del herbario | ||||||||||
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La piña | ||||||||||
Patricia Magaña Rueda | ||||||||||
La historia de la piña se inicia en 1493 cuando Cristóbal La primera pintura de la piña fue hecha por Oviedo y apareció en su libro La Historia General de las Indias en 1535, pero no fue sino hasta 200 años después que se hizo una descripción teórica mas completa de la misma. La planta rápidamente se extendió en su cultivo en varias áreas del trópico en El mundo. En 1549 ya estaba cultivándose en la India y hacia 1700 fue introducida a Inglaterra. Cuando la primera piña se cosechó en ese país y fue presentada al rey Carlos, el hecho se consideró de tal importancia que se hizo una pintura que actualmente se exhibe en un museo de Londres. Hacia 1730, el fruto se encontraba “en casi todo jardín curioso”, de acuerdo a un miembro de la Sociedad de Horticultura inglesa, cuyo libro Los modos distintos de cultivar la piña fue publicado en Londres en 1822. Las evidencias indican que la piña del siglo XIII había sido domesticada y su lugar en la agricultura precolombina estaba bien establecido. Para la época en que Colón llegó a las Antillas, ya se había hecho una selección de plantas bastante superiores a la Ananas silvestre que crece en las selvas sudamericanas hoy. Probablemente las primeras variedades cultivadas no tenían semillas y entonces, como ahora, requerían de propagación por cortes. Ananas comosus (L.) Merril (la piña), se cree que sea un híbrido natural, pero si este evento se llevó a cabo antes o después de su primer uso por el hombre, esto no se sabe. “Comosus” significa penacho de hojas, que en este caso describe la pequeña roseta que crece encima del fruto, y que es una miniatura de la planta madre y puede ser cortado y sembrado para obtener una nueva planta. Por cierto, además del delicioso fruto que produce, de la piña se obtiene un producto llamado bromelaína, que es una mezcla de poderosas enzimas digestivas que han sido usadas como ablandadoras de carne y son la causa de tener cuidado al usar la piña en ensaladas o postres con gelatina, ya que la destruyen y pueden causar un desastre culinario. |
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Padilla, V., 1986, Bromeliads, Crown Publishes Inc., New York, pp. 4-5, 30-32. Benzing, D. H., 1980, The Biology of Bromeliads, Mad River Press Inc., pp. 1-3, 9-10. |
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Patricia Magaña Rueda Facultad de Ciencias, |
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Problemas y acertijos |
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Problemas y acertijos |
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2. Elija un número cualquiera, de preferencia mayor a diez. A ese número réstele la suma de sus dígitos. Por ejemplo, elijamos el 12; la suma de sus dígitos es 2 1 1 5 3. Por lo tanto, la operación requerida es 12 2 3 5 9. El conjunto de números obtenidos de esta forma tiene un divisor común. ¿Puede decir cuál es?
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Cuento |
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La revolución roja |
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J. García Ramos |
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(Cualquier semejanza que quisiera encontrarse con sujetes o sucesos reales, será puramente coincidencia).
La acción principia en un campo cualquiera del sistema vascular. —¡Hola, Espiridión! ¿Cómo te ha ido? Hacía tiempo que no te veía. Digo hace mucho que no estábamos tan próximos como para cambiar algunas palabras. A veces, te había visto pasar raudo, probablemente en una comisión importante. Siempre, desde luego, obligado por los latigazos del “patrón”. Quien así hablaba era un glóbulo rojo que, cruzando suavemente por la vena porta, se dirigía a uno de sus compañeros con el que había tenido un origen común en alguna parte de la médula ósea. A quien se refería como patrón era el corazón, a quien muchos de ellos consideraban como el causante de todos sus males, por la presteza con la que los hacía mover cuando regresaban plácidamente de los capilares del pulmón en donde tomaban, para llevar, su carga de oxígeno. —Bernabé, me alegro de verte, dijo el interpelado, con estas prisas que uno trae a toda hora, es un descanso encontrar a un amigo con quien conversar un rato. Acércate y vámonos juntos hasta la aurícula derecha. Por ahí te iré contando de mis aventuras. —¿Quieres decir que te ha ido mal? replicó Bernabé. No basta con estar trabaja y trabaja sin descanso, sin parar un momento, llevando nuestra carga de oxígeno