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| Leonardo Gutiérrez Arellano | |||||||||||
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La historia de la humanidad se resume en una serie de dispersiones, pequeñas y enormes. En el año 70 de nuestra era, cuando comenzó el asedio de Jerusalén por parte del ejército romano, es probable que Flavio Josefo haya llegado a prefigurar la misma conclusión. Nacido treinta y tres años antes en dicha ciudad, el historiador y diplomático había intentado convencer a sus compatriotas de capitular ante las fuerzas de Tito Flavio Vespasiano: transcurridos cuatro años desde la primera revuelta judía, el imperio había decidido cercar Jerusalén, privando a sus pobladores de agua y comida.
A pesar de su desventaja humana y armamentística, los rebeldes judíos repudiaron los consejos de Flavio Josefo; considerándolo un traidor, resistieron hasta que los romanos penetraron la ciudad y redujeran a polvo el Templo de Salomón. El último bastión judío, Masada, cayó en el año 73. De acuerdo con lo escrito por Flavio Josefo, hubo más de un millón de muertos. Los eventos que marcaron el final de la guerra se consideran actualmente como la inauguración de la diáspora judía alrededor del mundo.
La mayoría de los judíos sobrevivientes, si logran salvarse de ser esclavizados, huyeron del Levante Mediterráneo. Un grupo de ellos se adentró en la ribera del Rin, el oeste de lo que hoy es Alemania y frontera con Francia, en donde se asentaron y permanecieron hasta la Edad Media, llegando a ser conocidos como judíos asquenazíes.
A pesar de su diseminación geográfica a lo largo del tiempo, tanto los eventos fundacionales y la reducción poblacional que sufrieron, aunados a las costumbres y tradiciones culturales de su etnia —entre las que se encuentra la endogamia—, provocaron un aislamiento reproductivo que hoy día presenta ciertas enfermedades hereditarias en sus descendientes. Los incidentes históricos y las condiciones sociológicas de este proceso es nuestro tema de interés.
Historia y etnia
Es importante comenzar definiendo ciertos aspectos. Históricamente, la designación de judío se ha empleado en contextos variados y con acepciones disímiles, generalmente erróneas; en tanto es correcto llamar judío a todo aquel que profese el judaísmo como religión, aquí abordaremos este término como una conjunción de factores genéticos y sociológicos. Decir que los judíos son una raza es incorrecto por el hecho de que no comparten características que unifiquen fenotípicamente a sus grupos demográficos alrededor del mundo, además de que es recomendable evitar el uso de la palabra raza, ya que puede llevarnos a un sesgo en el estudio genético e incluso ser aprovechado para justificar prácticas eugenésicas, como las que los propios judíos sufrieron por parte del régimen nazi. Lo adecuado, lo aceptado por ellos mismos, es que conforman una etnia, pues están relacionados por el sentido de pertenencia a un grupo humano que comparte religión, ciertas prácticas y costumbres, así como una memoria de eventos históricos. Los miembros de subgrupos judíos resultan más semejantes entre sí gracias a factores como el poseer una ascendencia directa, lengua y ubicación geográfica en común.
El origen de los judíos se remonta a alrededor del año 2000 a.C., en el este del Levante Mediterráneo. Como resultado de los distintos eventos de diáspora, la comunidad judía internacional contemporánea se divide en tres grupos: los orientales (que vivieron en lo que actualmente comprende el territorio que va de Israel a Irán, incluyendo la península arábica), los sefardíes (que vivieron en la península ibérica hasta que el exilio impuesto por la iglesia católica en el siglo xv los hizo desplazarse a Europa y América) y los asquenazíes, en quienes nos centraremos.
Como ya se mencionó, la guerra de los israelitas contra la invasión del ejército romano provocó la primera gran diáspora judía. Movilizado por el hambre y el horror, uno de los grupos del bando vencido abandonó su hogar, transitando de manera intermitente a lo largo del sureste europeo hasta que se establecieron en la región occidental alemana, alrededor del río Rin. La zona, además de colindar con civilizaciones comercialmente importantes —como la francesa— se encontraba bajo una relativa influencia cultural y económica de otros estados europeos y comunidades eslavas.
El caso lingüístico resulta útil para caracterizar el proceso de formación cultural de los asquenazíes en su dispersión por Europa Central. Antes del exilio, durante el periodo en el que Judea era una provincia romana, la lengua vernácula predominante entre los judíos era el arameo, extendido por toda Siria. Una vez transcurridos al menos ocho siglos desde su llegada al Rin, los asquenazíes habían adoptado el yiddish, una lengua originada por la convivencia entre el hebreo y las lenguas altogermánicas, arameas y eslavas.
