La concepción del cuerpo humano de los nahuas de la Sierra Negra |
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Laura Romero López
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A la gente de Tlacotepec,
sin quienes este trabajo no hubiera sido posible
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Los seres humanos han observado su entorno y a partir de ello han reflexionado acerca de él. De la misma manera como se han interpretado los fenómenos de la naturaleza y se ha construido una imagen de ésta, el cuerpo humano ha sido objeto de la misma labor de interpretación, la cual —como parte de la cosmovisión— tiene la función de explicar por qué y cómo suceden las cosas. Los procesos biológicos se simbolizan y detrás de ellos hay una explicación de acuerdo con la reflexión que cada cultura elabora en torno a ellos.
El conjunto de prácticas y concepciones que conforman la “teoría” con la que el cuerpo humano es explicado resulta de la reflexión conjunta de los miembros de una cultura y, aunque está desprovista de un soporte científico, son procesos de orden racional que se fundamentan en la observación y la experiencia. Dichas teorías resultan verdaderas para el grupo que las ha creado porque bastan para dar cuenta de los hechos que se observan cotidianamente y serán tan diferentes como visiones del mundo haya. Cada cultura define, según su propio contexto social y cultural, una representación del cuerpo humano y, a partir de ésta, una forma determinada de entender y explicar qué es lo que constituye a un ser humano.
Los nahuas de Tlacotepec, municipio poblano que se encuentra en los límites con Veracruz y Oaxaca, en la Sierra Negra, son herederos de una teoría del cuerpo y la persona determinada por la tradición mesoamericana. Las antiguas concepciones fueron reinterpretadas después del proceso de conquista y de evangelización dando paso a una nueva teoría. Actualmente explican el funcionamiento de su cuerpo basándose en lo que han experimentado y en lo que han aprendido de sus antepasados, por medio de la tradición oral. Ellos consideran que cada persona está constituida por el cuerpo (tonacayo) y dos componentes inmateriales: totonal y toanima. Estos aspectos están íntimamente relacionados, pues de su equilibrio y buenas condiciones depende la salud y el bienestar de cada individuo. Los componentes inmateriales —a los que López Austin ha definido como entidades anímicas— se encuentran dentro de la envoltura material del cuerpo, el cual los alberga durante toda la vida. Sin embargo, el tonal no sólo está dentro del cuerpo, sino que es la entidad que las personas comparten con un animal que habita en el interior de los cerros; es un aspecto esencial que explica la conducta de los individuos, su salud y su personalidad, y se le llama totonal icni, “nuestro tonal hermano”. Así, cuerpo, totonal, toanima y totonal icni, son los principales elementos que constituyen a un ser humano.
Al hablar del cuerpo humano los nahuas de esta región utilizan constantes analogías con el cuerpo de los animales que son sacrificados en ocasión de las fiestas patronales y familiares. Al ser la experiencia la principal fuente con la que ha sido conformada su teoría del cuerpo, se hace énfasis en ciertos órganos y fluidos de él, aquellos que son considerados centro y fuente de la vida humana.
Las entidades anímicas
Las entidades inmateriales son la energía anímica que reside, en mayor o menor medida, en determinados sitios del cuerpo. Poseen características particulares, mismas que explican su función en el cuerpo humano, y pueden ser divisibles o indivisibles, separables e inseparables de su envoltura corporal. Para los nahuas de Tlacotepec, cada individuo posee dos entidades anímicas, cada una de ellas cumple una función, pero ambas dotan al ser humano de ciertas cualidades y, sobre todo, son imprescindibles para la vida.
Toánima, nuestra alma
Es la entidad anímica que reside en el corazón. Llega al cuerpo desde que la persona se halla en el vientre materno, la señal de su llegada la da el movimiento que la madre advierte en los primeros meses de su embarazo. Es otorgada por Dios a los seres humanos y sólo abandona el cuerpo una vez que la persona muere, por lo que el corazón automáticamente se detiene. Algunas personas relatan que, en las mujeres, toánima es como una mariposa, mientras que en los hombres es como un zopilote. También hay quien afirma que toánima es como la persona misma, “sólo que es puro espíritu”.
