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Diversidad arbórea maderable, quimera inalcanzable
   
Fernando Ortega Escalona
     
               
               
No se sabe a ciencia cierta cuántas especies habitan en el planeta.
Se estima que existen alrededor de 14 millones, y de ellas sólo se han descrito o se conoce entre 10 y 12.5%. En el mundo hay más de 170 países, pero sólo 17 son considerados como megadiversos y albergan entre 60 y 70% de la biodiversidad total del planeta. México es una de esas naciones privilegiadas.
 
En la República Mexicana, que abarca 1.5% de la superficie terrestre, está representada de 10 a 11.7% de la biodiversidad total, con aproximadamente 1.7 millones de especies. De éstas, se sabe que 22 000 son plantas vasculares y se ha registrado el uso de al menos 5 000 de ellas, aunque se han llegado a reportar usos para 9 o 10 000.
 
De esas 22 000 especies de plantas vasculares conocidas, entre 5 700 y 9 000 son arbustos o árboles, representando las primeras 72% y las segundas 28 por ciento.
 
El uso de la madera que mantiene su estado normal, como por ejemplo en la construcción o en los muebles, reduce las consecuencias del efecto invernadero y contribuye a los esfuerzos que están haciendo muchos países para contrarrestar dicho fenómeno. El problema es que el CO2 ya está en la atmósfera, por lo que, aunque reduzcamos las emisiones, el efecto invernadero seguirá produciéndose. Por lo tanto, la madera del bosque es imprescindible para retirar el exceso de CO2 en la atmósfera. La madera se forma químicamente al menos de 50% de carbono, así es que mientras se produzca madera y se mantenga como tal, el carbono estará secuestrado al formar parte de su estructura. En términos generales, una tonelada de madera retiene el equivalente a 1.8 toneladas de CO2.
 
En cuanto al uso y aprovechamiento de la biodiversidad arbórea, algunos inventarios son ilustrativos de su magnitud. En un inventario nacional de las especies cuya madera era empleada en las comunidades rurales indígenas y no indígenas el número fue de 605.
 
 
Otro ejemplo del uso de la biodiversidad, en el que se incluyen maderas, es un inventario etnobotánico del Centro de Ecología de la unam sobre las plantas útiles de las selvas altas y medianas. Se basa principalmente en 20 fuentes bibliográficas que contienen datos de once de los 25 pueblos indígenas habitantes de la zona tropical cálida húmeda de México. Este inventario contiene en sus registros 1 330 especies de plantas con uno o más usos, que proporcionan a los diferentes grupos indígenas alrededor de 3 698 distintos productos. Entre ellos destacan las medicinas (982 especies /1 888 productos), los alimentos (463 /600), los materiales empleados en la construcción rural (180 /189), maderas (105 /105), combustibles (94 /94) y, en menor escala, las especies forrajeras (82 /92); para uso doméstico (76 /81); usos artesanales (63 /65), fibras (42 /44), colorantes (34 /40) y gomas y pegamentos (23 /23).
 
Otro inventario muy interesante es el de las piezas arqueológicas de madera del Museo Nacional de Antropología e Historia de México. La cantidad de especies arbóreas registrada para su elaboración por diferentes etnias de la época prehispánica fue de 143. Hay más inventarios y de varios tipos. Por ejemplo, el que trata sobre las maderas en las artesanías de Michoacán contiene 40 especies. Otro que registra las especies arbóreas de uso tradicional del estado de Veracruz con potencial para establecer plantaciones forestales comerciales contiene 230 especies.
 
 
Desde una perspectiva industrial, no todas las especies que producen madera son aprovechables con fines comerciales. En el mundo existen aproximadamente entre 30 000 y 35 000 especies arbóreas que producen madera, pero sólo 20 000 podrían considerarse aptas, en alguna magnitud, para ser objeto de un proceso de transformación industrial redituable o susceptible de comercializarse en rollo.
 
El potencial maderero varía entre regiones y países. Por ejemplo, en América Latina se sabe que hay al menos 7 500 especies de árboles, y en Venezuela entre 250 y 300 especies arbóreas maderables. En México se han registrado 104 especies cuya madera se comercializa en las madererías más grandes de las principales ciudades del país. Este número de especies no es muy grande si se compara con la biodiversidad arbórea existente en el territorio mexicano, como veremos adelante. Sin embargo, no olvidemos que esa biodiversidad no sólo representa un potencial maderable; también es importante en otros aspectos como: servicios ambientales, mejoramiento genético, restauración ecológica, captura de carbono, etcétera.
 
 
En la biodiversidad arbórea las coníferas y los encinos ocupan un lugar preponderante porque caracterizan nuestras extensas serranías. En México hay al menos nueve géneros de coníferas: Pinus (pino), Abies (abeto), Picea (ciprés), Pseudotsuga (oyamel), Cupressus (táscate), Juniperus (enebro), Taxodium (ahuehuete), Calocedrus (cedro de incienso) y Podocarpus (sabino). De ellos, el género Pinus es muy importante porque de él hay en nuestro país 77 especies y 105 en el mundo. En el territorio mexicano hay entre 150 y 200 especies de encinos y en el planeta 350, aunque se han llegado a reportar 400.
 
En el bosque mesófilo de montaña que abarca menos de 1% del área nacional, el número de especies arbóreas varía de una región a otra, pero las más frecuentes o típicas son 97. Sin considerar pinos y encinos, sólo 60 poseen madera transformable en artículos con buen valor agregado.
 
Desde el punto de vista industrial hay dos comunidades arbóreas de poco interés: el manglar y la selva baja. El primero es un ecosistema muy frágil, formado principalmente por cuatro especies, todas de madera muy difícil de trabajar. En la segunda no hay potencial maderable industrial porque el aserrío de sus árboles, que generalmente no son grandes ni bien conformados, no produciría las suficientes piezas en cantidad, calidad y tamaño en forma redituable desde un punto de vista comercial.
 
 
En cambio, en las selvas altas y medianas hay todo tipo de especies maderables que pueden satisfacer los diferentes y más exóticos gustos en el empleo de la madera, pues en ellas están las más altas tasas de biodiversidad arbórea del país. No obstante, esa diversidad de maderas no se ha podido integrar a los procesos industriales en una cantidad deseable, ya que sólo algunas especies son atractivas a la industria forestal. Esto se ilustra fácilmente si se compara el número de especies arbóreas más comúnmente encontradas o abundantes en los bosques tropicales con el de aquellas que poseen valor comercial y el número de especies que se comercializan a un nivel industrial o semindustrial. En Malasia estos números son 3 677 y 408, y en México 500, 196, 43 a 67, respectivamente.
 
La cantidad de maderas usadas o registradas comercialmente más o menos coincide en las diferentes fuentes de información. Una de ellas menciona que en el país hay 116 especies tropicales potencialmente maderables, de las cuales sólo 43 tienen reales posibilidades de aprovecharse industrialmente y se comercializan en alguna medida. También se ha citado que en el mercado maderero de la ciudad de México, al que llegan productos de todo el país, se vende madera de aproximadamente 30 especies, pero de ellas sólo la de 14 se comercializa en grandes volúmenes.
 
 
En forma conservadora se considera que hay 196 especies tropicales con madera susceptible de aprovecharse sustentablemente. Se les agrupa como tropicales corrientes en México, y en el mercado internacional se les denomina “poco conocidas”. Lamentablemente, la madera de 76 especies poco conocidas se aprovecha para elaborar durmientes, pero han llegado a ser hasta 92 las reportadas para este fin.
 
En resumen, para muchos sectores relacionados con la transformación de la madera, las selvas tropicales significan masas arbóreas con estructura compleja, enorme riqueza florística y pocas especies aprovechables por varias razones: desconocimiento de sus propiedades tecnológicas, poco volumen de ellas y la alta dureza de la madera que consecuentemente dificulta su maquilado o transformación.
 
Otro factor importante es la fuerte deforestación en las zonas tropicales; de igual forma, las plantaciones forestales —aunque cada día son más comunes— siempre tendrán pocas especies, lo cual repercutirá en la disminución de la biodiversidad. Además, para que la biodiversidad se mantenga, las masas arbóreas deben ser lo suficientemente grandes para que no se alteren las frecuencias génicas. Por esta razón, su conservación es impostergable. En el mismo sentido, para que muchas especies se puedan integrar a cualquier modelo de desarrollo es necesario encontrar cuál es su uso más redituable, pues éste contribuirá a su permanencia y también en nuestro beneficio.
 
 
Se calcula, de manera conservadora, que al menos alrededor de mil millones de personas viven en las regiones húmedas tropicales, y que cerca de 200 millones de éstas viven dentro o en los márgenes de los bosques. También se ha estimado que en las regiones tropicales, cada persona quema un promedio de 0.51.3 m3 de leña anualmente. Además, se envían cantidades sustantivas de leña y carbón a mercados urbanos lejanos.
 
La madera que se obtiene de los bosques tropicales húmedos y que se utiliza para combustible se ha estimado en unos 150 000 000 de m3 por año. Los datos disponibles son insuficientes para juzgar si los bosques húmedos tropicales pueden mantener una cosecha de esta magnitud, pero a medida que la población humana crece y los precios del petróleo suben, es inevitable que la recolección de leña contribuya cada vez más a la deforestación.
 
 
En México, de 28 058 ejidos registrados oficialmente, en 40% de ellos la madera sigue constituyendo la principal fuente de energía. Hay que reiterar que un factor importante por el que no se emplea la madera en la fabricación de muchos productos es el desconocimiento de sus propiedades tecnológicas, lo cual ocasiona que muchas especies no se utilicen y a otras tantas no se les dé un uso más adecuado. Parte de esta problemática es que hay muy pocos profesionistas y técnicos capacitados en la tecnología de la madera debido a que no hay empleo en esta actividad. Por esta razón, en México sólo se ha generado la información tecnológica completa de 150 especies de madera, y aunque hay información incompleta en diferente magnitud para otras 157, en el territorio nacional vegetan aproximadamente 2 500 especies arbóreas.
 
A nivel silvícola, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (conabio) y el Programa Nacional de Reforestación han trabajado en conjunto en el desarrollo del Sistema de Información para la Reforestación (sire). El sire integra información sobre los requerimientos ambientales (rangos de temperatura, precipitación, tipo y textura del suelo, tipo de vegetación, etcétera), usos, nombres comunes, taxonomía y referencias bibliográficas de 548 especies útiles para la reforestación, de las cuales aproximadamente 85% son maderables. También tiene información de 446 de los 728 viveros nacionales que participan en el pronare (Programa Nacional de Reforestación) y 143 fichas técnicas de especies útiles. Estas fichas son usadas por las entidades gubernamentales involucradas en la reforestación.
 
 
Sin embargo, en México no se procesa en las fábricas la madera de muchas especies, ya que 85% de la producción industrial maderable es de pino y de esta cantidad se corta 85% sólo en cinco estados (Durango, Chihuahua, Michoacán, Jalisco, Oaxaca). Además, como un compromiso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, muchos productos agropecuarios y forestales que provienen de Estados Unidos y Canadá pueden entrar a México sin pagar ningún arancel. Esto, junto con otros factores, hace que la madera importada sea más barata que la nacional.
 
Con base en las premisas antes señaladas, se infiere fácilmente la necesidad de un aprovechamiento más eficiente de los recursos maderables ya que, entre otras cosas, la fuga de divisas en el sector forestal es grave. Actualmente representa una pérdida calculada de al menos 5 000 millones de dólares en derivados forestales.
 
 
En cuanto a los servicios forestales ambientales, México desarrolló en 2003 un sistema de pago por esos servicios, mismo que a seis años de su creación (20032009) ha permitido incorporar 1.78 millones de hectáreas bajo este sistema de conservación; sin embargo, no hay datos para el año 2010. También, desde 2003, en este proceso se han invertido cerca de 3 200 millones de pesos (207.8 mdd) en 2 600 ejidos y comunidades forestales por medio del pago anual a dueños y poseedores de los ecosistemas. Suenan bien estas cifras cuando se les aplica la aritmética:
 
 
formula1
 
 
 
 
Si consideramos idealmente que cada uno de los 2 600 ejidos o comunidades forestales beneficiadas hasta el momento está conformado por diez jefes de familia, la cifra aumenta a 26 000 familias; si dividimos:
 
 
formula2
 
 
 
la respuesta es 20 513 pesos por familia al año, y sigue sonando bien. Pero cuando a las cifras no se les aplica la aritmética sino la realidad, los resultados no suenan tan bien.
 
Baste con recordar que en el país hay 7 200 ejidos y comunidades que cuentan con recursos forestales. Por ello han quedado fuera del pago por sus servicios ambientales (7 200 – 2 600) 4 600 ejidos o comunidades. Si consideramos idealmente que cada uno de los 4 600 ejidos o comunidades forestales no beneficiadas hasta el momento está conformado por diez jefes de familia, la cifra sería de 46 000 familias. En conclusión, sólo se ha hecho 50% de la tarea y falta contestar una pregunta opcional: ¿qué vale más, el servicio ambiental que provee una hectárea de selva o el que presta una de bosque?
 
 
Por lo que respecta a la reforestación, es bien sabido que, después de plantados los árboles, la mayoría son abandonados. Tal acción repercute en un bajo porcentaje de prendimiento. Pongamos un ejemplo: la Auditoría Superior de la Federación detectó que la conafor (Comisión Nacional Forestal) incumplió en 2007 con la meta del programa de reforestación de 400 000 hectáreas, ya que sólo llegó a 341 000. La meta aumentó en 160 000 hectáreas, o sea, 560 000 hectáreas, para justificar el compromiso que el presidente Calderón asumió ante la onu. Sin embargo, 90% de las plantas sembradas en 2007 como parte del programa ProÁrbol habían muerto y más de la mitad de lo plantado no fueron árboles, sino cactáceas.

Para que haya más prendimiento, con fines de servicios ambientales, debe haber más cuidado de lo árboles. Aportemos ideas: 1) no se deben sembrar grandes áreas o muchos árboles que nadie va a cuidar, ya que con el cambio climático no se puede predecir si va a llover mucho o habrá sequía en alguna zona. Sembrar en áreas sin plan de contingencia es muy arriesgado; 2) las plantaciones deben estar cerca de las casas o cultivos para que se monitoreen cómodamente. Una hectárea de plantación cerca de una casa o tierra de labor tendría que valer más que un hectárea plantada muy lejos; 3) los márgenes de muchos ríos no tienen árboles. Una hectárea de plantación en esos márgenes tendría que valer tres veces más que una hectárea lejos; 4) una hectárea de potrero o de tierra de labor abandonada convertida a plantación vale más que una hectárea de plantación dentro del bosque; 5) una hectárea de plantación cuyo propietario tenga acceso al agua y pueda regarla en caso de sequía tendría que valer más que una hectárea plantada sin acceso a agua; 6) cada dos años se revisará la planta ción, aunque el pago por mantenerla sería anual. Si en la tercera revisión hay fraude en la plantación, se le tomarán sus coordenadas geográficas y su área jamás podrá ser sujeta de apoyo por algún proyecto gubernamental y no gubernamental; y 7) los pagos por mantener la plantación deben ser decorosos, porque si una persona comete un delito, el gobierno le da servicio médico, recreación, techo y sustento. Si una persona envejece también le dan una ayuda (Programa de Apoyo Alimentario y Atención Médica para Adultos Mayores), haya trabajado en su juventud o no. Por lo tanto, el que su delito sea cuidar su plantación y envejecer en esa acción merece digna atención.
 
Con las ideas más fluidas, una pregunta más: ¿qué sucede en el plano industrial? Para capturar carbono vía madera: 1) toda casa de interés social que tenga escalera, por ley debería ser de madera; 2) todo edificio nuevo de la burocracia tendrá, por ley, 5% de sus elementos estructurales o arquitectónicos de madera; 3) si alguien compra una casa de madera con crédito del Infonavit tendrá más concesiones que el que compra mampostería; 4) un mueble de madera mexicana tendrá 5% de descuento y 50% más de tiempo para pagarse que uno importado; 5) ya que 50% del comercio internacional de la madera se realiza en troza, lo cual no deja muchas ganancias, sería recomendable no exportar trozas estableciendo una prohibición.
 
Puede haber más ideas pero, como se dice coloquialmente, del dicho al hecho hay mucho trecho. Sin embargo, ¿cómo ven los expertos el uso de la madera en México a gran escala en el futuro?
 