De acuerdo con lo profesado por la Biblia hebrea, Askenaz era uno de los descendientes de Noé por la línea de Jafet. Su reino, homónimo, se creía ubicado en las regiones de los escitas o, bien, de los eslavos. Fueron los judíos medievales quienes asociaron su ubicación con la zona de Renania, motivo que llevó a su designación como “asquenazíes”.
Un rasgo distintivo de las agrupaciones asquenazíes en la Europa Central de la Edad Media temprana fue su nivel de cohesión comunitaria, la cual desempeñó un papel importante en su desarrollo social posterior, deviniendo en las peculiares condiciones genéticas de las que hablaremos más tarde. Como muestra del fenómeno mencionado anteriormente puede tomarse el hecho de que, para expresar un sentido identitario cultual, acuñaron el término yiddishkeit, cuya jocosa traducción a nuestra lengua sería “judiosidad” (aunque en español esta palabra no es recogida por ningún diccionario, Oxford la traduce al inglés como jewishness: “el hecho de estar conectado con los judíos o la práctica del judaísmo”).
Con el paso de los siglos, los asquenazíes fueron capaces de erigir una civilización prolífera. Su influencia política y religiosa en la zona fue lo suficientemente grande como para que hoy día se crea que una parte de los jázaros del Cáucaso norte, entre el siglo vii y el xi, se convirtieron al judaísmo.
La evidencia que respalda la incorporación de otros grupos étnicos a las comunidades asquenazíes se presenta, inevitablemente, acompañada de polémica. Por un lado, además de su tendencia a practicar la endogamia, se sabe que ellos han pasado por eventos que redujeron su acervo genético y, por lo tanto, su variabilidad; sin embargo, se esperaría que las supuestas dinámicas de mestizaje masivo se vieran reflejadas en una mayor diversidad genética del grupo. ¿Dónde, pues, se encuentra la raíz del perfil genético de los asquenazíes contemporáneos?
En busca de un origen
El análisis de las poblaciones humanas es tan complejo que precisa nutrirse de diversas disciplinas científicas para llevarse a cabo. Comprender los procesos de las sociedades humanas y las estructuras que marcaron las pautas en las que se gestaron es útil para cartografiar nuestra especie desde la perspectiva que se desee.
El adn de cualquier individuo funge como un gran testigo de lo que ha acontecido en la historia de sus antepasados: la genética es, en cierta forma, el estudio de nuestra demografía evolutiva. El conocimiento del ciudadano promedio acerca de las generalidades de la herencia de caracteres a lo largo de las generaciones suele verse limitado a casos individuales, dejando de lado las dimensiones grupales del fenómeno, responsable de la perpetración de la vida.
Gracias al desarrollo de la biología molecular y la filogenética es que ha sido posible crear estrategias para ir tras las huellas de nuestro pasado. Un concepto simple pero extremadamente efectivo es el análisis comparativo del cambio que ha sufrido el material genético en determinados grupos de personas, volviéndolo característico de los mismos. Sin embargo, el adn que distingue a los individuos se recombina constantemente de acuerdo con las dinámicas de comportamiento colectivo que determinan las condiciones de apareamiento. Entonces, ¿cuál es nuestro punto de referencia para comparar los cambios por los que pasa el adn de las poblaciones humanas? La respuesta a esta pregunta la encontramos en el adn mitocondrial (adnmt) y en el cromosoma Y.
Las mitocondrias son organelos de las células eucariotas que fueron adquiridos por endosimbiosis, de acuerdo con lo propuesto por Lynn Margulis. Su supuesta autonomía como procariotas ancestrales es una de las explicaciones al hecho de que cuenten con su propio material genético, el adnmt. En el momento de la fecundación, el óvulo es el único gameto que hereda adnmt al cigoto, motivo por el que se dice que es una herencia exclusivamente materna (aunque, como breve acotación, se sabe que algunos artículos señalan que existen casos rarísimos de herencia mitocondrial paterna).
Al no recombinarse entre progenitores, el adnmt es un buen indicador de la preservación de alelos (es decir, de las versiones de un gen) en determinadas poblaciones, pues los individuos de un grupo deben poseer los mismos, provenientes de una ascendiente antigua. Al comparar sus variaciones podemos inferir puntos históricos y geográficos de diferenciación genética, involucrando la herencia de haplotipos, los cuales son un conjunto de alelos que se heredan juntos.
