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Humberto Rendón Carmono, Angelina Martínez Yrízar
y Diego R. Pérez Salicrup
     
               
               
Los bosques son el hábitat para un considerable número de especies y, como todos los ecosistemas terrestres y acuáticos, generan a través de sus funciones múltiples servicios esenciales para el mantenimiento de los sistemas que soportan la vida en la Tierra. Tales servicios, llamados ecosistémicos o ambientales, son procesos que conservan la fertilidad de los suelos, controlan la erosión, mitigan sequías e inundaciones, purifican el agua y el aire, contribuyen a la estabilidad del clima y proveen de bienes extractivos como agua, alimentos, madera, leña y productos medicinales, por mencionar sólo algunos. En definitiva, los ecosistemas realizan funciones y suministran servicios que son indispensables para el bienestar social y la supervivencia humana.

La capacidad de los ecosistemas para proveer servicios puede alterarse temporalmente como consecuencia de disturbios naturales. Sin embargo, por más catastróficos que nos puedan parecer, éstos forman parte de un escenario en el cual las especies evolucionan, de tal modo que, después de un cierto periodo, los ecosistemas y su capacidad para abastecer servicios se pueden restablecer. Dicha capacidad también puede alterarse como consecuencia del disturbio derivado de las actividades humanas, disturbios antropogénicos, mas el problema es que no tenemos mucha idea de si los ecosistemas y su capacidad para proveer servicios se pueden restablecer tras los disturbios y, si lo hacen, cuánto tiempo les toma recuperarse.

Algunos de los disturbios antropogénicos pueden ser muy sutiles pero continuos, como la acumulación de nitrógeno en la atmósfera derivada de la actividad industrial; otros pueden ser aparentemente muy drásticos, como el aprovechamiento de madera en un rodal de pinos, o muy severos como la deforestación. A este respecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) indica que durante el periodo de 2000 a 2005 se perdieron por año 14.5 millones de hectáreas de bosques a nivel mundial, principalmente de bosques tropicales que representan casi la mitad de la cubierta forestal del mundo. Esta destrucción es atribuida a las actividades humanas, principalmente al desmonte con fines agrícolas y ganaderos, al corte indiscriminado de madera y a la extracción no regulada de productos forestales no maderables, como fibras, resinas y látex. Los desarrollos turísticos, que han tenido un rápido crecimiento en los últimos cuarenta años, también han aumentado el impacto negativo del desmonte y la presión sobre los ecosistemas, ya que generalmente la demanda de agua y otros recursos naturales aumenta considerablemente con esa actividad. En la transición hacia una mayor economía de servicios, surge la pregunta: ¿cómo alcanzar un desarrollo en armonía con los intereses de los distintos actores sociales involucrados y el ambiente?
Más allá de la madera...
Ante la creciente demanda de recursos naturales destinados a satisfacer las necesidades humanas y al mismo tiempo de conservar los procesos asociados a los bosques, diversos autores han planteado la urgencia de implementar un enfoque de aprovechamiento forestal que asegure que tales procesos continúen existiendo en niveles aceptables para el beneficio de las generaciones actuales y futuras, una opción que, en teoría, puede permitir un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades humanas y la conservación de los ecosistemas. Sin embargo, en la práctica resulta complejo porque enfrenta el reto de conservar la biodiversidad, los procesos y funciones de los ecosistemas, a la vez que se hace uso de ellos. Debido a que los recursos naturales no son infinitos y “están ahí para ser aprovechados por el hombre”, resulta obvio que es necesario un cambio de paradigma para modificar nuestros patrones de apropiación, uso y consumo de los recursos naturales para alcanzar ese equilibrio.

