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Las temperaturas bajas y sus aplicaciones
Monserrat Bizarro y Luis Manuel León
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Tuxpan es un municipio que se encuentra localizado en la región de la Huasteca en Veracruz, y se caracteriza por su belleza natural, como el río que lleva su mismo nombre, sus esteros y playas, y las montañas que lo rodean, que son parte de la Sierra Madre Oriental. Su principal característica es la gente, ya que posee raíces de los distintos pueblos que se asentaron en la zona: nahuas, huastecos, totonacos, otomíes y tepehuas. Lamentablemente, la vivienda en esta zona está lejos de brindar las mismas condiciones a todos sus habitantes —por ejemplo, es conocido que la mayoría no puede climatizar sus viviendas de manera artificial debido a los bajos ingresos económicos—, y en parte se debe a que los arquitectos no tomamos en cuenta la identidad de la gente ni los beneficios que la región puede brindar. Sería deseable retomar la arquitectura de la región y la arquitectura bioclimática como una estrategia para mejorar la calidad de la vivienda de las distintas clases sociales. Por medio de la arquitectura bioclimática se podría climatizar los edificios, optimizando el uso de nuestros recursos, y así reducir el gasto energético que resulta de todas las actividades que realizamos en nuestro quehacer diario, además del consumo por el aire artificial. Estos métodos fueron empleados por nuestros antepasados, ellos se basaban en un conocimiento del medio y el clima —“los constructores eran muchas veces los futuros habitantes”—, y nos dejaron infinidad de elementos que poseen grandes enseñanzas, pero que hoy día no tomamos en cuenta al momento de proyectar nuestras viviendas, ya que tenemos la idea que lo pasado está muy lejos de lo que pudiésemos considerar como algo estético y moderno. Es por eso que acudimos a la copia de soluciones de otros lugares del planeta, cuando éstas fueron diseñadas para otros climas, regiones y personas; lo que nos trae como resultado una infinidad de problemas, como la mala ventilación, ya que no cubren por completo las necesidades de los usuarios, además de no ser adecuadas a nuestra identidad; en resumen, nos brindan respuestas que están muy lejos de lo que estamos buscando y de lo que en realidad necesitamos. Necesitamos mirar nuestro entorno, ver qué recursos nos brinda la región, la topografía, nuestra identidad, forma de vida y tradiciones, tomar en cuenta los elementos climáticos para nuestros diseños, materiales y procesos constructivos; “el clima no solamente desempeña un papel importante en la composición del subsuelo, sino que también afecta profundamente las características de plantas y animales”. La luz del Sol en esta región es muy intensa durante todo el año —en promedio ocho horas al día—, por lo que la sombra es bienvenida permanentemente. Muchas soluciones de climas fríos, en donde es indispensable captar este recurso, resultan contraproducentes en esta región, en donde es indispensable crear estrategias para controlarlo. Así, una gran equivocación que puede traernos graves consecuencias es colocar superficies pavimentadas en los edificios, ya que acumulan mucho más calor y se mantienen calientes más tiempo. La alta humedad es otra característica de la región, y hace que gran cantidad de la radiación solar sea difusa, algo que puede llegar a ser insoportable; la sombra es por tanto una herramienta indispensable para todo proyecto arquitectónico a fin de controlar la cantidad de calor que se refleja hacia el interior de un edificio. La humedad relativa de la región va de 85 a 100%, por lo que la sensación más importante a contrarrestar es lo que se denomina bochorno. Los proyectistas debemos tomar en cuenta la humedad en el ambiente interior del espacio. La ventilación natural ayuda a climatizar los edificios mediante una apropiada circulación del viento a fin de producir una sensación de frescor por medio de la brisa del mar; además de que actualmente sabemos que el movimiento del aire desempeña tres funciones diferentes: suministro de aire fresco (beneficio para la salud), enfriamiento del interior por convección, y refrescar a los usuarios por medio de la evaporación. La trayectoria interior del flujo de aire depende de la posición y diseño de los vanos, así como de los elementos de protección solar como voladizos, persianas y contraventanas. El control del movimiento del aire dentro y fuera de los edificios es una herramienta de diseño importante en la arquitectura bioclimática, pues permite manejar con bastante precisión el flujo de aire para alcanzar el confort deseado. Es posible provocar el movimiento del aire al interior de los espacios con elementos pasivos o activos (movimiento de aire por convección), lo cual acelera el paso del aire, baja la temperatura y representa un alivio para los usuarios. Es necesario crear conciencia para proyectar nuestras viviendas; al tomar en cuenta los elementos climáticos lograremos crear una arquitectura adaptada, un modelo que genere beneficios para el entorno y sus habitantes. Esto lo podremos realizar generando un equilibrio entre la arquitectura y la naturaleza mediante un análisis de lo pasado, la tecnología actual, nuestros recursos y los elementos climáticos. Debemos crear alternativas que sean integrales, que nos beneficien, seguir creando nuestros cimientos para conservar nuestra calidad de vida y la de nuestras futuras generaciones. |
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Un pincel de luz
Man Ray
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Puse una hoja de papel fotográfico en la charola del revelador -una hoja sin exponer que se había mezclado con las ya expuestas a los negativos, ya que primero hacía varias exposiciones y las revelaba todas juntas- y como estuve esperando en vano algunos minutos a que apareciera una imagen, lamentando el desperdicio de papel, mecánicamente coloqué un pequeño cristal en forma de embudo, la regla y el termómetro, en la charola, sobre el papel. Encendí la luz: ante mis ojos una imagen empezó a formarse, no era en verdad una simple silueta de los objetos, como en una fotografía directa, sino distorcionada y refractada por el cristal que estaba más o menos en contacto con el papel, y sobresaliendo en un fondo negro la parte directamente expuesta a la luz. Recordé cuando era niño y colocaba hojas de helecho sobre el papel sensible, lo exponía al sol y obtenía un negativo blanco de las hojas. Esta era la misma, idea, pero con una cualidad de tercera dimensión añadida y una graduación de tono. Hice unas cuantas impresiones más usando mi precioso papel y dejando a un lado el trabajo más serio de Poiret. Tomaba todo objeto que estaba al alcance de la mano: la llave de mi cuarto de hotel, un pañuelo, algunos lápices, un cepillo, una vela, un pedazo de estambre. No era necesario ponerlos en el líquido, sino que bastaba con ponerlos primero en el papel seco y exponerlos a la luz durante unos cuantos segundos, como con los negativos. Hice algunas impresiones más emocionado, disfrutando intensamente. Por la mñana examiné los resultados, fijando a la pared, con alfileres, un par de Rayografías, como decidí llamarlas. Se veían asombrosamente nuevas y misteriosas. Cerca del mediodía, Tristán Tzara vino para ver si comíamos juntos ... Notó enseguida mis fotos en la pared y se entusiasmó mucho. Eran creaciones dadá puras, dijo, y superiores, por mucho, a otros intentos similares -simples impresiones en blanco y negro, de textura plana- hechas unos años antes por Christian Schad, uno de los primeros dadaístas. |
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Alejandro Casas y Javier Caballero | |||||||
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Referencias bibliográficas
Bye, R.A. 1993. "The role of humans in the diversification of plants in México", en T.P. Rammamoorthy, R.A. Bye, A. Lot y J. Fa (eds.), Biological Diversity of México. Oxford University Press, Nueva York, pp. 707-731.
Byers, D.S. (ed.) 1967. The Prehistory of the Tehuacan Valley. Environment and Subsistence. Tomo I, University of Texas Press, Austin. Caballero, J. 1994. "La dimension culturelle de la diversité vegetalle au Mexique", en Jounal D 'Agriculture Traditionalle et de Botanique Apliquee, (nueva época) 36(2): 145-158. Casas, A. 1992. Etnobotánica y procesos de domesticación en Leucaena esculenta (Moc. et Sessé ex A.DC.) Benth. Tesis de maestría, Facultad de Ciencias, UNAM, México. Casas, A., J.L. Viveros y J. Caballero. Etnobotánica mixteca: sociedad cultura y recursos naturales en la Montaña de Guerrero. INI-CONACULTA, México. En prensa. Flannery, K.V. (ed.) 1986. Guilá Naquitz. Academic Press, Nueva York. Harían, J.R. 1975. Crops and Man. Foundation for Modern Cropscience Series, American Society of Agronomy, Madison. Hernández-X., E. 1985. Biología agrícola, CECSA, México. |
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Ma. Teresa Velázquez Uribe |
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En México existen más de veinticinco millones de jóvenes entre 15 y 24 años, es decir, 28.3 de toda la población, franja que seguirá creciendo en la pirámide poblacional hasta el fin de la primer década del siglo presente. En el último lustro su tasa de crecimiento fue del 3.3, en promedio anual, mientras que la tasa de la población total que fue de 1.8. Respecto a la diferenciación por género, 48.8 de los jóvenes son hombres y 51.2 son mujeres. En cuanto a la composición de la población joven por grupos de edad, 26 tiene entre 12 y 14 años, 40 entre 15 y 19 años y 34 entre 20 y 24 años. La disminución en la base de la pirámide de edad de la población mexicana, se debe al descenso en la fecundidad como consecuencia de la práctica anticonceptiva que se ha extendido durante las últimas décadas. Así en 1973, 30.2 de las mujeres usaban métodos anticonceptivos, mientras que en 1992 la cifra pasó a 63.1 ; esto se reflejó en la disminución de la tasa global de fecundidad, que es el número medio de hijos que tiene una mujer en su periodo fértil; en 1974 era de 6.1 hijos y en la actualidad es de 2.4 hijos. Actualmente, el embarazo y el parto entre la población adolescente son fenómenos que en casi todo el mundo se manifiestan con mayor frecuencia y cuyos efectos adversos se reflejan de inmediato en las condiciones de vida de los mismos jóvenes. Los cambios en la fecundidad son resultado de la relación entre las variables socioeconómicas y la fecundidad, y el efecto de las variables intermedias o determinantes próximas; de tal manera que "la fecundidad tiende a descender como resultado de circunstancias que limitan la exposición de las relaciones sexuales a la concepción o a la gestación o al éxito del parto, es decir la fertilidad de la mujeres" como reportan CEPAL y CELADE en 1993. Respecto a las variables que afectan a éstas últimas se consideran las muertes fetales, que comprenden el aborto y el mortinato. Respectó a los factores que afectan la exposición al riesgo de concebir se tiene que la edad mediana de inicio de las relaciones sexuales es de 20 años, según CONAPO en 1995 y en lo que se refiere a los factores que afectan, es diferencial en el uso o no uso de métodos anticonceptivos. Las mujeres jóvenes inician su vida sexual a muy temprana edad: 17.2 años; sin embargo, el uso de medidas de regulación de la fecundidad al inicio de la vida sexual es inexistente, ya que casi nueve de diez mujeres jóvenes tuvieron su primera relación sexual sin protección, a pesar de que 66 inició su sexualidad sin la intención de embarazarse. En 1997, la gran mayoría de las mujeres jóvenes de 15 a 24 años conocía algún medio de regulación (66), a pesar de lo cual no recurren a la práctica anticonceptiva, ya que sólo 45 de las mujeres unidas de 15 a 19 años usan estos métodos y 59 de las de 20 a 24 años, valores inferiores a los que registran las mujeres de 30 a 44 años (75). Entre los temas ligados a la fecundidad, el aborto inducido es uno de lo más debatidos, pero menos estudiado. Su cuantifícación enfrenta serias dificultades por la marcada tendencia que existe a no reportar cabalmente su ocurrencia. Datos recientes indican que cerca de 20 de las mujeres alguna vez embarazadas habían tenido un aborto (6 con dos o más). El número anual estimado es de cerca de seiscientos mil, lo que implica una tasa de aproximadamente diecisiete abortos por cada cien embarazos. El aborto, frecuentemente realizado en condiciones precarias y peligrosas, constituye un riesgo para la salud materna. ¿Qué es el aborto? Etimológicamente, la palabra aborto procede del latín abortus o aborsus, derivados de aborior opuesto a oríor, nacer. Es la muerte del no nacido en cualquier momento del embarazo. Desde el punto de vista demográfico, se define como aborto a las muertes fetales de menos de veintiocho semanas de gestación y a las de más de veintiocho se les llama mortinatos. Se estima que los abortos anuales en el mundo son aproximadamente sesenta millones. Por tanto, se ha denominado "industria del aborto" a una variedad de métodos que se utilizan con este fin. Cifras en México ¿Cómo se calcula el número de abortos que se practican en México? La medición de la magnitud del aborto inducido se ve afectada por variables imposibles de controlar —como el peso del estigma de la mujer que aborta y el miedo a la ilegalidad—, lo que ha llevado a algunos especialistas a sostener que la única opción es desarrollar una "tolerancia a la ambigüedad" frente a cifras que no pueden ser exactas. Es común recurrir a los registros de hospitalización de mujeres con complicaciones derivadas del aborto clandestino, pero se ha encontrado que esa información subestima el problema y con frecuencia está mal clasificada. Muchas instituciones privadas y públicas de salud registran sólo parte de la información o, en ocasiones, ninguna. Los registros hospitalarios tienden a identificar los abortos inducidos como espontáneos o inespecificados. Otros cálculos tentativos se basan en entrevistas y encuestas. En América Latina, estas técnicas han sido aplicadas a mujeres hospitalizadas, a grupos representativos de mujeres en edad reproductiva y a grupos seleccionados de mujeres. No obstante, el subregistro y la falta de confíabilidad persisten. Junto al temor a las posibles consecuencias legales, existen tabúes éticos, morales, religiosos y sociales que desalientan a las mujeres consultadas a admitir que han tenido un aborto. En estas condiciones, algunas personas han llegado a cuestionar si es o no ético buscar información sobre aborto cuando muchas mujeres no quieren revelarla. La información disponible acerca del aborto inducido en México muestra que, como se dijo antes, es sumamente difícil establecer con precisión su número efectivo. Una revisión documental muestra que las cifras varían dependiendo de la fuente. El Consejo Nacional de Población registra la cantidad más baja de abortos inducidos en el país mientras el Instituto Alan Guttmacher estima un número mucho mayor para la década de los noventa (cuadro 1). Es importante señalar que en ambos casos se trata de estimaciones realizadas por cada una de las instituciones; aunque, evidentemente, los resultados son muy diferentes entre sí. En 1996 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática publicó un cuaderno, en el cual se resume la cantidad de abortos registrados en las instituciones mexicanas de salud. Sus cifras adolecen del subregistro señalado al principio y no distinguen entre abortos espontáneos e inducidos, pero aun así siguen siendo un indicador importante. Si resulta difícil saber el número de abortos que se realizan en la clandestinidad, mucho más complicado es conocer el número de mujeres que muere a raíz de intervenciones con las que buscaban terminar su embarazo. En estos casos los familiares hablan de "hemorragia" o "infección", pero rara vez de aborto. El Consejo Nacional de Población reconoce que existe evidencia de un subregistro de la mortalidad materna y de una incorrecta asignación de ciertas causas de defunción, en particular del aborto, y ha estimado que el aborto es la tercera causa de muerte materna en nuestro país. Mientras el aborto se practique de manera clandestina no se podrá tener un registro fidedigno del número de mujeres que han pasado por esta experiencia y la cantidad de ellas que mueren por complicaciones del embarazo y el parto como son las toxemias y las hemorragias que se encuentran relacionadas con el aborto. Para 1994 y 1995 las cifras e información oficial sobre aborto y mortalidad materna señalaban que "los datos disponibles indican que en la actualidad aproximadamente una de cada cinco mujeres entre 15 y 49 años de edad ha experimentado algún aborto y 6 ha tenido más de uno". No obstante lo elevadas que resultan estas cifras, los datos de las encuestas apuntan hacia la disminución, con el tiempo, de la práctica del aborto. En cuanto a las causas de mortalidad, dentro de la publicación Mujeres y Hombres en México, editada en marzo de 1997 por el INEGI con el fin de "apoyar con información estadística actualizada al Programa Nacional de la Mujer 1995-2000", informaba que las principales causas de mortalidad materna por diez mil nacidos vivos, indicaban los siguientes datos (ver cuadro 2). Jóvenes y sexualidad Los embarazos a edad temprana reducen las oportunidades de educación e impiden mejorar la calidad de vida de las adolescentes. El problema de salud reproductiva representa un riesgo biopsicosocial para la madre y el recién nacido y conlleva a mayor mortalidad materna e infantil. Parte importante de estos embarazos terminan en aborto y muchos de ellos se efectúan en condiciones de inseguridad, además de que las adolescentes embarazadas suelen recurrir al aborto en etapas avanzadas, lo cual aumenta el riesgo de la salud de la mujer. Otro problema de salud reproductiva en los adolescentes y jóvenes es que 64.8 de los hombres y 65.1 de las mujeres de entre 12 y 24 años no tienen acceso al servicio de salud. Incluyendo el que las enfermedades de transmisión sexual han aumentado de manera importante entre los jóvenes, evidentemente, por el uso inadecuado de los métodos anticonceptivos y el acceso limitado a los mismos. Para la generación nacida en los sesentas, 23.3 de las mujeres tuvo relaciones premaritales y sólo cuatro de cada cien mujeres de entre 15 y 19 años sugieren a su compañero el uso del condón como método preventivo en su primera relación sexual. En cuanto a la salud perinatal, durante 1997 en la Secretaría de Salubridad y Asistencia se atendieron un poco más de 1.1 millones de consultas prenatales; en las cuales una de cada cinco gestantes en control tenía menos de 20 años. El número de atenciones prenatales que recibe cada mujer durante la gestación permite detectar a tiempo embarazos de alto riesgo y evitar que se presenten complicaciones durante el parto. Para 1997 se registró un promedio de 2.8 consultas prenatales por embarazada, de las que alrededor de 20 eran menores de 20 años. La tasa de mortalidad materna muestra una ligera tendencia a la baja; en 1998 se estimaron cuarenta y siete defunciones maternas por cien mil nacidos vivos registrados. El CONAPO junto con el DIF tienen un programa que se denomina "De joven a joven", que consiste en una línea telefónica abierta las veinticuatro horas del día en el área metropolitana de la Ciudad de México, a la que los jóvenes puedan llamar para hacer todo tipo de consultas, para pedir servicios o consejos. Este programa inició en noviembre de 1994, y en ese año 28.7 de quienes llamaron tuvo interés por el tema de las relaciones interpersonales, es decir, con su propio novio o novia, pretendientes, amigos cercanos, etcétera; siguieron en orden de importancia los consejos en torno a las relaciones sexuales (12.1) y relaciones familiares (10.7); hubo casos de suicidios y violaciones, pero sin ser tan frecuentes. Para abordar otro elemento que configura la mentalidad juvenil, resulta importante analizar la edad que se considera más conveniente para que los jóvenes se casen. Tanto hombres como mujeres afirman que la edad ideal femenina para casarse es de 22.8 anos, consideración bastante nías elevada a la que en realidad se casan, que se estima en 25 años, lo cual puede indicar un cambio futuro. En cuanto a la edad en que los hombres deberían contraer matrimonio, las mujeres piensan que deben unirse más tarde de lo que ellas consideran para sí mismas. Una encuesta realizada en 1990 reveló que 60 de los suecos tienen su primera relación sexual a los 16 años, igual que en América Latina, pero se casan o deciden vivir juntos hasta los 25 o 30 años, entre cinco y diez años después que en América Latina y durante este periodo tienen un promedio de 3.2 parejas. La mitad de los jóvenes utilizan el condón desde la primer vez, el segundo método más utilizado es la pildora y sólo 25 reporta haber tenido experiencias sexuales desprotegidas, mientras que en México ese porcentaje es superior a 80. De las menores suecas de 17 años con vida sexual activa 6 han resultado embarazadas y prácticamente ninguna de éstas ha dado a luz, ya que en la actualidad se realizan veinte abortos legales por cada mil mujeres menores de 19 años, tasa que ha descendido 10 en el último lustro. La proporción de abortos por mujer es por lo menos cuatro veces menor que en México, tomando en cuenta las estimaciones más conservadoras. Las mujeres suecas tienen su primer hijo a los 27 años y los hombres a los 32, y en todo el país se han reportado 3 703 contagios del SIDA, menos de la mitad de los que hay en México. En México, durante 1985, por cada catorce hombres infectados de SIDA, había una mujer; para 1997 de cada seis hombres existía una. Nuestro país ocupa el tercer lugar en América Latina después de Estados Unidos y Brasil. De continuar las tendencias, para el año 2010 habrá un enfermo en cada familia mexicana. La mayoría de los casos de SIDA en etapa final tienen entre 25 y 35 años de edad, es decir, que los 18 años es la edad promedio de infección. En el Distrito Federal el SIDA es la cuarta causa de muerte entre hombres y mujeres. Conclusiones La población adolescente y joven de 15 a 24 años de edad constituye un grupo prioritario de la población, ya que las decisiones que tomen en esta etapa de su vida contribuirán a forjar su destino, de hecho, conformarán el grueso de la población en edad laboral durante las próximas décadas. Es necesario responder a los desafíos derivados de los cambios en la estructura por edad, ya que los adolescentes y jóvenes tienen gran relevancia por factores demográficos (uno de cada cinco mexicanos está en este grupo de edad) y por estar en una etapa de la vida en que se toman decisiones que contribuyen a determinar sus logros como adultos. Entre las transiciones que llevan a cabo, las principales son seis, dos de ellas vinculadas a la vida pública —dejar la escuela e incorporarse al primer trabajo— y las otras cuatro se refieren al contexto familiar: tener la primera relación sexual, abandonar el hogar paterno, casarse o unirse, y tener el primer hijo. Es necesario llevar a cabo una serie de acciones que contribuyan a elevar su desarrollo y bienestar, mediante la ampliación de sus capacidades y opciones, y a través del fomento de actitudes y prácticas de previsión y planeación con perspectiva de género enfocadas a: 1) Fomentar actitudes y prácticas de prevención y planeación. 2) Promover conductas sexuales y reproductivas informadas y responsables, para evitar la maternidad precoz en las jóvenes. 3) Incluir contenidos de educación en población en los libros de texto de educación media formal y no formal. 4) Dar acceso a oportunidades educativas, principalmente a las mujeres. 5) Lograr una inserción laboral y social más adecuada. 6) Diseñar, producir y difundir una política de comunicación sexual. 7) Reducir la demanda insatisfecha de métodos anticonceptivos. Todo esto sin olvidar que el apoyo, material, afectivo y motivacional para los jóvenes en su formación es prioritario tanto en el ámbito familiar como en el social.
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Referencias bibliográficas
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Yaiza Cortés y Ángel Martín del Rey |
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Referencias bibliográficas
Bye, R.A. 1993. "The role of humans in the diversification of plants in México", en T.P. Rammamoorthy, R.A. Bye, A. Lot y J. Fa (eds.), Biological Diversity of México. Oxford University Press, Nueva York, pp. 707-731.
