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Adolfo Olea Franco
     
               
               
La preocupación por los orígenes —del hombre, la sociedad,
el lenguaje, las artes, los minerales, las plantas y los animales— es común a todas las culturas de la antigüedad. Todas produjeron mitos y cosmogonías que intentaban descifrar tales enigmas; su resolución no sólo tenía un interés intelectual, sino garantizar la organización y cohesión sociales, legitimar el ejercicio del poder y establecer las tareas que determinan el sentido de la vida humana. Se ha dicho que las teorías cosmogónicas son racionalizaciones de los mitos; confieren a fuerzas y procesos naturales la responsabilidad de los acontecimientos que los mitos atribuían al creador.1 Mitos y cosmogonías, en particular los de la cultura europea, guardan una relación paradójica y contradictoria con las ciencias modernas. Por un lado, resulta innegable que éstas se construyeron como una respuesta contra las concepciones precedentes pero, por otro, también que algunas ramas del saber contemporáneo dependen de raíces que se hunden en tiempos de los que ya no tenemos memoria.
 
La búsqueda histórica de los primeros planteamientos evolutivos ha sido guiada por la propia concepción evolutiva. Se concluye así, sin mayor argumentación, que las teorías de Jean-Baptiste de Lamarck (1744-1829) y Charles Darwin (1809-1882) surgidas en el siglo XIX, deben ser producto de una evolución lenta y gradual del pensamiento. De este modo, las ideas evolutivas se auto explicarían. Uno podría decir igualmente que la concepción marxista sobre la lucha de clases como motor de la historia es producto de la lucha de clases, o que la teoría freudiana sobre la sexualidad es producto de la libido sublimada. Pero estas explicaciones autorreflexivas, por más que parezcan profundas, son circulares y hacen perder la historicidad del asunto en cuestión.
 
¿Por qué aparece una teoría en un contexto social e histórico concreto y no en otros? ¿Qué problemas se plantearon Lamarck y Darwin y de qué conocimientos dispusieron que los llevaron a donde Aristóteles no quiso y no podía llegar? No es que lo moderno sea superior a los antiguo; se trata, más bien, de entender la historia del saber en el sentido de la posibilidad2 . Hay ideas que son impensables en momentos determinados de la historia porque no forman parte de las preocupaciones ni del horizonte teórico establecidos. Posiblemente, una de las causas de que nos engañemos respecto a la historicidad del saber es la extendida suposición de que para conocer la realidad basta con observarla. Hoy, a pocos escapa que la observación es también un acto teórico; para comprender el mundo en que vivimos es necesario construir teorías interpretativas con una alta dosis de imaginación3.
 
Trasplantar un aspecto de la cosmovisión de los naturalistas jonios a las teorías evolutivas del siglo XIX, y pretender que así se demuestra una filiación conceptual o una descendencia histórica, es un procedimiento tan sencillo como artificial. Las preguntas que Anaximandro (610-545 a.C) y Darwin se plantearon y las respuestas que elaboraron son similares, no tanto los conocimientos de donde partieron ni las condiciones materiales e intelectuales en que vivieron. La similitud entre sus ideas consiste en el esfuerzo por elaborar una concepción materialista de la naturaleza que expulsa a los dioses del campo del conocimiento.
 
Sólo se encuentra lo que se busca. Realizar un "descubrimiento" implica una intención, una convicción previa a la búsqueda; tal vez esa sea la razón por la que muchos científicos no comprendieron ciertos fenómenos naturales con los que estuvieron en contacto sin proponérselo. La realidad que no se erige como objeto de estudio, de trabajo o de vivencia raramente puede ser cognoscible. En otras palabras, para alcanzar lo real se pasa por la mediación de la existencia ideal, mental. En no pocas ocasiones el recurso a la "realidad" sirve para legitimar algo que existe sólo idealmente. En palabras de George Canguilhem, "conocer es menos tropezar contra la realidad que validar lo posible haciéndolo necesario"4.
 
Anaximandro, Tito Lucrecio y el origen de los seres vivos en sus especies actuales
 
Es ya un lugar común afirmar que estos pensadores anticiparon la concepción evolutiva y que, si bien no elaboraron una teoría acerca de la evolución de las especies, por lo menos intuyeron que éstas han cambiado a lo largo del tiempo, y que incluso el hombre surgió a partir de otra especie animal. Sin embargo, la consulta de los textos originales muestra que ningún filósofo o naturalista de la antigüedad concibió la idea de la evolución de los organismos, ni siquiera en su forma más simple —una especie se transforma al cambiar el ambiente en que vive—, mucho menos la más compleja de que a partir de una especie ancestral pudieron surgir numerosas especies descendientes.
 
Si se leen con cuidado, y evitando introducir ideas actuales, los comentarios que Diódoro de Sicilia hizo siglos después sobre la obra de Anaximandro, y el único fragmento original de éste último que sobrevivió hasta esta época5, sin lugar a dudas se advierte la ausencia de un contenido evolutivo. Según el comentarista citado, Anaximandro explicaba así el origen de los animales: "En la formación originaria del universo, eran indistinguibles el cielo y la tierra, sus elementos estaban mezclados. Más tarde, al separarse sus cuerpos, el universo adquirió en todas sus partes la forma ordenada que hoy vemos. El aire inició su movimiento continuo y su parte ígnea se reunió en las alturas debido a su naturaleza ligera, por ello el Sol y muchas otras estrellas fueron arrastradas en el remolino universal. Mientras tanto, lo que era fangoso y espeso y contenía una mezcla húmeda se estabilizó en el fondo en razón de su peso. Y a medida que esto giró sobre sí mismo y se comprimió, de la humedad se formó el mar, y de la porción más firme se formó la tierra, que al principio era blanda como barro de alfarero, pero se hizo firme cuando el fuego del Sol brilló sobre la Tierra. Luego, como la superficie se fermentó gracias al calor, en muchos lugares húmedos surgieron abundantes tumores cubiertos por finas membranas. Este fenómeno puede verse todavía en los pantanos y ciénagas cuando de modo súbito el aire se calienta intensamente sobre la tierra fría sin ningún cambio gradual. Y mientras que, de la manera descrita, las partes húmedas eran impregnadas de vida en virtud del calor, por la noche las cosas vivientes recibían prontamente su alimento de la neblina que caía del aire circundante, y en el día se hacían sólidas por el intenso calor. Finalmente, cuando los embriones culminaron su desarrollo y las membranas se calentaron y abrieron completamente, se produjeron todas las formas de vida animal. Las que surgieron de lo más caliente se dirigieron a las regiones más elevadas y adquirieron alas; las que retuvieron una consistencia terrestre formaron parte de las cosas que se arrastran y de los animales terrestres, al tiempo que las de composición más acuosa se reunieron en la región más conveniente para ellas, y recibieron el nombre de animales acuáticos. Y como la Tierra se hizo cada vez más sólida por la acción del fuego solar y de los vientos, ya no fue posible generar ninguno de los grandes animales, sino que cada clase de criaturas vivientes se procreaba ahora por entrecruzamiento."6
 
Para dar cuenta de la formación de los animales en sus especies actuales es innecesario recurrir a los dioses, bastan las fuerzas y procesos naturales. La madre tierra parió a sus criaturas y las proveyó de alimento y protección para que no sucumbieran ante las inclemencias del ambiente. Los animales habitan sólo un medio físico determinado porque en algunos predomina el agua en su composición, en otros el aire y en los demás la tierra. Las especies actuales de animales surgieron contemporáneamente, no hay unas más antiguas que otras, ni unas son ancestrales y otras descendientes; no existe una genealogía de la vida, sólo se narra cómo se formaron los animales que todavía hoy habitan la faz del planeta y que han conservado sus características esenciales; no hubo en el pasado animales diferentes ni los habrá en el futuro. A lo largo de su vida, un animal puede sufrir modificaciones degenerativas provocadas por el ambiente, pero esto no provocará la transformación de una especie antigua en otra nueva. La estabilidad del orden natural está garantizada por la procreación vía entrecruzamiento: cada especie producirá prole similar a sí misma. El ser tiene primacía sobre el devenir.
 
Es posible advertir también cómo los antiguos recurrían a lo que hoy llamamos evidencia observacional para sustentar sus puntos de vista. La explicación de Anaximandro sobre el origen de los animales en sus especies actuales es perfectamente coherente y lógica, basta con la participación de los elementos naturales, del calor y de la humedad para entender cómo vinieron al mundo las bestias cuya fuerza y ferocidad tanta admiración y temor nos han despertado. En algunos de los textos que relatan la historia del pensamiento evolutivo se afirma que Anaximandro hizo descender al hombre de los peces, anticipando la teoría del origen animal de la especie humana. Pero lo que dice Anaximandro es muy distinto: "Los primeros animales se generaron en la humedad, y estaban cubiertos por una corteza espinosa. A medida que envejecieron migraron hacia la tierra seca; y, una vez que su corteza se rompió y desprendió, sobrevivieron por corto tiempo en su nuevo modo de existencia. El hombre fue generado a partir de cosas vivientes de otra clase, ya que mientras otros pueden buscar fácilmente su alimento, sólo los hombres requieren de amamantamiento prolongado. Si hubiera sido así desde el principio, nunca habrían sobrevivido... Así, los hombres se formaron dentro de estas criaturas semejantes a peces y permanecieron dentro de ellas como embriones hasta que alcanzaron la madurez. Finalmente, las criaturas se reventaron y de ellas surgieron hombres y mujeres que eran ya capaces de defenderse a sí mismos".7
 
El hombre, como todas las demás criaturas, fue parido de la tierra. Por ser el más desvalido, los primeros humanos debieron nacer en la edad adulta para poder sobrevivir y proveerse de alimen­tos. Esto requirió un proceso más largo de gestación, de matrices más duras y resistentes, protegidas con una cubierta espinosa semejante a la de algunos peces. No se trata de otra especie animal que se transformó y dio origen al hombre, sino de los embriones humanos en maduración. A esto se reduce el supuesto origen evolutivo del hombre.
 
Por cierto, no sólo los naturalistas jonios y Aristóteles aceptaron la animalidad del hombre, también lo hicieron los teólogos cristianos, aunque su interpretación de esa animalidad era diferente8.
 
Donde sí está presente una visión que se aproxima a lo histórico es en la explicación de Anaximandro sobre el origen de la sociedad, las artes y el lenguaje. Esta visión contrasta con las de Homero y Hesíodo, y también con la judeocristiana: en el pasado existió una Edad de Oro; los hombres actuales son inferiores en cuerpo y alma a los semi-dioses y héroes, cuya memorable grandeza hace más evidentes las miserias de los mortales.
 
A través de Diódoro de Sicilia se sabe que para Anaximandro: "Los primeros hombres llevaban una vida sin disciplina y bestial; cada uno buscaba su sustento y tomaba como alimento las hierbas más tiernas y los frutos de los árboles silvestres. Más tarde, el ataque de las bestias salvajes los obligó a ayudarse mutuamente, y cuando el miedo los hizo reunirse, se dieron cuenta gradualmente de sus características recíprocas. Aunque los sonidos que emitían eran al principio ininteligibles e indistinguibles, poco a poco su lenguaje se volvió articulado, y poniéndose de acuerdo en los símbolos para cada cosa que veían, se extendió entre ellos el significado que cada término tenía. Pero como en todas partes del mundo habitado surgieron grupos así, no todos los hombres tenían el mismo lenguaje, ya que cada grupo organizaba los elementos de su lenguaje al azar. Esta es la explicación de la actual existencia de toda clase concebible de lenguajes y, además, de estos primeros grupos que se formaron provienen todas las naciones originales del mundo. Como ninguna de las cosas útiles para la vida había sido descubierta, los primeros hombres llevaban una vida desgraciada, carecían de vestidos para cubrirse, no conocían el uso de la vivienda ni el del fuego, e ignoraban del todo el cultivo de los alimentos. Como no conocían los periodos de cosecha de los alimentos silvestres, no almacenaban los frutos para satisfacer sus necesidades; en consecuencia, en el invierno morían muchos de ellos por el frío y la falta de alimento. Sin embargo, poco a poco la experiencia les enseñó a refugiarse en las cuevas durante el invierno, y a almacenar los alimentos preservables. Cuando conocieron el fuego y otras cosas útiles, se descubrieron gradualmente las artes y todo lo que es capaz de mejorar la vida social del hombre. De hecho, en términos generales, en todas las cosas la maestra del hombre fue la necesidad, dándole en todo asunto la instrucción adecuada a una criatura bien dotada por la naturaleza, que posee como sus auxiliares en cualquier propósito, las manos y el lenguaje y una mente sagaz".9
 
El hombre ha pasado de una relación de dependencia respecto a la naturaleza a otra en que ha sido capaz de dominar el fuego, hacer producir la tierra, construir cosas que no existían en la naturaleza —casas, vestidos, armas, templos—, pero no se afirma que en el futuro conti­nuará ese mejoramiento.
 
Sin entrar a las diferencias entre los pensadores de la antigua Grecia, puede decirse que entre ellos predominó una concepción cíclica del tiempo —si bien Aristóteles consideró inaccesibles las cuestiones de orígenes y prefirió concebir el universo como eterno— combinada con la suposición de que pueden existir algunos momentos excepcionales de ascenso frenados por una decadencia generalizada. Al igual que el movimiento de los astros, repetido sin cesar, el tiempo debía ser cíclico; lo que ha pasado una vez tendrá que volver a ocurrir, pero lo que no ha acaecido quizá nunca lo hará. El presente parece ser poco más que una pálida sombra del pasado, y el futuro no puede ser más que una reiteración del orden cósmico establecido desde que el mundo es mundo.
 
En cuanto al origen de los animales, los naturalistas jonios no se preguntaron si fueron o serían diferentes, sino cómo aparecieron tal cual hoy son. No elaboraron una visión evolucionista pues el conjunto de las concepciones de su época no era compatible con ella; para hacerlo se requiere de un profundo conocimiento sobre la naturaleza, que no existía entonces. Este sólo fue posible con el desarrollo del modo de producción capitalista, por el papel dual que en él desempeña la ciencia como condición del crecimiento de las fuerzas productivas y del sustento de las superestructuras culturales que se contraponen parcialmente a la autoridad de la Iglesia y de otras instituciones y prácticas sociales precapitalistas. También podría decirse, sin faltar un palmo a la verdad, que no elaboraron una concepción evolucionista porque no la necesitaron. Con sus propias cosmogonías podían explicar casi todos los enigmas que los inquietaban.
 
Si los naturalistas jonios no fueron evolucionistas, tampoco pudieron plantearse el problema del origen primario de la vida. Lo que se preguntaron fue el origen de los organismos en sus especies contemporáneas, que no es lo mismo que el origen primario de la vida. Para imaginarse esto último es necesario distinguir lo vivo de lo no vivo y aceptar que todo ser viviente actual proviene de formas ancestrales muy sencillas que se han transformado en el curso de las generaciones y han dado origen a organismos cada vez más complejos10.
 
Por otro lado, tanto en el pensamiento de Anaximandro como en el de sus continuadores está clara la diferencia entre la generación inicial de todos los animales por la madre tierra —que luego de producir las grandes criaturas queda agotada—, y las generaciones espontáneas posteriores que sólo traerán al mundo criaturas inferiores. Estas generaciones espontáneas, que forman seres sin la participación de progenitores, no pueden equipararse al origen primario de la vida, pues acontecen en un mundo en el que ya existen cosas vivientes.
 
Los comentarios de A. I. Oparin (1894-1980) sobre la historia de las teorías del origen de la vida —citadas abajo—, son válidos sólo para el origen de los organismos en sus especies actuales, no para el origen primario de la vida: La Historia nos muestra que el problema del origen de la vida ha atraído la atención de la Humanidad ya desde los tiempos más remotos. No existe ningún sistema filosófico o religioso ni un solo pensador de talla, que no haya dedicado la máxima atención a este problema. En cada época diferente y en cada una de las distintas fases del desarrollo de la cultura, este problema ha sido resuelto con arreglo a normas diversas. Sin embargo, en todos los casos ha constituido el centro de una lucha acerba entre las dos filosofías irreconciliables del idealismo y del materialismo11.
 
Tanto en Epicuro (341-270 a.C) como en el poeta romano Tito Lucrecio Caro (95-55 a.C) está presente una cosmogonía esencialmente similar a la de Anaximandro. Hasta cierto punto, esta cosmogonía puede interpretarse como una racionalización de los mitos de la fecundidad.
 
Según Lucrecio, la generación de las primeras criaturas fue posible por la fecundidad de la madre tierra: "Resta sólo admitir que la tierra merece el nombre de madre, puesto que todo ha sido creado de ella... Fue entonces que la tierra produjo la raza de los mortales. Pues los campos rebosaban humedad y calor; así, cada vez que se ofrecía un lugar oportuno, brotaban matrices enraizadas en la tierra, y cuando llegado el tiempo de la madurez se abrían bajo el impulso de los recién nacidos que huían de la humedad y apetecían aire, la naturaleza dirigía hacia ellos poros de la tierra y les hacía verter por sus venas abiertas un jugo parecido a la leche... Pero como su fecundidad debía tener término, cesó de engendrar, como mujer agotada por el paso de los años".12
 
Están presentes todos los elementos de la madre: el útero que alberga las criaturas en desarrollo, sus poros o senos, la leche que mana de ellos, la protección maternal de las criaturas que dependen de ese líquido vital.
 
La explicación del origen de los organismos en sus especies actuales formaba parte de una cosmogonía de alcance más amplio que daba cuenta del origen de todas las cosas: "... el orden de mi plan me lleva a enseñar que el mundo está formado de un cuerpo mortal y que asimismo tuvo un origen; y a explicar de qué modo aquella acumulación de materia dio cimiento a la tierra, al cielo, al mar, a los astros, al Sol y al globo de la Luna; después, qué seres animados surgieron de la tierra y cuáles no nacieron jamás; de qué manera la raza de los hombres empezó a usar su cambiante lenguaje, dando nombres a las cosas ..."13
 
Esta cosmogonía materialista expulsa a los dioses del mundo, pues ni en su origen ni en su fin desempeñan algún papel alguno: "Primeramente, puesto que la masa de la tierra y el agua y los leves soplos de las áureas y los vapores del fuego, en los que vemos consistir nuestro universo, constan todos de una materia sujeta a nacimiento y muerte, hay que pensar que el mundo entero está constituido de la misma materia ... Por lo que, al ver cómo se consumen y nacen los gigantescos miembros del mundo, me persuado que también el cielo y la tierra han conocido un principio y les aguarda una ruina".14
 
Las cosas sí tienen un principio y un fin, pero la separación entre ellas no consiste en desarrollo ascendente sino en decadencia; no es una sucesión de etapas que serán parcialmente determinadas por las precedentes; más bien parece un destino ineluctable. Si hay momentos en que las ciudades y la cultura florecen, serían sólo excepciones condenadas irremisiblemente a la disolución final. Si esto se combina con las suposiciones de invariabilidad del mundo y con la idea de que la historia se repite, de que hay una rueda del tiempo cuyas vueltas se asimilan a las de los astros, es imposible llegar a pro­poner una concepción evolucionista.
 
Diversos autores decimonónicos y actuales han atribuido a Empédocles (492-432 a.C) y a Lucrecio la paternidad de las primeras formulaciones del concepto darwiniano de selección natural. De ser cierto, los filósofos materialistas de la antigüedad no sólo habrían sido evolucionistas, sino que habrían concebido esa evolución como un proceso guiado por la selección natural. Sin embargo, basta con ir a los textos originales para advertir que ésa es una interpretación equivocada: "Pues ciertamente los elementos de las cosas no se colocaron de propósito y con sagaz inteligencia en el orden en que está cada uno, ni pactaron entre sí cómo debían moverse; pero como son innumerables y han sido maltrechos por los choques desde la eternidad y arrastrados por sus pesos, no han cesado de moverse, de combinarse en todas las formas y de ensayar todo lo que podían crear con sus mutuas uniones; ha resultado de ello que, diseminados durante un tiempo infinito, después de probar todos los enlaces y movimientos, aciertan por fin a unirse aquellos cuyo enlace origina grandes cosas: la tierra, el mar, el cielo y las especies vivientes. Entonces no se veía aún la rueda del Sol volando a lo alto con su luz abundante, ni los astros del vasto firmamento, ni el mar, ni el cielo, en fin, ni la tierra y el aire; ninguna cosa había semejante a las nuestras; en la multiforme masa de los átomos estallaban siempre nuevas tempestades, se formaban nuevas aglomeraciones, y la discordia de los elementos en continua batalla confundía sus distancias, direcciones, enlaces, densidades, choques, encuentros y nociones, a causa de la diferencia de formas y variedad de figuras; pues en este caso los átomos no podían unirse en com­binaciones estables, ni comunicarse unos a otros los movimientos convenientes. Empezó luego la separación de las partes; lo igual se junta con lo igual y emerge el mundo ..."15
 
Como el mundo surgió mediante procesos naturales, debe explicarse su constitución armónica sin invocar una inteligencia divina que haya diseñado las cosas. Estas no pudieron formarse sin ensayos; tuvo que haber fracasos, formaciones monstruosas que hoy no vemos sobre la faz de la tierra. La materia no posee voluntad ni inteligencia y debió originar las cosas sin maestro de orquesta y sin con­cierto, sujeta a los enlazamientos fortuitos y a veces transitorios. Pero integró finalmente cosas bien hechas porque se ensayaron todas las combinaciones posibles y se dispuso de un tiempo prácticamente infinito. En algún momento del tiempo surgieron las grandes cosas del mundo, que al estar bien formadas permanecieron. Sin embargo, ni aun éstas durarán por siempre, llegará el momento de su ruina; mientras eso ocurre, las cosas bien hechas no tienen por qué cambiar, la naturaleza no posee una plasticidad tan grande como para cambiar lo que se formó con tanto esfuerzo. Además, si ya se ensayaron todas las combinaciones posibles, no existe razón para que al principio no se formaran todas las cosas armoniosas. No hay razón para pensar que en el futuro surjan animales o plantas nuevos; por el contrario, su existencia parece siempre amenazada por la inevitable disolución final.
 
