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Tolerancia y prohibición. Aproximaciones a la historia social y cultural de las drogas en México 1840-1940.
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Ricardo Pérez Montfort.
Penguin Random House México. 2016. |
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Los estudios realizados hasta hoy en México sobre
el uso y el abuso de las drogas se han preocupado escasamente por su devenir histórico de media o larga duración (el término droga se utiliza con las misma implicaciones que hoy podría tener en la conciencia un ciudadano medio, esto es, “sustancias consideradas ilícitas que alteran la conciencia, y producen una conducta anormal del individuo que las consume”. Es cierto que se trata de una definición con muchas limitantes, pero sirve para designar de manera genérica al inmenso mundo químico, vegetal y cultural que comprende el uso de esas mismas sustancias). Si bien en épocas recientes los trabajos sobre el narcotráfico, el consumo y la distribución de sustancias ilegales, sus vínculos con expresiones artísticas o literarias, así como su relación con la inseguridad y la violencia contemporáneas, han aumentado exponencialmente, pocos se han sumergido en el pasado para tratar de entender el proceso a través del cual se ha llegado hasta la situación que priva hoy día. Desde diversas ópticas, principalmente periodísticas y jurídicas, el tema ha ocupado discusiones, polémicas y políticas estatales de gran envergadura y su preeminencia en materia de seguridad nacional y de programas de gobierno, educación y salud es indiscutible. También es cierto que en diversos estudios de historia de la ciencia y la medicina mexicanas las referencias a las sustancias tóxicas y a las mismas drogas han empezado a aparecer, aunque sea sólo tangencialmente. Lo mismo ha sucedido con las importantes aportaciones que se han hecho a la historia mexicana de los siglos xix y xx desde la temática específica de la criminalidad, la subversión y las resistencias sociales. Sin embargo, todavía son contados los estudios mexicanos asociados con la historia particular de las drogas y su relación con los procesos sociales, políticos y económicos a través del tiempo. Los más se concentran en los espacios de la etnohistoria, la antropología y la arqueología; algunos se refieren al pasado colonial y varios, tal vez los menos, a su desarrollo, expansión y difusión en el siglo xix y principios del xx. Hasta hace algunos años la mayoría de los estudios sobre sustancias alucinógenas o narcóticos en México se acercaban al tema desde una perspectiva que acusaba una clara posición de intolerancia. En el reducido mundo académico, entre las ciencias penales y médicas, pero sobre todo en los espacios de los medios de comunicación masiva, las drogas se contemplan y se debaten hasta hoy principalmente a partir de una posición abiertamente prohibicionista. Aunque es justo reconocer que algunos especialistas han seguido sus pesquisas sin ese prejuicio, no cabe duda que el consumo de narcóticos, enteógenos, o simples alteradores de la conciencia han recibido una extensa reprobación a lo largo, por lo menos, de las últimas cuatro generaciones de mexicanos.
Así, la conciencia social que ha privado en este país sobre las drogas, como en gran parte del resto del mundo, se ha visto permeada por una condena constante, extendida no sólo a su comercio y a su distribución ilícita, sino a su uso cotidiano, ya sea terapéutico o ritual, y no se diga en su dimensión recreacional. Al abordar el tema, tanto desde puntos de vista médicos y científicos como antropológicos, farmacéuticos o judiciales, pocos pretenden conocer dicho fenómeno sin expresar su rechazo de entrada. Por eso, acercarse al tema históricamente y con cierta pretensión de objetividad parece difícil. Por un lado, todavía algunas autoridades de los acervos históricos consideran que los asuntos relacionados con las drogas son de consulta restringida, y por otro, los mismo documentos que se refieren a dichas sustancias de manera directa y clara tienden a condenarlas o incluso a criminalizarlas.