Byers, D.S. (ed.) 1967. The Prehistory of the Tehuacan Valley. Environment and Subsistence. Tomo I, University of Texas Press, Austin. Caballero, J. 1994. "La dimension culturelle de la diversité vegetalle au Mexique", en Jounal D 'Agriculture Traditionalle et de Botanique Apliquee, (nueva época) 36(2): 145-158. Casas, A. 1992. Etnobotánica y procesos de domesticación en Leucaena esculenta (Moc. et Sessé ex A.DC.) Benth. Tesis de maestría, Facultad de Ciencias, UNAM, México. Casas, A., J.L. Viveros y J. Caballero. Etnobotánica mixteca: sociedad cultura y recursos naturales en la Montaña de Guerrero. INI-CONACULTA, México. En prensa. Flannery, K.V. (ed.) 1986. Guilá Naquitz. Academic Press, Nueva York. Harían, J.R. 1975. Crops and Man. Foundation for Modern Cropscience Series, American Society of Agronomy, Madison. Hernández-X., E. 1985. Biología agrícola, CECSA, México. |
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Antonio Calvo |
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La Antártida es el continente de los extremos. En sus catorce mil kilómetros cuadrados de superficie se baten unas cuantas marcas mundiales, como la de altitud media, la de viento, frío y hielo acumulado. Y, sin embargo, en las escuelas se sigue hablando de los cinco continentes, olvidando al gigante austral, escondido entre sus hielos y protegido por témpanos tan grandes como el estado de Nayarit. Aunque los griegos habían anunciado su existencia, los exploradores lo negaron hasta el siglo XIX, y hoy es una gran laboratorio poblado por científicos y turistas. El lago Vostok, de doscientos ochenta kilómetros de largo y seiscientos setenta metros de profundidad, con agua líquida bajo una capa de tres mil ochocientos metros de hielo caído durante el último millón de años, ha sobrevivido también a esta temporada veraniega. El queroseno que, en una investigación, mantiene abierta la perforación en hielo de casi tres mil setecientos metros aún no llega hasta el agua. Sin embargo, en este continente singular, la investigación es también peculiar. En ningún otro lugar del mundo se habría detenido un proyecto como el anterior simplemente por los recelos de los científicos, pero la Antártida es diferente. Allí, donde las reclamaciones territoriales se solapan y varios países reclaman la misma propiedad, nadie da un paso polémico si no cuenta con el consentimiento de los demás. A mediados de los sesentas, un sismólogo ruso de la Universidad de Moscú, A. P. Kapitsa, hizo unas pruebas con dinamita para determinar la estructura del hielo. Así descubrió la existencia de este lago, situado sobre la base Vostok (72°, 102°). En 1996, gracias al satélite de observación de la Agencia Europa del espacio ERS-I, se pudo determinar el tamaño del lago, una reliquia líquida del pasado geológico. En 1999, el satélite canadiense Radarsat determinó con mayor exactitud que el lago tenía catorce mil kilómetros cuadrados de superficie y un volumen cercano a cinco mil kilómetros cúbicos, lo que lo sitúa como uno de los quince lagos más grandes del mundo. En los años setentas se comenzó, con técnicas de prospección petrolera, a horadar el hielo para tratar de tomar muestras del agua del lago, el cual resultó ser el más grande de los que se han encontrado bajo el hielo. Al final de los ochentas, cuando la Antártida escapaba de la explotación minera, la piqueta había penetrado considerablemente, pero aún estaba lejos del objetivo. En 1992 se firmó el Protocolo de Madrid, texto que protege de manera definitiva al continente helado de cualquier agresión, un hito en la historia de la conservación planetaria. Una de las consecuencias del Protocolo, que entró en vigor en 1998, es el anexo sobre medidas de protección ambiental: la campana, una vez más, ha salvado a la Antártida. Los investigadores pensaron que era mejor hacer pruebas con uno de los setenta lagos con estas características antes de llegar al Vostock, el más grande y, por lo tanto, el de mayor interés científico. Se podría comenzar, por ejemplo, con el que está a sólo veinticinco metros debajo del mismísimo Polo Sur, en la Antártida. En este tipo de investigaciones se trata de evitar, por todos los medios, que el queroseno que mantiene abiertos los agujeros en el hielo llegue hasta el agua y la contamine. En el Vostock puede haber reliquias de la vida del planeta de hace millones de años, y por eso es especialmente importante tener cuidado con lo que allí se hace, ya que por su tamaño puede albergar más formas de vida que ningún otro. La última esquina del mundo La Antártida es un enorme continente situado en torno al Polo Sur, cubierto por hielo, a diferencia del Polo Norte, que es agua congelada rodeada de tierra, —de los extremos de los continentes europeo, asiático y americano—, el hielo antartico es dulce y el ártico salado. Pero, pese a representar la décima parte de las tierras emergidas y a tener un tamaño de catorce millones de kilómetros cuadrados, equivalente a más de siete veces México, sigue siendo un área poco conocida y que, en muchas oca- siones, se ignora. Los niños estudian que hay cinco continentes: África, América, Asia, Europa y Oceanía, y se olvidan del sexto, pese a que tiene una extensión del doble de Australia. El doble en verano, porque durante el invierno austral, cuando los mares que circundan al continente helado se congelan, el tamaño es de veintiocho mil kilómetros cuadrados, es decir, cuatro veces mayor que Australia y más de la mitad del territorio de las tres Américas juntas, que suman cuarenta y dos millones de kilómetros. Es una tierra paradójica, siempre definida en oposición a otros e ignorada durante buena parte de la historia —de ahí el nombre que le pusieron los griegos, Antártida, lo opuesto al Ártico, que es donde estaba la Osa Mayor. Claudio Ptolomeo, llamado el último gran científico de la Antigüedad (el autor del sistema para analizar los mapas que aún manejamos, con el norte arriba), fue quien bautizó al continente austral, el cual, según él, era necesario para el equilibrio geodinámico del planeta. Ptolomeo también había calculado que la Tierra era redonda, conocimiento que fue "olvidado" durante lo que el historiador Daniel J. Boorstin llama "la gran interrupción". En ese entonces era herejía pensar en un lugar donde los pies estuvieran más altos que la cabeza, por lo cual la Antártida dejó de existir durante más de mil años. El viaje de Colón en 1492 y, sobre todo, los de Vasco de Gama, quien circundó el Cabo de Buena Esperanza, al sur de África en 1498 y el de Elcano-Magallanes, que dio la vuelta al mundo en 1521, volvieron a colocar en el mundo la Tkrra Incógnita Australis, la desconocida tierra del sur. Claro que una cosa es que fuera desconocida y otra que no tuviera dueño. El acuerdo de las coronas de España y Portugal, con la mediación del Papa Alejandro VI y mediante el Tratado de Tordesillas (en 1494, sólo dos años después del primer viaje colombino), repartiría el mundo, trazando una línea de polo a polo a trescientas setenta leguas al oeste de Cabo Verde con lo cual, de hecho, incluía ya a la Antártida. Un tratado, por cierto, que Argentina en 1925 y Chile en 1940 mencionaron para reclamar su trozo de tarta helada. Pese a que algunos navios españoles que doblaban el cabo de Hornos llegaron hasta allí, bien por accidente o bien intencionadamente, quien ha pasado a la historia como el descubridor de la Antártida es un cazador de focas británico. Para algunos historiadores lo que descubrió en realidad William Smith el 16 de octubre de 1819, cuando desembarcó en las islas Shetland del Sur, fue un secreto y no un nuevo continente. Los foqueros chilenos y argentinos conocían desde hacía tiempo las islas antarticas y subantárticas, hasta donde había llegado persiguiendo a los lobos de pelo fino, pero mantenían callado el descubrimiento por temor a la competencia. No era un vano temor; en 1830, once años después de que Smith revelara su secreto, ya se había extinguido una de las especies de lobo fino antartico, la más apreciada por su piel. La otra especie (Arctocephcdus gazella), que se creía también extinguida, se ha recuperado en los últimos decenios. El capitán ruso Fabián Bellingshausen, quien dirigía un viaje de investigación emulando al de Cook, anotó, en el espacio correspondiente al día 27 de enero de 1820, que habían encontrado el continente del sur, no ya en las islas, como Smith el año anterior, sino en tierra, (hielo) firme. James Cook, que circunnavegó el continente helado entre 1773 y 1775, había ido allí para "encontrar el continente o borrarlo del mapa para siempre". Y no lo encontró, probablemente debido a que fue durante la llamada pequeña Edad de Hielo, periodo extraordinariamente frío y, de hecho, el último pequeño periodo glacial que ha sufrido la Tierra. El número de témpanos y el mar congelado, que normalmente se descongela en verano, debieron hacer imposible su investigación, pese a que su viaje fue uno de los más importantes en la historia de la navegación. En su diario dejó escrito: "No se puede seguir adelante. Se ha dado fin a ulteriores búsquedas del continente sur". El capitán ruso, con las palabras de Cook grabadas en la mente y al mando de dos barcos que formaban una expedición científica del zar Pedro I, se adelantó en tres días a Edward Bransfield, capitán británico quien dirigía, al mismo tiempo, una expedición científica y económica, ya que tanto perseguía lobos como tomaba posesión, en nombre de "Su Graciosa Majestad", de toda tierra que pisaba. La primera mitad del siglo XIX fue una época de viajes de investigación, que se dejaron de hacer posteriormente hasta las grandes gestas de principios del siglo XX. La carrera entre el noruego Amundsen y el británico Scott (después de Abel, el segundo segundón más famoso de la historia) para conquistar el Polo Sur en 1911, fue el penúltimo viaje romántico al fin del mundo. El último lo protagonizó el británico Ernest Shackieton en 1914, cuando se quedó atrapado entre el hielo junto a su barco y su tripulación, y quien, tras un año heroico, logró cruzar en un bote de remos el paso Drake para volver por su tripulación, que no sufrió ninguna baja. La conquista científica del continente helado había empezado con los viajes de las sociedades científicas, sobre todo de la británica Royal Society; pero también franceses, rusos, alemanes, noruegos y belgas habían ido aumentando el conocimiento en sus viajes de conquista, aventura e investigación. Las reclamaciones territoriales, basadas en primacías temporales o en otras razones, determinaron durante algunos años la política antartica o, más bien, la actividad en la Antártida de quienes reclamaban para sí algún pedazo. Y, de paso, se investigaba en las ciencias naturales sobre aquel extraño lugar. Por otra parte, la caza de ballenas fue un actividad económica importante. Noruega, aún hoy, junto con Japón, país que mata ballenas, ha sido la gran exterminadora. Hacia el final del siglo XIX se cazaban unas mil ballenas al año, cifra que, con altibajos, pasó a diez mil en 1910, veinte mil en 1928 y cuarenta y seis mil en 1937, el año cumbre. Las ballenas azules menguaron pronto y hoy es una especie en grave peligro de extinción. Desde las bases antarticas se esquilmó inmisericordemente la población de cetáceos. Política de guante blanco En el Tratado Antartico, un club formado en la actualidad por cuarenta y tres países (entre los cuales no está México), es donde se deciden las reglas de juego del continente blanco. Nacido a raíz del tercer Año Geofísico Internacional, celebrado entre 1957 y 1958, supuso un hito dentro de la política internacional en plena Guerra Fría. Los siete países con reclamaciones territoriales, Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Noruega y Nueva Zelanda, más Bélgica, Estados Unidos, Japón, Rusia y Sudáfrica, firmaron entonces el Tratado Antartico, que entró en vigor en 1961. Desde sus primeros pasos fue considerado un lugar distinto al resto de los foros políticos internacionales. De hecho, en sus más de cuarenta años de historia la "cortesía antartica" ha limado las diferencias sustanciales y ha conseguido una buena armonía, incluso entre países con conflictos declarados. A lo largo de estos años ha ido emanando una normativa, de obligado cumplimento para los miembros, que ha conseguido mantener el continente en bastante buen estado de conservación, aunque tanto o más que las normas, han contribuido a ello las duras condiciones del clima antartico. En los primeros años de los ochentas, con la crisis petrolera, se pensó que no pasaría nada al hacer algunas prospecciones mineras y petroleras en el sexto continente. Entonces se empezó a discutir una convención para regular la explotación minera, no para prohibirla, sino para ver cómo se hacía. Era, después de la convención para proteger a las focas y la de los recursos vivos