El envejecimiento de la población |
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María Teresa Velázquez Uribe
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En años recientes, el proceso de envejecimiento de la población y sus consecuencias se ha investigado con énfasis no sólo en los sistemas de pensiones, sino también en los costos de salud y de cuidado de la población llamada adulto mayor, senescente, vieja, de la tercera edad o en edad avanzada. Estos estudios tienen gran relevancia en el actual contexto mundial, particularmente para México que, al estar inmerso en un proceso de transición demográfica, enfrenta profundos cambios de expectativas en los ámbitos sociales, económicos, políticos, culturales, recreativos y de seguridad social, entre otros.
El fenómeno de la transición demográfica se caracteriza por una continua reducción en las tasas de natalidad y de mortalidad, la última suele descender antes que la primera, por lo que durante el periodo de transición la tasa de crecimiento es alta y la población aumenta.
El origen de este proceso puede ubicarse a finales del siglo XVIII en algunos países europeos, cuando una serie de cambios demográficos condujeron a la transformación de la estructura de la población en cuanto a edad y sexo, la reducción en la tasa de mortalidad y la posterior disminución en la fecundidad. Todo ello originó un descenso en la población de edad joven y un incremento en la población de edad adulta y adulta tardía. Así, conforme los países más avanzados completaron su proceso de transición, su estructura por edades se transformó en favor de los grupos de mayor edad.
En esos países la transición demográfica ha durado dos o tres siglos, con pocas diferencias entre las tasas de natalidad y de mortalidad, y un crecimiento relativamente lento de la población. En cambio, en los países en desarrollo la transición demográfica se está produciendo de manera muy brusca. La tasa de mortalidad disminuye rápidamente, mientras que la de natalidad lo hace con lentitud. La tasa de crecimiento de la población es muy alta y ésta crece de forma explosiva.
Como resultado, las mayores proporciones de población de 60 años y más se encuentran en los países desarrollados, donde cerca de la mitad de sus habitantes son adultos mayores. En el año 2000, la relación de la población en la tercera edad entre la de 15 a 64 años, intervalo en que se considera económicamente activas a las personas, era cercana a dieciocho en los países desarrollados, mientras que en los llamados en desarrollo apenas rebasaba siete. Otro dato que ilustra este fenómeno es la edad mediana, que refleja la forma de la estructura por edad, en los países desarrollados es de casi 34 años y en los otros 22 años.
Asimismo, a lo largo del tiempo, las diferencias en la proporción de población de 60 años y más son notables en algunos países del mundo. En 1990 Suecia era el país con la mayor proporción de población en la tercera edad, le seguían Alemania, Francia y Japón, mientras que Kenia tenía la más baja, seguido por México, Corea y Brasil. Para 2025 se estima que Alemania rebasará a Suecia, en tanto que Italia se colocará como el tercer país con la mayor proporción de adultos mayores. En el otro extremo, Kenia seguirá con una proporción muy baja de edades avanzadas en su población, con un porcentaje muy por debajo del que tendrán México, Corea y Brasil (cuadro 1).
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cuadro 1
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Estos datos, que muestran las tendencias del proceso de envejecimiento de la población en varios países, sugieren que el crecimiento del porcentaje de edades avanzadas no es un fenómeno que atañe solamente a los países desarrollados. Exceptuando a Kenia, todos los países considerados presentan un número creciente de individuos que alcanzan esa etapa de la vida. De hecho, los mayores incrementos en la esperanza de vida de aquellos que nacieron entre 1970 y el año 2000 se observaron en los países en desarrollo, con una ganancia de más de veinte años. Sin embargo, todavía se encuentran lejos de países como Japón que tienen una esperanza de vida al nacer cercana a 80 años.
El alargamiento de la vida, producto de los avances en el campo de la salud, conduce a una modificación radical en la estructura por edades de la población en casi todo el mundo al disminuir a lo largo del tiempo la base de la pirámide de edad, donde se ubican los más jóvenes, e incrementarse la participación relativa de la cúspide, que representa a las edades avanzadas.