 
La fao (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, por sus siglas en inglés) considera que la viabilidad económica de la industria forestal en un futuro inmediato fluctuará y también podría declinar. En cambio, la prestación de servicios ambientales continuará ganando importancia gracias al interés público. Numerosas iniciativas de conservación serán lideradas por las organizaciones de la sociedad civil. La madera será demandada cada vez cada vez más como fuente de energía, en particular en el caso de que la producción de biocombustible celulósico sea comercialmente viable.chivi101
 
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Referencias bibliográficas
 
Comisión Nacional Forestal. 2006. Desarrollo Forestal Sustentable en México. Avances 20012006. conafor, Zapopan, Jalisco, México.
Escalante, S., R. y F. Aroche, R. (compiladores). 2000. El sector forestal mexicano: paradojas de la explotación de un recurso natural, Facultad de Economía, unam, México.
fao. 2009. Situación de los bosques del mundo. fao. Departamento de Montes. Roma.
Merino, L., G. Alatorre, B. Cabarle, F. Chapela y S. Madrid. 1997. El manejo forestal comunitario en México y sus perspectivas de sustentabilidad, unam, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, Centro de Educación y Capacitación para el desarrollo Sustentable, Consejo Mexicano para la Silvicultura Sostenible, World Resources Institute. Cuernavaca.
Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. 2003. Perspectivas del Medio Ambiente Mundial, geo3. onu, pnuma.
Yáñez, E., L. 2004. Las principales familias de árboles en México. Universidad Autónoma de Chapingo, División de Ciencias Forestales. Chapingo.
   
 

 

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Fernando Ortega Escalona
Instituto de Ecología, A. C.
 
Es biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM y Maestro en Ciencias por el Instituto de Genética Forestal de la Universidad Veracruzana. Actualmente está adscrito al departamento de Ecología Funcional del Instituto de Ecología, A. C.
 
 
como citar este artículo
 
Ortega Escalona, Fernando. (2011). Diversidad arbórea maderable, quimera inalcanzable. Ciencias 101, enero-marzo, 4-10. [En línea]
     

 

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El arte del bonsái una historia milenaria
     
Rodolfo Blanco Trucios, Francisco Jiménez Moreno
y Rodny Martínez Cendo
   
               
               
Dios juzga al árbol por sus frutos,
no por sus raíces.
 
Paulo Coelho
 
Japón es un país con una cultura milenaria que se remonta
al siglo VII antes de Cristo. Se encuentra al este de China, país que le ha influenciado en diversas manifestaciones religiosas, artísticas e ideológicas. Su pensamiento fomenta la creación artística y su relación con la filosofía, pues para esta cultura el arte no sólo requiere interés sino tambien una férrea disciplina y la expresión del espíritu a través del arte. En esta manifestación se captura la esencia de la naturaleza y lo expresa a través del binomio de la armonía y la sensibilidad. Japón nos conquista, nos seduce por su espíritu: el origami, las geishas, las artes marciales (el kendo, el aikido, el jijitsu), la vestimenta tradicional como el kimono, la caligrafía japonesa que se expresa a través de kanjis, el ikebana (el arte de los arreglos florales), los guerreros con honor denominados samuráis cuya traducción literal es “el que sirve” y, por si fuera poco, nos sorprende con el arte del bonsái.
 
El objetivo de este arte milenario es crear un árbol en maceta, ofreciendo los componentes necesarios para que éste se desarrolle como un árbol silvestre maduro, pero en pequeñas proporciones. Su práctica es una de las actividades más relajantes y gratificantes, de tal forma que en la antigüedad era una actividad restringida a las clases nobles. También se relacionaba a los bonsáis con la eternidad, pues se pensaba que aquellos con el don de mantener estos árboles en macetas eran dignos de alcanzarla. En resumen, el bonsái es el símbolo de unión entre el cielo y la tierra.
 
Los preceptos japoneses bajo los cuales se entrena un bonsái se basan en el honor, la virtud, el deber, la paciencia, la humildad, el compromiso, la disciplina y, sobre todo, la constancia. El arte del bonsái requiere la correcta combinación de la mente y el ojo con la destreza de la mano. Sin embargo, también es una expresión de armonía entre el hombre, el cielo y la tierra. En la actualidad, aún son muchas las personas que consideran el bonsái como una especie particular de árbol, no obstante que un bonsái podría ser entrenado casi desde cualquier tipo de árbol. El bonsái que hoy conocemos puede ser una forma de arte eminentemente japonés, pero no es menos cierto que es una forma de expresión de la naturaleza cimentada sobre milenios de influencias culturales entre civilizaciones. La práctica del bonsái constantemente adquiere nuevos adeptos que, desde diversas regiones del globo, se expresan en escuelas y clubs de carácter internacional. México no es la excepción.
 
Las primeras manifestaciones
 
Para conocer el origen un poco incierto de este arte nos tenemos que internar en la inmensidad del tiempo. Registros y vestigios de árboles cultivados en tiestos, recipientes y vasijas se encuentran ya en las culturas egipcia, babilónica e india. En Egipto existen pinturas de aproximadamente cuatro mil años de antigüedad en las que se observan árboles cultivados en recipientes tallados en roca. De igual forma, se conoce que el faraón Ramsés III realizó una donación de cientos de árboles a diferentes templos, que fueron cultivados en contenedores, ya que su función principalmente era de carácter ornamental. En la antigua India se encontró lo que podría ser el primer tratado para el cultivo de árboles enanos, llamado Vaamantanu Vrikshaadi Vidya, en el que se describen técnicas para mantener los árboles en pequeño tamaño, lo que quizás sea la base de cultivo de lo que ahora conocemos como árboles bonsái. Sin embargo, para los hindús el cultivo de estos árboles obedecía más a fines medicinales y terapéuticos, ya que de esta manera se podían mantener especies arbóreas con propiedades medicinales en regiones lejanas a su lugar de origen. La India es un país con enorme extensión territorial y una gran diversidad de climas, y por tanto de especies, por lo que parece lógico que los médicos cultivaran por comodidad árboles de diversas regiones a fin de tener su propio repertorio de medicamentos; de ahí la idea de transportar éstos en tiestos o macetas.
 
Europa también tuvo manifestaciones de una forma de arte estético con árboles de su región: se trata de la conocida técnica topiary, que se basa en técnicas y cánones para podar plantas, arbustos y árboles con el fin de darles formas geométricas o de animales (pirámides, esferas, conos, ciervos, por mencionar algunos). Por medio de ella, los árboles se mantenían de tamaño reducido para formar muros, vallas y separaciones, cuyos estilos se manifiestan en nuestros jardines incluso hoy. Al parecer esta técnica fue desarrollada por el jardinero romano de nombre Topiarius, allegado al emperador Augusto, y existen reportes de que ya era común hacia el siglo i d.C. A diferencia del bonsái, en la realización de esta técnica no existía la eliminación o el desplazamiento de ramas; se favorecía el follaje cerrado a fin de recortar “lo que sobrara” para encontrar la forma deseada, a manera de un escultor. Es importante destacar que este arte cayó en desuso hacia el siglo xviii, y en la actualidad se manifiesta en setos bien recortados.
 
Durante la Edad Media, también en Europa, se tienen manifestaciones de árboles sembrados en cuencos y macetas. Sin embargo, a diferencia del pensamiento oriental, estos diseños no cuentan con una base filosófica. En Mesoamérica, a pesar de la riqueza cultural y biológica, no se tiene un conocimiento preciso del sembrado de árboles en tiestos con fines religiosos o culturales, pero existen códices en los cuales se observa sacerdotes llevando plantas en macetas.
 
El pensamiento chino
 
A pesar de estos antecedentes, los preceptos del bonsái se remiten a la antigua China, donde originalmente se le denominaba penjing, punsai o penzai. Los monjes taoístas, aislados en los monasterios, buscaron plantas medicinales para curarse de manera independiente. Originalmente se cortaban ciertas partes de las plantas para llevarlas a los monasterios, pero después deciden extraer todo el árbol, trasplantándolo en contenedores rústicos. Se trataba entonces de imitar por medio de las ramas y troncos a los animales de la cultura china, como las aves, los leopardos y los dragones mitológicos. El bonsái era también una forma de identidad cultural, pues al cambiar de residencia se llevaba consigo ciertos elementos propios de la región de origen como animales, plantas, árboles, artesanías y esculturas. Cuentos y leyendas hacen mención del posible origen de este arte en China; uno de ellos relata que un emperador de la dinastía Han, al no poder observar todo el territorio que gobernaba desde sus aposentos, crea un paisaje en miniatura en el cual consigue que los árboles se tornen en sus formas silvestres pero en tamaño diminuto.
 
Durante la dinastía Shang (17511111 a.C.), el diseño artístico con árboles y rocas se dispersa rápidamente por todo el territorio chino. La manifestación más antigua de penzai se remonta a la dinastía Qin (221206 a.C.), en este periodo también surgen impresionantes expresiones artísticas del penzai en los jardines y palacios imperiales. Otras evidencias nos remiten a pinturas que datan de la dinastía Tang (618907 d.C.), en donde se hace referencia a ciruelos, cipreses y coníferas en platos.
 
En los muros del mausoleo del príncipe Ghang Huai se observan dos sirvientes llevando árboles en tiestos con las manos, lo que nos da una idea de la importancia de este arte hace más de mil años. El antiquísimo interés chino por la creación de jardines fue derivando en miniaturas. La tendencia fue realizar jardines siempre en menor escala, pasando de paisajes observados en un jardín de tamaño considerable hasta todo un paisaje contenido en un tiesto.
 
En algunas pinturas se aprecian árboles en tiestos llevados en ambas manos; es tan grande esta influencia que grandes poetas de la época hacen referencia en sus obras a los paisajes en miniatura. Algunos de ellos cuentan en antiguas leyendas que un poderoso mago, de nombre Fei JiangFeng, era capaz de encerrar casas, bosques e incluso montañas en pequeñas urnas. En China se practicaban dos estilos de preparación de bonsái de acuerdo con su geografía: en el estilo del norte se buscaba la armonía por medio de la eliminación de ramas y las diversas técnicas de poda; el estilo del sur se caracterizaba por respetar la forma del árbol, recurriendo sólo a la poda, regularmente se trabajaban árboles que se colectaban en las viejas montañas de China. Posteriormente, durante la dinastía Song (9601279 d.C.), este arte alcanza su nivel máximo de expresión y se establece como una escuela artística. Durante la dinastía Ming, penúltima de la dinastía china (13681644 d.C.), el bonsái se transformó en un arte tradicional no sólo concerniente al emperador y los nobles, sino también al pueblo en general. Fue en este periodo que se escribió el libro Espejo de flores, de Hsu HaoTzu, en donde se describen técnicas y métodos de entrenamiento, identificación de especies y otros tópicos referentes a la jardinería.
 
Hacia los siglos x y xi, los misioneros chinos llevaron a diversas partes de oriente y Japón los penjing como manifestación divina, considerando su cultivo y cuidado un objeto religioso que podía acercar a dios. Los cultos japoneses pronto encontraron técnicas eficaces para el desarrollo de lo que a la postre sería denominado como bonsái. En una obra de 1688 aparece referido el término pentsuai, que resulta el equivalente de la palabra japonesa bonsái, término que significa plantar en maceta.
 
De Japón para el mundo
 
Tras la introducción del budismo en Japón, alrededor del siglo vi d.C., primero a través de Corea y más tarde directamente de China, multitud de monjes se desplazaron hasta Japón. El bonsái propiamente dicho llegó a Japón durante el periodo Kamakura (11851333) por la secta Zen, la cual empapó a los japoneses de diversas expresiones artísticas como la poesía, la pintura, la arquitectura y el arte de los jardines. Este periodo se caracteriza porque el artista tenía mayor libertad de expresión, obteniendo por diversas técnicas gran realismo.
 
Otra referencia el bonsái se puede destacar en una obra de teatro Noh, presentada en el siglo xiv, que cuenta la historia de un samurái pobre que recibe la visita de un shogun viajando de incógnito y cómo, para que su huésped no pase frío, sacrifica sus únicas posesiones de valor: tres bonsáis, que termina por quemar. Hay que destacar que uno de ellos era un pino, esto es, se aprecia al árbol por su forma y no tan sólo por sus flores y frutos.
Durante este siglo, el cultivo del bonsái se consideraba un arte refinado en Japón, cuya manifestación no sólo se dio entre las clases nobles sino que se extendió al pueblo por igual. Así llegó a ser una tradición que, como se sabe, se practica hasta ahora.
 
En el transcurso del periodo Edo (16151368) se desarrollaron árboles con formas grotescas y bizarras. El bonsái también fue inspiración para poemas y grabados, e incluso los árboles de este periodo se pueden apreciar aún en diversas colecciones a lo largo de Japón. Fue en este país donde este arte se consolidó, sentando las bases y preceptos que han llegado hasta nuestros días: de llamarse penjing se le denomino bonsái, cuyo kanji se escribe de la siguiente manera:
 
Una vez que los japoneses aprendieron las técnicas del penjing, lo modificaron y enriquecieron, dando lugar a la expresión artística que conocemos hoy día. Existen referencias de lo que se podría considerar un congreso de artistas, estudiosos de los clásicos chinos y poetas, que tuvo lugar en las inmediaciones de Osaka a principios del siglo xix, y que al parecer tenía el propósito de discutir ciertas técnicas y estilos recientes del mundo de los árboles en miniatura. Según se cuenta, fue durante esta reunión que se tomó la iniciativa de usar la palabra bonsái para referirse a un árbol cultivado artísticamente en maceta.
 
Durante la segunda mitad del siglo xix, Japón —que por entonces era un país aislado por voluntad propia, a diferencia de China— se abre a Occidente. Aparecieron durante este momento histórico verdaderos profesionales dedicados a extraer material prometedor de colinas, cerros y montañas. Gradualmente, como era de esperarse, dicho material comenzó a escasear por la sobreexplotación, dando inicio a una nueva etapa en la historia del bonsái. Aparecieron entonces centros especializados en el cultivo de plantas y árboles, así como los primeros prebonsáis, material arbóreo listo para ser trabajado por los maestros de la época.
 
Durante la era Meiji (18681912) se inició el bonsái contemporáneo, incluso el emperador lo impulsó como un arte nacional, de manera tal que el término bonsái se oficializó. La tendencia de este bonsái contemporáneo fue realizar árboles de mediano tamaño, fácilmente trasportables en dos manos, contrastando con la tendencia de siglos anteriores, que era de árboles grandes contenidos en tiestos. También en este periodo, el bonsái se consagró como un arte destinado a todos los estratos sociales.
 
Más o menos por la misma época llegó el bonsái a Europa, durante la era victoriana, con la Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations, que destacaba el progreso de la tecnología, las ciencias y las artes, y que se celebró en el conocido Palacio de Cristal de Londres en 1851.
 
Entre las primeras apariciones del bonsái se encuentra la exhibición realizada en París en el año de 1878. En 1909, en la exposición en Londres, el pueblo inglés pudo apreciar y asombrarse de nueva cuenta con la forma y estética de estos árboles de técnica japonesa: la conjunción armoniosa de edad con pequeñez les resultó cautivante. Por las mismas fechas, el magnate y banquero francés Albert Kahn creó un soberbio jardín en donde se podían observar muestras de bonsáis. Otras exposiciones de dichos árboles se llevaron a cabo en París en 1925 y 1937.
 
Sin embargo, la práctica de este arte en un principio fue mal entendida en Occidente, puesto que se consideraba una forma tortuosa de mantener un árbol en condiciones diferentes a las que ofrece la naturaleza. Se expresaba que los árboles eran colocados boca abajo, que se injertaba sobre otro en posición normal para así conseguir la aparición de raíces, e incluso se habló de antiguas “técnicas mágicas”. Con la presencia de maestros bonsayistas en Occidente, estas teorías quedaron en el olvido, y se inició el estudio científico del bonsái. El primer tratado europeo al respecto, llamado Las causas fisiológicas que conducen al achicamiento de los árboles en los cultivos japoneses, data del año 1889 y fue escrito por el francés J. Vallot e impreso en el boletín de la sociedad botánica de Francia.
 
El arte del bonsái
 
Esta manifestación artística no es una simple adicción; su labranza requiere compromiso, pues nos hacemos responsables de una forma viviente, que demanda paciencia y muchos años de aprendizaje constante. La práctica de las técnicas del bonsái transmite tranquilidad y calma, en su expresión se busca encontrar la armonía y expresar nuestro espíritu a través del árbol. Nos enseña a amar y comprender la naturaleza, puesto que el bonsái puede ser considerado como una verdadera escultura viviente que nunca deja de manifestarse. Para el pensamiento occidental, las cosas que adquieren valor histórico, místico o cultural son resguardadas en museos, incapaces de tocarse y modificarse. Sin embargo, para el pensamiento oriental, concretamente respecto del bonsái, estos árboles pueden tocarse e incluso mejorarse, reflejando el espíritu del hombre que está en completo desarrollo. Su conocimiento requiere muchos años y la experiencia se trasmite de generación en generación, al grado de que se pueden observar árboles a los que se les calcula una edad de 400 años o más.
 
