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Eduardo Martínez Romero |
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La problemática ambiental que vivimos actualmente
(como la contaminación del aire y del agua) y la degradación de las comunidades naturales (como la pérdida de las áreas selváticas) es resultado de la explotación y el manejo inadecuado de los recursos naturales, es decir, de un desconocimiento prácticamente total de los procesos ecológicos que se dan en los ecosistemas. Hoy día existen lagos, ríos, selvas y bosques que se encuentran totalmente alterados en su composición, estructura y funcionamiento. Es evidente que ante tal crisis mundial surge la necesidad de tomar medidas efectivas que eviten la desaparición de los ecosistemas, que promuevan su recuperación y conservación parcial o total y su posible uso sostenido. Los criterios que se utilicen para tomar una u otra medida deben fundamentarse, en primera instancia, en el estudio científico de las interacciones que determinan la distribución y la abundancia de los organismos.
Soberón define la “problemática ecológica” como aquella situación en la que se pretende manejar (amplificar, suprimir y conservar) un proceso poblacional, sinecológico o ecosistémico en situaciones “naturales”, es decir, aquellas en las que participan muchas variables no controladas. Ejemplos de este tipo de situaciones son el aprovechamiento, la conservación y el manejo de especies silvestres, de suelos y de aguas, la reintroducción de especies extintas localmente y el restablecimiento de comunidades destruidas o deterioradas parcial o totalmente. El último ejemplo es conocido como restauración ecológica y es una oportunidad para poner a prueba el marco teórico que subyace a la ecología, pues se trata del manejo de los ecosistemas con base en cierta capacidad predictiva. En la restauración se intenta dirigir el sistema por una ruta de estadios sucesivos que recupere la composición de especies y las interrelaciones que tenía la comunidad original en un tiempo relativamente corto.
El marco teórico: la sucesión ecológica
La sucesión ecológica es el marco conceptual en el cual se basa la restauración ecológica. Los ecosistemas o comunidades que han sido degradados llevan acabo por sí mismos eventos de recuperación que son parte de un proceso de sucesión. El conocimiento de los procesos de sucesión de los diversos ecosistemas o comunidades permite plantear diferentes enfoques para realizar una restauración ecológica con éxito. A continuación se presentan los principales modelos e hipótesis acerca de la sucesión ecológica, que es un intento por dar una visión general de esta vertiente de la ecología.
Los cambios en la composición y estructura de la vegetación a través del tiempo y del espacio, i.e. su dinámica, han sido estudiados por medio de procesos que se conocen corno “sucesiones ecológicas”.
La sucesión fue descrita a principios de este siglo por Clements, quien la definió como un proceso sinecológico de eventos graduales y recurrentes que tienden a llegar al equilibrio en las comunidades. También conocida como la Hipótesis de monoclímax, su modelo plantea que la sucesión empieza con la llegada de especies pioneras que modifican condiciones tanto abióticas como bióticas que facilitan el establecimiento posterior de nuevas especies, y así sucesivamente, hasta alcanzar el climax de la comunidad, determinado por las condiciones climáticas predominantes. Una década después, Gleason propuso la Teoría Individualista, de acuerdo con la cual la sustitución de especies en el proceso de sucesión no tiene una secuencia determinada, ya que cada especie responde de manera específica a las interacciones bióticas y abióticas del hábitat. Por lo tanto, la sucesión tiene un carácter más individualizado, menos predecible y por ende, las comunidades no siempre convergen en el climax climático.
Walt propuso en 1947 el concepto de “sucesión cíclica”, el cual postula que las comunidades se encuentran en equilibrio y que los cambios que éstas experimentan se deben no a procesos de sucesión sino a eventos cíclicos a pequeña escala. Es decir, dependiendo de la escala, encontramos que el cambio en la composición de especies de una comunidad puede ser un evento sucesorio o parte de la dinámica interna exclusivamente recurrente. Watt dividió la sucesión cíclica en cuatro fases: pionera, constructiva, madura y degenerativa. Después de la última empieza nuevamente una fase pionera. El concepto de sucesión cíclica lo han retomado ecólogos forestales, tanto de zonas templadas como tropicales, y en éste una comunidad vegetal presenta un mosaico dinámico de diferentes fases microsucesorias. En 1954 Egler presentó dos modelos de sucesión. El primero llamado florística de relevo, que consiste en el remplazo de una comunidad vegetal por otra (Hipótesis de monoclímax de Clements). El segundo, conocido como el Modelo de la composición florística inicial, establéele que todas las diferentes especies características de una comunidad se encuentran desde el inicio del proceso de sucesión en forma de semillas o propágulos, cada una con tasas diferenciales de establecimento, crecimiento, reproducción y sobrevivencia a través del tiempo. Es decir, la composición y estructura de la comunidad varía gradualmente sin un remplazo total de una comunidad por otra.
Se han planteado enfoques diferentes a los anteriores sobre el proceso de sucesión. Por ejemplo, el estudio de las secuencias temporales en lugares adyacentes es una metodología que ha permitido el análisis de los procesos de sucesión para inferir los cambios temporales que se dan en las comunidades. El avance de dichos procesos a través del tiempo trae como consecuencia una serie de cambios en las características físicas, químicas y biológicas mediante gradientes espaciales, ante los que los organismos responden tanto en tiempo ecológico como evolutivo.
En 1975 Whittaker planteó el concepto de patrón climático, que está derivado de la hipótesis clementsiana de monoclímax. En un área con un régimen climático dominante se identifican diferentes condiciones climáticas a menor escala: en una zona, una localidad o un micrositio. Estas condiciones climáticas locales se originan de la combinación de un conjunto de factores como son el clima, el suelo, la topografía y los eventos de perturbación. El resultado de la interacción de estos factores es el establecimiento de un conjunto de comunidades vegetales que varían en un gradiente ambiental o un patrón climático.
Un año después, Horn desarrolló el modelo conocido como “remplazamiento árbol por árbol”, que permite predecir los cambios en la composición y estructura de una comunidad arbórea con base en dos aspectos básicos, 1) la probabilidad que tiene un individuo de ser remplazado por otro de la misma o de diferente especie en un intervalo de tiempo determinado, y 2) el supuesto de una composición inicial de especies. Uno de los resultados más interesantes de este modelo es, independientemente de la composición inicial de especies, que las comunidades alcanzan una situación de estabilidad.
Posteriormente, Connell y Slatyer plantearon tres posibles mecanismos para el proceso sucesorio: facilitación, tolerancia e inhibición. En el mecanismo de facilitación las especies pioneras llegan al sitio y modifican las condiciones ambientales del medio, haciéndolo adecuado para la entrada de otras especies que resultan competitivamente superiores. El mecanismo de tolerancia postula que las especies tardías logran establecerse junto a las pioneras debido a que requieren pocos recursos para sobrevivir, por lo tanto especies pioneras y tardías coexisten durante un cierto tiempo, sin afectarse unas a otras. Finalmente, la inhibición es el mecanismo mediante el cual las especies tardías lograr establecerse pero no pueden llegar a estado adulto debido a la existencia de las tempranas. Pickett, Collins y Armesto criticaron el modelo anterior, argumentando que la ausencia de una teoría general sobre la sucesión ecológica es un obstáculo para lograr un mayor conocimiento del proceso y que fomenta el diseño de modelos inadecuados con una trayectoria única o con un mecanismo dominante, por lo que no deben ser considerados como hipótesis a probar.
El cambio de las condiciones abióticas y bióticas durante un proceso de sucesión provoca tanto modificaciones en la dinámica y estructura de las poblaciones como en la composición de las comunidades. La reproducción, el establecimiento, el crecimiento y la mortalidad son procesos que definen la dinámica y la estructura poblacional resultante y se encuentran directamente relacionados con los cambios en la estructura y composición de la comunidad. Algunos autores proponen que la sucesión es el resultado de un proceso demográfico donde las poblaciones forman parte de las comunidades en diferentes etapas serales, es decir, el cambio en una comunidad es el resultado de los cambios que se originan en la poblaciones de las diferentes especies que la componen.
Otro de los aspectos fundamentales en la teoría ecológica de la sucesión es el estudio de los disturbios y la dinámica de parches en las comunidades naturales. Los sistemas naturales son dinámicos, tanto en el tiempo como en el espacio, es decir, la frecuencia y la escala de tales eventos pueden influir de manera decisiva en el proceso sucesional. El estudio de las perturbaciones y su dinámica nos permitirá entender su efecto en las poblaciones, las comunidades y los ecosistemas mediante el proceso de sucesión. Por lo tanto, dado que los disturbios desempeñan un papel importante al frenar o acelerar la sucesión, probablemente éstos deban usarse como posibles herramientas para obtener estructuras y composiciones deseadas en la restauración.
Un método de investigación básica
La restauración ecológica es importante no solamente por ser una técnica de recuperación de comunidades naturales sino también como un método de investigación básica en ecología. El fundamento de la idea anterior es que para poder reparar algún objeto es necesario conocer y estudiar cada una de sus partes así como su mecanismo. Es decir, la restauración ecológica es una técnica de recuperación de comunidades que permite generar nuevos conocimientos y plantear hipótesis.
De acuerdo con Ewel, en una técnica de restauración ecológica se deben tomar en cuenta los siguientes aspectos fundamentales, trátese de una población, una comunidad o un ecosistema:
Autosustentabilidad. Se refiere a que el ecosistema a restaurar sea capaz, en un momento dado, de autoperpetuarse, inclusive sin ayuda del hombre. El conocimiento de los procesos de germinación, establecimiento, y disturbio de las plantas en fases tempranas de la restauración son fundamentales para lograr este propósito, ya que se podrán entender los requerimientos de regeneración de las especies.
Invasión. Implica reconocer las especies que invadan comunidades perturbadas, ya que éstas podrían ser muy competitivas y desplazar a especies clave dentro del proceso de sucesión natural. En general, las comunidades naturales son menos susceptibles a la invasión de especies no originales.
Productividad. Depende del uso eficaz del recurso por la comunidad. Una comunidad restaurada debe ser tan productiva como la original.
Retención de nutrientes. Las comunidades son sistemas abiertos en el flujo de nutrientes; una comunidad restaurada debe perder la menor cantidad posible de nutrientes.
Interacciones bióticas. El ensamblaje de los organismos en una comunidad es un aspecto fundamental al que debe enfocarse una restauración ecológica. El conocimiento de las especies clave es fundamental para alcanzar este objetivo.
Harper y Peters plantean que la ecología debe pasar de una etapa meramente descriptiva a una explicativa y finalmente a una etapa de predicción o manejo. En el intento de pasar de un plano meramente descriptivo a uno explicativo, destaca la importancia de la manipulación y del enfoque experimental en la investigación ecológica que es la metodología básica de la restauración. Por lo tanto, la restauración ecológica ofrece un valor heurístico; la cantidad de información que se puede obtener de un manejo de este tipo es sumamente importante en relación con un conjunto de hipótesis que se trata de aceptar o rechazar.
La restauración de un ecosistema:¿prueba a la teoría ecológica?
La relación que se establece entre la restauración de un ecosistema y la teoría ecológica es la aplicación de los conocimientos ecológicos básicos a un problema concreto de restauración y de conservación. Es decir, para poder restaurar un ecosistema es necesario conocer al menos los procesos que subyacen a su funcionamiento y su estructura para identificar cada uno de los elementos que los conforman y la forma en que se ensamblan.
Una restauración ecológica de éxito es aquella que es capaz de acelerar un proceso sucesorio en un tiempo relativamente corto comparado con otro evento en el que no se haya llevado acabo ninguna manipulación.
Los ecólogos todavía tienen mucho que aprender acerca de la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas y comunidades por medio de la observación de sus partes y sus procesos. Sin embargo, la rápida degradación de los ecosistemas nos lleva, por un lado, a tomar medidas urgentes tanto políticas como económicas para evitar su completa destrucción y, por otro lado, a plantear medidas científicas para su recuperación a partir de los avances que, hasta la fecha se tienen en ecología básica.
