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Sara Barrasa y Mariana Vallejo |
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El trabajo de campo es parte fundamental de la investigación
en diversas disciplinas. Para conocer el territorio y el paisaje es necesario recorrerlo, esto es, se necesita realizar trabajo de campo en la zona de estudio previamente definida. Así, en este proyecto el trabajo de campo nos llevó hasta Chiapas para adentrarnos en el corazón de la Reserva de la Biósfera La Encrucijada, ubicada en la llanura costera del océano Pacífico, en donde se encuentran diferentes tipos de humedales asociados a lagunas, esteros y estuarios, zonas inundadas temporalmente, como marismas y pampas, ecosistemas de gran valor como manglares, zapotonales, popales, tulares, selvas medianas subperennifolias, selvas bajas caducifolias, vegetación de dunas costeras, vegetación flotante y subacuática; es reservorio de gran cantidad de especies de flora y fauna de importancia por ser raras (garza cándida, cocodrilo de río o real), por estar amenazadas (boa, oso hormiguero), en peligro de extinción (jaguar, mono araña, palma de coyol) y bajo protección especial (mangle blanco y botoncillo). La protección ambiental en la zona tiene su origen en 1972, cuando La Encrucijada fue declarada Área Natural y Típica del Estado de Chiapas, “Tipo Ecológico Manglar Zapotón”. En 1995 fue declarada, por Decreto presidencial, como Reserva de la Biósfera, entonces el Gobierno Federal asumió su administración. Un año después, la Convención sobre Humedales ramsar la declaró “un humedal de importancia internacional”.
De acuerdo con el Programa de manejo, las principales problemáticas que se presentan están relacionadas con actividades económicas: ganadería, agricultura y pesca. Las dos primeras han producido un importante cambio en los paisajes, ya que han transformado la selva en potreros y cultivos, mientras que la tercera se ha desarrollado con técnicas inadecuadas y poco selectivas llegando a la sobreexplotación del recurso. También se registran incendios forestales inducidos por cazadores furtivos que buscan la extracción ilegal y la comercialización de la fauna silvestre.
Los paisajes de La Encrucijada
El trabajo de campo perseguía dos grandes objetivos: entrevistar a la población de una comunidad, previamente identificada, para conocer desde su perspectiva la génesis y evolución del paisaje, su percepción de las problemáticas ambientales; y recorrer la región que describió detalladamente Don Miguel Álvarez del Toro en su libro ¡Así era Chiapas! 42 años de andanzas por montañas, selvas y caminos del estado!
Para cumplir el primer objetivo realizamos entrevistas semiestructuradas a modo de conversación a adultos mayores, hombres y mujeres, sobre sus percepciones de los cambios en el paisaje a lo largo de su vida, esto es, cómo era la comunidad cuando eran jóvenes, cómo eran el clima, la selva, el manglar y los esteros, cuáles han sido las actividades principales a las que se han dedicado, qué remedios conocen (animales y plantas curativas). Todos habitantes de la comunidad de Brisas del Hueyate, elegida por la cercanía a la región del Hueyate, sitio emblemático para Miguel Álvarez del Toro, lo que nos lleva al segundo objetivo.
Originario del estado de Colima, Álvarez del Toro fue zoólogo, naturalista y conservacionista autodidacta; inició su carrera a finales de los años treintas, colaborando con la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia como colector científico. En 1942, el gobernador del estado de Chiapas, Rafael Pascacio, lo invita a ocupar el cargo de zoólogo general de los Viveros Tropicales y Museo de Historia Natural, que posteriormente se convertiría en el Instituto de Historia Natural. Conocedor del estado por sus muchos recorridos y viajes de exploración, fue pieza clave en la conservación de Chiapas, promotor de muchas de las áreas naturales protegidas que hoy conocemos, entre ellas, la actual Reserva de la Biósfera La Encrucijada, que recorrió en los años cincuentas.
Don Miguel hizo su primer viaje a la región del Hueyate con el fin de cazar un jaguar por encargo de otro gobernador, el licenciado Aranda. Así inicia su relato: “en abril de 1954 vi por primera vez la misteriosa región conocida como el Hueyate; una zona de esteros, pantanos, manglares y zapotonales inmensos, guarida de una gran población de jaguares, cocodrilos, boas y millones de aves acuáticas, nubes de zancudos y toda la población mundial de jejenes minúsculos, pero molestos al máximo”. Justifica la elección del lugar para su visita por la presencia de agua dulce en una región caracterizada por aguas salobres en la que “los animales acudían a beber allí, siendo por lo tanto fácil cazar lo que uno quisiera, desde palomas hasta jaguares”.
Inició su viaje en Tuxtla Gutiérrez y se dirigió hacia Arriaga para tomar el tren hasta Acapetahua y luego, “en carreta tirada por bueyes, viajar toda la noche para llegar a Río Arriba; ahí se alquilaba un cayuco impulsado por un motor fuera de borda y casi fuera de uso, que tardaba unas seis horas para llegar a Zacapulco. Después de esta odisea, cuya dureza solo comprenderá quien la haya realizado, o cuando menos quien haya viajado toda una noche en carreta por un camino lleno de hoyos, llegué con mi equipo y dos ayudantes, un mediodía de abril del año antes mencionado, a la pesquería Barra de Zacapulco”.
Nosotros comenzamos nuestro viaje hacia la Reserva de la Biósfera La Encrucijada (rebien) 62 años después, el 16 de mayo; salimos de Morelia (Michoacán) tras catorce horas de viaje por carretera, llegamos a Tuxtla Gutiérrez y al día siguiente continuamos en dirección a la costa. Nos detuvimos en la oficina de la conanp en Acapetahua para presentarnos e informar de nuestra entrada a la Reserva y del trabajo de campo. Continuamos dieciocho kilómetros más hasta el embarcadero Las Garzas, punto de entrada a la Reserva. Observamos un paisaje dominado por potreros y cultivos de palma africana, en donde hoy sólo quedan vestigios de la selva que alguna vez fue.
En el embarcadero nos espera el tío Abel, quien será nuestro guía en la región del Hueyate, en el corazón mismo de La Encrucijada. Nos explica las condiciones en que estaremos en el campamento, en donde ya no tenemos señal de teléfono ni internet, y así será durante los siguientes días. Allí comenzamos a descubrir parte de la fauna local —varias especies de garzas, un martín pescador y un cocodrilo juvenil—, a recorrer el manglar del sistema lagunar ChantutoPanzacola, en el cual las copas de los árboles forman un impresionante túnel repleto de ramas y raíces de mangles; continuamos hasta llegar a canales más abiertos y grandes donde podemos observar otro paisaje con distintas especies de mangle (Rhizophora mangle, Rizophora harrisonii) y diversidad de aves; navegamos por amplios canales donde podemos disfrutar de espectaculares mangles de treinta metros de altura, constatando su buen estado de conservación.
El tío Abel nos enseña parte de la diversidad de avifauna de la región: águila caracolera, águila pescadora, garza blanca, cormorán y pato aguja, hasta llegar a la bocabarra, dejando a nuestra derecha Barra Zacapulco, donde vemos pelícanos y gaviotas. A partir de ahí ingresamos al estero El Hueyate por el cual discurrimos durante poco más de hora y media, llegando por fin a la Isla Concepción.
Regresando a la narración de Don Miguel, cuando llega a Zacapulco no encuentra a los guías que le habían recomendado, pero le sugieren que vaya con Don José a la Concepción, una “isla donde los tigres eran muy abundantes […] al amanecer salimos de Zacapulco y arribamos a La Concepción en las primeras horas de la tarde. Fue un viaje bastante cansado, sentado en los bordes del cayuco o sobre los bártulos, con un sol quemante y una atmosfera calurosa muy húmeda, aunado todo esto a una marcha lenta hasta la desesperación”.
En nuestro caso, hemos tardado casi dos horas en lancha a motor, y por fin estamos en el campamento Isla Concepción que pertenece al ejido Brisas del Hueyate, Municipio de Huixtla. Álvarez del Toro describe así La Concepción: “resultó ser una isla de un poco más de trescientas hectáreas, la mayor parte cubierta de bosques. En la orilla del canal, elevada apenas un par de metros sobre la superficie del agua, había una veintena de cocoteros que ya empezaban a dar frutos, los que podían cortarse estando la persona parada en el suelo; un poco detrás de las palmas estaba una casa de paja y un pequeño cobertizo que servía de cocina”. Y nos habla de sus pobladores en aquella época: “habitaba la isla una familia compuesta del padre, la madre y media docena de chamacos, el mayor de cinco años y el menor aun dentro de la madre […] El ocupante de estas tierras nacionales, o sea el padre de la familia, se llamaba José y llegó a ser un buen amigo desde este primer viaje […] En cuanto se enteró del objeto de nuestra visita, José me aseguro que en los zapotonales del interior de La Concepción encontraría los tigres que yo necesitara”.
En La Concepción nosotros convivimos con dos de los hijos de Don José y Doña Esther, el tío Abel y Don José, ejidatarios y guías turísticos cuando se presenta la ocasión, así como con sus esposas, Yolanda y Elizabeth, y el pequeño Alexander. El campamento consta de varias construcciones chicas de techo de palma, los antiguos espacios que fueran hogar de la familia; en la actualidad habitan en Brisas y vienen a la isla para dar mantenimiento al campamento y los senderos, y recibir a los visitantes. Nos instalamos en un cuarto de grandes dimensiones con ocho camas; toda la habitación está protegida con mosquiteros, y cada cama tiene pabellón antimosquitos, indicador de la población de insectos del lugar.
Por suerte, las comunicaciones han mejorado en las décadas que han pasado desde los primeros viajes de Don Miguel y ahora contamos con la carretera costera, pavimentada y de doble carril en cada sentido, desde Acapetahua al embarcadero se llega por carretera rural pavimentada y el recorrido total en lancha hasta la Isla Concepción se hace en poco menos de dos horas (figura 1). Los terrenos nacionales que llegó a colonizar Don José hoy son parte del ejido Brisas del Hueyate.
Adentrándonos en el Hueyate
Es pertinente aclarar la particularidad de las denominadas islas en esta región, son espacios de suelo firme rodeadas de agua salobre con manglar. Aunque al observar la imagen satelital se aprecia un cambio en la vegetación, es poco intuitivo entender que se trata de islas según el concepto tradicional: “porción de tierra firme en mar, lago o río, rodeada de agua por todas partes” —la define Lugo Hubp—, ya que el cambio de vegetación que se observa corresponde a los manglares que crecen en el agua salobre y se distribuyen de manera abundante en la región. Don Miguel dice: “estos islotes solamente son tierras algo más elevadas, el resto del terreno son lodazales cubiertos por bosques de manglar”.
Describe asimismo la fauna de la región: “sorprendía la cantidad de venados, jabalíes, tejones, armadillos, guaqueques y tepezcuintles que habitaban estas tierras, realmente parecía imposible la abundancia de caimanes, tortugas y peces armados que había en las aguas”. En nuestro caso, compartimos el espacio con iguanas, pájaros carpinteros, innumerables insectos de todos tamaños y colores; otras especies de fauna las fuimos descubriendo día a día. A pesar de lo sorprendente que nos pueda resultar el contacto directo con tantos animales en la actualidad, no es comparable con la cantidad y variedad que poblaba la región décadas atrás.
En cuanto cae la noche, el tío Abel nos invita a salir en cayuco al estero para “aluzar cocodrilos”. Recorremos las orillas del estero con potentes linternas que van a reflejar la luz en los ojos de los grandes reptiles (cocodrilos y caimanes). El tío Abel nos muestra, con mucha paciencia, la presencia de al menos treinta animales en un par de horas de recorrido en los alrededores de la Isla.
A la mañana siguiente, después de un recorrido en lancha de aproximadamente veinte minutos, llegamos a la comunidad de Brisas del Hueyate. Dado que uno de los objetivos de esta salida de campo son las entrevistas semiestructuradas a los adultos mayores de la comunidad, le pedimos al tío Abel que nos ayude a ubicarlos y así conocer su historia y sus percepciones sobre los cambios en el paisaje. La mañana transcurre entre narraciones de cómo llegaron a fundarla en los años sesentas, aunque el reconocimiento legal fue en 1991 con una dotación de 547 hectáreas. Utilizando la técnica de bola de nieve, entrevistamos a ejidatarios fundadores que han nacido en la comunidad o llevan décadas viviendo allí, se dedican a sus milpas, al cultivo del marañón y a la pesca, principalmente. Este ejido tiene sus terrenos en la barra que se encuentra entre el Pacífico y el estero, además de la Isla Concepción que pertenece a la familia Hernández, hijos y nietos de Don José, primer habitante de lo que fueron Terrenos Nacionales. Don Miguel dejó de visitar esta región “cuando empezó a llegar gente para colonizar la faja de tierra junto al mar, destrozándolo todo, incluso los hermosos bosques de chicozapote”.
De regreso al campamento respaldamos los archivos de audio con las entrevistas realizadas y embarcamos de nuevo en el cayuco, esta vez llevando por guía a Don José, un gran conocedor de la región al igual que su hermano, aunque más reservado. Nos dirigimos por el estero en dirección noroeste, pasando primero la Isla Solo Tú, más adelante está la Isla Tahití. Después de unos minutos disfrutando de los increíbles mangles de más de treinta metros, nos internamos por unos canales secundarios, momento en el que Don José apaga y levanta el motor pues la densidad de raíces sólo permite avanzar a remo. La desaparición del ruido del motor nos permite disfrutar de una nueva experiencia multisensorial: vista, oído y piel, ya que percibimos los cambios incluso de temperatura y humedad por las densas copas de los mangles que nos protegen del Sol.
Avanzamos por el laberinto de mangles y nos aproximamos a otra isla; tímidamente pusimos pie en tierra sólo para tomar la foto de la señal donde se indica el nombre del lugar: Isla Koakespala. Nos embarga la emoción por estar en un lugar tan emblemático y clave en la creación de la actual Reserva, sitio que sólo imaginábamos por los relatos de Don Miguel: “exploramos toda esa zona; era tan hermosa, tan tranquila y salvaje que resultaba ideal para declararla reserva natural […] César le llamó a su parte Koakespala y yo le puse a mi porción Tahití. Posteriormente, cuando ya fue posible, cedimos los derechos para declarar la Reserva de La Encrucijada”.
Al día siguiente y bajo un intenso sol le pedimos a don José que nos lleve a conocer la zona de tulares, tan mencionada por Don Miguel y desconocida para nosotros. Bajamos del cayuco y nos internamos en el denso tular, en donde con ayuda del machete don José abre paso para avanzar un poco, esto nos permite tener conciencia de la dinámica de este ecosistema. Álvarez del Toro describe así la zona: “toda esta red de canales, apenas transitables para cayucos pequeños, salía a enormes extensiones de agua, la mayor parte cubierta de vegetación compuesta del omnipresente jacinto, zacates diversos y en las partes menos profundas por tulares espesos. Naturalmente había millares y millares de aves acuáticas de muy diversas especies”.
Para terminar la jornada recurrimos de nuevo a nuestros guías pero esta vez como informantes clave, ya que durante los días que llevamos conviviendo con ellos nos hemos percatado de que son grandes conocedores de la zona y su historia, por lo cual decidimos realizar una actividad de mapeo participativo; con la poca luz que cuenta el campamento, transformamos el comedor en un área de trabajo con imágenes de satélite, mapas, plumones y acetatos. Preguntamos por la tenencia de la tierra y los cambios producidos en la región, las dinámicas tanto sociales como naturales. Con esta actividad logramos identificar los sitios importantes para ellos, la dimensión del territorio, las distintas unidades del paisaje que reconocen, como las islas, los tulares y zapotonales, así como los detalles de la Isla Concepción, la cual han recorrido y trabajado durante toda su vida. Nos levantamos temprano para ir a recorrer el denominado “sendero de monos”. Tras un rato caminando e identificando la vegetación de la isla, dominada principalmente por palmares de palma real y macana, los primeros monos araña nos empiezan a acompañar en las ramas altas de los árboles.
Don Miguel narra el cambio producido en la región en los años que la estuvo visitando (entre los cincuentas y los ochentas): “recuerdo con mucha tristeza un día en que encontré un mono solitario, resto de las grandes manadas, comiendo los frutos de la palma real. En cuanto me descubrió, salió en estampida ¡qué diferencia! Antes, los monos se reunían en las ramas sobre mi cabeza, casi al alcance de la mano; esto me daba mucha sensación de seguridad porque, si algún jaguar se aproximaba, los monos lo descubrirían primero y darían la alarma. Mas todo esto se acabó por la crueldad e ignorancia de los humanos”.
Todavía nos espera otro sendero. Nuestro destino es llegar al punto donde se encuentran algunos de los ejemplares más grandes de mangle rojo (Rhizophora mangle (L.) C.DC.), con enormes raíces aéreas de varios metros, esbeltos troncos y altísimas copas.
Regresamos al campamento y el tío Abel nos avisa que hay un nido con huevos de cocodrilo que están por salir. La lagarta (en la región se denomina lagarto real al cocodrilo de río Crocodylus acutus) ha hecho el nido en la orilla frente al campamento, pero lleva varias noches sin venir a vigilar.
Nos acercamos al punto y oímos a los animales bajo tierra, un sonido parecido al de un pequeño gato recién nacido. Procedemos a escarbar en la arena hasta que llegamos a los primeros huevos; los vamos sacando poco a poco, hasta un total de 24, y les ayudamos quebrando los cascarones parcialmente para que los pequeños cocodrilos se desenrosquen y salgan totalmente del huevo. Esta experiencia de cercanía con la vida silvestre es un indicador de que la región del Hueyate y la Isla Concepción han logrado conservar el hábitat de numerosas especies, entre ellas, los cocodrilos.