Para el cultivo del bonsái se debe tomar en cuenta que, en primer lugar, un bonsái es un árbol; por tanto, como ser vivo, requiere cuidados especiales y permanentes. La fisiología del bonsái y de un árbol en la naturaleza es prácticamente la misma, se deben conocer las partes de un árbol y cómo funcionan entre sí, pues esto es un auxiliar fundamental para mantenerlo vivo y aplicar las técnicas básicas de formación durante su entrenamiento (o cultivo).
 
Las partes del árbol con que debemos familiarizarnos son la raíz, el tronco, las ramas y las hojas. La raíz es la parte subterránea que forma el sistema radical; en él se distinguen las raíces principales, las raíces secundarias y los pelos absorbentes o raicillas, que se caracterizan por la ausencia de clorofila. Algunas de sus funciones son fijar la planta al suelo y la absorción de agua, nutrimentos y minerales. El éxito del transplante de un árbol que está siendo entrenado como bonsái es conseguir la multiplicación masiva de raicillas, en las cuales se promueve la absorción de agua. Estas raicillas son importantes para lograr la supervivencia del árbol que se encuentra en entrenamiento; tratándose de árboles prebonsái, la reducción de las raíces es lenta, conservando aproximadamente las dos terceras partes del árbol original.
El tronco (tallo) se eleva siempre en vertical y forma la estructura de sostén del follaje; en él podemos observar el duramen (madera), el xilema o capa interna de células, compuesta de vasos capilares que conducen agua y nutrimentos desde la raíz, el cambium, capa de células intermedia responsable del control del crecimiento y de los procesos de cicatrización cuando descortezamos, el floema, capa periférica de células, responsable de la distribución de los azúcares y hormonas vegetales producidos en las hojas y, finalmente, la corteza, capa externa resultante de la acumulación de capas muertas de floema que aísla del medio externo los tejidos, protegiéndolos de la deshidratación, plagas, enfermedades y cambios climáticos extremos.
 
Cada hoja es, básicamente, una fábrica de alimentos. La hoja consta del limbo, nervaduras y el pecíolo que une al limbo (cuerpo de la hoja) con el tallo y la vaina donde el pecíolo se inserta en el tallo. El conjunto de hojas puede defoliarse para conseguir la reducción de su tamaño y hacer más proporcionadas las estructuras del árbol. En nuestro medio urbano, al adquirir un bonsái en alguna tienda especializada o vivero se comete el error de tenerlo en el interior de la casa; esto puede ser una grave situación en la cual se compromete la salud del árbol, al grado de correr el riesgo de morir. Recordemos que el bonsái no es un adorno para exhibir y elevar el ego; en él, la máxima eficiencia fotosintética se produce a temperaturas mayores que las que corresponden al mismo árbol en la naturaleza, justo porque en los bonsái hay una masa fotosintética verde, en proporción, superior a la del árbol en su estado natural.
 
Éste es otro motivo por el que es tan importante tener los bonsái al aire libre, en donde puedan obtener de la naturaleza el calor y la humedad necesarios para llevar a cabo su fisiología.
 
Como el bonsái se encuentra en un medio reducido, es necesario proveerlo cada quince días de los nutrimentos básicos, que son nitrógeno, fosfato y potasio, entre otros. Al entender los procesos fisiológicos de un árbol, éste tendrá mayores oportunidades de desarrollarse sanamente a fin de aplicar las técnicas milenarias en él, como son la defoliación, la poda, el transplante, el retiro de corteza, la preservación de su madera o el alambrado, entre otras, para que pueda llegar a ser un bonsái. Debe mencionarse que un árbol entrenado en maceta se denomina hachiue; al respecto, un estudiante de este arte debe ser paciente y constante, ya que un árbol entrenado debe pasar siete años en maceta para ser considerado como un bonsái.
 
Un elemento primordial del bonsái es que puede inspirar y elevar el espíritu humano: este hecho es aceptado tanto por entusiastas aficionados como por maestros bonsayistas. Es una alternativa para fomentar el amor y cuidado de la naturaleza.
 
El bonsái en México
 
El bonsái llegó a México durante la última fase del Porfiriato con Tsasugoro Matsumoto, a quien Porfirio Díaz contrató para dar mantenimiento a los jardines del castillo de Chapultepec. Además de laborar para don Porfirio, este maestro bonsayista trabajó para otros presidentes como Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán. A pesar de los esfuerzos del señor Matsumoto, este arte fue relegado y olvidado hasta la década de los setentas, cuando el ingeniero Emigdio Trujillo se convirtió en uno de los primeros mexicanos que desarrollaron esta técnica en el país. En diversas entrevistas, Trujillo (quien actualmente tiene su vivero en Atlixco) comenta que al principio en México no existía información sobre los bonsáis.
 
En el año 2004, en la ciudad de Puebla se fundó el club Shihai Bonsái, cuyo objetivo es crear una escuela de bonsái en donde se puedan aprender las técnicas milenarias de este arte. Además, en 2009, en el parque ecológico Revolución Mexicana se instaló el museo nacional del bonsái, el TenryuJi. Allí, al aire libre, se puede apreciar árboles de diferentes especies, que a lo largo de muchos años han sido entrenados como bonsái. Hay que resaltar que los clubes mexicanos se preparan y actualizan constantemente con las visitas de maestros de nivel internacional como el italiano Marco Invernizi y Pedro Morales de Puerto Rico, entre muchos más. Otro esfuerzo importante en México es la creación del museo Tatsugoro, ubicado en Fortín de las Flores, Veracruz, el primero en su tipo en toda Latinoamérica.
 
En la actualidad, los árboles se pueden obtener en los viveros de cualquier parte del país y, como no es necesario mantenerlos en estado silvestre, no se ponen en riesgo especies arbóreas. Se genera asimismo una derrama económica, ya que se ayuda a los empresarios de los viveros y maceteros. Además, por su tamaño, los bonsái pueden ser una buena alternativa para mantener árboles en los patios y jardines de nuestro hogar, contribuyendo al cuidado del medio ambiente y promoviendo la armonía, la tranquilidad y la creatividad.
 
Como bien lo ha expresado en diversas ocasiones el señor Egmidio Trujillo, introductor e impulsor del bonsái en México: “un bonsái nunca está terminado, siempre existe algo para embellecerlo o mostrar la belleza oculta que esconde”.chivi101
 
 
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Chan, Peter. 1992. Bonsái. Libros Cúpula, Barcelona.
Lesniewiccz, Paul. (S/A) Bonsái, arboles en miniatura. Reverte, Barcelona.
Metz, Hermann. 1994. Bonsái: un manual básico. Omega, Barcelona.
Morales, Pedro. 2004. Lecciones básicas de bonsái. Millenium, San Juan (Puerto Rico).
Morales, Raquel. 2008. La enciclopedia del bonsái. Libsa, Madrid.
Naka, John. 1998. Técnicas de bonsái. Omega, Barcelona.
Nessman, JeanDaniel. 1998. Guía para el cuidado del bonsái, consejos prácticos. Suromex, México.
Pfisterer, Jchen. 1997. Bonsáis. Everest, León (España).
Prescott, David. 2001. Manual del bonsái. Blume, Barcelona.
Revista Bonsái de México. 2008. Año 1, vol. 1, núm. 1.
Revista Bonsái de México. 2009. Año 1, vol. 1, núm. 5.
Roger, Alan. 1994. Bonsái. Blume, Barcelona.
Trujillo, Emigdio. 2000. El arte del bonsái. Bazar de plantas, México.
 
     
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Rodolfo Blanco Trucios,
Escuela de Biología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Federación Mexicana del Bonsái.
 
Es médico cirujano y maestro certificado por la Federación Mexicana del Bonsái (FEMEXBO). Es presidente fundador de la Asociación Shihai Bonsái.
 
 
Francisco Javier Jiménez Moreno
Escuela de Biología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Federación Mexicana del Bonsái.
 
 
Es estudiante de la Escuela de Biología de la BUAP. Es miembro de la Sociedad Mexicana de Ornitología, delegación Puebla, y ha escrito artículos de divulgación científica; es colaborador de la Asociación Shihai-Bonsái Puebla.
 
Rondy Martínez Cendo
Escuela de Biología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Federación Mexicana del Bonsái.
 
 
Es técnico laboratorista, maestro certificado por la FEMEXBO y fundador de la Asociación Takumi Bonsái en la ciudad de México.
 
 
como citar este artículo
 
Blanco Trucios, Rodolfo y Jiménez Moreno Francisco Javier, Martínez Cendo Rodny. (2011). El arte del bonsái. Ciencias 101, enero-marzo, 26-33. [En línea]
     





 

       
 
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Esquemas para
pensar
 
 
César Carrillo Trueba
   
   
     
                     
                     
Desde su aparición, la agricultura moderna ha menospreciado
las prácticas antiguas occidentales así como las de los demás pueblos del mundo. Basada en el propósito de obtener altos rendimientos empleando variedades seleccionadas por un rasgo que ha sido seleccionado para obtener un mayor provecho —las cuales son sembradas en monocultivo en grandes extensiones y con costosos insumos—, es un fiel reflejo del modo de pensar que impera en nuestra sociedad. Homogeneidad, grandes concentraciones, devastación del terreno para establecer la plantación, monoespecificidad, falta de sustentabilidad, dependencia de insumos permanentes y costosos, de semillas que han sido patentadas por compañías privadas, acaparamiento de tierras, sometimiento de otras formas de producir, control de la mano de obra, explotación de jornaleros y otros tantos rasgos más forman prácticamente una manera de ver el mundo y de relacionarse con él, tanto con la naturaleza como con la sociedad.
 
El uso de los bosques es ilustrativo de esta mentalidad. Los proyectos de desarrollo en este ámbito consisten en vastas plantaciones de una sola especie que posee algún rasgo interesante: el crecimiento rápido o la madera suave, fácil de trabajar, como es el caso del eucalipto. En México, este tipo de plantaciones pretendían instalarse en tierras rentadas durante algunas décadas —a una comunidad, por ejemplo—, con el fin de plantar árboles que permitieran obtener beneficios en corto tiempo —por ejemplo, para producir celulosa—, sin importar el empobrecimiento del suelo que resultaría de ello, prácticamente inservible para cultivar algo al final. El beneficio privado es lo principal.
 
Por el contrario, el manejo tradicional de los ambientes forestales tiene múltiples propósitos y no uno solo, por lo que en ellos crecen árboles de especies diferentes junto con otras plantas que viven bajo su sombra o sobre ellos, o incluso se cultiva café y palma, y se favorecen plantas alimenticias y medicinales. Además, de una especie de árbol se pueden obtener múltiples productos y beneficios —madera, frutos, corteza, raíces, hojas—, ya sea para hacer muebles, casas, ropa, artesanía o para alimento, forraje, medicina y la venta —lo cual permite allegarse recursos monetarios indispensables para satisfacer ciertas necesidades (zapatos, útiles escolares, etcétera) surgidas de recientes cambios sociales.
 
Esta forma de uso implica una red de relaciones entre plantas, entre personas, plantas y personas, plantas y diversos factores ambientales —el agua y el clima, por ejemplo—, y entre estos y los animales que los habitan, y todo lo anterior y los humanos; pero también entre cada parte del árbol en cuestión y dichos elementos. Es una manera de relacionarse que integra el corto y el largo plazo, las relaciones con el suelo, los animales, las plantas y con otras personas, pues implica tareas que requieren el trabajo de grupo y con los habitantes de las ciudades, ya que algunos de los productos obtenidos tienen ese destino y algunos han encontrado circuitos orgánicos o de comercio justo.
 
Posee por tanto un sentido comunitario muy amplio. Constituye una visión compleja, fina e integral, en donde humanos y naturaleza no son separados sino vistos como parte de una unidad. Es reflejo de una manera de pensar, de relacionarse con el mundo, de vivir y convivir.
 
Presentados a manera de diagrama en un libro escrito por Vandana Shiva —una célebre activista hindú—, estas formas de uso de los bosques sintetizan dos maneras de pensar, completamente opuestas el día de hoy, algo que se puede apreciar en los conflictos que han desatado los cultivos transgénicos en muy diferentes partes del mundo.
 
Como señala Brian Goodwin, especialista en sistemas complejos, el primer esquema es reflejo de una mentalidad que “surge directamente de una ciencia reduccionista de cantidades, la cual considera las especies en términos de rasgos específicos que pueden amplificarse para obtener un alto rendimiento de determinados productos”; en él, “la mayoría de las conexiones entre tales productos están rotas”. Mientras que en el segundo, “el uso tradicional de productos naturales los integra en un sistema global, equilibrado y sostenible, intrínsecamente robusto gracias a la multiplicidad de componentes interactivos”.
 
 
Esquema 1
Esquema1
Esquema 2
Esquema2
 
 
 
Vistos frente a frente, como imágenes, estos diagramas reflejan claramente dos visiones del mundo; son esquemas que orientan el pensamiento y la acción: son esquemas que dan a pensar.chivi101
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Goodwin, Brian. 1994. Las manchas del leopardo. La evolución de la complejidad. Tusquets, Barcelona, 1998.
Shiva, Vandana. 1993. Monocultures of the Mind. Zed Press, New Delhi.
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César Carrillo Trueba
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 

 

como citar este artículo

Carrillo Trueba, César. (2011). Esquemas para pensar. Ciencias 101, enero-marzo, 24-25. [En línea]

     

 

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Física e historia en el siglo xxi: encuentros y desencuentros
     
Alma Silvia Díaz Escoto
   
               
               

 

Soy hija de un profesor de física que durante las sobremesas
familiares acostumbraba dar conferencias magistrales, que yo disfrutaba entre la admiración y la incomprensión. Sus exposiciones sobre Einstein, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, el caos, la incertidumbre, la antimateria, las realidades paralelas, los hoyos negros y la relación entre el mundo de lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande me resultaban tan fascinantes que llegué a preguntarme por qué las clases de física en la escuela eran tan aburridas. En cambio, las de historia eran tan interesantes que decidí hacer la carrera en el tema, aunque siempre guardé un secreto amor por la física que me ha llevado a leer una gran cantidad de textos de divulgación sobre la materia.
 
Como historiadora especializada en México contemporáneo, me he dado cuenta de las muchas dificultades metodológicas que enfrenta la investigación histórica en la actualidad, al mismo tiempo que he seguido la trayectoria de las investigaciones sobre física y el asombro con que los científicos han ido aceptando las evidencias científicas del siglo xx. Esto me ha llevado a reflexionar sobre la posible relación entre los nuevos paradigmas científicos y las discusiones y reflexiones en torno al quehacer histórico, así como a la posible influencia de las teorías más recientes de la física en las nuevas corrientes historiográficas.
 
La ciencia es una útil herramienta de interpretación que sirve para resolver distintos problemas —físicos, químicos, biológicos, sociales, históricos, etcétera— que presenta el universo y, que a lo largo de la historia, se ha transformado de acuerdo a los problemas y demandas de solución de cada época.
 
Orden, desorden, caos e incertidumbre
 
Hacia finales del siglo xix, algunas voces ya cuestionaban los fundamentos de la física. Entre 1900 y 1927, científicos como Einstein, Planck, Bohr, Heisenberg, Schwarzschild, Schrödinger, Born, De Broglie, Lorentz, Pauli, Dirac, entre otros, debilitaron con sus teorías el sólido edificio de la física clásica. Así lo expresó Edgar Morin en Introducción al pensamiento complejo: “la complejidad ha vuelto a las ciencias por la misma vía por la que se había ido. El desarrollo mismo de la ciencia física, que se ocupaba de revelar el orden impecable del mundo, su determinismo absoluto y perfecto, su obediencia a una ley única y su constitución de una materia simple primigenia (el átomo) se ha abierto finalmente a la complejidad de lo real”.
 
La investigación sobre física del siglo xx rompió con los paradigmas de la modernidad y sus definiciones específicas y sus respuestas únicas para problemas únicos.
 
En un artículo publicado en la revista Anales de Física en 1905, “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, Albert Einstein sentó las bases de la teoría de la relatividad. El argumento central de esta teoría es que no existen ni el tiempo ni el espacio absolutos y que la velocidad de la luz es la misma para todo observador, sin importar si está o no en movimiento. Además comprobó que, conforme una velocidad se aproxima a la de la luz, el tiempo transcurre con más lentitud, es decir, que la luz no envejece.
 
Al mismo tiempo, a partir de los descubrimientos de Planck se establecieron las bases de la teoría cuántica, la cual establece que la energía no se transporta en forma continua, como se creía anteriormente, sino en forma de paquetes llamados cuantos. Además se hizo otro descubrimiento, que Hawking expresa así en Historia del tiempo: “la mecánica cuántica no predice un sólo resultado para cada observación. En su lugar predice un cierto número de resultados posibles”.
 