Al morir la persona esta entidad irá a residir al cielo, el infierno o el interior de los cerros. Mientras la persona está viva, una vela se mantiene encendida en el cielo desde el momento del bautismo y se irá consumiendo hasta apagarse en el momento de la muerte. Antes de la celebración de este rito católico, la vela no ha sido prendida aún, el pequeño es un xantil, un gentil, porque “todavía no conoce a Dios”, es un ser que no ha sido integrado a la sociedad, pues al ser bautizado se convierte en un “cristiano”, sinónimo por excelencia de lo que un ser humano es.
Pero las velas no sólo se apagan cuando “Dios lo decide”, esto puede suceder por la intervención maléfica de un brujo. Él puede dañar la vela de la persona y terminar con su vida. La muerte no es una cuestión azarosa, siempre hay causas que subyacen a su pronta, repentina o justa llegada.
El alma de quienes mueren súbitamente queda vagando por la tierra, puesto que aún no se da cuenta de que su vida terminó, y es entonces cuando los difuntos asustan, se aparecen en sueños, rondan su casa o la de sus familiares, no tienen descanso porque “todavía no les llegaba su hora”, y esta estancia prolongada en la tierra los vuelve hostiles a los seres humanos.
Por el contrario, las almas de quienes murieron en su momento regresan cada año a visitar a sus familiares y amigos, es la ocasión de un contacto entre vivos y muertos. Las casas se adornan con altares en donde se colocan flores, comida y todo aquello que las personas gustaban en vida. Se les ofrece copal y las velas se mantienen encendidas durante toda la celebración. Las campanas de la iglesia repican durante todo el día y la noche anunciando que los “difuntos andan en la tierra”.
Otra característica importante de toánima es que no es una entidad excepcional de los seres humanos, ya que en otro sentido es la esencia de las cosas, representa lo vivo. La tierra, el agua, los animales, las plantas y los cerros poseen un corazón, “porque tiene corazón, la tierra nos da de comer, el maíz crece y las plantas curan”. Toánima es lo que da vida y movimiento a los seres, su ausencia supone inmovilidad y, por tanto, la muerte.
El cuerpo muerto es un cuerpo inerte, la principal diferencia con el cuerpo vivo es la presencia o ausencia de movimiento: el corazón deja de palpitar, la respiración se detiene, el cuerpo se endurece. Todo alude a la ausencia de la energía que dota de movimiento a los cuerpos vivos. “Toánima es la que está brincando en el corazón, es la que está haciendo trabajar todo nuestro cuerpo”.
Totonal, nuestro tonal
Las concepciones en torno al tonal se alejan, manifiestamente, de los esquemas católicos, pues los esquemas de fondo son, casi en su totalidad, evidentemente prehispánicos, y sólo se han agregado cualidades que corresponden, principalmente, a la intervención de Dios para dotar a los seres humanos de esta fuerza.
Los términos totonal (nuestro tonal), tosanto (nuestro santo), topensamiento (nuestro pensamiento), toespíritu (nuestro espíritu) o pulsos, sirven en la comunidad para designar a la misma entidad, al mismo tiempo que hacen alusión a aspectos relacionados con las cualidades que ésta infunde al cuerpo.
Durante la época prehispánica, el tonalli era otorgado a los individuos por los dioses Ometecuhtli y Omecihuatl. Hoy en día se cree que es Dios quien lo otorga y llega al recién nacido una vez que su cordón umbilical es cortado, “por eso el chamaco llora cuando nace, porque su tonal ya le llegó”. Los antiguos nahuas consideraban que las cualidades del tonalli estaban determinadas por el día en que nacía la persona, momento en que, además, se le asignaba nombre y se determinaba su destino. En Tlacotepec todavía se afirma que el día del nacimiento incide en las cualidades del tonal; una persona nacida en martes o viernes, por ejemplo, tendrá un tonal más fuerte y una notable tendencia a hacer el mal, pues estos días son chicavac, “fuertes”, e imprimen sus características en la personalidad de cada individuo. De igual manera, hay personas de “espíritu débil”, de “corazón amargo” (yolchichic) y de “corazón dulce” (tzopelic iyollo). La fuerza o debilidad del tonal se expresa, también, al darle los mismos atributos a la sangre (toezzo), puesto que se cree que ésta es su vehículo, el medio por el cual se distribuye a todo el cuerpo.
