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Territorios violados
 
 
 
 
 
Ronald Nigh y Nemesio J. Rodríguez
Colección Presencias, Instituto Nacional Indigenista/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995.
 
                     
A principios de este siglo era posible encontrar
en el planeta extensas superficies de tierras silvestres que, desde una perspectiva evolucionista, se consideraban fuentes inagotables de nuevas especies vegetales y animales y, al parecer, fronteras sin límites para la migración humana. Sin embargo, esa situación ha cambiado, pues casi todas las regiones del planeta resultaron de algún modo afectadas por la sociedad industrial, y con año se experimenta una acelerada pérdida neta de especies. Las exiguas zonas silvestres que todavía subsisten en el mundo, como la Amazonia, no son más que enormes islotes amenazados por los planes nacionales de "desarrollo" y por los bancos multilaterales. En la mayor parte de las regiones del mundo las tierras silvestres se encuentran alteradas, fragmentadas y desconectadas. Los ecosistemas han llegado a tal extremo de deterioro que están a punto de convertirse en una verdadera amenaza para los sistemas regionales básicos de sostenimiento y generación de la vida, tales como los ciclos del agua, la fertilidad de la tierra y el clima. Por otra parte, actualmente existen evidencias que permiten afirmar que el deterioro ecológico local, a su vez, está alterando los procesos ecológicos en todo el mundo.


En la última década, a la ecología global se le ha dado un lugar preponderante, al extremo de convertirla en la "ciencia momento". Por ello, no resulta extraño que las portadas de las revistas —por no mencionar otras imágenes que difunden medios masivos de comunicación— nos induzcan a pensar en el "uso y aprovechamiento de los recursos naturales del planeta". Sin embargo, el surgimiento de esa nueva concepción respecto a la dimensión global del problema no debe apartarnos de la tarea que tenemos enfrente, pues la pregunta que hay que responder no es cómo conservar el planeta, sino cómo conservar todos y cada uno de sus miles de hábitats humanos y culturales, todas y cada una de sus miles de pequeñas fracciones y parcelas de tierra, cada una de las cuales, por sus características, no solamente es única e inestimable sino irremplazable.
 
La conservación de cada pedazo de tierra del mundo es una tarea que, por lo general, llevan a cabo los pueblos que los trabajan y viven en ellos. Por generaciones, ciertas comunidades han vivido en lugares que conocen profundamente y con los cuales establecen relaciones sociales y culturales muy cercanas. La mayoría de los pueblos indios de América Latina han sabido preservar esa forma de relación con su entorno. Las últimas regiones silvestres que prevalecen en América Latina son, en su mayoría, por tradición, territorios indios. De lo que se desprende que, en esas regiones, cualquier amenaza en contra de la diversidad biológica y de la integridad de los ecosistemas necesariamente se convierte en un obstáculo para la sobrevivencia física y cultural de los pueblos indios.
 
Debido al incremento de los contactos entre las organizaciones conservacionistas internacionales, los pueblos y las organizaciones indias, nos interesó —como antropólogos que trabajamos en México— investigar cuáles han sido y son los propósitos, perspectivas y alcances de la intervención de esos organismos en Latinoamérica. La historia de las relaciones entre los pueblos indios y los conservacionistas —como más adelante tendremos oportunidad de ver— tiene capítulos positivos y negativos. En cuanto abordamos el análisis de las propuestas para la conservación de la diversidad biológica en América Latina, presentadas por las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y otras agrupaciones conservacionistas ante bancos y gobiernos, constatamos lo que en párrafos anteriores mencionamos: la mayoría de las regiones de América Latina consideradas prioritarias para la conservación de la biodiversidad son territorios indios. De este hecho se desprenden ciertas implicaciones fundamentales. La primera de ellas, que vale la pena subrayar, es qué los esfuerzos y recursos cada vez mayores de gobiernos, bancos de desarrollo y ONG internacionales para apoyar programas de conservación de la biodiversidad, se canalizarán hacia ámbitos y recursos que tradicionalmente pertenecen a un gran número de pueblos amerindios. En consecuencia, las recomendaciones hechas por organizaciones conservacionistas internacionales a los sectores gubernamentales y a las agencias que se ocupan del desarrollo constituyen de facto una política indigenista, al menos en lo que concierne al uso de los recursos naturales.
 
Otra de las implicaciones, que se vincula con la simultaneidad y superposición espacial entre tierras indias y biodiversidad, surge de los patrones culturales indios ancestrales que, en promedio, han dado como resultado la preservación de dicha biodiversidad. Este libro está dedicado, en gran parte, al análisis y evaluación del comportamiento de esa generalización en ciertas zonas indias específicas. A la vez que examinamos, también, los alcances que esas formas ancestrales de preservación de los recursos pueden llegar a tener en la planificación de estrategias de conservación efectivas y de desarrollo sustentable.
 
   articulos  
       
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Fragmento de la introducción.
     
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cómo citar este artículo
 
Nigh, Ronald. Rodríguez, Nemesio J. 1996. Territorios violados. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 78-79. [En línea]. 
     

 

 

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