marinos, un tercer cuerpo legislativo para unir al Tratado. Sin embargo, las cosas sucedieron de otra manera. La campana verde sonó en el momento oportuno. Nueva Zelanda, junto con Chile, Estados Unidos, Australia, Argentina, Francia y Gran Bretaña, habían impulsado un documento que pasaba de reunión en reunión y que avanzaba a buen paso para ser el marco legal de la explotación minera. En 1988 había sido firmado por die- ciséis países, pero nunca llegó a entrar en vigor. En Viña del Mar, Chile, a finales de 1990, todo adquirió un giro distinto. Lo que iba a ser una convención minera se convirtió, en el espacio de pocos meses, en un protocolo conservacionista, el documento más estricto firmado hasta entonces por la comunidad internacional para proteger un territorio concreto. Como una marea silenciosa, el ecologismo había dejado de ser una bandera del suburbio y se había convertido en un activo que cotizaba muy alto en los mercados electorales. Las elecciones en Australia y Nueva Zelanda, aunadas a la necesidad de Francia de lavarse las manos ante la barbaridad de la muerte del fotógrafo de Greenpeace, Fernando Pereira —asesinado por el servicio secreto francés en 1985, en un intento de evitar que al barco Rainbow Warrior combatiese las pruebas nucleares francesas en el Pacífico—, inclinaron la balanza. En 1992 se firmó en España, sede de la siguiente reunión antartica, el Protocolo de Madrid, un documento que se añade al cuerpo del Tratado y que regula con extraordinario detalle, sobre todo en los cinco anexos que le acompañan, todas las actividades antarticas. Vale la pena mencionar la opinión del entonces director ejecutivo de Greenpeace, Steve Sawyer, quien dijo: "Este acuerdo no tiene precedentes en la historia. Es la primera vez que la comunidad internacional consigue algo semejante, reconociendo el carácter finito de este planeta y la necesidad de protegerlo para las generaciones venideras". En poco más de un año la convención minera se convirtió en el documento proteccionista, la sensibilidad había cambiado. Al Protocolo de Madrid, que finalmente entró en vigor en 1998, se le han unido cinco anexos que regulan con gran precisión qué medidas hay que tomar cuando se quiere hacer alguna actividad en la Antártida, sea científica o comercial. A los cinco anexos ya aprobados, sobre declaraciones de impacto ambiental, protección de zonas, residuos, contaminación marina y turismo, falta añadir el sexto, cuyas discusiones avanzan a un ritmo extremadamente lento. Se trata del que se refiere a responsabilidad por daños ambientales, es decir, quién paga si un barco turístico tiene un accidente y provoca contaminación. Eos aspectos legales son complicados y no hay manera de poner de acuerdo a las partes. La Antártida, por tanto, se salvó. En el momento justo se produjo la inflexión ambiental y hoy es, sin duda, uno de los lugares más protegidos de la Tierra gracias al binomio dificultades de acceso y normas estrictas. Pero, ¿eso para qué? ¿Qué hay allí que merezca tanta protección? Ciencia bajo cero Esas razones para proteger un territorio, la Antártida o cualquier otro, son muy variadas y de diversos tipos. A las conocidas razones ambientales, que a estas alturas ya no hay que explicar, se unen las razones científicas y de especificidad del sexto continente. Es decir, que además de la importancia que tiene conservar lo que poseemos, hay razones de peso para conservar prístino aquel territorio. Si la Tierra fuera una lavavajillas, según el ejemplo del biólogo español Miguel Delibes, estamos en un momento en el que nos empiezan a aparecer piezas que no se sabe para qué sirven. Cada ecosistema destrozado, cada especie desaparecida (entre diez y cien cada día, no hay acuerdo), es como una pieza que nos encontramos en la cesta de los cubiertos de la lavavajillas y cuyo uso desconocemos. Como el lavaplatos sigue andando y la cubertería queda razonablemente limpia (aunque ya no como al principio) no le damos mucha importancia al tornillo caído. Más tarde aparece una gomita, otra tuerca, un enganche... hasta que el lavaplatos se estropea definitivamente. El técnico, entonces, nos explica que la cosa viene de hace tiempo, que faltan muchas piezas, que si hubiera venido antes... y que mejor comprar una nueva. Sólo que quizá no encontremos una nueva Tierra lista para ser habitada entonces. Así que ya hay una buena razón para conservar, con el añadido de que en el Antartico la mayoría de las especies locales son endémicas, por ejemplo, ochenta y tres por ciento de los peces. Además, aún es mucho lo que se desconoce de los ecosistemas antarticos y que, si no se protegiesen, podrían desaparecer. Eso quiere decir que nos perderíamos el conocimiento -y sus posibles aplicaciones-, sobre, por ejemplo, productos químicos potencialmente importantes. No se puede olvidar que la cuarta parte de los productos que se despachan en las farmacias son medicamentos que incluyen compuestos químicos procedentes de plantas silvestres. Por otra parte, la Antártida es el sumidero del clima del planeta. Lo que pasa allí nos afectará a todos con relativa rapidez si pensamos en términos humanos y a velocidad de vértigo si lo expresamos en términos geológicos. La Antártida se mantiene fría por el frío que hace allí. Dicho en otras palabras, si empieza a hacer menos frío dejará de hacer frío completamente. El hielo de la Antártida (incluido el que en invierno cubre el mar próximo al continente y se deshiela en primavera) refleja la radiación solar y eso hace que no se absorba calor. Esa es una de las razones del frío antartico, aunque los investigadores están empezando a notar que cada vez hay menos hielo. Los glaciares (de hielo dulce) retroceden y la superficie anual del hielo marino (salado), está variando debido a las fluctuaciones en las corrientes de El Niño y La Niña. Y si hay menos superficie cubierta de hielo, el mar absorberá más radiación so- lar, lo que quiere decir más calor, lo cual acabaría modificando los habitáis marinos y afectándolo todo. En el verano austral de 2001, en Punta Tombo, en la Patagonia Argentina, donde se encuentra la mayor pin- güinera no antartica, había menos pingüinos que nunca. Según los expertos, los cambios en la temperatura del agua han obligado a estas aves a no volver a buscar comida (pececillos, calamares, pequeñas gambas) más lejos de lo normal, lo cual ha repercutido de manera dramática en las crías, incapaces de resistir tantos días sin alimento. Este ha sido el año con menor índice de reproducción entre los pingüinos de Magallanes, lo que indica un cambio de temperatura del océano en las proximidades del continente blanco. Las repercusiones de los pequeños cambios son impredecibles. El adelgazamiento de la capa de ozono es otro buen ejemplo de las actividades que, hechas en el hemisferio Norte, afectan al hemisferio Sur. En cada primavera antartica, por un fenómeno específico de los vientos y del frío, se produce una reacción química entre el ozono atmosférico sobre la Antártida y el cloro que está en el ambiente por el uso de gases propelentes clorofluorocarburos. El investigador mexicano que trabaja en el MIT, en Bostón, Mario Molina, y Sherwood Rowland, tras hacer unas mediciones en 1973 sobre los mil millones de toneladas de gases propelentes clorofluorocarburos que se había echado a la atmósfera, dedujeron que estos gases, que no son eliminados por la lluvia, tenían que estar en algún sitio. Ellos pensaron que estas moléculas ascendían y se instalaban en las estratosfera, entre los veinticinco y cincuenta kilómetros de altura, donde, por efecto de los rayos del Sol, eran fotodisociadas. Los átomos de cloro así liberados eran, según los investigadores, capaces de reaccionar con el ozono, de "comérselo", en una reacción catalítica en la cual un solo átomo de cloro podía destruir decenas de miles de moléculas de ozono. Aquello se publicó en Nature en 1974, pero la poderosa industria no solo no les creyó sino que les acusó de formar parte de un complot comunista, según relató posteriormente Molina. La poderosa industria química Dupont fabricaba entonces gases propelentes clorofluorocarburos con un valor de unos ocho mil millones de dólares al año. Sin embargo, en 1995 Molina y Rowland obtuvieron el premio Nobel de Química. En 1982 el científico japonés Sigeru Chubachi realizó unas mediciones de la cantidad de ozono en la estratosfera y comprobó que había mucho menos de lo que se esperaba. Entonces, recurrió a la teoría de Molina y Rowland para explicarlo y lo contó en un congreso celebrado en 1984 en Grecia, pero nadie le hizo mucho caso. En 1995 Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shankhn, investigadores británicos, hicieron mediciones que ofrecían los mismos resultados y lo publicaron en Nature. Entonces, el que los gases propelentes clorofluorocarburos atacaban el agujero de ozono, se convirtió en verdad oficial. Ahora, tras el protocolo de Montreal de 1987, firmado por cincuenta países, y, sobre todo, después de los acuerdos de Londres de 1989 y los de Copenhague de 1992, la producción de dichos gases se ha prohibido en todo el mundo, exceptuando algunas zonas en las que hay mo- ratorias (esto ha originado un cierto mercado negro, pero esa es otra historia). Y, sin embargo, el agujero no se reduce tan deprisa como se esperaba. En la primavera antartica de 2001 a 2002, el adelgazamiento fue mayor que nunca (la cantidad de ozono por unidad de superficie) así como la extensión. Y en el hemisferio Norte, por su parte, también está adquiriendo un tamaño notable. La sexta extinción Allí, pues, entre hielos milenarios en los que está escrita la historia del clima de la Tierra, al parecer se encuentra también una de las piezas clave del futuro de nuestro mundo, al menos por tres razones. Si, como resulta cada vez más evidente, la temperatura media está subiendo a un ritmo nunca antes conocido, lo que pase en la Antártida será un buen adelanto del futuro. Si, como aseguran otros, el número de especies que se extinguen cada año supone una tasa de desaparición mayor que cuando ocurrieron las cinco famosas catástrofes de la vida en la Tierra, entonces estamos ya ante la sexta extinción y esta vez el meteorito somos nosotros. Si, por último, el modelo de conservación implantado en la Antártida funciona, será necesario mirar con más atención al Sur. Por debajo de los 60° de latitud Sur sólo hay investigadores y turistas. Se trata de un experimento realmente interesante para comprobar si el territorio puede conservarse adecuadamente mediante el consenso. Hasta ahora la inaccesibilidad de la zona había hecho más por su conservación que ninguna reglamentación. Ahora, otra vez, hay un peligro real sobre la Antártida. Los lobos de pelo fino en el siglo XIX, las ballenas en el XX, las pesquerías que no se regularon en los sesentas y setentas no fueron capaces de aguantar la presión; ahora el turismo es la nueva amenaza. El incremento ha sido espectacular desde que los barcos perdieron el miedo y visitar la Antártida se convirtió en una industria. Ya se notan los efectos de la marea humana en algunas pingüineras, como en la de Ardiey, en la isla Rey Jorge, en la que había tres especies de pingüinos que la han abandonado ante el número de visitantes. Sólo una regulación estricta, y que se cumpla, puede garantizar la conservación. De momento, hay una normativa adecuada pero no está claro que se lleve a cabo. Por ejem- plo, el número de pasajeros en los barcos es mucho mayor del recomendable, lo que significa mucha más gente al mismo tiempo visitando lugares delicados, pisando praderas de musgo o asustando a los pingüinos. Y, como siempre, el problema es la falta de control real, la falta de una fuerza coercitiva sobre quien allí es- tá. No se puede prohibir nada porque no hay quien lo prohiba. Con frecuencia los barcos de turistas actúan bajo banderas de conveniencia de países que no están en el Tratado Antartico, así que resulta imposible exigir responsabilidades. La experiencia nos dice que ese delicadísimo ecosistema es más sensible que los otros a las agre- siones, que todo tarda más en recuperarse. Por eso, por ejemplo, las pesquerías no son allí rentables, porque los peces tardan más en crecer que en cualquier otro mar. Salvada de la extracción de minerales por el tiempo (por el clima, si, pero también porque no había entonces maquinaria capaz de llevarla a cabo; aplazada —pero aún no solucionada— la espada de Damocles del adelgazamiento de la capa de ozono, pero la nueva amenaza somos nosotros mismos, esta vez en carne mortal. El continente de los extremos es un buen laboratorio para comprobar si el mercado es capaz de entender el desarrollo sustentable o si, como tantas veces, matará a la gallina de los huevos de oro; es, por ende, el laboratorio natural más grande que existe y será también el laboratorio del comportamiento.