a todas partes. A los músculos, que dizque trabajan mucho, y sobre todo a esas que les dicen “las neuronas” a quienes uno ve nomás de pasada, al parecer cómodamente sentadas en su oficina, con los pies soba la mesa y con esa su descansada vida sólo recibiendo y enviando mensajes. ¡Qué diferencia con nuestros leucocitos, que se mueven afanosamente por todos lados! He oído decir que a esas neuronas hasta la comida les llevan. —Calla, interrumpió Espiridión, precisamente de eso te iba a contar. Hace poco pasé por el hipotálamo, parece que tienen ahí un gran laboratorio. No sé, creo que es algo relacionado con las catecolaminas. El caso es que se traían allí un gran barullo. No supe qué era exactamente, y en mi largo camino de regreso al pulmón ya hasta se me estaba olvidando el asunto. Recogí mi carga como habitualmente, pero al llegar al corazón me di cuenta que algo grave ocurría. El corazón, digo, el patrón, estaba rete-enojado. Sacudía latigazos a diestra y siniestra. Todo el mundo obedecía apurado. Me llevé un gran susto cuando me empujó, con otros muchos camaradas, por la aorta. En un segundo fuimos a parara las suprarrenales. Allí supe que es ese el lugar donde fabrican la adrenalina. Tienen unos hornos imponentes. Todo el mundo estaba como enloquecido. Que las neuronas del hipotálamo no sé que órdenes les habían enviado y tenían que trabajar casi al máximo. Luego luego, mis simpatías se inclinaron por las células de las suprarrenales, esas pobres desgraciadas, como nosotros. Para los que mandan, no significa nada el momento, la situación, ni el estado de ánimo en que uno se encuentra. —Tienes mucha razón, Espiridión, dijo Bernabé. Por eso no puede uno más que prestar atención a esa propaganda que anda por ahí. Las fábricas deben ser de quien las trabaja, y los privilegiados, como esas neuronas que tú dices, deben ser exterminadas. Pero sigue, sigue con tu relato. —Pues bien, salí de la fábrica, continuó Espiridión. Iban junto a mí unas moléculas de adrenalina. Hicimos el viaje juntos hasta el pulmón. Ellas me contaron que sólo eran mensajeras, pero no logré sacarles más. Al recoger mi carga de oxígeno, temblé al pensar que ya iba a llegar donde el patrón. El trayecto me había parecido, en esta vez, más corto que en otras ocasiones, y me parecía que todo el mundo marchaba más de prisa. Llegué a la aurícula, las moléculas de adrenalina se fueron al patrón, y no sé qué le dijeron. Este se puso furioso. Seguía dando latigazos cada vez más fuertes y más seguidos. Yo recibí un empujón, tan fuerte, que por poco me quedo embarrado en una de las semilunares aórticas. ¡Que impresión tan fuerte! Peto tú, ¿dónde andabas en todo esto? —Pues mira, respondió Bernabé, yo me pasé una temporada de descenso en el bazo. Algo había oído hablar de esas situaciones a la gente madura. Precisamente, se dice que un tal Pepe Lenox, anda tratando de crear conciencia en todos nosotros de que somos iguales a los demás, y que sólo debemos luchar por nuestros derechos, sino que somos nosotros los que debemos gobernar este territorio en el que laboramos. A mí me llenan de ilusión esos conceptos. —Precisamente en esos momentos pasaba un grupo repartiendo unos volantes en los que se citaba a una “Asamblea General” para decidir la fecha en que se produciría el inicio de la Revolución. Unos días más tarde nos encontramos con nuestros amigos en una gran “concentración de masas” en algún sitio del bazo. Un compañera, pequeñín, arengaba a la multitud. Camaradas, decía, ha llegada el momento de implantar la dictadura del proletariado. Estamos hartos de seguir siendo las víctimas de los que todo la tienen y sólo dejan para nosotros el trabajo incesante y los malos tratos. Si todos hemos nacido iguales, es natural que todos tengamos los mismos derechos. No hay razón para que existan privilegiados que gozan de toda clase de comodidades. Nuestro primer movimiento será en contra del patrón. ¡Abajo el Patrón! Gritaron muchos ¡Abajo todos los patrones del mundo! Añadieron los más exaltados. ¡Abajoooo! Gritaron todos a coro. Pues bien, siguió diciendo el líder, el plan es el siguiente. Vamos a privar al patrón de su oxígeno, y la forma de realizar este tipo de huelga es así: tengo noticias que en la coronaría descendente anterior, esa avenida que ustedes bien conocen, un grupo de moléculas de colesterol ha empezado a cavar unas trincheras. La idea es que nuestros carros con fibrina pueden descargar allí muy fácilmente y bastarán unos millares de nosotros para ayudar a la formación de un trombo que ocluya la avenida. Cómo vamos a reír cuando, al cortar el aprovisionamiento de