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Nota de los editores
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En el siglo pasado y hasta bien entrado en el nuestro, la
botánica curiosamente era la “ciencia amable” compatible con las señoritas bien educadas y algunos sabios poco aventureros.
Las ideas románticas de J. J. Rousseau, habían cubierto a las plantas con un velo rosado. La comercialización de las orquídeas, las aventuras extraordinarias de los colectores en el mundo entero, fueron por mucho tiempo la exclusividad de una clases económicamente privilegiada. Estas flores que presentan problemas y soluciones muy curiosas, son tan diferentes en muchos aspectos del resto del reino vegetal, que poco a poco los estudiosos se convencieron que estas bellezas extrañas eran “otra cosa”. Actualmente podemos hablar con más franqueza, lo que no se hubiera podido hacer con las “señoritas bien educadas” pues toda la vida de las orquídeas repara sobre el “sexo”. Una vez entendido esto, la comprensión de las flores es mucho más fácil. Lo que admiramos, estas partes delicadas magníficamente coloreadas, estas formas que algunas personas califican de …misteriosas, siniestras e incluso repulsivas, no son más que un medio de atraer un insecto determinado y obligarle a posarse sobre el labelo en un ángulo precisamente elaborado. El insecto polinizador no es consciente de la importancia de su presencia, él solamente sigue el curso de su pequeña vida, pero la flor, a veces, realizando acrobacias, logra pegarle los polinarios en alguna parte del cuerpo, de manera tal, que, al presentarse a otra flor, ésta última queda fecundada. Nos queda agregar y es aquí donde la fascinación de estos mecanismos llega a su clímax y que muchas veces la flor adquiere las características de la hembra del insecto en cuestión, para obligarla a realizar lo que púdicamente llamaremos seudo copulación. Sin entrar en detalles, no estoy convencido de que la copulación sea tan “seudo” para el insecto; ya que, si la flor se ha disfrazado de hembra, no veo porque el pobre “bicho” no derivaría del asunto una cierta satisfacción personal. |
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Resumido de P. Couret (1977). Las joyas de las Orquídeas de Venezuela.
cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. Las joyas de las orquídeas. Ciencias 3, enero-marzo, 26-27. [En línea]
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John Barrington
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No pido disculpas por empezar una vez más con los
problemas de la teoría matemática para el gran juego de la cacería; ya que en todas las ramas de la matemática, se han hecho progresos en la última década. Empezaré con una revisión de los resultados más importantes en esta área.
El tema empezó en 1938 con el artículo épico de Pétard.1 El problema principal se formula generalmente como sigue: en el desierto del Sahara existen leones. Obtengamos métodos para capturarlos. Voy a restringirme aquí a métodos matemáticos para lograr este objetivo, aunque permitiendo algunos métodos cercanos a la física pero que tienen algún sabor matemático. Pétard encontró esencialmente 10 soluciones, que parafrasearé como sigue: 1. Método de Hilbert. Coloquemos una jaula cerrada en el desierto. Y utilicemos el siguiente sistema axiomático:
i) El conjunto de leones es no vacío.
ii) Si existe un león en el desierto, entonces existe un león en una jaula.
Teorema 1. Existe un león en la jaula.
2. El Método geométrico por inversión. Coloquemos una jaula esférica cerrada en el desierto, vacía de leones y entremos. Invertimos con respecto a la jaula. Esta función manda a un león dentro de la jaula y a nosotros fuera. 3. El Método de la geometría proyectiva El desierto es un plano. Proyectemos éste a una línea luego proyectemos la línea a un punto dentro de la jaula. El león irá a parar al mismo punto. 4. El Método de Bolzano-Weierstrass. Bisectemos el desierto por una línea que va de norte a sur. El león está en alguna mitad, sin pérdida de generalidad el león está en la mitad del este. Ahora divida esta mitad por una línea que vaya de este a oeste. Sin pérdida de generalidad podemos suponer que el león está en la parte norte. Continuemos este proceso indefinidamente y en cada paso construyamos una cerca. 5. El Método de la topología general. Observemos que el desierto es un espacio métrico separable, entonces contiene un subconjunto denso-numerable. Por tanto algunas sucesiones deben converger al león. Aproximémonos cautelosamente por una de éstas, llevando equipo necesario. 6. El Método de Peano. Existe una curva que llena todo el espacio, esto es, pasa por todo punto del desierto. Algunos matemáticos como Hilbert, han señalado2 que una curva de este tipo puede recorrerse en un intervalo de tiempo tan pequeño como queramos. Armados con una lanza, recorramos la curva más rápido de lo que el león sea capaz de moverse una distancia igual a su longitud. 7. Un Método topológico. El león tiene al menos la conectividad del toro.* Transportemos al desierto a un espacio de cuatro dimensiones. Podemos ahora deformarlo de tal forma que el león quede hecho nudo.3 Este esté ahora desvalido. 8. El Método de Cauchy. Sea f(z) una función analítica con valores en el conjunto de los leones y sea a una jaula. Consideremos la integral
donde C es la frontera del desierto. El valor de la integral es f(ζ ) : esto es, un león está en la jaula. 9. El Método de Weiner Tauber. Consigamos un león manso L0 de clase L (-∞, ∞) cuya transformada de Fourier se anula solamente en un conjunto de medida cero y dejémoslo libre en el desierto. 10. El Método de Eratóstenes. Enumeremos todos los objetos del desierto y examinémoslos uno por uno. Descartemos aquellos que no sean leones. Un refinamiento posterior5 nos permite capturar, si así lo deseamos, sólo leones primos. 11. El Método de Shröedinger. En cualquier instante hay una probabilidad positiva de que un león esté en la jaula. Esperemos. 12. El Método de la cirugía. El león es una 3-variedad orientable con frontera6 y usando cirugía lo podemos hacer contraíble. Podemos ahora firmar un contrato con el circo de Barnum y Bailey. 13. El Método de Smale. Por las mismas razones que en el método anterior, el león es un cuerpo con asas. Pero un león con asas puede agarrarse fácilmente y por tanto su captura es trivial. 14. El Método por teoría de gavillas. El león es una sección de una gavilla de gérmenes de leones en el desierto. Le damos una nueva topología al desierto para hacerlo discreto: las fibras de la gavilla se separan y liberan los gérmenes que matan al león. 15. El Método de Montgomery-Zippin. Pensemos en el león como una superficie. Representemos cada punto del león como una clase de equivalencia del grupo de homeomorfismos del león módulo, el grupo de isotropía de la nariz.7 Esto muestra que el león es un espacio homogéneo. Un león homogenizado no está en condiciones para ponerse a pelear. 16. El Método de Postnikov. El león, siendo melenudo, puede considerarse como un espacio fibrado. Construyamos ahora una descomposición de Postnikov.8 Un león descompuesto debe, seguramente, haber muerto hace mucho tiempo.
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Notas 1. H. Pétard, “A contribution to the mathematical theory of big game hunting”, Amer. Math. Mohthly 45, (1938). 2. Ver E. w. Hobson, “The theory of functions of a real variable and the theory of Fourier's series”, 1927. 3. H. Seifert & W. Threlfall, “Lehrbuch dar Topolagie”, 1934. 4. N. Wiener, “The Fourier integral and certain of its application”, 1933. 5. O. Morphy, “Some modern mathematical methods in the theory of lion hunting”, Amer. Math. Monthly, 75 (1968), 185-187. 6. Kerveise & Milnor, “Groups of homotopy spheres I”, Ann. Math. (1963). 7. Montgomery & Zippin, “Topological transformation groups”, Intersience, 1955. 8. E. Spanier, “Algabraic topology”, McGraw-Hill, 1966. |
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John Barrington
“15 new ways to catch a lion”, Manifold 18, 1976, traducción de Radmila Bulajich y José A. Gómez, profesores de carrera del Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, Uiversidad Nacional Autónoma de México.
cómo citar este artículo →
Barrington, John. 1983. Cómo atrapar a un león (Parte I). Ciencias 3, enero-marzo, 8-9. [En línea]
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Víctor M. Ramos González
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Recientemente se empezó a hablar de siembra de
nubes, y de que es posible hacer llover artificialmente, ¿qué hay de cierto en ello?
Los trabajos que se realizan bajo esos nombres, tienen como finalidad incrementar le precipitación natural, pero en ningún momento se hace “llover artificialmente”. El trabajo consiste en depositar dentro de la nube ya formada y en crecimiento, elementos químicos llamados nucleantes, y a eso se le llama “sembrar”, pero no para producir nubes, sino para facilitar la formación de gotas de lluvia dentro de la nube y propiciar la precipitación.
¿Cuándo se iniciaron estos trabajos?
Hace poco tiempo. Se pueda decir que se han desarrollado científicamente a partir de la década de los 40.
Entonces, ¿ye existían antes?
Desde que el hombre dependió de los ciclos de lluvia, ha intentado modificar las condiciones meteorológicas para su beneficio, recurriendo para ello, en primera instancia, a la creación de “Deidades”, a las que asignaron la capacidad de provocar la lluvia, como por ejemplo: Tláloc, Chaac, San Isidro Labrador, entre otros; se debe destacar también, a las danzas de los indios del suroeste de Estados Unidos.
Esas prácticas, ¿se pueden considerar métodos para provocar lluvia?
En su tiempo, y aún en algunas culturas, lo son y siguen practicándose; sin embargo, no son métodos científicos.
¿Cuáles son los métodos actuales?
Hay varios, pero los más conocidos y usados se pueden separar en dos grandes grupos: el dinámico y el estático. Se le llama dinámico, porque después de tratado el sistema nuboso, presenta un marcado incremento en su desarrollo vertical. El método estático sólo aumenta la eficiencia de la nube (eficiencia para producir gotas de lluvia) sin alterar su desarrollo.
El método dinámico se auxilia de un avión, el cual se eleva hasta tener el registro de una temperatura de –4°C; ahí se estabiliza, para buscar algún cúmulo con desarrollo vertical, al cual se penetra, para disparar dentro de el un cartucho de Yoduro de Plata (Agl), que puede ser de 10 o 20 gramos, según la magnitud de la nube. El disparo se efectúa dentro de la corriente ascendente, quien se encarga de esparcirlo en toda la nube (ver fig. 1), generándose millones de cristales de hielo que coadyuvan a la precipitación.
El método estático se lleva a cabo con dos tipos de operación, uno por medio de quemadores fijos en tierra (quemadores de Agl); el otro, con auxilio de un avión, desde donde se “queman bengalas”, las cuales contienen 70 gramos de yoduro de plata.
El sistema de quemadores en tierra se usa preferentemente en las laderas de las montañas (ver fig. 2), donde se instala la red de quemadores, aprovechando las corrientes ascendentes que sirven de vehículo a las plumas de humo de yoduro de plata, para alcanzar las nubes que coronan a la montaña. El otro sistema se lleva a cabo en las espesas capas de estratos, dentro de los cuales el avión vuela en dirección contraria al viento, quemando una bengala, que dura encendida 20 minutos.
Estos métodos, ¿se usan en cualquier tipo de nubes?
A las nubes las dividimos (para el trabajo de estimulación de lluvias) en dos tipos: calientes y frías. Las nubes frías son las que contienen agua y aunque se encuentren a un nivel donde la temperatura es menor a 0°C, el agua no se congela, pero está “super enfriada”, y por lo tanto a la nube se le llama fría o super enfriada. Estas nubes presentan cristales de hielo antes de precipitarse, mientras que las nubes calientes no presentan en ninguna de sus etapas de desarrollo cristales de hielo, o bien, su desarrollo no alcanza el nivel de los 0°C.
Para que el yoduro de plata actué como un nucleante, la temperatura debe ser menor a –2°C. El umbral de temperatura para que el Agl sea efectivo, y la siembra de resultados positivos, es entre –4°C y –10°C, por lo cual se escogen nubes frías para tratarlas con este método.
¿El yoduro de plata es el único nucleante artificial para estimular la lluvia?
No; se usan o han usado otros nucleantes, tales como la sal común, el hielo seco y sales de plomo, entre otros; de éstos, los de mayor uso son el yoduro de plata, del cual ya hablamos. El hielo seco se emplea para sembrar nubes calientes.
¿Qué ventajas presentan entre sí?
Hay varias, entre ellas está el fácil manejo. El Agl, se lleva en cartuchos de 10 ó 20 gramos, o en bengalas de 70 gramos y cada uno de ellos sirve para tratar un sistema. El avión está equipado para transportar hasta veinticuatro de estos elementos en cada vuelo, pudiendo hacerse combinaciones de diferente peso; en cambio, se requieren del orden de toneladas de hielo seco para sembrar un solo sistema nuboso, lo cual hace este método poco versátil y muy costoso.
¿Qué es un nucleante?
Un nucleante es una partícula sólida, cuyos radios miden de 10–8 a 10–2 cm., y se clasifican en: núcleos de Aitken, de radios entre 10–8 y 10–5 cm.; núcleos grandes, de radios entre 10–5 y 10–4 cm., y núcleos gigantes cuyos radios comprenden 10–4 a 10–2 cm., o más y se encuentran flotando dentro de la nube. Se llama nucleante porque en su superficie se agregan gotas de vapor y forman una gota de nube. Se necesitan alrededor de ocho millones de gotitas de nube para formar una gota de lluvia, que puede medir 5 mm.; con este tamaño la fuerza de gravedad actúa sobre ellas y se produce la precipitación. Todo a partir de un núcleo.
Los núcleos naturales pueden ser cristales de sal provenientes de mares u océanos, o bien arcillas finísimas como el caolín, que por su finura es fácilmente arrastrado y transportado por las corrientes ascendentes de aire caliente.
Para que un nucleante sea efectivo, debe ser higroscópico o mojable, condición necesaria para que actué como un nucleante de gotas de lluvia; las cualidades mencionadas se copian para fabricar núcleos artificiales, que se depositan dentro de la nube.
¿Cuál es la reacción cuando se deposita un nucleante en una nube?
El nucleante es un “señuelo” con el que se engaña a la nube. Como dije anteriormente, la nube necesita la presencia de gotas de nube, lo cual no se puede hacer artificialmente, pero la nube al registrar algunos núcleos dentro de ella, no sabe si son naturales o no, y empieza a reproducirlos hasta saturarse, momento en el cual se produce la precipitación. Cuando se trata un cúmulo en sistema, la nube reproduce por sí misma los núcleos (estos son de hielo) rápidamente y su tamaño se incrementa en unos minutos. Para que esto suceda, recoge de sus alrededores la humedad que en condiciones naturales no hubiera requerido, puesto que su desarrollo no sería tan violento, y gracias a ello, la precipitación puede incrementarse hasta un 15%.
