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La cultura humana particularidades
y rasgos compartidos con otros animales
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César Cisternas Irarrázabal  
                     
Las ciencias sociales suelen tratar la cultura como
una característica única del humano. Sin embargo, las ciencias de la vida demuestran que tal acercamiento es un error. Un número no menor de animales presenta prácticas que se pueden catalogar como culturales. Así, por ejemplo, Richard Dawkins describe una especie de ave llamada tieke —nativa de Nueva Zelanda—, cuyos machos cantan siguiendo patrones que no responden a herencia genética, sino que guardan relación con el territorio en el cual viven. Los tieke aprenden el canto por imitación de sus vecinos y pueden adoptar una nueva melodía en caso de emigrar. Otro caso es el de varias especies de primates no humanos; una investigación emprendida por Julio Mercader y sus colaboradores concluyó, sustentada en evidencia arqueológica, que los instrumentos de piedra que los chimpancés de Costa de Marfil utilizan como cascanueces han sido transmitidos de generación en generación desde al menos cuatro mil años, momento en que habría comenzado su “edad de piedra”. Se ha demostrado que sobre este tipo de prácticas influyen, en el caso de los grandes simios, variables externas, variables internas y el entorno, como las jerarquías sociales.
 
¿Pero a qué se refieren los primatólogos y otros estudiosos de animales sociales cuando hablan de cultura? La respuesta la dan Kevin Laland y Will Hoppitt en un trabajo sobre el tema en el que describen la cultura como conductas que dependen del aprendizaje social para su mantenimiento y transmisión, y que a la vez se tornan distintivas de un grupo. Bajo esta perspectiva son varias las especies no humanas que poseen, en algún grado u otro, cultura.
 
Pero entonces, ¿qué distingue la cultura humana de aquellas no humanas? La tesis de Laland y Hoppitt es que los rasgos particulares de la cultura humana se vinculan a su estabilidad y transgeneracionalidad; respuesta que sin duda no es muy esclarecedora. Mayores luces sobre este tema arroja Yuval Harari. Este autor no reflexiona sobre la cultura humana en oposición la cultura de los animales, sino que revisa por qué la cultura de nuestra especie (Homo sapiens) nos dio ventajas en la lucha evolutiva frente a otras de nuestro género. Harari sugiere que esta ventaja —y particularidad cultural— es la capacidad de Homo sapiens para creer en cosas que no existen, otorgando al mito un papel central en la evolución humana.
 
El lenguaje fue fundamental en el desarrollo de esta habilidad de elaborar mitos. En efecto, tal como apunta Juan Zabala, una de las características del sistema lingüístico de nuestra especie es el desplazamiento, es decir, la capacidad de referir cosas que no están presentes en el contexto en que se sitúan quienes se comunican. Si bien es cierto que otros homínidos que fueron contemporáneos a Homo sapiens arcaico también poseían un lenguaje bastante complejo, la capacidad de éste para imaginar y creer en mitos era mayor. Este potencial imaginativo y mitificador es la fuente de múltiples instituciones sociales con las cuales convivimos diariamente: religiones, naciones y sistemas económicos, por nombrar algunas.
 
Tomando como antecedente lo anterior, se puede sostener que las características distintivas de la cultura humana son su base y transmisión lingüística, además de su carácter simbólico. A esto se suma un elemento que se desprende de esta capacidad simbólica de crear mitos: el despertar en distintos grupos una identificación con ella. Tal aspecto implica una dimensión política de la cultura, ya que cohesiona y moviliza al grupo en torno a las creencias e instituciones comunes, conminándolos a creer en la superioridad de su cultura por sobre otras. Así, motiva al grupo a defenderla y transmitirla con mayor entusiasmo. Son todos estos rasgos los que en su conjunto resultan en la estabilidad y la transgeneracionalidad de la cultura humana de la que hablan Laland y Hoppitt.
 
Si bien la definición amplia de cultura expuesta por Laland y Hoppitt posee la ventaja de visibilizar que el desarrollo de la cultura es un continuum entre algunas especies, no obstante, al momento de estudiar las culturas humanas es preciso profundizar la conceptualización con miras a aprehender en su totalidad la complejidad de los sistemas culturales de nuestra especie. Es este motivo el que ha llevado a distintos científicos sociales a postular definiciones de cultura más específicas. El primero en hacerlo fue Edward Tylor, quien a fines del siglo xix sugirió que la cultura comprende el conjunto de conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y otros hábitos adquiridos por el ser humano en la sociedad. Desde aquel entonces ha existido un gran debate en torno al concepto de cultura.
 
En la actualidad se manejan definiciones más abstractas de cultura; un ejemplo es la concepción de Gilberto Giménez, autor que describe la cultura como un sistema de informaciones, creencias y valores que dotan de sentido nuestras acciones y al que recurrimos para comprender el mundo. Esta delimitación de la cultura permite estudiar de mejor manera los grupos humanos, ya que resalta los aspectos únicamente humanos de la cultura antes mencionados: su dimensión lingüística, su carácter simbólico, la identificación de los sujetos con su cultura, su estabilidad y transgeneracionalidad.
 
Ciertamente, la formidable complejidad de la cultura humana es única, pero existen animales que también ostentan muchas prácticas dignas del calificativo de culturales por ser independientes de la herencia genética, esto es, que son adquiridas mediante aprendizaje social, las cuales además distinguen a unos grupos de otros. Queda mucho por indagar al respecto.
 

     
Referencias bibliográficas

Dawkins, Richard. 1993. El gen egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta. Salvat, Barcelona.
Giménez, Gilberto. 1995. “Modernidad, cultura e identidad social”, en Revista Espiral, vol. 1, núm. 2, pp. 35-55.
Harari, Yuval. 2014. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad. Debate, Buenos Aires.
Kendal, Rachel, et al. 2015. “Chimpanzees copy dominant and knowledgeable individuals: implications for cultural diversity”, en Evolution and Human Behavior, vol. 36, núm. 1, pp. 65-72.
Koops, Kathelijne, William McGrew y Tetsuro Matsuzawa. 2013. “Ecology of culture: do environmental factor influence foraging tool use in wild chimpanzees, Pan troglodytes verus?”, en Animal Behaviour, vol. 85, núm. 1, pp. 175-185.
Laland, Kevin y Will Hoppitt. 2003. “Do animals have culture?”, en Evolutionary Anthropology, núm. 12, pp. 150-159.
Mercader, Julio, et al. 2007. “4,300-year-old chimpanzee sites and the origins of percussive stone technology”, en Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 27, núm. 104, pp. 3043-3048.
Tylor, Edward. 1975. “La ciencia de la cultura”, en El concepto de cultura: textos fundamentales, Kahn, Joel (comp.). Anagrama, Barcelona. Pp. 29-46.
Zabala, Juan. 2013. “La evolución del lenguaje humano”, en Ciencias, núm. 109-110, pp. 60-66.

     

     
César Cisternas Irarrázabal
Universidad de La Frontera, Chile.
     

     
 
cómo citar este artículo

Cisternas Irarrázabal, César. 2017. La cultura humana particularidades y rasgos compartidos con otros animales. Ciencias, núm. 126, octubre-diciembre, pp. 40-41. [En línea].
     

 

 

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