oxígeno, el patrón se esté muriendo. Entonces comprenderá que nosotros también tenemos importancia. Después de acabar con el patrón, haremos algo semejante con las neuronas. ¡Que viva el glóbulo rojo universal! ¡Que viva! Corearan todos, a quienes se les veía brillar los ojos ante el gran desquite próximo. Una vez terminados nuestros opresores, habremos de luchar por obtener las conquistas a que tenemos derecho. Gozar del producto integro de nuestro trabajo. Disponer de los periodos de descansa que nos han escatimado y tal vez hasta logremos conseguir que nos vuelvan a dar el núcleo que nos quitaron. Los acontecimientos que siguieron no pudieron ser realizados exactamente conforme al plan trazado. La oclusión de la coronaria fue sólo parcial. Al parecer, intervino cierta ayuda externa. Los rumores señalaban a “las grandes potencias”. El caso es que de repente flotaba en el ambiente una cosa que alguien identificó como ouabaina y que alguna interferencia tenía con la adenosintrifosfatasa de sus membranas. Aparte de eso, aunque el acarreo de oxígeno de los pulmones estaba reducido, de repente alguien ponía en disposición un oxígeno que parecía más “fuerte” y al que no costaba gran trabajo recoger. El líder andaba un poco descorazonado y triste al ver que ya empezaban a lanzarle miradas de desconfianza. Entonces se le ocurrió, para aliviar el desencanto que ya había empezado a ser presa de muchos, que iniciaran la carga contra las neuronas. El plan era semejante al anterior, aunque ahora se realizarla por la oclusión de la meníngea media. No tardaron en ponerlo en marcha y, felizmente, el éxito fue completo. Muchas neuronas murieron luego ¡Y parecían tan resistes las malditas! Además, la actividad de los músculos y de muchas glándulas parecía paralizada. El patrón sufría el golpe de manera especial cada vez incitaba al trabajo con menos fuerza. Lo grave es que los alimentos empezaron a escasear. Decidieron que seguramente por ahí existía algún acaparador. La situación se hacía insostenible por momentos. Las buenas noticias eran, cada vez, de menor consuelo. Se decía que el patrón estaba muriendo y, eso sí, la noticia en algo endulzaba la falta de “pan”. Cuando la carencia de alimentos se exageró, ya nada servía de consuelo a los glóbulos rojos. Al poco tiempo, el patrón dejó de latir, y entonces comenzó una agonía lenta para los glóbulos rojos. Inmóviles y amontonados iban perdiendo sus fuerzas. Por fortuna (mala fortuna desde luego) empezó a hacer frío, eso reducía el hambre, pero hacía más largo y prolongado el fin que ya todos esperaban. La revolución roja había vencido, pero había tenido que pagar un precia tan alto que nadie había podido gozar de ese triunfo. Este cuento tiene una moraleja. Todos los componentes de un grupo organizado son importantes. En toda sociedad organizada, con funciones múltiples, la división del trabajo entre todos sus integrantes tiene que ser lógico y natural. Cada uno desempeña un papel en la compleja maquinaria, según las necesidades del conjunto. Es posible establecer jerarquías entre los distintos grupos de individuos componentes, pero los criterios para ejecutarlo han de ser muy subjetivos. Lo cierta es que todos los grupos integrantes de la sociedad deben considerarse importantes y en conjunto sentir que su labor, cuando es bien hecha, se traducirá en mejoría y bienestar común. Esta reflexión, al ser tenida en cuenta, origina la satisfacción del deber cumplido. EI trabajo no es degradante, y no es una carga cuando pierde su carácter de obligatorio para ser visto como la personal contribución al beneficia colectivo. Se podría argüir que las clases que dirigen la marcha de la sociedad pueden equivocarse. De hecho se equivocan a menudo, pero constituye un error la creación de grupos opositores que no se limitan a externar su opinión, sino a oponerse con hechos violentos ante una situación actual determinada, por la decisión de las mayorías. Una sociedad en la que los distintos grupos tiran por su lado porque consideran que cada uno de ellos tiene la razón, sólo puede provocar el retraso o el desquiciamiento y aniquilamiento de esa sociedad. Todo mundo tiene derecho a disentir y eso es bueno; pera las libertades individuales deben tener un límite, y éste surge cuando el ejercicio de los derechos del individuo interfiere con el progreso y el bienestar del grupo. Los derechos de la sociedad deben estar por encima de los de derechos individuales, porque el progreso de esta sociedad asegura en mayor grado el beneficio de todos y cada uno de sus miembros. |
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J. García Ramos Investigador del CINVESTAV. |