Realizar una restauración ecológica implica poner a prueba una de las teorías más relevantes de la ecología: la teoría de la sucesión. Entender eventos como la sucesión primaria, la sucesión secundaria, los diferentes mecanismos que se han propuesto en la invasión de especies, la importancia del banco de semillas en la regeneración de comunidades, la identificación de especies clave en el proceso sucesional y su comportamiento demográfico, los procesos fenológicos, el papel que desempeñan las pertubaciones y la formación de claros en la estructura de una comunidad y la dinámica de los ciclos biogeoquímicos. El conocimiento de los fenómenos anteriores nos permitirá identificar los factores más relevantes del proceso, y posteriormente su manipulación para acelerar la vía sucesoria que recupere una composición de especies y las interacciones semejantes al ecosistema original.
¿Ficción o realidad?
La restauración ecológica tiene que tomar en cuenta varios aspectos importantes, como son la rapidez con que se lleva a cabo la formación de suelo (pedogénesis), la recuperación de la cubierta vegetal, el establecimiento de las relaciones bióticas y los costos económicos de la restauración. En este sentido, es importante evaluar qué tan factible es realizar una restauración ecológica, no solamente al confrontar el marco teórico con la aplicación, sino también en términos de los problemas políticos y económicos, eternamente presentes.
La restauración ecológica no puede ser un fenómeno aislado del contexto político. Una política ambiental permite, por ejemplo, el establecimiento de reservas y la rehabilitación de zonas de importancia ecológica, como son las áreas de gran biodiversidad o de recarga de los mantos acuíferos. Por otro lado, económicamente, la restauración ecológica puede ser un proceso caro o barato, todo depende de los objetivos que se pretenda alcanzar. En suma, cabría preguntarse, ante esta problemática práctica, política y económica, si en la realidad es posible llevar a cabo una restauración ecológica.
Una manera de contestar la pregunta anterior es revisar algunos de los diferentes trabajos que se han realizado en restauración ecológica. Bradshaw reconoce cuatro tipos de reconstrucción artificial de ecosistemas con base en experiencias prácticas: 1) la restauración, que consiste en la recuperación total del ecosistema original, 2) la rehabilitación, que es la recuperación parcial del ecosistema, 3) el remplazamiento, es decir, la formación de un ecosistema diferente al original y 4) el laissez faire, donde se tiene una manipulación limitada y se permite un desarrollo natural del ecosistema.
Los resultados obtenidos reflejan aciertos y errores en diferentes procesos.
Por ejemplo, la formación de otra comunidad diferente a la original se puede considerar como una desviación de los objetivos de una restauración ecológica; por otro lado un acierto sería acelerarlos procesos pedogenéticos, como un factor clave para el proceso de sucesión. Algunos estudios han tomado en cuenta los análisis costo-beneficio en la recuperación de comunidades naturales con el objetivo de realizar una evaluación económica de los procesos de restauración. La restauración ecológica también se relaciona con la ecología del paisaje, al tratar de reintegrar los fragmentos de vegetación original a partir de corredores que se restauran ecológicamente. Holland, Risser y Naiman estudiaron la importancia de los ecotonos en el manejo y restauración de los ecosistemas, y destacaron su importancia por su gran biodiversidad.
Es fácil percatarse de la diversidad de estudios y objetivos que se pueden llevar a cabo con la técnica de restauración ecológica. Sin embargo, lo más importante es que a partir de estos trabajos se ha generado mucha información básica, y se ha obtenido experiencia en los procesos de rehabilitación, con lo que la restauración ecológica puede llegar a ser un hecho.
Conclusiones
Las comunidades naturales son complejas, pero no por eso incomprensibles. Por lo tanto, es necesario que la investigación básica continúe. También es importante aplicar estos conocimientos en la manipulación y la predicción del comportamiento de los ecosistemas.
Ante la problemática ambiental de la pérdida de sistemas completos, la restauración ecológica debe ser tomada en cuenta como una posible respuesta para el manejo científico de comunidades y ecosistemas muy perturbados. La importancia de esta técnica como una forma de ecología aplicada y el valor para la investigación básica la sitúan como una rama de la ecología con amplias expectativas a futuro. Las medidas para la restauración o reconstrucción ecológica pueden tener un enfoque multídisciplinario. Sin embargo sólo el ecólogo tiene el criterio biológico y ambiental que le daría coherencia a un estudio de esta naturaleza.
Restauración ecológica en el Ajusco Medio
Actualmente el Laboratorio Especializado de Ecología de la Facultad de Ciencias y el Laboratorio de Ecología de Poblaciones del Centro de Ecología de la UNAM trabajan en el proyecto “Restauración ecológica del Ajusco Medio” en el Parque Ecológico de la Ciudad de México en Lomas del Seminario, al sur de la Ciudad de México.
El parque es una zona de recarga de los acuíferos y un área donde existe una gran diversidad biológica. Debido a su origen volcánico, la región cuenta con un sustrato sumamente permeable, y presenta una de las pluviosidades más altas del Valle de México, por lo que el parque forma parte del área principal de recarga del sistema de acuíferos del sur de la cuenca de México. Lo heterogéneo del sustrato y la condiciones climáticas permiten el crecimiento de comunidades como bosques de encinos y matorrales xerófilos.
Debido a su gran importancia, esta zona se expropió y se creó allí El Parque Ecológico de la Ciudad de México (Diario Oficial, 1989), con un área de 728 hectáreas en la parte media de la serranía del Ajusco. Dentro de la zona expropiada existe una zona de 200 hectáreas donde se habían iniciado asentamientos urbanos irregulares, que afectaron en diferentes grados las comunidades naturales. Actualmente el área se encuentra en un estado de sucesión temprano. El proyecto de restauración ecológica en su primera fase tuvo como objetivo estudiar la ecofisiología, la ecología de poblaciones y los patrones de sucesión de ciertas especies que se sugieren como claves en este proceso: Salvia spp. Sedum oxypetalum y Buddleia cordata. Una vez que se tenga claro qué papel desempeñan estas especies en el proceso de sucesión, el siguiente paso será el manejo experimental de los factores abióticos y bióticos, con el “objetivo de restaurar la composición y la estructura de las interacciones ecológicas originales”. Finalmente, esta experiencia representa un vínculo entre la investigación básica y la aplicada que tendrá que ser evaluada constantemente, para así aprender de los errores y consolidar los aciertos.
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Agradecimientos
Deseo agradecer a la M. en C. Ivonne Vargas, al Dr. Jorge Meave del Castillo ya la M. en C. Irene Pisanty por la cuidadosa revisión y sus valiosos comentarios realizados a este artículo.
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Referencias Bibliográficas
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Eduardo Martínez Romero
Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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cómo citar este artículo →
Martínez Romero, Eduardo. 1996. La restauración ecológica. Ciencias, núm. 43, julio-septiembre, pp. 56-61. [En línea].
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Patricia Moguel y Víctor M. Toledo |
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Existe una gran probabilidad de que el lector de este
artículo haya iniciado el día (o incluso que acompañe su lectura) con una o varias tazas de café. Al fin y al cabo existen en el mundo decenas de millones de seres humanos que tienen entre sus rituales cotidianos el consumo de este aromático. Pero igualmente existe una gran probabilidad de que el mismo lector ignore los significados sociales, culturales y ecológicos del producto que lo acompaña cada mañana y de cuyo deleite o satisfacción depende buena parte de su vida cotidiana. El hecho no sorprende: cada vez se hace más notorio un fenómeno inherente al mundo contemporáneo: los consumidores rara vez tienen conciencia de dónde, cómo, cuándo y quiénes producen los satisfactores que día a día consumen.
Teniendo en cuenta la realidad de México, el presente ensayo ofrece un análisis en el que la cotidiana, simple v aparentemente inocua taza de café constituye la "punta de un iceberg" donde los problemas ecológicos, la resistencia cultural (campesina e indígena), la conservación de la biodiversidad y la búsqueda de sistemas cafetaleros más eficientes se vuelven tan indistinguibles como las partes de las volutas de humo que surgen de toda cafetera y de cualquier taza de café caliente.
El café en México
El café es uno de los cultivos tropicales más importantes no sólo para los 56 países productores del Tercer Mundo, sino para Estados Unidos, Europa y Japón, que consumen 80% del café producido. En la década pasada el café generó uno de los más altos ingresos para las economías locales de más de cincuenta países tropicales, precedido en algunos casos sólo por el petróleo y el turismo. Éste fue el caso de México donde el café, introducido desde 1795, es un cultivo de una enorme trascendencia desde el punto de vista no sólo económico y social, sino cultural y ecológico como veremos más adelante. Al ser el principal producto agrícola de exportación durante los últimos veinte años, este cultivo colocó a México en importantes posiciones internacionales. México ocupa hoy día el cuarto lugar en el mundo por su producción (después de Brasil, Colombia e Indonesia), el quinto lugar por la superficie cosechada y el noveno por su rendimiento.
En México, el café generó en la década de los ochenta 36% del valor de las exportaciones agrícolas y ocupó el quinto sitio por superficie cosechada, antecedido sólo por el maíz, el frijol, el sorgo y el trigo. Como generador de divisas, el café produjo entre 285 (1993) y 700 (1994) millones de dólares anuales. Asimismo, se estima que la producción de este cultivo ocupa a una población de casi tres millones de individuos.
Quién produce el café en México
De acuerdo con el Censo del Inmecafé, hacia 1989 la producción del aromático se concentraba en alrededor de 4 300 localidades, distribuidas en 411 municipios y en 12 estados de la República (cuadro 1). La superficie cultivable se estima entre 700 000 (Censo del Inmecafé) y 800 000 hectáreas (Censo Agropecuario 1991), una superficie que puede variar año con año de acuerdo con las expectativas económicas que presente su cultivo. A diferencia de lo que sucede en los principales países productores como Brasil y Colombia, en México el café lo producen fundamentalmente las familias campesinas e indígenas y a pequeña escala. Así, 92% de la superficie cultivada corresponde a propietarios con predios de menos de 5 hectáreas o a 70% con no más de 2 hectáreas. Estos representan 65% de la superficie cafetalera del país y casi la mitad del total de la producción, pues un tercio lo generan los propietarios con más de 10 hectáreas y el restante 20% los de entre 5 y 10 hectáreas (cuadro 2), 60% de los productores pertenecen a ejidos y comunidades indígenas, en tanto que 38% son propietarios privados (pequeños, medianos y grandes).
Según el panorama anterior, una parte sustancial de la producción del café en México es realizada por la población indígena. De acuerdo con el análisis llevado a cabo por los autores con base en los datos del Censo de Población y Vivienda de 1990, de 351 municipios plenamente reconocidos como cafetaleros, 200 tenían población indígena (25% o más de su población) y dentro de éstos, 94 son muy indígenas (donde más de 75% de su población hablan una lengua diferente al español). Dentro de este sector están representados casi 30 grupos indígenas entre los que destacan zapotecos, mixtecos, mixes, mazatecos, totonacos, nahuas, huastecos, tzeltales, zoques, tojolobales, huicholes y chatinos. Desde el punto de vista cultural, destaca el hecho de que alrededor de este cultivo existe una gran riqueza y diversidad de valores, creencias y conocimientos que es necesario reconocer y estudiar.
Dónde se produce el café en México
La distribución que presenta este cultivo en México es muy amplia, con altitudes que van desde 300 hasta casi 2 000 msnm, con una gran diversidad de climas, suelos y vegetación. Sin embargo, éste se desarrolla mejor entre 600 y 1 200 msnm encontrándose fundamentalmente en zonas cerriles y montañosas de las dos vertientes: la del Golfo de México y la del Pacífico (figura 1). Por lo tanto, los principales estados productores son Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Guerrero e Hidalgo. En un análisis ecogeográfico de los municipios donde se produce café en México realizado por los autores, se encontró que 40% de la superficie corresponde a áreas con selvas altas y medianas (zona tropical húmeda), 23% con bosques de pino y encino, 21% con selvas bajas caducifolias y 15% con bosques mesófilos de montaña.
