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¿Por qué no entendemos la evolución? 126B01  
 
 
 
Alejandro Rodríguez Ibarra y Pascual Linares Márquez  
                     
En la escuela siempre nos enseñaron que la evolución
es un proceso natural dado únicamente por las circunstancias y factores que nos rodean, que los humanos "descendemos del mono", que existe un registro fósil capaz de determinar toda la biodiversidad de diferentes eras geológicas, que la evolución puede explicar el origen de la vida —cuando es una teoría que explica los cambios en la biodiversidad en el paso del tiempo— y que todos estamos sometidos a la adaptación y a la selección natural, como si estas fuerzas evolutivas pudieran ser entes vivos que se encuentran en el ambiente, capaces de moldear las especies como a los individuos, ofreciendo ventajas en la supervivencia para unos y el sometimiento a la extinción para otros. Esta forma de entender la evolución es sinónimo de un fallo teórico que se viene gestando a gran escala y en todos los niveles, es el reflejo de un rezago epistemológico que nos pide poner en tela de juicio lo que se ha impartido y aprendido como evolución.
 
La esencia de este pensamiento es la teoría darwiniana que tiene ciento cincuenta y siete años de haberse postulado a partir de los estudios de Alfred Russel Wallace y Charles Darwin. La base para poder entender dicha teoría evolutiva radica en la adaptación y la selección natural, razón por la cual, como menciona el biólogo y filósofo evolutivo Richard Charles Lewontin, manifiesta el problema de que el proceso de adaptación siempre está presente en los organismos, desde el nacimiento hasta la muerte; tal explicación genera una tautología que consiste en plantear diferentes mecanismos, factores o algún proceso, utilizando un mismo término. En este caso la adaptación explica todo en la teoría darwiniana pero a la vez no explica nada, porque se maneja como si fuera un ente consciente capaz de moldear la vida de los individuos pertenecientes a las diferentes especies.
 
En el siglo XX surgió la teoría sintética evolutiva o neodarwinista que integró varias disciplinas biológicas como la genética, la paleontología, la botánica, la sistemática, la zoología y la genética de poblaciones. Dicha teoría postula que es en los genes, la unidad evolutiva, en donde actúa el mecanismo de la selección natural. Con el armatoste integrado por todas estas disciplinas y robustecida con nuevos descubrimientos, la teoría de la evolución fue ganando poco a poco más terreno en el mundo de la ciencia y mayor credibilidad, al punto que no se pone en duda su aporte en las nuevas investigaciones sobre la herencia, nadie titubea en cuanto al papel que desempeñan el azar y las mutaciones y mucho menos se desconfía de la existencia de los ancestros de la biodiversidad que hoy observamos en el registro de las diferentes eras geológicas y en el mundo.
 
Pero la tautología persiste en la base de esta nueva teoría evolutiva, ya que su marco estructural está cimentado en la adaptación y la selección natural, por lo que la problemática vuelve a asaltar en las concepciones teóricas y prácticas que le dan vida, pues parten de los postulados darwinianos. Esta problemática se refleja en los trabajos abocados al entendimiento de dicha teoría.
 
Un grupo de investigadores argentinos realizó en 2012 un trabajo con 410 estudiantes (206 de secundaria y 204 universitarios) sobre la concepción que se tiene de la evolución. El resultado fue que, desde la educación básica hasta la universitaria, los estudiantes presentan prejuicios sobre la selección natural; una idea errónea se finca en que los más fuertes sobreviven y que todo ser vivo que no nace con un paquete de características físicas y genéticas idóneas para sobresalir entre la población normal de su especie es erradicado por el ambiente. Otra concepción con fuerte arraigo es que son los individuos los que evolucionan y no las especies; también perciben cierta visión lamarckiana —cambio a partir de los caracteres adquiridos por la herencia y la presión ambiental efectuada sobre una especie— en donde la evolución se presenta conforme a las exigencias del ambiente, como si éste fuera un agente consciente de las debilidades de los individuos. Esto es alarmante pues, a pesar de haber recibido una educación formal en biología, los estudiantes no tienen ni la menor idea de cómo se efectúa el proceso de selección natural.
 
El neodarwinismo es la teoría evolutiva que se imparte en los programas educativos, desde la educación básica hasta la universitaria, propagando las anteriores visiones erróneas. Nos hemos encasillado en dicha forma de interpretar los cambios en la biodiversidad como si no hubiera otras teorías que pudieran explicar este proceso intrínseco a las especies. Sin embargo, hay otras opciones, aunque lamentablemente siguen siendo marginales.
 