Con Don José volvemos a recorrer el estero en dirección sur, esta vez más allá de zapotonales y tulares, hasta que un tapón de lirios nos impide seguir navegando. En el recorrido disfrutamos de la presencia de distintas especies de garzas (cándida, tigre, blanca) y de la imponente presencia de las águilas pescadora y canela que sobrevuelan el estero y nos observan desde las ramas altas de los zapotonales y manglares. El tapón de lirio ha estado presente desde hace décadas, Don Miguel da cuenta así: “Aurelio nos advirtió que al mero Hueyate no podríamos llegar porque el canal principal estaba sellado por la gran cantidad de jacinto o lirio acuático flotante. Navegamos como otra hora más para llegar al tapón y efectivamente era imposible el paso, en vez de agua se veía una inmensa pradera verde hasta donde alcanzaba la vista”.
Al día siguiente volvemos a Brisas a terminar las entrevistas —un total de siete, a tres mujeres y cuatro hombres. El ejido es de reciente creación en donde habitan pocos adultos mayores y nos esforzamos por identificarlos a todos y conseguir la mayor cantidad de entrevistas posibles en función de su disponibilidad (algunas personas estaban enfermas, otras ausentes de la comunidad).
Por la tarde, ya en el campamento nos encontramos con Humberto, sobrino de Don José y el tío Abel, uno de los promotores del campamento ecoturístico que ayuda a la conservación de la región. Con él y el tío Abel entramos una vez más en el sendero que sale detrás del pozo. Al igual que sus tíos, Humberto tiene una gran agudeza visual y sabe interpretar cualquier crujido de rama que se pueda oír, lo que nos permite ver a una familia de tejones que corre con sus crías entre la hojarasca y los árboles, un mapache haciendo siesta en una rama alta que cruza el camino así como algunas aves que identifica por su canto. Después de un buen rato caminando, un ruido nos sorprende a la derecha del sendero, y un pululo (nombre local del caimán Caiman cococrylus fuscus) salta de entre la hojarasca en que estaba descansando, entrando al agua por enmedio de las raíces de los mangles. Nos acercamos a verlo y fotografiarlo, y una vez más es el tío Abel el que nos ayuda a ubicarlo, lo cual nos cuesta mucho trabajo y es poco el éxito. En el libro ¡Así era Chiapas! hay diversas referencias a los grandes reptiles de la región: “avanzamos con mucha dificultad entre esa espesa vegetación emergente y flotante […] Había también los depredadores naturales de esos ecosistemas: los caimanes y cocodrilos”.
Después de seis días en la región del Hueyate, la aventura ha llegado a su fin. Nos llevamos las tarjetas de memoria de las cámaras llenas de imágenes, las grabadoras con horas de conversaciones, los cuadernos de campo plenos de notas y los corazones contentos. Si comparamos nuestra experiencia con la de Don Miguel en los años cincuentas y sesentas, podría parecer que hemos recorrido lugares diferentes por el cambio que se ha producido en la región: la pérdida de selva para cultivos y potreros, la extinción de especies, el aumento de las poblaciones humanas. Aun así, La Encrucijada, y en concreto la región de El Hueyate, siguen siendo de los rincones mejor preservados de Chiapas, en donde todavía se puede encontrar humedales costeros bien conservados y especies de flora y fauna que es difícil ver en otros lugares. No nos hemos ido y ya sentimos las ganas de volver.`
A modo de conclusión
El trabajo de campo en la investigación geográfica es fundamental, ya que nos permite conocer de primera mano el territorio que es objeto de estudio. Por mucha bibliografía que se haya leído previamente, mucha cartografía e imágenes que se haya consultado, la experiencia directa en campo nos proporciona una visión del entorno que no se puede obtener en el trabajo de gabinete, por muy exhaustivo que éste sea. Al escribir este texto hemos sido conscientes de la importancia del trabajo de campo, de lo enriquecedor de la experiencia en sí misma. Lamentablemente, en los artículos que publicamos se pierde mucha de la información y, sobre todo, de la experiencia tan enriquecedora que supone el trabajo de campo. Aquí hemos querido compartir una parte de la rica experiencia que vivimos en La Encrucijada.
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Agradecimientos Las autoras quieren agradecer la participación tanto en las actividades del trabajo de campo como en la generación de la cartografía a Bryam Beltrán-González (Posgrado en Geografía, CIGA-UNAM, campus Morelia) y a Gabriela Cuevas (CIGA-UNAM, campus Morelia). Este trabajo ha sido posible gracias al apoyo del proyecto DGPA-PAPIIT ia300816. |
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Referencias Bibliográficas
Álvarez del Toro, M. 1990. ¡Así era Chiapas! 42 años de andanzas por montañas, selvas y caminos en el estado. 2ª ed. John D. y Catherin T. MacArthur Foundation, Fundamat/Instituto de Historia Natural, México. Instituto Nacional de Ecología. 1999. Programa de manejo de la Reserva de la Biósfera La Encrucijada. México, ine/semarnap. Lugo Hubp, J. 2011. Diccionario geomorfológico. Instituto de Geografía, unam, México. |
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Sara Barrasa Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, Campus Morelia, Universidad Nacional Autónoma de México. Licencianda en Ciencias Ambientales. Tienen un doctorado en Ecología y Medio Ambiente por la Universidad Autónoma de Madrid (España). Su línea de trabajo es la percepción del cambio en los paisajes en áreas protegidas. Es investigadora en el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM. Mariana Vallejo Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, Campus Morelia, Universidad Nacional Autónoma de México. Es bióloga por la Facultad de Ciencias de la unam, realizó maestría y Doctorado en el Posgrado en Ciencias Biológicas de la UNAM. Ha trabajado el manejo de socioecosistemas y cómo pueden conservar altos niveles biodiversidad. Actualmente trabaja en el iies, UNAM. |
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cómo citar este artículo →
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Érika Hernández Hernández, Patricia Negreros Castillo y Carl W. Mize |
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La reducción de la cobertura forestal a nivel mundial es una
preocupación de toda la sociedad, por lo que se han utilizado diversas estrategias para impulsar la reforestación y recuperar las áreas de bosques y selvas. Sin embargo, gran parte de la estrategia mundial tiende a recaer en los hombros de las comunidades más pobres del mundo, que es en donde se encuentran muchos de los manchones de bosques remanentes y terrenos susceptibles de ser reforestados. Una de las razones principales de esto es que el sistema de vida de las comunidades rurales tiende a ser más sencillo y difícilmente tienen la capacidad de transformar el paisaje drásticamente. Lo contrario sucede en muchos otros lugares del mundo en donde el paisaje se ve severamente modificado como resultado del desarrollo de las zonas urbanas y turísticas, la construcción de un gran número de carreteras y edificios, y el establecimiento de plantaciones extensivas de monocultivos agrícolas y forestales.
Para los habitantes de comunidades rurales, que en general son propietarios de terrenos pequeños, emprender una reforestación significa dejar de producir alimentos por un buen número de años. Es por esto que les resulta difícil hacer este tipo de inversión, pues más bien representa un sacrificio.
La comunidad de Hueycuatitla es un caso típico de esta situación, como se ha podido constatar con el proyecto allí emprendido; la primera autora de este artículo, estudiante de biología en la Universidad Veracruzana, es originaria de la misma y se interesó en hacer su tesis de licenciatura sobre el proceso para promover la reforestación en su comunidad, para lo cual recibió el apoyo de sus profesores y coautores del presente trabajo.
Hueycuatitla se localiza en el norte del estado de Veracruz en el municipio de Benito Juárez (figura 1), en la región que se conoce como la Huasteca Veracruzana. Es una comunidad nahua y la lengua que se habla es precisamente el náhuatl; de hecho, su nombre proviene del vocablo náhuatl compuesto de hueyi que significa grande y cuatitla monte, es decir, monte grande.
Aunque sus raíces son de la cultura nahua, la comunidad fue fundada aproximadamente a mediados del siglo xix por pobladores que provenían de comunidades aledañas del mismo municipio y de otros vecinos, incluso de los estados colindantes: Cuachumo y Xochioloco del municipio de Benito Juárez, Alahualtitla y Ayoco del municipio de Chicontepec, Colatlán del de Ixhuatlán de Madero y del de Xochiatipa, Hidalgo.
En los primeros años del asentamiento en Hueycuatitla la tenencia de las tierras era de tipo condueñazgo y el propietario era Leonardo Llorente, un terrateniente dedicado a la ganadería y agricultura, que obligaba a los campesinos a realizar faenas para su beneficio sin un sueldo; mucha gente estaba inconforme con la situación, entre ellos los señores Leonardo Martínez y Leandro Hernández, quienes decidieron luchar por las tierras para que fueran del pueblo.
Para regularizar sus tierras ante el registro agrario caminaban durante semanas a la ciudad de Álamo Temapache y de ahí se iban en camión a la ciudad de Xalapa o a la ciudad de México. Finalmente, después de una lucha de más de veinte años lograron obtener las escrituras de 3 600 hectáreas bajo régimen comunal.
Actualmente la comunidad tiene una población de 950 habitantes, entre hombres, mujeres y niños. La mayoría de los hombres adultos se dedica a la agricultura y la ganadería, y parte, en especial las mujeres, se dedica a la cestería, los bordados en textiles y la alfarería.
Se desconocen los datos exactos, pero se dice que hace muchos años una persona de la comunidad empezó a delimitar sus parcelas con cercas y los demás, al ver esa acción, también comenzaron a hacer lo mismo. Las personas con más dinero consiguieron cercar los terrenos mejor ubicados y de mayor extensión, mientras que las personas pobres se quedaron con terrenos más pequeños. Desde aquella fecha no ha habido una repartición equitativa entre los comuneros y únicamente se han ido heredando a los hijos, por lo general a los varones.
El gobierno ha intentado repartir los terrenos de manera equitativa mediante el procede (Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares), sin embargo, los comuneros se han negado. Una de las pocas ventajas resultantes de lo anterior es que la vida comunal y las tradiciones se han mantenido hasta la fecha.
En la comunidad, además de los terrenos que cada persona “tiene”, se cuenta con seis terrenos para uso comunal: dos destinados a la ganadería, aproximadamente 28 hectáreas, tres dedicados al cultivo de maíz, de 19 hectáreas, y uno de aproximadamente 800 hectáreas de selva, ubicado en los límites con otras comunidades.
En los terrenos de cultivo se efectúa la siembra comunal de maíz cada año, cuya cosecha es usada para preparar alimentos en la fiesta patronal y otros eventos comunitarios; en principio, cualquier comunero puede esporádicamente usar el terreno de selva para sembrar maíz o frijol pero prácticamente jamás se ha usado.
Los potreros comunales se crearon con el propósito de tener ganado vacuno, pensando que el ganado es un resguardo monetario; actualmente el ganado se vende cuando surge alguna necesidad, como mejorar las instalaciones de las escuelas, la iglesia o la agencia, entre otros. Los potreros comunales también son alquilados, a un precio económico, por los habitantes de la comunidad para su ganado.
La organización de Hueycuatitla consiste en un Consejo de Ancianos, considerado como la máxima autoridad, que se encarga de orientar las decisiones que en asamblea se toman para la comunidad y está integrado por ocho hombres de entre sesenta y ochenta años; el Agente Municipal, que es la persona responsable de las actividades colectivas de la comunidad y organiza las fiestas y el cultivo de maíz y frijol; el Juez, encargado de resolver conflictos familiares, juveniles y personales; y el Comisariado de bienes comunales, quien resuelve los problemas agrarios.
También existe un Comité de vaqueros que administra uno de los potreros, vigila y vacuna el ganado y recibe dinero de la renta, que se usa para adquierir más ganado, vacunas, alambre, etcétera. Hay además otro potrero administrado por el comité escolar, con cuya renta se compra materiales para mejorar las aulas. A nivel de la comunidad, la organización de los trabajos es el “tequio” o trabajo comunitario.
En Hueycuatitla todavía se conservan muchas tradiciones; entre las más importantes están: el Xantolo (Todos Santos), Nanahuatilli (carnaval tradicional), la fiesta patronal que es el 12 de diciembre y en ocasiones también se lleva a cabo el elotlamanilistli que significa ofrendar al elote. A las familias les gusta participar y disfrutar de estos eventos tradicionales.
El tipo de vegetación característica en la comunicdad es la selva mediana subperennifolia, que entre 1975 y 1990 fue deforestada principalmente para el cultivo de maíz y frijol. En aquella época, a los pobladores les gustaba trabajar el campo y cada año lo aprovechaban utilizando el sistema de roza tumba y quema; la ganadería ya existía entonces, pero en micro escala.
A partir de 1985 empezó la emigración hacia las ciudades y quedó poca gente que trabajara la milpa, lo que dio lugar a la regeneración de la selva (vegetación secundaria) que había sido aprovechada para cultivos. Pero también al regresar, algunas personas trajeron consigo nuevas ideas y herramientas de trabajo, como la motosierra, y alrededor de 1995 se empezó a impulsar la ganadería a mediana escala.
En la actualidad se sigue aprovechando la tierra mediante el sistema de roza tumba y quema, pero muchas veces, después de la cosecha de maíz, se opta por sembrar pasto para convertir la parcela en potrero, porque se piensa que la ganadería es una de las actividades más redituables para invertir dinero, es decir, hay una tendencia a incrementar la ganadería.
A pesar de que en la comunidad de Hueycuatitla aún queda cobertura forestal, ésta se ve reducida principalmente por la ganadería. Del total de la extensión del terreno de la comunidad, que son 3 600 hectáreas, aproximadamente 40% se está usando para ganadería, 38% son “acahuales” que se usan para el cultivo de maíz y frijol y 22% es una extensión de vegetación primaria y secundaria que se encuentra en los límites con otras comunidades.
Reforestación y uso de especies nativas
La reforestación se entiende como la plantación de un cultivo de árboles en una superficie que permaneció mucho tiempo sin ellos, la cual presenta varios retos, que van desde convencer a los propietarios de reforestar sus terrenos, hasta preparar el sitio, tener conocimiento sobre la forma de propagar los árboles y los cuidados que se les debe dar durante su ciclo de vida, pero sobre todo la selección apropiada de las especies.
En la mayoría de los proyectos de reforestación que se llevan a cabo en todo el mundo, la tendencia es utilizar especies de otros países (exóticas); éstas pueden tener ventajas como un crecimiento rápido y una capacidad de adaptación a diversos tipos de suelo y clima, sin embargo, a veces aportan pocos nutrimentos al suelo, son blanco fácil de plagas y los animales se ven obligados a buscar otro tipo de hábitat, por lo que son también llamados desiertos verdes.
El uso de árboles nativos es más recomendable, en general, ya que contribuyen a crear una reserva de la diversidad biológica local, están adaptadas a su sitio de origen y la semilla puede estar disponible en el mismo lugar. Al formar parte del paisaje cotidiano, el uso de especies nativas en los trabajos comunitarios de reforestación permite fortalecer el proceso de construcción de conocimiento local sobre el manejo, producción y uso de especies forestales locales. Lo más relevante es que, muchas veces, las especies nativas o locales también satisfacen las expectativas de la población comunitaria, lo que puede ser un incentivo para que se involucren en la reforestación.
A promover la reforestación
Diálogo con las autoridades de la comunidad. En primera instancia se planteó un experimento de reforestación con especies nativas, sin embargo, pronto se evidenció que promover la reforestación sería un proceso largo, por lo que tuvo que modificarse la propuesta original. Como primera etapa se realizaron conversaciones informales con las autoridades de la comunidad para darles a conocer la idea del trabajo y conocer sus opiniones. En el desarrollo de esta etapa se detectó poco interés en la reforestación y desconocimiento del potencial ambiental y económico de los árboles y bosques.
Especies nativas utilizadas. Como segunda etapa, se consideró que era esencial establecer las parcelas de investigación con dos propósitos: 1) estudiar la capacidad de establecimiento y crecimiento de cinco especies arbóreas de la comunidad (tabla 1); y 2) para que funcionaran como parcelas demostrativas en donde los habitantes pudieran ver el proceso y despertar su curiosidad e interés.
De esta forma, el espacio de investigación serviría como un área demostrativa para generar nuevamente información necesaria con la cual establecer en un futuro programas de reforestación con especies forestales nativas. El estudio se estableció en dos tipos de terrenos, agrícola y ganadero, que son los susceptibles a la reforestación. Como se trata de un experimento en cada tipo de terreno se hicieron dos parcelas con las cinco especies.
Los árboles nativos seleccionados fueron los que se encontraban produciendo semilla al momento de iniciar el trabajo en enero de 2012. Después de la recolección de las semillas, en un vivero rústico se produjeron las plantas necesarias para el estudio. Desde que se plantaron los árboles hasta la primera evaluación para la tesis transcurrieron diez meses. Con alegría se encontró que más de 90% de los árboles sobrevivieron, es decir, que de las 240 plantas iniciales sobrevivieron 217 —este porcentaje ha sido similar en ambos tipos de terreno (potrero 90% y milpa 91%).
Por especie se observó que el cedro tuvo una menor supervivencia en comparación con las demás; la de brasil fue menor en potrero que en milpa; en lo referente a chijol, roble y quiebracho, ésta fue mayor a 90% en ambos sitios. El crecimiento fue relativamente bueno, ya que el promedio en altura de todas las especies fue de 45 centímetros en los diez primeros meses desde que se plantaron.