Lucrecio recupera así un planteamiento cuya formulación original se atribuye generalmente a Empédocles: "En aquél tiempo intentó la tierra también crear muchos monstruos, que nacían con cara y miembros dignos de admiración: el andrógino, intermediario entre los dos sexos sin ser ni uno ni otro, ni pertenecer a ninguno: algunos, privados de pies; otros, desprovistos de manos; otros se hallaban mudos o privados de boca, o ciegos o privados de rostro; otros estaban atados, con los miembros adheridos al cuerpo, sin poder hacer nada ni ir a ninguna parte, ni evitar el peligro, ni subvenir a sus propias necesidades. Esos y otros monstruos y portentos del mismo género, creaba; mas todo en vano, porque la misma naturaleza entorpeció su desarrollo, y no pudieron tocar la ansiada flor de la edad ni encontrar alimento, ni ayuntarse con el acto de Venus. Está claro, pues, que deben concurrir muchas circunstancias para que las especies puedan forjarse por medio de la reproducción: primero, que haya alimentos; des­pués, semillas genitales que puedan manar a través de los dulces miembros, y, para que la mujer se pueda ayuntar con los hombres, la posesión de los órganos que permitan a ambos intercambiar mutuamente el placer. Necesario es que, entonces, se hayan destruido muchas especies animadas que no pudieron establecer descendencia por medio de la reproducción. Porque todas las especies que miras gozar del aire vivificante han tenido la astucia, o la fuerza, o la rapidez en fin, que ha mantenido en seguro la raza desde el principio del tiempo".16
 
Sin duda, el mérito de las reflexiones de Lucrecio —quien seguía una tradición que se remonta a Anaximandro y Epicuro— no disminuye al señalarse que el suyo no es un planteamiento de selección natural darwiniana. No se critica la ausencia de este concepto en su pensamiento, pues tal crítica pecaría de anacronismo, sino la afirmación de algunos historiadores sobre su presencia en las cosmogonías materialistas del mundo occidental antiguo.
 
No puede negarse que, a primera vista, la similitud parcial entre el pensamiento de Darwin y el de Lucrecio es sorprendente. Así como en Darwin las variaciones que aparecen en los organismos son for­tuitas, muy abundantes y sin efecto adaptativo directo, Lucrecio también habla de combinaciones tan abundantes que equivalen a todas las posibles y no son siempre adecuadas. No obstante, para Darwin se trata de las variaciones entre los individuos de una misma especie y esas variaciones podrán perpetuarse en la lucha por la existencia si, y sólo si, proporcionan a los organismos en que aparecen una ventaja adaptativa y, por ende, reproductiva respecto al resto de los individuos de su propia especie. Para Lucrecio las combinaciones armoniosas resultan de un solo paso, no plantea que una cosa se haya mejorado en un aspecto y luego en otro; un organismo no llegó a estar bien hecho, simplemente se formó bien o se formó mal. La formación adecuada no es resultado de un proceso, sino de una combinación azarosa e instantánea.
 
Ambos pensadores coinciden en la necesidad de que la naturaleza disponga de un tiempo casi ilimitado, pues en ausencia de un plan de creación diseñado por algún dios, la formación de los organis­mos implica tropiezos que no tendría un creador que todo sabe, todo lo puede y todo lo prevé.
 
El argumento central para negar que Lucrecio concibió un proceso de selección natural es muy sencillo: la función de esa "selección natural" no era cambiar las especies, sino eliminar monstruos y criaturas débiles surgidas cuando se formaron todas las cosas vivas, e incluso hoy. El creacionismo bíblico del siglo XVIII, combinado con un rico conocimiento sobre la historia natural de los organis­mos, dirá algo muy similar: las especies no pueden cambiar porque toda variación que aparezca en ellas las hará más susceptibles de ser eliminadas, por la guerra perpetua que hay entre las especies. La eliminación de las modificaciones, que sólo pueden ser para empeorar, garantiza la inmutabilidad de las especies.
 
Con frecuencia se olvida que para Darwin la selección natural no era sólo un mecanismo de eliminación de los organismos que no están bien adaptados al medio —si la hubiera reducido a eso no lo recordaríamos hoy como evolucionista—, sino fundamentalmente un mecanismo preservador de las variaciones favorables, y sobre todo constructor de las adaptaciones al ir acumulando gradualmente, generación tras generación, las variaciones espontáneas que resultan favorables para los individuos en que aparecen. Para Lucrecio se trata de una eliminación de los seres imperfectos, que al principio posibilita el origen de las cosas bien hechas y luego su inmutabilidad. Para Darwin, en cambio, es la preservación de las variaciones favorables y la construcción gradual y adaptativa de nue­vas especies a partir de las ya existentes.
 
Según Lucrecio, no pueden mezclarse organismos diferentes, pues deben conservarse las diferencias que los separan: "... el que hubiera en las tierras numerosas semillas de seres cuando ella produjo los animales, no significa que hayan podido crearse unos seres híbridos y cuerpos formados de dos vivientes distintos. Efectivamente, las diversas clases de plantas, cereales y árboles de fruta que siguen hoy como entonces saliendo en abundancia en las tierras, no pueden, a pesar de eso, nacer pegados unos a otros, mas, a la inversa, cada cosa prosigue de tal manera su propia marcha, que todas conservan sus caracteres según la ley inmutable de la naturaleza".17
 
La idea de que el orden natural es inalterable se repite de diferentes maneras a lo largo del poema De la naturaleza de las cosas. Sin embargo, la visión de Lucrecio no era fatalista, pues intentaba combatir las supersticiones religiosas y el miedo a la muerte. Epicuro, fuente de inspiración de Lucrecio, también concibió el mundo de una manera no fatalista, con el fin de preservar la libertad del individuo para trazar sus propios caminos. Epicuro advirtió claramente el quietismo a que impulsa el fatalismo: "Sería mejor conformarse con el mito acerca de los dioses que el ser esclavos del fatalismo de los filósofos naturalistas".18
 
Antes de concluir esta reflexión sobre la ausencia en Lucrecio del problema del origen primario de la vida y del pensamiento evolutivo, una palabra más acerca de la relación entre Darwin y el poeta romano.
 
Darwin encontró en las imperfecciones de los organismos un poderoso argumento para desacreditar la doctrina creacionista: "si Dios es perfecto, ¿por qué hay tanta imperfección y crueldad en el mundo natural?".19 No deja de sorprender que Lucrecio se valiera también de las imperfecciones para negar la existencia de un creador: "Y aunque yo no supiera de la existencia de los elementos primordiales de las cosas, a pesar de todo me atrevería a sostener y a afirmar, basado en las razones mismas del cielo y en otra multitud de detalles, que de ninguna manera ha sido creada para nosotros por obra de los dioses la naturaleza del mundo: tan abrumada está de defectos".20
 
Sin pretender haber agotado el análisis de los filósofos de la antigüedad —pues resulta evidente que faltan muchos y sólo me detuve brevemente en los mencionados aquí—, parece válido concluir que en ésa época hubo una condición de imposibilidad teórica (reflejada en el conjunto de sus concepciones) y material (por la ausencia de conocimientos profundos sobre la naturaleza) para proponer una concepción evolucionista.
articulos
Notas
 
1. S. Toulmin y Goodfield. 1977. The Discovery of Time. Chicago: The University of Chicago Press.
2. G. Canguilhem. 1976. "Teoría celular", en El conocimiento de la vida. Barcelona: Anagrama.
3. A. F. Chalmers. 1976. What is this Thing Called Science? An Assessment ofthe Nature and Status of Science and its Methods. Saint Lucia, Queensland:University of Queensland. Hay traducción al español, publicada por Siglo XXI Editores.
4. Canguilhem, op. cit., p. 52.
5. L. Taran. 1970. "Anaximander", en C. C. Gi-llispie (ed.), Dictionary ofScientific Biography, vol. l,pp. 150-151. Nueva York: Charles Scribner's Sons. Ver también G. S. Kirk y J. E. Raven. 1962. The Presocratic Philosophers. A Critical History with a Selection of Texts. Cambridge: Cambridge University Press.
6. Citado por Toulmin y Goodfield, op. cit., p. 35.
7. Ibid., p. 36.
8. K. Bock. 1980. Human Nature and History. New York: Columbia University Press.
9. Toulmin y Goodfield, op. cit., pp. 37-38.
10. A. Olea Franco, 1983. "El origen de la vida: ¿problema antiguo o reciente?", en M. Artís el al. (eds.), Homenaje a Oparin. México, DF: UAM-I, pp. 221-247.
11. A. I. Oparin, 1973. Origen de la vida sobre la tierra. Madrid: Tecnós, p. 11.
12. Tito Lucrecio Caro. 1981. De la naturaleza de las cosas. México, DF: UNAM, 9. 217. La versión que cito aparece en P. Nizan. 1976, Los materialistas de la antigüedad. Madrid: Fundamentos, p. 81.
13. Nizan, op. cit., p. 58.
14. Ibid. p. 80.
15. Ibid. pp. 80-81; Lucrecio, op. cit., pp. 201-203.
16. Lucrecio, op. cit., pp. 217-218.
17. Ibid., p. 220.
18. B. Farrington. 1974. La rebelión de Epicuro. Barcelona: Laia p. 24.
19. C. Darwin, 1964. On the Origin of Species by Means of Natural Selection (fascímil de la primera edi­ción, aparecida en 1859). Cambridge, Mass.: Harvard University Press. Esta cuestión se analiza con detalle en N. C . Gillespie. 1979. Charles Darwin and the Problem of Creation. Chicago: University of Chicago Press.
20. Lucrecio, op. cit., pp. 193-194.
 
 
 
 ____________________________________      
Adolfo Olea Franco
Departamento de Producción Agrícola y Animal.
Universidad Autó­noma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
     
____________________________________      
 
como citar este artículo

Olea Franco, Adolfo. 1995. ¿Por qué los materialistas de la antigüedad grecolatina no eran evolucionistas? Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 38-45. [En línea].
     

 

 

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            R039B08
¿Q onda
con el SIDA?
Blanca Rico y Patricia Uribe
 
Colección: Viaje al Centro de la
Ciencia, ADN editores/CNCA,
123 pp, 1993.
   
   
     
                     
Arturo e Isabel se entendían muy bien y se fueron
a la banca d el jardín de la escuela donde solían sentarse por largos ratos a comentar sus secretos, intimidades e inquietudes; siempre atentos y receptivos a lo que el otro decía. Isabel sentía un gran apoyo en Arturo y tenía muchas ganas de comentarle todo lo que había experimentado en el hospital con su tía y lo que había avanzado en relación al trabajo. Además, estaba muy preocupada por esa falta de interés que mostraba Arturo para su trabajo; quería compartir con él toda la vivencia de conocer a los pacientes con SIDA en el hospital. Realmente se le había enchinado el cuerpo al ver a esos pacientes; entendió lo que significa vivir con esta enfermedad y sentía que ella podía hacer muchas cosas para evitar que se siguiera infectando la gente. En estos momentos el trabajo sobre sida se había convertido en algo más que una tarea. Se sentía inundada de una gran fuerza para hacer este trabajo lo mejor posible y estaba dispuesta a ayudar a Arturo a interesarse en este tema.
 
Ya en la banca, Arturo inició la conversación preguntándole a Isabel sobre su estado de ánimo.
 
—Y tú, Isabel, ¿cómo andas? ¿Todavía estás muy triste por lo de Carlos?
 
—No, Arturo... no puedo decir que no me importa, porque tú bien sabes que para mí Carlos fue muy importante y no lo puedo olvidar tan fácilmente; pero las cosas así se dieron. La verdad, somos muy diferentes y yo todavía estoy dolida, pero me sirvió mucho hablar con mi tía, conocer y ver qué sienten otras personas, ver que existen otros problemas.
 
—¿De qué estás hablando, Isabel? ¿De qué personas hablas? Te estás poniendo muy rara. ¿Tienes problemas con tus jefes, con tu hermana, o de qué me estás hablando?
 
—No, Arturo, te estoy hablando de personas con SIDA que conocí en el hospital; no lo podía creer, me dejaron muy impresionada. Mi tía me las presentó y son personas como cualquier otra, personas que han sido rechazadas por todos y a pesar de su dolor muchas veces no encuentran consuelo y apoyo en nadie, ni en sus propias familias. Y el que nosotros no queramos hablar o escuchar del SIDA es parte del problema; es una manera de rechazar también a estas personas, negando que existen y no abriendo los ojos que es algo que nos puede pasar... que está pasando... que ahí están ellos, queramos o no. Yo sé que es algo que asusta porque es una enfermedad horrible, pero es algo con lo cual nosotros vamos a tener que vivir por algunos años y debemos de estar enterados, y preparados.
 
—¡Bájale Isabel! Te me estás poniedo muy rollera. Cuántos chavos como tú y yo conoces con sida; la neta, ¡no te la jales! Aquí en la escuela ¿de quién has sabido, a ver? Se le notaría de inmediato... Fuera del rarito de Pablo, ningún chavo. Yo creo que los adultos nos quieren asustar con esto del sida para que nos portemos bien, ahora sí que no estoy de acuerdo contigo.
 
—Cómo se nota, Arturo, que ni siquiera viste por encimita la información que nos dieron en el Conasida. A la gente no se le nota nada cuando está infectada, y eso pasa por mucho tiempo. Por verlos no puedes saber si están o no infectados. Y además, aunque lo estuvieran no van a andar diciendo por todos lados que tienen SIDA. ¿Para que; para que nadie se les acerque, ni les dirija la palabra? Ya ves con el pobre de Pablo, sólo porque es algo amanerado todos ustedes lo tratan muy mal. Ni siquiera saben nada de él... y además el SIDA nos pueda dar a todos, no sólo a los "raritos", también a los "machines" y "normalitos". No se cómo voy a hacerte entender las cosas.
 
—Pero Isabel, entiende: tú dices que se contagia por relaciones sexuales, ¿no?
 
—Sí, pero también de otras maneras.
 
—Pero vamos a hablar de relaciones sexuales únicamente, Isabel.
 
Y tú y yo cuando tengamos relaciones sexuales ¿con quién las vamos a tener? Con alguien como nosotros... no con cualquiera, y nosotros no tenemos SIDA.
 
—Tú me has contado que algunos chavos de la escuela han tenido experiencias sexuales, y en el periódico salen a cada rato noticias de jóvenes violadas ¿o no?
 
—Pero eso es otra cosa, Isabel.
 
—Pero dime, ¿tú sabes quiénes han tenido alguna experiencia sexual?
 
Tú no lo sabes y no te lo van a decir, también hay algunos chavos que ya han tenido varias relaciones sexuales y no te lo van a decir la primera experiencia con alguien ya experimentado... con una prostituta o una mujer mayor. ¿A poco no, Arturo?
 
—Pero no es lo mismo, Isabel. Mira, mejor ya vámonos a la clase que ya va a empezar y no quiero llegar tarde.
 
—Está bien, pero no creas que ahí la dejamos. Quiero que sigamos hablando de esto. Dime, ¿no piensas hacer el trabajo? ¡De acuerdo!, vamos a suponer que de veras yo ya me volví loca y que no te voy a convencer de la importancia de cuidarse del SIDA. De cualquier manera "El Ciclo Vital" lo va a tomar muy en cuenta para la calificación final.
 
—¡Me vale! Tengo muy buen promedio con los exámenes que nos ha hecho. Le voy a entregar cualquier cosa nada más para que no me promedio un cero. Con que me ponga un cinco ya la hice. No quedaré exento, pero paso y me presento a examen final. No creo que en el examen final nos haga preguntas sobre SIDA. Acuérdate que no viene en el programa. Es una locura de él.
 
—Estás decidido, por lo que veo, a no hacerlo. Allá tú. De cualquier manera, te ofrezco que vengas a mi casa a trabajar, aunque sea en eso mínimo que piensas hacer para entregar por lo menos algo."
 articulos
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Blanca Rico y Patricia Uribe

     
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como citar este artículo
 
Rico, Blanca y Uribe, Patricia. 1995. ¿Qué onda con el SIDA?. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 60-61. [En línea].
     

 

 

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Ciencia y Sociedad
Antonio R. Cabral
   
   
     
                     
La ciencia, definida por Ruy Pérez Tamayo como:
"una actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento, obtenido por medio de un método científico organizado en forma deductiva y que aspira a alcanzar el mayor consenso"1 es un trabajo intelectual que debe estar libre de presiones externas, pero el hecho de que sea realizada por y para grupos de personas hace de ella una actividad netamente social. Sus resultados, tarde o temprano, son aprovechados por toda la comunidad.
 
Históricamente, el ser humano ha exigido que la ciencia resuelva tres de sus preocupaciones fundamentales: la salud, el hambre y la producción de energía. En su extraordinario ensayo ¿Es necesaria la ciencia?, Perutz da cuenta detallada de cómo la ciencia y tecnología están cumpliendo cabalmente con esa exigencia.2 Basta decir, por ejemplo, que en 1693 de cada 100 niños nacidos vivos sólo 11 llegaban a ser septuagenarios. Tres siglos después, la esperanza de vida promedio del mexicano es de 68 años y la del norteamericano de 75. Pese a esto, hay personas que se han levantado para decir que las cifras anotadas no son el producto de la ciencia sino de las medidas higiénicas introducidas a mediados del siglo pasado, como si Pasteur, Koch, Semmelweiss, Snow y muchos otros científicos jamás hubieran existido.3 Esas mismas voces afirman que los científicos han hecho poco para cambiar a la sociedad y que la ciencia y la tecnología su sucedánea, no son los motores del desarrollo, progreso y bienestar de la humanidad.
 
En México, desafortunadamente esta desconfianza corre paralelamente con el poco interés que despierta la ciencia en la vida cotidiana. De los varios posibles factores que pueden explicar tal desinterés, Ruy Pérez Tamayo da en el clavo con el más tácito (y doloroso) de todos: la ciencia no forma parte de la cultura mexicana 4. De ella se derivan por lo menos otros dos: la pobre inversión en ciencia y tecnología y los malos salarios de los científicos mexicanos. Por ejemplo, el informe-1994 de los Indicadores de la Actividad Científica y Tecnológica editado por el conacyt, dice que el apoyo gubernamental a la ciencia mexicana, ya de por sí magro, sufre grandes recortes cuando la economía entra en terapia intensiva. En 1982 el gasto federal en ciencia y desarrollo se redujo 40% con respecto al invertido en 1981, que fue de 1 500 mdd. De 1982 a 1989, el mismo gasto tuvo un promedio anual de 565 mdd, mientras que en 1994 fue de 1 200 mdd. Por la devaluación de nuestra moneda en diciembre de 1994 y la inflación que trajo consigo, el gasto federal proyectado para la ciencia en 1995 se redujo entre 80 y 90%, y no hay ninguna razón para pensar que en los siguientes años el financiamiento seguirá el ascenso que tuvo durante el sexenio pasado. De hecho, es probable que suceda lo contrario, pues la historia de nuestras crisis financieras señala que la curva del dinero destinado a la ciencia irá de nuevo hacia abajo, y que una vez resuelta la crisis (no debemos perder la esperanza) el financiamiento tardará aproximadamente cinco años para llegar a los niveles de 1980.
 
Según el mencionado informe, en 1994 el porcentaje del PIB invertido en ciencia y desarrollo en Japón, Alemania, Estados Unidos y México fue del 3.0, 2.8, 2.6 y 0.3%, respectivamente. Una cifra más: un investigador de tiempo completo que trabaja en una institución de la Secretaría de Salud en el Distrito Federal, en 1995 gana alrededor de 5 000 dólares al año, mientras que el salario de su contraparte en Estados Unidos es de 12 a 15 veces mayor. Lo anterior contrasta con una actividad que sí forma parte de la cultura nacional: el fútbol soccer. Recuérdense las cantidades estratosféricas de dólares que ganaba César Menotti como entrenador de la Selección Nacional y las grandes celebraciones populares posteriores a cualquier triunfo (y hasta después de los empates) de la Selección Mexicana de Fútbol en el pasado Campeonato Mundial. Esto tiene que ver, desde luego, con las famosas prioridades (vide infra). El fútbol profesional es un espectáculo de masas, la ciencia es una actividad de minorías. El gran capital que las patadas profesionales producen nunca será generado tan rápidamente por la ciencia. Por ello será difícil que los empresarios privados algún día inviertan en investigación científica con el mismo tesón.
 
¿Debe la sociedad tolerar esas discrepancias? Indudablemente que la nuestra lo está haciendo y no hay barruntos de que esto cambie. La crisis financiera actual de nuestro país ha agudizado más esa distancia. La desaparición (o ausencia crónica) de las secciones de ciencia en algunos semanarios culturales o de información y análisis de circulación nacional sin duda ahorra algunos miles de nuevos pesos, pero también puede ser otro argumento confirmatorio de que en nuestro país la ciencia no es parte de la cultura nacional. En su libro The Philosophies of Science, Harré argumenta que los gobiernos y las sociedades deben impulsar la investigación científica no sólo por las consecuencias utilitarias que esto acarrearía sino también por el indudable valor intrínseco de esta actividad.5 En este sentido, nuestro apoyo a la ciencia podría basarse, por ejemplo, en la mejoría de la salud pública como consecuencia de la aplicación cotidiana de los descubrimientos científicos. Esa misma aprobación pudiera ser la conclusión de que la ciencia, como el arte, vale por sí misma, por la belleza estética de algunas de sus teorías. Sir Francis Bacon pensó que la investigación científica debe favorecerse porque produce descubrimientos que mejoran la salud, la riqueza y el bienestar de las naciones. El valor intrínseco de esa mejoría, dice el barón de Verulamio, amerita por sí solo el apoyo a la ciencia.
 
