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El gato de las siete lunas
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Ernesto Vicente Vega Peña | |||||||||||||
A Elleli
Estuvo presente durante la gestación y el nacimiento
de la conciencia humana, al igual que en sus primeros intentos por aprehender la realidad. Su sola presencia ahí, observando, seguramente influyó en el desarrollo de las primeras obsesiones y fantasías universales. En esa época surgió este vínculo fascinante, en el que ha mantenido la distancia justa con los hombres, lejos de sus temores y cerca de sus sueños.
Una de sus diversiones favoritas consiste en dejarse inventar y describir por filósofos, naturalistas y otros artesanos de la palabra y el conocimiento. Espera, inmóvil, hasta que sus cazadores crean que lo han definido de modo preciso e inequívoco. Repentinamente, con un sutil movimiento de cola, se transforma en algo diferente, librándose de su cárcel de palabras. Los derrotados captores —que suman legiones— han concretado sus amargas experiencias en el siguiente axioma: “Si puedes describirlo, es porque no lo has hecho”.
Tal vez no haya mayor tentación que delimitar y nombrar aquello que siempre cambia. Por eso, en algún momento de su existencia, todos los miembros de nuestra especie han ido tras él. La mayoría logra olvidarlo una vez que se reconoce impotente para atraparlo. Para otros esta ambición se convierte en un destino infausto. Hay quienes, negando lo inútil de su empresa, se refugian en la locura; aquellos de ánimo trágico, prefieren el suicidio; algunos —yo entre ellos— buscan las prisiones vacías que se le han fabricado, dispersas en todo el mundo. Los carceleros —así nos llaman— van de una biblioteca a otra, acumulando definiciones. De este modo se han reconstruido fabulosas metamorfosis, algunas infinitesimalmente sutiles, otras abruptas y caprichosas. Durante un instante, cada una de ellas reflejó por lo menos una de sus propiedades. En su conjunto, sin embargo, son falsas. Hay veces, cuando uno de nosotros halla una serie de descripciones especialmente bellas y armoniosas, en que nos invade una añeja tristeza. Es difícil aceptar que lo verdadero y lo hermoso no coexistan de manera obligada e indisoluble.
Un día nuestros descendientes reunirán todas esas efímeras representaciones. Queremos creer que el pasado condiciona de alguna manera al presente. Así surgirá, quizás, una definición mejor, que alivie siquiera un poco la incapacidad de conocerlo. Lo único cierto es que escapará, pero renunciar es un poco negarse a sí mismo.
Son pocos los que admiten que en esta búsqueda existe un malicioso juego de poder. A nadie le gusta reconocerse en la presa cuando se creía cazador. Con justa razón le debemos parecer infantilmente divertidos, pues la definición que posiblemente surja no será para él, será para nosotros.
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Ernesto Vicente Vega Peña
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cómo citar este artículo →
Vega Peña, Ernesto Vicente. 1997. El gato de las siete lunas. Ciencias, núm. 45, enero-marzo, pp. 79. [En línea].
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