Conocimiento local de los árboles
A pesar de que pocas personas realmente cultivan árboles maderables el conocimiento local de las especies arbóreas es considerable. En total fueron mencionados 26 árboles diferentes que usan y consideran importantes, 23 de ellos son para la construcción de casas, 12 para el cercado de parcelas, 6 para leña, 3 para muebles y 2 para trapiche (tabla 2).
De los 26 árboles, los más mencionados fueron: cedro, chijol, brasil, quiebracho, encino blanco, palo misanteco, piocha, mora, guácima y roble. El 50% de los entrevistados mencionó que cuida sus árboles limpiando alrededor de ellos, es decir, quitando la sombra de árboles más altos y retirando la maleza, las otras diez dijeron que no les daba ningún cuidado; el 65% respondió que no transmite sus conocimientos a los hijos, principalmente por el desinterés que tienen los jóvenes, así como las pocas oportunidades de utilizar los árboles en la actualidad, comparado con lo que sucedía hace años cuando, por ejemplo, la mayoría de las casas eran de adobe y utilizaban la madera como postes. Las personas que sí les transmiten comentaron que lo hacían para que cuando sean grandes los usen de acuerdo a sus necesidades.
En la entrevista también se procuró mostrar a las personas las plántulas y las semillas de las especies utilizadas: 90% logró identificar las cinco especies en su tamaño de plantita. Con las semillas, los resultados fueron más diversos: 90% logró identificar las semillas de cedro y de brasil, 65% del quiebracho y 45% del roble y chijol, en tanto que 55% no identificó las semillas de roble ni de chijol, ya que, afirmaron, no dan semillas y los árboles nacen solos.
El proceso para promover la reforestación
El estudio permitió establecer las parcelas, lo cual es un gran logro. Dada su supervivencia y crecimiento hasta el momento, las cinco especies se pueden recomendar para la reforestación en ambos tipos de terreno esperando resultados similares; evidentemente, la vida de los árboles es muy larga y se desconoce cómo puedan comportarse a futuro.
Lo más importante es motivar a los habitantes a interesarse en reforestar y así la elección de las especies dependerá de los objetivos de cada persona.
Después de la aplicación de las entrevistas resulta claro que los habitantes de Hueycuatitla poseen un buen nivel de conocimiento a pesar de que muy pocos plantan árboles. Sus respuestas pueden ayudar a pensar qué programas de reforestación o desarrollo basado en el manejo de los recursos forestales pueden ser bien recibidos y apoyados por una comunidad.
Los autores del presente trabajo están comprometidos a continuar el proceso de promoción de la reforestación en la comunidad de Hueycuatitla, por medio de varias actividades que incluyen: 1) proporcionar mantenimiento a las parcelas demostrativas; 2) organizar días de campo en las parcelas con niños, mujeres y hombres, y contarles la historia de cómo se establecieron desde la producción de la planta; 3) reunirse nuevamente con las autoridades para lograr su apoyo en las actividades; 4) buscar formas efectivas y redituables con las que los habitantes pueden llevar a cabo la reforestación; 5) organizar caminatas en la selva durante diferentes épocas en que los árboles estén produciendo semillas o flores; y 6) preparar un video en náhuatl sobre reforestación con especies nativas.
Reflexión final
Para la realización de este estudio se conformó un sólido y comprometido equipo de trabajo que se fue beneficiando del continuo aprendizaje que tuvo lugar durante todo el proceso de desarrollo y aplicación del proyecto. Dicho equipo espera poder seguir trabajando, como se ha venido haciendo, para continuar aportando a la reforestación en comunidades como Hueycuatitla pero, sobre todo, para poder contribuir a lograr un equilibrio entre la biología productiva, la conservación de la biodiversidad y los saberes locales de cada región.
Este proyecto, además de satisfactorio por sus primeros resultados, resulta prometedor por sus implicaciones a futuro.
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Referencias Bibliográficas
Arriaga V., V. Cervantes y A. Vargas., M. 1994. Manual de reforestación con especies nativas. Instituto Nacional de Ecología/sedesol/unam, México.
Benítez B., G., Ma. T.P. Pulido-Salas y M. Equihua Z. 2004. Árboles multiusos nativos de Veracruz para reforestación, restauración y plantaciones. Instituto de Ecología, A. C./sigolfo/conafor, Xalapa. Gutiérrez C., L. y J. Dorantes L. 2004. Especies forestales de uso tradicional del estado de Veracruz. conafor/conacyt/uv. Hernández, H. E. 2013. Cinco especies arbóreas maderables más usadas en Hueycuatitla, Benito Juárez, Veracruz: crecimiento y supervivencia en dos ambientes. Tesis de licenciatura, Universidad Veracruzana. Martin G. 2001. Etnobotánica: manual de métodos. Pueblos y plantas. Nordan cominodad. Pennington T. D. y J. Sarukhán. 2005. Árboles tropicales de México: Manual para la identificación de las principales especies. 3era ed. Fondo de cultura Económica, México. Puig H. 1991. Vegetación de la Huasteca, México. Estudio fitogeográfico y ecológico. Instituto de Ecología A. C. Xalapa. Ruiz I., B. 2002. Manual de reforestación para América Tropical. Servicio Forestal de Agricultura de los Estados Unidos. Instituto Internacional de Dasonomía Tropical, Estación experimental sureña, San Juan, Puerto Rico. Secretaría de Finanzas y Planeación (sefiplan). Sistema de información municipal, cuadernillos municipales, Benito Juárez gobierno del estado de Veracruz (www.veracruz.gob.mx). |
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Érika Hernández Hernández Estudiante de maestría en Agroforestería y Agricultura Sostenible, Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza. Originaria de la comunidad de Hueycuatitla, estudiante de la maestría en Agroforestería y Agricultura Sostenible en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza. Patricia Negreros Castillo Instituto de Investigaciones Forestales, Universidad Veracruzana. Investigadora del inifor (Instituto de Investigaciones Forestales de la Universidad Veracruzana, Xalapa Veracruz). Desde 1985 realiza investigación para apoyar el manejo responsable y sostenible de bosques en comunidades de México. El enfoque de sus investigaciones ha sido la ecología forestal, la silvicultura y la agroforestería. Carl W. Mize Profesor jubilado de Iowa State University. Profesor de biometría forestal, jubilado de Iowa State University, con 40 años de experiencia en el diseño de investigación forestal, biometría forestal y desarrollo de programas de cómputo para el manejo de bosques en los EUA. |
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La importancia de los bambúes y otros pastos |
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J. Gabriel Sánchez Ken | ||||||||||||||
La familia de los pastos, cuyo nombre científico es
Gramineae o Poaceae, pertenece a las plantas angiospermas que, junto con las compuestas, orquídeas, leguminosas y labiadas, son las cinco familias de plantas más diversas de todo el mundo y, por supuesto, en México esto no es la excepción. Se encuentran clasificadas en el grupo de las monocotiledóneas, ya que poseen un solo cotiledón en la semilla, además de otras características como un tipo de venación paralela en las hojas, haces vasculares dispersos en el tallo o bien sin formar un anillo de crecimiento, el grano de su polen sólo tiene una apertura y ciertos rasgos moleculares que hacen de las monocotiledóneas un grupo bastante consistente y cohesivo. La familia Poaceae está dividida en once subfamilias, seis son poco diversas y las otras cinco lo son mucho; entre ellas se encuentran los bambúes o bambusoideas, la de los pastos de climas templados y fríos o poideas, la de los de clima tropical y seco o cloridoideas, los de tres barbas o aristidoideas y los de climas tropicales y húmedos o panicoideas, otra subfamilia, no menos importante, donde se encuentra el arroz u oryzoideas. El hecho de que cada subfamilia de pastos se encuentre en un clima no quiere decir que sean exclusivas de éste, tan sólo que la mayor diversidad de especies se encuentra allí, pero algunas especies se pueden encontrar en otros distintos.
Bambúes
Muy pocas personas saben que los bambúes son pastos, quizá por su tamaño. Esta subfamilia es la tercera más diversa de todas las de pastos y son especies de climas tropicales y templados. Cuando alguien menciona la palabra bambú, nos viene a la mente los bambúes altos y arborescentes que pueden alcanzar hasta cuarenta metros de altura, sin embargo, existe una tribu que agrupa a especies que miden apenas un metro y se encuentran en el sotobosque, a la sombra de los árboles.
Existen especies de bambúes que son muy importantes desde el punto de vista ecológico; por ejemplo, los pandas se alimentan casi exclusivamente de dos o tres especies de bambúes. Algunas especies arborescentes poseen gran utilidad por su dureza, resistencia y el largo de sus tallos como materiales de construcción para casas y puentes, tanto en América como en Asia. Los tallos de bambúes también se emplean en la elaboración de artículos de uso diario o artesanal, como cucharas, muebles, ropa, instrumentos musicales y ornamentales, y otras cosas más; en Puebla, por ejemplo, se ha creado una cerveza llamada Bambusa, cuyo ingrediente básico es una especie de bambú, y en otras partes del país las fibras de los tallos de algunas especies de bambúes se han procesado para la elaboración de pañales ecológicos. En Asia originalmente y ahora en todo el mundo, los tallos tiernos de algunas especies de bambúes también son parte de la dieta del ser humano. Finalmente, un dato interesante y curioso: en las primeras bombillas de luz (o focos) la fibra conductora fue elaborada a partir del tallo de bambú.
Pastos alpinos
La siguiente subfamilia, relevante por su alta diversidad en cuanto a número de especies, es la de los pastos de zonas templadas y frías o Pooideae, ya que es la más diversa de todas. Sus especies se encuentran en las montañas formando los pastizales alpinos, así como en los de América y Asia y sus llanuras. No obstante, su importancia radica sobre todo en que en ellos se encuentran algunas de las especies más importantes para el ser humano desde el punto de vista alimentario e histórico: la cebada, el trigo y el centeno. El origen de muchas civilizaciones se basó en el cultivo de algún tipo de cereal de esta subfamilia, principalmente en Europa y Asia, y éstas no sólo son utilizadas como alimento, sino también son el ingrediente básico en la elaboración de productos alcohólicos como la cerveza y el whisky, por mencionar algunos.
De regiones cálidas y secas
Las dos subfamilias más diversas de regiones cálidas secas son Chloridoideae y Aristidoideae o pastos de tres barbas. Sus especies son importantes desde el punto de vista ecológico, ya que representan el alimento de muchos animales, como es el caso del pasto navajita y el pata de gallo en los pastizales del norte de México. Y desde el punto de vista evolutivo son muy interesantes, ya que en ellas se desarrolló un tipo de fotosíntesis (el C3) que es óptima para los climas cálidos y secos.
De regiones cálidas y húmedas
Finalmente, la subfamilia Panicoideae, cuya diversidad de especies es la segunda más alta, se encuentra principalmente en regiones cálidas húmedas o cálidas tropicales. Es igualmente importante para el ser humano, ya que en ella están el maíz, la caña de azúcar, el mijo y el sorgo. Para México es fundamental, ya que fue aquí en donde se originó y domesticó el maíz, donde se halla su mayor diversidad. El maíz representa el alimento básico casi para toda la humanidad.
Algunas especies de esta subfamilia se emplean para campos deportivos, canchas y campos de golf por su tipo de crecimiento en forma de césped; otras son importantes para animales como los rumiantes por ser un elemento esencial en su dieta en todos los continentes. La relación entre animales y pastos es central en la evolución de ambos grupos de organismos, y se ha elaborado una hipótesis de coevolución entre ambos para su existencia, ya que los rumiantes desarrollaron estómagos con varias cámaras de fermentación y en algunos las dentaduras tienen crecimiento continuo por el desgaste que sufren a diario, mientras que en los pastos, a lo largo de la evolución se depositaron grandes cantidades de cuerpos de sílice y presentan un crecimiento continuo de las hojas como respuesta al forrajeo.
En Panicoideae también se desarrolló un tipo de fotosíntesis similar al de los pastos de regiones cálidas secas, pero con diferencias substanciales. Si bien existe el C3, se presenta también el de regiones cálidas (C4) y un tercero que es intermedio entre los dos.
La subfamilia del arroz
Aunque no muy diversa en número de especies, la subfamilia Oryzoideae es muy importante, ya que en ella se encuentran todas las especies de arroz, tanto comerciales como silvestres, y aun cuando su origen es asiático, en la actualidad se cultiva en todo el mundo.
Los pastos de México
Existen en el mundo aproximadamente 11 500 especies de pastos, y en México, que se encuentra entre los países más diversos del mundo, hay aproximadamente 1 300, esto es, entre 10 y 11% de la diversidad mundial. Comparado con otros países donde la diversidad de pastos es muy alta, como China, Brasil, Australia, Estados Unidos e India, México se encontraría en la quinta posición en cuanto al número de especies; pero si consideramos la extensión geográfica —es el país más pequeño de este grupo de países—, y vemos la proporción de especies por área geográfica, entonces se convierte en el país con la mayor diversidad de especies de pastos por unidad de superficie.
Al igual que en todos los países y debido a la introducción ya sea accidental o a propósito, tenemos 1000 especies nativas (83%) y 221 provenientes de otros países (17%). Las subfamilias más diversas en número de especies son, primeramente, las panicóideas, seguidas de las cloridóideas, las poideas y los bambúes. De las especies nativas, aproximadamente 300 son endémicas, es decir, que sólo se encuentran en nuestro país; las 700 restantes se distribuyen más allá de nuestras fronteras por el continente americano y cruzando los océanos en los demás continentes, inclusive hasta Australia.
Conclusión
La familia de los pastos es muy importante desde muchos puntos de vista, ya sea por su diversidad, tanto en México como en el mundo, por la importancia que representan para el ser humano y para los animales. Nuestro país se considera entre los más diversos de todo el mundo en especies de pastos, por lo que esta familia es fundamental por todas estas razones para el futuro de nuestro país.
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Referencias bibliográficas
Clark, L. G. y J. Sánchez-Ken. 1999. “La filogenia y evolución de las Poaceae”, en Arnaldoa, núm., 6 pp. 29-44. Dávila A., P. D. y J. G. Sánchez-Ken. 1996. “La importancia de las Gramíneas como forraje”, en Ciencias (Facultad de Ciencias, unam), núm. 44, pp. 32-44. _____, J. G. Sánchez-Ken y L. Cabrera M. 1993. “Las Gramíneas: características generales e importancia”, en Boletín del Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara. Soreng, R.J. et al. 2017. “A worldwide phylogenetic classification of the Poaceae (Gramineae) II: an update and a comparison of two 2015 classifications”, en Journal of Systematics and Evolution, núm. 55, pp. 259-290. |
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J. Gabriel Sánchez Ken Red Biodiversidad y Sistemática del Occidente Mexicano, Instituto de Ecología A.C. |
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La micorriza arbuscular como alternativa biotecnológica en la agricultura |
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Damián Cárdenas Hidalgo | ||||||||||||||
Los microorganismos del suelo contribuyen al funcionamiento de los ecosistemas terrestres y desempeñan un papel importante en la agricultura, permitiendo la recuperación de suelos dañados y el reemplazo parcial o total de fertilizantes químicos o minerales, además de su bajo costo de producción y la posibilidad de ser producidos a partir de recursos renovables. Entre estos microorganismos se encuentran las micorrizas, una simbiosis mutualista que se establece entre hongos y raíces de las plantas que puede ser de dos tipos distintos: la ectomicorriza, que forma un manto compacto alrededor de las raicillas laterales de algunas plantas, y la endomicorriza, que invade el citoplasma de las raíces de la mayoría de las plantas en la agricultura.
Entre las segundas, la endomicorriza vesículo arbuscular es la más común, ya que se presenta en alrededor de 85% de las especies vegetales del planeta, en todos los ecosistemas, así como en muchos tipos de suelo y climas, lo que indica que están adaptados a diversos hábitats; evidentemente, hay factores físicos y químicos del suelo que pueden restringir su distribución.
Los hongos formadores de micorriza arbuscular comprenden aproximadamente 150 especies, reubicadas taxonómicamente en un nuevo phylum llamado Glomeromycota, con cuatro órdenes y ocho familias. La morfología de las esporas o propágulos producidos por los hongos son la base para la identificación de especies; la forma, la estructura superficial, la estructura citoplasmática, el color, el número y grosor de las paredes son las características que se estudian de las esporas.
Las micorrizas son factores determinantes en la estabilidad de las comunidades de plantas en los ecosistemas y pueden contribuir en la generación de soluciones para enfrentar problemas como la pérdida de productividad en los agroecosistemas, los procesos acelerados de erosión de los suelos y el cambio climático. Su importancia radica en que logran un incremento en la absorción de nutrimentos, en la producción de hormonas y clorofila, la vida útil de las raíces y la tolerancia al estrés (abiótico y biótico), mejoran las condiciones del suelo y ayudan al establecimiento de relaciones sinérgicas con otros microorganismos.
Interacción en la rizósfera
El suelo es la capa externa y poco compacta de la superficie terrestre en la que se sustenta la vida vegetal pues en ella las plantas obtienen nutrimentos. Es uno de los sitios más dinámicos en interacciones biológicas, en donde los hongos constituyen la biomasa dominante. Su abundancia depende de las características físicas y químicas del suelo, y su supervivencia está influida por la profundidad del suelo, ya que son más abundantes en los primeros 20 cm, y el número de esporas y el grado de radical son menores conforme aumenta la profundidad, al igual que sus posibilidades de colonizar o no los tejidos internos de la planta durante su ciclo de vida.