Además de esto, el tonal provee su calor a la persona, y su ausencia en el cuerpo se traduce en un paulatino enfriamiento que puede llevar a la muerte. Para los nahuas esta entidad provee al cuerpo también de la fortaleza necesaria para realizar las actividades cotidianas —“cuando no tienes tu tonal no tienes ganas de nada, no quieres comer, todo te preocupa”. Su pérdida se traduce en decaimiento, inapetencia e intranquilidad. Durante la vida el tonal va adquiriendo mayor calor, mismo que decae gradualmente con los años. Al nacer, el niño es un ser frío que paulatinamente aumenta su calor, y al llegar a la madurez el tonal alcanza el punto de mayor plenitud: ha dejado la frialdad de la infancia, la inestabilidad propia del tonal de los niños pequeños para contar con un tonal más caliente y estable. Con el paso de los años el enfriamiento del cuerpo se va haciendo evidente, vuelve a ser un tonal frío y poco estable, la muerte en los ancianos es más próxima, sus facultades ya no son las mismas, su tonal tampoco.
Aunque el tonal se encuentra distribuido por todo el cuerpo, destaca su presencia en los “pulsos”, ciertas partes de éste en donde el latido del corazón se hace evidente, y se deriva, al mismo tiempo, la estrecha vinculación con la sangre. El tonal se concentra en la cabeza, la boca del estómago (toyollixco) y en el ombligo (toxic); algunos nahuas señalan que éstos son los “pulsos” más importantes, pues la disminución del ritmo cardiaco que en ellos se percibe o “sentirlos” fuera del lugar en el que habitualmente se encuentran son síntomas de un estado de gravedad mayor.
Pero quizá lo que caracteriza principalmente al tonal es que, a diferencia de toánima, éste puede abandonar el cuerpo numerosas veces a lo largo de toda la vida. Es el free soul o dream soul que abandona su envoltura corporal cuando la persona está dormida —lo que, según los nahuas de Tlacotepec, explica las experiencias oníricas. Al salir del cuerpo, el tonal adquiere la forma de la persona a la cual pertenece —“Totonal es igual, así como uno; es como una foto”. En algunos casos aprovecha el pequeño y alado cuerpo de los insectos para alojarse en ellos.
Por sus cualidades, el tonal es la entidad anímica sin la cual la persona enferma o muere, y convierte al ser humano en un ser vulnerable, pues a pesar de proveerlo de fuerza, calor y vitalidad, su capacidad de abandonar el cuerpo constantemente pone en riesgo el equilibrio corporal del individuo al que pertenece; sin él, la relación armónica del cuerpo se ve alterada, llevando incluso a la muerte.
Totonal icni, nuestro tonal hermano
En Tlacotepec, el tonal icni es el alter ego de la persona, un animal con el que cada individuo mantiene una relación de consubstancialidad, pues ambos, al compartir el tonal, están vinculados desde el nacimiento hasta la muerte. Todos los seres humanos al nacer poseen un tonal icni. Entre ambos hay una correspondencia de cualidades, por eso los males del alter ego se reflejan en la persona, hasta el punto en que la muerte de uno significa también la muerte del otro.
En el momento en que la persona nace, su alter ego lo hace en el interior del Covatepetl, cerro de la víbora, con el que los habitantes de Tlacotepec se encuentran vinculados fuertemente, pues se dice que de allí provienen los bienes con que cuenta la comunidad: agua, maíz, frijol y cualquier otro tipo de riqueza.
Los nahuas coinciden en afirmar que cada persona posee sólo un alter ego, pero difieren en el tipo de animal que puede ser. Algunos aseguran que cualquier animal del monte puede ser tonal icni excepto el tecuani, “el que devora a la gente”, el cual pertenece exclusivamente a los brujos. Otros aseveran que todas las personas poseen un felino como “animal compañero”, sólo que el de los curanderos es un ocelotl, “un gato grande y pinto, amarillo con manchas negras”; mientras que el de los brujos es un tecuani, felino de color rojo, mucho más feroz y grande que el anterior.