De esta manera, un halo de prejuicios y posiciones de censura preestablecidas se mantiene a la hora de abordar el tema, aun cuando es ampliamente reconocido que se trata de un fenómeno que invade las cotidianidades antiguas y contemporáneas, que surge a la menor provocación y sobre el cual todo mundo parece tener una opinión. Hasta hace muy poco tiempo mostrar interés por las drogas y su devenir histórico seguía generando cierta sospecha tanto en círculos académicos como en medios periodísticos. No se diga entre quienes se preocupan por fenómenos educativos o de política oficial relacionados con su producción o su consumo. Rara vez se admitían medias tintas: se estaba en contra de la incorporación de las drogas a la vida diaria de manera contundente y seria —“di no a las drogas”— o se estaba a favor —“vive con drogas”—. Esta última posición producía inmediatamente un clima de sospecha, pues se pensaba que quien lo promovía era un asiduo consumidor, un narco, un legalizador o un “adicto”. Independientemente de lo anterior, lo cierto era que una mueca de complicidad o una sonrisa de desconfianza solían acompañar los intentos de discusión y análisis relacionados con las drogas.
Pero es justo decir que ante las dimensiones de la problemática actual del narcotráfico y sus consecuencias, esta actitud se ha estado modificando, y no son pocos los intelectuales, los artistas y los estudiosos que, al margen de las tendencias conservadoras que privan en los diversos medios políticos y sociales mexicanos, se han acercado a repensar el asunto y han modificado sus posiciones.
Hay que insistir, sin embargo, que poco se sabe sobre las características históricas de esa actitud social de rechazo generalizado. Una visión a través del tiempo, sobre todo de los siglos xix y xx, acerca de las relaciones que existen entre la sociedad mexicana y las drogas, con miras menos presentistas y preconcebidas, apenas se apunta en el repertorio de las ciencias sociales de este país.
Desde finales del siglo xix y las primeras décadas del xx, el afán prohibicionista extendió sus áreas de influencia en la sociedad mexicana, logrando un amplio consenso. Aunque el asunto se ventiló poco a poco, puede afirmarse que la intolerancia se fue imponiendo con puntual resolución hasta convertirse en una posición claramente definida en lo que suele llamarse “la representación social mexicana”, es decir, en la conjunción de la opinión pública y la visión oficial.
La historia de los procesos que determinaron su ilegalidad y la consolidación de la condena social generalizada hacia las drogas en México no han interesado excesivamente a los especialistas mexicanos. Hasta hace poco la mayoría de los trabajos realizados en este país remitía a estudios foráneos, lo cual muestra un evidente vacío en la investigación de primera mano.
En este sentido, los enfoques de los escasos estudios históricos y etnobotánicos sobre estas sustancias en el territorio mexicano parecen dirigidos particularmente a un reducido círculo de penalistas, antropólogos, psicólogos, psiquiatras, historiadores de las mentalidades y, quizá, a ciertos farmacólogos o médicos humanistas. Todavía es difícil observar una clara diferencia entre la conciencia académica o especializada sobre el tema y la imagen que de las drogas se ha construido para el consumo de las mayorías. Aquí, como en muchos otros países del mundo, se repite constantemente el esquema prohibicionista; se insiste en que se trata de un tema por lo menos complicado y en el que no parece haber acuerdos puntuales.
En una región como ha sido México hasta hoy, productora, consumidora y comercializadora de infinidad de productos naturales cuya ingestión conduce a estados de bienestar, inconsciencia o alucinación, parece necesario el estudio de las muchas historias que acompañan o han acompañado el uso y el abuso de sus derivaciones terapéuticas y recreativas. Independientemente de si estas sustancias son inocuas o si producen un hábito o una adicción, su uso, su cultivo y su circulación han estado presentes a lo largo de gran parte de la historia antigua y contemporánea de este país. Explicar el papel que han desempeñado tanto la sociedad mexicana como sus gobiernos en la restricción de la producción y el consumo de drogas, dando cuenta del complicado proceso que permitió la construcción de un código de salud “moderno” y su implantación más o menos generalizada, puede resultar importante para comprender su situación actual.
La elaboración de ese código de salud, acorde con sus tiempos y sus contextos, lógicamente se emparentó con múltiples posiciones morales y filosóficas, políticas y económicas, y en su paso por el tiempo llegó a formularse con varios enfoques y formas de expresión. Naturalmente estas posiciones estuvieron sujetas a las transformaciones más relevantes del país. Así, el estudio histórico de la relación entre la sociedad y estas sustancias también podría mostrar las variaciones sufridas en la noción “moderna” de la salud pública en la sociedad mexicana y su vínculo con las drogas. Desde sus primeras apariciones —fuera del ambiente de los rituales, las iglesias y los hospitales— en el México de la segunda mitad del siglo xix, hasta el arribo de las ideas prohibicionistas que se mantienen vigentes hasta la actualidad, el tema merece un acercamiento más cuidadoso y sin mayores prejuicios.