Desde el punto de vista biológico, las áreas cafetaleras coinciden con regiones muy ricas y diversas en flora y fauna. En México, conviene recordarlo, se concentra entre 10 y 12% de la biota del mundo. Los tres estados más importantes en la producción del café, Oaxaca, Veracruz y Chiapas, son hoy día sitios de un enorme valor para la conservación de la biodiversidad, dado que allí se localizan importantes relictos de vegetación tropical y que son entidades con una gran complejidad de habitáis.
Cómo se produce el café en México
El café que sorbe el lector puede tener muy diferentes sabores, aromas o contenidos, pero sobre todo puede proceder de muy diferentes orígenes, es decir, se genera de diferentes sistemas de producción, cada uno de los cuales tiene diferentes implicaciones ecológicas y socio-culturales. A diferencia de países como Brasil, que es el primer productor de café en el mundo, donde los sistemas de producción están constituidos por fincas privadas de gran tamaño, ubicadas en partes planas y bajas y bajo la modalidad de monocultivos sin sombra (o bajo sol) que emplean altas dosis de agroquímicos, en México el café se produce fundamentalmente en las vertientes de las cadenas montañosas del centro y sur del país, bajo la cubierta de un dosel de árboles y por pequeños (en algunos casos pequeñísimos) productores, generalmente de comunidades indígenas o mestizas.
Lo anterior es el resultado de la historia agraria y cultural del país, donde la sabiduría indígena se apropió literalmente de un cultivo exótico (recuérdese que el café es un cultivo que se originó en África y que arribó a México a finales del siglo XVIII procedente de Europa), para adoptarlo y adaptarlo a los sistemas agroforestales nativos.
Por lo tanto, los pequeños cafeticultores de México (y especialmente los de carácter indígena) nunca han dejado solo al café, pues siempre lo han sembrado acompañado de numerosas especies de plantas (generalmente con alguna utilidad comercial o de subsistencia) como parte de lo que técnicamente se denomina un policultivo. Sólo hasta muy recientemente se comenzaron a utilizar sistemas cafetaleros "modernos", especializados y sin cubierta forestal. Entonces, en México se pueden diferenciar de manera general dos principales modalidades de producción (café bajo sombra y café a sol) dentro de las que es posible distinguir cinco grandes sistemas productivos (véase figura 2).
Esta variedad en el manejo de los cafetales es resultado de la gran diversidad ecológica y cultural que existe en nuestro territorio y de las distintas condiciones económicas de los productores en las zonas cafetaleras. En este sentido, definir los rasgos característicos de cada sistema productivo resulta un tanto complejo, sobre lodo si se considera que de un mismo sistema existen importantes variaciones. Aun así, los distintos tipos de cafetales han podido ser agrupados en México, de acuerdo con el origen, tipo y el uso de los árboles de sombra o de su ausencia.
El sistema rusticano o de montaña
La simple sustitución de las plantas (arbustivas y herbáceas) del piso de las selvas o bosques por matas de café es lo que se conoce por sistema rusticano o de montaña. El sistema conlleva una mínima afectación del ecosistema forestal, mediante la sola remoción del estrato bajo de la selva o el bosque (conocido técnicamente como sotobosque), lo que supone el mantenimiento de la cubierta original de árboles, debajo de la cual simplemente se implantan los arbustos de café.
En México se puede observar este tipo de manejo en áreas relativamente aisladas, donde las comunidades indígenas introdujeron el café como un hijo adoptivo en los ecosistemas forestales nativos. Este sistema es realizado básicamente por grupos indígenas, sin uso de agroquímicos y con rendimientos notablemente bajos.
Policultivo tradicional o "jardines de café"
El segundo tipo de plantación de café bajo sombra que existe en México es el que se conoce como policultivo tradicional. Se trata del estado más avanzado de manipulación del ecosistema forestal nativo. Como en el caso anterior, en este sistema se introduce el café debajo de los bosques o selvas originales, pero a diferencia del anterior, el café es acompañado de numerosas especies de plantas útiles y existe un sofisticado manejo de las especies nativas (por ejemplo, al favorecer o bien al eliminar ciertas especies de árboles) e introducidas.
El resultado es un exuberante “jardín de café”, con una gran variedad de especies arbóreas, arbustivas y herbáceas tanto de la vegetación natural como de las cultivadas, nativas e introducidas. Es en este sistema donde alcanza su máxima expresión la cultura milenaria de las comunidades indígenas, al dar lugar a un sistema agroforestal complejo, a una “selva humanizada”.
En los “jardines de café” el aromático deja de ser un elemento exótico para ser adaptado a las condiciones de las selvas o bosques mexicanos. De esta forma el café es cultivado junto con una gran variedad de otras especies nativas o introducidas. El inventario realizado por los autores de uno de estos “jardines de café” realizado cerca de Santos Reyes Nopala, en la región chatina de la Sierra sur de Oaxaca, arrojó 25 especies de árboles y arbustos en un tramo de sólo 200 metros (figura 3). Este sistema incluía, además del café, especies útiles como cacao, naranja, plátano, mamey, chicozapote, aguacates, achiote, zapote negro, bambú y guayaba.
En otro estudio, realizado en Veracruz, se informa que existe un promedio de 149 árboles de sombra por hectárea, de los cuales 50% es de uso maderable, 43% proporciona alimentos, 9% medicinales, 7.2% son ornamental y 3.6% son hospederos de insectos comestibles.
Se estima que un gran porcentaje de este sistema se encuentra aún en los predios cafetaleros en México (cerca 50%). Bajo el sistema de policultivo tradicional, existe un empleo eventual de agroquímicos y los rendimientos obtenidos resultan en muchos casos comparables a los del sistema moderno.
El sistema de policultivo comercial
La total remoción de los bosques y selvas originales y la introducción de un conjunto de árboles de sombra apropiados para el cultivo de café constituye el tercer sistema reconocido. Se trata de un cultivo donde la cobertura forestal ya no se encuentra integrada por los árboles originales que habitaban el sitio, sino especies arbóreas introducidas, mismas que son empleadas por considerarse adecuadas como árboles de sombra (como muchas leguminosas que añaden nitrógeno al suelo) y por tener alguna utilidad comercial. Éstas son plantaciones bastante homogéneas donde sólo se utiliza una variedad de café, de cítricos u otro tipo de árboles frutales, por lo que la diversidad biológica y productiva es considerablemente menor que el caso anterior.
Dentro de los árboles de sombra destaca el empleo de varias especies de jinicuiles (Inga spp.).
Este sistema se emplea en muchos cafetales de la Sierra norte de Puebla o de la región de Coatepec en Veracruz, donde los árboles introducidos (o favorecidos) de hule, pimienta, cedro, jinicuil o colorín conforman la cobertura arbórea de policultivos café, cítricos, plátano y otros cultivos. Al tener mejores rendimientos, este sistema utiliza agroquímicos con cierta frecuencia.
El sistema de monocultivo bajo sombra
Este sistema y el siguiente representan los patrones productivos “modernos” introducidos a México por el Inmecafé al final de la década de los setenta. En el caso del sistema de monocultivo bajo sombra, se utilizan en forma casi única y dominante los árboles de una leguminosa (género Inga). De esta forma se crea una plantación monoespecífica bajo un dosel igualmente especializado. En este caso el uso de agroquímicos se torna una práctica obligada y la unidad productiva se concentra en una producción exclusivamente dirigida al mercado.
El café bajo sol
Sin ninguna cobertura de árboles y expuesto de manera directa al sol, esta modalidad representa un sistema totalmente agrícola que pierde el carácter agroforestal de los sistemas anteriores. Convertido ya en una plantación especializada, el café requiere de grandes insumos de agroquímicos e incluso de maquinaria, así como de cuidados para los que se necesita el empleo de mano de obra durante todo el ciclo anual. En este último sistema se alcanzan los más altos rendimientos de café por unidad de superficie.
Café y ecología: ventajas y desventajas de los sistemas de producción
Los cinco sistemas cafetaleros arriba descritos han sido ubicados de acuerdo con un gradiente que va de un mínimo a un máximo de manipulación y/o transformación del sistema ecológico, de especialización y de uso de insumos externos. Aunque es innegable que los máximos rendimientos de este producto se alcanzan en los sistemas de monocultivos bajo sombra y sol, resulta claro desde una perspectiva de sustentabilidad ecológica que éstos se logran gracias al empleo de abundantes insumos (mano de obra, maquinaria y químicos), con altos costos ambientales y sobre medianas y glandes propiedades.
También se ha revelado el hecho de que los mayores rendimientos de los sistemas especializados son el resultado, en buena medida, de un mayor manejo técnico. Este fenómeno señalado ya por Nolasco desde hace una década, sugiere que la relación entre productividad y los sistemas de producción cafetalera se encuentra mediada por la intensidad de la tecnología. Esto quedó confirmado con un análisis estadístico de correlaciones múltiples entre rendimiento y algunas de las variables características de los distintos sistemas productivos, donde los más altos rendimientos se presentan en regiones cafetaleras con una mayor utilización de la tecnología moderna.
Asimismo, está demostrado que bajo los sistemas especializados a pleno sol, los rendimientos no pueden ser sostenidos por un largo periodo. En México, los estudios pioneros sobre la ecofísiología de los agrosistemas cafetaleros realizados desde principios de la década de los ochenta (véase Jiménez-Avila, 1981; Jiménez-Avila y Gómez-Pompa, 1982; Roskoski, 1982) vinieron a revela mayor estabilidad de los sistemas bajo sombra. En general, cuando se comparan los sistemas de café bajo sombra con los que se realizan a pleno sol se encuentra que en los primeros existe mayor masa, cantidad de nutrientes, biodiversidad aérea y del suelo, menor número de malezas y de insectos dañinos y mayor balance hídrico y microclimático (figura 4). Estas ventajas de carácter microambiental de los cafetales bajo sombra se ven acrecentadas en los sistemas tradicionales (especialmente en los policultivos o “jardines de café”), y se vuelven decisivas para la estabilidad de sistemas ecológicos regionales (figura 5 y secciones siguientes).
La importancia ecológica de los sistemas cafetaleros tradicionales o indígena
La protección de las cuencas hidrología
Toda cuenca hidrológica es una “fábrica natural” de agua, de cuyo buen funcionamiento dependen las actividades productivas y los núcleos urbanos e industriales que por lo general alcanzan su mayor desarrollo en las porciones bajas y planas. Ubicados entre 600 y 1 500 msnm, los cafetales ocupan un sitio estratégico y desempeñan un papel decisivo en la dinámica de las cuencas. Al distribuirse en franjas o cinturones por las porciones medias y altas de las cuencas los sistemas cafetaleros comúnmente coinciden con los sitios donde naces numerosos arroyos y ríos que al unirse forman los grandes flujos hídricos de partes bajas.
La distribución geográfica de los sistemas cafetaleros de México muestra estos constituyen piezas claves en el mantenimiento de buena parle de los sistemas hidrológicos de la vertiente del Golfo de México y del océano Pacífico. Por lo anterior, las modalidades que toman estos sistemas cafetaleros se vuelven fundamentales en el mantenimiento o la destrucción de esas “fábricas de agua”.
La alternativa que representan los sistemas cafetaleros bajo sombra no especializados constituyen una opción casi ideal para el buen funcionamiento de las cuencas hidrológicas, pues permiten obtener productos comercializables y de subsistencia sin alterar más que mínimamente la estabilidad del ciclo regional del agua (toda vez que en éstos se logre controlar el problema de contaminación por desechos de la pulpa y el consumo excesivo de agua en el proceso de industrialización, hechos que han sido reconocidos actualmente por numerosas organizaciones indígenas cafetaleras).
Lo anterior queda bien ilustrado en la costa oaxaqueña, donde la estabilidad de la franja costera de gran importancia turística (con enclaves en Huatulco, Puerto Escondido y Puerto Ángel) y pesquera (con una decena de lagunas costeras) depende del uso que se le dé a las porciones medias y altas de la Sierra del Sur. Esas porciones son ocupadas por comunidades indígenas chontales, zapotecas y chatinas, que en gran medida se ocupan de producir café con sistemas bajo sombra.
