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Ana Carolina Vimieiro Gomes
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La película Venus Negra del director francés Abdellatif Kechiche, narra una historia verídica, ocurrida a principios del siglo XIX, sobre una mujer popularmente conocida para la época por el nombre de “Venus Hotentote”, cuyo cuerpo fue científicamente disecado, analizado, descrito, clasificado, reproducido en una estatua de yeso y en imágenes por un grupo de científicos del Museo de Historia Natural de París en 1817. En la película, estrenada en 2010, se ve la presentación de dicho estudio por el naturalista francés Georges Cuvier ante la Academia Real de Medicina de París, el cual fue publicado en las Mémoires du Muséum d’Histoire Naturelle (sección anatomía animal), y que comienza con la declaración de lo científico, “hechos positivos”, frente a los cuales “cederán” las incertidumbres y debates científicos sobre la conformación natural de los órganos sexuales de las mujeres de una de las tribus de los bosquimanos del sur de África, los hotentotes.
Algunas veces asociados con los llamados bosquimanos, bocimanes (hombres del bosque) y actualmente con los Khoisan, este pueblo habita el suroeste de África y vive de la caza y la recolección, además de la cría de ganado. Sus características lingüísticas y físicas —como el habla en chasquidos, su baja estatura, su piel amarillenta y los párpados cuyos pliegues son epicánticos, como los ojos de los chinos— eran considerados rasgos de inferioridad por los europeos. Además, se afirmaba que algunos hombres y mujeres de esa etnia poseían una constitución peculiar de los órganos sexuales y genitales, como lo menciona Stephen Jay Gould. En una época en que los seres humanos eran clasificados por la historia natural según una escala racial del progreso humano, el cuerpo de la Venus fue tomado como un locus ejemplar para considerar a los hotentotes un tipo humano posicionado un escalón por debajo de esa escala. Dichas características físicas, a partir del precepto racial, proporcionaban condiciones para comparar, clasificar, distinguir y producir jerarquías relacionadas con esas personas, tomadas entonces por la ciencia como social, cultural y biológicamente inferiores o aun bestias. Venus Negra muestra algunos indicios de la fascinación de los europeos de aquella época por la constitución corporal y racial de los no europeos y, en ese caso específico, por la particularidad de los atributos anatómicos de los hombres y de las mujeres de aquella etnia, que serían pruebas de una supuesta superioridad de la naturaleza de los hombres de Europa. Esta película nos inspira a debatir cómo, ante la diversidad biológica humana, el cuerpo fue (¿y aún es?) utilizado por la ciencia occidental como locus de diferenciación y de producción de jerarquías entre los seres humanos. Un cuerpo subyugado Más que un objeto de la ciencia, la Venus Hotentote fue una mujer africana cuyo nombre era Saartjie Baartman (pequeña Sara). Su biografía remite a una historia que tuvo un triste destino de explotación, subyugación y esclavitud explícita y velada en Londres y París. Como se muestra en la película, ella provenía de un lugar próximo a Ciudad del Cabo, África del Sur, donde trabajaba como empleada de unos finqueros holandeses. Con la promesa de enriquecimiento, Saartjie aceptó viajar a Inglaterra sin saber los verdaderos objetivos del viaje, que eran el ser expuesta y explotada en un freak show en Londres. Así llegó a Inglaterra en 1810, en el mismo tráfico que en la época llevaba animales, plantas y personas destinadas a las grandes exposiciones que simbolizaban la expansión colonial europea, pero también como una mercancía.