Se denomina rizósfera a la zona del suelo que rodea la raíz de las plantas y donde se genera la interacción dinámica de raíces y microorganismos; su formación depende de las condiciones físicoquímicas y biológicas de los suelos, ya que los sistemas radicales sufren modificaciones y cambian el volumen de suelo que tocan, en tiempo y espacio determinados.
Para que la planta crezca en altura requiere un sistema radical que le permita anclaje, colonización del suelo, absorción de nutrimentos, así como su defensa contra patógenos y enfermedades, entre otros. Para desarrollar raíces, la planta parte del carbono orgánico almacenado en la semilla y, tan pronto empieza a fotosintetizar, continúa a partir de las moléculas producto, fotosintatos que, además de formar raíces y permitir su metabolismo, liberan una parte al suelo a través de exudados radicales que son compuestos repelentes, inhibidores o biocidas segregados por las raíces, conocidos como rizodeposiciones, es decir, sustancias o estructuras celulares que son cedidas por las raíces al suelo rizosférico. Los exudados cumplen diferentes funciones en el establecimiento de la interfase raízsueloraíz y originan un efecto rizosférico multipropósito. La colonización de los suelos por los hongos micorrízicos arbusculares y la formación de la micorriza depende del establecimiento de la rizósfera para la colonización del suelo.
La presencia de las micorrizas puede ser nula o escasa en suelos con problemas de erosión debido a que la superficie donde habitan los hongos se pierde, al igual que en aquellos fumigados o con aplicaciones de plaguicidas en grandes cantidades y en suelos perturbados por la actividad mineral. Así también, el grado de compactación del suelo repercute en la presencia y supervivencia de los hongos micorrízicos.
Los hongos saprobios, aquellos que obtienen sus nutrimentos a partir de materiales orgánicos inertes como restos vegetales y animales, al igual que las bacterias, desintegran la materia orgánica. Son los agentes más importantes en la descomposición de la celulosa, hemicelulosa, pectina y lignina provenientes de los residuos vegetales. Las enzimas que descomponen la lignina (peroxidasas) también contribuyen a la descomposición de xenobióticos (compuesto químico que no forma parte de la constitución de los organismos vivos) como plaguicidas, fertilizantes químicos e hidrocarburos que se encuentren contaminando el suelo.
Existen microorganismos que son patógenos vegetales y producen daños considerables en los cultivos. Ciertos hongos en el suelo pueden prevenir la infección de las plantas debido a que son antagónicos a tales patógenos, esto es, compiten con ellos por nutrimentos y producen compuestos inhibitorios como metabolitos secundarios y enzimas extracelulares. Se ha observado que ciertos hongos del suelo producen compuestos que estimulan las defensas de las plantas y mejoran la resistencia a patógenos, y hoy día forman parte de los bioplaguicidas que representan una alternativa importante para disminuir el uso de químicos contra los fitopatógenos.
Asimilación de minerales
En la biósfera, los hongos participan en la degradación de la materia orgánica, contribuyendo así a la fertilidad del suelo pues forman parte del ciclo del carbono. Los hongos saprobios son agentes importantes en los procesos de mineralización, como la amonificación en el ciclo del nitrógeno y la transformación de moléculas de gran tamaño a más pequeñas o hasta CO2.
El suelo es favorecido por la actividad de los hongos micorrízicos arbusculares; así, su estabilidad se incrementa por los filamentos cilíndricos que conforman la estructura del cuerpo de los hongos multicelulares (hifas), ya que permiten la agregación de las partículas del suelo, lo que evita su pérdida agentes de erosión. La actividad de los hongos micorrízicos hace que las poblaciones microbianas sean modificadas, esto es, participan como agentes reguladores de microbiota benéfica y patogénica e influyen en la dinámica y fertilidad del suelo.
Las micorrizas aumentan asimismo la actividad fisiológica vegetal, pues incrementan el área radical y absorben N, P, K, Ca y otros nutrimentos con mayor eficiencia, producen hormonas y antibióticos que estimulan el desarrollo radical y merman las poblaciones microbianas adversas, y transforman ciertos complejos minerales y sustancias orgánicas del suelo en nutrimentos para las plantas. El manto fúngico forma una barrera física que aumenta la tolerancia al daño mecánico, las altas temperaturas, pH extremos, toxicidad por sustancias nocivas y, sobre todo, protege del ataque de fitopatógenos.
La micorrización induce cambios morfológicos y fisiológicos en la planta, esto propicia un incremento en el área de absorción de la raíz, lo que mejora sustancialmente la de nutrimentos, principalmente fósforo y agua. Las raíces micorrizadas son capaces de solubilizar fuentes insolubles de fósforo y presentan mayor longevidad y tolerancia a la contaminación por metales pesados que las raíces no micorrizadas.
Las recomendaciones de fertilización con macronutrimentos y otras prácticas agronómicas no deben realizarse solamente pensando en los altos rendimientos esperados, sino también con base en la población y actividad biológica de los diferentes microorganismos. La actividad de la biota del suelo, incluidas las micorrizas, es beneficiosa, a pesar de que no producen iguales resultados que los obtenidos con la fertilización química. El componente biológico debe considerarse dentro del manejo integrado de los suelos para alcanzar niveles de productividad rentables sin deterioro de los agroecosistemas, esto es, sustentable.
Conclusión
El estudio y la investigación que se ha realizado en los microrganismos del suelo, como las micorrizas, nos permite entender nuestro entorno natural y valorar los ecosistemas de los que el ser humano forma parte. La aplicación de microorganismos como las micorrizas en los sistemas de producción agropecuarios es una alternativa tecnológica que disminuirá el uso irracional de fertilizantes y agroquímicos, y evitar el excesivo deterioro del medio ambiente.
Existe cierta biotecnología agrícola interesada en la generación de nuevas tecnologías con la finalidad de reducir el uso de productos químicos peligrosos y prácticas agrícolas que tienen efectos perjudiciales en el entorno, manteniendo o aumentando los rendimientos. Los beneficios que se han expuesto en cuanto al uso de micorrizas en los cultivos muestran que esta línea de investigación biotecnológica presenta grandes expectativas de desarrollo y aplicación en los sistemas de producción intensivos en nuestro país. El fin es obtener alimentos más sanos y de mayor calidad con un menor impacto ambiental, económico y social.
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Referencias bibliográficas Abbott, L. K. y A. D. Robson. 1991. “Factors influencing the occurrence of vesicular arbuscular mycorrhizas”, en Agric. Ecosystems Environ., vol. 35. Alexander, M. 1977. Introduction to soil microbiology. 2a. ed. John Wiley & Sons, Nueva York. Bolaños, M., C. Rivillas y S. Suárez. 2000. “Identificación de micorrizas Arbusculares en suelos de la zona cafetera Colombiana”, en Mycorrhiza, vol. 25, núm. 5, pp. 387–397. Schenck, N.C., J. Siqueira y R. Olvera. 1989. “Changes in the incidence of mycorrhizal fungi with changes in the ecosystems”, en Interrelationships between microorganisms and plant in soil, V. Vancura (ed.), Elsevier, Nueva York. Schüβler, A., D. Schwarzott y C. Walker. 2001. “A new fungal phylum, the Glomeromycota: phylogeny and evolution”, en Mycol. Res., vol. 104, pp. 1413-1421. Waksman, S. A. 1961. The Actinomycetes. Clasification, Identification and Description of Genera and Species. William & Wilkins, Baltimore. Wainwright, M. 1992. An introduction to fungal biotechnology. John Wiley & Sons, West Sussex. |
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Damián Cárdenas Hidalgo Centro Universitario Tenancingo Universidad Autónoma del Estado de México. |
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La palma de monte Furcraea parmentieri un esporádico despliegue ocasional de belleza |
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Teresa Valverde, María Albarrán y Román Hernández Pedrero |
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Nuestro país es excepcionalmente diverso desde
el punto de vista biológico. Ocupa el primer lugar mundial en cuanto al número de especies de reptiles, el segundo en mamíferos, el cuarto en anfibios y el quinto en plantas vasculares. La flora mexicana consta de cerca de 25 mil especies, de las cuales alrededor de 40% son endémicas (i.e., exclusivas) de nuestro territorio. Entre los grupos de plantas que destacan por su alto nivel de endemismo están los agaves, los cactos y las orquídeas. El de los agaves (subfamilia Agavoideae) cuenta con alrededor de 340 especies, de las cuales 77% se distribuye en México y 74% son endémicas; entre éstas se cuentan algunas grandes favoritas, sobre todo por el uso tradicional que se les ha dado, tal como la producción de bebidas alcohólicas (pulque, tequila, mezcal), la obtención de fibras (henequén), o la extracción de jarabe (sirope) además de los tradicionales magueyes, hay a muchos otros géneros de interés, como Yucca, Polianthes, Manfreda y Furcraea, que se utilizan como plantas ornamentales, para la producción de fibras y saponinas. En general, se trata de plantas que habitan en ambientes áridos y semiáridos, aunque a algunas se les encuentra en bosques templados. Entre estas últimas está la llamada “palma de monte”, Furcraea parmentieri, cuya distribución está limitada el Eje Neovolcánico Transversal (a una altitud de 2300 a 3400 metros). La norma mexicana de especies en peligro de extinción la considera como “amenazada” debido a lo restringido de su distribución geográfica y a que su hábitat está sujeto a altas presiones de cambio en el uso de suelo. Por esta razón, en el Grupo de Ecología de Poblaciones de la Facultad de Ciencias de la unam, decidimos estudiar su ecología poblacional con el fin de averiguar cómo es su dinámica demográfica y evaluar si requiere una protección especial.
El objeto de estudio
En otoño de 2006 visitamos el volcán Xitle, ubicado en la Delegación Tlalpan de la ciudad de México, pues sabíamos que allí hay una población numerosa de palma de monte. Nos acercamos por su ladera sur y caminamos hasta la cima, desde donde se pueden apreciar vistas imponentes de los alrededores. Efectivamente, en esa zona encontramos una población de Furcraea parmentieri con una densidad relativamente alta (aproximadamente de cinco individuos por cada cien metros cuadrados) y una buena representación de plantas de diferentes tamaños, desde infantiles y juveniles, hasta adultos de más de cinco metros de altura.
Para llevar a cabo un estudio de ecología de poblaciones se debe empezar por elegir una muestra poblacional representativa, a la cual se le monitorea a lo largo del tiempo fin de registrar el comportamiento de los individuos de diferentes categorías de edad o tamaño, (i.e. si sobreviven o mueren, si crecen, se reproducen, si se ven atacados por algún parásito o depredador natural, etcétera). Con esta información se elaboran modelos demográficos para inferir si la población está creciendo, decreciendo o si se está manteniendo más o menos estable. Así, iniciamos el estudio localizando y marcando una muestra de 398 individuos.
Cómo crece
Los individuos de Furcraea parmentieri son muy llamativos. Se trata de una planta arborescente, de tronco simple, con una roseta de hasta 150 hojas fibrosas en el ápice. Cuando las plantas son jóvenes no presentan tronco y las rosetas se observan a nivel del suelo. A los cuatro o cinco años de edad, el tronco empieza a emerger y a partir de ese momento la planta comienza a elevarse, llegando a medir hasta ocho metros de altura. Las hojas son persistentes, de tal manera que aun ya secas, quedan adosadas al tronco, mientras que la roseta apical sigue produciendo nuevas hojas a la vez que el tronco va creciendo.
La reproducción de la palma de monte es un evento que no pasa desapercibido. La inflorescencia es como un árbol pequeño de flores blancas que surge de la punta de la roseta y prácticamente duplica la altura de la planta, llegando a medir entre cuatro y ocho metros de alto. Como ocurre en otras especies de la familia de los agaves, la reproducción implica la muerte de la planta, pues la inflorescencia surge del ápice y éste es el único punto de crecimiento activo.
Cada inflorescencia puede tener unas dos mil flores blancas que maduran entre marzo y mayo. Las flores son visitadas sobre todo por colibríes en el día y por palomillas en la noche, los cuales transportan el polen de una flor a otra, llevando a cabo la fertilización. Para que una flor se convierta en un fruto, la polinización debe darse entre flores de diferentes individuos. Sólo 5% de las flores se transforma en fruto, lo que sugiere una baja efectividad de los polinizadores. Cada flor permanece abierta unos seis o siete días, y su producción de néctar es mínima, pero el poco néctar que producen representa una cierta recompensa para los polinizadores. Los frutos tardan varios meses en desarrollarse, alcanzando su madurez en noviembre y diciembre, cuando abren y liberan las semillas, las cuales se dispersan con el viento.
Una vez que las semillas caen al suelo deben esperar pacientemente la llegada de las lluvias, el verano siguiente, pues es cuando pueden germinar, dando lugar a nuevos individuos (llamados plántulas). Sin embargo, estas etapas iniciales de desarrollo son sumamente vulnerables; de cada plántula que emerge a partir de la germinación de las semillas, sólo 14% vive al año siguiente.
Las palmas de monte, además, producen “bulbillos”’ a lo largo del tallo de la inflorescencia, que son pequeñas rosetas formadas por un conjunto de hojas y de caer al suelo, echan raíces y forman una nueva planta, que tendrá exactamente la misma identidad genética que la que la produjo, es decir, es su clon. A diferencia de la propagación por semillas, en donde los individuos que emergen tienen una identidad genética nueva y única, la propagación por bulbillos da lugar a clones con la misma identidad genética. La ventaja de éstos es que tienen un futuro más promisorio que el de las semillas, pues ya traen consigo todas las estructuras que necesitan para su establecimiento. Pero si la población se regenerara sólo vía bulbillos, su variabilidad genética sería muy reducida. Se ha visto, sin embargo, que las poblaciones de palma de monte tienen una diversidad genética de moderada a alta, lo que implica que la mayoría de los nuevos individuos provienen de semilla.
¡Sorpresa!
Iniciamos nuestro estudio a finales de 2006, por lo que estuvimos visitando la población de El Xitle casi cada quince días para marcar, mapear y medir a los individuos de nuestra muestra. A mediados de enero notamos que muchas de las plantas empezaron a prepararse para la reproducción: de sus ápices comenzaron a emerger gruesos tallos que pronto se convertirían en frondosas inflorescencias. Nos llamó la atención que, a diferencia del año anterior, en esta ocasión la cantidad de plantas reproductivas era bastante alta: 7.3% de los individuos con tronco, en contraste con el año anterior cuando sólo 0.2% se reprodujo. Aunque parezca una proporción baja, si 7.3% de las plantas con tronco en una población de palma de monte se reproduce, ¡créannos que el espectáculo es asombroso!
En vista de lo interesante de este fenómeno, visitamos otra población de palma de monte en el volcán Pelado (unos veinte kilómetros al sur del Xitle) y para nuestra sorpresa también había un gran número de individuos que iniciaban su reproducción. Entonces comenzamos la búsqueda de otras poblaciones: en Los Dínamos (Contreras), el Ajusco (Tlalpan), El Chico (Hidalgo) y en las lagunas de Zempoala (Morelos) y en todas observamos el mismo fenómeno. No sólo había un gran número de plantas reproductivas, sino que el proceso de reproducción se había detonado sincrónicamente en todas las poblaciones que visitamos. En cada una de ellas, el espectáculo de las palmas de monte en flor era de una belleza impactante.
En esas fechas visitamos al Dr. Abisaí García Mendoza, del Instituto de Biología de la unam, quien llevó a cabo su tesis de doctorado precisamente sobre la taxonomía del género Furcraea y conoce muy bien F. parmentieri; nos habló del extraño hábito reproductivo de esta especie, ya que presenta reproducción masiva ocasional (o años semilleros, como se les conoce en las ciencias forestales) que además es sincrónica entre poblaciones. No se sabe qué es lo que detona tales eventos de reproducción masiva, pero parece ser que son precedidos por años con inviernos relativamente cálidos, por lo que se plantea la hipótesis de que estas condiciones ambientales podrían estar funcionando como disparadores.
Manos a la obra
Como mencionamos antes, a finales de 2006 establecimos parcelas permanentes de trabajo en la población de El Xitle, donde marcamos y medimos las 397 palmas de monte que se encontraban dentro de estas parcelas. Visitamos regularmente la población para corroborar si los individuos seguían vivos, si estaban reproduciéndose y, de ser así, de qué tamaño era su inflorescencia.
Con esta información, al año siguiente pudimos calcular tasas de mortalidad y natalidad y modelar el crecimiento de la población (con matrices de proyección poblacional, una herramienta numérica de gran utilidad). Además, proyectamos el crecimiento de la población a largo plazo, modelando el efecto de diferentes frecuencias de reproducción masiva; por ejemplo, le “preguntamos” al modelo, ¿qué pasaría si la reproducción masiva se presentara cada cinco años?, ¿o cada diez?
En realidad, no sabemos cada cuándo se presenta la reproducción masiva en la palma de monte. Pero visitamos el herbario nacional (mexu), en el Instituto de Biología de la unam, y vimos en qué fechas se habían colectado y depositado en la colección de ejemplares de palma de monte. Había años en los que sólo se había colectado un ejemplar, mientras que en otros había muchos ejemplares. Esto nos permitió inferir cuándo había habido reproducción masiva. Los datos sugieren que ésta se presenta en intervalos de tres a diez años, con un promedio de seis. Así tuvimos elementos para hacerle “preguntas” realistas a nuestro modelo demográfico.
