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De la cannabis a otras estrellas un psicoanálisis
de los cielos
122B07  
 
 
 
Alan Heiblum Robles
 
                     
¡Qué extraña máquina es el hombre!
Usted le mete pan, vino, pescado y rábanos,
y salen suspiros, risas y sueños.

Nikos Kazantzakis
     
Nuestra cultura, la científica, está fuertemente
basada en el café. Haciendo referencia a mi epígrafe, bien podríamos decir que usted mete café y lo que salen son papers, papers y más papers. Sin embargo otras culturas giran respecto de otros ejes; así los raramuris beben sowiki y corren cientos de kilómetros y las comunidades wixárikas beben nawa y son protectores de la tierra, por dar un par de ejemplos. De modo que no sólo es interesante, sino crucial, la discusión sobre cuáles substancias consideramos apropiadas, legales, etcétera.
 
No es una exageración decir que el enciclopedismo francés y la ciencia moderna inglesa se fraguaron en las cafeterías. Importada desde Turquía, la primera “casa de café” en Inglaterra se fundó en Oxford en 1652. Dos décadas más tarde el número de estos establecimientos ascendía a miles. Más allá de cualquier otro factor podemos asegurar que su popularidad dependía de que eran lugares donde se celebraban debates públicos.
 
Entre los múltiples usuarios de estos centros psicoanalépticos podemos encontrar al multifacético inventor Robert Hooke (16351703), autor de la ley homónima de elasticidad que cifró bajo el siguiente anagrama “ceiiinosssttuv”. En 1678 Hooke publicó la solución de tal adivinanza: Ut tensio, sic vis, la cual es una manera sucinta de decir en latín que la extensión y la fuerza son proporcionales. El uso común de anagramas o estratagemas semejantes para dificultar el camino de los adversarios y así ganar la autoría de los resultados delata parte del carácter de los creadores de la ciencia del siglo xvii: hombres ambiciosos y orgullosos, temerosos de que el valor de sus obras fuese atribuido a otro.
 
Hooke observaría con perplejidad la tajante división que hoy día realizamos entre substancias como pudieran ser el café y el cacao, por una parte, y la cannabis por otra. El famoso capitán Robert Knox era buen amigo de Hooke y usualmente lo proveía con todo tipo de muestras provenientes de sus viajes, entre ellas una curiosa hierba de India. Fue así que Hooke brindó en 1689 la primera descripción de la marihuana ante la Royal Society. En una de sus líneas se lee que aquel que la consume “ríe y canta y habla palabras sin coherencia, sin saber lo que dice o hace. Sin embargo, no está aturdido ni borracho, sino que camina y baila, y muestra muchos trucos extraños. Después de un poco de tiempo se duerme, y duerme tan profunda y silenciosamente que, cuando despierta, se encuentra reparado y excesivamente hambriento”.
 
Aun sin conllevar ninguna relación directa, esta anécdota fue popularizada en el tercer episodio de la nueva versión de la famosa serie Cosmos, que preside Neil Degrasse Tyson. Si bien Tyson no ha hecho público si es un consumidor o si defiende los derechos de los consumidores de la cannabis, su estricto compromiso con la racionalidad en los debates nos puede llevar a especular —puesto que aquellos que la tildan de nociva no han sabido ofrecer buenos argumentos— que él se opondría a su prohibición y cualquier medida que impidiera su estudio. Es interesante notar que mientras el episodio de Cosmos está construido para ofrecer un engrandecimiento del personaje histórico de Edmund Halley, a Hooke le es dejado el lugar, bastante ruin, de aquel que intentó robar los créditos de la ley de gravitación a Newton. Sin embargo, la mención a la cannabis se hace bajo el contexto del listado de aportaciones que vuelven fascinante al personaje, por lo que no resulta de ninguna manera peyorativa. De todas formas resulta curiosa la aparición de esta anécdota de entre las decenas que el legado de Hooke permite y no son mencionadas, tal vez ello se deba a la herencia de quien fuera el primer anfitrión de la serie, Carl Sagan.
 
Sagan consumía y celebraba las bondades de esta planta, “un medicamento que ayuda a producir la serenidad, introspección, sensibilidad y la comunión que tanto se necesita en este mundo cada vez más loco y peligroso”. El puro hecho de que Sagan tuviera que escribir tal artículo en 1969 para ser considerado en el libro Marihuana Reconsidered bajo el pseudónimo de Mr. X, muestra lo tristemente atinado de tal diagnóstico.
 
Psicoanálisis de los cielos
 
Nada es tan distante y externo como los cuerpos celestes y debido a ello nada está tan lleno de nuestra imaginería interna. El planteamiento básico del mencionado episodio titulado “Cuando el conocimiento conquistó el temor” puede resumirse de la siguiente manera: así como un bebé es abandonado en la puerta de un hogar, los seres humanos nos encontramos arrojados a la Tierra sin mayor información de nuestra procedencia y paradero. Para lograr orientarnos y sobrevivir, desde los primeros tiempos hemos utilizado el reconocimiento de patrones, una herramienta cognitiva altamente desarrollada durante nuestra historia evolutiva, la cual nos permitió aprender a leer el cielo con enorme precisión. Esto tuvo diversas implicaciones, como que el paso de los cometas y de cualquier otro evento que trastocase la regularidad celeste fuera interpretado como un augurio —uno malo en el mayor de los casos—, sin embargo, hubo personas como Halley y Newton cuya insaciable curiosidad los llevó a estudiar los cometas y otros fenómenos con mayor detenimiento. De la colaboración de estos gigantes del pensamiento surgió una nueva manera de entender los cielos. Aplicando estos conocimientos Halley descubrió que los cometas de 1531, 1607 y 1682 eran uno y el mismo, y predijo su retorno para fines de 1758. Hoy en día, librados de mayores temores, sabemos que los cometas provienen de una gigante aglomeración de piedras, gases y hielo remanentes de la formación del Sistema Solar: la nube de Oort.
 