En medio de la sorpresa y la incredulidad de la comunidad científica ante estos hallazgos, Bohr dijo que “si al pensar en la mecánica cuántica no se siente vértigo, es que realmente no se ha entendido”.
 
Más aún, expone Edgar Morin: “se ha descubierto en el universo físico un principio hemorrágico de degradación y de desorden (segundo principio de la termodinámica); luego, en el supuesto lugar de la simplicidad física y lógica, se ha descubierto la extrema complejidad microfísica; la partícula no es un ladrillo primario, sino una frontera sobre una complejidad, tal vez inconcebible; el cosmos no es una máquina perfecta, sino un proceso en vías de desintegración, y al mismo tiempo de organización”.
 
A partir de estos descubrimientos se modificó aquella concepción esencial del átomo (atomo = sin división) que lo consideraba la base indivisible de toda la materia, y se estableció que el átomo es un elemento muchísimo más complejo conformado, según señala Luis de Alba, “por electrones externos y quarks up y down en el centro formando protones y neutrones (nucleones) unidos por mensajeros de fuerza llamados gluones. Además, fuera del átomo están los neutrinos a los que nadie encuentra utilidad”. Y todavía más, existen indicios de que los quarks podrían estar compuestos de formas diversas de vibración, cuyo elemento fundamental podría ser información. Es decir, probablemente la base esencial, el tan buscado principio fundamental, el apeirón, puede ser la información.
 
Por otra parte, se descubrió que el electrón no es un hecho en sí, sino un paquete de ondas de probabilidad con diversas trayectorias posibles y eventualmente, como expresa De Alba, “la información, no la mente consciente, sería responsable de que un electrón observado se comporte de distinta manera que uno no observado”.
 
Entonces, contrario a lo que se creía, el electrón puede ser una onda o una partícula y es en función del experimento que puede determinarse el comportamiento del electrón, ya sea como onda o como partícula. Es decir, onda y partícula son estados complementarios del electrón; o sea, el electrón es las dos, en tanto no se establezca alguna de ellas a partir de un experimento.
 
Así, la ciencia física que anteriormente se basaba en certezas y leyes tuvo que admitir, como expresa Luis de Alba, “que no podemos conocer de manera simultánea ciertas variables del mundo subatómico, no por problemas con la iluminación, sino porque no están determinadas, no existen antes de la observación”.
 
De acuerdo con Luis Enrique Otero Carvajal, el principio de incertidumbre postulado por Heisenberg contradice por completo los postulados de la física clásica acerca de la relación entre observador y observado, al sostener que no es posible conocer simultáneamente la posición y el impulso de una partícula, con lo que se rompió con la antigua pretensión de la física moderna de alcanzar mediante el conocimiento todos los fenómenos físicos del Universo.
 
 
La afirmación de que la luz unas veces se comportaba como partícula y otras como onda causó desconcierto y polémica. Más aún, según Luis de Alba, se descubrió que “el quantum de luz era ambas cosas o, mejor todavía, no era ninguna de ellas y nos presenta una respuesta según la pregunta que hagamos”.
 
En relación con el principio de incertidumbre, al inicio de los años cuarenta, atónito con los descubrimientos de la teoría cuántica, Einstein expresó aquella famosa frase: “no puedo creer ni por un solo instante que Dios haya decidido jugar a los dados con el Universo”.
 
Los físicos, antes ocupados en descifrar las leyes del orden universal, empezaron a estudiar el desorden, el caos y la incertidumbre. Según expresa De Alba, los científicos tuvieron que reconocer que “todos los electrones son iguales porque no hay más que uno en todo el Universo, este electrón aparece una y otra vez en cada átomo, en cada molécula de cada objeto, ser vivo o no, planeta, estrella, galaxia, cúmulo de galaxias. El único electrón viene del pasado, lo observamos en el presente y continúa hacia el futuro, regresa en el tiempo como un positrón (la antimateria del electrón) y regresa al presente, que fue pasado cuando venía del futuro y es futuro cuando regresa a un pasado más lejano. Es una danza que llena el espacio y el tiempo”.
 
Ambas, la teoría de la relatividad y la teoría cuántica, revolucionaron las formas de concebir el Universo; ambas sirven para explicarlo, un universo dinámico y en expansión que se originó con la gran explosión. La relatividad explica las distancias estelares entre galaxias en movimiento a una velocidad cercana a la de la luz. La cuántica explica cómo y de qué están conformadas las galaxias.
 
Si bien estas nuevas teorías no anulan las anteriores, mostraron que las leyes que sirven para comprender lo visible no son las mismas que explican el mundo de lo invisible y, como expresa Morin, “se hizo evidente que la vida no es una sustancia, sino un fenómeno autoecoorganizador extraordinariamente complejo que produce autonomía”.
 
Ante este panorama, la física se ha convertido en una forma de pensar el mundo, capaz de deconstruir conocimientos establecidos y erradicar las viejas creencias de un Universo estable, regular y definitivo. Es una ciencia que se muestra abierta a descifrar el 99% de espacio aún desconocido del Universo.
 
Con la transformación de los paradigmas científicos de la modernidad, cambió la representación del Universo y la naturaleza; aún más, según Otero, llegó a su fin la “vieja ilusión mecanicista, con lo que todo el edificio de la física clásica que tantos esfuerzos había costado levantar se tambaleaba peligrosamente”. Fue entonces que se cuestionaron duramente la concepción determinista de la ciencia, la certeza de un progreso indefinido de la ciencia y la eventual posibilidad de dominar la naturaleza.
 
Sin duda, estos avances científicos han repercutido en el desarrollo tecnológico (por ejemplo: la tecnología en miniatura, nanotecnología), pero no siempre han servido para el bienestar de la humanidad, pues muchas veces han sido y siguen siendo causantes de terribles catástrofes.
 
Quedan muchas incógnitas. Stephen Hawking, al introducirse en el estudio de los llamados agujeros negros, comprendió que es imposible predecir la evolución del Universo y respondió a aquella inquietud de Einstein sobre el caos, el azar y la incertidumbre, con la afirmación de que Dios no sólo juega definitivamente a los dados sino que además a veces los lanza hacia donde no podemos verlos y todavía guarda algunos ases en la manga.
 
La historia, ¿ciencia o teoría?
 
Es indudable que los avances científicos en la física han influido en el quehacer histórico, toda vez que, como expresa Edgar Morin, “lo que afecta a un paradigma, es decir, la clave de todo un sistema de pensamiento, afecta a la vez a la ontología, a la metodología, a la epistemología, a la lógica y, en consecuencia, a la práctica, a la sociedad, a la política”.
 
A la par de las nuevas concepciones en las ciencias duras surgieron en las ciencias sociales y las humanidades inquietudes por estudiar los aspectos inestables, desordenados y caóticos de las sociedades; unidad y diversidad; continuidades y rupturas, etcétera.
 
Así, a lo largo del siglo xx, en medio de grandes discusiones entre historiadores, surgió una serie de corrientes historiográficas: la escuela de los Annales, la de Frankfurt, la historia de las mentalidades, la historia crítica, las escuelas marxistas, la escuela inglesa, la historia social, la cultural, la microhistoria, el relativismo, la historia posmoderna, la teórica, etcétera. Básicamente, cuestionaban las formas de construcción del discurso histórico, o sea el positivismo primero y el historicismo después. Sin embargo, en la práctica se ha seguido privilegiando la forma positivista de hacer historia, no en vano Carlos Aguirre escribió en su Antimanual del mal historiador que: “el primer pecado capital de los malos historiadores actuales es el positivismo, que degrada la ciencia de la historia a la simple y limitada actividad de la erudición”.
 
Tomando ciertos postulados de las nuevas teorías de la física se empezaron a cuestionar las formas de analizar los procesos históricos. Joseph Fontana expone a manera de analogía que “algunos historiadores aluden a que en la actualidad las leyes de la física expresan posibilidades y no certezas”.
 
Al mismo tiempo, se cuestionaban aspectos sociales relacionados con la vieja idea decimonónica de orden y progreso y la idea de linealidad en los procesos históricos. Para Fontana, “la linealidad es, de hecho, una consecuencia necesaria del fin de la historia, propugnado por una burguesía triunfante que tiene interés en hacernos creer en la existencia de un único orden final de las cosas”. La mayoría de las nuevas escuelas historiográficas coinciden en que el devenir histórico no necesariamente conlleva procesos de progreso constante como se aseguraba anteriormente; de hecho, con frecuencia se presentan retrocesos, de tal suerte que hoy la idea misma de progreso está en duda.
 
Otro aspecto que ha desatado polémica es el de la concepción del tiempo y su relatividad en la historia. Aguirre plantea que “no son iguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revolución social que los tiempos de lenta evolución; los tiempos de auge y crecimiento que los de decadencia”. En tanto, Braudel expresó que el tiempo newtoniano no es el tiempo histórico y que para comprender los procesos de la historia es necesario observarlos en la corta, en la mediana y en la larga duración.
 
Un tema más de discusión, siempre latente, es aquel relacionado con la factibilidad de considerar la historia como ciencia. Autores como José Carlos Bermejo definitivamente le niegan tal derecho, ya que según dice la historia, “carece de un lenguaje de validez universal y porque es incapaz de formar conceptos”.
 
Los cuestionamientos han tocado incluso el tema de la utilidad de la historia; no obstante, Bermejo dice que algunos autores sostienen que la historia “ha entrado en crisis, otros siguen proclamando su vigor y creyendo en su validez, ya sea en sus formas más tradicionales […] o en otras formas más adaptadas al mundo de la imagen y los medios de comunicación de masas”.
 
La mayoría de las nuevas corrientes historiográficas son en cierta manera reformistas, proponen algunas transformaciones teóricas y metodológicas, pero no se plantean una verdadera nueva forma de hacer historia, tal vez porque, como Einstein, en un momento dado temen perder el piso determinista que les da seguridad, y sienten el vértigo que la física cuántica provocó en la comunidad científica en el siglo pasado.
 
No obstante, una corriente que podría considerarse distinta y que está dispuesta a replantearse el marco teórico del quehacer histórico es la historia teórica, que es mucho más cercana a la filosofía de la ciencia que a la historiografía. Bermejo explica que “la historia teórica pretende analizar las posibilidades y los límites del conocimiento histórico […], no se propone conocer el pasado, sino simplemente analizar el conocimiento”.
 
Bermejo expone que todas las corrientes historiográficas, excepto la historia teórica, ven a la historia como discurso y que la única diferencia entre ellas es la forma en que cada una define la realidad histórica, ya que ven a la historia como “un proceso de investigación del pasado a partir de los documentos; esos documentos que están a nuestra disposición nos permiten alcanzar un conocimiento suficiente del pasado y, por lo tanto, conocer la realidad histórica, que a su vez puede ser expresada en los textos de los libros de historia”.
 
Más aún: no podemos soslayar que existe una historia escolar de carácter oficial que tiene como propósito dar identidad, promover el nacionalismo, justificar el sistema sociopolítico, dar sentido al sistema de creencias, etcétera; gran parte de la investigación histórica sirve a esta causa. Por otra parte, la investigación histórica que tiene como propósito generar conocimiento y explicar el pasado para comprender el presente tampoco goza de mucha independencia, toda vez que, en general, es financiada por el propio Estado.
 
Bermejo cuestiona el papel del discurso histórico como ideología y al historiador como ideólogo al servicio de la clase dirigente, ya que plantea que el historiador no puede seguir desempeñando ese papel, en vista de que el poder ya no lo necesita.
 
Además, el mismo quehacer científico está en tela de juicio, pues actualmente es difícil distinguir el conocimiento científico del que no lo es. Bermejo explica en ¿Qué es la historia teórica?: “lo que ocurre en la actualidad es que la propia idea del método científico ha entrado en cierto modo en crisis, al reconocer los filósofos de la ciencia que el problema de los criterios de demarcación, es decir, de aquel conjunto de criterios que nos permitan diferenciar a la ciencia de lo que no lo es, no posee una solución fácil”.
 
Por otra parte, los sociólogos que han tratado de explicar las sociedades humanas culpan al modelo liberal burgués de las catástrofes del siglo xx; más allá de proponer nuevas formas de investigación para fenómenos sociales, han propuesto cambios profundos en las sociedades, por ejemplo: Immanuel Wallerstein sugiere como uno de los elementos principales para el debate mundial pensar en estructuras “que den primacía a la maximización de la calidad de vida para todos, al mismo tiempo en que se limiten las formas de violencia colectiva, de manera que cada cual tenga el más amplio espacio de opciones y decisiones individuales, sin que se amenace la igualdad y sobrevivencia de derechos de los demás, en lugar de hacer de la incesante acumulación de la riqueza la lógica primaria de las decisiones políticas y sociales”.
 
Considero, sin embargo, que primero es necesario entender mejor cómo funcionan y han funcionado las sociedades humanas —en su complejidad— a lo largo del devenir histórico, antes de culpar o hacer consideraciones sobre cómo debería ser la sociedad, pues sin una comprensión más amplia del fenómeno no se pueden hacer propuestas realistas o éstas sólo quedan en discursos y buenas intenciones.
 
A juzgar por los periodos en que se han dado las polémicas entre historiadores y se han conformado las nuevas corrientes historiográficas, así como por los temas de interés de los historiadores en los diferentes momentos y espacios geográficos, me atrevería a afirmar que más allá de las investigaciones que algunos historiadores hayan hecho a partir de las nuevas teorías científicas, sus reflexiones han sido guiadas por los grandes acontecimientos del siglo xx que han cimbrado a la humanidad: las dos guerras mundiales, las revoluciones, las otras guerras, los movimientos libertarios del 68, la caída del bloque socialista, etcétera. Como expresó Collinwood, “los historiadores no miran los fenómenos sino a través de ellos. Es decir, a los historiadores los mueve a reflexión los acontecimientos de su presente y de su pasado inmediato. Al tratar de comprender y explicar los hechos de su tiempo acuden a escudriñar en el pasado más remoto. Puedo afirmar, entonces, que los acontecimientos sociales del siglo xx han sido el gran motor para la reflexión histórica, y que los avances científicos han sido un elemento más.
 
Por lo anterior, el historiador debería estar dispuesto a replantear sus paradigmas y dejar caer sus viejas metodologías y formas de interpretación de los procesos históricos, como en su momento hicieron los físicos del siglo xx. Como expresara Pablo Escalante en Educación e ideología en el México antiguo: “al mirar el pasado, al hurgar en él, tenemos que estar dispuestos a mancharnos hasta el cuello. Lo terrible y lo sublime se mezclan en un cuadro que contemplamos con la única misión de explicarlo. No se trata de recoger lo exquisito y desprendernos de lo grosero, de lo tosco, de los hombres y sus conflictos. Los que sirven la historia sobre vajillas de plata y manteles blancos están pateando por debajo de la mesa a los hombres de carne y hueso que reclaman su sitio”.
 
Por último, más allá del desarrollo científico en las ciencias exactas, en las ciencias sociales y en las humanidades se hace necesario repensar la idea misma de ciencia, su función social, sus aparatos conceptuales, sus fundamentos teóricos, sus métodos y la interrelación de conocimientos, ya que, como escribió Edgar Morin, “la ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos. Si, efectivamente, el espíritu humano no puede aprehender el enorme conjunto del saber disciplinario, hace falta entonces cambiar el espíritu humano o el saber disciplinario”.chivi101
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Referencias bibliográficas
 
Aguirre Rojas, Carlos Antonio. 2002. Antimanual del mal historiador. La Vasija, México.
Bermejo Barrera, José Carlos. 2004. ¿Qué es la historia teórica? Akal, Madrid.
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Escalante, Pablo. 1985. Educación e ideología en el México antiguo. El Caballito, Introducción, sep, México.
Fontana, Joseph. 2002. La historia de los hombres: el siglo xx. Crítica, Barcelona.
González de Alba, Luis. 2000. El burro de Sancho y el gato de Schrödinger, Paidós, México.
Grosfoguel, Ramón. 2006. “Del final del sistema mundo capitalista hacia un nuevo sistema histórico alternativo: la utopística de Emmanuel Wallerstein”, en Nómadas, núm. 25. Pp. 4452.
Hawking, Stephen. 1988. Historia del tiempo. Crítica, México.
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Markarian, Roberto y Rodolfo Gambini (eds.). 1997. Certidumbres, incedrtidumbres y caos. Reflexiones en torno a la ciencia contemporánea. La Vasija, México.
Morin, Edgar. 1990. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa, Barcelona.
Otero Carvajal, Luis Enrique. 1993. “La revolución científica del siglo xx”, en Cuadernos del mundo actual, (Historia, 16), Madrid.
Walsh, W. H. 1991. Introducción a la filosofía de la historia. Siglo XXI, México.
 
