de las teorías científicas no tiene relación con la posición ideológica y filosófica de sus autores: la teoría de la relatividad no parece influida por el humanismo democrático de Einstein, ni el formalismo cuántico por el aristocrático distanciamiento de Dirac; o los principios cuánticos de simetría por las ideas políticas reaccionarias de Wigner o de Gell-Mann.3
Pero si discutimos en el terreno impuesto por la ideología dominante, el terreno de la “objetividad científica”, estaremos separando el producto científico final de las condiciones materiales y de la práctica efectiva de las que surgió.
Por ello, el análisis del carácter de la ciencia debe darse a todos los niveles posibles, no sólo sobre el producto final. Por otra parte, es necesario discutir cuál es su relación con la organización social. Cabe poner alerta contra las generalizaciones a priori, pero si podemos mostrar que una teoría contiene en sus planteamientos internos elementos ideológicos y es utilizada para justificar la dominación de clases, entonces estaremos en un terreno que no es el de la sola “objetividad científica”, sino el de la discusión política e ideológica.
A diferencia de la física, en la biología puede mostrarse claramente que en los conceptos científicos hay un sinnúmero de determinantes ideológicos. Quizá se deba a que la biología es hoy la disciplina que pretende tener la clave de la “naturaleza humana”. Una simple mirada al pasado es suficiente para ver que todas las conceptualizaciones de la “naturaleza humana” que se aíslan de la praxis social y de la historia, tienen una función de dominación ideológica.
Que quede claro que los argumentos anteriores no implican que la ciencia sea burguesa como un todo y que debemos rechazarla, señalan sólo el reconocimiento de una realidad que es necesario transformar.
En seguida, se revisa a vuelo de pájaro el concepto de naturaleza en Marx y el concepto de ideología. Esto dará los marcos del análisis que presento luego para el caso particular de la biología.
El concepto marxista de naturaleza, a diferencia del que hoy nos impone la teoría de la evolución, tiene un carácter socio-histórico. Marx considera la naturaleza siempre en relación con la actividad humana, con la praxis social. En palabras de Marx:
“En tanto el hombre (…) actúa exteriormente sobre la naturaleza y la modifica, modifica al misma tiempo a su propia naturaleza”.4
En Marx el materialismo tiene un carácter no ontológico, le parecen inseparables sujeto y objeto de conocimiento, al mismo tiempo que señala la “prioridad de la naturaleza externa”, enfatiza el papel de la mediación humana.
En los Manuscritos EconómicoFilosóficos de 1844 Marx afirmaba que:
“(…) la naturaleza, tomada en forma abstracta, por sí, fijada en la separación del hombre, no es nada pare el hombre”.5
Para Marx no hay separación neta entre naturaleza y sociedad, por lo que las ciencias naturales y las ciencias históricas no difieren esencialmente en cuanto a su método. En la Ideología Alemana decía:
“Sólo conocemos una única ciencia, la ciencia de la historia. La historia sólo puede ser considerada desde dos aspectos, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de la humanidad. Sin embargo, no hay que dividir estos dos aspectos; mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente”.6
Quizá la forma en que hoy comprendemos una ley natural, puede cambiar en el futuro. Marx decía en una carta a Kugelman:
“Las leyes naturales no se pueden suprimir, lo que se puede cambiar en situaciones históricamente diversas es sólo la forma en que aquellas leyes se imponen”.7
La conciencia cognoscente es una forma de la conciencia social, determinada por el ser social, por las condiciones materiales de existencia, por lo que el conocimiento de la naturaleza no está aislado de la situación histórica y social. La determinación de la conciencia por el ser social no es algo mecánico y absoluto, pues en una misma situación hay diferentes formas de concebir la realidad. Es decir, la mente humana no sólo extrae de la naturaleza lo que es objetivo, sino que la interpreta. En palabras de Lenin:
“La conciencia (…) no sólo refleja el mundo objetivo, sino que también lo crea”.8
De las categorías económicas como capital, mercancía y valor, Marx decía en El Capital que:
“Son formas de pensamiento socialmente válidas y por lo tanto objetivas, para las relaciones de producción de este modo social de producción históricamente determinado, es decir para las relaciones de la producción de mercancías”.9
En cambio, las leyes de la naturaleza tienen una validez más general, dado que en ellas no se expresa sólo algo sobre el orden social, sino también —y de manera indisoluble— algo sobre el contexto objetivo de la naturaleza. Por ejemplo, la idea de que los organismos están adaptados al medio existía tanto en la teología como después en Darwin, sólo que en la teología la adaptación era resultado de un diseño divino, mientras que en Darwin la adaptación resulta de un proceso de evolución. Pero no desapareció la idea de la adaptación, lo que cambió fue la manera de interpretarla. Los organismos se han descrito en diferentes épocas históricas como relojes, máquinas de vapor o computadoras. No podemos decir que una de estas analogías sea más científica que otra, todas establecen una relación entre la praxis social y el estudio de la naturaleza, relación histórica y socialmente determinada.
En la introducción a la edición italiana de la obra de Schmidt, Lucio Colleti expresa de manera concisa la complejidad del concepto de naturaleza en Marx:
“El problema del doble carácter de la naturaleza, en tanto ‘inmediatez’ y ‘mediación’, condición y producto, ‘punto de partida’ y ‘punto de llegada’ es en Marx el problema, complejo, de la relación entre proceso idílico y procese real, deducción e inducción, desarrollo ‘según el concepto y desarrollo’ según la naturaleza (…)”.10
En suma, cuando se habla de leyes científicas completamente objetivas e independientes del ser inhumano, se está haciendo abstracción del sujeto cognoscente y de la historia. Existen leyes naturales independientes de la voluntad humana, pero la forma en que las concebimos está condicionada social e históricamente.
Alrededor del concepto de ideología se ha establecido una controversia, que aquí no abordaremos.11 De manera sencilla entenderemos la ideología en dos sentidos complementarios:
1. La ideología es una representación del mundo, que expresa la relación imaginaria de los humanos con sus condiciones de existencia, y es una forma de reproducir las relaciones sociales y de producción existentes. En este caso hablamos de la ideología de la clase dominante, que se impone a los trabajadores como una conciencia invertida de la realidad.
2. En sentido más amplio, la ideología es una serie de representaciones y suposiciones silenciosas que existen en cualquier sociedad —de clases o no— y que hacen posible su reproducción material y espiritual.
Althusser habla de un “(…) conjunto de representaciones y creencias religiosas, morales, jurídicas, políticas, estéticas, filosóficas, etc. (…) que constituyen lo que se llama nivel ideológico”.12
Aunque Althusser no dice nada sobre las “representaciones y creencias científicas” —quizá porque piensa que en la ciencia no se trata de representaciones y creencias, sino de “hechos objetivos—, me parece indudable que en su trabajo de investigación los científicos parten de una serie de representaciones de la realidad social, que pueden luego incorporarse a las teorías científicas.
Las ideas de la clase dominante, poseedora de los medios de producción material y espiritual, son las ideas dominantes en cada período histórico. Pero esto no quiere decir que no existan otras representaciones de la realidad, otras ideologías dominadas.
En la tradición “ortodoxa” marxista se hacen afirmaciones que no corresponden al pensamiento original de Marx, por ejemplo, que hay una oposición definitiva entre ciencia e ideología, se las trata como si fueran aceite y agua, como si no pudieran mezclarse.
Consideramos lo que dice Ludovico Silva:
“La oposición de la ciencia y la ideología proviene (…) de que si la ideología tiene un papel encubridor y justificador de intereses materiales basados en la desigualdad social, el papel de la ciencia —y así entendió Marx la suya— debe consistir en lo contrario: esto es, en analizar y poner al descubierto la verdadera estructure de las relaciones sociales, el carácter histórico y no ‘natural’ de aquella desigualdad social”.13
No es raro encontrar quienes defiendan la creencia de que la ciencia es revolucionaria por sí misma y que existe una contradicción entre capitalismo y desarrollo de las ciencias, cuyos descubrimientos nos harían cada vez más libres, al hacernos conocer la “verdad”. Hemos ya argumentado que las ciencias contribuyen tanto a la reproducción material como ideológica del capitalismo, de manera que en vez de estar en contradicción con esta forma de producción, son uno de sus sostenes más conspicuos.
Los elementos ideológicos en los planteamientos científicos, son prácticamente inseparables de lo que se llama conocimiento “objetivo”. Lo ideológico en las ciencias naturales consiste, a mi juicio, en la introducción consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria, en la naturaleza de las representaciones dominantes en la sociedad, haciendo aparecer la sociedad de clases como un reflejo de la naturaleza.
El hacer una ciencia diferente a la capitalista, requiere no de la eliminación improbable de la ideología, sino de otra ideología. Como dice Lévy-Leblond:
“Sólo una ideología para (por consiguiente de y por) el pueblo, puede ayudar a construir una ciencia para (por consiguiente, de y por) el pueblo”.14
Quiero ahora utilizar este marco de referencia para tratar fundamentalmente la teoría darwinista de la evolución, que hoy se presenta como la base de las justificaciones ideológicas que la neurología, etología, sociobiología, psicología, biología molecular, proporcionan al capitalismo desarrollado. De hecho, espero dar argumentos para mostrar que la biología actual es la continuadora del proyecto darwinista de racionalización de la explotación de clases. De sobra está decir que la afirmación anterior no implica de ninguna manera que la biología sea sólo ideología.