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(Fragmentos de la Introducción) |
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Ricardo Pérez Montfort | ||||||||||||||
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cómo citar este artículo
Pérez Montfort, Ricardo. 2017. Tolerancia y prohibición. Aproximaciones a la historia social y cultural de las drogas en México. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 148-150. [En línea].
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Marihuana y salud
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Coord. Juan Ramón de la Fuente.
Fondo de Cultura Económica. México, 2015. |
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Durante los primeros meses de 2013, la Academia
Nacional de Medicina y la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Seminario de Estudios sobre la Globalidad, decidieron emprender una revisión sistemática sobre un tema tan complejo como controvertido: la relación que existe entre la marihuana y la salud. A lo largo de veinte meses, el seminario organizó numerosas reuniones de trabajo, simposios, coloquios, discusiones con expertos nacionales e internacionales, y sus integrantes participaron en diversos foros y reuniones de carácter científico y social. Simultáneamente, se inició una revisión cuidadosa de la literatura, se discutió con rigor la naturaleza y la trascendencia de múltiples publicaciones y se definieron los temas que deberían formar parte del documento que, a manera de informe, pudiera presentarse ante la comunidad médica y los sectores sociales interesados en el mismo, para su análisis y difusión.
Después de someter a un escrutinio exhaustivo los variados textos que fueron surgiendo, como resultado de cada uno de los temas que se habían analizado y discutido a profundidad, se pensó en la posibilidad de que dicha información se presentara de manera didáctica, de tal suerte que los interesados pudieran tener una visión de conjunto que incluyera desde los aspectos más básicos (referentes a los conceptos celulares y farmacológicos), hasta sus implicaciones culturales, sociales y legales, sin perder su objetivo central: los aspectos clínicos en su dimensión biológica, psicológica y antropológica con un enfoque preventivo, diagnóstico y terapéutico.
Cannabis sativa es el nombre de una planta milenaria, cuyo consumo humano en diversas modalidades y con propósitos disímbolos ha llamado poderosamente la atención a lo largo de los años. Usada con fines rituales, recreativos o medicinales, ha sido lo mismo sacralizada que criminalizada y, en los últimos años, se ha convertido también en motivo de numerosas investigaciones que han ido descubriendo, de manera paulatina, los secretos que subyacen en esta planta que contiene decenas de sustancias químicamente activas, capaces de interactuar con muy diversas estructuras moleculares de distintos aparatos y sistemas del organismo.
La magnitud, las tendencias y los factores asociados al consumo de marihuana tanto en México como en el mundo deben conocerse con objetividad, analizarse con rigor y asumirse como verdades transitorias, porque muy probablemente seguirán evolucionando en un sentido o en otro durante los próximos años. Los efectos de su consumo son múltiples; por supuesto que algunos pueden ser nocivos, sin embargo, cada vez hay menos dudas de que, en determinadas circunstancias, las sustancias conocidas genéricamente como cannabinoides pueden ser también potencialmente benéficas.
En todo caso, la perspectiva científica (que ha inspirado el trabajo del grupo del seminario y es la que deseamos transmitir a través de estas páginas) nos ha permitido aproximarnos a los aspectos fundamentales del fenómeno con objetividad, sin prejuicios, con el propósito de entender y no con el afán de juzgar, los aspectos socioculturales de un fenómeno de tal complejidad.
Así como las ciencias básicas son fundamentales para conocer la Cannabis y sus efectos en el organismo, las ciencias sociales nos permiten dimensionar las consecuencias de su consumo en el contexto del individuo y su comunidad; es decir, de la persona y de la interacción de ésta con su sociedad, bajo patrones culturales diversos. Y puesto que se trata de un proceso complejo (que puede llegar a ser patológico en algunos caos, pero no en todos), tanto la información como la educación, así como la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación, se convierten en fundamentos necesarios para la aproximación sensible y rigurosa que el tema demanda.