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Jair G. Morales Camarena |
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Roberto Grosseteste, nacido entre 1163 y 1175 en Suffolk, Inglaterra, es una de las primeras figuras latinas de la Edad Media en lo que a óptica se refiere. Canciller de la Universidad de Oxford de 1129 a 1235 y obispo de Lincoln desde 1235 hasta su muerte en 1253, Roberto Grossetes te marca el inicio de una tradición óptica desarrollada en el seno de Oxford que tendrá como resultado la aparición de un caudal de ideas que colocaran a la luz como el eje alrededor del cual ocurre la creación y se entiende lo divino. Las ideas de San Agustín y Aristóteles son las fuentes principales de Grosseteste. Su obra comprende escritos de teología, filosofía y aspectos científicos tales como óptica, física, astronomía y matemáticas. Además, sus trabajos incluyen algunas traducciones y comentarios de las obras aristotélicas. Roberto Grosseteste, bajo la influencia de San Agustín, el santo de Hipona, le dio al tema de la luz un lugar privilegiado en función de dos características esenciales: su afirmación de que la luz es la primera forma corpórea de la creación y, por otro lado, el que su estudio debía ser sujeto a un tratamiento matemático. El obispo de Lincoln veía en las matemáticas un factor imprescindible para el conocimiento del mundo natural: "La utilidad de considerar líneas, ángulos y figuras es máxima, pues imposible resulta sin ellas saber filosofía natural". La luz en Grosseteste trasciende el aspecto puramente óptico. El oxoniense recurre a ella para explicar aspectos de carácter físico, astronómico y epistemológico. La luz, según él, es la primera forma corporal de la cual emanan todas las demás. Y puesto que la materia y forma son categorías inherentes a todos los elementos inherentes a la luz la consideró como la forma de la primera materia creada. Así, cuando la primera forma entró en composición con la primera materia, se constituyó el ente corpóreo. Además, ya que la luz, de acuerdo a su naturaleza, se multiplica en todas las direcciones, al hacerlo la primera luz se llevó consigo a la materia, extendiéndola hasta su máxima expansión y creando de esta manera toda la masa corporal existente en el Universo. A partir de su teoría de la luz, Grosseteste concibió una teoría cosmogónica, la cual parte de la idea de que en el principio de los tiempos la luz, primera forma corporal, creó al Universo al multiplicarse por sí misma hasta su máxima rarificación, es decir, hasta que ya no podía mul- tiplicarse sin desaparecer. De esta manera, la expansión esférica de esta luz primigenia determinó al firmamento; una vez que este primer cielo quedó conformado, cada punto de él emitió líneas radiantes hacia el centro del mundo, formándose de esta irradiación, mediante una especie de concentración, las esferas celestes. En su expansión la luz se vuelve más sutil, de ahí que la esfera de las estrellas fijas esté conformada por la materia más indefinible; en cambio, al emitir su luminosidad el firmamento, la luz irradiada se va condensando en su trayecto hacia el centro, por lo cual la Tierra está hecha de la materia con mayor densidad. La "capacidad explicativa" de esta visión aumenta al dotar a la luz con el poder de inducir o promover el movimiento. Para el oxoniense la luz es principio de movimiento y cambio. En su generación —que naturalmente produce rayos que se desplazan en línea recta— la luz origina el movimiento; esto se explica porque al multiplicarse mueve consigo la corporeidad, lo que causa el movimiento local de la materia. Esta teoría expuesta en su obra El movimiento corpóreo y la luz es muy significativa, sobre todo cuando se piensa en uno de los problemas más difíciles de abordar desde la Antigüedad, el saber la causa eficiente del movimiento de las esferas celestes. Para Grosseteste el movimiento ocurre por la intervención de la primera fuerza motora: la luz. Al estudiar la visión, el oxoniense intentó fusionar la corriente de los atomistas con la euclidiana. La premisa común de todas las teorías antiguas de la visión concebía a la vista como una forma de contacto entre el objeto y el órgano de la vista. En general había tres explicaciones de cómo se podría explicar el contacto: que el objeto enviara su imagen o rayo a través del espacio hacia el nervio óptico; que el ojo mandara sus rayos visuales, o más bien su potencia de ver hacia el objeto. Según su teoría, la visión se produce cuando las especies visuales (emitidas desde los ojos), entran en contacto con la luminosidad de los cuerpos. Para que esta conjunción produzca el proceso visual se requería la acción del Sol, el cual, mediante su luminosidad, hacía visible a los cuerpos, y por ello creía que el origen de toda luz visible radicaba en el Sol. De esta manera, a través de la luz solar, todo lo corpóreo se manifestaba ante la vista, es decir, figuras, formas y especies aparecían por causa de los rayos solares. Al respecto apunta Grosseteste en Las Operaciones del Sol: "Por ejemplo, el Sol puede llamarse anunciador en el ocaso porque entre todas las potencias corpóreas, su luz es la que especialmente deduce y hace surgir las figuras, las formas y las especies corporales de la potencia al acto, tanto en las plantas como en los animales". Así, el Sol está presente en todo lo que es visible por la acción de su luminosidad, el propio "espíritu visible" que afecta a los ojos es de naturaleza lumínica solar. En su carácter de propiedad física el color sólo podría ser percibido a partir de la presencia de la luz, por lo que aquel nace al mismo tiempo que la luz visible, es decir, el obispo de Lincoln suponía que el color tenía en sí la sustancia de la luz solar. Grosseteste es quizás el primer latino en presentar una ley de refracción, la cual estaba dada de la siguiente manera: supongamos que la recta AB es un rayo de luz que incide oblicuamente sobre la superficie de un medio más denso en el punto B. Extiéndase AB a lo largo de BC y sea BD una línea perpendicular a la superficie. Entonces el rayo AB va a ser refractado a lo largo de la recta BE, de forma tal que los ángulos DBE y EBC son iguales. Es decir, el ángulo de incidencia es proporcional al ángulo de refracción en una razón de dos. A la luz de la ley de Snell esta propuesta es errónea y su valor reside en mostrar el intento que existía por reducir a una regla geométrica el comportamiento de un ente natural, el rayo de luz en este caso. Ciertamente esta posición no es novedosa, y en el caso de los fenómenos ópticos es muy probable que Grosseteste conociera los trabajos ópticos de Ptolomeo, en los cuales aparecen ideas similares. Siguiendo los trabajos de Euclides y de Ptolomeo, Roberto Grosseteste reconoció la importancia del ángulo visual para explicar problemas de perspectiva tales como el que objetos lejanos se vieran más cercanos, o el que cosas pequeñas se vieran más grandes a larga distancia, fenómenos visuales que fueron atribuidos a que el tamaño del objeto visible varía de acuerdo con el ángulo visual. En el tratado El movimiento corpóreo y la luz los cambios físicos de la materia también fueron explicados en función de la luz. Según Grosseteste la alteración ocurre cuando la luz existente en la materia es expelida y la que está fuera pasa a un interior. En el momento de la expansión de la luz, se extiende junto con ella la corporeidad de la materia, produciéndose así una dilatación o aumento de dicha materia. Si, por lo contrario, la luz se concentra en sí, produce entonces condensación o disminución de la materia. En su teoría del calor, expuesta en el mismo libro, el obispo de Lincoln se sirve de la luz para argumentar la explicación de este fenómeno físico; en el cual afirma que el fuego es de tres tipos: brasa, llama y luz; las dos primeras substancias puras del fuego operan más allá del mundo sublunar, del mundo del cambio. A diferencia de éstas, en la luz ígnea se encuentra la forma y materia pura del fuego, libre de alguna otra sustancia extraña. En esta luz no hay calor como en la brasa o llama, de lo que se desprende que el fuego en su propia región no es cálido. El calor es producido por la disgregación de los componentes, y son tres las causas que lo originan: lo cálido, el movimiento y la congregación de rayos. Los rayos en un medio diáfano se incorporan más en uno denso que en uno sutil y al incorporarse al aire, las partes de este elemento primario tienden a separarse entre sí. Cuando inciden los rayos en un punto único, grupos de éstos coinciden en una misma linea recta "y por tanto cerca de él habrá máxima separación del aire en partes diversas: así se producirá la disgregación y consiguientemente el calor". Así, los rayos del Sol generan calor sobre la Tierra al incidir sobre ella. Cuando el Sol pasa sobre el cénit en equinoccio, los rayos solares caen perpendicularmente sobre ella, y en .este caso no hay refracción a lo largo de su recta de incidencia, lo que provoca una máxima disgregación y consecuentemente mayor calor. En cambio, cuando el Sol no pasa por el cénit, los rayos inciden en ángulos menores al recto y son refractados según su incidencia, produciéndose menor concentración de rayos y por ende menos disgregación de aire, lo que a su vez genera una disminución de calor. El hecho de que en la zona donde domina la quinta esencia, es decir, donde no se genera calor por la acción de los rayos solares, se justifica porque este medio traslúcido carece de naturaleza densa, por lo que no se incorporan a él rayos solares y por lo tanto no hay disgregación. Es por esto que en las capas más altas de la atmósfera, donde la materia es más sutil, hay menor incorporación de rayos solares, lo que causa menor disgregación. Con esto se explica que los valles sean más cálidos que las cumbres de los montes, sin importar que los segundos reciban los rayos solares más directamente. Con todo, estos fenómenos no se consideran completamente entendidos, aunque sí se exalta la coherencia de la explicación que Grosseteste ofrece, quien al respecto dice: "Por lo cual los filósofos, aunque no entienden perfectamente las causas, como no deben ignorar sus naturas, y conociendo que los rayos de los cuerpos celestes al descender sobre las cosas corporales son la mayor causa de su mutación, afirman sin error que los rayos reflejados y condensados son causas del calor generado aquí". La luz juega también un rol esencial en las concepciones estéticas del oxoniense, ya que además de ser el componente de todo lo corporal, es a su vez principio de belleza y perfección. "La luz por sí misma es bella y es la primera semejanza de todas las cosas corporales". Entre más participe un cuerpo de la luz más perfecto será, y era común señalar que los más luminosos son los más bellos. El fin del movimiento es el orden y por tanto belleza; es decir, la luz en su expansión es origen de la hermosura, y al emitir su radiación el cielo compone la belleza de este mundo sensible; igualmente se sostiene que el Sol y los demás astros son bellos porque poseen luminosidad y movimiento. En una época en que todo lo excelso remitía a manifestaciones que vinculaban el orden y lo bello con la diversidad, no es extraño que la luz y su manejo jugaran un papel distinguido en la construcción de la morada de Dios, es decir, de las catedrales, y de sus ventanas al cielo, los vitrales. Al encontrarse en la luz el origen de todas las forma corporales, se da el principio de la unidad dentro de la pluralidad. Además, en toda materia existe la potencia infinita de multiplicidad debido a que la luz —su componente esencial— tiene en sí la potencia de la multiplicidad infinita. Al igual que en San Agustín, la epistemología del obispo de Lincoln considera que la iluminación es el único medio para conocer la suprema verdad. De la misma manera que las cosas materiales no se pueden percibir sin la iluminación del Sol, la verdad únicamente es distinguida a través de la luz divina. En la mente de Dios se encuentran todos los arquetipos de lo creado, y sólo por la inmediación de Dios se puede acceder al conocimiento de los ejemplares divinos. La obra de Grosseteste es quizás la expresión más audaz de una concepción científica-metafísica que gira en torno a la luz. A manera de resumen se puede decir que para él la luz es una sustancia omnipresente que mucho tiene que ver con el origen del Universo y es, además, la clave para trascender al conocimiento de lo corpóreo y de sus arquetipos divinos. Roger Bacon, John Pecham y Witelo, todos ellos hombres del siglo xm, son los pensadores más importantes que, bajo la influencia de Grosseteste, continuarán los estudios de temas ópticos en lo que resta de la Edad Media. |
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Manuel Miranda Anaya |