¿Puede describir cómo son las operaciones de estimulación dinámica de lluvia?
Para la estimulación dinámica, se requiere primordialmente de una aeronave. En México, usamos aviones Cessna 310 y 421, bimotores de turbohélice, equipados con radar meteorológico, sistema de conectores, disparador de cartuchos y consola de mando de los cartuchos (llamados pirotécnicos). La tripulación se compone de un piloto, un copiloto y dos técnicos en estimulación de lluvia.
Antes de iniciar las operaciones, ya se tiene determinada la zona blanco, es decir, el área sobre la cual se van a tratar las nubes. El área debe estar dentro de parteaguas para aprovechar al máximo los escurrimientos de la precipitación, por lo cual hay que tomar en cuenta los almacenamientos naturales o artificiales donde depositar el agua de lluvia dentro de la zona blanco.
Las operaciones requieren de un gran apoyo meteorológico, debiendo empezar éste con un estudio histórico de la zona. Para la operación en tierra, se cuenta con fotografías de satélite meteorológico, donde se observan los frentes fríos o calientes y la nubosidad. Se cuenta con tres fotografías tomadas en diferente hora, y con ello se aprecia la dirección que estos fenómenos siguen, con lo que se concluye, si afectan o no nuestra área de trabajo; asimismo, se ubican las zonas de baja presión que pueden evolucionar hasta convertirse en un ciclón de mucha importancia por la humedad que transporta. Además, se cuenta con el análisis de las condiciones meteorológicas diarias de todo el país, y en especial de la zona de trabajo, siendo el resumen de éste, el pronóstico de favorabilidad para la siembra, y la hora más propicia para efectuar el vuelo.
Toda la información debe comunicarse a las diferentes bases antes de salir, (normalmente se despega entre las 14:00 y las 14:30 hrs.). Cada base informa sobre las operaciones del día anterior (se reporta a una oficina central en el D.F., que es la que envía los datos meteorológicos), con lo cual se establece una relación de envío y recepción de datos, fotografías de satélite y reportes escritos. Esto se lleva a cabo con el facsimil (también llamado telefacs o nefacs) que es un aparato conectado a la línea telefónica que al comunicarse a otro teléfono con un aparato similar, transforma la señal telefónica en pulsos eléctricos que se imprimen en un papel termosensible. Con ese aparato se puede enviar y recibir información con la agilidad de comunicación que proporciona el teléfono.
Se cuenta también con el auxilio del radar meteorológico, instalado en tierra, el cual opera durante las 24 horas del día y apoya la operación aérea, orientando a la tripulación hacia los ecos de nube. El radar puede seguir mediante sus observaciones, el desarrollo de la nube después de ser tratada.
Los datos que envía el radar a la tripulación antes de penetrar son: las coordenadas del eco; a qué altura se encuentra la base de la nube; el espesor a determinada altura; la altura probable de la cúspide; contenido probable de humedad y las características del núcleo. Con esta información, el sembrador (uno de los técnicos en estimulación) indicará al piloto el rumbo a seguir para localizar el sistema nuboso.
La parte del trabajo aéreo es la siguiente:
El responsable de la operación es el sembrador; él dispara y selecciona los sistemas a penetrar; el navegante (otro técnico en estimulación) se encarga de llevar el registro de la temperatura durante el ascenso; ubica en un plano de la zona blanco el número de disparos y la hora en que se efectuaron. La función del piloto es mantener el avión en forma horizontal, dentro de la nube, dejando que las corrientes ascendentes y descendentes suban o bajen al aparato; el copiloto está sólo para ayudar al piloto cuando él lo considere necesario.
Cuando el sembrador elige algún sistema, tiene en cuenta lo siguiente: no debe ser pequeño ni aislado, debe presentar un desarrollo vertical vigoroso, base plana (si es que se puede ver), la cúspide no debe tener desgarramientos; hay que penetrarlo perpendicularmente a la dirección del viento.
Ya que se eligió el sistema a tratar, la nave va hacia él, apuntando el haz del radar del avión (para efectos de comunicación con el radar en tierra, al avión se le denomina “radar móvil”), para observar las características y comportamiento al nivel de vuelo y analizar el núcleo de la nube, en lo que respecta a diámetro y energía.
Ante un gran sistema nuboso (pueden extenderse en áreas de más de 50 km2), no pueden verse a simple vista todas las torres que están en desarrollo, y no siempre éstas presentan núcleo, o bien los núcleos son muy grandes y por ello peligrosos si se les penetra. El radar cuenta con seis rangos de alcance, que son 5, 10, 20, 40, 80 y 160 millas náuticas; la operación de escudriñar la ruta la efectúan el piloto y el sembrador de la siguiente manera:
Ubican en la pantalla el primer cúmulo a penetrar, analizando las características del núcleo o de los núcleos, eligiéndose penetrar al menor (un núcleo bien definido en la pantalla, indica que ahí se encuentra granizo, nieve y gotas de lluvia y ya está precipitando o está por precipitar) que es el que se está desarrollando y se puede estimular. Conforme se aproximan al objetivo, reducen la escala del radar, hasta alcanzarlo a 5 millas, después la escala pasa a 20 millas, después la escala se pasa a 20 mn., (millas náuticas) para saber qué hay detrás del sistema a penetrar; posteriormente, la escala se varía a 40 y 80 mn.; en el caso de presentarse varios núcleos, se traza el plan de vuelo para penetrar, salir y penetrar otro sistema (ver fig. 3), sin correr el riesgo de “encerrarse” en los diferentes núcleos y no someter al avión a condiciones de rudeza en forma innecesaria.
La precipitación de la nube se observa a los 35 minutos de depositado el nucleante, pero la evaluación requiere de un período de trabajo continuo en una misma área, que puede comprender de cinco a veinte años. La estadística de los experimentos durante este tiempo indicará su la precipitación se ha incrementado. Algunos países como Israel, que ya lo han hecho, concluyeron que la precipitación se incrementa en un 15%.
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Víctor M. Ramos González
Investigador del Departamento de Estimulación de lluvia, Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. cómo citar este artículo →
Ramos González, Víctor M. y (Entrevista). 1983. Cómo hacer llover. Ciencias 3, enero-marzo, 54-57. [En línea]
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Ana Barahona
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El cuento infantil de la Caperucita Roja es bien
conocido, y todos recordamos que cuando la Caperucita pregunta al lobo: “¿porqué tienes esos dientes tan grandes?”; el lobo contesta: “!para comerte mejor!”.
Desde el punto de vista biológico, parece irrelevante preguntarse para qué tienen los lobos los dientes tan grandes, o porqué cambian de color los camaleones, o porqué el hombre puede abatir el pulgar, y los cactos, sin tener hojas, retienen tanta agua, etc. Sin embargo, si examinamos la historia de la biología nos encontraremos con que estas preguntas están muy relacionadas con el famoso problema de Lamarck sobre lo longitud del cuello de las jirafas.
Según Lamarck las jirafas tendrían el cuello muy largo debido a su uso continuo y desmedido al intentar alcanzar los brotes tiernos en las altas ramas de los boabs africanos.
La idea de que el cambio morfológico producido por el uso de un órgano es heredado por la generación inmediatamente posterior, ha sido ampliamente debatida por biólogos y antropólogos —Engels incluido— y ha dado lugar a fenómenos tan extravagantes como el de la biología soviética Lyssenkista.
Por otro lado desde tiempo inmemorial el hombre sabe de la desaparición de ciertas especies; de enormes dinosaurios incapaces de sobrevivir; de especies en proceso de extinción, etc., lo que plantea problemas de gran importancia para la biología.
La posición de Lamarck, en su tiempo, fue revolucionaria: antes e incluso bien entrado el siglo XIX, se creía en “una divina mano invisible, en un diseño preestablecido, en la aparición milagrosa de los seres vivos, desde el primer día de la creación, tal y como ahora los conocemos: se decía que, durante la semana del génesis, Dios creó los cielos y la Tierra, las plantas y los animales dándoles, desde el momento mismo de su nacimiento, su forma definitiva e inmutable. Esta explicación —teología natural— habría respondido a la pregunta de Caperucita afirmando: “¡por que así lo quiso Dios!”.
Sin embargo experimentos posteriores y la aparición de nuevas teorías, han mostrado que la explicación de Lamarck no fue suficiente; tómese, como solo ejemplo la aparición de la genética.
Por otra parte, obviamente, pera el espíritu científico del siglo XIX, la explicación bíblica, por más elaborada que se presentara (como en Paley), era igualmente insuficiente: la Biblia no explicaba la desaparición de ciertas especies.
Darwin por su parte, ya desde el viaje del Beagle, se habría planteado este problema al descubrir ciertas diferencias y variaciones existentes entre los pinzones de Europa y los pinzones de América: la forma del pico a partir del tipo de alimentación, etc. Estas diferencias fueron explicadas por medio del concepto de adaptación, sin recurrir a la teoría de la herencia de los caracteres adquiridos, ni, menos aún, a la teoría de la adaptación perfecta de la teología natural.
En la introducción al Origen de las Especies, Darwin reflexiona sobre las afinidades entre las diversas especies, sobe sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica, su sucesión geológica y otros hechos semejantes, para concluir que las especies no han sido creadas de manera independiente, sino que se han originado unas de otras. “Sin embargo, dice Darwin, esta conclusión… no sería satisfactoria mientras no se pueda demostrar cómo las innumerables especies que habitan el mundo se han ido modificando hasta adquirir esta perfección estructural y esta adaptación mutua”.
Ciertamente buena parte de los cambios pueden atribuirse a variaciones climatológicas, a desequilibrios ecológicos, o, incluso, como hace Cuvier, a grandes cataclismos naturales. Sin embargo, no puede sostenerse que la responsabilidad de tales cambios sea solamente, de las causas externas. Dice Darwin: “Los naturalistas continuamente aluden a condiciones externas, tales como el clima, alimentación, etc., como la causa única de variación. En un sentido limitado, esto puede ser verdad. Pero es absurdo atribuir a causas puramente externas la estructura, por ejemplo, del pájaro carpintero, tan admirablemente adaptado para capturar insectos bajo la corteza de los árboles, e “igualmente absurdo explicar la estructura de un parásito y sus relaciones con varios seres orgánicos distintos, por efecto de las condiciones externas, de la costumbre o de la voluntad de la misma planta”. Así, para Darwin, “es de la mayor importancia alcanzar un juicio claro acerca de los mecanismos de modificación y adaptación mutua”.
Resulta evidente, entonces, que el concepto de adaptación darwiniano esté íntimamente vinculado al concepto de selección: quienes se adapten mejor serán los elegidos.
Este proceso de selección resulta fundamental para comprender el mecanismo de adaptación: selección que puede ser, dice Darwin, natural, sexual, o selección en “estado doméstico”.
a) la selección natural es el proceso mediante el cual toda variación que aparezca, por ligera que sea, se conserva; si, en algún grado es provechosa a los individuos de la especie en su relación con otros individuos y tienden a la conservación de la especie, se heredará.
b) La selección en estado doméstico es el proceso por medio del cual, el hombre selecciona y elige caracteres útiles a su capricho o su necesidad y, al acumular estas variaciones durante varias generaciones, en una sola dirección, llega a producir diferencias apreciables; por ejemplo: las vacas lecheras de grandes ubres, los árboles frutales, las variedades híbridas del maíz y del trigo, etc.
c) La selección sexual, por último, es aquella que explica cómo los caracteres sexuales secundarios que, aparentemente no tienen otra función que la de distinguir los sexos, cumplen la muy importante función de favorecer a los individuos, no en la lucha por la existencia, sino en la lucha por las hembras.
Esta selección sexual ilustra, con toda claridad, cómo la lucha por la existencia es, principalmente, intraespecífica, es decir, ,que es precisamente entre individuos de la misma especie, entre individuos que frecuentan los mismos lugares, que requieren del mismo alimento, y que están expuestos a los mismos peligros, entre quienes la lucha es más intensa. Este conflicto intraespecífico es, par a Darwin, el mecanismo por excelencia que hace que aparezcan nuevas especies: favoreciendo al más fuerte, y eliminando a los débiles se perpetúan los individuos más aptos, se establecen las nuevas variedades y las antiguas especies se transforman en especies inéditas.
Así la competencia entre individuos de la misma especie —más que la competencia entre grupos, más que la lucha por la existencial— es la noción indispensable para la construcción de la teoría darwiniana.
Si para Lamarck la adaptación del organismo dependía de las condiciones de su lucha con el medio; para Darwin la adaptación está referida sobre todo, a la lucha de un organismo contra otros similares para la mejor explotación de un mismo medio.
Si en Lamarck el organismo se adapta a su medio en un acto da voluntad; para Darwin, sólo en competencia con sus vecinos, el mejor adaptado sobrevive. Al estudiar la distribución geográfica de las especies y el registro fósil, Darwin encontró algunos casos en los que bajo una diversidad de condiciones físicas ha persistido uniformidad de tipo; y otros en los cuales una diversidad de tipos se ha extendido en condiciones físicas idénticas. También, mientras unas especies han cambiado en el mismo sentido en el misma ambiente, otras pueden ser colocadas en condiciones diferentes sin que se presente modificación alguna. De estos hechos Darwin deduce que el organismo responde a la presencia de sus vecinos o de los habitantes y no al hábitat mismo. Hay especies dominantes que se han extendido por todas partes y que presentan una multitud de variaciones, lo cual puede constituir una ventaja relativa frente a sus competidores; por esto, para Darwin, la adaptación era condición necesaria y limitante, pero no suficiente o direccional, para la evolución de las especies.
Por otra parte, la adaptación supone, desde el principio, la idea de la variabilidad de las especies, contrapuesta a una teología natural, una armonía preestablecida, a la visión de un mundo creado tal y como lo conocemos.
El problema de la adaptación está desde un principio, ligado al problema del dinamismo de las especies, a su transformación, a la aparición de variedades nuevas por acumulación de diferencias, etc.
Al preguntarse por estos mecanismos Darwin escribe: “Ni la acción de las condiciones ambientales, ni la voluntad de los organismos puede explicar los innumerables casos en los cuales estos organismos se adaptan admirablemente a sus hábitos de vida. He estado siempre asombrado por estas adaptaciones y en el momento en que puedan explicarse, me parecerá inútil tratar de demostrar por medio de pruebas indirectas, que las especies se modifican”.