Los resultados de los trabajos del seminario se han expresado en distintas formas. Las discusiones académicas tanto nacionales como internacionales que hemos promovido, y en las que hemos participado activamente, han tenido un impacto favorable en la opinión pública, toda vez que en sectores crecientes de la población se ha diseminado información más objetiva y veraz. En el ámbito científico, el dinamismo de la investigación y la demanda por conocer mejor sus hallazgos y aprender a interpretarlos con un enfoque multidisciplinario e integral nos llevó a organizar un diplomado en la Facultad de Medicina de la unam, el primero en su género, que ha tenido, por cierto, una respuesta muy estimulante no sólo de parte de los estudiantes, sino también de los profesores.
Este volumen rebasó nuestras propias expectativas al convertirse cada vez más en una monografía que refleja el “estado del arte” de un tópico que es de interés para la ciencia y para la medicina, pero también para la sociedad. Imposible habría resultado no haber seguido adelante. Lo que se pensó en un principio como un “reporte técnico” adquirió, de manera progresiva, una fisonomía diferente.
Por ser un tema de actualidad y que seguramente permanecerá en la agenda pública durante buen tiempo, confiamos en que este volumen contribuya a entender mejor la fascinante interacción entre el ser humano y la naturaleza; entre la marihuana y la salud; entre su consumo recreativo y la adicción; entre su consumo ocasional, el abuso patológico y su uso potencialmente terapéutico.
Marihuana y salud: de la molécula al entorno social. ¿Qué nos dicen al respecto las ciencias biomédicas y las ciencias sociales? ¿Qué sabemos desde el punto de vista clínico? ¿Hasta qué grado estamos frente a una sustancia medicinal o frente a una droga de abuso?
Algunas respuestas a estas y otras preguntas podrán encontrarse en los diversos capítulos de este volumen que forzosamente deberá actualizarse de manera continua en los próximos años.
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(Fragmentos de la Introducción) |
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Juan Ramón de la Fuente |
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cómo citar este artículo
De la Fuente, Juan Ramón (Coordinador). 2017. Marihuana y salud. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 146-147. [En línea].
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imago |
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Latinoamericano marihuano
motivo para extradición |
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César Carrillo Trueba
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La imagen del latinoamericano marihuano, del mexicano marihuano en especial, aparece en la escena estadounidense como parte de una ofensiva de sujeción de la población de habla hispana, que crecía cada vez más en varias ciudades de los Estados Unidos exigiendo sus derechos ciudadanos. Por compartir frontera y a causa del furor que causaban allá las variedades de marihuana crecidas aquí, el mexicano fue durante largo tiempo el prototipo del latino marihuano. Crear una imagen deforme de los vecinos del sur siempre ha servido a los intereses geopolíticos, intervencionistas, de Estados Unidos, desde la Doctrina Monroe, cuando dicha nación, que se consideraba de raza blanca, caucásica, se adjudicó como misión el dominar esta región habitada por pueblos formados por “razas inferiores”. En la segunda mitad del siglo xx, Colombia vino a reemplazar a México; ser colombiano se volvió equivalente a ser narcotraficante, sospechoso, una amenaza que era preciso neutralizar a como diera lugar, incluso adentrándose en su territorio. Extraditar colombianos marihuanos era, como se aprecia en las fotos encontradas por Andrés Orjuela que aquí presentamos, lo normal para enfrentar tan terrible peligro. Colombia vivió décadas de violencia incontrolada, tal y como lo vivimos ahora en México. La paz parece llegar al fin a esas hermosas tierras, dejando atrás tiempos de angustiante oscuridad. ¿Y nosotros?, ¿lo lograremos también? La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca será un gran obstáculo para ello, uno más en la larga lista de los que se interponen día a día en cada región en donde la violencia se ha vuelto cotidiana, común, natural. Nuevamente reaparece en el imaginario estadounidense el mexicano marihuano, narcotraficante, violento, indeseable. Hay que combatirlos, dice el nuevo presidente, atajarlos con gran muro. Ajeno a ello, de manera inexplicable, el gobierno mexicano entrega al Chapo Guzmán justo un día antes de la investidura de Trump, adelantándose como lo hicieron al invitarlo cuando era candidato y recibirlo cual presidente. Su recibimiento aquí y la extradición del Chapo son imágenes que refuerzan a quien se ha encargado de crear un clima de odio hacia los mexicanos en Estados Unidos. La del Chapo extraditado da razón a Trump; es una imagen que se erige en prueba de que los mexicanos, como lo ha repetido una y otra vez, son un peligro para los Estados Unidos. Es un apoyo para la campaña de extradición que el nuevo presidente ha venido anunciando con la boca espumeante de odio. |
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César Carrillo Trueba Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México |
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cómo citar este artículo →
Carrillo Trueba, César. 2017. Latinoamericano marihuano, motivo para extradición. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 118-121. [En línea].