Mientras que la mayoría de los bosques se aprovechan con múltiples propósitos, la fao reportó en 2005 que únicamente 11% de los bosques del mundo ha sido designado para la conservación de la diversidad biológica y que un tercio se aprovecha para extraer madera y productos no leñosos. En países como el nuestro, diverso en ecosistemas y especies, pero con graves limitantes económicas e institucionales, es claro que no toda la biodiversidad quedará asegurada por un sistema de áreas naturales protegidas. Además, prácticamente todas estas áreas son aprovechadas por comunidades rurales que allí viven legalmente y cuya subsistencia depende de la extracción de recursos maderables y no maderables. Ante la amenaza de cambios permanentes en el uso del suelo (como la conversión a uso urbano o agrícola de alta intensidad), el aprovechamiento forestal se presenta como una alternativa para la cual es urgente encontrar mecanismos que permitan mantener la biodiversidad existente y, en esa medida, la capacidad de los ecosistemas de proveer servicios.
La necesidad de un nuevo enfoque
Entre las primeras investigaciones realizadas para demostrar que la biodiversidad contribuye a mantener las funciones de los ecosistemas se destacan las que reportan que procesos clave, como la productividad primaria, dependen de la riqueza de especies y que el número de grupos funcionales presentes, esto es, grupos de especies que realizan funciones semejantes (por ejemplo, las que fijan nitrógeno o las de hábito caducifolio), predicen mejor la productividad del ecosistema que la sola riqueza de especies. En un esquema de uso de los ecosistemas donde se busca la mayor rentabilidad económica posible, se puede llegar a pensar que es más importante conservar aquellas especies que cumplen con las propiedades o funciones de interés para el usuario en vez de conservar la riqueza de especies en su totalidad. Sin embargo, este argumento se debilita si se considera que un ecosistema, como unidad integral de la naturaleza, realiza mejor sus funciones cuando el conjunto de especies que lo compone está completo.

Como parte del consenso de que el manejo forestal actual debe cambiar para conservar la biodiversidad y proteger el funcionamiento de los bosques, se han propuesto nuevas alternativas (por ejemplo, la nueva silvicultura, silvicultura ecológica, manejo ecosistémico, retención estructural, nuevas perspectivas, silvicultura análoga, etcétera) para referirse a nuevos enfoques de aprovechamiento que incluyen la conservación de al menos una fracción de la biodiversidad. En este sentido, los enfoques de manejo forestal más discutidos son tres: 1) el corte convencional (Conventional Logging), 2) el aprovechamiento maderable sostenible (Sustainable Timber Management), y 3) el aprovechamiento forestal sustentable (Sustainable Forest Management).

El primero se caracteriza por ser un enfoque con visión de corto plazo y no incluye acciones que promuevan el manejo por medio de la regeneración natural, pero debido a que con frecuencia carece de la regulación técnica gubernamental suficiente, existe el riesgo de que el manejo implementado por este enfoque lleve al bosque a una degradación paulatina, propiciando así su conversión hacia otros usos. El segundo es un sistema de manejo que tiene como meta el rendimiento o la producción sostenida de un producto —por ejemplo de la madera—, sin que disminuya en el largo plazo, pero aun cuando puede causar un menor daño a la vegetación remanente, es posible que no logre mantener la biodiversidad en su totalidad, ni los procesos del ecosistema. Por su parte, el tercero es un sistema de manejo que tiene como meta la producción sostenida de diversos recursos del bosque; es decir, de una gama de productos y servicios mediante un uso múltiple del bosque en el largo plazo. Este enfoque persigue alcanzar un manejo ambientalmente apropiado, socialmente benéfico y económicamente viable para las generaciones presentes y futuras.

En adición a los enfoques de manejo que buscan minimizar los impactos causados por la extracción, hay nuevos mecanismos para reducir los daños que incluyen iniciativas con incentivos económicos que promueven el pago por servicios ambientales, tales como el almacenamiento de carbono (retenido en la biomasa), la captación de agua y la recarga de acuíferos. En tales casos, la idea es conservar intactas grandes áreas de bosques y con ello mantener procesos naturales en gran escala.