Es del todo imposible hablar de transmutación de las espacies si la adaptación hubiese sido preestablecida por el creador; en un mundo fijista, la adaptación se reduce a un acomodamiento al medio sin actividad por parte del ser vivo. En estas condiciones no se puede hablar propiamente de una adaptación biológica. La idea de una transformación o adaptación que modifica las condiciones biológicas del organismo se contrapone radicalmente a la idea que sostiene que el concepto de adaptación de Darwin está tomado de la economía política de Adam Smith. Para éste la adaptación consistía más bien en una adecuación, tanto a las condiciones del mundo circundante como a las condiciones biológicas, inherentes y esenciales del ser humano.
En una concepción transformista, (Lamarckista) el medio modela y modifica al organismo, sin que la acción de acomodamiento provenga del ser vivo o bien la acomodación se efectúa a partir de lo viviente y, sólo en ese caso, se troto verdaderamente de adaptación. Esta puede provenir de un esfuerzo de lo vivo, si el “sentimiento interior” tuviera la importancia y autonomía que por lo general se le atribuía. Pero también puede provenir de variaciones que se producen en el ser vivo de manera aleatoria, independiente mente de toda iniciativa de su parte y sin ningún valor adaptativo: esta será la solución darwiniana.
En 1837, Darwin formula por primera vez su teoría de la selección natural que incluye una doble perspectiva acerca del problema de la adaptación: la adaptación como proceso y la adaptación como un estado del ser. Este segundo punto era sostenido por los teólogos naturales para quienes las circunstancias físicas determinan las condiciones de existencia de un organismo y, como éstas nunca cambian, la adaptación perfecta, es un estado del ser que revela el designio inmutable de Dios. Cuando Darwin inicia su trabajo existe una vasta literatura, ampliamente difundida, en donde las adaptaciones orgánicas son objeto de discusiones frecuentes y profundas.
Para el Darwin de 1837, las especies estaban más cerca del estado de aptitud perfecta frente al medio ambiente, pues el organismo cambia lenta y continuamente para compensar los cambios graduales, del medio. La supervivencia depende de la adaptación perfecta, dice Darwin, pero su constitución refleja su pasado; así se explica que caracteres, que alguna vez fueron adaptativos, se presenten sólo por causas hereditarias, es decir, como reminiscencias genéticas. El efecto de esta formulación era mantener le perfección de la adaptación de caracteres con la que Darwin pretendía explicar el cambio evolutivo. Sólo la ruptura con el concepto de adaptación perfecta dará a las teorías de Darwin y a el concepto de adaptación, un contenido distinto.
Por otro lado los conceptos darwinianos de extinción y de balance natural lo acercan a una formulación más clara del problema de la adaptación.
“Con esta tendencia al cambio (y la multiplicación en aislamiento) se requieren muertes de las especies para mantener los números iguales (…) la cantidad de vida en el planeta en diferentes períodos depende de las relaciones del desierto, océano, etc. Esto, probablemente en término medio, en igual cantidad. El número de formas depende de relaciones externas y en subdivisiones de estaciones y diversidad, esto es, tal vez en término medio”.
Desde el punto de vista tradicional del balance natural, las especies fueron fijadas y balanceadas para controlar la superfecundidad de los individuos, garantizando la preservación de las especies. La transmutación, para Darwin, propaga una superabundancia de especies y requiere continuamente, de la extinción de especies para igualar sus nacimientos. La extinción requiere creación (como en Lyell) y así, en 1837, Darwin aprecia el papel de la superfecundidad, del balance natural y de la adaptación en el problema de la transmutación de las especies. Es hasta la lectura de Malthus, en 1938, que Darwin propone otra formulación.
En 1837 la adaptación perfecta como argumento evolutivo, y subsecuentemente, el concepto de utilidad (concepto que se refiere a aquello que es favorable a la vida, y que permitirá la supervivencia, contrariamente al uso lamarckiano, que designa más bien el ejercicio de una función, y por ello, de un órgano) se utilizan para discutir en contra del creacionismo. Darwin explica las adaptaciones imperfectas como remanentes hereditarios de viejos actos de adaptación directa; con ello, desplaza la adaptación imperfecta del campo de la especulación y lo erige en mecanismo actualista de evolución. La noción darwiniana de adaptación perfecta, ,en el fondo, es idéntica a la de Paley. Sin embargo, en 1838, Darwin temporaliza el concepto: el organismo es al agente de ajuste, y la adaptación se vuelve un proceso dinámico; como dice Kuhn, es hasta la factura de Malthus que Darwin sustituye el concepto de adaptación diferencial. Este es el momento de inflexión, en el que la historia natural tomó un nuevo curso.
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Ana Barahona
Profesora de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
cómo citar este artículo →
Barahona, Ana 1983. Darwin y el concepto de adaptación. Ciencias 3, enero-marzo, 10-13. [En línea]
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El ajolote
(1a. parte)
Robert Abernathy
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El “ajolote” es un hijo del barro con nombre azteca (axolotl),
una desagradable criatura de cuerpo blanquecino, flácido y como a medio hacer, ojos pequeños, miembros débiles y cola grande y tosca. Pertenece a los anfibios, esa especie de vertebrados que, en la edad de los peces acorazados, fueron los primeros en trepar fuera del agua pare empezar la gran aventura de la existencia en el aire. Pero los “ajolotes” son anfibios degenerados cuyo ciclo vital ha abortado. Alcanzan la madurez sexual, desovan y mueren en el oscuro légamo, respirando a través de sus branquias bajo aguas estancadas, generación tras generación, como si aquella invasión paleozoica de la tierra firme hubiese acabado en retirada.
En algunos tiempos y lugares, empero, cuando el alimenta escasea o los enemigos abundan en el fondo del lago, o por otras más sutiles razones, sepultadas bajo un embotado cráneo primitivo o en el mecanismo glandular de un cuerpo torpe, se desencadena un cambio. Arrastrada por el instinto, la criatura se mueve, con la seguridad de dirección que en una forma de vida superior llamaríamos “propósito”, haca la superficie del agua, la luz y el aire que no puede respirar. Penosamente arriba a tierra. En el elemento no familiar, sus orladas agallas se marchitan, y él se estremece en contorsiones…
Cuando atravesaron la puerta, Linden contestó a los saludos de los centinelas sin apenas darse cuenta de su presencia; pero cuando los tuvo a la espalda, le pareció verlos murmurándose uno al otro:
“¡Es él!” Sí mejor será echarle ahora una mirada; quizá no tengamos otra ocasión”.
Y el otro contestarle quizá: “¿No bromeas? No tiene aspecto de estar tan chalado”.
Linden se mordió el labio y maldijo a su imaginación. Deliberadamente, inclinaba la cabeza y mantenía la mirada fija en la sólida realidad del camino asfaltado, semicubierto por la arena eternamente movida por el viento. Todo era quietud mientras avanzaban.
Tras unos cincuenta pasos, se detuvo de pronto, se llenó los pulmones del aire limpio —la brisa era todavía fresca, aunque no duraría mucho— y levantó los ojos. A menos de cien metros comenzaba la protección de hormigón, y tres ella estaba el acerado esqueleto de la plataforma de lanzamiento, sobre la cual, enhiesta y reluciente se alzaba la aguja de magnesio del cohete.
Sus ojos, irresistiblemente atraídos por las alturas, siguieron la línea del eje vertical, hacia el imaginario punto exactamente calculado allá en la infinitud. Esa noche las estrellas serían fanales. Pero ahora no habla más que un azul impoluto y sin fondo.
Una milla a lo lejos rezongaba un transporte, deslizándose por una ladera de aire hacia el campo de aterrizaje; y muy alto por encima de su cabeza, un negro halcón cruzó, cortando acaso aquella imaginaria línea hacia el infinito, y siguió, ajeno a todo, su planeo.
Pero el cohete no se les parecía. Carecía de alas, e incluso de aletea de dirección externas, y el mar de aire que le cubría no era para él más que un velo a romper. Sólo podía funcionar plenamente en el vacío, a una velocidad de millas por segundo.
Los músculos de la mandíbula de Linden se endurecieron y su aliento se aceleró… A su lado, Marty dijo suavemente:
— Mírala. Apenas puede esperar a esta noche.
Algo en su tono hizo a Linden contemplarle de soslayo. Marty estaba un poco inclinado hacia delante, y sus ojos, bajo las cejas hirsutas y ceñudas, permanecían fijos en la nave espacial. Toda su postura, más que la expresión de su rastro, traicionaba un deseo sin esperanza, una incurable envidia. Linden miró a otro lado con embarazo.
— Lo parece— respondió mecánicamente.
Nadie disentía de Marty, de su saber que las máquinas tienen alma, un alma dura y metálica, que nunca planearon sus constructores, capaz, con la inescrutabilidad esencial a la vida, tanto de temibles traiciones como de una lealtad que excede a toda comprensión.
Marty lo sabía desde la vez en que —inmovilizado por un metrallazo en la espina dorsal, y único hombre vivo y consciente tras los antiaéreos y los cazas— había sido inerme espectador mientras su gran avión también mortalmente herido y sin ninguna mano en los controles, había luchado por su vida durante un cuarto de hora, en el cielo de Alemania, venciendo al fin. Ni las burlas ni la lógica lograron nunca conmover esta creencia.
Posiblemente, esto explicaba su genio. A su contacto, los motores zumbaban con orgulloso placer, y complejos circuitos se mostraban dispuestos a contestar sus tácitas preguntas. Cuando esto noche el cohete rugiese y enfilase los cielos, la mano de algún personaje importante habría accionado el ultimo interruptor; pero sería su mano inmaterial —con su cuerpo atado a la tierra, por el mal de su espalda— la que abriría y cerraría los relés vitales, mediría el combustible para el insaciable motor y mantendría a punto instrumentos y controles.
La mirada de Linden volvió a posarse en la nave. Pensó: “Parece ansiosa por marchar a aquel mundo que es el suyo. Hasta el más torpe o ajeno notaría que no fue construida pare nada terrenal. Sin ruedas, orugas, aletas ni alas; tan sólo el agudo perfil señalando implacable a la nada”.
Retrocedió ante la sensación, a la vez terrible y fascinante, de hallarse en presencia de algo de otro mundo. Quizás había sido un error venir aquí ahora… o quizás el error fue venir con Marty. Se refugió en el duro consuelo de los hechos.
— Todo será automático, desde la órbita hasta el oxígeno. No tendrá nada que hacer, y muy poco que mirar… Nada que las cámaras no vean mejor. Soltó una breve risa—. En conjunto, tan emocionante como un viaje en metro.
Marty no le miraba.
— Podría ir por sí misma… Me pregunto si no lo haría mejor.
Los tensos nervios de Linden vibraron.
— ¡Vaya un modo de hablar! Quieres decir: Sabemos que las máquinas pueden soportar las condiciones de allá arriba, porque las hemos enviado y han vuelto; pero no estamos realmente seguros de lo que el espacio reserva a un hombre. Por eso voy a ir yo, desee o no tu amiga mi compañía.
— Ya sabes cómo pienso. Deberíamos probar algunos más sin tripulantes.
— Ya hemos descubierto cuanto podíamos de ese modo; aún no se han inventado, ni se inventarán en este siglo, los instrumentos que nos permitan predecir todos los modos en que el espacio puede afectar al cuerpo humano. Pudiéramos hacerlo si tuviéramos un sinfín de tiempo y de recursos… y si supiésemos lo suficiente sobre el cuerpo humano. Pero no contamos con ninguna de las dos cosas.
Marty guardaba un helado silencio.
— Pero los animales sobrevivieron. Y Davidson subió al espacio vacío y volvió sin novedad.
— Durante cinco minutos —dijo Marty— Metes la punta del pie en el agua para ver si está fría, mojas el dedo y pruebas para ver si está envenenada… y después te tiras de cabeza para ver si te ahogas.
Se habían vuelto frente a frente y sus ojos se encontraron. La discusión era una excusa trivial. La tensión que se había estando creando tenía raíces más hondas, y ahora, por el espacio de un relámpago, se trasformó casi en odio.
Después, Marty volvió a mirar el cohete. Una comisura de su boca se retorcía quejosa.
Linden se volvió hacia la puerta desde donde les contemplaban los curiosos centinelas.
Creí que querrías inspeccionarlo personalmente.
— ¿Para qué? ¿Acaso no lo has comprobado tú todo?
— Sí… Creo que aguantará el viaje.
Linden recorría la calle sin sombra, la brisa se iba haciendo caliente, y las nuevas edificaciones olían a la madera de pino traída de las montañas que se alzaban azules, pardas y verdosas a lo largo del horizonte por encima de los tejados. La actividad era escasa esta mañana; todo estaba terminado, listo y esperando, como el cohete que esperaba allá fuera, en el desierto, con su tersa piel de magnesio brillando al sol. La calle estaba tan vacía como la mañana que tenía ante sí; por la tarde, al menos, habría algunas rutinarias pruebas finales, aunque todas las importantes, con las cámaras de compresión, los centrífugos y los disparos de prueba, eran ya historia pasada.
Abrió lo puerta y se quedó clavado. Su corazón saltó locamente durante un momento. Después, cuando el resplandor que acababa de abandonar dejó de cegarle, recuperó casi su marcha normal y le permitió decir con voz tranquila:
— Hola, Ruth.
A la primera mirada, advirtió claramente que ella no había venido a pedir cuartel, sino a ofrecerlo. De lo contrario no habría paz, y ella no estaría aquí.
— Escucha, Jim. Ayer hablé con el general.
— Lo sé. También yo.
Pero ella ignoró la perversa interrupción y se apresuró a continuar.
— …y admitió que hay otros cuantos hombres tan preparados como tú para ir.
Otros cuantos… cuando tu me dijiste.
— Sí, lo sé —interrumpió él de nuevo—. Fue una mentira a medias…, porque parecía mucho más sencillo así. Pero, puesto que viste al general, tuve que decirle que tu y yo habíamos terminado, que ya no me importabas en absoluto.
Ella le miró, cortada, con un tácito “¿por qué?” dibujado en su boca.
— Porque cualquier estúpido psicólogo puede decidir que una alteración emocional es razón suficiente para borrarme de la empresa.
— Y tú crees que no lo es.
No podía seguir siendo brutal. Evitó su mirada y permaneció callado.
— Íbamos a tener casa con jardín, en el campo, frente a las colinas, un cuarto para los niños… —Su voz se quebró, pero continuó—. ¿Recuerdas, Jim? Íbamos a ser como los demás, coma toda ese gente feliz, a mirar la luna sólo a través de las hojas de los árboles, y dejar que otros se preocupasen de ir más lelos y más de prisa…
— Todavía puede ser así.