De inmediato fue expuesta en Piccadilly en uno de los espacios que exhibían atracciones extraordinarias, como animales salvajes domados —osos y elefantes—, además de tragafuegos, malabaristas, enanos, gigantes, obesos, hombres esqueleto, etcétera. Los espectáculos etnográficos eran comunes en Londres. Los performances y exhibiciones revestían un carácter teatral, zoológico y museológico, explotando las curiosidades anatómicas de los sujetos, las diferencias étnicas y, la mayoría de las veces, dejando ver, en las puestas en escena, un esfuerzo de representación de la superioridad imperialista europea. Además de eso, como señala Altick, el uso de las particularidades biológicas de esas personas servía para explicitar las fronteras entre lo humano y lo monstruoso, lo humano y lo animal. La historia de la Venus Hotentote no difiere de esto; fue “el mayor de los fenómenos exhibidos en este país”, como decía el cartel de propaganda de su exhibición, y su espectáculo era algo especial, como se presenta en la película: “¡ella es increíble, un fenómeno! No es un oso ni un elefante. No es un acróbata y no escupe fuego, ¡es un ser humano! Sin embargo, increíblemente diferente. Es un fenómeno del continente africano. ¡Es la Venus Hotentote!”. Esto puede resultar chocante y repugnante a nuestros ojos, y el director nos somete a tal conmoción. En la escena, a pocos metros del suelo, hay un podio con una jaula cubierta con una tela, a fin de albergar cierto suspenso, que ocultaba, encarcelada, a “una mujer salvaje del continente negro, África […] capturada en la selva”. La jaula trepida y se escuchan gritos de pavor entre los espectadores. Al ser retirada la tela aparecía la Venus Hotentote… murmullos de sorpresa de los espectadores… allí estaba, animalizada, exhibida como una salvaje, vestida con ropa apretada que dejaba ver las formas de su cuerpo al punto que parecía desnuda. Permanecía en posición agachada y de espaldas a la platea, en espera de las órdenes de su carcelero. Saartjie representaba, “con violencia y cólera”, su supuesta bestialidad, gruñendo y sacudiendo como una fiera las rejas de la jaula que la encerraba. Era necesario advertir a los espectadores que contuvieran el miedo, pues por ser salvaje: “¡ella obedece a su instinto feroz!”. Para sacarla de la jaula era necesario encadenarla con un collar en el cuello, adornado con collares que remiten a su ancestral África. Así, a pesar de ser feroz, era domesticada y entrenada. Le daban órdenes para andar, pararse y sentarse, pero también era capaz de imitar a una europea… risas en la platea… y gruñidos imitando a un mono. La Venus Negra desfila delante del público, salta, baila y sacude sus prominentes nalgas, cuyo volumen se debe a lo que se conoce como esteatopigia. Aplausos, carcajadas, entusiasmo. El clímax de la presentación pone de relieve una forma más de explotación, ahora invasiva, de aquél cuerpo: los asistentes, para probar su coraje delante del supuesto ser exótico y bestial, eran invitados a tocarle las nalgas: “¡verifiquen ustedes mismos! ¡Es verdadero [el trasero]! Ella no muerde”. La película muestra cómo tales condiciones de exposición suscitaron en Londres algunas manifestaciones de oposición a los shows. Abolicionistas y miembros de la Sociedad Africana estuvieron en contra de la exhibición y exigieron su liberación, e incluso se inició un proceso contra su apoderado en el cual éste probó la existencia y regularidad de un contrato de trabajo y, al ser interrogada, ella afirmó que no estaba siendo coaccionada y que le era garantizada parte de los lucros del espectáculo. La corte falló en favor de Caezar. Los shows continuaron. A partir de 1814, la Venus Hotentote pasó a ser exhibida en París por un entrenador de animales. La película dramatiza su paso por la capital francesa, privilegiando dos aspectos: su explotación sexual (en shows eróticos y por su prostitución) y la cosificación de su cuerpo por parte de la ciencia. Es este segundo aspecto el que nos interesa aquí, pues es un modo de problematizar el uso de las particularidades biológicas del su cuerpo, vivo y muerto, por los naturalistas del Muséum d’Histoire Naturelle, como un hecho para diferenciar y afirmar el supuesto en la época de una escala jerárquica entre los diversos seres humanos. En el Muséum
En Venus Negra se muestra que el cuerpo de Saartjie Baartman fue vendido y utilizado para el análisis de la ciencia en dos ocasiones: cuando viva, en el Jardin des Plantes, bajo las miradas de los naturalistas del Muséum d’Histoire Naturelle, y después de su muerte, cuando su cuerpo fue conservado, registrado, reproducido, descrito y, por fin, disecado. En la primera ocasión, aparece posando desnuda para permitir “una descripción detallada de los órganos genitales” que, según la trama, era el hecho que autentificaba su pertenencia a la etnia hotentote y, según una controversia de la época, una de las características anatómicas que la aproximaba a los simios. Se creía que, mientras estuvo viva, mantuvo su anatomía sexual oculta, tanto en los shows como durante los análisis efectuados en el Jardin des Plantes, impidiendo a los científicos obtener conclusiones objetivas sobre la naturaleza de su “delantal”. Así, la vemos negarse, aun ante la insistencia del naturalista del museo abogando en nombre de la ciencia.