Los recursos públicos de todas las sociedades destinados a la comunicación, agricultura, pesca, salud, etcétera, son limitados. No hay ni habrá sociedades en las que el conocimiento sea el bien supremo alrededor del cual giren todos los demás. Por ello, y casi siempre después de admitir que cada cosa tiene su razón de ser, los administradores optan por establecer prioridades. Cuando entre ellas no está la generación de conocimientos, es poco probable que la ciencia ocupe un sitio siquiera medianamente importante, con todo y que ha contribuido a mejorar nuestra calidad de vida más drásticamente que los locutores de televisión, políticos, gobernantes, futbolistas y generales de cinco estrellas.6 México no pertenece al Tercer Mundo por casualidad, ni su ciencia está en ese nivel; en todo caso, nuestro país está subdesarrollado porque la ciencia ha estado mal atendida por nuestros políticos y dirigentes, y porque la sociedad mexicana decidió desde hace varios siglos que la comprensión de la naturaleza y la búsqueda de la verdad son valores que no le interesan. Esto es desafortunado, pues entre los peligros que tiene cualquier nación cuando cancela o menosprecia la ciencia, está el de subordinar su futuro a otras más avanzadas, el de renunciar a la libertad que le otorga el conocimiento y el de no poder siquiera aspirar a la autosuficiencia económica. Daniel E. Koshland, editor de la afamada e influyente revista de difusión científica Science, señala que: "Para la gente de América Latina el asunto es crucial. El futuro crecimiento económico de la región dependerá, como el del mundo desarrollado, de sus cimientos científicos".7 Hasta Clinton lo afirmó en el prefacio de su Science in the National Interest "La tecnología —máquina del crecimiento económico— crea empleos, construye nuevas industrias y mejora nuestro estándar de vida. La ciencia es el motor de la tecnología.
 
En ciencia, como en cualquier otra actividad humana,, uno encuentra científicos santos, charlatanes, guerreros, monjes, genios, excéntricos, tiranos, esclavos, benefactores y pordioseros; a pesar de eso, la sociedad no debe esperar que contesten las siguientes preguntas: ¿Para qué estamos aquí? ¿Cómo empezó todo? ¿Cuál es el objeto de vivir? Popper las llamó "preguntas últimas"; para contestarlas, Sir Peter B. Medawar nos aconseja acudir a la religión, literatura y filosofía, puesto que la ciencia no tiene respuestas ni podrá responder a ellas porque "el desarrollo del entendiente científico es autolimitado, es decir, que se vuelve más lento a consecuencia del hecho mismo de desarrollarse, como ocurre al crecimiento de las poblaciones, los rascacielos o los aviones".8 Esos límites no se deben, desde luego, a la inutilidad de la ciencia ni a deficiencias mentales de los científicos. Es una limitación lógica, pues las preguntas primeras y las últimas no permiten la aplicación de ningún método experimental y porque, como dice nuevamente Medawar, "brotan de evidencia empírica"9 y sus respuestas son, la mayoría de las veces, actos de fe.
 
La ciencia no ha resuelto aún muchos problemas que agobian al hombre. No sería justo afirmar que los científicos han fallado porque todavía hay enfermedades incurables, pobreza y hambre extremas. Tampoco sería justificable condenar la ciencia por algunos usos que se han dado a sus productos, por ejemplo, la bomba atómica o las armas bacteriológicas o químicas; sería tanto como culpar a la pistola por el homicidio. Estos son problemas ante los que la ciencia toma posiciones neutrales; no así los científicos, empezando por Rusell y Einstein que, como entes sociales, se manifestaron abiertamente contra esos usos.10 El movimiento Pugwash es sólo una muestra.11 Concluyo cediéndole de nuevo la palabra a Medawar: "Mi gremio y yo creemos que se puede hacer del mundo un mejor lugar para vivir, creemos, en realidad, que ya es mejor, y que la ciencia natural, con todo y sus limitaciones, ha desempeñado un papel relevante, del que mis colegas y yo estamos inmensamente orgullosos."12
 
 
articulos
Referencias bibliográficas y notas
 
1.-Tamayo R., Pérez, "¿Qué es la ciencia?", en: Ciencia, Ética y Sociedad. El Colegio Nacional, México, pp, 21-36,1991.
2.-Max, Perutz, "Is Science Necessary?" en: te science necessary?, Oxford University Press, Oxford, Inglaterra, pp. 3-97,1991.
3.
4. Pérez Tamayo R., "La importancia social del científico", en: Palabras Académicas, El Colegio Nacional, México, pp 35-48,1993.
5. R. Harré, "Science and society" en: The philosophies of science, Oxford University Press, Oxford, Inglaterra, pp. 184-195,1992.
6. Max Perutz, op. cit.
7. De Koshland Jr, "Science in Latin America", Science 267:771,1995
8. Medawar RB. Los límites de la ciencia. Fondo de Cultura Económica. México, pp. 85-137.1988.
9. Medawar, op. cit.
10. J. Rotblat, "Las múltiples caras de la conciencia social de los científicos", ciencias 36:18-25,1994.
11. Este movimiento fue iniciado por Bertrand Russel y Albert Einstein en 1955 como respuesta a la carrera nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética desatada después del estallido de las bombas atómicas estadounidenses en agosto de 1945. Para mayores detalles, véase Cetto Ana María. Orígenes del movimiento Pugwash, ciencias 36:20,22,1994.
12. Medawar, op. cit. pp. 136-137.
     
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Antonio R. Cabral
Instituto Nacional de la Nutrición "Salvador Zubirán".
     
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como citar este artículo 
 
Cabral R., Antonio. 1995. Ciencia y sociedad. Ciencias, núm. 39
julio-septiembre, pp. 14-16. [En línea].
     

 

 

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 El grisón del gobernador
Héctor T. Arita
   
   
     
                     
Edward W. Nelson suspiró profundamente y aprovechó
la pausa para secarse el sudor que le perlaba la frente. El calor de aquella tarde hacía poca mella en Nelson, un aventurero acostumbrado a los rigores del clima tropical. Era más bien la emoción de encontrarse frente a una oportunidad única lo que le hacía sudar profusamente. Corría el año de 1901 y Nelson se encontraba en Mérida, frente a frente con el general Francisco Cantón Rosado, gobernador del estado de Yucatán.
 
Nelson no era ningún novato. Nacido en 1855, había pasado cinco años de su juventud en Alaska colectando aves y mamíferos para el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos. Después de unos años de inactividad causados por la tuberculosis que contrajo en Alaska, Nelson y su joven ayudante Edward A. Goldman comenzaron lo que fue la mayor expedición de colecta jamás realizada en la historia de México. Por catorce años, de 1892 a 1906, estos dos exploradores recorrieron prácticamente todos los confines del México pre-revolucionario y juntaron la que aún hoy es la más monumental colección de aves y mamíferos mexicanos: más de treinta mil ejemplares.
 
Al comenzar el nuevo siglo, Nelson se encontraba en Yucatán negociando con el Gobernador. El general Cantón era, sin embargo, un hueso muy duro de roer. Después de haber enfrentado por la fuerza a su predecesor Carlos Peón, el general había llegado al poder tras unas elecciones marcadas por la violencia. El primer año del siglo XX, el general enfrentaba el añejo y difícil problema de los indígenas mayas del sureste del estado que se habían alzado contra el gobierno de Yucatán. En pocos meses, este conflicto habría de costarle al gobernador la pérdida de más de 50 000 km2 que Porfirio Díaz, en un intento de pacificación, segregaría para crear el nuevo territorio de Quintana Roo. Preocupado por estos asuntos, el general tenía poco interés en escuchar a aquel gringo que deseaba convertir a su mascota en ejemplar de museo.
 
El centro de la negociación era un animalillo que, desconociendo que su destino dependía de la conversación que sostenían en aquel momento el apasionado colector y el duro general, corría alegremente en el jardín de la residencia del gobernador. Para Cantón, aquel animal no era sino una mascota que le habían obsequiado unos campesinos del poblado de Tunkás, en el oriente del estado. Para Nelson, se trataba de un ejemplar que representaba el primer registro del género Galictis para América del Norte.
 
Sentados en el pórtico de la mansión del gobernador, cada uno se ocupaba de sus asuntos.
 
Mientras el general aspiraba con placer el humo de su enorme habano y se preguntaba cómo explicaría al presidente Díaz su incapacidad para aplacar a los rebeldes del sureste, Nelson sorbía con cuidado de su taza de té, se mesaba nerviosamente la barba y miraba de reojo al animalillo de cuerpo alargado y patas ridículamente cortas, que en ese momento se había detenido para observar con curiosidad al invitado del general. "Se trata sin duda de un grisón", pensó Nelson tratando de recordar las características propias de la especie. La mascota del general medía unos 65 cm incluyendo la cola más bien corta y pesaba unos tres kilos (siendo una mascota, el animal estaba un poco pasado de peso). La coloración del animal era lo que convencía a Nelson de que se encontraba frente a un auténtico grisón-. El animal tenía el dorso y los flancos del cuerpo de color gris, mientras que las patas, el cuello y la cara eran de un negro profundo. En la cabeza tenía una franja blanca que dividía claramente las partes negra y gris. La forma del cuerpo y la mirada astuta y curiosa convencían a Nelson de que se trataba de un mustélido, es decir un pariente de los hurones y las comadrejas.
 
Nelson sabía perfectamente la importancia científica de este animal. El grisón (Galictis vittata) se conocía solamente de América del Sur. La mascota del general, que parecía ser una nueva especie de grisón, extendía en más de tres mil kilómetros hacia el norte la distribución conocida del género Galictis. Pero Nelson era un experimentado colector y sabía que era preciso contar con evidencia física (piel o cráneo) de su descubrimiento. El dilema era cómo explicar al gobernador que era necesario, por el bien de la ciencia, sacrificar a su mascota, curtir su piel, extraer su cráneo y adjudicarle un número de catálogo en una colección?
 
El avezado naturalista se dio cuenta de que sería imposible convencer al general Cantón de sacrificar a su grisón. En cambio, llegó a un salomónico acuerdo. Nelson reportaría su descubrimiento con base en observaciones del animal vivo, pero Cantón donaría al Museo de Historia Natural el cuerpo del grisón cuando éste muriera. Un frío apretón de manos selló el trato y cada quien regresó a sus asuntos, la estrategia de pacificación del sureste del estado para el general, y la descripción de una nueva especie para el colector.
 
Nelson publicó en agosto de ese mismo año la descripción científica de la nueva especie Galictis canaster basado en sus observaciones del grisón del gobernador Cantón. En años posteriores, otros naturalistas encontraron el mismo animal en diferentes partes de México y de América Central, y en 1958 el mastozoólogo argentino Ángel Cabrera llegó a la conclusión de que la especie descrita por Nelson era sólo una subespecie —variante geográfica— del grisón de América del Sur. Así, el grisón de México se conoce científicamente como Galictis vittata canaster Nelson, 1901. Este rimbombante apelativo significa simplemente que el grisón mexicano es de la especie G. vittata, subespecie canaster y que fue descrito por Edward Nelson en 1901.
 
Poco después de que Nelson publicó su trabajo, el general Cantón debió asimilar un trago muy amargo. El 21 de noviembre de 1901, el general recibía un comunicado en el que el presidente Díaz le informaba que un importante superficie del estado de Yucatán se convertiría en dominio federal con la creación del territorio de Quintana Roo. El anciano presidente se disculpaba por no haber contestado una carta anterior del gobernador: "Ahora lo hago incluyendo el plano en que bien marcada con diversa tinta está la línea divisora..." Díaz se refería a la línea que aparentemente él mismo personalmente había dibujado y que reducía considerablemente el territorio del estado de Yucatán.
 
Francisco Cantón Rosado entregó la gubernatura del estado el primero de febrero de 1902, cuando aún no había llegado la noticia a Mérida de que quince días antes se había firmado el decreto presidencial que creaba el territorio de Quintana Roo. A pesar de sus tribulaciones, el general Cantón no olvidó su promesa. Cuando su grisón murió, hizo llegar a Nelson el cráneo y la piel del animal. Estos restos del grisón del gobernador están depositados en la sección de ejemplares tipo del Museo de Historia Natural de los Estados Unidos. En el catálogo de la sección de mamíferos del museo se puede leer: USNM 159562, Galictis canaster Nelson, 1901, localidad tipo: cerca de Tunkás, Yucatán (USNM son las siglas en inglés del museo).
 
Tal vez algunos lectores piensen que el destino final del grisón del general es más bien triste. Sin embargo, tanto los taxónomos como los biólogos interesados en la conservación saben que las colecciones científicas y los ejemplares que en ellas se depositan pueden proporcionar información valiosísima. Particularmente importantes son los ejemplares tipo, que son los especímenes en los que se basa la descripción de una nueva especie o subespecie. Por ejemplo, el espécimen USNM 159562 (o sea, el grisón del general), constituye el ejemplar tipo de Galictis canaster, el taxón que Nelson creyó especie nueva y que ahora se considera como una subespecie de G. Vittata.
 
Gracias a las detalladas descripciones de Nelson y a la existencia del ejemplar tipo sería posible hoy en día realizar un estudio taxonómico que examinara de nuevo la cuestión de que si canaster es una especie válida o sólo una subespecie. Si el general Cantón no hubiera cumplido con su promesa y no existiera el ejemplar tipo, seguramente canaster se convertiría en un nomen nudum o nombre no disponible, sin validez taxonómica alguna.
 
Asimismo, gracias al trabajo de Nelson sabemos que a principios de siglo los grisones eran relativamente abundantes en las cercanías de Tunkás. Prácticamente todo el oriente del estado de Yucatán ha perdido su vegetación natural y la tierra es utilizada para diversas actividades, entre las que destaca la ganadería. Siendo el grisón un animal muy dependiente del bosque natural, es altamente probable que ya se haya extinguido en la región. De hecho, para el estado de Yucatán existían hasta hace muy poco solamente seis registros de grisón: el de Nelson, cuatro del naturalista de principios de siglo George F. Gaumer y el de R. T. Hatt, quien en 1938 reportó haber visto un grisón a la venta en el mercado de Mérida, animal que aparentemente había sido capturado en Chichén Itzá. La información sobre la localidad tipo (el sitio de donde proviene el ejemplar tipo) permite en años posteriores documentar los cambios en el ambiente producidos por la actividad humana.
 
Existen otros ejemplos tanto o más dramáticos de cambios radicales en localidades tipo de animales mexicanos. Por en ejemplo, en 1917 Goldman, el compañero de aventuras de Nelson, describió una nueva subespecie del falso vampiro, llamándola Vampyrum spectrum nelsoni en honor de su amigo. El falso vampiro es el murciélago más grande del Nuevo Mundo. Tiene una envergadura de entre 70 cm y un metro y pesa entre 150 y 200 gramos, un verdadero goliat de los quirópteros. Se trata de una especie carnívora que se alimenta principalmente de aves y ratones y que por su enorme tamaño fue considerado por los primeros naturalistas como un auténtico vampiro, suposición que le dio su nombre científico pero que es completamente errónea. El falso vampiro es una especie muy rara y fuertemente ligada a la selva conservada En los lugares en los que se ha perdido la vegetación natural el falso vampiro es de las primeras especies en desaparecer.
 
El ejemplar tipo que utilizó Goldman para realizar su trabajo taxonómico fue colectado en Coatzacoalcos, Veracruz. Bueno, para ser más preciso, fue colectado de hecho fuera del territorio mexicano. Lo que sucedió es que una noche uno de estos gigantescos murciélagos entró volando al edificio del consulado de los Estados Unidos en Coatzacoalcos. Por una increíble coincidencia, esa noche se hallaba alojado en el consulado un personaje que ya conocemos: el mismísimo Edward Nelson. Antes del amanecer, el despistado quiróptero había sido ya convertido en ejemplar de museo.
 
Estrictamente hablando, la localidad tipo de V. s. nelsoni estaba localizada en territorio de los Estados Unidos. En todo caso, tecnicismos aparte, la ubicación de la localidad tipo y los hábitos del animal nos pueden dar muchas pistas sobre los cambios ambientales en nuestro país. La zona de Coatzacoalcos ha cambiado completamente desde el episodio del falso vampiro en el consulado. Las actividades petrolera y ganadera han deteriorado a tal grado el ambiente que resulta imposible imaginarse que en el lugar existiera una población de falso vampiro, o de cualquier otra especie asociada a la selva. Tal vez el sitio donde el ejemplar colectado por Nelson se refugiaba sea el mismo en donde hoy se levanta Pajaritos, el impresionante complejo petroquímico que es símbolo de la prosperidad que el petróleo ha traído a la zona.
 
En cuanto al nombre propuesto por Goldman, revisiones posteriores mostraron que el falso vampiro presenta tan poca variación geográfica, que no se justifica el uso de subespecies. Así, el nombre nelsoni se considera como un sinónimo y el falso vampiro de México se conoce simplemente como Vampyrum spectrum. El falso vampiro es una de las especies más raras de México. De hecho, además del ejemplar tipo se conocían hasta hace muy poco únicamente dos especímenes provenientes de la región de Los Tuxtlas, también en Veracruz.
 
Otro caso es el de la tuza del Valle de México. En los años cuarenta, Emmett Hooper, de la Universidad de Michigan y Bernardo Villa, de la Universidad Nacional Autónoma de México encontraron lo que ellos consideraron una nueva subespecie de tuza en un lugar de la Ciudad de México. Más tarde, Hooper hizo la descripción formal acuñando el nombre Cratogeomys tylorhinus arvalis. Revisiones posteriores mostraron que el taxón descrito por Hooper es un sinónimo de la subespecie C. t. tylorhinus.
 
Si hoy en día quisiéramos encontrar esta tuza en la localidad tipo de C. t. arvalis tendríamos serias dificultades. No veríamos los característicos montículos de tierra que estos animales producen al excavar, ni percibiríamos los daños en las plantas que tuzas producen al alimentarse. Mucho menos tendríamos la oportunidad de ver a alguno de estos roedores asomándose de sus galerías y mostrando sus diminutos ojos y sus incisivos curvos y afilados.
 
La razón es muy sencilla. Exactamente en la localidad tipo se levanta ahora un conocido supermercado de la calle de Pilares, en la Colonia del Valle. Donde antes prosperaba la población de tuzas hay ahora un extenso estacionamiento que da servicio cientos de compradores diariamente. Donde antes pululaban los tlacuaches, las zorras o los cacomixtles podemos ahora tan solo observar a los frenéticos clientes del centro comercial corriendo con sus bolsas de mercancía.
 
Con estos ejemplos parecería que la historia de los ejemplares tipo y de sus localidades es muy triste. Sin embargo, hay todavía esperanza. Recientemente se observó un grisón en Yucatán, el primero del estado que será reportado por un científico desde que Hatt lo hizo en 1938. Asimismo, el año pasado se encontraron individuos del falso vampiro en dos estados del sureste de México. Dado que los informes técnicos de estos hallazgos no han sido publicados, no puedo por lo pronto entrar en más detalles sobre estos descubrimientos.
 
El destino final del grisón del gobernador puede parecer triste, pero su existencia como ejemplar de museo ha contribuido, aunque sea modestamente, a que los científicos tengan un mejor conocimiento sobre la fauna de México, y que eventualmente propongan alternativas para detener el rápido deterioro del ambiente. Seguramente el gobernador Cantón nunca se imaginó tal papel para su simpática mascota.
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 Notas
 
Todos los personajes de este ensayo (incluso los animales) son reales. Los detalles del encuentro de Nelson y Cantón Rosado son ficticios.
 
Lecturas adicionales:
 
Sterling, K. B.,1991,Two pioneering American mammalogists in México: the field investigations of Edward William Nelson and Edward Alphonso Goldman, 1892-1906. Pp. 33-47 in Latin American mammalogy: history, biodiversity, and conservation (M. A. Mares y D. J. Schmidly, eds.). University of Oklahoma Press, Norman, Oklahoma. (Historia de las expediciones de Nelson y Goldman en México).
 
Las tres siguientes monografías contienen una gran cantidad de información sobre la historia natural de los mamíferos mexicanos y sobre el estado de conservación de las zonas naturales de México en años lejanos:
Gaumer, G.,1917, Mamíferos de Yucatán. Secretaría de Fomento, México, D. F.
Villa-R., B. 1952. Mamíferos silvestres del Valle de México. Anales del Instituto de Biología, unam 23:269-492.
Hall, E. R. y W. W. Dalquest., 1963, The mammals of Veracruz. University of Kansas Publications, Museum of Natural History, 14:165-362.
     
_____________________________________________________      
Héctor T. Arita
Centro de Ecología,
Universidad Nacional Autónoma de México.
     
______________________________________________________      
 
como citar este artículo
 
Arita, Héctor T. 1995. El grisón del gobernador. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 34-37. [En línea].
     

 

 

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Alfonso Arellano Hernández
     
               
               
0 Mensch! Gib acht!
Was spricht die tiefe Mitternacht?
Ich schlief!
Aus tiefen Traum Un Ich erwacht!
Die Welt ist tief,
und tiefer, als der Tag gedacht!
 
(¡Hombre! ¡Atiende!
¿Qué dice la profunda medianoche?
¡Duermo!
¡De profundo sueño despierto!
¡El mundo es profundo,
y más hondo de lo que el día concibe!)
 
F. Nietzsche,
Así hablaba Zaratustra
 
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Todos los que vivimos en grandes ciudades, llenas de luz eléctrica, pocas veces podemos admirar la magnificencia de la bóveda celeste, en particular durante la noche. Resulta indescriptible la sensación de volver los ojos a lo alto y contemplar el espacio infinito, oscurísimo, salpicado de luces —blancas, rojas, azules—; unas fijas, otras titilantes y algunas fugaces (amén de los satélites artificiales que ensucian la órbita de nuestro planeta).
 
Y la impresión es aún más fuerte cuando sabemos que muchos de tales astros se apagaron antes de que la especie Homo sapiens apareciera sobre la Tierra.
 