El equilibrio puntuado
 
Esta teoría evolutiva, también llamada equilibrio intermitente, fue propuesta y generada por los paleontólogos Niles Eldredge y Stephen Jay Gould en 1972. Basada en estudios sobre fósiles, establece que la evolución no es lineal, esto quiere decir que una especie no se extingue para ceder su lugar a otra, pues una especie puede permanecer en el tiempo siendo capaz de dar lugar a una especie nueva (especiación). Así las dos permanecen en el tiempo y la evolución deja de ser estrictamente uniforme y lineal. Según esta teoría, la evolución se lleva a cabo en niveles macroevolutivos (de ecosistema), es decir, que el proceso evolutivo no es exclusivo del nivel de especie.
 
Gould y Eldredge se dieron cuenta de que el registro fósil evolutivo está sobrevalorado, debido a que no podemos hallar todos los fósiles de las especies que han existido a lo largo del tiempo pues los cambios no se dan de manera tan seguida y recurrente. Las especies se encuentran en estasis, es decir, permanecen en un estado de estancamiento o detención del proceso evolutivo. Estos autores llegaron a tal conclusión mediante el estudio de fósiles de trilobites, en particular de una especie llamada Phacops rana, perteneciente al periodo Devónico.
 
En esta teoría, la selección natural no es la fuerza evolutiva con mayor peso en el cambio de las especies, pues la deriva génica también juega un papel importante en el proceso de especiación.
 
La endosimbiosis seriada
 
Propuesta por la bióloga evolutiva estadounidense Lynn Alexander Margulis en los años setentas, esta teoría evolutiva plantea que las células eucariotas (células con núcleo) derivan de la unión de células procariotas (células sin núcleo) por lo que el origen de las células eucariotas animales y vegetales ocurrió por la simbiosis de diferentes bacterias, tres en el caso de las células animales y cuatro en las células vegetales.
 
En esta perspectiva, la causa última de la evolución es la simbiogénesis, es decir, la transferencia del material genético de los simbiontes al genoma del nuevo organismo resultante y no la selección natural, pues ésta sólo actúa ajustando pequeños detalles en el organismo. Asimismo, en las mitocondrias de las células animales y en los cloroplastos en las células vegetales se segrega su propio adn, lo que contribuye a robustecer la simbiosis como el proceso por el cual las bacterias se unieron para generar diferentes órganos en las células.
 
A diferencia de la teoría sintética, que es incompleta pues bajo el enfoque de la selección natural no se puede generar novedad, o sea, no se puede lograr la especiación, en esta teoría la endosimbiosis aparece como una poderosa fuerza evolutiva que produjo nuevas formas de vida, ya que en ella se muestra cómo se sumaron las funciones de los organismos y su morfología para desarrollar nuevas especies.
 
La teoría neutralista molecular
 
Desarrollada por los biólogos y genetistas Moto Kimura, Jack Lester King y Thomas Hughes Jukes a finales de los años sesentas, en esta teoría evolutiva se manifiesta el papel que desempeñan en la evolución molecular de las especies los genes neutros (la mayor parte de las variaciones producen proteínas que no funcionan ni peor ni mejor que sus predecesoras, por lo que existen genes que no llegan a manifestarse en los organismos y esto sin ninguna consecuencia). Las proteínas que conforman los genes pueden desempeñar un papel azaroso en el proceso de deriva génica, lo que influye en la evolución de las especies, y pueden comportarse en forma polimórfica, es decir, que existen en diferentes formas en el mapa genético de las especies debido a genes mutantes neutros, pero sin afectar a los individuos y las especies.
 
Según esta teoría, el papel de la selección natural tiene un grado menor pues, si fuera central, los genes neutros no tendrían cabida en el desarrollo de las especies y los organismos; pero al tener presencia en el mapa genético de las especies, las mutaciones neutras pueden pasar por generaciones hasta desaparecer o desarrollarse en algún momento en el individuo o la especie.
 
Un gen puede considerarse un reloj molecular. Su evolución es distinta en cada especie donde se encuentra, ya que está sometido a la deriva génica que afecta el cambio de los alelos, los cuales influyen en la evolución; gracias a esto se puede estimar los cambios en una especie.
 
Evolución y desarrollo (EvoDevo)
 
Fue expuesta en 1866 por el filósofo, naturalista y médico alemán Ernst Heinrich Philip August Haeckel. En el planteamiento de esta teoría expresó la importancia de las relaciones de las novedades evolutivas manifestadas en el desarrollo embrionario de las especies a partir de los genes y sus respectivas mutaciones implicadas en este proceso. Si una variante morfológica se incorpora al proceso de desarrollo de un organismo, ésta se transferiría a las siguientes generaciones recapitulándose (repitiéndose). De esta manera la ontogenia recapitula la filogenia, lo que da una idea de por qué el parentesco de los cordados se evidencia en el desarrollo embrionario.
 