La Teoría Darwinista de la Evolución
El esbozo de análisis que presento se centra en los elementos ideológicos de la teoría de la evolución y en la utilización ideológica y política que de ella se hizo. Estoy consciente de que el surgimiento de la teoría darwinista es un problema más complejo que el del simple condicionamiento social e histórico, que es también un problema científico y epistemológico que tiene una autonomía relativa y una dinámica propia, por ello digo explícitamente que el mío es un tratamiento sólo parcial.
Dentro de la teología natural, corriente dominante en las ciencias inglesas durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, se concebía la naturaleza como algo creado y regulado directamente por Dios. Las especies estaban perfectamente adaptadas a sus condiciones de existencia porque eran concebidas como la expresión de un diseño divino, que habría determinado de una vez y para siempre la forma de plantas y animales y del mundo en general. La idea de cambio a través del tiempo no encajaba en esta concepción de la naturaleza.
Sin embargo, la idea de progreso, característica del siglo XIX, se introdujo incluso en al estudio de las producciones de la naturaleza dentro del paradigma de la teología natural. En una cierta época se hablaba de un progreso sin cambio de las especies, un progreso que sería más bien de carácter ideal que material. Para los geólogos progresionistas, el hallazgo de fósiles cada vez más complejos en las capas más recientes de la corteza, indicaba que Dios había avanzado en su proyecto de creación, porque había producido organismos cada vez más perfectos para substituir a los que se habían extinguido por efecto de catástrofes naturales de enorme magnitud.
Dicho sucintamente, la revolución teórica darwinista consistió en explicar la naturaleza mediante causas secundarias, es decir, sin la participación directa del creador y en la substitución del mundo estático por un mundo en constante cambio. Darwin y Wallace llegaron independientemente a una explicación muy similar de los procesos de evolución de las especies, que podría resumirse como sigue. Las poblaciones de organismos tienden a crecer de manera geométrica, mientras que los recursos alimenticios y el espacio son más bien limitados. Esta superpoblación conduce a una lucha por la existencia entre organismos de la misma especie —que habitan el mismo lugar y se alimentan de los mismos recursos— y también entre organismos de diferentes especies. En esta lucha, se encuentran en posición ventajosa aquellos organismos que posean alguna diferencia corporal o fisiológica que les haga superar a los demás. Así, los individuos que poseen alguna particularidad individual favorable, por pequeña que sea, tienden a sobrevivir y dejar un mayor número de descendientes que otros organismos.
Darwin decía usar la expresión “lucha por la existencia” en un sentido amplio y metafórico, que incluía la dependencia de un ser respecto de otro y —lo que es más importante— incluía no sólo la vida del individuo, sino también el éxito en dejar descendencia. Asimismo, llamaba selección natural al principio por el cual toda variación, si es útil al organismo, se conserva en la descendencia.15
En su Autobiografía el propio Darwin relata el método de investigación que siguió en su estudio sobre el origen de las especies:
“Después de mi regreso a Inglaterra (luego de haber realizada un viaje de circunnavegación de 1831 a 1836, como naturalista del Beagle, bergantín de la marina británica), me pareció que, siguiendo el ejemplo de Lyell en geología y reuniendo todos los hechos que se refieren de alguna manera a las variaciones de los animales y las plantas en domesticación y en estado de naturaleza, podría tal vez arrojarse alguna luz sobre toda la cuestión. Comencé mi primer cuaderno de notas en julio de 1837. Trabajé según verdaderos principios de Bacon y, sin ninguna teoría, reuní hechos en gran escala, más esencialmente en lo que concierne a las producciones domésticas, mediante encuestas impresas, conversaciones con criadores y jardineros experimentados, y por medio de numerosas lecturas (…) pronto percibí que la selección era la clave del éxito del hombre en la producción de razas útiles de animales y plantas. Pero cómo podía aplicarse la selección a los organismos vivos en estado de naturaleza siguió siendo para mí un misterio durante cierto tiempo.
En octubre de 1838, es decir quince meses después del comienzo de mi búsqueda sistemática, sucedió que leí para distraerme el trabajo de Malthus sobre Población; estando bien preparado —en virtud de una larga y continua observación de las costumbres de animales y plantas— para apreciar la lucha por la existencia que se da en todos los terrenos, de pronto se me ocurrió que en esas condiciones las variaciones favorables tenderían a ser conservadas, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado sería la formación de especies nuevas”.16 Darwin dice seguir el método baconiano, que consiste en observar sin ideas preconcebidas y luego generalizar con base en los hechos observados. Pero es evidente que lo que vemos está fuertemente influido por lo que esperamos ver. Es difícil aceptar que Darwin no tuviese ideas preconcebidas, representaciones de la realidad en que vivía. Seguramente, aceptaba, incluso antes de iniciar su carrera como naturalista, las ideas de competencia, lucha por la existencia y progreso, que formaban parte de la ideología dominante en la Inglaterra victoriana.
Parecería que Darwin pudo encontrar la clave para su mecanismo evolutivo —la selección natural— en una lectura fortuita de la obra de Malthus Ensayo sobre el Principio de la Población. Wallace reconoció también que había llegado a concebir la idea de selección natural gracias a una lectura —también casual— de Malthus. Pero hay un tercer personaje, Herbert Spencer, que no se menciona frecuentemente en torno a este problema, y que publicó seis años antes que Darwin y Wallace, sus ideas sobre la selección de los más aptos entre los humanos, sin extender su idea a plantas y animales, también como consecuencia de la influencia de Malthus.
La idea de selección natural habría estado unida desde su origen, al planteamiento de Malthus sobre la sobrepoblación en las sociedades humanas. Pero esta explicación no me parece suficiente; implicaría que esa idea surgió gracias a tres casualidades independientes. Podríamos preguntarnos, ¿si no hubieran leído a Malthus, habrían llegado a la idea de selección?, yo creo que sí, porque la selección era parte de las representaciones ideológicas que daban cohesión a la explotación de las masas.
La teoría darwinista de la evolución se publicó en 1859 y, contra lo que habitualmente se dice, fue aceptada rápidamente en Inglaterra y Alemania. Una muestra burda, pero ilustrativa, la tenemos en los exámenes que se aplicaban a los estudiantes de ciencias en la Universidad de Cambridge. En 1851 una pregunta de examen rezaba: “Revise toda la evidencia fósil y muestre que no conduce a una teoría de desarrollo natural mediante una transmutación natural de las especies”. Sin embargo, en 1873 una pregunta era “asuma como verdadera la hipótesis de que las especies existentes de plantas y animales se han derivado por generación a partir de otras muy diferentes, (y discuta las causas)”.17
En la historia del surgimiento de la teoría de la evolución, hay incluso anécdotas edificantes que presentan a los evolucionistas como víctimas de una reacción violenta por parte de la Iglesia y de los naturalistas. Una de estas anécdotas es el debate entre el obispo Wilberforce —enemigo de la teoría darwinista— y Thomas H. Huxley —defensor de la causa darwinista. Héla aquí:
“Me gustaría preguntar al profesor Huxley, que está a mi lado, y dispuesto a despedazarme apenes me haya sentado, sobre su convicción de que desciende del mono: ¿le viene esa ascendencia simiesca por la línea de su abuelo o de su abuela?”.18
A lo que Huxley habría contestado con su habitual mordacidad y con cierto desprecio:
“Afirmé, y lo repito, que un hombre no tiene por qué avergonzarse de tener por antepasado a un mono. Un antepasado al que sí me daría vergüenza recordar sería un hombre (…) que (…) se metiera en cuestiones científicas que no conoce realmente, sólo para oscurecerlas con una retórica inútil y distraer la atención de su auditorio del punto en cuestión con digresiones y hábiles apelaciones al prejuicio religioso”.19
Es cierto que algunos miembros de la Iglesia reaccionaron violentamente ante la publicación de El Origen de las Especies, pero no lo es menos que muchos teólogos aceptaron como más digna del creador la visión de la naturaleza que se exponía en la obra.
Entre los científicos, sobre todo entre los de edad avanzada, hubo también reacciones de rechazo, pero la aceptación fue mayor.
En una carta de agradecimiento por haberle enviado un ejemplar de El Origen de las Especies, el geólogo Adam Sedwick regañaba a Darwin:
“Si no lo considerara un hombre de buen humor y amante de la verdad, no le diría que (a pesar del enorme caudal de conocimientos, de la abundancia de datos, importantes opiniones sobre la correlación de las diversas partes de la naturaleza orgánica, de los admirables indicios sobre la difusión en amplias regiones de muchos seres orgánicos relacionados entre si, etc., etc.) he leído su libro con más dolor que placer. He admirado muchísimo algunas partes de él, otras me han hecho reír hasta casi dolerme los costados. Otras las he leído con absoluto pesar, porque pienso que son completamente falsas y penosamente nocivas”.20
Ante las polémicas desatadas por su obra, Darwin, que se conservó al margen de ellas, decía apesadumbrado:
“Es una maldición que tenga que haber toda esta rivalidad en lo que debería ser el pacífico dominio de la ciencia”.21
Obviamente, Darwin coincidía con quienes hoy consideran su teoría como una producción científica libre de la ideología.