En otra secuencia se ven las prácticas de los artistas vinculados al museo para la elaboración de imágenes, dibujos y pinturas de su cuerpo, una representación idealizada y perfeccionada, producida a partir de las características observables, elaborada según concepciones y sentidos que fundamentaban la manera de comprender y ver los cuerpos humanos en aquél momento. En la ilustración producida por los naturalistas, su cuerpo es mostrado de frente y de lado, no fue dibujada como una modelo ante un artista, sino en forma semejante una especie zoológica, en posiciones comunes en los atlas de historia natural de entonces (figura 1). Mas, en aquella ocasión no fue representado su tablier. En otro pasaje se observa cómo es sometida por los científicos, equipados con compás y cinta métrica, a un examen antropométrico, donde fueron tomadas, además de la estatura, medidas de diversas partes del cuerpo; de la cabeza, el diámetro del cráneo, la longitud de la base de la nariz a la extremidad del mentón y el ángulo del maxilar, las cuales sirvieron para la clasificación, la comparación inmediata con las formas craneanas de otros humanos y primates. En el tronco son medidos su vientre y sus senos, y luego la proporción de las nalgas. En la memoria publicada por Cuvier le fue incluso atribuida cierta gracia a su cuerpo: “sus brazos, un poco finos, estaban bien hechos, y sus manos eran elegantes. Su pie era también muy bonito”. Él distinguió su inteligencia: “su carácter era alegre, su memoria buena, y ella reconocía, luego de varias semanas, a una persona a la que había visto una única vez. Ella hablaba tolerablemente el holandés”. Lo que más salta a la vista en la trama es la búsqueda de las señales físicas de animalidad e inferioridad, que eran los parámetros para caracterizar a los miembros de la etnia bosquimana. Atribuir una apariencia simiesca y brutalidad a los bosquimanos parece ser, como lo señala Stephen Jay Gould, una concepción compartida por los naturalistas contemporáneos de Georges Cuvier, lo cual se aprecia en un diálogo: “es absolutamente en la forma del desarrollo maxilar que encontramos la mayor semejanza entre esa hotentote y el orangután”. Muerta, su cuerpo fue, en primer lugar, preparado químicamente para ser conservado y reproducido en una estatua de yeso (figura 2), como se muestra en las escenas finales de la película. Inmediatamente le siguieron la disección y la autopsia. Era necesario solucionar la controversia sobre la “naturaleza de su delantal”, lo que parece haber sido el principal objetivo de la disección. Así, poco a poco, de órgano en órgano, detalladamente, vemos cómo su cuerpo es fragmentado; retirada, medida y pesada cada parte de él. El cerebro y los órganos genitales son conservados en formol como testimonio de las características anatómicas particulares de aquella mujer hotentote. La película muestra que una conclusión del estudio y la posible solución a la controversia fue que el tablier de la Venus no era un órgano particular y sí “un desarrollo de las ninfas” (pequeños labios de la vulva). En comparación con los simios se consideró en la época que “la vulva de las bosquimanas no es de esos órganos particulares que podrían establecer una relación entre mujeres y monos, pues lejos de tener las ninfas prolongadas, éstas las tienen en general poco aparentes”. No se dijo lo mismo en cuanto a la naturaleza esteatopígida de sus nalgas, que “ofrecen marcada semejanza con aquellas que nos recuerdan a las hembras de mandril, de babuinos, etcétera, y que adquieren en cierta época de su vida un crecimiento verdaderamente monstruoso”. Un indicio más de que tal estudio se insertaba en una concepción de la época que asociaba las particularidades corporales de las mujeres de aquella etnia con una naturaleza próxima a lo animalesco. Lo mismo ocurrió con el esqueleto, cuyo fémur era de una “singularidad notable” en la anatomía, lo que remitía a “caracteres de animalidad”. No obstante, como se explicita en la película, con base en la monografía de Cuvier, era la cabeza la que “ofrecía los medios más seguros de distinción, porque nosotros la estudiamos mejor. Es por medio de ésta que clasificamos a las naciones y, al respecto, nuestra bosquimana ofrece diferencias notables y singulares”. El cuerpo y la distinción entre humanos
Desde fines del siglo xvii, la práctica de clasificación de las especies de plantas y animales fue una actividad que marcó la producción de conocimiento en la historia natural, es algo que adquiere relevancia cuando se trata de las diferencias biológicas entre los seres humanos. Fue justamente a partir de la mirada de los europeos sobre la constitución biológica de otros pueblos que se establecieron algunas categorizaciones de lo que serían la exclusividad y la superioridad de Homo europaeus, la cual resultaba de los relatos de viaje (científicos y de exploración), realizados, desde entonces, en el interior de los continentes, como parte de las actividades colonizadores de algunos países de Europa.