Sin embargo, todavía existen sitios desde los cuales podemos apreciar el cielo nocturno y el movimiento de los astros. Entre ellos se encuentran las ruinas mayas.
 
Ahora bien, ¿cuántas veces hemos incursionado por alguno de los aspectos de la civilización maya, y hemos observado que se mencionan sus profundos conocimientos cronológicos y astronómicos? Muchas, tantas que comúnmente se considera que los mayas eran los más grandes observadores del Cielo.
 
En la actualidad, el desarrollo de los estudios acerca de la escritura jeroglífica de los mayas —epigrafía— ha permitido afinar nuestros conceptos acerca del nivel que dicho pueblo alcanzó en sus observaciones celestes. Así, en las páginas siguientes presentaré un caso de los más interesantes, que se encuentra registrado en diferentes inscripciones del sitio hoy ubicado en el estado de Chiapas y que se conoce con el nombre de Palenque. En particular, los datos proceden de los tableros conocidos como "de la Cruz", "de la Cruz Foliada" y "del Sol".
 
Un reinado singular
 
El 10 de enero de 684 d.C.,1 Chan Bahlum (Jaguar Serpiente) II se entronizó como señor de Palenque. Fue el primogénito de Pacal (Escudo) II y la señora Ahpo Hel (Señora del Linaje). Nació un 10 de abril de 635 d. C, cuando su padre tenía 32 años de edad, y fue nombrado sucesor al trono casi a sus seis años, el 14 de junio de 641. Chan Bahlum II legitimó su entrada al linaje asociándola con la de su antepasado Kan Hok Chitam (Pécari Nudo Precioso) I, suceso que había ocurrido 145 años antes, es decir, en 496 d. C. De esta manera, Chan Bahlum II mostraba públicamente la aceptación de los dioses y de los abuelos para gobernar Palenque.
 
Por otro lado, el primer vínculo que nuestro personaje estableció con los sucesos astronómicos se dio bajo la forma de un nombramiento. El 19 de junio de 641, Chan Bahlum II recibió el título de k'in k'in (Sol), entre otros muchos, al mismo tiempo que se decía pariente de un dios. Como puede observarse, la adquisición del título fue muy próxima al solsticio de verano (en el calendario gregoriano).
 
Asimismo, el hecho corresponde a la iconografía del Tablero del Sol (figura 1). En él se aprecia una imagen del escudo solar que representa al Sol Jaguar del Inframundo, apoyado en dos lanzas a su vez colocadas sobre una especie de trono bicéfalo. El conjunto implica que Chan Bahlum II reforzó su designación al trono de Palenque como "Sol": así se hacía responsable de que el Cosmos permaneciera, y se identificaba con el dios Sol Jaguar del Inframundo, que crea y favorece la vida. Chan Bahlum II era, pues, un dios humanizado o un humano deificado.2 Al cabo de varios sucesos, incluida la muerte de su padre (el 28 de agosto de 638), Chan Bahlum II pudo sentarse en el trono. Esto ocurrió el 7 de enero de 684 d.C., cuando tenía casi 50 años de edad.
 
 figura3901 01
Figura 1. Tablero del Templo del Sol, Palenque. Dibujo de Linda Schele, en Arellano, 1988: passim.
 
La alteración del Cosmos
 
Lo más espectacular durante su reinado fue que —en paráfrasis libre del texto glífico— "los dioses se hicieron compañía" el 20 de julio de 690 d. C. Las inscripciones señalan que intervinieron las deidades de la Tríada: G I, G II y G III.3 Al mismo tiempo se cumplían 75 años de la llegada de Pacal II al trono.
 
Acerca del suceso astronómico (figuras 2 y 3), algunos mayistas consideran que fue la coincidencia de los puntos estacionarios de Saturno y Júpiter en sus órbitas, para reiniciar su camino (movimiento retrógrado), después de haberse aproximado a Marte y entrar los tres en conjunción superior con la Luna. Además, los cuatro planetas estaban en Escorpio.4
 
 figura3901 02
Figura 2. La bóveda celeste en 19 de julio de 690 d. C. Vista desde Palenque, 8:00 pm.
figura3901 03
Figura 3. La bóveda celeste en 20 de julio de 690 d. C. Vista desde Palenque, 8:00 pm. Fecha registrada como 2 cib 14 mol en el Tablero de la Cruz Foliada y del Sol.
 
Un día después (21-VII) (figura 4), Chan Bahlum II inauguró un edificio al que llamó "Casa Occidental del Quetzal" (probablemente un templo en honor del fundador de la dinastía palencana). Dos días más tarde (figura 5), el señor realizó una invocación a un dios celestial, por medio de un autosacrificio, con el fin de volver el Cosmos a la normalidad.5
 
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Figura 4. El Cielo el 21 de julio de 690 d. C. Vista desde Palenque, 8:00 pm.

figura3901 05
Figura 5. El Cielo el 23 de julio de 690 d. C. Vista desde Palenque, 8:00 pm.
 
En el cuadro 1 se presentan los datos relativos a las figuras 2, 3, 4, y 5.
 
 
 cuadro3901
 Cuadro 1
 
 
La importancia del suceso celeste fue tal que también se halló registrado en un adorno de jade. Si bien la joya fue recuperada del cenote Sagrado de Chichén Itzá,6 formaba parte de un collar que, por la inscripción que presenta, pertenecía sin lugar a dudas a Chan Bahlum II de Palenque.
 
Después de los sucesos relatados, su reinado transcurrió con relativa tranquilidad. Se dedicó a celebrar algunos acontecimientos, como su octavo año en el trono (el 7 de enero de 692) y la dedicación de los templos de la Cruz, Cruz Foliada y Sol, hacia el equinoccio de primavera, el 15 de marzo de 692 d.C.7
 
Chan Bahlum II de Palenque murió un día 16 de febrero del año 702 d. C. Fue sucedido por su siguiente hermano, Kan Hok Chitam (Pécari Nudo Precioso) II.
 
Los cielos y los hombres
 
Si bien el ejemplo expuesto es muy específico de una ciudad y un momento determinados, no se trata de una excepción en lo que toca a toda el área maya. A lo largo y ancho de la región, durante el lapso prehispánico de la historia de los mayas, encontramos registros glíficos cuyo análisis cuidadoso ofrece ricos datos acerca de las nociones astronómicas de dicha cultura.
 
Las peculiaridades de los acontecimientos, sin embargo, no suelen presentarse de manera explícita en los glifos —al menos no todavía, de acuerdo con los avances actuales de la epigrafía. Hasta la fecha, el único método que ha demostrado su valor es la conversión de los calendarios mayas al cristiano, tomando en cuenta tanto el juliano como la corrección gregoriana. En seguida, hay que acudir a los modernos programas para computadoras, que tienen la cualidad de mostrar la bóveda celeste —así como las posiciones de los planetas— en cualquier fecha.
 
De esta manera, el interés de los epigrafistas por la astronomía adquirió mayor empuje cuando, en la primera mitad de la década de 1980, se reveló el caso palencano. Es decir, se suponía que en la fecha maya 9.12.18.5.16 2 cib 14 mol (20-VII-690 d. C.) había ocurrido "algo" relacionado con la bóveda celeste, dado que el glifo verbal asociado representaba al cielo "invertido" o cabeza abajo; sin embargo se desconocía su significado. Éste pudo definirse gracias a la cooperación entre epigrafistas y astrónomos, pues con el manejo de computadoras se supo que había ocurrido una conjunción entre la Luna, Marte, Júpiter y Saturno.
 
Entonces se buscó una interpretación del glifo verbal "cielo invertido" y se encontró que era "acompañar", en tanto que los dioses actores del suceso se identificaron con dichos astros. A partir de entonces, se han realizado pesquisas en las numerosas inscripciones de los diferentes sitios mayas para tratar de definir los eventos astronómicos. La lista obtenida, hasta el momento, es larga e incluye conjunciones —muchas de ellas entre Venus y el Sol—, puntos estacionarios, eclipses solares y lunares, al igual que la proximidad de los planetas con algunas constelaciones, como ejemplo Escorpio, Géminis, Orión, Osa Menor y la propia Vía Láctea. Para llegar a este tipo de resultados, ha sido básico el trabajo interdisciplinario.
 
En otro sentido, se ha corroborado el papel que los acontecimientos celestes desempeñaban dentro de la vida cotidiana de los antiguos mayas. Los gobernantes, dado que personificaban a los dioses, se contaban entre los pocos seres terrícolas que podían alterar o conservar el transcurso de la vida de los hombres y el orden del Cosmos entero. En el ejemplo del acontecimiento de 2 cib 14 mol fue necesario que Chan Bahlum dedicara un edificio al primer abuelo y que regara sangre para invocar a un dios, todo ello con el fin de volver el Universo a la normalidad.
 
Como dije anteriormente, no se trata del único ejemplo que las inscripciones mayas ofrecen sobre los asuntos astronómicos, pero sí es uno de los más interesantes. En cuanto a los demás, baste por el momento considerarlos —por sus singularidades— como la herramienta idónea para realizar un mejor acercamiento a las nociones que los mayas tenían acerca del inmenso cielo y de los seres que en él habitan.
 
Notas

1. La conversión de las fechas mayas a cristianas se ha realizado en calendario juliano. Para los casos gregorianos sólo deben agregarse tres días.

2. V.ide Schele, 1976: 9-35; Cohodas, 1976:155-177.

3. Los bautizó Heinrich Berlin, 1963. Las letras quieren decir "God I [one]", "God II [two]" y "God III [three]". En fechas recientes, Shele y otros epigrafistas han tratado de rebautizarlos en maya yucateco, leyendo los glifos que forman parte de los nombres de dichos dioses; vide al respecto Schele y Miller, 1986, passim; y Freidel et ai, passim.

4. Lounsbury, en Schele, 1982: 23:3. Cfr. Kelley, I980,passim; Schele y Miller, 1986: 278, nota 11, y Freidel et ai, 1994, passim.

5. Schele, 1993: 120 y ss.

6. Proskouriakoff, 1974: 110-111, 203-210, lám. 75a. La autora destaca que la pieza mostraba rastros de haber sido quemada, y considera que fue obtenida por saqueo de alguna tumba de Palenque —cuando ésta fue abandonada— y arrojada más tarde al Cenote.

7. Recordar que las fechas están en calendario juliano.

     
     
Referencias bibliográficas
 
Arellano Hernández, A., 1988, La historia maya prehispánica. Otra perspectiva a través de sus inscripciones. Palenque, tesis, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 169 pp., 110 ilus.
Aveni, A et al., 1980, Astronomía en la América antigua, México, Siglo XXI, 325 pp., ilus. (América Nuestra, 25).
Berlín, H., 1963, "The Palenque Triad", sobrearo de: Journal de la Société des Américanistes, Nouveüe Serie, París: LII, 91-99, ilus.
Cohodas, M., 1976, "The iconography of the panels of the Sun, Cross and Foliated Cross at Palenque, part III", en, Greene Robertson, Merle, (ed.), Segunda Mesa Redonda de Palenque. The art, iconography and dynastic history of Palenque, Peeble Beach, The Robert Louis Stevenson School: III, 155-176, ilus.
Freidel, D. et al., 1993, Maya Cosmos. Three thousand years on the shaman's path, Nueva York, William Morrow and Company, Inc., 543 pp., ilus.
Kelley, D., 1980, "Tablas e inscripciones astronómicas mayas", en: Aveni, A, et ai, Astronomía en la América antigua, México, Siglo XXI, 1980: 84-104, ilus.
Proskouriakoff, T., 1974. Jades from the Cenote of Sacrifice: Chich'én Itzá, Yucatán, Cambridge, Harvard University Press, XVIII + 217 p., ilus., (Memoirs of the Peabody Museum of Archaelogy and Ethnology).
Schele, L., 1976, "The Palenque triad. A visual and glyphic approach'', en: Actes du XCII Congrés International des Américanistes, París, 1976: VII, 407-423, ilus.
Schele, L., 1982, Maya glyphs. The verbs, Austin, Texas University Press, 427 pp., ilus.
Schele. L., 1993, Notebooh for the Maya hieroglyphk uniting workshop at Texas, Austin, Institute of Latin American Studies, University of Texas at Austin, 275 pp., ilus.
Schele, Linda y David Freidel, 1990, A forest of kings. The untold story of the Ancient Maya, Nueva York, Willliam Morrow and Company, Inc., 542 pp., ilus.
Schele, L. y M. Miller, 1986, The blood of kings. Dinasty and ritual in Maya art, Forth Worth, Kimbell Art Museum, 347 pp., ilus.
     
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Alfonso Arellano Hernández
Coordinación de Humanidades,
Universidad Nacional Autónoma de México. 
     
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como citar este artículo 
Arellano Hernández, Alfonso. 1995. El profundo cielo de los mayas. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 4-8. [En línea].
     

 

 

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Etnobotánica
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Alejandro Casas, Juan Luis Viveros
y Javier Caballero
 
Colección Presencias,
INI/CNCA,  1994.
   
   
     
                     
Alcozauca es un escenario que permite palpar la crisis actual
que viven muchas otras comunidades indígenas del país. La destrucción del medio natural alcanza actualmente niveles alarmantes en la región de la Montaña de Guerrero. Landa encontró, por ejemplo, que en 1979 un 42 por ciento de la superficie de la región se encontraba deteriorada y esto no ha dejado de aumentar pues, como se indica en el mismo trabajo, en algunas comunidades campesinas la tasa de deforestación anual es de entre cuatro y 30 por ciento.
 
La destrucción de la naturaleza es la afectación de la base material de la producción de la cultura. Su degradación es consecuencia de una trama compleja de factores socioeconómicos y culturales, cuya expresión más directa son los cambios en los patrones tecnológicos de uso y manejo de los recursos, que en las últimas décadas se caracterizan por una explotación más intensa de los recursos. En el caso de los suelos agrícolas, este cambio ha significado el acortamiento de los ciclos tradicionales de uso y de descanso de la tierra y la incorporación de nuevas áreas que en el pasado no eran aptas para la producción agrícola. Esto ha sido posible sobre todo a partir del uso de fertilizantes químicos; sin embargo, este hecho no sólo ha afectado negativamente la economía de las familias campesinas, sino que además ha favorecido el empobrecimiento agudo de los suelos y los agricultores se han visto obligados a incrementar el desmonte de las áreas forestales, con la poca o nula recuperación de las parcelas abandonadas.
 
Los cambios tecnológicos se han caracterizado también por la intensificación del efecto destructivo del pastoreo en las áreas forestales. Esto se debe al incremento de los hatos ganaderos, que constituyen una de las pocas maneras de generar recursos monetarios en la zona. El problema está agudizado porque el espacio que se destinó a tal actividad se ha visto reducido paulatinamente, pues no sólo han sido modificados los patrones de pastoreo que cubrían grandes extensiones, sino que ahora las comunidades defienden celosamente sus áreas comunales, sin permitir pastores de otros poblados. Además, el crecimiento general de las áreas deterioradas limita paulatinamente las zonas de pastoreo. A pesar de tal situación, no existen por el momento sistemas intensivos de producción pecuaria que permitan aumentar el rendimiento y proteger las áreas forestales que actualmente se afectan.
 
Las prácticas de extracción forestal también han tendido a incrementar su incidencia, pues no sólo son necesarias para cubrir los requerimientos de subsistencia de una población creciente, sino que también constituyen fuentes de recursos y que al mismo tiempo limitan cada vez más la base material para la realización de estos patrones. Como parte de este proceso, los campesinos se ven obligados a usar más intensamente un conjunto más reducido de recursos y patrones tecnológicos más uniformes y menos acordes con la diversidad ambiental.
 
Sin embargo, es necesario tener presente que la intensificación de la explotación de los suelos, bosques y aguas, es una consecuencia del paulatino empobrecimiento de los campesinos de la región, de la falta de opciones productivas y de empleo y de la necesidad de cubrir los requerimientos de una población en crecimiento. Es el enfrentamiento cada vez más agudo de una economía campesina cuyas tácticas productivas y patrones de consumo y de intercambio se encuentran severamente desfasados de los que exige la economía del mercado que los invade de manera creciente.
 
Uno de los ejemplos más dramáticos de este proceso es quizás el uso de fertilizantes químicos. Hasta mediados de la década de los años setenta, estos insumos no habían sido necesarios como lo son en el presente. Las largas colas de campesinos en las oficinas de Fertimex en Tlapa, año con año, son ejemplo patético del nivel que ha alcanzado esta nueva necesidad. Uno de los problemas mayores que acarrea el uso de fertilizantes es el desbalance de la economía campesina tradicional. Así, la compra de tal insumo no está respaldada por la propia producción agrícola pues, como se recordará, el destino de los productos es casi totalmente para el autoabasto de las unidades familiares. Para cubrir los gastos de los fertilizantes, los campesinos han aumentado el ritmo de aquellas actividades que les permiten generar recursos monetarios: el tejido de sombrero, las actividades de extracción forestal, los hatos de ganado y, sobre todo, la emigración. La fertilización artificial genera una nueva necesidad que altera la forma de uso de la tierra y favorece directamente su deterioro y que al alterar la economía campesina tradicional, contribuye también indirectamente a deteriorar el medio natural y la cultura.
 
Los procesos migratorios introducen a la vez una compleja red de problemas socioculturales que tienden a dar al traste con las costumbres locales. Estos procesos, en el caso de la alimentación, como se ha visto, tienden a empobrecer la calidad de la dieta. La migración constituye una opción que los campesinos encuentran para enfrentar los requerimientos monetarios que de manera creciente impone la sociedad actual. La preocupación primaria que motiva a emigrar es la atención de las necesidades de la producción y de la vida comunitaria; sin embargo, al emigrar, los campesinos entran a una nueva órbita de preocupaciones y de valores que poco tiene que ver con el modo de vida tradicional, basado en el uso de múltiples recursos.
 
El modo de vida campesino tradicional y el uso múltiple de los recursos naturales son aspectos que se encuentran íntimamente ligados. Ambos resultan cruciales para la preservación de las culturas milenarias que integran la cultura nacional y para la conservación de la biodiversidad y de la integridad del medio natural. Para apoyar su desarrollo en las condiciones actuales, es preciso reconocer sus nuevas necesidades y atender los problemas que se derivan de los enormes rezagos en el impulso al desarrollo y de la defectuosa integración que con la sociedad nacional han sufrido las etnias a lo largo de la historia.
 
ormente contribuyen a alterar los patrones tradicionales de uso de los recursos son, quizás, el propio deterioro de los recursos naturales; el crecimiento demográfico y el crecimiento de la pobreza rural, sobre todo entre la población indígena; la baja productividad primaria, y los cambios socioculturales determinados por la emigración temporal y definitiva.
Los recursos vegetales y faunísticos, los suelos y el agua y, en suma, la integridad de los ecosistemas, son el soporte fundamental de la estrategia de uso múltiple de los recursos naturales y de la complementariedad de las diferentes actividades productivas en distintos ambientes. La pérdida de cualquiera de estos elementos, en consecuencia, inevitablemente contribuye a estrechar el espectro de los recursos y de opciones productivas.
 
Los avances logrados en las investigaciones realizadas en la región permiten apreciar un panorama general de los problemas y requerimientos en los elementos sociales y naturales que se involucran en los procesos productivos actuales. En el ámbito social resulta evidente la necesidad de aumentar y sostener la producción agrícola, de m añera que ésta pueda satisfacer los requerimientos en alimentos básicos. Igualmente importante resulta el desarrollo de prácticas productivas que permitan generar los recursos actuales y de restauración de los ya perdidos, como base para el mantenimiento de las unidades ambientales y para el sostenimiento futuro de las actividades productivas.
 
Éstas son tan sólo grandes líneas que se consideran necesarias para la planeación del desarrollo productivo. Su realización requiere de un enorme esfuerzo organizativo y financiero, pero también intelectual. Reunir los elementos de información que se necesitan para el diseño de tal plan de desarrollo, así como la orquestación de las instituciones y organizaciones sociales para ponerlo en práctica, es una labor titánica que exige el aporte de numerosas disciplinas administrativas y científicas. Es desde este punto de vista que adquiere relevancia analizar la función social de la etnobotánica, la ecología y otras áreas de las ciencias naturales.
 
Vista desde la perspectiva del desarrollo social, la etnobotánica permite conocer los recursos vegetales de una comunidad, de una región o del país. Permite conocer también la tecnología de uso y manejo desarrollada empíricamente por las etnias a través de los siglos. Estos dos elementos resultan de gran trascendencia para conocer las materias primas que pueden emplearse para distintos propósitos productivos, así como la manera en la cual pueden emplearse. Son también una base importante para la experimentación de nuevos elementos tecnológicos, tan necesarios para detener la destrucción de la naturaleza y mejorar el nivel de vida de los numerosos grupos indígenas que pueblan nuestro país.
 articulos
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Alejandro Casas, Juan Luis Viveros y Javier Caballero

 
     
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como citar este artículo
 
Casas, Alejandro; Viveros, Juan Luis y Caballero, Javier. 1995. Etnobotánica mixteca. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 61-63. [En línea].
     

 

 

del herbario    
 
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La colección de
plantas medicinales más importante
de América Latina
Didier Héctor Brutus
   
   
     
                     
 La tradición es materia prima de la elaboración científica
y es vituperable su olvido, es incalificable su desprecio.
 
Y si es verdad que muchas tradiciones son errores,
no es menos cierto que la tradición, que es experiencia acumulada,
encierra casi siempre un fondo de verdad que al investigador toca dilucidar.
 
General Carlos Pacheco,
fundador del Instituto Médico Nacional, 1888
     
 
En México el uso de plantas medicinales constituye
una tradición que se ha mantenido desde las culturas prehispánicas. Según estimaciones de la M. en C. Abigail Aguilar, entre 70% y 80% de la población recurre a plantas para curar padecimientos que van desde un simple resfriado, hasta aquellas que pueden clasificarse como de filiación cultural (aire, mal de ojo, etcétera) incluyendo enfermedades de tipo gastrointestinal, dermatitis, etc. Sin embargo, de las más de 6 000 especies usadas con fines terapéuticos en el país, sólo el 10% han sido estudiadas a nivel farmacológico, microbiológico, fitoquímico, esto es, que únicamente el 10% tienen una convalidación experimental de su uso popular.
 