Conclusiones
Los resultados de nuestro estudio demográfico muestran que aun si la población presentara reproducción masiva cada quince años, ésta mostraría una tendencia al crecimiento. Aparentemente la palma de monte en El Xitle es una población sana tanto desde el punto de vista demográfico como genético. Entonces, ¿es apropiado que se le haya clasificado como especie “amenazada”? Nosotros consideramos que sí, pues el hecho de que se presente en hábitats específicos (bosques templados) y en una zona geográfica restringida (Eje Neovolcánico Transversal) implica que si se perdieran esos hábitats que, por cierto, presentan una altísima tasa de deforestación y cambio de uso de suelo, se perdería la especie y con ella todos los organismos que dependen de su existencia. Además de la belleza que ocasionalmente nos regalan. Por tanto, nos corresponde cuidarla y disfrutarla, ¿le entras?
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Referencias bibliográficas
Almeida Leñero, L., A. M. Mondragón, B. Ludlow-Wiechers y V. Aguilar Zamora. 2014. “La comunidad de Furcraea parmentieri, una especie amenazada, en el centro de México”, en Polibotánica, núm. 37, pp. 25-46. Álvarez Porebska, A.S. 2013. Desarrollo del óvulo, fecundación y germinación de las semillas Furcraea parmentieri (Agavaceae). Tesis de Licenciatura, Facultad de Ciencias, unam, México. Bárceinas Cruz, A. 2011. Genética de poblaciones de Furcraea parmentieri (Agavaceae): estimaciones de variación y estructura genética usando ISSRs. Tesis de Licenciatura, Facultad de Ciencias, unam, México. Espejo Serna, A. 2012. “El endemismo en las Liliopsida mexicanas”, en Acta Botánica Mexicana, núm. 100, pp. 195-257. García Mendoza, A.J. 2000. “Revisión taxonómica de las especies arborescentes de Furcraea (Agavaceae) en México y Guatemala”, en Boletín de la Sociedad Botánica de México, núm. 66, pp. 113-129. _______________2011. “Flora del Valle de Tehuacán-Cuicatlán”. Agavaceae, fascículo 88. Instituto de Biología, unam, México. Hernández Pedrero, R. y T. Valverde. 2017. “The use of periodic matrices to model the population dynamics of the long-lived semelparous Furcraea parmentieri (Asparagaceae) in a temperate forest in central Mexico”, en Population Ecology (en prensa). Plascencia, R. L., A. C. Barrientos y A. Raz Guzmán. 2011. “La biodiversidad en México su conservación y las colecciones biológicas”, en Ciencias (Facultad de Ciencias, unam), núm. 101, pp. 36-43. Valverde, T. y R. Hernández Pedrero. 2017. “¿Hay nodricismo en las zonas templadas?: Un estudio de caso con Furcraea parmentieri (Aspargaceae) en el volcán Pelado, Ciudad de México”, en Cactáceas y Suculentas Mexicanas (en prensa). |
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Teresa Valverde , María Albarrán y Román Hernández Pedrero Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. |
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cómo citar este artículo
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La piel habitada: el arte del tatuaje |
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César Carrillo Trueba | ||||||||||||||
El tatuaje constituye
una fuente única de poderosas metáforas políticas. Alfred Gell |
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Epidermis, capa exterior del cuerpo, la que lo delimita del entorno y constituye el medio de relación y reacción, que ante el frío y el miedo se eriza, se dilata con el calor, se ruboriza por la pena y el placer, se contrae a causa del dolor, manifestación de nuestro más profundo sentir. La piel y sus múltiples metáforas. Poco explorada quizá por lo primordial que resulta en la cultura occidental el cubrirla, el vestirla con ostentación, pudorosa o impúdicamente, al igual que en culturas como la china, japonesa, del norte de India, los polos y otras regiones. O tal vez por los prejuicios en torno a la desnudez, asociada generalmente con lo salvaje, lo primitivo, que es como han sido juzgadas otras formas de “vestir” la piel como la pintura, las escarificaciones y el tatuaje —propias del continente americano, África, Oceanía y algunas partes de Asia. Entre estas últimas, el tatuaje ha sido la más vilipendiada en Occidente por su peculiar asimilación en Europa de la mano de las primeras imágenes de los pueblos polinesios que llegaron a Europa, en las cuales se destacaba el hábito de tatuarse el cuerpo entero y que suscitaron innumerables juicios, disquisiciones, admiración y condena. La adopción de tal costumbre por los marineros y presidiarios terminó por inclinar la balanza hacia lo negativo —se omitía que los nobles también lo hacían—, dando origen incluso, en el siglo xix, a las teorías de Lombroso sobre el “hombre criminal”, esto es, la existencia de una naturaleza delictiva en ciertas personas y pueblos en quienes resurgían comportamientos atávicos, de épocas pasadas, primitivos. La antropología victoriana poco ayudó a la comprensión de esta manifestación cultural.
El tatuaje, al igual que la escarificación, se diferencia de otras técnicas del cuerpo por su carácter indeleble; son imágenes que acompañarán a una persona a lo largo de su vida, forman parte de su piel, de su exterioridad, expresiones de su interioridad, improntas de ciertos momentos de su existir —como el inicio de la edad madura— plasmadas en el cuerpo en contextos rituales. Pero a la vez que parte del “cuerpo social”, de compartir tales momentos con otros miembros de la comunidad, una trama de relaciones que la persona establece con su entorno social y el de otros pueblos o comunidades.
Se sabe que esta técnica se emplea desde hace largo tiempo en las sociedades humanas. Hay momias en Europa que datan de hace seis mil años con tatuajes en forma de cruz hechos con plantas y carbón, al parecer de tipo curativo por los sitios del cuerpo que presenta signos de artritis; en Egipto se han encontrado tanto hombres como mujeres de cinco mil años de antigüedad con tatuajes que denotan estatus y poderes especiales asociados a la magia, algunos en forma de animales con cornamenta; en Mesoamérica fue una expresión también muy difundida y la más conocida es una momia denominada tolteca por el arqueólogo Leopoldo Batres —aunque resultó ser de la Mixteca— y que fue llevada a París, en donde actualmente forma parte de la colección del Museo del Quai Branly.
Tal difusión del tatuaje en tan variados contextos sociales y distintas maneras de ver el mundo se corresponde con una diversidad de matices técnicos, de significados y funciones. Alfred Gell, perspicaz antropólogo británico, al analizar su despliegue en el universo polinésico elabora un recuento detallado de las funciones desempeñadas por el tatuaje, que incluye culturas de otras latitudes: es una segunda piel, eminentemente social, que define a la persona en relación con los demás, la delimita y delinea, la protege —hay incluso tatuajes que prevén o curan enfermedades—, le confiere fuerza, suerte, poderes, a la vez que lo dota de una dimensión estética irrecusable, sensual y erótica, aunque, en ocasiones, también autodestructiva, ya que implica dolor y sufrimiento, puede tener consecuencias nocivas para la salud y, sobre todo, en la vida social de la persona pues, al ser imborrable, se torna en fatalidad por el sentido que se le asocia, como sucede a los presidiarios que intentan cambiar de vida y las imágenes en su rostro les cierran toda puerta a la reintegración —el caso de los mara de Centroamérica es bien conocido.
Así, los tatuajes constituyen una suerte de memoria, un mapa de la trayectoria de la persona, de su vida, inquietudes y manifestaciones, son expresiones de un sentir en un momento determinado, en contextos específicos, que la acompañarán toda la existencia. La piel se torna topografía; existe una relación entre el fragmento tatuado y el significado de la imagen que se porta, el texto que narra, el cual se despliega ante los demás, frente al poder o situaciones que se busca impugnar. Es grito de protesta.
Tal es la dimensión que poseen los tatuajes que ilustran este número de Ciencias, y su lectura involucra a quien los mira, los descifra, los lee. Un mapamundi o una ballena en el pecho denotan un sentir profundo, una preocupación por dicha especie o el planeta, el cuello y los brazos lo tornan visible y en la espalda se porta cual fardo. Es el sentimiento exteriorizado, es la complicidad o la contraposición a otras miradas, el descontento ante la destrucción ambiental que vivimos actualmente en todo el planeta.
Más allá de una intención estética y de una moda pasajera, envolver el cuerpo en imágenes que abordan de distintas maneras este serio problema para la humanidad y las demás especies, poblar nuestra piel, convertirla en hábitat de una multiplicidad de seres, en vida, es retomar del arte de tatuar su sentido más profundo, el de identificación, el de establecer una identidad entre nuestra piel, nuestro ser, y nuestro sitio de vida, el único que tenemos y del que —de quien, finalmente también un ente— dependemos tanto como ella de nosotros: la Tierra.
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Referencias bibliográficas
Gell, Alfred. 1993. Wrapping In Images: Tattooing in Polynesia. Clarendon Press, Oxford. Ottino-Garanger, Marie-Noëlle. 2006. “Tatouage et conception du corps aux Marquises, Polynésie française”, en Journal français de psychiatrie, núm. 24, pp. 13-16. |
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César Carrillo Trueba Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. |
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cómo citar este artículo
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Carlos Pérez Malváez, Arturo Franco Juárez del Río y Rosaura Ruiz Gutiérrez |
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Alfred Lothar Wegener pasó a la historia por ser el primero
en formular la idea de que los continentes no son estáticos, sino que están en movimiento. El meteorólogo alemán se basó en un conjunto de argumentos tomados de estudios que abarcan diversas ramas de las ciencias y que dieron lugar a la llamada teoría de la Deriva continental, una de las más importantes surgidas en el siglo XX, a pesar de que en la actualidad se emplea la Tectónica de placas para explicar los eventos geológicos de la Tierra, aún tiene un enorme valor desde el punto de vista de la historia de la ciencia debido a que sacudió los cimientos de la geología, provocando una serie de reacciones en todo el mundo.
A lo largo de los años se ha llevado a cabo diversas investigaciones con respecto de la deriva continental pero su introducción a México es un caso poco estudiado, por lo que éste texto se aboca a ello. Podría creerse que este tipo de trabajos, cuyo objeto es señalar la relevancia histórica de las ideas y teorías desde sus orígenes, ya no deberían realizar se, dado que se continúa promoviendo el “difusionismo”; sin embargo prejuzgar los es prematuro ya que en los trabajos historiográficos no siempre se debe vestir a la moda, por tanto, su desarrollo debe continuar, pues al igual que en ésta como en otras áreas aún hay mucho por decir desde diferentes enfoques, tal y como se puede apreciar en el desarrollo de la historiografía de la ciencia.
El panorama de la geología durante el siglo XIX
En primer lugar, se debe de tener en consideración el panorama y las ideas que constituían la filosofía geológica del siglo XIX, las cuales influyeron en Alfred Wegener y su teoría de la Deriva continental. La teoría de la Contracción de la Tierra tuvo su origen en el siglo XVII, cuando algunos autores afirmaban que la Tierra se había encogido mientras se solidificaba y endurecía la parte más externa, lo que en gran medida habría condicionado la estructura del paisaje.
Tales ideas fueron la base de dicha teoría, propuesta inicialmente por Élie de Beaumont, la cual sostenía que la Tierra debió haber pasado por un estado de incandescencia, de acuerdo con la hipótesis nebular sobre el origen del sistema solar y, consecuentemente, el planeta se habría ido contra yendo, conforme se iba enfriando a lo largo del tiempo.
La liberación de la tensión compresiva en la capa externa durante ese colapso térmico se comprendió como la causa de la actividad tectónica y de la formación de montañas, en otras palabras, las cadenas montañosas se consideraron arrugas causadas por un enfriamiento progresivo de la Tierra.
James D. Dana, profesor de Yale contemporáneo a Élie de Beaumont, quien defendió con entusiasmo la teoría contraccionista, consideraba que los continentes correspondían a las zonas de la corteza que primero se enfriaron, mientras que los hundimientos de la corteza que ocupan los océanos debían corresponder a contracciones posteriores. Al reducirse el volumen del interior terrestre, los continentes debieron sufrir enormes presiones cuya consecuencia fue la formación de las cordilleras, de la misma manera en que se forman las arrugas en la piel de una manzana al secarse.
La teoría de la contracción recibió un posterior impulso cuando el geólogo austriaco Eduard Suess publicó, entre 1883 y 1909, La Faz de la Tierra, en donde proponía que la Tierra está estratificada en tres capas: la corteza superior, el manto intermedio y el núcleo central, y que grandes bloques de la corteza original debieron hundirse a medida que se enfriaba el interior terrestre, originando así las cuencas oceánicas. El enfriamiento de la Tierra debió generar una tensión entre la corteza y el interior del planeta, que sería la causa de dos tipos de presiones, unas paralelas a la superficie o tangenciales, que plegarían los materiales y formarían las montañas; las otras serían radiales y causarían hundimientos. Suess introdujo el término “eustático” para referirse a los movimientos de elevación y descenso del nivel del mar a escala mundial.
Tanto en las hipótesis de Dana como en las de Suess, el modelo de una Tierra enfriándose y contrayéndose considera a los continentes y cuencas oceánicas como elementos primordiales e implícitamente negaba la posibilidad de movimientos laterales importantes de las masas continentales a través de los océanos. Puesto que estos conceptos parecían solucionar con éxito una amplia gama de fenómenos geológicos, la mayoría de los geólogos estaban persuadidos de su certeza básica.
La teoría de la Permanencia surgió en Norteamérica a mediados del siglo XIX y sostenía que tanto los continentes como los fondos oceánicos están formados por materiales diferentes y que por lo tanto no son, ni habían sido, caracteres intercambiables. En concreto, los grandes caracteres de la corteza terrestre se han mantenido estables desde hace cientos de millones de años. Esta idea era una consecuencia directa de la teoría de la contracción definida por Danay estaba en contraposición a la versión de Suess sobre la contracción debida al enfriamiento del planeta.
La teoría de los Puentes Intercontinentales fue sin duda la más invocada para oponerse a las ideas derivistas de Wegener. De acuerdo con esta hipótesis, la gran mayoría de los puentes no fueron permanentes sino episódicos y con el tiempo se llamarían también “eslabones ístmicos”. Así, grandes volúmenes de materiales continentales debieron hundirse en las cuencas oceánicas, lo cual generalmente es asociado con movimientos “eustáticos”.
Por otro lado, este fenómeno también tuvo que haber sido cíclico, es decir que la gran mayoría de las conexiones terrestres debieron formarse y hundirse repetidamente, lo cual explicaría las similitudes biológicas de diferentes épocas en la historia de la Tierra, permitiendo al mismo tiempo el aislamiento geográfico durante largos periodos.
La primera conexión a través del Atlántico la propuso Jules Marcou en 1860, uniendo África con Sudamérica y creando un hipotético supercontinente que Eduard Suess posteriormente denominaría Gondwana. Las ideas básicas de la hipótesis de los puentes intercontinentales fueron desarrolladas principalmente por Suess en todos sus aspectos paleogeográficos fundamentales.
Los biogeógrafos, en general, no toman en cuenta algunas de las consecuencias que se derivaban directamente de la hipótesis de las conexiones terrestres. Llenaron los océanos de tantos puentes intercontinentales que hacían imposibles las migraciones marinas, las cuales también tenían que explicar.
El “principio de la Isostasia” fue uno de los mayores pilares en que Wegener se apoyó para plantear su teoría de la deriva continental. A partir del siglo XVIII se efectuó una serie de descubrimientos geofísicos trascendental y que tienen que ver con investigaciones geodésicas sobre la forma real que presenta nuestro planeta.
En las primeras décadas del siglo XVIII se organizó la expedición geodésica hispano-francesa al Perú la cual tenía por objetivo establecer con precisión la longitud del meridiano terrestre y zanjar la controversia sobre la figura de la Tierra. Algunos de los resultados de dicha expedición fueron adelantados por su director Pierre Bouger, entre éstos se encuentran las primeras observaciones realizadas sobre anomalías gravimétricas en las masas continentales. El fenómeno asociado recibió posteriormente el nombre de Isostasia, término acuñado por Clarence Dutton en 1889.
La teoría plantea que la corteza de la Tierra flota en un equilibrio isostático en un denso sustrato viscoso, formando el piso de los océanos. Para Airy, todas las masas corticales presentaban las mismas densidades, de manera que sólo era posible mantener el equilibrio isostático siempre y cuando esas masas se hundiesen en el manto, a modo de raíces, hasta una profundidad máxima denominada nivel de compensación isostática. Y según el modelo de Pratt, también de mediados del XIX, las masas corticales presentaban el mismo grado de profundización en el manto, por lo que el equilibrio se mantenía debido a una densidad diferencial en dichas masas. La aceptación del principio de la isostasia hizo muy difícil seguir sosteniendo la existencia de los puentes intercontinentales. El equilibrio isostático requerido hacía imposible, no la presencia de los puentes terrestres, sino su desaparición mediante hundimiento.
La propuesta de Alfred Lothar Wegener
Wegener nació en Berlín el 1 de noviembre de 1880, fue el hijo menor de Richard Wegener doctor en teología y filología, pastor evangélico y director del Orfanato Schindler, y Anna Schwarz. Se doctoró en astronomía el 24 de noviembre de 1904, con un trabajó que consistió en convertir las Tablas Alfonsinas del movimiento planetario de sexagesimales a decimales. Con ello terminó su incursión en la astronomía. Se encauzó hacia la meteorología y en 1909 fue habilitado como profesor adjunto de Meteorología en la Universidad de Marburg, en donde estrechó relaciones con Wladimir Köppen, experto meteorólogo, y con cuya hija, Else, contrajo matrimonio en 1913; ella fue su estrecha colaboradora.