     
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Alma Silvia Díaz Escoto
Dirección General de Bibliotecas,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
Es estudiante en la maestría en Historia en la UNAM, imparte cursos en la ENP y en el Colegio de Pedagogía de la facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Es técnica académica en el área de Recursos de Información Electrónica de la Dirección General de Bibliotecas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 
como citar este artículo
 
Díaz Escoto, Alma Silvia. (2011). Física e historia en el siglo XXI: encuentros y desencuentros. Ciencias 101, enero-marzo, 48-55. [En línea]
     

 

       
 
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H2O.
Una biografía del agua

 

 
Philip Ball
FCE / Turner
México, 2010.
   
   
     
                     
                     
Algunas sustancias se vuelven míticas. Trascienden las
propiedades físicas y químicas de su existencia y se manifiestan en nuestras mentes como símbolos, como cualidades. En el inconsciente colectivo de una cultura, su constitución material se vuelve secundaria en relación con su valor simbólico. Para los alquimistas, el oro era algo más que un metal: era la perfección, la meta de una búsqueda espiritual. No basta con decir que el fuego es un gas luminiscente, o que hay algo vital e irrevocable en la sangre que la convierte en algo más que una suspensión coloidal. En general, cualquier descripción científica de las sustancias míticas será por fuerza decepcionante.
 
No tiene por qué ser así necesariamente con el agua. Aun cuando la despojemos de sus adornos simbólicos, de su vínculo con la pureza, el alma, lo material, la vida y la juventud; aunque la reduzcamos a mero objeto de la química de laboratorio o de la geología, el agua continuará fascinándonos. Lo que a simple vista es tan sólo una molécula, ha implicado desde siempre profundos y variados desafíos para la ciencia.
 
Pero, ¿por qué una biografía? La respuesta es que, al igual que los seres humanos, el agua tiene ciertas características inmediatas, evidentes y familiares que sólo pueden entenderse, en todo caso, si consideramos su constitución más profunda, las fuerzas ocultas que determinan su comportamiento. Por ello estoy obligado a estudiar la naturaleza íntima del agua, los elementos físicos y químicos que conforman su personalidad única. Moldeada por las fuerzas de la física, el agua lleva una vida notable en todo el ancho mundo. Observaré la influencia que ejerce en la vida, en los entornos planetarios de la Tierra y de otros universos y estrellas, e incluso en nuestras propias ideas preconcebidas sobre las posibilidades de la ciencia.
 
Para este viaje a través del lugar que el agua ocupa en la creación, es preciso que exploremos sus orígenes en dos sentidos: el primero, material y el segundo, conceptual. Siempre existe más de un camino para narrar los avatares de una vida. Tenemos, por un lado, la historia de la persona pública, y por el otro la narración de los hechos reales (los cuales, en toda biografía, siempre serán indefinidos e imprecisos, solamente conocidos por la persona misma y, aun así, sólo de manera parcial). Tenemos, además, la cuestión de la genealogía y, si queremos ser precisos, la cuestión del origen, incuso de las raíces de la especie. Está también la historia del lugar que ocupa esa persona en la cultura: ¿podría alguien narrar, por ejemplo, la vida de Henry Ford sin hablar del desarrollo cultural de nuestra evolución respecto al automóvil? Del mismo modo, no podemos eludir la conclusión de que el agua constituye una fuerza de cambio social para la humanidad, un recurso precioso que debemos atesorar, explotar y usar sabiamente, ya que la alternativa sería la privación, la enfermedad, la degradación medioambiental, el conflicto y la muerte.
 
Con el agua tenemos por lo menos la ventaja de que nuestro objeto impersonal nos permite una distinción inusualmente definida entre nuestras actitudes y los hechos. Nuestras convicciones sobre lo que es el agua han sufrido dramáticas revisiones en el transcurso de la historia, y no es necesario decir que en cada una de esas épocas hemos creído que nuestra visión del momento era la única verdadera. Esta historia nos pone frente a un espejo y nos permite ver cómo nuestra percepción del mundo material ha dado enormes saltos mortales a lo largo de los siglos. Sin embargo, en todo ese tiempo, el agua ha sido siempre lo que todavía es en nuestros días: H2O, un curioso compuesto químico con su propia historia personal. Algunos pasajes de esa historia pueden reconstruirse ahora, otros siguen siendo un misterio. Pero sea cual fuere la manera en que queramos contarla, el agua vino del Universo, y allí sigue todavía.
 
Ahora bien, ¿cuántos de nosotros, aparte de los químicos, evocan en su mente esa molécula con forma de banana cuando alguien menciona al agua? En su lugar, nos vienen a la mente ríos, arroyos, fuentes burbujeantes, vastos océanos. Vemos un líquido, el arquetipo de todo lo que fluye (así podemos imaginarlo). No en vano la ciencia de los fluidos se llama hidrodinámica, derivada de la raíz griega hydor (agua). El agua, por supuesto, no es la única sustancia que constituye un líquido, pero muy pocas hacen tanto por las condiciones de temperatura y presión bajo las cuales resulta agradable vivir. Por esa razón, apenas nos sorprende que los antiguos filósofos de la naturaleza, cuando veían fundirse algún metal, pensaban que esas sustancias eran portadoras del agua misma. El carácter singular del agua reside fundamentalmente en su estado líquido, razón por la cual tendré que ahondar más en el poco atendido mundo de la física de los líquidos, sólo para descubrir hasta qué punto el agua echa por tierra radicalmente todo el espectro de las teorías.
 
Cualquier forma célebre atrae a los mitos, y el agua los tiene en abundancia. Ya estamos familiarizados con los antiguos mitos: el mundo surgió a partir de un océano primigenio, el diluvio bíblico. Pero en los capítulos 10 y 11 exploro otros mitos del siglo xx, mitos sobre el agua salidos del seno de las ciencias naturales, extrañas ideas e historias surgidas a partir de la genuina singularidad de la sustancia que nos ocupa. Se trata de un largo periplo que recorre ejemplos de pseudociencia, pasa por otros que son ciencia a medias y llega hasta casos de ciencia genuina que han entendido erróneamente su objeto o, sencillamente, han hecho mal su trabajo. Es preciso que estemos alerta si deseamos comprender el agua en todos sus disfraces.
 
Todavía podría decirse mucho más acerca del agua, pero esta biografía no agota el tema. Nos quedarían todavía por estudiar sus influencias poéticas y literarias, o decir algo más sobre sus distintos papeles sociales, históricos y tecnológicos. El agua necesita varios biógrafos, pues ella no es un personaje individual, sino un universo cultural en sí mismo, con leyes, artes, una geografía y una historia únicas. Lo que aquí pretendo es relatar el secreto más íntimo de la naturaleza del agua, explicar por qué es una sustancia tan notable y por qué, por eso mismo, constituye la matriz de la vida.chivi101
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Fragmento del prólogo.
 
 

 

 

como citar este artículo

Ball, Philip. (2011). H2O Una biografía del agua. Ciencias 101, enero-marzo, 72-73. [En línea]
     





 

       
 
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Hacia nuevos modelos
educación popular
en América Latina

 

Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad
   
   
     
                     
                     
Es bien sabido que América Latina es una de las regiones
más desiguales del planeta. Según cifras del Banco Mundial, el 20% de la población más rica recibe 57% de los ingresos de la región, mientras que el 20% más pobre recibe sólo 3% de tales ingresos. Esta inequidad se refleja en todos los ámbitos de la vida social latinoamericana. Según datos del mismo organismo, la región ha tenido avances sustantivos en materia educativa en los últimos años: como parte de las Metas de Desarrollo del Milenio, Latinoamérica está cerca de cumplir el objetivo de proveer educación primaria universal para el año 2015. Al mismo tiempo, ha reducido la brecha en el acceso a la educación entre niños y niñas.
 
A pesar de estos avances, es claro que los retos en materia educativa que enfrenta la región son todavía muy grandes. En particular, la desigualdad en el acceso a la educación entre diferentes clases sociales y distintas regiones es mayúscula, al igual que el tipo y la calidad de la misma. No obstante la importancia de la educación para el futuro de cualquier sociedad, los gobiernos de la región no parecen decididos a erradicar esta inequidad. La meta de educación primaria universal, aunque encomiable, es insuficiente para corregir los profundos rezagos que enfrenta el subcontinente. Más aún, no existe un debate público y abierto sobre el tipo de educación que debe cultivarse en la región. ¿Qué educación necesita América Latina? La respuesta depende, entre otras cosas, del tipo de ideales que la región decida adoptar como suyos, y del tipo de futuro que imagine para sí misma.
 
Una respuesta satisfactoria a esta pregunta requiere un proceso de reflexión colectiva. En primer lugar, América Latina requiere modelos educativos que, a fin de contribuir a superar los alarmantes niveles de desigualdad social antes mencionados, hagan accesibles las promesas de educación no sólo a las élites sino a la población en su conjunto. En segundo lugar, se requieren modelos educativos que, de manera creativa, aspiren no sólo a proveer lo mínimo (educación primaria), sino que integren las manifestaciones canónicas de la cultura contemporánea con la vida diaria de todos los individuos y comunidades. Más aún: modelos que promuevan no sólo el consumo crítico de productos culturales como la ciencia, sino también la creación y la innovación mismas. El recientemente formado Instituto Internacional de Neurociencias de Natal Edmond e Lily Safra (iinnels) y el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela son modelos de educación popular, integración comunitaria y creación científica y artística en América Latina que apuntan a lo que puede (¿o debe?) ser la educación en la región.

 

Ciencias del cerebro en Natal
 
Probablemente no muchas personas han oído hablar de Natal, capital de Rio Grande do Norte, una de las regiones más pobres y con mayor grado de analfabetismo de Brasil (34%). Sin embargo, desde el año 2003 esta región es sede de un experimento social que ambiciona transformar la ciencia y la educación allí. Junto con Macaíba, Natal es sede de un Instituto de Neurociencias (iinnels) que pretende ser un centro de investigación científica de excelencia al mismo tiempo que un centro de educación comunitaria. A largo plazo, este proyecto tiene como objetivo contribuir a eliminar la desigualdad económica y social que prevalece entre las regiones noreste y sur de Brasil.
 
Dicho centro fue idea de tres científicos brasileños, Miguel Nicolelis, Cláudio Mello y Sidarta Ribeiro, cuyo trabajo en las neurociencias tiene reconocimiento internacional. Para su lanzamiento, el centro ha contado con el apoyo del gobierno brasileño, empresarios locales tornados filántropos, y numerosos miembros de la comunidad científica internacional. Además de laboratorios de investigación avanzada, el centro incluye un museo, una clínica especializada en salud maternoinfantil y una escuela comunitaria de educación científica para enseñanza básica que atiende actualmente a 600 niños y jóvenes de entre 11 y 15 años.
 
La idea es hacer que Natal sea el primer eslabón en una cadena de ciudades de la ciencia en Brasil, las cuales fungirán como polos de desarrollo social y económico en las regiones más marginadas del país. Dos objetivos sobresalen aquí: el primero es liberar el potencial para la creación científica de los sectores más excluidos de la población brasileña, es decir, abrir caminos que permitan desarrollar a los jóvenes su potencial científico sin tener que migrar. El segundo objetivo es detonar el crecimiento económico regional mediante la vinculación virtuosa de la innovación científica y la creación de empresas, una estrategia a la que, como es sabido, se le está apostando con grandes recursos en varios países de Asia.
 
Las empresas planteadas por quienes iniciaron este proyecto pueden parecer titánicas. No en balde se le ha dado a la fundación detrás de este proyecto el nombre del primer piloto brasileño, Alberto Santos Dumond, quien desafió las expectativas de su tiempo y logró volar. Sin embargo, la rapidez con que esta iniciativa pasó de ser una mera idea a una realidad da pie al optimismo. Hasta ahora, este instituto ha favorecido la descentralización de la producción y apropiación del conocimiento científico (un problema a lo largo y ancho de Latinoamérica) y ha puesto en marcha programas que permiten el acceso a ciencia de alta calidad a los niños que forman parte del sistema de educación pública en Rio Grande do Norte. Además, el elsiinn sí ha aportado descubrimientos importantes en el área de neurociencias, mismos que se han publicado en las revistas científicas más leídas en el campo.
 
 
Beethoven en los barrios
 
El segundo proyecto educativo es la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela. Fundado en 1975 por el economista, político y músico José Antonio Abreu, el Sistema —como se le conoce— ha formado músicos profesionales que hoy son de sobra conocidos por los melómanos del mundo (el director de orquesta Gustavo Dudamel es quizá el ejemplo más notorio). Sin embargo, el objetivo principal de este proyecto es y ha sido siempre el “rescate de la juventud”. Desde sus inicios, el Sistema se ha propuesto dar a los jóvenes venezolanos, sobre todo a los marginados, la oportunidad de desarrollarse personalmente y de contribuir al desarrollo de sus comunidades mediante el quehacer musical.
 
Cuando empezó el programa, Venezuela tenía dos orquestas, compuestas en su mayoría por músicos extranjeros, que hacían música para una audiencia reducida. Más de treinta años después de su fundación, el Sistema cuenta hoy con más de cien orquestas juveniles, medio centenar de orquestas infantiles y más de 250 centros en los que participa alrededor de un cuarto de millón de niños y jóvenes. De estos, una gran parte proviene de familias pobres y marginadas de la sociedad venezolana. Desde los dos años de edad, niños y jóvenes pueden ser incorporados a grupos donde los miembros más avanzados instruyen a los novicios y se hace música colectivamente. Las orquestas y los coros que de aquí surgen se tornan en “modelos de vida” para los individuos, sus familias y sus comunidades, como comenta Abreu: “el desarrollo de un niño en un ámbito musical contribuye al desarrollo intelectual y afectivo de los niños, del sentido de compromiso de responsabilidad, de aporte individual al quehacer colectivo, a la construcción de un sentido de pertenencia, de identidad comunitaria y de autoestima. En la esfera familiar, el niño se descubre importante en su familia y aspira a que su familia y él mismo conquisten mejoras, generando una dinámica social constructiva. La familia entera se enriquece. En la esfera comunitaria la vivencia de la música se vuelve natural, la música deja de ser un lujo y se convierte en patrimonio común de la sociedad. La comunidad entera contribuye al mantenimiento de espacios colectivos y vence la pobreza material y espiritual […] El arte y los valores asociados a ella han dejado de ser un privilegio de élites en Venezuela, para formar parte del acervo cultural del pueblo y han sido parte fundamental de un proceso de integración comunitaria y trasformación social en todas las provincias de Venezuela”.
 
Además de cumplir su objetivo principal como programa social, el Sistema ha creado y crea músicos cuya calidad ha sido reconocida en las más altas esferas de la música clásica. El éxito del programa le ha valido numerosos premios y reconocimientos, y ha llevado a más de veinte países a tratar de adoptarlo.
 
Hacia nuevos modelos
 
Tanto el Centro de Natal como el Sistema ofrecen lecciones y puntos de reflexión para pensar en nuevas formas de transformar para bien los sistemas educativos, de creación científica y artística en América Latina. A pesar de que parecen distintas, estas dos iniciativas tienen elementos en común: ambas buscan hacer accesibles a los sectores más marginados de la población dos elementos culturales que hasta hace poco eran solamente el privilegio de pequeñas élites, a saber: la ciencia y la música clásica. Asimismo, comparten la idea de que el aprendizaje de estos elementos culturales contribuye a reducir la desigualdad educativa y a mejorar aspectos de la vida personal y comunitaria de niños y jóvenes.
 
Tales objetivos pueden sonar descabellados en contextos de desigualdad social tan marcada como los que privan en Latinoamérica, pero ello no ha desanimado a los fundadores de estas empresas, quienes han logrado elaborar respuestas creativas a los retos impuestos por la realidad de las sociedades venezolana y brasileña.
 
Iniciativas como éstas nos recuerdan que, si bien las estructuras sociales de América Latina pueden parecer inamovibles, las posibilidades de la actividad humana para transformar la realidad de manera creativa son vastas. Natal nos muestra la posibilidad de establecer centros de creación científica de vanguardia que al mismo tiempo contribuyan a la educación de los sectores más marginales de nuestras sociedades. El Sistema, por su parte, revela la posibilidad de usar la música (clásica, pero también popular) para atraer la atención, la imaginación y la pasión de los jóvenes a fin de canalizar su energía hacia metas creativas. Otro elemento que comparten estas dos iniciativas es su enfoque decididamente humanista. El objetivo de Natal no es convertir a los niños en científicos, y el Sistema no busca hacer de cada estudiante un músico profesional. Más bien, su objetivo es usar a la ciencia y a la música como instrumentos de transformación social. Ante todo, ambos proyectos comparten el objetivo de permitir a la juventud de Venezuela y Brasil desarrollar su potencial humano y, con ello, impulsar el desarrollo comunitario y social.chivi101
 
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
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Wallerstein, I. 2008. “La depresión, una visión a largo plazo”, en La Jornada, 19 de octubre de 2008, México.
     