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del facsímil |
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La violencia en México
por la guerra contra las drogas |
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Las Comisiones The Lancet
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La fatídica decisión tomada por el gobierno de Felipe
Calderón en México, en 2006, de emplear a los militares en áreas civiles a fin de combatir a los narcotraficantes, desembocó en una epidemia de violencia en muchas partes del país que, además, se extendió hacia América Central. El incremento de los homicidios en México desde 2006 no tiene precedente en un país que no se encuentra formalmente en guerra; y ha sido tan grande en algunas partes del país, que ha contribuido a la reducción de la expectativa de vida del país. Otros análisis muestran que en el periodo que va de 2008 a 2010, en el estado de Chihuahua —uno de los estados más seriamente afectados por la violencia por drogas— disminuyó en cinco años la expectativa de vida de los hombres. En julio de 2015 el gobierno mexicano reportó que, de 2007 a 2014, hubieron 163 345 homicidios en el país, con un crecimiento sustancial después de 2006. La figura 1 muestra un análisis de punto de inflexión efectuado por esta Comisión con datos gubernamentales. En ella se observa que el incremento en los homicidios después de 2006 es altamente significativo y notable, especialmente después de una baja constante en la tasa de homicidios a lo largo de varios años. Ningún otro país de América Latina —y muy pocos en el mundo— ha tenido un incremento tan rápido en la mortalidad en tan corto tiempo.
No todo este aumento en los homicidios se puede atribuir a la violencia ligada a las drogas, pero gran parte sí. Una estimación indica que las muertes relacionadas con la guerra a las drogas hizo crecer la tasa nacional de homicidios hasta 11 personas por cada 10 000 habitantes, lo que resulta en una tasa de más de 80 personas por cada 10 000 habitantes en las localidades más afectadas. 11 personas por cada 10 000 habitantes es 2.5 veces la tasa total de homicidios que tuvo los Estados Unidos en 2014. Otros observadores sugieren que la contribución de la guerra contra las drogas es fácilmente cuantificable debido a que los homicidios perpetrados por los grupos criminales ligados a las drogas tienen rasgos tangibles como el uso de ciertas armas, la tortura, la decapitación y otras formas de desmembramiento, la ejecución en grupo y los entierros en fosas clandestinas. A pesar de que los homicidios han disminuido un poco desde 2012, varios autores estiman que los homicidios perpetrados por el crimen organizado siguieron incrementando hasta 2014.
La violencia relacionada con las drogas en México no se limita a los asesinatos y otros incidentes de armas en la calle. Esta Comisión notó que existe una violencia ejercida por sectores del Estado en el trato a las personas encarceladas por crímenes relacionados con drogas. Nosotros hicimos análisis con una muestra al azar de gente que estuvo en prisión por crímenes de droga (n=479) en México de 2002 a 2012 —esto es, antes y después de la campaña militar contra las drogas— en ocho presidios federales. Cerca de la mitad de los detenidos (n=241) reportaron haber sido golpeados o torturados en algún momento de su encarcelamiento. Para estos 241 detenidos, sufrir un acto de tortura era 1.57 veces más probable después de la guerra contra las drogas que antes (p=0.0001). Ser interrogado por militares en prisión era también más probable después de que los militares fueron involucrados en la guerra contra las drogas (p<0.0001). Los interrogatorios efectuados por los militares, a su vez, fueron significativamente asociados con reportes de tortura o abusos.