La conservación de los suelos
Todo sitio con bosque o selva localizado en un área con pendiente (como es el caso de los cafetales) tiende a sufrir un proceso (moderado o agudo) de erosión de sus suelos una vez que es transformado en parcela agrícola o ganadera. En efecto, los suelos de toda superficie denudada (sin cobertura forestal) sufren diversos grados de erosión como consecuencia de la acción de la lluvia. La magnitud de este proceso erosivo depende del grado de denudamiento de los suelos, el nivel de inclinación y la cantidad y calidad de la lluvia.
Por lo anterior, la presencia de cafetales bajo sombra en laderas contribuye a evitar la pérdida de suelos, en la misma proporción que dichas áreas son transformadas en sistemas agrícolas y ganaderos de diferente tipo. En Colombia, por ejemplo, se midió el índice de erosión y escurrimiento durante seis años, en diferentes tipos de cafetales, así como en un pastizal y un suelo desnudo. Como resultado se encontró que el cafetal joven en terrazas y el cafetal viejo sin prácticas de conservación presentaron los más bajos índices de erosión y de escurrimiento (cuadro 3). Estos datos corroboran, de forma empírica, la importancia de los cafetales en la conservación de los suelos.
Además del servicio anterior, está ampliamente documentada la importancia que guardan los árboles de sombra del cafetal en la aportación de materia orgánica, en el balance anual de los nutrimentos y del agua y en el mantenimiento de la fertilidad del suelo. Los cálculos de la producción de materia orgánica de los diferentes tipos de cafetales bajo sombra indican que éstos mantienen un aporte comparable con el de los bosques originales. Por todo lo anterior, el cafetal manejado como un sistema agroforestal diversificado es una de las mejores opciones ecológicas para conservar los suelos de las montañas del sur y sureste mexicanos.
El mantenimiento de la biodiversidad
La estructura que presentan los cafetales bajo sombra (y en especial los “jardines de café”) es similar a la de los ecosistemas naturales, lo que hace suponer que estos cafetales operan como refugio de innumerables especies de plantas animales. Tan sólo las dos modalidades que mantienen intacta la cobertura a bórea de los bosques o selvas ofrecen posibilidad de conservar la diversidad original de árboles. De manera similar, la diversidad de muchas especies de animales se ve favorecida fundamentalmente por la presencia de árboles de sombra. En la medida en que se simplifica la estructura de un cafetal y se vuelve más tecnificado, la biodiversidad de éste disminuye automáticamente.
Una investigación sobre el tema realizada por los autores mostró que los cafetales tradicionales bajo sombra constituyen áreas de refugio de números especies de grupos como plantas con flores (especialmente árboles), epífitas (específicamente orquídeas), mamíferos terrestres de tamaño mediano y grande, aves (especialmente migratorias) y algunos grupos de insectos, lo que confirma lo observado por otros autores tanto en México como en otros países como Nicaragua, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana. En suma, frente a la acelerada destrucción y transformación de los ecosistemas naturales en monocultivos agrícolas y pastizales, los cafetales tradicionales parecen función como áreas de protección y residencia para la flora y fauna originales, en donde encuentran refugio y/o alimento.
La retención de carbono
Otro servicio ambiental del cafetal tradicional se encuentra relacionado con el ciclo global del carbono. Como se recordará, la deforestación contribuye con un tercio del volumen del bióxido de carbono y otros gases que la humanidad conjunto libera anualmente hacia la atmósfera. La acumulación de estos gases en la capa atmosférica está provocan cambios climáticos de escala global que probablemente conduzcan a un calentamiento progresivo del planeta, da que desencadenan un efecto de tipo invernadero (permiten el paso de los raros solares pero impiden la salida del calor reflejado).
Por lo anterior, la presencia de cobertura forestal conlleva un reservorio de carbono (y otros gases) no liberado hacia la atmósfera que contribuye a mantener el equilibrio de los ciclos globales. Los estudios realizados recientemente por Adger y colaboradores han mostrado que una hectárea de selva o bosque en México retiene entre 30 y 160 toneladas de carbono. Los cafetales bajo sombra están por lo tanto contribuyendo al equilibrio climático del planeta, un servicio que en el caso de México se ha estimado tiene un costo de ¡entre 1 800 v 3 600 dólares por hectárea!
La baja o nula contaminación por agroquímicos
El bajo o nulo empleo de agroquímicos (pesticidas y fertilizantes) que es común en los sistemas tradicionales de producción de café, constituye otra ventaja que debe considerarse. En relación con lo anterior, existe el hecho de que en el procesamiento del café (beneficiado), la contaminación fluvial por el tirado de la pulpa así como el consumo excesivo de agua son dos problemas ambientales que han estado ligados al cultivo en todos los sistemas productivos, incluyendo los tradicionales. Sin embargo, esta situación está siendo explícitamente admitida por muchos de los productores tradicionales en cuyas acciones se proponen alternativas para evitar dicho impacto por medio de la reutilización de los desechos del café en forma de composta (lo cual suprime la tentación del empleo de fertilizante químico), y un uso racional en el consumo de agua en el lavado.
Hacia un café “con aroma de sustentabilidad”
En los últimos años, el interés por generar formas no destructivas y limpias de producción de café ha sido estimulado por la creciente presión de un nuevo sector de los llamados “consumidores verdes” de los países industriales y por la creación de redes ecológicas y solidarias de comercialización (ELAN, GEPA, Equal Exchange). Este interés ha cristalizado en un nuevo mercado de café orgánico, esto es, producido sin agroquímicos y sin contaminación.
En México, la producción de café orgánico se inició hace más de una década en algunas fincas privadas y fue adoptado por tal cantidad de comunidades indígenas (cuadro 4) que hoy día ¡México es el primer país productor de café orgánico certificado en el mundo!
Si bien la alternativa del café orgánico es sin duda una medida avanzada por encima de la propuesta “modernizadora” que busca convertir todo cafetal en un piso de fábrica (plantación especializada bajo sol), ésta constituye un “paso adelante” hacia lo que puede denominarse como un sistema sustentable. Con una nueva perspectiva, más amplia y completa, se trataría de certificar todos lo servicios ecológicos (locales, regionales y globales) que el sistema cafetalero ofrece y no sólo los referentes al uso de agroquímicos que, como vimos en la sección anterior, sólo es una de las cinco dimensiones a considerar.
Un reto capital para la nueva perspectiva del desarrollo sustentable es conciliar producción con conservación. De esta manera, todas aquellas áreas manejadas de acuerdo con un principio de sustentabilidad deben ser reconocidas, mejoradas e incentivadas por medio de diferentes mecanismos, lo que dependerá de su grado de relevancia en el contexto global y de sus contribuciones a la conservación de suelos, clima, agua y biodiversidad, sus beneficios económicos y sociales y sus valores culturales, espirituales y escénicos.
Según lo que hemos mostrado en este artículo, los sistemas tradicionales o indígenas de producción de café pueden dar lugar (mediante un mejoramiento tecnológico apropiado y su certificación respectiva) a sistemas sustentables, por cuyos servicios los productores cafetaleros deben recibir incentivos económicos y de otro tipo por parte del Estado, el mercado y los propios consumidores. Sin embargo, estas recompensas, que caen ya de lleno en el campo de una nueva economía ecológica, no serán establecidas más que por la propia acción de los productores y de sus organizaciones, y por la presión ejercida por la sociedad civil representada en este caso por los consumidores de café (cafeinómanos) con conciencia social v ecológica.
En México, donde los pequeños productores de café, pertenecientes a cientos de comunidades campesinas e indígenas, han protagonizado una larga lucha por la autonomía política y la apropiación de sus procesos productivos, la perspectiva y los criterios que ofrece el nuevo paradigma de la sustentabilidad ecológica puede dar lugar a un nuevo ciclo. Una nueva batalla por la defensa de la cultura, el mantenimiento de los equilibrios ecológicos, la preservación de la naturaleza (o la biodiversidad) y, en fin, la dignificación de la vida misma. Y es en esta perspectiva donde los consumidores de café, como usted, quizás pueden llegar a desempeñar un papel decisivo.
Agradecimientos
Los autores agradecen a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso la Biodiversidad (Conabio) el patrocinio de las investigaciones sobre Café y diversidad que hicieron posible este artículo. Asimismo, estamos agradecidos con los siguientes colegas, quienes nos proporcionaron asesoría, información y/o publicaciones diversas: M. Nolasco. I. Restrepo, M. Altieri, D. Nestel, R- Rice, A. Nuñez, F. Eccardi, A. Quintero. E. Mota, E. Escantilla, W. Marque/. J. Aranda, M. Tejero, y las autoridades correspondientes al desaparecido Inmecafé. Las observaciones campo en Santos Reyes Nopala, Oaxaca. fueron posibles gracias al generoso apoyo de R. Ogarrio y a la hospitalidad de la organización indígena chatina Kyat-Nuu. Finalmente, se agradece el apoyo técnico de José Garza, M.J. Ordoñez, R. A. Pineda y S. Aceves (dibujante).
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Patricia Moguel y Víctor M. Toledo
Centro de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
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cómo citar este artículo →
Moguel, Patricia y Toledo, Víctor M.. 1996. El café en México, ecología, cultura indígena y sustentabilidad. Ciencias, núm. 43, julio-septiembre, pp. 40-51. [En línea].
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Leticia Durand |
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El Desierto de Sonora es el desierto más tropical
de Norteamérica y se caracteriza por tener la mayor diversidad de formas de vida y endemismos entre las comunidades desérticas del mundo. Un tercio de las 2 500 especies de plantas que existen en este lugar son endémicas y entre ellas se encuentra el palo fierro.
El palo fierro (Olneya tesota) es una leguminosa común en el Desierto de Sonora y el árbol de mayor tamaño en esa comunidad; es posible hallar individuos de más de 15 metros de altura. Crece en las regiones más áridas del desierto y ocasionalmente a lo largo de pequeños arroyos y cauces temporales de agua, donde alcanza sus mayores tallas. Ocupa el quinto lugar, en este desierto, en cuanto a contribución de biomasa, lo que se debe, principalmente, a su gran tamaño y la gran densidad de su madera.
Los árboles maduros pueden tener un tronco simple o ramificado, que produce retoños a partir de las raíces. El palo fierro rara vez pierde todas sus hojas, ya que éstas se reponen continuamente, y al caer forman capas de materia orgánica en diferentes grados de descomposición que se asientan en la base de los árboles. La floración se inicia en marzo y los frutos maduran a principios del verano. Las vainas contienen de una a cuatro semillas de gran tamaño, que germinan después de las primeras lluvias; la mayor parte de las plántulas mueren después de la germinación debido a la falta de humedad, por lo que el desarrollo de nuevos individuos es esporádico, en eventos que pueden tomar varias décadas. En contraste con estos bajos tiempos de crecimiento y renovación de sus poblaciones, lo que se conoce como tasa de reclutamiento, el palo fierro es una especie longeva, que puede superar los 800 años de edad.
A medida que los individuos jóvenes crecen, los árboles de palo fierro modifican gradualmente el ambiente, creando bajo sus copas islas en las que existe más sombra, temperaturas menos elevadas y una mayor disponibilidad de agua y materia orgánica en comparación con zonas abiertas del desierto. Estas características son similares a las que existen en sitios ubicados bajo el dosel de muchos árboles desérticos. Sin embargo, el microhábitat que se forma bajo la sombra del palo fierro es único entre las especies arbóreas de la región. Su patrón de ramificación produce una sombra mucho más densa que la de otros árboles, y sus ramas raramente crecen cerca de la base del tronco, por lo que se forma un espacio suficiente entre el dosel y la superficie del suelo para el establecimiento de otras especies. Gracias a su gran longevidad y al carácter perenne de sus hojas, el microhábitat formado bajo su sombra es estable. Todas estas características hacen del palo fierro una especie nodriza, esto es, que da protección a otras plantas, bajo la cual se asienta una gran cantidad de especies que encuentran allí condiciones favorable; para su desarrollo.