Por otro lado, la previsible ampliación de la posibilidad de vivir más años tiene sus particularidades, depen- diendo de la región, el género o las condiciones sociales que enfrentan las personas de la tercera edad. En América Latina, por ejemplo, las mujeres tienen mayor esperanza de vida a partir de la edad de jubilación, convencionalmente fijada en 65 años, y el diferencial entre los sexos crece en el transcurso del tiempo, pero la ganancia en años disminuye conforme aumenta la edad, de la misma forma que el ritmo al que se incrementa la esperanza de vida de las personas en edad de jubilación.
Estos datos permiten tener una idea del tipo de problemas que enfrentará la región debido al envejecimiento de la población. Sin embargo, una revisión detallada de la evolución en la esperanza de vida de los distintos grupos que conforman la cúspide de la pirámide de edad puede aportar elementos adicionales para determinar la magnitud de las futuras necesidades de atención de la población en edades avanzadas.
La esperanza de vida en América Latina
Según estimaciones del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), en el año 2000 la esperanza de vida de una persona de 60 años de edad promediaba poco más de diecinueve años para los hombres y cerca de veintidós 27 para las mujeres. En el caso de los hombres únicamente en Costa Rica se supera los veinte años (figura 1).
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figura 1
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En las siguientes dos décadas, se espera que descienda el ritmo de crecimiento en la esperanza de vida de quienes tengan 60 años. Para los hombres el incremento será de 0.62 años en 2010 y de 0.55 en 2020, mientras que para las mu- jeres los valores correspondientes serán de 0.98 y 0.89 años respectivamente. A pesar de ello, en 2010 un hombre de 60 años podrá vivir casi veinte años más, pero si es mexicano o costarricense su vida puede prolongarse por más tiempo. Las mujeres de la misma edad en promedio tendrán una esperanza de vida cercana a 23 años en 2010 y a 24 años en 2020.
De acuerdo con la misma fuente, la esperanza de vida de quienes tenían 70 años en 2000 era poco más de 12 años para los hombres y de 14 para las mujeres, esto significa que en ese año todos los latinoamericanos de esa edad podían esperar vivir más de 80 años (figura 2).
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figura 2
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Las previsiones para las siguientes dos décadas indican incrementos de 0.47 y 0.42 años en la esperanza de vida de los hombres y 0.77 y 0.69 años en la de las mujeres. Estos supuestos significan que para los hombres de 70 años la posibilidad de sobrevivencia se ampliará a doce años y medio y a poco más de trece años en 2010 y 2020 respectivamente. Para las mujeres de la misma edad, la ampliación se ubicará entre quince y dieciséis años.
Vale la pena mencionar que en el año 2000 México encabezaba la región en cuanto a la esperanza de vida de las personas de 70 años, lugar que continuará ocupando, al menos en el caso de los hombres, en 2020. Por otra parte, las tendencias regionales indican que a esta edad la diferencia entre la esperanza de vida de los hombres y la de las mujeres cada vez es mayor.
Finalmente, para los hombres que tenían 80 años en en promedio, mientras que la de las mujeres promediaba poco más de un año por encima. Solamente en México y Colombia pasan de nueve años (figura 3).
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figura 3
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Para 2010 se espera que la esperanza de vida de los hombres crezca 0.31 años, llegando a siete años y medio, y para las mujeres el incremento estimado es de 0.49 años, lo que resulta en un promedio de casi nueve años. Mientras que en el año 2020 los hombres de 80 años podrán llegar a vivir casi ocho años más y las mujeres más de nueve, debido al incremento en la esperanza de vida de 0.27 y 0.42 años respectivamente.
También en este segmento México presenta las mayores posibilidades de sobrevivencia, tanto en hombres como en mujeres. Esto indica que la mortalidad de los adultos mayores está más controlada y, por ello, se mantiene en niveles más bajos en comparación con el resto de los paí- ses de la región.