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Durante el transcurso del día los animales están expuestos a cambios en la iluminación natural, de tal forma que la conducta de muchos puede estar determinada por las condiciones de luz u obscuridad que les rodean. La luz es un agente de particular importancia para la sincronización de los ritmos circadianos, tanto en animales diurnos como nocturnos, e incluso una luz tan tenue como la de una noche estrellada es suficiente para dar información a los relojes biológicos de los animales. Los ritmos circadianos permiten que los seres vivos coordinen sus funciones internas con las variaciones ambientales diarias. Éstos se caracterizan por ser endógenos, es decir, que en ausencia de señales ambientales cíclicas se manifiestan con un periodo aproximado al de la rotación de la Tierra (de ahí el término circadiano: circa, cerca y diano, día). Sin embargo, en la naturaleza no parece que los ritmos circadianos presenten periodos distintos al de un día, lo que indica que el mecanismo de generación del ritmo se encuentra ajustado a los ciclos diarios presentes en los factores ambientales. La sincronización del reloj Por aproximadamente tres décadas, diversos investigadores han dedicado su atención a la forma en que funciona el reloj circadiano y la manera en que se ajusta a los ciclos diarios. La luz parece actuar sobre el reloj cir- cadiano de dos formas, la primera, conocida como sincronización no paramétrica, que consiste en la presencia de pulsos de luz a la hora del amanecer y del ocaso, cuya duración es de horas a minutos. Este tipo de estímulos son las señales fóticas a las cuales estaría expuesto un animal nocturno que a lo largo del día se mantiene en su madriguera oscura. La luz ajusta al reloj circadiano únicamente durante estos dos periodos de exposición. El segundo tipo de sincronización es la paramétrica, en donde la acción de la luz comprende la exposición constante a la irradiación durante la mayor parte del periodo de iluminación. Los animales están expuestos a cambios de intensidad y de variaciones en el espectro de la luz natural. En este tipo de sincronización los ajustes a la velocidad interna del reloj circadiano se hacen de manera constante mientras se mantenga el periodo de iluminación y su intensidad depende de la hora a la que se presenta la luz y de su propia intensidad. Los ojos del reloj La información que da la luz al reloj circadiano es mediada por estructuras sensibles a ella conocidas como fotorreceptores circadianos. Las vías neurales que van del fotorreceptor llegan directamente al sistema que contiene el marcapasos del reloj y no a sistemas de integración de visión. La ubicación de estos fotorreceptores circadianos es diversa según el grupo animal en que se estudie; en invertebrados y vertebrados no mamíferos, por ejemplo, distintos fotorreceptores se encuentran fuera de la retina y son conocidos como fotorreceptores extrarretinianos. Aunque la ubicación de estos fotorreceptores es diversa, en general, puede considerarse que existe fotosensibilidad en distintas regiones del sistema nervioso central. Ejemplos típicos en invertebrados incluyen desde crustáceos decápodos que presentan fotorreceptores extrarretinianos en el sexto ganglio abdominal y en el ganglio cerebroide, hasta moscas de la fruta en las cuales casi cualquier parte del cuerpo que contiene la maquinaria molecular del reloj es sensible a la luz. En los vertebrados no mamíferos la glándula pineal es el fotorreceptor extrarretiniano más reconocido, mientras que en algunas especies de reptiles existe el ojo parietal (también llamado tercer ojo), y en ausencia de los fotorreceptores anteriores, en algunos reptiles su capacidad de responder a la luz es mediante fotorreceptores existentes en el cerebro profundo. En los mamíferos la organización es distinta, ya que la información que da la luz al reloj esta mediada por células contenidas exclusivamente en la retina. La pregunta que surge a raíz de estas diferencias es ¿por qué sólo el grupo de los mamíferos es carente de fotorreceptores extrarretinianos? La retina de los mamíferos La respuesta a esta pregunta es incierta, sin embargo, diversas hipótesis apuntan a que durante su evolución temprana, los mamíferos pasaron por procesos de selección (a lo que algunos investigadores han llamado "cuello de botella") que dieron como resultado una reorganización del sistema circadiano entero, y en particular de los fotorreceptores circadianos. Se cree que los primeros mamíferos, al ser nocturnos, dependían de los sistemas fotorreceptores más sensibles para dar la información fótica al reloj circadiano, de tal forma que otros fotorreceptores circadianos menos sensibles fueron perdiendo influencia en los mecanismos centrales del reloj, hasta dejar de ser funcionales como fotorreceptores circadianos. Esta teoría se basa principalmente en el hecho de que actualmente se conocen diversas especies de vertebrados e invertebrados de hábitos nocturnos, que presentan una reducción significativa en la sensibilidad de fotorreceptores extrarretinianos. Algunos ejemplos son la pineal en algunos buhos, que es muy pequeña o incluso ausente, o bien la falta de ojos parietales en reptiles de hábitos principalmente nocturnos. En el caso de los insectos, se discute si la cucaracha también ha perdido fotorreceptores circadianos extratrretinianos. Sin embargo, también es frecuente encontrar especies nocturnas en las que no se cumple esta tendencia. La diversidad en los fotorreceptores circadianos de los animales parece también ser consecuencia de que cada uno tiene influencia sobre un tipo de oscilador en particular. En los animales no mamíferos existen diversos tejidos, principalmente de origen neural, que funcionan como marcapasos circadianos, ya que son capaces de oscilar de manera autónoma y de coordinar funciones fisiológicas a través del tiempo. Así los animales que presentan diversos marcapasos coordinando distintas funciones, pueden a su vez depender de distintos fotorreceptores circadianos. De ahí que en sistemas con múltiples marcapasos, se espera la existencia de múltiples sistemas fotorreceptores circadianos. En el caso de los mamíferos se sabe que el principal marcapasos es el núcleo supraquiasmático del hipotálamo, y que aunque se presume de la existencia de otro, como el que regula funciones digestivas, no se ha localizado ningún marcapasos en mamíferos de la importancia del núcleo supraquiasmático del hipotálamo. Al existir un solo marcapasos principal, se mantiene por lo tanto un solo fotorreceptor circadiano, el de mayor sensibilidad a los cambios más tenues en intensidad y en composición espectral de luz. Hasta el momento se sabe que los mamíferos carecen de fotorreceptores extrarretinianos y que todas las respuestas a la luz son mediadas por la retina. La glándula pineal de los mamíferos, sin embargo, presenta gran parte de los elementos necesarios para la fotorrecepción, pero ésta no responde a la luz; aunque existen algunos reportes de que se puede inducir fotosensibilidad en células cultivadas de la glándula pineal de ratas neonatas. En la retina, la energía luminosa es transducida por los conos y los bastones, estas células pasan la información a neuronas de segundo y tercer orden, entre las cuales se encuentran las bipolares y posteriormente las ganglionares. En esta red de células (coordinadas también por otras neuronas como amácrinas y horizontales) es donde se lleva la primera fase de integración de la información visual antes de ser transmitida al cerebro. El núcleo supraquiasmático del hipotálamo recibe la información lumínica vía el nervio óptico, principalmente por el tracto retínohipotalámico y la hojuela intergeniculada. ¿Dónde se hallan los fotorreceptores? Se esperaría que los conos y los bastones fueran en sí las células fotorreceptoras, al ser la retina el tejido que media la fotorrecepción circadiana. En diversos experimentos realizados con ratones que presentan una mutación en la cual degeneran bastones y en aquellos en que se ha inducido una degeneración transgénica de conos —considerados como conductualmente ciegos—, las respuestas eléctricas de la retina a un pulso de luz Celectrorretinograma) son ausentes y las retinas estudiadas histológicamente muestran pérdida de bastones y de conos; sin embargo, estos animales aún son capaces de sincronizar sus ritmos a ciclos de luz tan tenues como la luz reflejada por la luna. Esto ha sugerido que los fotorreceptores que llevan la información luminosa al reloj son distintos a los conos y bastones. La evidencia de que no se trata de células involucradas en la visión hace más interesante el problema de su localización, aunque se sabe que tales fotorreceptores residen en la misma retina. Debido a que los fotorreceptores circadianos son distintos a los que intervienen en la visión, los mejores candidatos son las neuronas ganglionares y las bipolares. A raíz de ello surgen interesantes preguntas como ¿cuál es el fotopigmento que contiene el fotorreceptor circadiano? (la molécula sensible a la luz que inicia el proceso de transducción de la información). En los conos y bastones, el fotopigmento es la rodopsina, una combinación entre una molécula fotosensible llamada cromóforo (retinal), el cual es un derivado de la vitamina A, y una proteína conocida como opsina. La sensibilidad espectral de la rodopsina va desde 400 nanómetros (luz violeta-azul) hasta 700 (rojo lejano) y su máxima sensibilidad es a 500 (verde-amarillo). La sensibilidad espectral del reloj circadiano sugiere un cromóforo semejante al retinal de opsina. Los fotopigmentos base retinal que han sido extraídos de los ratones mutantes rd son la melanopsina (que también se encuentra en los melanocitos de la piel de los anfibios) y un tipo de opsina ancestral, localizadas ambas en las células bipolares y ganglionares de la retina. El segundo candidato es un miembro de la familia de los criptocromos, los cuales son moléculas fotorreceptoras con base en flavinas del grupo de las fotoliasas. Es decir, que son semejantes a enzimas reparadoras de ADN que dependen de la luz, esto es, fotorreactivas. En la maquinaria molecular del reloj circadiano, los criptocromos han perdido su actividad de fotoliasa y en la mosca de la fruta Drosophila parece ser el único fotorreceptor que media la información lumínica en la maquinaria molecular del reloj. Los criptocromos han sido localizados también en los mamíferos pero ya no con la función de molécula fotorreceptora como en Drosophila; es decir, que parecen estar involucrados en la maquinaria molecular del reloj mismo más que como un posible fotorreceptor. Una manera de estudiar la función de un gen en la fisiología del organismo es mediante la producción de mulantes para ese gen, lo que significa que éste ha sido eliminado o su expresión ha sido modificada. En este sentido, los ratones mutantes que no producen criptocromos muestran una arritmia total, por lo cual no ha sido posible distinguir su posible papel como fotopigmentos de los fotorreceptores circadianos en estos animales. Tanto la melanopsina como los criptocromos han sido localizados en células ganglionares, sin embargo, un estudio publicado recientemente en la revista Science, muestra que las células ganglionares marcadas retrógradamente desde el núcleo supraquiasmático del hipotálamo presentan respuesta a la luz de forma distinta a la que tienen los fotorreceptores para la visión. Esto significa que la fisiología de algunas células ganglionares estaría dedicada a recibir y llevar la información de los cambios y ciclos de luz diaria hacia el reloj circadiano. Todo esto nos permite reflexionar sobre cuáles han sido los procesos de selección que han dado lugar a que un grupo especializado de células tome lugar como fotorreceptores circadianos en los mamíferos. Como es costumbre en el desarrollo del conocimiento científico, cada descubrimiento da lugar a más preguntas que a respuestas. Parece que la evolución suele favorecer el mejoramiento de los sistemas existentes, aumentando su eficiencia más que originando nuevos. Ahora no sólo cabe preguntarse ¿por qué los mamíferos presentan los fotorreceptores circadianos exclusi- vamente en la retina? Sino también ¿por qué en la evolución de la retina los fotorreceptores visuales y los fotorreceptores circadianos parecen ser distintos? |
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José Ruiz de Esparza |