En ese encuentro con lo diferente, aquellas características externas e inmediatamente visibles, como la forma y la estética, fueron los principales parámetros tomados por los naturalistas en sus descripciones y clasificaciones de las especies de plantas, animales y personas, como lo explica Foucault. En el caso de los seres humanos, el cuerpo, por el análisis de las características físicas, fue el lugar de ejercicio de tales procedimientos. Las especies deberían ser, además de clasificadas, exhibidas en Europa, con un tinte de exotismo, inculcando entonces en la población europea las representaciones de diferenciación. En esa dirección, como menciona Qureshi, las exposiciones etnográficas, como la de la Venus Hotentote, fueron uno de los medios para hacer evidente esa supuesta diferencia y la potencia imperialista sobre los otros pueblos. Fundamental para ordenar todos los datos observados en otras regiones fue la afirmación del modelo taxonómico y clasificatorio del naturalista sueco Carl Linné, en su libro Sistema de la naturaleza, de 1735. Los rótulos y descripciones deberían fundamentarse en parámetros visuales de número, forma, posición y tamaño que, por ser simples, producirían fácilmente unidad y orden en la naturaleza. Existían en el mismo periodo otras propuestas de sistematización en historia natural, como aquella presentada por el francés Buffon, sin embargo todas presuponían esquemas para ordenar y clasificar la naturaleza. Los seres humanos también terminaron dentro del sistema de clasificación de los animales; fue Linné quien acuñó el término Homo sapiens con seis variedades: ferus, europeus, asiaticus, americanus, afer (africano) y monstruosus. Para clasificar a los humanos debían ser observadas las características físicas y exteriores de los cuerpos, el temperamento y comportamiento de las personas, rasgos fáciles de visualizar, como podemos observar en la descripción linneana del africano: “negro, flemático, relajado. Cabellos negros, rizados, piel satinada, nariz achatada, labios túmidos, ingenioso, indolente, negligente. Se unta con grasa. Gobernado por el capricho”. Algunos años más tarde, en 1775, Blumenbach añadió un parámetro físico más para la diferenciación de los humanos, la craneología. Su propuesta fue una clasificación en cinco tipos de acuerdo con la conformación craneana: caucásico, mongol, etíope, americano y malayo. La forma del cráneo del caucásico era considerada la más perfecta. Georges Cuvier colocaba a los seres humanos en una sola especie y, a partir de allí, dialogaba con la diferenciación propuesta por Blumenbach y los variados atributos físicos, craneológicos, típicos de cada raza. Es en este contexto científico de producción de una clasificación, de diferenciación y de una creencia en una cadena fija pero jerárquica de los seres (la llamada “gran cadena del ser”), que el cuerpo de la Venus Hotentote será tomado como un ejemplar exótico entre las variedades biológicas humanas. En la película vemos que Georges Cuvier, al clasificarla como una bosquimana y, después de un minucioso análisis científico, atribuir a su cuerpo un carácter al mismo tiempo animalesco y humano, la posicionaba en lo más bajo de la escala, en una jerarquía establecida entre los diferentes seres humanos. Puede decirse que la ciencia occidental —sobre todo las ciencias de la vida— ha manejado el cuerpo como uno de los locus para caracterizar la diversidad biológica humana y, al paso del tiempo, la mirada se volvió cada vez más minuciosa e interna. Hasta el siglo XIX el centro fueron los aspectos exteriores e inmediatamente visibles y clasificables de los cuerpos: estructura craneana, color de la piel, forma y color del cabello y de los ojos, por ejemplo, pero a inicios del XX el espectro de análisis se dirigió hacia la forma y la función, midiendo el tamaño del cerebro, analizando la sangre, la orina, la saliva o mediante el registro de las proporciones corporales, la impresión digital, la tasa metabólica de crecimiento, etcétera. El enfoque se interiorizó todavía más a mediados del siglo XX, apuntando al plano molecular: las células, los genes, las proteínas, el adn, registros de diversidad biológica que han sido movilizados por varios motivos e intereses científicos, que no se limitan a una caracterización de especie, etnia o raza, sino también, por ejemplo, a una búsqueda de la ancestralidad por medio de la herencia, la determinación de la propensión