En resumen, las tendencias de la esperanza de vida en América Latina señalan que al llegar a 60 años las mujeres pueden vivir 25 años más y los hombres 20. A los 70 años, las mujeres tienen posibilidades de alargar su vida quince años, mientras que en el caso de los hombres, se observa un desplazamiento hacia el mismo número de años. Finalmente, la esperanza de vida a los 80 años está cerca de alcanzar diez años, tanto para los hombres como para las mujeres.
Los niveles máximo y mínimo de la esperanza de vida de los adultos mayores para América Latina tienden a la convergencia, pues el diferencial se va reduciendo en el transcurso de los años; esto puede hablar de que los paí- ses se están dirigiendo hacia un punto que puede ser considerado el límite posible para la esperanza de vida. Además la diferencia entre los niveles máximo y mínimo de esperanza para las mujeres es mayor en comparación con la que se presenta en los hombres (cuadro 2).
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cuadro 2
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El por qué de la diferencia en la esperanza de vida de hombres y mujeres puede resultar más complejo de lo que se imagina. En primera instancia, biológicamente la mujer tiene una mortalidad menor que la del hombre en los primeros meses de vida; sin embargo, a edades más avanzadas existen muchos factores que contribuyen a una mayor mortalidad masculina.
Por ejemplo, los accidentes son más frecuentes entre los hombres que entre las mujeres como consecuencia de la mayor exposición a riesgos físicos que generalmente están vinculados a aspectos laborales. Sin embargo, existen otras situaciones en donde el riesgo de accidente no se relaciona con la situación de trabajo: hay más homicidios entre hombres que entre mujeres, más fumadores que fumadoras, más hombres usan medios de transporte, el abuso de bebidas alcohólicas es superior entre los hombres, etcétera. Es necesario considerar que los niveles de ingreso más elevados, aunados a una educación que oriente hacia una alimentación más sana, que promueva el ejercicio y la moderación en el uso del cigarro y del alcohol, podrían ser elementos importantes para elevar la esperanza de vida entre los adultos mayores.
Conclusiones
Hay que tener en cuenta las consecuencias de una mayor longevidad. Pues si la vida de una persona de 60 años puede prolongarse por más de veinte años, es decir rebasar 80 años de edad, resulta que más de un cuarto de su existencia será considerada como adulto mayor.
Los países de América Latina incrementarán la esperanza de vida de su población de la tercera edad a ritmos cada vez menores, esto podría indicar que están próximos a alcanzar su límite en las décadas futuras. Sin embargo, esta tendencia también se observa en los países industrializados —a la vanguardia en los procesos de transición demográfica y epidemiológica—, que no han dejado de incrementar su esperanza de vida, aunque a ritmos decrecientes. Por lo tanto, es de esperar que en América Latina haya transformaciones de mayor o menor magnitud dependiendo de las características de cada país.
América Latina se encuentra en un proceso de crecimiento en la longevidad de su población, producto de los cambios en las condiciones generales de vida y el progreso de las ciencias médicas. Estos factores, junto con el control de la natalidad, conducen a un proceso de envejeci- miento de la población que traerá diversas consecuencias en los ámbitos económicos, sociales y políticos.
Por su parte, los acelerados cambios en las aspiraciones y los estilos de vida, la creciente movilidad geográfica y social de las personas, así como las transformaciones en las relaciones entre los miembros de las familias y la magnitud de las experiencias compartidas, son algunas características del contexto en el que cada vez más personas alcanzan la tercera edad.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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SITIOS WEB
www.eclac.cl/celade www.un.org/esa/population/unpop.htm
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CUADROS Y FIGURAS
Cuadros 1 y 2: CONAPO-DIF. 1994. El proceso de en- vejecimiento en México.
Figuras 1, 2 y 3: Elaboración de la autora a partir de CELADE. 2001. “América Latina: Fecundidad”, en Bo- letín Demográfico, núm. 68.
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María Teresa Velázquez Uribe
Dirección General del Colegio de Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Velázquez Uribe, María Teresa. (2004). El envejecimiento de la población. Ciencias 75, julio-septiembre, 28-34. [En línea]
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