Dentro de la medicina tradicional mexicana, corresponde a la herbolaria ser el elemento que ocupa uno de los lugares más importantes entre los recursos terapéuticos utilizados en esta práctica ancestral. Este conocimiento, integrado a un sistema cultural, evidencia la particular interacción entre el hombre y su entorno biológico en cada comunidad, que como consecuencia de un intenso proceso de transculturización se ha ido perdiendo. Sistemas de conocimiento, válidos por sí mismos, que deben ser revalorizados y rescatados ya que constituyen un elemento fundamental para la preservación de la diversidad cultural de México y son una opción para resolver parte de los problemas de salud de países como el nuestro. Existen numerosos ejemplos de estudios comparativos en los que el uso de plantas resulta favorable frente a los medicamentos de patente, cuyos efectos secundarios son más drásticos y dañinos.
 
Las colecciones de plantas secas o herbarios representan una valiosa fuente de información para conocer con qué recursos naturales de carácter vegetal cuenta un país, en qué habitat se localizan, cómo se usan, cuál es el nombre popular y científico; en pocas palabras, un herbario es como una biblioteca que en lugar de libros contiene plantas. Es por ello que, con el afán de conocer mejor la flora medicinal de México y poder estudiarla desde el punto de vista etnobotánico, en el año de 1977 se fundó el primer herbario de plantas medicinales del país, en el seno del Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales (imeplan), creado por decreto presidencial dos años antes. A principios de los años ochenta, al contar en su acervo con más de 3 000 ejemplares de plantas medicinales, recibe su registro internacional con las siglas IMSSM.
 
La M. en C. Abigail Aguilar, fundadora y responsable del Herbario IMSSM, hace un recuento de esos primeros años: "en sus inicios, el imeplam forma parte de lo que era la Universidad del Tercer Mundo; sin embargo, al término del sexenio de Luis Echeverría, nos vemos en la necesidad de buscar otro espacio donde desarrollar nuestro trabajo, y es el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) quien abre sus puertas formándose la Unidad de Investigación Biomédica en Medicina Tradicional y Herbolaria". A partir de entonces, comienzan a realizar colectas sistemáticas de plantas medicinales, a comunicarse con los especialistas en medicina tradicional de las zonas circundantes al Distrito Federal, esto es, de los estados de Hidalgo, Puebla, de México y Morelos. Un antecedente, apunta la maestra Abigail Aguilar, lo constituye el trabajo de Miguel Ángel Martínez Alfaro en la Sierra Norte de Puebla, quien fomenta la colecta etnobotánica de plantas medicinales, y siguiendo esa línea se va formando la gran colección de plantas medicinales de México, que actualmente representa el conjunto de plantas curativas más importante de nuestro país y de América Latina.
 
La importancia de este Herbario, ubicado en el sótano del moderno Centro Médico Nacional Siglo XXI, radica en que todos los ejemplares clasificados son los mismos que utiliza la población mexicana actual con fines medicinales, y su colecta es producto del trabajo de campo en diversas zonas ecológicas del país durante más de 17 años. Es por ello que, afirma la investigadora, los visitantes o usuarios de este centro (entre los que se cuentan amas de casa, pacientes del Seguro Social, estudiantes de todos los niveles educativos, investigadores, etc.) se identifican con el tema, que pertenece a su cotidianeidad y en el cual tienen, no en pocos casos, una amplia experiencia. De aquí se deriva una de las principales características del Herbario IMSSM, que es el estar abierto a todo público, lo cual le ha permitido enriquecer su acervo al incorporar la experiencia de aquellas personas que lo visitan, más allá de la investigación científica.
 
Este Herbario, donde labora una técnica en investigación, dos becarios de maestría y una investigadora, que es la responsable, posee un acervo de 11 235 ejemplares hasta ahora, que crece entre 500 y 1 000 ejemplares cada año, cada uno de los cuales tiene como respaldo, por lo general, una investigación de campo. La ficha de colecta contiene el nombre popular y científico de la planta, la localidad de colecta, la morfología general, el uso medicinal, el nombre del padecimiento, la parte de la planta utilizada, su preparación, la vía de administración, las dosis; finalmente incluye el colector, el número de colecta, la fecha y quien llevó a cabo la determinación del ejemplar. Si se requiere, existe información más extensa acerca de buena parte de los ejemplares en algunos trabajos de tesis y de investigación dedicados al tema.
 
Una contribución relevante de este centro de información es la edición de un listado de plantas medicinales, que revisa los primeros 5 000 ejemplares del acervo del Herbario, pertenecientes a 1 125 especies. Este libro reúne información como el nombre común, el nombre científico, la información de la ficha de herbario, así como el uso que se le da y la manera en la que es utilizada. Esta publicación, así como el herbario mismo representa una de las únicas fuentes en donde se reúne información que usualmente se encuentra dispersa o es de difícil acceso.
 
Otra publicación importante es un atlas de plantas que rescata una parte del proyecto original de imeplan que consiste en la preparación de un cuadro básico por aparatos y sistemas del cuerpo humano, según el uso terapéutico que popularmente se le da a las plantas curativas. Con ilustraciones de cada planta medicinal y escrita en un lenguaje sencillo, esta obra fue distribuida en todas las clínicas regionales del IMSS del país.
 
En este contexto hace falta mucho trabajo etnobotánico, más estudios enfocados a rescatar y recuperar esta información, esa experiencia viva acerca de las plantas medicinales que poseen los curanderos, y además incluir el nivel experimental, pero dirigido a los padecimientos que presenta con mayor frecuencia la población mexicana. Una de las principales limitaciones en este tipo de trabajos es la falta de presupuesto para la investigación de campo, que redunda en escasez de fuentes de trabajo. Así, una muy pequeña proporción de profesionistas tiende a incorporarse al trabajo etnobotánico, inclinándose hacia campos mejor remunerados, como la ecología y la biología de la conservación, en el caso de los biólogos.
 
Sin embargo, estas labores se inscriben dentro de los esfuerzos que, a nivel mundial, se dan para encontrar una forma más equilibrada de relación del hombre con su entorno natural, que revierta el proceso de deterioro ambiental en el que está el ser humano. En este marco, es indudable que una de las premisas para conservar la diversidad biológica es conocer los recursos naturales que tenemos, la forma de utilizarlos, aprovecharlos y, sobre todo, rescatar los conocimientos de culturas que siempre han considerado al hombre como parte de la naturaleza.
 
Paralelamente, en el contexto del discurso de la globalización (económica, cultural y científica) se corre el riesgo de acentuar la homogeneización cultural, que significa la pérdida de una riqueza invaluable. La única manera de detener ese proceso es recuperando la diversidad cultural de nuestro país, no solamente porque representa posibilidades de mejorar la calidad de vida de la población y un fructífero campo para generar información científica propia, sino como una parte fundamental de nuestro patrimonio cultural, que significa, entre otras cosas, un sentido de identidad y pertenencia a una comunidad nacional.
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Didier Héctor Brutus

 
 
 
 
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como citar este artículo

Héctor Brutus, Didier. 1995. La colección de plantas medicinales más importantes de América Latina. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 46-47. [En línea].

 
 
 

 

 

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Gastón Guzmán      
               
               
Debido a los graves problemas de deterioro de su entorno,
el manejo, utilización y conservación de la biodiversidad es una de las prioridades que debería tener el hombre en la actualidad. Asimismo, a pesar de su gran importancia ambiental, los estudios sobre la biodiversidad a nivel mundial, poco o nada han tomado en consideración a los hongos. Se calcula que hay miles de especies de hongos, y que éstas ocupan el segundo lugar en cantidad de especies después de los insectos. Por esa razón, su estudio debe ser prioritario en los programas sobre la biodiversidad, conservación y utilización del medio. El impacto de los hongos en el ambiente se debe a su papel central como desintegradores de la materia or­gánica y a las asociaciones parasitarias o simbióticas que establecen con muchos organismos. Los hongos están muy bien representados en todos los medios, en especial en los trópicos, y precisamente son estos ecosistemas los menos conocidos y los más afectado. La destrucción de los bosques tropicales alcanza cifras alarmantes. Se estima que 100 000 km2 se están perdiendo anualmente y, como resultado, una cuarta parte de la diversidad mundial se perderá en los próximos veinticinco años, lo que significa que más de 350 000 especies de hongos se habrán extinguido durante dicho periodo.
 
La poca atención que han recibido los hongos se debe al bajo número de especialistas y de taxónomos, y a su distribución geográfica irregular. Por tradición, los centros taxonómicos más importantes están en Europa y en Estados Unidos, mientras que en las zonas tropicales, la escasez de micólogos es sorprendente. La zona neotropical, por ejemplo, tiene solamente 4% de los taxónomos que hay en el mundo. Con base en los avances logrados en los trabajos iniciados en 1968, Prance y Campbell estiman que para completar la micobiota neotropical se necesitarán ¡948 años! Del total de las 42 monografías neotropicales publicadas hasta 1986, solamente nueve son sobre hongos, Por otra parte, el carácter neo-tropical de tales monografías es relativo, ya que en general no toman en cuenta a México y América Central, o apenas lo hacen como ocurre con las monografías de los Myxomycota y del género Phaeocollybia, en donde solamente se consideran 28 especies en la primera y una en la segunda, contra las 187 que se conocen ahora en myxomycetes y las más de 20 de Phaeocollybia registradas hasta el presente en México.
 
En las investigaciones taxonómicas, entre otros problemas, está el de la magnitud de la bibliografía que hay que revisar. Ainsworth calculó que hasta 1962 había más de un cuarto de millón de publicaciones sobre micología y que en promedio se publican anualmente 6 500 artículos.
 
La metodología en las investigaciones taxonómicas es otro punto crítico que a veces frena o desvía tales estudios. La tendencia actual es estudiar las especies con base en la biología molecular y la cladística, lo cual es un adelanto, pero hay que tener muy en cuenta que dichos métodos solamente se podrán aplicar si se basan en estudios taxonómico-morfológicos previos y sobre todo en trabajos monográficos que abarquen todas las especies de grandes regiones para poder establecer comparaciones. Korf, al igual que Hawksworth, subrayaron que antes de invertir tiempo en tales líneas modernas, es necesario estudiar las especies siguiendo los métodos clásicos de la taxonomía, para catalogar el mayor número posible de especies. Es costumbre, además, que los biólogos modernos no tomen en cuenta las reglas de la taxonomía o las interpreten erróneamente, lo que provoca graves problemas al usar o generalizar conceptos taxonómicos.
 
¿Cuántas especies de hongos hay en el mundo?
 
Los ingleses han calculado que el número de especies de hongos que se conocen en la ciencia sobrepasa los 69 000, según revisiones exhaustivas y cuidadosas hechas a la bibliografía, al número y análisis de los taxa que se describen anualmente. Dicha cifra fue aceptada por Wilson, aunque anteriormente, en 1988, dicho autor había registrado 46 983 especies de hongos, cantidad que fue aceptada por Toledo y Ordoñez, pero que William-Linera y colaboradores malinterpretaron, ya que registraron 46 483 "macromicetos" y 500 myxomycetes. En el presente trabajo se sigue a Hawksworth, ya que sus datos están basados en cálculos fidedignos. Así, se estima que hoy se conocen más de 70 000 especies de hongos, con base en las que se han descrito hasta la fecha.
 
La cuestión fundamental ahora es la de conocer el porcentaje que representan las 70 000 especies conocidas de las que realmente hay en la Tierra. Martin supuso que el número de hongos puede ser el mismo que el de las fanerógamas, basándose en que cada planta está parasitada por lo menos por un hongo determinado. Entonces, si existen más de 250 000 especies fanerógamas, habrá más de 250 000 de hongos. Por otra parte, muchos hongos parasitan a los animales en una especiación muy marcada, como lo señaló Ainsworth. Puede suponerse, de esta manera, que el mismo número de especies de animales equivale al número de hongos.
 
Tomando en consideración el número de especies de insectos que Erwin calculó en el planeta, que es de 30 000 000, basándose en la estrecha relación que tienen los hongos con los insectos, Hawksworth supone que existen más de 1 500 000 especies de hongos y obtuvo una cantidad equivalente al extrapolar a nivel mundial y al comparar con las fanerógamas los hongos conocidos en Gran Bretaña. El mismo autor, al evaluar las plantas conocidas en Estados Unidos y zonas anexas, y los hongos al­pinos de Europa, entre otros, y promediando los resultados con los obtenidos con base en los de Gran Bretaña, llegó nuevamente a la cifra de 1 500 000 especies de hongos, que es la cantidad que se cree que existe en la Tierra. Lo sorprendente del caso es que solamente se conocen 70 000 especies, por lo que el conocimiento micológico hasta ahora logrado en la diversidad fúngica abarca solamente ¡4.5 % de la totalidad de los hongos!
 
El conocimiento de los hongos en México
 
La diversidad fúngica en México es muy grande, debido a la posición biogeográfica que nuestro país tiene, ubicado entre las grandes regiones, la neártica y la neotropical. Además, su intrincada orografía favorece una gran variedad de climas, lo que provoca el complejo mosaico vegetal que cubre el territorio nacional. Según Mittermeier la biodiversidad de México ocupa el quinto lugar a nivel mundial. Por otra parte, en un trabajo publicado en 1994, mostramos que la vegetación tropical, incluyendo la subtropical, es la más rica en especies fúngicas y hemos encontrado, entre otras cosas, que el mayor número de especies del género Psüocybe en el país se encuentra en los bosques subtropicales, conocidos también como mesófilos de montaña.
 
El conocimiento de los hongos en México comenzó de manera incipiente en el siglo XVI, y se difundía en publicaciones aisladas procedentes de Europa. La micología mexicana se inició, aunque de manera precaria, en las décadas de 1940 y 1950, con investigaciones sobre levaduras, hongos fitopatógenos y hongos de interés médico, y posteriormente sobre macromicetos. El escaso desarrollo del conocimiento acerca de los hongos de México contrasta enormemente con la riqueza del conocimiento tradicio­nal, que se remonta hasta hace más de quinientos años. La falta de coordinación entre los programas de la biodiversidad y los programas científicos en general ha contribuido al atraso en el estudio de los hongos en México, que va paralelo con la escasez tan marcada de taxónomos en micología. A pesar de tener el país una biodiversidad tan grande, los especialistas en micología taxonómica no llegan a veinte y, entre ellos, los que son miembros del Sistema Nacional de Investigadores no llegan a la mitad. El Consejo Nacional de la Flora de México, creado en 1983, no ha publicado ninguna monografía sobre hongos. Acerca de estos organismos solamente se conocen dos monografías a nivel nacional, las de Scleroderma y Psüocybe, elaboradas por quien esto escribe y tres parcialmente concluidas, la de Gymnopilus de Guzmán-Dávalos, la de Lactarius de Montoya y la de Phaeocollybia de Bandala, dirigidas por el autor.
 
Todos los estudios sobre la biodiversidad deben basarse en colecciones de especímenes debidamente catalogados. En el caso de las colecciones de hongos, que por tradición se mantienen en los herbarios, es importante señalar que todavía son pobres en México. A este respecto. Hawksworth y Ritchie mostraron que 64% de los países en desarrollo en los trópicos carecen de colecciones micológicas. En su relación de herbarios micológicos en el mundo, al referirse a México, dichos autores no mencionaron ninguna cifra de hongos al citar los 12 herbarios supuestamente importantes en el país. Según la revisión de los herbarios nacionales realizada por Arreguín y colaboradores, existen más de 220 000 especímenes de hongos en 20 herbarios, de los que la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y el Instituto de Ecología en Xalapa tienen más del 50 % y el Herbario Nacional de México, la Facultad de Ciencias de la UNAM, el Instituto de Biología de la Universidad de Guadalajara y los herbarios HEIMIN e ITCB el 35 % restante. A manera de comparación, es importante señalar que la Colección Nacional de Hongos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos tiene más de 1 000 000 especímenes y el Herbario de Kew en Inglaterra más de 700 000. Por otra parte, aproximadamente el 50% de las colecciones de hongos en el país no están bien identificadas, en contraste con las de los herbarios del extranjero. En lo que respecta a las colecciones de hongos vivos, Hawksworth y Ritchie señalan que en México se tienen registradas 2 523 cepas en ocho instituciones, entre las que no mencionaron el Instituto de Ecología, que tiene alrededor de cien cepas. La colección más grande que citaron dichos au­tores es la del Centro de Investigaciones Forestales de Coyoacán con 1016 cepas, la cual, según una revisión que hizo recientemente la bióloga Marisela Zamora cuenta sólo con 193 cepas. En el extran­jero, a manera de referencia, el CAB Internacional de Inglaterra tiene más de 16 500 cepas, y a nivel mundial, Hawksworth registró 254 000.
 
¿Cuántas especies de hongos hay en México?
 
Saber cuántas especies de hongos hay en México es un reto, pues implica conocer primero cuántos se conocen ahora y hacer extrapolaciones con los de otras regiones del mundo para establecer com­paraciones. Se conocen actualmente más de 6 000 especies de hongos, cálculo que se basa en la revisión exhaustiva que he hecho de la bibliografía especializada. Dichas especies están repartidas en aproximadamente 2 000 micromicetos y 4 000 macromicetos, incluyendo en estos últimos los líquenes y los mixomicetos. Entre las obras consultadas destacan el Boletín de la Sociedad Mexicana de Micología, la Revista Mexicana de Micología y la Cronología de los Hongos Mexicanos, obra que preparo desde hace varios años, así como un análisis de todos los folletos y libros publicados sobre hongos mexicanos.
 
Para calcular el número de especies de hongos que se estiman en México, se deben hacer comparaciones con otros organismos con los cuales se relacionan los hongos, o con aquellas cifras sobre hongos obtenidas en otros países. Recientemente realicé un ensayo sobre este importante y difícil tema, basándome en las observaciones de hace varios años. En la evaluación de los hongos de México se pueden seguir tres métodos: 1) según el número de fanerógamas y animales que supuestamente parasitan los hongos, y sumando las especies de hongos saprobios y simbiontes; 2) según el número de los hongos de Gran Bretaña, extrapolado a México, y 3) según el número de hongos supuestamente conocidos en el estado de Veracruz, la entidad federativa del país aparentemente mejor estudiada, y promediando el resultado de los tres, que fue el procedimiento que seguí recientemente. De estas tres evaluaciones se consideran ahora solamente las dos primeras, por considerar que calcular la cantidad de hongos en México basándose en los de Veracruz es algo todavía bastante incierto, debido al mal conocimiento fúngico que existe en dicha entidad, a pesar de los esfuerzos realizados. Junto con algunos colaboradores y gracias al apoyo de CONABIO, actualmente tenemos en preparación una base de datos de todas las especies de hongos conocidas en Veracruz, que pronto estará lista.
 
El primer cálculo sobre los hongos mexicanos con base en el número de fanerógamas y animales que hay en el país, que supuestamente están parasitadas por los hongos en una especialización muy marcada, es bastante firme por las razones antes expuestas. Rzedowski evaluó 30 000 especies de fanerógamas en el país, por lo que basándonos en Martin, que afirma que todas las plantas tienen un patógeno fúngico específico, habrá cuando menos 30 000 especies de hongos en México. Por otra parte, se estima que existen en México más de 150 000 especies de animales, y si aproximadamente la mitad de ellos tienen un parásito fúngico específico, habrá más de 75 000 hongos en el país. Además, deben considerarse los hongos saprobios y simbiontes, que de acuerdo con nuestros cálculos, son 30 000 especies. De esta manera, sumando las 30 000 especies según las fanerógamas, las 75 000 de los animales y las 30 000 saprobias y simbióticas, se obtiene la cifra de 175 000 especies de hongos en México en una primera evaluación.
 
Gran Bretaña es la región del mundo mejor conocida en cuanto a los hongos se refiere, por lo que el segundo cálculo de los hongos mexicanos se basa en la extrapolación, con todas las reservas del caso, del número de hongos británicos a México. Cierto que Gran Bretaña presenta condiciones ecológicas diferentes de las del territorio nacional, pero se cree conveniente realizar dicha evaluación para tener una base de referencia respecto a la cantidad de hongos que hay en el país. En Gran Bretaña se conocen 12 000 especies de hongos, y si se considera que dicha región tiene 244 000 km2 contra los 1 970 000 km2 de México, los hongos británicos representan la octava parte de los mexicanos, puesto que Gran Bretaña cabe ocho veces en México. Se obtiene así la cifra de 96 840 especies de hongos, que es conveniente tomar como tal, a pesar de que más del 50% del país está representado por zonas áridas y subáridas o desertificadas, en las cuales la población fúngica es muy baja. En contraposición tenemos las zonas tropicales húmedas del sureste del país, en donde la población fúngica es muy alta.
 
Así, se considera que existen en México 135 000 especies de hongos, según el cálculo basado en las fanerógamas, animales y en los hongos saprobios y simbiontes, y 96 840 según los hongos británicos. Promediando ambas cantidades se obtiene la cifra de 115 920, que redondeada y aumentada a 120 000 por los nuevos registros que se están haciendo de plantas y de animales, es la cantidad de hongos que se supone existen en México. De esta manera, las 6 000 especies de hongos que se conocen en México apenas representan 6% del conocimiento de la micobiota nacional. Anteriormente hemos propuesto la cifra de 140 000 especies de hongos en México, tomando como base la estimación del número de hon­gos veracruzanos. Se puede afirmar, entonces, que existen en el país más de 100 000 especies de hongos, pero si comparamos esta cantidad con la de 1 500 000 especies que postula Hawksworth que existen en el mundo, resulta demasiado baja (el 6.6 %) y considerando que México tiene una alta biodiversidad, es de suponerse que existen en el país más del doble de hongos de los que hasta ahora hemos calculado.
 