Durante la Primera Guerra Mundial, Wegener estuvo en el ejército, donde fue llamado a filas como teniente de infantería y alcanzado por una bala que se alojó en su cuello, por lo cual ya no fue considerado apto para la milicia activa y fue enviado al campo del Servicio Militar Climático. Su convalecencia duró varios meses, tiempo que utilizó para revisar y ampliar su teoría sobre la Deriva continental, la cual fue presentada en público en 1915.
En 1919 regresó a la vida académica, sucediendo a su suegro en la dirección del Departamento de Meteorología Teórica del Servicio Atmosférico, aunque a Wegener le motivaban a la vez otros intereses. En 1919 publicó un breve y excelente libro acerca del origen de los cráteres lunares, donde defendía la hipótesis de que los mismos fueron originados por impacto en lugar de ser resultado de actividad volcánica. Durante la primavera de 1929 se encargó de dirigir una expedición danesa a Groenlandia, bajo los auspicios del Consorcio de la Ciencia Alemana. Regresó en octubre de ese año para pasar el invierno en Graz y en abril de 1930 volvió una vez más a Groenlandia con una nueva expedición germana también dirigida por él.
Mientras regresaba al campamento base en busca de provisiones, en el glaciar Qaumarujuk, según la ortografía, al fondo del fiordo Uummanaq aislado por la nieve y el hielo, precisamente el día de su quincuagésimo cumpleaños desapareció durante una tormenta junto con su compañero, el groenlandés Rasmus Villumsen. Su cuerpo fue encontrado seis meses más tarde, el 12 de mayo de 1931.
La teoría de la deriva continental
No se tienen documentos que expliquen claramente cómo concibió Wegener esta hipótesis, pero según escribe él mismo: “tuve la primera intuición de la movilidad continental ya en 1910, cuando, al contemplar un mapamundi, me impresionó la coincidencia de las costas de ambos lados del Atlántico”. Al año siguiente descubrió un trabajo sobre las pruebas paleontológicas de la previa existencia de un puente entre Brasil y África.
La idea de la deriva continental fue presentada por Wegener en dos conferencias, la primera, el seis de enero de 1912, versó acerca del desarrollo, desde el punto de vista geofísico, de las grandes unidades de la corteza terrestre, continentes y océanos; la segunda, el diez de enero de 1912, trató acerca de los desplazamientos horizontales de los continentes.
En 1915, aprovechando la convalecencia de sus heridas sufridas en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial, trabajó de lleno en su hipótesis y la publicó en forma de libro: El origen de los continentes y océanos. La segunda edición apareció en 1920 y una tercera en 1922, a partir de la cual se realizaron traducciones a varios idiomas, entre ellos al español en 1924.
Ese mismo año y en colaboración con su suegro, publicó Los climas del pasado geológico, obra en la que, sobre la base de su teoría del desplazamiento horizontal de los continentes, da una explicación coherente del clima terrestre a lo largo del tiempo geológico.
Durante casi quince años estuvo acumulando multitud de pruebas y argumentos a favor de su teoría en campos tan diversos como la geología, la geodesia, la paleontología, la geofísica y la climatología. La cuarta edición alemana de su libro fue la última en vida del autor, quien además publicó otros trabajos sobre diferentes aspectos de los desplazamientos continentales.
Si bien la importancia actual de la tectónica de placas es indiscutible y ha sido pieza fundamental para poder explicar la formación de las grandes cordilleras y la actividad sísmica y ha provisto de una herramienta central a la biogeografía histórica para reconstruir la distribución pasada de los organismos y entender su distribución actual, esto no opaca el trabajo de Wegener.
Aunque Wegener no pudo encontrar un mecanismo para explicar la Deriva continental, tuvo el mérito de reunir lo más que pudo de evidencia disponible en su época para dejar establecido como hecho inapelable el movimiento horizontal de los continentes.
Las ideas de Wegener en México
Una primera aproximación a la introducción de las ideas de la deriva continental en México, se logró mediante una revisión he merográfica que condujo la investigación hasta el periódico El Demócrata y en especial a su suplemento El Magazín de El Demócrat
En dicho suplemento del 27 de diciembre de 1925 se encontró un artículo que lleva por título “La ciencia ofrece una nueva teoría sobre el Origen de los Océanos y de los Montes”. En éste se presenta una amplia explicación de la teoría de la Deriva continental de Wegener, con mapas de los movimientos de los continentes propuestos por el meteorólogo alemán.
Llama la atención que el autor del artículo es anónimo, sin embargo, parece tener conocimiento de la tercera edición del libro El origen de los continentes y océanos, pues hace mención al libro y la fecha de publicación del artículo es un año después de la traducción de dicha edición al español. El autor del texto se muestra convencido de la veracidad de la teoría de Wegener, sobre todo porque al fi nal del artículo ex pone una serie de preguntas que resume las pruebas presentadas por Wegener a lo largo de su obra, señalando que éstas pueden ser respondidas aplicando las ideas del meteorólogo.
Al año siguiente de la fecha de aparición del artículo antes mencionado, el 14 de febrero de 1926, de nueva cuenta en El Magazín de El Demócrata se publicó otro artículo relacionado a la teoría de Wegener titulado “Está próxima la unión de Asia con la América”. Este escrito es notorio, no sólo porque explica a grandes rasgos los principales puntos de la teoría de Wegener, sino porque también menciona algunas ideas sobre la estructura interna de la Tierra propuestas por Edward Suess, uno de los más importantes geólogos de la historia.
El autor, anónimo también, señala que si bien la teoría de Wegener ofrece respuestas a varias interrogantes que se planteaban en aquel momento y presenta pruebas significativas, no se descarta la posibilidad de que en un futuro ésta pueda ser rechazada. Otro aspecto destacable es la compa ración que se hace con Charles Darwin, ya que las ideas de Wegener estaban dando mucho de qué hablar en aquella época, al igual que la selección natural y la evolución de las especies de Darwin lo habían hecho años atrás.
En el año 1931, el periódico Excélsior presentó tres notas acerca de la desaparición y posterior confirmación de la muerte de Alfred Wegener en su última expedición a Groenlandia. La primera fue publicada el 12 de mayo de 1931 bajo el título “No hay esperanzas ya de encontrar a J. Wegener”, la segunda, “Otra víctima de la zona ártica: Alfred L. Wegener”, fue publicada el 21 de mayo de 1931, y la tercera, “Confírmase que irá a Groenlandia, Wegener”, fue publicada el día 26 de mayo de 1931.
Esto demuestra dos cosas: primero, que Alfred Wegener, a pesar de todo el rechazo de sus ideas sobre la Deriva continental, aún seguía siendo un científi co de renombre; segundo, lo bien comunicado que estaba México con el resto del mundo y lo bien informado que estaba sobre los hechos más importantes que ocurrían alrededor del globo.
Una revisión de libros proporcionó rastros interesantes de referencias a Alfred Wegener y su teoría. La primera, sin duda alguna el más importante hallazgo en esta historia, proviene de uno de los más destacados científi cos cuyas aportaciones fueron esenciales para la instauración de la bio logía en nuestro país: Alfonso Luis Herrera.
Es mayormente conocido por la teoría de la Plasmogenia, que trata de explicar el origen de la vida a partir de una sustancia que él llamó protoplasma, y antes también por otro de sus trabajos importantes: Mineralogía y geología publica da en 1925), última obra de la colección Nociones de Ciencias Na turales, en donde Herrera incluyó apéndices que amplían lo presentado en la misma. En uno de los apéndices se encontró una clara referencia a la Deriva continental: “Se discute en estos momentos el movimiento de los continentes. Alfredo Wegener, geógrafo alemán, tuvo la idea en 1912 de una mo vilización más grande de los continentes”. Lo que más llama la atención es que Herrera cita un artícu lo publicado el 10 de mayo de 1924 en la revista francesa Revue scientifi que titulado “La dérive des continents”, de P. Termier, que reproduce una conferencia que dictó en fe brero de ese mismo año, en donde demuestra estar en con tra de la teoría: “la théorie de Wegener est pour moi un beau rêve, un rêve de grand poète” (la teoría de Wegener es para mí un hermoso sueño, un sueño de un gran poeta).
Esto indica que Herrera tuvo conocimiento de la teoría de Wegener en la época de mayor auge de la misma, cuando salieron alrededor del mundo varias traducciones de la tercera edición, entre ellas la francesa y la española, y se empezó a discutir su veracidad. Además, Herrera incluyo al fi nal de Mineralogía y geología una “Advertencia final”, en la que explica las razones por los que hago los apéndices, fechada en noviembre 26 de 1924, lo cual indica que Alfonso L. Herrera fue el primer científico mexicano en hacer una mención explícita a la teoría de la Deriva continental de Alfred Wegener. Si bien su obra fue publicada en 1925, él ya tenía conocimiento de esta teoría desde 1924.
Posteriormente, en el libro Memoria del Congreso Científico Mexicano publicado por la UNAM en 1953, el cual se celebró en el año 1951, se encontró un trabajo escrito por Zoltán De Cserna con el título “El conocimiento actual de la plataforma continental y su significado”, en donde hace referencia a la teoría de la Deriva continental: “Finalmente, de todas estas conclusiones para el autor se hace evidente una situación que requiere movimientos laterales en la superficie del globo. Desde luego, con este trabajo no se intenta sugerir la revivificación de la teoría sobre la deriva de los continentes”. De lo anterior se deduce que Cserna conocía la teoría de la Deriva continental y los movimientos laterales asociados, pero parece no estar del todo convencido de la misma, algo natural para la época.
En el año de 1965, en el libro Geología de Orestes Cende ro Curiel, en la sección titulada “Geología dinámica, Litología y Geotectónica”, el autor se dedica a explicar detallada mente la teoría de la Deriva continental de Wegener, mostrando incluso una reproducción de los planisferios hechos por el meteorólogo alemán. Si bien este libro no contiene referencias bibliográficas, se sabe que el autor consultó la edición en español de la obra de Wegener, ya que menciona el título con el que se conoció, La génesis de los continentes y océanos.
El ingeniero Ernesto López Ramos
Dado el tema en torno al cual se desarrolla el presente trabajo, no está de más incluir un breve homenaje y reconocimiento a la obra del ingeniero Ernesto López Ramos, uno de los más importantes geólogos de México. Egresado de la Es cuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional como ingeniero geólogo petrolero, López Ramos escribió a lo largo de su carrera una serie de obras dedicadas a la geología, las cuales fueron de gran importancia para la enseñanza de esta ciencia en México.
En 1970 publicó Apuntes de geología general, obra que se fue ampliando con las experiencias y conocimientos del autor, hasta que finalmente fue conocida bajo el nombre Geología general y de México. A partir del año 1979, ésta obra constó de tres tomos: Geología general, Geología de México, y un tercer tomo en el que se menciona a Alfred Wegener y su teoría de la Deriva continental, en la sección cinco: “Tectónica. Geosinclinales. El ciclo geosinclinal, desarrollo de la tectónica en México. Convección terrestre y tectónica de placas”. El autor señala lo siguiente: “dada la forma de los continentes, es natural deducir que en algún tiempo ajustaban uno a otro. Precisamente ésta es la idea que hizo concebir a Wegener la teoría que fue tan popular alrededor del año 1915. Esta consistió en aceptar que los continentes eran poco más ligeros que el material subyacente ahora conocido como el manto. Posteriormente se comprobó que el material bajo los continentes no era fluido, sino rígido en general. Al principio de la década de los treintas la teoría de Wegener fue abandonada en cierto grado, puesto que no se ofrecía una posible explicación a cómo podían moverse los continentes en un medio rígido”.
Dicha mención aparece en las ediciones posteriores del tomo 3, en 1981 y 1983, pero desapareció en la edición de 1993. La razón de ello probablemente se encuentra en que dicha edición redujo la obra a un solo tomo y mucha de la información presentada tuvo que ser modificada.
Conclusiones
Cabe interrogarnos, a pesar de la relevancia de la teoría de la Deriva continental, desde una perspectiva periférica y desde una estrategia difusionista, ¿cuál fue su impacto en México? Para responderlo se requiere buscar si había alguna introducción, recepción y difusión en nuestro país.
Es claro que la teoría de la Deriva continental de Alfred Wegener no pasó desapercibida en México y la difusión de sus ideas por el país se dio mediante los periódicos, revistas y libros de manera heterogénea. Los resultados de este tipo de trabajos no son más que una pequeña y muy fundamental muestra de las amplias posibilidades que tiene la historiografía de hacer aportes a la ciencia en sus diferentes áreas, y más específicamente a la historia de la ciencia en México, no obstante, queda aún por conocer, ¿cómo fue en las aulas? ¿cómo fueron los programas de estudio, el ámbito académico y en la dinámica de enseñanza-aprendizaje? Son algunas de las preguntas que bien vale la pena tratar de responder.
Las ideas de Wegener que proporcionaron una explicación más verosímil a la distribución geográfica de los organismos y contribuyeron al desarrollo de un nuevo pensamiento y nuevas escuelas en la biogeografía contemporánea. Con el paso del tiempo, y gracias a éstos descubrimientos, se evidenció que las ideas movilistas de Alfred Wegener no eran del todo erróneas y los biólogos, paleontólogos, geólogos, biogeógrafos, y demás investigadores afines, termina ron por aceptar la idea del movimiento horizontal de los continentes.
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Referencias Bibliográficas
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Carlos Pérez Malváez Facultad de Estudios Superiores Zaragoza. Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor de tiempo completo adscrito al Museo de Zoología en la fes Zaragoza, UNAM. Arturo Franco Juárez del Río Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México. Biólogo titulado por la UNAM. Realizó su trabajo de tesis de licenciatura sobre La Introducción de la Teoría de la Deriva Continental de Alfred Wegener en México. Rosaura Ruiz Gutiérrez Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora de tiempo completo por la Facultad de Ciencias, UNAM. Autora de varios libros relacionados con el evolucionismo y la historia de la ciencia en México e Iberoamérica. |
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Diana Guadalupe Morales Hernández y Elsa Arellano Torres |
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Un rasgo de los seres vivos que nunca deja de sorprender
es su capacidad de adaptarse a ambientes inhóspitos como los lagos “anóxicos”, las zonas pantanosas, el fondo marino o a cuevas casi sin oxígeno ni luz solar. Estas adaptaciones pueden variar en intensidad, desde el comportamiento de los organismos hasta la modificación de su anatomía y fisiología. Su estudio sigue siendo un vasto campo a explorar. Aunque existen diversas teorías basadas en el conocimiento científico, el conocimiento empírico, social y cultural también puede inspirar y servir de guía para entender el origen y los cambios que han sufrido los ambientes y sus organismos a lo largo del tiempo. Asimismo, el avance mutuo y estrechamente vinculado de la ciencia y la tecnología ha aumentado las posibilidades de estudio en diversos campos. Es así que los biólogos, químicos, geólogos, ecólogos, genetistas, entre otros, se han dedicado a estudiar los procesos que propician las adaptaciones y la respuesta de los organismos ante la presión del ambiente.
Así como las Islas Galápagos avivaron la curiosidad de Charles Darwin para iniciar sus investigaciones sobre el origen de los seres vivos y de sus adaptaciones, también los investigadores de hoy se cuestionan sobre cómo es que ciertos organismos habitan en ambientes tan peculiares, como las cuevas anquialinas. Si bien son conocidas las cuevas terrestres y las marinas, las anquialinas, también llamadas cuevas intermedias, son un descubrimiento reciente, ya que hace apenas cincuenta años que el zoólogo austriaco Rupert Riedl inició los estudios faunísticos en tales sitios.
Una cueva es una cavidad natural formada en un terreno rocoso; las anquialinas son peculiares por el ecosistema que se encuentra en ellas, el cual está parcial o totalmente inundado, tanto por agua continental como por marina. Por lo tanto son costeras y se ubican debajo del nivel del suelo, ya sea en la zona continental o la marina. Son descritas como sistemas dinámicos e intermedios de amortiguamiento (“estuarios” subterráneos) entre el continente y el océano, y el nivel de contribución de cada ambiente varía en función de la distancia a la que éste se encuentra de la costa. Existe un flujo de agua continental hacia la costa por medio de conexiones subterráneas que se comunican con el océano y un flujo de entrada de agua oceánica hacia la cueva. Debido a que este flujo ocurre a través de cavidades en la roca, el proceso de intercambio es considerado lento, por ello el agua oceánica puede llegar a permanecer en la cueva durante meses e incluso años.
Dentro de la cueva se presenta entonces la coexistencia de dos capas de agua: una que puede ser salobre o continental, y que está sobre otra, de agua oceánica. Debido a la significativa diferencia de densidad entre ambas capas provocada por las distintas salinidades, se favorece la formación de estratos, fenómeno que es incrementado por el aislamiento geológico de estas cuevas y el limitado forzamiento del viento que fomentaría la mezcla de los cuerpos de agua.
De acuerdo con la profundidad de la caverna existen variaciones en las propiedades físicas y químicas del agua que, cuando son bruscos, en distancias cortas, reciben el nombre de “clinas”. Cuando esto ocurre en la salinidad del agua se denomina haloclina, y se puede presentar no sólo una, sino varias.
Las entradas de la cueva son de poco tamaño en comparación con su dimensión total, lo cual genera, además del aislamiento geológico característico de su ambiente, una gran limitación en la cantidad de luz que ingresa, por lo que usualmente existe escasa o nula actividad fotosintética. Esto provoca también que la cantidad de oxígeno disuelto en el agua sea mínimo, lo que hace de la cueva un ambiente “hipóxico”, es decir, que presenta un bajo contenido de oxígeno disuelto e incluso sin oxígeno disuelto, esto es “anóxico”.