Mediante análisis multivariantes que incluyen sexo, número de veces interrogado y localidad geográfica, las personas detenidas después de 2006 tenían 3.63 más de probabilidades de ser interrogadas por militares mientras se encontraban detenidas que aquellos detenidos antes de 2006 (p<0.0001). Como lo ha señalado Madrazo, una consecuencia negativa de la guerra contra la drogas en México es que el Gobierno se ha otorgado poderes especiales que minan principios fundamentales de la Constitución del país y de sus responsabilidades en la preservación de los derechos humanos. Los costos, incluyendo los de salud, por la violencia hacia los ciudadanos son vastos y profundos. El estilo de ejecución de los asesinatos pretende aterrorizar a la población. Vivir bajo el terror de la extrema violencia constituye una disrupción en el funcionamiento normal de los servicios sociales y de salud, de educación y la participación cívica. La penetración de las organizaciones de narcotraficantes en todos los ámbitos de la sociedad en México, Colombia y varios países de América Central puede corromper todo, desde las elecciones y los servicios locales hasta los equipos de futbol y otras formas de entretenimiento.
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Referencias bibliográficas
Canudas Romo, Vladimir, Víctor M. García Guerrero y Carlos J. Echarri-Cánovas. 2015. “The stagnation of the Mexican male life expectancy in the first decade of the 21st century: the impact of homicides and diabetes mellitus”, en Journal Epidemiol Community Healt, núm. 69, pp. 28–34.
Espinosa, Valeria y Donald B. Rubin. 2015. “Did the military interventions in the Mexican drug war increase violence?”, en The American Statistician, núm. 69, pp. 17–27. González Pérez, Guillermo J., María G. Vega López y Carlos E. Cabrera Pivaral. 2012. “Impact of homicide on male life expectancy in Mexico”, en Revista Panamericana de Salud Pública, núm. 32, vol. 5, pp. 335–342. Heinle, Kimberly, Cory Molzahn y David A. Shirk. 2015. Drug violence in Mexico: data analysis through 2014. Universidad de San Diego, San Diego. Kim, H. J. et al. 2000. “Permutation tests for joinpoint regression with applications to cancer rates”, en Stat Med, núm. 19, vol. 3, pp. 335–351. Madrazo Lajous, Alejandro. 2014. “The constitutional costs of the ‘War on Drugs’”, en Ending the Drug wars: report of the LSE Expert Group on the Economics of Drug Policy, Collins, J. (Ed.). London School of Economics, Londres. Pp. 55–60. Mejia, Daniel y Pascual Restrepo. 2014. “Why is strict prohibition collapsing?”, en Ending the Drug wars: report of the LSE Expert Group on the Economics of Drug Policy, Collins, J. (Ed.). London School of Economics, Londres. 26–32. Pérez Correa, C. y E. Azeola (Coords.). 2012. Resultados de la primera encuesta realizada en los Centros Federales de Readaptación Social. cide, México. En la red goo.gl/Yxbor3 www.inegi.org.mx goo.gl/WMEfL9 goo.gl/smwyxq |
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Nota Este texto forma parte del reporte “Public health and international drug policy”, publicado en The Lancet en línea el 24 de marzo de 2016. |
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Las Comisiones The Lancet Los nombres de los integrantes de las comisiones se pueden ver en los créditos del artículo "La salud pública y la política internacional sobre drogas", Ciencias núm. 122-123. Traducción César Carrillo Trueba |
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cómo citar este artículo →
Las Comisiones The Lancet. (Traducción César Carrillo Trueba). 2017. La violencia en México por la guerra contra las drogas. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 128-133. [En línea].
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bibliofilia |
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Para discutir sobre drogas
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Itzel Avila
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En el caso de las discusiones acerca las drogas se
involucran diversos puntos de vista, pasiones, filias y fobias que complican el entendimiento del panorama actual respecto a estas sustancias. Las últimas décadas han sido testigo de acalorados debates, legislaciones y políticas públicas a nivel internacional sobre el uso de las drogas, sin embargo, en muchas ocasiones pareciera que se presencian diálogos de sordos, colocados en diversos niveles de interés y posturas pero sin sustrato común, especialmente conceptual, del cual partir para una mejor comprensión del fenómeno actual. Se presenta así la necesidad de encontrar puntos en común que partan de consideraciones básicas, que permitan desapasionar las posturas dentro de este tema para poder emprender discusiones y en todo caso acciones. Para ello resulta sumamente pertinente y atinado el trabajo de Antonio Escohotado, filósofo español, quien ha dedicado una parte importante de su trabajo a abonar a la conceptualización de las drogas a partir de abrir camino para formarse conceptos en lugar de dogmas o mitos, para lo cual propone atender a la génesis de las sustancias psicoactivas, a la historicidad de lo que llama “ebriedad” y a su conexión con el contexto actual.