El lado asombroso de la trazabilidad del adnmt es que es capaz de cambiar paradigmas, como el que los judíos asquenazíes contemporáneos son todos descendientes del grupo que se asentó en Renania procedentes de la diáspora provocada por la guerra contra los romanos. Así, reconociendo la importancia del uso de marcadores genéticos no recombinantes, Costa y colaboradores realizaron un estudio sobre el adnmt asquenazí más extenso que los precedentes que, hasta ese entonces, sugerían el origen levantino de los asquenazíes con base en evidencias como la ascendencia compartida con otros grupos de judíos y no judíos del Mediterráneo. El equipo de Costa estudió el linaje materno de judíos y no judíos de Oriente Próximo, Europa y el Cáucaso, encontrando que cuatro de las principales variaciones del adnmt asquenazí (cuyos portadores representan alrededor de 40% de los miembros de esta etnia hoy día) no provienen del Oriente Próximo, ni del Cáucaso, sino de Europa continental.
Por otro lado, apenas unas semanas después de la publicación de la investigación citada, Rootsi y colaboradores presentaron un estudio sobre la filogenia de los asquenazíes con base en la secuenciación completa del cromosoma Y (que funge como un marcador de divergencias genéticas igual de útil que el adnmt, ya que no se recombina, esto es, las mujeres no lo heredan y los hombres solamente heredan uno). Sus resultados regresaban a las conclusiones previas: que ciertos haplotipos indican fuertemente que una parte de los asquenazíes comparten origen a partir de un ancestro común levantino, y que la hipótesis de que uno de los haplotipos provenía de Europa Occidental no era viable, pues se había demostrado que, de hecho, tuvo su origen en el Oriente Próximo.
Parecía nuevamente que los asquenazíes tienen un origen intrazable y profundamente contradictorio. Sin embargo, es posible una conclusión distinta, maravillosa: si la mayoría de los ancestros asquenazíes identificados por los genetistas filogenéticos se ubica en diversas zonas de Oriente y al menos 40% de los descendientes contemporáneos comparten un linaje materno con haplotipos mitocondriales europeos, se puede pensar que durante su asentamiento en la Europa hubo mujeres locales que se convirtieron al judaísmo y se unieron a sus comunidades, procreando, muy a pesar de la percepción generalizada sobre su recelo histórico a mezclarse con individuos pertenecientes a otras etnias. produciéndose un mestizaje.
Cuestión de diversidad
Los alelos se presentan con una determinada frecuencia en las poblaciones: algunos son más comunes que otros y su perpetración depende del efecto de las fuerzas evolutivas. Entre ellas, una de las más importantes es la deriva génica, caracterizada por la pérdida de alelos en el acervo de una población a causa de incidentes azarosos. Los asquenazíes, entre los muchos eventos históricos que los volvieron tan peculiares, vivieron episodios que implican procesos de deriva génica.
Uno de los fenómenos que da pie a la deriva génica es el conocido como cuello de botella, que ocurre cuando una población ve mermado su acervo genético a causa de una reducción en el número de sus integrantes. Interesados en probar la veracidad de la historia aceptada sobre las migraciones y las fluctuaciones en el tamaño poblacional de los asquenazíes durante los últimos 2000 años, Behar y colaboradores realizaron un estudio sobre su adnmt con el fin de conocer cuáles fueron los efectos de la deriva génica en su complejo desarrollo demográfico. Los resultados de tal investigación indicaron una diversidad disminuida en su adnmt, así como una inusualmente grande proporción de haplotipos exclusivos de su comunidad, estableciendo así que sus datos encajaban con un modelo conformado por un evento de cuello de botella ocurrido alrededor de cien generaciones atrás, cercano al momento histórico de la migración levantina que dio origen a la diáspora, quizá durante el cruce por Italia o ya en Renania.
Otra de las maneras en que la deriva génica puede manifestarse es mediante el efecto fundador, que ocurre cuando surge una nueva población a partir de un número pequeño de individuos colonizadores. Lo peculiar es que, por más que crezca una población originada por un efecto fundador, su acervo genético será igual de reducido a como lo fue mientras era pequeña, a menos que nuevos alelos hayan sido incorporados al mismo o que hayan ocurrido mutaciones. Desde esta perspectiva, el mismo Behar y sus colaboradores señalaron la existencia de cuatro mujeres fundadoras, cuyo adnmt podía encontrarse en casi la mitad de la etnia —alrededor de cuatro millones de personas en ese entonces— asumiendo que dicho linaje materno fundador provenía de Oriente Próximo, cosa que sería cuestionada más tarde.
La sinergia entre los eventos de reducción y fundación poblacional, aunada a la práctica de la endogamia de sus miembros, terminaron por provocar una pérdida de variabilidad genética que devino en múltiples padecimientos hereditarios. Tal es el enfoque de trabajos como el de Risch y colaboradores, que muestran cómo la dinámica de crecimiento poblacional entre los siglos xvi y xix, sobre todo en los asentamientos de Lituania y Bielorrusia, dieron pie a efectos fundacionales que permiten explicar muchas de las enfermedades genéticas de los azquenazíes.