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En su proyecto resalta la importancia que le concedía al conocimiento astronómico, pues lo consideraba "necesario para el régimen y dirección de todos los habitantes de la república". Esta forma de entender la astronomía seguía la tendencia generalizada durante el siglo anterior, cuando la Corona buscó comprender a la Nueva España compilando estudios económicos, políticos y sociales: información que pensaba utilizar para combatir enfermedades y pobreza. Para los mexicanos de las primeras décadas del siglo xix se hizo cada vez más evidente la necesidad de contar con una visión general del país y de sus recursos; tenían que conocer con exactitud las dimensiones del territorio nacional, fijar sus límites con precisión y hacerse una idea clara de sus recursos. Pensaron que para elaborar un atlas nacional, cuyo aspecto geográfico era básico, únicamente podían realizarlo con la colaboración de personas capacitadas para utilizar las técnicas más avanzadas en el campo de las observaciones y mediciones astronómicas, con el fin de fijar las diversas posiciones geográficas de las poblaciones, y lugares de mayor importancia. En este caso, quienes podrían resolver el problema serían los ingenieros con conocimientos sobre las técnicas de la astronomía y de la geodesia. En realidad la información existía, pero estaba diseminada en diversas oficinas de gobierno; había un número considerable de cartas geográficas de diversos estados de la República escritas por ingenieros militares desde un siglo antes. Sin embargo, faltaba una visión de conjunto. Se consideró que uno de los primeros pasos para lograr una Carta geográfica general de la República, era reunir todas esas cartas con la intención de confrontarlas y rectificarlas, "por medio de observaciones astronómicas y trigonométricas". Con ese propósito se pensó en aprovechar también los planos levantados por las compañías mineras en sus distritos y los que existieran de los curatos, mandados a hacer por algunos sacerdotes. En 1831 el defensor de más alto rango con esta visión utilitaria de la astronomía fue el ministro de Relaciones, don Lucas Alamán, lo cual se aprecia en su informe de las labores realizadas ese mismo año. En él asegura que el atlas sería de gran utilidad, porque "este género de trabajos, no sólo es muy importante para la prosperidad de la nación, representando el estado de sus ramos productivos, y haciendo ver las medidas que necesitan para su fomento, sino que hará honor a su ilustración entre las extranjeras". Y lo justifica considerando que todos los atlas establecen "útiles principios para la práctica científica de la primera y más importante de las artes", la agricultura. Con argumentos similares se buscó formar un censo de los habitantes de la República y para ese fin se promulgó la ley del 2 de mayo de 1831, en la cual, además de la formación de un atlas geográfico y minero, se ordena organizar un Instituto Mexicano de Geografía y Estadística que tendría como principal misión "formar el plano general de la República, arreglar el Arfas, hacer el padrón [censo], y reunir y coordinar todos los demás datos estadísticos que remitan todos los gobernadores de los estados". Estaban convencidos de que una vez terminado ese trabajo se podría saber cuál era la realidad de la República, su dimensión geográfica, población, productos naturales, agrícolas, y artísticos, montañas, volcanes, ríos, y "todo cuanto pueda contribuir a dar una idea cabal de la grandeza de México". En mayo de 1833 se creó formalmente el Instituto Mexicano de Geografía y Estadística, con la participación de "los sabios de más alta reputación en estas materias", quienes contaron con el compromiso gubernamental y todo lo necesario para que pudieran llevar a cabo su tarea. Un promotor entusiasta de la idea de crear un observatorio astronómico de utilidad nacional en México fue Simón Tádeo Ortiz. En 1822, refiriéndose a las instituciones científicas y culturales que a su juicio deberían de existir en la Ciudad de México, indicaba la conveniencia de formar un observatorio astronómico que estuviera instalado en la cima del cerro de Chapultepec, lugar que consideró ideal, por su localización dentro del valle de México y especialmente por su cercanía a la ciudad. En la práctica profesional durante la segunda mitad del siglo xix, fueron los egresados del Colegio de Minería y del Colegio Militar quienes más contribuyeron, con "sólidos conocimientos prácticos de astronomía", en las comisiones encargadas de fijar por todo el país las coordenadas geográficas de las principales poblaciones y trazar los límites territoriales de la nación. Al ser las mayores fuentes proveedoras de jóvenes ingenieros que conocían tales técnicas, estos centros educativos recibieron atención privilegiada, tomando en cuenta la situación general del país, ya que era necesario que la calidad de su enseñanza no decayera. De vez en cuando fue posible aprobar algunos recursos para el mantenimiento de las instalaciones y reparación del equipo como, por ejemplo, en el caso del observatorio astronómico instalado en el Palacio de Minería en julio de 1840 para el que el ministro del Interior aprobó un presupuesto de 4 338 pesos y 3 reales. Dos años después, al instalarse en el Castillo de Chapultepec el Colegio Militar, se ordenó la construcción dentro del llamado Torreón del Caballero, una sólida columna que habría de ser la base de un telescopio que apoyaría los cursos de astronomía y geodesia que su director, Pedro García Conde, incluyó al reformar el plan de estudios. Pero ese pequeño observatorio fue destruido por el bombardeo estadounidense durante la toma del Castillo en 1847 . A medida que el país parecía tranquilizarse, el gobierno liberal decidió dar mayor impulso a ese reconocimiento territorial. En 1856 se formó una comisión científica presidida por el ministro de Fomento, Manuel Siliceo. Al frente de la sección de astronomía y geodesia quedó Francisco Díaz Covarrubias, ingeniero topógrafo, egresado con todos los honores del Colegio de Minería en 1853, y profesor interino de topografía, geodesia y cosmografía a partir del año siguiente. Durante el resto de su vida profesional se distinguiría precisamente por sus trabajos de astronomía y geodesia. Actualmente, al igual que en aque-llos años, se reconoce en este personaje al impulsor más entusiasta de la idea de la creación del Observatorio Nacional. Cuando en junio de 1856 se estableció la Dirección General para la formación del mapa geográfico del valle de México con el mismo propósito de elaborar un atlas nacional, Díaz Covarrubias participó como primer ingeniero en la sección de astronomía y geodesia. Su modesto equipo estaba formado por dos telescopios, tres teodolitos y un nivel. Sin embargo, la sección produjo las Thblas de las coordenadas x, Y, para construir la proyección de la Carta general de la República Mexicana, obra notable sobre la medida de la base para la triangulación fundamental del valle de México. También publicó un cuaderno sobre la posición que asignaron a la capital los astrónomos Dionisio Galiano y Antonio León y Gama a finales del siglo anterior. Muchas de las observaciones fueron ejecutadas en una instalación cerca de la garita de San Lázaro. En abril de 1857 se vio obligado a trasladar los instrumentos al pueblo de Mixcoac debido a la suspensión, por más de un año, del apoyo gubernamental a la comisión. A pesar de todo, continuó haciendo observaciones durante todo ese año. En noviembre de 1859, la comisión renació y el observatorio regresó a San Lázaro. Retomando el argumento expresado por Simón Tadeo Ortiz, y reforzándolo, Francisco Díaz Covarrubias insistió en la instalación del Observatorio Nacional en el cerro de Chapultepec: "Nada puede contribuir tanto para el adelantamiento y perfección de nuestra geografía, como tener en el valle de México un buen observatorio astronómico; porque servirá no solamente para recoger, examinar y rectificar los resultados de las operaciones geográficas que se emprendan, sino para dirigir éstas y ministrar los datos conducentes al acierto de ellas". Además de estos servicios directos al país, la ciencia misma tenía derecho de esperar otros no menos interesantes de un observatorio que, por su situación especial, sería eminentemente propio para cierta clase de investigaciones. En efecto, establecido a una altura de dos mil trescientos metros sobre el nivel del mar, sería el más elevado de todos los que existen. A esa altura, la presión atmosférica, reducida a las tres cuartas partes de la que tiene lugar en el océano, comunica al aire una refracción y diafanidad que deben influir notablemente en los fenómenos luminosos y de refracción". Asimismo, propuso que ese centro llevara por nombre Observatorio Astronómico Nacional de México. Desde luego, en México, como en el resto del mundo, ya en ese momento nadie dudaba de la necesidad y utilidad de elaborar el atlas nacional. En 1861 se reorganizó la comisión, esta vez presidida por el ministro de Fomento, Ignacio Ramírez, y con Francisco Díaz Covarrubias como su director. En la primavera de ese año, Díaz Covarrubias hizo un viaje de trabajo por los Estados Unidos que consistió en visitar observatorios y comprar instrumentos. Y además publicó en el Cuadro sinóptico de la República Mexicana, editado por la Sociedad de Geografía y Estadística en 1862, un artículo titulado "Aplicaciones de la astronomía a la geografía", texto que se convertiría en lectura obligada para todos los astrónomos aficionados y profesionales. Nuevamente, en septiembre de 1862, el gobierno liberal resolvió apoyar la creación de un Observatorio Nacional, para lo cual se eligió como director a Francisco Díaz Covarrubias, por lo que el señor Jesús Terán, ministro de Justicia, le dio su nombramiento con la encomienda de instalar el observatorio en el Castillo de Chapultepec, tarea nada fácil dadas las circunstancias del país. Don Francisco tomó con entusiasmo la designación y reacondicionó el lugar. Simultáneamente se dio a la tarea de rescatar algunos instrumentos del antiguo observatorio del Colegio Militar. Le puso especial empeño a la reparación del telescopio refractor comprado para ese observatorio y abandonado desde 1847, a lo cual le dedicó todo su esfuerzo durante los primeros meses de 1863. El primer resultado que se deseaba obtener era la determinación precisa de la posición geográfica del nuevo observatorio. Pero antes de lograrlo, las labores debieron interrumpirse cuando las tropas francesas invadieron la Ciudad de México. Los astrónomos se vieron obligados, durante los últimos días de mayo y primeros de junio, a desmantelar y depositar en lugar seguro parte del equipo y Díaz Covarrubias decidió exiliarse, siguiendo de cerca al gobierno encabezado por Juárez. Una vez instalado Maximiliano en el Castillo de Chapultepec, sus sueños imperiales lo obligaron a realizar modificaciones en el edificio. Entonces, lo que quedaba del observatorio fue desmantelado. Dos años después, en 1865, bajo la influencia del estadounidense Mathew Fontaine Maury, el emperador decidió crear un observatorio astronómico meterológico. El 25 de septiembre de ese mismo año, nombró a Maury director del Observatorio Astronómico y Meterológico de México, quien propuso comprar en Europa los instrumentos necesarios y, a principios del mes de marzo siguiente, partió rumbo a Londres, vía el puerto de Veracruz, con setenta y dos mil libras esterlinas; pero nunca regresó a México ni devolvió el dinero. Sin embargo, la necesidad de contar con un atlas nacional persistía, así que apenas restablecida la República, la idea de tener un observatorio astronómico nacional renació una vez más. En 1867 el presidente Juárez retomó la idea y encargó un estudio para la posible reinstalación del observatorio. En julio de 1867 nombró a Díaz Covarrubias oficial mayor del Ministerio de Fomento. Desde esa posición don Francisco apoyó su viejo anhelo, convenciendo a muchos funcionarios y diputados. Tiempo después, en una sesión celebrada por la Sociedad Humboldt, Díaz Covarrubias leyó el trabajo titulado Exposición popular del objeto y utilidad de la observación del paso de Venus por el disco del Sol, suceso que se verificaría el 8 de diciembre de 1874. Con esa lectura explicó la importancia de observar el acontecimiento, ya que los datos recopilados darían elementos para determinar la distancia entre la Tierra y el Sol. Para entonces, las condiciones en el país habían cambiado; se vivía un ambiente mucho más favorable para el desarrollo cultural, asi que se envió una comisión de científicos mexicanos a Japón para observar el tránsito del planeta Venus frente al disco del Sol. El día 8 de septiembre de 1874, en Chapultepec, durante la conmemoración de la defensa del Molino del Rey y del Castillo de Chapultepec, ante el invasor estadounidense, el diputado Juan José Baz propuso la idea al presidente, Sebastián Lerdo de Tejada, y tres días después, éste nombró una comisión integrada por Francisco Díaz Covarrubias, Francisco Jiménez, Manuel Fernández Leal, Agustín Barroso y Francisco Bulnes, para viajar a Japón. En esos tiempos, en la azotea del Palacio Nacional había un pequeño observatorio astronómico, que dependía de la Dirección de Caminos, cuyo objetivo principal era determinar la hora local. Sin embargo, en ese observatorio no podían hacerse investigaciones astronómicas de precisión por estar en un lugar completamente inapropiado. Sus labores se reducían a determinar la hora media y señalar las doce o mediodía medio, en ese momento se arriaba una esferita roja, izada en un mástil, y desde la catedral el relojero hacia sonar