Ella no escuchaba.
— Ahora he descubierto —dijo pensativa lo que debía haber sabido antes. No haces esto por el deber, la ciencia ni ninguno de esos bellos pretextos. Hay otros muchos que podrían hacerlo. Lo quieres por ti mismo. Quieres ascender a las tinieblas envuelto en un resplandor de gloria… y cuando vuelvas, si vuelves, no estaré esperándote. Ya lo sabes.
El avanzo un paso y le oprimió los brazos con tensa garra… sólo por un instante. Ella ni se resistió ni le correspondió, y él dejó caer sus manos como si el contacto le hubiese quemado.
— Haces todo esto sin motivo. Es sólo tu imaginación insensata… irrazonable… —dijo, confusamente.
Ruth sacudió la cabeza.
— No son imaginaciones mías.
— Los animales volvieron sin novedad ¿no es cierto?
— Sí… y a la próxima generación aparecieron los ratoncillos sin ojos, y los conejos que no podían saltar por tener los huesos mal puestos, y…
— Sólo algunos. Te lo he repetido mil veces: el riesgo es despreciable.
— Todo fue efecto de los rayos cósmicos, allá arriba donde tú quieres ir. No me arriesgaré a tener hijos así ni aunque sean tuyos. ¿No comprendes que en ciertas cosas el menor riesgo es excesivo?
Su voz había subido hasta acabar en un sollozo.
— No eres lógica —dijo él sin esperanza—. Siempre hay riesgos… —Respiró profundamente—. Ruth, si quieres escucharme, trataré de explicarte… por qué tengo que ser precisamente yo. Después, probablemente me dirás que son insensateces.
Ella se sentó, obediente, en el borde de una silla, viéndolo pasear.
— ¿No te hablé nunca de cuando me caí del henil? —se volvió bruscamente para mirarla—. No me caí. Salté… “Fue en la granja de mi tío, el verano en que cumplí doce años. Tenían un gran pajar pintado de rojo, como es costumbre en el Midwest, y en tiempo de siega subían los carros cargados y metían el heno por la puerta abierta en el alero. Los chicos lo pasábamos en grande jugando en el heno y mirando desde allá arribe hacia la lejanía.
“Pero aquel atardecer, después de cenar, cuando el trabajo había terminado y ya se habían ido los hombros, trepé yo solo al pajar y miré por la puerta del alero al corral vacío. Había unos cinco metros, pero para un chico de doce años, visto desde allá arriba, parecía una milla… Por eso salté”.
— ¿Y qué pasó?
— Me disloqué una cadera —dijo Linden secamente—. Pero no lo sentí, ni entonces ni nunca. Durante unos instantes —un segundo, que es lo que se tarda en caer de esa altura— tuve algo que había estado buscando sin saberlo, y que siempre he buscado desde entonces, encontrándolo y volviéndolo a perder… el “Gran Trampolín” —terminó; y debería haberse mordido le lengua, porque no deseaba usar esa frase. Sonaba absurda, y era un secreto suyo.
— Jim, eso es absurdo.
Le asestaba sus ojos cargados de reproche, pero él los miró ahora de frente.
— Toda mi vida he estado buscando ese “Sitio”. Por eso cuando llegó la guerra me alisté en paracaidistas, y por eso no he podido estar nunca apartado de la investigación de aviones y cohetes. Durante ocho horas, mientras el cohete cubre dos veces su órbita en torno al planeta, estará en calda libre, libre… de la gravedad que nos tiene prisioneros del principio al fin de nuestra vida. Un cuerpo que cae libremente carece de peso, y es el único modo de lograrlo; incluso teóricamente no hay otro procedimiento para oponerse a la gravedad. El hombre que vaya en el cohete experimentará ocho horas de un estado que nadie ha conocido hasta ahora más que durante unos segundos… durante un salto en paracaídas, o a veces en un picado. Y en sueños. Casi todo el mundo tiene esos sueños, en los que vuela no como un pájaro o un avión, sino flotando, libre de las cadenas de la atracción terrestre. Creo que es una aspiración normal en el hombre; pero yo tengo mayor conciencia de ella que la mayoría de los mortales. Tenía que ser yo. Cuando supe que habían perfeccionado el cohete nuclear e iban realmente a probarlo, te hice creer que insistían en traerme aquí, pero fue todo lo contario; removí cielo y tierra para conseguirlo.
— ¿Ni siquiera pensaste que debía haber otros chicos que también han saltado de los pajares?
Él la miraba sin verle, viendo en su lugar el cohete dispuesto y deslumbrante en medio del desierto.
— Sin duda. Pero yo he encontrado el “Gran Trampolín” y me pertenece.
Se levantó, rígida.
— He esperado. He llorado al leer los titulares diciendo que iban a construir algo para llegar más alto y más de prisa. He rezado para que te hirieses, para que quedases incluso inútil, y no pudieses ir. Pero ahora hemos venido a parar al “Gran Trampolín”, y no esperaré más.
Linden miró a otra parte. Se llamó a sí mismo cobarde, insensato y traidor, y dijo en voz alta.
— Está bien. Si tiene que ser así…
Al principio, la voz del cohete fue como una manada de truenos que acaba de romper su jaula. A medida que la nave ascendía, el ruido crecía también, hasta ser como un millón de espíritus malignos clamando por la extinción de la raza humana. Y cuando la velocidad aumentó aun más se hizo todavía más fuerte, hasta una nota casi supersónica que temblaba en el umbral de la audición y vibraba agonizante en nervios, huesos y sangre.
continuará...
Notas
Tomado de Antología de Cuentos de Ficción Científica, selección del Dr. Javier Lasso de la Vega, Editorial Labor, 1965.
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Robert Abernathy
cómo citar este artículo →
Abernathy, Robert y (Tomado de Antología de cuentos). 1983. El ajolote (1a. parte). Ciencias 3, enero-marzo, 58-61. [En línea]
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El Grupo de biomatemáticas.
Un intento interdisciplinario en la
Facultad de Ciencias
Nota de los editores
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En un medio que se empeña en repetir los patrones coloniales
del quehacer académico tanto en investigación como en docencia, las búsquedas de alternativas que tomen en cuenta la problemática concreta de la formación profesional en México son valiosas.
Al platicar con Faustino Sánchez, miembro del grupo, nos manifiesta que la preocupación por esta área tiene diferentes antecedentes, entre los que cabe destacar, los trabajos del Congreso de Matemáticas de 1981 celebrado en la Escuela de Ciencias Marinas de Mazatlán y el Primer Encuentro Nacional de Biomatemáticas celebrado el año pasado en la ciudad de Morelia.
En estos eventos se ha llegado a la conclusión de que uno de los problemas a que se enfrentan es el divorcio existente entre matemáticas y biología, así como entre investigación y docencia.
Es interesante notar, afirma el compañero Sánchez Garduño, por un lado, el fetichismo que se ha creado entre muchos biólogos que consideran a las matemáticas como una ciencia que no guarda ninguna relación con su trabajo y que no es capaz de aportarles nuevos elementos. Por otro lado, hay quienes opinan lo contrario, ya que consideran que las matemáticas resolverían todos sus problemas.
Es a partir de esta problemática que el grupo se plantea sus actividades, entre las que cabe resaltar: el intercambio que se realiza con escuelas democráticas, en las que los miembros del grupo están en contacto con el trabajo de campo que se realiza en biología, y aportan los elementos matemáticos necesarios para su realización. Por otra parte, se intenta reenfocar las materias, al dar contenido a los modelos que se manejan, a través de poner a esas escuelas en contacto con otros cursos similares.
Para finalizar, cabría el destacar el trabajo del seminario de Biomatemáticas, que tiene una periodicidad semanal y en el que se discuten problemas como dinámica de poblaciones, modelos de polinización, genética, etc.
Notas
Las personas interesadas en estos trabajos, favor de dirigirse a Faustino Sánchez Garduño, cub. 008, Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, UNAM.
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cómo citar este artículo →
Nota de los editores y (Entrevista). 1983. El Grupo de biomatemáticas. Un intento interdisciplinario en la Facultad de Ciencias. Ciencias 3, enero-marzo, 53. [En línea]
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Raquel Gutiérrez Aguilar y Octavio Miramontes Vidal
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En el año de 1966 se reunieron, a solicitud de Robert
MacNamara (Secretario de Defensa de los E. U.) y a la sombra de la división Jason, 47 de los más sobresalientes científicos estadounidenses con el objeto de discutir, evaluar e implementar el desarrollo de nuevas técnicas destructivas que pudieran ser aplicadas en la guerra de Vietnam.
La división Jason era parte del Instituto de Análisis de Defensa (IDA)** que describe a Jason como: “…un grupo de investigación formado por científicos de élite que ponen una parte importante de su tiempo, a disposición del IDA. Cada verano los miembros de Jason estudian, en el curso de una sesión de trabajo, problemas técnicos vinculados a cuestiones de interés nacional”.
A partir de 1966, las cuestiones de interés nacional a las que se avocarían los miembros de Jason eran los problemas técnicos derivados de la guerra intervencionista y criminal que estaban llevando a cabo los E.U. en Vietnam.
Durante la sesión de 1966, los miembros de Jason se reunieron y escucharon durante 10 días a funcionarios de la CIA y el Pentágono; asimismo trabajaron junto con MacNamara durante dos meses, en la elaboración de una serie de reportes, en los que proponían la construcción de una complicada barrera electrónica que utilizaría masivamente, equipas tecnológicos muy sofisticados, sistemas de visión nocturna, detectores sísmicos, acústicos, emisores-receptores conectados a computadoras, sistemas que provocan bombardeos automáticamente, bombas guiadas por Laser, televisión, etc.
La lista de científicos involucrados en Jason es impresionante, con la participación de los más destacados en la ciencia moderna. Más de las tres cuartas partes de los miembros de Jason son físicos entre los que se encuentran cinco premios Nobel: Charles Townes, Luis Álvarez, Murray Gell-Mann, Donald Glaser y Eugene Wigner.
En 1970 un grupo de militantes pacifistas en E.U. dio a conocer la lista de los miembros de los comités de trabajo del IDA y algunos de los temas tratados en sus reuniones, contenidos en varios documentos. A partir de entonces, la opinión pública y una buena parte de la comunidad científica de los E.U., Europa y otros países, se vieron envueltos en la discusión de un tema que tradicionalmente se olvida: el mito de la neutralidad de la ciencia. Había quedado en evidencia ante los ojos del mundo, que una serie de científicos de reconocido prestigio académico, estaban envueltos en uno de los proyectos más reprobables de la historia: la devastación y genocidio de un pueblo a través de la agresión imperialista de los Estados Unidos.
Este grupo había trasladado el método científico de sus aulas y laboratorios universitarios, a un laboratorio enorme: 750000 Km.2 en el Sudeste Asiático, donde tendrían la tarea de experimentar con la vida de millones de seres humanos.
Entre las acciones que llevaron a cabo los científicos que reprobaron la aplicación militar de la ciencia y la participación de los miembros de Jason en la guerra de Vietnam, estuvieron: la denuncia y la confrontación pública de estos últimos. Quizá, el caso mis sonado sea el de Gell-Mann, coautor de la teoría de los quarks, asesor científico de Nixon y miembro de Jason de 1961 a 1970.
En junio de 1972, el Colegio de Francia había invitado a Gell-Mann a dar dos cursos de física teórica. Los investigadores y estudiantes del Colegio, de la Facultad de Ciencias de Orsay y de la de París, se opusieron a esta invitación, cuestionaron a Gell-Mann acerca de su participación como miembro de Jason en la guerra de Vietnam, y finalmente lo expulsaron del Colegio.
En julio del mismo año la presencia de Wheeler y la de Gell-Mann en Erice (Sicilia), provocaron enfrentamientos entre estudiantes, investigadores y autoridades. En Roma, también fue cuestionada la invitación a Sydney S. Drell (colega de Gell-Mann en física teórica y en Jason) al Instituto de Física, donde el público asistente no le permitió hablar. A menos de un año de todo esto, Gell-Mann se vio en la necesidad de suspender dos conferencias en el CERN*** de Ginebra.
En Trieste (Italia) se había programado, en el Centro Internacional de Física Teórica, el coloquio “El Desarrollo de la Concepción Física de la Naturaleza” (financiado por la OTAN) que reuniría a lo más selecto de la física internacional, entre ellos a Eugene Wigner y a J. A. Wheeler. El día de la sesión inaugural, el auditorio fue tomado por estudiantes e investigadores que cuestionaban la participación de estos científicos en el coloquio. La inauguración se llevó a cabo en otra sala bajo la protección de policías armados.
En 1975, Gell-Mann fue expulsado por miembros de la Facultad de Ciencias de la UNAM, el día en que daría una conferencia; los organizadores del evento, lo sacaron de la Universidad y lo trasladaron al edificio del CONACYT, donde finalmente habló de física “pura”. Hablaremos ahora en forma más detallada de las actividades de la división Jason y la guerra de Vietnam. Al contrario de la Segunda Guerra Mundial, donde los objetivos militares eran fundamentalmente fábricas, puertos, ferrocarriles, etc., los objetivos militares en Vietnam eran las selvas y bosques1 debido a que estos, deban cubierta a los combatientes vietnamitas. De igual modo el desarrollo de la guerra fue distinto, los vietnamitas evitaban en lo posible, las batalles en forma, aprovechaban los escondites naturales y llevaban a cabo ataques rápidos e inesperados; por tanto, resultaba difícil para el ejército imperialista controlar grandes territorios, ya que era necesario desplegar una gran cantidad de hombres que generalmente no conocían bien el terreno, lo que los colocaba en “desventaja” con respecto a los vietnamitas, quienes además contaban con el apoyo de la población civil.
Las primeras técnicas usadas en Vietnam fueron la defoliación y la deforestación que pretendían despojar a los vietnamitas de sus lugares de escondite, facilitando así los bombardeos yanquis sobre blanco seguro. El daño ecológico y las alteraciones a la naturaleza fueron gravísimos;2 biólogos y químicos trabajaron arduamente para encontrar las sustancias más tóxicas, las fórmulas más dañinas y de mayor alcance tanto en tiempo como en lugar.
Esto, aunque indignante, no es aún lo más grave, pues al volverse evidente que estas acciones no eran suficientes para vencer, MacNamara crea un grupo encargado de llevar adelante la propuesta de los científicos de Jason: la barrera electrónica, que comenzó a construirse en 1967 estando terminada para 1969.