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Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
     
 
 
 
Participa en la uccs
Existen varias maneras de apoyar a la uccs y de participar activamente en el trabajo que aquí se realiza. La uccs tiene un manifiesto al cual puede sumarse cualquier miembro de la comunidad científica nacional o internacional, o cualquier ciudadano que esté de acuerdo con él. Para ser miembro activo de la uccs, además de subscribir el manifiesto se deberá de aportar una cuota anual y se podrá participar en alguno de los grupos de trabajo. También es posible subscribirse para recibir boletines informativos conforme estos vayan cristalizándose o participar en alguno de los programas de trabajo voluntario, ya sea como asociado, prestador de servicio social o como miembro activo. Finalmente, la uccs recibe aportaciones voluntarias de cualquier ciudadano que desee colaborar con el proyecto.
 
Vistita el sitio web de la uccs en www.unionccs.net
 
 
 
 

 

como citar este artículo

Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS). (2011). Hacia nuevos modelos de educación popular en América Latina. Ciencias 101, enero-marzo, 44-47. [En línea]
 
 
 
     
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La biodiversidad en México: su conservación
y las colecciones biológicas
     
Rocío Luna Plascencia, Antonio Castañón Barrientos y
Andrea Raz-Guzmán
     
               
               
La biodiversidad es parte de nuestras vidas y constituye
el recurso del que dependen familias, comunidades, naciones y las futuras generaciones. La biodiversidad se describe como la variedad de vida en la Tierra y es una pieza fundamental para el sistema de soporte de la vida: proporciona servicios ambientales básicos para los seres humanos, a saber, agua dulce, suelo fértil y aire puro, ayuda a polinizar las flores, a limpiar los desechos y proporcionar alimentos, y desempeña un papel en la regulación de procesos naturales como el ciclo de crecimiento de las plantas, las épocas de reproducción de los animales y los sistemas climáticos. El término biodiversidad implica que ningún organismo vive en aislamiento, puesto que las formas en que los millones de organismos interactúan en la Tierra contribuyen al equilibrio del ecosistema global y a la supervivencia del planeta, según explica Spellerberg.

Se consideran tres niveles jerárquicos de biodiversidad: genes, especies y comunidades. Los tres niveles son necesarios para la sobrevivencia continua de la vida como la conocemos. Por esto, es importante estudiar todos los procesos que ocurren en todas las escalas, ya que éstas son reflejo de los diferentes ecosistemas, número de especies y el cambio en la riqueza de una región a otra que posee un país.

No obstante, la biodiversidad se encuentra amenazada por varios procesos, la mayoría antropogénicos, que transforman el entorno en el que vivimos; entre ellos se pueden citar los siguientes: 1) la pérdida y fragmentación de los hábitats, considerada la causa primaria de la pérdida de la biodiversidad en todos los niveles, que se da principalmente por los cambios en el uso del suelo para la agricultura, ganadería, acuacultura, etcétera, causada por la expansión de las poblaciones y actividades humanas; 2) las especies invasoras son consideradas como la segunda amenaza más grande para la biodiversidad. Ya sea una especie que haya sido introducida a un hábitat a propósito o accidentalmente, pues siempre puede causar problemas severos al ecosistema, el cual invade al incrementar su abundancia a expensas de las especies nativas, afectando desde individuos hasta el funcionamiento de las comunidades y la extinción de especies.

3) La contaminación ambiental elimina muchas especies de las comunidades y contribuye al cambio climático. Cualquier producto que intervenga en la dinámica de los ecosistemas y cause un efecto negativo se considera un agente contaminador y puede afectar a la biodiversidad; 4) el cambio climático, causado por las emisiones de los gases de invernadero, puede afectar la abundancia y distribución de las especies en los ecosistemas terrestres y acuáticos de todo el planeta, poner en riesgo el hábitat de especies nativas y amenazadas, y ocasionar su disminución o extinción.

5) La explotación de los recursos naturales por actividades antropogénicas ha ocasionado la destrucción masiva de ecosistemas. Al igual que lo han hecho otras poblaciones humanas, nuestro uso de los recursos para satisfacer las necesidades y comodidades de la vida moderna ha aumentado y nuestros métodos de explotación se han vuelto más eficientes. La severa sobreexplotación de los recursos ha afectado seriamente el equilibrio ecológico, sin que se establezca simultáneamente un desarrollo sustentable; 6) las poblaciones humanas están creciendo a una tasa exponencial, lo cual ha producido gran parte de los problemas ya mencionados. Aunque los desastres naturales, las enfermedades y las hambrunas causan mortandades humanas masivas, la especie humana es altamente resistente y sus poblaciones presentan un crecimiento continuo.

Registros de especies amenazadas

Como ya se señaló, son varias las amenazas que afectan directamente a la biodiversidad, y por lo tanto a las especies que se distribuyen en el planeta. Las consecuencias de estos procesos se pueden corroborar mediante los cambios en la abundancia de las especies registradas en las Listas Rojas de Especies Amenazadas elaboradas por la iucn, (International Union for Conservation of Nature and Natural Resources) en 2008.

De acuerdo con las Listas Rojas, a escala mundial, de un total de 1 642 189 especies que se encontraban descritas en 2008, 44 838 especies estaban evaluadas y 16 928 de éstas (38%) se consideraban amenazadas. Los grupos en situación grave incluyen a los hongos y líquenes (100%), los musgos (86%), los gusanos onicóforos (82%), las dicotiledóneas (74%), las monocotiledóneas (68%) y los helechos (66%).

En México, los grupos con mayor número de especies amenazadas incluyen: las plantas, con 261 especies, los anfibios, con 211, y los peces, con 114. Por otra parte, el hecho de que México ocupe el primer lugar entre ocho países latinoamericanos en cuanto al número de especies amenazadas (con 897 especies), es una indicación clara de la falta de normatividad en cuestión de protección de nuestros recursos bióticos.

En cuanto al estatus registrado para las especies mexicanas, existen 299 especies sin información, 235 vulnerables, 222 en peligro, 179 en peligro crítico, 158 casi amenazadas, 22 extintas y 6 extintas en la naturaleza. De igual forma, como en el caso anterior, México ocupa el primer lugar entre ocho países latinoamericanos con 3 122 especies amenazadas.

En el caso particular de México existe la Norma Oficial Mexicana, nom059, que lista las especies y subespecies de flora y faunas silvestres y acuáticas en peligro de extinción, amenazadas, raras y sujetas a protección especial, la cual establece especificaciones para su protección. Dicha norma debería constituir una plataforma de la cual partir para diseñar estrategias de manejo de recursos para su preservación. Sin embargo, el tráfico nacional e internacional de ejemplares de especies protegidas que son recuperados ocasionalmente en las carreteras y aeropuertos, y la presencia cotidiana de ejemplares en venta en los mercados indican que esta norma no es respetada.

La biodiversidad de México

México es uno de los cinco países megadiversos del mundo. Su territorio alberga fauna y flora de dos regiones biogeográficas (neártica y neotropical). Es un país tropical montañoso con un elevado número de endemismos, y presenta ambientes marinos templados en el Pacífico y tropicales en el Golfo de México y Caribe, todo lo cual significa que nuestro territorio es privilegiado en cuanto a la variedad de ecosistemas y variación genética en las especies. Asimismo, el país concentra entre 10 y 15% de las especies terrestres en sólo 1.3% de la superficie ambiental.

Con la precaución que implica la constante generación de información nueva, se puede decir que México ocupa el primer lugar mundial en cuanto al número de especies de reptiles (717), el cuarto lugar en anfibios (295), el segundo lugar en mamíferos (500), el undécimo en aves (1 150) y posiblemente el cuarto lugar en angiospermas (plantas con flores), ya que se calcula que tiene 25 000 especies. Además de ser una de las mayores del mundo, la biodiversidad de México cobra también importancia mundial, ya que muchas de las plantas cultivadas por el hombre son de origen mexicano.

La biodiversidad de nuestro país ha sido abordada desde diferentes perspectivas y estudiada considerando sus antecedentes históricos y geológicos, sus endemismos, la distribución de sus especies y los centros de origen de grupos de flora y fauna. Con el fin de contribuir al conocimiento de los recursos naturales del país, se han realizado numerosos esfuerzos en los últimos años para ofrecer diagnósticos acerca del estado de la biodiversidad en México. Ejemplos de ello son el Simposio sobre Biodiversidad de México de 1988 y el Simposio sobre Diversidad Biológica organizado en 1992 por la Sociedad Mexicana de Historia Natural, así como numerosas conferencias, congresos y eventos de difusión sobre la biodiversidad. No obstante estas acciones, y como es común a nivel mundial, la biota de México se encuentra parcialmente inventariada, por lo que es importante contar con instituciones nacionales que promuevan su conservación, por ejemplo, mediante el aumento en el número de colecciones biológicas y su manejo eficiente.

Las colecciones biológicas y la conservación

Las colecciones biológicas se constituyen por medio de inventarios que implican la recolección de especímenes, su identificación y su preservación, y en el caso de especies nuevas para la ciencia, el describirlas y nombrarlas, además de someter los ejemplares a un cuidadoso proceso curatorial para preservarlos a largo plazo. Las colecciones biológicas incluyen aquellas resguardadas en museos de historia natural, herbarios, jardines botánicos y zoológicos, así como las de microorganismos y de cultivo de tejidos, y las de recursos genéticos de plantas y animales. De esta forma, constituyen uno de los acervos más completos de la biodiversidad y representan recursos de importancia primaria para la investigación biológica.

Las colecciones biológicas cobran importancia no sólo porque son las depositarias de la biodiversidad, entendida como la riqueza, la abundancia y la variabilidad de las especies y comunidades, sino también porque contribuyen a la conservación, pues cada espécimen constituye un registro permanente que puede ser reanalizado cuantas veces sea necesario, minimizando los costos y maximizando la eficiencia de los trabajos de campo.

Los conocimientos e inventarios obtenidos de las colecciones conformadas de la biota mexicana constituyen una parte imprescindible de las actividades y los programas de conservación nacionales, ya que, sin una perspectiva clara de la riqueza biológica de nuestro territorio, no se podrá identificar lo que se está perdiendo como resultado de las alteraciones ambientales que el hombre ha generado en las últimas décadas. Así, el reciente interés mundial y los registros nuevos de especies ponen en relieve dos hechos: que el conocimiento de la biodiversidad de México es aún incompleto y que la extinción masiva de taxones, en particular en los trópicos, donde la diversidad es alta, avanza a paso acelerado. Por lo anterior, México es un claro ejemplo de las oportunidades y retos que deben enfrentar los países tropicales para generar información suficiente sobre su biota. Es aquí donde las herramientas de la tecnología moderna, como lo son las bases de datos, cumplen con la importante función de compilar y compartir el conocimiento básico taxonómico que permite alcanzar un nivel de exploración, planeación y seguimiento intensivo de los planes de conservación de la biodiversidad específicos para cada país.

Los ejemplos del uso e importancia que se puede asignar a la información biológica dentro del campo de la conservación incluyen, entre otros esfuerzos, la Lista Roja de especies y la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas (cites), que han utilizado la información registrada en las bases de datos de las colecciones para identificar cambios en la distribución geográfica de las especies, determinar sus causas y establecer prioridades para la conservación de especies de flora y fauna cuyas poblaciones se encuentran amenazadas.

La conservación de la biodiversidad incluye también las acciones y proyectos que se llevan a cabo en museos y áreas protegidas. De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (conanp), en México existen 38 reservas de la biósfera, 68 parques nacionales, 4 monumentos naturales, 7 áreas de protección de recursos naturales, 29 áreas de protección de flora y fauna, y 17 santuarios. No obstante, el número de especies y organismos presentes en estos sitios constituye una pequeña parte de la biodiversidad de nuestro país. Al tiempo presente, menos de 5% de los bosques están protegidos en parques y reservas, e incluso éstos son vulnerables a las presiones económicas y políticas. Debido a ello, resulta de gran importancia no sólo incrementar el número de áreas protegidas decretadas por los gobiernos, sino la apropiación y seguimiento a largo plazo de políticas prudentes de desarrollo y conservación de la biodiversidad.

La participación y colaboración de instituciones nacionales cobra importancia en dichas políticas. De esta forma, instituciones como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (conabio) han participado en la obtención de un mayor conocimiento acerca del estado, uso y conservación de los recursos naturales. Esta comisión intersecretarial ha logrado conformar y mantener actualizado el Sistema Nacional de Información sobre Biodiversidad (snib), apoyar estudios sobre la materia, brindar asesorías a diferentes sectores, realizar proyectos especiales, difundir el conocimiento sobre la riqueza biológica, y prestar servicios al público. Por otro lado, cabe resaltar a instituciones como la Sociedad Mexicana de Historia Natural, la Sociedad Botánica de México y la Sociedad Mexicana de Zoología, entre otras, que desarrollan actividades importantes como la recopilación de datos sobre la biota mexicana, y juegan un papel crucial en la aportación de conocimientos biológicos y de planes de conservación enfocados a distintos grupos taxonómicos.

Bases de datos

El manejo de la información de las colecciones biológicas debe hacerse por medio de bases de datos. En los últimos años, los sistemas de información electrónica como la red han facilitado el manejo de datos taxonómicos y el desarrollo de bases de datos. Éstas deben contener información clara, sistematizada, accesible y actualizada, que enriquezca los registros de los ejemplares y sirva como fuente de información para los modelos estadísticos utilizados en los programas de conservación. Sin embargo, la conformación de dichas bases se dificulta por la escasez de especialistas, de recursos económicos y de campañas de difusión sobre la importancia de la conservación de la biodiversidad.

Entre algunos ejemplos de bases de datos que existen se encuentran las siguientes: Global Biodiversity Information Facility; Specify, del Museo de Historia Natural de la Universidad de Arkansas en Estados Unidos; Atta, del Instituto Nacional de Biodiversidad de Costa Rica; itis, que está organizada como una asociación entre México, Canadá y eu, y Biótica de la Conabio, que homogeneiza los datos de las colecciones biológicas del snib y es uno de los sistemas pioneros en la administración de las colecciones biológicas a nivel mundial, gracias al cual México tiene hoy día un desempeño relevante en el desarrollo de la informática de la biodiversidad. Asimismo, el Instituto de Biología de la unam ha conformado un sistema de información electrónica de sus colecciones biológicas mediante el cual participa en las iniciativas de documentación de la biodiversidad del planeta y apoya a los investigadores y alumnos interesados en el tema.

La relevancia que tiene automatizar el manejo de la información biológica en las bases de datos se manifiesta al considerar que el esfuerzo coordinado entre las instituciones dedicadas a los inventarios taxonómicos y la planeación de estrategias de conservación podrá garantizar la protección de la biodiversidad al apoyar los esfuerzos de difusión de la información y coordinar acciones que ayuden a lograr dichos objetivos. El apoyo gubernamental resulta imprescindible en la conservación de la biodiversidad, ya que se requieren acuerdos para el intercambio de información que beneficie la protección de los recursos naturales. Dichos acuerdos son necesarios para la toma de decisiones ambientales, el avance de la investigación científica y el desarrollo económico de cada nación.

Una de las misiones principales de conformar, utilizar e intercambiar la información biológica contenida en las bases de datos debe ser que ésta se encuentre disponible para todo usuario en cualquier parte del mundo, y que sea de fácil acceso. Esta información debe englobar desde los datos básicos extraídos de las especies, como son los taxonómicos, hasta los genéticos, ecológicos, geográficos, etcétera. En el caso de México, a pesar de los avances que se logran año tras año, la compilación de información sobre su biodiversidad es aún insuficiente y la taxonomía de varios grupos bióticos es poco clara. Por otra parte, la bibliografía científica sobre la biota mexicana es bastante copiosa, pero en muchos casos estas publicaciones no están disponibles o no se pueden conseguir en México. Asimismo, una gran parte de la información producida localmente y contenida en trabajos de tesis es inédita y no está al alcance ni de los académicos mexicanos ni de los extranjeros.

De esta forma, las bases de datos que se conforman a partir de las colecciones biológicas representan herramientas primarias y vitales de apoyo para diferentes aspectos de análisis y de estrategias de conservación, y cumplen la función de constituir núcleos de información (morfológica, ecológica, geográfica, climática), de referencia y de consulta biológica, indispensables ante el denominado reto de la “crisis de la biodiversidad”. Incrementar el valor de las bases de datos mediante su uso general y su uso en iniciativas de conservación nacionales contribuirá a la apropiación de políticas que puedan continuarse no sólo a lo largo de algunos años, sino también a su transmisión a largo plazo con el fin de que la biodiversidad pueda ser tratada más seriamente como un recurso único global, usada con responsabilidad y, sobre todo, conservada.