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El cerebro igualitario |
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Georgina Ferry | ||||||||||
Los neurólogos han pensado durante mucho tiempo que el cerebro está organizado de manera jerárquica. Pero ahora parece que realmente trabaja en forma democrática e interactiva. Para un extraterrestre, un juego de “cricket” o futbol americano resultaría completamente ininteligible sin el conocimiento de ciertas reglas básicas, sobre las cuales están organizados estos juegos. De igual manera, nosotros los humanos quedamos perplejos al analizar nuestros cerebros. Si bien, las acciones del cerebro —como el pensamiento, la conducta o la regulación de las funciones corporales— pueden ser examinadas, las reglas de su organización no están ni con mucho dispuestas de manera comprensible. Los mismos científicos tienen que inferir tales reglas a través de la observación de los efectos de sus incursiones sucesivas dentro del dominio del cerebro, o de los “ataques terroristas” en forma de daño o disfunción neurológicos. La tarea no es nada fácil. Pero la investigación reciente está desplazando la noción de un cerebro organizado en jerarquías por una nueva visión de un cerebro “interactivo”. El primer neurólogo que construyó una teoría comprensible acerca de cómo está organizado el sistema nervioso (SN) fue John Hughlings Jackson (o Hughlings-Jackson, como él prefería que lo llamaran), quién nació en 1835. Fuertemente influenciado por la filosofía evolutiva contemporánea y la sociología, optó por los principios jerárquicos que reflejaban las ideas de evolución de las especies y el desarrollo de la civilización. Sus observaciones clínicas le condujeron a ver el SN como una serie progresiva de unidades de menos a más organizadas, de las más simples a las más complejas de las más automáticas a las más voluntarias. Para cada función del cerebro —movimiento, habla, conciencia, etc.— estableció una jerarquía de tres niveles, cada uno de los cuales controlaban al inferior. Si una unidad de nivel superior estaba inactiva, las funciones del nivel inferior —normalmente controladas— quedarían libres. La evolución —proponía él— agregó progresivamente niveles superiores de control, ya fuese a través de la historia de las especies o durante la vida de un individuo. El proceso opuesto, “disolución”, se manifestaba por la pérdida de los niveles superiores durante la enfermedad. Estas ideas de control y liberación llevaron a Jackson a clasificar los síntomas neurológicos en “positivos” y “negativos”, una distinción que aún se hace en la siquiatría y neurología modernas. Los síntomas negativos, tales como la incapacidad de hablar después de un golpe fuerte, se supo surgían por la ausencia de las unidades que normalmente regulaban la función afectada (el habla, en este ejemplo). Los síntomas positivos, tales como las respuestas reflejas exageradas, se daban por actividad patológica de unidades en los niveles inferiores que perdieron sus influencias reguladoras. Jackson basó completamente sus teorías en sus observaciones de pacientes del London Hospital en Whitechapel y de algunas otros lugares. Consideraban la enfermedad neurológica como un “experimento natural” en el cerebro y nunca realizó ningún experimento en el laboratorio. ¿Qué tanto han permanecido esas ideas hasta los trabajos de los neuro-científicos modernos? La imagen de una jerarquía de tres niveles tiene todavía su atractivo. El cerebro mismo posee tres grandes subdivisiones: cerebro posterior o tallo cerebral, que contiene los sistemas de regulación autónoma como la respiración, la circulación y temperatura corporales; el cerebro anterior, asiento de la consciencia y decisiones voluntarias; y el cerebro medio que inicia el procesamiento de la información sensorial. Superficialmente, las vías del SN que controlan el movimiento también parecen conformarse al ideal Jacksoniano. Podemos hacer movimientos finos sólo si una secuencia de centros neuronales se activa. La médula espinal por sí sola, como Jackson lo sabía, puede dar inició sólo a movimientos reflejos. Hans Kuypers y sus colegas en el Departamento de Anatomía de la Universidad de Cambridge mostraron que las vías descendientes del tallo cerebral a la médula controlan los movimientos relativamente burdos de las extremidades y posibilitan que una persona consiga un blanco. Las vías descendientes de “cerebros superiores” de la corteza motora a la médula espinal, refinan estos movimientos y permiten a una individuo controlar separadamente sus dedos