El ejército de los E. U. con la moral decaída, enfrentando a una opinión pública que quiere paz y a un enemigo cuya decisión es vencer, se ve obligado a recurrir a las máquinas en sustitución de hombres, dando así, la ilusión de paz mientras la guerra continuaba y continuaba en forma aún más brutal. Así conforme las tropas vuelven a su país, las computadoras y los armamentos sofisticados las sustituyen. Estas fueron las palabras del Gral. Westmoreland:3 “En el campo de batalla del futuro, los ejércitos se localizarán y atacarán casi al instante, a través del uso de bancos de datos, evaluaciones de inteligencia por computadora y fuego automático, que harán innecesaria la participación de grandes ejércitos”.
El campo de batalla electrónico en Vietnam operaba a tres niveles: primero, existía toda una red de detectores que denunciaban la presencia de combatientes en alguna región, estos detectores estaban distribuidos en tierra o sobre árboles, o montados en aviones y helicópteros; segundo, un centro de computadoras que recibe la información de los detectores y tercero, todo un arsenal de armas, bombas, cohetes, minas, etc., diseñadas especialmente. Las señales de los detectores las recibían aviones tripulados (aunque posteriormente se utilizaron aviones sin tripulación). Estas señales eran enviadas a una base (Nakhom Phanom) en Tailandia, donde dos computadoras IBM 360-65 procesaban los datos, que finalmente eran enviados a los aviones encargados del bombardeo.4 Esta base estaba ligada directamente con el Pentágono por medio de satélite; también desde este centro se controlaban los satélites que espiaban la zona de Indochina, haciendo observaciones en el infrarrojo e interceptando señales de radio.
Los detectores empleados eran de diversos tipos: COMMIKE es un micrófono que transmite voces y sonidos; ACOUSID es un detector acústico-sísmico, MINISID es un detector sísmico miniatura.5 ADSID, detector sísmico que se dejaba caer desde aviones, quedaba esparcido en una superficie muy grande y se enterraba en el suelo quedando al aire únicamente la antena, la cual era una copia exacta de una planta tropical. Los micrófonos ACOUBUOY eran dispositivos que, dejados caer en paracaídas, quedaban atrapados en los árboles, posteriormente el paracaídas se desintegraba quedando únicamente el micrófono camuflageado. Existían detectores de “aromas” sensibles a cantidades muy bajas de amonio y que podían detectar la transpiración de una persona a una distancia considerable (los vietnamitas aprendieron a burlar estos detectores, colocando frascos con orines en los árboles). Variaciones mínimas en el campo magnético terrestre producidas por una persona cargando un arma, un cuchillo o incluso las producidas por un botón de metal, se detectaban con un instrumento llamado MAGID. Se utilizaron detectores de rayos infrarrojos que permiten localizar objetos de noche, en neblina o incluso en el día, por medio de la diferencia de temperatura de objetos.
Otro tipo de sistema de detección utiliza un radar montado en un avión, el cual inspecciona el terreno y transmite esta información a un centro de computadoras, donde la información del terreno se compara con una fotografía aérea previa, si existe algo que no checa entre la información del radar y la fotografía, se le considera como un objetivo militar; de inmediato la computadora dirige los aviones e inicia el bombardeo. Algunas veces cuando un detector es activado, un helicóptero artillado equipado con receptores infrarrojos para visión nocturna se envía al lugar. Según los analistas militares, este método da resultados “excelentes”, “matamos 103 vietnamitas en un mes utilizando esta técnica, sin ningún costo personal para nosotros, ni una sola baja”. Se utilizaron aviones equipados con aparatos de televisión capaces de localizar objetivos; la tripulación del avión inspecciona el terreno, tan pronto localizan un objetivo, el avión queda bajo el mando de una computadora que guía el aparato y dispara las armas.
Las bombas utilizadas en la guerra electrónica incluían bombas de 115 kg. a 6800 kg.; bombas antipersonales6 diseñadas para usarse contra personas desprotegidas, bombas incendiarias, etc. Una arma básica fue la bomba de racimo (closter bomb unit, CBU) donde una bomba madre contenía un cierto número de bombas más pequeñas llamadas bombas vivas (bomb live unit, BLU); después de que las bombas madre eran lanzadas desde un avión, se abrían en el aire a una altura de unos 800 a 1200 metros, diseminando en una superficie muy amplia las bombas BLU. Las primeras bombas BLU se llamaron bombas “piña”, y contenían de 250 a 300 esquirlas de acero de unos 6 mm. de diámetro, que se proyectaban horizontalmente, tras la explosión, a una velocidad de 1000 m/s. Debido a que los vietnamitas se refugiaban en el suelo, en hoyos, fueron diseñadas otras bombas BLU, llamadas bombas guayaba, las cuales dispersaban sus esquirlas diagonalmente; las bombas BLU pueden explotar en el aire a una altura prefijada, o estallar al impacto con el suelo. Un solo avión es capaz de transportar de 400000 a 500000 esquirlas.
La eficiencia de estas bombas está basada en sus esquirlas de fragmentación que mutilan a sus victimas. Precisamente la lógica criminal de quienes diseñaron estos artefactos, era mutilar y destrozar, antes que matar. De esa manera las personas que resultaban heridas no podían participar en las tareas productivas o de defensa, requerían de atención médica y de alimentación y contribuían a lesionar la moral de sus compañeros.
La bomba “hamburguesa” (BLU 82/B) explota justo antes de tocar el piso generalmente no produce cráteres y la zona que queda tras la explosión puede ser utilizada de inmediato para el aterrizaje de helicópteros; se utilizó principalmente para limpiar zonas de selva y donde se sospechara le presencia de combatientes vietnamitas; aunque también se utilizó contra objetivos civiles, contiene 5700 kg. de un material que es sobrepasado en poder explosivo solo por las bombas nucleares; arranca de raíz los árboles y mata todo tipo de vida en una zona de 3 km2.
Otro tipo de bomba utilizaba clavos de acero de unos 2 cm de largo, cada bomba con unos 600 clavos, éstos también podían ser disparados con fusiles m-19 o por fuego de artillería. A partir de 1970, se utilizaron las llamadas bombas astutas, éstas tenían métodos de guiado que las volvían sumamente precisas. Un tipo de estas bombas, utilizaba sistemas de televisión. También había un tipo de bomba que hacía correcciones en su trayectoria al dirigirse a su blanco mediante un rayo Laser; se sabe que una sesión de Jason fue dedicada únicamente al problema de la aplicación militar del Laser (Charles Townes, premio Nobel por la invención del lásser, era miembro entonces de la división Jason). Las bombas astutas tenían una precisión de unos 2 m. en 6.5 km., lo que prácticamente permitía a los agresores yanquis “meterlas por la puerta”; de este manera resultaba fácil poder dar en el blanco contra los refugios antiaéreos, las escuelas y los hospitales.
La mina araña, tenía el tamaño de una pelota de ping-pong, al tocar el suelo dispersaba ocho hilos de nylon de unos ocho metros de largo en todas direcciones; bastaba con pisar una de estas cuerdas para provocar la explosión de la mina. Otro tipo de bomba, se disparaba con cañones de 155 mm. o 203 mm.; cuando éstas explotaban, dispersaban 104 esferitas de metal de unos 3 cm de diámetro, las esferitas al rebotar en el piso explotaban a una altura de un metro y medio, proyectando 600 fragmentos hacia el cuello, la cabeza y el pecho; la altura de la explosión fue escogida teniendo en cuenta la altura promedio de los vietnamitas.
El proyectil AGM45-A, se utilizaba en zonas densamente pobladas, explotaba cerca del suelo dispersando 10000 cubos de metal de unos 4 mm., que penetraban profundamente en el tejido y que eran muy difíciles de detectar con rayos X; prácticamente era imposible localizar y retirar todos los fragmentos del cuerpo de una víctima. En muchas ocasiones, las esquirlas y fragmentos de acero se remplazaban con partículas de plástico; el plástico es transparente a los rayos X, por lo cual, la detección de estas partículas era imposible. El plástico se detecta con equipos de ultrasonido, sin embargo, los médicos vietnamitas carecían de estos equipos. Un médico inglés que visitó Hanoi, reportó haber visto el cuerpo de una mujer herida con esquirlas de plástico; éstas habían penetrado el cuerpo a tal velocidad, que producían suficiente calor como para evaporar el tejido en el que se incrustaban.
En Vietnam se pusieron en práctica métodos de modificación del clima con fines militares, la aviación yanqui sembraba nubes para provocar lluvias y ciclones; las presas eran bombardeadas y destruidas, causando que cientos de personas perecieran ahogadas.
Existe una gran cantidad de métodos y técnicas genocidas que se utilizaron, que fracasaron o que quedaron en proyecto y que se desconocen. Se sabe por ejemplo, del proyecto “tormenta de fuego” que consistía en provocar el incendio de grandes extensiones de bosques y selvas utilizando masivamente materiales incendiarios (napalm, fósforo, etc.); este proyecto se intentó en 1965, 1966 y 1967 hasta que fue desechado ya que no se obtuvieron los resultados que los militares yanquis deseaban.
El desarrollo tan absurdamente rápido de innumerables técnicas militares, es un ejemplo tan claro como indignante de la ciencia utilizada como instrumento de dominación. Es legítimo y necesario en consecuencia, que se asuma la denuncia de la falacia de la neutralidad de la ciencia y del papel que ésta juega en la sociedad. El caso de la guerra electrónica y los científicos de Jason, no es el caso de 47 individuos aislados que se reúnen a concebir y planear máquinas de muerte, son con toda seguridad miles los trabajadores de la ciencia, algunos conocidos, algunos no tanto, quienes están ligados a proyectos de investigación con fines militares. El problema que subyace en el fondo, es el problema de la organización del aparato científico, en particular para el imperialismo yanqui, cuya única garantía para mantener el orden establecido y sus posiciones de poder en el mundo es el uso de la fuerza. Organizará el trabajo de sus científicos de tal manera que le permitan consolidar y refinar su maquinaria bélica; así, a los pueblos que resistan los embates del imperialismo, se opondrán los métodos de la ciencia. El problema “científico” de optimizar la muerte y la destrucción de los pueblos, será tratado entonces como cualquier otro problema a ser visto en los microscopios y simulada en las computadoras de los campus universitarios.
Finalmente querernos mencionar que al igual que el proyecto Jason para Vietnam, existió uno para América Latina conocido como “Plan Camelot”,7 donde los miembros de dicho plan, trataron de dar soluciones al “problema” de la insurrección en América Latina. Esto cobra importancia en los momentos en los que el gobierno fascista de Ronald Reagan repite los pasos de sus antecesores en Vietnam, al amenazar con el uso de la fuerza y la intervención militar a los pueblos de Centroamérica y el Caribe, que luchan por su liberación.
Notas
** Instituto de investigaciones científicas con fines militares, dependiente del Pentágono.
*** Centro Europeo de Investigaciones Nucleares.
1. Aunque esto no quiere decir que no se hayan arrasado ciudades y aldeas.
2. Ver “Ecological Effects of the War in Vietnam”, G. Orians y E. Pfeiffer, Science 168, No. 3931, p. 554, mayo de 1970.
3. Ex jefe del Estado Mayor de los E. U. en Vietnam.
4. Las computadoras eran capaces de dirigir los aviones hasta sus objetivos y disparar las armas en el momento adecuado.
5. Los detectores sísmicos eran instrumentos que detectaban las pisadas de una persona, el paso de un animal e incluso las gotas de lluvia.
6. Las bombas antipersona son bombas que no son efectivas contra construcciones, tanques, vehículos, ni siquiera son capaces de ponchar las llantas de un camión, pero sí son efectivas en matar y mutilar gente.
7. Wschebor, M., Imperialismo y Universidad en América Latina, México, 1973, Edit. Diógenes.
Referencias Bibliográficas
— J. M. Levy Leblon, Alain Jaubert, Autocrítica de la Ciencia, p. 156-169, Editorial Nueva Imagen, México, 1980.
— Alain Jaubert, Zapping the Vietcong by Computers, New Scientist, pp. 685-688. — Eugenia Keller, The Electronic Battlefield, Chemistry, Vol. 45, No, 48, pp. 8-12, septiembre de 1972. — Sience For the People, Vol. VI, No. 6, noviembre de 1972. — A. H, Westing, E. W. Pfeiffer, The Cratering of Indochina, Scientific American, Vol. 226, No. 5, pp. 20-29, mayo de 1972. — Deborah Shapley, Technology in Vietnam: Fire Storm Project Fizzled Out, Science, Vol. 177, No. 4045, pp. 239-241, 21 de julio de 1972. |
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Raquel Gutiérrez Aguilar
Estudiante de la carrera de Física de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
Octavio Miramontes VidalEstudiante de la carrera de Física de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
cómo citar este artículo →
Gutiérrez Aguilar, Raquel y Miramontes Vidal, Octavio. 1983. El proyecto "Jason". Ciencias 3, enero-marzo, 40-45. [En línea]
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Nota de los editores
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Es claro que los orígenes de la Facultad de Ciencias
están inscritos en la historia de la Universidad Nacional. Sin embargo, ¿cuáles podría señalar como antecedentes específicos de esta facultad?
Como ya lo señaló el Dr. Lozano en la entrevista anterior, los primeros antecedentes de la Facultad de Ciencias se tienen qua buscar en la creación de la Universidad misma, en 1910, al reunir el maestro Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, una serie de escuelas profesionales qua ya existían en la ciudad, con la Escuela Nacional Preparatoria promulgándose su Ley Constitutiva el 26 de mayo de 1910.
Una de las instituciones que pasó a formar parte de esta “nueva” universidad, era la Escuela Nacional de Altos Estudios, creada por Ley el 7 de abril de 1910, e inaugurada formalmente el 18 de septiembre del mismo año, y siendo su primer director don Porfirio Parra. Don Porfirio murió en 1912, quedando en la dirección don Alfonso Pruneda. Su propósito era el de impartir cursos sobre temas avanzados, principalmente en humanidades; reuniendo además a un grupo de personas interesadas en el estudio de las ciencias.
Los objetivos que se pensaron para la Escuela de Altos Estudios pueden deducirse de el discurso de su director en la ceremonia inaugural: “En ella, los sabios mexicanos encontrarán los elementos indispensables que requiere la investigación científica, pues la Escuela Nacional de Altos Estudios abrirá sus puertas a los diferentes investigadores, para que este arte, tan importante como fecundo, sea practicado por todo mexicano que sienta amor a la ciencia y deseos de investigar las sabias leyes que norman la marcha del Universo, No por ser escuela de investigación científica dejará de ser el nuevo plantel una escuela de enseñanza, pues en ella se darán a conocer todas las ramas del saber en un grado y en una extensión, que no han podido ser enseñadas en las otras escuelas, por vedarle su índole especial”.
