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Rodrigo Pérez Ortega
     
               
               
La marihuana es una planta que ha sido utilizada desde
hace miles de años por la humanidad con diversos fines, desde la producción de papel y textiles hasta por sus efectos psicoactivos y sociales. No obstante, en la década de los treintas algunos países como Estados Unidos decidieron prohibir su consumo. Uno pensaría que las razones lógicas de esta legislación estaban apoyadas en estudios científicos serios que demostraban que las personas podían desarrollar una adicción fisiológica hacia la marihuana y que sus efectos eran nocivos para la salud, además de ser un problema de salud pública; pero lamentablemente no fue así. La historia de la prohibición del uso de la marihuana es una de motivos viles, de racismo, de manipulación, de prensa amarillista, de intereses corporativos y de legisladores corruptos e ignorantes.
 
Anslinger y su guerra mediática
 
La planta Cannabis sativa ha estado asociada a la humanidad desde hace milenos. Sus primeras referencias remontan a China hace aproximadamente 10 000 años y desde entonces el ser humano le ha sacado provecho, ya que ésta es de rápido crecimiento. De C. sativa surgieron las primeras fibras de uso textil que se tiene en los registros y, conforme fueron avanzando las tecnologías, surgieron nuevos usos para el cáñamo: como alimento (las plantas y la semilla se pueden consumir, así como el aceite de la semilla), para ropa, biocombustible, cuerdas para la navegación y papel. La cepa utilizada para la obtención de dichos productos se conoce como cáñamo y difiere de la que se utiliza con fines psicoactivos debido a que el cáñamo contiene niveles bajos de delta9tetrahidrocannabinol —el compuesto psicoactivo de la planta de marihuana— y altos niveles de cannabidiol, un cannabinoide mucho menos psicoactivo y con aplicaciones médicas importantes. En cambio, la marihuana recreativa proviene de otra cepa de C. sativa que contiene altos niveles de delta9tetrahidrocannabinol y bajos niveles de cannabidiol, además de no ser óptima para uso industrial.
 
A principios del siglo XX la C. sativa se plantaba en la gran mayoría del hemisferio norte, ya que la industria del cáñamo era una de las más fuertes. En esos años, la última oleada de inmigrantes a Estados Unidos venía de México, y con ella empezaron a surgir sentimientos racistas y xenófobos de la sociedad blanca estadounidense hacia los mexicanos que llegaban. Pronto, ésta empezó a asociar a los mexicanos inmigrantes con la marihuana, que era comúnmente fumada entre ellos después de largas jornadas de trabajo. Incluso empezaron a llamar a la planta “marihuana” —fuera o no cáñamo—, el nombre en español de la droga.
 
Los sentimientos racistas de la sociedad blanca estadounidense eran fuertes y la prensa amarillista no esperó para crear rumores acerca de los efectos de la marihuana; había motivos escondidos, ya que los directores de los periódicos dependían de la industria de la madera para hacer su producto, una industria que competía con la del cáñamo. Entre otras cosas, se rumoraba que el fumar marihuana causaba enfermedades mentales y propiciaba que la gente cometiera crímenes, de modo que se asoció su consumo con la violencia de la época y se le veía como una droga perniciosa. Poco a poco empezaron a aparecer leyes en contra del uso de la marihuana en cada estado y California fue el más radical al etiquetarla como veneno.
 
A la vez, en respuesta al uso incrementado de drogas como la cocaína y la heroína, se creó el Buró Federal de Narcóticos. Su director, Harry J. Anslinger era un hombre decidido a acabar con el uso de drogas en Estados Unidos. De 1930 a 1934 éste se dedicó a reunir evidencia, la mayoría proveniente de la prensa amarillista (con la ayuda del periodista William Randolph Hearst) para armar un caso en contra de la marihuana y las demás drogas. El uso de la propaganda en esta época fue crucial para la demonización de la marihuana: posters, cómics, comunicados de prensa y documentales, todo servía a Anslinger y su Buró en su tarea de crearle una terrible reputación. Era frecuente que se publicaran historias de cómo la droga causaba que las personas se tornaran violentas o que incitaba a sus usuarios a suicidarse, y la mayoría de ellas incluía personajes mexicanos y negros. La misma estrategia fue usada por dicho Buró contra la heroína y otras drogas que eran populares entre la comunidad afroamericana.
 