Lejos de mí está el negar la intensidad e importancia de las controversias que suscitó El Origen de las Especies. Pero de cualquier manera queda la impresión —cierta o no— de que la teoría fue recibida con los brazos abiertos por los científicos y la sociedad. ¿Cuáles fueron las razones? Esquemáticamente podemos considerar las siguientes: 1. El enorme poder explicativo de la teoría, que hacía comprensibles informaciones que antes parecían inconexas, provenientes de la biogeografía, registro fósil, estratigrafía, desarrollo embriológico, anatomía comparada, taxonomía y domesticación de animales y plantas.
2. La teoría darwinista cumplía con los criterios de cientificidad racionalista, empirista y positivista. En el terreno de las ciencias formaba parte de una tradición iniciada desde Newton, consistente en explicar la naturaleza mediante causas secundarias, sin intervenciones del creador. La teoría darwinista se convirtió en un ejemplo y refuerzo de la cientificidad positivista y en un golpe al creacionismo. 3. Otro factor importante que no hay razón para dejar de lado es que Darwin formaba parte de todo un grupo de poder constituido por científicos que eran —o habían sido— presidentes de sociedades y revistas científicas. Los darwinistas se encontraron siempre en posiciones muy favorables para dar respuesta a sus adversarios, hasta el grado de que Thomas H. Huxley se permitió en una ocasión censurar, para publicación, un artículo científico que atacaba la teoría evolutiva.22 4. Por último, existieron también razones ideológicas y políticas para que la teoría se aceptara y difundiera rápidamente. Centraré las líneas siguientes en este aspecto. Citando abundantemente a Darwin y a quienes en aquel entonces hicieron una crítica de los planteamientos ideológicos darwinistas. Aunque muchos historiadores de las ciencias argumentan —con razón— que decir que la idea de evolución estaba en el aire o que formaba parte del espíritu de la época, no explica nada, creo que sí explica a un cierto nivel. No bastará esa simplificación para comprender cómo se constituyó, desde el punto de vista epistemológico, todo el andamiaje teórico, pero quizá si pueda decirnos cuáles eran las relaciones de la teoría de la evolución con la idea de progreso y con la ideología dominante de la época.
El período histórico de interés para el surgimiento y difusión de la teoría darwinista se caracteriza por el afianzamiento del modo de producción capitalista, la intensificación de la explotación, el despertar de la clase obrera, sus primeras luchas como clase consciente de su papel en la producción y sus primeras derrotas. Por el expansionismo del imperialismo británico y por la explotación inmisericorde no sólo del trabajo de los hombres, sino también de las mujeres y niños.
Por algo habrá dicho Nietzche que:
“En todo el darwinismo inglés flota algo del olor de gente humilde, indigente y en apuros”.23
El feudalismo había sido un Sistema racionalizado por la idea de que así lo había determinado Dios; la estructura jerarquizada de los habitantes del cielo reproducía la estructura cerrada de la organización social.
El capitalismo, en cambio, tuvo una racionalización científica que comenzó con Darwin y continua hasta nuestros días.
Darwin estaba consciente —obviamente— de su posición de clase, como parte de los “más aptos”, y del expansionismo inglés. En el libro de sus memorias de viaje decía:
"Cuando se considera el estado actual del hemisferio austral no se puede menos de esperar mucho respecto de su futuro progreso. No creo que pueda hallarse en la historia ningún símil de los progresos del hemisferio austral, que tan de cerca han seguido a la introducción del cristianismo. Tanto más notable es el hecho cuanto que, apenas hace sesenta años, un hombre cuyo excelente juicio no puede ponerse en duda, el capitán Cook, no preveía cambios semejantes, a pesar de lo cual se han realizado por el espíritu filantrópico de la nación inglesa.
Australia viene a ser, en el mismo hemisferio, un gran centro de civilización e indudablemente será dentro de poco la reina de esto mitad del mundo. No puede un inglés visitar estas colonias sin sentirse orgulloso y satisfecho. Izar en cualquier parte la bandera inglesa es asegurar que se llama allí la prosperidad, la civilización, la riqueza”.24
¡Darwin llamaba filantropía inglesa al exterminio y esclavización de indígenas de diferentes continentes! El orgullo imperialista de Darwin al ver su bandera izada en otros confines del mundo, no difiere un ápice del que hoy muestra el ciudadano estadounidense medio.
Marx expresó claramente su apreciación de la teoría darwinista considerándola un importante progreso de las ciencias naturales y al mismo tiempo una racionalización de la sociedad capitalista. En una carta a Engels decía que en El Origen de las Especies “(…) se encuentra el fundamento histórico natural de nuestra idea”.25
Mientras que en otra dirigida a Lasalle explicaba:
“El libro de Darwin es muy importante y me sirve de base de la lucha de clases en la historia. Desde luego que uno tiene que aguantar el crudo método inglés de desarrollo. A pesar de todas las deficiencias, no sólo se da aquí, por primera vez, el golpe de gracia a la ‘teleología’ en las ciencias naturales, sino que también se explica empíricamente su sentido racional”.26
En El capital quede claro qué entiende Marx cuando dice que la teoría darwinista es el fundamento histórico-natural de la concepción materialista de la historia y qué entiende cuando dice que Darwin ha explicado empíricamente el sentido racional de la ‘teleología’.
“Darwin ha orientado —afirma Marx— el interés a la historia de la tecnología natural, es decir, a la formación de los órganos vegetales y animales como instrumentos de producción para la vida de las plantas y los animales. ¿No merece la misma atención la historia de la formación de los órganos productivos del hombre social, base material de toda organización social particular? ¿Y no sería más fácil de satisfacer, puesto que, como dice Vico, la historia humana se diferencia de la natural porque una la hemos hecho y la otra no?”.27
Con la expresión “sentido racional” de la teleología, Marx, se refiere al hecho de que en animales y vegetales existe algo parecido a una “tecnología animal”, representada por los órganos como “instrumentos de producción” que se configuran en el proceso de adaptación y de intercambio con las condiciones exteriores.
Pero al tiempo que veía la importancia científica de la teoría de la evolución, Marx la veía como una concepción de la naturaleza condicionada social e históricamente:
“En cuanto a Darwin, al que he releído otra vez, me divierte cuando pretende aplicar igualmente a la flora y a la fauna la teoría de ‘Malthus’, como si la astucia del señor Malthus no residiera precisamente en el hecho de que no se aplica a las plantas y a los animales sino sólo a los hombres —con la progresión geométrica— en oposición a lo que sucede con las plantas y los animales. Es curioso ver cómo Darwin descubre en las bestias y en los vegetales su sociedad inglesa, con la división del trabajo (léase diversificación), la concurrencia, la apertura de nuevos mercados (léase nichos), las ‘invenciones’ (léase variaciones) y la ‘lucha por la vida’ de Malthus. Es el bellum omniun contra omnes (la guerra de todos contra todos) de Hobbes, y esto hace pensar en la Fenomenología de Hegel, en la que la sociedad burguesa figura bajo el nombre de ‘reino animal intelectual’, mientras que en Darwin es el reino animal el que representa a la sociedad burguesa”.28
En otro lugar Marx repite el mismo juicio:
“A partir de la lucha por la vida en la sociedad inglesa (…) Darwin acabó por descubrir que la lucha por la vida era la ley dominante en la vida ‘animal’ y vegetal. Pero el movimiento darwinista ve en esto una razón decisiva de que la sociedad humana no se libere jamás de su animalidad…”29
¡Pero —podría decir alguien indignado— las comparaciones que hace Marx son inaceptables, la teoría darwinista se ha “comprobado” durante los últimos cien años y ha demostrado corresponder a la “realidad objetiva”!
A quien así argumentara habría que decirle que Marx tenía una concepción socio-histórica de la naturaleza y que no aceptaba la ciencia como un conocimiento absoluto y dado para siempre, sino como un conocimiento social e históricamente determinado.
Es interesante también recordar la opinión de Engels:
“Yo acepto la teoría de la evolución de la doctrina de Darwin pero no acepto su método de demostración (strugle for life, natural selection—lucha por la vida, selección natural) salvo como primera expresión, provisional e imperfecta, de una realidad recién descubierta (…) La acción reciproca de los cuerpos naturales —muertos o vivos— incluye tanto la armonía como el enfrentamiento, la lucha, la conjunción de los esfuerzos (…)
Toda la doctrina darwinista de la lucha por lo vida no es más que la transposición de la sociedad a la naturaleza animada, de la doctrina de Hobbes sobre el bellum omnium contra omnes (la guerra de todos contra todos) y de la doctrina económico-burguesa de la concurrencia, unidas a la teoría demográfica de Malthus. Una vez ejecutado este truco de prestidigitación (cuya legitimidad absoluta niego…, especialmente en los que se refiere a la teoría de Malthus), se transponen de nuevo esas mismas teorías de la naturaleza orgánica a la historia y entonces se pretende que se ha demostrado su validez en tanto que leyes eternas de la sociedad humana”.30 Pero cuando se trataba de defender el lado positivo de la teoría darwinista, Engels no dudaba en hacerlo. La defendió contra Dühring quien la reducía al puro malthusianismo:
“Y así como la ley del salario —argumentaba Engels— seguía en vigor aún después de sepultarse en el olvido los argumentos malthusianos en que Ricardo la apoyaba, la lucha por la existencia tampoco necesita, para subsistir, de ninguna interpretación malthusiana”.31
Me parece que el argumento de Engels sobre la ley del salario podría aplicarse a la teoría evolutiva: ésta seguirá siendo válida aunque alguna vez se derrumbe la primacía de los conceptos de lucha por la existencia y selección natural.