Sobre el incremento del conocimiento de la micobiota mexicana, Hawksworth y Ritchie mostraron que entre 1981 y 1990, en el mundo científico se describieron 165 especies mexicanas nuevas. Por nuestra parte, al revisar la bibliografía de 1982 y 1992, encontramos que se registraron 835 especies nuevas en el país para la micobiota nacional, incluyendo nuevos registros y especies nuevas. Esto quiere decir que hay un incremento anual de 75.9 especies de hongos, por lo que se necesitarán más de 1581 años para conocer definitivamente los hongos que crecen en México. Sin embargo, si se toman las medidas necesarias, como estimular los estudios sobre la biodiversidad, lo que ya se está haciendo, y de continuar el ritmo ascendente de las investigaciones, tal como se observa en los últimos diez años, indudablemente dicho tiempo se reducirá. Por otra parte, existe el grave problema del deterioro de la vegetación perpetrado por el hombre. Las prácticas tradicionales de la "roza, tumba y quema" tan arraigadas en los trópicos mexicanos, son absolutamente negativas para la biodiversidad. Además, debido a la sobrepoblación humana, se pone en peligro la subsistencia de las especies. Sería conveniente calcular ahora cuántas especies de hongos se están perdiendo o están en grave peligro de extinción, es decir, elaborar las famosas "listas rojas" que se discuten desde hace tiempo en Europa. Recientemente, y por primera vez en México, el Gobierno Federal publicó en el Diario Oficial (tomo 488, num. 10, 1994) una lista de las especies de flora y fauna en peligro de extinción, amenazadas, escasas ("raras") y las sujetas a protección especial, en donde se incluyeron numerosos hongos. Es tos últimos fueron tomados de una lista elaborada por el autor, a solicitud expresa del Director del Instituto Nacional de Ecología.
 
Conclusiones
 
Los hongos, a pesar de ocupar el segundo lugar en número de especies en la Tierra, después de los insectos, no han sido suficientemente tomados en cuenta en los trabajos sobre la biodiversidad. Los ingleses han calculado que existen más de 1 500 000 especies de hongos en el planeta, de los cuales únicamente se conoce un 4.5 %. El 95.5 % restante sin estudiar se encuentran principalmente en los trópicos. En México, los cálculos efectuados por el autor arrojan una cifra de entre 120 000 y 140 000 especies, que comparadas con las 6 000 especies que se conocen, indican que el conocimiento sobre la micobiota nacional es apenas de 6 y 4.5% respectivamente. Al ritmo de las investigaciones hasta ahora realizadas, se necesitarán de 1581a 1761 años para catalogar todas las especies de hongos del país, pero con las medidas adecuadas, el estímulo a las investigaciones de tipo taxonómico y a la labor de inventario, dicho periodo se puede reducir significativamente. Sin embargo, la gran destrucción que se está efectuando de la vegetación del país repercute enormemente sobre las poblaciones de las especies fúngicas, con el grave peligro de la extinción de muchas de ellas, que ni siquiera han sido estudiadas o catalogadas, como está sucediendo en las zonas tropicales.
 
articulos
Agradecimientos
 
El autor expresa su agradecimiento a todos los colegas y amigos, que amablemente le proporcionaron datos o ideas para la elaboración de este artículo. En particular se dan las gracias a Víctor Bandala, Gloria Carrión, Santiago Chacón, Laura Guzmán-Dávalos, Gerardo Mata, Leticia Montoya, Nisao Ogata y Marisela Zamora. También se reconoce el apoyo recibido por parte del CONACYT, a través del financiamiento a varios proyectos, en especial el de 1994 (Ref. 1810-N9211).
 
 
 
 
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____________________________________________________________      
Gastón Guzmán
Instituto de Ecología, Xalapa, Veracruz.
     
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como citar este artículo
 
Guzmán, Gastón. 1995. La diversidad de hongos en México. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 52-57. [En línea].
     

 

 

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Tomás Brody
     
               
               
La Física se presenta a los estudiantes universitarios como
una gran acumulación de hechos y teorías, un inmenso edificio de erudición que, en un lapso de unos cuantos años, ellos deben aprender a emplear como una herramienta para resolver problemas. Sin embargo, un mayor acercamiento —desafortunadamente no accesible al estudiante, por carecer del conocimiento necesario—, permite ver que esta imagen no es completamente satisfactoria.
 
En primer lugar, el edificio no posee ningún principio guía que sea definitivo. La Física puede ser definida como el estudio del movimiento y la estructura de la materia, de la manera en que la estructura de las cosas determina su movimiento y cómo las leyes del movimiento determinan a su vez la estructura. No obstante, esto es demasiado amplio, pues las cosas móviles más visibles de nuestro medio, los seres vivos, son estudiados por la Biología y no por la Física, y la estructura más importante, la sociedad humana, se considera fuera del ámbito de las ciencias naturales. Lo que es más, mucho de lo que aprenden los estudiantes tiene que ver con solución de ecuaciones y, ¿acaso hay movimiento o estructura en la ley de Ohm? De hecho, lo que se incluye en Física y lo que se ve en otras ciencias es decidido sólo en parte haciendo referencia a algún principio abstracto, ya que con frecuencia los factores históricos tienen una mayor influencia, y entre ellos la conveniencia académica no es marginal. Lo mismo ocurre con la división de las ciencias establecida de una vez por todas. Algunos ven la Astronomía como parte de la Física, mientras que otros, con razones igualmente válidas, la consideran una ciencia independiente. Las fronteras entre Física y Química, y entre Física y Matemáticas, están en constante movimiento, y el trazo de la línea divisoria entre Física y Tecnología sigue siendo un problema aún sin resolver.
 
En segundo lugar, y como veremos con más detalle, la idea de la Física como un "edificio de erudición", de una simple, constante y progresiva acumulación de verdades definitivas, es errónea. Una vez que el estudiante se titula, es libre de iniciarse en la práctica y es entonces que descubre que la Física no es el cúmulo de conocimientos que comúnmente se dice, sino más bien un esfuerzo constante de mejorar, completar nuestras ideas previas y, en este proceso, rehacerlas. Esto implica una infinita diversidad de opiniones y conceptos, e interminables discusiones y discrepancias, ahí donde la apariencia de ortodoxia parece estar a salvo de ser trastocada. La Física, y la ciencia en general, no es un producto terminado, sino el proceso de su creación, no es un cuerpo de conocimientos ya establecido, coherente y unificado por principios básicos de los que todo lo demás deriva, sino la lucha y el esfuerzo discontinuo por adquirir este conocimiento, ya que a cada paso que se da, hay que volver a trabajar mucho de lo que antes se tenía. La Física es una disciplina en movimiento, no una doctrina o un cuerpo de conocimientos cargado de tradición, o al menos no debería serlo.
 
Si la Física es esencialmente el proceso de adquisición de conocimiento físico, entonces un análisis de este proceso debe constituir al menos el punto de inicio de toda filosofía de la Física. [...]
 
"Hacer algo y ver qué pasa"
 
Podríamos iniciar observando un ser humano, de preferencia un niño pequeño, en el momento en que se encuentra ante un objeto cuya naturaleza y propósito desconoce. Después de uno o dos segundos el niño estirará la mano y lo tocará cautelosamente con un dedo, después lo tomará y lo levantará, y si lo logra, le dará vuelta y lo apretará o estirará para ver si pasa algo. Quizá lo olerá o tratará de morderlo, y tal vez algunos niños lo aventarán al piso para ver si se rompe o para hacer ruido. Lo que ningún niño hará es sentarse a contemplar el objeto y esperar a que éste organice las impresiones de sus sentidos en un concepto que le dé significado.
 
Las reacciones de un adulto son menos dirigidas de manera unívoca en este canal. En parte porque, por lo general, tiene mucha más experiencia acumulada como para poder elaborar una suposición razonable acerca de la naturaleza del objeto ("¡oh, seguramente es el último grito en encendedores!"), pero también porque esta misma experiencia le ha enseñado que la novedad de los objetos desconocidos es efímera y que casi siempre carecen de mayor interés. En otras palabras, un adulto ha aprendido a canalizar su curiosidad en direcciones que prometen satisfacciones más duraderas, sean éstas las actividades de sus congéneres, las interacciones de las formas que dejan unas pinceladas sobre un óleo o el comportamiento errático de los electrones en el vacío.
 
De estas observaciones se puede sugerir que al menos una de las formas elementales de adquirir conocimiento acerca de un fragmento del mundo, es actuar sobre él y ver qué pasa. Esta formulación es muy imprecisa, pero la iremos completando, refinando y revisando a lo largo del texto. Sin embargo, a pesar de su imprecisión, posee un aspecto de gran utilidad: las formas específicas en que esta noción se ha concretado han crecido, se han multiplicado y se han vuelto más poderosas en el transcurso de la historia humana, y no hay razón para dudar que este proceso continuará. Es por esto que sería poco deseable que nos limitemos prematuramente con una precisión ficticia que ofrece pocas ventajas.
 
Pero, ¿podríamos al menos describir con un poco de detalle lo que queremos decir con "actuar sobre el mundo y ver qué pasa"? Un ejemplo podría ser examinar un problema análogo con una computadora inteligente: un robot tiene que interpretar el mundo, "ver" por medio de una cámara de televisión. Los datos en bruto que recibe serían transformados en información de intensidad de luz, punto por punto, y para simplificar la discusión no consideraremos el color. El primer paso es el reconocimiento de áreas, delimitadas por líneas en donde la iluminación cambia de manera abrupta. El segundo paso es decidir, en primera instancia, cuáles de estas áreas son simplemente sombras y por lo tanto deben unirse a las áreas adyacentes, y después, de qué manera se combinan estas áreas para formar imágenes de cuerpos de tres dimensiones.
 
En un "mundo" muy simple que contenga pocos sólidos regulares, esto se puede hacer examinando todas las combinaciones posibles y evaluando los resultados con ayuda de una lista de tipos de cuerpos conocidos —cubos, pirámides y conos, por ejemplo—, así como usando información general acerca de las leyes que deben satisfacer. Pero si el número de objetos sólidos aumenta, el número de combinaciones posibles crece exponencialmente, hasta que el problema excede la capacidad de cualquier computadora imaginable. Y las cosas empeorarían si hubiera formas irregulares, sin olvidar que además los cuerpos se pueden esconder parcialmente unos a otros, lo que dificulta aún más su reconocimiento.
 
Algunos métodos de mayor sofisticación han sido aplicados sin mucho éxito. Sin embargo, para sorpresa del epistemólogo tradicional, la solución no está en el estudio exhaustivo de los datos, sino en la concepción de unos cuantos supuestos sencillos que sirvan como base para que el robot pueda recibir una orden y actuar en su pequeño mundo. Por ejemplo, uno de estos supuestos podría ser que sólo cuando las líneas constituyan realmente los contornos de las sombras, el movimiento de la fuente de luz puede hacer que éstos se muevan. La dirección y la distancia en que se muevan sería una indicación de la orientación de las superficies en que se reflejan las sombras, lo que reduciría el número de interpretaciones posibles por examinar. Un programa de acción de este tipo es fácil de elaborar y no requiere recursos informáticos muy poderosos. Es cierto que esto no resolvería por completo el problema del reconocimiento de los objetos en un mundo de sólidos más o menos regulares, pero sí lo reduciría a un problema de menor complejidad, y bastaría con repetir esta estrategia hasta que el problema llegue a tener proporciones manejables. Así, podríamos mover la fuente de luz otra vez de una manera diferente, mover la cámara, o que el robot pudiera actuar sobre su pequeño "mundo" por medio de un brazo que le permitiera remover algunos de los objetos que sean reconocidos entre el resto de las cosas, con el fin de saber qué hay detrás de ellos. Sin embargo, aunque promisorias, estas técnicas no han sido todavía concretizadas en un sistema completo para adquirir conocimientos. Parece que no sólo hay ciertos problemas técnicos por resolver, sino también conceptuales.
 
Las implicaciones epistemológicas de un trabajo como el descrito son claras. Primero que nada el problema de interpretar lo que el observador ve es computacionalmente complejo, ya que si se tienen pocos elementos en escena, una comparación sencilla con formas conocidas puede ser suficiente para eliminar las posibilidades no deseadas. Pero los requerimientos informáticos, el tiempo de ejecución y el espacio en memoria, crecen exponencialmente con el número de elementos. Es por ello que los intentos por obtener una interpretación completa de las imágenes individuales pocas veces dan resultados satisfactorios —aunque hay algunas excepciones, en particular en imágenes de dos dimensiones, como las obtenidas desde un satélite, que a pesar de su gran complejidad, es posible interpretar con ayuda de información obtenida por medio de otras fuentes.
 
Un procedimiento factible para reducir la riqueza y la complejidad de la escena que se tiene enfrente, es la de "adivinar" elaborando una interpretación parcial por medio de un "modelo" inicial de la escena. Esta interpretación tipo adivinanza implicaría predecir que la acción A1 hará cambiar a C1 en la escena, que la acción A2 hará cambiar C2, y así sucesivamente. Cuando la nueva imagen presenta el cambio previsto, quiere decir que una de estas acciones ocurrió, y que la adivinanza fue hasta cierto punto confirmada. Estas predicciones de cambio pueden contener parámetros indefinidos —como por ejemplo, que el contorno de una sombra se moverá cuando la fuente de luz se mueva—, pero el alcance del movimiento no será predecido, ya que los valores de estos parámetros se pueden derivar del cambio observado, de manera que la interpretación se vaya detallando posteriormente.
 
El ciclo que consiste en "adivinar" un elemento de la escena basándose en lo que ya se obtuvo, de hacer predicciones acerca de las consecuencias de posibles acciones, de escoger y ejecutar una de ellas, y de usar los cambios que muestra la nueva escena con el fin de mejorar la interpretación, se debe repetir tan frecuentemente como sea necesario, hasta lograr una interpretación suficientemente detallada.
 
Este ciclo, que para abreviar será llamado el ciclo epistémico, es una forma más definida de la idea de "hacer algo para ver qué pasa", esbozada ya antes.
 
El ciclo epistémico
 
El ciclo epistémico empieza con un modelo inicial y su repetición constante mejora el modelo hasta lograr un ajuste adecuado. Es obvio que el modelo inicial debe proceder de otras fuentes de información. En una computadora que controla un robot, es probable que la fuente más relevante sea lo que el programador ha establecido como puntos de arranque. A nivel humano, la información obtenida por medio de la interacción con otras personas posee la misma importancia, al igual que la experiencia obtenida en situaciones similares a las que se están enfrentando en la interpretación. Un rico acervo de este tipo de conocimiento puede proporcionarnos modelos que prácticamente no hace falta mejorar. Finalmente, otra fuente para la elaboración de modelos procede de un mecanismo aún no discutido, que ocurre cuando el ciclo epistémico falla.
 
No hay garantía alguna de que la constante repetición del ciclo epistémico lleve a un modelo satisfactorio del fragmento de la naturaleza que se esté estudiando. De hecho, esto no es posible, ya que el proceso puede no converger y oscilar fácilmente, y aun cuando convergiera, podría llegar a una representación que desde algún punto de vista relevante esté errada. Cuando ello ocurre, el modelo al que se ha llegado debe ser descartado y el ciclo epistémico tendrá que recomenzarse con un modelo inicial diferente. Un nuevo modelo inicial podría ser encontrado de diferentes maneras, incluyendo aquellas ya indicadas para el primer modelo inicial. Sin embargo otra opción es tomar el modelo que arranca de donde se corrigió la falla que llevó al cambio que se hizo en el primer modelo. En otras palabras, el mecanismo del ciclo epistémico se vuelve a aplicar, pero a un nivel superior, es decir, la acción no se lleva a cabo directamente en el segmento de la naturaleza que se está estudiando, sino que toca el punto de inicio del ciclo del nivel inferior y entra cuando este ciclo no está funcionando correctamente.
 
Para lograr esto es necesario que el ciclo del nivel superior tenga su propio modelo con una forma inicial y un movimiento gradual hacia un modelo más adecuado. El modelo de nivel superior sería de alguna manera una abstracción del tipo de modelos empleados en el nivel inferior. Por ejemplo, para un robot en un mundo geométrico, éste contendría algunas generalizaciones como el que el tamaño de los objetos se encuentra dentro de ciertos límites, que sus formas son regulares, que no son concurrentes y que están delimitadas por superficies cuya geometría puede ser descrita por funciones de al menos segundo grado.
 
Así, un ciclo epistémico de nivel superior parece ser indispensable, y una vez que exista la maquinaria para su aplicación es obvio que será usado recurrentemente. En otras palabras, una vez que el ciclo epistémico de segundo nivel funcione, tendríamos ciclos de tercer nivel y de niveles aún más elevados, hasta llegar al nivel necesario para poder crear un modelo que permita actuar a todos los niveles. No sabemos aún como desarrollar estas ideas de manera satisfactoria y flexible en un programa de computación, pero sus implicaciones filosóficas son de largo alcance.
 
 
Del rigor de la ciencia
...En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio toda una provincia! Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.
 
Suárez Miranda: Viajes de Varones Prudentes, libro cuarto, capítulo XIV
 
 
Quizá el seguimiento sistemático de este tipo de epistemología pueda traer a la mente de algunas personas, el espectro del ya viejo debate acerca de la "ideas innatas". Lo que parece un poco inquietante aquí no es tanto el concepto de predisposiciones innatas —aunque es cierto que las observaciones de recién nacidos hacen pensar que en verdad poseen desde el momento del nacimiento y tal vez desde antes, ciertas reacciones hacia su medio que funcionan a manera de pun­tos de inicio para ciclos epistémicos como los aquí descritos. Se trata más bien de dos problemas distintos: uno, que parece difícil atribuir a un recién nacido cualquier concepto que refleje su mundo circundante suficientemente bien como para que él tenga alguna comprensión de éste, y dos, que si el niño comienza su vida con conceptos de este tipo, ¿no darán éstos forma y color a sus nociones acerca del mundo? ¿no le esconderán el mundo "real"? ¿no será finalmente que sólo vemos aquellas cosas que nacimos para ver?
 
La respuesta a estos dos puntos se encuentra en la extraordinaria flexibilidad del proceso epistémico. El parecido entre el modelo inicial y el último modelo que se elabore debe ser tan pequeña que se pueda ignorar. Parece que la simple existencia del modelo inicial permite su convergencia hacia uno final que sea satisfactorio, y que poco importa el modelo inicial con que empieza el proceso, pues el modelo final será casi lo mismo. En cada ejecución del ciclo, por decir algo, el remanente de "contenido" inicial decrece en importancia, mientras que la contribución producida por la adaptación al carácter real del segmento que está siendo modelado aumenta de manera proporcional. Y una vez que esto ha sido entendido, el primer problema desaparece también, ya que el modelo de inicio no necesita ser conceptual, basta con que contenga el impulso suficiente para echar a andar la "maquinaria de trabajo" del ciclo epistémico, con acciones al azar que respondan a cualquier sentimiento que llegue en cualquier momento. Gran parte de la maquinaria del cuerpo ya se encuentra trabajando apropiadamente y su interacción con el mundo proporciona los puntos de inicio necesarios. Los conceptos llegarán más tarde.
 
De hecho, la formación de conceptos requiere que varios niveles superiores estén trabajando. Por ejemplo, el concepto de rattle* —el nombre que los adultos dan a la noción de algo que se puede asir y que hace ruido cuando se sacude—, no puede emerger hasta que varios modelos de primer nivel han sido construidos y que han sido reconocidos como iguales, pues sólo entonces puede surgir la expectativa —y ésta es un modelo de nivel superior— de que otro rattle pueda aparecer. Y el concepto de rattle se completa cuando se reconoce que algunos rattle tienen mucho en común, mientras que otros sólo comparten la propiedad central de hacer ruido cuando son sacudidos, sin la cual serían algo totalmente diferente.
 
* rattle podría ser traducido como el sonido de una sonaja o "sonajear", pero su significado es muy amplio.
 
Modelos y submodelos
 
Regresemos al problema de la interpretación por computadora de una escena observada para ver cómo la mejoría del modelo no es simplemente una mejoría uniforme y general. Esto es particularmente evidente cuando hay varios objetos en el "mundo" que se quiere entender, ya que por lo general los objetos son reconocidos uno por uno, y cada objeto que es reconocido reduce el número indefinido de posibilidades del total de la escena. El reconocimiento de cada objeto individual ocurre de la misma manera independientemente del número de objetos presentes, lo que significa que se ha generado un submodelo.
 
Así, el modelo es una colección de submodelos que se mantiene unido por las relaciones existentes entre ellos, al interior de un marco que posee suficiente flexibilidad para poder acomodar cualquier variación que sufran los submodelos en el proceso de afinación. En la medida que los diferentes submodelos pueden tomar diferentes caminos a lo largo de este proceso, se puede inferir que éstos no tienen que ser completamente consistentes. Deberemos estudiar entonces, todos los niveles de inconsistencia, por dos razones: en primer lugar, porque permite el uso de modelos ya existentes como submodelos de otros modelos, y en segundo, porque permite —tanto a la computadora como a un ser humano— adaptar cada submodelo sin referirse al modelo en su conjunto. Si esto no fuera posible y cada vez que algún modelo fuera mejorado en cierto nivel se tuviese que ajustar el conjunto de modelos superordenados, entonces, alcanzar la comprensión estaría más allá de nuestro alcance, ya que ninguna comprensión parcial sería posible ni útil. Por ello se puede decir que las inconsistencias aceptables entre los submodelos, al interior de un modelo, son el aceite de la maquinaria epistémica.
 
Si las ideas esbozadas en el párrafo anterior son correctas, es obvio que después de un número finito de aplicaciones del ciclo epistémico de profundidad variable, pero finita, un modelo puede llegar a ser suficientemente bueno como para constituirse en una herramienta de trabajo, aunque nunca dejará de ser un modelo parcial, ya que no puede cubrir todos los aspectos del segmento de la naturaleza que representa, y porque será una representación inexacta del mismo, pues algunos aspectos son siempre fuertemente distorsionados.
 