a desarrollar enfermedades, la definición de la dimensión genética de las patologías y aun la producción de fármacos específicos para determinados grupos étnicos. La película analizada nos permite justamente constatar cómo el cuerpo de la Venus Hotentote se tornó en un artefacto científico. Su estatua en yeso, su esqueleto, su cerebro y demás partes fueron expuestas en el Musée de l’Homme de París hasta 1974, y fueron retirados de la colección debido a las críticas de grupos feministas contra la forma degradante en que el cuerpo de la Venus era exhibido. En 2002, como vemos en la película, su cuerpo fue repatriado a petición de su país de origen. Los Khoisan todavía hoy inspiran la curiosidad de los científicos, ya sea por la complejidad de su lenguaje, la capacidad física de supervivencia en ambientes hostiles, y su constitución genética; desde mediados del siglo XX dicha etnia es considerada por la genética de poblaciones y la genética evolutiva como la de mayor grado de diversidad de ADN mitocondrial, lo que indicaría que su origen e historia biológica es de las más antiguas de la humanidad. De este modo, la historia de Saartjie Baartmar, recreada en Venus Negra, nos inspira a reflexionar sobre la historicidad de las concepciones científicas en torno a la diversidad humana a partir de un debate que toma en consideración no sólo aspectos propios de la cultura científica de principios del siglo XIX, sino también, entrelazados, aspectos políticos sobre raza, género y la subyugación de los pueblos colonizados. |
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Venus Negra
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Título original: Vénus noire
Dirección y guión: Abdellatif Kechiche
Reparto: Elina Löwensohn, Olivier Gourmet, Jonathan Pienaar, JeanChristophe Bouvet, Andre Jacobs, Olivier Loustau, Eric Moreau, Diana Stewart, Ralph Amoussou, Gilles Matheron
Fotografía: Lubomir Bakchev, Sofian El Fani
Música: Slaheddine Kechiche
Producción: MK2, France 2 Cinéma
Género: drama histórico
País y año: Francia, Italia, Bélgica, 2010
Duración: 116 minutos.
Sinopsis: París, año 1817, Real Academia de Medicina: “Jamás hemos visto cabeza humana más parecida a la de un mono”, son las palabras del anatomista Georges Cuvier ante el molde del cuerpo de Saartjie Baartman. Siete años antes, Saartjie dejaba Sudáfrica con su amo Caezar, y exponía su cuerpo enjaulado al público londinense en las ferias de monstruos. Libre y esclavizada a la vez, la “Venus Hotentote” se convirtió en el ícono de los bajos fondos para acabar sacrificada al espejismo de la prosperidad.
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Referencias bibliográficas
Altick Richard. 1978. The shows of London. Harvard University Press, Cambridge, Mass.
Burke, J. G. 1972. “The wild man pedigree: scientific method and racial anthropology”, en The Wild Man Within: An Image in Western Thought from the Renaissance to Romanticism, Edward Dudley y Maximillian E. Novak (eds.). University of Pittsburgh Press, Pittsburgh. Cuvier, George. 1817. “Extraits d’observations sur le cadavre d’une femme connue à Paris et à Londres sous le nom de Vénus Hottentote”, en Mémoires du Muséum d’Histoire Naturelle 3, pp. 259-274. Foucault, Michel. 1966. As palavras e as coisas. Uma arqueologia das ciências humanas. Martins Fontes, São Paulo, 2000. Gould, S. J. 1985. O sorriso do flamingo. Martins Fontes, São Paulo, 2004. _______. 1981. A falsa medida do homem. Martins Fontes, São Paulo, 2003. Qureshi, Sadiah. 2004. “Displaying Sara Baartman, the ‘Hottentot Venus’ ”, en History of Science, núm. 42, pp. 233-257. SaintHilaire, Étienne Geoffroy y Frédéric Cuvier. 1824. Histoire Naturelle de mamifères (tomo 1). A. Belin, París. |
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Ana Carolina Vimieiro Gomes
Departamento de Historia, Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil.
Ana Carolina Vimieiro Gomes es Doctora en Historia por la Universidad Federal de Minas Gerais y profesora de Historia de la ciencia e investigadora del Grupo Scientia (teoría e historia de la ciencia) de la misma. Recién realizó en este año un posdoctorado en el Max Planck Institute for the History of Science. como citar este artículo →
Vimieiro Gomes, Ana Carolina. (2012). La Venus Negra: el cuerpo como locus para la clasificación y diferenciación. Ciencias 105, enero-junio, 56-63. [En línea]
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