La densidad de individuos de palo fierro por hectárea varía desde cero hasta más de cien individuos. Una gran diversidad y abundancia de especies de plantas del desierto se concentra bajo su copa y más aún en zonas carentes de agua. Bajo la sombra del palo fierro la cantidad de plantas perennes se incrementa hasta el 88%, la riqueza de especies aumenta el más de 60% y diversas formas de crecimiento como epífitas, cactus, leguminosas y arbustos muestran un incremento significativo en su riqueza y abundancia. Este efecto es tan importante que el incremento en la abundancia de alguna especies llega a ser superior a 100%. Los cactus columnares están estrechamente relacionados con este árbol, debido a que sus semillas son muy vulnerables a la desecación y las heladas; bajo su sombra alcanzan tamaños 87% más grandes que en áreas expuestas, lo que sugiere que el palo fierro no sólo ofrece protección sino además condiciones adecuadas para un crecimiento rápido.
En general puede decirse que existe una mayor cantidad de plantas en zonas desérticas donde el palo fierro es una especie dominante que en aquellas donde no lo es (46% más). Se estima que entre 120 y 160 especies de plantas están asociadas a este árbol, de las cuales seis se consideran como amenazadas. Especies animales endémicas como el berrendo sonorense (Anulocapra americana), el borrego cimarrón (Ovis canadensis) y la codorniz mascarita dependen de la sombra, las ramas y el follaje que proporciona esta leguminosa. En consecuencia, el palo fierro es una especie clave en la comunidad del Desierto de Sonora debido a la gran heterogeneidad ambiental que proporciona al ecosistema, y el consecuente incremento que produce en la diversidad y abundancia de plantas y animales de la región.
Usos y abusos
A pesar de que el palo fierro no se considera en peligro de extinción, pues su área de distribución abarca millones de hectáreas y sus poblaciones contienen miles de individuos, el desmonte de cerca de 2 millones de hectáreas del desierto y su uso desmedido como materia prima para la producción de carbón y artesanías, asociado a la baja tasa de reproducción de la especie, colocan su sobrevivencia en evidente peligro.
Durante 1992, más de 21 mil toneladas de palo fierro se destinaron a la obtención de carbón a partir de métodos muy poco eficientes, en los que 60% de la energía contenida en la madera se pierde durante la conversión. Noventa por ciento del carbón que se exporta a los Estados Unidos proviene del estado de Sonora, y de esta cantidad 25% se produce a partir de árboles jóvenes de palo fierro. La demanda de este producto es tan grande que actualmente se extrae madera de zonas protegidas, como el parque Organ Pipe Cactus National Monument en la frontera de Arizona v México.
El palo fierro también se usa para la manufactura de artesanías, que consiste en la talla de figuras. Estos productos son vendidos en los mercados locales y en tiendas de varios puntos de Estados Unidos y la República Mexicana. Las ganancias exceden anualmente el millón de dólares, cantidad cien veces superior a la que se obtiene mediante la producción y venta de carbón.
Existen dos tipos de artesanos que utilizan el palo fierro como materia prima, por un lado los indios seris que realizan este trabajo desde hace algunas décadas, manualmente y en pequeña escala; y los habitantes de ciudades y poblados de Sonora y Baja California, que comenzaron a realizar esta actividad después de la gran aceptación que tuvieron en los mercados las artesanías seris. Los artesanos no indígenas fabrican las piezas en grandes cantidades, valiéndose para ello de herramientas eléctricas, lo que incrementa la demanda y el consumo de madera de palo fierro. Esta asimetría en las técnicas de producción ha provocado que el mercado y el número de artesanos seris disminuya drásticamente: en la actualidad existen menos de 15 talladores indígenas. Dada la gran marginación que han sufrido los seris, cuya población actualmente se estima en 516 personas, la producción de artesanías de palo fierro se ha convertido prácticamente en su única fuente de recursos económicos.
La relevancia que tiene el palo fierro en la economía y tradición de las tribus seris la hacen una especie de gran importancia no sólo en el aspecto ecológico, sino también en la vida de esta comunidad indígena.
En conjunto, los artesanos utilizan alrededor de 5 000 toneladas de madera al año. Sin embargo, no es la fabricación de artesanías la actividad que más afecta a las poblaciones de palo fierro. Los efectos causados por la obtención de leña, carbón y la conversión de zonas de desierto en pastizales para ganadería son las principales amenazas en la conservación del palo fierro, y por lo tanto del Desierto de Sonora.
Dado que ésta es una especie que se distribuye tanto en territorio mexicano como estadounidense, las acciones para su conservación deben surgir de la cooperación internacional. En 1991, por iniciativa de Conservation International y el Desert Botánical Garden en Phoenix, se realizó en la ciudad de Puerto Peñasco, Sonora, una reunión orientada a la conservación del palo fierro en la que participaron autoridades y centros de investigación de ambos países. Las principales acciones vistas como necesarias para la conservación de esta especie fueron: a) detener la producción de carbón a partir de madera de palo fierro; b) preservar las áreas donde se encuentra el palo fierro de la introducción de pastizales y de la transformación en zonas agrícolas; c) introducir materiales alternativos para la producción de artesanías, como algunos otros tipos de madera y piedra, y d) promover campañas de divulgación que informen sobre la situación e importancia ecológica del palo fierro. Adicionalmente, se estableció por financiamiento del programa de Plantas de Conservation International y el programa México, la creación de la Alianza Pro Palo Fierro, que consiste en un comité binacional con la participación de científicos, comerciantes, artesanos indígenas, periodistas y activistas, que se encarga de difundir la problemática del palo fierro y proponer alternativas de solución a su sobreexplotación. La Secretaría de Desarrollo Social emitió un decreto en el que se designa al palo fierro como una especie protegida en la República, y que proporciona vigilancia adicional a este recurso, al tiempo que la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial participa en la protección al trabajo de los artesanos indígenas al promover el registro de marca de las artesanías seris.
Las amenazas que se ciernen sobre la diversidad cultural del planeta son tan graves como aquellas que afectan la biodiversidad. En todo el mundo, los grupos indígenas han sido eliminados o expulsados de sus territorios por la expansión de las formas de vida y producción occidentales. Además de la injusticia que significan el despojo y destrucción de las culturas tradicionales, este proceso implica la pérdida del conocimiento que los indígenas poseen acerca del uso de los recursos biológicos, así como toda la diversidad biológica asociada y preservada en sistemas tradicionales. El caso del palo fierro es un ejemplo claro de la interdependencia de la conservación de la diversidad biológica y de la cultural. Para México, considerado como uno de los países de megadiversidad biológica, que alberga a más de ocho millones de hablantes de lengua indígena y a una población rural dispersa en todo el territorio nacional, la conservación de la biodiversidad debe llevarse a cabo con la participación activa de las sociedades indígenas y rurales; pues ha sido ya comprobada la ineficiencia de los esfuerzos de conservación que no integran la problemática económica, social y cultural de las poblaciones locales.
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Leticia Durand
Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio)
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cómo citar este artículo →
Durand, Leticia. 1996. El palo fierro, especie clave del Desierto de Sonora. Ciencias, núm. 43, julio-septiembre, pp. 24-26. [En línea].
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Fernando Ortega Escalona y Gonzalo Castillo Campos |
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Hach Akyum, dios de lodos los dioses, creó el cielo y la selva.
En el cielo sembró estrellas y en la selva sembró árboles, son una sola las raíces de los árboles y las raíces de las estrellas… Por eso, cuando cae un árbol, cae una estrella. Chan K’in viejo, líder tradicional de los Hach Winik
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Con el nombre de bosque mesófilo de montaña se pueden agrupar
varias comunidades forestales que comparten características fisonómicas, ecológicas, climáticas y florísticas. No obstante, en los estudios de la vegetación estas formaciones han sido llamadas de muy diferentes maneras: bosque caducifolio, bosque deciduo, bosque deciduo templado, bosque de niebla pine-oak Liquidambar forest, selva nublada, forêt dense humide de montagne, moist montane forest; berg-regenwald; bosque ombrófito siempre verde de montaña forêt caducifoliée humide de montagne; aestisilvae (en parte), laurisilvae (en parte), elfin woodland; bosque ombrófilo de altura.
Existen diversas razones por las que los botánicos le han dado diferentes denominaciones. Una de ellas es la dificultad que representa encuadrar la vegetación en unidades discretas; en ocasión sucede que ciertos criterios que son adecuados para tipificar las formaciones vegetales de una región del país no lo son para otra.
Las comunidades arbóreas que conforman el bosque mesófilo de montaren el territorio nacional se encuentra en hábitats montañosos cuya altitud varía de 400 a 2 876 msnm; ocupan sitios más húmedos que los típicos de los bosques de Quercusy de Pinus, y más cálidos que los propios del bosque de Abies, pero más frescos que los que condicionan la existencia de los bosques tropicales.
Generalmente, este tipo de bosque se encuentra entre el límite inferior de los bosques templados y el superior de la vegetación de clima cálido húmedo; también se han hallado manchones aislados dentro de las áreas de los bosques más húmedos de pino y de encino. Es una comunidad difícil de caracterizar, ya que comparte numerosos elementos florísticos con los tipos de vegetación con que colinda: representa la línea de unión entre las especies boreales y las neotropicales. El clima de esta formación vegetal, de transición entre el templado y el tropical, tiene un alto contenido de humedad atmosférica que ocasiona la formación de neblinas durante todo el año, siendo más frecuentes en la época fría, normalmente de noviembre a abril, lo que coincide en muchas localidades con la temporada de los meses más secos.
En México, el bosque mesófilo de montaña está mejor y más típicamente representado entre 1 100 y 1 500 msnm, en zonas donde la precipitación anuales mayor de 1 000 y menor de 2 300 mm, y aunque hay algunas áreas en las que excede 3 000 mm, en la mayoría no pasa de 1 500 mm. En la actualidad este tipo de vegetación comúnmente se presenta en terrenos escarpados como laderas y fondos de barrancas y cañadas, y es escaso en los moderadamente planos con ligera pendiente; prefiere los lugares protegidos de la insolación fuerte y de los vientos.
Este bosque se caracteriza porque más de 50% de sus especies arbóreas tiran hojas en alguna época del año, generalmente en el invierno. En el hemisferio norte del continente americano tiene un área discontinua de distribución del sureste de Canadá (paralelo 45° N corno límite septentrional) hacia el este de Estados Unidos, en donde es interrumpido por la porción desértica que comprende parte del estado de Texas y el norte de Tamaulipas y abarca una extensión de 700 km2 aproximadamente.
En la República Mexicana se encuentra principalmente en ambas vertientes, en el Eje Volcánico Transversal y también en el Valle de México. En la vertiente del Atlántico, en la Sierra Madre Oriental, se distribuye en forma discontinua, desde el suroeste de Tamaulipas hasta el norte de Oaxaca y Chiapas, incluyendo porciones de San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla y Veracruz. En la vertiente del Pacífico su presencia es aún más dispersa, pero se ha registrado desde el norte de Sinaloa hasta la Sierra del Soconusco en Chiapas. Continúa hacia el sur del continente en las montañas de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, en donde, aproximadamente a los12° N, en la llamada Fosa de Nicaragua, zona de baja altitud y calurosa, los elementos boreales del bosque mesófilo de montaña encuentran una barrera natural que impide que éste se extienda hacia el resto de Centro y Sudamérica.
Dentro del territorio nacional los estados con mayor superficie de bosque mesófilo de montaña son Oaxaca (35 217 ha), Chiapas (27 526 ha), Hidalgo (21 641 ha), San Luis Potosí (17 184 ha), Guerrero (14 156 ha), Veracruz (12 325 ha), Puebla (7 452 ha) y Colima (6 870 ha).
Por otra parte, este tipo de bosque se presenta en forma de muy diversas asociaciones que a menudo difieren en cuanto a la altura, la fenología y sobretodo en las especies dominantes. Estas varían con frecuencia de una ladera a otra y de una cañada a la siguiente, constituyendo así, en conjunto, una comunidad bastante heterogénea, pero cuyas poblaciones muestran ligas florísticas y ecológicas entre sí.