A pesar de esto, su utilidad es innegable, como se puede apreciar haciendo una analogía con un mapa. Por ejemplo, un mapa del metro de Londres representa de manera inexacta la distancia entre las estaciones, traza a voluntad las curvas y los tramos rectos y señala las estaciones con círculos de formas distintas, y aun así logra representar claramente la topología de la red del metro, que es el propósito de un mapa de este tipo. Con este ejemplo hemos introducido un concepto decisivo: los mapas, al igual que los modelos, tienen un propósito. Es por ello que diferentes mapas de la misma región —y diferentes modelos del mismo segmento de naturaleza— pueden ser incompatibles, ya que cada uno distorsiona distintos aspectos para lograr distintos objetivos. Sin embargo, podemos combinarlos a fin de obtener una comprensión más completa de la región o del segmento de naturaleza. Y con esto se entiende por qué las inconsistencias a las que nos referimos anteriormente resultan ser necesarias: cada modelo epistémico responde a propósitos distintos y generalmente incompatibles.
 
Modelos y objetivos
 
La idea de que cada modelo construido responde a un propósito resulta ser relevante también desde el punto de vista de la heurística empleada para escoger cuáles de las acciones posibles son ejecutadas en un ciclo epistémico y cuáles son usadas para decidir en qué momento detenerlo. Una acción es escogida en un ciclo cuando su efecto esperado es algo que queremos poder predecir sobre la base del modelo empleado. Y el ciclo se repite hasta que el modelo nos proporcione un plan que funcione con la precisión requerida para lograr el objetivo que buscamos. En sentido estricto, la precisión requerida es una noción muy vaga, pero como lo veremos más adelante, en Física esto se convierte en detalle, claridad y precisión en el momento que así se necesite.
 
Los modelos de nivel inferior son construidos con objetivos muy específicos, mientras que un modelo de nivel superior se construye con el fin de que por medio de él puedan elaborarse muchos modelos distintos de nivel inferior que satisfagan un amplio espectro de objetivos. Es por ello que su objetivo no puede circunscribirse con tanta exactitud. A medida que el nivel y por lo tanto la generalidad del modelo aumentan, su objetivo cubre un espectro más amplio. Ningún modelo carece de objetivo, incluso el más general de todos busca, de manera muy simple pero muy definida, hacer avanzar nuestra comprensión.
 
Todos los modelos considerados hasta ahora se aplican a fragmentos finitos de nuestro universo, de hecho a muy pequeños fragmentos —aspecto muy relevante desde un punto de vista meramente filosófico. Incluso la misma cosmología trata únicamente de algunas propiedades estándar del universo y deja de lado una inmensidad de detalles que requeriría una descripción completa del universo. Esto sugiere que la idea de una teoría exacta y completa del universo, que sea capaz de predecir cada aspecto posible de todo lo que sucede en él, es incompatible con la epistemología aquí descrita. Una teoría de este tipo constituiría, en la terminología empleada aquí, un modelo universal que nunca necesitaría ser revisado, por lo que aparentemente sería deseable trabajar en su elaboración. Sin embargo, se daría una complicada circularidad en un modelo que también debería predecir todas las acciones emprendidas en su construcción y en su modificación, antes de lograr concluirse. Se puede decir que un modelo de este tipo carece de utilidad, ya que tendría que comportarse en todos y cada uno de sus aspectos exactamente como lo hace el universo que representa, y sería por lo tanto, tan difícil de manejar y de entender como el universo mismo. Además, ¿cómo podríamos decir cuál es el universo y cuál es su modelo? De acuerdo con Leibiniz, ambos serían idénticos, ya que compartirían cada una de las propiedades que se les atribuyen. En conclusión, la búsqueda de un modelo universal y perfecto es absurda.
 
Esta conclusión no implica que no pueda existir la verdad, ya que sí es posible que exista, pero no se trata de una verdad absoluta, sino de una verdad parcial y relativa. En realidad no necesitamos más, ya que "demasiada verdad" Llenaría nuestras mentes de una infinidad de cosas irrelevantes y no podríamos ver más que el árbol, perdiendo de vista el bosque en su conjunto. Sin embargo, esta verdad es parcial y limitada porque el tipo de modelo que proporciona este proceso epistémico posee representaciones imperfectas y distorsiona algunos aspectos del fragmento de la naturaleza que se está representando.
 
Este precepto tiene dos implicaciones que es necesario aclarar: a) en primer lugar, hemos asumido tácitamente una ontología totalmente realista, que en la moderna filosofía académica se denomina despectivamente con el término de "realismo naive" (inocente). Lo que hace que inevitablemente lleguemos a esta ontología es el hecho de que la interacción activa con el fragmento del mundo que se quiere comprender, es parte esencial e indispensable del ciclo epistémico, por lo que la existencia de este mundo independientemente de nosotros tiene que ser aceptada desde un principio. La propuesta solipsista de que en realidad lo que ocurre es que pensamos que actuamos sobre el mundo, pero que no tenemos ninguna evidencia de que efectivamente lo hicimos, más que las evidencias que nos proporcionan nuestros sentidos, resulta inadecuada por dos razones. Primero, porque la epistemología activa aquí expuesta, con sus preceptos realistas, está construida sobre la base de una ontología completamente opuesta —un procedimiento contradictorio en si mismo; y segundo, que siempre será un misterio el porqué, al menos en un principio, nuestros modelos hacen predicciones erróneas y cómo, a medida que se corrigen, mejoran su capacidad predictiva.
 
b) El concepto de verdad aquí empleado es de tipo correspondentista, pero las dificultades que normalmente conoce este concepto no se presentan aquí —en parte por el tipo de correspondencia que se requiere aquí, y en parte porque la correspondencia es, como ya lo vimos, necesariamente parcial e inexacta. Las teorías de la correspondencia más comunes presuponen, tácitamente la mayoría de las veces, un tipo de correspondencia fotográfico, quizá como una fotografía a color en tres dimensiones. Sin embargo, ni el cerebro humano, ni la memoria de una computadora contienen algo que se le parezca, y además no sería de ninguna utilidad que así fuera, pues lo que hace falta es una correspondencia dinámica, una correspondencia de comportamiento. Si por ejemplo, en el mundo real un espejo se hace pedazos si lo dejamos caer al piso, es obvio que el modelo que representa al espejo no tiene por qué romperse, pero a medida que la distancia entre el modelo del espejo y el modelo del piso se acerca a cero, el modelo debe mostrarnos que el concepto de espejo se va volviendo inaplicable, y que tiene que ser sustituido por un modelo de muchos pedazos de espejo. En otros casos el modelo puede diferir, y de hecho, debe hacerlo a fin de que sea fácil de usar. En pocas palabras, el modelo reproduce las relaciones estructurales que existen entre los aspectos relevantes del fragmento que se quiere representar, pero estas relaciones pueden existir entre muchas otras cosas distintas, lo que en términos físicos significa que el modelo obedece a la misma ecuación, o a una muy similar, que describe la evolución de algún proceso, de la misma manera que esto ocurre en la realidad.
 
Estas dos implicaciones no sólo presuponen que el ciclo epistémico que hemos descrito funciona, en el sentido de que produce conocimientos válidos, sino también que es el único método para adquirir conocimientos que tenemos a nuestra disposición. Es cierto que esto no ha sido probado, pero si efectivamente es éste el único método, ninguna prueba de ello será posible. Sin embargo, lo que podemos hacer es argumentar que, por experiencia, ésta es la única manera de adquirir nuevos conocimientos originales (la condición de original es sólo con el fin de eliminar la adquisición irrelevante de conocimientos de gente que ya los tiene).
 
Parece ser que en este campo sólo hay dos contrincantes de peso: la inspiración y la inducción (en el sentido de John Stuart Mili). La inspiración como intuición o celebración inconsciente de ninguna manera es un contrincante, ya que es ella la que proporciona la mejoría del modelo previo que completa cada aplicación del ciclo epistémico, debido a que su naturaleza es fundamentalmente creativa, pues la adquisición de conocimiento es en realidad un proceso de re-creación del mundo. Cuando se separa del ciclo epistémico, la inspiración sufre del defecto de no ser verificable —son muy comunes los casos en que alguien ha tenido una inspiración y alguien más tiene otra, pero incompatible.
 
Un último aspecto filosófico tiene que ser señalado. La epistemología activa nos proporciona, como se ha visto hasta ahora, bases razonables para una ontología realista. Para ser más preciso, nos proporciona un terreno en el que podemos asumir que los fragmentos de naturaleza sobre los que actuamos tanto con éxito como sin él, tienen una existencia real en el ciclo epistémico, independientemente de lo que pensemos de ellos pero no independiente de lo que les hagamos, y más aún, que la repetición constante del ciclo epistémico lleva a un modelo sobre el que se puede trabajar hasta obtener un conocimiento, una comprensión del fragmento del mundo que deseamos entender, con lo que el argumento de Hume pierde toda validez. Finalmente, este proceso pone de manifiesto que ninguna generalización inductiva, si acaso ésta fuera posible, podrá jamás lograrse.
 
La investigación científica
 
Hasta ahora, la discusión se ha basado en la observación de seres humanos inmersos a nivel individual en un proceso de adquisición de conocimiento, así como en el análisis de programas de computación que realizan un proceso análogo —las computadoras son capaces, al menos en teoría, de comportarse de una manera que puede ser considerada inteligente. Tenemos por lo tanto, dos tipos de sistemas completamente diferentes que son capaces de adquirir conocimientos. Ambos usan el ciclo epistémico y, de hecho, como lo muestra nuestra discusión, es posible observar uno de estos sistemas y obtener conclusiones que permitan comprender el funcionamiento del otro, lo cual es muy útil, pues lo que conocemos de uno puede complementar lo que sabemos del otro. Los procesos humanos de conocimiento alcanzan altos niveles de abstracción, pero su funcionamiento interno no es fácilmente accesible a la exanimación —excepto tal vez por medio de técnicas necesariamente limitadas de observación, limitadas por la necesidad de mantenerlas no invasivas—, mientras que el proceso dé la computadora podría ser estudiado con todo el detalle que se deseara, pero hasta ahora no ha sido muy desarrollado.
 
Sin embargo, hay un tercer tipo de sistema que emplea el ciclo epistémico: la investigación científica. A pesar de que se trata también de una actividad humana, existen suficientes razones para considerarla bastante distinta a la adquisición individual de conocimiento, ya que pocas veces es completado el ciclo epistémico por una sola persona y por supuesto que nunca con la velocidad y la casi in-conciencia con que se hace a nivel individual. Se puede decir que es la forma social del ciclo epistémico. En la investigación, una sola ejecución del ciclo puede durar semanas, meses y a veces años, y por lo general, aunque no necesariamente, es realizada por varios investigadores que trabajan juntos, y —particularmente en la Física— la construcción y modificación del modelo es frecuentemente llevada a cabo por un equipo, mientras que la interacción con el fragmento de naturaleza es efectuada por otro.
 
Aquí podemos ver algo que desde el punto de vista de la epistemología activa es natural e inmediato, pero que para cualquiera de las epistemologías de escritorio es muy difícil o casi imposible de explicar: ¿por qué la investigación científica tiene que hacer experimentos? Se puede observar con cierta tristeza que esta pregunta es raramente formulada por los filósofos de la ciencia de academia. De hecho, toda la parte experimental, que constituye la mitad o tal vez más de la mitad de la Física, es apenas abordada es estos estudios, salvo honrosas excepciones.
 
Este tercer sistema epistémico ofrece más elementos para la comprensión del proceso epistémico. Por medio de él podemos examinar con detalle algunas cuestiones como la estructura y los tipos de modelos teóricos —algo no fácilmente accesible en los otros dos sistemas.
 
Una diferencia de grado
 
¿Implica todo lo aquí dicho que no existe una distinción fundamental, clara y definida entre el pensamiento científico y otro tipo de pensamiento (¿pre científico?)? Se puede decir que la diferencia es más bien de grado. La primera es la forma socializada conscientemente y organizada para funcionar entre grupos de personas que poseen la segunda. Hay una diferencia cualitativa entre ambas, pero también una transición gradual, con muchas situaciones intermedias. Lo que es más, cuando se analizan los detalles dé la forma científica del ciclo epistémico se puede observar que ésta requiere y presupone la forma individual. La búsqueda de un criterio de delimitación lógicamente formulado entre la teorización científica y las demás formas de conocimiento seguirá siendo inútil, y de hecho, a pesar de los enormes esfuerzos del ingenio invertidos en ella, es ésta la conclusión a la que se ha llegado.
 
Existe una distinción clara entre una teoría desarrollada por medio de un ciclo epistémico, en la que la interacción con un fragmento relevante de la realidad ha permitido afinar adecuadamente la teoría, y una simple especulación. Sin embargo, la especulación no debe ser desechada, ya que nos puede proporcionar pistas de gran utilidad. Incluso podría ser incorporada a un ciclo epistémico y convertirse en una teoría propiamente integrada con su parte experimental, pero correría el riesgo de convertirse en un obstáculo para futuros ciclos epistémicos, que es lo que ocurre cuando se eleva, o más bien, cuando se envilece, la especulación en dogma.
 
articulos
Referencias bibliográficas
 
Aho, A., and J. Hopcroft. 1974. The Design and Analysis of Computer Algorithms. Addison Wesley, New York.
     
 
Nota
 
Con el fin de hacer más sencilla la lectura; de presentar el texto a un público no especializado, me permití suprimir algunos breves pasajes, añadir subtítulos y modificar ligeramente la redacción, siempre tratando de mantenerme apegado al sentido del texto. Espero haberlo logrado. Agradezco a Luis de la Peña y a Shahen Hacyan, la revisión del texto.
 
 
Traducción: César Carrillo Trueba
 
 
 
____________________________________________________________
     
Tomás Brody
Munich 1922-1988 México
Fue investigador del Instituto de Física de la UNAM. El texto que aquí publicamos aparece por primera vez en español y forma parte del libro editado por Luis de la Peña y Peter Hodgson, Phiksophy behirul Physics, Springer-Verlag, 1994. En él se reúnen textos publicados en diferentes revistas y libros por Tomás Brody, y otros que dejó como manuscritos.
     
____________________________________________________________      
 
como citar este artículo
 
Brody, Tomás. 1995. La epistemología activa. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 19-26. [En línea].
     

 

 

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Belsis Llorente, Robert Cedergren y Pedro Miramontes      
               
               
... Algún día, con certeza,
reduciremos el pensamiento
a movimientos moleculares en el cerebro,
pero, ¿será esto la esencia del pensamiento?...
 
F. Engels,
Dialéctica de la Naturaleza, 1878
 
articulos
 
 
Cuando, después de algunos años, vemos a una persona
conocida, ese amigo o amiga ciertamente habrá cambiado: tendrá canas o menos cabello; posiblemente usará lentes si antes no lo hacía, estará más esbelta o gorda; con seguridad tendrá la piel menos tersa que antes y, sin embargo, con un alto grado de certeza, la reconoceremos. Si vemos la foto de algún personaje en una revista, lo que estamos mirando es una representación sumamente imperfecta (plana, estática, posiblemente acromática) de una persona real. No obstante, si nos topamos con esa persona en carne y hueso, también la reconoceremos. Un olor, un aroma, las emanaciones odoríficas de una flor, de una persona querida, de un guiso, despiertan nuestras evocaciones y nos hacen recrear y reconstruir complejísimas circunstancias pasadas o generar fantasías y alegorías alrededor de ese estímulo. Estas situaciones no son exclusivas de los humanos; levantamos bruscamente la mano para saludar a un amigo y el ademán hace que nuestro perro salga aullando y corriendo despavorido.
 
 
 figura3904 01
Figura 1. Modelo de la estructura de una neurona en la red. S es el estado de la neurona. Este estado es una función de las entradas xi. y los pesos sinópticos wi. asociados a cada conexión con la neurona.
 
 
Todos los lectores han experimentado las situaciones descritas en el párrafo anterior. ¿Qué tienen en común? ¿Se pueden describir o estudiar matemáticamente? Los ejemplos mencionados describen algunas de las características que constituyen la su plasticidad y capacidad de procesamiento de información compleja que tiene el cerebro de muchas especies animales. Hemos buscado ejemplos de asociación, memoria, clasificación y reconocimiento de patrones. Todos ellos, a partir de datos incompletos, difusos y ruidosos. No es de sorprender que una herramienta matemática adecuada para enfrentar estos problemas sea un modelo matemático del comportamiento cerebral; nos referimos a las redes neuronales o redes de neuronas (RN). Los modelos de redes neuronales se basan en la interacción colectiva y en paralelo de una gran cantidad de procesadores simples que simulan la conducta de las neuronas biológicas. Estos procesadores son llamados neuronas matemáticas (neuronas, por brevedad). Su funcionamiento individual aparece descrito en el recuadro 1. La manera en que las neuronas se encuentran interconectadas determina la arquitectura o topología de la red. Hay muchas variantes. Mencionemos sólo dos: cada neurona puede estar conectada a todas las restantes (Red de Hopfield), o pueden estar organizadas en capas (perceptrón multicapa). La selección del tipo de red y la definición de su topología se establece dependiendo del campo específico de trabajo. Una descripción detallada de todos los modelos de redes neuronales nos alejaría del propósito de este artículo. Por esta razón, nos limitaremos a la descripción somera de sólo uno de ellos: el perceptrón multicapa. Como se observa enla figura 2, la estructura del perceptrón multicapa consiste en una capa de neuronas de entrada, una de salida y una o más capas ocultas. Cada neurona de la primera capa corresponde a un rasgo del objeto que se estudia. El número de capas ocultas y la cantidad de neuronas en ellas están estrechamente vinculados a la complejidad del problema a resolver. Así, usando estas magnitudes como parámetros, es posible modificar la capacidad de la red para resolver diferentes tipos de problemas. Se sabe que un perceptrón de tres capas, una de entrada, una oculta y una de salida, puede resolver el caso más general de reconocimiento de patrones: el de la clasificación no lineal, que será discutido posteriormente. En el recuadro sobre perceptrón multicapasse dan detalles del funcionamiento del perceptrón multicapa.
 
 

 Recuadro

En los tejidos nerviosos existe un buen número de neuronas diferentes. Sin embargo, se puede dar una descripción sucinta y general de ellas. Una neurona biológica consta de un cuerpo celular llamado soma. Del soma se desprenden unos filamentos largos y sin forma definida llamados dendritas. Las dendritas actúan como conexiones mediante las cuales la neurona recibe estímulos eléctricos de otras neuronas. El soma recoge la información de las dendritas y después de sumarla, le proporciona una salida a través de otro elemento filamentoso llamado axón. El axón es un dispositivo eléctricamente activo, de procesamiento no lineal, y ejecuta una tarea de umbral. El axón se une a otras dendritas o a otras células mediante conexiones sinápticas. La red de células, conectadas mediante dendritas y axones, constituye la base del tejido nervioso.
 
En las redes artificiales de neuronas se simplifica aún más la descripción anterior, con tal de extraer solamente las características esenciales de una neurona: en este modelo una neurona sólo puede tener dos estados (prendida o apagada, cero o uno), y ese estado depende exclusivamente de las entradas. La eficiencia de las conexiones sinápticas se modela asignando un peso sináptico a cada una de ellas. Este modelo se resume en la figura 1, donde x, y, w, i = 0...n, son las entradas y los pesos sinápticos, respectivamente, y S es el estado de la neurona. El estado S es una función de las entradas:
ecuacion3904 01
La función f es la función de umbral que obliga al estado de la neurona y, por tanto, a la salida a permanecer en el conjunto {0,1). En el modelo más simple, f es la función de Heaviside que asigna el valor cero a sus argumentos negativos y el valor uno a los positivos.
 
 
Independientemente de la aplicación específica que se pretenda dar a una red de neuronas, ésta se puede interpretar como un sistema que consta de muchos elementos discretos, caracterizados por un número reducido de grados de libertad e interactuando entre sí de manera no lineal. Éste es el escenario típico de los llamados "sistemas complejos". Dichas interacciones generan propiedades emergentes que no son deducibles a partir de la naturaleza de los componentes fundamentales (las neuronas); se habla, entonces, de "emergencia de complejidad". Este tipo de sistemas están en boga pues constituyen una alternativa seria para estudiar la naturaleza desde una perspectiva diferente a la del reduccionismo tradicional1 que domina prácticamente la investigación contemporánea.
 
Como se mencionó, las redes de neuronas resuelven adecuadamente problemas de reconocimiento de patrones. Para definir este concepto, partamos de un conjunto inicial de objetos Ω, cada uno de ellos representado por un vector (X1, ..., Xn) de características o atributos. Estos objetos pueden ser de naturaleza muy diversa, pero convengamos en que el vector de atributos los define de manera unívoca; es decir, que a cada objeto le corresponde uno y sólo un vector. Por ejemplo, si el conjunto de objetos es un conjunto de humanos, los atributos podrían ser la talla, peso, anchura del tórax, del abdomen, distancia entre rodilla y tobillo, etc. De manera que cada vector es una descripción de un único ser humano. La detección de categorías o clases en Ω, basada en esta descripción constituye la primera etapa de un problema de reconocimiento de patrones (RP). Volviendo a nuestro ejemplo, si estudiando los vectores (X1, ..., Xn ) de cada individuo, podemos decidir que éstos se pueden catalogar en dos (o más) clases ajenas, futbolistas y bailarines, o bien, gringos y mexicanos, por decir algo, entonces hemos reconocido patrones en Ω.
 
 
 figura3904 02
Figura 2. Arquitectura del perceptrón multicapa. Este tipo RN está formado por una primera fila de neuronas que recibe el nombre de retina, varias capas ocultas y una capa de salida.
 
 
Si ahora alguien nos proporciona un vector nuevo correspondiente a un individuo que no pertenece al conjunto inicial, la tarea de asignarle la pertenencia a una de las clases formadas constituye la segunda etapa del problema de RP: la clasificación.
 