Darwin era consciente de cómo su teoría proporcionaba una justificación a la explotación capitalista y al imperialismo británico. En una carta a Charles Lyell se quejaba de que:
“En un periódico de Manchester se ha hecho un comentario ingenioso, mostrando que yo he probado que ‘la fuerza es buena’ y, por lo tanto, que Napoleón está en lo correcto y todo comerciante fraudulento también”.32
Es seguro que esto no preocupaba mucho a Darwin, pues, como veremos, en su obra se encuentran numerosas justificaciones del sistema capitalista.
Pero antes quiero revisar la posición que Dominique Lecourt ha sostenido, siguiendo la interpretación de Camille Limoges sobre la constitución de la teoría darwinista, en lo que respecta a si Malthus influyó o no ideológicamente.
Pido se me disculpe la extensión de la cita, pero lo hago en aras de no falsear la posición de Lecourt, quien nos dice:
“Lysenko (para decir que la teoría de Darwin contiene elementos reaccionarios) se basa en Engels. Este reproduce la carta de la Autobiografía de Darwin (en que reconoce la influencia de Malthus sobre su teoría); pero resulta cuando menos imprudente si se quiere razonar el proceso de un descubrimiento científico, fiarse ciegamente del relato suministrado por el científico que ha sido el agente, y más cuando se trata, como en este caso de un texto retrospectivo. Trabajos recientes, han demostrado que, en el trabajo de Darwin, el concepto de lucha por la existencia preexistía a su lectura de Malthus. Pero sobre todo, aun suponiendo que la teoría de Malthus haya desempeñado un papel, todo lo decisivo que se quiera, en la formación del concepto darwiniano de lucha por la existencia, no se puede inferir, como hace Lysenko, que este concepto es ipso facto la simple ‘transposición’ del principio malthusiano, pues ello supone entonces confundir el proceso de descubrimiento y la teoría que surge como resultado. La única conclusión que se puede sacar legítimamente de las palabras de Darwin sobre Malthus es que la doctrina malthusiana le ha servido de instrumento teórico. Pero ello ni implica en modo alguno la presencia, en cuanto tal, del instrumento dentro del producto (…)
Puede comprobarse fácilmente si se confronta directamente el principio de Malthus con el concepto darwiniano. ¿Cuál es en efecto el objeto de la demostración de Malthus? Malthus cree probar, frente a los ideólogos del siglo XVIII (especialmente frente a Condorcet), que la intensidad y la necesidad de la lucha impiden cualquier progreso a la especie humana. No cabe ninguna duda de que, en el ánimo de Malthus esta proposición no tiene un valor universal y que, trasladada de la especie humana a las demás especies, le haya conducido a afirmar una eliminación natural cuantitativa sin ninguna selección. Por otra parte, cada vez que Malthus recurre a la idea de lucha por la existencia, nunca es para pretender que gane el mejor. Esto no supone, en mi opinión, ninguna mejora de las poblaciones. Por consiguiente. Lysenko se engaña, al igual que Engels: el principio darwiniano de la supervivencia del más apto es decididamente antimalthusiano, aunque su concepción haya podido requerir el rodeo teórico a través de Malthus”.33
Al respecto de este texto de Lecourt me gustaría decir lo siguiente:
1. La idea de lucha por la existencia era común desde el siglo XVIII en el estudio de las producciones de la naturaleza. Darwin la había encontrado ya, entre otras obras, en los Principles of Geology de Lyell. Además, desde la revolución industrial se había hecho más dramática la lucha por subsistir de las masas desposeídas de la tierra y convertidas en trabajadores libres.
2. La diferencia que establece entre proceso de descubrimiento y la teoría que surge como resultado, es una separación inaceptable, hace desaparecer el concepto de praxis social y se erige la teoría en algo independiente de las condiciones de su formulación.
3. Creo que sería difícil sostener que Darwin, Wallace y Spencer, se sirvieron de la teoría de Malthus sólo como “instrumento teórico” y que el uso que hicieron de ella fue un “rodeo teórico”. ¿Y cómo explicar los casos de otros naturalistas que llegaron a ideas semejantes a la selección natural, aunque no propusieron nada parecido a una teoría de evolución, sin haber leído a Malthus? Me parece más aceptable que estas ideas surgieron como parte de ciertas representaciones ideológicas de la realidad social del capitalismo.
4. Acepto que en Malthus la intensidad de la lucha se convierte en freno a todo progreso, mientras que en Darwin de esa lucha resulta el progreso. Pero bajo este planteamiento, todo se reduce a una cuestión interna de la teoría y se olvidan las consecuencias ideológicas que de ella resultaron en aquella época y todavía en la actualidad.
5. El biógrafo más ilustre de Darwin, Sir Gavin de Beer, ha intentado también en repetidas ocasiones negar el importante papel de Malthus, aislando a Darwin del contexto ideológico de su época.
Es muy fácil mostrar que el mismo Darwin utilizaba su teoría para justificar la división en clases. En El Origen del Hombre, Darwin decía: “El hombre estudia con escrupuloso cuidado el carácter y genealogía de sus caballos y de sus perros antes de aparearlos pero cuando se trata de su propio matrimonio, raramente o nunca se toma tal trabajo. Se halla impelido por motivos aproximadamente iguales a los de los animales inferiores cuando se deja a éstos a su propia elección, aunque es en tan alto grado superior a ellos que concede grandísima importancia a los atractivos mentales y a las virtudes. Por otra parte, es fuertemente atraído por la simple fortuna o por el rango. No obstante, podría mediante la selección sexual, hacer algo, no tan sólo para la constitución corporal y salud de su descendencia, sino para sus cualidades intelectuales y morales. Ambos sexos debían abstenerse del matrimonio si fuesen en grado marcado inferiores en cuerpo y alma, pero tales esperanzas son una utopía, y no se realizan nunca ni siquiera parcialmente, hasta que las leyes de la herencia no sean completamente conocidas. Todo el que influya en este sentido prestará un servicio a la humanidad.
El mejoramiento del bienestar de la humanidad es un problema de los más intrincados. Todos los que no puedan evitar una abyecta pobreza a sus hijos deberían abstenerse del matrimonio, pues la pobreza no sólo es un gran mal, sino que tiende a aumentarse conduciendo a la indiferencia en el matrimonio. Por otra parte, como ha observado Ealton, si las personas prudentes evitan el matrimonio, mientras los negligentes se casan, los individuos inferiores de la sociedad tienden a suplantar a los individuos superiores. El hombre, como cualquier otro animal, ha llegado sin duda alguna, a su condición elevada actual, mediante la lucha por la existencia, consiguientemente a su rápida multiplicación, y si ha de avanzar aún más, puede temerse que deberá seguir sujeto a una lucha rigurosa. De otra manera caería en la indolencia, y los mejores dotados no alcanzarían mayores triunfos en la lucha por la existencia que los más desprovistos. De aquí que nuestra proporción o incremento, aunque nos conduce a muchos y positivos males, no debe disminuirse en alto grado por ninguna clase de medios. Debía haber una amplia competencia para todos los hombres, y los más capaces no debían hallar trabas en las leyes ni en las costumbres para alcanzar mayor éxito y criar el mayor número de descendientas”.34
Así, en términos de Darwin, le existencia de clases y la explotación social, no son más que una consecuencia de leyes naturales. ¿Puede negarse que la teoría darwinista proporcionó una racionalización “científica” del capitalismo? Yo creo que no.
Pero Darwin no sólo acepta la selección natural entre los humanos, también cree que ocurre entre naciones dando una justificación al imperialismo británico. En 1881, un año antes de morir, Darwin decía en una carta:
“(…) yo estaría dispuesto a defender que la selección natural ha hecho y hace más por el progreso de la civilización de lo que usted parece estar inclinado a admitir. ¡Recuerde el riesgo que corrieron las naciones de Europa, no hace tantos siglos, de ser aplastadas por los turcos, y lo ridículo que resulta ahora esta idea. Las llamadas razas caucasianas, más civilizadas, derrotaron completamente a los turcos en la lucha por la existencia. Si miramos al futuro del mundo, en épocas no muy lejanas, qué sin fin de razas inferiores habrán sido eliminadas por razas más civilizadas, por todas partes”.35
Sin duda, estas palabras vendrían como anillo al dedo a las guerras imperialistas y genocidas que realiza actualmente el imperialismo.