Los motivos por los que Anslinger y el Buró Federal de Narcóticos usaron una estrategia basada en información falsa para asustar a la población no están claros todavía. Durante esos años, apenas se empezaba a estudiar los efectos de la marihuana (y sus diversos cannabinoides) en la salud humana. Incluso, la Asociación Médica Americana publicó un reporte desmintiendo muchas de las falacias de Anslinger. Profesionales médicos se acercaron a él para tratar de convencerlo de que la planta de la marihuana tenía propiedades medicinales y que no causaba enfermedades mentales como él aseguraba. Todo intento por hacerlo cambiar de opinión se vio frustrado y fue respondido con amenazas. Anslinger no podía controlar el tráfico de drogas, pero sí tenía mucha influencia en el flujo de ideas y la ciencia en ese momento era su enemiga.
 
El 12 de agosto de 1937, Anslinger y el Buró Federal de Narcóticos presentaron ante el Congreso estadounidense el Acta de Impuestos a la Marihuana, aprobada sin un debate público, e inmediatamente se clasificó a la marihuana como una droga Categoría i (junto con la cocaína y la heroína). En un inicio sólo se le permitiría su uso a quien pagara impuestos altísimos y con fines medicinales e industriales muy limitados. Prácticamente se criminalizaba su uso a nivel federal. Esto, junto con la campaña mediática que desprestigiaba a C. sativa, propició que otros países emitieran regulaciones y leyes prohibiendo y criminalizando su uso. Desde entonces, cualquier estudio científico serio acerca de los efectos de la marihuana en la salud fue prácticamente nulificado.
 
En años posteriores se intentó, por lo menos en una ocasión, revisar la recategorización de la marihuana y su posible descriminalización. En el gobierno del presidente Richard Nixon se probó que la marihuana era por lo menos igual de segura que el alcohol, por lo que se propuso su descriminalización. Sin embargo, Nixon tenía dos enemigos en 1972: el sentimiento antiguerra y la población negra. No podía arrestar o criminalizar a ninguno de los dos, pero sí a las drogas que consumían. John Ehrlichman, asistente de Asuntos Internos del presidente Nixon confesó años más tarde: “sabíamos que no podíamos hacer ilegal el estar en contra de la guerra o ser negro, pero al hacer que el público asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y después criminalizando pesadamente las dos, podríamos quebrantar a ambas comunidades. Podríamos así arrestar a sus líderes, saquear sus hogares, interrumpir sus reuniones y difamarlos noche tras noche en las noticias nocturnas. ¿Que si sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas?, por su puesto que sí”.
 
Entonces la marihuana que consumían abiertamente los hippies y la heroína que consumía la comunidad negra se mantuvieron en la Categoría i, la más estricta de todas. Hasta hace algunos años, en Estados Unidos a nivel federal, sólo el National Institute on Drug Abuse puede conducir estudios científicos con marihuana y tiene estrictamente indicado estudiar sólo los posibles daños, mas no los beneficios.
 
El caso mexicano
 
La historia de la prohibición de las drogas en México, incluida la marihuana, ha sido siempre coprotagonista de la de Estados Unidos. Durante la época revolucionaria hubo intento de regularlas, sobre todo los opiáceos. México fue uno de los países que firmó la Convención de la Haya en 1912, cuando Francisco I. Madero era presidente, la cual estipulaba la prohibición de los usos no medicinales del opio y la regulación de su compra y venta.
 
Entre las primeras posiciones oficiales respecto de las drogas se encuentra la del 5 de julio de 1916, cuando la Comisión de Boticas emitió un dictamen en que establecía cláusulas para regular la venta de narcóticos. Desde entonces, las leyes que prohíben el consumo y tráfico de drogas se vieron prominentemente influenciadas por los intereses de Estados Unidos y por las ideas de Anslinger. Así, la marihuana pasó de ser una droga de uso común a una altamente prohibida y penada, sin haber representado un problema de salud pública en ningún instante.
 
El 15 de marzo de 1920 se publicó un decreto en el Diario Oficial titulado: “Las disposiciones sobre el cultivo y comercio de productos que degeneran la raza”, el cual estaba claramente inspirado en ideas que aludían a la eugenesia; fue así como México le declaró oficialmente la guerra a las drogas. Posteriormente, con el Acta de impuestos a la marihuana de Anslinger, la criminalización de la marihuana se vería potenciada.
 
No fue sino hasta 1934 cuando México tomó las riendas en su legislación con respecto de las drogas y se quiso deslindar de los que dictaban las leyes estadounidenses. José Siurob, del Departamento de Seguridad Pública durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, decidió revisar la legislación respecto de los narcóticos, de modo que fue creciendo la idea de descriminalizar la C. sativa (y otras drogas) al igual que a sus consumidores, así como el proponer que el Estado estableciera políticas de prevención y rehabilitación de adictos. Estas ideas se plasmaron en el Reglamento federal de toxicomanías de 1940, entre cuyos puntos más importantes se encuentra el tratar a la persona adicta como a un paciente con una enfermedad y no como a un criminal, de acuerdo con el concepto de justicia de la nación. Inmediatamente después de ser publicado, el gobierno de Estados Unidos lo reprobó y condenó, y llegó a presionar tanto al gobierno cardenista con amenazas, que dicho reglamento quedó derogado y los consumidores de droga volvieron a ser criminalizados. No hubo ningún otro intento de cambiar la legislación sino hasta 2016.
 