En 1900 se redescubren las leyes de Mendel, gracias a esto el botánico irlandés Hugo de Vries formula la teoría de la mutación que dio lugar al descubrimiento e importancia de los genes en la década de los ochentas, cuando surge la genética del desarrollo y se descubren los genes implicados en las primeras fases del desarrollo. Más tarde se descubre que hay un número reducido de genes y existen homologías entre los genes de las especies, entendiendo así que la presencia de un mismo gen entre diferentes especies puede expresarse de diferentes maneras. Por ejemplo, los genes del complejo Pax6 dirigen la formación de los ojos en mamíferos, insectos y cefalópodos, aunque los ojos resultantes sean completamente diferentes; otro ejemplo sería la organización de las alas de la mosca Drosophila, que cuenta con los mismos genes que desarrollan el par de miembros pares en los tetrápodos.
 
Esta postura considera que la evolución se da por macroevolución, por lo tanto se efectúa a partir de las innovaciones evolutivas generadas por cambios en los genes reguladores del desarrollo.
 
La importancia de la evolución
 
No darle cabida a estas teorías evolutivas nos deja encarcelados en un mundo conceptual en el que la visión de la naturaleza sigue siendo mecanicista y reduccionista. No se trata de confrontar los postulados que han surgido, sino de complementarlos hasta llegar a un punto en el que surjan conocimientos heterodoxos que nos lleven a una forma diferente de entendimiento, de valoración y de desarrollo científico. Inclusive biólogos como Richard Lewontin, pionero en la biología molecular y convencido del equilibrio puntuado, esclarece que el darwinismo es una visión mecanicista que reduce muchos aspectos complejos de la biodiversidad al limitarlos sólo a la adaptación y que es necesario abandonar este dogma para trabajar con conceptos nuevos e interesantes.
 
La evolución es el gran principio unificador de la biología, sin ella no es posible entender sus demás paradigmas centrales. Mucho menos entenderíamos las propiedades distintivas de los organismos, sus adaptaciones, ni las relaciones de mayor o menor proximidad entre las especies.
 
Los estudios y afirmaciones acerca de la evolución se refieren generalmente a uno de dos aspectos distintos: 1) las investigaciones acerca del hecho de la evolución; y 2) las que se refieren al mecanismo de la evolución. Las primeras abarcan disciplinas, tales como paleontología, clasificación, biología comparada, biología de poblaciones, etcétera, que se encargan de demostrar de una manera inequívoca el acto de la evolución. Las segundas, concernientes al mecanismo de la evolución, son el objeto de estudio principal de la genética de poblaciones y nos informan de los procesos, fuerzas o factores que conducen al cambio evolutivo, es decir, los mecanismos naturales que causan la descendencia con modificación.
 
Pocas ideas han cambiado tanto nuestra forma de pensar acerca de la biología como la misma de cambio que implica la evolución de los seres vivos. Estas prometedoras propuestas teóricas pueden ayudar a conformar una visión de la evolución más compleja e interesante, potenciando una serie de logros y nuestro conocimiento de la historia del planeta. Como lo señala el paleontólogo Stephen Jay Gould: “la teoría evolutiva está expandiendo el dominio de su impacto y sus explicaciones en todas direcciones. Consideremos la excitación existente en terrenos tan dispares como los mecanismos básicos del adn, la embriología y el estudio del comportamiento. Existe grandiosidad en esta perspectiva de la vida, con sus diversos poderes, originalmente subsumidos en unas pocas formas o en una sola forma; y en que de tan simple comienzo, mientras este planeta continuaba sus ciclos de acuerdo con las leyes fijas de la gravedad, hayan evolucionado y estén evolucionando un sinfín de formas bellas y prodigiosas”.
 
     
Referencias bibliográficas

Ceceña, José L. 1970. México en la órbita imperialista. El caballito, México.
Dawkins, Richard. 2009. Evolución: El mayor espectáculo sobre la tierra. Espasa, Barcelona.
Gallardo, Milton H. 2013. “Alfred Russel Wallace (1823-1913). Obra y figura”, en Revista Chilena de Historia Natural, núm. 86, pp. 241-250.
Gould, Stephen J. 1980. El pulgar del panda. Crítica, Nueva York.


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n la red

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Alejandro Rodríguez Ibarra
Pascual Linares Márquez
Facultad de Biología,
Universidad Veracruzana.
     

     
 
cómo citar este artículo

Rodríguez Ibarra, Alejandro y Pascual Linares Márquez. 2017. ¿Por qué no entendemos la evolución?. Ciencias, núm. 126, octubre-diciembre , pp. 14-17. [En línea].
     

 

 

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