El debate sobre la evolución en el siglo XIX guardaba íntimas relaciones con las ciencias humanas y sociales, sicología, medicina, sociología, antropología, ética, etc.
No es seguramente por casualidad que Wallace abandonó la selección natural como mecanismo para explicar el desarrollo físico, mental y social del ser humano. La base de este mecanismo en la teoría de Malthus entraba en contradicción con su filosofía de la naturaleza.
Thomas H. Huxley enfrentado a la evidencia de que la teoría darwinista justificaba la explotación humana decía en 1893:
“Comprendamos, de une vez por todas, que el progreso ético de le sociedad depende no de imitar el proceso cósmico (de evolución), mucho menos en huir de él, sino de combatirlo”.36
La respuesta de Kropotkin ante el darwinismo es también indicadora de los aspectos ideológicos que formaban parte del debate sobre la evolución. Kropotkin, partiendo de una visión diferente a la de Darwin, señalaba que por más que había observado las poblaciones de organismos no había encontrado la lucha por la existencia, sino más bien la cooperación mutua entre plantas y animales.37 El darwinismo social tuvo su representante más destacado en Spencer, quien acuño la expresión de “supervivencia de los más aptos”, adoptada acríticamente por Darwin. Hofstadter caracteriza así el pensamiento de Spencer:
“La teoría de Spencer sobre la selección social, escrita también bajo el estímulo de Malthus, surgió de su interés por los problemas de población. En dos famosos artículos que aparecieron en 1852, seis años antes de que Darwin-Wallace publicaran conjuntamente esbozos de sus teorías, expuso la opinión de que la presión para subsistir en la población debe tener un efecto benéfico en la raza humana. Esta presión ha sido la causa inmediata del progreso desde los primeros tiempos del hombre. Al recompensar la habilidad, inteligencia, autocontrol y el poder de adaptarse mediante innovaciones tecnológicas, ha estimulado el avance humano y seleccionado los mejores de cada generación”.38
Spencer pensaba en una selección de compañías industriales en la lucha comercial. Se le hacía también “natural” la selección humana y entre naciones.
Desde 1850 Spencer afirmaba que la competencia humana llevaría al desarrollo del hombre ideal:
“El desarrollo final del hombre ideal es lógicamente seguro —tan seguro como cualquier conclusión en la que depositamos la más absoluta fe; por ejemplo, que todos los hombres morirán… Por tanto, el progreso no es un accidente sino una necesidad. En vez de que la civilización sea artificial es una parte de la naturaleza, lo mismo que el desarrollo del embrión o el desenvolvimiento de una flor”.39
En términos parecidos a los de Darwin, Spencer insistía en que:
“todo el esfuerzo de la naturaleza es para deshacerse (de los no aptos), limpiar el mundo de ellos, y hacer un lugar para los mejores”.40
Es interesante ver cómo los empresarios capitalistas aceptaron de buen grado la terminología darwinista y spenceriana, como una descripción exacta de sus condiciones de existencia. Los capitalistas financieros e industriales se expresan frecuentemente con el lenguaje propio de la teoría darwinista, porque se sienten los más aptos, los que han vencido en la lucha por la existencia. Así, no es extraño que John D. Rockefeller dijera: “El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto”.41
El desarrollo actual de la biología se realiza bajo el paradigma darwinista. Entonces, resultan comprensibles los intentos de algunos etólogos, neurobiólogos, sociobiólogos e incluso de los biólogos moleculares por justificar la estructura capitalista introduciendo en la naturaleza las reglas de la organización social burguesa.
Sobran ejemplos de cómo la actitud darwinista ha sido continuada en la biología. Durante la lucha de liberación del pueblo argelino, la “racionalidad científica” estuvo al servicio del imperialismo francés. Los médicos y neurólogos, mediante estudios supuestamente científicos, llegaron a la conclusión de que los argelinos son perezosos natos, mentirosos natos, ladrones natos, criminales natos. Así, la estrategia de contrainsurgencia se veía justificada, pues se estaba enfrentando a un pueblo presa de instintos animales de agresión.42
Uno de los ejemplos más recientes y más ridículos es el intento de Santiago Genovés por encontrar las razones “antropo-psicosociológicas” de la violencia en el país vasco, justificando el carácter manipulador de su estudio con la siguiente afirmación:
“El estudio, pues, es científico en la medida en que soy hombre de ciencia y trato de ser objetivo”.43
He aquí en plena actuación el prestigio de los “hombres de ciencia” y de la “objetividad”.
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Notas 1. D. Lecourt, Lysenko, Historia Real de una Ciencia Proletaria, Barcelona, España, Lais, 1978; R. Lewontin y R. Levins, “El problema del Lysenkopismo”, en S. Rose y H. Rose (comps.), La Radicalización de la Ciencia, México, Nueva Imagen, 1980. 2. K. M. Lévy-Leblond, La ideología de/en la Física Contemporánea y Otros Ensayos Críticos, Barcelona; Anagrama, 1975, pp. 87-88.
3. Cfr., ibid., donde se discuten estos casos de supuesta neutralidad de las teorías de la física.
4. Citada en A. Schmith, El Concepto de Naturaleza en Marx, México, Siglo XXI, 1976, p. 12.
5. Ibid., p. 26.
6. Idem, p. 45.
7. Idem, p. 112.
8. Idem, p. 129.
9. Idem, pp. 137-138.
10. Idem, p. 235.
11. M. Monteforte Toledo (comp.), El Discurso Político, México, Nueva Imagen, 1980, S. Ramírez, Ciencia e Ideología, Publicaciones del Depto. de Matemáticas, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
12. Althusser, “Sobre el Concepto de Ideología”, en Polémica sobre Marxismo y Humanismo, México, Siglo XXI, 1976, p. 177.
13. L. Silva, Teoría y Práctica de la Ideología, México, Nuestro Tiempo, 1979, p. 16.
14. Lévy-Leblond, op. cit., p. 13.
15. Cfr., Charles Darwin, “On the Origin of Species. A Facsimile of the First Edition”, Cambridge, Harvard University Press, 1964.
16. Ch. Darwin, Autobiografía y Cartas Escogidas, Madrid, Alianza Editorial, 1977, pp. 87-87.
17. M. Ruse, The Darwinian Revolution, Chicago, The University of Chicago Press, 1979, p. XII.
18. Darwin, Autobiografía, pp. 353-354.
19. Ibid, p. 355.
20. Idem, pp. 327-328.
21. Idem, p. 370.
22. Cfr., Ruse, op. cit.
23. Citado en R. Hofstadter, Social Darwinism in American Thought, 1955, Selección contenida en P. Appleman, Darwin a Norton Critical Edition, New York, W. W. Norton and Co., 1979, p. 392.
24. Ch. Darwin, Viaje de un Naturalista Alrededor del Mundo, Tomos 1 y 2, La Habana, Gente Nueva, 1978, pp. 425-426, Tomo 2.
25. K. Marx y F. Engels, Cartas Sobre las Ciencias de la Naturaleza y las Matemáticas, Barcelona, Anagrama, 1975, p. 22.
26. Ibid, p. 23.
27. Citada en Schmidt, op. cit., p. 41.
28. Marx-Engels, op. cit., pp. 23-24, los términos entre corchetes —diversificación, nichos y variaciones— proceden de M. Sahlins, Use and Abuse of Biology, London, Travistock Publications, 1977, p. 10. El lector interesado en conocer los argumentos que apoyan esta comparación entre división del trabajo-diversificación, apertura de nuevos mercados —nichos y variaciones-invenciones, puede consultar entre otros dos artículos de S. S. Schweber: “The Origin of the Origin Revisited”, J. Hist-Biol. 10: 229-316.; “Darwin and the Political Economist: Divergence of Character”, J. Hist. Biol. 13: 195-289.
29. Marx-Engels, op. cit., p. 71.
30. Ibid, pp. 84-86.
31. F. Engels, Anti-Duhring, México, Cultura Popular, 1975, p. 69.
32 Citado en I. Christen, Marx et Darwin, Le Grand Affrontement, París, Albin Michel, 1981, p. 124.
33. Lecourt, op. cit., pp. 98-99.
34. Ch. Darwin, El Origen del Hombre, Madrid, EDAF, 1975, pp. 515-516.
36. T. H. Huxley, Evolution and Ethics, 1893, Selección de esta obra contenida en P. Appleman, ed. op. cit.
37. Cfr., P. Kropotkin, El Apoyo Mutuo, Un Factor de la Evolución, Ediciones Tierra y Libertad, 1947.
38. R. Hofstadter, Social Darwinism in American Thought, 1955, Selección en P. Appleman, op. cit., p. 392.
39. Citada en lbid, p. 393.
40. Idem, p. 394.
41. Idem, p. 397.
42. Cfr., Fanon, Los Condenados de la Tierra, México, FCE, 1972.
43. S. Genovés, 1981, “La Violencia en Euzkadi en sus Relaciones con España”, Ciencia y Desarrollo, núm. 37, p. 139.
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Trabajo presentado en abril de 1981 en una serie de conferencias impartidas por Dominique Lecourt, Rosaura Ruiz y el autor en la Facultad de Ciencias.
