Tierra, agua y bosques: historia y medio ambiente en el México central
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Alejandro Tortolero Villaseñor (Coordinador)
Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora,
Potrerillos Editores, S.A. de C.V.,
Universidad de Guadalajara, 1996.
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En México el problema del medio ambiente es muy agudo. A pesar de ser uno de los países con mayor riqueza en biodiversidad en el mundo, sabemos según cálculos aproximados que anualmente son deforestadas entre 400 y 800 mil hectáreas al año. La mayoría de las cuencas están fuertemente contaminadas. En casi 80 por ciento del país se presenta erosión y en 30 por ciento esta erosión es severa. Todo lo cual ha traído como consecuencia una muy alta pérdida de la biodiversidad.
Es urgente que ante la magnitud del problema ambiental surjan propuestas para intentar frenar el deterioro que tiene su origen en la idea del control y la transformación de la energía por el hombre y consagrada en la primera ley de la termodinámica que establece que la materia y la energía son constantes en el universo: no son creadas, ni destruidas, sino únicamente transformadas. Con esta ley se estableció una idea de progreso y futuro a través de la transformación ilimitada de la energía y materiales. Sin embargo, la segunda ley de la termodinámica establece que cada vez que la energía —y probablemente también los materiales— se transforman de un estado a otro hay que pagar un cierto precio, una disminución de la energía disponible. La energía gastada no desaparece, sino que se disipa, esto es, pasa a un estado en el que es imposible su reutilización; parte de ella se convierte en contaminación o residuos acumulados en el medio ambiente. A este proceso de disipación de determinadas cantidades de energía y materiales se le llama entropía.
Frente a esto, creemos útil rastrear en el pasado los orígenes de este deterioro ambiental que hoy amenaza gravemente el paisaje mexicano. Para ello conviene puntualizar ciertas premisas.
La relación entre historia y espacio en México, con algunas excepciones, no se ha explorado con la profundidad que se requiere. Si bien es cierto que las aportaciones de la historiografía francesa, tuvieron una fuerte recepción en México a través de los trabajos pioneros de Enrique Florescano, Alejandra Moreno y otros, también es cierto que fue más por la vía de la historia económica y social por donde se orientaron las influencias. La geografía histórica, a pesar de la deslumbrante obra de F. Braudel, no tuvo muchos seguidores en México. Si a estos dos elementos añadimos el medio ambiente, entonces el resultado es aún más desalentador. La historia medioambiental no ha tenido un desarrollo sino a partir de las dos últimas décadas y en ciertos países, pero escasamente en México.
Además, conviene señalar que el interés de los ecólogos ha sido más por el análisis vertical de los paisajes naturales, por el ciclaje de nutrientes, por la interacción entre especies de organismos, pero deja fuera las unidades de producción rural que se apropian de los paisajes. Como bien lo ha señalado Víctor M. Toledo, los ecólogos no se interesan por problemas de espacio, de tal suerte que el concepto de ecosistema es finalmente una entidad aespacial.
Entonces, a pesar de las sugerencias de distintos especialistas de historia medioambiental acerca de la necesidad de una práctica interdisciplinaria para el desarrollo de estos temas, para el caso mexicano estamos frente a la necesidad de practicar una interdisciplinariedad restringida puesto que buscar en historia, la geografía o la ecología, la interacción de estos tres aspectos es un tema prácticamente inédito. Nosotros hemos emprendido esta exploración esforzándonos por mostrar la relación entre historia, espacio y medio ambiente en el México Central, dando cuenta al mismo tiempo del estado de la cuestión que guardan estos temas en México.
¿Por qué esta región? Permítaseme recurrir a la siguiente representación para explicarlo. La gente del Norte de México solía contar un pequeño relato que ilustraba la imagen que el porfirismo y sus próceres habían forjado con grandes esfuerzos acerca de aquellas regiones. Cuentan que en otros tiempos se hallaba Cristo por la tierra, recorriéndola, repartiendo los dones del mundo. Un cierto día, cansado asoleado y terregoso andaba por allá, caminando por el Cerro de la Bufa. Llegando hasta las faldas del cerro, se reclinó en ellas para descansar y pensativo volvió hacia el sur, levantó la mano para señalarlo y dijo: “Dios y hombres”. Dicho eso, descansó un poco, y como para no dejar sin terminar su tarea levantó la mano hacia el norte, miró hacia la inmensa lejanía plana y dijo: “pasto y animales”. El norte, en esta representación, era el desierto; el centro, en cambio, el lugar de gracia donde los esfuerzos porfiristas se traducirían en progreso, orden y civilización. Esta idea del siglo pasado no está alejada de la clásica división entre Mesoamérica y Aridoamérica. Por ello nos proponemos como lugar de estudio ese centro asociado al progreso que necesariamente tendrá modificaciones espaciales y ambientales para lograr el desarrollo proyectado y nos detendremos sobre todo en la época de cambios acelerados del siglo pasado y principios del actual, aunque nuestra presentación será más un recuento bibliográfico que una exploración en el tiempo.
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como citar este artículo → Tortolero Villaseñor, Alejandro. (1998). Tierra, agua y bosques: historia y medio ambiente en el México Central. Ciencias 50, abril-junio, 70-71. [En línea]
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