Una consecuencia de la variación de sus poblaciones, en la que participan en forma importante la mezcla de sus elementos templados y tropicales y el amplio intervalo de altitud donde vegetan, es la gran diversidad global en especies arbóreas, epífitas, pteridofitas y trepadoras. Además, presenta afinidades con diferentes floras que lo convierten en uno de los ecosistemas más notables y complejos desde el punto de vista biogeográfico, ya que muestra ligas tanto con el norte como con el sur de América y con el lejano Oriente. En México, hacia el sur, su composición florística es menos afín con los bosques de Estados Unidos y muchas de las especies de la flora templada y sureña nacional que lo componen son endémicas de nuestro territorio y de la República de Guatemala.
Debido a su extensa pero fragmentada y muy discontinua distribución, al amplio intervalo altitudinal en el que puede desarrollarse, al hábitat transicional que existe entre las áreas templadas y tropicales, a su clima específico y a los varios tipos de suelo donde se ha observado, las especies dominantes varían de una región a otra del bosque.
Usos actuales y potenciales
Las áreas cubiertas por el bosque mesófilo de montaña han sido de las preferidas por los habitantes de las comunidades rurales para la agricultura de temporal, ya que además de poseer clima favorable, humedad y lluvias gran parte del año, sus suelos tienen gran cantidad de materia orgánica. Prueba de dicha preferencia es que en algunas zonas que tuvieron por lo menos parcialmente este tipo de vegetación, se ha desarrollado la más importante agricultura de temporal de clima templado: Mixteca Alta, Mesa de Puebla y Tlaxcala, Valle de México, región del Bajío, etc.
Actualmente, pocas son las áreas propicias para cultivos anuales que se pueden talar y aprovechar agrícolamente, ya que por ser escarpado el terreno donde se desarrolla gran parte de lo que queda de esta comunidad vegetal, la materia orgánica es rápidamente arrastrada por las lluvias y vientos.
Maíz, frijol, trigo, haba, cebada, soya, avena, papa y tabaco son los principales cultivos que se siembran en este tipo de bosque, pero hay una marcada preferencia por el cultivo del café (Coffea arábica L.) ya que, debido a su clima y suelo, es en este ecosistema donde mejor se desarrollan los cafetos.
La cafeticultura que se propagó masivamente a finales del siglo XIX en muchas montañas de México ha sido quizás la principal causa de las perturbaciones que ha sufrido el bosque mesófilo de montaña. Su importancia ecológica es que el café se puede cultivar asociado a algunas especies arbóreas en las más pronunciadas pendientes, áreas donde otros cultivos han tenido dificultades para producir de manera económicamente rentable. Otros cultivos, introducidos en algunas de sus áreas, son pequeñas huertas de naranja, limón, manzana, aguacate, durazno, ciruela, pera y chabacano.
Por lo que respecta al aprovechamiento forestal, a pesar de que gran parte del bosque mesófilo de montaña se encuentra en terrenos abruptos, muchas de las áreas cubiertas por esta comunidad vegetal han estado densamente habitadas y sometidas a una intensa explotación desde hace siglos. Por lo tanto, la vegetación original ha sido eliminada en grandes extensiones de terreno. En regiones enteras ya no existe y en numerosas localidades está casi por desaparecer.
Las cortas y talas clandestinas de este bosque son frecuentes, por lo que abundan los claros que son ocupados rápidamente como potreros y pastizales. Estos rara vez sustentan una ganadería próspera, además, eliminan la posibilidad de la regeneración natural, ya que las reses acaban con los retoños y plántulas y compactan el terreno.
La explosión demográfica, la tala clandestina, el cultivo del café, la ganadería y la agricultura de temporal, muchas veces seminómada, han causado en los últimos lustros la disminución drástica de su extensión. En 1971 ocupaba una área de 1 716 110 ha, o sea 0.86% de la superficie del país. Para 1991 sólo se registraron 142 371 ha que representan 0.07% del territorio mexicano. Es decir, en 20 años el área ocupada por esta formación forestal se redujo a menos de una décima parte (8.3%) a una tasa promedio de 78 687 ha por año.
A pesar de que la superficie ocupada por este bosque actualmente es mucho menor v que por lo mismo contiene relativamente poca cantidad de madera en rollo en pie (9 367 065 m3), su importancia forestal para el país es fundamental por las siguientes razones:
Provee de maderas a muchas de las comunidades rurales que se ubican en él o en sus cercanías, y como su distribución —aunque discontinua— es muy extensa, son bastantes las localidades beneficiadas en la satisfacción de sus necesidades de productos forestales.
La demanda de los múltiples tipos de materia prima que suministran los bosque: como maderas, frutos, gomas, resinas, curtientes, fibras, plantas ornamentales como orquídeas, palmas y helechos, etc., puede aumentar en los tiempos venideros.
Gracias a las favorables condiciones ambientales de las regiones que ocupa y al número de especies de rápido crecimiento detectadas, la silvicultura es capaz de producir grandes volúmenes de madera y productos forestales diversos si se practican técnicas correctas en el manejo del bosque, pero para que éste pueda integrarse a algún programa de alta producción, se debe cuidar que no esté muy degradado.
Es muy importante tener reservas de vegetación original de este tipo de bosque, ya que ocupa suelos frágiles, con una gran probabilidad de erosionarse después de eliminada la cobertura arbórea.
Los relictos de vegetación son bancos de germoplasma, vegetal y animal, que en un momento dado contribuyen en forma significativa a la regeneración del bosque original.
El bosque mesófilo de montaña en conjunto y no a nivel de especies tiene una tasa de crecimiento absoluta y un proceso sucesional más lento que otros bosques de las zonas tropicales. Esto hace que cuando es perturbada su recuperación, por ser lenta, se vea alterada fácilmente por diversos motivos. Es decir, es un ecosistema frágil que requiere mucha atención.
Debido a la neblina, que es frecuente en este tipo de bosque, su deforestación puede contribuir a crear condiciones de semiaridez, ya que la eliminación de los árboles que interceptan y condensan la niebla ocasiona una pérdida considerable de agua que es arrastrada en forma de niebla a otros lugares. Además, sin la cobertura arbórea, el agua de lluvia tiende a escurrir más superficialmente que a filtrarse, lo que provoca desabasto de agua a los mantos freáticos.
Su flora tiene vínculos geográficos interesantes. Por ejemplo, un número significativo de sus árboles, a menudo dominantes, existe también en el este de Estados Unidos. También hay algunas plantas herbáceas, así como briofitas y hongos que presentan este tipo de distribución. Sin embargo, cabe señalar que el elemento neotropical o meridional es cuantitativamente más importante y consiste en géneros y especies comunes con la región andina de Sudamérica.
Su habitat es uno de los más apropiados para la agricultura, ya que es el área donde mejor se desarrollan diversos cultivos. Estos pueden ser anuales o perennes; entre estos últimos, por ejemplo, están los cafetales. En ellos hay gran variedad de elementos florísticos, y aunque su cantidad no puede compararse con la del bosque se puede considerar que son similares, desde el punto de vista ecológico funcional. En ambos casos, cafetal y bosque, las especies arbóreas, arbustivas, herbáceas, epífitas, etc., evitan la erosión del suelo, mantienen el equilibrio de los nutrientes, los ciclos microbiológicos y recirculan la materia orgánica. Sin embargo, la sustitución del bosque por los cafetales conlleva implícitamente la reducción del habitat para muchas especies vegetales y animales, que desaparecerán para siempre y con ellas la esperanza de que algún día puedan ser estudiadas para conocer sus propiedades medicinales, forrajeras, tintóreas, maderables, etc.
Las comunidades del bosque mesófilo de montaña poseen una gran diversidad de especies arbóreas, epífitas, pteridofitas y trepadoras sui generis, particulares o únicas de esta formación forestal. Tal diversidad es importante por sí misma y por ser patrimonio de las nuevas generaciones, lo que nos debe estimular para conservarla y buscar métodos adecuados para aprovecharla de manera sostenida. Pero aunque ya se ha avanzado bastante en el conocimiento, principalmente florístico, de las especies que la conforman, aún no es suficiente; se necesitan más investigaciones que permitan en un futuro no muy lejano su manejo adecuado, pues este recurso actualmente tiende a desaparecer a causa de las actividades humanas.
Perspectivas
Es obvio que no existe información suficiente para aprovechar en forma sostenida y eficiente todas las especies arbóreas nativas del bosque mesófilo de montaña. Pero para algunas, tal vez muy pocas, sí hay información sobre su tecnología y comportamiento en plantaciones forestales, en estudios realizados tanto en el país como en el extranjero. Con dichas especies sería conveniente realizar, lo más pronto posible, programas de aprovechamiento, reforestación y plantaciones forestales, para satisfacer, en cierta magnitud y sin menoscabo de las islas de vegetación original que nos quedan, la demanda de madera de las poblaciones con asentamientos en sus áreas de distribución o cercanas a este bosque.
El conocimiento del comportamiento de las especies en plantaciones no es suficiente para entender cuál es su función dentro del bosque. A éste hay que conceptualizarlo como un conjunto de especies arbóreas, herbáceas, epífitas, etc., con una dinámica propia, es decir, como una unidad ecológica. Como tal, es necesario estudiarlo y establecer cuáles son los procesos ecológicos que gobiernan su permanencia, evolución, regeneración, productividad de materia orgánica, etc. El tiempo que dure el estudio de cada proceso ecológico dependerá del tipo de proceso objeto de la investigación.
Por otra parte, hay algunos estudio de relativa corta duración que son muy importantes para la conservación de la vegetación, a los cuales se debería dar prioridad. Uno de ellos es el ordenamiento ecológico, fundamental tanto para legalizar y establecer áreas protegidas como para manejar y conservar el bosque mesófilo de montaña en conjunto. Como complemento de éste, están los estudios de propagación y tecnología de la madera de las especies arbóreas más importantes por su abundancia, talla y distribución.
Los estudios complementarios del ordenamiento ecológico son fundamentales para hacer más rentable el uso del suelo que la ganadería y los cultivos típicos de las áreas donde alguna vez hubo o aún hay bosque mesófilo de montaña. Entre los cultivos con los que tiene que competir la silvicultura en rentabilidad están, por ejemplo, el cafetal y el maíz.
A corto plazo, es necesario realizar un manejo forestal redituable, que no socabe el poco bosque mesófilo de montaña que nos queda, ya que la utilidad de este ecosistema será la base para su conservación. La falta de un manejo forestal adecuado de muchas de las especies con gran valor comercial, ha sido uno de los factores que ha motivado la reducción de este tipo de bosque. Otro factor es que tradicionalmente se ha pensado que las condiciones ambientales —por demás benignas de este bosque— son las más adecuadas para las actividades agrícolas y ganaderas, en vez de las silvícolas.
El uso no forestal afecta el abasto de madera y éste el desarrollo de la industria maderera. Muchas de éstas no funcionan en forma óptima precisamente por la falta de un abasto de madera permanente, puntual, eficiente y con control de calidad, además, entre más lejos y escarpadas se encuentren las zonas de extracción, más cara es la madera. La forma de trabajar de las industrias forestales ahora se convierte más que nunca en un punto de gran importancia ya que debido a la reciente devaluación del peso mexicano frente al dólar y el Tratado de Libre Comercio, los precio de la madera nacional podrán competir con los de la importada en todos los mercados locales, pues ahora comprarla en el extranjero cuesta lo mismo que adquirirla en el país. Desde este punto de vista. los madereros mexicanos tendrán la oportunidad de hacer más rentables sus empresas que el año pasado cuando la madera extranjera se podía adquirir, en muchos casos, a un precio 30% menor que el precio de la madera mexicana.