En sus libros Historia de las drogas I y II, que se pueden considerar obras de referencia casi obligada sobre el tema, el autor se adentra en la historia y la fenomenología de las drogas con una visión novedosa y crítica. Si bien la literatura en torno a las drogas es muy amplia, Escohotado se propone sentar bases y elementos para contribuir a la desfanatización de la toma de posturas con una actitud sistemática y científica, en la cual se deslinden “experiencia y prejuicio, dato cierto y suposición” y que sea documentada para permitir así la reflexión crítica con algún conocimiento de causa.
Destaca la propuesta del autor de apelar a la historia de las drogas para comprender cómo es que nuestra civilización se ve sumamente afectada por plantas cuya existencia es tan remota, siendo que estas mismas han sido utilizadas por las grandes culturas a lo largo del tiempo. Considera que las drogas han ido determinando una gran variedad de comportamientos, concepciones e incluso instituciones, por lo cual la historia particular de la ebriedad constituye una parte fundamental de la historia de la humanidad que muy poco se ha atendido.
Pasa revista Escohotado en esta obra a milenios de uso festivo, terapéutico y sacramental de las drogas, desde las antiguas civilizaciones, la época de los monoteísmos (principalmente del cristianismo y del islam), para continuar con el paso a la modernidad y de los estados teocráticos a los de bienestar, y termina el repaso con la consideración de que “los vehículos de la ebriedad se convirtieron en una destacada empresa científica”, lo que llama una “cruzada farmacológica”. Esta visión histórica de génesis y desarrollo de la ebriedad obedece a la búsqueda de bases sólidas para abordar y comprender el “cuadro actual de dramática realidad”.
Hoy en día, señala el autor, enfrentamos tasas nunca antes vistas de “envenedados por adulterantes”, nuevas drogas, cantidades enormes de detenidos, encarcelados y ejecutados cada año, especialmente a partir de la “cruzada farmacológica”, es decir, de la “guerra contra las drogas”. Esta cruzada se emprende con el criterio de que cualquier sustancia psicotrópica lesiona al usuario y a la sociedad, por lo que habría que proteger al individuo de su consumo, protegerlo de sí mismo.
Finaliza el autor su Historia de las drogas con una revisión de casi un centenar de sustancias psicoactivas (crack, opio, bebidas alcohólicas, tranquilizantes, lsd, heroína, éxtasis, cocaína, marihuana, café, somníferos, etcétera), de las cuales sopesa tres elementos: margen de seguridad, coste psicofísico y tolerancia, ya que valora que son la parte material o cuantificable de su efecto. Dicha revisión de sustancias obedece a un esfuerzo por examinar conceptos y modalidades de uso, pues aunque son sustancias determinadas, las pautas de su administración dependen de cómo son vistas en cada tiempo y agrega que las condiciones de acceso a su consumo son al menos tan decisivas como lo consumido.
Este libro, y las intenciones del autor, se complementan con su texto La cuestión del cáñamo cuya finalidad es replantear las relaciones que se mantienen desde hace décadas con algunos derivados del cáñamo, cabe aquí recalcar que habla desde el contexto y la experiencia de España pero con pretensiones más globales. Para ello revisa las condiciones en países como Holanda, Estados Unidos y Marruecos, para luego pasar a sus consideraciones y propuestas de viabilidad de algunas medidas para el caso específico español. Finaliza con tres apéndices, uno jurídico, otros histórico en el que apunta una breve historia del cáñamo como droga desde las primeras noticias hasta la década de los sesentas y un tercero en el que describe someramente algunas técnicas domésticas de cultivo.
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Itzel Avila Historiadora independiente. |
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cómo citar este artículo →
Avila, Itzel. 2017. Para discutir sobre drogas. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 100-101. [En línea].
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