con precisión. El cerebelo, es la estructura profusamente convulsionada que se extiende alrededor del tallo cerebral, media entre los varios niveles. Pero las relaciones entre estos niveles no son jerárquicas, operan en paralelo y no en serie. Algunos tipos de enfermedades cerebrales acarrean la “disociación” del sistema, en el sentido que usó Jackson. El control fino se pierde primero que los movimientos gruesos de las extremidades o el control de la postura. En el Mal de Parkinson, por ejemplo, están dañados centros cerebrales que inician movimientos planeados. Este daño explica la dificultad del paciente para levantarse de una silla o para iniciar la marcha; pero el tremor y la rigidez característicos son más difíciles de explicar. Peter Mathews, del Departamento de Fisiología de la Universidad de Oxford, ha investigado con detalle la rigidez de la gente con Parkinson, identificando un posible mecanismo para ella. Sugiere que algunos cambios en el cerebro alteran la responsividad de las células en los niveles inferiores del sistema, la médula espinal. El resultado es que estas células híper reaccionan a los mensajes de los músculos, los cuales indican el grado de tensión que tienen y envían instrucciones reflejas para que los músculos se contraigan. Esta explicación se ajusta al esquema de Jackson de “liberación” de la actividad patológica en los centros inferiores, cuando los superiores están dañados. Mientras que las descripciones del sistema motor aún contienen elementos jerárquicos, la analogía de una estructura de comando autoritaria comienza a romperse cuando miramos el procesamiento que el SN hace de la información sensorial. Ei problema con una jerarquía es que necesita un ápice, como Jackson lo pensaba, tanto que iniciaba sus conferencias dibujando una pirámide en el pizarrón para representar la jerarquía funcional del cerebro. Quizás en la visión, como en ningún otro caso, tal ápice ha resultado terriblemente evasivo. No hay una región maestra en el cerebro que diga: “Ajá, así que esto es esto” en respuesta a los reportes subordinados de las regiones que analizan características de la imagen visual. Los programes computarizados que se realizaron en los años 50 y 60, se diseñaron para modelar la forma en que el cerebro reconoce patrones, e incluían algo así como un centro maestro de toma de decisiones. El cerebro se ha negado sistemáticamente a mostrar la existencia de un análogo neuronal. Aún en términos sociológicos, tal acción de toma de decisiones existe. Los teóricos computarizados ofrecieron, sin embargo, otros puntos de vista respecto a la organización de la información sensorial que ha resultado más provechosa. Introdujeron el concepto de procesamiento paralelo, por oposición al procesamiento en serie, tanto de los ciclos de retroalimentación positiva y negativa como de los sistemas interactivos. La aplicación de estos conceptos al sistema visual parece compensar las defectos de las nociones jerárquicas. Las técnicas que permiten el registro de células aisladas en las cerebros de animales y el hombre, han hecho posible mapear con detalle la forma en que el cerebro reconstruye su entorno visual. En las años 60 y 70 David Hubel y Torsten Weisel en la Universidad de Harvard, estudiaran las células de la corteza visual que responden progresivamente a patrones visuales más complejos: un punto de luz, una barra, una barra en movimiento, etc. Además, mostraron áreas visuales sucesivas, aparentemente especializadas en el análisis de aspectos particulares de la escena (designados como áreas V1 y V5). Las células en V1 reciben señales de la retina vía una estación de relevo que codifica la posición de los objetos en su espacio visual, y por sí mismas son sensibles a la localización de líneas simples y bordes. Las células V4 son sensibles a la longitud de onda y las V5 al movimiento. La proposición de una jerarquía Jacksoniana de lo simple a lo complejo parecía excelente para áreas visuales que pasan el mismo conjunto de datos de una a otra y determinan el análisis continuado. Pera las nuevas técnicas anatómicas revelan que la supuesta autocracia es al menos democrática y posiblemente anárquica, estrictamente en el sentido de no tener soberano. Nadie sugeriría que la corteza cerebral no está altamente organizada. Haciendo uso de las técnicas de marcaje que permiten trazar conexiones de un área a otra, Semir Zeki, del University College en Londres, ha encontrado que las relaciones de las áreas visuales no siguen una secuencia lineal. Mientras que las células en V1 envían terminales a V2, también las envían en forma paralela a