Adolfo Olea
Profesor e Investigador de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. cómo citar este artículo →
Olea Franco, Adolfo 1983. ¿Es la biología un discurso de dominación? Ciencias 4, abril-junio, 29-39. [En línea]
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Juan Manuel Sierra
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I. La ciencia, como toda actividad humana es parte
integrante del contexto social en el cual opera y, en consecuencia, está íntimamente relacionada con las bases sociales, políticas y económicas que constituyen el desarrollo de un país. A este factor, que podríamos llamar externo, se tiene que aunar el impulso que la ciencia toma de la misma realidad material que es objeto de su estudio y que define así un factor de desarrollo intrínseco (o “interno”). Cualquier planteamiento histórico o político del desarrollo científico no puede prescindir de esta observación preliminar.
Como acción social, la ciencia tiene importancia no sólo como generadora de un patrimonio cultural, sino también para influir sobre los mecanismos de producción a través de la formación de personal calificado, así como por el desarrollo tecnológico. Por otro lado, siempre está presente una influencia de los procesos productivos y de las relaciones sociales de producción sobre el desarrollo científico, dada por las condiciones materiales y la infraestructura. En general, una sociedad impulsa el desarrollo científico, en la medida en que éste resulta necesario para el avance de las capacidades productivas como también de su ideología.
La sociedad capitalista impulsa la ciencia en términos de sus exigencias para la acumulación de capital y para el incremento de sus ganancias. En este proceso, la ciencia se ha transformado de elemento ligado a la producción, a fuerza productiva en sí misma en la medida en que se ha pasado de una industria clásica a una industria de alta tecnología.
En los países de escaso desarrollo de las estructuras productivas, la ciencia adquiere esencialmente un papel ideológico, estimulando una visión individualista del científico, generalmente alejado del contexto social. El mismo capitalismo dependiente, debido a su alianza con el capital de los países imperialistas, encuentra los elementos de su desarrollo en términos de importación científico tecnológica. Esto hace que la ciencia nacional pierda el estímulo que deriva de los procesos productivos y reduzca su papel a una dimensión superestructural de tipo ideológico marginada del contexto socioeconómico.
Debido a que el sector científico necesita, para su desarrollo, de una definición de política académica, de un sistema de selección y evaluación de los cuadros y de un cierto tipo de organización, las diferentes concepciones influyen en este sentido de una manera determinante . Por consiguiente, países con diferentes situaciones políticas y eco nómicas tienden a elaborar esquemas diferentes de evaluación, así como cualquier grupo que plantea una alternativa política tendrá igualmente que plantear un esquema diferente y consistente con su ideología.
Las consideraciones que tratamos ahora de desarrollar, y que abarcan la realidad de nuestro país, se reducen esencialmente a dos cuestiones: la primera, nos conduce a tratar de entender nuestra realidad científica actual con los aspectos relacionados a sus criterios de evaluación, de programas y cuadros. La segunda, tiene carácter de perspectiva por tratar la alternativa que se puede plantear como parte de un programa de transformación de la sociedad hacia el socialismo.
II. En un país de capitalismo dependiente el capital nacional, estrictamente ligado al capital transnacional y de los países imperialistas, no está interesado, en los recursos científicos y técnicos nacionales, sino que encuentra los elementos para su desarrollo en la importación de éstos. Este es el factor básico que determina la dependencia científico-tecnológica actual. En efecto, la ciencia nacional no recibe en estas condiciones estímulo de las fuerzas productivas y, por consiguiente, pierde su conexión con la realidad socioeconómica del país circunscribiendo su función en el ámbito de una ciencia internacional y cumpliendo así con un papel exclusivamente ideológico. En este contexto es posible entender los aspectos básicos de las dos máximas corrientes de concepción de la ciencia que se han dado en el país en los últimos años; el academicismo y el desarrollismo, como también los valores y las crisis relacionadas con el papel jugado por estas corrientes.
Según la concepción academicista, la cultura, la actividad intelectual y, como parte de ésta la investigación científica, representan una actividad destacada y universal, resultado de la acción de individuos identificados con altos ideales de sabiduría. La generación de ideas y de conocimiento, resultado de la labor de esta comunidad, siempre según esta concepción, constituirán con el tiempo la fuerza principal del desarrollo histórico de la humanidad. Este planteamiento resulta profundamente arraigado en los pioneros de la ciencia en México y todavía está ampliamente difundido en el ámbito universitario; ha tenido un papel muy importante en la formación de nuevas generaciones de investigadores de alto nivel académico como también ha contribuido a formar una imagen, hacia el extranjero, de ciencia de alta calidad en México. Su dinámica se ha visto caracterizada por un aislamiento que no le ha permitido producir ningún programa a nivel social. Esto en parte se debe a su origen pequeño burgués, esencialmente individualista, para evitar cualquier tipo de condicionamiento en su actividad y, finalmente por la confianza de que su acción con el tiempo, de manera natural, tendrá efecto a nivel social.
Distinta ha sido la actitud del desarrollismo, que se ha identificado desde un principio con un programa social basado sobre la hipótesis de que la limitada capacidad de generar ciencia y tecnología a nivel nacional, constituye uno de los frenos principales al desarrollo del país. Ligada más fuertemente a la esfera política, esta concepción ha logrado generar un fuerte apoyo al desarrollo tecnológico y a la ciencia aplicada, con la proyección de resolver los graves problemas nacionales. La mayor limitación de esta corriente consiste en haber invertido los factores del subdesarrollo, porque no son la ciencia y la tecnología, sino las leyes mismas del capitalismo, las que producen el fenómeno del subdesarrollo y la dependencia.
Aunque existe la orientación de contraponer estas dos tendencias, resulta más interesante poner en evidencia las características comunes. Ambas señalan que la ciencia es un elemento vital para el país y de aquí su preocupación para aumentar la calidad y la cantidad de la investigación científica. Sin embargo, ambas presentan las mismas limitaciones por no considerar de manera correcta el problema de la vinculación estructural de la ciencia con el aparato productivo del país. Este hecho produce dos consecuencias: la temática se extrae enteramente de la problemática de la comunidad científica internacional; y los criterios de calidad y de evaluación, ya necesarios en una ciencia institucionalizada, son importados y consisten esencialmente en parametrizar la “contribución y el impacto” a nivel internacional, con base en criterios cuantitativos sólo en apariencia neutros.
La investigación y la enseñanza tienen como único punto de referencia la cultura internacional y de ésta extrae los problemas científicos definidos como los más interesantes o importantes. Ambas corrientes participan en convertir el aparato científico mexicano en un apéndice de la ciencia internacional y, mientras impulsan la calidad y la cantidad de la producción científica, establecen también las limitaciones para su crecimiento y refuerzan, al mismo tiempo, la dependencia cultura.
Consideramos importante subrayar lo que ya en otro momento se ha mencionado: el raquitismo del aparato de investigación científica y tecnológica en México, es consecuencia del desarrollo deformado típico del capitalismo dependiente. La crisis del capitalismo que estamos viviendo actualmente se transmitirá inevitablemente hacia el sector científico, ya sea en términos materiales (como lo es una disminución de recursos) o ideológico, redimensionando las esperanzas, falsas en cierta medida, de la capacidad de la ciencia en resolver los problemas nacionales.
Por parte del sector científico se tendrá que reconocer con realismo que no es posible sostener, en particular en un momento como el actual, una actividad social como la ciencia si esta no hace el esfuerzo para vincular su producción a la sociedad en su conjunto.
III. Cualquier organización que lucha por una transformación social del país, en su visión global del proceso que conducirá a una nueva sociedad, incluye una concepción nueva de la ciencia. En términos de una ideología marxista, esta nueva concepción llevará consigo el rescate de los valores que, históricamente, se han venido desarrollando y que con todas sus limitaciones han producido las bases humanas y materiales de la realidad actual.
El objetivo central tendrá que ser la lucha por la independencia nacional, a partir de la cual se puede hacer avanzar el país, tanto hacia la construcción de una sociedad industrial capaz de producir una siempre mayor cantidad de riqueza material, como hacia el afianzamiento del desarrollo democrático, ya sea en lo que se refiere a una justa repartición de la riqueza, o al aspecto de la participación de las masas en las grandes decisiones del país.
La ciencia, como conocimiento objetivo de la naturaleza, tendrá que estar fuertemente relacionada con un desarrollo acelerado de las capacidades productivas, en el marco de una planeación tendiente a resolver los problemas centrales del país: la pobreza, el desempleo, la educación.
Condición indispensable por lo tanto, tendrá que ser un fuerte desarrollo de las instituciones científicas en el sentido de una política productiva nueva y también una amplia difusión del método y del uso del conocimiento científico y de la tecnología. Todo esto se puede lograr aprovechando los recursos actualmente existentes, producto de un proceso histórico pasado y creando, para éstos, condiciones nuevas que estimulen su desarrollo de manera adecuada.