Entre los alter ego se da una relación jerarquizada de temor y respeto, similar a la que se presenta entre los seres humanos. El control que por su poder —basado en sus conocimientos— pueden ejercer los curanderos y brujos se refleja también en el gran temor y respeto que infunde su tonal icni. Cuando nace un individuo que en el futuro será curandero, los brujos buscan a toda costa matarlo, de esta manera, automáticamente, terminarán con la vida de sus antagonistas; por eso al nacer son protegidos. Hasta hace algunas décadas, cuando se sabía que un niño sería curandero se buscaba a un especialista de mayor edad, que protegía el alter ego del recién nacido, construyendo un corral en el monte y encerrándolo en él. Una vez allí, los tecuani se veían imposibilitados para atacarlo, ya que el tonal del curandero, al cual se le había encargado la construcción del corral, acudía durante los primeros años de vida del futuro curandero a verificar el estado de su alter ego, ver que el corral lo siguiera protegiendo y, sobre todo, para alimentarlo.
Para el resto de las personas la relación con el alter ego es prácticamente nula. El conocimiento de la identidad del animal compañero y la interacción con él son sólo atributos de curanderos y brujos. Asimismo, la posibilidad de conocer la identidad del tonal icni de los demás miembros de su comunidad los coloca como individuos altamente poderosos, pues tienen la facultad de dañar gravemente a cualquier persona. Ambos pueden entrar en contacto con su tonal icni por medio de los sueños; su tonal se desprende del cuerpo y llega al cerro en el que éste se aloja, sabe en dónde encontrarlo para cerciorarse de que se halla en buen estado, garantizando la estabilidad de su persona.
Las principales partes del cuerpo
La cabeza y el corazón
El corazón y la cabeza son los puntos principales en donde se concentran las entidades anímicas del ser humano. Cada uno de ellos participa conjuntamente, asegurando que los procesos físicos y mentales se lleven a cabo de un modo óptimo. Son “centros anímicos”, ya que, como lo señala Alfredo López Austin, es en ellos donde “se supone existe una concentración de fuerzas anímicas, de sustancias vitales, y en la que se generan impulsos básicos de dirección de los procesos que dan vida y movimiento al organismo y permiten la realización de las funciones psíquicas”.
Toyollo, nuestro corazón
El corazón es el órgano que da muestra de la vida de las personas, de ahí que se le considere el órgano principal. Protegido por las costillas (tomitzicuil), cuelga de las venas, mismas que lo unen con el hígado (toyel), los pulmones (tochichica) y las tripas (tocuitlaxcal), palabra con la que se designa a ambos intestinos. Su palpitar es la señal más evidente de la vida.
Rige las emociones, el temperamento y el pensamiento de las personas, los cuales, a pesar de generase en los “sesos” (tocuatitix), están determinados por él. Don Inocencio, un curandero, lo explica con claridad. “Cuando se siente algo o piensas algo malo es que tienes mal tu corazón. Si pensamos mucho nos podemos volver locos, con tanto pensamiento el corazón no aguanta y ahí aparece la enfermedad. A veces estamos débiles, la sangre no está buena, no aguanta lo que está pensando y de ahí viene la enfermedad. Si tocuatitix está trabajando mucho te acabas el corazón, se cansa el corazón”.
Tocua, nuestra cabeza
En totzonteco, palabra con la que se designa el conjunto formado por la cabeza y la cara, se encuentran los principales órganos que vinculan a la persona con el exterior: los ojos (toixtololo), la nariz (toyacatzo), la boca (tocama) y los oídos (tonacaz). En la cara (toixco) se reflejan los sentimientos de las personas.
En la parte superior de la cabeza (tocua) está “nuestro pensamiento, es eso lo que nos hace pensar, acordarnos”. Se sabe que son como una masa blanca, que está dentro de los huesos que forman el cráneo. “Cuando alguien se vuelve loco ya no tiene su pensamiento”, pues ha perdido la capacidad de razonar y conducirse según lo dicta la costumbre.
La parte más alta de la cabeza es un punto de gran importancia. Cuando los niños nacen, la región de la fontanela no ha solidificado aún y es particularmente propensa a sufrir desacomodos que provocan la caída de la mollera (toatzin), enfermedad propia de los niños pequeños. En la época prehispánica, la mollera también estaba relacionada con el tonalli. Los tetonalmacani, “los encargados de volverle la ventura al niño”, dice Pedro Ponce, le ponían hierbas en la mollera y le decían algunas palabras para recuperar la fuerza vital del niño y, por tanto, su salud.