V3, V4 y V5. Lejos de ser un simple analizador de líneas y bordes, V1 actúa como un centro de distribución donde diferentes aspectos del mundo visual: longitud de onda, movimiento, contraste, etc., son segregados antes de pasar a las áreas que se especializan en tales aspectos. ¿Cómo se recombinan estos mensajes segregados para dar una imagen reconocible? Aún es un misterio. Las áreas visuales se comunican entre sí y con otras partes del cerebro donde se han encontrado células que responde sólo a patrones con características complejas. Vernon Mountcastle, de la John Hopkins University, ha registrado células de la corteza parietal que responden a un punto luminoso en movimiento, ya sea hacia dentro del campo visual o alejándose de él (pero no en ambos) y en cualquier dirección. La explicación más plausible para esto se refiere a que las células están menos interesadas en los movimientos de los objetos per se que en su movimiento aparente relativo al observador. Edmundo Rolls de la Universidad de Oxford, registrando las células de la corteza inferotemporal, encontró que algunas responde al estímulo visual sólo si tiene significado para el animal, tal como una asociación con comida, por ejemplo. Estas observaciones demuestran que la información visual entra a redes en las que puede asociarse a información de muchas otras fuentes. Pero no hay, hasta donde podemos decir, una vía final común que reúna todos estos análisis parciales y reconstruya un todo significante. Es muy difícil hablar de “áreas visuales” circunscritas, cuando los aspectos de la visión reciben atención de todo el cerebro. Mientras que los neurólogos de la época de Jackson pensaron encontrar facultades particulares localizadas en regiones específicas del cerebro, los neuro-científicos de hoy están encontrando esas localizaciones más distantes y difíciles de lo que imaginaban. En su lugar, ahora se habla de “sistemas distribuidos” o “conjuntos codificadores”; redes de células actúan en concierto para producir una percepción, sensación o pensamiento. ¿Pero cómo es que la actividad de estos sistemas distribuidos construye nuestra experiencia del mundo? Con esto regresamos al viejo problema de la relación entre mente y cerebro. Para Jackson era obvio que los estados mental y nervioso tenían relación entre sí, pero no pudo explicar la naturaleza de tal relación (como tampoco pueden los neuro-científicos actuales). Se conformaba con proponer su “Doctrina de la Concomitancia”, un conjunto de afirmaciones cuya aparente claridad encubre una idea que es casi imposible de aceptar para el sentido común. Su doctrina afirmaba: primero, que los estados mentales son completamente diferentes de los estados neuronales; y aseveraba también que para el estado mental hay un estado neurológico correlativo sin que nadie conozca la naturaleza de la relación. Concluía que si bien los estados mentales neurológicos ocurren en paralelo, no se interfieren. Esta doctrina parece ser una proposición ambigua de la existencia separada de la mente y el cuerpo, aunque retiene cierta noción de interdependencia. Es raro encontrar en nuestros días un neuro-científico que esté preparado para continuar en la dirección de las nociones dualistas del filósofo francés René Descartes. Aquéllos a los que molesta en absoluto considerar el tema, tales como Pat Wall del University College de Londres, prefieren ver al organismo humano como una unidad global, siendo los eventos mentales simples manifestaciones observables de los eventos neuronales. Sin embargo, hay una notable excepción en la persona de Sir John Eccles, que ganara el premio Nobel en 1963 por sus estudios sobre la comunicación química entre las células nerviosas, quien en compañía del filósofo Karl Popper ha continuado tenazmente por el camino dualista y contra toda duda. Popper y Eccles hablan en términos de tres mundos de los cuales sólo dos nos conciernen aquí: el mundo 1 se refiere a las realidades físicas y el mundo 2, igualmente real, pero inmaterial, a los estados mentales. Mientras Jackson dudaba de que hubiese alguna influencia de los estados mentales sobre los neuronales, Eccles insiste en que tal circunstancia es posible. En su teoría, la mente auto-consciente selecciona información desde la “laison brain” de los eventos en el mundo 1 y provee la continuidad de experiencia en el mundo 2. Pero esto influye en las respuestas del cerebro mismo, según sugiere. Como Popper y Eccles reconocen en su libro “El Yo y su cerebro” (Springer, 1977), esta sugerencia viola las leyes fundamentales de la física. No teniendo materia la mente, no puede influir al