No obstante, a pesar de los múltiples estudios sobre el origen de tales padecimientos sigue siendo objeto de discusión e investigación, sobre todo porque varios de ellos son compartidos con otros grupos de judíos. La National Gaucher Foundation señala tres principales enfermedades hereditarias entre los asquenazíes y su frecuencia: la de Gaucher, que provoca un déficit enzimático de glucocerebrosidasa, y para la cual uno de cada diez es portador del gen mutado; la de TaySachs, que lleva a la destrucción de células nerviosas del cerebro y de la médula espinal, y para la cual uno de cada 27 es portador del gen mutado; y la fibrosis quística, que afecta a las células productoras de mucosa, sudor y jugos gástricos, y para la cual uno de cada 24 es portador del gen mutado. Asimismo, la disautonomía familiar y la atrofia muscular espinal se presentan en frecuencias similares.
La mayoría de tales padecimientos son heredadas entre los asquenazíes en forma autosómica recesiva, es decir, independientemente del sexo y con ambos padres portadores de la mutación recesiva que provoca la enfermedad. La alta tasa de incidencia en dichos padecimientos es la principal muestra de lo que puede provocar la pérdida de diversidad en una población.
Reflexiones sobre el aislamiento
Ya sea por motivos de persecución religiosa, rechazo cultural o llano prejuicio a su existencia, los judíos han pasado por episodios históricos de discriminación que, como se sabe, llegaron al genocidio.
Pequeños o sistemáticos, los estigmas sociales ensanchan las barreras que nos separan, promoviendo la aversión entre individuos y comunidades. El antisemitismo, como cualquier otra de las manifestaciones de odio, ha mostrado ser un ciclo que se retroalimenta positivamente.
El énfasis en la preservación de su modo de vida, su cohesión grupal y su cultura económica fueron reacción al rechazo que sufrieron los asquenazíes por parte de sus comunidades vecinas, y se volvieron motivo del mismo, en una espiral que los obligaba a migrar de tanto en tanto: invariablemente, fue un aislamiento nómada.
Si bien es cierto que el judaísmo ortodoxo perpetuó la idea de practicar la endogamia como una forma de preservación de su cultura, las ramas liberales contemporáneas aceptan sin problema alguno el matrimonio interreligioso; asimismo, las evidencias muestran de manera contundente que los asquenazíes de la antigüedad no tuvieron problema alguno con el mestizaje. Vale la pena cuestionar si, acaso, esa imagen recelosa que se ha formado sobre ellos es también producto de los estereotipos y del antisemitismo.
Poseedores de un pasado extremadamente rico y un presente muy interesante, los judíos asquenazíes son el ejemplo de que nuestros genes guardan una historia compleja y a veces contradictoria, que necesita ser reflexionada en términos sociales y científicos.
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| Agradecimientos Al Mtro. Daniel Hernández Medina por motivarme a redactar este texto. |
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Referencias Bibliográficas
Costa, M. D., et al. 2013. “A substantial prehistoric European ancestry amongst Ashkenazi maternal lineages”, en Nat. Commun., vol. 4, núm. 2543, pp. 1-10.Behar, D., et al. 2004. “Mtdna evidence for a genetic bottleneck in the early history of the Ashkenazi Jewish population”, en Eur. J. Hum. Genet., vol. 12, pp. 355-364. Behar, D., et al. 2006. “The matrilineal ancestry of Ashkenazi Jewry: portrait of a recent founder event”, en American journal of human genetics, vol. 78, núm. 3, pp. 487-497. Flavio, J. ca. 90 d.C. La Guerra de los Judíos. Porrúa, México, 2013. Ostrer, H. 2001. “A genetic profile of contemporary Jewish populations”, en Nat. Rev. Genet., vol 2, pp. 891-898. Risch, N., et al. 1995. “Genetic analysis of idiopathic torsion dystonia in Ashkenazi Jews and their recent descent from a small founder population”, en Nat. Genet., vol. 9, pp. 152–159. Rootsi, S., et al. 2013. “Phylogenetic applications of whole Y-chromosome sequences and the Near Eastern origin of Ashkenazi Levites”, en Nat. Commun., vol 4, núm. 2928, pp. 1-9. |
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| Leonardo Gutiérrez Arellano Estudiante en Ingeniería en Sistemas Biológicos, Centro Universitario de los Valles, Universidad de Guadalajara. Se desempeña como asesor académico del programa STEM dentro del Departamento de Ciencias Exactas y Habilidades Mentales de la Secretaría de Educación de Jalisco. Es estudiante de la Ingeniería en Sistemas Biológicos, en el Centro Universitario de los Valles, Universidad de Guadalajara. |
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