Cada objeto puede ser representado como un punto en un espacio n-dimensional mediante su vector de rasgos. La manera en que los objetos quedan representados en el espacio de los rasgos divide los problemas de reconocimiento de patrones dos grandes grupos: aquellos que gozan de la propiedad de separabilidad lineal y aquellos que no. Como su nombre lo indica, los problemas de separabilidad lineal son aquellos en los que una línea recta (o un plano, o un hiperplano, dependiendo de la dimensión n del espacio) basta para separar nítidamente las regiones del espacio que contienen a los representantes de clases ajenas. La figura 3 muestra ejemplos de ambos tipos para el caso de n = 2, es decir, para el plano.
 
 
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Figura 3. Problemas con diferentes tipos de separabilidad. (a) Separabilidad lineal, (b) Separabilidad no lineal. El círculo y el cuadro representan objetos que pertenecen a diferentes clases.
 
 
Entre algunos de los métodos empleados para la resolución de problemas de clasificación y reconocimiento de patrones podemos mencionar el análisis discriminante, análisis de cúmulos, la clasificación bayesiana y la teoría de testores. Salvo, quizá en el último caso, la limitación de estos métodos reside en su incapacidad para resolver problemas con separabilidad no lineal y, desgraciadamente, la mayoría de los problemas que presenta el mundo real pertenecen a esta clase. Ante la necesidad de contar con un buen método de clasificación, que pueda tratar problemas de separabilidad no lineal, los investigadores han vuelto sus ojos hacia las redes de neuronas.
 
Entre las aplicaciones que han prestigiado a las RN se puede mencionar al sistema "NetTalk". Se trata de un perceptrón multicapa que ha sido entrenado para "leer" texto escrito y "pronunciarlo" a través de un altoparlante. Ésta y otras redes de neuronas resisten las perturbaciones, se pueden alterar artificialmente (eliminar neuronas o conexiones sinápticas) y toleran una cantidad impresionante de castigo antes de perder sus capacidades. Es interesante señalar que cuando los autores del "NetTalk" comenzaron a eliminar conexiones en su sistema, la red empezó a perder paulatinamente su capacidad de "hablar", pero los errores que comete ¡son los mismos que cometen los niños! ("1" por "r", "d" por "n", etc.). Otras redes han sido exitosamente entrenadas para el pronóstico de pasajes disponibles en compañías de aviación, para eliminar las señales que corresponden a ruidos dentro de un electrocardiograma, para detectar patrones en la fluctuación en los mercados de cambios (aparentemente, la gente que toma decisiones en este campo desconoce su existencia). También existen redes de neuronas para el reconocimiento de patrones visuales; desde la identificación de la palabra manuscrita hasta el reconocimiento de misiles enemigos (¡como si hubiera misiles amigos!).
 
El diseño de medicamentos
 
El reloj de la habitación en la penumbra marcaba las dos y treinta de la madrugada. El día había sido agotador para Isabel; era irritante la manera como su jefe, el Dr. Green, la trataba; el tipo creía que por el hecho de ser mujer y, además, latina, tendría que ser tonta por fuerza. Adicionalmente, las relaciones con su familia se encontraban en un bache después que ella había huido con el vendedor de autos. El dolor de cabeza que la perturbaba hizo que fuera en búsqueda de alguna tableta para aliviar su malestar. La imagen que el espejo del botiquín del baño le devolvió no hizo sino exacerbar su depresión. Encontró un frasco de Valium y, presa de una fuerza compulsiva, tragó su contenido.
 
Ana Profeta, Mujeres.
 
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en esta situación? Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado cuál es ese proceso de obtención de un medicamento? ¿Qué puede tener en común éste con los procesos mentales de asociación de ideas, de reconocimiento de imágenes y de la memoria? El descubrimiento y desarrollo de un nuevo medicamento es un proceso delicado y costoso, con regulaciones legales y con controles de calidad muy estrictos. Durante muchos años este proceso fue llevado a cabo mediante el sistema "ensayo y error" (ver recuadro). Hoy en día, se pueden mencionar tres estrategias que conducen a la obtención de nuevos compuestos con propiedades terapéuticas: 1) la investigación etnobotánica o el estudio de medicinas tradicionales, 2) los métodos de selección natural in vitro, y 3) el llamado diseño racional de medicamentos. Todos ellos poseen ventajas y desventajas. Desafortunadamente, una discusión detallada de todos ellos requeriría más espacio de lo que este artículo permite. Por esta razón nos limitaremos a describir las ideas fundamentales del diseño racional de drogas.
 
La acción de un medicamento en el organismo implica numerosos procesos químicos y físicos. Su actividad es ligeramente distinta de la de una enzima (véase la figura 4). En efecto, los medicamentos tienen muchas maneras distintas de interferir o inhibir la actividad de una molécula biológica, pero todas ellas dependen de la unión medicamento-receptor.
 
 
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Figura 4. Esquema general de la actividad biológica de enzimas (en sombreado) y medicamentos (en negro). En general, la actividad biológica de una enzima (polímeros lineales de aminoácidos) o de una ribozima (polímeros lineales de ribonucléotidos), puede ser considerada como el resultado de dos procesos: la unión al sustrato o receptor —en blanco— (A) y el proceso químico de catálisis (B) que provoca cambios en la estructura del receptor. La actividad de los medicamentos es ligeramente distinta, pues estos tienen muchas maneras distintas de interferir o inhibir la actividad de una molécula biológica, pero todas dependen de la unión medicamento-receptor. Por ejemplo, el medicamento se puede unir al llamado sitio activo de una enzima (C) o a uno secundario que cuando se encuentra ocupado bloquea la unión con el sustrato (D).
 
 
Hoy en día, se emplean numerosos métodos para obtener modelos moleculares de las interacciones medicamento-receptor y de las diferentes propiedades fisicoquímicas responsables de los efectos benignos y adversos que son desencadenados por la acción de un medicamento. Con estos modelos moleculares es posible trabajar en el diseño de nuevos compuestos que serán sintetizados en los laboratorios químicos y más tarde sometidos a pruebas biológicas y clínicas para detectar si realmente presentan la actividad para la cual fueron originalmente concebidos. Este tipo de diseño genera menor cantidad de compuestos a sintetizar que cuando se trabaja con el procedimiento de "ensayo y error", por esta razón recibe el nombre de diseño racional de medicamentos.
 
Cuando se conoce el receptor de un medicamento y su estructura tridimensional es posible estudiar el tipo de interacciones que ocurren en el complejo medicamento-receptor. Este tipo de trabajo puede dar información más precisa acerca del mecanismo de acción de un medicamento. Pero la estructura de toda macromolécula es muy compleja y su estudio exige la aplicación de numerosas técnicas experimentales y de modelación molecular (resonancia nuclear paramagnética, cristalografía de rayos X, modelos ab initio y químico-cuánticos, etcétera).
 
Para una modelación más precisa de las interacciones medicamento-receptor no es suficiente contar con una estructura tridimensional del receptor; es necesario también estudiar los movimientos moleculares que se producen durante estas interacciones. Los movimientos de las macromoléculas son esenciales para muchas de sus funciones. Este estudio se realiza con métodos de dinámica molecular donde los movimientos moleculares son calculados evaluando la fuerza sobre cada átomo, cambiando de acuerdo con ésta su posición y repitiendo este procedimiento muchas veces. La restricción principal de estos métodos es que consumen mucho tiempo de cálculo.
 
Otro tipo de estudio muy empleado en los últimos treinta años para moléculas pequeñas es el estudio de las relaciones estructura-actividad (REA). El propósito de los estudios REA es determinar los rasgos estructurales responsables de la actividad biológica en una familia de compuestos. Numerosos estudios han demostrado que la actividad biológica de un compuesto químico es una función de algunas de sus propiedades (X1, ...,Xn), como tamaño, carga de sus átomos, peso molecular, etcétera.
 
Encontrar relaciones entre la actividad biológica y la estructura de una clase de compuestos es un problema típico de reconocimiento de patrones. En este caso las clases pueden estar determinadas por la actividad biológica de los compuestos (por ejemplo, activos o inactivos) y para el vector de sus rasgos se utilizan diferentes propiedades electrónicas y topo-lógicas de los compuestos.
 
El diseño racional de medicamentos
 
Como ya se mencionó, el "fuerte" de las redes de neuronas es el reconocimiento de patrones. En el caso de las relaciones entre actividad biológica y estructura, se consiguen resultados muy superiores a los que proporcionan los métodos estadísticos mencionados anteriormente. El número de trabajos que proponen el uso de esta herramienta en los estudios REA es grande y aumenta velozmente. Mencionaremos algunos ejemplos conspicuos: Aoyama y sus colaboradores estudiaron REA en carboquinonas y benzodiazepinas. Emplearon las RN y compararon los resultados con los obtenidos por el análisis de regresión múltiple. El análisis de los resultados demostró la superioridad de las RN. Andrea y Kalayeh estudiaron 256 inhibidores de la dihidrofolato reductasa en los que encontraron que las RN tienen una capacidad mayor de predicción y extracción de rasgos relevantes que los métodos de regresión, especialmente cuando estos rasgos mantienen una relación no lineal con la actividad biológica. Es necesario mencionar también que la aplicación de las RN a los estudios REA no se encuentra exenta de problemas: Tekto y sus colaboradores investigaron las aplicaciones de las RN para lograr la clasificación de un conjunto de 16 mitomicinas en cinco clases. Sus resultados no mostraron una superioridad apreciable de las RN comparadas con algunos métodos estadísticos. En esto tiene, sin duda, un gran peso el tamaño (n = 16) del conjunto estudiado, demasiado pequeño como para confiar en que el entrena­miento de la red fuese el correcto.
 
Diversas aplicaciones de las redes de neuronas a la predicción de rasgos estructurales y funcionales de macromoléculas han sido propuestas por diferentes investigadores. Haciendo uso de estos modelos es posible incorporar tanto información positiva (macromoléculas con el rasgo de interés), como negativa (macromoléculas sin el rasgo de interés). Esto permite encontrar correlaciones más complejas en los patrones estructurales que las obtenidas con un método basado simplemente en el conteo de la frecuencia de ocurrencia de las subunidades en ciertas posiciones.
 
Otras aplicaciones novedosas de las RN a los estudios de dinámica molecular han sido propuestas por varios grupos de trabajo: Takefuji y sus colaboradores crearon un algoritmo para determinar interacciones específicas en las moléculas de ARN haciendo uso combinado de la teoría de gráficas y redes de neuronas. Rabow y Scheraga reportaron una aplicación muy interesante de las redes de neuronas en la localización de las conformaciones de energía mínima para proteínas. Por último, Liebovitch y colaboradores mostraron la analogía existente entre la dinámica de una molécula y la dinámica de la RN correspondiente; la estructura espacial de cada componente de la molécula es representada en cada neurona de una red Hopfield construida de manera que la función de energía de la red (véase el recuadro 2)
 
 
 Perceptrón multicapa

Un perceptrón multicapa consiste en una fila de n neuronas llamada retina, por donde entra la Información en forma de un vector de atributos o rasgos v Rn, una capa de neuronas de salida de donde se obtiene la información ya procesada como un vector en Rp y una o más capas intermedias de neuronas conocidas como capas ocultas. En la figura 2 se muestra la representación gráfica del perceptrón multicapa.

 
Un estado del perceptrón es un punto en el espacio multidimensional Ω en el cual se representan los pesos w ij asignados a las conexiones sinápticas. Cuando se presenta el vector va la retina, el estado de cada neurona de las capas ocultas se modifica en consecuencia y se obtiene un único vector S de salida. Si el vector de entrada es la codificación de un objeto conocido y si la salida lo es de la codificación de una clase o categoría, entonces pueden suceder dos cosas: 1) el objeto conocido genera una salida equivocada (que corresponde a una clase que no es la del objeto), o 2) el objeto conocido genera la salida correcta. En el segundo caso no se hace nada. En el otro, se varía la matriz W= [wij] para resolver el problema de encontrar E, el error, definido de la manera siguiente:
ecuacion3904 02
Donde Sc es el vector que codifica la salida correcta. Este proceso se repite hasta encontrar la matriz W de pesos sinápticos que clasifica correctamente al conjunto llamado conjunto de aprendizaje. El proceso recibe el nombre de entrenamiento de la red. El problema de minimización planteado arriba se puede resolver de muchas maneras diferentes; por mencionar algunas: el método del gradiente en descenso, simmulated annealing, algoritmos genéticos, etc. Una vez que la red ha sido entrenada, se le muestran objetos cuya clase de pertenencia se desconoce y, normalmente, la red los clasificará adecuadamente. En pocas palabras, un PMC es un artefacto no lineal para mapear el espacio de atributos en el espacio de clases o categorías. En claro que para que un PMC sea eficiente, su arquitectura (número de neuronas de la retina, de la salida, de capas ocultas, etc.) debe ser adecuada, el número de elementos del conjunto de aprendizaje debe ser "suficiente" y el proceso de minimización, correcto. Un punto esencial para el funcionamiento acertado de la red es la codificación del objeto, es decir, la construcción del vector de atributos.
 
 
coincida con la función de energía libre de la molécula. De esta manera, se obtienen las conformaciones estables o metaestables de la molécula llevando a cabo las simulaciones sobre la red, evitando así las costosas simulaciones de dinámica molecular. Nuestro grupo de trabajo en la UNAM, el Centro de Química Farmacéutica de la Ciudad de la Habana (CQF) y la Universidad de Montreal desarrolla en este momento un modelo de este tipo para estudiar la conmutación de estados en ribozimas debida a efectos térmicos. El origen de esta investigación proviene de la Teoría del mundo de ARN, la cual es una propuesta acerca del origen de la vida en la Tierra. El descubrimiento de funciones catalíticas en moléculas de ARN (propiedad asignada anteriormente sólo a enzimas, véase la figura 4) revela la posibilidad de estas moléculas de poseer todas las funciones necesarias para la evolución: capacidad de autorreplicación y función catalítica. Esta investigación permitiría estudiar la diversidad estructural en una molécula de ARN determinada por cambios conformacionales y asociada con sus diferentes funciones biológicas.
 
 
De la corteza del sauce
A principios del siglo XVIII ya se conocía en Europa que el aceite de la gualteria y el extracto de corteza de sauce actuaban como remedios contra la fiebre y los síntomas de las malarias. No sabemos la manera en que estos hechos se incorporaron al saber popular, y posiblemente nunca lo conoceremos. Sin embargo, la vía mediante la cual estos conocimientos se incorporaron a la ciencia establecida se encuentra bien documentada (véase, por ejemplo, Weíssmann, 1991). En 1757, Edmund Stone, un reverendo de Oxfordshire, conocía perfectamente el uso popular del extracto de la corteza del sauce. En aquel entonces, se encontraba en boga la teoría de que las enfermedades mismas llevaban consigo sus remedios o de que el origen de ellas no era ajeno al de los segundo. Como las fiebres palúdicas y malarias eran comunes en los poblados cercanos a pantanos y marismas y como el sauce es un árbol típico de las riveras de los mismos, el reverendo Stone creyó encontrar una relación causal y después de seis años de pruebas y experimentos clínicos, envió, en 1763, una carta a la Royal Society describiendo las propiedades medicinales de la corteza del Sauce (Salix alba), culminando así una etapa de ensayo y error:
 
"There is a bark of an English tree, which I have found by experience to be a powerful astringent, and a very eficacious in curing aguish and intermitent disorders..."
 
Medio siglo después, Johann A, Buchner, en Alemania, y H. Leroux en Francia aislaron a partir de la corteza del sauce pequeñas cantidades de un compuesto en forma de cristales amarillentos. En 1836 el italiano Rafaele Piria llamó a este compuesto ácido salicíllco. Para finales del siglo XIX las propiedades curativas del ácido salicílico ya habían sido perfectamente establecidas, pero no fue sino hasta alrededor de 1970 que se propuso la primera hipótesis convincente de la acción molecular (la inhibición de la generación de prostaglandinas, compuestos que causan la inflamación) de un salicilato (el ácido acetilsalicílico o aspirina). Esto le valió al inglés que la postuló un viaje a Estocolmo y que sus compatriotas tengan la obligación de llamarle "Sir". Hoy en día, la aspirina es el medicamento más vendido en todo el mundo y se calcula que, sólo en Estados Unidos, se venden más de dos mil millones de dólares al año de aspirinas o medicamentos que la contienen.
 
Los estudios de reconocimiento estructura-actividad usando como herramienta los sistemas de redes de neuronas son el campo de trabajo de los autores de este artículo. Recientemente, basados en investigaciones previas, llevadas a cabo en el CQF, estudiamos un conjunto de 66 quinolonas. Éstos son compuestos antibacteriales de amplio uso clínico en la actualidad y su acción biológica es consecuencia de interacciones que ocurren en el interior de la bacteria. Esencialmente, inhiben la acción de una enzima (la girasa del ADN) que existe exclusivamente en las bacterias y es indispensable para su metabolismo. Nuestro objetivo ha sido lograr una clasificación de estos compuestos teniendo en cuenta su acción frente a dos clases de bacterias: las Gram-positivas (G+) y las Gram-negativas (G-). Estas clases se diferencian principalmente por las características de su membrana celular. Se emplearon cuatro atributos de entrada (descriptores topológicos) para representar las variaciones estructurales de estos compuestos. Se diseñó un PMC y, para comprobar su eficiencia como clasificador, se tomaron 18 compuestos no incluidos en el primer conjunto y se predijo su pertenencia o su no pertenencia a las clases Buenos-Negativos y Buenos-Positivos (compuestos que .tienen bastante actividad frente a las bacterias (G-) y (G+), respectivamente). El porcentaje de compuestos correctamente clasificados fue de 82%. Estos resultados fueron comparados con los obtenidos por un sistema experto comercial bastante caro que tiene amplio uso y aceptación en el medio y cuya regla de clasificación se basa en un esquema bayesiano (Sistema APEX -30). En todas las variantes estudiadas sobre el mismo problema se observó una clara superioridad en la clasificación con las RN. Superioridad que esperábamos, puesto que el problema no tiene separabilidad lineal.
 
Conclusiones
 
No pretendemos haber sido exhaustivos en este texto. Se puede profundizar en cada uno de estos puntos si se consulta la literatura sugerida. Sin embargo, creemos que es importante destacar lo que no se encuentra aún escrito. Aunque el tema de este artículo no entraña una discusión filosófica de las tendencias de la biología actual, estamos convencidos de que resulta útil introducir someramente una discusión al respecto. La mayoría de los investigadores dedicados al diseño o a la modelación molecular están convencidos de que las moléculas con función biológica se encuentran en la conformación de energía mínima. Esta manera de pensar se encuentra muy extendida en las ciencias; en biología se habla de óptimos de adaptación, de adecuación, de estrategias y de producción, por mencionar sólo algunos. Esto se debe a que el trabajo científico se inserta en un medio social específico y se desarrolla de acuerdo con las ideas dominantes de la sociedad que lo genera. En particular, una gran cantidad de conceptos biológicos se encuentran influidos por la noción de la ganancia económica; según esto, la dinámica de los procesos biológicos obedecería leyes parecidas a las de los procesos económicos. Consecuentemente, se podría afirmar que los sistemas biológicos tenderían a maximizar su eficiencia y a minimizar sus gastos fisiológicos y energéticos, como si fuesen una empresa mexicana moderna. La interacción de algunas ideas de la matemática contemporánea con los problemas biológicos actuales parece conducir a una ruta diferente. En efecto, todo parece indicar que los sistemas biológicos establecen un compromiso entre optimalidad y plasticidad, de tal manera que el sacrificio de optimalidad les proporcione una riqueza de variantes posibles para explorar exitosamente el espacio infinito de historias de vida. Consideramos que es importante mencionar todo esto pues los esfuerzos que se invierten en la investigación biológica podrían modificarse radicalmente si se tuvieran en cuenta estas ideas.
 
Volviendo al tema del artículo, pensamos que en el diseño de moléculas con algún propósito específico se debe investigar el conjunto de variantes suboptimales, pues es éste el que contendrá aquellas que libren favorablemente la prueba de la funcionalidad biológica. En este sentido, las redes de neuronas son un modelo matemático rico en redundancia y ofrecen una gran variedad de soluciones cualitativamente equivalentes pero cuantitativamente distintas de un problema dado. Por otra parte, una de las mayores revoluciones conceptuales de este siglo ha sido el reconocimiento de que la no linealidad es ubicua en la naturaleza y que tiene efectos profundos en la dinámica de un sistema. A pesar de que los sistemas lineales en los cuales es válido el principio de superposición, y la grata idea familiar de que el todo es igual a la suma de sus partes, son suceptibles de un estudio matemático exacto, no representan desgraciadamente sino una ínfima parte del mundo real. Las redes de neuronas, en particular el perceptrón multicapa, son clasificadores no lineales extremadamente eficientes, lo cual les contiene un estatus privilegiado y les otorga amplia superioridad frente a las técnicas estadísticas tradicionales.
 
Nota
 
1. Si tuviéramos que definir el concepto de reduccionismo podríamos reducirlo, a su vez, a una sola frase: "de lo complejo a lo simple". Es decir, descomponer el sistema estudiado en sus partes con la esperanza de que una vez comprendidas éstas, el retorno al sistema global se consiga ensamblando los resultados de los componentes. Es inegable el éxito de esta escuela de pensamiento en física y en biología; sin embargo, cada vez es más evidente la imposibilidad de reconstruir el fenómeno original como la suma de sus partes.
 
 
 
 
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Belsis Llorente, Robert Cedergren y Pedro Miramontes
Département de Biochimie,
Université de Montréal
     
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como citar este artículo
 
Llorente, Belsis; Cedergren, Robert y Miramontes, Pedro. 1995. Las redes de neuronas en el diseño de medicamentos. Ciencias, núm. 39, julio-septiembre, pp. 27-33. [En línea].
     

 

 

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