En la actualidad las creencias son muy similares. Se considera que es justamente en la región de la coronilla donde se concentra gran parte del tonal, por eso cuando una persona ha perdido parte de esta entidad anímica a consecuencia de una fuerte impresión, se coloca, debajo de su cabecera, agua o tierra del lugar en el cual “se espantó”, esperando que el tonal vuelva al lugar al cual pertenece. También por eso la persona espantada puede “volverse loca”, pues está carente de la entidad que, albergada en la cabeza, otorga al ser humano la razón y el pensamiento.
Fluidos, cabello y uñas
Al entender al individuo como una totalidad, esta idea se extiende incluso hasta los residuos del cuerpo y las sustancias que están dentro de él. La personalidad individual queda concentrada en lo que fluye al interior del organismo y en lo que se desprende de él, por eso la sangre, las uñas y el cabello son considerados elementos fundamentales de todo ser humano.
La sangre (toezzo)
Por su relación con el palpitar del corazón, con los ciclos fértiles de la mujer y su evidente ausencia en los meses de embarazo, la sangre se vincula con la vida, como una parte fundamental de lo que el ser humano es.
Se le considera una sustancia en donde reside la fuerza vital de las personas, tiene la facultad de creación y es origen del semen y la leche materna. Trasciende lo masculino y lo femenino, es la sustancia vital por excelencia. La sangre menstrual que la mujer pierde cada mes la “utiliza” durante el embarazo para formar el cuerpo de su hijo “porque el niño se cría con la sangre de su mamá”. Después del nacimiento se transforma en la leche materna que alimentará a su hijo durante los primeros años de su vida. La relación entre madre e hijo por medio de la sangre y la leche es tal que, mientras ella está encinta o bien amamantándolo, las enfermedades o sentimientos que experimenta influyen directamente en la salud del hijo.
Es, además, asiento y vehículo del tonal. Los daños a la entidad anímica se reflejan en ella. Es la sangre la que nos diferencia de los muertos y de los seres que habitan el mundo sobrenatural. Nos proporciona calor y por lo tanto la vida. Por las características que comparten, la sangre y el tonal conforman en ciertos contextos un mismo concepto. La relación entre ambos se expresa en tanto que la sangre que se palpa en los “pulsos” es expresión tangible del espíritu humano, el movimiento del pulso es atisbo de su existencia y de su presencia.
La diferencia entre el cuerpo vivo, dotado de toánima y de tonalli, y el cuerpo muerto, carente de éstos, es el palpitar del corazón y las pulsaciones en determinados puntos de nuestro cuerpo. Esta relación ha sido construida a partir de la experiencia cotidiana de lo vivo y lo muerto, de lo dinámico y lo estático y del papel fundamental de la sangre en dichas condiciones.
La sangre es la sustancia vital que contiene el tonal, es la fuerza que anima y da muestra de la vida. Su ausencia convierte al cuerpo humano en un cuerpo frío y, por tanto, muerto. El movimiento y pulsar de la sangre es la muestra de la vida por excelencia.
El cabello (totzoncal) y las uñas (tozte)
En su calidad de restos corporales, el cabello y las uñas están cargados de la personalidad de cada individuo y por medio de ellos se puede influir en la integridad de quien son o fueron parte.
Durante la época prehispánica el cabello era considerado recipiente de la fuerza del tonalli y podía utilizarse tanto para curar como para dañar a la persona de quien el cabello se había obtenido. En Tlacotepec se considera que el cabello posee cualidades muy similares, por ello cuando las mujeres se peinan o peinan a sus hijos procuran no arrojar en cualquier sitio aquellos cabellos que han quedando enmarañados en el peine. Algunas veces son quemados en el fogón, evitando con esto que lleguen a manos de cualquier persona, o bien son arrojados discretamente al piso de la casa para después recogerlos y quemarlos junto con el resto de la basura. El corte del cabello tampoco se deja en manos de cualquier desconocido, generalmente se le pide a algún familiar que se encargue de esta labor, evitando del mismo modo exponer esta parte de la persona a las agresiones de algún mal intencionado.