Para integrar el cuerpo docente se contrataron profesores extranjeros. El primero fue el Dr. J. M. Balwin para sicología, el segundo el Dr. F. Boas de Antropología y el tercero el Dr. Carl Reiche, quien dio un curso superior de botánica desde julio de 1911, con una inscripción de 33 estudiantes. También ofreció conferencias sobre teoría de la evolución orgánica y posteriormente dictó un curso de biología general y un curso práctico de clasificación botánica.
El Dr. Lozano habló en su entrevista sobre el desarrollo de la física y las matemáticas en la Escuela da Altos Estudios. ¿Qué nos puede decir de la biología?
Los estudios de biología se iniciaron con el esfuerzo del Dr. Reiche, que en 1915 fue sustituido por el prof. Guillermo Gándara, quien ofreció cuatro cursos: morfología general y sistemática; fisiología y fitogenesia; botánica geográfica y paleobotánica; y botánica industrial, médica y farmaceútica. En 1921 fue ayudante de estas cátedras el Dr. Enrique Beltrán.
Como profesor de zoología se nombró en 1916 al Dr. Agustín Reza, con un programa de tres años, con zoología general; biología y embriología generales; y anatomía comparada. En 1922, siendo director de la Escuela don Ezequiel A. Chávez, fue nombrado como profesor de zoología el prof. Alfonso L. Herrera, en lugar del Dr. Reza.
En 1924, el Dr. Enrique Beltrán ofreció los cursos libres de microscopía botánica y zoología de invertebrados.
La Escuela de Altos Estudios tropezó con dificultades presupuestales y con problemas políticos que trajeron cambios en su profesorado. Don Alfonso L. Herrara fue sustituido por el Dr. Isaac Ochoterena en 1925.
En este mismo año, la Escuela se transformó en la Facultad de Filosofía y Letras, iniciándose con esto, de una manera formal, los estudios de grado en la Universidad.
El Dr. Enrique Beltrán terminó sus estudios en 1924 y elaboró su tesis profesional sobre los protozoarios del Lago de Xochimilco, obteniendo su título de Profesor Académico en Ciencias Naturales en diciembre de 1926. Se convirtió así en el primer naturalista o biólogo profesional en México.
El 10 de julio de 1929, con una población estudiantil de 8154 alumnos, la Universidad se conviene en Autónoma y, esa mismo año, el Dr. Isaac Ochoterena funda dentro de la UNAM el Instituto de Biología, al conjugar las instalaciones y el personal que años antes venían haciendo investigación en biología.
Más tarde, en 1930, la Facultad de Filosofía y Letras creó un departamento llamado Sección de Ciencias, organizándose los estudios para obtener los grados académicos de maestro y doctor en ciencias exactas; en ciencias físicas y en ciencias biológicas, de acuerdo a los estudios respectivos. Estos quedaron reducidos para biología a dos cursos de botánica y dos de zoología.
En esta sección de ciencias estaban previstos estudios superiores de biología, física y matemáticas. La situación de las maestrías en física y matemáticas fue muy irregular, ya que no había quien obtuviera dicho grado. En tanto que en biología, debido a la relevante participación del Dr. Ochoterena, los estudios estuvieron mejor organizados y progresaron bastante. Esto se dio en parte porque las condiciones generales del país habían cambiado; la creación de las Escuelas Secundarias había multiplicado la demanda de profesores y, en general había un mejor ambiente para estas cuestiones. Así en 1931 se gradúan los dos primeros Maestros en Ciencias (Biología): el Dr. Leopoldo Ancona y la Dra. Helia Bravo Hollis; graduándose en estudios superiores 12 alumnos hasta 1938.
Tales son los antecedentes, pero aún conociéndolos con la precisión con que los ha descrito, ¿podríamos hablar, ya por aquellos años, de la Facultad de Ciencias?, o bien ¿hasta cuando se puede referir su existencia?
Es hasta 1938, año en que se fundó el Instituto de Física, que se iniciaron los trámites para que la Sección de la que hablábamos se convirtiera en la Facultad de Ciencias. Hubo una reunión previa del Consejo Universitario que al aprobar el nuevo Estatuto Universitario, creó la Facultad de Ciencias. Sus labores dieron principio el 2 da enero de 1939, bajo la dirección del Ing. Ricardo Monges López. En marzo de ese año comenzaron oficialmente las clases en los Departamentos de Matemáticas, Química, Biología, Geografía, Geología y Astronomía.
El Departamento de Biología quedó a cargo del Dr. Isaac Ochoterena, aprobándose el primer plan de estudios para la Maestría en Ciencias (Biología); mientras que los físicos y matemáticos continuaron con los planes que tenían desde 1936. La carrera de geografía se planteó a mayor nivel; los químicos iniciaron los cursos superiores y se creó la carrera de geología. El Departamento de Astronomía no llegó a fundarse por falta de alumnos. Para entonces, el presupuesto de la Universidad era de unos 50 millones de pesos.
En 1940 se fundó el Instituto de Matemáticas y cinco años más tarde, el Instituto de Geofísica. En esta época, por iniciativa del Director de la Facultad de Ciencias, Ingeniero Monges López, se creó el Consejo Técnico de la Investigación Científica, compuesto por los directores de los Institutos y de la Facultad de Ciencias.
Durante esos años, ¿en qué lugar se llevaban a cabo los estudios de Biología y con qué recursos se contaba?
Durante los años que van de 1939 a 1953, el Departamento de Biología funcionó en el antiguo edificio de Ezequiel Montes 115, donde alrededor de 30 alumnos contaban con 6 salones, dos laboratorios generales y un laboratorio de fotografía. Un cuerpo de distinguidos profesores formado por: María Agustina Batalla, Margarita Bravo, Eduardo Caballero, Ignacio Larios, Roberto Llamas, Rafael Martín del Campo, Liborio Martínez, Francisco Moctezuma, Carmen Ortega, Enrique Rioja, Manuel Ruíz-Oronóz, Amelia Sámano y Leonila Vázquez, comunicaban al estudiante todo su entusiasmo. Perseguían, como objetivos fundamentales: formar biólogos capaces de realizar investigación para su posterior incorporación al Instituto de Biología; además de dedicarse a la docencia en la propia Facultad, en la Escuela Nacional Preparatoria y en las escuelas de enseñanza media. El Instituto de Biología se localizaba en la Casa del Lago en el Bosque de Chapultepec y en el Museo de Historia Natural del Chopo.
En 1946, por problemas ante la Dirección General de Profesiones, que registraba la Maestría en Ciencias con cédula profesional de maestro de segunda enseñanza, se hizo un cambio, a través de otorgar licenciaturas en física, matemáticas y biología. Para entonces se habrán graduado de 1939 a 1945, 27 Maestros en Ciencias, que sumados a los doce de Filosofía y Letras, daban un total de 39. Muchos de ellos también obtuvieron el grado de Doctor en Ciencias. Poco después a finales de 1946, se hizo un cambio, al otorgar título profesional de biólogo, físico y matemático. Ya como biólogo, el primero que se graduó fue Salvador Lima Gutiérrez en junio de 1947.
¿Cómo se organizaban los cursos en la carrera de biología es decir, ¿cómo se integraba el plan de estudios en aquellos primeros años?
El plan de estudios estaba formado por materias anuales. En el primer año se cursaban 7 materias: botánica, zoología, citología, bioquímica, fotografía, dibujo y raíces griegas aplicadas a la biología. En el segundo año, cinco materias: botánica, zoología, anatomía comparada, histología comparada y raíces de lenguas indígenas aplicadas a la biología. En el tercer año: botánica, zoología, paleontología, embriología comparada y en el cuarto año: fisiología animal, biología general, técnicas de laboratorio e historia de las ciencias biológicas.
¿De qué manera se seleccionaban las materias que habrían de integrar el plan de estudios?
El Dr. Isaac Ochoterena organizó los cursos da Biología con la colaboración de los maestros, entre los que se puede destacar a los Doctores Caballero, Martín del Campo, Sámano y Ruíz-Oronóz. Posteriormente siendo director de la Facultad el Dr. Alberto Barajas, Secretario el Dr. Manuel Ruíz-Oronóz y Jefe del Departamento la Dra. Amelia Sámano, se hicieron ajustes del plan que duró hasta 1967.
¿Había relación de los planes de estudio con las necesidades del país?
Definitivamente no. Los objetivos de la carrera estaban dirigidos a formar profesionales que realizaran labores de investigación básica y de docencia. Además, muy pocos biólogos trabajaban fuera de la Universidad en investigación aplicada a problemas nacionales.
¿Qué otra modificación se presentó en el plan de estudios?
En 1966, con el Dr. Fernando Prieto como director y el Dr. Ayala Castañares como jefe del Departamento de Biología, se formó una comisión para elaborar el plan que a la fecha conocemos. En ello intervino Gómez Pompa, Yankelevcih, García Cubas, Savín, López Ochoterena y yo, en donde se tomaron en cuenta entre otros criterios, el tratar de asegurar que los alumnos tuvieran contacto con problemas del campo da trabajo; por eso se programaron las biologías de campo y las materias optativas, así como los cursos semestrales. Este plan entró en función entre 1967-1968.
¿Para el país, que representó le creación de la Facultad de Ciencias?
El establecimiento formal de la Facultad de Ciencias, permitió formar los primeros grupos de investigación científica con una preparación básica sólida; grupos que a su vez, reforzaron a los institutos de investigación, iniciándose así la etapa madura de la investigación científica en México. En este sentido, la creación de la Facultad constituye la basa de la investigación que actualmente se desarrolla en el país y que, en algunos campos ha alcanzado altos niveles académicos.
En los primeros años, ¿había programas y proyectos concretos de investigación?
Sí, se desarrollaban en los institutos con la participación de todos los profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias, lo que representaba una ventaja, ya que se vinculaba directamente la investigación y la docencia.
Es casi seguro que durante ese periodo existieran, como ahora, diversas tendencias políticas al interior de la Facultad, pero ¿en aquél tiempo eran tan manifiestas como lo son en nuestros días?
No ya que para la mayoría de los profesores y estudiantes el objetivo principal eran las labores académicas y pocos tenían inquietudes de tipo social. Sin embargo, se tiene que hacer notar que las condiciones del país eran otras y que la ciencia evoluciona de acuerdo con la época en qua se desarrolla, por esto es comprensible que, existiendo tantas necesidades en el México actual, los científicos y los estudiantes se pregunten cuál es su papel dentro de la sociedad qua les toca vivir.
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cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. Historia de la Facultad de Ciencias (II) (Entrevista a Juan Manuel Lozano). Ciencias 3, enero-marzo, 28-31. [En línea]
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Levis Pyenson
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Es un aspecto característico de la expansión
imperialista, que científicos y técnicos se trasladen de un centro metropolitano a un punto de avanzada colonial. La mayoría lo hacen por razones prácticas. Los antropólogos llegan pare identificar la estructura local de poder; los geógrafos levanten mapas del nuevo territorio e investigan su riqueza mineral; los meteorólogos y agrónomos establecen los lugares donde mejor se pueden obtener cosechas redituables; los médicos investigan el origen de las enfermedades locales que amenazan a los trabajadores nativos y extranjeros; los ingenieros construyen facilidades portuarias y supervisan la construcción de redes de transporte tierra adentro. No es difícil ver entonces, cómo las colonias pueden, con el tiempo, llegar a albergar investigadores independientes en antropología, geología, meteorología, historia natural, agricultura, fisiología, patología y mecánica aplicada. Ciertamente, cuando uno observe las comunidades científicas nacientes en las colonias o ex colonias, éstas son las ciencias más frecuentemente representadas. En tales casos, resulta una tarea relativamente directa identificar los orígenes prácticos del discurso científico abstracto.
El problema más significativo relacionado con la ciencia colonial es el de la estrategia imperial, o falta de ella, al transferir la práctica científica de las metrópolis a le periferia. Restringir le atención a las ciencias aplicadas en las colonias, sin embargo, implica ciertas limitaciones. Las presiones socioeconómicas sobre las ciencias aplicadas son de diversa naturaleza, por lo que a menudo es difícil distinguir las motivaciones inmediatas de los rasgos característicos del trabajo científico que son determinados por la estrategia imperialista. Esta confusión se debe a que las diversas clases de comodidades que produce la ciencia aplicada, difieren de los productos de las llamadas ciencias puras.
Igualmente, concentrarse en las instituciones de las ciencias aplicadas, obscurece el punto de cómo el conocimiento sirve para conferir prestigio al poder imperial y de esta manera legitimar su control sobre los territorios periféricos.
En este trabajo considero cómo el conocimiento “desinteresado” de poca importancia práctica, llega a adquirir relevancia en las mentes de los políticos que deambulan por los pasillos de las oficinas de las metrópolis. Procederé haciendo el pasado poco familiar, recobraré circunstancias que al principio parecen marginales y aisladas, y luego extraeré de ellas una nueva imagen de las ciencias exactas al principio del siglo veinte. Actuaré como su cicerón al recorrer territorio virgen en el dominio de la historia de la ciencia.
Permítame armarlo para esta exploración pidiéndole que considere tres preguntas. He aquí la primera: si ud., un físico teórico de Europa Continental en 1913, quisiera visitar el centro más fuerte en su disciplina fuera de Europa, ¿a dónde se iría? Ahora la segunda pregunta: si ud., fuese un geofísico de Europa Continental que aspirara a dirigir el mejor observatorio de su disciplina ¿a dónde buscaría? Aquí tiene la tercer pregunta: si en los primeros años de la década de 1920 ud., fuera un estudiante ansioso de obtener un doctorado en la Universidad Alemana más pequeña, ¿a que ciudad viajaría? La respuesta a estas preguntas no es Inglaterra, Estados Unidos, Japón o siquiera la India. En 1913 el centro más fuerte de física teórica fuera de Europa, y tal vez de los territorios de habla alemana, se encontraba en La Plata, Argentina. En 1913 la estación geofísica más avanzada del mundo fuera de Alemania estaba localizada en Apia, la capital de Samoa Occidental. La universidad más pequeña autorizada por el gobierno alemán para conferir un doctorado durante el período de Weimiar, se encontraba en un suburbio de Shangai, China. Cómo y porqué surgieron estos centros de saber y qué sucedió con ellos, es lo que considero en este trabajo.