Hasta el año pasado se pensaba que esta desventaja en los precios afectaría la industria forestal nacional, mismo que al no poder competir en los precios dejaría de explotar las áreas arboladas y no trabajaría más. Ahora, al mejorar el precio de la madera nacionales deseable que la industria maderera mexicana se haga eficiente y realice un manejo óptimo de las zonas boscosas de donde obtiene su materia prima. Si así sucediera, los estudios ecológicos junto con los de propagación de especies forestales y los de transformación y propiedades de su madera, serían la base para el desarrollo de la industria maderera del país. Sin embargo, si la industria forestal nacional dejara de funcionar por cualesquiera motivos, las masas arbóreas descansarían de su extracción, aunque lo más seguro es quela población les daría otros usos no forestales, como la ganadería y la agricultura.
El crecimiento de la población es muy importante para la permanencia de los bosques. Conforme aumenta el número de habitantes aumenta la demanda nacional de madera, y muchas familias la obtienen de las zonas arboladas sin darles un manejo silvícola, y aunque sepan hacer, como lo han hecho tradicionalmente, la demanda creciente de madera y tierras para cultivar no se los permitirá. Las acciones inmediatas de instituciones encargadas del aprovechamiento y conservación de nuestros recursos forestales son fundamentales para el futuro. El largo plazo nos ha alcanzado, ahora todo depende de qué se entienda por desarrollo, y las maneras en las que se accederá a él.
Especies arbóreas más frecuentes
No obstante que las especies dominantes varían en las diferentes áreas geográficas donde se encuentra esta formación forestal, hay algunas que poseen amplia distribución, ya que se presentan con bastante frecuencia en muchas de las localidades donde se ha encontrado bosque mesófilo de montaña o vegetación secundaria derivada del mismo, dichas especies son:
Otras especies presentes en las áreas donde se ha estudiado al bosque mesófilo de montaña son aquellas pertenecientes a los géneros; Acer (Aceraceae, álamo); Arbutus (Ericaceae, madroño); María (Ericaceae, flor de mayo); Cupania (Sapindaceae, alisal); Dalbergia (Leguminosae, granadino), Dendropanax (Araliaceae, carne de pescado); Drimys (Winteraceae, palo blanco); Ganya (Garryaceae, cuachichic); Gilibertia (Araliaceae, palo de danta); Guarea (Meliaceae. bejuco blanco); Rapanea (Myrsinaceae, chilcuabíl); Salix (Salicaceae, sauce); Saurauia (Actinidiaceae, mameyito); Sryrax (Styracaceae, azahar del monte) y Xyfosma (Flacourtiaceae, coronilla).
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Agradecimientos
Los autores agradecen la revisión del texto de este trabajo a las siguientes personas: Arq. Guadalupe Bárcenas R, doctor Raymundo Dávalos S., M. en Admón. Laura Rucias M. y al M. en I. Víctor R. Ordoñéz C.
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Fernando Ortega Escalona y Gonzalo Castillo Campos
Instituto de Ecología, A.C.
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cómo citar este artículo →
Ortega Escalona, Fernando y Castillo Campos, Gonzalo. 1996. El bosque mesófilo de montaña y su importancia forestal. Ciencias, núm. 43, julio-septiembre, pp. 32-39. [En línea].
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Carlos Vázquez-Yanes y Ana Irene Batis |
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No cabe duda de que ya una parte sustancial del territorio
nacional muestra los daños del mal uso de los recursos naturales. En las regiones más favorables para la vida humana y las actividades agropecuarias, la vegetación original ha desaparecido casi completamente. La existencia de muchas tierras deforestadas y abandonadas o sujetas a un nivel de explotación productiva ínfimo, demuestra lo que en el futuro constituirá la mayor parte del territorio: eriales improductivos, despoblados de la gran mayoría de los elementos de su flora y fauna original, que han perdido la mayor parte del suelo fértil y han dejado de cumplir su función reguladora del régimen hídrico.
La situación anteriormente descrita obliga a pensar y a actuar no sólo para la conservación de los recursos naturales que aún existen sino también a emprender investigaciones sobre cómo revertir, aunque sea sólo parcialmente, el enorme daño ya ocasionado en grandes superficies. En la mayoría de los casos será imposible lograr restaurar un medio ambiente similar al original, ya que la existencia de un suelo fértil, un régimen hídrico regular y una biota diversa son el resultado de milenios de interacción de los seres vivos que pueblan un lugar y su medio físico.
Revertir los daños causados al ambiente es el campo de acción de una nueva disciplina llamada restauración ecológica. Con la restauración se intenta detener el proceso de deterioro del suelo por medio del establecimiento de una nueva cobertura vegetal y, si es necesario, por medio de la realización de obras de ingeniería ambiental que modifiquen algunos de los agentes circundantes alterados que están generando daños (por ejemplo, corrientes de agua incontroladas durante las lluvias violentas en terrenos en pendiente). Aunque la ingeniería ambiental no es una disciplina nueva, como lo prueban las antiguas terrazas agrícolas y obras hidráulicas de Asia y América prehispánica, actualmente ésta abarca muchas otras acciones tendientes a revertir los daños causados por un mal diseño de las obras de construcción involucradas en desarrollos urbanos, industriales y de comunicación o favorecer por medio de la modificación del sustrato la explotación conservacionista de los recursos naturales renovables. La ingeniería ambiental es una actividad que está cobrando cada vez mayor importancia, y representa una opción profesional de gran futuro si tiene buenas bases ecológicas; sin embargo, en el resto de este escrito nos concentraremos en el importante aspecto del uso de las plantas en la restauración ecológica.
Reforestación con especies exóticas
Hace cerca de sesenta años algunos técnicos agrónomos y forestales comenzaron a apreciar los efectos nocivos de la deforestación en los suelos de zona montañosas, lo que dio inicio a las acciones de reforestación en varias parte del país. Desgraciadamente, la ecología era entonces una disciplina incipiente poco influyente y el conocimiento científico de la flora mexicana se restringía al pequeño círculo de los botánicos profesionales cuya autoridad fuera de su círculo era mínima. Esto hizo que en la reforestación se siguiera el camino más fácil, que por entonces era también el más común mundialmente. Éste consiste en el uso exclusivo de algunos árboles muy adaptables a diferentes climas y suelos, de rápido crecimiento, cuyas semillas mejoradas se encontraban y aún se encuentran fácilmente disponibles en el mercado internacional de propágulos.
Se trata de especies exóticas como los eucaliptos (Eucalyptus spp.) y las casuarinas, ambos de origen australiano, y en menor escala, algunos pinos y otras plantas de diversos orígenes. Los árboles nativos de México se llegaron a emplear en número y superficies insignificantes.
Con las mejores intenciones, el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, Jefe del Departamento Forestal de la Secretaría de Agricultura, introdujo en México la casuarina (llamada a veces pino australiano, aunque no es un pino), que se utilizó inicialmente para detener las dunas móviles situadas al norte del Puerto de Veracruz, con gran éxito. De Quevedo también impulsó el uso del eucalipto en reforestaciones, y éste comenzó a propagarse en gran escala en sus propios terrenos, que después donaría a la Ciudad, tomando el nombre de Viveros de Coyoacán.
Esta situación ha continuado casi hasta nuestros días y, en cierta medida, persiste el divorcio entre los académicos —ecólogos y botánicos, quienes conocen la flora y las comunidades vegetales del país— y los técnicos y autoridades quienes tienen a su cargo las reforestaciones. Afortunadamente, esto parece que va a cambiar pronto.
Los eucaliptos han sido denostados frecuentemente por los ecólogos; sin embargo, se trata de un grupo de especies muy valiosas para un propósito en particular: la producción de celulosa. Esto se debe a que pueden cultivarse en grandes densidades, tienen un crecimiento muy rápido, relativamente bajas demandas de nutrimientos minerales y la capacidad muy acentuada de regenerar vegetativamente nuevos troncos a partir de los tocones que quedan después de la tala, por lo que son un excelente cultivo perenne. No obstante lo anterior, prestan un servicio más bien pobre como elementos para la restauración ecológica y la reforestación, pues ejercen un efecto negativo en el medio que restringe el establecimiento de otras plantas, sus hojas duras producen hojarasca persistente y de escaso valor nutricional para el suelo al descomponerse. El suelo permanece desnudo, lo que no favorece la recuperación de la fertilidad ni ayuda significativamente a detener la erosión de suelos en pendiente ni a favorecer la infiltración de agua en el piso. Los bosques de eucaliptos se transforman en ambientes desfavorables para la mayoría de los elementos de la flora y fauna nativas locales y no son repoblados por éstos, por lo tanto, no pueden ayudar a restaurar, simplemente sustituyen pobre e indefinidamente la cubierta vegetal original. La única razón por la que se siguen usando es por lo fácil que resulta su propagación y la obtención de sus semillas, y la garantía que ofrecen de sobrevivencia y crecimiento en muchos suelos deteriorados. Así, representan una respuesta simple que se justifica por la carencia de conocimientos científicos y técnicos sobre el uso y manejo de las especies nativas susceptibles de ser utilizadas para los mismos propósitos. Por lo tanto, se trata de un problema de carencia de conocimientos sobre la alternativa que podrían ofrecer los componentes de la flora nativa, que en México contiene varios miles de especies de árboles.
El uso de las especies nativas
Un recurso fundamental para lograr lo anterior lo constituyen las especies vegetales herbáceas y leñosas nativas que tengan la potencialidad de crecer en zonas profundamente alteradas y que, con el tiempo, permitan la recuperación de la fertilidad del suelo, un microclima y un ciclo hidrológico similares a los originales y el restablecimiento de, al menos, parle de la flora y fauna nativa que aún sobrevive en algunos sitios.
Mientras que los bosques de especies exóticas se transforman por lo general en "desiertos verdes" que no permiten la subsistencia de la gran mayoría de las especies locales de plantas y animales hay varias especies de árboles presentes en México que han sido empleadas para reforestación en otros continentes. Un caso notable es el país centroafricano de Malawi, en el que se han cultivado las especies mesoamericanas Caesalpinia velutina, Enterolobium cyclocarpum, Gliricidia sepium, Guazuma ulmifolia y varias otras, para renovar las fuentes de carbón para uso doméstico, sumamente escaso en esa zona de África.
Cuando se reforesta con especies exóticas se tienen resueltos los problemas de domesticación y disponibilidad de propágulos; sin embargo, los resultados obtenidos con éstas obligan a replantear la necesidad de domesticar y aprender a propagar especies nativas, para lo cual es necesario realizar un inventario de las especies que presenten las propiedades biológicas y ecológicas más adecuadas para cada clima y condición ambiental del país.
Para hacer uso exitoso de las especies nativas de cada región en programas de desarrollo de sistemas agrosilvopastoriles, restauración ecológica y reforestación es indispensable profundizar nuestro conocimiento sobre la biología, la ecología, la propagación y el manejo de las especies disponibles, a fin de posibilitar la domesticación de dichas especies y desarrollar técnicas eficientes de propagación, e incluso llegar a mejorar por selección sexual, clonal o ingeniería genética algunas de sus características más valiosas. Es importante también tomar en consideración la utilidad de las especies para la población local, ya que ello redundará en una mejor conservación de las zonas restauradas.
A lo largo de las siguientes páginas se hará énfasis en las especies leñosas; sin embargo, no debemos descartar el valor que otro tipo de plantas como las gramíneas puede tener en la restauración ecológica.
Sistemas agrosilvopastoriles
Una muestra de cómo podemos utilizar plantas silvestres domesticadas de forma combinada con la producción agropecuaria son los sistemas agrosilvopastoriles, que pueden tener una estructura espacial muy variable dependiendo del tipo de ecosistema del que se trate y del propósito perseguido en su diseño. Se trata de combinaciones de cultivos de árboles y arbustos con cultivos o pastizales, que varían en secuencia temporal, composición de especies, arreglo espacial y en las interacciones biológicas sus componentes (véase figura 1). Si están bien diseñados, sus componentes leñosos pueden prestar servicios valiosos como: sombra, protección al cultivo contra el viento, control de erosión eólica e hídrica, reducción de la evapotranspiración, acumulación de materia orgánica en el suelo, fijación del nitrógeno atmosférico en el suelo y por la vegetación, reciclaje eficiente de nutrientes minerales, retención e infiltración del agua en el suelo y un hábitat adecuado para algunas especies nativas, al mismo tiempo que se obtienen productos suplementarios a los que origina el cultivo o el ganado que se produce en el sitio. Estos productos pueden ser: forrajes, leña y carbón, postes, abonos verdes, vainas comestibles, miel, árboles maderables y frutas, entre otras cosas (véase cuadro 1). Las otras ventajas que nos proporcionan los sistemas agrosilvopastoriles son en esencia una mejor conservación del suelo y reducción en el uso de fertilizantes. Desafortunadamente con frecuencia las presiones de índole económica o las estructuras sociales derivadas de las formas de tenencia de la tierra dificultan la implementación de estos sistemas.