¿Cuánto extraer sin dañar permanentemente?
Existen varias definiciones de aprovechamiento forestal sustentable, pero quizás la definición más sencilla es la que considera el principio básico de alcanzar un balance entre las demandas en aumento de recursos forestales y sus beneficios en la sociedad, y la preservación de la salud de los bosques y su biodiversidad, en otras palabras, imitar a la naturaleza tanto como sea posible. Si bien hay claras coincidencias en que dicho principio debe prevalecer como guía en el aprovechamiento forestal, las soluciones para lograr tal meta en contextos concretos aún se antojan distantes, dado que existe un vasto campo de investigación sobre el tema que requiere ser atendido en forma urgente.

En los bosques que se encuentran bajo algún sistema de corte selectivo de madera, el principal reto para alcanzar un aprovechamiento sustentable en el largo plazo es asegurar la regeneración eficiente de las especies aprovechadas y reducir al máximo los cambios biofísicos (por ejemplo, calidad de luz, cantidad de agua y nutrimentos) de los sitios aprovechados. Para lograrlo es fundamental analizar hasta qué punto el corte selectivo reduce la abundancia de las especies cosechadas, altera la estructura de edades de las plantas aprovechadas y genera de manera simultánea cambios en el ambiente lumínico y las condiciones del suelo. Lo anterior es central en el manejo del bosque, ya que dichos cambios modifican la dinámica de la regeneración natural, tanto de las especies cosechadas como de las no cosechadas, pudiendo incluso llevar a la pérdida local de algunas de ellas.

El impacto de la cosecha de madera en la dinámica de la regeneración natural también depende de la intensidad con la cual se realice la extracción, es decir, dependerá del número de individuos cortados y su tamaño, de las herramientas usadas para el corte, el equipo utilizado para el transporte de la madera (maquinaria o tracción animal), la apertura de nuevos caminos, etcétera, todo lo cual afecta a la vegetación más allá del corte. Por lo tanto, es de esperar que las prácticas de aprovechamiento forestal implementadas en cada sitio serán un factor clave para acelerar, retardar o impedir la recuperación del bosque. Debido a que los ecosistemas son altamente dinámicos y están influidos por factores externos que cambian continuamente con el tiempo, diferentes regiones requerirán distintas estrategias de aprovechamiento. Esto implica que los criterios que definen el manejo sostenible deben adaptarse constantemente a las nuevas circunstancias y reflejar no sólo las condiciones ecológicas, sino también las dimensiones políticas, económicas y sociales de cada lugar.
La reparación natural de los daños
Después de un disturbio natural o antrópico, la regeneración de los bosques ocurre típicamente mediante dos mecanismos: 1) por la vía de la germinación de semillas y el establecimiento de plántulas, llamada también regeneración sexual; y 2) por la del crecimiento vegetativo o regeneración asexual, que consiste en la formación de nuevos tallos o rebrotes a partir de la activación de meristemos o yemas de crecimiento, localizados en troncos remanentes y raíces de las plantas dañadas o cortadas. El rebrote es un atributo común entre muchas especies que permite que las plantas recuperen su biomasa y persistan en un sitio después de un disturbio. El éxito de cada mecanismo de regeneración dependerá de las especies presentes y su capacidad para responder a diferentes daños, del tipo de daño, su intensidad y frecuencia, así como de las condiciones ambientales particulares de cada sitio.

Por las ventajas y sus implicaciones para los programas de manejo forestal, la capacidad de rebrote en las plantas ha sido un tema muy estudiado con distintos propósitos. En primer lugar, se ha evaluado como un mecanismo de regeneración natural en la rehabilitación y recuperación de sitios que han sido desmontados y quemados, y en varios países se ha estudiado con la finalidad de obtener recursos adicionales como forraje y madera. También se ha analizado en zonas afectadas por fuertes vientos que causan severos daños en los árboles, así como en sitios sometidos a pastoreo o que han estado sujetos al barbecho o cultivo y son posteriormente abandonados. Todos estos estudios coinciden en señalar que el rebrote constituye un mecanismo eficiente de regeneración natural que mitiga los efectos de un disturbio y que, en teoría, en sitios aprovechados o con extracción de madera permite realizar cosechas periódicas de un mismo individuo sin ocasionarle la muerte.