Antes de que comience con la historia de las ciencias exactas, permítaseme recordar algo acerca de la situación de estas tres partes del globo. En 1914, Samoa Occidental era una de las pocas colonias alemanas que eran autosuficientes. La armada imperial, así como el ministerio de cultura, apoyaban la ciencia pura ahí, en un intento de arrebatar la hegemonía cultural en el Pacífico a los ingleses y los estadounidenses. Para septiembre de 1914, Samoa Occidental había caído ante una fuerza expedicionaria de Nueva Zelandia. Permítame recordarle también, que a principios del siglo XX, Argentina era una república oligárquica con fuertes nexos económicos con Inglaterra, con fuertes nexos culturales con Francia y con fuertes nexos familiares con España e Italia. Argentina era el foco de un esfuerzo concentrado de parte de Alemania Imperial y el ministerio de cultura prusiano, para establecer una presencia cultural que pudiera ayudar a los intereses militares y económicos de Alemania en Sudamérica. El éxito de la estrategia alemana queda evidenciado por la neutralidad de Argentina durante la primera guerra mundial y su status de país no beligerante durante la segunda guerra mundial.
Finalmente, permítaseme decir que China, aunque técnicamente una nación independiente durante el transcurso del siglo veinte, era realmente un mosaico antes de 1949. En los años antes de la primera guerra mundial, fue derrotada en desastrosas humillantes guerras contra Japón y las potencias europeas. Cuando el imperio se derrumbó en 1911, se declaró la república, que resultó efímera, siendo los siguientes treinta años una sucesión de gobiernos y luchas políticas entre monarquistas, comunistas, republicanos e invasores extranjeros. Entre 1911 y 1949, el poder administrativo fue asunto local de los señores de la guerra y ejércitos individuales. Los enclaves costeros de las potencias imperialistas permanecieron como remansos tranquilos. En 1914, Alemania perdió su concesión de Kiautschou, que pasó a manos del ejército japonés. Sin embargo, Alemania se las arregló para conservar una presencia cultural en Shangai, incluso después de que China se unió a los aliados en 1917. En 1922, militares y académicos alemanes una vez más hicieron sentir su presencia en China.
El identificar las ciencias exactas en estos tres casos, permite la ventaja de no tener que tratar con motivaciones de investigación relacionadas en primera instancia con el bienestar económico. El historiador puede tratar la ideología de la expansión imperial tal como se presenta en la llamada ciencia pura. Uno puede ver la ideología funcionando en Samoa, una situación explícitamente colonial, en Argentina, una localidad que aunque no era colonia, estaba inerme ante la explotación imperial y en China, una área de presencia imperial perdida. En el sentido más amplio, estos ejemplos proporcionan una indicación de la manera en que la ciencia pura cruza fronteras lingüísticas y culturales.
Ahora indicaré cómo la geofísica alemana llegó a Samoa. La historia comenzó en 1901, en el entonces recientemente terminado Instituto de Geofísica de la Universidad de Gottingen. Los observadores y sus asistentes firmaban contratos para permanecer de 18 meses a 4 años en Apia. A partir de 1911, el observatorio albergaba un director, un asistente postdoctorado, un mecánico alemán, dos o más empleados europeos y dos o tres sirvientes chinos. El observatorio se convirtió en visita obligada de cualquier viaje científico alrededor del mundo, tal como los emprendidos por el Departamento de Magnetismo Terrestre de Louis Bauer. En 1914, Gustav Angenheister fue nombrado director. Siendo profesor titular, firmó un contrato de nueve años, especificando que pasaría períodos de 18 meses alternativamente en Samoa y Gottingen. Cuando partió para Samoa con su esposa en junio de 1914, se convirtió en el primer profesor extramuros en la historia de la Universidad de Gottingen. De esta manera llegó a dirigir el mejor observatorio geofísico fuera de Alemania. Antes de dejar Gottingen hizo planes para construir un complicado edificio en los terrenos del observatorio.
Se solía decir que las ciencias, nunca estaban en guerra. Efectivamente, en tiempo de guerra las ciencias puras gozan de un status especial en Samoa Occidental, bajo el dominio de los invasores neozelandeses. Entre 1914 y 1917 Angenheister realizó su investigación con el financiamiento y apoyo oficiales del gobernador militar. Durante estos tres años fue animado a continuar su trabajo, sin fondos gubernamentales. Angenheister no estuvo bajo arresto y hasta 1916 se le permitió tener una pistola en su observatorio. Sus dos hijos, nacidos bajo la ocupación por Nueva Zelandia crecieron en circunstancia materiales mucho más afortunadas que si Angenheister hubiera dirigido durante la guerra el Instituto Geofísico de Gottingen.
Cuando terminó la guerra, los neozelandeses se encontraron con la carga de una investigación científica mas sofisticada que aquellas con las que estaban familiarizados. El protegido de Ernest Rutherford, Ernest Marsden y Louis Bauer de la Canegie lnstitutien, trataron de influir para que Nueva Zelandia continuara la operación del observatorio para que el país no pareciera ridículo ante los ojos del mundo por no valorar las ciencias tanto como los alemanes. Aún así, el gobierno de la posguerra en Wellington, Nueva Zelandia dejó de apoyar una empresa concebida por los alemanes. Era la reacción, como Marsden escribió a Angenheister, de una nación de pastores, cuya única preocupación era el precio de la carne de oveja y la lana. Marsden se las arregló para salvar parte de la empresa científica: con la ayude de Bauer, la investigación en magnetismo terrestre y electricidad atmosférica continuó en Samoa. Angenheister partió en 1922, amargado. Su programa de sismología terminó y el gobierno de Nuevo Zelandia anuló su promesa de pagar unos 100000 marcos de préstamos personales que Angenheister había pedido para el funcionamiento del observatorio después de 1917. Como ínfimo consuelo las autoridades de Wellington le pagaron a Angenheister, durante los años 20, 10000 marcos por elaborar los datos que había acumulado bajo la ocupación militar, Angenheister vivió para ver su observatorio desintegrarse y convertirse en barracas infestadas por ratas durante los años 30, dirigido durante algún tiempo por un científico, Harry Edmonds, anteriormente empleado por el Reglamento de Magnetismo terrestre de Bauer. El hijo de Angenheister, Gustav, nacido en Samoa, con el tiempo pasó a ocupar la plaza Wiechert en Gottingen.
Permítaseme ahora pasar a indicar un segundo foco del imperialismo cultural alemán: Argentina. La ofensiva alemana tuvo lugar en tres etapas.
La primera consistió en consejeros militares prusianos que remodelaron la plana de oficiales del ejército argentino e ingenieros alemanes, que diseñaron y construyeron la red eléctrica principal de Buenos Aires. En la segunda etapa, llegaron a una escueta normal nacional de Buenos Aires (el Instituto Nacional de Profesorado Secundario) maestros prusianos, que después de algunos problemas se convirtieron en algo así como la planta de profesores de educación en la Universidad de Buenos Aires. Dirigida por el historiador Wilhem Keiper, la escuela ofrecía instrucción a un nivel más alto que la universidad local, especialmente en Ciencias naturales y exactas, donde la mayoría de los profesores eran alemanes con doctorado.
En 1909, cinco años después del comienzo de la escuela normal, vino la tercera etapa de la presencia alemana en ciencias exactas. La recién nacionalizada Universidad de la Plata (localizada a unos sesenta kilómetros al sudeste de Buenos Aires) buscaba un nuevo director para la renovada facultad de ciencias exactas. El candidato elegido fue Emil Bose, antiguo estudiante de Walther Nerst y anterior editor de la revista Physikalische Zeitscrift. Bose llegó con su esposa Magrete Heoberg (la primera mujer que obtuvo un doctorado en química en la Universidad de Copenhague) y su joven hijo. Bose se sumergió en la cultura local, adquirió una magnífica colección de instrumentos y los instaló en un templo de inspiración neoclásica: el Instituto de Física. A su alrededor Bose reunió un distinguido grupo de profesores, incluyendo a Konrad Simons, un físico e ingeniero electricista alemán, que había estudiado con Thomas Edison y, como geofísico, al primer colaborador de Einstein, Jakob Johan Laub.
Justo después de que sus profesores llegaron a La Plata en 1911, Bose murió de tifo. Su muerte fue una desgracia para la física en Argentina, así como una tragedia personal. El sustituto de Bose tardó en llegar. Este fue Richard Bans, autoridad en fenomagnetismo y electrodinámica y heredero aparente en la Universidad de Estrasburgo de su asesor doctoral, el premio Nóbel Ferdinand Braun. Durante los siguientes 14 años, Braun guió la física argentina hacia la madurez mientras esperaba, como Base antes que él había esperado, recibir una oferta para dirigir un instituto universitario en Prusia. El dirigió las primeras seis tesis doctorales en física que se hicieron en Argentina.
Cuando murió Bose estaba en delicadas negociaciones para traer a La Plata al astrónomo Johannes Hartmann, director del observatorio de Gottingen. Hartman había rechazado ofertas de la Universidad de Oxford y de la Universidad de Viena, pero parecía que consideraba La Plata más seriamente. Sin conocimiento de la muerte de Bose, Hartmann interpretó el silencio como rechazo de sus condiciones. En consecuencia, la plaza fue otorgada al segundo candidato William Joseph Hussey, astrónomo de la Universidad de Michigan, que se encontraba entonces en La Plata, tratando de obtener dicha plaza. Hussey fue de hecho, de 1911 a 1915, director del observatorio astronómico de La Plata, al mismo tiempo que dirigía el observatorio de Ann Arbor. Era astrónomo autodidacta y talentoso observador, además de constructor de telescopios. Capitaneó un impresionante imperio astronómico en La Plata; un conjunto de edificios a quince minutos a pie del Instituto de física de Bans. Aun así, Hussey no formó estudiantes argentinos y no instaló la mayor parte del equipo en buenas condiciones que encontró en La Plata. Entre sus errores graves está el haber presionado a Jakob Laub para que dejara La Plata, por un puesto en la Escuela Normal en Buenos Aires. Hussey abandonó La Plata después de que su esposa murió en 1915. Su sucesor en 1920 fue nada menos que Johannes Hartmann. De 1920 a 1934, Hartmann, madurado, renovó la astronomía argentina.
Durante los años 20 surgieron dos físicos argentinos de calibre internacional: un teórico, Enrique Loedel Palumbo, puso en aprietos a su superior en una publicación, por lo que nunca obtuvo una plaza acorde con su talento. El otro, el polifacético experimental Enrique Gaviola, tuvo mejor suerte. Ambos estudiaron algún tiempo en Berlín y se formaron de acuerdo con el patrón alemán. Aquí podernos considerar sólo el principio de la carrera de Gaviola.
Habiendo derrochado su padre la fortuna de la familia, Gaviola llegó a La Plata a estudiar ingeniería. Su manifiesto talento lo distinguió ante Gans, quien le sugirió que estudiara física en Alemania. Para ganar dinero para su pasaje a Europa, Gaviola estudió ingeniería civil y trabajó durante un año como topógrafo en las provincias de Gottingen y Berlín. Su progreso fue espectacular. Bajo la dirección de Peter Prisishein publicó cinco trabajos sobre fluorescencia antes de completar su disertación doctoral en 1926 en Berlín. Einstein intervino para que se le diera dinero de la fundación Rockefeller y pudiera pasar un año como ayudante de R. W. Wood, en la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore. Gaviola pasó otro año en los Estados Unidos, en el generador Van de Graff de Marie Tuve en el Departamento de Magnetismo Terrestre en Washington. Enseñó fisicoquímica y física en Buenos Aires y La Plata hasta 1936 en que pasó a dirigir el observatorio astronómico en Córdova, hasta entonces un feudo de astrónomos norteamericanos. Después de tres directores estadounidenses en Córdova —Gould, Thomé y el último y menos competente Perrine— la tradición alemana surgió para guiar las dos ventanas al cielo de Argentina.
Un retrato de Einstein en 1925 durante su gira por Sudamérica, flanqueado por dos físicos argentinos un filósofo y un ingeniero, simboliza el dominio de la tradición alemana en ciencias exactas.
Pasaré ahora a considerar brevemente la actividad alemana en la promoción de las ciencias exactas en China. Alrededor de 1908, años después de que Inglaterra, Estados Unidos e incluso Francia habían establecido instituciones culturales y educativas en China, Alemania hizo una desesperada jugada para afianzar su presencia en el lejano oriente. Como en Argentina, hubo tres centros de influencia alemana. Es conveniente considerarlos uno por uno.
El primer centro alemán de ciencias exactas fue el observatorio naval de Tsingtau, capital de la concesión costera de Kiautschou, que Alemania había arrancado a China en 1898. El observatorio comenzó modestamente haciendo informes meteorológicos, midiendo desviaciones magnéticas del norte verdadero y proporcionando una norma para el tiempo. Fue operado por un oficial naval hasta 1907, cuando la armada decidió transformarlo en el primer observatorio marítimo de Asia. Esta decisión siguió a nueve años de intensa construcción en Tsingtau. La armada, que administraba la colonia, había transformado una somnolienta villa de pescadores en la “Brighton del lejano oriente”, con una estación de radio, agua corriente, alcantarillas y un balneario.
Como director del renovado observatorio, la armada nombró al astrónomo Bruno Meyermann, el estudiante más distinguido del astrofísico Karl Schwarzschid. La primera tarea de Meyermann fue supervisar la construcción de un edificio que costó 300000 marcos y fue financiado por la Liga Naval. El nuevo edificio, una estructura de piedra de tres pisos, fue terminado en 1910. Como la placa conmemorativa indicaba, el observatorio representaba un pedazo de Alemania colocado en playas extranjeras. Entre sus tareas de rutina, el director Meyermann se dio tiempo para observar cometas y coordinar los pronósticos meteorológicos.
El segundo centro de la estrategia imperialista alemana en China se encontraba también en Tsingtau. Este era la Deutsch-Chinesische Hochschule, una institución educativa diseñada para impartir a chinos la sabiduría alemana, desde el Gymnasium hasta la universidad abierta en 1909 en unas antiguas barracas alemanas con vista a la bahía de Tsingtau, tenía facultades de medicina, agricultura e ingeniería, así como un hospital para la enseñanza.
Para 1914 la institución albergaba alrededor de 30 maestros y más de 200 estudiantes, incluyendo entre éstos al hijo del gobernador chino de la provincia de Shantung. Estaba al borde de una expansión mayor.