El marco político nacional e internacional

El reto de la conservación de la biodiversidad requiere, además de su estudio, tecnología y profesionistas, un alto nivel de cooperación internacional. En las últimas décadas se han realizado esfuerzos importantes para lograr esta cooperación, entre los que se destacan la Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra de 1992, el plan de acción conocido como Agenda 21, que fue aprobado por más de 178 gobiernos y ofrece un programa de acción para alcanzar el desarrollo sostenible en el siglo xxi y afrontar las cuestiones ambientales y de desarrollo en los niveles mundial, nacional y local. Los miembros de la Convención de Diversidad Biológica (cdb) firmaron este primer acuerdo global para la conservación y uso sustentable de la biodiversidad.

El Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología fue adoptado en enero de 2000 por los miembros de la cdb para reducir los riesgos del traslado de organismos vivos modificados a través de las fronteras, garantizar la utilización sin riesgos de las biotecnologías modernas, y compartir los beneficios obtenidos de los recursos genéticos con el país de origen. En diciembre de 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 22 de mayo como fecha de entrada en vigor del Convenio sobre la Diversidad Biológica y el Día Internacional de la Diversidad Biológica. Rapidamente, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sustentable celebrada en la ciudad de Johannesburgo en 2002, conocida como Río+10, tuvo como objetivo la ratificación de diversos tratados internacionales y contempló revertir los procesos de pérdida y extinción de especies adoptando medidas adecuadas.

Recomendaciones para la conservación

Es bien sabido que la biodiversidad se encuentra en crisis debido a la pérdida acelerada de especies y la falta de conciencia sobre su conservación. Debido a esta situación, es prioritario el planteamiento de propuestas generales de acción que consideren la conservación de la biodiversidad, así como el desarrollo de proyectos de investigación a diferentes niveles.

Dichas propuestas deben: 1) incrementar el apoyo a las investigaciones científicas para garantizar la continuidad de la generación del conocimiento sobre la biodiversidad; 2) implementar acuerdos internacionales para agilizar el intercambio de bases de datos y ejemplares entre colecciones biológicas para fortalecer los programas de inventariado y evaluación de los recursos de cada país; y 3) persistir en las acciones de transmisión de conocimientos por medio de la producción de trípticos, guías, folletos, libros y manuales por parte de las instituciones académicas, con el fin de fortalecer la educación en las escuelas y la sociedad.

Asimismo, es recomendable que, además de la participación de académicos e instituciones, las autoridades incrementen las campañas masivas que fomentan acciones para el cuidado del ambiente, el agua y los ecosistemas terrestres y acuáticos por medio de la radio, la televisión, revistas y periódicos, a fin de crear conciencia en las personas en cuanto a la importancia de los recursos naturales. De esta misma forma, se recomienda aumentar la difusión de ciclos de conferencias, pláticas y actividades en la sociedad, con el proposito de generar una conciencia ecológica en un lenguaje entendible y hacer de la biodiversidad un lenguaje común entre la gente.
En consecuencia, las generaciones actuales deben adoptar la responsabilidad de impulsar los esfuerzos de conservación para legar las mejores condiciones de vida a las generaciones futuras, ya que ellas serán los testigos y jueces de nuestra capacidad para llegar a acuerdos y trabajar juntos en la conservación, el mejoramiento y el aprovechamiento de los recursos naturales en el mundo entero. Finalmente, el estudio de la biodiversidad continuará desempeñando un papel importante en el desarrollo futuro de los conceptos e ideas acerca de la función de ésta en el esquema general de la vida en la Tierra, de la cual formamos parte los seres humanos.

Conclusiones

México es un país megadiverso; sin embargo, el diagnóstico del estado de su biodiversidad es aún insuficiente y los inventarios bien estructurados incluyen sólo algunos grupos biológicos. Así, el quehacer taxonómico y de inventariado aún tiene un campo de desarrollo amplio en nuestro país.

La biodiversidad mexicana, como la del planeta, se encuentra en peligro por diferentes amenazas a la naturaleza, y como se puede observar en los registros de las Listas Rojas mundiales, México es uno de los países con los números más altos de especies en alguna categoría de amenaza. Asimismo, la situación de las especies no es muy clara, y aun cuando existen leyes que estipulan la protección de la biota, éstas no son debidamente acatadas. Por lo anterior, se han realizado numerosas reuniones internacionales y nacionales para tratar el tema de la conservación de la biodiversidad y se han llevado a cabo esfuerzos valiosos para lograr estudios acerca del estado de la misma. Sin embargo, estos casos no han tenido continuidad, lo que ha dificultado el progreso en el aumento del conocimiento acerca de nuestros recursos naturales, ya que este conocimiento es precisamente la base para lograr la implementación de acciones de protección y conservación.

El quehacer en divulgación científica en México avanza con éxito, aunque a paso lento, día con día. Cada vez se realiza un número mayor de campañas de radio y televisión sobre el estado y la conservación de algunas áreas naturales, de parques nacionales y de ciertas especies. No obstante, a pesar de dichas campañas, la idea de conservación sigue siendo mayoritariamente con fines estéticos o apelando a sentimientos de pérdida de especies que son agradables o que resultan tiernas para el humano. Por esta razón es necesario incrementar la información de la riqueza biológica de nuestro país por medio de la mayor difusión de acervos como las colecciones, y del intercambio de sus bases de datos. Esto permitirá hacer uso de dicha información para establecer planes de acción que logren una relación estrecha entre la comunidad científica y la sociedad, facilitando un mayor acercamiento y comprensión de la naturaleza que nos rodea dentro del contexto de la conservación. La difusión de la información y la participación de la sociedad resultan vitales para el futuro de la biota tanto del país como del mundo entero.chivi101
 
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Referencias bibliográficas
Diario Oficial de la Federación. 1994 (16 de mayo). Norma Oficial Mexicana nom059, que determina las especies y subespecies de flora y fauna silvestres y acuáticas en peligro de extinción, amenazadas, raras y las sujetas a protección especial, y que establece especificaciones para su protección. Tomo cdlxxxviii, núm. 10.
Instituto de Biología, Universidad Nacional Autónoma de México. 1988. Simposio sobre diversidad biológica de México. unam, México.
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Páez, V. 2004. El valor de las colecciones biológicas. Actualidades Biológicas, vol. 26, núm. 81. Universidad de Antioquia, Medellín.
Primack, R. B. 2004. A Primer of Conservation Biology. Sinauer Associates, Inc. Sunderland, Massachusetts.
Ramamoorthy, T. P., B. Bye, A. Lot y J. Fa (comps.). 1998. Diversidad biológica de México: orígenes y distribución. Simposio sobre la diversidad biológica de México. Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Biología, México.
semarnat. 1997. Programa de conservación de la vida silvestre y diversificación productiva en el sector rural, 19972000. México.
Wilson, E. O. 1988. Biodiversity. National Academy Press. Washington, D.C.
     
Recursos citados en la red
AttaInbio (Instituto Nacional de Biodiversidad):
http://www.inbio.ac.cr/es
cbd (Convención de Diversidad Biológica):
http://www.cbd.int
conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas):
http://www.conanp.gob.mx/
conabio (Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad): http://www.conabio.gob.mx/institucion/conabio_espanol/doctos/perfil.html
gbif (Global Biodiversity Information Facility): http//www.gbif.org
itis (Integrated Taxonomic Information System): http://www.itis.gov
iucn (International Union for Conservation of Nature and Natural Resources): http://www.iucnredlist.org y http://www.iucnredlist.org/static/stats
snib (Sistema Nacional de Información sobre Biodiversidad):
http://www.conabio.gob.mx/institucion/snib/doctos/acerca.html.
Otros recursos
http://www.tierramerica.net/2003/0922/conectate.shtml.
http://www.businessandbiodiversity.org.
http://www.sp2000.org/
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Rocío Luna Plascencia
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es bióloga por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Su línea de investigación se relaciona con la ecología de cangrejos ermitaños residentes en lagunas costeras, particularmente la ocupación de conchas de gasterópodos por los ermitaños estuarinos.
Antonio Castañón Barrientos
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Su línea de investigación se ubica en los estudios de ventilas hidrotermales, mediante un análisis comparativo de la bioacumulación de metales pesados en el gusano Riftia pachyptila en el sistema de Guaymas, Golfo de California.
Andrea Raz-Guzmán
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Es doctora en Ciencias del Mar por la UNAM. Su línea de investigación se enfoca en comunidades macroepibénticas estuarinas. Es profesora de biología y ecología estuarinas en la licenciatura de Biología y el posgrado de Ciencias del Mar de la UNAM. Pertenece al Coastal and Estuarine Research Federation, Estuarine and Coastal Sciences Association, y World Seagrass Association.
como citar este artículo
Luna Plascencia, Rocío,  Castañon Barrientos Antonio y Raz-Guzmán Andrea. (2011). La biodiversidad en México: su conservación y las colecciones biológicas. Ciencias 101, enero-marzo, 36-43. [En línea]
     

 

       
 
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Los científicos
y los medios
 
Patricia Magaña Rueda
   
   
     
                     
                     
Todo acto de comunicación,
cualquiera que sea su naturaleza,
moviliza actores e intereses múltiples.
Cada quien introduce sus finalidades y objetivos
de acuerdo a su posición.
 
Pierre Fayard
 
El 6 de diciembre pasado, durante un noticiario radiofónico
de cobertura nacional, el periodista Carlos Puig entrevistó al Dr. Mario Molina acerca de la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático (cop16) que se estaba llevando a cabo en Cancún esa semana. El Dr. Molina, Premio Nobel de Química, especialista en el tema y dedicado impulsor de los cambios en políticas ambientales, respondió como siempre amable, pero contundente y claro a las preguntas de Puig.
 
Un poco más tarde, en la misma emisión, el director de Milenio Diario, Carlos Marín dijo en tono burlón: “¿de veras pensarán que pueden contener el cambio climático? Es imposible que nuestra especie pueda. Mario Molina se equivoca, ¿pues que es Dios o qué?”. El comentario puede escucharse en www.wradio.com.mx/programa.aspx?id=13616&au= 1394897.
 
Más allá de que queda claro que dirigir un periódico de circulación nacional no garantiza una cultura científica, lo que dijo Marín es totalmente irrespetuoso de la erudición del Dr. Molina y de su persona, y va en contra de los grandes esfuerzos que está haciendo la comunidad científica mexicana para presentar las evidencias sobre el cambio climático y cimentar la lucha para atenuarlo. Es claro que a pesar de que se ha avanzado al respecto, todavía hay mucho camino por recorrer para mejorar la relación entre los medios y los investigadores.
 
El episodio citado puede llevarse a una discusión con diversas variantes: una, digamos histórica, sobre si los científicos solamente deben hacer investigación y otros son los que deben comunicar; otra sobre cómo los investigadores reciben y muchas veces resienten la cobertura de su trabajo por la prensa; una más sobre si debemos seguir presionando a los medios para que cubran en forma amplia y seria las noticias de ciencia; otra sobre cuál es el costo o ganancia para los investigadores de volverse comunicadores.
 
Algunos de estos temas son tratados por periodistas y comunicadores en distintos foros y blogs nacionales o extranjeros, como las revistas Nature o Scientific American.
 
Un caso interesante, apenas aparecido el 17 de noviembre de 2010 en Nature News, presenta una entrevista a Sara Mednick, especialista estadounidense en investigación sobre el sueño, quien según dice el encabezado de la nota “se ha colocado como una figura buscada por los medios y una respetada científica” (http://www.nature.com/news/2010/101117/full/468365a.html).
 
Mednick, profesora de psiquiatría en la Universidad de California en San Diego, publicó en 2007 un libro titulado Toma una siesta, cambia tu vida. Este exitoso texto se ha querido colocar como un libro de autoayuda en algunos medios, en lugar de una buena disertación con bases científicas para un público amplio. Sara Mednick es invitada con frecuencia a programas de radio y televisión, así como a talk shows, y viaja frecuentemente por todo Estados Unidos, siendo, en algún sentido, utilizada con muy diversos propósitos. Como deja ver en su entrevista en Nature, aunque está convencida y ha obtenido muchas cosas buenas de su labor como comunicadora, desafortunadamente le ha costado, académicamente, el no ser vista como una científica seria, a pesar de sus publicaciones en revistas especializadas.
 
Tiene un portal propio (http://www.saramednick.com/), en el que explica a los lectores su trabajo en el laboratorio, y los invita a participar en sus estudios o a donar fondos a sus proyectos.
 
De los dos casos citados, surgen algunas preguntas más: ¿Cómo lograr el pleno respeto a los planteamientos de los investigadores en los medios? ¿Por qué en el medio académico se tiende a descalificar fácilmente una labor como la de comunicación científica? ¿No sería mejor alabar a quienes logran encontrar un cierto equilibrio entre la investigación y llevar sus resultados a un público amplio, aun a costa de no tener todo el apoyo que reciben quienes se mantienen al margen de los medios? ¿Cómo lograr que las coberturas mediáticas sean cuidadosas y claras? Ninguno de estos planteamientos es fácil de responder.
 
Por supuesto, no todos los investigadores tienen dotes de comunicación, ni tendrían por qué. También puede suceder que los entrevistadores estén poco preparados y pregunten lo primero que se les viene a la cabeza, que sólo busquen la nota escandalosa para que sea reportada, o que les parezca que con la poca información que manejan pueden descalificar el trabajo experto, y más aún, que los medios tergiversen los datos para sacar provecho. Para enfrentar estas situaciones ya existen alternativas. En Estados Unidos, por ejemplo, donde en cuestión de comunicación a los mexicanos nos llevan mucha ventaja, hay quienes se han especializado en comunicación científica. Por ejemplo, la zoóloga Nancy Baron, con gran experiencia en el ámbito periodístico, trabaja en la Universidad de California en Stanford, y da cursos a los investigadores para prepararse para el intercambio mediático. http://www.nature.com/naturejobs/2010/101118/full/nj7322465a.html.
 
Además, hay quienes pueden dar una serie de consejos prácticos como Dennis Meredith, que recientemente publicó el libro Explaining research, detalla, por ejemplo, estrategias para escribir libros, blogs o artículos de divulgación científica, además de dar entrevistas serias a los medios y no caer en las diversas “trampas” que muchos de ellos suelen poner a los científicos. http://explainingresearch.com/.
 
Desde luego, no se trata de estar siempre a la defensiva. Ya sea porque los resultados de la investigación científica son cada vez más importantes en muchas decisiones públicas, o porque la comunicación ha ganado espacios, muchas veces se hacen coberturas de alta calidad o se dedican espacios completos, en muy diversos medios, a la información o el análisis de estas noticias. Además, la red provee mucha información bien verificada a través de portales y blogs con datos serios, cuidadosos y con polémicas bien establecidas, ya sean de otros países o nacionales. Un ejemplo es SciDev.Net Red de Ciencia y Desarrollo (www.scidev.net), definida como una organización sin fines de lucro dedicada a brindar información confiable y autorizada sobre ciencia y tecnología para el mundo en desarrollo. También se encuentra Sapiens, laboratorio de ideas, una agencia mexicana respaldada por periodistas científicos muy profesionales, que se anuncia con el lema: “Porque la noticia no sólo es política, deportes, nota roja o espectáculos”. http://www.sapiensideas.com/.
 
Ya sea que los investigadores decidan divulgar su obra o los comunicadores lo hagan por nosotros, debemos tener el propósito de mejorar nuestras labores.
 
Presentar con una actitud crítica y ética las noticias científicas siempre será bien valorado por el público, y servirá para enfrentar el tono descalificador que a algunos periodistas les parece fácil aplicar.
articulos
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Patricia Magaña Rueda
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 
 

 

como citar este artículo

Magaña Rueda, Patricia. (2011). Los científicos y los medios. Ciencias 101, enero-marzo, 34-35. [En línea]
     

 

       
 
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Los cipreses
 
Rosa María Fonseca
   
   
     
                     
                     
Se conocen como cedros o cipreses algunas especies
de Cupressaceae, una de las cuatro familias de coníferas que se presentan de manera natural en México. Esta familia tiene una amplia distribución mundial, pues su diversidad comprende cerca de treinta géneros. A ella pertenecen algunos de los árboles más altos y más viejos que se conocen, como Sequoia sempervirens y Sequaiodendron giganteum, conocidas como sequoias gigantes de California, así como el muy mexicano ahuehuete, cuyo nombre científico es Taxodium mucronatum.
 
En México, las cupresáceas tienen representantes de los géneros Calocedrus, Cupressus, Juniperus y Taxodium; además, se cultivan algunas especies no nativas debido a su follaje siempre verde y sus atractivas formas, ya sean naturales o moldeadas artificialmente mediante podas efectuadas en su denso ramaje de diminutas hojas parecidas a escamas verdes; las cupresáceas también son apreciadas como especies ideales para el arte del bonsái.
 