cerebro material. Eccles, sin embargo, cree que el problema se resuelve ahora con la mecánica cuántica. Al nivel de lo muy pequeño, los cambios en la probabilidad no implican en sí mismos ninguna transferencia de material a energía. En el SN el sitio ideal para tales mecanismos es la sinapsis, la unión entre dos células, donde pequeños paquetes de transmisor químico son liberados en forma probabilística. La mayor parte del pensamiento neurobiológico corriente identifica la sinapsis como el lugar donde tiene sus bases el aprendizaje y la memoria. La mente, concluye Eccles triunfal, ejerce sus efectos incluyendo la probabilidad de que los paquetes de neurotransmisor sean liberados. Muchos aún están esperando quedar convencidos y, aunque el problema mente-cerebro ha mantenido ocupados a los filósofos durante siglos y probablemente continué haciéndolo, para la mayoría de los neuro-científicos apenas se trata de un punto a discusión. La mente auto-consciente es un concepto intuitivamente atractivo que condiciona la selección e integración de la experiencia sensorial. Al abandonar las jerarquías de Jackson en favor de los sistemas distribuidos se remueve la necesidad de un depositario último, con autoridad dentro y fuera del cerebro. El cerebro se informa sólo así mismo y además se reconstruye a la luz de su existencia. Como una jerarquía sin límites, surge un estado nuevo, igualitario y auto-definido. |
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* Traducción de Hortencia González del artículo original publicado en New Scientist, 9 de enero de 1986. | ||||||||||
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Georgina Ferry | ||||||||||
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Bit, Bait, But |
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Elisa Viso G. | ||||||||||
Esta es la primera de una serie de notas acerca de un tema muy usual hoy en día: las computadoras. El objetivo de las notas es difundir los conceptos que más comúnmente están siendo utilizados, tanto por expertos como por simples aficionados. El título de estas notas se refiere a tres palabras que continuamente se oyen (escritas fonéticamente). Empecemos por describir lo que es un bit, que casualmente se escribe igual que se pronuncia. Las computadoras, al igual que sus hermanas menores, las calculadoras, consisten de distintos componentes que utilizan para realizar las operaciones que se les piden. El “cerebro” de la computadora (o la parte que controla y emite las órdenes para que se ejecuten las operaciones) es lo que conocemos como procesador central o simplemente procesador (“Central processing Unit", CPU). Además de eso, la computadora cuenta con una “memoria” (como lo sería una hoja de papel) en la que “anota” resultados intermedios de sus operaciones, “recuerda” qué es lo que tiene qué hacer (su programa) a bien acomoda allí la información con la que piense trabajar. El otro componente importante de la computadora es todo aquel equipo que le permite comunicarse con el “exterior”: le permite que el usuario le dé información, le muestra resultados al usuario, escribe información en formas tales que la pueda leer fácilmente después, etc. A este equipo es a lo que se conoce como equipo periférico o periféricos (pues están en la “periferia” de la máquina). Las impresoras, las pantallas, los teclados, los discos, son todos periféricos. Si pensamos en la hoja de papel que mencioné antes y en el uso que podemos darle para anotar allí todo lo que querernos “recordar” de un proceso, al anotar estamos utilizando un cierto “vocabulario” y reglas para combinar a los elementos de ese vocabulario. Por ejemplo, si estarnos utilizando la hoja de papel para escribir números, el vocabulario con el que contamos son los dígitos del cero (“0”) al nueve (“9”), el punto decimal y los signos “1” y “2”. De entre las reglas para combinarlos puedo mencionar, por ejemplo, que un número no puede tener más que un punto decimal o más de un símbolo de signo, pero que puede no tener signo en cuyo caso es positivo el número, que el signo precede al número… Si nuestra hoja de papel es cuadriculada, podemos exigir que no haya más de un símbolo del vocabulario en cada cuadrito. De esta Forma podemos hablar de cuántos símbolos caben en la hoja (la capacidad de la memoria). La computadora tiene una memoria electrónica “cuadriculada”, pero en cada cuadrito sólo puedo poner uno de dos símbolos pues el cuadrito puede estar en uno de dos estados: magnetizado-no magnetizado, prendidoapagado, vivo-muerto. Por ser dos estados posibles se acostumbra hablar de cero-uno. A cada uno de estos “cuadritos” es a lo que se le conoce como un bit (binary digit). Volviendo a la similitud con la escritura de números en la hoja de papel, el dígito (o símbolo) es binario porque al tener sólo dos símbolos posibles se tiene un sistema numérico base 2 o binario (en el caso de la notación decimal, dado que el sistema es base 10, tiene 10 símbolos distintos: 0, 1, 2, … , 9). Para poder representar números, letras o, en general, cualquier cosa, se “codifican” como lo hacíamos en primaria para mandar mensajes secretos: simplemente hacemos una lista en la que anotamos que “1100111” representa a una “a” “0001110” a un punto, etc. El único problema que persiste es que no contamos con el blanco para separar símbolos, por la que es necesario ponerse de acuerdo cuántos bits tomar para decidir a qué símbolo representa esa sucesión particular. Los fabricantes de computadoras tardaron en ponerse de acuerdo (por razones que expondremos en otro momento), IBM decidió agrupar a los bits de ocho en ocho y a estos grupos les llamó bytes (ésta es la ortografía correcta de bait). Al escuchar la palabra “byte” fácilmente la traducimos por “mordida” (aunque no se escriba así en inglés) y éste resulta ser una traducción adecuada: estamos hablando de una “mordida” de bits (esta palabra fue acuñada por IBM). Como mencionamos brevemente arriba, es importante saber cuál es la capacidad de la memoria de una computadora. Esta capacidad se mide, en las microcomputadoras, en bytes. Pero para que el asunto no sea tan sencillo, en lugar de decirse simplemente el numero de bytes que tiene tal o cual computadora, se habla en múltiplos de 1024. A cada grupo de 1024 se le denomina 1k de memoria, por lo que si se dice, entonces, que una computadora tiene 256k de memoria, lo que se está diciendo en realidad es que tiene 256 veces 1024 bytes —se eligió el número 1024 porque todo en la computadora se hace en el sistema binario y 1024 es la potencia de dos más cercana a 1000. Por último quiero, a reserva de extenderlo en ocasiones posteriores, hablar de lo que es el but (en realidad se escribe boot). Cuando la computadora está trabajando realiza determinadas operaciones. Por ejemplo, pide información al teclado o escribe en la pantalla. Sin embargo, para que pueda realizar cualquier serie de acciones, la lista de las operaciones a realizar debe estar en su memoria: todo lo que sabe la máquina es recorrer y obedecer esa lista. Todas las microcomputadoras cuentan hoy en día con un programa muy primitivo, residiendo en la memoria, y que es lo que se ejecuta automáticamente al encenderse la máquina. Este programa consiste, casi siempre, de las instrucciones para que se coloque en memoria un programa un poco más complicado y que se encuentra en un cierto periférico (generalmente un disco). Este segundo programa puede también ser sencillo y que invoque a un tercero un poco más complicado, y así sucesivamente hasta que queda “instalado” en la memoria el administrador (el jefazo) de la computadora, que es quien va a indicarle a la máquina qué hacer y cuándo hacerlo. Este administrador puede ser muy simple o muy complicado y es a lo que se conoce como el Sistema Operativo. Para una misma máquina puede haber distintos Sistemas Operativos, pues cada uno de ellos puede estar enfocado a distintos usos. El término boot viene del más extenso boot strap. Conozco dos versiones del mismo. La primera es que las botas tienen una correa (boot strap) con la que se ayuda uno a ponérselas. Se acomoda la bota en el pie y después, con la correa, se logra colocar exactamente en su sitio para poder caminar con ella. Esto es similar a la forma en que se instala el Sistema Operativo: primero se “medio acomoda” y después se da el tirón para que quede en su lugar. La segunda versión se refiere a la forma en que se colocan las agujetas en una bota. Se coloca la agujeta en el primer juego de orificios. La colocación en el segundo juego “descansa” sobre la colocación en el primero y así sucesivamente. En esta interpretación se enfatiza el hecho de que la instalación final del Sistema Operativo se va haciendo por fases pequeñas y donde cada una de las fases depende de la anterior. Cuando se dice (incorrectamente) que se le va a dar el boot a la máquina (o aún más feo, “bootear”) lo que se quiere decir es que se va a instalar algún Sistema Operativo particular para que la computadora sea administrada por él. |
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Elisa Viso G. Profesor del Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, UNAM. | ||||||||||
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