Medir la calidad de la institución es siempre difícil, pero esta escuela parece haber tenido las normas más altas de Asia en ciencias exactas. En julio de 1914 iba a enseñar física ahí Erich Hupka, un talentoso ex estudiante de Max Planck, Hupka, tenía publicaciones sobre pruebas experimentales de la teoría de la relatividad especial y habla escrito un libro sobre cristalografía de rayos X. Desgraciadamente nunca llegó a Tsingtau. En el camino fue arrestado al estallar la guerra, probablemente a su paso por Hong Kong, y pasó la guerra internado en Australia.
Cuando Tsingtau cayó ante los japoneses, el observatorio y la Hochschule cerraron, aunque algunos docentes y estudiantes chinos pasaron a un tercer centro de aspiraciones culturales alemanas —esta vez un centro de conocimiento aplicado— en Shanghai. Por supuesto Shanghai había gozado por largo tiempo de un status especial entre los puertos. Los establecimientos internacionales y franceses lo habían hecho el centro principal del comercio con China. Con el comercio, llegó la penetración cultural; hacia 1910 Shanghai tenía una gran universidad religiosa americana en Saint John y una Universidad Jesuita francesa, l’Aurore. También tenía facultades alemanas de medicina e ingeniería. La instrucción en la facultad de medicina, dada en alemán, rivalizaba con la impartida en otras escuelas imperialistas de medicina establecidas por la universidad de Yale y por la Rockefeller China Medical Board. La facultad de medicina alemana otorgó su primer doctorado en 1917, la facultad de ingeniería había abierto sus puertas apenas en la víspera de la Primera Guerra Mundial.
China permaneció neutral durante la guerra hasta 1917, en que se declaró partidaria de los aliados. Por supuesto tal decisión era poco más que la voz del imperialismo británico y francés, porque China difícilmente tenía un gobierno central real durante ese período. La declaración tuvo consecuencias inmediatas para la educación alemana en Shanghai. Era una operación particularmente mezquina y negativa. Gendarmes franceses, antes de la declaración oficial de guerra, cerraron las facultades alemanas y enviaron el equipo a la menos dotada Université l’Aurore. Sin embargo, las autoridades chinas de educación llegaron al rescate da la ciencia alemana. Asumieron la responsabilidad de las facultades, a partir de entonces conocidas colectivamente como Tung-Chi Universitat, y las reinstalaron en un suburbio de Shanghai. Los chinos insistieron en que la instrucción continuara siendo dada en alemán. Irritados por esta política, los ingleses y los franceses trataron de enviar a todos los alemanes en China a campos de concentración en Australia, aunque parece que los chinos impidieron que se ejecutaran los planes. Según el diario inédito de la esposa de uno de los profesores de Tung-Chi, en 1918 los británicos y los franceses efectivamente reunieron a los alemanes de Shanghai y los metieron en un campo de concentración. Después de 18 meses, más o menos de vigorosos esfuerzos, los chinos restablecieron la enseñanza en los nuevos terrenos de la Universidad en las afueras de Shanghai.
Después de que Alemania perdió su colonia de Kiautschou, Tung-Chi se convirtió en el centro principal de cultura alemana en China. Aparecieron nuevos y majestuosos salones de clase y dormitorios y legaron nuevos profesores alemanes. El rector de la universidad era un chino que había recibido un doctorado honorario en ingeniería en Alemania. En 1922, la institución (que consistía en una facultad de medicina y otra de ciencias exactas) fue certificada como universidad del Kulturministerium prusiano. Administrada por una autoridad china, la universidad enseñaba en alemán.
Se debe mencionar que para los años 20, la educación científica en China había pasado a la dominación del capital norteamericano. Con dinero de la fundación Rockefeller y varias iglesias se creó la primera generación de científicos chinos según el patrón norteamericano, pero algunos estudios han demostrado cómo consejeros militares, armas y comercio alemanes se filtraron por China antes y durante la guerra civil que estalló en 1927. Shanghai permaneció aislada de las guerras chinas hasta fines de los años 30. La presencia alemana en la Tung-Chi Universitat persistió por lo menos hasta que los japoneses fueron expulsados de Shanghai.
Concluiré mencionando los seis puntos más importantes que surgen de la anterior exposición.
Primero, las historias aquí narradas, muestran que el mundo de las ciencias exactas es más amplio de lo que podría haberse imaginado. A comienzos del siglo veinte se trasplantaron ciencias exactas a lugares exóticos y lejanos y la investigación realizada ahí, en algunos casos, fue de mayor calidad que la de centros educativos de Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Las ciencias exactas, sin duda, son de origen centro europeo, pero también se extendieron para llenar vacíos fuera de Europa. Esta tendencia imperialista está generalmente asociada, se sospecha, con la dinámica de ciencias vigorosas.
En segundo lugar, las tres historias muestran cómo la difusión de las ciencias exactas fue utilizada por la Alemania Imperial como parte de una estrategia de hegemonía cultural. Ciertamente, lo que Alemania sabía que no podría lograr por la fuerza de las armas, trató de conseguirlo mediante iniciativas culturales. El estar consciente de esto lo lleva a uno a reinterpretar la manera en que la cultura alemana se ha difundido por el mundo. En los primeros años del siglo veinte, Alemania albergó los mejores centros de física y ciencias exactas, pero incluso una lectura somera de la historia de las ciencias indica que la actividad científica exitosa no es llevada a nuevos lugares meramente porque es buena, en un sentido abstracto. En los casos de Samoa, Argentina y China, podemos ver la estrategia alemana para difundir las ciencias exactas. Es difícil imaginar que no se haya aplicado la misma estrategia en otras áreas, donde los intereses alemanes estaban directamente en grupo: la Prusia oriental de habla polaca, Alsacia, Flandes, el norte de Suiza, Austria y Turquía.
En tercer lugar, vemos que mantener una empresa productiva de investigación en física en lugares alejados de la metrópoli no es asunto trivial: la crema de los físicos neozelandeses, apoyados por el conocimiento y dinero americanos, no pudieron mantener un programa convincente de sismología en Samoa. Trataron de reproducir de manera mecánica lo que los físicos de Gottingen habían exitosamente emprendido, pero carecían de una clara estrategia de investigación. En Argentina, la física fracasó porque los imperialistas alemanes no aseguraron suficientemente el reclutamiento de estudiantes, y el gobierno argentino no abrió suficientes plazas para la investigación en física; esto lo podemos ver claramente en la carrera de Enrique Gaviola. En China, la física alemana fue desmantelada varias veces por la política de las armas.
En cuarto lugar, han surgido ciertos componentes, llamados ideológicos, de la investigación en física. Las comunidades dependientes tienden a imitar la práctica de investigación de la metrópoli, resultando a veces casi una caricatura. Este remedio no está limitado al idioma. En el caso de Argentina, de ninguna manera habla resistencia de parte de los alemanes para publicar en español. En realidad casi abusaron, ya que además de investigación seria y excelentes libros de texto, publicaron material sin interés, destinado en parte para justificar su presencia ante los administradores gubernamentales. Sólo lentamente los investigadores llegaron a estudiar problemas de ciencia pura para los que estaban bien dotados.
En quinto lugar, la ciencia colonial no resulta universalmente perniciosa. El observatorio geofísico de Samoa y el observatorio de Tsingtau no explotaron de manera particular a las poblaciones locales. Todos perdimos con su extinción debido a las intervenciones británica, norteamericana y japonesa.
Permítaseme abordar el sexto y último punto indicando que el grado de interés de parte de las autoridades imperiales alemanas para apoyar las ciencias exactas en Samoa, Argentina y China, no tiene paralelo con respecto a otras disciplinas científicas u otras esferas culturales. Las autoridades alemanas no estimularon de manera especial a químicos orgánicos o fisiólogos para que fueran a Apia o Buenos Aires, ni dedicaron igual esfuerzo para mandar músicos y pintores alemanes con aspiraciones a Samoa y Buenos Aires, como hicieron para mandar físicos y astrónomos. Ningún pequeño ejército de novelistas y poetas alemanes llegó a China o Argentina como enviados de la Alemania Imperial.
A la luz de esta observación, pienso que es claro que la empresa científica no es realmente “una institución social, no diferente de manera fundamental de otras instituciones económicas, culturales o políticas”, para citar la polémica reciente de un historiador de la ciencia norteamericana. Entre más profundamente se analiza el soporte sociopolítico de los discursos y actividades científicas, más se persuade uno del grado en que la ciencia está dividida en celdas razonablemente distintas. También se persuade uno de las demarcaciones casi tangibles que distinguen la actividad de muchas disciplinas científicas de las empresas en otros campos de la actividad cultural, música, pintura y literatura. En saber cómo precisamente las dimensiones sociopolíticas de la actividad científica difieren de las otras instituciones culturales, se encuentran algunos de los problemas más excitantes que esperan a esta generación de historiadores de la ciencia. Una manera de considerar estos problemas, sería enfocar el conocimiento científico en lugares previamente ignorados por los autores de nuestro campo.
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Levis Pyenson
Este trabajo de la Universidad de Montreal, Canadá, fue presentado en el Congreso: “La reestructuración de la ciencia entre las dos guerras mundiales”, celebrado en 1981 en Florencia, Italia. cómo citar este artículo →
Pyenson, Levis 1983. Imperialismo y ciencias exactas. Ciencias 3, enero-marzo, 32-39. [En línea]
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Nota de los editores
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La mitología nos habla de cómo apareció la primera orquídea
sobre la tierra. Tengo que referirme a una leyenda publicada en 1911 por C. M. Skinner. Parece que la primera orquídea terrestre (ya que en Grecia y en todas las zonas templadas las orquídeas son terrestres), era el símbolo de una figura muy conocida en el Olimpo: Orchis, que era el hijo de una ninfa y de un fauno. Quiero aclarar aquí, una vez por todas que en realidad no es el término de “fauno” el que hubiese debido emplear sino el de “sátiro”, ya que este último es griego, mientras que “fauna” es latino, pero la acepción moderna de sátiro puede dar a mi prosa un tono no muy poético, ya que estemos hablando de orquídeas. Los faunos eran semidioses, mitad hombre, mitad cabra, cuya función era la de perseguir día y noche a todo representante del sexo femenino para satisfacer sus deseos eróticos. Pero parece que Orchis se daba a su tarea con un fervor exagerado. Una noche, durante las festividades en honor del dios Baco, bebió demasiado y cometió un pecado imperdonable: hizo el amor con una sacerdotisa, acto por el cual todos los asistentes se lanzaron sobre él y lo despedazaron. Sus padres, sumidos en el dolor, suplicaron a los dioses que le diesen vida de nuevo. Los dioses se negaron, alegando que Orchis había sido en vida un verdadero problema, pero para disminuir la pena de los padres, acordaron que en el futuro tendría que proporcionar satisfacción a los hombres y lo transformaron en orquídea. Se piensa que esta flor fue el Ophrys ferrum equinum llamada después la “cosmosandalon” (zapatilla del mundo), flor preferida de la diosa Ceres. Así que todo empezó con el sexo. Los nombres de los géneros de orquídeas frecuentemente son derivados del antiguo griego, ya que el idioma al ser un elemento de cultura, es influenciado por los sistemas filosóficos o las creencias de los pueblos. Como es lógico, los antiguos griegos especulaban sobre los poderes eróticos de las orquídeas y se las comían para adquirir los poderes del difunto Orchis. Sucede que las orquídeas europeas tienen enterrados dos tubérculos que recuerdan indudablemente a los testículos humanos. El término “orquídea” se derive del término griego “orchis”, que significa testículo. Pero tenemos que esperar a Teofrasto, 370-287 A.C., fundador de la botánica, el cual trató de encontrar orden en la profusión de plantas que veía a su alrededor. En su libro Investigaciones sobre plantas, clasificaba los vegetales de acuerdo a su uso en la terapéutica humana. Es la famosa teoría de las firmas, que perdurará aún después de la Edad Media. En el mundo de Teofrasto el aspecto de la planta debía revelar su modo de acción sobre tal o cual parte del cuerpo humano. Aquí el problema era ya fácil de resolver, ya que a simple vista, la semejanza de los tubérculos terrestres y de los testículos humanos indicaba que la planta era afrodisíaca. Desde entonces fue una idea bien arraigada, reforzada por el médico militar Dioscórides de Anazarbus en la primera farmacopea (60 D. C.), Materia Médica, autor fundamental sobre el usa de les plantas durante casi diez y seis siglos. Plinio el Antiguo también habla de una planta no identificada, el Satyrium la cual tenía un poder afrodisíaco notable y hasta la Edad Media el término “satyrium” fue sinónimo de orquídea. Es curioso notar que casi hasta nuestros días, dichos tubérculos lavados, desecados y reducidos a polvo son consumidos bajo el nombre de salep en los países del Medio Oriente.
Los antiguos botánicos, todos médicos y alquimistas, trataron de averiguar lo que había de cierto en esta teoría. Son importantes también los trabajos del jesuita Anasthasius Kircheir (1601-1680) en su famoso libro Mundus Subterraneus, publicado en 1665. Es un documento de gran valor, pues trató de basar su teoría de la existencia de las orquídeas sobre trabajos de observaciones en el campo. En los lugares donde los caballos, carneros o cabras se reunían para asegurar la supervivencia de la especie, las orquídeas Satyrium crecían con gran abundancia y su presencia aumentaba grandemente los poderes sexuales de los animales machos. Pero Kircher iba más lejos; pensaba que durante al acto de la reproducción algunas gotas del líquido espermático caían y fermentaban en la humedad del suelo, pudiendo producir otra orquídea. Esa teoría es interesante porque hace referencia a la generación espontánea de los seres vivos y la creencia de que las orquídeas tenían poderes afrodisíacos.
Quiero también hacer notar el hecho de que los últimos trabajos de fitoquímica realizados en las orquídeas del género Satyrium o más bien Himantoglossum, las cuales son nuestras plantas encontradas en Grecia, aún hoy día, arrojan una luz curiosa sobre la Antigüedad. Siempre se supo que el olor de estas flores recordaba un poco o mucho, depende del olfato, al perfume bien conocido del chivo. Se dice que muchos botánicos europeos ofrecen ramos de esta flor a su suegra en período de conflictos intrafamiliares. Pero el doctor Joseph Arditti y col., descubrieron que el perfume tenaz se debía al ácido caproíco; un ácido graso encontrado comúnmente en las partes grasosas de animales como el chivo y la cabra, era normal llamarlo caproíco. La ciencia de hoy enlazó la mitología con la fitoquímica moderna.
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Resumido de P. Couret (1977). Las Joyas de las Orquídeas de Venezuela. cómo citar este artículo →
Nota de los editores 1983. Las joyas de las orquídeas. Ciencias 3, enero-marzo, 26-27. [En línea]
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