El camino tiene que ser definido por medio de objetivos y normas de funcionamiento que constituyan una guía revisable en todo momento y en cada condición nueva que se presente. Algunos criterios pueden ser definidos desde un principio aunque tiene que quedar espacio para otros que con el tiempo llegarán enriqueciendo este proceso.
El problema central para un científico radica en escoger la temática de investigación, y esto tiene que estar hecho con sumo cuidado y profundo sentido de la realidad. Las ideas novedosas, objeto de la investigación científica, nunca son sólidas en su comienzo. El grado de riesgo a veces es proporcional al valor del objetivo; un análisis demasiado severo puede resultar perjudicial para el desarrollo de un sector entero, son muy pocos los cuadros científicos capacitados para esta selección, más aún cuando se considera que un proyecto de investigación, además de cumplir con sus objetivos, puede fecundar otras ideas y, por consiguiente, establecer todo un proceso. La realidad nacional tiene que estar siempre presente durante la elaboración de una temática de investigación, el entorno social tiene que ser un estimulo constante para explorar caminos nuevos y crear nuevas condiciones. Al mismo tiempo tendrá que pesar la convicción de que las raíces de los problemas de la sociedad no son fundamentalmente de tipo técnico-científico, sino producto de una dinámica mucho más compleja, en donde intervienen las categorías económicas, políticas y sociales. En este sentido, parte de la actividad del investigador consiste en formar cuadros capacitados y conscientes de su realidad social.
El vínculo de la ciencia con las condiciones estructurales de la sociedad tiene que representar, en cada momento, el punto de máximo interés. Una visión realista de las condiciones tiene que constituir un criterio central en el entendimiento de que una desvinculación social lleva consigo el peligro constante de una dependencia cultural.
Por otro lado, es también fundamental la soldadura del trabajo científico con la ciencia a nivel internacional, ya que cada descubrimiento es patrimonio de toda la humanidad. Este aspecto implica necesariamente una producción que se compare con los niveles internacionales, sin que se caiga en la posición de considerar relevante lo que la ciencia internacional indica como la moda. Por consiguiente una concepción universal de la ciencia y una concepción nacional en el sentido de una función social, tienen que resultar integrados en el ámbito de un proceso de transformación hacia el socialismo; y el marxismo ofrece el contexto más avanzado en el cual esta integración puede y tiene que realizarse. Precisamente en esta óptica es donde resulta más evidente la necesidad de una ciencia global, en contraposición a una ciencia forzadamente especializada y fragmentada. De esta manera se plantearían bases para aprovechar, en máximo grado, los recursos escasos del país, en beneficio de resultados que, estando en la frontera del conocimiento, tengan un papel real de tipo social.
El objetivo preliminar consiste entonces, en formular proyectos de investigación conforme a estos criterios y tener presente los mismos criterios durante las fases en que el proyecto despliegue una gama amplia de posibilidades para una selección. La interrelación entre los proyectos también representa una fuente de nuevas ideas y de nuevos recursos humanos y materiales. El carácter interdisciplinario y global de una ciencia, enmarcada en una concepción marxista, y el concepto de proyecto de investigación, ofrecen los instrumentos más avanzados para una actividad científica de primer piano a nivel internacional y al mismo tiempo responsable frente a una realidad nacional.
Es evidente que un sistema organizativo basado en la individualidad del investigador no ofrece un marco adecuado para esta finalidad. La organización tiene que estar supeditada a las necesidades y a la dinámica inducidas por los proyectos y no viceversa. El carácter colectivo del trabajo se vuelve un elemento necesario sin menospreciar el carácter individual de la creatividad y del impulso. El trabajo metódico y la solución de los problemas específicos sólo adquieren importancia en un esquema general de desarrollo de un proyecto.
Junto a una sensibilidad social se necesita creatividad y todos los criterios y normas tienen que respetar ampliamente este hecho. Es muy difícil introducir criterios de evaluación cuando la creatividad juega un papel determinante. Es ampliamente conocido que una gran producción científica no necesariamente esta relacionada con la creatividad, al revés, un ritmo sostenido de producir publicaciones por cuestiones “políticas” tiene que minimizar los riesgos típicos de un trabajo creativo. Una visión marxista tiene que estar profundamente relacionada con el proceso cognoscitivo de la realidad y su papel transformador de la sociedad. Esto y no una aparente alta productividad, fin en si mismo, tienen que ser sus objetivos fundamentales.
Aceptar este planteamiento implica aceptar un sistema de evaluación de los cuadros en relación a la formulación de los proyectos, al trabajo realizado y a los objetivos alcanzados. Estos, llevando en su mayoría a criterios cualitativos pueden ser matizados en términos de un paradigma suficientemente amplio y flexible.
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Juan Manuel Sierra
cómo citar este artículo →
Sierra, Juan Manuel 1983. Hacia una política académica. Ciencias 4, abril-junio, 54-57. [En línea]
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Nota de los editores
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La Facultad de Ciencias tuvo sus raíces en la Escuela de
Altos Estudios que se fundó en 1910, fecha en que se restableció la Universidad Nacional, según Ley Constitutiva expedida el 7 de abril de ese año. La Escuela de Altos Estudios se creó con el fin de “abrir campo y ayudar a la investigación científica, así como de formar hombres aptos para la enseñanza de las más altas disciplinas”.
No obstante esta finalidad expresa, la Escuela tuvo que concretarse a ofrecer cursos aislados de muy diversa elevación científica, con fines casi exclusivamente culturales o encaminados a la preparación de profesores de escuelas secundarias.
En Matemáticas sólo se ofrecieron, en épocas distintas, cuatro cursos libres, sin ningún plan de estudios que les diera unidad; estos cursos fueron dados por los profesores Sotero Prieto, Juan Mancilla y Río, Luis Espino Flores y Daniel Castañeda.
Lo mismo sucedió en Física, pero siendo la actividad de esta sección, tan sólo, los dos cursos que se dieron de 1912 a 1914: uno teórico a cargo del Ing. Valentín Gama, y otro práctico, a cargo del Ing. Joaquín Gallo.
En la rama de Química se dieron varios cursos de carácter técnico, de 1913 a 1916, por los profesores Adolfo Castañares, Ricardo Caturegli, Ing. Juan Salvador Agraz y otros más. En el año de 1916 el Ing. Juan Salvador Agraz fundó la Escuela de Ciencias Químicas y estos cursos, orientados hacia una finalidad netamente técnica, pasaron a depender de la nueva institución.
Por lo que se refiere a Biología, en el año de 1919 se estableció una Subsección de Ciencias Naturales, en la cual, con programas mínimos, de escaso alcance (puesto que no se intentó llevar a cabo la preparación de investigadores, sino simplemente la de maestros de enseñanza secundaria), quedaron incluidas las carreras de Profesor de Botánica y Profesor de Zoología; en cada una de ellas se hacían tres cursos de la materia fundamental, uno de Lógica y Metodología, uno de Fisiogeografía y tres de idiomas. Más tarde, en 1922 quedaron reunidas ambas carreras en una sola, sujeta al siguiente programa de base: tres cursos de Botánica, tres de Zoología y uno de Biología.
En el año de 1924, la Escuela de Altos Estudios se transformó en Facultad de Filosofía y Letras, pero sin cambiar nada lo relativo a ciencias, y no fue sino hasta el año de 1928 cuando se pensó darle importancia a estos estudios, para lo cual se nombraron varias comisiones encargadas de la formación de planes más completos, a fin de establecer carreras regulares con más elevadas miras.
En el año de 1929, al reorganizarse la Universidad, se creó en la Facultad de Filosofía y Letras la Sección de Ciencias y se ofreció el otorgamiento de los grados académicos de Maestro y Doctor en Ciencias Exactas, en Ciencias Físicas y en Ciencias Biológicas, de acuerdo con los planes de estudio respectivos.
Para el grado de Maestro en Ciencias Exactas se exigía cursar cuatro materias de Matemáticas y cinco de otras asignaturas y para el grado de Doctor, otros dos cursos de Matemáticas. Este plan, cuya finalidad exclusivamente cultural salta a la vista, estuvo en vigor hasta fines de 1933, habiéndose dado tan sólo algunos cursos de Matemáticas superiores, sin que nadie hubiera completado la carrera.
En Ciencias Físicas el plan de estudios era semejante, pero nunca se puso en práctica.
En Ciencias Biológicas los estudios eran más completos aunque estaban fundamentalmente encaminados a la preparación de profesores para escuelas secundarias y preparatorias.
En el año de 1933 el Ingeniero Ricardo Monges López publicó en uno de los Diarios de esta Capital, una serie de doce artículos dedicados a hacer ver la importancia de la investigación científica y técnica en el progreso de las naciones y posiblemente debido a estas publicaciones, el Lic. Don Manuel Gómez Marín, cuando se hizo cargo de la Rectoría, lo llamó a colaborar en la reorganización de los estudios científicos y técnicos de la Universidad. De acuerdo con esta reorganización, en el año de 1934 se formaron las Jefaturas de Grupo que tenían como finalidad coordinar e impulsar el estudio de las diversas ramas científicas y técnicas dentro de la Universidad, habiendo sido nombrados como Jefes de estos grupos las siguientes personas; Profesor Sotero Prieto para la Sección de Matemáticas, Ing. Basilio Romo para la de Física, Profesor Francisco Lisci para la de Química, Profesor Isaac Ochoterena para la de Biología e Ing. Ricardo Monges López para la de ingeniería.