Por otro lado, algo poco conocido es que las formaciones geológicas que constituyen las cuevas anquialinas son de origen diverso, no sólo “cárstico” (de roca caliza), y menos aún se conoce de su dispersión en la superficie terrestre, ya que resulta difícil restringir la ubicación de este tipo de cuevas a una región específica; se puede decir que, aproximadamente, entre las latitudes del Trópico de Capricornio al sur y el Círculo Polar Ártico al norte.
Entre las cuevas más estudiadas se encuentran las localizadas en terreno cárstico, como los cenotes de Yucatán, los blue holes (literalmente traducidos como hoyos azules) ubicados en las costas de Belice, los archipiélagos de las Bahamas y las Islas Bermudas, y otras en el mar Caribe y el Mediterráneo y, de menor tamaño, en el Pacífico IndoSur y el oeste de Australia. No obstante, en años recientes también se ha estudiado cuevas anquialinas de origen volcánico, algunas en forma de tubos huecos de lava, formados a partir de erupciones de la corteza oceánica (de composición basáltica) o bien como fallas o grietas verticales de la corteza continental (de composición granítica o silicatada). Se ha observado que se extienden bajo el nivel del mar, tanto al interior del continente como en el océano, en lugares como las islas Galápagos y las Hawaianas en el Pacífico central, la isla Lanzarote de las Canarias en el Atlántico este y en la península del Sinaí, Egipto.
Una peculiaridad más de las cuevas anquialinas es la formación de nubes de ácido sulfhídrico (H2S), que generalmente se presentan en cenotes y blue holes debido a la degradación de materia orgánica, y que se ubican a una profundidad justo por debajo de la haloclina, reduciendo la visibilidad hasta hacerla nula.
La vida en ellas
A lo largo de la historia, a las cuevas anquialinas se les ha atribuido diversas interpretaciones místicas, pues suelen ser consideradas como una entrada al inframundo y, aunque los organismos que se encuentran en este ambiente son principalmente bacterias, invertebrados (crustáceos), y vertebrados pequeños (anfibios y peces), no por eso éstas son menos interesantes que si realmente encerraran místicos secretos. En ellas se halla principalmente fauna endémica y totalmente restringida a dicho hábitat, denominada “estigofauna”, la cual puede llegar a habitar aguas contiguas, ya sea mayormente marinas o mayormente continentales, haciendo imprecisos los límites del ecosistema. También se ha observado organismos “ubicuos”, que sobreviven tanto dentro como fuera de la cueva, y algunos organismos accidentales que son llevados por corrientes de marea pero que no sobreviven en el ambiente cavernícola.
Como se mencionó al inicio, los organismos de cualquier ambiente pueden adaptarse a condiciones extremas y restringidas si su genética, conducta y fisiología lo permite. Las cuevas anquialinas proporcionan claros ejemplos de la capacidad de adaptación de sus organismos. Entre las características principales de los seres “estigobios” se puede enumerar cinco: 1) son ciegos o de vista débil debido a la pérdida o el atrofio de los órganos oculares; 2) presentan falta de pigmentación o semitransparencia; 3) usualmente son de tamaño pequeño, de unos cuantos micrómetros a unos pocos centímetros; 4) se agrupan en poblaciones pequeñas; y 5) no hay cambios sustanciales en su actividad biológica al no existir diferencia en el día y la noche debido a la limitada entrada de luz a la cueva.
Origen de la fauna anquialina
Es un hecho que los habitantes más abundantes y diversos de las cuevas anquialinas son los crustáceos y el estudio de su origen y evolución es de gran interés. En una cueva anquialina de las Bahamas, por ejemplo, existe una clase nombrada Remipedia, descrita en 1981 por la zoóloga y ecóloga Jill Yager, compuesta por especies muy primitivas que pueden considerarse coloquialmente como fósiles vivientes, es decir, especies aisladas que han evolucionado en un largo periodo de tiempo; incluso se considera que su linaje procede del antiguo y desaparecido mar de Tetis, que existió en la era Mesozoica cuando Pangea se dividió en Gondwana y Laurasia hace aproximadamente 250 millones de años. Ello podría explicar parcialmente el hecho de que los organismos de esta clase se encuentren distribuidos en cuevas alrededor del mundo sin aparente conexión geográfica.
No obstante, existen otras teorías que intentan dar una explicación más general. En publicaciones recientes de tres de los investigadores más renombrados en este campo, Thomas M. Iliffe, Renée E. Bishop y Louis S. Kornicker, se menciona el archipiélago de las Bahamas como el centro de origen de la fauna anquialina debido a la alta cantidad de especies estigobias que habitan en sus cuevas. Se ha propuesto la posibilidad de que tales especies hayan usado cuevas más antiguas y pequeñas como protección en épocas glaciares, pero también se ha sospechado que los ancestros de tales organismos pudieron haber sido bentónicos (asociados al fondo marino) y que se hallaban en aguas superficiales próximas a la cueva o que pudieron ser transportados desde cuevas cercanas y más antiguas.
Los dispersos patrones biogeográficos que muestran los habitantes de las cuevas anquialinas han despertado la curiosidad de quienes los investigan, por lo que se han propuesto hipótesis sobre su origen y las rutas de colonización, esencialmente de crustáceos. Entre las principales, todas con evidencias que las apoyan y con posibles contraargumentos que las podrían descartar, se destacan las siguientes: la primera hipótesis, la más mencionada, es la de “vicarianza”, según la cual, a partir del desplazamiento de las placas tectónicas de Pangea, las especies quedaron separadas y favorecieron la distribución de la fauna Tetiana. Sin embargo, dicha teoría no explica la existencia de las comunidades anquialinas en las islas Bermudas, Asunción y Hawaianas, que son de formación geológica reciente y no pertenecen al antiguo continente.
La segunda es la del “origen en mar profundo”, que considera las similitudes entre los organismos de las cuevas anquialinas y los que habitan en las profundidades oceánicas, ya que las condiciones de ambos ambientes parecen bastante similares. Se piensa que había túneles que conectaban el mar profundo con las cuevas anquialinas, pero se duda que los organismos hayan sido capaces de cruzar verticalmente el océano y soportar los cambios bruscos inherentes a él. Al respecto se han publicado análisis filogenéticos que sugieren la existencia de conexiones subterráneas entre al menos tres cuevas de las Bermudas y otras de Yucatán, observándose fauna muy similar en cuevas que se encuentran a gran distancia. Esto podría apoyar la idea de que hubo conexiones entre el océano profundo y las cuevas; sin embargo, se han realizado análisis filogenéticos que demuestran que el océano profundo y las cuevas anquialinas fueron colonizados por separado. Aunque aún no se sabe si esta hipótesis es correcta, algunos pueden llegar a considerar las especies estigobíticas como un eslabón intermedio en la evolución de la fauna oceánica antigua y la actual.
La tercera propone una “regresión”, esto es que las especies quedaron atrapadas en las cuevas cuando el nivel del mar disminuyó durante las glaciaciones o bien por el levantamiento geológico de la zona en que se encontraba la cueva, donde posteriormente las especies que se adaptaron al ambiente dieron origen a la fauna anquialina. Esto se apoya en la coincidencia de los patrones geológicos y las antiguas líneas de costa del Mesozoico, pero nuevamente se presenta un problema en cuanto a las Bermudas, que no muestran cambios importantes en sus líneas de costa por ser islas de formación reciente.
Del mismo modo, aparecen otras contrariedades al pensar en las islas de poco tamaño y en las cuevas anquialinas con estalactitas o estalagmitas relativamente recientes (menos de 10 000 años). Estas últimas son formaciones que necesariamente requieren un ambiente aéreo para producirse, lo que implicaría que los organismos tuvieron que migrar verticalmente para colonizar las cuevas cuando éstas se llenaron de agua, lo que implica nuevamente la problemática de la capacidad de los organismos para soportar cambios tan abruptos al realizar el trayecto.
La cuarta y la quinta hipótesis son un tanto similares, pues ambas implican la inmigración de los organismos a dichas cuevas. La primera se refiere a la invasión del hábitat por especies oportunistas con altos límites de tolerancia fisiológica que lograron adaptarse al agua continental o salobre y es llamada “migración activa”. La segunda es la de “migración pasiva” y se explica por medio de la llegada de organismos en estados larvarios o postlarvarios acarreados por corrientes marinas u objetos flotantes, lo cual sería posible en distancias cortas pero difícil en los organismos con baja tolerancia fisiológica y poca descendencia que actualmente habitan en tales cuevas.
Un caso que apoyaría la hipótesis migratoria, ya sea activa o pasiva, es el de algunos camarones de las cavernas de Yucatán, en donde por la formación de las cuevas durante el Plioceno (entre uno y dos millones de años atrás) y dado que se sabe que la fauna divergió antes de ese tiempo, se estima que cada especie debió habitar en cavidades marinas y posteriormente colonizar el hábitat por separado. En cuanto al caso del mar Caribe, se sugiere que un ancestro marino colonizó las Bahamas y luego fue llevada a las Bermudas por corrientes, por lo que tales organismos evolucionaron por separado o bien el ancestro marino que colonizó las Bahamas adquirió características estigobias, dando paso a una nueva especie que posteriormente colonizó las Bermudas.
Ante tal cantidad de hipótesis, es claro que son necesarios más estudios, principalmente de genética molecular para poder determinar la edad y secuencia de dispersión de la fauna anquialina y con ello sustentar o postular nuevas hipótesis sobre su origen, así como de fechamiento geológico que nos permitan determinar la edad de las cuevas anquialinas consideradas de formación antigua con base en el estudio de especies primitivas, como los remipedios.
Conviene destacar que conforme se ha ampliado el conocimiento sobre las cuevas anquialinas se ha modificado no sólo su denominación sino el significado de ésta. En 1966, Rupert Riedl las llamó “cuevas marginales” (del alemán Randhölen); siete años después se le asignó el término “anquialino” (del griego , cercano al mar), variando con el término “anquihalino” (del griego halino, de sal), y fue el primero el más aceptado por los expertos. Las investigaciones permitieron que en 1986 el concepto se ampliara para incluir los nuevos descubrimientos sobre procesos biológicos y ecológicos. Durante los 27 años siguientes, y de acuerdo a una revisión hecha por Renée Bishop y sus colaboradores, se han publicado aproximadamente 850 artículos científicos que refieren al ecosistema, y en el II Simposio Internacional del Ecosistema Anquialino se propuso redefinirlas como un “estuario subterráneo”.
A manera de conclusión
Se puede decir que el conocimiento del origen de estos organismos nos acerca a entender mejor los procesos de adaptación en ambientes extremos mediante los distintos eventos de la evolución del planeta. Las cuevas anquialinas son también una excelente zona de estudio, ya que al hallarse geológicamente aisladas se puede tener mayor control sobre los límites a investigar, en comparación con una estepa o una zona marina, por poner ejemplos.
Además de las características ya descritas, las cavidades naturales relacionadas con las cuevas anquialinas desempeñan un importante papel en el ciclo hidrológico, ya que se relacionan estrechamente con los mantos acuíferos subterráneos de agua continental, lo que las hace aún más importantes, sobre todo en regiones en donde los ríos superficiales son muy pocos y las poblaciones humanas se ven beneficiadas por la extracción de agua subterránea para su supervivencia.
Tal y como lo mencionaron Salazar Vallejo y sus colaboradores en 1993, para preservar acuíferos subterráneos como los presentes en los estados de Quintana Roo y Yucatán, debemos: 1) aprender a regular los asentamientos humanos alrededor de cenotes y caletas; 2) definir el uso de estos cuerpos de agua con estudios científicos que aclaren su papel en la cuenca subterránea; y 3) instalar plantas de tratamiento de agua e infraestructura para el reciclamiento de los desechos urbanos e industriales que aseguren la óptima calidad del ecosistema y de sus recursos.
Las cuevas anquialinas permiten conocer más acerca de la evolución de un importante número de organismos especializados y de sus estrategias para sobrevivir en determinados ambientes; además, la conservación de tales ecosistemas es de gran importancia para el mantenimiento a nivel mundial de sus especies endémicas y para el bienestar mismo de la humanidad.
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Referencias Bibliográficas
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Diana Guadalupe Morales Hernández Estudiante de licenciatura en Ciencias de la Tierra, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. Elsa Arellano Torres Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. Elsa Arellano Torres Profesora de Carrera (Asociado C) de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México. Bióloga, tiene Doctorado en Oceanografíay Maestría en Ciencias del Mar y Limnología. Es miembro SNI I. |
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Leslie Ariadna Santiago Martínez | ||||||||||||||
La familia Trochilidae del orden Apodiformes incluye
alrededor de 330 especies de aves que se distribuyen exclusivamente en el continente americano, principalmente en la región Neotropical, las cuales poseen ciertas características únicas que les proporcionan ventajas consideradas como adaptaciones para su forma de vuelo, como los cambios en el esqueleto, el gran tamaño y la musculatura del esternón, y la reducción de los huesos. A éstas deben su muy peculiar manera de volar, pues al revolotear pueden maniobrar en todas las direcciones a una velocidad sorprendente; además son capaces de alimentarse cuando se encuentran suspendidas en el aire mientras visitan las flores para poder extraer el néctar. Los colibríes, como se les conoce, se alimentan principalmente del néctar de flores especializadas de algunas familias de plantas como Acanthaceae, Gesneriaceae y Heliconiaceae; el tipo de forrajeo que realizan demanda una estructura corporal especializada, con adaptaciones muy particulares a nivel morfológico, fisiológico y de comportamiento. Aunque también se alimentan de pequeños artrópodos como áfidos, moscas, arañas, avispas, hormigas y escarabajos con la finalidad de complementar su dieta, ya que son una fuente adicional de proteínas, lípidos y otros nutrimentos —lo realizan diariamente y en época de crianza en mayor medida.
De todas las aves, los colibríes han alcanzado la máxima especialización para visitar y polinizar flores con néctar, lo cual ayuda a facilitar el flujo génico de las poblaciones vegetales, pues la polinización tiene mucha importancia en la supervivencia y diversificación de las especies vegetales. La importancia de estas aves radica en que son las encargadas de realizar dicho proceso.
La evolución de los colibríes
Debido a su tamaño pequeño, los colibríes presentan un metabolismo más acelerado y sus requerimientos energéticos son de los más altos de todas las aves. El tamaño corporal, el pico y las estructuras de la boca, el tracto digestivo, la locomoción, los patrones de comportamiento y el ciclo anual han sido fuertemente modificados a lo largo de su historia evolutiva, facilitando la obtención de un alimento con gran contenido energético, de manera constante, ya que su sistema digestivo se encuentra reducido y no pueden almacenar grandes cantidades de alimento.
Los colibríes tienen diferentes tamaños de picos, de muy cortos a muy largos, y presentan diferentes formas: hay especies que tienen picos curvados hacia arriba o hacia abajo, de poca o mucha curvatura. Por lo tanto, la forma y el tamaño de los picos se han considerado e interpretado como una adaptación que les permite explotar el néctar de flores que poseen formas similares a las de su pico, es decir, que la interacción que tienen con las flores ha sido un factor clave en la evolución de su morfología. Dichas características hacen más eficiente la extracción del néctar, el cual colectan por capilaridad con ayuda de la lengua, que es un tubo largo extensible bifurcado en la punta y que puede extenderse hacia afuera a una distancia equivalente al tamaño del pico —aunque también se considera que la forma no es la única manera de predecir la interacción de los colibríes y sus flores.
Las plantas ornitófilas
Las presiones evolutivas de las plantas que atraen polinizadores visuales como las aves, se muestran en una serie de atributos morfológicos, fisiológicos y ecológicos descritos en el síndrome de ornitofilia, en el cual las plantas pueden mostrar un conjunto de características florales relacionadas con la atracción de polinizadores, por lo tanto las flores de las plantas polinizadas por los colibríes presentan diversos tipos y mecanismos florales como: una forma tubular y colores llamativos, generalmente cercanos a la gama del rojo y combinados con amarillo, y no poseen olor, el estigma y los estambres tienen una orientación que asegura el contacto con el polinizador, la posición de la flor debe ser generalmente péndula, buena calidad y cantidad del néctar —debe ser abundante pero en concentraciones moderadas de azúcar— y floración diurna. Estas características florales indican la existencia de una fuerte presión de selección por parte de los colibríes sobre las características mencionadas, sin que por esto haya restricción a un tipo específico de flor para ser visitadas por tales aves.
Las especies vegetales especialmente polinizadas por los colibríes pertenecen a las familias Acanthaceae, Rubiaceae, Bromeliaceae, Heliconiaceae, Fabaceae, Gesneriaceae y Solanaceae, la mayoría de bosques tropicales, que es en donde se encuentra la gran parte de las especies ornitófilas.
Colibríes y plantas
En la relación existente entre las plantas y los colibríes, las primeras son beneficiadas por las visitas que realizan los colibríes debido a que dispersan su polen, lo que lleva por consiguiente a su reproducción, mientras los colibríes obtienen de las plantas, específicamente del néctar de las flores, alimento como azúcares, las cuales son importantes para su metabolismo, satisfaciendo así sus requerimientos energéticos. Es por esto que su interacción se considera como mutualista, pues ambos son beneficiados; el éxito que se pueda obtener de dicha relación va a depender en mayor parte de la capacidad del colibrí para dispersar el polen, pero también de la disponibilidad de las flores para poder cubrir las necesidades energéticas de estas aves.