Las madres y las abuelas aconsejan no cortar el cabello de los niños pequeños hasta que hayan cumplido, al menos, año y medio, de lo contrario se dice que el niño no crecerá adecuadamente. Otros afirman que lo que se pierde es la facultad de hablar correctamente. Ambas posibilidades podrían estar relacionadas con la pérdida de cualidades que fueron atribuidas al tonalli en la época prehispánica, vinculadas con el crecimiento y el pensamiento. Así, la pérdida del cabello implica la pérdida de las facultades de las cuales el tonal dota a la persona por estar en contacto con la cabeza, principal asiento de éste. Es importante destacar que el plazo que se menciona para poder cortarlo sin correr los riesgos señalados concuerda con la solidificación de la fontanela, lo que no es una coincidencia. Como fue señalado ya, la mollera, en particular es un punto importante en la concentración del tonal. La blandura de este punto incrementa las posibilidades de perder esa fuerza, por lo cual se deduce que las creencias sobre el corte del cabello antes de la solidificación de la fontanela implican que este cabello se encuentra aún más impregnado de la entidad, a tal grado que lleva a perder las facultades de las que ésta provee al individuo.
En el caso de las uñas se toman medidas a las que subyace la misma lógica. Las de los niños pequeños no deben de ser cortadas durante el primer año de vida, y la falta de cuidado de esta medida tiene las mismas consecuencias que cuando se corta el cabello antes del momento pertinente. Sólo si es necesario las madres recortan con sus dientes las uñas de sus pequeños, lo que les permite tragárselas, protegiéndolas de caer en manos de alguien con intenciones de dañar a su hijo.
Tanto el cabello como las uñas se protegen para evitar ser dañados por medio de ellos, minando la integridad de la persona a la que pertenecen. Los componentes del cuerpo se consideran como parte de la totalidad y en ese sentido como medio eficaz para incidir en la persona, a la que alguna vez pertenecieron.
Algunas conclusiones
El discurso simbólico sobre el cuerpo y la persona responde a las interrogantes que ante ellos se han planteado los miembros de una sociedad. Está acorde con su cosmovisión, con su “forma” de ver y explicar la realidad. Es una manera propia de reflexionar sobre lo que nos conforma como individuos.
Lo que cada persona expresa sobre su cuerpo es reflejo de un pensamiento colectivo, en el cual lo que se dice y se sabe sobre él tiene coherencia con el resto de las creencias, las cuales también se comparten. Debemos tener presente que no existe una sola forma de mirar al cuerpo, ni una sola que sea la verdadera. No hay verdades ni errores sino explicaciones que están involucradas con una interpretación propia del mundo.
Las concepciones sobre el cuerpo, las explicaciones sobre las funciones de los órganos, las cualidades de los fluidos que emanan de él, así como los atributos que a cada persona confieren sus entidades anímicas constituyen explicaciones eficaces y armónicas con el sistema médico, principalmente. El cuerpo es el medio por el cual el individuo entra en relación con su entorno social y natural. Las concepciones se reflejarán, por tanto, en la armonía que éste guarde en su salud como en su enfermedad. El curandero restablecerá el orden individual, el equilibrio de cada persona, una vez que haya sido restablecido el orden entre ésta y su medio. Es decir, todo sistema médico se basa en la teoría del cuerpo y la persona propia a la cultura a la que ambos pertenecen. Son dos ámbitos inseparables, en donde uno explica al otro haciéndolo comprensible.
Así, quien ha comprendido cómo se conforma cada persona según un grupo humano podrá entender, o al menos no tachar de ignorancia, otras explicaciones sobre el cuerpo. No hay que olvidar que cada sociedad humana está convencida de su propia interpretación, pues ésta le es eficaz. El saber “oficial” de las sociedades occidentales es tan sólo una interpretación más sobre el cuerpo, una interpretación entre otras muchas.
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Laura Romero López
Estudiante de la Maestría en Estudios Mesoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Romero López, Laura. (2004). La concepción del cuerpo humano de los nahuas de la Sierra Negra. Ciencias 74, abril-junio, 32-40. [En línea] |
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