Debido a que las especies con una regeneración preferentemente vegetativa experimentan una menor mortalidad de individuos que las especies que se regeneran principalmente por la vía de las semillas, la presencia y dominancia de especies con regeneración asexual puede influir en los patrones de riqueza de especies en un sitio dado. Por ello, el rebrote representa una estrategia de persistencia de las especies leñosas y es un camino de regeneración que influye en la composición y dinámica de la vegetación.

Sin embargo, debido a que la inducción del rebrote como respuesta a la pérdida parcial o total de biomasa aérea puede conducir a cambios fisiológicos en las plantas, estos cambios tendrán repercusiones sobre los dos mecanismos de regeneración ya mencionados. Por ejemplo, en ambientes donde el fuego es un disturbio frecuente, las especies asignan más recursos al almacenamiento de carbohidratos que se destinan al crecimiento (rebrote) de estructuras de soporte (tallos) y menos a la formación de estructuras reproductivas. Como consecuencia, dichas especies tienden a tener una baja producción de semillas y un menor reclutamiento de plántulas con respecto a especies que se regeneran por la vía sexual, lo que sugiere una disyuntiva (tradeoff) entre persistencia y reproducción en la historia de vida de las plantas.

¿Son compatibles el aprovechamiento forestal y la conservación?
En México, diversas especies silvestres se encuentran sujetas al corte selectivo de madera; un ejemplo muy particular es un grupo de especies de bosque tropical caducifolio conocidas como vara blanca (del género Croton, familia Euphorbiaceae), cuyos tallos se utilizan como tutores en diversos cultivos hortícolas. Considerando la escasez de información sobre la extracción de recursos forestales del bosque tropical caducifolio en general y la alta demanda de tallos de vara blanca para la horticultura, en 2004 iniciamos un estudio en la costa de Jalisco donde existe una activa extracción de este recurso, el cual se diseñó con la finalidad de evaluar a nivel de comunidad vegetal los cambios en la diversidad y abundancia de las especies cosechadas y no cosechadas durante el corte selectivo de la vara. Con este trabajo buscábamos aportar información que permitiera evaluar si las prácticas actuales de extracción de madera son compatibles con la conservación del bosque o si dichas prácticas deben ser modificadas.

Nuestros resultados señalan cinco elementos importantes que indican la falta de compatibilidad entre la forma en la que se realiza la extracción de la madera y la conservación del bosque en dicha región. El primer elemento es una reducción en la diversidad de especies leñosas en los sitios aprovechados a medida que aumenta la intensidad del corte de vara. El segundo elemento indica que a nivel de la comunidad ocurren cambios en los patrones de densidad relativa, área basal relativa y número de tallos por especie, ya que se extrae todo el recurso disponible en las áreas autorizadas para el corte. El ter
cer elemento muestra una fuerte dominancia de la especie de mayor uso (Croton septemnervius McVaugh), especialmente en las áreas de bosque donde la extracción se autorizó en dos ocasiones (1985 y 1998). También encontramos que la actividad de corte promueve el establecimiento y la abundancia de especies de rápido crecimiento que son indicadoras de disturbio y que llevan al ecosistema a otras trayectorias de regeneración.

Desde el punto de vista de la disponibilidad de tallos que provean de tutores a la horticultura, el aumento en la dominancia de C. septemnervius es positivo; sin embargo, ocurre a expensas de la reducción en la abundancia relativa de algunas especies de bosque maduro, conduce al aumento en densidad de otras especies de carácter secundario y, en última instancia, ocurre a expensas de una reducción en el número total de especies en los sitios aprovechados.