El debate científico
 
Como se puede apreciar, las legislaciones sobre la marihuana, tanto en Estados Unidos como en México, se han adelantado a los estudios científicos. En ambos casos se tomaron decisiones con información empírica, sin bases científicas estrictas y con ideas eugenésicas y racistas, además de que las políticas prohibicionistas han impedido que se lleven a cabo estudios científicos sobre los efectos medicinales y no medicinales de C. sativa. Las pocas investigaciones que se han hecho con respecto del nivel adictivo de la marihuana han determinado que la probabilidad de convertirse en adicto después del contacto con la droga es de 8.9%. Esta probabilidad es muy inferior comparada con la de la cocaína (20.9%), el alcohol (22.7%) y el tabaco (67.5%) —las dos últimas, drogas legales.
 
También hay que tomar en cuenta los efectos casi opuestos de los dos cannabinoides más abundantes en C. sativa. Por un lado, el delta9tetrahidrocannabinol perjudica los procesos de aprendizaje de manera aguda, produce efectos casi psicóticos e incrementa la ansiedad. Por el lado contrario, el cannabidiol puede incrementar la capacidad de aprendizaje y presenta cualidades antipsicóticas y ansiolíticas en humanos, además de muchos otros beneficios médicos. Debido a que el delta9tetrahidrocannabinol es el compuesto responsable del high asociado con la droga, los productores se han enfocado en cultivar cepas de la planta con la mayor cantidad posible de delta9tetrahodrocannabinol. Esto sin duda ha cambiado los componentes de la planta y ha sido un factor de variabilidad en los estudios longitudinales que se han realizado: no es la misma marihuana la que se consumía hace cincuenta años que la que se consume hoy día. A nivel mundial, la tendencia indica que las cepas actuales tienen alrededor de 10-15% de delta-9-tetrahidrocannabinol y menos de 0.1% de cannabidiol, aunque la demanda de marihuana medicinal ha cambiado esta tendencia en algunos lugares, como el estado de California.
 
Los efectos agudos y crónicos del consumo de marihuana son diferentes y diversos. Aunque la marihuana no es tan adictiva como otras drogas, el uso crónico puede llegar a tener efectos nocivos en el cerebro, como discapacidad cognitiva leve y potenciamiento de padecimientos psiquiátricos. Es importante considerar que no se ha reportado hasta ahora ningún caso de sobredosis por marihuana, como comúnmente ocurre con otras drogas. Para muchos consumidores, los beneficios medicinales son mayores que los efectos negativos de la droga, por lo que deciden continuar su consumo, incluso sin ser adictos.
 
Gracias a los cambios del estatus legal de la marihuana en los Países Bajos, Uruguay, Portugal y algunos estados de Estados Unidos se ha dado cabida a estudios más serios sobre los efectos terapéuticos y fisiológicos de C. sativa. En México, el debate sobre la descriminalización del consumo de la marihuana y la legalización de su uso médico —e incluso recreativo— debe de partir de las evidencias científicas actuales para después ser puestas en un contexto social relevante y tomar en cuenta el derecho de cada mexicano a ejercer su libertad de decisión.
 
     
Referencias Bibliográficas
 
Curran, H. Valerie, et al. 2016. “Keep off the grass? Cannabis, cognition and addiction”, en Nature Reviews Neuroscience, vol. 17, núm. 5, pp. 293-306.
Lupien, John Craig. 1995. Unraveling an American Dilemma: The Demonization of Marihuana. Tesis, Pepperdine University, Faculty of the Division of Humanities, Estados Unidos.
Schievenini, José Domingo. 2012. La prohibición de la marihuana en México, 1920-1940. Tesis, Universidad Autَnoma de Querétaro, Facultad de Filosofيa, México.

En la red

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Rodrigo Pérez Ortega
Instituto de Fisiología Celular
Universidad Nacional Autónoma de México.

Rodrigo Pérez Ortega es tesista de la licenciatura en investigación biomédica básica de la División de Neurociencias en Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es devoto de las neurociencias y disfruta mucho del periodismo científico.
     

     
 
cómo citar este artículo

Pérez Ortega, Rodrigo. 2017. La prohibición de la marihuana en Estados Unidos y México, una historia donde la ciencia tuvo poco que ver. Ciencias, núm. 122-123, octubre 2016-marzo, pp. 122-127. [En línea].
     

 

 

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