Entre las cupresáceas resalta Cupressus, con catorce especies conocidas entre cedros, cedros blancos o cipreses. Éstas se desarrollan en el norte de África, en la región del Mediterráneo, en el este de los Himalaya, en el suroeste de China y en América, desde el este de Estados Unidos hasta Honduras. En México existen tres especies nativas: en Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Zacatecas se presenta Cupressus arizonica, con tres variedades; en Isla Guadalupe, Baja California —aunque en peligro de extinción— se desarrolla C. Guadalupensis, y en gran parte del país y Centroamérica, C. lusitanica, con dos variedades. También es frecuente encontrar plantas cultivadas de C. macrocarpa y C. sempervirens.
 
Por sus particulares características morfológicas o por sus variados usos, entre las especies del género destacan Cupressus lusitanica y C. sempervirens. La primera tiene un tronco recto que la hace ideal para usos forestales y se cultiva en plantaciones comerciales en África, Asia y Sudamérica; en los países de la que es nativa, sólo se cultiva como planta ornamental en parques, jardines y caminos, o como cortina rompevientos; también se utiliza con fines de reforestación, ya que crece muy rápidamente. Las poblaciones naturales de Cupressus lusitanica han disminuido en extensión, a pesar de lo cual la especie no tiene problemas de supervivencia, ya que se reproduce por semilla con relativa facilidad y es de crecimiento rápido.
 
La historia del nombre de esta especie es por demás curiosa, ya que fue descrita y nombrada como Cupressus lusitanica por Philip Miller en 1768, a partir de ejemplares cultivados en el monasterio de Bussaco, en Portugal. El bosque de Bussaco es famoso debido a que en el siglo xvii los carmelitas descalzos fundaron allí el convento de Santa Cruz de Buçaco y plantaron todo tipo de árboles en los alrededores, entre ellos el ciprés mexicano. Casi ochenta años después, en 1847, Endlicher describió un árbol originario de Michoacán y lo nombró Cupressus lindleyi; posteriormente se descubrió que era la misma especie de Bussaco, pero atendiendo al principio de prioridad que rige los nombres de las plantas, su nombre correcto es C. lusitanica, no obstante ser mexicano de origen y no portugués.
 
La segunda especie, Cupressus sempervirens, mejor conocida como ciprés italiano, se cultiva frecuentemente en regiones templadas de todo el mundo. México no es la excepción, pues es común encontrarla en cementerios, calles y jardines; su nombre deriva probablemente de Cyprus o Chipre, la isla del Mediterráneo donde crece silvestre, mientras que el término sempervirens se refiere a la característica de tener hojas verdes siempre. Estos árboles se distinguen fácilmente por su copa de forma cónica, muy alargada, y su follaje siempre verde de diminutas hojas en forma de escama.
 
El ciprés es un árbol con una amplia tradición cultural, especialmente en la zona que rodea el Mediterráneo, de donde es originaria, y sus usos son múltiples. La madera es muy resistente y se utiliza en ebanistería fina, carpintería, construcción y escultura, así como para construir guitarras. Dada su resistencia a la humedad, se ha utilizado en trabajos expuestos a la intemperie o al agua, por ejemplo en puertas o en la industria naval. Se dice que gran parte de los bosques de cipreses de la península de Anatolia y del norte de África fueron destruidos por el uso masivo de su madera en la construcción y renovación de las flotas durante el largo periodo que duró el imperio otomano.
 
En la medicina tradicional, la presencia de flavonoides, principalmente en las hojas, se relaciona con sus propiedades cardiotónicas, antitrombóticas, antinflamatorias, anticancerosas, antimicrobianas (antivirales, antifúngicas, antibacterianas) y analgésicas. Los taninos contenidos en sus conos y follaje le confieren propiedades vasotónicas, vasoconstrictoras, hemostáticas, (detienen el sangrado y ayudan a la coagulación) y astringentes (producen sequedad en las mucosas); son útiles para cicatrizar heridas y prevenir infecciones a nivel cutáneo, ya que son antibacterianas. También se utilizan para curar úlceras, várices y flebitis.
 
El aceite esencial extraído de sus hojas y conos, disuelto en agua caliente y aplicado en forma de inhalaciones, se utiliza contra la tos, bronquitis, asma, faringitis, catarro y sinusitis. Por sus propiedades antisépticas se utiliza en la fabricación de colonias, perfumes y lociones de afeitar; también es útil para combatir el exceso de sudoración, el acné, la seborrea, hemorragias y hemorroides, e internamente contra la diarrea.
 
El ciprés fue muy cultivado en el periodo grecoromano, convirtiéndose en un elemento común de los jardines de la zona del Mediterráneo. Los griegos lo consideraban símbolo de la belleza femenina y en otras zonas el ciprés fue considerado como un símbolo de hospitalidad; en la Antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a los viajeros que la casa les ofrecía hospedaje durante algunos días.
 
El ciprés también simboliza la unión entre el cielo y la tierra, ya que su copa alargada en forma de flama se dirige hacia el cielo, lo que hacía pensar que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa dirección; en tanto que sus raíces descienden profundamente hacia el centro de la Tierra, interpretado antiguamente como el inframundo. En la mitología clásica es el árbol de las regiones subterráneas y, de acuerdo con Teofrasto, el ciprés estaba consagrado a Hades, el dios de la muerte y los infiernos. Por su parte, Plinio comenta que una rama de ciprés colgada en la puerta de una casa era un signo fúnebre. Horacio indica que los antiguos enterraban a los muertos con una rama de ciprés y envolvían el cuerpo con sus hojas. En la época clásica, cuando los romanos extendían sus territorios a lo largo y ancho de Europa, se adoraba a varios dioses y se les representaba con elementos de la flora y la fauna; por ejemplo, el olivo era un árbol consagrado a Minerva, la diosa romana de la sabiduría, y el ciprés era venerado en los cultos a Plutón, a la divinidad de los infiernos, y adornaba los cementerios.
 
Una leyenda griega dice que los cipreses deben su origen a las hijas de Etéocles, rey de Tebas, las cuales fueron sacadas de una fiesta por las diosas en un torbellino que no paraba de dar vueltas y luego fueron arrojadas a un estanque, pero la diosa Gea, compadeciéndose de las jóvenes, las convirtió en cipreses. También se cuenta que Cipariso, uno de los amores masculinos y desgraciados de Apolo, fue castigado convirtiéndose en ciprés.
 
La forma alargada y estilizada de su copa ha sugerido diversas simbologías e interpretaciones a lo largo de la historia, desde símbolo de la potencia sexual hasta la idea de la inmortalidad debido a su gran resistencia a las bajas temperaturas.
 
Las propiedades de muchas de las especies de plantas quedan aún por explorarse y un buen punto de partida para su estudio son los usos tradicionales que se han hecho de ellas.chivi101
 
  articulos  
Referencias bibliográficas
 
Farjon, A. 2005. A monograph of Cupressaceae and Sciadopitys. Royal Botanic Gardens, Kew. Richmond, Surrey. uk.
Natarajan, S., V. V. S. Murti y T. R. Seshadri. 1970. “Biflavones of some Cupressaceae plants”, en Phytochemistry, núm. 3, vol. 9, pp. 575-579.
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Rosa María Fonseca
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
 

 

como citar este artículo

Fonseca, Rosa María. (2011). Los cipreses. Ciencias 101, enero-marzo, 12-14. [En línea]

     

 

       
 
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Requiem por las
Torres de Satélite
 
Ana Lorenia García
   
   
     
                     
                     
Ese propósito incoercible
del hombre que trasciende
en las grandes cosas
que parecen inútiles,
pero que representan
la presencia del espíritu
y de la dignidad
en las obras humanas.
 
Mario Pani
 
Satellite of love
Satellite of love!
 
Lou Reed
 
Mayo de 2009. Cae la tarde al poniente de la ciudad de México.
De vuelta a casa paso como siempre frente a las Torres de Satélite. Esta vez me detengo un poco, pues observo, orgullosa y emocionada, a un grupo de japoneses admirando —cámara en mano— el monumento. Fijo la mirada y observo que uno de ellos, en una actitud de franca veneración, se hinca: sí, se hinca frente a las Torres. Aunque la escena puede parecer exagerada, no es extraña. Es sabido que en Japón la obra de Barragán es muy conocida y existe incluso cierta fascinación por la arquitectura de nuestro premio Pritzker (no olvidamos, por supuesto, que la escultura es de él y de Mathias Goeritz).
 
Cuando se terminó la excelente restauración de las Torres con motivo de su cincuenta aniversario, este tipo de escena se hizo cotidiana. La gente volvió a verlas, a disfrutarlas en todo su esplendor. El puente peatonal que las estorbaba se reubicó, lo que permitió a los peatones bajar justo en la explanada, para después subir por otro tramo. Esto favoreció el goce de los emblemáticos prismas, pues a cualquier hora del día se veía gente fotografiándolos o simplemente deteniéndose para admirarlos. Fueron pocos meses, muy pocos, durante los que pudimos volver a asombrarnos al contemplarlos en toda su magnificencia… luego vino el infame segundo piso del Periférico. Quienes vivimos en el norte de la ciudad nunca creímos llegar a ver esto: nuestras Torres, nuestro entrañable ícono de identidad, violado; su escala y perspectiva, su anhelada valoración y restauración, todo, acabado.
 
Al gobierno no le importó en lo más mínimo la salvaguarda del patrimonio nacional —¿alguna vez le ha importado realmente? Varias voces se levantaron y siguen haciéndolo: el Museo Casa Barragán, con su incansable directora Catalina Corcuera; la historiadora de arte Louise Nöelle; los arquitectos Fernando González Gortázar, gran conocedor y estudioso de la arquitectura contemporánea, y el otrora director de arquitectura del inba, Víctor Jiménez; la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite y la de la Florida. Pero nadie más.
 
Mas nada fue suficiente para salvar esta obra de arte. Ni los cientos de artículos que se escribieron desde el mismo año de su terminación y que hasta hoy se siguen escribiendo o están por publicarse; ni las miles de líneas que demuestran su trascendencia para la cultura y la arquitectura mexicanas; ni los libros, exposiciones y catálogos que las incluyen; ni mucho menos los millares de horas que arquitectos, ingenieros, historiadores, diseñadores, fotógrafos, artistas e historiadores del arte de todo el mundo han dedicado a su estudio: las Torres de Satélite se han dañado irreparablemente.
 
Sólo se logró que el segundo piso “aterrizara” antes de la ínsula de la escultura y luego volviera a subir, pasando la pendiente del emplazamiento. La traza de la nueva vialidad pasa a escasos centímetros de los prismas norte y sur, por lo que el más mínimo “volantazo” de un conductor lo puede llevar a estrellarse directamente contra cualquiera de ellas. Pero eso no es todo, pues se ha perdido un aspecto esencial de la escultura: su perspectiva. El modo en que las Torres debían ser vistas, desde lejos y en movimiento, no será posible nunca más. La nueva vialidad desvirtuó de manera definitiva la idea original de sus creadores.
 
En 1956, un año antes de la construcción de la obra, Mathías Goeritz señalaba: “me gustaría ver mis bloques parados, enormes, como edificios en un paisaje abierto, para que la gente las pudiera ver desde lejos”. Asimismo, Luis Barragán relataba: “fui a ver el terreno en la salida de la carretera a Querétaro, con una pendiente muy fuerte […], debíamos hacer ahí algo que fuera símbolo de la ciudad y sobre todo que estuviera a la escala de la ciudad. Un punto de referencia, algo que les dijera a todos dónde se encontraban tanto de día como de noche. […] Aún ahora, cuando los días están claros, las Torres de Satélite son visibles desde una buena parte de la ciudad”. Y así era.
 
Hoy, esa visibilidad, la que se tenía antes del arranque del montículo que las alberga, a más de un kilómetro de distancia, no existe ya. Desde hace más de dos meses, en su lugar se despliega ante nuestros atónitos ojos el ruin, el irreverente Viaducto Bicentenario, la vialidad que “aterriza” ¡apenas a 300 metros de la célebre obra!
 
De este modo, el profético artículo publicado hace dos años por Fernando González Gortázar en el periódico La Jornada, en el que advertía de los daños del “segundo piso”, se cumplió: “este monumento es una pieza imprescindible de nuestro proceso cultural, una seña de identidad visual para sectores muy amplios de la metrópoli, un punto de referencia, un emblema. No puede ser simplemente ignorado por funcionarios incapaces de concebir valores distintos y argumentos más allá de los pesos y centavos. Al transformar radicalmente el sitio, la escala y los puntos de vista del espectador, su proyecto desnaturalizaría la gran obra por completo. Sería como si las autoridades parisinas hicieran pasar un alto puente junto a la Torre Eiffel; aquí están planeando algo equivalente, y a casi nadie parece importarle”.
 
Y así fue: se planeó, se está haciendo y a casi nadie le importó. La que alguna vez fue considerada por Peter Krieger como la “personalidad de Satélite” en su estudio Paisajes urbanos imagen y memoria fue ignorada primero y devastado después. Vale mencionar que el hoy investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam vino a México desde Alemania, su país natal, motivado por el estudio de las Torres de Satélite y de uno de sus autores, Mathías Goeritz.
 
No pasará el “alto puente”, pero “la escala y los puntos de vista del espectador” han desnaturalizado por completo el emblemático conjunto. Las fotografías, videos, escudos y logotipos en que aparecen las Torres de Satélite —vistas desde lejos, muchas de ellas— son desde ahora imágenes históricas.
 
Ícono de identidad
 
Las Torres de Satélite, parte de nuestro vasto patrimonio nacional, son también un fuerte ícono de identidad, orgullo de toda la zona norponiente de la ciudad de México. Pero eso, como ya vislumbraba don Fernando González Gortázar, también fue ignorado, pues no se trata únicamente de un hito citadino sino de un espacio, de una obra que varias generaciones de vecinos y de múltiples zonas aledañas han hecho suya. Quizá no se ha escrito mucho al respecto (la identidad regional no es precisamente lo más resguardado en esta megalópolis), pero lo cierto es que incluso para las generaciones más jóvenes, los monumentos históricos, la arquitectura y en general el arte nacional son motivo de admiración, orgullo y respeto; agentes cuya belleza y excelsitud contribuyen a la formación de su identidad.
 
 
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Un ejemplo significativo de lo anterior se puede ver sobre el muro de una casa del Circuito Circunvalación Poniente de Ciudad Satélite, a unos tres kilómetros de distancia de la obra de Barragán y Goeritz. Sobre él se despliega una extraordinaria pieza de graffitti de aproximadamente diez metros de largo, por dos y tres de alto en los tres tramos que la componen. El autor se ha retratado a sí mismo pintando dos edificios: las Torres de Satélite del lado izquierdo y la capilla de Santa Cruz del Monte, construcción del siglo xvi, del lado derecho.
 
Unidas por una serie de textos, el graffitero —probablemente un joven menor de 20 años— muestra dos obras muy conocidas por los habitantes de la zona, dos íconos de identidad.
 
Su admiración por ambos es evidente. En su pieza ha unido dos épocas distantes en la historia: dos edificios que le provocan un sentido de pertenencia, que son parte de su cotidianidad, de su entorno urbano y de su cultura visual.
 
En el texto que enmarca a las Torres del lado izquierdo se lee: Naucalpan, Atizapán, Tlalnepantla, Izcalli… Es decir, las emblemáticas esculturas son un ícono que representa a Ciudad Satélite y a Naucalpan, sí, pero también a otros municipios y colonias del —qué ironía— Estado de México (nombre también escrito en el graffiti).
 
No sabemos si con la atrocidad que se ha cometido con el Viaducto Bicentenario, las próximas generaciones sentirán y expresarán lo mismo. Lo cierto es que nunca más verán las Torres de Satélite como fueron planeadas por dos grandes del arte mexicano.
 
Es extraña, de verdad muy extraña, la celebración del Bicentenario emprendida por el gobierno del Estado de México; como bien lo dice el arquitecto González Cortázar, “destruyendo los elementos clave de nuestro patrimonio, aquellos que nos dan un orgullo y un rostro” y que
son “riqueza del mundo”.chivi101
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Referencias bibliográficas
 
Figueroa Castrejón, Aníbal. 1989. El arte de ver con inocencia. Cuadernos 1989, temporales 13. uam Azcapotazalco. México.
González Gortázar, Fernando. 2008. “Las Torres de Satélite: ¿Golpe final?”, en La Jornada, julio 2008.
Krieger, Peter. 2006. Paisajes urbanos imagen y memoria. UNAM-IIE. México.
     
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Ana Lorenia García
Estudiante en la maestría en Historia del Arte,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
 

 

como citar este artículo

Lorenia García, Ana. (2011). Requiem por la Torres de Satélite. Ciencias 101, enero-marzo, 56-58. [En línea]
     
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