Los resultados de nuestro estudio sugieren que, para alcanzar una extracción sustentable de vara blanca, los criterios de aprovechamiento deben cambiar y basarse en una caracterización de la comunidad vegetal antes del corte. Un inventario forestal previo permitiría documentar no sólo la diversidad de especies leñosas en su totalidad, sino también determinar parámetros poblacionales como la densidad y distribución de tamaños de cada una de las especies (cosechadas y no cosechadas).Esto como un primer paso, no sólo para definir el tamaño y número de tallos a cortar de las especies de interés, sino para determinar la condición del sitio en ausencia de corte.

Un plan de manejo con un diseño robusto debería también incluir una evaluación de la capacidad de rebrote de cada una de las especies cortadas, las tasas de mortalidad de los rebrotes y tocones, y un análisis del crecimiento, además de una evaluación del impacto del corte repetido sobre estas variables en el largo plazo. Tales aspectos fueron incorporados en nuestro estudio que, a la fecha, indica que de 2004 a 2009 hubo una alta mortalidad de rebrotes y tocones como consecuencia de una sucesión de años muy secos en las etapas iniciales del rebrote. Se concluye también, corroborando otras fuentes de información en esta materia, que la evaluación integrada de estos mecanismos —a la luz de la diversidad y el funcionamiento de los bosques y el manejo forestal—, es fundamental para el ajuste exitoso de la gestión forestal a los obstáculos y dinámicas impuestas por el cambio global y las fuerzas socioeconómicas actuales.

El aprovechamiento de los bosques y sus recursos es un tema que ha transitado con el tiempo hacia un paradigma de manejo sustentable. La meta es conciliar el aprovechamiento de los bosques y sus recursos con la conservación de sus procesos y funciones. Para lograrlo son fundamentales los estudios ecológicos muy detallados en cuanto a la composición y estructura de los bosques, la disponibilidad del recurso y los niveles de extracción que se pueden aplicar sin poner en riesgo la resiliencia de las áreas aprovechadas. También es necesario un enfoque de manejo adaptativo que incorpore la integración de aspectos ecológicos, económicos y sociales de cada lugar.

Se trata, finalmente, de mantener un proceso continuo de evaluación de los programas de manejo con base en los resultados de las intervenciones y el avance en nuestro conocimiento científico sobre el comportamiento de las especies y los sitios aprovechados con el fin de mejorarlos. La implementación de este enfoque de manejo requiere voluntad política para incorporar dicho conocimiento a los programas de manejo y como guía para la autorización de los permisos de extracción, así como un cambio de paradigma sobre la forma en que hacemos uso de los recursos naturales que, evidentemente, no ha dejado de impactar fuertemente el ambiente.
articulos
Referencias bibliográficas
 
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Humberto Rendón Carmona
Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.
 
Es profesor-investigador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán. Tiene amplia experiencia en el tema del aprovechamiento de recursos forestales no maderables y regeneración natural del bosque tropical caducifolio en México.
 
Angelina Martínez Yrízar
Instituto de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México, Unidad Hermosillo.
 
Es investigadora titular del Instituto de Ecología, UNAM, Unidad Hermosillo. Es ecóloga de ecosistemas y su investigación se centra en el estudio de la estructura y funcionamiento del bosque tropical seco y el desierto Sonorense. Reconoce el apoyo del PASPA-UNAM para una estancia sabática 2011-2012 en la Universidad de Arizona y al papiit-dgapa por el apoyo al proyecto IN-224610.
 
Diego Rafael Pérez Salicrup
Centro de Investigaciones en Ecosistemas,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Es investigador titular del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM. Experto en ecología de manejo de recursos forestales, está enfocado en investigar las consecuencias de actividades humanas en la estructura y composición de bosques tropicales y generar el conocimiento ecológico necesario para aspirar a niveles cada vez más sostenibles de manejo.
     
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como citar este artículo
Rendón Carmona, Humberto; Angelina Martínez Yrízar y Diego R. Pérez Salicrup. (2014). Los bosques, sus bienes y servicios: los retos del manejo forestal sustentable. Ciencias 111-112, octubre 2013-marzo 2014, 28-35. [En línea]
     

 

 

 

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