La idea de que gracias a la ciencia el conocimiento vence el temor es tan vieja como la ciencia misma. En la oda a Newton, Halley canta: “Conocemos ahora los rumbos / bruscamente cambiantes de los cometas, / otrora fuente de pavor; no temblamos ya acobardados bajo apariencias / de astros barbados”.
 
Más tarde, cuando Laplace invocó a su famoso demonio encontramos la misma insistencia. En dicho texto Laplace nos recuerda que los hombres de épocas remotas suponían que el cielo se irritaba y castigaba los crímenes del mundo. Que la larga cola del cometa de 1456 sembró el pánico por Europa y que ninguno de estos temores se habría desvanecido sin el arribo del conocimiento de las leyes que rigen el sistema del mundo.
 
Entonces, según Halley, Laplace y Tyson, la mirada científica purga al cielo de sus supersticiones. Desde el punto de la vista de la filosofía de la ciencia, Bachelard hace un uso libre de la noción de psicoanálisis justamente para dar cuenta de dichas cuestiones. Para Bachelard lo que hay de inmediato en nuestra experiencia somos nosotros mismos, nuestros temores y deseos inconscientes. Bachelard llama psicoanálisis al proceso mediante el cual el sujeto se retira de enfrente de sí mismo para permitirse observar los objetos. “Quiérase o no, las metáforas seducen a la razón. Son imágenes particulares y lejanas que insensiblemente se convierten en esquemas generales. Un psicoanálisis del conocimiento objetivo debe pues aplicarse a decolorar, si no a borrar, estas imágenes ingenuas”.
 
De todo lo anterior parece ser que deberíamos concluir que la ciencia a partir de Newton ha logrado de hecho psicoanalizar los cielos. Sin embargo esto no fue así. Lo que realmente hicieron sus artífices fue cambiar una metáfora por otra. En el texto anteriormente referido, Laplace afirma: “esta misma regularidad que la astronomía nos señala con respecto del movimiento de los cometas, aparece en todos los fenómenos”. Concluir que las regularidades que un observador encuentra en los objetos celestes son las mismas que gobiernan la luz, el ojo y las partículas que conforman el telescopio con que las mira, implica un salto demasiado grande —uno que haría bien en revisar en el diván. La conclusión que sí pareciera seguirse es que aquella mirada que alguna vez atisbó los cielos llena de terror ha sido sustituida, por así decir, por una llena de soberbia. Más aún, nada indica que un psicoanálisis total sea posible o deseable. Tal vez nunca podamos —ni debamos— ver sin estremecimiento al oscuro espacio y sus ocupantes. O nuevamente en palabras de Kazantzakis: “el punto más alto a que puede alcanzar el hombre no es el del Saber, ni el de la Virtud, ni el de la Bondad, ni el de la Victoria, sino algo mucho más valioso, más heroico y desesperado; el asombro y temor ante lo sagrado”.
 
A modo de cierre
 
Que el psicoanálisis así entendido no sea una panacea —o al menos así lo sugiere un psicoanálisis del psicoanálisis—, no implica que parcialmente no sea deseable y que en el caso de las substancias psico(ana/dis)lépticas se mantenga pendiente. Un ejercicio de objetividad semejante podría mostrar que a partir de su éxito hemos llevado demasiado lejos la noción de adicción. No se puede negar que hemos desarrollado una cultura de adictos, pero los recuentos en términos de adicción afloran a tal punto y se aplican tan indiscriminadamente que parecieran revelar que la verdadera adicción no es otra que a la noción de adicción misma. El problema de extender excesivamente la noción de adicción es que distorsiona las cosas. Si todos somos adictos, el énfasis queda puesto entonces en la rehabilitación. Esto es un error grave pues nos resta herramientas de prevención. Más importante que cómo se sale de una adicción, es por qué en principio se cayó en ella.
 
Respecto de la cannabis, una de las drogas más consumidas en el mundo, al principio se dijo que era adictiva y luego que no. Hoy día sabemos que su adicción es mínima. Desde sus primeras descripciones sabemos que importantes científicos vienen impulsando su aceptación con fines terapéuticos y recreativos. ¿Qué seguimos esperando para detener su prohibición?
     
Referencias bibliográficas

Bachelard, Gastón. 1938. La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo. Siglo XXI, México. 1991.
Bennet, Jim. 2003. London’s Leonardo: The Life and Work of Robert Hooke. Oxford University Press, Londres.
Grinspoon, Lester. 1971. Marihuana Reconsidered. Quick American Archives, Oakland.
Laplace, Pierre Simon de. 1814. Ensayo filosófico sobre las probabilidades. Alianza, Madrid. 1985.
Newton, Isaac. 1687. Principios matemáticos de la filosofía natural. Alianza, Madrid. 1987.
     
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Alan Heiblum Robles
Historiador de la ciencia y epistemólogo independiente.
     
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cómo citar este artículo

[Heiblum Robles, Alan. 2017. De la cannabis a otras estrellas, un psicoanálisis de los cielos. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 86-89. [En línea].
     

 

 

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