En ese mismo año, las Secciones de Matemáticas, de Física y de Química se unieron para formar el Departamento de Ciencias de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
En el año de 1936, al desaparecer las Jefaturas de Grupo fue nombrado Jefe del Departamento de Ciencias el Ing. Monges López, quien inmediatamente después que tomó posesión de su puesto comenzó a gestionar la transformación del Departamento en Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas, la cual empezó a funcionar en el año de 1937, con los Departamentos de Matemáticas, Física, Química y Geología, siendo su Director el referido Ingeniero. En ese mismo año, el Director de la Escuela gestionó la creación del Instituto de Ciencias Físicas y Matemáticas con dos Secciones: una dedicada a la investigación matemática y la otra a la investigación física, habiendo sido nombrado Director de este Instituto el Dr. Alfredo Baños, quien anteriormente, por gestiones del Departamento de Ciencias Físicas y Matemáticas, había sido becado por la Fundación Guggenheim para perfeccionar sus estudios en E.E.U.U, habiendo recibido el Doctorado en Ingeniería en la Universidad de John Hopkins y el Doctorado en Física en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Al establecerse la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas, su Director gestionó con la Universidad Nacional que se otorgarían grados universitarios a sus profesores de Matemáticas, habiéndose logrado después de una larga tramitación que un jurado presidido por el Ing. Monges López decidiera el otorgamiento del grado de Doctor en favor del Profesor Alfonso Nápoles Gándara y de Maestro en Ciencias en favor del Profesor Jorge Quijano.
Entre los profesores jóvenes que más se distinguieron por su capacidad matemática se encontraba Carlos Graef Fernández, por lo cual el Director de esta Escuela tuvo gran interés en recomendar que se le otorgara una beca para perfeccionar sus conocimientos en el extranjero, la cual fue concedida por la Fundación Guggenheim, habiendo obtenido el señor Graef Fernández, en el año de 1940, su Doctorado en Física.
Desde mediados de 1938 el Director de la Escuela Nacional de Ciencias Físicas y Matemáticas y el Director del instituto de Ciencias Físico-Matemáticas, empezaron a hacer gestiones ante las autoridades universitarias para la creación de la Facultad de Ciencias y con este objeto entrevistaron al Doctor Antonio Caso, Director de la Facultad de Filosofía y Estudios Superiores, para procurar que la Sección de Biología y la de Estudios Geográficos que existían en la referida Facultad se unieran a las cuatro secciones de la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas, para formar con ellas la Facultad de Ciencias. El Doctor Caso estuvo completamente de acuerdo con esta proposición y así lo expresó públicamente en un discurso que pronunció en el Anfiteatro Bolívar, con motivo del aniversario de la fundación de la Universidad.
Estando todos de acuerdo con la creación de esta Facultad, se corrieron todos los trámites de rigor y el H. Consejo Universitario en su sesión del 19 de octubre de 1938, aprobó legalmente su creación y la Facultad comenzó a funcionar el día 1o. de enero de 1939, habiendo el Consejo nombrado como primer Director al Ingeniero Monges López.
Así como al crearse la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas se procuró ayudar a los profesores para que regularizaran sus estudios académicos y obtuvieran sus grados, desde que se fundó la Facultad de Ciencias, su Director ha tenido especial empeño de ayudar a profesores y alumnos, con la finalidad de que perfeccionaran sus estudios en el extranjero, y con la ayuda de la Facultad, el Ing. Nabor Carrillo perfeccionó sus conocimientos y obtuvo su Doctorado en la Universidad de Harvard en la rama de Ingeniería; el Ing. Enrique Bustamante, estudió y se doctoró en la Universidad de Princeton, en Matemáticas; el Maestro en Ciencias Guido Munch Paniagua se doctoró en la Universidad de Chicago, por estudios e investigaciones en la rama de Astronomía y pudieron perfeccionar sus estudios los profesares Dr. Eduardo Caballero en la rama de Biología, y los M. En C. Roberto Vázquez, Enriqueta González Baz y Jaime Lifshitz en Matemáticas.
Durante los años de 1939, 1940 y 1942, la Facultad de Ciencias se dividió en siete Departamentos correspondientes a las siguientes ramas de la ciencia: Matemáticas, Física, Química, Biología, Geología, Geografía y Astronomía. En todos estos Departamentos se ofrecieron las grados de Maestro y Doctor en Ciencias y en los de Matemáticas, Física y Geografía los títulos de Profesor para Escuelas Preparatorias y Secundarias.
La experiencia adquirida en estos tres años de vida, pusieron de manifiesto la necesidad de reorganizar la Facultad de Ciencias con el objeto de darle una estructura más homogénea, separando de la Facultad las carreras que no tuvieran carácter exclusivamente científico, dentro del cuadro de las ciencias naturales. Por este motivo se suprimió de la Facultad la carrera de Geólogo, la cual pasó a depender de la Escuela Nacional de Ingenieros, pues esta carrera profesional sólo podía darse con fines prácticos en íntima conexión con las industrias minera y petrolera, completando las actividades de los ingenieros especializados en estas ramas. Asimismo, se suprimió el Departamento de Geografía, en donde se enseñaban las carreras de profesor de Geografía y de investigador en Geografía, las cuales se reincorporaron a la Facultad de Filosofía y Letras por estar la primer íntimamente ligada con las ciencias de la educación y la segunda a las ciencias sociales y antropológicas que se estudian en esa Facultad.
En 1945 se creó en la Facultad de Ciencias el Departamento de Biología Médica, de acuerdo con un Reglamento aprobado por el Consejo Técnico el 31 de agosto de ese año, y por el H. Consejo Universitario en su sesión de fecha 29 de febrero último, habiendo quedado, de acuerdo con esta última organización, dividida la Facultad en los siguientes Departamentos: Matemáticas, Física, Química, Biología (General y Médica), Astronomía, Geología, Geofísica e Ingeniería, y los estudios organizados en dos ciclos: el profesional y el de graduados.
Después de haber leído a ustedes esta breve reseña histórica de la Facultad de Ciencias y apuntado algunas de las labores que ha desarrollado, quiero manifestarles que al aprobar el H. Consejo Universitario la creación de la Escuela de Graduados y quedar dividida la Facultad en dos escuelas, la profesional (Facultad de Ciencias) y la de graduados (Escuela de Graduados), ha concluido mi labor, ya que actualmente contamos en la Facultad con Matemáticos, Físicos y Biólogos de la más alta categoría y en la Escuela con Doctores en Ciencias en casi todas sus especialidades, quienes están plenamente capacitados para regir los destinos de la Facultad y de la Escuela.
Por la razón anteriormente indicada, he presentado ante el C. Rector de la Universidad mi renuncia al puesto de Director que he venido desempeñando y por este motivo aprovecho esta oportunidad para despedirme de ustedes y agradecerles todas las atenciones que han tenido conmigo durante estos diez años de labor conjunta.
Ing. Ricardo Monges López
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Informe del Ingeniero Ricardo Monges López al Consejo Técnico de la facultad de Ciencias, en su sesión del 11 de octubre de 1946.
Documento recopilado por el grupo de Historia de la Facultad de Ciencias del Seminario de Ciencia y Sociedad: Francisco Cepeda, Gabriela Gaxiola y Ma. de los Ángeles Herrera. cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. Historia de la Facultad de Ciencias (III) (Informe de Ricardo Monges López). Ciencias 4, abril-junio, 46-48. [En línea]
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Pio Fon Quer
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La iva es una hierba vivaz, de 5 a 20 cm., con una raíz
principal vertical más o menos tortuosa… Las flores normales tienen un hermoso labio inferior de color purpureo y rara vez amarillo. En ciertos casos, esta planta quiere recordar el olor del almizcle. El sabor de las hojas es amargo.
Virtudes: un refrán catalán: iva tot mal esquiva nos dice que se consideró como una especie de panacea. En general, todavía se tiene por antiespasmódica, tónica y aperitiva; asimismo se emplea raras veces como febrifuga, probablemente a causa de su amargor.
Uso: Palau, en su opúsculo sobre las plantas medicinales baleáricas, recomienda preparar la infusión con 2 gr. de la planta entera por cada 100 gr. de agua hirviendo. Los que se sientan afectados por persistentes estados nerviosos. tomarán en ayunas una taza de esa infusión, que si fuere necesario podrán repetir varias veces al día. Como aperitivo, recomienda administrar una jícara, pero sin endulzarla, diez minutos antes de sentarse a la mesa.
La planta se ha colocado entre las aperitivas, cefálicas, histéricas, vulnerarias y muy propias para los afectados de los nervios.
Pio Fon Quer, 1961.
Botánico español Indudablemente, la descripción y remedios los podría haber escrito Jesús Silva Herzog junior.
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cómo citar este artículo →
Jiménez, Jaime 1983. Iva tot mal esquiva. Ciencias 4, abril-junio, 40-41. [En línea]
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