las campanas para que la gente pusiera a tiempo sus relojes. De las primeras observaciones que pudieron hacerse, las más útiles fueron las de los satélites de Júpiter, que sirvieron para determinar la longitud geográfica con respecto al observatorio de Greenwich, y conforme la red telegráfica se fue extendiendo, se hizo posible determinar las longitudes de los mismos lugares que contaban con telégrafo respecto a la torre este de la catedral. Derrocado el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, el primer gobierno porfirista nombró secretario de Fomento al general Vicente Riva Palacio, y a su subsecretario Ignacio Altamirano; ambos conocidos por su empeño en impulsar la ciencia en México, entre otras muchas virtudes. En esta ocasión se nombró al ingeniero Ángel Anguiano, el 18 de diciembre de 1876, para que se hiciera cargo de la formación del proyecto y construcción de un observatorio astronómico meteorológico y magnético, insistiendo en que debía establecerse en Chapultepec. Entre las primeras disposiciones que Porfirio Díaz había dictado como gobernante estaba la de despedir a todos los empleados de la administración anterior. Esta medida incluía, por supuesto, al ingeniero Anguiano. Sin embargo, pocas semanas después, Ignacio Altamirano, convencido de su capacidad y preparación, lo invitó nuevamente a trabajar en el Ministerio de Fomento, haciendo a un lado todo argumento no científico y le convenció diciendo: "para la ciencia no hay cuestiones políticas", usted tiene que regresar para terminar la instalación del observatorio. Finalmente le propuso de manera formal ser el primer director del Observatorio Astronómico Nacional, ofreciéndole todo el apoyo económico necesario para que la empresa se realizara de inmediato. Ángel Anguiano fue de los primeros egresados de la carrera de ingenie-ro civil y arquitecto de la Academia de San Carlos. Su vida profesional empezó en 1869, en la Secretaría de Fomento, como inspector de Caminos en Michoacán; ahí el entonces subsecretario, Francisco Díaz Covarrubias, lo había invitado a observar el eclipse parcial de Sol del mes de agosto de 1869. A partir de ese día desarrolló su vocación por la astronomía, convirtiéndose en poco tiempo en un excelente observador y calculista. La amistad entre ambos personajes continuó en la Ciudad de México; frecuentemente se reunían en el observatorio particular de Díaz Covarrubias, en donde gracias a los métodos desarrollados por Covarrubias pudo determinar la posición geográfica de algunos ríos. Ya como director, se dio a la tarea, durante varios meses del año de 1877, de reunir los instrumentos, hacer los cálculos y dibujos necesarios para las modificaciones del edificio, y poder reinstalar el observatorio astronómico en el Castillo de Chapultepec. Se cuenta que, instalado en la presidencia, el general Díaz platicaba con un grupo de compañeros de armas, asegurándoles que hubiera podido hacer sus campañas más rápidas y con menor derramamiento de sangre de haber contado con una buena colección de mapas y cartas, y les preguntaba lo que había que hacer para elaborarlas. Don Blas Barcárcel y el general Vicente Riva Palacio le explicaron que era necesario formar un grupo de gente bien preparada que recorriera el país, dotado de instrumentos portátiles, para determinar posiciones geográficas, y que pa- ra mayor precisión debía de hacerse por medio de métodos astronómicos, lo cual exigía la instalación de un observatorio mejor dotado que el de Palacio. Le propusieron rescatar la vieja idea de los gobiernos liberales anteriores, de fundar un Observatorio Astronómico Nacional en el Castillo de Chapultepec. En la Cámara de Diputados se discutió la propuesta, pero hubo cierta oposición. Uno de los defensores fue el diputado Juan A. Mateos, quien apoyó el proyecto argumentando la necesidad que había de contar con cartas geográficas que sirvieran para construir caminos y obras de regadío con el fin de desarrollar la riqueza de la nación, y simultáneamente para la obtención de datos militares. El telescopio principal se instaló en la torre llamada del Caballero Alto. Ahí mismo, Díaz mandó instalar poco después dos centrales, una telefónica y una telegráfica. Finalmente, el 5 de mayo de 1878, fueron inauguradas las labores del Observatorio Astronómico Nacional. Esa misma noche se determinó el tiempo local utilizando el teodolito para observar dos estrellas a alturas iguales. Al día siguiente se realizó el primer trabajo realmente astronómico, utilizando el anteojo zenital: se observó el paso del planeta Mercurio frente al disco solar. Anguiano contó con dos circunstancias favorables. Por un lado la comisión enviada a Japón había regresado con un enorme prestigio internacional, después de observar el tránsito venusino frente al disco solar. Los astrónomos mexicanos hicieron un gran papel, fueron los primeros en publicar en París sus cálculos para darlos a conocer a la comunidad científica mundial. En ese momento, para el gobierno mexicano la existencia del observatorio además de útil le daba cierto renombre internacional. Los resultados de esa expedición se publicaron en el libro Viaje al Japón, donde se mencionan también los métodos astronómicos que Díaz Covarrubias presentó en Europa, el método mexicano para determinar la latitud de un lugar y el de alturas iguales de dos estrellas para determinar la hora. Se cuenta como anécdota curiosa que, en Nagasaki, los astrónomos que visitaron el campo mexicano dijeron: "lástima de astrónomos sin instrumentos", porque la dotación de instrumental era paupérrima. En respuesta, cuando don Francisco correspondió la visita, dijo a sus compatriotas refiriéndose a los otros grupos: "lástima de instrumentos sin astrónomos". Pero ese fenómeno se iba repetir el 6 de diciembre de 1882, con la ventaja de que en esa ocasión podría observarse desde la República Mexicana. Esta vez México sería el anfitrión, hecho que Anguiano aprovechó para solicitar al gobierno los fondos necesarios para la compra de tres importantes telescopios. Únicamente el telescopio de menor tamaño llegó a tiempo para observar el tránsito de Venus. Anguiano fue auxiliado por el ingeniero Felipe Valle y el astrónomo francés Bouquet de la Grye, comisio- nado por su gobierno para venir a México a observar el fenómeno. En la práctica don Ángel y sus ayudantes mexicanos estuvieron siempre limitados de recursos, sin embargo, ello no impidió que cumplieran múltiples tareas, el poco instrumental con el que contaban no permitía emprender programas serios a largo plazo en el campo de la astronomía y la astrofísica, pero siempre estuvieron dispuestos a esperar mejores tiempos. Mientras tanto convirtieron el Observatorio en el Centro Nacional de las operaciones topográficas y geográficas, mediante el intercambio de señales telegráficas con otros observatorios en el interior del país, incluido el de la azotea del Palacio Nacional, que siguió operando por un tiempo. Cuando se fundó el Observatorio Nacional en 1878 como dependencia de la Secretaría de Fomento, éste tenía entre sus tareas, contribuir a la construcción de cartas geográficas; recopilar trabajos particulares con ese fin; levantar la carta magnética del país y preparar jóvenes que se dedicaran a la astronomía. No menos importante fue el nacimiento en 1881 del Anuario del Observatorio de Chapultepec, que contenía datos de posiciones celestes de astros, resúmenes meteorológicos, artículos de divulgación y un calendario condensado. Quizá la tarea de mayor repercusión en el futuro fue la de utilizar las instalaciones de Chapultepec para complementar los estudios astronómicos de los estudiantes de ingeniería. De hecho, algunos de ellos llegaron con el tiempo a trabajar ahí; el Observatorio de Chapultepec se convirtió en un verdadero instituto de investigación. La estancia del Observatorio Nacional en el Castillo de Chapultepec duró hasta 1883, cuando el gobierno ordenó el traslado de todos los instrumentos de observación a los jardines de la casa del director del Colegio Militar, en el edificio del exarzobispado, en "facubaya. Entonces terminó esa primera etapa del Observatorio Astronómico Nacional, relacionada con el Castillo de Chapultepec, la cual se recuerda como la culminación de muchos esfuerzos. Sus logros sentaron bases sólidas para el desarrollo posterior de la astronomía mexicana del siglo XX. Nunca mas dejó de haber astronomía institucional en México. |
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Referencias bibliográficas
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de la solapa |
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Las aves de México en peligro de extinción
Paul R. Ehrlich
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¿Por qué deberían de importarnos las aves mexicanas? Hay muchas razones objetivas para responder esta pregunta. Por un lado, estas aves son simbólicamente importantes para el mundo. México es un país megadiverso y su avifauna, con 1 050 especies, es una de las más diversas del planeta. Este hecho, ahora reconocido ampliamente, está atrayendo cada día a un mayor número de turistas, especialmente norteamericanos. Es uno de esos casos raros en los que la proximidad a Estados Unidos podría representar un beneficio, tanto económico como ambiental, en especial si los aficionados norteamericanos se vuelven más conscientes de los problemas ambientales de México, considerando que esa preocupación ha representado una rara comodidad para el norte de la frontera. Pero más importante resulta el hecho de que las aves son un indicador de la situación general de la diversidad biológica. En México, al igual que en cualquier otro lugar del mundo, distintos grupos de plantas y animales son los elementos funcionales de los sistemas de soporte de la huma- nidad. Ellos proporcionan a la sociedad una serie de "servicios ambientales" esenciales que incluyen el control de la mezcla de gases de la atmósfera (que entre muchas otras cosas ayudan a estabilizar el cli- ma); el control del ciclo hidrológico que nos proporciona el agua dulce; la generación y mantenimiento de los suelos y su fertilidad, lo cual es crítico para la agricultura y silvicultura; el reciclado de los desechos en nutrientes; el control de la mayoría de las plagas potenciales para los cultivos; la polinización de los cultivos; y la producción de una vasta variedad de bienes naturales, que incluyen alimentos silvestres de los mares y tierras, madera y una serie de productos industriales. Es, por lo tanto, fundamental que se entienda que estos servicios son la base de todas las actividades humanas y que la economía es una empresa completamente subsidiada por los ecosistemas naturales. Uno de los principales temas de investigación actual en ecología es el grado en el que especies de aves y otros organismos, la mayoría considerados como "malezas", con posiblilidades de sobrevivir esta crisis de extinción, podrán continuar entregando servicios ambientales. La información disponible es, sin embargo, muy poco optimista. Uno no puede estar seguro de las consecuencias que tendrá la exterminación progresiva de las aves en México. Es indudable que en amplias regiones del país los valores estéticos de la observación de aves magnificas como la guacamaya roja hace mucho que se perdieron esto es una certeza. Desgraciadamente, los científicos sabemos muy poco de las consecuencias de la extinción de aves en los servicios ambientales como para poder hacer una declaración sólida al respecto. Sin embargo, podemos asumir, por ejemplo, que el decremento en aves insectívoras repercutirá en una menor depredación de especies como los mosquitos, que son vectores de malaria y dengue, o de otros insectos plaga de cultivos y plantaciones forestales, lo que seguramente tendrá impactos poco benéficos para la humanidad. Cuando las aves empiezan a desaparecer juegan, por lo menos, el mismo papel que los canarios alguna vez jugaron en la minas. Los canarios eran muy sensibles a los gases que podrían asfixiar a los mineros o causar explosiones. Los mineros llevaban canarios como mecanismos de aler- ta, por lo que ponían mucha atención en la salud de los mismos, ya que de ellos podía depender su vida. De la misma forma sería muy sabio para los mexicanos poner atención a la situación de las aves de México. Como este excelente libro señala, este grupo de animales muestra signos signi- ficativos de deterioro, y ésos son signos importantes de una amenaza mayor para los mexicanos y para la población del mundo, donde el deterioro de las aves es un problema generalizado. Las aves de México en peligro de extinción presenta un mensaje que todos los mexicanos deben llegar a entender y que ellos deben exigir que sus gobernantes reviertan. Léanlo y mándenle una copia a su político favorito. ¡Espero que tengan mucha suerte! Fragmento del prólogo.
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Referencias Bibliográficas
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