Las leguminosas (Fabaceae) juegan un papel primordial en los sistemas agrosilvopastoriles tropicales por su capacidad para la fijación del nitrógeno molecular atmosférico en moléculas orgánicas; sin embargo, lo ideal es lograr una combinación de árboles cuya hojarasca tenga diferentes niveles de concentración de carbono y nitrógeno, ya que esto propicia una mejor calidad del humus formado y por lo tanto, con el tiempo, la mejora en la capacidad de intercambio catiónico en el suelo.
Ya se trate de restauración ecológica, reforestación o desarrollo de sistemas agrosilvopastoriles, la domesticación es la primera etapa del manejo de los árboles.
Aspectos que se toman en cuenta para definir un sistema agroforestal
• La secuencia temporal
• La composición del sistema
• El arreglo espacial
• Las interacciones biológicas de sus componentes
• Las interacciones económicas de sus componentes
Composición arbórea dentro de los sistemas agroforestales
• Árboles de propósitos múltiples
• Árboles de frutales y cultivos perennes
• Árboles maderables
Tipos de sistemas agroforestales según el arreglo espacial, orientación o densidad de árboles dentro de los sistemas Árboles en linderos
• Postes vivos
• Cortinas rompe vientos
• Plantaciones en linderos
Árboles dispersos
• Árboles de sombra para cultivos perennes o frutales
• Árboles dispersos en potreros
Árboles en callejones
• Cultivos anuales en callejones
• Cultivos perennes en callejones
• Barbechos en callejones
• Callejones forrajeros de estratos múltiples
• Cultivos de estratos múltiples
Servicios o productos derivados de árboles o arbustos de propósitos múltiples
• Sombra
• Protección de vientos
• Control de la erosión eólica
• Control de la erosión hídrica
• Reducción de evaporación
• Fijación de nitrógeno
• Reciclaje de nutrientes
• Conservación del agua
• Mejoramiento del suelo
• Forraje
• Leña y carbón
• Postes
• Abonos verdes
• Vainas comestibles
• Miel
• Árboles maderables
• Frutas
Domesticación de árboles
La domesticación es la adopción de plantas en la naturaleza con propósitos específicos o múltiples, su manejo y propagación controlada y, eventualmente, el mejoramiento de sus propiedades valiosas. En Mesoamérica han sido domesticadas numerosas plantas de valor, entre ellas se encuentran algunos árboles frutales que han sido, al menos parcialmente, manejados por el hombre.
Las etapas de la domesticación de árboles, de acuerdo con su nivel de complejidad, son:
1) adopción en la naturaleza de plantas valiosas, selección de individuos con cualidades óptimas; 2) determinación del o los métodos de propagación más efectivos, ya sea por medio de semillas o segmentos vegetativos; 3) determinación de las condiciones más favorables para el establecimiento y crecimiento de las plantas; 4) recolección, caracterización, evaluación, diversificación, mejoramiento y conservación del germoplasma disponible de la especie; 5) clonación de individuos con características óptimas, inducción de cambios en el genoma para optimizar la adecuación de las plantas a ambientes particulares y/o para incrementar su productividad. Eventualmente la domesticación puede llevar a la pérdida de la capacidad de las plantas para sobrevivir en su ambiente natural original.
Preservar la variabilidad genética natural de las especies debe ser una de las prioridades de toda domesticación. Esta variabilidad puede conservarse ex situ, por ejemplo, bancos de semillas en los que se almacenen propágulos de varias poblaciones de cada especie. Preferiblemente la conservación de la diversidad genética de las especies debe ser resultado de la persistencia de sus poblaciones en comunidades naturales, por lo que un sistema de reservas de la naturaleza es un complemento importante de la domesticación de especies nativas.
La domesticación de plantas multipropósito trae beneficios para las comunidades rurales, se obtienen ingresos y trabajo por la obtención de productos de consumo para el hogar y las pequeñas industrias, al mismo tiempo que se obtienen efectos favorables en el ambiente. Los productos pueden ser: carbón, leña, madera, gomas, resinas y aceites, materiales para artesanías, medicinas, hongos, frutos comestibles, forraje, fibras materiales de construcción y otros. Entre los efectos ambientales están el control de la erosión, el mejoramiento de la fertilidad del suelo, la mejora del ciclo hidrológico, el control de las inundaciones, la disponibilidad de agua, la protección de la flora y fauna y su hábitat, sombra, protección contra el viento y la lluvia.
Las plantas valiosas para la restauración ecológica que pueden mejorar con el tiempo la calidad de los suelos degradados deberían tener las siguientes cualidades:
1) ser de fácil propagación;
2) resistir condiciones limitantes, como baja fertilidad, sequía, suelos compactados, con pH alto o bajo, salinidad, etcétera;
3) tener rápido crecimiento y buena producción de materia orgánica como hojarasca;
4) tener alguna utilidad adicional a su efecto restaurador; por ejemplo, producir leña, buen carbón, forraje nutritivo, vainas comestibles, madera y néctar. Al representar un beneficio para la comunidad estas plantas no serían menospreciadas y destruidas;
5) nula tendencia a adquirir una propagación malezoide invasora, incontrolable;
6) presencia de nódulos fijadores de nitrógeno o micorrizas que compensen el bajo nivel de nitrógeno, fósforo y otros nutrientes en el suelo;
7) que tiendan claramente a favorecer el restablecimiento de las poblaciones de elementos de la flora y la fauna nativas proporcionándoles un hábitat y alimento.
Con el tiempo los conglomerados de estas plantas pueden llegar a facilitar de forma natural el reciclaje de nutrientes, preservándose la fertilidad, y en general acercándose gradualmente a la manera como funcionan las comunidades naturales.
Existen en México varios miles de especies leñosas nativas que son potencialmente valiosas para proceder a utilizarlas con los propósitos antes mencionados. Un primer paso sería inventariar los recursos vegetales disponibles, haciendo énfasis en incrementar nuestro conocimiento acerca de las características de las especies y su relación con sus potencialidades de uso, tales como: taxonomía, distribución geográfica, usos conocidos y conocimiento empírico y científico existente, historia de vida, hábitat y ubicación en la sucesión ecológica, resistencia a factores limitantes, capacidad para tolerar suelos pobres, degradados y químicamente alterados, potencialidad reproductiva, etcétera.
La utilidad de la biotecnología vegetal
Actualmente, la revolución generada por el desarrollo de la biotecnología aporta numerosas opciones y alternativas para el manejo de árboles en programas de restauración y reforestación.
El concepto tradicional de domesticación de plantas involucra un manejo y selección de éstas por el hombre en un periodo de tiempo muy prolongado, para así lograr fijar y mejorar en las poblaciones aquellas características favorables que buscamos. La revolución biotecnológica ha cambiado totalmente la temporalidad de estos cambios, siendo posible ahora incorporar o acentuar características valiosas en las plantas en poco tiempo. En la figura siguiente, adaptada de la propuesta por Bajab en 1986, se muestran todas las alternativas que proporciona la biotecnología vegetal para el mejoramiento de árboles.
Una de las principales aplicaciones del cultivo de tejidos es la micropropagación de plantas, que resulta particularmente valiosa en especies que no se reproducen fácil o rápidamente por semillas. Otra aplicación es la preservación de germoplasma in vitro, que puede sustituir al almacenamiento de semillas en los casos en que éste es difícil o imposible, por ejemplo, plantas con semillas recalcitrantes o especies que se propagan vegetativamente. Las técnicas empleadas para el mejoramiento genético en la actualidad son muy variadas e incluyen: a) variación somaclonal o mutagénesis que se produce a veces, en función de los medios de cultivos, en células provenientes de un mismo tejido y que pueden representar cambios valiosos en el genoma: b) selección in vitro de células con ciertas características deseadas y transmisibles a las plantas regeneradas a partir de las mismas, lo que permite acortar los plazos de programas tradicionales de fitomejoramiento en campos experimentales; c) el cultivo in vitro de anteras u órganos sexuales masculinos, que permite regenerar plantas haploides (que sólo contienen n cromosomas, es decir, la mitad de los de la planta madre que tiene 2n). Esto permite obtener, de manera más rápida que en el fitomejoramiento tradicional, plantas homozigotas para líneas puras utilizadas en la producción de semillas híbridas, por ejemplo de arroz; d) el rescate de embriones no plenamente desarrollados que resultan de "cruzamientos amplios" (entre plantas de distintas especies), y que mediante el cultivo in vitro, pueden regenerarse, logrando así la introducción de material genético extraño a las especies en experimentación; e) la fusión de protoplastos (células cuya pared celulósica ha sido diluida por vía enzimática), lo que permite obtener híbridos entre especies diferentes y, finalmente, f) la utilización de la ingeniería genética y del ADN recombinante, que resulta de la aplicación de la biología molecular y permite la introducción de genes específicos previamente identificados (resistencia a la sequía, alcalinidad y a plagas, rendimiento, tamaño, etc.). El ADNr requiere el cultivo de tejidos y particularmente la fusión de protoplastos para generar las nuevas plantas. Es la técnica más sofisticada de la Nueva Biotecnología y requiere investigaciones básicas en el campo de la biología molecular, la fisiología, la bioquímica y la genética de plantas superiores. Hay además otros procedimientos biotecnológicos que permiten obtener plantas libres de virus, desarrollar cultivos en biorreactores para la producción de compuestos secundarios de plantas, la producción masiva de semillas genéticamente homogéneas a partir de cultivos de embriones de origen somático o zigótico, etc.
Las unidades e instituciones de investigación en el campo de la biotecnología vegetal en México suman alrededor de 38. Es importante señalar que las instituciones que participan en este campo de investigación cubren un espectro amplio, desde un laboratorio en el interior de un departamento, hasta un centro de investigación dedicado casi totalmente a ello.
El mejoramiento genético de plantas practicado en México se orienta a producir variedades libres de virus y desarrollar resistencia a algunas plagas, enfermedades y a condiciones adversas del medio ambiente como salinidad, sequía, choque térmico (mejoramiento de características deseables). A mediano o largo plazo, se prevé la creación de plantas resistentes a la sequedad o la salinidad del suelo, lo que permitirá ampliar las superficies cultivables del país en varios millones de hectáreas. Asimismo, la capacidad de fijación de nitrógeno de las plantas puede mejorarse, ya sea por la mejora de la simbiosis planta-microorganismo o por inserción de genes fijadores de nitrógeno de los microorganismos a las propias plantas, lo que de tener éxito, disminuiría el fuerte consumo de abonos nitrogenados que requiere la agricultura moderna. Este aspecto se está trabajando ya en árboles multipropósito del género Leucaena y se inicia en Prosopis.
Conclusiones
México tiene todo lo que se requiere para iniciar un programa a gran escala de adopción y mejoramiento de especies nativas para la restauración y la reforestación: abundantes especies de árboles nativos, conocimientos empíricos y prácticos de la población humana de las diferentes zonas ecológicas, conocimiento científico acerca de muchas especies, instituciones de investigación, personal científico preparado y un gran campo de experimentación, diverso y heterogéneo que es todo el país.
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Referencias Bibliográficas
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Carlos Vázquez-Yanes y Ana I. Batís
Centro de Ecología,
Universidad Nacional Austónoma de México.
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cómo citar este artículo →
Vázquez Yanes, Carlos y Batis, Ana Irene. 1996. La restauración de la vegetación, árboles exóticos vs. árboles nativos. Ciencias, núm. 43, julio-septiembre, pp. 16-23. [En línea].
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