Este mecanismo implica adaptaciones o coadaptaciones orientadas desde el punto de vista de la planta a tener el vector de polen óptimo, y desde el punto de vista del ave a tener una fuente de néctar óptima. Por lo tanto, la interacción de los colibríes y las flores de ciertas familias de plantas se considera como un proceso de coevolución que ha ocurrido directamente entre los picos de estas aves y las corolas de las flores con las que interactúan, entre las características morfológicas que presenta cada especie. El resultado es que tales aves eligen sus recursos florales en gran medida por el ajuste morfológico que se presenta entre ambas estructuras (pico y corola) lo cual influye mucho para que la extracción del néctar sea más eficaz. Por lo tanto, algunas especies de colibríes van a tener ciertas preferencias hacia determinadas plantas.
No obstante, también se ha visto en los colibríes que existe el aprovechamiento hacia flores que no presentan el síndrome de ornitofilia. Márquez y colaboradores reconocen el oportunismo en el comportamiento de forrajeo de los colibríes, el cual se ve reflejado en visitas a flores “noornitófilas”, sin transferencia de polen o una transferencia inadecuada; existe asimismo el robo de néctar a otros tipos de flores que no presentan características típicas del síndrome, en este caso los colibríes perforan la corola para extraer el néctar ya que no existe un acople entre la estructura y su pico.
El papel del néctar
El néctar es otra característica importante para la elección de las flores, pues cumple un papel fundamental en la interacción colibrí y planta; la producción del néctar en las plantas es vista como una “recompensa” que éstas le ofrecen para así facilitar su reproducción o polinización. El néctar contiene azúcar, aminoácidos, proteínas, ácidos orgánicos, lípidos y antioxidantes, sus azucares más comunes son sacarosa, fructosa y glucosa, las cuales varían en proporciones dependiendo de la especie e individuo de la planta. Stiles menciona que se ha visto que los colibríes tienen preferencias jerárquicas entre los azúcares que contiene el néctar, a pesar de que son energéticamente equivalentes, pues prefieren el néctar con mayor cantidad de sacarosa, después con glucosa y al final con más fructuosa.
Es importante conocer los procesos de coevolución, ya que gracias a estas adaptaciones se desarrollan muchos mecanismos cuyas interacciones son favorables a las especies. En este caso, la interacción de colibrí y planta es de gran relevancia ecológica; es muy necesario por lo tanto conocer de cerca de la diversidad de colibríes, sus estrategias de forrajeo, así como la abundancia de los recursos florales que utilizan. En síntesis, es esencial comprender más a fondo la ecología de las especies de colibríes.
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Referencias bibliográficas
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Leslie Ariadna Santiago Martínez Estudiante de Biología, Universidad del Mar, Puerto Escondido, Oaxaca. |
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Los esfuerzos encaminados a la mitigación del calentamiento
global antropogénico deben iniciarse reconociendo que el controlar los flujos de bióxido de carbono (CO2) no es suficiente y lo que realmente importa es el total de las emisiones acumuladas hasta ahora. Esto es fundamental, como consta en el reporte de la quinta evaluación científica del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) elaborado en 2013, en donde una de las confirmaciones más importantes es que el principal determinante del calentamiento promedio global superficial es el total de emisiones de CO2 acumuladas. Además, se resalta que esto no sólo determinará el promedio de la temperatura superficial terrestre a finales de siglo, sino también durante algunos de los milenios posteriores debido a que, a diferencia de otros gases de efecto invernadero, las emisiones de CO2 tienden a acumularse en el sistema que regula el clima terrestre. Este hecho por sí solo tiene fuertes implicaciones para las políticas de mitigación, ya que el objetivo de estabilizar la temperatura global requiere cero emisiones globales netas de CO2.en última instancia, lo relevante para el clima es el total de emisiones acumuladas durante toda la época industrial y no sólo el flujo o la tasa de emisiones de CO2 en alguna década dada. Este punto es fundamental debido a que mucha gente, inclusive algunos de los negociadores en los acuerdos internacionales, piensa todavía que el objetivo de la mitigación del calentamiento global es la estabilización de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero y que las tasas de emisión contempladas para 2030 o 2050 son cruciales para el éxito de la mitigación.
En la realidad, estabilizar las concentraciones atmosféricas de CO2 no es suficiente para que el cambio climático cese, incluso si se mantuviesen constantes las concentraciones atmosféricas de Cv, el mundo continuaría calentándose por siglos. Para estabilizar la temperatura del planeta se necesita que las emisiones globales netas de CO2 se reduzcan a cero, después de lo cual e independientemente del valor de la tasa en que se hayan reducido las concentraciones atmosféricas de CO2, la temperatura superficial terrestre permanecerá constante.
Antes se creía que el CO2 tenía una vida media en la atmósfera de alrededor de doscientos años, ahora se reconoce que cualquier cantidad de carbono fósil que se libere a la atmósfera continuará afectando al clima terrestre durante varios milenios. La figura 1 ilustra tres posibles rutas idealizadas de emisiones de CO2: la línea continua muestra emisiones que alcanzarían un valor máximo en el año 2015 y de ahí empiezan a declinar con una tasa anual de 3%; en la línea entrecortada con puntos, las emisiones alcanzan el valor máximo al final de la década que va de 2020 a 2030 y de ahí declinan a una tasa anual de 10%, lo cual resultaría extremadamente caro y podría no ser técnica o políticamente realizable. El panel a la izquierda en la figura muestra que aun cuando los máximos de las emisiones son muy diferentes y ocurren en años distintos, el total acumulado es igual en los tres casos (área bajo cada una de las curvas hasta el momento en el que las emisiones cesan). Las respuestas más probables de la temperatura en el panel de la derecha son casi idénticas y las pequeñas diferencias se ven minimizadas aún más por la incertidumbre en la respuesta (bandas indicadas por líneas de puntos).
Asimismo, la coincidencia en el valor de las emisiones en 2050 para los tres casos (panel izquierdo) ilustra la importancia del balance de carbono durante todo el periodo industrial y no sólo su valor acumulado hasta mediados del presente siglo, es decir, muestra que lo relevante es la emisión de CO2 a lo largo de todo el lapso y no sólo la cantidad acumulada hasta 2050. Los perfiles línea continua y línea entrecortada con puntos muestran emisiones totales muy diferentes entre 2015 y 2050, pero dan un resultado climático similar; inversamente, un perfil que mantuviese las emisiones constantes de ahora a 2050 representaría emisiones acumuladas de CO2 muy similares a las del caso indicado por la línea entrecortada por puntos, pero ocasionaría un compromiso climático mucho mayor en el largo plazo debido a que, al no haberse reducido las emisiones gradualmente, éstas serían mucho mayores después de 2050.
Finalmente, la figura también muestra que mientras más tardemos en iniciar la reducción de las emisiones de CO2, mayor tendrá que ser la tasa a la que éstas decrezcan para alcanzar algún valor deseado en la temperatura, una consecuencia que no es aplicable en el caso de cualquiera de los gases de efecto invernadero de vida corta como el metano. Además, se debe tener presente que al establecer cualquier tasa de reducción se debe considerar que el calentamiento máximo al que se ha comprometido ha crecido durante las décadas recientes a una tasa aproximadamente igual a la de las emisiones acumuladas, la cual es casi dos veces más rápida que la del crecimiento de las temperaturas observadas. Consecuentemente, las medidas que, de haberse iniciado en 1992 habrían limitado a 2 °C el calentamiento inducido por CO2, si se iniciasen hoy día resultarían en un calentamiento mayor a 3 °C.
El carbono que no se debe quemar
El balance global de carbono proporciona una forma sencilla y poderosa para enmarcar el reto de evitar un calentamiento global antropogénico peligroso. La figura 2 muestra las temperaturas globales promedio como función de las emisiones globales acumuladas de CO2, ambas medidas a partir de las condiciones presentes en el siglo xix. La línea delgada sin fechas y la banda de incertidumbre sombreada (la inferior) muestran el calentamiento esperado debido exclusivamente a las emisiones de CO2. Las líneas, marcas de círculos con fechas y la banda sombreada superior muestran el calentamiento antropogénico total esperado bajo la perspectiva de una serie de escenarios que va del tan mentado “nada ocurre” (línea que va de 2050 a 2100) al de mitigación agresiva e inmediata (línea de 1950 a 2050). El primer escenario se desplaza rápidamente hacia la esquina superior derecha de la figura, indicando que las emisiones de CO2 se siguen acumulando y la temperatura continúa aumentando por arriba de 4 °C. mientras, en el segundo escenario las emisiones netas de CO2 se eliminan antes de 2100, cerca de 2050, de manera que el CO2 ya no se acumula en el sistema climático y la temperatura deja de seguir aumentando antes de llegar a 2 °C.
Todos los escenarios siguen el mismo patrón: dado un nivel de emisiones acumuladas de CO2, el planeta experimenta casi el mismo calentamiento, independientemente de si las emisiones de CO2 se realizaron rápida o lentamente; y en éstos, el calentamiento debido a los demás gases de efecto invernadero añade, a partir de 2050, un 25 o 30% al calentamiento por a CO2.
Las implicaciones del balance del carbono acumulado se muestran en la barra horizontal inferior de la misma figura: las emisiones previas causadas por la quema de combustibles fósiles y el cambio de uso de suelo desde 1870 son superiores a medio billón (1012) de toneladas de carbono fósil por lo tanto, las emisiones futuras de CO2 deben limitarse a un valor entre la mitad y la misma cantidad (parte obscura intermedia) si se quiere respetar el límite de 2 °C acordado en 2010 por las partes en la Convención Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (unfccc por sus siglas en inglés) en Cancún.
El balance preciso de carbono depende de la probabilidad de sobrepasar el límite de 2 °C que se esté dispuesto a aceptar y de lo que ocurra con el calentamiento causado por los demás gases de efecto invernadero. Aunque sólo sea para mantener una modesta posibilidad de no sobrepasar el objetivo de 2 °C, las emisiones antropogénicas totales de CO2 a lo largo de todo el Antropoceno (1750 en adelante), deben permanecer por debajo de un billón (1012) de toneladas de carbono (3.7 billones de toneladas de CO2), cifra por arriba de la mitad de lo que ya se ha emitido.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático estima que las reservas disponibles de combustibles fósiles, que son explotadas económicamente mediante la tecnología y por sus precios vigentes, exceden el balance de no sobrepasar 2 °C por un factor de dos a tres veces. También se estima que las reservas potenciales, explotables si el precio aumenta, exceden mucho más dicho límite. De manera que los productos de la quema de carbono fósil por arriba de un billón de toneladas (extremo derecho de la barra horizontal abajo), deberán ser capturados en el sitio de la quema o recapturados por la atmósfera y almacenados para que la temperatura permanezca por debajo del límite de 2 °C.
Implicaciones para las mitigación
Muchas de las políticas nacionales e internacionales aún tratan el problema del calentamiento global como un simple asunto de flujos, enfocándose sólo en reducir la tasa neta de emisiones de gases de efecto invernadero, sea para 2020, 2030 o 2050. Si bien se gana tiempo al reducir la tasa de acumulación de las emisiones de CO2, dicha acción no resuelve el problema a menos de que finalmente se logre eliminar las emisiones por completo. Este punto es muy importante debido a que muchas de las medidas para reducir las emisiones en el corto plazo, y que son de las más efectivas en cuanto a costos —el mejoramiento de la eficiencia energética, por ejemplo no son las medidas que se necesitan para anular las emisiones de CO2 por completo.
Actualmente, la tecnología que es clave para alcanzar la anulación de emisiones de CO2 es la propuesta de captura y almacenamiento de carbono (ccs por sus siglas en inglés), ya que posee una característica única entre las medidas de mitigación del calentamiento global: puede proporcionar, en conjunción con algunos otros métodos, un medio para extraer CO2 de la atmósfera y constituirse en una especie de retro bloqueo. El problema es que hasta ahora sólo se trata de una propuesta a prueba y en una escala demasiado pequeña.
Es casi seguro que esta remoción será necesaria, ya sea para compensar las emisiones remanentes de CO2 una vez que la temperatura se haya estabilizado o, si el balance seguro de acumulación de carbono se excede, para disminuir dicho exceso hasta regresar a valores seguros. Debido principalmente a esta propiedad única de retro bloqueo a largo plazo, el ipcc concluye que, de no implementarse ya la captura y almacenamiento de carbono, el gasto necesario para no sobrepasar el límite de 2 °C no sólo será mayor al doble, sino que, además, los modelos existentes indican que sería entonces imposible lograr dicho objetivo.
No obstante, por tratarse de un medio caro e inseguro para reducir las emisiones a corto plazo, la captura y el almacenamiento de carbono permanecen como una prioridad relativamente baja en muchos de los programas de política climática. Por ello, el reconocimiento del balance de carbono acumulado como un factor clave para evitar temperaturas peligrosas es esencial y determinante a fin de que los gobiernos comprendan la importancia de apoyar específicamente la anulación cuanto antes de las emisiones de CO2 y el desarrollo y la implementación de tecnologías retrobloqueantes, como lo son la captura y el almacenamiento de carbono.
Carbono acumulado y gases invernadero
El limitado progreso en la reducción de las emisiones de CO2 ha estimulado medidas para combatir el calentamiento global mediante la reducción de emisiones de los llamados contaminantes climáticos de vida corta (slcps por sus siglas en inglés) como el metano y el hollín. Muchas de tales medidas son relativamente de bajo costo, ofrecen beneficios substanciales adicionales y su impacto en términos climáticos es relativamente inmediato.
Si se reduce a la mitad las emisiones de metano, por ejemplo, entonces las concentraciones atmosféricas de metano se reducirán en una magnitud comparable en aproximadamente un par de décadas. Por el contrario, comparativamente, si se reduce a la mitad las emisiones de CO2 sus concentraciones atmosféricas seguirán aumentando y lo único que se logrará es que lo hagan a la mitad de la velocidad con la que lo han hecho.
Debido a que las medidas para reducir las emisiones de CO2 tardan mucho en causar un impacto discernible, las más inmediatas para reducir las emisiones de contaminantes climáticos de vida corta son innegablemente una propuesta de mayor efectividad y de menor costo para reducir la tasa del calentamiento global en las próximas décadas; sin embargo, sólo tendrán un impacto en el calentamiento máximo si las emisiones de CO2 se reducen drástica y simultáneamente de manera que la temperatura comience a estabilizarse justo después de 2050 y para ello se requiere que las emisiones de CO2 vayan desapareciendo hasta anularse en dicho año.
El problema es que en el contexto del objetivo global de la Convención Marco de la onu, las emisiones de los contaminantes climáticos de vida corta sólo son consideradas importantes en la propuesta hasta el momento en que las emisiones de CO2 se encuentren ya en severo e irreversible declive.
El mito de la equivalencia con el CO2
La confirmación de la importancia del balance de carbono acumulado ha hecho explotar la idea de la equivalencia de emisiones de otros gases de efecto invernadero con las del CO2, la cual aún se usa ampliamente en política climática y en los sistemas para el comercio de emisiones. En efecto, no todas las medidas para reducir las emisiones que se consideran equivalentes a cierta cantidad de emisiones de CO2, de aquí a 2030, son realmente equivalentes; algunas, como la drástica disminución en el uso de combustibles fósiles o la captura y el almacenamiento de carbono, proporcionan una ruta para llegar a emisiones netas nulas o negativas de CO2, mientras otras, como la mejora en la eficiencia energética y la reducción de emisiones de metano y hollín, no sirven para esto.
Las medidas a corto plazo pueden ayudar a limitar el calentamiento hasta que las emisiones de CO2 se hayan anulado por completo, pero en ausencia de un plan para alcanzar emisiones netas nulas de CO2 fallarán al final irremediablemente. Es primordial, por lo tanto, que la
Convención Marco de la onu reconozca la importancia de eliminar por completo las emisiones de CO2 a fin de que simultánea o posteriormente se implementen políticas adicionales a largo plazo, las cuales se complementarán con las de corto plazo para alcanzar la meta de reducir las emisiones de todos los contaminantes climáticos en las próximas décadas. |
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Referencias Bibliográficas
Balakrishnan et al. 2015 Novel pathways for fuels and lubricants from biomass optimized using life-cycle greenhouse gas assessment, en Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 112, núm. 25, pp. 7645-7649. Crutzen, P. J., y E. F. Stoermer. 2000. “The ‘Anthropocene’”, en Global Change Newsletter, núm. 41, pp. 17–18. IPCC. 2013a. Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Cambridge University Press (http://www.ipcc.ch/report/ar5/). IPCC, 2013b. Figura 2.8, Síntesis del reporte IPCC, 2013ª (http://ipcc.ch/report/ar5/syr/). IPCC, 2013c. Recuadro 2.2, Glosario. Síntesis del reporte (http://ipcc.ch/report/ar5/syr/). |
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Antonio Sarmiento Instituto de Matemáticas, Universidad Nacional Autónoma de México. Antonio Sarmiento. Licenciado en Física por la Facultad de Ciencias de la UNAM y doctorado en Matemáticas Aplicadas por la University of London (Queen Mary College). Fue investigador del Instituto de Astronomía de la unam y actualmente en el Instituto de Matemáticas de la UNAM. Habita en una casa auto-regulada térmicamente, libre de emisiones por la quema de combustibles fósiles, con autosuficiencia energética (celdas fotovoltaicas) y captura de lluvia. |
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