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Susana Biro
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En su famoso libro La transformación estructural de la vida pública, el filósofo alemán Jürgen Habermas repasa las diferentes formas que fue tomando la vida pública desde la época feudal y estudia con mayor detalle lo que él llama la esfera pública en la Ilustración. Plantea que fue entonces cuando se dio un espacio de reunión de todos como iguales el cual permitió la discusión racional acerca de los temas que les preocupaban. Muestra ejemplos de los espacios físicos donde se dio este fenómeno, como los cafés que aparecieron en muchos de los puertos de Inglaterra. Dice, además, que la llegada de los medios de comunicación masiva fue uno de los factores que marcó el inicio del final de esta ilustrada esfera pública, puesto que son medios primordialmente unidireccionales que asfixian la discusión, indispensable para mantener viva dicha esfera.
Este texto fue escrito en 1962, cuando no era ni remotamente concebible algo como la World Wide Web y las posibilidades de comunicación que ésta trae consigo. En esta columna ya he comentado algunas de las maneras en que diversos programas de computación puestos en la red permiten novísimas esferas públicas que reúnen como iguales a personas distantes geográficamente, pero afines ideológicamente, para tener discusiones racionales sobre sus temas de interés. Tal es el caso del blog (bitácora electrónica a la vista de todos) que armaron juntos físicos de todo el mundo para celebrar en 2005 el Año Internacional de la Física; el uso de la Wikipedia (enciclopedia electrónica construida por todos) por diversos especialistas para construir juntos el estado del arte de su tema; o las listas de correo de ciertos grupos profesionales (como los divulgadores de la ciencia) que permiten el acceso a información que sólo es relevante para ellos.
Los estudiosos de la comunicación llaman a la www un self media en contraste con los mass media para recalcar el hecho de que no existe una sola lectura, sino que cada quien construye libremente su recorrido por la red de redes. Esta libertad es relativa si tomamos en cuenta la frecuencia con la que se utilizan los buscadores convencionales como punto de partida en un rastreo de información. Estos buscadores son programas que generan sus índices mecánicamente a partir de las palabras que encuentran en las páginas web. Algunos de ellos además ordenan las páginas que nos muestran de acuerdo con la frecuencia con que éstas son visitadas. Otros más, se rumora, aceptan ayuda de los más pudientes y luego los ponen hasta arriba en las listas; o bien simplemente censuran información. De modo que, en el mejor de los casos, lo que recibimos es una lista preparada por una máquina y en el peor, se trata de las recomendaciones de los más ricos. En reacción a esta situación han aparecido sitios que proponen una nueva, o quizás debiéramos decir vieja, manera de construir las recomendaciones de páginas en la red: a mano. Los sitios dmoz.org (en inglés) y kratia.com (en español) nos invitan a proponer los temas que nos interesan y, dentro de esos temas, las páginas que consideramos buenas. Al igual que los otros ejemplos citados arriba, estos espacios son tan buenos como sus participantes; y también como en esos ejemplos, la calidad aumenta conforme va creciendo la comunidad. Si nos asumimos como miembros de esta nueva esfera pública, a cada uno de nosotros nos toca aportar nuestro granito de arena para que, a partir de las vastísimas cantidades de información que contiene hoy la red, se vayan construyendo núcleos sólidos de conocimiento. _________________________________________________________
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Susana Biro
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, Universidad Nacional Autónoma de México.
como citar este artículo → Biro, Susana. (2007). Busca y.. ¿encontrarás? Ciencias 88, octubre-diciembre, 32-33. [En línea]
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